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La Escuela del siglo XXI




Enviado por normarojas308



    Ensayo

    Escribir un ensayo
    sobre la escuela en el siglo XXI, desde mi lugar de trabajo, una
    salina en el sur pampeano, es una utopía ¡ de las
    que me gustan!

    Desconocer a los lectores que convergen al examen de tal
    trabajo es un riesgo que asumo
    con placer.

    No hay trivialidades en este tema, no es nuevo para
    mí, pero nunca pensé en discurrir sobre el mismo.
    Es entrar de lleno, unas pocas horas, en el estigma del futuro
    educativo. Es teorizar sobre incógnitas. Lo que hoy es un
    ideal ilusorio, bien entrado en el siglo XXI quizás sea
    vestigio de una realidad más palpable.

    El tema de "La escuela en el siglo XXI" es un
    desafío que tomo con las solas armas que me da
    mi coraje de tantos años de docencia,
    estoy eufórica, en este sentido, pues participaré
    en la batalla por el buen camino.

    A esta altura de mi vida, llevo un largo y sublime noviazgo
    con la
    educación, que considero eterno. Cada día, al
    ponerme el guardapolvo, renuevo mi voto de fidelidad imperecedera
    hacia esta pasión vocacional.

    Quienes todos los días ponemos un ladrillo en el
    siempre inconcluso edificio de la educación, no nos
    animamos a definir lo que estamos construyendo, sólo
    aceptamos que no tiene final.

    En este ensayo no hay
    insinuaciones: si hay inquietudes, meditaciones intelectuales
    constantes, enfoques pasados y presentes, vivencias agrupadas,
    estrategias de
    supervivencia, ¿ y dónde pongo la realidad?

    Basta proyectarme como docente unas pocas décadas,
    para entrar en una nebulosa que impide una visión concreta
    del tema. Y este es el asunto en que ni el docente, ni el alumno,
    tenemos libre elección, creo que ni siquiera libre
    opinión. Es un tema harto difícil de delimitar,
    tema que hasta el Papa Juan Pablo II ha expuesto su meditada
    opinión. Necesito no perder de vista los valores
    que históricamente hemos tenido los educadores.

    Cuando hablo de escuela para un futuro cercano, no lo hago
    pensando "en otra escuela" sino en la actual, perfeccionada y
    adaptada al momento debido.

    A la vez, cuando me refiero al siglo XXI, toda
    especulación me es permitida. Y eso es precisamente lo que
    me permite crear. Muchas veces me he preguntado: ¿ por
    qué cuesta tanto proyectar al futuro un pasado pleno de
    cultura?. No
    ha podido responderlo. Creo que desmontar conceptos de dogmas
    anteriores, aún vigentes sería una actividad digna
    para comenzar la tarea. ¿ Seguiremos predicando doctrinas
    de escaso vuelo? Otra incógnita, aunque con respuesta
    presumible es: ¿las sociedades,
    entrarán todas juntas al siglo XXI?

    ¿ O algunas lo harán muchos años
    antes?

    Cada escuela es un jardín donde todos los
    años ingresan niños (
    semillas que cultivaremos durante el período llamado EGB.
    Luego devolvemos egresados ( frutos que la sociedad
    degustará). Cada semilla solo germina una vez. Si lo hace
    mal, o el gusto del fruto es amargo, hemos fracasado. Podemos
    tomar otra semilla, pero no es lo mismo, porque no hay dos
    iguales. En este punto, un éxito
    posterior no borra un fracaso previo.

    Debemos ser pesimistas y recordar que lo devolvemos a una
    sociedad en crisis, por lo
    que debemos entregarlo con las mayores defensas posibles
    incorporadas. Y me refiero, sobre todo, a defensas culturales. Yo
    creo que si el niño no es seducido por la escuela desde su
    ingreso, el primer paso está mal dado.

    Pienso en forma ambiciosa, y al hacerlo me he puesto
    objetivos de
    mínima, pero no de máxima. De mínima; al
    menos acompañar el desarrollo
    escolar de las sociedades más desarrolladas en la materia.

    Hablar de objetivos máximos sería poner un
    techo al límite de posibilidades, limitar los
    sueños, aceptar la insatisfacción profesional,
    rechazar los cambios estructurales, negar estrategias educativas,
    recoger propuestas ambiguas, tolerar el miedo escénico
    docente, consentir el intelectualismo mediocre, someterse a las
    retóricas cualitativas, condicionar la funcionalidad
    pedagógica, recusar pronunciamientos éticos: en
    fin, mirar hacia arriba, y al no ver el firmamento, no ver nada.
    Pero no se asusten, esto es para el siglo XXI.

    "La peor pobreza es la de
    la cultura, pues además de doler humilla", dijo Juan Pablo
    II. De ser esto cierto, vaya si lo es, llegó el momento de
    replantear dogmas y asumir las nuevas exigencias.

    Preferiría no recordar estadísticas, ni porcentajes, que
    probablemente conozcan como yo, o más aún. No deseo
    hacer demasiado hincapié en lo que fuimos y lo que somos,
    pero sí en lo que seremos por tomar tal o cual camino. No
    anhelo hablar del respeto que
    alguna vez inspiramos, ni de la indiferencia que hoy causamos, ni
    del perjuicio que podrán sufrir las generaciones venideras
    por nuestro actual accionar.

    Me gratifica haber comprobado que La Pampa es la provincia
    que más días de clase
    planifica y cumple, pero aún así, es casi el
    treinta por ciento menos que lo ideal, dato exacto si por ejemplo
    lo comparamos con Japón.

    Cuando dogmatizamos, no debemos olvidar que el objeto de la
    educación también incluye niños hambrientos,
    víctimas de la explotación humana, ancianos
    desvalidos, familias destruidas y hasta sociedades sin futuro,
    pesares que estarán presentes en el siglo XXI.

    No soy escritora, y en este sentido es mi primer trabajo,
    que he debido tomar como una reflexión sobre los
    años de docente vividos, proyectándolos hacia el
    próximo siglo, sin reglas fijas, sólo como un
    agrupamiento de incógnitas que otorguen aunque no sea
    más que una pizca de claridad al tema educativo.

    Dejo a los lectores de este ensayo la exploración en
    detalle de los rasgos, sinsabores y alegrías del tema
    aquí expresado. No puedo divisar en su totalidad la
    profundidad de las raíces de la disciplina
    expuesta, ni la altura de las ramas de un árbol que no
    cesa de crecer.

    El enriquecimiento, basado solamente en la producción de bienes es
    efímero. El enriquecimiento, cimentado en la
    educación, hace frente con éxito a toda crisis. No
    debiera, a mi entender haber demasiados cambios en la
    formación del educador. Es una vocación arragaida
    que no necesita ni tolera grandes desvíos. Simplemente
    como muestra, no creo
    que el siglo XXI enseñe a lavarles mejor las orejas a los
    niños.

    ¿Tolerarán esto las nuevas generaciones de
    educadores? ¿Aceptarán una formación
    profesional simplista? Probablemente sea necesario reformular
    algunas bases educativas y cambiar otras… pero no mucho
    más.

    El niño no sabe ni debe saber lo que es asimilar
    conocimientos; el drama es que el maestro no lo sepa.

    Hay un cierto gradualismo en la intervención docente
    respecto a la integración del niño en la sociedad,
    y ello es porque existe un cierto carisma en el maestro que
    así lo permite; pero esto no debe hacerse abruptamente
    sino en forma progresiva.|

    Debemos ver la escuela como una comunidad que
    honra a la sociedad sobre la que influye, otorgándole a
    esa sociedad la categoría de culta, independientemente de
    los miembros que la componen.

    Esto es lo que debe perfeccionarse. Ampliar esta sociedad
    culta respecto al número de sus componentes es la tarea
    más digna.

    Creo que a la larga estaremos encasillados en alguno de los
    sistemas
    educativos siguientes:

    LOCALISMO: (de fronteras semicerradas) con necesidades
    zonales como las actuales, con núcleos educativos
    aplicados exclusivamente a su zona de influencia.
    Metafóricamente en un país con anteojeras y un
    espejo al frente, un país que sólo puede mirarse a
    sí mismo y con una educación acorde a ese pensamiento.
    Un país que enlaza sus problemas y
    soluciones,
    sus tesoros y miserias, con la ineficaz cuerda de la terquedad,
    con la aceptación de tener que hacer el mismo esfuerzo
    todos los días para lograr un pobre pero idéntico
    resultado; un mínimo de alimentación,
    salud,
    vestimenta, justicia,
    trabaja, ¡ y educación, desde luego!, pero sin
    derroches.

    REGIONALISMO: (ejemplos clásicos son
    Sudamérica y África) con fronteras continentales y
    alguna canción entonando un largo lamento que lo recuerde.
    Es la elevación de la miseria a un pedestal que no merece,
    y menos sus súbditos. No hay paz, ni solidaridad, ni
    trabajo, ni seguridad,
    ¿Educación?. Sólo una minúscula
    muestra.

    UNIVERSALISMO: es parte, grande o no tanto, de la
    globalización, donde es posible tomar sólo lo
    bueno. Es sencillo seguir a los adelantados pues dejan una huella
    permanente, sólo hay que querer hacerlo.

    Seamos realistas, los países más avanzados no
    tienen problemas, tanto para decidir cuánto gastan en
    educación como es salud o armamentos. Ellos ya
    están viviendo en el siglo XXI.

    Nosotros no somos consumidores de la educación tanto
    como quisiéramos, y debiéramos, ¡Hay tantas
    prioridades!

    Quiero expresar un par de ideas que creo
    justificarán su posterior discusión y tratamiento.
    Me he permitido observar que en el lapso ingreso-egreso de la
    escuela, el niño ha crecido y madurado muchísimo
    porque la escuela forma parte de su vida; por algo la
    educación es obligatoria. Esto a veces no suele
    corresponderse con el personal docente,
    que no acompaña su crecimiento.

    Conservo la duda de que esto ocurra por razones de edad, o
    porque el alumno cumple mejor su función de
    tal que el docente la suya. De ser esta última la causa
    determinante, habría otra asignatura pendiente proyectada
    al siglo XXI.

    Otra idea es que el gobierno, a
    través de las autoridades correspondientes, organice la
    celebración de jornadas de Gestión
    Trimestral destinadas a todas las autoridades de instituciones
    educativas estatales de igual nivel de la jurisdicción,
    las que en cada oportunidad deberán presentar, con la
    suficiente antelación, a juicio de los organizadores y
    para conocimiento
    de sus colegas, proyectos
    tendientes a mejorar su gestión, con especial referencia a
    la dimensión comunitaria, enunciando los cambios habidos
    desde la última reunión.

    Deberá también presentar una lista de
    carencias y problemas de su escuela y su comunidad, para ser
    analizada y discutida por los intervinientes en dicha jornada. A
    su vez deberá participar activamente con ponencias
    tendientes a solucionar los temas presentados por sus colegas.
    Este trabajo deberá contener una parte titulada "las
    angustias de nuestros educandos", donde se enumeren los problemas
    concretos de cada alumno, sin identificarlo, y su posible
    solución.

    El no-cumplimiento de estas obligaciones
    por tres jornadas continuadas o siete en el término de
    tres años contados desde el último incumplimiento,
    implicará el cese en su cargo por desidia en el ejercicio
    de la dirección de un establecimiento escolar,
    pudiendo retomar sus funciones
    docentes, si
    con motivo del desempeño de la dirección se hubiera
    apartado de las mismas.

    Dicho de otra forma: no debe permitirse que un docente se
    estanque en un nivel de ineficiencia, nivel que lo limite como
    tal, donde seguramente ha arribado previo un largo
    desempeño, adquiriendo la ciencia y
    la experiencia imprescindible para su cargo. Que se
    desempeñe donde es más eficaz para él y para
    los destinatarios de su esfuerzo profesional.

    Es obvio que uno de los grandes temas del siglo XXI
    será la búsqueda de los niveles de eficiencia
    máxima, en todos los ámbitos. Sólo se trata
    de mejorar, de ser necesario, lo hecho hasta el momento, tal vez
    haya algunos desafíos coyunturales, hoy los hay, siempre
    los hubo.

    Por mi parte, no llegaré tarde a la crítica
    de mis jueces, si existiera. Estaré en primera
    fila.

    Me he tomado el atrevimiento de formular, a
    continuación, derechos que no deben
    olvidarse, porque están, quiérase o no, asociados a
    la necesidad de éxitos futuros. No tiene la
    irrespetuosidad de pretender ser un decálogo pero
    permítaseme llamarlo así.

     1)      Derecho a la
    revisión periódica de dogmas educacionales
    vigentes.

    2)      Derecho al goce de los
    avances educativos en iguales condiciones para todos los
    educandos.

    3)      Derecho al
    reconocimiento de la real situación educativa de cada
    persona y de
    las garantías para el desempeño de su
    función.

    4)      Derecho al
    reconocimiento de que la proyección de una escuela fuera
    de sus límites
    físicos, puede ser ilimitada.

    5)      Derecho a eliminar todo
    telón de solemnidad que oculte realidades educativas
    vigentes.

    6)      Derecho a renunciar a la
    máquina mercantilista educativa.

    7)      Derecho para todos a la
    igualdad de
    oportunidades en el acceso al conocimiento.

    8)      Derecho a la apoyatura
    necesaria para el desarrollo de proyectos educativos
    propios.

    9)      Derecho del alumno a
    llevar a su hogar soluciones educativas.

    10)  Derecho a la actualización
    pedagógica constante.

     Como ven, son notas de una misma
    melodía.

    Es dable presumir que cada pensamiento expresado haya sido
    anteriormente formulado, ya con otras palabras, ya con otro
    sentido, perseguidamente borrado por las olas del mar de la
    evolución.

    ¿Está la escuela actual al nivel de las
    exigencias del siglo XXI? La respuesta afirmativa opondría
    este concepto a la
    remanida alusión a la educación actual en crisis.
    Pero surge la pregunta: la educación actual ¿
    necesita cirugía mayor?

    La despedida del siglo XX no es buena, no muestra buenos
    augurios. ¿ Entramos en el siglo de la mezquindad?
    ¿El futuro es virtuoso o desalmado? Podemos ser optimistas
    si así lo deseamos, pero recordando que toda muestra de
    progreso en algún momento ha tambaleado.

    Creo que hoy la educación escolar es un pedido de
    auxilio, o cuanto menos una señal de angustia.

    Es un tema de cultura bien habida. Yo sigo con mi
    sueño de un proyecto para
    formar talentos, de teorizar sobre los efluvios de las
    perspectivas docentes, cuerpo y espíritu de la
    educación, de que La Pampa escriba una imborrable
    página en el Libro de la
    Historia
    Educativa.

    La educación sólo tendrá el valor de los
    receptores quieran darle, ¡ y esto no es poco!

    La escuela y la familia es
    el mejor capital que
    posee el niño, también es el mejor capital que
    ostenta la comunidad. ¡ Y desperdiciamos ambas
    cosas!!

    El siglo XXI será el que muestre a los alumnos que
    podrá haber faltas en su
    familia, pero
    no las habrá en su escuela, que las caricias que falten en
    su casa sobrarán en su escuela, que el interlocutor que no
    encuentre en su casa lo estará esperando en su
    escuela.

    Soy docente porque no conozco profesión más
    digna, tarea más loable, ni exigencia más
    halagadora. Pueden guardar los "pero" porque tengo el fuego
    sagrado que sólo me hace sumar… a pesar de todo.

    Si habré visto llegar chicos con olor a carencias de
    todo tipo, algunas de las cuales pude eliminar… Evidentemente
    la escuela es una raíz a la vista, hace crecer lo que de
    ella depende.

    El siglo XXI asumirá la lucha frontal contra las
    barreras que dan y quitan. No sabemos que nos deparará
    pero aunque nos privara de todo y sólo nos dejara la
    cultura, nos quedaríamos con el gran tesoro que nos
    haría inmensamente ricos. En este momento trato de tener
    un diálogo
    imaginario con mis lectores, ofrendarles este modesto trabajo,
    soñado y ensoñado a la sombra de un caldén,
    ¿ de qué otra forma sería posible?, y
    pedirles que de una vez asumamos que somos los docentes, junto a
    los alumnos y la información las tres patas de la mesa
    educativa. Sin la pata docente la mesa se cae y la
    educación se hace añicos, en el siglo XXI y en
    cualquier otro.

    Y en la improbable hipótesis de no caerse, ¿cómo
    se repartirá?

    Probablemente en forma no equitativa, pero con mayor
    ecuanimidad que hasta ahora.

    Y si hasta el momento la escuela ha funcionado bien o muy
    bien, con los resultados vistos, esto no implica que dicho
    funcionamiento en el siglo XXI siga los mismos parámetros.
    Hago votos para que cada vez que una escuela nos alimentemos con
    la torta de la educación podamos brindar con champagne, no
    con aceite de
    ricino.

    No tengo dudas que todas las ideas formadoras de la escuela
    futura, ya están hoy lanzadas al espacio, y
    requerirán el tiempo de
    madurez necesario para su utilización. Probablemente no
    nos tocará a nosotros darles el uso en el momento
    preciso.

    Será forzoso aceptar que para entrar en el siglo
    XXI, pedagógicamente hablando, habrá que abrir
    puertas, y puertas pesadas. Tenemos una deuda grande con nuestras
    actuales generaciones de educandos, deuda que se
    acrecentará con el correr del siglo XXI. Probablemente
    ellos no pasen la factura pero
    invariablemente la posteridad si lo hará. Y esta deuda,
    una vez asumida, de no saldarse, cerrará el círculo
    de la decepción. Entonces, aceptado el fracaso, buscaremos
    un nuevo Sarmiento para poder encarar
    un futuro parto
    educativo

    Como si dijésemos; la escuela busca su nueva y
    verdadera identidad.

    Un párrafo
    casi insignificante para la política educativa
    argentina, tumba de las mejores ilusiones pedagógicas,
    fuente de invariables contradicciones entre la plática de
    poco experimentados funcionarios y la práctica fatigosa
    del ejercicio docente, repetidora constante de los contenidos
    básicos comunes y distribución de fondos imprescindibles, de
    acuerdo con métodos
    anacrónicos. El sentido común me exige no ser
    reiterativa en este punto, para que insistir con la gastada frase
    de "incrementar la eficacia y la
    eficiencia de los recursos
    presupuestarios"

    Tengo asumido que la profundización de la
    política de ajuste estructural nacional, hará pagar
    a las provincias el sostenimiento de los respectivos sistemas
    educativos, ¡ y seguimos restando!

    No me entusiasma que esta tarea tenga límites en
    cuanto a su extensión, pero acepto las reglas, dadas
    seguramente en protección del esfuerzo de los lectores. Si
    me he

    Extralimitado en algo, es una cuestión de
    apasionamiento. Debe comprenderse que, desde mi apartado lugar de
    trabajo, sólo puedo analizar la realidad socio-educativa
    con una visión que apenas llega al horizonte, aquí
    una línea irregular entre el caldenal y el cielo, pero que
    me permite soñar con una escuela con un grado de
    virtuosismo pedagógico tal, que contribuya a evitar una
    educación dependiente en un país
    dependiente.

    Todo esto se puede decir con una sola palabra: TRABAJO, y
    luego poder ver lo que siempre quisimos ver: que la
    educación ataca de nuevo, y con la escuela a cuestas.
    PUEDE SER, DEBERIA SERLO, QUE ASI SEA..

      

    APOYATURA BIBLIOGRAFICA.

    MAGDALENO, Eugenio "La educación, llave
    del…"Colec.Resp.Educ. Edit. M. Del R. De la Plata. Buenos AIRES,
    1999.

    ECHEVERRI, Haim"La tragedia educación" Fondo de
    Cult.2000

    CIRIGLIANO, Gustavo F.J "Proyecto de
    País,aportes…"Biblioteca del
    Maestro. Bs. As.

    BANCO MUNDIAL "Prioridades y Estrategias para la
    educación" Washington, 1995.

    RAMOS, Carmen M."La reinvención de la escuela" La
    Nación
    16/7/99. Pág.4, sección 7

     

    AUTORA: 

    ROJAS, NORMA ETEL

    PROFESORA PARA LA ENS.PRIMARIA 

    CIUDAD: LA ADELA

     PROVINCIA: LA PAMPA

     PAIS: ARGENTINA

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