*
"El sexo se
proyecta siempre en el dominio
público"
Anthony Giddens.
I.
Nuestra investigación tiene por objeto intentar
encontrar una respuesta respecto al por qué de las
prácticas discriminatorias contra los
homosexuales.
Si bien la homosexualidad
ha comenzado, en los últimos años, a ser más
difundida y publicitada en los medios masivos
de comunicación de nuestro país, esto
no es -creemos- reflejo de una apertura mayor por parte de la
sociedad a sus
reclamos y demandas por un status de igualdad
social. Muestra de ello
son las prácticas discriminatorias -explícitas o
implícitas- que aún perduran.
Al acercarnos al eje problemático, nuestros
interrogantes se formularán en derredor de la
tríada conceptual
"inclusión/exclusión/dominación", como
elementos constitutivos de la formación del ideario social
colectivo. Si estar dentro de un grupo es el
tesoro para quienes tienen la suerte de gozar de ello, por el
contrario esto se convierte en una pesada carga para aquellos que
no logran ser aceptados gracias a prácticas y referencias
excluyentes de lo diferente. Es a partir de aquí que
intentaremos conocer cuáles son los pensamientos y
reflexiones de la sociedad rosarina
hacia las personas que sienten atracción por individuos de
su mismo sexo.
Estar dentro o fuera del tejido societal implica,
entonces, la formulación de valores
morales que son producto y
determinación histórica. En consecuencia, estos
pueden ir transformándose y mutando hacia conductas
sociales propensas al logro de un mayor grado de integración y tolerancia
respecto de lo "diferente" o, por el contrario hacia mecanismos
sociales de discriminación, estigmatización y
eliminación de minorías. Esto es el resultado de
políticas concretas respecto al
ordenamiento sexual y genérico de la sociedad, políticas
que no son el resultado del debate de los
de "abajo", y por ende resolución consuetudinaria, sino
más bien producción discursiva irradiada desde los
círculos cercanos al poder.
Aquí es donde juegan un papel central
las relaciones sociales de dominación – tanto en discurso como
en prácticas concretas, tanto en lo referente al
tratamiento entre los diferentes sectores sociales como a la
asignación precisa de roles que deben cumplir cada uno de
los géneros de la especie humana. Estas relaciones de
dominación, como producto
histórico, no sólo se elaboran en ámbitos
intelectuales que propician y otorgan el fundamento
ideológico de un ordenamiento sociocultural
determinado.
Toda sociedad genera costumbres y normas,
prácticas y creencias, que regulan la expresión
sexual: cuándo tener relaciones sexuales, con quién
tenerlas, cuántas veces, de qué manera, con
qué objetivo y,
sobre todo, qué tipo de relaciones. Cada cultura otorga
valor a
ciertas prácticas sexuales y denigra a otras a partir de
una limitada concepción de la sexualidad.
Hoy, en los discursos
sobre la sexualidad se
entrecruzan tres grandes significados relativos a la esencia de
la sexualidad: a) la reproducción, b) el establecimiento de
lazos afectivos y de compromiso entre las personas, y c) el
placer. Por lo tanto la sexualidad no heterosexual, no de pareja,
no coital, sin fines reproductivos y fuera del matrimonio es
definida como perversa, anormal, enferma, o, simplemente,
moralmente inferior. Quienes ejercen el poder
simbólico establecen las fronteras entre lo normal y lo
anormal, dictaminando qué prácticas son buenas o
malas, naturales o antinaturales, decentes o indecentes (Lamas,
1997).
"Los homosexuales no son normales" – siguen opinando
muchas personas. DE hecho, los homosexuales no sólo fueron
discriminados durante siglos, sino que se los consideraba
punibles de sanción legal. La persecución y el
oprobio obligan a los homosexuales a actividades clandestinas,
ilegales, que en conjunción con una comunidad de
deseos, gustos, hábitos, necesidades y expectativas
originan un estilo de vida peculiar, con sus códigos, sus
rituales, su aprendizaje, su
habla, su glosario. Forman
una sociedad secreta dentro de la sociedad. La
estigmatización del homosexual, derivada en parte de la
imagen
simbólica del varón identificado con la fuerza y de
la mujer con la
debilidad. Al modificarse esta imagen
simbólica en la cultura
popular, el prejuicio homofóbico pierde uno de sus
principales sostenes. Los límites
entre los sexos se vuelven más fluidos entre la mujer y el
varón, pero también, aunque en menos medida, entre
heterosexuales y homosexuales (Sebrelli,
1997:338-360).
En el siglo XX, y más aún en sus dos
últimas décadas, la sociedad ha asistido a cambios
cada vez más rápidos y complejos producto de la
expansión incontrolada e irreversible de los mecanismos
que permiten la difusión y producción de información en tiempo real.
Aunque los medios de
comunicación masiva no se encuentran (aparentemente)
en el centro de la esfera de producción
ideológico-cultural, no por ello dejan de ser un elemento
de vital importancia al momento de emitir y redifundir discursos que
provienen de los círculos de poder. Así, los
medios de
comunicación masiva (en especial la
televisión) pasan a convertirse en el "botín de
guerra" por el
que luchan los diversos sectores sociales para lograr difundir
sus visiones del mundo. No sólo lo oficial tiene cabida,
sino que también los sectores "insurgentes" o
cuestionadores del actual ordenamiento de cosas pueden acceder a
espacios -marginales o centrales, según los casos- desde
donde transmitir sus demandas es algo no sólo posible sino
concretizable.
En palabras de Octavio Ianni (1998:30-31): "Pero ninguna
mercancía es inocente. También es signo,
símbolo, significado. Tiene un valor de uso,
valor de cambio y de
comunicación. Viene a poblar el imaginario
del público, auditorio, audiencia, multitud. Divierte,
distrae, irrita, ilustra, ilusiona, fascina. Acarrea patrones e
ideales, formas de ser, sentir, imaginar. Trabaja en las mentes y
en los corazones, formando opiniones, ideas e ilusiones. En este
sentido la cultura nacional-popular entra en la construcción y reconstrucción de la
hegemonía de los grupos o clases
sociales que se componen en escala global.
Entra en la construcción y reconstrucción de la
sumisión de los individuos, grupos, clases,
etnias y sociedades
nacionales enteras. Sucede que el mismo proceso de
globalización de la cultura al marchar al
lado de la sociedad, de la economía y la
política,
aunque de manera desigual, globaliza también a grupos y
clases
sociales, movimientos sociales y partidos
políticos, ideologías y
utopías."
Que en estos últimos cinco años la
temática homosexual haya aparecido en lugares centrales en
la televisión
argentina no es,
por otro lado, algo contradictorio, pero sí llamativo si
tenemos en cuenta el largo silencio abierto con la llegada de la
democracia
institucional a la Argentina y la
consecuente libertad de
prensa y
expresión que esta implico desde 1984. A qué
responde esto? Es producto de una mayor "aceptación" de
las "minorías sexuales", es un intento de reeducar a la
sociedad para erradicar las vetas totalitarias aún
persistentes? Ambos son interrogantes a los que es difícil
encontrarles una respuesta unívoca. Sin embargo podemos
observar que éste no es un movimiento de
origen local, sino que viene inserto en una "ola" proveniente de
los países centrales en donde la agenda política prioriza el
desarrollo del
respeto por los
derechos
humanos y la tolerancia a la
diversidad.
Los nuevos movimientos sociales también ponen
más el acento en los medios de
comunicación como vía para extender sus
mensajes a toda la población, y a menudo las acciones no
convencionales del movimiento se
piensan en función de
su impacto sobre la opinión
pública. Así, las protestas culminan atrayendo
la atención de los medios de
comunicación y suscitan el apoyo popular para una
determinada causa (Dalton, Kuechler & Bürklin,
1992:35).
En síntesis,
lo que nos proponemos demostrar es que esa aceptación y
tolerancia que muestran los medios masivos
de comunicación masiva no sólo son ficticias, sino
que tienden a la "reeducación" de la sociedad al
respecto.
Para el análisis de la situación en la
actualidad hemos realizado un trabajo de encuestas para
conocer cuál es la realidad en la ciudad de Rosario con
respecto a las actitudes
tenidas frente a los homosexuales. Los cuestionarios se han
realizado a personas individuales de ambos sexos y cubriendo la
franja etaria entre los 21 y 63 años.
II.
En vista de la problemática a abordar, nuestro
eje conceptual partirá desde la categoría de
"homosexual".
Clasificar a veces comporta compartir varios atributos
con las demás cosas que conforman una misma
categoría, y que difieren de alguna manera de las cosas de
otras categorías. Estas nos ayudan a darle sentido al
mundo. A medida que avanza la tecnología, o a
medida que conocemos mejor la esencia de lo que intentamos
clasificar, se crean nuevas categorías y se abandonan las
anteriores. Las categorías deben su existencia al hecho de
que los hombres reconocen distinciones que existen realmente en
el mundo que les rodea, o son convenciones arbitrarias, simples
nombres para designar las cosas, cuyo valor categorizador
proviene de que convienen en utilizarlos de ciertas formas?
Aunque las categorías no son absolutas, sí son
importantes y crean una diferencia sustancial en la vida de las
personas. En otras palabras, las mayorías crean
minorías en un sentido muy real, esto es, mediante la
decisión de clasificarlas (Mondimore, 1998; Boswell, 1985;
Boswell, 1993).
Durante los últimos mil años la gente ha
definido la homosexualidad
como una preferencia homosexual (como preferir el vino blanco al
tinto), como un don divino que confiere una gran sabiduría
y poderes curativos, como un pecado terrible, como una enfermedad
mental y como una variación humana natural (Mondimore,
1998:20). Lo que hoy día entendemos por homosexualidad,
antiguamente se llamó indistintamente: "sodomía",
"pecado o vicio contra naturaleza" y
"crimen o delito nefando".
Tres expresiones con una marcada raíz religiosa
judeocristiana. A partir de la segunda mitad del siglo XIX (1860)
empezó a triunfar una cierta laicidad y aparecieron tres
nombres nuevos: "uranismo", "inversión" y "homosexualidad" (Mirabet i
Mullol, 1985:175).
No hay que olvidar que la categoría
psicológica, psiquiátrica, médica, de la
homosexualidad se constituyó el día en que se la
caracterizó –el famoso artículo de Westphal
sobre las "sensaciones sexuales contrarias" (1870) puede valer
como fecha de nacimiento- no tanto por un tipo de relaciones
sexuales como por cierta cualidad de la sensibilidad sexual,
determinada manera de invertir en sí mismo lo masculino y
lo femenino. La homosexualidad apareció como una de las
figuras de la sexualidad cuando fue rebajada de la
práctica de la sodomía a una suerte de androginia
interior, de hermafroditismo del alma. El sodomita era un
relapso, el homosexual es ahora una especie (Foucault,
1985:56-57).
Un médico húngaro llamado Benkert (que
empleaba el pseudónimo de K. M. Kertbeny) fue quien, en
1869, acuñó el término "homosexualidad", que
se ha convertido en una palabra generalmente aceptada para
designar los actos sexuales entre personas de un mismo sexo; esta
expresión se centra en el aspecto de la elección
del objeto sexual.
"Homosexualidad" alude al fenómeno general del
erotismo del mismo sexo y, en consecuencia, es la más
amplia de las categorías empleadas; comprende todos los
fenómenos sexuales entre personas del mismo sexo, ya sean
resultado de preferencia consciente, deseo subliminal o necesidad
circunstancial (Boswell, 1993:67). Sin embargo, esto no
necesariamente conlleva a que personas en situación de
hacinamiento, encierro o aislamiento prolongado en el tiempo culminen
en un proceso de
cambio de sus
preferencias erótico-sexuales; esto no significa en forma
alguna que la persona sienta
alguna inclinación erótica hacia su propio sexo
como característica distintiva de sus
prácticas sexuales. En otras palabras, no todas las
personas que mantengan relaciones sexuales con individuos de su
propio sexo pueden ser considerados de por sí como
homosexuales.
El término "homosexual" se ha acuñado y
popularizado en el contexto de la patología – como
una manera de hacer frente a las dificultades
epistemológicas planteadas por el término que le
antecedió: "inversión sexual". La "inversión
sexual" –se concluyó- hacía referencia a una
amplia gama de comportamientos sexuales desviados de los cuales
el deseo homosexual era solo un aspecto lógico, pero
indiferenciado, en tanto que la expresión "homosexualidad"
era entendida, en sentido estricto, como la cuestión de la
elección del objeto sexual.
Los cálculos actuales, desarrollados por primera
vez por el Dr. Alfred Kinsey, indican que aproximadamente un 10%
de la población es homosexual. Se cree que esta
proporción es aproximadamente la misma en el mundo entero,
en todas las épocas, culturas y climas. Los sentimientos
de atracción hacia personas del mismo sexo parecen ser
usualmente tanto afectivos como físicos. A finales de los
años 40 el Dr. Kinsey desarrolló una escala que lleva
su nombre y que muestra que las
personas no son estrictamente homosexuales o heterosexuales, sino
que fluctúan entre ambos. En otras palabras, hay muchos
hombres y mujeres cuya orientación sexual indica
diferentes grados de bisexualidad.
Las investigaciones
de Kinsey demostraron que la homosexualidad y la heterosexualidad
no son fenómenos absolutos e interdependientes, sino
más bien fenómenos conectados por un gran segmento
de la población que posee diferentes grados de
bisexualidad. Lo anterior se refleja en una escala en la cual hay
varias categorías. La cero (0) incluye a todas las
personas que son exclusivamente heterosexuales y que reportan no
tener o haber tenido ninguna experiencia o atracción
homosexual. La categoría uno (1) incluye a aquellos que
son predominantemente heterosexuales, teniendo sólo
experiencias o atracción homosexuales incidentales. La
categoría dos (2) incluye a aquellos que son
predominantemente heterosexuales, pero tienen experiencias o
atracción homosexuales más que incidentales. La
categoría tres (3) representa a las personas que tienen
tantas experiencias y atracciones homosexuales como
heterosexuales. La categoría cuatro (4) incluye a aquellos
que son predominantemente homosexuales, pero tienen experiencias
o atracción heterosexuales más que incidentales. La
categoría cinco (5) incluye a aquellos que son
homosexuales, teniendo sólo experiencias o
atracción heterosexuales incidentales. La categoría
seis (6) incluye a todas las personas que son exclusivamente
homosexuales en experiencias y atracción.
Los hallazgos de Kinsey sorprendieron a un
público incrédulo en aquel momento. Durante el
pasado cuarto de siglo, sin embargo, la homosexualidad se ha
visto afectada por cambios tan grandes como los que ha sufrido la
conducta
heterosexual. Incluso en la fecha en que aparecieron los libros de
Kinsey, la homosexualidad era vista todavía por gran parte
de la literatura
clínica como una patología, una forma de trastorno
psicosexual, que iba pareja con toda una gama de trastornos
análogos: fetichismo, voyeurismo, travestismo, satiriasis,
ninfomanía, etc… Sigue siendo tratada como una
perversión por parte de muchos heterosexuales –es
decir, como específicamente antinatural y como moralmente
condenable. Aunque el término "perversión" en
sí mismo ahora ha desaparecido prácticamente de la
psiquiatría clínica, y la aversión sentida
por muchos hacia la homosexualidad no se ve reforzada ya
sustancialmente por la profesión médica (Giddens,
1998:23).
Las investigaciones
de Kinsey permitirían afirmar la consecuencia
política de que la mayoría sexual de la sociedad
humana es, en realidad, una coalición de minorías
sexuales que legitimarían la sexualidad a los fines de la
procreación. Empero, sobre el fundamento de la igualdad ante
la ley, una sociedad
democrática no concede a la mayoría el poder
absoluto y establece mecanismos representativos para el disenso
de las minorías (Barrios Medina, 1997:1).
Cuando se quiso sacar a la homosexualidad del mundo del
mal y del pecado en que la había colocado el cristianismo,
se la ubicó, casi con delicadeza médica, en el
espacio de las enfermedades. Lo cual
tampoco le hizo un gran favor, puesto que las enfermedades suelen ser
contagiosas. No es, tampoco, un varón que quiere ser
mujer ni una
mujer que desea ser varón. Tampoco es un travesti
destinado a ridiculizar a varones y mujeres.
La sexualidad es una estructura
múltiple que varía en diferentes grados entre la
feminidad y la masculinidad. Nos hacemos varones o mujeres, mejor
dicho, somos hechos por la acción directa y permanente de
los otros, de ese otro que está en los deseos, las
palabras, las presencias, las posiciones que organizan la
sexualidad del niño y de la niña. Sobre la base de
un cuerpo masculino o femenino se construye una sexualidad cuyo
destino humano es lo placentero y gozoso para proveer sentido a
la relación entre dos y a la misma
procreación.
La feminidad y la masculinidad no son otra cosa que el
resultado de un complejo proceso de modelaje iniciado, en
estricto rigor, aún antes del nacimiento.
El mundo es construido como un espacio de dominio
heterosexual; los homosexuales se viven como excepción, lo
cual hace más compleja su situación. Una
excepcionalidad repudiada incluso con crueldad por una sociedad
poco tolerante de las diferencias y que se construyó con
ideas y principios
universales destinados a hacer a todos iguales.
Es a partir de aquí que intentaremos conocer
cuáles son los pensamientos y reflexiones de la sociedad
rosarina hacia las personas que sienten atracción por
individuos de su mismo sexo.
III.
El trabajo de
compilación estadística que hemos llevado a cabo ha
intentado, teniendo en cuenta las consideraciones anteriores,
presentar una serie organizada de datos que
permitan, si no exhaustivamente, analizar las actitudes de
la sociedad rosarina frente a los homosexuales. Hemos trabajado
con un diseño
de encuesta que
consistió en un cuestionario
semiestructurado aplicado a una muestra de población. El
cuestionario
estaba integrado por preguntas cerradas, abiertas y una escala de
valores y
actitudes.
Según John Boswell (1985:38-39), el siglo XX ha
asistido a tres revoluciones en el ámbito del estudio
histórico: la primera fue el éxito
de la Escuela de loa
Annales; la segunda, el empleo de las
técnicas estadísticas para evaluar y estructurar los
datos
históricos; la tercera revolución
es lo que podrá denominarse la "historia de las
minorías" y estriba en el esfuerzo por recuperar la
historia de los
grupos antes ignorados o excluidos por la historiografía
clásica.
"Aunque evidentemente existen trabajos no reconocidos en
las universidades, realizados por investigadores e investigadoras
más o menos solitarios, este campo de estudios no tiene
hoy consistencia ni legitimidad ni autonomía propia, y se
practica en una especie de exclusión intelectual"
(Levovici & Seguret, 1997:143).
En nuestro país el debate sobre
el estudio sobre las "minorías" fue introducido a
raíz de la denegación de la personería
jurídica a la Comunidad
Homosexual Argentina (CHA) en 1991. "La ausencia de investigación sobre este tema en la
Facultad significa su atraso porque no ha dado el paso para
esclarecer a su sociedad", expresó el director del
Instituto "Gino Germani" de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de
Buenos Aires,
Enrique Oteiza. En esa coyuntura, mediados de 1992, Oteiza
indicó la necesidad de esa investigación al
Grupo de
Salud y Derechos Humanos. A siete
años de aquel acontecimiento, la publicación de los
resultados de esa investigación, la primera de la Universidad de
Buenos Aires,
culmina una etapa de esclarecimiento y desarrollo social
(Barrios Medina, 1998).
En vista de que el presente trabajo se ve inserto en un
campo problemático novedoso a la investigación
académica de nuestro país, es comprensible que
ciertos datos que puede esperarse encontrar aquí, en
muchos casos, aún permanezcan ausentes. Sin embargo,
creemos que las informaciones aquí reunidas pueden servir
de motivación
para continuar desarrollando y profundizando el análisis de la realidad social.
IV.
Los datos recogidos muestran que:
- De los 20 casos analizados, 13 pertenecen a mujeres y
7 a varones, de los cuales el 55% es menor a los 46 años
de edad. - Según el estado
civil, encontramos que 5 son solteros, 11 casados o unidos, 3
separados o divorciados y 1 viudo. - El 70% no asiste a reuniones de grupos
religiosos. - El nivel de instrucción es medio-alto, ya que
el 70% logró concluir sus estudios secundarios, de los
cuales una buena proporción se inició en el nivel
terciario o universitario (60%). - Respecto al nivel socioeconómico, la muestra
nos permite conocer que el 45% es bajo, el 35% posee ingresos medios
y el 20% pertenece a la franja de mayores ingresos. Para
esta variable se han tenido en cuenta la zona de
ubicación de la vivienda, su calidad de
construcción, y la ocupación del
entrevistado. - El 80% pasó los primeros diez años de
su vida (primera socialización) en Rosario o en alguna
población de más de 10 mil
habitantes. - El 70% asevera ver televisión regularmente.
- Un 26% opina que el nivel de la programación de la
televisión abierta es muy malo, un 26% opina que es
malo, un 31% opina que es regular; en tanto un 15% manifiesta
que el nivel es bueno. De esto se desprende que aproximadamente
un 83% de los entrevistados creen que el nivel no es
bueno. - Al ser consultados de si la televisión induce
o no la opinión de las personas, un 5% no da respuesta,
un 20% dice que no, y un 75% manifiesta que sí. De
quienes opinan que sí induce, el 87% opina que induce
bastante (es decir, el 65% de los entrevistados en la
muestra). - Cuando se interroga sobre la opinión respecto
de la inclusión de personajes homosexuales en programas de
televisión, un 20% se manifiesta en contra frente a un
80% que afirma estar de acuerdo con el tratamiento de este tipo
de temas en televisión. Esta tendencia no se modifica
teniendo en cuenta las variables de
sexo y nivel de ingreso. - Frente a la pregunta de si se considera que las
personas homosexuales sean peligrosas; el 80% opina que no.
Dentro de los que opinan lo contrario, es decir, que sí
son peligrosas, se encuentran el 23% de las mujeres y el 14% de
los hombres entrevistados. - Respecto a la represión de las
prácticas homosexuales en la vida privada, un 70% se
manifestó en contra – de los cuales es el 85% de los
hombres y el 61% de las mujeres entrevistados. - Al preguntárseles si consideran a la
homosexualidad como una práctica tan legítima
como la heterosexual o bisexual; un 65% de los entrevistados
manifestó estar de acuerdo – entre los cuales se
encuentran el 60% de los solteros y el 66% de quienes tienen o
han tenido alguna experiencia de convivencia. De entre quienes
manifiestan su desacuerdo, el 57% son hombres y el 23% de las
mujeres entrevistados. - Al momento de analizar la actitud
personal frente
a los homosexuales la muestra nos arroja estos
resultados:
- el 51% siente indiferencia, de los cuales el 58% son
mujeres y el 41% hombres, - el 33% los acepta, de los cuales el 82% son mujeres y
el 18% hombres, - el 6% los rechaza (sólo respuestas de
mujeres).
La opción "rechazo" es elegida mayoritariamente
por personas mayores a 56 años de edad, en tanto que los
menores a 55 años varían entre aceptación
e indiferencia.
- Ante la pregunta de si consideran a los homosexuales
como una amenaza para la especie humana, el 85%
manifestó que no.Los menores a 45 años de edad se manifiestan
en un 100% por la tolerancia, en tanto los mayores a los 56
años se reparten en proporciones iguales entre tolerar
y prohibir.Sólo un 10% manifestó que
deberían reprimirse, frente a un 5% por
promoverse. - Al solicitárseles la opinión respecto a
las manifestaciones públicas de la homosexualidad; un
65% opina que deberían tolerarse (de las cuales el 45%
de las mujeres entrevistadas), frente a un 15% que dice que
deberían prohibirse (28% de los hombres).De quienes se manifestaron a favor, el 53% tiene o
tuvo experiencias de convivencia. - Ante la pregunta de si los homosexuales pudiesen
casarse, un 45% se manifestó a favor (53% de las
mujeres y 28% de los hombres), un 45% se manifestó en
contra (47% de las mujeres y 42% de los hombres), y un 10% no
dio respuesta.En los menores a 35 años de edad (25% de la
muestra) es donde se ve como que no es un inconveniente, en
tanto los mayores a los 56 años opinan en forma
diferente. - Al ser preguntados sobre si les molestaría si un
hijo o hija suyo tuviese un maestro o maestra homosexual, el
25% respondió que sí le molestaría (30%
de las mujeres); en tanto el 65% no lo ve como un
inconveniente (61% de las mujeres y 71% de los hombres). Un
10% no dio respuesta.No lo ven como una enfermedad un 40% de los
entrevistados menores a los 46 años de
edad.Como enfermedad es vista mayoritariamente en los
sectores de ingresos altos (75%) y medios (57%); en tanto lo
ven así sólo un 33% de los entrevistados con
ingresos bajos.En el sector de bajos ingresos se considera a la
homosexualidad preponderantemente como un estilo de vida
(45%). Como una opción sexual más, opinan el
43% de quienes están en sectores sociales medios y el
22% de ingresos bajos.Teniendo en cuenta el estado
civil de los entrevistados; el 80% de los solteros ve a la
homosexualidad como un estilo de vida frente al 20% que la
considera una enfermedad. Los separados/divorciados se
reparten igualmente entre opción sexual y enfermedad.
Los casados la ven mayoritariamente como una enfermedad
(63%). - Al ser interrogados sobre qué consideran que
es la homosexualidad, el 50% la ve como una enfermedad (53% de
las mujeres, 77% de los hombres mayores a 46 años de
edad), un 25% la ve como una opción sexual más
(mayoritariamente mujeres: 30% de las entrevistadas), un 25% la
ve como un estilo de vida (42% de los hombres, 71% de los
menores a 35 años de edad). - Al preguntárseles si los homosexuales son
identificables fácilmente, el 70% cree que sí lo
son (61% de las mujeres y 85% de los hombres). Cerca del 84% lo
relaciona con una manera de ser afeminada, muy estereotipada de
lo que algunos llaman "marica". - Al ser inquiridos sobre si observaban episodios de
discriminación contra homosexuales, el
60% dijo que no, en tanto un 35% dijo que sí – entre
estos últimos manifestaron que los episodios de
discriminación se dan mayormente en lugares
públicos, y también que "se los ridiculiza en
televisión" o simplemente "en conversaciones y
comentarios hablando con la gente". - Con respecto a si la orientación sexual de una
persona incide
en sus capacidades laborales, el 85% de los entrevistados
manifestó que no. De quienes opinan que sí
incide, el 75% son mayores a los 56 años de
edad.
V.
Es interesante observar que en el imaginario colectivo,
la palabra "homosexualidad" es inmediatamente relacionada a
prácticas sexuales exclusivas de los varones. Sólo
uno de los entrevistados mencionó la existencia de este
tipo de prácticas en las mujeres, pero aclaró que
"ellas son lesbianas y no homosexuales". También es
frecuente la confusión o equiparación entre
prácticas homosexuales y travestismo o transformismo. "Vos
acá lo ves como algo común -manifiesta una de las
entrevistadas- a la noche salen en pareja, más que nada
para cuidarse hasta que llegan a Grandoli"; otra mujer dijo al
respecto: "Si hay varios, por ejemplo C, lo tendrías que
ver, se viste y se arregla que es más lindo que una
mujer".
Contraponiendo algunas respuestas, es interesante
observar que mientras un 65% de los entrevistados considera que
la homosexualidad es una práctica tan legítima como
la heterosexual o bisexual, al mismo tiempo un 50% la considerase
como una enfermedad. De lo cual podemos deducir que el nivel de
tolerancia registrado es a partir de una "aceptación
indiferente". Varios entrevistados manifestaron: "no me
interesa", "no es cosa mía", "mientras no molesten a los
demás".
Por otra parte, si cerca de un 84% tiene una
"aceptación indiferente" frente a los homosexuales,
quizás esto sea así debido a que muchos la
consideran como una enfermedad. Varios de los entrevistados
manifestaron que "homosexuales hubo siempre", "ya nacen
así" – al ser vista como una "enfermedad de nacimiento" es
por tanto considerada no punible de sanción moral.
Entonces estamos en presencia de una actitud de
tolerancia por resignación a una situación que se
considera dada y producida genéticamente.
Las enfermedades -como toda patología- causa
dolor y sufrimiento, esto se refleja en algunas expresiones como
"Pobrecito, qué culpa tiene" o, de una manera más
frontal, "la homosexualidad más que una enfermedad, es una
desgracia". Si padecer una enfermedad es caer en la desgracia,
esto es vivido como un elemento "exculpatorio". Aquí vemos
que el nivel de tolerancia e indiferencia observado se produce
como consecuencia de una elaboración mental más
proclive a la aceptación por lástima que a posturas
de respeto por la
diversidad.
Esto se modifica cuando observamos las visiones
según el nivel de ingresos. En tanto en los sectores
sociales de ingresos medios y altos la homosexualidad es
mayoritariamente considerada una enfermedad (66%), por el
contrario en los sectores sociales de ingresos bajos la
homosexualidad es vivida preponderantemente (45%) como algo
estrechamente relacionado al ejercicio de la prostitución y, en consecuencia, como una
fuente de trabajo para hacer frente a las dificultades
económicas.
Muchas personas de nuestra sociedad tienen prejuicios y
miedos frente a los homosexuales a pesar de no tener
ningún contacto personal.
El hombre
homosexual pasa por afeminado, débil e inmaduro; las
mujeres lesbianas como "amachadas", rudas y dominantes. Pero esa
imagen coincide con muy pocos homosexuales; esto sucede porque se
ha elaborado un "código
de comportamientos" que intenta responder a la pretendida imagen
social de los que es "ser hombre" o de
lo que es "ser mujer". Esto también forma parte de la
conciencia que
con los años se les fija a los hombres y mujeres desde la
infancia.
Un 75% opina que la televisión incide en la
opinión de las personas, de los cuales cerca de un 65%
opina que induce bastante. Tendrá algo que ver la programación televisiva en el
"moldeamiento" de la opinión
pública respecto a conductas más tolerantes
respecto a la homosexualidad? Creemos que sí. El
tratamiento que se ha hecho y que se hace de la homosexualidad en
la televisión argentina (en especial programas de
producción nacional) ha repercutido de manera favorable en
la fijación de conductas sobre el colectivo social.
Programas como "Zona de riesgo",
"Verdad/Consecuencia", "Verano del 98", "Primicias", cada uno de
ellos dirigido a un sector etario diferente, han cubierto sin
embargo la franja comprendida entre los adolescentes y
la tercera edad. Estos tres programas, como algunos otros al
estilo "talk-show" hicieron un abordaje de la problemática
homosexual en función de
diferentes códigos generacionales correspondientes a cada
uno de los públicos a que estaba dirigida la
producción televisiva.
Ya expresamos más arriba la existencia de una
pugna entre los diferentes discursos por acceder a espacios de
difusión en los medios de comunicación masiva. Es
así como la denuncia y la protesta contra hechos de
discriminación se erigen en un elemento aglutinador de
intereses diferentes dentro de una comunidad plural. En el nivel
de la difusión de la ideología, los intelectuales son los
encargados de animar y administrar la "estructura
ideológica" de los círculos de poder en el seno de
las organizaciones de
la sociedad civil y
de los medios de comunicación masiva.
De esta manera, las iniciativas de un determinado actor
social para transformar, corregir, perfeccionar las concepciones
del mundo existentes y para cambiar, consiguientemente, las
normas de
conducta
conformes y relativas a ellas, conducen a la mutación del
imaginario social colectivo expresado genéricamente como
"sentido común". En este sentido, la relación
establecida entre los medios de comunicación masiva y los
activistas de las organizaciones
que nuclean y defienden las demandas de las "minorías
sexuales" han servido no sólo para difundir un determinado
tipo de protestas, sino que ha logrado que la discusión
sobre la expansión de la ciudadanía encuentre eco
en el colectivo social. Reflejo de esta influencia es que las
opiniones recogidas muestran que mayoritariamente (65%) se
considera que las manifestaciones públicas de la
homosexualidad deberían ser toleradas.
Que un grupo numeroso de personas se congreguen en
derredor de una consigna común frente a los poderes
públicos no sólo hace pensar en el surgimiento
potencial de un nuevo movimiento social, sino que significa una
noticia a cubrir y por tanto a difundir por los comunicadores
sociales.
Cuando algo es noticia, y es consumido también
como tal, hace falta enriquecer el discurso o,
por lo menos, pulirlo de sus aristas más arbitrarias. A
este respecto es interesante observar cómo, desde los
medios de comunicación masiva, ha dejado de hacerse
referencia a los "homosexuales" para pasar a tratar la
problemática de los "gays, lesbianas, travesties,
transexuales y bisexuales". También englobados bajo el
rótulo común de "minorías sexuales". De esta
manera, una categoría que en los inicios era tratada como
conducta patológica se ve transformada en una
categoría aglutinante de elementos socioculturales
diversos – aquí la lucha por el respeto y por la dignidad
gay ya muestra a las claras cómo se esta definiendo la
batalla comunicacional.
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Prof. Marcos Gastón Milman
(UNR)