- Reformulación de la
consigna - El valor, punto de partida para
llegar al dinero - Relación entre valor y
dinero: la medida del valor - Dinero como medio de
circulación - Unidad del dinero como medida
del valor y como medio de
circulación - El dinero como
dinero - Por qué el dinero como
dinero es una condición necesaria para su
transformación en capital
Lo primero que debemos hacer para encaminar este estudio
es definir claramente hacia adónde nos dirigimos.
Sólo después de saber nuestro punto de llegada
podremos encontrar el camino que nos conduzca hacia
él.
En mi opinión, para esclarecer la consigna,
debemos establecer qué entendemos por "unidad de las
funciones". Podemos definir "función"
como el papel que cumple un cierto ente dentro de un sistema. Por lo
tanto, nuestra consigna consistiría en analizar los
distintos papeles que cumple el dinero
dentro del sistema capitalista que describe Marx.
Evidentemente, en el capitalismo
hay dinero.
Entonces, la consigna nos llevaría a plantearnos ciertas
preguntas que se derivan de nuestra definición de
"función": ¿Por qué hay dinero? ¿Por
qué no podemos concebir un capitalismo en que no hubiera
dinero? ¿Qué lugar ocupa el dinero dentro del
sistema?
Sin embargo, la consigna no se limita a estudiar
exclusivamente la función del dinero dentro del sistema
sino que sugiere que existiría una unidad dentro de sus
funciones. Entonces, ahora debemos preguntarnos qué
entendemos por "unidad".
Una de las definiciones del diccionario
para este término sostiene que es una "unión o
conformidad entre distintas partes". Ésta será la
definición que utilizaremos en el presente estudio. Por lo
tanto, al preguntarnos sobre la unidad de las funciones del
dinero nos estaremos preguntando si existe una armonía
entre los papeles que cumple el dinero dentro del sistema
capitalista. Ahora podremos plantear una serie de
problemáticas que se derivan de nuestra
reformulación de la consigna: ¿Todas las funciones
del dinero convergen armoniosamente? ¿Existe alguna
contradicción entre ellas?
Puesto de esta manera, estas preguntas aún
podrían parecer algo abstractas. En efecto, quizás
no se entienda con total claridad qué significa
"armonía" y "contradicción". Por lo tanto,
aún debemos reformular nuevamente la consigna para
resolver este problema. Nuestra nueva reformulación
utilizará el concepto de
"valor" al que
aún no nos hemos referido.
Sabemos que el valor es una propiedad de
la mercancía. Veremos a lo largo del estudio que el dinero
surge como un paso necesario dentro del desarrollo de
la mercancía. Por lo tanto, sus distintas funciones
deberían permitir que la ésta cumpla con su
objetivo
dentro del sistema capitalista: intercambiarse y circular para
que los productores satisfagan sus necesidades.
Ahora sí podemos plantear más
concretamente nuestra problemática. Si todas las funciones
del dinero sirven para que la mercancía cumpla con su
causa final, diremos que existe una unidad entre ellas. Si al
menos una de las funciones del dinero no lo permite, diremos que
tal unidad no existe.
Probablemente existan otras maneras de plantear el
problema y resolverlo. Sin embargo, en este estudio nos guiaremos
por las premisas que hemos definido. Por lo tanto, en base a lo
que hemos dicho, plantearemos una serie de preguntas que nos
guiarán a lo largo de este trabajo.
¿Qué relación existe entre valor y dinero?
¿Por qué es necesaria la existencia del dinero?
¿Cuáles son las funciones del dinero?
¿Existe una unidad entre sus funciones? Como podrá
apreciarse, el trabajo
estará centrado fundamentalmente en la cuestión del
dinero. El problema del valor lo abordaremos de una manera mucho
más escueta pues ha sido ya el objeto de un estudio
anterior. Tampoco nos detendremos demasiado a estudiar la
teoría
anti-cuantitativa del dinero.
Ahora que ya hemos definido claramente nuestra
problemática y nuestros objetivos,
presentaremos la estrategia
expositiva. La tesis que
intentaremos probar es que no hay unidad entre las funciones del
dinero y justamente esta ausencia de unidad será una
condición necesaria del capitalismo pues es lo que, en
definitiva, permitirá la transformación del dinero
en capital.
El esquema que seguiremos en este estudio será el
siguiente. Comenzaremos por el análisis de la mercancía y
presentaremos el concepto de valor. Luego, veremos por qué
el valor se manifiesta necesariamente en el dinero. En ese punto,
ya habremos encontrado la primera de las funciones del dinero: la
medida de valor. Aquí veremos que el dinero es una
consecuencia necesaria del desarrollo de la mercancía. En
un tercer momento, presentaremos sus otras dos funciones y nos
preguntaremos qué unidad podemos encontrar entre todas
ellas. En mi opinión, la unidad se encuentra tan
sólo entre las primeras dos funciones. La función
de dinero como dinero es, desde mi punto de vista, la
negación de las primeras dos pero al mismo tiempo es
necesaria para comprender por qué el dinero se transforma
en capital. De este modo, nuestro análisis no
quedará contenido exclusivamente dentro de la
teoría de la mercancía sino que nos
permitirá abrir las puertas de la teoría del
capital.
El valor, punto de
partida para llegar al dinero.
Este trabajo no podría comenzar por otro lugar
que no fuera el concepto de valor, fundamento del dinero y de la
economía
marxista. Por lo tanto, debemos comenzar por formularnos la
pregunta: ¿Qué es el valor?
Mirando a nuestro alrededor veremos cosas que de una
manera u otra nos son útiles pues satisfacen necesidades.
También veremos que pocas de esas cosas (si es que alguna)
las hemos producido con nuestras propias manos. Pero aún
así, allí se encuentran y son nuestras. Estas cosas
tienen las más diversas características
físicas y son frutos de distintas clases de trabajo. Es
decir que hay distintas formas en la que el hombre
puede gastar su fuerza de
trabajo (haciendo sillas, televisores etc.). A esta capacidad que
tiene el trabajo de producir valores de uso
la llamaremos trabajo concreto puesto que se materializa
sensiblemente en un objeto. Por lo tanto, el producto
"silla" es fruto de un trabajo concreto
determinado que es el del carpintero.
¿Cómo es posible que toda una serie de
productos
útiles estén a nuestra disposición sin que
nosotros los hayamos fabricado? Obviamente, estas cosas fueron
producidas por otras personas y nosotros, de algún modo,
nos hemos apropiado de ellas, nos hemos apropiado del fruto de
diversos trabajos concretos. Ahora bien, lo que nos interesa
saber es cómo hemos logrado esta
apropiación.
En nuestra sociedad no
hay esclavos que produzcan valores de uso y los cedan a sus
propietarios sin pedir nada a cambio.
Entonces, la única forma de obtener los productos es a
través del intercambio. Si la única forma de
obtener las cosas útiles para la vida es a través
del intercambio, debemos preguntarnos qué es lo que hace
que las cosas sean cambiables: ¿Por qué hay
intercambio? El intercambio de mercancías podría
perfectamente no existir pues no siempre ha existido ni existe en
todas las sociedades.
Podrían existir otras formas de asegurar la
satisfacción de las necesidades de los hombres. La
respuesta a esta pregunta del por qué del intercambio
será la que nos introduzca en la cuestión del
valor.
En efecto, como ya hemos dicho, cada productor no
fabrica todo lo que necesita para satisfacer sus necesidades sino
que tiende a especializarse en cierto producto. Por lo tanto este
modo de organizar la producción se basa en una división
social del trabajo entre distintos productores. Entre la
multiplicidad de mercancías que produce esta
división social, podemos hallar una unidad, un hilo
imperceptible que conecta a todos estos valores de uso tan
diferentes en apariencia. La unidad consiste en que todas las
mercancías son productos del trabajo humano abstracto.
Abstrayendo todas las características específicas
de las mercancías (peso, color, ancho,
largo) abstraemos también las características
específicas de los trabajos que las producen (los
martillazos del carpintero y las cuchilladas del carnicero) y nos
quedamos con una amorfa gelatina de trabajo o trabajo humano y
social abstracto.
Tomemos un producto cualquiera en nuestra mano. Lo
primero que vemos es su materialidad corpórea, fruto del
trabajo concreto. Es precisamente esta materialidad la que hace
de esa mercancía un objeto útil, un valor de uso.
Pero al mismo tiempo, ese producto es también fruto del
trabajo abstracto y es, por lo tanto, un valor. Su magnitud de
valor estará determinada por la cantidad de trabajo humano
abstracto que la mercancía requiera para su reproducción. La conclusión que
podemos extraer en este punto del análisis es que la
mercancía es una objetivación de valor. Entonces,
al ser un valor producido por un productor independiente, la
mercancía es cambiable necesariamente pues se produce para
ser cambiada.
Ahora bien, ya sabemos lo que es el valor. Ahora se nos
presenta otro problema: no podemos conocerlo en su propia
substancia puesto que es intangible. No podemos saber, de manera
directa, qué cantidad de trabajo humano abstracto ha
insumido la producción de alguna mercancía. Si no
lográramos superar este obstáculo, el valor
quedaría reducido a una pura metafísica
sin relación con la vida práctica. Por lo tanto,
debemos responder a una pregunta que acabará por
desembocar en la génesis del dinero: ¿Cómo
se manifiesta el valor?
Relación entre
valor y dinero: la medida del valor.
Sabemos que el valor es una substancia social, producida
por el trabajo humano abstracto que se materializa en cualquier
tipo de mercancía. Por otro lado, sabemos que éste
no puede expresarse en su propia substancia. Omitiremos
aquí el desarrollo de la forma simple y desplegada de
valor pues su exposición
sería una muy larga digresión y no es central para
el tema de este trabajo.
Tan sólo diremos que el valor se manifiesta bajo
la forma de valor en el cuerpo de otras mercancías. Sin
embargo, el valor no se expresa en el cuerpo de una
mercancía cualquiera sino en aquél de una
mercancía aceptada universalmente como equivalente: el
oro. De este
modo, como equivalente general, el oro se transforma en
mercancía dineraria. Ésta es, según Marx, la
génesis del dinero. El dinero nace de una necesidad de
expresar el valor y la magnitud de valor de distintas
mercancías en un polo común.
Al convertirse en dinero, el oro adquiere ciertas
características particulares. La que interesa destacar en
este momento del análisis es que el oro puede ahora
enfrentarse a todas las demás mercancías bajo su
forma relativa. Es decir que todas las demás
mercancías son equivalentes particulares para el
áureo metal. De aquí podremos desprender una
primera característica importante del dinero: no
sólo el dinero es una mercancía sino que es la
mercancía general directamente cambiable por cualquier
otra. El dinero posee una enajenabilidad absoluta pues ninguna
mercancía se resiste a cambiarse por ella.
Por lo tanto, ésta es la primera función
del dinero: la medida del valor. Las distintas mercancías
expresan no sólo su valor sino también su magnitud
del valor en el cuerpo del oro. Por este motivo, podemos afirmar
que el precio de una
mercancía es la expresión en dinero de la magnitud
de valor que ésta contiene. Es decir que la primera
función del dinero consiste en actuar como la medida ideal
del valor de las mercancías. ¿Por qué
llamamos "ideal" a esa medida?
La razón es que aún no hemos ingresado en
la esfera del intercambio. Supongamos una mercancía que es
producto de una hora de trabajo humano abstracto. El valor de
esta mercancía se expresa en una determinada cantidad de
oro que también sea producto de una hora de trabajo humano
abstracto. Por lo tanto, aquí vemos que el desarrollo de
la forma de valor se encuentra en la base de la primera
función del dinero. No hay necesidad alguna de que esta
mercancía se cambie por el oro. Lo único que
sabemos es que esa mercancía tiene la potencia de
cambiarse por oro en una cierta proporción puesto que
ambos son valores.
Dinero como medio de
circulación.
En este punto puede realizarse la transición del
dinero como medida ideal del valor al dinero como medio de
circulación. ¿Bajo qué condición
puede darse esta transformación de una mercancía
particular en un equivalente general? Obviamente, el dinero debe
tener una existencia real efectiva.
Supongamos que miles de productores fueran al mercado a ofrecer
sus bienes pero
que no hubiera dinero. Sin duda, los precios
seguirían existiendo y el carpintero seguiría
exclamando: "vendo esta silla por una onza de oro". El dinero
como equivalente general e ideal aún seguiría
cumpliendo su función de medir el valor. Sin embargo, no
podría concretarse ni una sola transacción pues las
mercancías concretas desean convertirse en dinero, no en
otra mercancía concreta. Por lo tanto, no podría
llevarse a cabo el proceso de
metabolismo
social en que el dinero funciona como mediador. En este caso,
existe una enorme cantidad de mercancías, de
objetivaciones de tiempo de trabajo abstracto que no pueden
relacionarse entre ellas porque no pueden convertirse realmente
en dinero.
Por lo tanto, aquí vemos que el dinero juega un
papel fundamental en el proceso de metabolismo social.
Sólo cuando se produce efectivamente la
metamorfosis de la mercancía particular en la forma
dineraria, el productor sabe que su trabajo concreto forma parte
del trabajo social,
del cúmulo de valor generado por la división social
del trabajo. En otras palabras, gracias a la existencia del
dinero, el productor sabe que el fruto de su trabajo es
valor.
Entonces, cuando el dinero aparece en su forma real como
medio de circulación puede llevarse a cabo el metabolismo
social que es el intercambio. En nuestra reformulación de
la consigna nos planteábamos en qué sentido el
dinero sirve para cumplir con los fines de la mercancía.
Ahora vemos que es absolutamente fundamental. Si el dinero no
funcionara como medio de circulación, la mercancía
no podría realizar lo que le es propio: cambiarse (al
menos ésta es la conclusión a la que podemos llegar
en este punto del análisis).
El oro que recibe el zapatero es utilizado para
comprarle al carpintero quien lo usa para comprar vino etc. Por
lo tanto, aquí vemos que lo propio del dinero como medio
de circulación es precisamente circular. El dinero existe
para circular y hacer circular a las mercancías.
También vemos aquí la importancia del concepto de
"valor" en la realización efectiva de este
metabolismo.
El zapatero tiene entre sus manos un producto que
representa una hora de trabajo humano abstracto. Lo cambia por
una onza de oro (que también representa una hora de
trabajo). Luego, con esta onza de oro, compra una silla que
también es producto del mismo tiempo de trabajo abstracto.
De este modo, vemos que el dinero tiene por función el
permitir la circulación de distintos valores de uso de
iguales magnitudes de valor (en el momento presente del
análisis, aún no nos preocupa si existen
discrepancias entre precios y valores). Gracias a la existencia
del dinero como medio de intercambio, puede realizarse el
objetivo de la división social del trabajo: la
satisfacción de necesidades específicas a
través de distintos trabajos específicos pero que
adquieren, como valores, un carácter social.
Unidad del dinero
como medida del valor y como medio de
circulación.
Ahora que hemos presentado las dos primeras funciones
del dinero, veremos que existe una unidad entre ambas.
La función de medida de valor hace que las
mercancías expresen su magnitud de valor idealmente en una
determinada cantidad de dinero. La función de medio de
circulación hace que se realice efectivamente el
intercambio. El problema se presenta de la siguiente manera: en
un primer momento, hay un cúmulo de mercancías
donde cada una tiene un precio fijado idealmente. Ahora bien, ya
hemos mencionado que el intercambio sólo puede realizarse
(en este punto del análisis) utilizando al dinero real
como medio de circulación.
Marx sostiene que, en el marco de la circulación
pura, no quedan mercancías sin vender. Por lo tanto, todo
el dinero ideal se transforma en dinero real pues sólo de
este modo se cumple que todas las mercancías encuentran
comprador. Es decir que si hay mercancías cuya suma de
precios (expresión de valor en dinero ideal) es de 20
onzas de oro, debe haber una cantidad tal de oro que permita que
todas las ventas se
realicen a esos precios. Esto no significa necesariamente que la
magnitud de valor de la masa de oro en circulación deba
coincidir con la magnitud de valor de las mercancías pues
también debe considerarse la velocidad de
circulación. Si la velocidad de circulación del
dinero es más elevada, una menor cantidad de dinero puede
permitir la circulación de la misma cantidad de
mercancías.
De todos modos, en líneas generales, el dinero en
circulación se adaptará a la suma de los precios
que deban realizarse. ¿Por qué debe adaptarse
necesariamente? Evidentemente, en este punto, consideramos al
dinero sólo como un medio de circulación que
permite que las mercancías se cambien. Recordemos que
habíamos establecido que existe unidad de las funciones
cuando éstas sirven para el objetivo de la
mercancía. Esto es precisamente lo que ocurre aquí.
La función del dinero como medida del valor permite que
las mercancías tengan un precio. La función del
dinero como medio de circulación permite que el precio se
realice. Por lo tanto, estas dos funciones constituyen una
unidad. Una mercancía siempre tiene un precio y este
precio siempre se realiza en el marco de la circulación
pura.
Podríamos agregar también que estas dos
primeras funciones son interdependientes. Por un lado, la
función del dinero como medida del valor es anterior a la
función de medio de circulación. La primera
condición que debe cumplirse para que haya intercambio es
que las mercancías expresen su valor en el cuerpo del oro.
Esta es una conclusión a la que Marx llega aún
antes de ingresar en la esfera del intercambio (recordemos que lo
presenta al final del capítulo I, antes de describir el
proceso de intercambio).
Pero al mismo tiempo, hay una razón que explica
por qué las mercancías expresan su valor en el oro
y no en otro cuerpo. El motivo es un proceso social que
así lo determinó puesto que el oro cumplía
con ciertas características deseables (posibilidad de
fraccionarse, de fundirse etc). En efecto, el capitalismo no
puede funcionar con una economía de trueque. De ahí
nace la necesidad práctica de contar con un medio de
circulación aceptado universalmente por todos los
productores. Por lo tanto, en este sentido, el uso
histórico del oro como medio de circulación
antecede a la expresión del valor. Si no fuera el oro el
medio de circulación socialmente aceptado, ninguna
mercancía expresaría en él su
valor.
Entonces, vemos que hay una unidad entre el dinero como
medida de valor y como medio de circulación.
Ahora bien, hasta aquí estamos describiendo una
sociedad donde el oro circula constantemente permitiendo
así un constante movimiento de
las mercancías. El dinero funciona como un medio que
permite realizar un fin que se desprende de la razón misma
de ser de las mercancías: el metabolismo social que
requiere que las mercancías se cambien. Por lo tanto,
hasta aquí estamos describiendo una sociedad que no
atribuye al dinero más que su función de permitir
el intercambio. Una vez que el vendedor se desprende de su
mercancía, vuelve al mercado para adquirir otro valor de
uso. Es decir que el fin último del vendedor es hacerse de
otro valor de uso para satisfacer sus necesidades.
Sin embargo, no es esto lo que ocurre en la sociedad
capitalista. En mi opinión, esto se aplica mejor a una
economía intersticial donde los productores son lo
suficientemente pobres como para tener que gastar todo su ingreso
en la satisfacción inmediata de sus necesidades. Por lo
tanto, no debe extrañarnos que en esta clase de
organización de la producción el
dinero cumpla, en los hechos, con la sola función de ser
un medio de circulación.
Sin embargo, a medida que se desarrolla el capitalismo,
se desarrolla también la acumulación. El sistema
capitalista introduce cambios en las mentalidades de los hombres
y estos cambios van a introducir una nueva función del
dinero.
Supongamos que realizáramos una encuesta
callejera preguntando a la gente: "¿Qué entiende
por "ser rico"?". Probablemente, la respuesta que
obtendríamos en la mayoría de los casos
sería "ser rico es tener mucho dinero". Ésta es
precisamente la mentalidad que guía al atesorador quien
busca acumular la mayor cantidad posible de dinero. Sin embargo,
este dinero ya no volverá a la circulación, no
volverá a salir del tesoro. Su carácter de valor se
ha desdibujado y sólo cuenta como valor de uso. El
atesorador desea acumular dinero porque tiene un valor de uso
para él y no por su absoluta enajenabilidad que le
permitiría comprar cualquier otra
mercancía.
Aquí encontramos una contradicción entre
esta función del dinero y las anteriores: si el dinero no
va al mercado a relacionarse con las demás
mercancías, a reconocerlas como equivalentes particulares,
ha perdido una de sus funciones: la de oficiar como un medio de
circulación. Es decir, que el dinero se ha independizado
de tal forma que ya se ha transformado en un fin en sí
mismo, ha dejado de cumplir con la función para la que fue
creado originariamente. Recordemos que Marx nos dice, en el
capítulo II, que el dinero surgía de la necesidad
social de facilitar el intercambio. El oro se transformaba
así en una mercancía universalmente aceptada como
medio de compra. Así surgía la función del
dinero como medio de circulación.
Sin embargo, con el atesoramiento, el dinero se niega a
sí mismo en su función de permitir la
circulación de las mercancías y entra así en
flagrante contradicción con su razón de ser
originaria. En un principio, el dinero surgía como un paso
necesario dentro del desarrollo de la mercancía: no
podía realizarse el intercambio mercantil sin la presencia
del dinero. Y precisamente, la necesidad de intercambiar
mercancías surge del tipo de organización de la
producción que caracteriza al capitalismo: la
división social del trabajo con productores privados e
independientes.
En el dinero como medio de pago o como dinero mundial no
hay diferencias fundamentales (en este aspecto) con el rol del
atesorador. El deudor también busca al dinero para pagar
deudas y no para adquirir otros valores de uso, para hacer
circular mercancías. El dinero como medio de pago
también pierde la función de ser un medio de
circulación de las mercancías. En efecto, vemos que
éstas se mueven aún en ausencia del dinero. Por lo
tanto, en este caso se tergiversa el ciclo M – D – M puesto que
ya no es necesario el cambio de manos del dinero en el momento
mismo en que la mercancía cambia de manos. En rigor, ya ni
siquiera es absolutamente necesario el dinero para realizar
transacciones porque cuando se desarrolla el dinero crediticio,
las compensaciones entre bancos hacen que
el dinero ni siquiera entre en circulación (se cancelan
las deudas mediante un clearing bancario). Hasta podríamos
imaginar una situación extrema en que las
mercancías circularan sin necesidad de dinero. Supongamos
que hubiera dos productores (A y B) que producen distintas
mercancías. Las mercancías que ambos producen
tienen un precio de una onza de oro. Suponemos que A le compra a
B y B le compra a A. Entonces, el productor A le firma a B un
cheque y B le
firma otro a A por el mismo valor. El día en que se
realice el clearing, los bancos compensarán las cuentas y no
habrá necesidad de un movimiento de dinero para cancelar
las transacciones. Las mercancías han circulado pero no
así el dinero.
Por lo tanto, aquí vemos que el dinero se ha
desligado de su función de medio de circulación.
Sin embargo, su necesidad como medida de valor sigue tan presente
como al principio. Las mercancías que se compran y se
venden aún tienen un precio expresado idealmente. Si una
manzana vale una onza de oro, ése será su valor de
cambio sin importar el momento en que sea pagada la
transacción. Sin embargo, la segunda función del
dinero ya no aparece como necesaria. Así llegamos a una
conclusión curiosa: el dinero ha dejado de cumplir la
función para la que fuera creado: permitir la
circulación de las mercancías. Ahora vemos que ya
no es necesaria la presencia efectiva del dinero en el proceso de
intercambio.
Recapitularemos brevemente nuestro recorrido antes de
extraer las conclusiones pertinentes.
En un primer momento, hemos presentado el concepto de
valor. Luego, hemos visto que el valor necesita inexorablemente
una forma de expresión sin la cual no sería de gran
utilidad pues
no podría ser conocido. A partir de ese punto hemos
desembocado, por necesidad, en el dinero como forma general de
expresión de valor y así hemos definido la primera
de sus funciones: la medida del valor.
Sin embargo, hemos visto que la función de medir
el valor era insuficiente puesto que la existencia de dinero real
es necesaria para el correcto funcionamiento del proceso de
metabolismo social. Así hemos llegado a la segunda
función del dinero: el medio de circulación.
Gracias a esta segunda función, la expresión del
valor contenido en la mercancía puede realizarse
efectivamente utilizando al dinero real como equivalente general
y permitiendo así el intercambio. Hemos visto que la
función del dinero como medio de circulación,
permitía que los frutos de los trabajos concretos de las
distintas ramas de la división del trabajo se
intercambiaran pues, en cuanto valores, se cambian por un mismo
equivalente. Por lo tanto, así funciona el dinero para
permitir un intercambio entre poseedores de distintos valores de
uso y pueden satisfacerse las necesidades de los
individuos.
De la función del dinero como medio de
circulación se desprende que no es absolutamente necesaria
la presencia efectiva del dinero sino que éste puede ser
reemplazado por la moneda. Dado que el dinero circula
constantemente permitiendo el movimiento de las
mercancías, no es necesario que lo haga "en persona". El
papel moneda puede reemplazarlo pues cumple con la misma
función: permite que se realice el proceso de intercambio.
Por último, hemos presentado la función de dinero
como dinero y hemos mostrado por qué es la negación
de las funciones anteriores.
Hemos visto también que la unidad de funciones
del dinero existe tan sólo entre sus primeras dos
funciones puesto que éstas son interdependientes. En
efecto, el dinero como medio de circulación aparece para
realizar los valores
que se expresaban en dinero por su función de medida de
valor. El zapatero pone un precio a sus zapatos. En el marco de
la circulación directa, este precio se realiza.
Justamente por este motivo el dinero ocupa el lugar
central en el proceso de circulación de las
mercancías: M – D – M. Hay una magnitud de valor contenida
en diversas mercancías. Las mercancías se cambian
por una cantidad de dinero que contiene la misma magnitud de
valor. Luego, el dinero (por su carácter de absoluta
enajenabilidad) se cambiará nuevamente por
mercancías de una misma magnitud de valor que las primeras
(al menos en este momento del análisis podemos suponer que
las magnitudes de valor son iguales). El objetivo de esta
división social del trabajo es asignar los esfuerzos
productivos de modo que puedan satisfacerse las necesidades de
los distintos productores a través del intercambio de
mercancías.
Por lo tanto, desde mi punto de vista, la unidad entre
las tres funciones del dinero sólo puede existir siempre y
cuando el dinero aparezca como subordinado a las
mercancías, como algo que permite que éstas cumplan
con su objetivo. En mi opinión, en las dos primeras
funciones, el dinero cumple con esta condición al tener el
papel de "medio". Es un medio de expresión del valor
(puesto que lo necesitamos para conocer cuál es el valor
de las mercancías) y es también un medio que
permite la circulación.
Es justamente esta relación de
subordinación que va a destruir la función del
dinero como dinero y es por esto que sostengo que no hay unidad
entre sus funciones. En efecto, ya hemos visto cómo el
dinero se independiza, cómo deja de ser un medio para
permitir la circulación de mercancías. En su
tercera función, el dinero se transforma en un fin en
sí mismo: el atesorador lo quiere para acumularlo y el
deudor para pagar. Ya no se lo necesita para circular. La
función de medio de circulación es cumplida por el
papel moneda, no por el dinero. Por lo tanto, vemos que la
función del dinero como dinero, introduce una
contradicción en sus funciones.
Por qué el dinero
como dinero es una condición necesaria para su
transformación en capital.
Ahora bien, con el desarrollo del capitalismo la
función de dinero como dinero adquiere cada vez una mayor
relevancia. El dinero deja de ocupar el lugar central en la
circulación para ubicarse en los extremos. Esto es lo que
Marx describirá como la transformación del dinero
en capital caracterizada por el esquema D – M – D’. Lo que
importa destacar aquí es que no existiría esta
transformación del dinero en capital si el dinero no se
independizara de la mercancía, si la tercera
función del dinero no apareciera como la antítesis de la función como medio
de circulación.
En efecto, hasta podríamos decir que el nombre
"capitalismo" proviene de esta función del dinero como
dinero. Es justamente esta tercera función la que
modifica, desde mi punto de vista, el objetivo del metabolismo
social: la voluntad de los individuos (gobernada por las
mercancías) ya no consiste en cambiar mercancías
por otras para satisfacer distintos valores de uso.
La voluntad de los individuos es acumular dinero. Por lo
tanto, en ambos extremos del ciclo nos encontramos con algo
cualitativamente idéntico: dinero, expresión del
valor social. Esto es algo que sólo ocurre con la
mercancía dineraria y nunca con las demás. En
efecto, el zapatero no va al mercado para cambiar un par de
zapatos por otro par de zapatos. Ni siquiera iría a
cambiar un par de zapatos por dos pares de zapatos. Él no
necesita más de su misma mercancía pues tiene otras
necesidades que satisfacer. Pero curiosamente, sí va al
mercado con la voluntad de cambiar una onza de oro por dos onzas
de oro. Aquí vemos claramente que el dinero no es una
mercancía como las demás.
No es objetivo de este trabajo el estudiar cómo
es que se produce la acumulación del capital. Sin embargo,
en este momento del análisis, ya podemos señalar
una condición sine qua non de la acumulación
capitalista: la consideración del dinero como un fin y ya
no como un medio. Por lo tanto, vemos aquí que el modo
mismo de producción capitalista en que vivimos reposa, en
su base, sobre esta contradicción entre las funciones del
dinero. Sólo si consideramos al dinero como el objetivo de
todos los poseedores de mercancías podremos comprender por
qué este se transforma en capital.
Federico Ast
Estudiante de Economía y Filosofía de la
Universidad de
Buenos
Aires.