Teoría y análisis literario
En La muerte en Venecia el solitario escritor Gustavo
Aschenbach es conmovido por la belleza de un jovenzuelo polaco en
un hotel de la ciudad italiana.
Corrientemente se habla del libro de Mann
como la historia de un
hombre mayor
(el protagonista, Aschenbach, tiene cincuenta años) que se
enamora de un niño (un adolescente en todo caso).
En la atenta lectura de la
obra se observa una especial fascinación del escritor por
el joven, pero escapa ella a un simple deseo homosexual: es la
fascinación del hombre maduro por la belleza, la
atracción por lo altivo y hermoso. La delicadeza de la
exposición y la urdimbre de pensamientos y
deseos de Aschenbach nos sitúan al frente de una obra cuya
grandeza reside en la forma como, renunciando a toda vulgaridad,
se construye un mundo especial –que, no obstante, es
corriente, común, real-.
El objeto del juicio previo es fundamentar la hipótesis de esta nota: la credibilidad que
atribuimos a la atracción sufrida por Aschenbach no
obedece sólo a la belleza expresa del mancebo sino a la
oposición que se crea entre éste y el resto de
personajes de la novela. En lo
sucesivo, pues, intentaré exponer la composición de
los personajes secundarios de La muerte en Venecia
mostrando cómo opera su constitución en el clima y desarrollo de
la obra.
De los cinco capítulos que componen la novela, al menos
cuatro presentan personajes secundarios (a excepción del
capítulo dos, donde se elaboran unas disquisiciones sobre
el arte y el oficio
de la escritura,
ahondando al mismo tiempo en la
figura de Aschenbach del que se dice que "había crecido
(…) aislado, sin amigos, dándose cuenta prematuramente
de que pertenecía a una generación en la cual
escaseaba, si no el talento, sí la base fisiológica
que el talento requiere para
desarrollarse; a una generación que suele dar muy
pronto lo mejor que posee y que rara vez conserva sus facultades
actuando hasta una edad avanzada").
En su respectivo orden de aparición, los personajes
secundarios son: un hombre desconocido observado en la calle
(capítulo I, motiva el viaje del protagonista a Venecia);
un hombre que recibe los boletos en el barco, un viejo disfrazado
de joven que viaja en la embarcación, un gondolero
veneciano, las hermanas de Tadrio (el joven hermoso) y unas
personas del hotel donde se hospeda el protagonista
(capítulo III); Saschu, amigo de Tadrio (capítulo
IV); gente de Venecia y músicos callejeros
(capítulo V).
La simple enumeración es de por sí reveladora:
los personajes secundarios son hombres y mujeres desconocidos,
anónimos, gente del común con la que el
protagonista apenas sí establece una vaga relación.
Son presentados casi siempre de forma indirecta por medio de
prosografías. Pocas veces se construye un retrato. De esta
forma se comienza a urdir la contraposición entre el
protagonista y los otros, conformando así el clima
de la obra (oscuro y frío, más allá de que
la presencia geográfica –Venecia- atraviese por un
intenso verano).
El narrador describe así al hombre encargado de recibir
los boletos en el barco: "…estaba sentado tras una mesa, con
un sombrero inclinado y una colilla de puro en la boca, un hombre
de barba puntiaguda, con aspecto de director de circo a la
antigua moda, que con los
modales desenvueltos del profesional anotó las
circunstancias del viajero y extendió el billete", y
más adelante continúa, "la rapidez de su
gesticulación y su monótona cantilena
aturdían y molestaban; parecía que procuraba hacer
vacilar al viajero en su resolución de viajar a
Venecia".
Del viejo disfrazado de joven termina diciendo: "…era
repugnante ver el estado en
que su camaradería con la gente joven había puesto
al lamentable anciano. (…) aparecía vergonzosamente
borracho. Con una mirada estúpida y un pitillo entre los
dedos, temblorosos, vacilaba, conservando difícilmente el
equilibrio.
Mostraba una excitación lamentable, tartamudeaba,
gesticulaba, lanzaba risotadas, (…) de un modo equívoco,
repugnante, se lamía los labios". La
apreciación del gondolero es igualmente negativa: "Era
un hombre de fisonomía desagradable y hasta brutal, con
traje azul de marinero, faja amarilla a la cintura y sombrero de
paja deformada, cuyo tejido comenzaba a deshacerse, graciosamente
ladeado. Sus facciones, su bigote rubio, retorcido, bajo la nariz
corta y respingona, hacían que no pareciese italiano.
Aunque de tan escasa corpulencia que no se le hubiera
creído apto para su oficio, manejaba con gran vigor los
remos, poniendo todo el cuerpo en cada golpe".
La descripción del narrador tiene su
correspondencia con el juicio que hace Aschenbach de la gente.
Así, cuando el solitario escritor termina de hablar con el
gondolero, el narrador dice que "las maneras rudas y groseras
del hombre le parecieron insoportables". De manera que hay
una identificación entre narrador y protagonista. Que el
mundo descrito sea de alguna forma vulgar y repugnante no
corresponde sólo a la visión omnisciente del
narrador sino a la percepción
misma de Aschenbach. Desde esa identificación se teje la
certidumbre sobre un mundo externo aborrecible en que el hermoso
joven vendría a ser una excepción.
Mientras conocemos profundamente el carácter de Aschenbach, su vida interior y
su fisonomía, su historia como escritor y la forma en que
la sociedad lo
ve, de los personajes secundarios sólo alcanzamos a
percibir su aspecto físico y las conjeturas que el
narrador hace de acuerdo a sus gestos o señales
visibles. En su presentación se pone de relieve
siempre un aspecto molesto, un gesto equívoco, un malestar
para quien observa: ¿tendrá ello acaso que ver con
esa "escasez de base
fisiológica que el talento requiere para desarrollarse"
que veía Aschenbach en su generación?
La visión de conjunto por parte del narrador (que a
estas alturas se identificará con la visión del
protagonista) aparece dos veces; visión de los extranjeros
en el hotel y visión de los ciudadanos de Venecia. De los
primeros dice: "Caballeros con luengas barbas y grandes
dientes, mujeres indolentes, una señora del Báltico
que, sentada ante un caballete, pintaba el mar, gesticulando de
vez en cuando desesperadamente; dos niños
feos y apacibles; una criada, con una cofia y serviles actitudes de
esclava". De los segundos: "un mendigo, de pie en uno de
los peldaños, presentaba su sombrero exponiendo su miseria
y mostraba el blanco de los ojos como si estuviera ciego; un
vendedor de antigüedades, ante su tenducho, invitaba a los
que pasaban, con gestos humildes, a entrar, con la esperanza de
poder
engañarlos".
Hacia el final del libro aparece la siguiente
descripción del músico callejero: "No
parecía ser de casta veneciana, sino más bien del
tipo de los cómicos napolitanos, rufián y
comediante a medias, brutal y cínico, peligroso y
divertido. La canción de letra estúpida,
adquiría en su boca, gracias a sus muecas; a sus gestos, a
su manera de guiñar el ojo expresivamente, al movimiento de
su lengua en las
comisuras de la boca, un sentido equívoco, vagamente
indecoroso. (…). Su cara, pálida, de nariz achatada, en
cuyos rasgos era difícil descifrar su edad,
aparecía surcada de arrugas, de huellas de vicios y
excesos".
Hasta aquí se tiene un compendio de los personajes
secundarios de la obra con su respectivo juicio negativo. Una
totalidad que conforma parcialmente un mundo. No es
fortuito que al hablar de la obra de Thomas Mann se refiera
siempre el mundo decadente que compuso.
La inspección de los personajes secundarios conduce a
la visión del mundo construido por el autor. En este caso
su visión se corresponde a la del protagonista.
Como podrá advertirse, la constitución de este
mundo vulgar permite que la belleza encontrada en Tadrio sea una
especie de exorcismo. ¿Pero no corresponden en
último termino la obsesión del escritor, su
persecución y su fantasía a un mundo decadente que
lo incluye? ¿El que la muerte
acaezca al final no es un motivo más para pensar que la
figura enfermiza de Aschenbach pertenece también a un
mundo del todo lejano a Tadrio?
En modo alguno son estas preguntas baladíes. Recordemos
que el escritor perteneció –porque en este punto de
la nota ya murió- a "una generación que suele
dar muy pronto lo mejor que posee y que rara vez conserva sus
facultades actuando hasta una edad avanzada".
La decadencia no se revela solamente en los personajes
secundarios. Aschenbach también la manifestó.
BILBIOGRAFÍA
- CASTAGNINO, Raúl. El análisis literario:
introducción metodológica a una
estilística integral. Buenos Aires :
9, 9. 410p. - MANN, Thomas. La muerte en Venecia. Editorial Seix Barral.
Tr. Martín Rivas. Bogotá, Colombia.
1985. - MANN, Thomas. Richard Wagner y la música
(Wagner und unsere Zeit), Ed. Erika Mann, Tr. Jordi
Sánchez, Plaza & Janés, Barcelona, 1986.
Por
Santiago Gallego Franco