- Las Amazonas de la Grecia
Clásica - Combates
- Amazonas – desde Grecia
hacia el Nuevo Mundo - Una etimología
controvertida - Río de las
Amazonas - El tema Amazonas parece
inagotable - Bibliografía
principal
Las mujeres ya no permanecen ajenas o en la
retaguardia de la guerra como
ocurrió durante milenios. Hoy están tanto en las
tomas de decisión como en el campo de batalla. Oportunidad
para que hagamos una breve incursión por el mito de las
más famosas mujeres guerreras: las
Amazonas.
La leyenda de las mujeres guerreras o Amazonas
habría tenido origen en la batalla de Termodonte, cuando
los Griegos salieron victoriosos de la batalla contra esas
extrañas mujeres. Las que fueron hechas prisioneras fueron
llevadas en los navíos, pero en alta mar se sublevaron y
diezmaron a los hombres. Desconocedoras de las artes de la
navegación, estuvieron a la deriva y llegaron al Mar de
Azov, donde habitaban los Citas.
Las Amazonas consiguieron inicialmente robarles los
caballos, pero los Citas acabaron venciendo. Solo después
de ver sus cuerpos sin vida los Citas se dan cuenta de que
habían estado
luchando contra mujeres. Extraña es la actitud de los
Citas que, en lugar de diezmar a las Amazonas, les proporcionan
campamentos junto a los jóvenes de la tribu para
«incentivar» el emparejamiento, para que nazcan
hombres guerreros superiores físicamente. ¡Pero esto
ocurrió hace más de seis mil
años!
Las Amazonas, habituadas a su libertad,
acaban por partir e irse a vivir más allá del
Río Tanis (actual Río Don).
Las Amazonas son el primer y más persistente mito
de mujeres en libertad viviendo en comunidades. Poderosas, porque
manejaban armas, es curioso
referir que ese factor de superioridad era marcador para los
hombres que se cruzaban con ellas. Tener armas es, ayer como hoy,
tener poder.
Está estudiado que las regiones donde vivieron
tenían grandes reservas de hierro. De
ahí que ellas mismas fabricaran las armas. Y eran
guerreras porque querían conquistar territorios para
instalarse. En cuanto a la descendencia, como normalmente
vivían cerca del mar o en islas, eran regularmente
visitadas por hombres aventureros o marineros, más o menos
incautos, que de buen grado se emparejaban con aquellas mujeres.
Ellas únicamente se quedaban con las hijas y repudiaban o
mataban a los de sexo
masculino. Eran, también, tiempos de barbarie.
El éxito y
perennidad del interés
por las Amazonas se debe precisamente a que ellas encarnan una
sociedad donde
los papeles sociales estaban invertidos. Mujeres luchadoras,
poseedoras de caballos y armas y sin familia
tradicional organizada fascinaron y quedaron inmortalizadas en
cuentos y
leyendas
populares de un universo
vastísimo.
En el siglo III a. C. las Amazonas ya habrían
alcanzado Grecia, antes
solo se sabía de su localización en Asia Menor.
Durante siglos sus historias poblaron los imaginarios de Griegos
y Romanos, y más tarde con Colón el mito fue
transportado hacia el Nuevo Mundo. La presencia de las famosas
guerreras en la guerra de Troya quedó como elemento
importante del mito y, en La Ilíada, Príamo
recuerda los tiempos en que él y sus hombres las
combatieron. Ellos las consideraban precisamente
"«antineirai», que significa «equivalente a los
hombres», por tanto sus iguales. El héroe de La
Ilíada, Aquiles, entablará un combate con
Pentesilea, reina de las Amazonas.
En la Eneida de Virgilio (70-19 a. C.) poema
épico, se habla de la Guerra de Troya y de las
Amazonas.
Según los especialistas el mito de las Amazonas
se halla en todos los continentes, excepto en Oceanía.
Se tienen por verdaderas en China, en las
«islas misteriosas», en relatos de navegantes
árabes del siglo XI a XIII. A través del folclore
de Escandinavia, de Rusia, de
Bohemia, de África y de las Indias. Podemos seguir el
rastro de relatos de su existencia y concluir que las Amazonas
impresionaron vivamente a hombres de todos los tiempos. Ellas
fueron y son un tema recurrente y han servido de
inspiración para obras literarias y han seducido y seducen
a pintores, escultores, compositores y autores de teatro.
Las Amazonas de la
Grecia Clásica
Se sabe que las Amazonas se establecieron en la isla de
Lesbos, patria de Safo (la mayor poetisa de la Grecia
clásica [siglo VII y VI a. C.]), en Lemnos y en la
Samotracia, más al Norte. Según la mitología
griega, las Amazonas eran hijas del dios Ares (dios de la
guerra, hijo de Zeus) y de la ninfa Harmonía (ligada al
culto de los dioses de Samotracia). La mitología de estas mujeres diferentes viene
de la protohistoria de Grecia.
Las Amazonas serían originarias de la Tracia o de
las costas meridionales del Mar Negro (Cáucaso) y se
establecieron inicialmente en la Capadocia (hoy territorio turco)
habitando las riberas del Río Termodonte. (En el siglo
XVII, Rubens pintó dos expresivos cuadros donde representa
las luchas de las Amazonas contra Teseo, precisamente sobre este
río). Las Amazonas se habrían apoderado de
Éfeso, donde fundaron el más antiguo templo a la
diosa Artemis, diosa ésta relacionada con el amor entre
mujeres. Habrían fundado también la ciudad de
Mitilene, en la Isla de Lesbos, hoy francamente relacionado con
el lesbianismo, aspecto que llena incontables páginas de
Internet. Hay una
revista belga
de lesbianas, con el nombre de Pentesilea.
También las mujeres mastectomizadas se
identifican con el nombre de las Amazonas.
Uno de los encuentros más relatados de las
Amazonas fue con los Argonautas que llegaron a la Isla de Lemnos.
Fueron bien recibidos, hasta el punto de que permanecieron
allí un año, casi olvidando su misión,
que era la demanda del
«Vellocino de Oro».
Los más célebres combates de estas audaces
mujeres fueron contra el corintio Belerofonte (uno de los
héroes de La Ilíada), que las venció
y a quien Eurípides dedicó una tragedia; contra el
héroe de Atenas, Teseo, que se enamoró de la reina
Hipólita, y de cuya unión nació
Hipólito, protagonista de otra tragedia de
Eurípides (siglo V a. C.) y uno de los pocos hijos de
Amazonas que alcanzaría la edad adulta, y que tuvo un fin
trágico; contra Aquiles, otro héroe de Homero, que se
enamoró perdidamente de otra reina de las Amazonas:
Pentesilea. En este caso, la guerra de Troya puso a los dos
amantes en campos opuestos. Aquiles venció a la reina de
las Amazonas, pero en el momento en que le enterró la
espada en el pecho se sintió subyugado por el encanto de
su intrépida opositora; pero ya era tarde. El combate
más representado es sin duda contra Hércules,
siendo este enfrentamiento el octavo de los llamados Doce
Trabajos de Hércules, que consistía en arrebatar el
cinturón de Hipólita. Ésta, por amor, lo
ofreció sin lucha, pero la celosa mujer de Zeus,
disfrazada de Amazona, provocó la confusión entre
el ejército enemigo y Hércules por error
mató a Hipólita. Otra reina de las Amazonas,
Talestris, habría vencido al rey persa, Ciro el
Grande.
La larga Edad Media
también escogió a las Amazonas como tema. Para
muchos pintores ellas fueron pretexto para mostrar su talento
dibujando y pintando cuerpos femeninos, que de otro modo no
habrían permitido los cánones de la época.
En el Renacimiento
el tema fue tomado con otra intención y sabiduría.
Son muchos los grandes pintores que las han inmortalizado. Y
llegan a nuestros días, dando siempre origen a nuevas
interpretaciones.
En La Divina Comedia de Dante y en Camoens,
más concretamente en Os Lusíadas, influido
por La Odisea, cuando
la diosa Calipo retrasa a Ulises bajo los encantos del amor, en
los cantos IX y X en la Isla de los Amores, hay una clara
influencia de las islas pobladas por esas mujeres.
El simbolismo de las Amazonas, como guerreras fue
también importante para las mujeres del período de
la Revolución
Francesa (1789). Fueron conocidas, en 1790, las Amazonas de
VIC (departamento de los Altos Pirineos).
Amazonas – desde
Grecia hacia el Nuevo Mundo
En 1492 Cristóbal Colón llegó al
Nuevo Mundo -después conocido como América– y no a las Indias, como era su
intención; vamos a ver cómo él y sus hombres
divulgaron el mito de las Amazonas.
Colón, en el regreso del primer viaje al Nuevo
Mundo, al arribar a una de las islas del Caribe, sufrió,
por parte de una tribu guerrera, una recepción
decididamente hostil. Sobre ese inesperado encuentro
escribió a Luis de Santangel, hombre de
confianza de los Reyes Católicos, en estos
términos: «(…) es la
primera isla que se encuentra, para quien va de España
rumbo a las Indias y donde no hay ningún hombre. Estas
mujeres no se ocupan de ninguna actividad femenina, sólo
ejecutan ejercicios con el arco y las flechas fabricados con
cañas y se cubren con láminas de cobre que
poseen en abundancia».
Uno de los pilotos que acompañó al
navegante Fernando de Magallanes contó al italiano Filippo
Pigafetta (1491-1534) que había una isla con solo mujeres.
Pigafetta nos habla de la isla de Ocoloro, en las proximidades de
Java (Asia),
donde las mujeres que «dando a luz algún
hijo, lo matan si fuese macho y, si fuese mujer, lo conservan con
ellas. Y tan esquivas se mostraban a la conversación
amorosa que, si algún hombre osase desembarcar en su isla,
pugnaban por quitarle la vida».
El conquistador español
Hernán Cortés, cuando exploraba la costa occidental
de Méjico, cerca de 1520, relató al emperador
Carlos V que mucha gente le aseguraba que era verdad que
existía «una isla poblada por mujeres sin
ningún macho. En ciertas épocas los hombres de
Tierra Firme
van a visitarlas, ella se entregan a ellos y las que dan a luz
hijas se quedan con ellas, si nacen machos los
rechazan».
También en 1535, Diego de Almagro (1475-1538),
que participó en la conquista de Perú con Pizarro,
dijo haber oído, en
aquella zona, relatos de indios asegurando que había una
vasta región dominada por mujeres cuya reina se llamaba
Guanomilla (que significa cielo de oro) y que en esa tribu
había tanto «metal blanco y amarillo» que
hasta los sencillos utensilios para preparar los alimentos eran
hechos a mano con esos metales
preciosos.
Según los Griegos, las Amazonas, para usar mejor
el arco, las flechas y las lanzas, se habrían comprimido,
quemado o cortado, en la pubertad, el
seno derecho. De ahí el origen del nombre a
(prefijo de negación) + mazós = pecho (en
griego), lo que significa mujeres sin pecho. Esta
etimología ha sido aceptada sin objeción, no se
entiende bien cómo. Como mujer el sentido común me
dice que ninguna mujer quemaría o reduciría su
órgano más delicado y más erótico
fuese por el motivo que fuese. Además, hace bien poco
tiempo Pierre
Devambez publicó en el Lexicon Iconographicum
Mythologiae Classicae, 819 muestras de representaciones donde
nunca las Amazonas aparecen con un solo seno. El historiador
André Trevet habló de las Amazonas de Brasil, y
también él se negó a aceptar que
sacrificasen el seno derecho, sin peligro de enfermedad o
muerte.
Las más antiguas representaciones de las Amazonas
aparecen en terracota y datan del siglo VII a. C. Posteriormente
son innúmeras en los jarros griegos (jarros atenienses y
figuras negras). Datan del probable encuentro entre Aquiles y
Pentesilea de 530-520 a. C. Hay referencias a más de 60
nombres de Amazonas.
En general, las Amazonas son representadas como mujeres
bien constituidas, elegantes, usando la media túnica
ajustada a la cintura, con un seno al descubierto y el otro
sugerido, por debajo de vestidos ligeros. En la mano tienen el
arco y a la espalda la aljaba donde transportaban las flechas.
También aparecen representadas con un hacha de dos filos
en vez del arco.
Los escultores y pintores las inmortalizaron, y el
más celebre conjunto escultórico es el friso del
mausoleo de Halicarnaso, donde fueron inmortalizadas luchando
contra Hércules.
Es posible que el mayor río de América del
Sur haya sido parcialmente navegado por portugueses al comienzo
del siglo XVI, pero fue Vicente Pinzón (hermano de
Martín Pinzón, que comandó la carabela
Pinta en el primer viaje de Colón) quien, en 1499 o
1500 habrá, por primera vez, llegado a la embocadura del
gran río, al que puso el nombre de «mar
dulce», pensando que se trataba de un mar.
Sin embargo, en la actualidad se admite que fue el
español Francisco de Orellana quien lo habría
«descubierto» en febrero de 1542. Este navegante
formaba parte de la expedición comandada por Gonzalo
Pizarro, hermano del conquistador de Perú -Francisco
Pizarro- que había salido de Quito, en la
Navidad de
1541, con el objetivo de
atravesar los Andes, en busca de Eldorado. Gonzalo Pizarro
mandó a Orellana al frente de un grupo de
hombres en busca de provisiones suficientes para poder atravesar
el inhóspito territorio transandino. No obstante, como
Orellana no regresó en los doce días convenidos,
Gonzalo Pizarro, creyéndolo muerto o desaparecido,
regresó a Quito. Fray Gaspar de Carvajal, que
acompañó a Francisco de Orellana en esa fabulosa
aventura, nos relata lo sucedido. La expedición, en
febrero de 1542, hizo una parada junto al Río Napo
(Ecuador) en
las inmediaciones del territorio de los indios Irimaraezes que
habrían preguntado a los españoles si iban a
«visitar el territorio de las Amurianos a quienes ellos
llamaban ‘grandes señoras’, pues, si lo
hiciesen, tomasen precauciones, porque ellas eran muy numerosas y
que los matarían». Carvajal describió los
innumerables encuentros y percances. A finales de junio, por San
Juan, la expedición hizo una parada para festejar el
santo, pero nuevamente tuvieron que hacer frente a una tribu
hostil. Orellana intentó el entendimiento, pero los
aborígenes afirmaron «que nos cogerían a
todos para llevarnos a las mujeres guerreras». Los
españoles respondieron con el fuego de las armas; la lucha
se intensificó y el propio Carvajal fue herido. Surgen
entonces las referidas mujeres con arcos y flechas en auxilio de
la tribu. «Ellas luchaban con
tal ardor que los indios no osaban retroceder y si alguno
huía frente a nosotros eran ellas quienes los mataban a
palos (…). Son muy blancas y altas, con el pelo muy largo,
entrelazado y enrollado en la cabeza. Tienen los miembros grandes
y fuertes y van desnudas a propósito, tapadas en sus
vergüenzas; con sus arcos y flechas en la mano, son tan
combativas como diez indios (…). Ciertamente hubo una de esas
mujeres que metió un palmo de flecha por uno de los
bergantines, y las otras, un poco menos, de modo que
nuestros bergantines parecían puerco
espines.» Son palabras de
Carvajal. Mil kilómetros de río descenderían
Orellana y sus compañeros y fue él quien
bautizaría este inmenso río de las Amazonas.
(Orellana, como todos los navegantes de su tiempo, había
leído los clásicos y creía en sus mitos. Por
tanto, ¿qué mejor nombre podría darse a
aquel majestuoso río?).
En la América Portuguesa también se hizo
popular el mito. En 1576, Pêro de Magalhães
Gândavo llamaba al gran río Maranhão
«Río de las Amazonas» corroborando la
divulgación del mito en el nordeste brasileño. Y
adelanta este cronista: «Algunas indias hay también entre ellos que
deciden ser castas a las cuales no conoce hombre alguno de
ninguna disposición moral, ni lo
consentirán, aunque por eso las maten. Estas dejan todo el
ejército de mujeres e imitan a los hombres y
desempeñan sus oficios como si no fuesen personas del sexo
femenino, llevan cortado el pelo de la misma manera que los
hombres, y van a la guerra con sus arcos y flechas y de caza,
perseverando siempre en compañía de hombres y cada
una tiene una mujer que la sirve y con quien dice estar casada, y
así se comunican y hablan como marido y
mujer».
El jesuita español Cristóbal de
Acuña, en 1639, escribió que en Nueva Granada
(Colombia)
había encontrado una «india que dijo
haber estado ella misma en las tierras pobladas por las mujeres
guerreras».
Hasta nuestro sacerdote Antonio Vieira repitió lo
que se decía de las Amazonas en cuanto se refiere a su
pecho (solamente uno) guerreras de Lemnos, en su Sermón
nº 9.
Fray João dos Santos, dominicano de los siglos XV
y XVI, conocedor de Etiopía, diría que en una
región de Mozambique, se decía que
«Junto a Damute hay una
provincia de mujeres tan varoniles y robustas, que suelen andar
con las armas en las manos, tanto en la caza de las fieras y
animales
silvestres, como en las guerras, que
se le presentan, donde muestran esfuerzo y ánimo
más propios de hombres belicosos que de mujeres
débiles…». Entre esas islas hay una poblada por
mujeres sin que haya hombres entre ellas; pero en dos meses del
año los admiten como hacen las de Etiopía
(…)».
En el siglo XVIII, Monsieur de la Condomine constata que
«tal tradición está universalmente extendida
en todas las naciones que habitan las riberas del río
Amazonas, hasta 150 leguas distante, por el interior hasta Caiena
(…) y siempre en sus lenguas les llaman por el nombre de
«mujeres sin marido» o «mujeres
excelentes». Más tarde, en África, Herkovitz
estudió la repercusión del «mito» en el
antiguo reino del Daomé (hoy Benin), donde afirma que las
Amazonas existieron en aquella región y adelanta que eran
reclutadas entre las mujeres atléticas, siendo
obligatoriamente vírgenes, y que eran un número
considerable de ellas, usando lanzas como arma.
El tema Amazonas parece
inagotable.
En 1997, la revista New Scientist publicó
un artículo de la investigadora Jeaninne Davis-Kimball que
alude al descubrimiento en Rusia, de varias sepulturas de
mujeres. La identificación de estas mujeres como Amazonas
fue hecha a partir de las armas con las que estaban sepultadas y
de heridas causadas por el uso de armas, como pequeños
puñales y espadas con las que estaban
enterradas.
Hoy el mito está desapareciendo para dar origen a
una teoría
sobre su verdadera existencia. En la Lesbia Magazine de
enero de 1999 leemos que en las riberas del Río Don se
encontraron montículos funerarios, con 2.400 años,
donde estaban 21 sepulturas de mujeres enterradas con sus armas.
Y recientes descubrimientos en Hungría y China han venido
a enriquecer la teoría de la existencia real de las
Amazonas.
Amazonas de Grecia, de América, de Asia, de
África, de Europa:
¿fueron o no una realidad? El antropólogo
brasileño Darci Ribeiro (1992-1997)
afirmó:
«Un pueblo-mujer contando solo con
ellas, sin hombres propios, sirviéndose de extranjeros
como reproductores es plausible y hasta viable. Un pueblo solo de
machos es una utopía salvaje».
¿Y las «nuevas amazonas»? ¿Las
mujeres que derribaron prejuicios y cada día ganan su
sueldo y que no han aceptado el tradicional papel
doméstico? Las encontramos todos los días, algunas
más belicosas que otras. ¿Y las mujeres en las
Fuerzas Armadas? Es curioso que en una reciente entrevista a
mujeres de la PSP (Polícia de Segurança
Pública ‘Policía de Seguridad
Pública’) en puestos de mando, todas afirmaban que
nunca habían tenido necesidad de disparar sus armas.
¿Son pacifistas las mujeres, incluso en profesiones en las
que pueden tener que ser «guerreras»? Tal vez la
escritora y periodista Inés Pedrosa nos sepa
responder.
CORTÉS, Hernán, Cartas de
Relación de la Conquista de México,
Madrid, Espasa
Calpe, 1970.
DARMON, Pierre, Mythologie de la Femme dans
L’Ancienne France, XVIe a XIXe Siècles,
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Queens, London, Weidenfeld and Nicolson, 1988.
GÂNDAVO, Pêro de Magalhães,
História da Província de Santa Cruz, Lisboa, Alfa,
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PEREIRA, Maria Helena da Rocha, As Amazonas: destino de
um mito singular in Oceanos: Viver no Brasil Colónia,
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SOBOL, Donald, J., The Amazons of Greek Mythology, Nova
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Luísa de Paiva Boléo
Traducción al español:
Nicolás López Molina
Texto revisado el 18-03-03
Para la revista Máxima