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Antología del Estado de México




Enviado por gustavogaycanche



    1. Amuzgos
    2. Chinantecos, Chonchos y
      Chontales
    3. Huaves y
      Mazatecos
    4. Mixes y
      Mixtecos
    5. Triques y
      Zapotecas
    6. Zoques
    7. Folklore
    8. Costumbres
      indígenas
    9. La danza
    10. Fiestas
      populares
    11. La
      guelaguetza
    12. La época
      colonial
    13. Leyenda y
      tradición

    IDIOMA PRINCIPAL.

    El idioma principal de México es
    el castellano o
    Español

    Amuzgos

    Los amuzgos habitan en el este de la Región de la
    Sierra Madre del Sur, ellos mezclan sus creencias
    católicas con sus tradiciones: todavía creen en
    espíritus del mal, su vida depende de ellos y que sean
    castigados o premiados. Si hay una sequía o epidemia, lo
    consideran un castigo por su mal comportamiento
    y para solucionarlos realizan ceremonias encabezadas por el brujo
    y rezan al santo patrono. En su organización política, aunque
    respetan la que es reconocida oficialmente, tiene ciertos rasgos
    tradicionales como son la jerarquía ascendente de cargos y
    su propia forma de elección de funcionarios. Los
    cuicatecos se ubican en las regiones de la Sierra Norte y de la
    Cañada en el distrito de Cuicatlán. Viven en un
    mundo de magia en el cual brujos y hechiceros son una necesidad
    de todos los días. Antes de empezar una pequeña
    ceremonia rezan a los chaneques y duendecillos o espíritus
    que pueden ayudar o dañar. Los chatinos se encuentran en
    la Región de la Sierra Madre del Sur, y Sola de Vega. Lo
    accidentado del terreno permite la diversidad de climas y
    recursos
    naturales. Por ello, a pesar de que predomina el catolicismo,
    tienen muchas creencias mágico-religiosas, creen que los
    fenómenos naturales como la lluvia, el viento, el trueno,
    etcétera, son propiciados por espíritus o deidades,
    a los cuales les rinden culto, encabezando las ceremonias los
    brujos. Las prácticas mágico-religiosas se asocian
    a todas las etapas de la vida; por ejemplo, los niños,
    a los 7 días de nacidos, son llevados con el brujo para
    que les den un nombre secreto. Las enfermedades se consideran
    de origen sobre natural, enviadas como castigo por no seguir las
    normas o
    tradiciones. En cuanto a su organización política,
    la región está dividida en municipios y el hombre, por
    obligación social, presta servicios
    gratuitos a la comunidad.

    Chinantecos,
    Chonchos y Chontales.

    Los chinantecos se localizan principalmente en las
    regiones del Golfo y parte de la Sierra Norte. Tienen un origen
    desconocido, pero aún conservan sus tradiciones y
    creencias relacionadas con los astros, fenómenos
    meteorológicos, animales y
    árboles, etc. En la chinantla se ha perdido
    la forma tradicional política; actualmente el consejo de
    ancianos sólo cumple funciones
    religiosas.

    Los chochos habitan al norte de La Mixteca, en los
    límites
    con puebla en los distritos de Coixtlahuaca y Teposcolula. De su
    antigua organización social sólo queda la
    cofradía de los santos, encargada de organizar la fiesta
    del santo patrono, cuyos gastos corren a
    cargo del mayordomo. La brujería sigue teniendo una gran
    influencia.

    Los chontales se ubican al sureste de Oaxaca, en parte
    de los distritos de Yautepec y Tehuantepec. Por las condiciones
    geográficas de la zona, la población se encuentra muy dispersa. Sin
    embargo, sus tradiciones se conservan en todos ellos. El consejo
    de ancianos es muy importante; un anciano al que le llaman
    chagola, preside las ceremonias en las que se mezcla lo
    católico y lo autóctono.

    En san Mateo del Mar, por ejemplo, cuando hay
    sequía se acercan a la orilla del mar para suplicar la
    lluvia y su petición es acompañada por los
    tambores.

    Huaves y
    Mazatecos

    Los huaves viven en los municipios costeros del distrito
    de juchitán. Este grupo, al
    igual que los anteriores, mezcla el catolicismo con sus creencias
    tradicionales. Le rinden culto a elementos naturales con la
    creencia de que tiene espíritu. Efectúan ceremonias
    llevadas a cabo por todo el grupo. Los huaves han recibido poca
    influencia mestiza; por tanto conservan la
    organización política tradicional, la cual
    comprende tres niveles: en el primero, los policías y
    comunicadores de las noticias, los
    regidores en el segundo y en el tercero se encuentran los jefes
    de los niveles anteriores: el juez, los alcaldes o el presidente
    municipal.

    Los mazatecos viven en la Región de la Sierra
    Norte de nuestro estado, principalmente en el distrito de
    Teotilán. Como habitan sobre lo que ha permitido la ladera
    de la Sierra que da al Golfo, su clima
    varía del templado al cálido, lo que ha permitido
    gran variedad de cultivos y árboles frutales. Tienen
    vestigios de su religión
    prehispánica; hacen culto a los espíritus o
    deidades y estas creencias son llevadas a cabo por su brujo. Su
    organización política está de acuerdo con
    las leyes del estado
    y los cargos públicos los desempeñan los mestizos.
    Sólo en comunidades muy pequeñas los
    indígenas participan en este tipo de cargos.

    Mixes y
    Mixtecos

    Los mixes se ubican principalmente en la
    región de la Sierra Norte y en la parte norte del Istmo.
    Desde los años setentas a últimas fechas, en el
    aspecto religioso, han surgido múltiples conflictos por
    la aparición de grupos
    protestantes. Estos grupos han dividido a los habitantes de la
    región ya que han intervenido en sus creencias
    tradicionales. Sus celebraciones son amenizadas por 30 o
    más músicos. Tradicionalmente, éstos reciben
    una buena preparación musical porque ensayan todo el
    año en las escuelas financiadas por el pueblo. Las bandas
    acompañan tanto a los actos religiosos, como a los
    políticos y sociales. La autoridad mixe
    se forma mediante sistema de
    jerarquía tradicional: topiles, policías, cabos,
    mayores, comandantes y religiosos. Al cambio de un
    cargo se le llama "entrega de cuenta" y se celebran actos
    tradicionales.

    Los mixtecos se encuentran al norte de nuestro
    estado, y se ubican en la región del mismo nombre,
    dividida en dos subregiones bien diferenciadas en lo
    ecológico y cultural. La zona se divide en Mixteca Alta y
    Mixteca Baja. Los habitantes de la primera viven en lo alto de
    las montañas, en donde predominan los pinos, y sus
    inviernos son muy fríos. Se sitúa al sur y al este
    de la propia Mixteca, zona sumamente accidentada donde se juntan
    la Sierra Madre del Sur y la Sierra Madre del Norte. El proceso de
    erosión
    de sus suelos es uno de
    los más dramáticos del país. Por lo
    accidentado del relieve
    está bastante incomunicado. Entre los mixtecos el matrimonio es
    concertado con los padres e implica el pago, por parte de los
    padres del novio, de una cantidad de dinero o
    bienes que se
    devuelven si el matrimonio fracasa.

    Aún practican aspectos de su religión
    tradicional heredada de los antiguos mixtecos; creen en la
    existencia de espíritus que controlan las fuerzas de la
    naturaleza, a
    los que hay que respetar para no desatar su furia; se asocian
    para rendir culto a los santos y la festividad más
    importante es la del Santo Patrón. Corresponde al
    mayordomo costear todos los gastos del festejo y esto para ellos
    es un privilegio.

    Su organización política es la que rige
    el estado, en
    la que ellos tienen poca representatividad. Se mantiene el
    llamado servicio, por
    lo que los varones indígenas, al alcanzar la
    mayoría de edad sirven de policías voluntarios por
    un año.

    Triques y
    Zapotecas

    Los Triques se localizan sobre la Sierra Madre
    Sur. Tienen muchas creencias mágico religiosas; creen en
    deidades que rigen los fenómenos como el viento, la lluvia
    y el trueno, a los cuales les rinden culto, lo mismo que al
    "espíritu". En algunos pueblos de la zona trique se
    conserva todavía el consejo de ancianos constituido por
    personas que han cumplido con toda la escala de cargos,
    desde mensajero (topil), hasta el alcalde o presidente municipal.
    Además, deben observar una conducta
    intachable. Se supone que la forma de elección de los
    cargos debe ser democrática; pero en realidad los que
    eligen son los principales y los representantes de los clanes.
    Cada clan tiene su "principal".

    Los zapotecos no conforman una unidad
    homogénea; la diversidad de su medio ha determinado
    grandes diferencias económicas y culturales, por lo que
    han subdividido en tres grupos: lo zapotecos de la Sierra del Sur
    de Oaxaca (Mihuatlán), lo zapotecos de Valles y zapotecos
    del Istmo; estos dos últimos conforman los núcleos
    más numerosos. Los zapotecos del Valle habitan en toda la
    Región de Los Valles, pero principalmente en los distritos
    de Zimatlán, Centro y Tlacolula. Entre los mitos que
    existen se dice que son descendientes de la roca las arenas o
    árboles de la región. Creen en espíritus
    malignos, duendes y en chaneques. Con el cambio, de bastón
    de mando y entrega de cuentas se
    celebran actos tradicionales; la organización
    pública gira en torno al
    ayuntamiento, y aún cuando el período normal para
    los cargos de gobierno es de
    tres años, en estos municipios se ejerce durante un
    año principalmente, porque el presidente municipal electo
    tiene que descuidar sus actividades económicas, con las
    que mantiene a su familia. Con
    motivo de cambio de vara se celebran actos oficiales el primer
    día del año. Aunque un período de un
    año no es reconocido oficialmente, sí es aceptado
    por la comunidad

    Zoques

    Los zoques habitan en el este de la región
    ístmica, en el municipio de Santa María Chimalapa.
    Entre los zoques más tradicionalistas la unidad social de
    la familia
    extensa es muy importante, colaboran todos en las actividades
    agropecuarias, en las cuales participan también los
    parientes. Los asuntos relativos al uso de la tierra,
    como el reparto agrario, casi acabaron esta autonomía de
    barrio, la que, sin embargo, se conserva aún en lo que
    concierne al ceremonial religioso, donde subsistió la
    división. Los cargos en los ayuntamientos quedan
    normalmente en manos de mestizos, sólo corresponden a los
    indígenas los agentes municipales en rancherías,
    colonias y en su caso, los correspondientes a los comisariados
    ejidales.

    La religión de los costumbreros conserva muchos
    elementos que pueden considerarse como prehispánicos,
    persisten las creencias en seres sobrenaturales que son los
    dueños de la tierra, como
    el relámpago, la lluvia y el viento, o que se asocian a
    lugares específicos, como los espíritus de las
    montañas, los bosques, las cuevas y los ríos;
    éstos se identifican con las deidades católicas,
    como la Virgen
    María con la luna y Cristo con el
    sol.

    Los seres sobrenaturales son caprichosos y generalmente
    malos, por lo que pueden causar daños o enfermedades,
    éstos deben tratados por
    medio de rituales mágico religiosos a cargo delos brujos.
    Las deidades católicas son buenas, pero también
    deben ser propiciadas mediante la oración y las fiestas
    conmemorativas. Existe todavía una organización
    jerárquica religiosa tradicional que tiene como función el
    cuidado de la iglesia y el
    mantenimiento
    del culto a los Santos Patronos. Los zoques católicos
    tienen como autoridad inmediata a los sacerdotes y cuentan son
    sus propias asociaciones, otros son "adventistas" o
    "sabáticos" y tienen como ministros de culto a sus
    pastores.

    La religiòn de los mexicanos siempre ha sido la
    RELIGIÓN CATÓLICA. Los católicos
    creemos en Jesús, el hijo de Dios, que vino al mundo para
    salvarnos… Creemos en la Virgen María su madre y
    obedecemos al Papa Juan Pablo II, que es el jefe de toda la
    Iglesia.

    Desgraciadamente, con el paso de los años,
    algunos grupos se fueron separando y formaron su propia
    religión, porque sus ideas eran distintas.
    Ultimamente se han formado muchos grupos que se llaman
    SECTAS y que las inicia un señor que decide que
    él sabe toda verdad.

    La gran diferencia entre la RELIGIÓN
    CATÓLICA
    y estos otros grupos nuevos, es
    que

    la primera LA FUNDÓ JESUCRISTO, el hijo de
    Dios y los segundos se le ocurrieron a ¨quien sabe quien¨
    .

    El Papa Juan Pablo II, Jefe de la Iglesia
    Católica, es el sucesor de San Pedro, que fue el hombre que
    Cristo escogió y dejó como Jefe de su
    Iglesia.

    Folklore

    El estado de Oaxaca posee quizá el más
    rico acervo folclórico entre las entidades del
    país, lo cual en parte seguramente obedece a la diversidad
    de grupos étnicos de muy antiguo establecidos en
    territorio oaxaqueño, mismos que, consecuentemente,
    mantienen usos y costumbres diferentes, inclusive ciertas
    prácticas completamente al margen de toda ortodoxia
    religiosa. El folklore
    oaxaqueño, pues, presenta muy diversos aspectos, y aun
    cuando algunas de sus manifestaciones tienen un carácter común, por ejemplo, el de
    las costumbres observadas en la celebración del Día
    de Finados, en lo general éstas son muy diferentes entre
    sí, pues corresponden a distintos lugares o
    regiones.

    Música

    La música, lo mismo que
    la danza, una y
    otra estrechamente vinculados, son las manifestaciones más
    antiguas del folklore oaxaqueño, sobre todo la
    música prehispánica perviviente aún en las
    melodías ancestrales interpretadas con los primitivos
    instrumentos indígenas: tlapitzalli o
    chililihtli (vulgo "chirimía") y teponaztli,
    a los que a veces va acoplada una de esas antiguas trompetas que
    debieron haber utilizado las tropas españolas durante la
    conquista.

    Estos conjuntos,
    integrados por regla general por dos músicos, y
    excepcionalmente por seis o siete, invariablemente hacen acto de
    presencia en las festividades titulares de los poblados
    indígenas y aun en algunas celebraciones religiosas de la
    ciudad, y son, pudiérase decir, los representantes del
    folklore musical autóctono, cuyas interpretaciones se
    distinguen por los sonidos guturales, agudos y estridentes,
    integrantes de melodías de composición arbitraria,
    impregnadas de cierta monotonía y basándose en
    sonidos frecuentemente repetidos y aparentemente
    inconexos.

    Durante la Colonia el folklore musical indígena
    cobra manifestaciones diferentes, bajo la influencia de la
    cultura
    europea. Esta influencia es la que se manifiesta, a lo menos en
    parte, en la música popular que actualmente forma parte
    integrante del folklore oaxaqueño; así podemos
    apreciarlo en la Sandunga, melodía de sentido
    específicamente racial, pero que, sin embargo, presenta en
    sus tiempos vivaces tanta semejanza con las movidas "jotas" y las
    alegres "bulerías" españolas, lo mismo que los
    exultantes "jarabes" del valle con los vertiginosos giros de las
    tocatas de Bach. Esa influencia, pues, y sobre todo la introducción de la actual escala musical,
    pues el pentagrama de la música prehispánica consta
    solamente de cinco notas, hizo posible la concepción y
    arreglo de las actuales melodías indígenas,
    particularmente entre los zapotecas que son quienes más se
    distinguen por sus manifiestas aptitudes en el cultivo del
    arte musical,
    siendo de origen zapoteca las populares melodías
    istmeñas: la Sandunga, Petrona, Juanita, La Llorona y la
    Tortuga, y los jocundos "sones" y "jarabes" de Villa Alta, la
    Sierra, el Mixe y el Valle de Oaxaca, que, con los no menos
    movidos "sones" y "chilenas" de la costa:

    El Zopilote, El Toro, la San marqueña, El
    Panadero, El Palomo, La Indita, La Petenera y la
    Malagueña, integran el aspecto más conocido del
    folklore musical de nuestra entidad, pues existen varias
    melodías poco popularizadas, con su correspondiente letra
    en lengua
    aborigen, tales como La Paloma de la región mazateca y el
    Dunzáa, de Yalalag

    Costumbres
    indígenas

    Las costumbres sociales, religiosa o de otra
    índole, observadas en las comunidades indígenas,
    son de carácter muy variado y ofrecen abundantísimo
    material para los estudios e investigaciones
    de carácter sociológico. Entre las que
    pudiéramos llamar colectivas hemos reseñado ya la
    de la Mayordomía, en la que una sola persona sufraga
    considerables gastos en provecho de los demás, y de la
    guelaguetza, donde al contrario, todos contribuyen para beneficio
    exclusivo de una sola persona.

    A estas costumbres agregaremos la del tequio (voz nahoa,
    "cosa que tiene o da trabajo"), que
    no es una institución, sino una costumbre establecida en
    los pueblos del estado, la cual impone a todos y cada uno de los
    vecinos de un lugar la obligación de prestar su concurso
    personal en la
    ejecución de toda obra de interés
    colectivo, por ejemplo: la construcción de un templo, una escuela, el
    edificio del Ayuntamiento, un camino o la reparación
    periódica de éste. Merced a ese sistema es
    rápida y fácilmente ejecutada cualquier obra de
    beneficio común en las poblaciones
    indígenas.

    Y la manera de convocar al vecindario para acordar todo
    lo concerniente al tequio, es bastante original en ciertos
    lugares; en algunos de la Mixteca el topil o alguacil notifica la
    comparecencia de casa en casa; en otras poblaciones el aviso es
    dado quemando determinado número de cohetes; en los
    pueblos de Tlacolula se convoca por medio el caracol, y en
    San
    Agustín Atenango el topil hace el llamado a gritos,
    desde un montículo que domina la
    población.

    Estas costumbres que, desde luego, constituyen un
    aspecto bastante apreciable pero desconocido del folklore
    oaxaqueño, presentan muy diversas manifestaciones y son
    observadas principalmente en los ritos matrimoniales, en las
    defunciones, las siembras, las cosechas, la caza y otros aspectos
    más de las actividades públicas y privadas, entre
    las cuales manifestaciones llegan a figurar no pocas
    prácticas supersticiosas. De estas costumbres las
    relativas al matrimonio presentan bastante originalidad. En el
    Istmo se acostumbra verificar un simulacro de rapto, con la
    consiguiente y también simulada pugna de la parentela de
    la novia, para rescatarla; en los pueblos de Tlacolula el
    pedimento de mano es hecho a través de un personaje
    especial, el huehuete, quien desempeña las funciones que
    en otros lugares corresponden al sacerdote, fijándose en
    caso afirmativo el número de guajolotes que debe entregar
    el pretendiente a los padres de la pretensa, y en la Mixteca el
    acto matrimonial culmina en el "parangón" que un anciano
    pronuncia ante los contrayentes, mismo que constituye una serie
    de consejos y exhortaciones al cumplimiento de las obligaciones y
    deberes que su nuevo estado les impone, siendo tradicional entre
    los zapotecas del Valle y los de Yalalag. el baile que ejecutan
    en la calle los acompañantes del cortejo nupcial, cargando
    a cuestas el baúl, metate, garrafón de mezcal,
    apaztle, sillas, aves de corral
    y demás que llevan como obsequio a los
    desposados.

    Las defunciones son también objeto de
    prácticas bastante singulares entre los indígenas y
    aun entre la clase popular
    de la ciudad, pues entre ésta se acostumbra velar a los
    niños fallecidos, con baile. En la región de El
    Rincón (Villa Alta) la velación y entierro se
    verifican con música, alternándose las preces y
    responsos con melodías de carácter diverso, y en
    Tlaxilac de Cabrera se deposita en la fosa, junto al
    cadáver, el itacate o bastimento que se piensa ha de
    necesitar el extinto para el gran viaje. Esta misma
    práctica se observaba, posiblemente lo siga siendo entre
    los tacuates de Zacatepec (Putla), donde las doncellas eran
    enterradas con el bastimento, el huso o el malacate y la bola de
    algodón, instrumentos de las ocupaciones a
    que se dedicó en vida, y un perrillo sacrificado al borde
    del sepulcro, no volviendo a ser ocupada la casa que habitaba
    "para que el ánima de la difunta pudiera gozar de
    tranquilidad". Y algo semejante ocurre con los procedimientos
    curativos sobre el "mal de ojo" y el de "susto".

    Este último se cura entre los indígenas
    triques encendiendo una vela en el sitio exacto en donde el susto
    se produjo y rociando con agua, o
    aguardiente, nuca, piernas, espalda y pecho del enfermo, a
    tiempo que se
    pronuncian ciertas invocaciones para el caso.

    Entre la diversidad de costumbres observadas por los
    indígenas oaxaqueños hay algunas que revisten un
    carácter solemne, y otras un sentido de religiosidad
    acendrado.

    Entre las primeras figura la renovación del
    poder civil,
    representado por el Ayuntamiento y Alcaldes, a quienes con toda
    gravedad y en un ambiente de la
    más absoluta circunspección se confiere el
    bastón de mando, de fina madera con
    contera de plata, símbolo de la autoridad que representan,
    empuñando el cual comparecen en los primeros días
    de enero ante el gobernador del estado para presentarle sus
    respetos. Entre los segundos se halla, o por mejor decir se
    hallaba porque ya casi ha desaparecido, la de acción
    de gracias al término de la cosecha; en esta
    ocasión eran engalanados bueyes y carreta, la que
    volvía con las últimas mazorcas, y
    acompañada en procesión por los campesinos que,
    portando velas de cera y ramos de flor de cempoalxochitl iban
    entonando el "Alabado" durante el trayecto, se encaminaban a la
    capilla o templo del lugar para dar gracias al Todopoderoso por
    los beneficios recibidos. Ahora, dentro de su carácter
    religioso, también la nota profana llega a imprimir un
    toque de marcado sabor vernáculo en ciertas festividades,
    como sucedía hace cincuenta años en la festividad
    del Señor de Santa María, del barrio del
    Marquesado, donde se celebraba al mismo tiempo el Jueves de los
    Compadres con una rumbosa fiesta cuyo atractivo principal lo
    constituía el baile de "cuadrillas y de "lanceros", que
    requerían varios días de constante
    preparación, mismo que terminaba con la regocijante "danza
    calabaceada", en la cual, entre guiños y señales
    de inteligencia
    más o menos embozadas las comadres terminaban dando
    "calabazas" a los compadres.

    En esta festividad se acostumbraba agasajar a los
    visitantes, tanto en la Mayordomía como en las casas
    particulares, con un suculento mole de guajolote. Y esta
    costumbre de proporcionar la alimentación al
    visitante, durante la celebración de la festividad
    titular, aún perdura en los pueblos de El Rincón
    (Villa Alta), donde basta el simple hecho de llegarse a la puerta
    de cualquier casa y pronunciar el tradicional "padiuxe" (saludo
    en lengua indígena, zapoteca), para que al instante le sea
    proporcionada al visitante la escudilla con caldo de res y unas
    cuantas tortillas.

    La
    danza

    Tan variado como el acervo musical indígena es el
    de la coreografía oaxaqueña, siendo algunas danzas
    trasuntos de los primitivos areytos aborígenes verificados
    en honor de las divinidades tutelares, como cierta danza que se
    ejecuta en Yatzona (Villa Alta), de movimiento y
    pasos completamente primitivos, bailada por un grupo de cuatro o
    cinco indígenas tocados con vistoso penacho y cubiertos
    únicamente con un simple taparrabo. En todo el estado de
    Oaxaca la región que más se distingue en este
    aspecto en la de Villa Alta, porque la celebración de toda
    fiesta titular va acompañada invariablemente del
    consiguiente espectáculo coreográfico, ejecutado
    por conjuntos de niños o de adultos.

    Entre la diversidad de danzas ejecutadas en la
    región, porque son muchas, tenemos como más
    conocidas la Danza de San Marcos, de carácter
    pantomímico, semejante a los bailes rituales africanos, El
    Coloquio, en la cual van bordando los danzantes una serie de
    complicadas figuras con listones multicolores pendientes de la
    extremidad de un alto poste clavado en tierra, y los Negritos,
    que se distingue por sus variadas evoluciones y la matemática
    precisión del paso, marcando la ejecución de la
    primera los primitivos instrumentos indígenas:
    pífano y atabal, y de las segundas una moderna
    banda.

    En la región mixe, vecina de la villalteca, son
    ejecutadas también diversas danzas, entre ellas: la Danza
    del Caballito, bailada en Camotlan; la Danza Tehuacanera, de muy
    poca originalidad en Tlahuitoltepec; la Danza de los Mechudos,
    bastante llamativa, en Ayacaxtepec, y la Danza del Tigre, de
    carácter cinegético, en la que se representa el
    acoso y muerte de la
    fiera, en Ixcuintepec, existiendo una danza de igual nombre
    ejecutada por los indígenas de Amuzgos (Putla). De mucha
    originalidad y movimiento es asimismo la Danza Yalalteca (Villa
    Alta), que se ejecuta en parejas tomadas de las manos, y el
    Shandé de los indígenas triques de Copala
    (Juxtlahuaca), bailado por una pareja al compás del
    estribillo marcado por un violín y un tambor,
    ejecutándose en la fiesta titular de dicha
    población una cierta danza en la que participan solamente
    las mujeres que van girando en círculos
    cerrados.

    Todas estas danzas tienen un carácter
    completamente regional y algunas presentan una singularidad
    extraordinaria, siendo éste el caso del San Balilú,
    baile ejecutado por los indígenas de Santa Catarina
    Estetla (Etla), trasunto de antiquísimo rito matrimonial,
    en el que cuatro matronas, cargando a cuestas las andas o tapexco
    sobre el que va encaramada la desposada, van trenzando los lentos
    movimientos que marca el son de
    un violín y una jarana. Pero existen danzas de
    carácter común que, con algunas variantes, se
    ejecutan en diferentes regiones, y éstas son la Danza de
    Santiago y la Danza de los Moros, bailadas en cuadrillas y en las
    cuales interviene el diálogo,
    en verso, pues son una especie de dramatizaciones
    coreográficas en las que se remontan, en la primera,
    episodios de la conquista, y en la segunda las pretéritas
    luchas sostenidas entre moros y cristianos. Estas danzas se
    ejecutan principalmente en la Costa y la Mixteca, siendo
    conocidas en Juxtlahuaca con los nombres de Los Rubios, y Los
    Chareos.

    Pero indudablemente, la danza máxima, nervio del
    folklore coreográfico oaxaqueño, la constituye la
    Danza de Pluma. Es asimismo una escenificación, mitad
    dialogada y mitad coreográfica, del drama de la conquista,
    en la que intervienen los principales personajes de la misma:
    Motecuhzoma, capitanes del ejercito tenochca, la Cihuapilli, la
    Malinche, Cortés, Pedro de Alvarado y tropas
    españolas, presentando la parte coreográfica de
    esta danza un espectáculo soberbio, en la perfecta
    sincronización de movimientos y los inverosímiles
    giros y flexiones de los danzantes tocados con altos y
    multicolores penachos entretejidos de finísima pluma.
    Cierra, por último, el cuadro de la coreografía
    oaxaqueña, la serie de danzas y bailes populares
    ejecutados en la verificación de diversos actos sociales:
    el baile de El Toro, acostumbrado en Macuiltianguis
    (Ixtlán), que es un simulacro de toreo entre el hombre y
    la mujer, los
    movidos "jarabes" zapotecas, el baile de la Sandunga y otros
    más.

    En el Istmo y los "sones" y "chilenas" bailados en
    Pochutla, Juquila, Jamiltec, Putla y Sola de Vega, existiendo,
    además, la Danza de los Jardineros, bailada en cuadrillas,
    una mitad de hombres vestidos de mujer, que se
    ejecuta en Oaxaca, en la festividad del Señor de Santa
    María, y en los pueblos de los contornos, siendo muy
    vistosa e interesante por sus originales y complicadas
    evoluciones.

    Fiestas
    populares

    Las festividades populares que se celebran en
    determinadas fechas y en diferentes poblaciones de la entidad
    pero sobre todo en la capital, por
    su mismo carácter presentan muy diversas facetas de
    nuestro folklore. Siguiendo el orden cronológico
    correspondiente a dichas festividades enunciaremos en primer
    lugar la celebración del carnaval que en la capital no
    presenta actualmente ningún interés pero sí
    en diversas poblaciones del Valle y la Mixteca, y muy
    especialmente en Putla, donde la celebración cobra
    manifestaciones extraordinarias con la participación de
    casi todos los jóvenes de la localidad, inclusive
    señoritas, cuyos disfraces, de confección
    improvisada, son bastante originales y llamativos. Después
    del Carnaval los Viernes de Cuaresma son las celebraciones de
    mayor importancia, con las romerías que se organizan a
    determinados santuarios y la verificación de grandes
    ferias comerciales, agrícolas y ganaderas, en los mismos,
    siendo las más importantes, las del primero, en Santa
    María Ixcatlán (Teotitlán) y Teposcolula; la
    del segundo en Santa Catarina Yosonotú (Tlaxiaco); la del
    tercero en San Juan Copala (Juxtlahuaca); la de cuarto en
    Tezoatlán (Huajuapan) y Huaxpaltepec (Jamiltepec), y la
    del quinto en la Villa de Etla; la celebración de todos
    estos viernes se verifica en la capital con los tradicionales
    paseos matinales al Llano, y el cuarto, Viernes de la Samaritana,
    con el obsequio de aguas frescas en los templos de la ciudad,
    mercados y
    algunas casas particulares.

    A seguir, la Semana Santa es una de las celebraciones
    más importantes en la ciudad de Oaxaca; esta
    celebración tiene un carácter completamente
    costumbrista y se distingue también por la austera
    solemnidad de los diferentes actos litúrgicos y el
    acentuado sabor vernáculo de los profanos; y aun cuando la
    implantación del rito antiguo en mucho ha modificado los
    anteriores usos y costumbres que antiguamente se estilaban, la
    celebración conserva muchas y muy originales
    manifestaciones populares, tales como el reparto de aguas frescas
    la tarde del Martes Santo en el barrio de Xochimilco, la
    ceremonia del Lavatorio y la visita a los altares de los templos
    el Jueves Santo, y al día siguiente los Encuentros en
    Jalatlaco, Xochimilco y el Marquesado, el sermón de las
    Siete Palabras y los Descendimientos, lo mismo que el solemne
    pésame presentado a la Virgen de la Soledad, por la noche,
    que es una de las ceremonias más impresionantes y
    patéticas.

    Algunas celebraciones regionales revisten un tipicismo
    clásico entre ellas las populares "Velas" del Istmo,
    principalmente la verificada en Juchitan, en el mes de abril, en
    honor del Santo Patrono del lugar, San Vicente Ferrer. El aspecto
    más pintoresco de estas "Velas" lo constituye la
    manifestación pública o paseo por las calles de la
    población; lo componen varias carretas adornadas con ramas
    y flores, y la yunta con collares de papel de china y la
    cornamenta pintada de vivos colores; a bordo
    de las carretas van nutridos grupos de señoritas ricamente
    ataviadas, con jicalpextles llenos de flores y de fruta que van
    tirando al paso, a la concurrencia, siendo muy de ver el
    abigarrado conjunto de formas de la comitiva, a caballo o a pie,
    verificándose al final del recorrido una espléndida
    fiesta en la casa de Mayordomo de la
    celebración.

    El día de la Santa Cruz, el 3 de mayo, tiene una
    celebración especial en la ciudad, colocándose en
    todos los zaguanes de las casas una cruz adornada con flores,
    pero lo celebra principalmente el gremio de albañiles, quemando cohetes durante toda la
    mañana y colocando cruces, engalanadas también en
    el remate de las construcciones que están levantando. En
    este mismo mes tiene lugar la verificación de la fiesta
    titular de la vecina población de Xoxo, donde forma parte
    de los actos profanos el espectáculo de los toros de lidia
    en un corralón improvisado a un costado del templo, siendo
    acostumbrado también este espectáculo en algunas
    otras poblaciones del Valle Villa Alta y la Mixteca.
    Después de esta festividad se presenta, en la segunda
    quincena de julio, otra de las más importantes, y la
    más antigua de Oaxaca, como trasunto que es de cierto rito
    indígena, mexica, practicado mucho muy antes del
    establecimiento de la ciudad española, siendo ésta
    la del Lunes del Cerro, con la correspondiente octava.

    Esta fiesta, verificada hace cincuenta años con
    toda sencillez, ha llegado a revestir en la actualidad, al igual
    de la de la Noche de Rábanos y las Calendas de Navidad, un
    poderoso incentivo de interés turístico, llegando a
    convertirse en un espectáculo singular, con la
    ejecución de los diversos bailes y danzas populares de las
    siete regiones del estado, la música también
    popular correspondiente a las mismas y la exhibición del
    pintoresco atavío de los ejecutantes; es, pues, una fiesta
    de recio y vigoroso colorido, de acentuado sabor
    folklórico; un espectáculo soberbio desenvuelto en
    un escenario natural que tiene como fondo la magnífica
    perspectiva del anchuroso Valle de Oaxaca.

    A esta festividad sigue, el 31 de agosto, la tradicional
    ceremonia de la bendición de los animales, en el templo de
    la Merced, a la que concurre el vecindario conduciendo sus
    animales domésticos, pintados de vivos colores unos,
    engalanados otros con flores o listones y los más
    enfundados en atavíos de muy diversa confección,
    con lo cual la inventiva popular pone en la ceremonia una nota
    regocijante y pintoresca.

    Poco después, los segundos domingo y lunes de
    octubre tienen verificativo, respectivamente, la gran feria de
    Tlacolula y la festividad de Santa María el Tule,
    aquélla de carácter comercial y ésta de
    carácter diríamos recreativo para las familias que
    antiguamente asistían a la misma conducidas a bordo de
    carretas, derramándose los asistentes por todos los
    ámbitos del pueblo para saborear las bebidas, viandas y
    frutas del lugar, a la fresca sombra de los fresnos, tal como se
    disfruta de uno de tantos días de campo.

    A seguir se presenta la Fiesta de Finados, o los
    Muertos, como también es conocida, misma que constituye
    otra de las festividades que se celebran por tradición,
    prolongándose todo el mes de noviembre pues la primera
    celebración, la del día 2, corresponde a la ciudad,
    y cada lunes de los siguientes al Marquesado, Xoxhimilco y San
    Felipe del Agua; la nota costumbrista en esta fiesta,
    independientemente de la visita a los panteones que se verifica
    siempre con el estreno de alguna prenda de vestir, lo que
    también se acostumbra en Semana Santa, la ofrecen
    principalmente los "altares de muertos", recubiertos de flores
    aromáticas, de ceras votivas, de frutas de la temporada y
    de los diversos guisos y platillos

    que se condimentan en tal ocasión y son
    depositados como ofrendas a las
    ánimas de los deudos, teniendo esta conmemoración
    de los fieles difuntos un carácter general, pues se
    celebra en igual forma en todas las poblaciones del
    estado.

    Después de la festividad de Nuestra Señora
    de la Concepción, verificada el 8 de diciembre y que se
    distingue por la extraordinaria romería celebrada en el
    cercano pueblo de San Juan Chapultepec, las fiestas de mayor
    importancia son las de la Virgen de la Soledad, Patrona de
    Oaxaca, el día 18, la de la Noche de Rábanos, el
    23, y la de la Navidad, el 25, en cuya víspera tiene lugar
    el recorrido de las calendas de todos los templos de la ciudad,
    con sus originales y suntuosos carros alegóricos. De estas
    últimas festividades la correspondiente a la Noche de
    Rábanos es la que presenta uno de los más
    característicos perfiles folclóricos, en la
    exhibición de muy diversos y artísticos productos de
    manufactura
    popular, confeccionados con flores naturales y enceradas, y sobre
    todo de rábanos de fantásticas formas y
    apariencias.

    La
    guelaguetza

    El origen prehispánico de la
    guelaguetza

    La antigüedad de la actual festividad de los "Lunes
    del Cerro", se remite a finales del siglo XV; su origen se deriva
    de la celebración de ritos prehispánicos de
    adoración y pedimento a la diosa azteca protectora del
    maíz
    "Centeocihuatl" o "Centeotl", en cuyo honor se realizaban danzas
    y comidas rituales que culminaban con el sacrificio de una
    doncella, quien durante el lapso de las festividades era
    considerada la representación misma de la
    deidad.

    Los festejos y ritos se realizaban en lo que ahora de
    conoce como Cerro del Fortín, y que antaño era
    denominado por los zapotecos como "Tani Lao Nayaaloani" o
    "Daninayaloani" que significa Cerro de Bellavista, en la cima de
    la cual se encontraba una guarnición azteca a cuyas faldas
    se fundó el asentamiento de "Huaxyacac", origen de la
    actual ciudad de Oaxaca.

    Esta festividad, fue bien acogida por los pueblos
    zapotecos y mixtecos, quienes también realizaban ritos de
    petición a sus dioses agrícolas: "Cosijo", dios de
    las lluvias y "Pitao Cocobi", de la agricultura y
    las mieses, especialmente el maíz. A estas divinidades los
    zapotecos acostumbraban propiciarlos mediante "actos rituales en
    los cuales se entregaban dones (Xilla, Xilaapaaneza),
    acompañados de cantos y danzas", con el fin de propiciar
    suficientes lluvias, y, por tanto, lograr una gran cosecha.
     La época
    colonial

    Con el advenimiento en 1521 de los conquistadores
    europeos, y la consiguiente evangelización, las
    festividades del Lunes del Cerro sufrieron
    transformaciones.

    Así, los nuevos amos, viendo que los
    indígenas continuaban visitando anualmente el Cerro del
    Fortín, instituyeron la fiesta de la Virgen del Carmen,
    coincidiendo las fechas con las anteriores celebraciones
    prehispánicas. Se estableció que la fiesta se
    celebrara el domingo 16 de julio, día de la Virgen del
    Carmen, y cuando no cayera el 16 en domingo entonces la fiesta se
    verificaría el primer lunes siguiente a dicha fecha, con
    su correspondiente segundo lunes a los ocho días. Debido a
    esto, las festividades se denominaron desde entonces como "Lunes
    del Cerro".

    Para sustituir el uso del "cempazúchil", flor
    amarilla, de intenso aroma, que se ofrenda a la doncella
    sacrificada, los religiosos católicos engalanaban el
    templo con flores blancas: azucenas, nardos y
    otras.

    Se inició así el proceso de
    "aculturación" y sincretismo que enmarca hoy día a
    las festividades del Lunes del Cerro. Los festejos cristianos
    añadieron nuevos elementos y significados, algunos de
    ellos ya extintos en las festividades actuales, pero cuya
    trascendencia sigue vigente en muchos festejos populares de las
    comunidades del estado. Entre éstos, destacan las danzas
    de "Gigantes" y el desfile de las "Marmotas", que se efectuaban
    después de las celebraciones litúrgicas en honor de
    la Virgen del Carmen, dando pie a procesiones populares, donde
    las gentes iban ataviadas con disfraces ridículos y
    cargando las marmotas.

     "Son las marmotas unos globos grandes, formados
    por carrizos sostenidos por un palo en el centro. En el globo ser
    forman gajos y éstos se cubren de manta blanca, sobre las
    cuales los misioneros pintaban pasajes del Nuevo y Viejo
    Testamento. (Castro, Mantecón, 1981:58)

     La guelaguetza actual

     Durante los turbulentos años del siglo XIX,
    las festividades de las procesiones del Lunes del Cerro perdieron
    gran parte de la fastuosidad de las procesiones de la
    época colonial. No obstante, la costumbre de festejar a la
    Virgen del Carmen, e ir posteriormente el primero y segundo lunes
    al cerro, prosiguió. En estas épocas las familias
    preparaban almuerzos y comidas que disfrutaban en el cerro.
    Después iban a tomar exquisitas nieves de frutas y
    degustaban ricas golosinas de nombres estrafalarios:
    "gollorías", "mostachones", "gendarmes", "charamuscas",
    etc.

    Hacia 1928-1930 se trató de dar mayor realce a
    las festividades y se incluyó por primera vez la
    escenificación de la "Danza de la Pluma", propia de varios
    pueblos zapotecos y mixtecos de Valles Centrales, que representa
    la gesta de la Conquista.

    Los antecedentes contemporáneos de la
    presentación de bailes regionales dentro de la Guelaguetza
    se remontan al año de 1932, cuando se celebró el IV
    centenario de haberse otorgado a Oaxaca el rango de ciudad,
    realizándose un "Homenaje Racial" en el que las diferentes
    regiones del estado dedicaron cuadros de danza en honor de la
    capital celebrándose además el concurso para
    seleccionar a la "Señorita Oaxaca". En esa ocasión,
    a la ganadora se le ofrecieron varios presentes tales como
    sarapes de Teotitlán del Valle, loza verde de Atzompa y
    negra de Coyotepec, mezcal de Santa Catarina Minas y pan de
    Tlacolula, entre otros. Este tipo de presentes, realizados en
    ocasiones muy especiales, se acostumbra entre los zapotecos para
    corresponder a atenciones o servicios prestados por una persona o
    familia y se conocen como "guelaguetza", vocablo zapoteca, sobre
    cuyo significado aún hay polémica.

    La importancia de esta costumbre destaca el tomar en
    cuenta que en muchos pueblos de los Valles Centrales las familias
    registran en un libro la ayuda
    recibida bajo esa manifestación de fraternidad a fin de
    saber con precisión cuáles son las obligaciones
    contraídas, a las cuales, a su vez, hay que corresponder.
    Se acostumbra dar guelaguetza en los casamientos, los nacimientos
    y los funerales, ofreciendo ritualmente a los contrayentes o
    familiares comida, guajolotes, cigarros, mezcal o dinero,
    situaciones que deberán ser retribuidas de igual manera
    por los beneficiarios, estableciéndose así una
    extensa red de
    compromisos sociales. La guelaguetza también se realiza
    para corresponder a quienes ayudan en las labores de la siembra o
    la cosecha.

    En el Istmo de Tehuantepec se dice que la palabra
    Guelaguetza deriva de la palabra zapoteca "Guendalizaá",
    que hace alusión a "una actitud, una
    cualidad con la que se nace; un sentimiento por medio del cual el
    zapoteco acepta, sirve y ama a su prójimo; es el
    sentimiento de parentesco, de hermandad, de compartir con todos
    los hermanos lo mejor de la naturaleza"

    A partir de 1951, las festividades del Lunes del Cerro
    adoptan el término popular de la "Guelaguetza", debido a
    que las delegaciones regionales acostumbran traer, para regalar
    entre el público, productos artesanales, frutas y bebidas,
    además de ofrendar a los concurrentes su música y
    sus bailes. Ambos aspectos de las festividades del "Lunes del
    Cerro" y el vocablo "Guelaguetza" identifican al conjunto de
    actividades realizadas durante el primero y el segundo "Lunes del
    Cerro". Como parte de éstas, desde 1968 cada
    delegación presenta una candidata al título de
    "Diosa Centeotl". La elegida es investida públicamente y
    preside las festividades, que se realizan desde 1974 en el
    auditorio del Cerro del Fortín, situado donde
    anteriormente se levantaba una rotonda al aire libre
    conocida como "Rotonda de la Azucena", sede original de las
    modernas festividades de la Guelaguetza.

    Además de los bailes y danzas regionales
    presentados en el Auditorio del Cerro del Fortín, y la
    elección de la Diosa Centeotl, se llevan a cabo diversas
    actividades artísticas y culturales paralelas en el lapso
    comprendido entre el primero y el segundo Lunes del
    Cerro.

    Acaso como una expresión original de una cultura
    popular la Guelaguetza haya perdido autenticidad, pero su
    fuerza festiva
    pervive lo ritual junto a lo profano, subsiste un modo propio y
    único de ser y de entender al mundo, en el cual es posible
    descubrir una riqueza de expresiones que revela el colorido de la
    diversidad cultural de caracteriza a todo México y,
    especialmente, al estado de Oaxaca.

    Leyenda y
    tradición

    La leyenda tiene un carácter general, es algo
    común en la historia de todos los
    pueblos, ya sea concebida en un hecho inverosímil, es
    decir, producto de un
    mito, o bien
    fundada en la verificación de un remoto y significativo
    suceso, en cuyo caso a veces toma cuerpo de tradición, de
    la que a su ves, derivan ciertos usos, prácticas y
    costumbres cuyas manifestaciones constituyen precisamente la
    médula del folklore.

    En esta aspecto Oaxaca cuenta con diversidad de leyendas de
    carácter mítico e histórico; entre las
    primeras figuran la leyenda zapoteca del nacimiento del fuego, la
    del mítico alumbramiento de los árboles de Apoala,
    progenitores del primer hombre y la primera mujer mixtecos, y la
    del mutuo aniquilamiento de chontales y chatinos en el que
    participan los genios de ambos pueblos, empeñados en una
    contienda fabulosa en la que unos y otros recurren al empleo de sus
    poderes sobrenaturales; entre las segundas figura la
    poética leyenda de la princesa Donají, la de la
    Santa Cruz de Huatulco que, según consigna la
    tradición, fue plantada muchos años antes de la
    conquista en playas oaxaqueñas, y la de las singulares
    apariciones de la Virgen de la Soledad y la de Juquila. Pero
    omitiremos toda referencia a unas y otras puesto que este aspecto
    por su misma amplitud requiere un trabajo especial.

     

    Gustavo Gay

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