Plaza General Lavalle
- Ubicación
Geográfica - Las Calles y sus
nombres - Historia del barrio San
Nicolás de Bari - El nacimiento de la Plaza del
Parque - El Parque Argentino y Palacio
Miró - El Primer Camino de Hierro
Argentino - La
metamorfosis - Tres etapas de Plazas en Buenos
Aires - Lo nuevo, lo viejo
remodelado - Origen de
Plaza - Monumentos, esculturas y
elementos relevantes de Plaza General
Lavalle - Descripción de los
elementos internos y externos de la Plaza General
Lavalle - Especies
Arbóreas de la Plaza General Lavalle - Un Poco de
Actualidad - Bibliografía
Pocos sitios de Buenos Aires
atesoraron en su evolución tantos jalones y sucesos
destacables como la Plaza Lavalle. En sus comienzos se mezclaron
allí las fragancias más heterogéneas:
primero, el vaho de la campiña y el perfume de las flores
de sus quintas; después, cuando se convirtió en
basural, el hedor de los desperdicios en fermentación, mezclado con el olor a
pólvora que emanaba de la primitiva fábrica de
fusiles y del Parque de Artillería. Mas tarde, el de la
humareda de La Porteña inaugurando una era de progreso al
conducir el primer tren argentino desde la Estación del
Parque, situada frente a la calle Libertad.
Desde ese mismo solar partirían, medio siglo mas
tarde, los acordes de "Aída", envolviendo a la plaza en un
manto de lirismo que no conocía aun, pues solo la
habían surcado los sonidos marciales de las bandas
militares y quejumbrosas notas de bandoneones y violines
provenientes de uno de sus viejos cafés.
A su vera, sobre la calle Talcahuano, donde a principios de
siglo todavía se veían soldados dirigiéndose
a su antiguo cuartel, se alza impetuoso el Palacio de Justicia, el
emporio del foro
argentino.
Preside la plaza el monumento del jefe unitario y, a su
vera, encontramos también tres escuelas que honran a
la
educación argentina, el
templo principal de una congregación religiosa, la casa
matriz de la
Dirección General Impositiva y el Teatro Nacional
Cervantes.
Ya no están ni el celebre café
"El Parque"ni la botica del mismo nombre, y las vías del
tren no la atraviesan mas. No queda sino Parte de la fina
arboleda que rodeaba al palacio Miró, una de las mansiones
más señoriales del Buenos Aires de
ayer.
Todo eso pertenece al pasado de esta plaza, cuya
evocación tiene la virtud de acercarnos a la historia de nuestra ciudad,
fresca aun, pero rica en motivos trascendentes.
La Plaza General Lavalle se encuentra emplazada en la
zona oeste de Buenos Aires, en el barrio de San Nicolás de
Bari.
El barrio está delimitado por las siguientes
avenidas: Eduardo madero, La Rábida Norte, Rivadavia,
Callao y Córdoba.
Los barrios con los que limita son: al norte Retiro, al
sur Montserrat, al oeste Balvanera, y al este con el Río
de la Plata.
La Plaza General Lavalle se encuentra ubicada
entre las siguientes calles:
- Al oeste, Lavalle
- Al este, Avenida Córdoba
- Al norte, Talcahuano
- Al sur, Libertad
- Y a su vez esta cruzada de norte a sur por las calles
Tucumán y Viamonte.
Libertad:
Toma ese nombre a partir de 1822, en
conmemoración a la Declaración de la Independencia.
Según el Trazado dispuesto por el fundador Juan de Garay,
esta calle constituía el limite desde La Trinidad, Fue
algo así como el limite que separaba la ciudad de las
grandes quintas.
Talcahuano:
Anteriormente se llamaba Irigoyen. Ahora lleva el nombre
de un departamento de Chile y de su
puerto militar, que es el principal de ese
país.
Lavalle:
Lleva este nombre en homenaje a un general Argentino que
participo en la guerra de la
Independencia,
fue uno de los héroes de la batalla de Ituzaingó.
Combatió a Rosas y
venció a Borrego a quien hizo fusilar. Falleció en
Jujuy. (Profundizaremos mas adelante)
Córdoba:
Ciudad del centro de Argentina,
capital de la
provincia homónima. Se encuentra localizada en el
límite entre la llanura pampeana y las sierras de
Córdoba. Se extiende por una superficie de 576 Km² y
esta bañada por el río Suquia o Primero, el cual se
halla embalsado en el dique San Roque. Presenta un clima
continental, con temperaturas medias de 26 °C en el mes
más calido y de 12 °C en el más frío. La
ciudad es un destacado nudo ferroviario y un centro fabril y
cultural.
Cuenta con una notable industria
agroalimentaria y de transportes, lo que la convierte en la
segunda ciudad en importancia de Argentina. Es sede de la
Universidad
Nacional de Córdoba (fundada por los jesuitas en 1613), de
la Academia Nacional de Córdoba, del Observatorio
Astronómico y del Instituto Meteorológico
Nacional.
Las bellas sierras cercanas han convertido a
Córdoba en un popular destino turístico, que
enriquecen su importante patrimonio
cultural.
La ciudad fue fundada en 1573, por el conquistador
español
Jerónimo Luis de Cabrera con el nombre de la Nueva
Andalucía. Desde hace varios siglos goza de prestigio como
centro educativo, hasta el punto de ser denominada "La Docta". En
la época del Virreinato del Río de la Plata,
Córdoba fue también capital de la
provincia colonial de Tucumán.
Viamonte:
En honor al militar y político argentino,
gobernador de Entre Ríos y de Buenos Aires. Nació
en Buenos Aires y siguió la carrera de armas. Fue
ayudante de Santiago Liniers y Bremond durante las invasiones
inglesas, e intervino en la Revolución
de Mayo de 1810. Tomó parte en la campaña del Alto
Perú, y en 1814, fue nombrado gobernador de la provincia
de Entre Ríos. Al año siguiente, se lo
designó jefe de la expedición que luchó
contra el General José Gervasio Artigas. En 1818, fue
diputado del Congreso Nacional y poco después, se lo
designó jefe del ejército para luchar en la
provincia de Santa Fe y reducirla. Su acción tuvo
resultados poco satisfactorios. En 1829, se desempeño como gobernador interino de la
provincia de Buenos Aires, siendo designado de forma efectiva en
1833. Después emigró a Montevideo, donde
murió.
Tucumán:
En honor a la reunión de los representantes de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuyas sesiones
se iniciaron el 24 de marzo de 1816, y cuyos objetivos
fundamentales fueron nombrar un director, declarar la
independencia respecto del poder español y
dictar una constitución. Fue elegida como sede la
ciudad de San Miguel de Tucumán, por quedar equidistante
de todas las provincias. Carmen Bazán y Laguna de
Zavalía cedió su casa, que fue arreglada para
proporcionar una amplia sala de sesiones. El 24 de marzo de 1816,
se inauguraron oficialmente las sesiones.
Siguiendo las directivas de dos ilustres patriotas, los
generales Manuel Belgrano y José de San Martín, en
la sesión del 9 de julio de 1816, presidida por Francisco
Narciso Laprida, se declaro la Independencia, primero por
aclamación y después por el voto individual de cada
diputado.
La moción fue aprobada por unanimidad y recibida
jubilosamente por los asistentes. El Congreso eligió como
director a Juan Martín de Pueyrredon.
Las calles que rodean a la Plaza Lavalle tuvieron
distintos nombres:
Avenida Córdoba: Año 1769: Santa
Rosa
Año 1808: Yañez (Martín
Gregorio)
Año 1915: Córdoba
Viamonte: Año 1738: San Bernardo
Año 1808: Ocampo
Año 1883: Gral. Viamonte
Año 1912: Viamonte
Tucumán: Año 1738: San
Santiago
Año 1769: Santiago
Año 1808: Herrero (Francisco Antonio)
Año 1822: Tucumán
Libertad: Año 1769: San Pablo
Año 1808: Velarde (Pedro)
Año 1822: Libertad
Talcahuano: Año 1769: Santiago del
Estero
Año 1808: Irigoyen (Santos)
Año 1822: Talcahuano
Lavalle: Año 1738: San Benito
Año 1808: Merino (Geronimo)
Año 1822: Del Parque
Año 1891: Lavalle
Historia del barrio San Nicolás de
Bari
La Plaza General Lavalle se encuentra situada en la zona
oeste de Buenos Aires, en el barrio de San Nicolás de
Bari.
El nombre dado a este barrio se debe a la iglesia
homónima, fundada en 1773 por Domingo Acasusso, en la
esquina de las calles Carlos Pellegrini y Corrientes, por real
cédula del 8 de julio de 1767.
San Nicolás, juntamente con Montserrat fueron los
primeros lugares habitados de la orgullosa Santa María del
Buen Ayre, ya que un cuarto del barrio forma parte del trazado de
la ciudad por Juan de Garay, en 1580.
Desde la fundación de Buenos Aires transcurriendo
la época de la colonia y hasta el crecimiento desmesurado
de ella, que llevó sus límites
más allá de los de la gran aldea, por la historia transitó los
tranquilos días del Virreinato, se agitó en los
expectantes momentos prerrevolucionarios, se convulsionó
en la defensa ante las invasiones inglesas, vio caminar por sus
calles a las figuras políticas
y artísticas de mayor trascendencia y fue siempre
protagonista de los episodios que más convulsionaron a la
vida política de los argentinos.
Cortada por la mitad, por la avenida más ancha
(del mundo), atravesada por la ´´avenida que nunca
duerme´´ y donde por primera vez se izó la
enseña nacional; por sus calles también
nació y se desarrolló la música ciudadana,
pergeñada si en los arrabales, pero dada a luz hasta pisar
la Corrientes Noctámbula. Pegada al puerto, la zona de San
Nicolás fue el pórtico de entrada de toda novedad a
la que tan afecta era y es la coqueta Buenos Aires.
San Nicolás siempre fue el barrio de vanguardia, a
tal punto que podemos afirmar, que todos los restantes barrios
crecieron mirando a San Nicolás, adoptando sus modas y su
vertiginosa capacidad de ser la vidriera receptora de las
novedades del mundo. Además, porque sin duda debe ser el
barrio más transitado por los mismos porteños y por
los argentinos que viven ahí nomás, cruzando la
Gral. Paz. Es por Corrientes, por Florida, por la 9 de Julio, por
Tribunales, por donde pasa lo más representativo de la
ciudad más hermosa del mundo: ´´la
nuestra´´
Es en una casa del barrio donde se escuchó por
primera vez el Himno Nacional, la casa de Mariquita
Sánchez de Thompson ubicada en Florida y Perón,
donde transcurrían las tertulias de los más
ilustres habitantes del Buenos Aires de la Revolución
de Mayo. En una de las dependencias de esa casa, funcionó
además la Logia Lautaro, donde se reunían San
Martín, Alvear, Zapiola, Monteagudo, Anchorena quienes por
algún tiempo marcaron
los destinos políticos nacionales.
San Nicolás fue el barrio que tuvo el primer
Hospital (San Martín), tuvo las primeras representaciones
teatrales, la primera exhibición cinematográfica en
el derruido “Odeón´´, la primera calle
empedrada de la ciudad – Rivadavia entre Florida y San
Martín – la primera línea de
tranvías.
Días en San Nicolás
San Nicolás, era como el espejo de la noche o la
reunión de afiebrados mediodías. Es decir donde
todos los porteños encontraban su identidad,
su carta de
ciudadanía. Noches de San Nicolás, quien no se
acuerda, cuando la vieja radio Municipal
estaba en el subsuelo del Teatro
Colón y trasmitía los grandes conciertos de
tango en los
mediodías de los domingos que daba el bandoneón de
Troilo y donde cantaban “el pibe de Oro“ Rufino y el inacabable
Polaco Goyeneche.
Todos los porteños tenían pasión
por el barrio donde soñamos nuestro destino, o donde
frente a un cortado a medio tomar miramos el humo del ultimo
‘faso’
O la ancha con obelisco de por medio y pizzerías
famosas de ahora y entre el ruido
estrepitoso de alguna cafetería al paso.
La aduana metafísica
de los almanaques va cambiando pero hay algo que perdura: los
teatros, hoteles y
vidrieras.
El barrio de San Nicolás tan enraizado con los
orígenes mismos de Buenos Aires, pero al mismo tiempo tan
representativo de la transformación de la gran urbe;
moderno, vertiginoso y cosmopolita.
El barrio de San Nicolás alberga hoy a la City y
a Tribunales. A cientos de servicios
conexos a ellas. En él están ubicados los
más grandes teatros del país y en algunos casos de
Latinoamérica. Y los restaurantes de
antología y la mítica calle Corrientes, y la
imagen que
identifica a Buenos Aires: el Obelisco con su plaza de la
República.
Este barrio no es un lugar geográfico, sino un
mito en el
corazón.
Lugares históricos:
destacados
Basílica de la Merced: ubicada en Perón y
Paraná. El edificio se levantó en 1721 y la
razón de ser monumento histórico se debe a que los
Defensores de la Ciudad libraron una encarnizada batalla desde
sus terrazas contra los invasores en 1807. También, sus
claustros fueron dispuestos como hospital en 1827, para los
numerosos heridos de guerra que
arribaban a Buenos Aires, como consecuencia de la Guerra contra
el imperio del Brasil.
Casa de Mitre: San Martín 336. Es una casa
construida a fines del siglo XVIII. En ella Bartolomé
Mitre escribió la ´´Historia de San
Martín y la Independencia de América´´, la
´´Historia de Belgrano´´ y tradujo la
´´´Divina Comedias. Además
albergó la mayor biblioteca
americanista de su momento.
Las Catalinas: en Viamonte y San Martín.
El edificio se remonta a 1783. En 1807, fue invadida y tomada por
varios días por los ingleses y prontamente recuperada por
la valerosa defensa de sus moradores y vecinos.
Lugares Característicos
Uno de los centros nocturnos más importantes del
barrio fue la manzana comprendida por las calles Perón,
Suipacha, Sarmiento y Pellegrini, sesgada por el mítico
pasaje Carabelas. La manzana abrigó innumerables
cafés y restaurantes en donde recalaban indefectiblemente
los porteños amantes de la noche. Poetas, escritores,
músicos, gente del teatro encontraban allí el
ambiente
propicio para la polémica, la bohemia y el libre fluir de
los sueños y delirios.
En Perón y Carabelas estaba “el
Conte´´ el más famoso restaurante con una
cocina cuyo prestigio aún hoy rememoran los
porteños. Era uno de los restaurantes más caros y
frecuentados por Carlitos Gardel.
Era común, que luego de una tarde afortunada en
Palermo, los muchachos se fueran a gastar “la
guita´´ en el Conte: “después te espero en El
Conte, pa´ poderlo festejar…´´ dice el
tango.
Calle Corrientes: era quien marcaba a la ciudad
con sus cafés, sus boliches, restaurantes quien
posibilitó a que los porteños desarrollaran esa
vocación por hacer de la amistad un culto,
por usar los lugares de encuentro luego de la oficina, para
desgranar horas de charla sobre “el fulbo´´, la
política,
la melancolía y la nostalgia. Lugares para dejar
transcurrir horas pérdidas o ganadas mirando el
crecimiento del país, a través de los vidrios de
ese segundo hogar porteño.
Cortada Carabelas: definida por un periodista
herido de porteñidad como ´´el tajo malevo que
el progreso le hizo a nuestro barrio“ fue una callejuela
frecuentada por elementos del mal vivir y de aquellos escritores
y poetas que encontraron en sus restaurantes y cafetines el
venero inagotable que da la vida mostrando sus llagas.
Allí estaba "La Croce di Malta" donde se reunían
los periodistas de "La Patria Argentina" "La Nación". Los cafetines: Los Pajaritos y La
Taberna de Mario, donde las noches eran finalizadas casi siempre
con cuchillos, la sangre y la
taquería.
El
nacimiento de la Plaza del Parque
Como otros tantos ´´huecos´´, el
de Zamudio se convirtió con el tiempo en una de las plazas
de la ciudad. La nomenclatura de
Plaza del Parque aparece por primera vez en el plano que el
Ingeniero Felipe Bertrés dibujó en homenaje a don
Bernardino Rivadavia en 1822. La plaza abarcaba entonces, tres
manzanas: las dos que tendría después, antes de su
ampliación en 1937, y una tercera entre las calles
Talcahuano, Uruguay,
Tucumán y Viamonte, que sólo años
después empezaría a poblarse.
La mayoría de estas arterias urbanas cambiaron o
recibieron su nombre en 1808. Ello ocurrió durante el
virreinato de Liniers, que colocó a casi todas las calles
el apellido de un criollo o español de destacada
actuación en la lucha contra el invasor inglés.
En 1822, cuando el hueco se convierte en plaza, un solo
edificio se destacaba por su imponencia en esa zona. Era el
Parque de Artillería, emplazado en la manzana donde se
levantó a principios de
esta centuria el palacio de los Tribunales. Por su importancia se
lo tomó como punto de referencia y se le dio su nombre
tanto a la plaza como a una de las calles que lo
flanqueaban.
El Parque de Artillería era un edificio de estilo
colonial, lo rodeaba en todo el perímetro de manzana, un
muro chato y liso. En su pórtico la estatua de Marte le
confería su aspecto marcial. Fue instalado para taller y
maestranza del ejército. El edificio tenía entonces
siete extensos almacenes con
artículos de guerra, una sala de armas, cinco
talleres y las oficinas y habitaciones de los
empleados.
El viejo Parque, imponente pero al mismo tiempo de
líneas sobrias, con sus altos y blanqueados muros,
llegó a ser una Institución en un barrio en el que
las casitas blancas salpicaban cada vez más el verdor de
las quintas, hasta que la edificación empezó a
tomar tal vuelo que el aspecto agreste de la zona
desapareció casi por completo.
La nueva plaza, plagada todavía de biznaga, fue
un lugar bastante solitario y abandonado hasta los albores de la
segunda mitad del siglo XIX, a pesar de los mendigos que
pululaban en sus adyacencias. Tanto es así, que eran pocos
los que se animaban a cruzarla a medianoche, seguramente por
temor a encontrase con la Viuda del Parque.
La Viuda, una de las supersticiones más
arraigadas en aquella época. Era una aparición,
especie de fantasma que se presentaba en noche en los sitios
apartados en forma de mujer enlutada,
cubierta de pies a cabeza con un gran manto o rebozo negro. Este
siniestro personaje salía inesperadamente al paso de los
jinetes o peatones y corría detrás o delante de
ellos.
Bien dicen que hasta las supersticiones más
grotescas se apoyan sobre un fondo de verdad. Así,
según las versiones de la época, un asaltante
nocturno tenía a mal traer a la población porteñas que acostumbraban
cumplir su cometido a caballo en las zonas apartadas de la
ciudad. Este sujeto, que llevaba prendas femeninas y al que se
conocía con el nombre de La Viuda, habría dado
origen al dicho popular.
Nota: el término hueco se le daba a aquel
espacio vació, en total estado de
abandono, el cual pasaba de las manos del dueño a poder del
Estado.
Siguen los
recuerdos:
El
Parque Argentino y Palacio Miró
Durante muchos años el barrio del Parque
vivió poblado de acordes marciales que partían de
la manzana que bordeaba la plaza por la calle Talcahuano. Eran el
toque de los clarines y el redoble de los tambores los que
marcaban las horas de monótona existencia. Al amanecer,
las dianas coreadas por el canto de los gallos; a media
mañana la asamblea; la orden general, cuando culminaba la
hora de la siesta; lista mayor y oración, al caer la
tarde, dejando oír sus notas tristes como un
lamento.
En ese barrio tranquilo, cuya única nota de
color
solían darla los abnegados soldados de la tropa de
línea con sus ejércitos y despliegues de guerra,
hacía falta crear un motivo de atracción que fuera
al mismo tiempo un imán para los porteños.
Así lo entendió Santiago Wilde, quien se
asoció con u grupo de
caballeros ingleses para instalar el famoso Vauxhall o Parque
Argentino, el primer jardín público que al estilo
europeo se abrió al público en 1827.
El Jardín ocupaba la manzana comprendida entre
las calles Temple (actual Viamonte), Córdoba, Uruguay y
Paraná, es decir, lindaba prácticamente con la
primitiva Plaza del Parque. El Vauxhall constaba de una serie de
edificios rodeados por magníficos jardines con plantas
exóticas de indudable valor. Su
nombre inglés
recordaba los jardines de Londres. A pesar de la estricta
vigilancia, algunas concurrentes arrancaban a hurtadillas
plantas que
sus sirvientas procuraban contrabandear en la forma más
disimulada posible
Sarmiento, en ´´Recuerdos de
Provincia´´, sostiene que aquel espacio de tierra
cultivada con la gracia del arte
inglés, que aquellos sotillos en que la mano del hombre
remedaba las gracias de la Naturaleza, era
hasta entonces el mejor contraste que la cultura
europea podía hacer con la desierta pampa; era un
fragmento de Europa
transportado a la América.
Había en el Parque un lujoso hotel francés a cargo de los
señores Porch y Bernard, grandes salones de baile y un
circo con capacidad para 1.500 personas.
En el Vauxhall, actuó años después
un célebre personaje de la época, el italiano Pedro
Sotora, que se auto titulaba ´´el hombre
incombustible y el rey del fuego´´. Una de sus
habilidades más llamativa era la de comer estopa ardiente.
Solía lanzarse a la pista dando saltos mortales. Fue el
primer divo que se vistió y pintó de payaso en el
país.
En el Vauxhall, se había construido
también un pequeño teatro. En el verano se
realizaban funciones
vespertinas con actores del Teatro Argentino.
En el Parque tampoco faltó una buena banda de
música,
que los domingos quebraba con sus acordes la monotonía de
esa zona, todavía despoblada.
El Parque estaba rodeado por una rústica pared de
cerco, que sobre la calle Uruguay estaba emplazada 5m más
adentro de la línea general, para que los concursantes
puedan dejar ahí sus cabalgaduras y carruajes,
todavía hoy esa calle es más ancha entre
Córdoba y Viamonte.
En el año 1830, los residentes franceses
festejaron, en el Vauxhall, la ascensión al trono del Rey
Luis Felipe.
La residencia privada de don Santiago Wilde se
encontraba también en la manzana del Parque. El
deán Funes, ya octogenario, achacoso y escaso de recursos,
solía visitarlo. Pero el 10 de enero de 1829, mientras los
dos amigos conversaban frente al proscenio del teatro, el
deán se desplomó para siempre.
Como es de suponer, el Parque Argentino, era un
aliciente para los habitantes de la ciudad, porque les brindaba
un espectáculo novedoso y atrayente. Pero había un
serio problema que le restaba concurrencia. Después de las
lluvias era muy difícil llegar hasta allí, porque
el viaje desde el centro se interrumpía cuando se arribaba
al famoso arroyo.
Algunos años más duró el apogeo del
Parque Argentino, pero el mal estado de las calles hacía
sumamente difícil el acceso al lugar y por eso sus
directores abandonaron la
empresa.
El ´´Tercero´´ había
vuelto a ganar una batalla más y seguía retardando
el avance de la ciudad. Pero su reinado no debía durar
muchos más, pues la eliminación de los molestos
zanjones fue una de las primeras medidas de don Torcuato de
Alvear, el primer Intendente porteño y colosal propulsor
de su progreso.
La eliminación de estos arroyos impulsó y
la ciudad cambió su aspecto general.
Palacio
Miró
En el año 1841, don Mariano Miró, en
pública subasta y en la más leal puja,
adquirió el valioso solar ubicado entre las calles
Viamonte, Córdoba, Libertad y Talcahuano.
En ese mismo lugar, don Mariano, uno de los pioneros del
barrio hizo levantar un suntuoso palacete de tipo suburbano, de
dos plantas, galería perimetral en el piso bajo y un
vistoso mirador. Su construcción estuvo a cargo de los
arquitectos Nicolás y José Canale, padre e hijo
(genoveses).
El palacio fue inaugurado en 1868.
Miró había contraído enlace con
doña Felisa Dorrego, sobrina del ilustre militar federal
inmolado en Navarro. El esposo tenía entonces 35
años, mientras que Felisa apenas 16.
Si bien no tuvieron hijos, se perpetuaron con numerosas
obras de bien público.
Ese palacio y el parque que lo rodeaba fueron motivo de
permanente admiración, en especial por su valiosa arboleda
rica en finísimos ejemplares, algunos desconocidos en el
país.
Que porteño de ayer no recuerda todavía la
belleza del palacio Miró, con su enrejado simple y fuerte,
cuyos pilares tenían imponentes jarrones con cactos, el
jardín estaba adornado por leones de mampostería y
se habían plantado especies exóticas. Una verja
sencilla lo rodeaba, con pilares coronados por jarrones en donde
se advertían cactáceas; el camino que
conducía por el parque hacia la escalinata de
mármol, el corredor y los lujosos aposentos, sus salones
decorados con valiosas obras de arte, su
señorial fachada, la vidriera en forma de cúpula
servía de remate al edificio. A ambos lados del
portón de acceso, las columnas remataban en bustos
romanos.
A la muerte de
sus dueños – don Mariano falleció en 1871 y
doña Felisa el 4 de diciembre de 1896 – el palacio
pasó a manos de su sobrina Ernestina Ortiz Basualdo casada
con don Felipe Llavallol, hijo del primer presidente del
directorio del F.C.O.
La señora Dorrego de Miró siguió
viviendo en la casa rodeada del cariño de sus
sobrinos.
El 21 de agosto de 1881, fue sorprendida por un hecho
macabro, que terminó siendo policial. Recibió una
extensa y amenazadora carta en la cual
le comunicaban que, a fin de cobrar un rescate, los restos
mortales de su madre, Inés Idarte Dorrego, habían
sido retirados de su bóveda familiar y ubicados en otro
lugar. Que sólo lo restituirían bajo una
condición, si ustedes quieren ser condescendientes con
nosotros.
Con más claridad y en el resumen: usted
Doña Felisa Dorrego de Miró y familia nos
abonarán en el término de veinticuatro horas la
cantidad de dos millones de pesos, que son ochenta mil patacones,
si quieren que los restos de su finada madre sean devueltos
intactos al santuario mortuorio de la familia,
donde han sido sacados, sin que nadie sepa de lo ocurrido, se lo
juramos.
Extensamente y en forma numerada señalaban los
paso a seguir. Acompañaban la carta firmada
con las iniciales los C. de la N., con un cajón sencillo y
de madera
ordinaria, pintado de colorado, donde debían colocarse la
suma con sello sin dirigirle siquiera la palabra, no hacerle
preguntas de ninguna clase, que pudiera darle sospecha de algo, o
hacerle maliciar que va a llevar consigo valores.
Tomaron parte en el asunto los sobrinos de Doña
Felisa Dorrego, se trasladaron a la Recoleta, constaron la
desaparición del ataúd de la bóveda
familiar, pero sin mucho investigar advirtieron que habían
sido depositados, sin daño en la bóveda vecina de
la familia
Requijo, a la que se había violentado el
candado.
Asegurados al respecto, se decidió seguir con la
comedia. Felipe Llavallol y su esposa dieron parte a la
policía, atendiendo en todo las instrucciones de los
secuestradores. Hábilmente siguieron los rastros del que
había retirado el cajoncito en el que se habían
colocado papeles de diario en el lugar del dinero.
Así llegaron hasta la estación de Retiro, donde el
cofre pasó a manos de otro hombre que
emprendió viaje rumbo al norte; sin más vueltas
detuvieron al hombre, lo interrogaron, confesando que él
tenía que tirar el cajoncito a la playa del arroyo
Maldonado. Persiguieron a los que allí aguardaban y todo
culminó con la detención de los miembros de los C.
de la N., una banda que se auto llamaba los caballeros de la
noche.
El hecho tuvo amplia difusión periodística
y originó un pleito que duró dos años
después, el defensor Dr. Rafael Calzada logró la
libertad para los imputados pues nuestro código
penal no contemplaba tal delito. A partir
de entonces se incorporó el artículo N° 171,
que impone de dos a seis años de prisión al que
sustrajese un cadáver para hacerse paga por su
devolución.
A pocos años de este suceso, la familia
volvió a ser protagonista de otro hecho
contradictorio:
El 19 de diciembre de 1887, quedó inaugurada a
escasos metros de su residencia, en el centro de la plaza del
parque, la estatua del General Juan Galo Lavalle.
La señora Felisa Dorrego de Miró, a partir
de ese momento decidió cerrar la puerta principal y
sellaron las ventanas de la casa que miraban hacia el monumento.
Ello hizo pensar por mucho tiempo, que la residencia estaba
inhabitada.
Años después, durante la revolución
de 1890, que tubo a la Plaza del Parque, como principal
escenario, el palacio Miró sufrió un gran
deterioro, pues, fue cantón revolucionario al mando
primero del mayor Fernando Cabrera y luego del mayor Carlos
Soler. Del mirador vidriado solo quedó el armazón
de hierro. La
enorme balaustrada sobre la calle Libertad, quedó
destruida. Las balas de los Rémington habían
causado destrozos en las ventanas y en las paredes interiores.
Las estatuas de las hornacinas ya no estaban en su lugar y una
sección de la verja junto a algunos árboles
habían sido destruidos.
Esta residencia también fue uno de los saraos
más importantes que se le ofreció a la Infanta
Isabel, embajadora del Rey Alfonso XIII, durante los festejos del
Centenario, tuvo como escenario al palacio.
La Nación
del lunes 30 de Mayo de 1910, nos da una visión anticipada
de lo que sería la gran fiesta: ´´el palacio
Miró, que representa una tradición de abolengo, ha
sido espléndidamente engalanado; sus salones, adornados
con plantas y flores, y las galerías cubiertas de
cristales y bien calentadas, han sido habilitadas para la fiesta.
Los esposos Llavallol pensaban y tenían resuelto servir
una cena en pequeñas mesitas, pero la inclemencia del
tiempo los ha obligado a suspender esta parte de la
fiesta.´´
Dentro del edificio se encontraba en una galería
recubierta de hidra, luego, se llegaba al gran hall alfombrado de
granate. Grupos de palmas
decoraban los ángulos del mismo.
A las 23:15hs, llegó el Presidente de la
República, doctor Figueroa Alcorta. Momentos
después llegaba la Infanta, en un lujoso
automóvil.
En el año 1936. La respectiva ley de
expropiación le había fijado su última
hora.
El senado y cámara de diputados de la
Nación Argentina en el Congreso etc.
sanciona con fuerza de
Ley:
Art. 1 – Declarase de utilidad
pública los terrenos e inmuebles de propiedad
particular, conocido generalmente como Palacio de Miró,
situados en la manzana comprendida por las calles Viamonte,
Córdoba, Libertad y Talcahuano, y el solar de metros
cuadrados 24.643, propiedad de
la congregación de la Santa Unión de los Sagrados
Corazones, situados en la calle Rivadavia entre Campichuelo y
Divela Dorma, frente al parque Rivadavia.
Art. 2 – Autorizase a la Municipalidad de la
ciudad de Buenos Aires, para efectuar las expropiaciones
correspondientes de acuerdo con la Ley 189, de 13 de Septiembre
de 1866.
Art. 3 – Autorizase a la Municipalidad de Buenos
Aires, para contratar un empréstito especial con destino
al pago de las expropiaciones de referencia.
Art. 4 – Comuníquese al Poder
Ejecutivo.
Dada la sala de sesiones del Congreso Argentino, en
Buenos Aires a 21 días del mes de Diciembre del año
1936.
Así, en 1937, se iba con él un mundo que
ya no tenía vigencia, pero quedaría en el recuerdo
como testimonio de una época que no ha de
volver.
En el paseo María Guerrero, esquina Viamonte y
Libertad hay una placa que nos dice:
Municipalidad de la Ciudad de Buenos
Aires.
Obra de ampliación Plaza
Lavalle
Viamonte – Libertad –
Córdoba – Talcahuano: 1/11/1937
Presidente de la Nación:
Agustín P. Justo
Intendente Municipal: Dr. de Vedia y
Mitre
Secretario de Hacienda: Atilio Oro
Maiani
Secretario de Obras Públicas:
Dr. Almicar Razori
El
Primer Camino de Hierro
Argentino
Ninguna plaza porteña puede enorgullecerse tanto
como la del Parque, de haber sido una verdadera avanzada del
adelanto de la ciudad. Así, en 1855, un grupo de
patriotas visionarios emprendió una obra colosal, con
ribetes novelescos: construir un ferrocarril cuya estación
central se emplazaría mirando a nuestro solar, que desde
entonces y por espacio de 25 años, iba a tener el
privilegio de ser surcado por los primeros tramos de vía
férrea instalados en el país.
La idea nació en 1853 en la mente de un grupo de
caballeros, entre los que podemos citar a don Manuel José
Guerrico, don Norberto de la Riestra, don Mariano Miró don
Felipe Llavallol. La mayoría de ellos no había
visto un ferrocarril en su vida. Faltaba experiencia, pero
había fe y confianza en el futuro de la
Nación.
Así, el 17 de septiembre de 1853, Llavallol,
Miró, Guerrico, Larroudé, de la Riestra Van Praet y
Gowland, a los que luego se unieron Esteban Rams y Vicente
Basavilbaso, constituidos en ´´Sociedad del
camino de hierro de Buenos Aires al Oeste´´, se
presentaron ante el gobierno de la
Prov. solicitando: la concesión y privilegio de construir
un camino de primer orden, cuyas conducciones se
efectuarían por locomotoras.
En esa solicitud no se fijaba el punto de partida de la
línea que ´´partiendo de la ciudad de Buenos
Aires se extendería hacia el Oeste´´. Sin
embargo, oficiosamente se había sugerido que podría
ser la calle Potosí (Alsina), Federación
(Rivadavia), Piedad (Bartolomé Mitre) o Cangallo. El
vecindario, al enterarse de este proyecto, puso el
grito en el cielo, alarmado por los peligros que podía
significar el simple anuncio de una locomotora atravesando
nuestras principales vías céntricas.
Fue entonces cuando se pensó en ubicar la
estación en una de las orillas de la ciudad, como lo era
en aquellos tiempos la Plaza del Parque.
La respuesta de la Legislatura de Buenos Aires no se
hizo esperar, ya que por ley del 9 de enero de 1854
autorizó al P.E. a otorgar la concesión para la
formación de una sociedad
anónima y la construcción de un ferrocarril al Oeste, de
24.000 varas de extensión.
La primera estación se establecería en el
predio donde se levanta el Teatro Colón, y para evitar
expropiaciones las vías atravesarían la plaza
formando una ligera curva por delante del Parque de
Artillería y, al enfrentar la esquina de éste,
tomaría la calle Lavalle, seguirían por Callao,
Corrientes, Centro América (hoy Pueyrredón),
Piedad
(Bartolomé Mitre), hasta empalmar en la actual
Plaza del Once con el trazado actual, hasta Flores. Estaciones
intermedias serían Almagro, Caballito y Flores.
El proyecto fue
motivo de vivas polémicas y los habitantes de la ciudad,
todavía gran aldea, conservadores y desconfiados por
naturaleza, lo
acogieron con gran escepticismo. Sus principales opositores
fueron los que vivían bordeando el trazado de las futuras
vías por el siniestro temor de que el paso de la
locomotora del tren produjese el derrumbamiento de los edificios
vecinos.
Para tranquilizar a los atemorizados vecinos, frente a
los crecientes problemas
económicos que afectaban a la empresa, el
directorio de ésta pensó en la eventualidad de
reemplazar las locomotoras por la tracción
animal.
Los trabajos empezaron en 1855, a pesar de una serie de
inconvenientes y evidente oposición del vecindario.
Así, los terraplenes fueron perjudicados por las lluvias
que cayeron en el otoño de 1857, y otras obras, entre
ellas las vías, fueron destrozadas varias veces por manos
anónimas, consecuencia de la hostilidad con que algunos
miraban el avance de los trabajos.
Respecto del material rodante, la compañía
adquirió finalmente en Inglaterra una
locomotora usada que ya había hecho su campaña en
la Guerra de Crimea.
La veterana locomotora fue trasladada a Buenos Aires y
sacó carta de ciudadanía con el nombre de
´´La Porteña´´. Si grande fue la
expectativa que en la Navidad de
1856 suscitó la llegada al puerto de aquella
máquina de vapor, mayor fue el aborto veinte
días después, al verla pasar por las calles de la
Ciudad sobre un enorme carromato construido ex profeso y tirado
por treinta caballos.
Unos días más tarde del desembarco de La
Porteña, llegó el maquinista Allan, especialmente
traído para iniciar en el manejo de la locomotora a sus
futuros colegas argentinos. La locomoción de vapor estaba
asegurada, por lo que los caballos de tiro no entraron siquiera
en escena.
Los vagones que compusieron el primer convoy ferroviario
argentino y que acompañaron en su viaje oceánico a
La Porteña y a la Argentina, la segunda locomotora que se
introdujo en el país, eran vehículos de cuatro
ejes, divididos en comportamientos, sin plataformas, con
portezuelas y estribos laterales, con asientos dispuestos en
forma transversal y cortinas de género en
las ventanillas. Eran alumbrados por lámparas de aceite y
estaban hechos de madera de pino
(La Porteña y el Vagón se encuentran en muestra en el
Museo de Transporte y
Producción de Luján, Provincia. de
Buenos Aires.).
Corrían los primeros meses de 1857 y los
preparativos eran cada vez más febriles. Si muchos
habían sido los contratiempos, uno más iba a
agregarse a la larga serie, pero éste, afortunadamente, no
llegó a oídos del público. De otra manera,
la empresa
hubiera fracasado antes del día de su
inauguración.
Ocurrió en el viaje de ensayo e
inspección. Por fin iban a viajar en tren los promotores
de la sociedad. Sólo Gowland y Larroudé lo
habían hecho en Europa. En el
tramo de ida, todo marchó espléndidamente. Pero a
la vuelta, Allan aumentó la velocidad, fue
entonces cuando la comitiva se acercaba al puente del
´´Once de Septiembre´´, ocurrió lo
imprevisto. El tren descarriló desde el alto
terraplén y el viaje terminó en una zanja. Por
suerte, las contusiones de los arriesgados empresarios fueron
sólo leves y al parecer nadie advirtió la
desafortunada maniobra.
Las vías fueron reparadas, se ajustaron otros
detalle y día 27 se hizo otra prueba, ya todo estuvo listo
para el esperado instante de la inauguración, cuya fecha
exacta ha dado lugar a algunas controversias. Bajo el frontis de
la antigua estación del Parque se leía escrito con
grandes letras: ´´inaugurado el 30 de Agosto de
1857´´. En cambio, todo
lo contrario ocurre al observar la reproducción de la invitación que se
cursó a Juan Allan y que consigna el 29 como fecha
inaugural del primer convoy.
La incógnita no se ha dilucidado todavía.
Indudablemente la inauguración pudo haberse realizado en
dos fases: el 29, ceremonia oficial y el primer viaje
simbólico, y el 30, libramiento del servicio al
público.
Las conmemoraciones se efectúan siempre los
días 30 de agosto.
En el centro de la plaza se instaló el altar,
entre altos mástiles revestidos con los colores patrios.
En el estrado principal se encontraban, presidiendo los festejos,
el Gobernador de Buenos Aires: don Valentín Alsina, los ex
Ministros, el entonces coronel Bartolomé Mitre y el Dr.
Vélez Sarsfield, José Barros Pazos, el Gral.
Zapiola y otras distinguidas personalidades, entre ellas el Dr.
Obligado.
El convoy avanzó lentamente en las primeras
cuadras, entre dos altos enrejados de hierro que impedían
el paso de los peatones. El estupor, y al mismo tiempo el
júbilo de los concurrentes, fue algo difícil de
narrar. Pero en medio de los vítores, los aplausos y la
cohetería, había quienes miraban con desconfianza
aquel monstruo rugiente y sudoroso que arrojaba humo y
ensordecía a la gente. Eran los pacíficos
habitantes de la población cercana a los rieles, que
sólo atinaban a mirar sus casas por si se
derrumbaban
Y cuentan las viejas crónicas que algunos vecinos
precavidos se mudaron a sitios más distantes del camino de
hierro, en tanto otros suspiraban con cierto temor al paso del
tren, esperando de un momento a otro que la casa se les viniera
encima.
Afortunadamente no se produjo ningún
derrumbamiento y meses más tarde la población
porteña aceptó con alegría el moderno medio
de locomoción.
Se había sembrado la semilla que habría de
producir, con el correr de los años, el árbol
gigantesco que cubrió con su sombra una importante
porción del suelo
patrio.
A fines de 1857, la empresa
habilitó un horario nocturno entre las 20:30hs y las
23:00hs
Pero quedó debidamente aclarado que dicho tren
no correría las noches sin luna.
Es importante destacar que el primer servicio
oficial para la provisión de aguas corrientes lo
estableció el Ferrocarril del Oeste, que llevó
agua del
río por un caño desde la Recoleta hasta la
estación del Parque, para el servicio de sus locomotoras
las que con el agua
salobre de los pozos sufrían frecuentes deterioros de sus
calderas.
Durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871, se
registró un movimiento
inusitado de pasajeros en la estación del Parque, en buena
parte motivado por un acuerdo en el cual se otorgaban pasajes
gratuitos a los pobres que deseaban salir del
municipio.
Ese mismo año se instaló un servicio
especial de trenes hasta la Chacarita. El propósito de
este era depositar los cadáveres que iban a efectuar su
último viaje. La Porteña conducida por Juan Allan,
cumplió tan triste misión.
Fueron contados los viajes que
pudo realizar el recordado técnico, pues fue el 5 de Junio
que cayó para siempre, alcanzado también por el
terrible flagelo.
Durante esa época la ciudad se iba extendiendo
hacia el Oeste, entonces nuestra plaza dejó de ser un
lugar apartado, para convertirse en un apéndice de la zona
céntrica. Por eso a nadie extrañó la
sanción del decreto gubernativo de 1878, por el cual se
prohibía al Ferrocarril del Oeste el tránsito de
sus trenes de vapor por las calles del municipio hasta el Once de
Septiembre, dándosele un año de plazo para hacer
efectiva la medida.
Los años pasaban, en 1882 una
representación de vecinos se presentó a la
Municipalidad para pedir la rápida efectivización
del traslado, oportunamente dispuesto. Ese fue el último
reclamo, pues fue el 1° de enero del año siguiente que
se clausuraba para siempre nuestra primera estación
ferroviaria.
Poco quedaba ya del viejo barrio del Parque, cuya vida
apacible y monótona había sido sacudida solamente
por los estremecimientos de horas trascendentales para la vida
del país. Así como un día presenció
el paso de las tropas inglesas camino a su derrota definitiva,
orientándose por la línea oscura de los cercos y
tapiales de las posesiones de Merlo y de Zamudio, una
mañana de 1852 vio llegar a la caballería
triunfante de Urquiza, que avanzaba desde el noroeste, dejando
detrás de si todo un ciclo de nuestra historia.
Ese barrio cuyas casitas blancas salpicaban el verdor de
las quintas, quedó en el pasado para siempre.
Es sabido que el ferrocarril abre nuevos rumbos a la
civilización. Y en nuestro caso, la Estación
Parque, tuvo la virtud de transformar la plaza que llevaba el
mismo nombre desde 1822 y de convertir a sus adyacencias en una
zona poblada, con vida propia y que décadas más
tarde se incorporaría al centro mismo de la
ciudad.
Así la plaza cambió en parque
inglés por obra y gracia del hábil horticultor M.
Ferrer. Y con el correr de los años, el antiguo basural
que impregnó con su olor pútrido a toda la vecindad
se transformó en uno de los paseos públicos
más concurridos, gracias a la constante
preocupación del organismo municipal y de los vecinos, que
no escatimaron esfuerzo alguno para lograr su
embellecimiento.
La edificación empezó a tomar vuelo, y el
aspecto agreste de la zona desapareció casi por
completo.
En 1854, la Municipalidad dividió a la ciudad en
once parroquias. Nuestra Plaza, como sucedería con las
divisiones posteriores, quedó comprendida dentro de la
parroquia de San Nicolás.
En el plano de la ciudad trazado por el Ingeniero
Nicolás Grondona en 1856, aparece la plaza con las dos
manzanas, que conservó hasta 1937. En este plano aparece
por primera vez la vía del ferrocarril surcando el solar
que es objeto del presente estudio.
En pocos años, el antiguo hueco se había
convertido en una plaza y posteriormente también en paseo
público, o sea en un lugar especialmente ornamentado con
plantas y árboles, como para servir de esparcimiento
a grandes y chicos.
La Memoria
correspondiente al 1858, señala, que una de las mejoras
que fueron ejecutadas fue el empedrado de las calles por donde
corrían las aguas del Tercero, hacia la parte norte de la
ciudad, que por tantos años habían perjudicado las
propiedades. Todas las calles fueron empedradas, con el
consiguiente beneficio para las propiedades y la higiene
pública.
Por la Memoria
Municipal de 1860, sabemos que el vecindario volvió a
reunirse para continuar las obras del Paseo, quien encabezaba era
Mariano Miró (presidente de la Comisión). La
respuesta municipal no pudo ser más favorable, en siete
meses se niveló el terreno, formándose las calles
correspondientes. Se colocaron quinientas varas de barandas en
tres frentes y se colocó una reja sobre un muro de
ladrillo. Siguiendo con la traza del plano, se plantaron
paraísos y acacias.
El año 1861, fue menos propicio para los miembros
de la Comisión del Paseo del Parque, ya que por los
preparativos para la guerra entre Buenos Aires y la
Confederación, algunos de ellos tuvieron que atender las
obligaciones
del servicio militar.
En 1862, se coloca la pared circunvalatoria con reja y
asientos, pues era preciso proteger al paseo de ser pisoteado por
los caballos y preservado de los vagos y malhechores.
Tres
etapas de Plazas en Buenos Aires
A lo largo de la evolución de las plazas en Buenos Aires,
vamos a distinguir tres etapas en su diseño,
siendo las dos ultimas con notables particularidades.
Primera etapa: Durante ésta, a
excepción de la Plaza de Mayo, las plazas son simplemente
"huecos", tierras sobrantes, en el crecimiento de la ciudad, que
era muy despacio. La función
que cumplían era servir de paradores de carretas, mercado de
frutas, basureros o lugares que la gente asociaba con tradiciones
fantasmales o hechizos.
Segunda etapa: La ubicamos después de
mediados del siglo XIX. Se caracteriza por la aparición de
árboles en forma alineada, y los jardines con formas
geométricas, ambos diseños aplicados tanto a los
parques como a las plazas. Se toman los modelos
europeos, en un intento por imitar los bulevares parisienses,
aunque en forma modesta al principio.
Tercera etapa: Comienza desde fines del siglo
XIX, hasta el presente, en una continua evolución. Los
diseños se tornan más complejos, en el afán
de lograr mayor efectividad visual. Este periodo, se distingue
por los espacios abiertos urbanos que logran equilibrar
adecuadamente el elemento verde, la arquitectura y
los grupos
escultóricos más importantes.
La evolución en que se encuentra esta etapa, esta
condicionada y determinada por cambios en las formas de vida,
factores económicos y técnicos. La expansión
de la ciudad obligó a que se modificara el diseño
regular de las plazas, basado en la utilización de ejes
rígidos, debido a que se incorporan elementos que hacen a
la vida misma de la ciudad. Entre ellos vamos a encontrar algunos
que se integran al diseño, como ser los juegos
infantiles, los mástiles, las esculturas; pero hay otros
que no a saber: paradas de colectivos, lugares para
estacionamiento, cabinas telefónicas, bocas de
subterráneos, que toman ubicación en las plazas
debido a la oferta de
espacio libre.
Lamentablemente, constituyen elementos que no
están en relación con la esencia de la plaza, dado
que pertenecen a la red vial, y con el gran
problema que causan, que es la perdida de la identidad de
los espacios verdes, ya que convierten a estos en lugares de
paso.
Debido a los factores económicos, el mantenimiento
se ha vuelto muy caro, y como consecuencia de ello han
desaparecido en las plazas de la capital, aquellas plantas que
exigen una tarea de conservación delicada, como los
rosales, que sí podemos encontrar en las plazas
provinciales.
Los avances del siglo XX y el surgimiento de la ciencia
denominada urbanismo, han introducido nuevas normas que
determinan la superficie necesaria para los distintos usos, las
distancias apropiadas entre los espacios verdes y los edificios,
todo ello enmarcado en un plan integral
para el diseño de los espacios verdes en la ciudad. Esto
resulto de difícil aplicación y a veces imposible,
en la ciudad de Buenos Aires, sobre todo en aquellos barrios de
alta densidad
poblacional. En la construcción de los parques y plazas,
encontramos que se ha utilizado tanto los modelos
tradicionales, como aquellos barrios de alta densidad
poblacional. En la construcción de los parques y plazas,
encontramos que se ha utilizado tanto los modelos tradicionales,
como aquellos que siguen pautas racionales y usos
predeterminados. De esta manera, se llega a las soluciones
actuales, que muestran un cambio en el
repertorio formal, en el tratamiento de los niveles. Surge
así el estilo actual que reemplaza la regularidad
tradicional, inspirada en el jardín anglofrancés,
esto determina un análisis más profundo que el que
surge de evaluar el uso practico del lugar.
Conviene aclarar que muchas veces, el diseño no
cumple con aquellas condiciones que facilitan su identidad y
adecuación a la escala urbana. No
se ha prestado atención al entorno, que puede sofocar o
deprimir, se ha pasado por alto el tratamiento del paisaje como
una totalidad, como ejemplo, la presencia de medianeras,
baldíos.
Las plazas del periodo anterior, tuvieron a su favor que
pese a ser tratadas de la misma forma, constituían
jardines rodeados por entorno apacible, y de baja altura,
además de que sus ejes expresaban una clara
imposición para enmarcar un edificio o vista
importante.
La plaza actual, con su distribución racional de espacios, presenta
problemas
estéticos y visuales difíciles de resolver. Como
toda plaza urbana, prevalece el concepto de lo
utilitario sobre lo decorativo, es decir el aspecto practico
sobre lo visual.
Un factor sobre el que se construyeron, fue el tener el
menor costo de mantenimiento,
con lo cual, obviamente, la superficie verde se encuentra en su
limite mínimo, prevaleciendo la llamada parte seca o
inerte. La consecuencia es la perdida de grandes beneficios, dado
que su ubicación adecuada, contribuye a realzar el
entorno, elimina los efectos negativos, logra destacar los
elementos importantes, manejando aberturas que determinan una
orientación visual hacia los mismos, permite formar
barreras que respaldan y aíslan el espacio abierto de, por
ejemplo, el transito.
El término Plaza, tiene en la actualidad una
acepción absolutamente diversa a lo que se daba en la
Ciudad de la Trinidad, durante los siglos anteriores. Entonces,
plazas eran los lugares destinados a las carretas y ventas de
artículos de todo género,
con preferencia de abasto, traídos de estancias o chacras.
En pocas palabras eran mercados
públicos donde los minoristas adquirían en las
carretas, cantidades que luego las revendían al por menor
a la población.
Dicha operación, se hacía en la propia
plaza, extendiendo sobre el suelo un poncho o
trapo que delimitaba el espacio del vendedor. Sobre eso mostraba
la mercancía y si se trataba de aves, pescados
y otros productos
semejantes, los ponían directamente en la tierra.
Es de imaginarse el cuadro del conjunto que
ofrecía en horas matinales, concurridas por un
público ruidoso en constante movimiento,
con predominio de negros esclavos y perros vagos,
yendo y viniendo entre las nubes de moscas que nada alcazaba a
ahuyentar, en medio de gritos, llamados, protestas, risas
típico de un lugar con gran concurrencia de
gente.
Llegado el mediodía, se dispersaba la clientela,
con el consiguiente retiro de los comerciantes, dejando el sector
con todo tipo de mercadería, pisoteada y mal oliente a
merced de los perros, ratas y
moscas que se adueñaban del lugar.
Algunos comerciantes poseían bándolas,
especie de quita y pon, constituidos por un mostrador o
simplemente cajones y cestos, protegidos por un toldo que se
alzaba a gusto del negociante. Una simetría actual de las
denominada ferias francas.
La vida de mudas se desarrollaba en esos centros de
transacciones diarias y también de chismes permanentes,
dado que acudían habitantes de todas las casas de la
ciudad.
Es posible que de esta costumbre derive el significativo
de tal o cual plaza. O también mercadería puesta en
plaza o condiciones de plaza, que con el uso y extensión
abarca hasta los más fuertes mercaderes de la Plaza de
Buenos Aires.
Monumentos, esculturas y elementos relevantes de
Plaza General Lavalle
Referencias del
plano
Para facilitar el reconocimiento de los distintos
elementos que se hallan en el plano de la Plaza General Lavalle,
se han identificado a los árboles con números y a
los elementos escultóricos con letras.
A | José J. Podestá | M | Carlos López Buchardo |
B | Paseo María Guerrero | N | Don Miguel |
C | Hipólito Irigoyen | Ñ | Personalidades de la Música |
D | Paseo Luciano F. Molinas | O | Ballet Nacional |
E | Florencio Parravicini | P | Dr. Roberto Repetto |
F | Reloj de Sol | Q | Dr. Rómulo Naón |
G | Placa Caja N. de Ahorro | R | Abdón Calderón |
H | Beethoven | S | Amia |
I | Palacio Miró | T | Árbol de Norma Plaa |
J | Fútbol | U | Abogados |
K | Emperador Trajano | V | Juan Galo Lavalle |
L | Constantino Gaito |
|
|
Identificación de las
especies arbóreas en Plaza Lavalle
1 | Erythina crista-galli (Seibo o Ceibo) | 18 | Sterculia coccinea (Roxbg) |
2 | Magnolia grandiflora (Magnolia) | 19 | Ficus Sp. (Gomero) |
3 | Livistona chinensis (Palmera) | 20 | Ficus macrophylla (desf) (Gomero) |
4 | Araucaria excelsa plumosa (Araucaria) | 21 | Callistemon imperiale (Escobillon rojo o limpia |
5 | Ficus elastica (Gomero) | 22 | Feijoo sallowiana (Falso guayabo) |
6 | Cedros deodara (Cedro) | 23 | Nerium oleander (Laurel rosa de |
7 | Jacaranda mimosifolia (Jacaranda) | 24 | Populus Sp. (Álamo) |
8 | Agathis robusta (F.v. Mueller) | 25 | Eritrina falcata Benth (Ceibo |
9 | Styphnolobium japonicum | 26 | Buxus sempervirens l. (Boj |
10 | Schinus molle areira (Aguaribay) | 27 | Acacia visco Lor. Ap. (Acacia) |
11 | Cedros atlántica (Cedro del | 28 | Quercus robar (Roble) |
12 | Tijuana tipú (Benth) (Tipa | 29 | Tilia moltkey Spaeth (Tilo |
13 | Phoenix canariensis (Horth) (Palmera) | 30 | Eucaliptus globulus (Eucalipto macho) |
14 | Sequoia sempervirens (Sequoia) | 31 | Washingtonia filifera linden |
15 | Phoenix reclinata (Jacq) (Palmera) | 32 | Hacer negundo L. (Acer) |
16 | Arecastrum romanzophianum (Palmera | 33 | Picus retusa L. (Gomero) |
17 | Phoenix paludosa (Roxbg) (Palmera) | 34 | Cedros Libani (Cedro del |
Descripción de los elementos internos y
externos de la Plaza General Lavalle
José J.
Podestá:
Toda persona que se
detenga en la esquina de la Av. Córdoba y Libertad, al
acercarse a una escultura que allí se encuentra,
leerá lo que una placa nos presenta
José J.
Podestá
Artífice del Teatro
Nacional
1858 – Primer centenario de su
natalicio
1958 – Homenaje de las
entidades Teatrales Argentinas
Congreso de la Nación Ley
N° 14.497 – año 1958
La base de mampostería se halla revestida en
mármol. En la cara anterior hay un relieve
realizado en piedra que representa a José J.
Podestá, en su personaje de Juan Moreira. Sobre
esta base se halla el busto en bronce del artista. Todo el
conjunto escultórico es obra del Argentino Luis
Perlotti.
Biografía:
José J. Podestá, de nacionalidad
Uruguaya, era hijo de genoveses. A los 26 años, en 1884
pasó a formar parte de la compañía
circense norteamericana de los hermanos Carlo, en la que
actuaba el famoso payaso inglés Frank Brown. En la calle
Corrientes y Paraná estaba el circo, ocupando una
construcción de madera, en el lugar donde más
tarde habría de levantarse el Teatro
Politeama.
Podestá ya era famoso como Clown con el nombre
de Pepino el 88, en sus actuaciones en el Circo de
Raffeto. Ese nombre obedecía a lo siguiente:
Una tarde cuenta Podestá en que estaba cosiendo
el traje de payaso, al cortar una levita vieja para pegarle
parches en los fundillos, me salieron al tuntún trozos
que tenían la forma de los anteojos de Mahoma, que en el
juego de la
lotería viene a ser el N° 88.
Entonces exclamé: ¡ya tengo el
sobrenombre! Me cambié el pepe Castellano
por, el Pepino Italiano, agradándole el 88, cifra que se
antojaba cabalística y que, efectivamente, me
resultó una verdadera mascota, pues alcancé un
éxito
insospechado.
Pepino el 88, fue el primer Tony con características criollas, con
italianismos en su lenguaje,
con gags, caídas y bofetadas particulares.
Como novedad en el repertorio los Hermanos Carlo
incorporaron en 1884 la obra Juan Moreira. Para esto
obtuvieron la autorización de su autor Ricardo
Gutiérrez para representar en pantomima su novela titulaba
Juan Moreira, que había publicado en forma de
folletín en La Patria Argentina.
José Podestá que era gaucho, jinete,
cantor y bailarín protagonizó a Juan Moreira. Una
música adecuada acompañaba la
representación.
Luego el actor se separó de los Hermanos Carlo
e integró la Compañía
Podestá-Scotti. Entonces dispuso hacer hablar a los
personajes según parlamentos tomados de la obra de
Eduardo Gutiérrez. Así se originó el
Teatro Gauchesco, incorporando las obras Juan Cuello,
Santos Vega, otros folletines de Eduardo Gutiérrez, y
también el Martín Fierro de José
Hernández.
Ello explica la colocación de una placa sobre
el césped que dice:
José Podestá Homenaje
de Argentistas
en el Día del Circo
6/10/59
Sirve de telón de fondo a este monumento, un
ejemplar de Erythrina crista-galli, con corteza rugosa, gruesa
y sus ramas arqueadas.
Se trata de un árbol al que comúnmente
llamamos Seibo o Ceibo. Con respecto a la ortografía de la palabra, la Academia
Argentina de Letras en su Boletín N° 31 de acuerdo
con un dictamen, dejó establecido que es igualmente
correcto escribir de las dos formas la palabra, aunque el
decreto que instituyó la Flor Nacional, aparece escrita
con C. Por ser un árbol que pertenece a nuestra flora
indígena, se lo conoce, también con los nombres
de Zuimandí e Iverá-iputezú.
La floración se produce entre noviembre y
abril. Su cáliz campanulado, aparentemente bilabiado, es
de intenso color rojo. Las
flores aparecen en manojos axilares o racimos
terminales.
Por ser una especie que en nuestro país se
encuentra desde la frontera norte hasta el NE de la provincia
de Buenos Aires, fue declarada Flor Nacional Argentina
según Ley
N° 138.974 de 1942.
Paseo María Guerrero:
Separado de la calle libertad por un cantero, a un
costado de la plaza entre la Av. Córdoba y Viamonte, se
halla un sendero que antes fue una callecita al que se le ha
dado el nombre de "Paseo María Guerrero" según
Ordenanza N° 25.2255 de 1971. Si bien es cierto la calle
desapareció, la designación perdura.
Se ha querido rendir así un homenaje a la
actriz por cuya iniciativa se construyó el Teatro
Cervantes. Una placa colocada sobre el césped
dice:
Ministerio de Justicia y
Educación
A María Guerrero y Fernando
Díaz de Mendoza
En el cincuentenario del Teatro
Nacional Cervantes.
5 de septiembre de
1971.
Biografía:
Actriz española, cuya actuación en la
escena y en el teatro ha sido significativa, pues ha
contribuido poderosamente a elevar el nivel social del actor y
a mejorar las condiciones artísticas. Nació en
Madrid en 1867
y su primera actuación coincide con el momento
histórico de la Restauración. Desde el punto de
vista teatral, la época es de una pobreza
lamentable: mínima atención al teatro, dificultad de estreno
en los autores, importación masiva de obras extranjeras,
a lo que se suma poca preocupación por la
escenografía y una forma anárquica en la
interpretación de los actores, que casi siempre
improvisan. Este clima encuentra
en María Guerrero una auténtica renovadora en su
labor de modernización del teatro, que intenta
equipararlo con el estilo y corrientes europeas, y eleva la
escena española. Su mayor virtud consiste en haber
impuesto una
disciplina y
un método
de trabajo. No confía nada a la improvisación. En
sus teatros (Español y Princesa de Madrid, Cervantes de
Buenos Aires) llega a establecer una verdadera escuela en
la que se estudian los detalles de cada representación.
Ella misma orienta a los actores y supervisa
escenografía y figurines.
La mejor lección de María Guerrero no es
sólo su vida dedicada al teatro, sino el haber dado un
sentido de responsabilidad, verdaderamente poco frecuente
en la escena española. Hija de un industrial muy
conocido en los medios
teatrales, estudia con Teodora Lamadrid y en la Escuela de
Declamación, e interpreta papeles de vodevil, que es el
género más en boga durante la Regencia. Desde que
presencia la actuación de E. Duse (v.) en la Feodora de
Sardou, en el Teatro de la Comedia de Madrid, se dedica desde
entonces a mejorar su estilo. En 1890, hace la Comedia nueva de
L. Fernández de Moratín, con tal éxito, que a la temporada siguiente
interpreta el papel de
primera actriz en El vergonzoso en palacio y la Da Inés
de Zorrilla en el Español. Va a París, donde
recibe lecciones de Sarah Bernhardt (v.) y C. B. Coquelin, y en
1892 se casa con el actor Fernando Díaz de Mendoza,
conde de Lalaing y de Belazot, marqués de Fontana y
Grande de España;
estrenan ambos Realidad, de Galdós, y Mariana, de
Echegaray. La trayectoria de los estrenos interpretados por el
matrimonio
abarca 40 años de la historia del teatro; se inicia con
el posromanticismo, sigue con el teatro realista de
Galdós (La loca de la casa, La de San Quintín, El
abuelo, Doña Bárbara), incorpora el sentido
escénico del 98 con Benavente (La noche del
sábado), modernista con Villaespesa y Marquina
(María la Brava), costumbrista de los Quintero y llega
al teatro poético de Fernández Ardavín, al
de Pío Baroja (El cometa), Leopoldo Alas (Teresa) y
Valle Inclán (Voces de gesta, La marquesa
Rosalinda).
Las dificultades con los empresarios deciden a María
Guerrero a tener su propio local. En 1898, su padre arrienda al
Ayuntamiento de Madrid el Español y más tarde
compra el Princesa (hoy María Guerrero), donde, a la par
que se estrenan obras españolas y extranjeras de
categoría, se dedica la máxima atención a
los clásicos españoles. Para dar a conocer este
teatro, cruza varias veces el Atlántico y construye en
Buenos Aires el teatro Cervantes. En todos estos escenarios,
propios o alquilados, María Guerrero procura vivir en el
teatro, como auténtico lugar de trabajo, atendiendo y
dando clases a los actores. Sostiene una larga y costosa
plantilla de actores, que le obligan a desprenderse de su
teatro Cervantes de Buenos Aires, que pasa a ser propiedad del
Banco Nacional
hasta su destrucción en un incendio. Entre estos actores
se encuentran Thuiller, Catalina Bárcena, Carmen Ruiz
Moragas, Irene López Heredia, María Fernanda
Ladrón de Guevara. María Guerrero, dotada de un
gran sentido emotivo y unos registros de
voz envidiables, es la intérprete ideal de los
clásicos. Como actriz alcanza una categoría
memorable. No así como directora, aferrada a un realismo
exagerado, fruto del naturalismo de fines del XIX y que
María Guerrero impone siempre. Pero, sobre estos
defectos, destaca el mérito de haber elevado el nivel
teatral con su contribución y su entusiasmo.
Murió en Madrid el 23 de enero 1928.
La parquización de ese sector paralelo a la
calle Libertad es particular y constituye un sector
diferenciado en la "Plaza General Lavalle". Se hallan
allí árboles de gran porte como varios ejemplares
de Magnolia Grandiflora, otros dos de Livistona Chinensis. Una
Araucaria excelsa plumosa, un Ficus elástica, un Phoenix
Leonensis y dos Cedrus deodara.
Transpuesto el Paseo María Guerrero nos vamos a
encontrar con dos árboles declarados como notables.
Así como por la Ley N° 12.665, algunos
árboles son declarados como históricos. La
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, por Ordenanza
N° 20.747 también determina cuales son, por su
desarrollo,
los árboles notables dentro de la jurisdicción
municipal.
Estos ejemplares pueden encontrarse en plazas, parques
y paseos y también en jardines que pertenezcan a museos
o instituciones municipales.
El primero de eso árboles que en el plano hemos
señalado con el N° 33, es un "Ficus Retusa
L.", árbol de gran porte, ornamental por excelencia,
copa globosa, compacta, oscura. Algunas de sus ramas tienen
raíces adventicias. Una característica son sus
pequeños frutos, menores de 1cm de diámetro,
purpúreos. En nuestro medio se aprecian al terminar el
verano. Es un árbol que procede de la India.
Muy cerca del Ficus Retusa L., se halla
señalado en el plano con el número 8 un
Agathis robusta (F. V. Mueller). Si bien es cierto es un
árbol de gran porte, su copa es estrecha y erguida. El
científico Milán 1. Dismitri lo llama Agathis
alba. Su nombre común es Dammara.
Procede de Australia –Quenslan- por eso lo llama
Kauri australiano. Llega a alcanzar 45 metros de alto. El
ejemplar que nos ocupa mide 24 cm. de alto. Su tronco ha
alcanzado la circunferencia de 3,20 m.
Sinagoga de la Congregación
Israelita-Argentina:
Sobre la calle Libertad Nº 785, se halla el
llamado “Gran Templo de la Congregación Israelita de la
República Argentina´´
El grupo de judíos residentes en Buenos Aires,
a mediados del siglo XIX, no pasaba de un centenar. En general
eran varones empleados o representantes de casas comerciales
inglesas, alemanas o francesas. Ello dio lugar a un episodio
que sentó jurisprudencia.
En 1860, cuando aún no existía el
Registro
Civil y los matrimonios se registraban en la Curia
eclesiástica, dos jóvenes judíos franceses
(Salomón Levy Schwab y Elizabeth Luvy Salomón)
quisieron formalizar su casamiento, no encontraron iglesia
donde formalizar. Al efecto se presentaron ante la Suprema
Corte para solicitar la legalización de su enlace
matrimonial. La imprevista situación fue resuelta en
virtud de los argumentos del jurisconsulto Miguel Navarro
Viola, quién logró un pronunciamiento concordante
con lo expresado en la Constitución Nacional sobre libertad de
cultos en Nuestro País. En 1862, durante la presidencia
de Bartolomé Mitre, ese reducido grupo de judíos
pensó en reunirse en una entidad comunitaria. Se
acercaba Pascua (Peisaj) y los judíos querían
celebrarla juntos. De tal manera, realizaron el primer Miniam,
donde
Diez hombres se reunieron para orar. Así
nació la Congregación Israelita de Buenos Aires,
que más adelante se llamó Congregación
Israelita de la República Argentina. El proceso fue
lento.
Para ingresar como socios debían someterse a
determinadas exigencias. Los socios fundadores fueron veinte y
su primer presidente se llamó Segismundo Aguerbag. En
1871, aprobaron su propio estatuto. Al comienzo las actividades
religiosas se llevaban a cabo en el domicilio de Gabriel
Krámer, en un saloncito ubicado en la calle
Artes
Nº 301, actual Carlos Pellegrini Nº
351.
En 1876, el Gobierno
Argentino autorizó por primera vez el ejercicio del
Ministerio del Rabinato Judío en el país,
reconociendo la autoridad
espiritual de Henry Joseph, que había estudiado en el
seminario
Rabínico de París. Estaba autorizado para
registrar casamientos, nacimientos y defunciones de acuerdo a
Ley Mosaica.
El diario “La Nación´´ del 14 de
Agosto de 1881, anunciaba: “Ayer se firmó el decreto
por el cual se designa a don José María Bustos,
agente de inmigración en Petersburgo. Su
nombramiento tiene por objeto el que haga propaganda a
fin de dirigir hacia nuestro país a los israelitas que
salen del imperio ruso´´
En 1888, arribaron las primeras ocho familias
agricultoras, serían las fundadoras de Moisesville, en
la Pcia. de Santa Fe.
Siguió un grupo de cincuenta familias que
fundaron la ya desaparecida Colonia de Aronsville.
En 1889, el vapor Weser, procedente de Bremen,
llegó con un grupo de 824 personas. Todos estos
judíos provenían en general de la región
de Podolia en Ucrania. Eran estrictos observantes de la
religión. Vestían como lo
hacían tradicionalmente los judíos en Europa
Oriental y usaban barba.
De acuerdo a 105 informes
sobre las condiciones favorables para la inmigración agrícola judía
en la Argentina, se formó en Londres una empresa
colonizadora. Su fundador era el Varón Mauricio Hirsch
de Guereuth que había nacido en Munich, en 1831, quien a
través de su vida obtuvo las condecoraciones de la Gran
Cruz de la Orden de Francisco José de Austria y
Comandante de la Legión de Honor.
La empresa se llamó Jewis Colonization
Association, su capital ascendía a 2.000.000 de
libras esterlinas. Sus estatutos establecían que el
objetivo era
facilitar la inmigración de los israelitas de los
países de Europa Asia donde
ellos son perseguidos por leyes
restrictivas especiales y donde están privadas de los
derechos
políticos, hacia otras regiones del mundo donde puedan
gozar de estos y de los demás derechos inherentes al
hombre.
De tal manera, en 1891, el vapor Pampa fletado por el
Barón Hirsch trajo 817 inmigrantes judíos de
Ucrania, Polonia, Lituania y Besarabia.
Así comenzaron las colonias de Carlos Casares,
en la Pcia. de Buenos Aires, también en Entre
Ríos. Los residentes judíos en Buenos Aires,
publicaron en 1888 el primer periódico escrito con caracteres
hebraicos. Se llamaba “El Fonógrafo
Hebraico´´ estaba dirigido por Fabián S.
Halevy. En realidad no estaba escrito en hebreo tradicional
sino en una especie de argot germánico, muy generalizado
entre los hebreos. En 1889 compraron la Finca, de Av.
Calle Junín Nº 1775-77, casi esquina Vicente
López, con el propósito de construir una
Sinagoga, donde pudieran reunirse, que tal es el significado de
la palabra.
Los fondos reunidos no fueron suficientes. Vendieron
entonces la propiedad de la calle Junín y compraron el
terreno de la calle Libertad, frente al Palacio de Miró.
La piedra fundamental se colocó el 27 de Septiembre de
1897, a cuya ceremonia asistió el Intendente Municipal,
el señor Francisco Alcobendas. Era Presidente de la
República el Dr. José Evaristo
Uriburu.
Transcurridos algunos años, en 1932, ese
edificio fue modificado y es el que actualmente se halla frente
a la Plaza Lavalle. La elaboración del proyecto
corresponde al Arquitecto Norman y a los Ingenieros Enquin y
Gantner. Como ingenieros constructores intervino la Firma
Riccheri, Jaroslavsky y Thiexay.
El estilo no es definido, aunque se notan influencias
del románico y el bizantino. Podríamos decir que
pertenece al modelo
europeo occidental alemán de posguerra.
El frente es un conjunto de lo que en arquitectura se
denomina Archivolta Concéntrica, o sea arcos de medio
punto rodeados de molduras y escultóricas de
diámetro de longitud escalonada conformando una
gigantesca media bocina sostenida por una serie de pilas tras
laterales
En el centro de los arcos concéntricos, como si
fuera un foco luminoso está el conocido sello de David:
la Estrella de seis puntas. El escudo de David, está
compuesto por dos triángulos entrelazados. Su origen es
desconocido, aunque se presume muy remoto, pues se lo encuentra
en reliquias de pueblos antiquísimos, como egipcios,
chinos, hindúes, peruanos, etc. Generalmente, se lo
interpreta como la conjunción de la materia
cuando el triángulo tiene la base hacia abajo y
espíritu cuando el vértice está abajo,
apoyándose en un punto que es el espíritu, o
también el triángulo que tiene el vértice
hacia arriba, tiende hacia Dios, el que lo tiene abajo es el se
apoya en la
tierra.
Sobre la puerta de entrada se hallan unas manos,
representan la forma de bendecir de los sacerdotes antiguos de
Jerusalén.
En lo alto del templo se ven las Tablas de la Ley, que
llevan los Diez Mandamientos que figuran en el Libro del
Éxodo, Capitulo XX del Antiguo Testamento. El
Señor le entregó las Tablas de la Ley a
Moisés, después de hablar con él en el
Monte Sion, Estas Tablas eran de piedra y estaban escritas por
el dedo de Dios, en ambos lados.
Mandamientos:
- Amar a Dios sobre todas las cosas
- No tomar el nombre de Dios en vano
- Acuérdate de santificar las
fiestas - Honrar a tu padre y madre
- No matar
- No cometer actos impuros
- No robar
- No levantar falsos testimonios, ni
mentir - No desear la mujer
de tu prójimo - No codiciar los bienes
ajenos
Tengamos en cuenta que al otro lado de la Plaza
General Lavalle, en lo alto del frente del Palacio de los
Tribunales, sobre la calle Talcahuano, también
están las Tablas de la Ley, símbolo de la
Justicia
una verja separa al edificio de la vereda. En ella se
hallan doce medallones de cobre que
representan las doce tribus de Israel, a
través de sus símbolos. Las Tribus fueron
organizadas por Moisés, haciendo un censo de toda la
comunidad
israelita, por clases y por familias, tomando un hombre de cada
tribu y que sea jefe de familia:
- Parentela de los hijos de Rubén
- Parentela de los hijos de Sirnám
- Parentela de los hijos de Gad
- Parentela de los hijos de Uda
- Parentela de los hijos de Isaac
- Parentela de los hijos de
Zabuión - Parentela de los hijos de José
- Parentela de los hijos de Manases
- Parentela de los hijos de
Benjamín - Parentela de los hijos de Dan
- Parentela de los hijos de Aser
- Parentela de los hijos de
Neftalé
(“Números. Antiguo Testamento)
El templo tiene capacidad para 1.000 feligreses. El
interior es de aspecto solemne.
Tiene tres naves y asientos corridos de madera, muy
parecidos a los de la Iglesia Evangélica de la Av.
Corrientes al 700. Las paredes están revocadas imitando
piedras, el piso es de baldosas graníticas.
Está construido de forma que el frente de la
nave mire a Jerusalén, los fieles miran a Oriente. Es
que el día nace en el Oriente con todas las esperanzas y
las ilusiones que trae el nuevo día, la luz viene de
Oriente, significando las luces del espíritu y el
progreso. Nosotros necesitamos orientarnos para reconocer o
trasladarnos a un lugar. Los Reyes Magos se orientaron por la
estrella de Belén que se movió hacia arriba,
guiándolos.
En ese extremo oriental del templo en forma de
ábside se protege el tabernáculo, donde se guarda
la Torá. Que significa en hebreo Ley, en especial, Ley
Divina; también significa enseñanza y guía. La Torá o
Sefer, son imponentes rollos o libro
sagrado escritos por lo general en pergamino y a mano, de unos
70cm de ancho. Los cinco libros del
Pentateuco son escritos, de acuerdo a la tradición en
forma continuada, sobre pergamino en un rollo que componen su
totalidad. Con pluma se realiza la letra tradicional. Se
envuelve desde los extremos hacia el centreo por medio de dos
ejes de madera. Su lectura
comprende todo un año y se leyendo señalando la
palabra con un señalador, generalmente de plata labrada
que termina en un dedo índice extendido. La Torá
se halla en el tabernáculo separado, por cortina o
parojet, con bordados. Cuando es sacada, o corrida, los fieles
deben ponerse de pie. En el frente se halla el almenor o
púlpito donde se leen las oraciones que han de repetir
los fieles.
Por arriba del Tabernáculo, detrás de
una baranda se ubica el coro de unos 20 integrantes, delante
del órgano. Este es muy similar al de la Catedral de
Buenos Aires y es de los primeros de
Sudamérica.
El ábside culmina en la parte superior con una
media cúpula revestida interiormente por una serie de
ornamentos en forma de vulva de ostra de imponente color
dorado. En su centro se halla el Sello de David. El
ábside tiene un vitreaux que da luz natural.
En el altar se halla el candelabro de siete luces
–Medová o Menorá-
Cuando Jehová instruyó a Moisés
sobre los rituales religiosos, le dijo que los candelabros
tenían que tener siete velas.
El misterio, representa a la sabiduría y a la
perfección suprema, es la suma de los cuatro elementos
del mundo antiguo: Tierra, Agua,
Aire y
Fuego; más los tres componentes de la vida: El Padre, La
Madre y El Hijo. Por lo demás, siete fueron los que
duró la creación del mundo, los días de la
semana, los colores arco
iris, los pecados capitales y los sellos que menciona el
Apocalipsis…
Museo Judío de Buenos
Aires:
Dr. Salvador Kibrik
En el Petit Hotel lindero a la Sinagoga Judía,
Libertad N° 773, funciona la Secretaría y el Centro
Comunitario de la Congregación.
Son reconocibles en la fachada elementos Art Noveau en
la herrería de balcones y de la terraza.
En el edificio de al lado Libertad N° 769,
funciona el Museo Judío de Buenos Aires:
Dr. Salvador Kibrik.
Es característico que las sinagogas de las
principales ciudades tengan ajenos al templo, sus respectivos
museos en los que preferentemente se atesoran elementos,
libros
sagrados y ornamentos religiosos de valor
histórico y artístico.
En Buenos Aires, si bien es cierto que la Sinagoga de
la calle Libertad se inauguró en 1897, el museo
recién se concretó en diciembre de 1967. En todos
esos años la preocupación por formar un museo
estuvo latente. De tal manera se fueron adquiriendo objetos
museográficos que ocuparon transitoriamente vitrinas en
hogares de los fundadores. La ejecución y dirección del museo fueron encomendados
al Dr. Salvador Kibrik.
Con el debido ánimo de impulsar la obra, los
objetos que hasta entonces habían sido conservados por
miembros de la colectividad fueron donados y constituyeron la
base del Museo que fue inaugurado el 22 de octubre de
1967.
Sus objetivos
son:
- ser un exponente vivo de los
valores espirituales del judaísmo - ser un exponente por la contribución de los
judíos argentinos y afincados, al progreso de la
cultura
nacional, organización política,
evolución económica, convivencia social y toda
otra manifestación que significa a esta Gran
Nación. - hacer conocer, exaltar y difundir las tradiciones,
costumbres, símbolos y valores
espirituales y éticos de la judeidad de todas las
épocas y todos los países.
En el museo se conservan los Libros de Actas de la
Congregación Israelita de la República Argentina;
los Registros
Civiles de la Congregación; un álbum de fotos de la
inauguración del Hogar Israelita para Huérfanos
del 8 de mayo de 1927, por el Presidente Argentino Dr. Marcelo
Torcuato de Alvear, una Constitución de las Provincias
Unidas de América sancionada en 1819 de
características unitarias, una Constitución de la
Confederación Argentina editada en Corrientes en 1853;
una bandera Argentina que presidió los actos de la
Asociación Israelita de Beneficencia desde octubre de
1873. Encontramos también la partitura musical y la
letra del Tango Hermano Judío, escrito por Lucio Caron
con el seudónimo de Juan Carlos Fuentes. Se
halla registrado en SADAIC.
El Museo Judío de Buenos Aires realiza actos
culturales, muestras de artes plásticas, conferencias y
publicaciones. Ellas son una prueba de impulso constructivo, a
la vez que el museo reúne los materiales
que atestiguan la continuidad de una presencia viva en la
historia espiritual.
Teatro Cervantes:
Ubicado en el predio que toma la intersección
de la calle Libertad y la avenida Córdoba, en el centro
de la ciudad de Buenos Aires, el Teatro Cervantes ostenta el
carácter
de único Teatro Nacional de la República
Argentina. Es Monumento Histórico-Artístico
Nacional desde octubre de 1995, por la ley 24.570, sancionada
por el Senado y la Cámara de diputados de la
Nación, y se constituyó en organismo
autárquico el 1° de enero de 1997.
El Teatro Cervantes, presenta en su fachada
características del renacentismo español con tres
plantas. En la primera, la ochava, presenta un gran
pórtico de madera rematado por dos faroles, el mismo
está flanqueado por dos pilastras estriadas y de capitel
corintio, a ambos lados otra entrada con rejas de hierro en
color negro la cual se encuentra sostenida por dos pilares
cuadrados, superior a estas un alquitrabe el cual sostiene un
frontis triangular del cual sobresale otro farol.
En el primer piso se pueden observar una gran ventana,
esta presenta características similares al del
pórtico lo que la diferencia es que esta posee vidrios.
Sobre esta, elementos en forma decorativa y a ambos lados otras
dos pilastras con similares características a las de la
planta inferior, entre estas sobresale un farol. Tanto a la
derecha como a la izquierda las primeras ventanas son iguales a
las anteriores, las que le siguen presentan similares
características pero estas se encuentran rematadas por
un frontis triangular.
En el segundo piso se encuentra el escudo de España,
el cual está rematado por dos pilastras de fuste
compuesto y capitel jónico, sobre este un frontis
triangular rematando la fachada. El interior del frontis se
encuentra trabajado y sobre el mismo se apoyan dos
ángeles y dos ménsulas invertidas que sostienen
un pararrayos, a ambos lados de este se encuentran cinco
ventanas formadas por una reja de hierro, cada una de estas
poseen una pilastras a cada lado que sostienen un arco de medio
punto. Sobre la Av. Córdoba se puede leer la sigla, en
bajorrelieve, TEATRO CERVANTES. A ambos lados se caracterizan
dos ventanas cuadradas de similares características para
luego terminar con otras cinco ventanas como las que
mencionamos anteriormente, sobre cada una de estas se observa
un pináculo.
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