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¿Enfermedad o estilo de vida?




Enviado por milman_m



    *

    "El sexo se
    proyecta siempre en el dominio
    público"

    Anthony Giddens.

    I.

    Nuestra investigación tiene por objeto intentar
    encontrar una respuesta respecto al por qué de las
    prácticas discriminatorias contra los
    homosexuales.

    Si bien la homosexualidad
    ha comenzado, en los últimos años, a ser más
    difundida y publicitada en los medios masivos
    de comunicación de nuestro país, esto
    no es -creemos- reflejo de una apertura mayor por parte de la
    sociedad a sus
    reclamos y demandas por un status de igualdad
    social. Muestra de ello
    son las prácticas discriminatorias -explícitas o
    implícitas- que aún perduran.

    Al acercarnos al eje problemático, nuestros
    interrogantes se formularán en derredor de la
    tríada conceptual
    "inclusión/exclusión/dominación", como
    elementos constitutivos de la formación del ideario social
    colectivo. Si estar dentro de un grupo es el
    tesoro para quienes tienen la suerte de gozar de ello, por el
    contrario esto se convierte en una pesada carga para aquellos que
    no logran ser aceptados gracias a prácticas y referencias
    excluyentes de lo diferente. Es a partir de aquí que
    intentaremos conocer cuáles son los pensamientos y
    reflexiones de la sociedad rosarina
    hacia las personas que sienten atracción por individuos de
    su mismo sexo.

    Estar dentro o fuera del tejido societal implica,
    entonces, la formulación de valores
    morales que son producto y
    determinación histórica. En consecuencia, estos
    pueden ir transformándose y mutando hacia conductas
    sociales propensas al logro de un mayor grado de integración y tolerancia
    respecto de lo "diferente" o, por el contrario hacia mecanismos
    sociales de discriminación, estigmatización y
    eliminación de minorías. Esto es el resultado de
    políticas concretas respecto al
    ordenamiento sexual y genérico de la sociedad, políticas
    que no son el resultado del debate de los
    de "abajo", y por ende resolución consuetudinaria, sino
    más bien producción discursiva irradiada desde los
    círculos cercanos al poder.
    Aquí es donde juegan un papel central
    las relaciones sociales de dominación – tanto en discurso como
    en prácticas concretas, tanto en lo referente al
    tratamiento entre los diferentes sectores sociales como a la
    asignación precisa de roles que deben cumplir cada uno de
    los géneros de la especie humana. Estas relaciones de
    dominación, como producto
    histórico, no sólo se elaboran en ámbitos
    intelectuales que propician y otorgan el fundamento
    ideológico de un ordenamiento sociocultural
    determinado.

    Toda sociedad genera costumbres y normas,
    prácticas y creencias, que regulan la expresión
    sexual: cuándo tener relaciones sexuales, con quién
    tenerlas, cuántas veces, de qué manera, con
    qué objetivo y,
    sobre todo, qué tipo de relaciones. Cada cultura otorga
    valor a
    ciertas prácticas sexuales y denigra a otras a partir de
    una limitada concepción de la sexualidad.
    Hoy, en los discursos
    sobre la sexualidad se
    entrecruzan tres grandes significados relativos a la esencia de
    la sexualidad: a) la reproducción, b) el establecimiento de
    lazos afectivos y de compromiso entre las personas, y c) el
    placer. Por lo tanto la sexualidad no heterosexual, no de pareja,
    no coital, sin fines reproductivos y fuera del matrimonio es
    definida como perversa, anormal, enferma, o, simplemente,
    moralmente inferior. Quienes ejercen el poder
    simbólico establecen las fronteras entre lo normal y lo
    anormal, dictaminando qué prácticas son buenas o
    malas, naturales o antinaturales, decentes o indecentes (Lamas,
    1997).

    "Los homosexuales no son normales" – siguen opinando
    muchas personas. DE hecho, los homosexuales no sólo fueron
    discriminados durante siglos, sino que se los consideraba
    punibles de sanción legal. La persecución y el
    oprobio obligan a los homosexuales a actividades clandestinas,
    ilegales, que en conjunción con una comunidad de
    deseos, gustos, hábitos, necesidades y expectativas
    originan un estilo de vida peculiar, con sus códigos, sus
    rituales, su aprendizaje, su
    habla, su glosario. Forman
    una sociedad secreta dentro de la sociedad. La
    estigmatización del homosexual, derivada en parte de la
    imagen
    simbólica del varón identificado con la fuerza y de
    la mujer con la
    debilidad. Al modificarse esta imagen
    simbólica en la cultura
    popular, el prejuicio homofóbico pierde uno de sus
    principales sostenes. Los límites
    entre los sexos se vuelven más fluidos entre la mujer y el
    varón, pero también, aunque en menos medida, entre
    heterosexuales y homosexuales (Sebrelli,
    1997:338-360).

    En el siglo XX, y más aún en sus dos
    últimas décadas, la sociedad ha asistido a cambios
    cada vez más rápidos y complejos producto de la
    expansión incontrolada e irreversible de los mecanismos
    que permiten la difusión y producción de información en tiempo real.
    Aunque los medios de
    comunicación masiva no se encuentran (aparentemente)
    en el centro de la esfera de producción
    ideológico-cultural, no por ello dejan de ser un elemento
    de vital importancia al momento de emitir y redifundir discursos que
    provienen de los círculos de poder. Así, los
    medios de
    comunicación masiva (en especial la
    televisión) pasan a convertirse en el "botín de
    guerra" por el
    que luchan los diversos sectores sociales para lograr difundir
    sus visiones del mundo. No sólo lo oficial tiene cabida,
    sino que también los sectores "insurgentes" o
    cuestionadores del actual ordenamiento de cosas pueden acceder a
    espacios -marginales o centrales, según los casos- desde
    donde transmitir sus demandas es algo no sólo posible sino
    concretizable.

    En palabras de Octavio Ianni (1998:30-31): "Pero ninguna
    mercancía es inocente. También es signo,
    símbolo, significado. Tiene un valor de uso,
    valor de cambio y de
    comunicación. Viene a poblar el imaginario
    del público, auditorio, audiencia, multitud. Divierte,
    distrae, irrita, ilustra, ilusiona, fascina. Acarrea patrones e
    ideales, formas de ser, sentir, imaginar. Trabaja en las mentes y
    en los corazones, formando opiniones, ideas e ilusiones. En este
    sentido la cultura nacional-popular entra en la construcción y reconstrucción de la
    hegemonía de los grupos o clases
    sociales que se componen en escala global.
    Entra en la construcción y reconstrucción de la
    sumisión de los individuos, grupos, clases,
    etnias y sociedades
    nacionales enteras. Sucede que el mismo proceso de
    globalización de la cultura al marchar al
    lado de la sociedad, de la economía y la
    política,
    aunque de manera desigual, globaliza también a grupos y
    clases
    sociales, movimientos sociales y partidos
    políticos, ideologías y
    utopías."

    Que en estos últimos cinco años la
    temática homosexual haya aparecido en lugares centrales en
    la televisión
    argentina no es,
    por otro lado, algo contradictorio, pero sí llamativo si
    tenemos en cuenta el largo silencio abierto con la llegada de la
    democracia
    institucional a la Argentina y la
    consecuente libertad de
    prensa y
    expresión que esta implico desde 1984. A qué
    responde esto? Es producto de una mayor "aceptación" de
    las "minorías sexuales", es un intento de reeducar a la
    sociedad para erradicar las vetas totalitarias aún
    persistentes? Ambos son interrogantes a los que es difícil
    encontrarles una respuesta unívoca. Sin embargo podemos
    observar que éste no es un movimiento de
    origen local, sino que viene inserto en una "ola" proveniente de
    los países centrales en donde la agenda política prioriza el
    desarrollo del
    respeto por los
    derechos
    humanos y la tolerancia a la
    diversidad.

    Los nuevos movimientos sociales también ponen
    más el acento en los medios de
    comunicación como vía para extender sus
    mensajes a toda la población, y a menudo las acciones no
    convencionales del movimiento se
    piensan en función de
    su impacto sobre la opinión
    pública. Así, las protestas culminan atrayendo
    la atención de los medios de
    comunicación y suscitan el apoyo popular para una
    determinada causa (Dalton, Kuechler & Bürklin,
    1992:35).

    En síntesis,
    lo que nos proponemos demostrar es que esa aceptación y
    tolerancia que muestran los medios masivos
    de comunicación masiva no sólo son ficticias, sino
    que tienden a la "reeducación" de la sociedad al
    respecto.

    Para el análisis de la situación en la
    actualidad hemos realizado un trabajo de encuestas para
    conocer cuál es la realidad en la ciudad de Rosario con
    respecto a las actitudes
    tenidas frente a los homosexuales. Los cuestionarios se han
    realizado a personas individuales de ambos sexos y cubriendo la
    franja etaria entre los 21 y 63 años.

    II.

    En vista de la problemática a abordar, nuestro
    eje conceptual partirá desde la categoría de
    "homosexual".

    Clasificar a veces comporta compartir varios atributos
    con las demás cosas que conforman una misma
    categoría, y que difieren de alguna manera de las cosas de
    otras categorías. Estas nos ayudan a darle sentido al
    mundo. A medida que avanza la tecnología, o a
    medida que conocemos mejor la esencia de lo que intentamos
    clasificar, se crean nuevas categorías y se abandonan las
    anteriores. Las categorías deben su existencia al hecho de
    que los hombres reconocen distinciones que existen realmente en
    el mundo que les rodea, o son convenciones arbitrarias, simples
    nombres para designar las cosas, cuyo valor categorizador
    proviene de que convienen en utilizarlos de ciertas formas?
    Aunque las categorías no son absolutas, sí son
    importantes y crean una diferencia sustancial en la vida de las
    personas. En otras palabras, las mayorías crean
    minorías en un sentido muy real, esto es, mediante la
    decisión de clasificarlas (Mondimore, 1998; Boswell, 1985;
    Boswell, 1993).

    Durante los últimos mil años la gente ha
    definido la homosexualidad
    como una preferencia homosexual (como preferir el vino blanco al
    tinto), como un don divino que confiere una gran sabiduría
    y poderes curativos, como un pecado terrible, como una enfermedad
    mental y como una variación humana natural (Mondimore,
    1998:20). Lo que hoy día entendemos por homosexualidad,
    antiguamente se llamó indistintamente: "sodomía",
    "pecado o vicio contra naturaleza" y
    "crimen o delito nefando".
    Tres expresiones con una marcada raíz religiosa
    judeocristiana. A partir de la segunda mitad del siglo XIX (1860)
    empezó a triunfar una cierta laicidad y aparecieron tres
    nombres nuevos: "uranismo", "inversión" y "homosexualidad" (Mirabet i
    Mullol, 1985:175).

    No hay que olvidar que la categoría
    psicológica, psiquiátrica, médica, de la
    homosexualidad se constituyó el día en que se la
    caracterizó –el famoso artículo de Westphal
    sobre las "sensaciones sexuales contrarias" (1870) puede valer
    como fecha de nacimiento- no tanto por un tipo de relaciones
    sexuales como por cierta cualidad de la sensibilidad sexual,
    determinada manera de invertir en sí mismo lo masculino y
    lo femenino. La homosexualidad apareció como una de las
    figuras de la sexualidad cuando fue rebajada de la
    práctica de la sodomía a una suerte de androginia
    interior, de hermafroditismo del alma. El sodomita era un
    relapso, el homosexual es ahora una especie (Foucault,
    1985:56-57).

    Un médico húngaro llamado Benkert (que
    empleaba el pseudónimo de K. M. Kertbeny) fue quien, en
    1869, acuñó el término "homosexualidad", que
    se ha convertido en una palabra generalmente aceptada para
    designar los actos sexuales entre personas de un mismo sexo; esta
    expresión se centra en el aspecto de la elección
    del objeto sexual.

    "Homosexualidad" alude al fenómeno general del
    erotismo del mismo sexo y, en consecuencia, es la más
    amplia de las categorías empleadas; comprende todos los
    fenómenos sexuales entre personas del mismo sexo, ya sean
    resultado de preferencia consciente, deseo subliminal o necesidad
    circunstancial (Boswell, 1993:67). Sin embargo, esto no
    necesariamente conlleva a que personas en situación de
    hacinamiento, encierro o aislamiento prolongado en el tiempo culminen
    en un proceso de
    cambio de sus
    preferencias erótico-sexuales; esto no significa en forma
    alguna que la persona sienta
    alguna inclinación erótica hacia su propio sexo
    como característica distintiva de sus
    prácticas sexuales. En otras palabras, no todas las
    personas que mantengan relaciones sexuales con individuos de su
    propio sexo pueden ser considerados de por sí como
    homosexuales.

    El término "homosexual" se ha acuñado y
    popularizado en el contexto de la patología – como
    una manera de hacer frente a las dificultades
    epistemológicas planteadas por el término que le
    antecedió: "inversión sexual". La "inversión
    sexual" –se concluyó- hacía referencia a una
    amplia gama de comportamientos sexuales desviados de los cuales
    el deseo homosexual era solo un aspecto lógico, pero
    indiferenciado, en tanto que la expresión "homosexualidad"
    era entendida, en sentido estricto, como la cuestión de la
    elección del objeto sexual.

    Los cálculos actuales, desarrollados por primera
    vez por el Dr. Alfred Kinsey, indican que aproximadamente un 10%
    de la población es homosexual. Se cree que esta
    proporción es aproximadamente la misma en el mundo entero,
    en todas las épocas, culturas y climas. Los sentimientos
    de atracción hacia personas del mismo sexo parecen ser
    usualmente tanto afectivos como físicos. A finales de los
    años 40 el Dr. Kinsey desarrolló una escala que lleva
    su nombre y que muestra que las
    personas no son estrictamente homosexuales o heterosexuales, sino
    que fluctúan entre ambos. En otras palabras, hay muchos
    hombres y mujeres cuya orientación sexual indica
    diferentes grados de bisexualidad.

    Las investigaciones
    de Kinsey demostraron que la homosexualidad y la heterosexualidad
    no son fenómenos absolutos e interdependientes, sino
    más bien fenómenos conectados por un gran segmento
    de la población que posee diferentes grados de
    bisexualidad. Lo anterior se refleja en una escala en la cual hay
    varias categorías. La cero (0) incluye a todas las
    personas que son exclusivamente heterosexuales y que reportan no
    tener o haber tenido ninguna experiencia o atracción
    homosexual. La categoría uno (1) incluye a aquellos que
    son predominantemente heterosexuales, teniendo sólo
    experiencias o atracción homosexuales incidentales. La
    categoría dos (2) incluye a aquellos que son
    predominantemente heterosexuales, pero tienen experiencias o
    atracción homosexuales más que incidentales. La
    categoría tres (3) representa a las personas que tienen
    tantas experiencias y atracciones homosexuales como
    heterosexuales. La categoría cuatro (4) incluye a aquellos
    que son predominantemente homosexuales, pero tienen experiencias
    o atracción heterosexuales más que incidentales. La
    categoría cinco (5) incluye a aquellos que son
    homosexuales, teniendo sólo experiencias o
    atracción heterosexuales incidentales. La categoría
    seis (6) incluye a todas las personas que son exclusivamente
    homosexuales en experiencias y atracción.

    Los hallazgos de Kinsey sorprendieron a un
    público incrédulo en aquel momento. Durante el
    pasado cuarto de siglo, sin embargo, la homosexualidad se ha
    visto afectada por cambios tan grandes como los que ha sufrido la
    conducta
    heterosexual. Incluso en la fecha en que aparecieron los libros de
    Kinsey, la homosexualidad era vista todavía por gran parte
    de la literatura
    clínica como una patología, una forma de trastorno
    psicosexual, que iba pareja con toda una gama de trastornos
    análogos: fetichismo, voyeurismo, travestismo, satiriasis,
    ninfomanía, etc… Sigue siendo tratada como una
    perversión por parte de muchos heterosexuales –es
    decir, como específicamente antinatural y como moralmente
    condenable. Aunque el término "perversión" en
    sí mismo ahora ha desaparecido prácticamente de la
    psiquiatría clínica, y la aversión sentida
    por muchos hacia la homosexualidad no se ve reforzada ya
    sustancialmente por la profesión médica (Giddens,
    1998:23).

    Las investigaciones
    de Kinsey permitirían afirmar la consecuencia
    política de que la mayoría sexual de la sociedad
    humana es, en realidad, una coalición de minorías
    sexuales que legitimarían la sexualidad a los fines de la
    procreación. Empero, sobre el fundamento de la igualdad ante
    la ley, una sociedad
    democrática no concede a la mayoría el poder
    absoluto y establece mecanismos representativos para el disenso
    de las minorías (Barrios Medina, 1997:1).

    Cuando se quiso sacar a la homosexualidad del mundo del
    mal y del pecado en que la había colocado el cristianismo,
    se la ubicó, casi con delicadeza médica, en el
    espacio de las enfermedades. Lo cual
    tampoco le hizo un gran favor, puesto que las enfermedades suelen ser
    contagiosas. No es, tampoco, un varón que quiere ser
    mujer ni una
    mujer que desea ser varón. Tampoco es un travesti
    destinado a ridiculizar a varones y mujeres.

    La sexualidad es una estructura
    múltiple que varía en diferentes grados entre la
    feminidad y la masculinidad. Nos hacemos varones o mujeres, mejor
    dicho, somos hechos por la acción directa y permanente de
    los otros, de ese otro que está en los deseos, las
    palabras, las presencias, las posiciones que organizan la
    sexualidad del niño y de la niña. Sobre la base de
    un cuerpo masculino o femenino se construye una sexualidad cuyo
    destino humano es lo placentero y gozoso para proveer sentido a
    la relación entre dos y a la misma
    procreación.

    La feminidad y la masculinidad no son otra cosa que el
    resultado de un complejo proceso de modelaje iniciado, en
    estricto rigor, aún antes del nacimiento.

    El mundo es construido como un espacio de dominio
    heterosexual; los homosexuales se viven como excepción, lo
    cual hace más compleja su situación. Una
    excepcionalidad repudiada incluso con crueldad por una sociedad
    poco tolerante de las diferencias y que se construyó con
    ideas y principios
    universales destinados a hacer a todos iguales.

    Es a partir de aquí que intentaremos conocer
    cuáles son los pensamientos y reflexiones de la sociedad
    rosarina hacia las personas que sienten atracción por
    individuos de su mismo sexo.

    III.

    El trabajo de
    compilación estadística que hemos llevado a cabo ha
    intentado, teniendo en cuenta las consideraciones anteriores,
    presentar una serie organizada de datos que
    permitan, si no exhaustivamente, analizar las actitudes de
    la sociedad rosarina frente a los homosexuales. Hemos trabajado
    con un diseño
    de encuesta que
    consistió en un cuestionario
    semiestructurado aplicado a una muestra de población. El
    cuestionario
    estaba integrado por preguntas cerradas, abiertas y una escala de
    valores y
    actitudes.

    Según John Boswell (1985:38-39), el siglo XX ha
    asistido a tres revoluciones en el ámbito del estudio
    histórico: la primera fue el éxito
    de la Escuela de loa
    Annales; la segunda, el empleo de las
    técnicas estadísticas para evaluar y estructurar los
    datos
    históricos; la tercera revolución
    es lo que podrá denominarse la "historia de las
    minorías" y estriba en el esfuerzo por recuperar la
    historia de los
    grupos antes ignorados o excluidos por la historiografía
    clásica.

    "Aunque evidentemente existen trabajos no reconocidos en
    las universidades, realizados por investigadores e investigadoras
    más o menos solitarios, este campo de estudios no tiene
    hoy consistencia ni legitimidad ni autonomía propia, y se
    practica en una especie de exclusión intelectual"
    (Levovici & Seguret, 1997:143).

    En nuestro país el debate sobre
    el estudio sobre las "minorías" fue introducido a
    raíz de la denegación de la personería
    jurídica a la Comunidad
    Homosexual Argentina (CHA) en 1991. "La ausencia de investigación sobre este tema en la
    Facultad significa su atraso porque no ha dado el paso para
    esclarecer a su sociedad", expresó el director del
    Instituto "Gino Germani" de la Facultad de Ciencias
    Sociales de la Universidad de
    Buenos Aires,
    Enrique Oteiza. En esa coyuntura, mediados de 1992, Oteiza
    indicó la necesidad de esa investigación al
    Grupo de
    Salud y Derechos Humanos. A siete
    años de aquel acontecimiento, la publicación de los
    resultados de esa investigación, la primera de la Universidad de
    Buenos Aires,
    culmina una etapa de esclarecimiento y desarrollo social
    (Barrios Medina, 1998).

    En vista de que el presente trabajo se ve inserto en un
    campo problemático novedoso a la investigación
    académica de nuestro país, es comprensible que
    ciertos datos que puede esperarse encontrar aquí, en
    muchos casos, aún permanezcan ausentes. Sin embargo,
    creemos que las informaciones aquí reunidas pueden servir
    de motivación
    para continuar desarrollando y profundizando el análisis de la realidad social.

    IV.

    Los datos recogidos muestran que:

    1. De los 20 casos analizados, 13 pertenecen a mujeres y
      7 a varones, de los cuales el 55% es menor a los 46 años
      de edad.
    2. Según el estado
      civil, encontramos que 5 son solteros, 11 casados o unidos, 3
      separados o divorciados y 1 viudo.
    3. El 70% no asiste a reuniones de grupos
      religiosos.
    4. El nivel de instrucción es medio-alto, ya que
      el 70% logró concluir sus estudios secundarios, de los
      cuales una buena proporción se inició en el nivel
      terciario o universitario (60%).
    5. Respecto al nivel socioeconómico, la muestra
      nos permite conocer que el 45% es bajo, el 35% posee ingresos medios
      y el 20% pertenece a la franja de mayores ingresos. Para
      esta variable se han tenido en cuenta la zona de
      ubicación de la vivienda, su calidad de
      construcción, y la ocupación del
      entrevistado.
    6. El 80% pasó los primeros diez años de
      su vida (primera socialización) en Rosario o en alguna
      población de más de 10 mil
      habitantes.
    7. El 70% asevera ver televisión regularmente.
    8. Un 26% opina que el nivel de la programación de la
      televisión abierta es muy malo, un 26% opina que es
      malo, un 31% opina que es regular; en tanto un 15% manifiesta
      que el nivel es bueno. De esto se desprende que aproximadamente
      un 83% de los entrevistados creen que el nivel no es
      bueno.
    9. Al ser consultados de si la televisión induce
      o no la opinión de las personas, un 5% no da respuesta,
      un 20% dice que no, y un 75% manifiesta que sí. De
      quienes opinan que sí induce, el 87% opina que induce
      bastante (es decir, el 65% de los entrevistados en la
      muestra).
    10. Cuando se interroga sobre la opinión respecto
      de la inclusión de personajes homosexuales en programas de
      televisión, un 20% se manifiesta en contra frente a un
      80% que afirma estar de acuerdo con el tratamiento de este tipo
      de temas en televisión. Esta tendencia no se modifica
      teniendo en cuenta las variables de
      sexo y nivel de ingreso.
    11. Frente a la pregunta de si se considera que las
      personas homosexuales sean peligrosas; el 80% opina que no.
      Dentro de los que opinan lo contrario, es decir, que sí
      son peligrosas, se encuentran el 23% de las mujeres y el 14% de
      los hombres entrevistados.
    12. Respecto a la represión de las
      prácticas homosexuales en la vida privada, un 70% se
      manifestó en contra – de los cuales es el 85% de los
      hombres y el 61% de las mujeres entrevistados.
    13. Al preguntárseles si consideran a la
      homosexualidad como una práctica tan legítima
      como la heterosexual o bisexual; un 65% de los entrevistados
      manifestó estar de acuerdo – entre los cuales se
      encuentran el 60% de los solteros y el 66% de quienes tienen o
      han tenido alguna experiencia de convivencia. De entre quienes
      manifiestan su desacuerdo, el 57% son hombres y el 23% de las
      mujeres entrevistados.
    14. Al momento de analizar la actitud
      personal frente
      a los homosexuales la muestra nos arroja estos
      resultados:
    • el 51% siente indiferencia, de los cuales el 58% son
      mujeres y el 41% hombres,
    • el 33% los acepta, de los cuales el 82% son mujeres y
      el 18% hombres,
    • el 6% los rechaza (sólo respuestas de
      mujeres).

    La opción "rechazo" es elegida mayoritariamente
    por personas mayores a 56 años de edad, en tanto que los
    menores a 55 años varían entre aceptación
    e indiferencia.

    1. Ante la pregunta de si consideran a los homosexuales
      como una amenaza para la especie humana, el 85%
      manifestó que no.

      Los menores a 45 años de edad se manifiestan
      en un 100% por la tolerancia, en tanto los mayores a los 56
      años se reparten en proporciones iguales entre tolerar
      y prohibir.

      Sólo un 10% manifestó que
      deberían reprimirse, frente a un 5% por
      promoverse.

    2. Al solicitárseles la opinión respecto a
      las manifestaciones públicas de la homosexualidad; un
      65% opina que deberían tolerarse (de las cuales el 45%
      de las mujeres entrevistadas), frente a un 15% que dice que
      deberían prohibirse (28% de los hombres).

      De quienes se manifestaron a favor, el 53% tiene o
      tuvo experiencias de convivencia.

    3. Ante la pregunta de si los homosexuales pudiesen
      casarse, un 45% se manifestó a favor (53% de las
      mujeres y 28% de los hombres), un 45% se manifestó en
      contra (47% de las mujeres y 42% de los hombres), y un 10% no
      dio respuesta.

      En los menores a 35 años de edad (25% de la
      muestra) es donde se ve como que no es un inconveniente, en
      tanto los mayores a los 56 años opinan en forma
      diferente.

    4. Al ser preguntados sobre si les molestaría si un
      hijo o hija suyo tuviese un maestro o maestra homosexual, el
      25% respondió que sí le molestaría (30%
      de las mujeres); en tanto el 65% no lo ve como un
      inconveniente (61% de las mujeres y 71% de los hombres). Un
      10% no dio respuesta.

      No lo ven como una enfermedad un 40% de los
      entrevistados menores a los 46 años de
      edad.

      Como enfermedad es vista mayoritariamente en los
      sectores de ingresos altos (75%) y medios (57%); en tanto lo
      ven así sólo un 33% de los entrevistados con
      ingresos bajos.

      En el sector de bajos ingresos se considera a la
      homosexualidad preponderantemente como un estilo de vida
      (45%). Como una opción sexual más, opinan el
      43% de quienes están en sectores sociales medios y el
      22% de ingresos bajos.

      Teniendo en cuenta el estado
      civil de los entrevistados; el 80% de los solteros ve a la
      homosexualidad como un estilo de vida frente al 20% que la
      considera una enfermedad. Los separados/divorciados se
      reparten igualmente entre opción sexual y enfermedad.
      Los casados la ven mayoritariamente como una enfermedad
      (63%).

    5. Al ser interrogados sobre qué consideran que
      es la homosexualidad, el 50% la ve como una enfermedad (53% de
      las mujeres, 77% de los hombres mayores a 46 años de
      edad), un 25% la ve como una opción sexual más
      (mayoritariamente mujeres: 30% de las entrevistadas), un 25% la
      ve como un estilo de vida (42% de los hombres, 71% de los
      menores a 35 años de edad).
    6. Al preguntárseles si los homosexuales son
      identificables fácilmente, el 70% cree que sí lo
      son (61% de las mujeres y 85% de los hombres). Cerca del 84% lo
      relaciona con una manera de ser afeminada, muy estereotipada de
      lo que algunos llaman "marica".
    7. Al ser inquiridos sobre si observaban episodios de
      discriminación contra homosexuales, el
      60% dijo que no, en tanto un 35% dijo que sí – entre
      estos últimos manifestaron que los episodios de
      discriminación se dan mayormente en lugares
      públicos, y también que "se los ridiculiza en
      televisión" o simplemente "en conversaciones y
      comentarios hablando con la gente".
    8. Con respecto a si la orientación sexual de una
      persona incide
      en sus capacidades laborales, el 85% de los entrevistados
      manifestó que no. De quienes opinan que sí
      incide, el 75% son mayores a los 56 años de
      edad.

    V.

    Es interesante observar que en el imaginario colectivo,
    la palabra "homosexualidad" es inmediatamente relacionada a
    prácticas sexuales exclusivas de los varones. Sólo
    uno de los entrevistados mencionó la existencia de este
    tipo de prácticas en las mujeres, pero aclaró que
    "ellas son lesbianas y no homosexuales". También es
    frecuente la confusión o equiparación entre
    prácticas homosexuales y travestismo o transformismo. "Vos
    acá lo ves como algo común -manifiesta una de las
    entrevistadas- a la noche salen en pareja, más que nada
    para cuidarse hasta que llegan a Grandoli"; otra mujer dijo al
    respecto: "Si hay varios, por ejemplo C, lo tendrías que
    ver, se viste y se arregla que es más lindo que una
    mujer".

    Contraponiendo algunas respuestas, es interesante
    observar que mientras un 65% de los entrevistados considera que
    la homosexualidad es una práctica tan legítima como
    la heterosexual o bisexual, al mismo tiempo un 50% la considerase
    como una enfermedad. De lo cual podemos deducir que el nivel de
    tolerancia registrado es a partir de una "aceptación
    indiferente". Varios entrevistados manifestaron: "no me
    interesa", "no es cosa mía", "mientras no molesten a los
    demás".

    Por otra parte, si cerca de un 84% tiene una
    "aceptación indiferente" frente a los homosexuales,
    quizás esto sea así debido a que muchos la
    consideran como una enfermedad. Varios de los entrevistados
    manifestaron que "homosexuales hubo siempre", "ya nacen
    así" – al ser vista como una "enfermedad de nacimiento" es
    por tanto considerada no punible de sanción moral.
    Entonces estamos en presencia de una actitud de
    tolerancia por resignación a una situación que se
    considera dada y producida genéticamente.

    Las enfermedades -como toda patología- causa
    dolor y sufrimiento, esto se refleja en algunas expresiones como
    "Pobrecito, qué culpa tiene" o, de una manera más
    frontal, "la homosexualidad más que una enfermedad, es una
    desgracia". Si padecer una enfermedad es caer en la desgracia,
    esto es vivido como un elemento "exculpatorio". Aquí vemos
    que el nivel de tolerancia e indiferencia observado se produce
    como consecuencia de una elaboración mental más
    proclive a la aceptación por lástima que a posturas
    de respeto por la
    diversidad.

    Esto se modifica cuando observamos las visiones
    según el nivel de ingresos. En tanto en los sectores
    sociales de ingresos medios y altos la homosexualidad es
    mayoritariamente considerada una enfermedad (66%), por el
    contrario en los sectores sociales de ingresos bajos la
    homosexualidad es vivida preponderantemente (45%) como algo
    estrechamente relacionado al ejercicio de la prostitución y, en consecuencia, como una
    fuente de trabajo para hacer frente a las dificultades
    económicas.

    Muchas personas de nuestra sociedad tienen prejuicios y
    miedos frente a los homosexuales a pesar de no tener
    ningún contacto personal.
    El hombre
    homosexual pasa por afeminado, débil e inmaduro; las
    mujeres lesbianas como "amachadas", rudas y dominantes. Pero esa
    imagen coincide con muy pocos homosexuales; esto sucede porque se
    ha elaborado un "código
    de comportamientos" que intenta responder a la pretendida imagen
    social de los que es "ser hombre" o de
    lo que es "ser mujer". Esto también forma parte de la
    conciencia que
    con los años se les fija a los hombres y mujeres desde la
    infancia.

    Un 75% opina que la televisión incide en la
    opinión de las personas, de los cuales cerca de un 65%
    opina que induce bastante. Tendrá algo que ver la programación televisiva en el
    "moldeamiento" de la opinión
    pública respecto a conductas más tolerantes
    respecto a la homosexualidad? Creemos que sí. El
    tratamiento que se ha hecho y que se hace de la homosexualidad en
    la televisión argentina (en especial programas de
    producción nacional) ha repercutido de manera favorable en
    la fijación de conductas sobre el colectivo social.
    Programas como "Zona de riesgo",
    "Verdad/Consecuencia", "Verano del 98", "Primicias", cada uno de
    ellos dirigido a un sector etario diferente, han cubierto sin
    embargo la franja comprendida entre los adolescentes y
    la tercera edad. Estos tres programas, como algunos otros al
    estilo "talk-show" hicieron un abordaje de la problemática
    homosexual en función de
    diferentes códigos generacionales correspondientes a cada
    uno de los públicos a que estaba dirigida la
    producción televisiva.

    Ya expresamos más arriba la existencia de una
    pugna entre los diferentes discursos por acceder a espacios de
    difusión en los medios de comunicación masiva. Es
    así como la denuncia y la protesta contra hechos de
    discriminación se erigen en un elemento aglutinador de
    intereses diferentes dentro de una comunidad plural. En el nivel
    de la difusión de la ideología, los intelectuales son los
    encargados de animar y administrar la "estructura
    ideológica" de los círculos de poder en el seno de
    las organizaciones de
    la sociedad civil y
    de los medios de comunicación masiva.

    De esta manera, las iniciativas de un determinado actor
    social para transformar, corregir, perfeccionar las concepciones
    del mundo existentes y para cambiar, consiguientemente, las
    normas de
    conducta
    conformes y relativas a ellas, conducen a la mutación del
    imaginario social colectivo expresado genéricamente como
    "sentido común". En este sentido, la relación
    establecida entre los medios de comunicación masiva y los
    activistas de las organizaciones
    que nuclean y defienden las demandas de las "minorías
    sexuales" han servido no sólo para difundir un determinado
    tipo de protestas, sino que ha logrado que la discusión
    sobre la expansión de la ciudadanía encuentre eco
    en el colectivo social. Reflejo de esta influencia es que las
    opiniones recogidas muestran que mayoritariamente (65%) se
    considera que las manifestaciones públicas de la
    homosexualidad deberían ser toleradas.

    Que un grupo numeroso de personas se congreguen en
    derredor de una consigna común frente a los poderes
    públicos no sólo hace pensar en el surgimiento
    potencial de un nuevo movimiento social, sino que significa una
    noticia a cubrir y por tanto a difundir por los comunicadores
    sociales.

    Cuando algo es noticia, y es consumido también
    como tal, hace falta enriquecer el discurso o,
    por lo menos, pulirlo de sus aristas más arbitrarias. A
    este respecto es interesante observar cómo, desde los
    medios de comunicación masiva, ha dejado de hacerse
    referencia a los "homosexuales" para pasar a tratar la
    problemática de los "gays, lesbianas, travesties,
    transexuales y bisexuales". También englobados bajo el
    rótulo común de "minorías sexuales". De esta
    manera, una categoría que en los inicios era tratada como
    conducta patológica se ve transformada en una
    categoría aglutinante de elementos socioculturales
    diversos – aquí la lucha por el respeto y por la dignidad
    gay ya muestra a las claras cómo se esta definiendo la
    batalla comunicacional.

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    Prof. Marcos Gastón Milman
    (UNR)

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