año 1990 – 1999
- Teorías del
autoritarismo - El Estado y las Fuerzas
Armadas - Marco teórico del
autoritarismo en Venezuela y Perú - Conclusiones
- Bibliografía
Perú y Venezuela
desde su creación misma como Estados independientes, se
vieron tentadas y flageladas por distintos regímenes
políticos que se tomaron el poder de
manera violenta: golpes de estado o como
consecuencia de una larga y cruenta guerra
civil.
Es corto el tiempo que los
gobiernos democráticos estuvieron en el poder.
Estos países, parecieran que no tuviera otra
opción de elegir por un gobierno nacido de la
expresión popular. Cobra vigencia aquél diálogo
histórico y memorable entre Simón Bolívar y
el General San Martín, cuando se encontraron en Guayaquil.
Bolívar enfatizaba que los pueblos que acababan de ser
liberados del yugo español,
no podían vivir más en un ambiente de
Monarquía, que sí lo quería
San Martín porque no estábamos preparados para la
democracia.
Hoy en día, esta polémica sigue tan
vigente como cuando se dio. Ambos países se ven
fácilmente seducidos por caudillos civiles o militares
que, valiéndose de los fracasos y decepciones de los
gobiernos pasados, optan o implantan un sistema de
gobierno autoritario. Como es el caso reciente de los presidentes
Alberto Fujimori de Perú y Hugo
Chávez de Venezuela. Gobiernos que coinciden
históricamente en la década de los 90.
El presente trabajo
comparado analizará las manifestaciones del autoritarismo
en ambos presidentes, la naturaleza del
mismo y la aparición del populismo para
legitimar las acciones y que
los acerca aún más para la aprobación del
régimen. Como también el papel poco informador de
la verdad y hasta distorsionador de la prensa.
Para poder explicar con claridad este tema, nos
apoyaremos en el enfoque de Guillermo O' Donnell,
científico político argentino, sobre el predominio
de gobiernos autoritarios y militares en América
Latina, que deviene de las tensiones sociales,
económicas y políticas
que en décadas recientes ha generado el tipo concreto de
modernización dependiente capitalista que ha experimentado
América
Latina. Tales tensiones contribuyen a una reorientación
fundamental de las políticas nacionales, por el colapso
del antiguo régimen político-populista, en el cual
el sector popular era un actor significativo participante en la
coalición política nacional
dominante de varios países. Posteriormente apareció
un periodo "post-populista" caracterizado por la aparición
de gobiernos represivos autoritarios que trataban de resolver
aquellas tensiones eliminando la participación del sector
popular en la arena política nacional y forzando un
movimiento
regresivo de las rentas de este sector. Los niveles más
avanzados de industrialización se consideran vinculados
con un alejamiento de la política democrática y
competitiva y con un incremento de la desigualdad.
O'Donnell describe tres tipos de sistemas
políticos que él ve como representantes de una
secuencia histórica y que se ajustan merecidamente a los
gobernantes en estudio: el oligárquico, el populista y el
burocrático autoritario.
Desmenucemos cada uno de ellos:
Se entiende por Oligárquico a la elite del sector
exportador de productos
primarios como minerales y
agrícolas que domina el Estado y
orienta la política pública en función de
sus necesidades. Tanto Alberto Fujimori como Hugo Chávez
han destinado este sector al servicio de un
grupo de
empresario
afines al régimen.
El régimen Populista está basado en una
coalición multiclasista de intereses urbanos e
industriales, que incluye a la elite industrial y al sector
popular urbano. El nacionalismo
económico es un rasgo común de estos sistemas. El
Estado promueve la fase inicial de la industrialización,
orientándola hacia los bienes de
consumo
aumentando los ingresos del
sector popular.
Aunque el modelo
Burocrático autoritario fue concebido para las dictaduras
militares del cono sur, también nos sirve para poder
entender el estudio de este trabajo, sistema cercano, que mejor
se podría explicar y aplicar a los gobiernos de
Chávez y Fujimori. Sistema excluyente, para la
mayoría de los grupos
sociales y tienen un énfasis no democrático.
Los actores principales de la coalición dominante son los
tecnócratas de alto nivel -militares y civiles de dentro y
fuera del Estado-, que colaboran con estrecha asociación
con el capital
extranjero. Es decir se trata de eliminar la influencia
política en el estado, por ser ella la causante de atrasos
en los resultados de gobierno y se opta por una forma más
"pragmática y profesional" de tratamiento de los asuntos
públicos. Mucho mejor si estos tecnócratas son
venidos del exterior, educados en universidades americanas o
europeas y trabajaron en organismos como el Banco Mundial,
el FMI, el tesoro de
EE.UU., etc.
Dice O' Donnell que esta nueva elite elimina la competencia
electoral y controla severamente la participación política del sector
popular. La política pública se centra
fundamentalmente en la promoción de la industrialización
avanzada.
Fernando Henrique Cardoso, hace también una
aproximación histórica al fenómeno del
autoritarismo en América Latina. "En Latinoamérica el respeto a los
derechos
políticos e incluso la existencia subjetiva de esa
noción, y a las formas formales de participación
política ha sido más una ideología para el uso y disfrute de las
oligarquías dominantes que una práctica
común. Sin embargo, el reconocimiento de una historia de poder arbitrario
no sirve como explicación del autoritarismo
contemporáneo"
Como dice Cardoso debemos evitar la confusión
entre el caudillo del viejo militarismo latinoamericano y el
control
más institucional de poder por el cuerpo de oficiales; a
esto se llama autoritarismo burocrático, rasgo
característico de que no es solo un general o coronel que,
como los caudillos del siglo XIX, imponen órdenes
personales por decretos.
EL ESTADO Y LAS
FUERZAS ARMADAS :
Más bien es la institución militar la que,
como tal, asume el poder en orden o reestructura la sociedad y el
Estado. Cuando Fujimori decidió disolver el congreso
peruano, el 5 de abril de 1992, algunos sectores de la sociedad
democrática reclamaron el rechazo de los militares
institucionalistas, principalmente los de alto rango, para
rechazar el golpe y volver a los cauces democráticos. Al
día siguiente Fujimori apareció en la
televisión para dar un mensaje a la nación,
rodeado de toda la cúpula militar y policial, confirmando
las medidas golpistas y trasmitir una amenaza velada a los que se
oponían. Se había dado paso a una nueva forma de
régimen político, encabezado por el propio
Presidente de la República.
Este acto sería tomado como ejemplo en todo el
mundo. Gobernantes que tenían problemas con
el parlamento se veían tentados a suprimirlo, como lo hizo
Chávez; aunque justificando una nueva constitución, Gaviria en Colombia;
intentó hacerlo Yeltsin en Rusia; Serrano
en Guatemala; Paz
Zamora en Bolivia;
Rodrigo Borja en Ecuador. Todos
a inicioa de la década del 90
Tanto en Fujimori como en Chávez se ha visto que
la nueva cúpula militar en el poder se declaró
comprometida con la nación
para reorganizarla de acuerdo con la ideología de
"seguridad
nacional" de la doctrina militar moderna. Fujimori declaró
instaurado un "gobierno de emergencia y reconstrucción
nacional". El ejército como garante del orden autoritario
prefiere una relación basada en la alianza con grupos sociales
amplios. El Estado tiende a excluir del proceso de
toma de
decisiones a las organizaciones de
clase,
manteniendo una estructura
jerárquica rígida que es controlada
burocráticamente por varias agencias nacionales de
seguridad y por los jefes de las Fuerzas Armadas. Las
vinculaciones entre el régimen burocrático
autoritario y la sociedad civil se
logran más bien mediante la cooperación y
captación de profesionales e intereses privados en el
sistema. Bajo estas circunstancias es poco probable que se
materialicen grupos estables de presión, o
que emerja una red de vínculos
realmente corporativa entre la sociedad y el Estado. Otro
elemento que caracteriza a los regímenes
Burocrático-autoritario es que organizan las relaciones de
poder a favor del ejecutivo y sus capacidades técnicas.
Este reforzamiento de los poderes del ejecutivo implica un
incremento de la centralización que mina la tradición
federal. Así mismo implica eliminación o
drástica reducción del papel de la legislatura.
Además la judicatura es controlada en la práctica y
en la teoría
por el aparato ejecutivo. Por otra parte, la racionalidad
prudencial exige el reforzamiento de un cuerpo burocrático
de técnicos, especialmente en el campo económico.
Estos regímenes expresan la voluntad política de
las fuerzas armadas como institución. Así el
ejecutivo depende de la burocracia
tecnocrática y del único partido leal: las Fuerzas
Armadas. En estos regímenes no existe la distinción
entre el ejecutivo y las fuerzas armadas. Los militares tienen el
poder de veto a las "grandes decisiones", como el control de la
sucesión política; pero no se ven necesariamente
implicados en la toma de decisiones referentes a la economía u otras
cuestiones importantes. El éxito
del régimen depende en parte del tipo adoptado de
delegación de la autoridad
militar al ejecutivo.
La relación entre el Estado y los grupos de
interés
de la sociedad civil se basa más en los criterios y
mecanismos de cooptación que en los mecanismos de la
representación. Pues, quienes controlan el aparto estatal
seleccionan a varias personas para que participen en el sistema
de toma de decisiones, proceso de relación que se
irá extendiendo hasta incluir a las fuerzas sociales
más poderosas e incluso a sectores de las clases
más bajas. Pero nunca aceptan la idea de
representación, delegación de autoridad desde
abajo; toda decisión se toma en la pirámide de
poder. El militarismo de poder tiende a destruir las
organizaciones de partidos
políticos, con mayor razón las de izquierda;
pero estos partidos no quedarán del todo desaparecidos,
pasarán a hibernar y reaparecerán finalmente casi
intactos.
En el Perú los factores que afectaron el grado de
autonomía de la sociedad civil frente al gobierno
autoritario, fue la ausencia de un sistema de partidos, como
también debido al grado en sumo eficiente de control
efectivo por el estado, a través del Sistema de Inteligencia
Nacional, sobre la vida cotidiana, sobre los medios de
comunicación, así como sobre las reacciones de
la gente a ese control.
MARCO TEÓRICO
DEL AUTORITARISMO EN VENEZUELA Y PERÚ :
Julio Cotler, intelectual peruano, afirma que las
transiciones a la democracia que se realizaron en América
Latina, en la pasada década, propiciaron la
vitalización de los organismos de la sociedad y renovaron
el repertorio de las demandas del Estado. Sin embargo estos
regímenes constitucionales no dieron una respuesta
satisfactoria a las demandas de la población, alegando a las tramitaciones que
dejaron los gobiernos castrenses, por la crisis de
deuda externa
y por la globalización económica. Ello
generó la aparición de antagonismos generalizados
que erosionaron las estructuras
sociales y sus bases institucionales. Además, en varios
países, la subversión, la violación a los
Derechos
Humanos y el narcotráfico, agravaron el cuestionamiento
al estado y la fragmentación social.
Estas circunstancias, dice Julio Cotler, motivaron la
aparición de nuevos caudillos y se multiplicaron las dudas
sobre la posibilidad que, en las nuevas condiciones
internacionales, la democracia puede ser fundamento de
cohesión social y desarrollo.
Así, sin solución de continuidad, se pasó
del optimismo al escepticismo; pesimismo sobre el futuro de
Latinoamérica.
Oscar Landi, político argentino, en su texto
"Outsiders, Nuevos Caudillos y Media Politics", afirma que "el
entusiasmo democrático decaído y el imaginario
político de la transición democrática se
encuentra perpleja con cierto desencanto, son favorables para el
advenimiento de regímenes autoritarios y populistas. No
existe más el optimismo por el papel de los partidos
políticos como vehículo efectivo para reconstruir o
construir una convivencia democrática. Se confunde la
reposición de la vigencia de estos partidos con el
ejercicio del voto por una opción partidaria. Se
consideraba que el papel de representación institucional
de los partidos y su potencial de futura capacidad decisoria en
medio de la crisis, eran equivalentes y que sólo bastaba
el acto electoral para instalar a los partidos en las puertas de
mando del Estado. Esta transición respondía a los
partidos ante la sociedad, compensado con falencias o
déficit de organizaciones o la fragilidad que
exhibían en su interior. Las situaciones económicas
signadas por la incontrolable inflación o la
pérdida de referentes para el crecimiento se
tendían a mirar por una óptica
por la cual los regímenes autoritarios eran la gran llave
de la solución económica o, viceversa. Las
calamidades económicas derivaban de la
democracia".
Los outsiders o los nuevos caudillos, aparecen y
participan en la escena nacional sin quedar contaminados con la
mala imagen de la
vieja clase política central. En esta escena central -lo
hemos visto por televisión-, ni Fujimori ni Chávez
transitaban pasillos, clubes, cenas, brindis, en la que la imagen
se contamina con la de la desprestigiada clase política
central tradicional. El nuevo político está en la
escena bajo la forma de una imagen, no bajo la forma de cuerpos
en lugares de oscuras argollas políticas.
Otro elemento a considerar es que los medios de
comunicación se entienden como instancias de
expresión abierta, lejos de la censura. Inclusive se llega
a pensar que la democracia no puede abrir las compuertas para un
juego
más amplio de intereses en la arena política. En su
caso más externo, los medios de
comunicación social son los instrumentos
que deben estar al servicio de los regímenes
políticos autoritarios para viabilizar su
accionar.
Por su parte Gabriel Murillo, politólogo
colombiano, señala a "los partidos políticos en
América Latina como órganos desprestigiados, con
prácticas patrimonialistas y clientelitas para hacerse del
poder y al botín burocrático; es decir que buscan
reproducir las condiciones de privilegio de un sector de la
sociedad por medio de dádivas y prebendas que otorga el
Estado paquidérmico. La sociedades
latinoamericana observa con desconfianza las elecciones y los
partidos políticos porque ambos representan el
interés de unos pocos por encima de la mayoría. A
veces, los índices de abstención electoral son cada
vez más altos, incluyendo a los países donde el
voto es obligatorio. Todo ello ha conducido a la aparición
de caudillos que, valiéndose del populismo como la
expresión de apoyo popular por encima de los partidos
tradicionales y de la vieja clase política, son la
expresión de unos líderes que buscan hacerse al
favor de las masas por medio de un discurso
mesiánico, protector, nacionalista, interpersonal, directo
y, sobre todo, sin intermediarios. Este neopopulismo busca salvar
la mediación de terceros como los partidos
políticos e incluso los sindicatos,
así se señala su falta de representatividad y su
precaria condición de intermediación".
En Venezuela y Perú, para poder entender mejor el
marco de estudio, Fujimori y Hugo Chávez llegaron al
poder, en 1990 y 1999 respectivamente, cuando los sistemas
políticos estaban ya desacreditados por los gobiernos
paupérrimos y corruptos y se hallaban en un estado de
virtual colapso, la mala gestión
había dejado huecas a las instituciones
gubernamentales y no habían producido las tres cosas que
todo ciudadano abrumadoramente necesita: empleo,
justicia y
seguridad; por ello el pueblo estaba encolerizado. En
Perú, Alan García, que llegó al poder con
cimas inalcanzables de popularidad para luego hundirse en el
descrédito absoluto, explica en parte el surgimiento de
Fujimori. Por ello, desde que asumieron la presidencia, ni
Chávez ni Fujimori mostraron interés en una
política democrática. Se han dedicado, por el
contrario, en atacar el orden viejo y dirigirse al pueblo
directamente. Fujimori, aplicando una política
social, visitaba los asentamientos humanos más pobres
y organizaba fiestas con la banda musical del Ejército, al
tiempo que peluqueros, médicos, odontólogos, etc,
atendían a los lugareños. Después del cual,
Fujimori en persona entregaba
víveres o ropas donadas. Tal como lo hace actualmente Hugo
Chávez, en la zona rural de Zárate, en el que
asistía a un grupo de cirujanos militares durante una
operación (El sostenía una linterna).
Volteándose hacia las cámaras de T.V.,
bromeó: "¿Ven? ¡Ahora hasta puedo hacer
cirugías!".
Por todo ello es válido afirmar que el desencanto
con la política ha exigido la emergencia de nuevos actores
sociales que persiguen satisfacer necesidades específicas
y concretas. El incremento de la población en
situación precaria y en condiciones de extrema pobreza, ha
contribuido a mantener en vilo las expectativas distributivas de
amplios contingentes sociales populares. Este resultado de las
transformaciones políticas y culturales ha permitido el
surgimiento de líderes "fuera de lugar o no acostumbrados
al medio político: outsiders"; nuevos actores
antipolíticos, ajenos y contrarios a la "vieja clase
política" que persiguen desembarazarse de los compromisos
políticos contraídos.
Estos nuevos caudillos, el caso de Fujimori Y
Chávez, como líderes tradicionales denuncian los
vicios e injusticias del sistema institucional y prometen
resolver los agravios y las aspiraciones de las frustradas y
desamparadas masas, concitando su respaldo. En esta caso las
encuestas de
opinión y los medios de comunicación recogen y difunden en los
sentimientos, constituyendo las bases de legitimación del poder. Se afirmaba que
Fujimori gobernaba, aunque él lo desdeñaba
rotundamente, en base a estudios de mercado y
encuestas que le permitían medir su popularidad y
direccionar el rumbo de sus propuestas autoritarias.
Después del golpe de 1992, Fujimori puso en
práctica un poder autoritario, se apuró para
concentrar el poder, para ello depuró profundamente la
administración
pública y colocó a un personal
incondicional en los tribunales y en los comandos
militares de acuerdo con los criterios de sus asesores del
Servicio de Inteligencia; a la par que sus tecnócratas
decretaban una serie de reformas previamente acordadas con los
organismos internacionales. Para legitimar el golpe
convocó a un "acuerdo nacional", para que el "pueblo"
expresara sus propuestas, que "notables" recogerían e
incorporarían a una nueva constitución que
sería sometida a plebiscito.
Todavía hay sectores de la sociedad peruana que
piensan de Fujimori como un producto
excepcional y único, surgido de la insalvable
situación peruana, que vivía en la hiperinflación, caída vertical de la
producción y los noveles de vida, junto a
un terrorismo
fanático y sanguinario, con la amenaza del
narcotráfico. Fujimori y Chávez, son los encargados
de avanzada de un nuevo tipo de dictadura que
tiene eco en otros países latinoamericanos.
Es fácil comprobar que los militares adquirieron
una mayor prominencia, Fujimori Y Chávez se volcaron hacia
las fuerzas armadas para mostrar su poder, lo tomaron como
partido político, al no ser el movimiento que los
llevó al poder una organización compacta y tan eficiente con
presencia en todos los estados o departamentos del
país.
Como afirma Fernando Rospigliosi, intelectual peruano,
"Hugo Chávez es definitivamente un nuevo caudillo. Y
aunque en el terreno de la verborrea es diametralmente opuesto a
Alberto Fujimori –parco y mal hablado-, integran ambos el
todavía pequeño grupo de nuevos dictadores de
finales del siglo XX. En sólo seis meses, Chávez
recorrió gran parte del camino que a Fujimori le
tomó casi dos años. Disolvió el congreso
elegido en noviembre de 1998 y creó una asamblea
constituyente donde controla el 95% de los
escaños".
No sólo eso, ambos han acudido a ardides sucios:
han manipulado la maquinaria electoral y el sistema judicial y
han restringido la libertad de
prensa substancialmente para poder ganar al adversario
político. Ambos creen o creyeron, con tal de derrotar a la
vieja clase política, todo atajo es válido, no
importa si cuestionable.
Para Michael Shifter el "presidente Hugo Chávez
ha protagonizado una campaña polarizante, de
retórica virulenta, atacando los medios de
comunicación y a la iglesia
católica".
Por naturaleza, Chávez tiene un manejo de
hombre de
espectáculo. Por horas se presenta en radio y televisión en el espacio "Aló
Presidente", trasmitido en vivo donde desafía a sus
críticos, amenaza a sus enemigos, canta con toda el
alma, recita
poemas, cita a
Bolívar y hasta llora.
Afirma también Rospigliosi, que "Fujimori le
debió envidiar a Chávez, porque éste
tenía o tiene un diario propio, un programa de T.V .
y otro de radio, donde el mismo hace regalos a las personas que
acuden a pedir favores. Sin duda que un renovado Fujimori. Ha
inventado además, una nueva religión, el
"bolivarianismo", que todos los venezolanos tienen que aprender y
recitar. Demás está decir que Chávez es el
sumo sacerdote e intérprete infalible de esa
religión. Tiene una cobertura ideológica de la que
careció su predecesor en esta nueva forma de
autoritarismo. Chávez nació un 28 de Julio y
Fujimori afirmaba lo mismo; aunque en el último
cumpleaños de Chávez 40 000 "espontáneos"
celebraron tan feliz día, cifra no alcanzada por
Fujimori".
Pero también Chávez ha superado a Fujimori
en cuanto a la Constitución, que establece la
reelección inmediata con un incremento del periodo por
seis años de duración, lo que se traduce a
Chávez en el poder por lo menos doce años, sin
contar una reforma constitucional o una "interpretación auténtica " para
poder volver a postular y reelegirse en las elecciones del 2010.
Además ha controlado en el poder judicial,
el congreso (el poder moral), ha
perseguido las mismas cosas que buscaron los golpistas peruanos
de 1992: perpetuarse en el poder indefinidamente y gobernar sin
contrapesos, acabando con la independencia
de poderes y controlando las instituciones que debían
fiscalizarse. "También cuenta con una nueva Corte Suprema
y una Asamblea nacional, que es unicameral desde que
abolió el antiguo senado y que está repleta de
aliados suyos. Chávez les ha otorgado a las Fuerzas
Armadas venezolanas un papel en su gobierno que no tiene
precedentes, entregándoles cargos claves a oficiales
veteranos". Como en el Perú, los partidos "tradicionales"
venezolanos: Acción
Democrática y COPEI, están al borde de la
extinción, y en el periodo de crisis política de
los últimos años no han surgido nuevos partidos que
puedan llamarse tales. Esta nueva forma de autoritarismo de
finales del siglo XX, ha buscado nuevos cauces que no contradigan
los mandatos de EE.UU. y a la Comunidad
Internacional que han prohibido los golpes de estado, implica
mantener ciertas formas democráticas para enmascarar el
verdadero contenido dictatorial. Con los militares ocupando un
papel decisivo en las sombras.
Para Martha Pinzón, periodista venezolana, es
preocupante el giro que Chávez le ha dado a su gobierno.
"Un último ejemplo que intranquiliza especialmente en
cuanto al equilibrio
democrático es la "ley habilitante"
aprobada por la Asamblea Nacional el 27 de octubre del 2000, que
le otorga poderes especiales al Presidente para legislar por un
año sin debate
parlamentario".
O la propuesta sobre "los sistemas de protección
de la constitución"
Que se recuerde semejante acto de fidelidad y
sujeción del poder
legislativo no se vio de tal forma en el Perú. Se
sabía de antemano que todo proyecto enviado
por el ejecutivo debía ser aprobado sin tapujos o medias
tintas. Antes Del golpe del 92, Fujimori pidió poderes
especiales para emitir una serie de decretos que ayudarían
al accionar del ejecutivo. Pero el congreso peruano, anuló
todos los poderes emitidos por juzgarlos de irrealizables. Acto
seguido Fujimori preparó el golpe del 5 de abril de 1992.
Este poder delegado sólo contribuye para que Chávez
acumule un mayor poder dictatorial, y un paso más para
centralizar el poder y evitar toda
fiscalización.
Joaquim Ibarz, intelectual español, afirma que
Chávez, está tras los pasos autocráticos de
Alberto Fujimori, "como si siguiera un guión, respetando
una fachada democrática el presidente venezolano gobierna
con la misma pauta autoritaria que instauró Alberto
Fujimori. Aunque uno y otro llegaron al poder con la bandera de
la anticorrupción".
Coincide con Joaquim Ibarz, Lourdes Flores, ex-candidata
presidencial peruana por la democracia cristiana, al afirmar
cuando estuvo en Caracas, que Chávez tiene mucho de
Fujimori: por el autoritarismo y la destitución de
instituciones democráticas. Como si Fujimori fuera la
inspiración del presidente venezolano. Sin duda que lo
estudió con detalle todos los pasos dados por Fujimori,
desde que ganó la presidencia en 1999; sobre todo
cómo se podría instaurar un régimen
autocrático con un barniz democrático.
"Fujimori –afirma Joaquim Ibarz-, basó su
legitimidad no en el respeto a las instituciones y a la
constitución que juró defender, sino en el apoyo
popular que se encargó de fomentar e instrumentalizar. De
hecho, la mayoría de peruanos aplaudieron el autogolpe
fujimorista".
Otro índice de relación entre ambos
gobiernos autoritarios, señala que varios colaboradores
cercanos a Chávez son oficiales que participaron en la
asonada de noviembre de 1992 contra Carlos Andrés
Pérez y que tras fracasar, se refugiaron en
Iquitos-Perú. El trato que se dio a estos oficiales fue
como de oficiales del propio Perú: grato hospedaje y
óptimo mantenimiento
incluyendo el sueldo de un militar en actividad.
Tanto Chávez como Fujimori tienen o tuvieron una
amplia mayoría parlamentaria. Los dos han querido un
Estado a la medida de sus necesidades antidemocráticas,
para poder perpetuarse en el poder.
Asegura Joaquim Ibarz que, "hacen redactar y aprobar
constituciones que facilitan gobernar en forma autoritaria con
apoyo militar. Uno tiene origen golpista y el otro dio un
autogolpe; los dos acabaron con los partidos políticos
tradicionales y sometieron a todas las instituciones del Estado,
en especial al poder judicial, que pusieron a su servicio. Aunque
prometieron acabar con la corrupción, ésta se
institucionalizó al no existir ningún control. Si
Fujimori estableció el régimen más corrupto
en la historia del Perú, el propio Chávez dijo en
la Asamblea Nacional "estoy de la corrupción hasta la coronilla".
Ambos se volvieron cómplices leales, facilitando
el enriquecimiento ilícito de los mandos militares,
fomentando la participación de las fuerzas armadas en
funciones
políticas, utilizando el Servicio de Inteligencia como un
instrumento de control
interno.
"Pero sin duda –afirma Joaquim Ibarz-, el elemento
que ha unido a ambos personajes es la figura de Montesinos,
quién preparó en Perú la buena acogida a los
oficiales venezolanos. Después, en su fuga, no fue casual
que el ex-asesor escogiera una clínica de Caracas para
someterse a una operación de cirugía estética. En Venezuela se sintió
protegido. Todo indicó que el hombre
fuerte de Fujimori gozó de protección del gobierno
de Hugo Chávez".
Según el analista peruano Gustavo Gorriti "para
Chávez y Fujimori, las fuerzas de seguridad son el eje a
partir del cual hay que gobernar, es todo un concepto y ambos
utilizan la democracia como débil
cosmética".
Por otro lado, tanto Fujimori como Chávez
capturaron a los medios de comunicación, en especial la
televisión. El ex-presidente peruano logró en parte
someter a algunos periódicos y a todos los canales de T.V.
(a excepción de canal N, de cable); Chávez
encuentra más resistencias
que intenta desmontar recurriendo a la amenaza que enarbola
siempre; tal como lo hizo Fujimori: la utilización de las
inspecciones tributarias como una medida de amedrentamiento a las
empresas.
Fujimori (a cargo de Montesinos) fue un maestro, algo que
Chávez aún no logra ejecutar.
No cabe sino afirmar que la manera como Chávez
conduce a su régimen se parece mucho al fujimorismo. Es
claro que Chávez se siente afectado con las comparaciones
a Fujimori, lo que prueba que él también se da
cuenta de que hay signos muy
claros de que su régimen evoluciona en una dirección autoritaria y no
democrática.
Hugo Chávez pretende aplicar un sistema
autoritario con aparentes medidas democráticas, que
solucione los graves problemas de su país; pero lo que no
entiende o, no quiere entenderlo; que no hay modernización
por la vía autoritaria, la destrucción de las
instituciones no contribuye a la estabilidad del
país.
Todavía no se entiende que, a pesar de sus
imperfecciones, el sistema democrático es el mejor sistema
de gobierno. Ello nos permite canalizar las trabas y
obstáculos del sistema
político. Los gobiernos autoritarios, los
tratados y otros que ocurrieron en la historia, con sus
medidas arbitrarias, no solamente no solucionaron el atraso y la
ingobernabilidad del país; sino que lo atrasan
política y económicamente, en las formas de
supervivencia democrática. Todavía creemos o nos
ilusionamos que las medidas fuertes traerán orden y luego
progreso. Necesitamos una formación cívica, moral y
política que nos permita sacudirnos, de una vez, del
colonialismo que es origen para que los pueblos no renuncien a
vivir en libertad y sometidos en sus decisiones.
Las nuevas formas de hacer política imponen una
democracia plebiscitaria, acentuando el principio de la
mayoría por sobre la libertad, que hacen que se
esté "en campaña permanente". Es la
videopolítica, que cambió el ámbito
público a uno donde las distinciones entre público
y privado son borrosas. Se han devaluado el papel de las
organizaciones de intereses ciudadanos, los partidos
políticos.. La ciudadanía se ve representada por
organizaciones que no son parte de la institucionalidad
estatal.
Todavía se creía que el Perú y
Venezuela, a principios de los
90 tenían una democracia inderrotable, que no podía
ser derrocada otra vez. Esta ilusión se volvió en
fortaleza. En realidad se avanzó poco, o se
retrocedió, en la construcción de instituciones
democráticas, que son la base sólida de un
régimen.
Venezuela y Perú, siguen siendo caudillistas, con
o sin Chávez, con o sin Fujimori. Es muy poco lo que se ha
avanzado en la dirección contraria, de la
institucionalidad y el imperio de la ley. Ellos son apenas dos
ejemplos del modo en que los sistemas políticos regresan a
sus raíces autoritarias en tiempos de dificultades. De
todas maneras, siempre hay un lugar para el optimismo: en tanto
América Latina siga progresando en lo político y
económico es cada vez más difícil que surjan
nuevos caudillos y es probable que ese caudillismo no
degenere en autoritarismo y permanezca más en latencia que
en acto.
Santiago, 2 de Mayo de 2004.
- El Nuevo Autoritarismo en América Latina.
Fondo de Cultura
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Paidos, Buenos Aires,
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América Latina en los 90". - ¿Puede superar la Democracia Venezolana su
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Oscar Landi, en "Partidos y Clase Política en
América Latina en los 90". - Gobernabilidad en América Latina: La
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Gabriel Murillo y Juan C. Ruíz, en "Partidos y Clase
Política en América Latina en los
90". - La Amenaza de la "Fujimorización"
Gobernabilidad y Democracia en Condiciones Adversas:
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Iván Rodríguez Alegre