1911-1912
- Manifiesto a todos los
trabajadores del mundo - Cada quien su
clase - Muera el
orden - La paz
- Trabajadores abrid los
ojos - A los trabajadores
mexicanos - Hacia el
comunismo - Los plebeyos debemos arreglar las
cosas - A los huelguistas y a los
trabajadores en general - El pueblo mexicano es apto para
el comunismo - El gobierno y la
revolución económica - ¡Muera la
autoridad! ¡Mueran los ricos! - Sin gobierno
- ¡Muera la
autoridad! - La revolución
social
3 de Abril de 1911
MANIFIESTO A TODOS LOS TRABAJADORES
DEL MUNDO
Compañeros: Hace un poco más de cuatro
meses que la bandera roja del proletariado flamea en los campos
de batalla de México,
sostenida por trabajadores emancipados, cuyas aspiraciones se
comprendían en este sublime grito de guerra:
¡TIERRA Y
LIBERTAD!.
El pueblo de México se encuentra en estos
momentos en abierta rebelión contra sus opresores y,
tomando parte en la general insurrección, se encuentran
los sostenedores de las ideas modernas, los convencidos de la
falacia de las panaceas políticas
para redimir al proletariado de la esclavitud
económica, los que no creen en la bondad de los gobiernos
paternales ni en la imparcialidad de las leyes elaboradas
pro la burguesía, (· ) los que saben que la
emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos, los convencidos de la acción
directa, los que desconocen el "sagrado derecho de
propiedad", los que han empuñado las armas para el
encumbramiento de ningún amo, son para destruir la cadena
del salario. Estos
revolucionarios están representados por la Junta
Organizadora del Partido Liberal Mexicano (519 ½ E. 4th
St. Los Ángeles
Cal. USA) cuyo órgano oficial, Regeneración,
explica con claridad sus tendencias.
El Partido Liberal Mexicano, no lucha por derribar al
dictador Porfirio Díaz para poner en su lugar a un nuevo
tirano. El Partido Liberal Mexicano toma parte en la actual
resurrección con el liberado y firme propósito de
expropiar las tierra y los útiles de trabajo para
entregarlos al pueblo, esto es, a todos y cada uno de los
habitantes de México, sin distinción de sexo. Este
paso lo consideramos esencial para abrir las puertas a la
emancipación efectiva del pueblo mexicano.
Ahora bien: se encuentra igualmente con las armas en la
mano otro partido: el Antirreeleccionista, cuyo jefe, Francisco
I. Madero, es un millonario que ha visto aumentar su fabulosa
fortuna con el sudor y con las lagrimas de los peones de sus
haciendas. Este partido lucha por hacer "efectivo" el derecho de
votar, y fundar, en suma, una república burguesa como la
de Estados
Unidos. Este partido netamente político, es,
naturalmente, enemigo del Partido Liberal Mexicano, porque ve en
las actividades de los liberales un peligro para la supervivencia
de la república burguesa que garantiza a los
políticos, a los buscadores de
empleo, a los
ricos, a todos los ambiciosos, a los que quieren vivir a costa
del sufrimiento y de la esclavitud del proletariado; la
continuación de la desigualdad
social, la subsistencia del capitalista, la división
de la familia
humana en dos clases: la de los explotadores y la de los
explotados.
La dictadura de
Porfirio Díaz está por caer; pero la revolución
no terminará por ese solo hecho; sobre la tumba de esa
infame dictadura quedarán en pie y frente a frente, con
las armas en la mano, las dos clases
sociales; la de los hartos y la de los hambrientos,
pretendiendo la primera, la preponderancia de los intereses de la
casta, y la segunda, la abolición de esos privilegios por
medio de la instauración de un sistema que
garantice a todo ser humano el pan, la tierra y la
libertad.
Esta lucha formidable de las dos clases sociales en
México es el primer acto de la gran tragedia universal que
bien pronto tendrá como escenario la superficie de todo el
planeta, y cuyo acto final será el triunfo de la
fórmula generosa, libertad, igualdad,
fraternidad, que las revoluciones políticas de la
burguesía no han podido cristalizarla en hechos, porque no
se han atrevido a hacer pedazos la espina dorsal de la
tiranía: capitalismo y
autoritarismo.
Compañeros de todo el mundo: la solución
del problema social está en las manos de los desheredados
de toda la tierra, pues solamente exige la práctica de una
gran virtud: la solidaridad.
Vuestro hermanos de México han tenido el valor de
enarbolar la bandera roja: pero no para hacer un pueril alarde de
ella en inofensivas manifestaciones en calles y plazas que casi
siempre terminan en arresto y la descalabraduras de los
manifestantes por los cosacos de los tiranos, sino para
sostenerla firmemente en los campos de batalla como un reto
gallardo a la vieja sociedad que
se trata de aplastar para fundar en terreno sólido la
sociedad nueva de justicia y
amor.
Nuestros esfuerzos, por poderosos y abnegados que sean,
serían aniquilados por la acción solidaria de la
burguesía de todos los países del mundo. Por el
solo hecho de haber efectuado su aparición la bandera roja
en nuestros campos de batalla mexicanos, la burguesía de
Estados Unidos ha obligado a la presidente Taft a enviar veinte
mil hombre a la
frontera de
México y barcos de guerra a los puertos mexicanos .
¿Qué hacen entretanto, los trabajadores de todo el
mundo? Cruzarse de brazos y contemplar, como en las sillas de un
teatro, las
personas y las cosas de este tremendo drama, que debería
conmover todos los corazones, que debería sublevar todas
las conciencias, que debería hacer vibrar intensamente los
nervios de todos los desheredados de la tierra, y ponerse en pie
como un solo hombre para detener las escuadras de guerra y marcar
el alto a los esclavos de uniforme de todos los
países.
¡Agitación! Es el supremo recurso del
momento. Agitación individual de todos los trabajadores
concientes; agitación colectiva de todas las sociedades
obreras y de la del libre pensamiento;
agitación, en el seno de los hogares de todas partes donde
pueda haber oídos dispuestos a escuchar, conciencias
capaces de indignarse, corazones que no se hayan encallecido con
la injusticia y la brutalidad del medio; agitación por
medio de cartas, de
manifiestos, de hojas sueltas, de conferencias, de
mítines, por cuantos medios sea
posible, haciendo comprender la necesidad de obrar pronto y con
energía a favor de los revolucionarios radicales de
México que necesitan tres cosas; protesta mundial contra
la intervención de las potencias en los asuntos mexicanos,
trabajadores concientes y decididos a propagar la doctrina de
emancipación social entre los inconscientes y dinero, dinero
y más dinero para el fomento de la revolución
social de México.
Compañeros: reimprimid este manifiesto,
traducidlo a todos los idiomas y hacedlo circular por todos los
ámbitos del mundo. Pedid a la prensa obrera que
lo inserte en sus columnas, leed Regeneración, y enviad
vuestro óbolo a la Junta Organizadora del Partido Liberal
Mexicano; 519 ½ E. 4th St.. Los Ángeles,
California, USA.
Nuestra causa es vuestra; es la causa del taciturno
esclavo de la gleba, del paria del taller y de la fábrica,
del galeoto de la marina, del presidiario dela mina, de todos los
que sufrimos la inquietud del sistema capitalista, Nuestra causa
es la vuestra; si permanecéis inactivos cuando vuestros
hermanos reciben la muerte
abrazados a la bandera roja, daréis con vuestra
inacción un rudo golpe a la causa del
proletariado.
No nos ocuparemos en demostraros que ha sido a vuestra
indiferencia, a vuestra falta de solidaridad, al desconocimiento
del deber que tenéis de uniros para precipitar el
advenimiento de la revolución a lo que se ha debido el
retardo lamentable de la era nueva, en la que existirán la
patria universal de los libres y de los hermanos. Ahora
tenéis a la vista la revolución social de
México, ¿qué esperáis para obrar?
¿Aguardáis a que este generoso movimiento sea
aplastado para llenar el espacio con vuestras protestas, que
serán impotentes para volver a la vida a vuestros mejores
hermanos y para extirpar de los pechos el desaliento que
provocaría el fracaso, fracaso que vosotros mismo
habéis preparado con vuestra indiferencia?
Meditad, compañeros, y obrad en seguida, sin
pérdida de tiempo, antes
de que vuestra ayuda llegue demasiado tarde.
Comprended el peligro en que nos encontramos enfrente de
todos los gobiernos del mundo, que ven en el movimiento mexicano
la aparición de la revolución social, la
única que temen los poderosos de la tierra.
Compañeros: cumplid con vuestro deber.
Dado por la Junta Organizadora del Partido Liberal
Mexicano en la Ciudad de los Ángeles California, USA, a 3
de Abril de 1911.
Ricardo Flores Magón
Librado L. Figueroa
Alselmo L. Figueroa
Enrique Flores Magón
(de Regeneración)
22 de Abril de 1911
Proletario: duélete de tu propia
condición. Tus hijos anémicos, canijos, mugrientos,
reclaman tu atención. Tu compañera sufre, casi
siempre en silencio; las consecuencias de tu docilidad para tus
verdugos.
Tú eres el culpable de que tus hijos tengan
hambre; sobre tu conciencia debe
pesar el dolor y la desventura de los tuyos.
Sí, tú eres el culpable porque desprecias
a los de tu clase y
admiras, sigues, aplaudes y vitoreas a los ricos, a los que
brillan por el oro que han
amontonado con tu sudor. De esa manera como tu mismo forjas las
cadenas que te hacen esclavo.
Rebélate proletariado; pero rebélate con
los tuyos; con que, como tú, tienen las manos
encallecidas por el trabajo y
las espaldas encorvadas por las duras tareas. Mas no te
rebeles así como quiera; no sea fuerza ciega,
sino esfuerzo consciente, esto es, ataca, incendia, derriba,
destruye, reparte la muerte; pero
llevando en tu cerebro la idea
por tu clase, de que vas a emancipar tu clase, de que vas a
destruir el derecho de propiedad
individual para que la riqueza no siga por más tiempo
siendo el patrimonio
exclusivo de los ricos y de los intelectuales,
esto es, de los hombres de estudios.
Únete a las filas del Partido Liberal Mexicano.
Rechaza indignado a todos aquellos que traten de decirte a que
sigas a Madero, porque óyelo bien: Madero es un verdugo,
es el verdugo de clase. Madero es rico y no piensa sino en
aumentar su riqueza. Ayer hizo millones explotando a tus hermanos
en sus haciendas. Ahora quiere hacer millones con la sangre de los
humildes.
Despierta, proletario: llama a la vergüenza en tu
auxilio. ¿No te sientes humillado ante la altanería
del rico? Te roba el producto de tu
trabajo y se mofa de tu mugre y de tus andrajos. Para el rico tu
no eres el creador de la riqueza y del lujo que él goza,
sino un "pelado". Tu haces sus palacios, y se te atreves a llegar
a ellos, llamará a la policía para que te lleve
a la cárcel; tu levantas sus cosechas, más
debes cuidarte de rondar por sus almacenes porque
puedes morir de un balazo o ir a para a la cárcel;
tu fabricas las ricas telas y los confortables muebles y tapices
que no son para tu compañera ni para tus hijos; tú
haces todo lo que contribuye a que la vida se más
agradable, arreglas los paquetes, construyes y pules las
carreteras, compones las calles, tiendes los rieles, haces las
casa para tener que pagar tú mismo por habitarlas; en fin,
lo hace todo, todo sale de tus manos creadoras y, sin embargo, no
ganas más que lo estrictamente necesario para que medio
repongas las fuerzas perdidas para seguir creando riquezas,
riquezas, riquezas y obteniendo, para ello el desprecio de los
que te explotan; pues para ellos no eres otra cosa que un
"plebeyo", un ser de condición inferior, perteneciente al
populacho y a la canalla.
Rebélate, indignado, hermano. Ve a tomar las
armas; pero no con tus verdugos, no con tus verdugos, no con
Madero, sino con tus hermanos los miembros del Partido Liberal
Mexicano. Madero quiere que sigas trabajando como hasta
aquí pues la revolución de él solamente
beneficia a los hombres de clases encumbradas.
Rebélate con la resolución inquebrante de
tomar posesión de la tierra y de los instrumentos de
trabajo, para el beneficio de todos. Recuerda que la tierra vino
a quedar en poder de unos
cuantos pro medio de la conquista, esto es, de la violencia, y
por otros medios más o menos malos como el robo, el
fraude, la
astucia, el agio. Los que no la obtuvieron por alguno de estos
medios la compraron o la recibieron por herencia, si la
compraron lo hicieron con el dinero que
representaba el sudor de la clase trabajadora.
NO es un robo lo que vamos a cometer los liberales
mexicanos, sino in acto de justicia, el más hermoso que ha
contemplado los siglos, el más sublime de que han sido
testigos las edades.
Compañeros: empujad a vuestros compañeros
a que trabajen por la felicidad de la familia. Es una
vergüenza que en este siglo haya pobres y ricos, La ciencia h
venido a descubrir que todos somos iguales; que todos, por lo
mismo, tenemos derecho de vivir. Para conquistar este derecho
debemos tomar posesión de la tierra y de la maquinaria y
no trabajar más para los amos.
(de Regeneración)
13 de mayo de 1911
¡Ah, el orden! Así gimen en estos momentos,
todos los partidos de lo que se llama orden. El orden es para
esas pobres gentes, sólo puede subsistir estando la
humanidad sometida a la férula del polizonte, del soldado,
del juez, del carcelero, del verdugo y del gobernante.
Pero eso no es el orden. Yo entiendo por orden;
armonía, y la armonía no puede existir mientras
haya sobre la superficie del planeta seres humanos que tienen
qué comer en abundancia, y seres humanos que no tienen un
pedazo de pan que llevarse a la boca.
Si todas las cosa estuvieran bien arregladas, si toda
criatura humana tuviera qué comer, tuviera dónde
resguardarse de la intemperie sin tener que pagar alquiler de
casa, en una palabra, si todos tuvieran lo necesario para vivir
con decencia y sin incertidumbre por el porvenir, entonces no
habría nadie que se atreviera a decir: yo soy más
que tú, ¡obedéceme!
Entonces habría orden porque habría
armonía. Nadie tendría que disputar a otro, nadie
tendría envidia a nadie. Todos seríamos hermanos y
saldrían sobrando el polizonte, el soldado, el juez, el
carcelero, el verdugo y el gobernante. Saldrían sobrando
porque conquistada la armonía entre los seres humanos
por la conquista de la libertad económica el parasitismo
de los funcionarios públicos no tendrían ya
razón de ser.
Los funcionarios públicos no son, como se cree,
los guardianes del orden. El orden, que es la armonía,
no necesita guardianes, precisamente porque es orden. Lo que si
necesita guardianes es el desorden, y desorden escandaloso,
vergonzoso y humillante para los que no nacimos para esclavos, es
el que reina en la vida política y social de
la humanidad.
Desorden es que una clase social pese sobre otra clase
social, pues no debe existir más que una sola clase; la de
los productores, esto es, la de los trabajadores. La humanidad se
convertirá en clase trabajadora, cuando la tierra y la
maquinaria pertenezcan a todos, pues entonces todos
tendrán que trabajar para comer.
Para mantener el desorden, esto es, para mantener la
desigualdad política y social, para mantener los
privilegios de la clase alta y tener sometida a la clase baja, es
para lo que se necesitan los gobiernos, los carceleros, los
jueces, los verdugos y toda una caterva de altos y
pequeños funcionarios que chupan las energía de los
pueblos de la tierra. No es para proteger a la humanidad para los
que existen esos funcionarios, sino para tenerla sometida, para
tenerla esclavizada en beneficio de los que se han dado
maña para retener hasta hoy la tierra y la
maquinaria.
¡Ah, el orden! Así gimen en estos momentos
los partidos del desorden, esto es, los partidarios del a
desigualdad social y política de la especie
humana.
No; el desorden no es la esclavitud de una parte de
la humanidad por otra parte de ella, sino la libertad de toda la
especie humana, Al orden burgués, los mexicanos
contestamos con vuestra rebeldía. Contra ese orden
gritamos: ¡muera el orden! Porque es un orden que maniata
la libre iniciativa del ser humano, porque es un orden del
cuartel o de presidio.
MUERA EL ORDEN
(de Regeneración)
3 de junio de 1911
Muy lejos está todavía el día de la
paz. El arreglo Madero- Díaz sólo ha venido a
demostrar dos cosas: que Madero no es el jefe de la
revolución y que el pueblo no se conforma con el cambio de
tirano.
El pueblo quiere una cosa bien definida: la
abolición del hambre, y como la boleta electoral no es
harina sino papel, quiere algo más substancioso:
Pan.
Eso es en cuando a las aspiraciones de los
trabajadores.
Por lo que respecta a la burguesía, se ha
dividido en diferentes banderías: reyistas, maderistas,
obregonistas, "científicos", figueroistas, orozquistas y
así por el estilo.
El clericalismo, por su parte, levanta la cabeza y se
presenta osadamente cono Partido Católico
Nacional.
Los que esperaban que esta revolución
sería una revuelta de ópera bufa que
terminaría con el encubrimiento de un nuevo tirano,
están ahora espantados. La anarquía reina en
México, dicen esos pobres de espíritu, sin saber
que la anarquía es orden basado en el apoyo
mutuo.
Lo que hay en México es estos momentos es el
desbordamiento de todas las ansias, buenas y malas; las malas
ansias de los caudillos de llegar al poder y oprimir a su vez;
las buenas ansias de los libertarios de acabar con los
privilegios para establecer la igualdad bajo las firmes bases de
la emancipación económica del
proletariado.
Madero, es un simple madero flotando sin rumbo en ese
mar encrespado.
Días es un náufrago que se agarró
del "madero" para no perecer ahogado en ese océano de
aplastantes pasiones.
¡La Paz! Pobre paja en medio del torbellino
revolucionario.
El Partido Liberal Mexicano lucha sin tregua enarbolando
su Bandera Roja por todas partes y sosteniendo con vigor su
generoso principio: Tierra y Libertad.
El triunfo será para los desheredados si
resueltamente se adhieren al Partido Liberal Mexicano.
(de Regeneración)
24 de junio de 1911
La prensa maderita y, en general, la prensa burguesa,
continúa su tarea de desprestigio del movimiento del
Partido Liberal Mexicano.
Protestamos una vez más, y no nos cansaremos de
hacerlo, contra la absurda imputación de que los liberales
pretendemos segregar la Baja California para entregarla a los
Estados Unidos. No, mexicanos; no pretendemos hacer tal cosa.
Nuestro movimiento es bastante amplio, y no se reduce a al
actividad revolucionaria de Baja California. No se trata de un
movimiento mezquino confiado en un rincón del país,
sino de un amplio movimiento en casi todos los Estados de la
República Mexicana. La prensa diaria de México,
fijaos bien, habla de persecuciones a cuadrillas de bandidos de
todo el país. No hay tales bandidos: son libertarios, son
hombres generosos que no han depuesto sus armas ni las
depondrán hasta que los trabajadores sean libres por medio
de la toma de posesión de la tierra y de la maquinaria de
producción, para el libre uso de todo ello
por todos y cada uno de los habitantes. ¿Quién se
ha preocupado por los pobres? ¿Bajo la férula de
que presidente ha sido feliz la clase trabajadora?
Los gobiernos se han preocupado únicamente por el
bienestar de las clases ilustradas y ricas. Para esas clases se
ha habido libertad; para esas clases si ha habido bienestar.
Para el pobre, lo de siempre: el cuartel, el presidio, la
ley fuga, el
trabajo agobiador, la miseria, el hambre y el desprecio de los
que están arriba.
Tantos siglos de servidumbre y tiranía han hecho
que los liberales de hoy no confiemos en promesas de aspirantes a
la presidencia… Todos los gobernantes que hemos tenido han
ofrecido al pueblo la misma cosa: la libertad y la felicidad del
pueblo. Torrentes de sangre ha costado al pueblo el
encumbramiento de sus gobernantes, y el resultado ha sido siempre
el mismo; la tiranía y la miseria.
El remedio no es el voto, mexicanos. El remedio
está en nuestras manos; conquistad la emancipación
económica. Libres de patrones y de capataces,
seréis libres políticamente es la libertad
política es la libertad económica. Nuestros padres
y todos los generosos luchadores por la libertad y la felicidad
del pueblo mexicano, creyeron que la libertad política era
bastante para conseguir la Libertad, la igualdad y la
fraternidad; pero la experiencia nos ha demostrado que la
libertad política es una mentira más o menos bella
cuando se trata de los pobres. Libertad política la hubo y
muy amplia bajo la
administración del Grande Indio Benito Juárez,
y si interrogáis a vuestros padres sobre si fueron felices
entonces, os contarán que no. El problema del hambre
estuvo en pie bajo la administración de Juárez como sigue
estando hoy.
Eso se explica , porque los gobernantes, por bien
intencionados que sean, no pueden acabar con la miseria, es
preciso que el gobernante ponga en poder del pueblo trabajador la
tierra y la maquinaria de producción, y ningún
gobernante puede hacer tal cosa desde el momento en que los
gobiernos están instituidos precisamente para velar por
los intereses de la clase capitalista.
Es una ilusión figurarse que el gobierno es la
representación del pueblo. El gobierno es la
representación de la clase capitalista. El pueblo
trabajador no hace otra cosa que nombrar como gobernante a quien
las clases ilustradas y ricas quieren imponer. Es en los bufetes
de los abogados, en las oficinas de los comerciantes y de los
dueños de negociaciones de todas clases donde se encogen
los hombres que han de tener por misión el
gobierno del País, y de esos bufetes, de esas oficinas no
pueden salir hombres pertenecientes a la clase trabajadora, sino
simples burgueses cuyo interés no
es otro que prolongar la agonía de los humildes, que
refrenan la ansia de libertad y de justicia de los proletarios,
que tener la ignorancia y en la miseria a los trabajadores,
convencidos de que el hombre se
envilece por la miseria y el sufrimiento, y un hombre envilecido
no piensa en su redención.
Mexicanos: se os engaña cuando se os dice que
con el derecho de votar vais a ser libres Comprended de una
vez que hay dos clases sociales que nada tienen en común:
la de los ricos y la de los pobres. Los ricos quieren que siembre
haya pobres porque gracias a la desigualdad social pueden vivir
en la holganza. Los pobres, por el contrario, no quieren que haya
ricos, porque sin ellos no habrá quien los
explote.
Entre estas dos clases debe existir necesariamente un
estado de
guerra hasta que los pobres tomen posesión de la tierra y
de la maquinaria de producción, cosa que logrará
por medios pacíficos, sino por medio de la violencia.
Los que tienen en su poder la riqueza, no van a conseguir de que
se les despoje de ella, y si esperásemos que por medio
de la ley se declarase la expropiación de los bienes que
detentan los ricos, sería tanto como pretender un
imposible. Contra una ley semejante, se levantarían en
armas todos los explotadores.
En vista, pues, de que una reacción de la
burguesía para defender sus bienes el Partido Liberal
Mexicano considera que es indispensable que los desheredados
hagan uso de la fuerza para obtener los bines materiales que
necesitan para ser verdaderamente libres.
Ni Madero ni ningún otro hombre podrá
hacer libre a la clase trabajadora; es la clase trabajadora misma
la que tiene que luchar por su libertad misma la que tiene que
luchar por su libertad uniéndose resueltamente al Partido
Liberal Mexicano que esta propuesto a no rendir las armas, pues
por medio de ellas tendrá que arrebatar de las manos de
los poderosos estos dos grandes bienes que tiene inscritos en la
gloriosa Bandera Roja: Tierra y Libertad.
(de Regeneración)
1º. De julio de 1911
Compañeros:
La prensa diaria informa de nuestras huelgas que
están teniendo lugar en muchas partes de nuestro
infortunado país. La misma prensa da cuenta de como sois
tratados los
huelguistas por parte de la nueva Dictadura Madero-De la Barra.
Por esa prensa se sabe que se os está asesinando en
diferentes partes del país por los llamados soldados del
Ejército libertador.
Esto os enseñará que no debéis
esperar protección del gobierno. El gobierno
está instituido para proteger a los ricos y para aplastar
a los pobres. El gobierno no tiene corazón.
No esperéis enternecer al gobierno con el cuadro de la
miseria de vuestros pobres hogares. En vano mostraréis al
gobierno el dolor conjunto de vuestros hijos enflaquecidos por el
hambre y de vuestra leales y sufridas compañeras
extenuadas por las privaciones y la desnudez. A vuestras demandas
de pan, responderán las ametralladoras del gobierno y con
el hierro y con
el fuego se acallarán los gritos angustiados de vuestros
estómagos vacíos.
Para el proletario no hay justicia precisamente porque
es pobre y la ley solo sirve para ultrajar y befar al
pobre.
Esto os enseñará, compañeros, a no
pedir. Es necesario tomar. Armaos, compañeros, Armaos,
hermanos de miseria y de cadena. No os declaréis
más en huelga: tomad
posesión de la fábrica, del taller, de la mina, del
campo. Desconoced resueltamente el derecho de propiedad que es un
derecho inicuo que condena a una mayor parte de la humanidad, a
la gran mayoría de la humanidad, a estar sujeta a la
voluntad de los ricos.
Declarad guerra a muerte a los ricos, tomad todo lo que
ellos poseen para que, de hoy en adelante: tierra, minas,
fábricas y talleres sirvan para el uso y disfrute de
todos, hombres y mujeres. De este modo conquistaréis
vuestra emancipación económica que es la base de
todas las libertades. Los ricos son libres precisamente porque no
dependen económicamente de nadie.
Lo que se gana por medio de las huelgas es ilusorio.
Suponed por un momento que por falta de solidaridad entre los
mismos ricos ganaseis una huelga. Trabajéis ocho horas y
vuestros salarios
serán un tanto mejores; pero entonces vuestros amos
tendrán más caro lo que producís y os
encontraréis, sino en una condición peor, al menos
igual a la que os hacia sufrir ante la huelga, y la agonía
de vosotros y de la de los vuestros continuará como
siempre.
No abandonaréis el lugar de trabajo ni os
crucéis de brazos tomad posesión de la mina, del
taller, de la fábrica, del campo; trabajad bajo un pie de
igualdad y estableced un sistema de intercambio de productos.
Fúndense almacenes en que se depositen los productos de
toda clase y a los cuales tengan acceso todos aquellos que hayan
contribuido con su trabajo a la producción, para que tomen
de ellos lo que necesiten.
Todo esto es posible, compañeros, No se necesita
más que una cosa: no reconocer a los patrones el
derecho de apropiarse una parte de la producción. Si
el patrón quiere comer, debe empuñar él
mismo la herramienta y trabajar codo con codo con sus esclavos
emancipados ya.
Armaos, compañeros. Haced buen acopio de la
dinamita y de nitroglicerina. Contra la fuerza brutal de nuestros
verdugos, debemos emplear los oprimidos la fuerza bruta
también. Con ruego no se obtiene otra cosa que el
desprecio de los de arriba.
Escupid el rostro de los que dicen "todavía no es
tiempo"; abofetead al que se atreva a deciros: "es preciso que
los trabadores se eduquen primero para que puedan gozar e tales
beneficios". Esos, compañeros, son los que quieren vivir a
costa de vuestro sacrificio y de vuestro infortunio. Ellos saben
bien que en las condiciones en que vivís, nunca
podréis educaros. Ellos saben bien que desde niño,
tiene el proletario que abandonar la escuela para
alquilar sus bracitos a los maldecidos capitalistas. Ellos saben
bien que después del trabajo agobiador de cada día,
no tenéis otro deseo que el de descansar para volver a
reanudar al día siguiente la tarea de presidiario que os
veis obligado a ejecutar por unos cuantos centavos.
¿Cómo podríais educarlos
así?
Y aun cuando pudierais educaros, en las escuelas
oficiales se enseña al niño precisamente lo
contrario de lo que debe enseñársele para que
cuando hombre ya, pueda emanciparse. En las escuelas se
enseña a los niños a
respetar todo aquello que debe ser cordialmente odiado. En el
cerebro tierno de la infancia se
prenden ideas erróneas que más tarde es muy
difícil hacer que desaparezcan. Se enseña al
niño a considerar a su patrón como su segundo
padre; se enseña al niño a odiar a los hombres de
otra raza distinta a la suya; se enseña al niño a
considerar al capitalista como a un hombre que se ha deslomado
para amasar una fortuna; se enseña al niño a
venerar un trapo de determinado color al que hay
que defender, aunque no tenga un palmo de tierra de la patria; se
enseña al niño a considerar al gobernante como un
individuo que
resume en sí el poder de todo el pueblo, cosa que es una
solemne mentira, porque el gobernante no pertenece más que
a la clase privilegiada, cuyos intereses defiende, intereses que,
por lo demás, son diametralmente opuestos a los de la
clase proletaria.
Con una educación así,
se forman esclavos, pero no hombres libres.
Así, pues compañeros de miseria y de
esclavitud, abrid los ojos. Enarbolad la Bandera Roja de los
humildes de la tierra y gritad: ¡Mueran los ricos!
¡Viva Tierra y Libertad!.
Si así lo hacéis, el movimiento
reivindicador del Partido Liberal Mexicano que ésta en
pie, recibirá un vigoroso impulso y arrancará hasta
las más profundas piedras el cimiento del odioso edificio
de la sociedad vieja y prostituida, para elevar el edificio de la
Sociedad Nueva de justicia y amor.
Compañeros: Unios resueltamente al Partido
Liberal Mexicano que es el de vuestra clase. Recordad que la
emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos. Romped las boletas electorales y con vuestra
saliva arrojadlas a la cara de Madero.
(de Regeneración)
29 de julio de 1911
"Nuestra conducta, siempre
digna, nos permite dirigir la palabra a todos aquellos que han
asumido una actitud
diametralmente opuesta al espíritu de ánimo de la
revolución triunfante".
Estas palabras son de Juan Sarabia y las tomo de un
artículo escrito por él en "El Diario del Hogar",
de la ciudad de México, bajo ese título: Democracia, no
Anarquía".
Es largo el artículo, pero poco dice. Se reduce a
manifestar que el pueblo mexicano es ignorante y que, por lo
mismo, no entiende nuestros principios, y se
tira por todo lo alto con estas palabras: ¿Qué
conciencia puede tener la inmensa mayoría de un pueblo que
ha vivido treinta y cinco años en la opresión y el
la ignorancia, de esas altas filosofías, de esas
revolucionarias doctrinas sociológicas que ni cerebros
preparados y cultos pueden digerir fácilmente?.
La mayor parte del artículo de concreta a
invitarnos a que digamos a nuestros hermanos libertarios que
depongan las armas y se retiren a sus hogares.
Los liberales no hemos asumido una actitud
diametralmente opuesta al espíritu que animó la
revolución que Juan llama "triunfante". Nosotros no
creemos que Madero es la revolución. Tampoco creemos que
los proletarios que militaros bajo las ordenes de Madero hayan
empuñado el fusil con el único deseo de ganar
"Sufragio
efectivo y no reelección". En tal cerebro de esos
proletarios alentaba la idea de cambiar de condición. Las
gentes sencillas creyeron que se trataba de acabar con la
miseria, que se trataba de hacer algo a favor de los humildes.
Madero mismo comprendió cual era el espíritu de la
revolución y, para atraerse a nuestro hermanos
proletarios, les decía, por medio de sus agentes, que
nosotros estábamos de acuerdo con él, y hacia
promesas de dar tierra y de dignificar al trabajador.
Nosotros no nos unimos a Madero; pero desde que se
inició la insurrección, mejor dicho desde el primer
número de "Regeneración", en Septiembre del
año pasado, advertimos a los trabajadores que lucharan por
el exclusivo beneficio de su clase y que desconfiasen de los
movimientos encabezados por la clase ilustrada y rica que promete
mucho a los pobres para ser ayudados por éstos,
olvidándose de sus promesas cuando ven cumplidas sus
ambiciones.
Ahora se están convenciendo los trabajadores de
que fueron víctimas del engaño, pues el Gobierno no
puede ponerlos en posesión de la tierra y de la
maquinaría de producción, y es por eso por lo que
el movimiento esencialmente económico del Partido Liberal
Mexicano está siendo día con día reforzado
por cientos de soldados maderistas que, con armas y bagaje, se
lanzan a luchar bajo la bandera roja del proletariado, sostenida
por los liberales que luchan por Tierra y Libertad.
La prensa capitalista anuncia con pavor que los
maderistas, que están resistiendo a ser desarmados, se
resisten porque los agentes de Madero les dijeron que luchaban
por lo mismo que continúa luchando el Partido Liberal
Mexicano. La misma prensa capitalista anuncia, casi a diario, que
los soldados maderistas están pasando a las filas
liberales. La misma prensa capitalista espantada, está
acusando a Madero por haber hecho promesas, entre ellas las de la
tierra, que no puede cumplir. La misma prensa capitalista da
noticias
diarias que la huelga general casi toda de carácter revolucionario. La toma de
posesión de la tierra por los habitantes del Estado de
Morelos, por los peones del campo del Estado de Yucatán,
por los compañeros Yaquis del Estado de Sonora, por los
indios de las márgenes de Playa Vicente, en Veracruz,
etc., etc… La misma Prensa capitalista da cuenta del movimiento
del Partido Liberal Mexicano en casi todo los Estado de la
República, movimiento puramente
económico.
Ve, pues, Juan Sarabia, que nosotros no hemos asumido
una actitud diametralmente opuesta al espíritu que
ánimo y ANIMA actualmente la Revolución.
Naturalmente los políticos de las clases directoras
quisieron detener el movimiento revolucionario con la
caída de Díaz para sentar a Madero en el
Sillón Presidencial; pero los liberales que nos
conformamos con eso y queremos que la lucha llegue a su fin, el
fin que espanta a los convenencieros, a los cobardes, a los que
se sienten con fuerza para acometer una empresa
titánica, pero salvadora; la toma de posesión de la
tierra, de la maquinaria de producción y de los medios de
transportación para el uso y disfrute de todos y cado uno
de los habitantes de México, hombres y mujeres. Este fue
el espíritu de la Revolución y sigue
siéndolo, por supuesto, radicalizándose cada vez
más, como que cada día despiertan nuevas
conciencias y el movimiento toma mejor
orientación.
Ya ve Juan Sarabia que no se necesita un pueblo de
sabios ni de filósofos para que haya revolución
económica. Se necesita solamente un pueblo de valientes, y
valientes que están mostrando los mexicanos en su tarea de
aplastar el privilegio que tienen los ricos de aprovecharse del
trabajo humano, y el privilegio que se arrogan los gobernantes de
declararse amos de los pueblos.
El pueblo mexicano es ignorante en su mayoría;
pero es inteligente y comprende que su salvación no
está en elegir un nuevo gobernante, sino en tomar
posesión de la fábrica, del taller, de la mina, del
campo, del barco, del ferrocarril, de todo, en fin, par que ya no
haya hambre, para que todos seamos guíales y
hermanos,
Compañeros trabajadores; continuad ingresando al
Partido Liberal Mexicano. No esperéis nada bueno de los
gobiernos. Haceos justicia desconociendo el derecho de
propiedad individual. Que todo sea para todos. No
esperéis a que este hecha la paz para que un gobierno
misericordioso ponga en vuestras manos todo lo que existe. Tomad
inmediata posesión de todo.
(de Regeneración)
29 de julio de 1991
LOS
PLEBEYOS DEBEMOS ARREGLAR LAS COSAS
¡Romperé la Constitución y el Plan de San
Luis…!
Estas fueros las airadas palabras que salieron de los
labios del "apóstol" de la Democracia, Don Francisco I.
Madero, cuando una comisión de potosinos se acercó
a él pidiéndole que no apoyara la candidatura del
Doctor Cepeda para la Gobernatura de San Luis
Potosí.
Asegura la comisión potosina que conforme a la
Constitución no puede se Gobernador el Doctor Cepeda,
porque no nació en el Estado, ni
ha vivido en él por un espacio de cinco años. Por
otra parte. Alega la comisión Potosina que el Plan de san
Luis ofrecía el "sufragio efectivo" y que, por lo tanto,
madero no debe imponer candidaturas. Cuando oyó esto el
tiranuelo dijo rojo da rabia: "Cepeda debe ser Gobernador, y
para seguirlo, romperé la Constitución y el
Plan de San Luis".
Maderistas de buena fe; mucho os he hablado sobre la
inocencia de los pueblos que creen en las promesas de los que
ambicionan encaramarse sobre sus hermanos. Madero fue ayer el
defensor de la Democracia. ¿Qué es ahora que ya
consiguió encaramarse sobre los hombros del pueblo?
¡un tirano!.
La ley, lo repito un vez más, es el trapo de
suelo de los
gobernantes. No luchemos para encaramar a nadie sobre
nuestros hombros. Luchemos por conquistar algo efectivo: la
tierra y la maquinaría de producción.
Maderistas: imitad el noble ejemplo de mucho de vuestro
hermanos que han desertado de las filas del maderismo, para
unirse a los liberales que luchan con entusiasmo para obtener la
libertad económica al grito sublime de ¡Tierra y
Libertad!
No esperéis que un gobierno ponga en vuestras
manos la tierra. El taller, la fábrica, la mina, el barco,
el ferrocarril, todo lo que es necesario para la
producción y distribución de la riqueza. Esto debemos
tomarlo con las armas en la mano desconociendo el "derecho"
que los capitalistas se otorgan a sí mismos, de
retener en sus manos lo que las manos de los trabajadores han
hecho. Neguemos resueltamente ese "derecho" que es inicuo;
que no se derrame más sangre para encumbrar ambiciosos.
Que se derrame, sí, toda la que sea necesaria, para que
no haya miseria, para que todos tengan que comer, para que no
haya hombres que tengan a su servicio otros
hombres, para que todos seamos iguales, hermanos, libres y tan
felices como humanamente se pueda serlo.
Todo esto se seguirá si nos apartamos todos de la
política y luchamos resueltamente para arrancar de las
manos de los ricos todo lo que detentan para que sea d
todos.
Arriba, pues, soldados maderistas. Enarbolad la Bandera
Roja poniendo en ella esta inscripción en letras blancas:
Tierra y Libertad. Volved la boca de vuestro fusiles contra
Madero, contra De la Barra, contra cualquiera que pretenda
gobernar, y por donde quiera que vayáis, aconsejad a los
peones que trabajen las haciendas por su cuenta; a los mineros
decid que traigan los metales y el
carbón también por su cuenta; a los obreros de las
fábricas invitadlos a que hagan lo mismo y así
sucesivamente. Aconsejad que formen grandes almacenes con lo que
produzcan los trabajadores, para que todos los que hayan
contribuido a la producción, tengan derecho a tomar lo que
necesiten.
Hombres de buena voluntad pueden levantar estadísticas de todo lo que existe en los
almacenes de la burguesía para que las comunidades sepan
con qué elementos se cuenta para la subsistencia de la
misma mientras se ara la tierra, se siembra el grano y se recoge
la primera cosecha; mientras en las fábricas, en las
fundiciones, en los talleres, en las minas, se activa la
producción de todo lo que sea NECESARIO.
Hágase libre uso de los ferrocarriles, barcos y otros
medios de transportación y distribución de los
efectos elaborados, de los granos cosechados, de todo lo que
necesiten otras comunidades productoras, las que harán
otro tanto con lo que necesiten las primeras,
estableciéndose así un intercambio de productos de
las comunidades.
Todo eso es sencillísimo, para llegar a ello
no se necesita la intervención del polizonte ni del
gobierno. Se necesita: buena voluntad. Dejémonos los
pobres de confiar de que los "inteligentes" piensen de nosotros:
pensemos con vuestra cabeza. Dejemos de romper las crismas unos
con otros por elevar a la Presidencia a este o aquel individuo.
Lo primero es comer, trabajar menos, habitar casas sanas que,
después, habrá tiempo bastante para
educarnos.
Pero todo eso hay que obtenerlo por la fuerza. No
hay que esperar nada de ningún gobierno porque estos no
son otra cosa que los guardianes de la clase
capitalista.
Ya es tiempo de que la plebe arregle las cosas. Ya es
tiempo de que los pobres, los eternos humillados, los eternos
esclavos, nos resolvamos a hacer algo digno de la cultura del
siglo. ¡Abajo los ricos! ¡Viva Tierra y Libertad!
¡Muera el hambre!.
(de Regeneración)
5 de agosto de 1911
A LOS TRABAJADORES EN
GENERAL
Las circunstancias especiales en que se encuentra el
país son excepcionalmente propicias para que los
trabajadores se aprovechen de ello y conquisten, de una vez para
siempre, su libertad económica.
El capital y la
autoridad se
desquician en la casta extensión del territorio nacional a
los golpes reivindicadores del Partido Liberal Mexicano. Los
negocios se
suspenden; las fábricas, los talleres, las minas cierran
las puertas; en las haciendas yacen inactivos los instrumentos de
agricultura;
el tráfico ferrocarrilero denuncia una baja considerable
en las transportaciones; el pánico
producido por la actividad de los liberales que luchan por la
Tierra y Libertad, determina la explotación de millones de
cabezas de ganado de todas las clases, de las haciendas de
madero, Treviño, terrazas y otros bandoleros; la
desobediencia plausible de los soldados maderistas que no rinden
las armas; la división de la clase capitalista en un sin
número de banderías; la ruptura de las relaciones
amigables entre madero y De la Barra; el reyismo
preparándose para el cuartelazo; la clerigalla asomando la
cabeza y enarbolando audazmente la bandera negra del retroceso;
el caciquismo flaqueando a los pueblos con la rabia del que se
siente perdido y orillado a tomar resoluciones extremas; los
"científicos" afilando el puñal que ha de atravesar
el corazón de reyes y dado el carácter de Madero un
puntapié para hacerlo llegar más pronto al fondo
del sepulcro que con sus ambiciones bastardas ahondó
él mismo; los rescoldos del odio entre maderistas y
federales avivados por el soplo oportunismo de las ambiciones de
los jefes de ambos bandos ; el ansia del poderío y de
grandeza de los politicastros de todos los matices, soliviantando
las pasiones de las masas con los beneficios ilusorios de la
boleta electoral; las legislaturas u asambleas municipales
disueltas por las fuerza, cuando no se presentan a servir a un
cacique se les ofrece menos que el cacique que regatea esos
rebaños de "representantes del pueblo"; los combates
frecuentes entre maderistas por cuestiones de supremacías;
la huelga general desconcertando por igual a amos y tiranos; el
ejército de los "sin trabajo" desfilando por las calles y
las plazas de las ciudades; las multitudes hambrientas y
enflaquecidas comenzando a lanzar miradas hacia los palacios de
la espantada burguesía; la toma por medio del saqueo de
las existencias de las tiendas y de las fábricas por
mujeres, niños y ancianos; los peones vengando seculares
agravios con el incendio de sembrados y la muerte de los amos;
todo esto es el caos, la ebullición formidable de todas
las tendencias buenas y malas, de toas las ambiciones, de todos
los apetitos. El crimen y la virtud, el bien y el mal, lo grande
y lo pequeño. Todo contribuyendo a avivar el fuego que
tendrá como consecuencia o la total desaparición de
una raza si ésta es incapaz de regenerarse por medio de la
lucha y se somete cobarde a sus verdugos, o su luminosa
regeneración si sin cobardía continúan la
lucha hasta su fin: la emancipación económica,
política y social del pueblo mexicano.
Compañeros mexicanos: en estos momentos solemnes
de la historia de
las luchas de la humanidad por su progreso y su perfección
millones de ojos os contemplan a través de los
océanos desde otros continentes; desde otras tierras, con
la emoción del que opera una resolución definitiva
de vida o de muerte, porque sabedlo, trabajadores mexicanos,
vuestro triunfo será la aurora de un nuevo día para
todos los oprimidos de la tierra, así como vuestra derrota
determinará el remache de las cadenas de todos los
trabajadores del mundo.
Cientos de huelgas se registran en estos momento en todo
el país de carácter más o menos
revolucionario. Hasta hoy, las menores huelgas han sido las de
los peones del campo del estado de Yucatán, porque los
compañeros trabajadores no han asumido esa actitud
inofensiva de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos en
espera de mejores salarios y reducción de horas de
trabajo. Los peones de las haciendas yucateca han tomado
posesión de muchas de ellas y las están trabajando
por su cuenta, desconociendo resueltamente el derecho de los
ricos de tener a salario a los trabajadores. Otros actos
notables de reivindicación de los derechos del os
productores, han sido la toma de posesión de las
tierras de los habitantes del estado de Morelos, para trabajar
sin amos, pues se ha desconocido a éstos el derecho de
propiedad; la toma de posesión de las tierras de los
camarada yaquis y la heroica lucha de éstos contra las
fuerzas de Madero que pretenden desalojarlas de sus tierras; la
toma de posesión de las tierras de algunos pueblos de las
costas de sotavento de Veracruz; la toma de posesión de
las tierras de algunas comunidades indígenas del estado de
Jalisco. En otros estados de está haciendo lo mismo por
poblaciones dignas que han perdido la fe en los gobiernos
y que hacen justicia por su propia mano.
Las huelgas de carácter revolucionario se han
concretado a colar fábricas con dinamita, a arrancar
plantíos, a desplomar minas, peor hay que reflexionar
sobre esto. Si se destruye la maquinaria, poco se ganará.
Hay que tomar resueltamente posesión de las
fábricas, de los talleres, de las minas, de las
fundiciones, etcétera. En lugar de dejar caer las herramientas y
cruzarse de brazos, en lugar de destruir el patrimonio
común. Compañeros, hermanos trabajadores, seguid
trabajando; pero con una condición: de no trabajar para
los patrones, sino para vosotros y vuestras familiar.
Dejad en pie la fabrica, no desploméis la mina,
no arraséis, los sembrados y aprovechaos de todo. Mientras
vuestros hermanos liberales se baten con los sicarios del capital
y la autoridad, continuad vuestro trabajo y armaos
también, para defender lo que ya es vuestro. No
penséis de que los ricos tienen derecho a explotaros. Ese
derecho es criminal, porque todo lo que tienen los ricos ha
sido de vuestras manos o es bien natural, común a todos,
como la tierra, los bosques, los ríos. Trabajad para que
nada os falte durante esta tremenda lucha contra todas las
opresiones. Los trabajadores del campo surtirán de
víveres y de materia prima
a los trabajadores de las fábricas y de los talleres y,
recíprocamente, los trabajadores de las fábricas y
los talleres surtirán a sus hermanos del campo de
herramientas, vestidos, etcétera. Lo mismo harán
los trabajadores de las minas, de las fundiciones, de las
construcciones de casas, quedando establecido un intercambio de
productos, para cuya distribución hay que usar libremente
los ferrocarriles y todos los medios de transportación de
materia prima
o elaborada.
Compañeros: La ocasión es propicia para
que los trabajadores conquisten su libertad económica. La
autoridad es en estos momentos una pluma a merced de todos los
vientos. El capital es un trono minado hasta sus cimientos. No
se necesita otra cosa para triunfar, que desconocer el derecho de
la propiedad individual y dar el golpe de gracia a la
autoridad.
¡Manos a la obra, camaradas! A tomar
posesión inmediata de todo cuanto la naturaleza nos
brinda y la mano y el cerebro del hombre ha creado.
La huelga no es redentora, La huelga es una vieja arma
que perdió su filo dando golpes contra la solidaridad
burguesa y la ley de hierro de la oferta y la
demanda. La
huelga no es redentora porque reconoce el derecho de propiedad,
considera que el patrón tiene derecho a quedarse con parte
del producto del trabajo humano. Se gana una huelga; pero el
precio de los
productos aumenta y la ganancia para el trabajador es
perfectamente ilusoria. Lo que antes de la huelga valía,
por ejemplo, un centavo, después que ha sido ganada la
huelga valdrá dos, con lo que el capital nada pierde y si
pierde el trabajador.
La abolición de la miseria se obtendrá
cuando el trabajador se haga el propósito de desconocer el
derecho de propiedad.
Mexicanos: este es el momento oportuno. Tomad
posesión de todo cuanto existe. No paguéis
contribuciones al gobierno; no paguéis renta de las casa
que ocupáis; tomad las haciendas para trabajar la tierra
en común, haciendo uso de la excelente maquinaria que
tienen los burgueses; quedaos con fábricas, talleres,
minas, etcétera. Así acabaréis con la
miseria, así os dignificaréis ante los ojos
inteligentes que en estos momentos solemnes dirigen sus miradas
hacia México.
No tengáis miedo a la muerte; tened miedo a la
humillación de ser esclavos, de ser apaleados, de ser
vistos con desprecio por los señores barrigones que os
explotan. Escupid el rostro de los que dicen que todo se puede
conseguir por medios pacíficos. Escupid al rostro de los
que os prometen redimiros para cuando estén en el poder. A
ésos, ¡Ahorcadlos!.
Con que, camaradas,
¡a la expropiación!
(de Regeneración)
2 de septiembre de 1911
ES APTO PARA EL
COMUNISMO
Los habitantes del estado de Morelos, así como
los del Sur de Puebla, de Michoacán, Durango, Jalisco,
Yucatán y otros estados, en que vastas extensiones
territoriales han sido invadidas por multitudes proletarias que
se han dedicado desde luego a cultivarlas demuestran al mundo
entero, con hechos, que no se necesita una sociedad de sabios
para resolver el problema del hambre.
Para llegar al resultado práctico de la toma de
posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo en
México, no se ha necesitado de "líderes ", de
"amigos" de la clase trabajadora, ni ha hecho falta "decretos
paternales", "leyes sabias" ni nada de eso. La acción lo
ha hecho y la esta haciendo todo. México marcha hacia el
comunismo
más aprisa de lo que esperábamos los más
exaltados revolucionarios y el gobierno y la burguesía se
encuentran ahora sin saber que hacer en presencia de hechos que
creían muy lejanos todavía de que se
realizasen.
No hace aún tres meses de que Juan Sarabia, en
una extensa y fastidiosa carta abierta
dirigida a mí y que fue publicada por casi toda la prensa
burguesa de México, me decía que la clase
trabajadora no entendía lo que predicábamos y que
el pueblo estaba satisfecho con la conquista de la revuelta de
Madero; la boleta electoral. Los hechos lo van demostrando que no
somos unos ilusos los liberales y que luchamos convencidos de que
nuestra acción y nuestra propaganda
responden a las necesidades y al modo de pensar de la clase pobre
de México.
El pueblo mexicano odia, por instinto, a la autoridad y
a la burguesía. Todo aquel que haya vivido en
México se habrá cerciorado, de que no hay individuo
más cordialmente odiado que el gendarme; que la palabra
"gobierno" llena de inquietud a las personas sencilla; que el
soldado, en todas partes admirado y aplaudido, es visto con
apatía y desprecio; que toda persona que no se
gana el sustento con el trabajo de sus manos es
odiada.
Esto es ya más que suficiente para una
revolución social de carácter económico y
antiautoritario; pero hay más. En México viven unos
cuanto millones de Indios, que hasta hace veinte o veinticinco
años vivían en comunidades, poseyendo en
común la tierra, las aguas y los bosques. El apoyo
mutuo era la regla en esas comunidades, en las que la
autoridad sólo era sentida cuando el agente de la
recaudación de rentas hacía su aparición
periódica o cuando los rurales llegaban en busca de
varones para hacer los ingresar a la fuerza al
ejército.
En estas comunidades no había jueces, ni
alcaldes, ni carceleros, ni ninguna polilla de esa clase. Todos
tenían derecho a la tierra, al agua para los
regadíos, al bosque para la leña y a la madera para
construir sus jacales. Los arados andaban de mano en mano,
así como las yuntas de los bueyes. Cada familia labraba la
extensión del terreno que calculaba ser suficiente para
producir lo necesario, y el trabajo se escarda y de levantar las
cosechas se hacía en común, reuniéndose toda
la comunidad hoy,
para levantar la cosecha de Pedro, mañana para levantar la
de Juan y así sucesivamente. Para fabricar un jacal,
ponían manos a la obra todos los miembros de la
comunidad.
Estas sencillas costumbres duraron hasta que, fuerte la
autoridad por la pacificación completa del país,
puedo garantizar a la burguesía la prosperidad de sus
negocios. Los generales de las revueltas políticas
recibieron grandes extensiones de terrenos; los hacendados
ensancharon los limites de sus feudos; los más viles
politicastros obtenían como baldíos terrenos
inmensos, y los aventureros extranjeros obtuvieron concesiones de
tierras, bosques, aguas, de todo (en fin, quedando nuestros
hermanos indios sin un palmo de tierra, sin derecho a tomar del
bosque ni la más pequeña rama de un árbol,
en la miseria más abyecta, despojados de todo lo que era
de ellos.
En cuanto a la población mestiza, que es la que forma la
mayoría de los habitantes de la república mexicana,
con excepción de la que habitaban las grandes ciudades y
los pueblos de alguna importancia, contaba igualmente con tierras
comunales, bosques y agua libre, lo mismo que la población
indígena. El mutuo apoyo era igualmente la regla; las
cosas se fabricaban en común; la moneda casi no era
necesaria, porque había intercambio de productos; pero se
hizo la paz, la autoridad se robusteció, y los bandidos de
la política y del dinero robaron descaradamente las
tierras, los bosques, todo. No hace aún cuatro
años, todavía podía verse en los
periódicos de oposición que el norteamericano X, o
el alemán Y o el español Z
habían encerrado a su población entera en los
límites
de "su" propiedad con la ayuda de la autoridad.
Se ve, pues, que el pueblo mexicano es apto para llegar
al comunismo, porque lo ha practicado, al menos en parte, desde
hace siglos, y eso explica por qué, aun cuando la
mayoría es analfabeto, comprende mejor que tomar parte en
farsas electorales para elevar verdugos, es preferible
tomar posesión de la tierra, y la está tomando con
grande escándalo de la ladrona
burguesía.
Ahora sólo resta que el obrero tome
posesión de la fábrica, del taller, de la mina, de
la fundición, del ferrocarril, del barco, de todo en una
palabra; que no se reconozcan amos de ninguna clase y ese
será el final del presente movimiento.
¡Adelante, camaradas!
(de Regeneración)
9 de septiembre de 1911
Y LA REVOLUCIÓN
ECONOMICA
Al trote andan los señores del gobierno mexicano
tratando de resolver, a su manera, el problema del
hambre.
Cuando los que gobiernan consideran serias las
aspiraciones de los pueblos, se apresuran a obrar de una manera
que, sin comprometer los intereses de la clase rica –de los
que son celosos guardianes-, calme aunque sea por un momento, el
ímpetu revolucionario de las masas.
Ya nadie niega en México que la revolución
marcha a pasos agigantados hacia el comunismo. El espanto de la
burguesía se refleja en su prensa. El Imparcial del 30 de
agosto, en un editorial titulado "El Plan de Texcoco y la
revolución es la revolución", asegura que el
sentimiento que ha predominado en la revolución es el de
la explotación de la tierra de las manos de los ricos, y
juzga, por lo tanto, natural, que los habitantes de varios
estados de la República estén tomando
posesión de la tierra –palabras textuales—2sin
permiso de sus dueños".
La intensa agitación que están provocando
en todo el país los grupos liberales
armados; los diarios combates que éstos sostiene contra
las fuerzas maderistas y federales, el clamor inquietante de todo
un pueblo que no quiere otra cosa sino ¡tierra!
¡tierra! ¡tierra!, han hecho que el gobierno simule
preocuparse por los pobres, y, según la prensa burguesa,
está ya por resolverse el problema agrario.
Dicen los periódico
capitalistas que el gobierno va a comprar castas extensiones
territoriales, las que serán fraccionadas y repartidas
entre agricultores, QUE TENDRAN QUE PAGARLAS en plazos
más o menos largos.
Esto, mexicanos, es una engañifa miserable de
vuestros verdugos. Tengamos bien entendido que no tratamos de
comprar tierra, sino de tomarla desconociendo el derecho de
propiedad.
Lo que el gobierno llama solución del problema
agrarios no es tal solución, porque de lo que se trata es
de crear pequeña burguesía rural, quedando de ese
modo la tierra en más manos, sin duda, de lo que
está actualmente; pero no en todos y cada uno del os
habitantes de México, hombre y mujeres. De lo que se trata
es de que todos sean dueños de la tierra y no unos cuantos
que tengan con qué pagarla.
Por otra parte, el gobierno se daría mañas
para que los agricultores pobres no pudieran hacer pagos, y
entonces serían recogidas las tierras por falta de pago y
los pobres quedarían tan pobres como siempre, o peor. Pero
aun suponiendo que no se tuviese que pagar nado por un pedazo de
tierra ¿de dónde podrían sacar elementos los
pobres, tanto para cultivarlas como para sostenerse ellos y sus
familias durante el tiempo que transcurre desde que se comienzan
los trabajos hasta la recolección de las cosechas?
¿No tendría que pedir fiado al tendero, al
agiotista, a todo el mundo, de manera que al levantar sus
cosechas nada aprovecharía de ellas? Y, por el sólo
hecho de no quedar abolido el derecho de la propiedad
individual, ¿no quedarían los agricultores
pobres a merced, como siempre, del poder absorbente del gran
capital? . Los grandes propietarios rurales harán una
terrible competencia que
éstos no podrían resistir y se verían
obligados a abandonar el pedazo de tierra que la
hipocresía gubernamental hubiera puesto en sus manos en
los momentos del peligro para el principio de autoridad, como es
el actual.
No os dejéis engañar, mexicanos, por lo
que, temerosos de vuestras acciones
revolucionarias, tratan de adormeceros con reformitas que no
salvan. El gobierno ha comprendido que os rebeláis porque
tenéis hambre, y trata de calmar vuestra hambre con una
miga de pan.
Entended que hay que abolir el derecho de propiedad
privada de las tierras y de las industrias, para
que todo: tierra, minas, fabricas, talleres, fundiciones, aguas,
ferrocarriles, barcos, ganados, sean propiedad colectiva, dando
muerte de este modo a la miseria, muerte al crimen, muerte a la
prostitución, Todo eso hay que hacerlo por
la fuerza a sangre y fuego.
Los trabajadores por sí solos, sin amos, sin
capataces, deben continuar moviendo las industrias de toda clase,
y se concertarán entre sí los trabajadores de todas
las industrias para organizar la producción y la
distribución de las riquezas. De esa manera nadie
carecerá de nada durante la presente
revolución.
(de Regeneración)
23 de septiembre de 1911
Mexicanos:
La junta organizadora del Partido Liberal Mexicano ve
con simpatía vuestros esfuerzos para poner en
práctica los altos ideales de emancipación
política, económica y social, cuyo imperio sobre la
tierra podrá fin a esa ya bastante larga contienda del
hombre contra el hombre, que tiene su origen en la desigualdad de
fortunas que nace del principio del a propiedad
privada.
Abolid ese principio significa el aniquilamiento de
todas las instituciones
políticas, económicas, sociales, religiosas y
morales que componen le ambiente
dentro den cual se asfixia la libre iniciativa y la libre
asociación de los seres humanos que se ven obligados, para
no perecer, a entablar entre sí una encarnizada
competencia, de la que salen triunfantes, no los más
buenos, ni los más abnegados, ni los mejor dotados en lo
físico, en lo moral o lo
intelectual, sino los más astutos, los más
egoístas, los menos escrupulosos, los más duros de
corazón, los que colocan su bienestar personal sobre
cualquier consideración de humana solidaridad y de humana
justicia.
Sin el principio de la propiedad privada no tiene
razón de ser el gobierno necesario tan sólo para
tener a raya a los desheredado de sus querellas o de sus
rebeldías contra los detentadores del la riqueza social;
ni tendrá razón de la iglesia, cuyo
exclusivo objeto es estrangular en el ser humano la innata
rebeldía contra la opresión y la explotación
por la prédica de la paciencia, de la resignación y
de la humildad, acallando los gritos de los instintos más
poderosos y fecundos con la práctica de penitencias
inmorales, crueles y nocivas a la salud de las personas, y ,
para que los pobres no aspiren a los goces de la tierra y
constituyan un peligro para los privilegios de los ricos,
prometen a los humildes, a los más resignados, a los
más pacientes, un cielo que se mece en el infinito,
más allá de las estrellas que se alcanzan a
ver…
Capital, autoridad, clero: he ahí. La trinidad
sombría que de esta bellas tierra un paraíso para
los que han logrado acaparar en sus garras por la astucia, la
violencia y el crimen, el producto del sudor, de la mugre, de las
lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de
trabajadores, y un infierno para los que con sus brazos y su
inteligencia
trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las casas,
transportan los productos, quedando de esa manera dividida la
humanidad en dos clases sociales de intereses diametralmente
opuestos: la clase capitalista y la clase trabajadora; la clase
que posee la tierra, la maquinaria de producción y los
medios de transportación de las riquezas y la clase que no
cuente más que con sus brazos y su inteligencia para
propiciarse el sustento.
Entre estas dos clases sociales no puede existir
vínculo alguno de amistad ni de
fraternidad, porque la clase poseedora está siempre
dispuesta a perpetuar el sistema económico,
político y social que garantiza el tranquilo disfrute de
sus rapiñas, mientras la clase trabajadora hace esfuerzos
por destruir ese sistema inicuo para instaurar un medio en el
cual la tierra, las casas, la maquinaria de producción y
los medios de transportación sean de uso
común.
Mexicanos: el Partido Liberal Mexicano reconoce
que todo ser humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene
derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la
civilización moderna ofrece, porque esas ventajas son el
producto del esfuerzo y del sacrificio de las clases trabajadoras
de todos los tiempos.
El Partido Liberal Mexicano reconoce como necesario, el
trabajo para la subsistencia y, por lo tanto, todos, con
excepción de los ancianos, de los impedidos e
inútiles y los niños, tienes que dedicarse a
producir algo útil para poder dar satisfacción a
sus necesidades.
El Partido Liberal Mexicano. Reconoce que el llamado
derecho de propiedad individual es un derecho incluso, porque
sujeta al mayor número de seres humanos a trabajar y a
sufrir para la satisfacción y el ocio de un pequeño
número de capitalistas.
El Partido Liberal Mexicano reconoce que la autoridad y
el clero son el sostén de la iniquidad capital, y, por lo
tanto, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha
declarado solemnemente guerra a la autoridad, guerra al capital,
guerra al clero.
Contra el capital, la autoridad y el clero, el Partido
Liberal Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en los campos
de acción en México, donde nuestros hermano se
baten como leones, disputando la victoria a los huestes de la
burguesía o sea: maderista, reyistas, vazquistas,
científicos y tantas otras cuyo único
propósito es encumbrar a un hombre a la primera
magistratura del país, para hacer negocio a su sombra sin
consideración alguna a la masa entera de la
población de México, y reconociendo, todas ellas,
como sagrado, el derecho de propiedad individual.
En estos momentos de confusión, tan propicios
para el ataque contra la opresión y la explotación;
en estos momentos en que la autoridad, quebrantada,
desequilibrada, vacilante, acometida por todos los flancos por
las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de
todos los apetitos avivados por la esperanza de un próximo
hartazgo en estos momentos de zozobra, de angustia, de terror
para todos los privilegiados, masa compactas de desheredados
invaden las tierras, queman los títulos de
propiedad, ponen las manos creadoras sobre la fecunda tierra
y amenazan con el puño a todo lo que ayer era respetable;
autoridad, capital y clero; abren el surcó, esparcen la
semilla y esperan, emocionados, los primeros frutos de su trabajo
libre.
Estos son, mexicanos, los primeros resultados
prácticos de la propaganda y de la acción de los
soldados del proletariado, de los generosos sostenedores de
nuestros principios igualitarios, de nuestros hermanos que
desafían toda imposición y toda explotación
con este grito de muerte para los de arriba y de vida y de
esperanza para todos los de abajo: ¡VIVA TIERRA Y
LIBERTAD!.
La tormenta se reduce día a día:
maderistas, vazquistas, reyistas, científicos,
delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que volvéis
a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los
privilegios de la clase capitalista. No escuchéis las
dulces canciones de esas sirenas, que quieren aprovecharse de
vuestro sacrificio para establecer un gobierno, esto es, un nuevo
perro que proteja a los intereses de los ricos. ¡Arriba
todos; pero para llevar a cabo la expropiación de los
bienes que detentan los ricos!
La expropiación tiene que ser llevada acabo a
sangre y fuego durante este grandioso movimiento, como lo han
hecho y lo están haciendo nuestros hermanos los habitantes
de Morelos, sur de Puebla, Michoacán, Guerrero, Veracruz,
norte de Tamaulipas, Durango, Sonora, Sinaloa, Jalisco,
Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo y regiones de
otros estados, según ha tenido que confesar la propia
prensa burguesa de México, en que los proletarios han
tomado posesión de las tierras sin esperar a que un
gobierno paternal se dignase hacerlos felices, conscientes en que
no hay que espera nada bueno de los gobiernos y de que "la
emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos".
Estos primeros actos de expropiación han sido
coronados por el más risueño de los éxito;
pero no hay que limitarse a tomar tan sólo posesión
de la tierra y de los implementos de agricultura; hay que tomar
resueltamente posesión de todas las industrias por los
trabajadores de las mismas, consiguiéndose se esta manera
que las tierras, las minas, las fabricas, los talleres, las
fundiciones, los carros, los ferrocarriles, los barcos, los
almacenes de todo género y
las casas queden en poder de todos y cada uno de los habitantes
de México, sin distinción de sexo.
Los habitantes de cada región en que tal acto de
suprema justicia se lleva a cabo no tienen otra cosa qué
hacer que ponerse de acuerdo para todos los efectos que se hallen
el las tiendas, almacenes, graneros, etcétera., sean
conducidos a un lugar de fácil acceso para todos, donde
hombres y mujeres de buena voluntad pr4acticarán un
minucioso inventario de
todo lo que se haya recogido, para calcular la duración de
esa existencias, teniendo en cuenta las necesidades y en
número de los habitantes que tienen que hacer uso de
ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el
campo se levanten las primeras cosechas y en las demás
industrias se produzcan los primeros efectos.
Hecho el inventario, los trabajadores de las diferentes
se entenderán entre sí fraternalmente para regular
la producción; de manera que, durante este movimiento,
nadie carezca de nada, y sólo se morirán de hambre
aquellos que no quieran trabajar, con excepción de los
ancianos, los impedidos y los niños, que tendrán
derecho a gozar de todo.
Todo lo que se produzca será enviado al almacén
general de la comunidad del que todos tendrán
derecho a tomar todo lo que necesiten según sus
necesidades, sin otro requisito que mostrar una contraseña
que demuestre que se está trabajando en tal o cual
industria.
Como la aspiración del ser humano es tener el
mayor número de satisfacciones con el menor esfuerzo
posible, el medio más adecuado para obtener ese resultado
es el trabajo en común de la tierra y de las demás
industrias. Si se divide la tierra y cada familia toma un pedazo,
además del grave peligro que se corre de caer nuevamente
en el sistema capitalista, pues no faltarán hombres
astutos o que tengan hábitos de ahorro que
logren tener más que otros y que puedan a la larga poder
explotar a sus semejantes; además de este grave peligro,
está el hecho de que si una familia trabaja un pedazo de
tierra, tendrá que trabajar tanto o más que como se
hace hoy bajo el sistema de propiedad individual para obtener el
mismo resultado mezquino que se obtiene actualmente; mientras que
si se une la tierra y la trabajan en común los campesinos,
trabajarán menos y producirán más. Por
supuesto que no ha de faltar tierra para que cada persona pueda
tener una casa y un buen solar para dedicarlo a los usos que sean
de su agrado. Lo mismo que se dice del trabajo en común de
la tierra, puede decirse del trabajo en común de la
fábrica, del taller, etcétera; pero cada quien,
según su temperamento, según sus gustos,
según sus inclinaciones podrá escoger el
género de trabajo que mejor le acomode, con tal de que
produzca lo suficiente para cubrir sus necesidades y no sea una
carga para la comunidad.
Obrándose de la manera más apuntada, esto
es, siguiendo inmediatamente a la expropiación de organización de la producción, libre
ya de amos y basada en las necesidades de los habitantes de cada
región, nadie carecerá de nada a pesar del
movimiento armado, hasta que terminado este movimiento con la
desaparición del último burgués y de la
última autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley
sostenedora de privilegios y puesto todo en manos de los que
trabajan, nos estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos
con gritos de júbilo la instauración de un sistema
que garantizará a todo ser humano el pan y la
libertad.
Mexicanos: por eso es por lo que lucha el Partido
Liberal Mexicano. Por esto es por lo que derrama su sangre
generosa una pléyade de héroes, que se baten bajo
la bandera roja al grito prestigioso de ¡Tierra y
Libertad!
Los liberales no han dejado caer las armas a pesar de
los tratados de paz del traidor Madero con el tirano de
Díaz y pesar, también, de las incitaciones de la
burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus bolsillos,
y esto ha sido así, porque los liberales somos hombres
convencidos de que la libertas política no aprovecha a los
pobres, sino a los cazadores de empleos, y nuestro objetivo no es
alcanzar empleos ni distinciones, sino arrebatar todo de las
manos de la burguesía, para que todo quede en poder de los
trabajadores.
La actividad de las diferentes banderías
políticas que en estos momentos se disputan la
supremacía, para hacerla que triunfe, exactamente lo mismo
que hizo el tirano Porfirio Díaz, porque ningún
hombre por bien intencionado que sea, puede hacer algo a favor de
la clase pobre cuando de encuentra en el poder; esa actividad ha
producido el caos que debemos aprovechar los desheredados,
tomando ventajas de las circunstancias especiales en que se
encuentra el país, para poner el práctica, sin
pérdida de tiempo, sobre la marcha, los ideales sublimes
del Partido Liberal Mexicano, sin esperar a que se haga la paz
para efectuar la expropiación, pues para entonces ya se
habrán agotado las existencia de efectos en las tiendas,
graneros, almacenes y otros depósitos, y como al mismo
tiempo, por el estado de guerra en que se había encontrado
el país, la producción se había suspendido,
el hambre sería la consecuencia de la lucha, mientras que
efectuando la expropiación y la
organización del trabajo libre durante el movimiento,
ni se carecerá de lo necesario en medio del movimiento ni
después.
Mexicanos; si queréis ser de una vez libres no
luchéis por otra causa que no sea la del Partido Liberal
Mexicano. Todos os ofrecen libertas política para
después del triunfo; los liberales os invitamos a tomar la
tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las
casas desde luego, sin esperar a que nadie os dé todo
ello, sin esperar a que una ley decrete tal cosa, porque las
leyes no son hechas por los pobres, sino por los señores
de levita, que se cuidan bien de hacer leyes en contra de su
casta.
Es el deber de nosotros los pobres trabajar y luchar por
romper las cadenas que nos hacen esclavos. Dejar la
solución de nuestros problemas a
las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre las
garras. Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros
los hambrientos; los que no tenemos el terrón donde
reclinar la cabeza; los que vivimos atormentados por la
incertidumbre del pan de mañana para nuestros
compañeros y nuestros hijos; los que llegados a viejos,
somos despedidos ignominiosamente porque ya no podemos trabajar,
toca a nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil, para
destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad,
que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los
ricos y los malvados, y una madrastra huraña para los que
trabajan y son buenos.
Todos los males que aquejan al ser humano provienen del
sistema actual, que obliga a la mayoría de la humanidad a
trabajar y a sacrificarse para que una minoría
privilegiada satisfaga todas sus necesidades y aun todos sus
caprichos, viviendo en la ociosidad y el vicio. Y menos mal si
todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo: como la
producción no está arreglada para satisfacer las
necesidades de los trabajadores, sino para dejar utilidades a los
burgueses, éstos de dan mañas para no producir
más que lo que pueden expender, y se ahí los paros
periódicos de las industrias o de la restricción
del número de trabajadores, que provienen también,
del hecho del perfeccionamiento de la maquinaria, que suple con
ventajas los brazos del proletariado.
Para acabar con esto es preciso que los trabajadores
tengan en sus manos la tierra y la maquinaria de
producción y sean ellos los que regulen la
producción de la riqueza atendiendo a las necesidades de
ellos mismos.
El robo, la prostitución, el asesinato, el
incendiarismo, la estafa, productos son del sistema que coloca al
hombre y a la mujer en
condiciones en que para no morir de hambre se ven obligados a
tomar de donde hay o a prostituirse, pues la mayoría de
los casos, aunque se tengan deseos grandísimos de
trabajar, no se consigue trabajo, o es éste tan mal
pagado, que no alcanza el salario no para cubrir las más
imperiosas necesidades del individuo y de la familia, aparte de
que la duración del trabajo en el presente sistema
capitalista y las condiciones en que la duración del
trabajo, en el presente sistema capitalista y las condiciones en
que se efectúa, acaban en poco tiempo con la salud del
trabajador, y aun con su vida, en las catástrofes
industriales, que no tiene otro origen que el desprecio con que
la clase capitalista ve a los que se sacrifican por
ella.
Irritado el pobre por la injusticia de que es objeto;
colérico ante el lujo insultante que ostentan los que nada
hacen; apelado en la calle por el polizonte por el delito de ser
pobre; obligado a alquilar sus brazos en trabajos que no son de
su agrado; mal retribuidos, despreciados por todos los que saben
más que él o por los que por dinero se creen
superiores a los que nada tienen; ante la expectativa de una
vejez
tristísima y de una muerte animal despedido de la cuadra
por inservible, inquieto ante la posibilidad de quedar sin
trabajo de un así para otro; obligado a ver como enemigo
aun a los mismos de su clase, porque no sabe quién de
ellos será en que se vaya a alquilarse por menos de lo que
él gana, es natural que en estas circunstancias se
desarrollen en el ser humano instintos antisociales y sean el
crimen, la prostitución, la deslealtad los naturales
frutos del viejo y odioso sistema, que queremos destruir hasta en
sus más profundas raíces para crear un nuevo de
amor, de igualdad, de justicia, de fraternidad, de
libertad.
¡Arriba todos como un solo hombre! En las manos de
todos están la tranquilidad, el bienestar, la libertad, la
satisfacción de todos los apetitos sanos; pero no nos
dejemos guiar por directores; que cada quién sea el amo de
si mismo; que todo se arregle por el consentimiento mutuo de la
individualidad libre. ¡Muera la esclavitud! ¡Muera el
hambre! ¡Viva la Tierra y Libertad!
Mexicanos: con la mano puesta en le corazón y con
nuestra conciencia tranquila os hacemos un formal y solemne
llamamiento a que adoptéis, todos, hombres y mujeres, los
altos ideales del Partido Liberal Mexicano. Mientras haya pobres
y ricos, gobernantes y gobernados, no habrá paz, ni es de
desearse la haya porque esa paz estaría fundada en la
desigualdad política, económica y social, de
millones de seres humanos que sufren hambre, ultrajes,
prisión y muerte, mientras una pequeña
minoría goza de toda suerte de placeres y libertades por
no hacer nada.
¡A la lucha! A expropiar con la idea de beneficio
para todos y no para unos cuantos, que esta guerra no es una
guerra de bandidos, sino de hombres y mujeres que desean que
todos sean hermanos y gocen, como tales, de los bienes que nos
brinda la naturaleza y el brazo y la inteligencia que el hombre
ha creado, con la única condición de dedicarse cada
quien a un trabajo verdaderamente útil.
La libertad y el bienestar están al alcance de
nuestras manos. El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que
cuesta elevar a un gobernante, esto es, un tirano, cuesta la
expropiación de los bines que detentan los ricos. A
escoger, pues; a un nuevo gobernante, esto es un nuevo yugo, o la
expropiación salvadora y la abolición de toda
imposición religiosa, política o de cualquier otro
crimen.
¡Tierra y Libertad!
Dado en la ciudad de los Ángeles, Estado de
California, Estados Unidos de América
a los 23 días del mes de septiembre de 1911.
-Ricardo Flores Magón
-Librado Ribera
-Anselmo L. Figueroa
-Enrique Flores Magón
(de Regeneración)
30 de septiembre de 1911
¡MUERAN LOS
RICOS!
¿Quién hizo la tierra? Los creyentes dicen
Dios. Los que creemos en la vida eterna de la materia decimos:
nadie la hizo.
Pero nadie dice que la tierra fue creada por la
burguesía que la retiene en su poder. En ninguna parte
consta que la tierra fue creada por esos señores
barrigones que dicen que es suya. ¿Con qué
derecho, pues se atreve la burguesía a retener para su
casta lo que, según las religiones fue hecho por
Dios o, según los materialistas, no fue hecho por
nadie?
La tierra debe ser para todos, como para todos es el
aire, el calor solar,
el agua. Todo
lo que la naturaleza nos brinda. ¿Qué
haríais si de la noche a la mañana se decretase un
impuesto, esto
es, una renta por el aire que respiráis y el calor y la
luz del sol de
que os aprovecháis? Indudablemente de que tu
indignación tomaría proporciones de rebelión
y que os lanzarías enfurecidos contra los bandidos que tal
impuesto decretasen. Y, harías eso, precisamente porque
comprendéis que el aire y los demás bienes
naturales, forman parte del patrimonio común a todos los
seres vivientes.
Sin embargo, cuando se trata de ese bien natural: la
tierra veis casi con naturalidad de los que la poseen os cobren
renta para aprovecharos de ella, cuando la tomáis en
alquiler, o que se os pague a ración de hambre cuando la
trabajáis para el amo.
Tan injusto es el adueñarse de la tierra para
tener en constante dependencia a los pobres, como justo
sería el adueñarse del aire y de la luz, si eso
pudiera hacerse.
Por eso los liberales enarbolamos la bandera Roja y
gritamos ¡Viva la Tierra y Libertad!
¿Quién hizo la espléndida
maquinaria que admiramos, los túneles que atraviesan las
montañas, los muelles donde atracan los barcos, en pocas
palabras, quién hizo todo lo que contribuye a hacer
agradable y bella la vida de las clases privilegiadas? Todo lo
que vemos, todo lo que constituye la riqueza social, es el
producto de muchas generaciones de trabajadores que han dejado
sus huesos en las
minas, que han dejado su sangre en los campos, que han acortado
su vida en le taller, en la fábrica, en todos los lugares
de explotación, en el laboratorio,
en el taller de artistas, etc., dejando a cada generación
laboriosa a la siguiente el desarrollo y
perfección de lo que ya creado.
Si todo lo que constituye la riqueza ha sido creado por
generaciones de trabajadores, de inventores de todo
género, ¿Con qué derecho se declara
dueño de todo ello un reducido número de
capitalistas?. Pusieron ellos si inteligencia y sus brazos para
crear esa riqueza? ¡NO!
Por eso los liberales decimos que puesto que la riqueza
es el producto del esfuerzo y de la inteligencia de nuestros
antepasados trabajadores presentes, todo debe ser para todos en
común.
Y como la clase privilegiada no quiere devolver a los
trabajadores lo que le ha robado, y la Autoridad apoya el
latrocinio de la burguesía, gritamos indignados:
¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!
(de Regeneración)
24 de febrero de 1912
Hay personas que de buena fe hacen estas preguntas:
¿Cómo ha de ser posible vivir sin gobierno?, y
concluye diciendo que es necesario un jefe supremo, un enjambre
de funcionarios, grandes y chicos, como ministros, jueces,
magistrados, legisladores, soldados, carceleros, polizontes y
verdugos.
Esas buenas personas creen que, faltando la autoridad,
todos nos entregaríamos a cometer excesos, resultado de
eso que el débil sería la víctima del
fuerte.
Eso podría suceder solamente es este caso: que
los revolucionarios, por una debilidad digna de la guillotina,
dejaran en pie la desigualdad social. LA desigualdad social es la
fuente de todos los actos antisociales que la ley y la moral
burguesa consideran como crímenes, siendo el robo el
más común de esos crímenes. Pues bien,
cuando ser humano tenga la oportunidad de trabajar la tierra o de
dedicarse, sin necesidad de andar alquilando sus brazos, a
cualquier trabajo útil para poder subsistir
¿Quién será aquel que haga del robo una
profesión como se ve ahora? En la sociedad que anhelamos
los liberales, la tierra y todos los medios de producción
no serán más objeto de especulación para un
determinado número de propietarios, sin que serán
propiedad común del os trabajadores, con derechos
todos de producir y consumir en común ¿qué
necesidad habrá de robar?
Se dirá que hay personas dadas a la
holgazanería, y que éstas, en vez de trabajar, se
aprovecharían del trabajo ajeno para vivir. Yo he
vivido en diferentes presidios; he hablado con muchos ladrones,
con cientos de ellos; casi todos ellos habían robado por
necesidad. No hay trabajo constante; los salarios son
mezquinos; la jornada de labor es verdaderamente agotante; el
desprecio de la clase proletaria a la clase proletaria es
irritante; el ejemplo que la clase capitalista da a la clase
trabajadora de vivir holganza, en lujo, en la abundancia, en el
vicio sin hacer nada útil, todo esto hace que algunos
trabajadores, por hambre por indignación o como una
protesta a su manera contra las capacidades de burguesía,
la roben y se conviertan en criminales, llegando hasta el extremo
de matar para tomar lo que necesitan para vivir.
La profesión del robo no es ciertamente un a de
las más fáciles. Ella requiere de una gran
actividad y mayor energía que la que en muchos casos se
requiere para desempeñar alguna tarea; pues, para llevar
acabo el robo, el ladrón tiene que espiar a su
víctima, estudiar sus costumbres, cuidarse del polizonte,
trazar planos, arriesgar la vida o la libertad. En continua
zozobra, sin límite en esa clase de trabajo, y es de
suponerse que un hombre no se entrega a él por placer,
sino empujado por la necesidad o por la cólera
de verse en la miseria, cuando la clase rica para por su lado
ebria de vino, de lujuria, la boca retorcida por el hipo del
hartazgo, arropada en sedad y el trapos finos, envolviendo en una
mirada de desprecio a la gente pobre que se sacrifica en el
taller, en la fábrica, en la mina, en el
surco…
La inmensa mayoría de la población de
las cárceles está compuesta de individuos que han
cometido delitos contra
la propiedad; robo estafa, fraude, falsificación,
etc., mientras un pequeña minoría de delincuentes
se encuentran prisioneros por delitos contra las personas.
Abolida la propiedad privada, teniéndose todas las
facultades de escoger un trabajo de su agrado, pero útil a
la comunidad; humanizado el trabajo en virtud de que no se
efectúa para que el patrón acumule riquezas, sino
para satisfacer necesidades, devueltos a la industria los miles y
miles de brazos que hoy acapara el gobierno en sus oficinas, en
los cuarteles, en las prisiones mismas; puestos todos a trabajar
para ganar el sustento, con la ayuda poderosa de la maquinaria de
toda especie, se necesitara trabajar solamente unas dos o tres
horas diarias para tener de todo en abundancia.
¿Habrá entonces quien prefiriese el robo para poder
vivir? El hombre, aun el más perverso, gusta siempre de
atraerse la estima de los demás, de estar bien con los
demás. Eso puede observarse hoy mismo, a pesar de que el
medio en que vive la humanidad embota los mejores instintos de la
especie, y si esto es cierto, ¿por qué no admitir
que el hombre sería mejor en el seno de una sociedad
libre?
En cuanto a los delitos contra las personas, en su mayor
parte son el producto del medio malsano en que vivimos. El hombre
vive en constante sobreexcitación nerviosa; la miseria, la
inseguridad de
ganar el pan de mañana; los atentados de la autoridad; la
certidumbre de que es víctima la tiranía
política y de la explotación política y de
la explotación capitalista; la desesperación de ver
crecer a la prole sin vestido, sin instrucción, sin
porvenir; el espectáculo más edificante de la lucha
de todos contra todos, que nace precisamente del derecho de
propiedad privada, que faculta a los astutos y a los malvados
a amansar capitales explotando a los trabajadores, toso eso, y
mucho más, llena de hiel el corazón del hombre, lo
hace violento, colérico y lo precipita a sacar el
revólver o el puñal para agredir, a veces por
cuestiones labadíes. Una sociedad en la que no exista esa
brutal competencia entre los seres humanos para poder satisfacer
todas las necesidades, calmaría las pasiones,
suavizaría el carácter de las personas y
fortalecería en ellas el instinto de sociabilidad y
solidaridad, que son tan poderosos que, a pesa de la secular
contienda de todos contra todos, no han muerto en el ser
humano.
No, no hay que temer una vida sin gobierno;
anhelémosla con todas nuestras fuerzas de nuestro
corazón, habrá naturalmente algunos individuos
dotados de instintos antisociales; pero la ciencia se
encargará de atenderlos, como enfermos que son, pero esas
pobres personas son víctimas de atavismos, de enfermedades heredadas, de
inclinaciones nacidas al calor de la injusticia y la brutalidad
del medio.}
Mexicanos: recordad cómo han vivido las
poblaciones rurales de México, en las rancherías de
ha practicado el comunismo; la autoridad no ha hecho falta;
antes, pro el contrario, cuando se sabía que algún
agente de la autoridad se acercaba huían los hombres al
bosque, porque la autoridad solamente se hacía presente
cuando necesitaba hombres para el cuartel o contribuciones para
mantener a los parásitos del gobierno, y, sin embargo, se
hacia vida tranquila en esos lugares donde no se
conocían las leyes ni amenazaba el gendarme con su
garrote.
La autoridad no hace falta más que para sostener
la desigualdad social.
Mexicanos: ¡Muera la
Autoridad!
¡VIVA Tierra y Libertad!
(de Regeneración)
23 de marzo de 1912
Me explico que el burgués ponga el grito en el
cielo cuando escucha este grito salvado ¡muera la
autoridad!. El burgués tiene razón, porque si
desapareciera la autoridad, en el mismo sepulcro caerían
los privilegios del Capital para no levantarse más. La
autoridad es necesaria para perpetuar la desigualdad social,
que garantiza al rico vivir en el ocio y condena al pobre al rudo
trabajo y a la abyecta miseria. El burgués, pues, necesita
que haya autoridad, pues de lo contrario, tendría que
tomar el arado, la garlopa o el martillo para ganarse la
subsistencia y la de su familia.
Pero el pobre ¿Para qué necesita la
Autoridad? La Autoridad nunca ha sido para el desheredado la
madrastra huraña, castigadora y malvada, castradora de
voluntades. Todavía no se que en algún país
del mundo haya sido la Autoridad el escudo o el ángel
guardián de los pobres, y eso es así, porque no se
puede servir a dos amos al mismo tiempo: al rico y al pobre.
La Autoridad fue instituida para cuidar los bienes materiales
de la clase rica que se veían amenazados por los
hambrientos.
Los que no tenemos un terrón donde reclinar la
cabeza, no necesitamos más Autoridad, por el contrario, la
detestamos porque ella arrebata de nuestra filas a los más
vigorosos de nuestros hermanos, para amontonarlos en un cuartel y
hacerlos empuñar las armas a favor de la burguesía,
y en seguida nos cobra contribuciones para mantener esos soldados
y todo ese enjambre de funcionarios grandes y chicos que forman
lo que se llama gobierno.
Somos nosotros, los desheredados los que no tenemos nada
que nos roben, los que estamos obligados a pagar los gastos que
origina el mantenimiento
de la Autoridad, cuando lo justo sería que esos gastos
fueran pagados por los beneficiados, que son los
burgueses.
El soldado con el arma en el brazo, el gendarme con el
garrote en la mano, el rural con el sable desvainado, ¿han
servido alguna vez para proteger al débil? ¿Se ha
dado el caso de que el soldado, el gendarme o el rural se hayan
interpuesto entre el amo y el trabajador para evitara que el
primero chupase el sudor del segundo? Cuando el pobre no puede
pagar la renta del sueldo o de la casa, han volado alguna vez en
su auxilio el soldado, el gendarme o el rural para evitar que sea
puesto de patitas en la calle o el ser expulsado de la ingrata
tierra que regó con su sudor?. Y si indignados por la
injusticia social que nos obliga a poner al servicio de los ricos
la fuerza de nuestros músculos y la luz de nuestro
cerebro, conspiramos y nos rebelamos, ¿pone la Autoridad
de nuestra parte, esto es, de parte de los débiles, de las
víctimas de la voracidad capitalista? No la vemos siempre
con sus soldados, sus gendarmes y sus rurales repartir la muerte
entre los pobres que se rebelan por un reparto más
equitativo del pan?
Me explico por que el burgués ponga el grito en
el cielo cuando escucha ese grito salvador ¡Muera la
Autoridad!. Pero no me explico que el pobre, el desarrapado, el
trabajador se encabrite y eche espumarajos de rabia cuando se de
da este amistoso consejo: no elijas autoridades;
gobiérnate por ti mismo.
Mirabeau dijo una gran verdad cuando exclamó: "de
todos los animales, el
más estúpido es el hombre, porque al menos los
animales no eligen al carnicero que ha de
degollarlos".
Y los hombres hasta nos matamos a favor de quien ha de
pasarnos a cuchillo cuando este en le poder. ¡Así
somos de estúpidos!
Damos nuestra libertad, demos nuestra tranquilidad,
demos nuestra sangre, pero no para elegir verdugos, sino
para acabar con ellos, para acabar con los burgueses, para fundar
la sociedad libre de todos para uno y uno para todos.
No elevemos al poder ni a Vázquez Gómez ni
a nadie. Seamos tan dignos como los animales que no eligen al
carnicero que ha de degollarlos. Tomemos la tierra, la maquinaria
de producción, las casas y las provisiones;
concertémonos fraternalmente para la producción y
el consumo en
común y levantemos la frente, mexicanos, orgullosos de
haber sabido resolver el problema social.
(de Regeneración)
20 de junio de 1912
Digan lo que quieran los enemigos de la Revolución
Mexicana, ésta es de carácter marcadamente
económico. Desde un principio afirmamos que el
proletariado mexicano no se había levantado en armas por
el simple gusto de tener un nuevo verdugo. Desde un principio
dijimos que el pueblo mexicano de había levantado en armas
porque tenía hambre de pan y de justicia.
Los hechos, no las palabras, han venido demostrando que
estábamos en lo justo y, todavía más, que
hemos obrado como verdaderos revolucionarios procurando que el
gran movimiento tome una orientación decidida hacia el
comunismo. Ese es nuestro deber de revolucionarios
sinceros.
Algunos sociólogos de estrato han criticado el
movimiento mexicano porque no comenzó siendo netamente
comunista desde el principio. Pretendían esos
señores, entre los que descuellan Luigi Gallean y Juan
Grave, que la Revolución Social fuera obra de un
día, de una semana o de unos cuantos meses, sin recordar
que el maestro Pedro Kropotkin, dijo en una carta fechada en
Londres el 16 de noviembre de 1909, las siguientes sabias
palabras: "Toda revolución se inicia tímidamente
con hechos de importancia infinitamente pequeña; pero toda
la revolución asciende a medida que se prolonga, si ella
dura dos, tres , cuatro años; si los revolucionarios son
bastante inteligentes para no permitir la consolidación de
un gobierno fuerte, esa revolución ascenderá hasta
el comunismo. Y si no se comienza la revolución con alguna
cosa, aunque sea bastante alejada del comunismo, no se
logrará nunca nada, como en Rusia".
Nuestra obra de agitación por medio de la idea, y
la agitación por nuestros bravos compañeros que
sostienen la Bandera Roja en los campos mexicanos, están
dando sus frutos; la prolongación del movimiento, para que
no vuelva haber un gobierno estable en México, pues desde
el principio hemos creído como nuestro viejo camarada
Kropotkin, que mientras mayor duración tenga un movimiento
revolucionario, más se radicalizan las tendencias;
más amplias son las aspiraciones populares y más
fácil es llegar al comunismo.
Otro de los frutos de nuestra incesante propaganda, es
la expropiación de la tierra y de la maquinaria de
producción. Desde hace muchos números
REGENERACIÓN ha venido dando cuenta de los actos de
expropiación de la tierra llevados a cabo por multitudes
de proletarios que se han puesto a trabajar con el fusil
terciado. Los lectores de REGENERACIÓN
habrán visto que, cuando los proletarios no pueden
sostener la expropiación de la tierra, por falta de armas,
arrasan las haciendas y los poblados para que, si ellos tienen
que sufrir, que sufran también los verdugos. Habrán
visto también los múltiples casos de sabotaje, de
huelga revolucionaria, de conciencia de clase de los proletarios
mexicanos.
La prensa de todos los colores admite
que no se trata de una revolución política, sino de
un movimiento político, sino de un movimiento
económico, de una guerra de clases que si los libertarios
la fomentamos, terminará con el comunismo. Y hemos visto,
igualmente que, por instinto, por herencia, el pueblo mexicano,
pueblo no corrompido con los hábitos de ahorro, pueblo
sencillo, es apto para el comunismo, comunismo que, en parte, ha
practicado por miles de años. Además, sabido es que
el pueblo mexicano, odia cordialmente a la Autoridad y al
Capital, a pesar de las prédicas del clero
embaucador.
"EL imparcial" del 22 de marzo, al hablar del movimiento
revolucionario del Estado de Oaxaca dice: "Las principales
plantas
despepitadoras de algodón
de Jamiltepec, han sido destruidas por los revolucionarios, para
salvarse de los rebeldes del rumbo, algunas personas
permanecieron en los bosques de playa, escondidas varios
días, alimentándose sólo de cocos y de
tortugas, los pueblos que rodean la finca de San José
Ejutla desean repartirse sus terrenos y al efecto se disponen a
atacarla".
El mismo periódico, dice el 29 de marzo al hablar
del movimiento revolucionario del el distrito de Tlapa, Estado de
Guerrero: "LA finca de Jicayán, propiedad del señor
Daniel Pérez Ruiz, fue vaciada por completo, los
indígenas se repartieron los terrenos y los
revolucionarios se llevaron veinte mular y diez caballos e
incendiaron los campos de caña".
El mismo periódico del cinco de este mes, en un
telegrama que le remite su corresponsal en Oaxaca, revela la
gravedad de la situación en aquel importante y
riquísimo Estado. Dice así: "A consecuencia de las
pérdidas socialistas de ciertos agitadores, los
indígenas de algunos punto del estado, están
cometiendo atentados, varios con motivos de la cuestión
agraria, han cortado las cosechas de varias fincas ajenas, han
suprimido el agua de regadío y han efectuado otros
excesos".
El mismo periódico dice el 7 de abril: "Siguiendo
los consejos del os zapatistas que estuvieron en Tepeaca, Estado
de Puebla, algunos indígenas se han posesionado del
terreno de la hacienda de San Miguel, la Pila propiedad del
señor Luis Pacheco, y situada por aquel rumbo".
Estos datos unidos a
todos los que han sido presentados en las columnas de
REGENERACIÓN desde hace muchos meses, demuestran
que el movimiento es económico y que no necesita
más que buena voluntada, firmeza y lealtad a la causa del
proletariado, para que al fin veamos ondear triunfadora la
bandera del os pobres, la gloriosa Bandera Roja de los
libertarios mexicanos.
(de Regeneración)
HUMBERTO ESCOBEDO CETINA
(recopilador)