- El mito
- Función de los
mitos - Grecia y
Roma - Las teogonías
griegas - El mito romano de la
creación - El mito escandinavo de la
creación - El mito chino de la
creación - Introducción a la
cultura tibetana - El Mito Tibetano de la
Creación - Religión
aborigen - La Creación
según los Aborígenes
Australianos - Mitos Maya y
Azteca - El mito azteca de la
creación - La creación según
el Popol vuh - Mito Cristiano de la
Creación - Semejanzas y diferencias entre
los diferentes mitos cosmogónicos
La más simple de las definiciones que se pueden
dar es: "Fábula, ficción alegórica,
especialmente en materia
religiosa". Esta explicación se limita a hacer una
traducción literal del griego que no aclara las razones
fundamentales de su ser en otros ámbitos más
significativos como el cultural, histórico, literario,
filosófico…
Una idea que comparten todos los autores que escriben
sobre el mito es su
finalidad: tratar de dar explicación al origen de la vida
y a las demás cuestiones filosóficas tradicionales
(a dónde vamos, quiénes somos…).
cosmogónicos: intentan expicar la
creación del mundo; teogónicos,
cuando se refieren al origen de los dioses;
antropogónicos, relativos a la
aparición del hombre;
etiológicos, cuando tratan de explicar el
porqué de determinadas instituciones
políticas, sociales o religiosas;
escatológicos, que se centran en imaginar la
vida de ultratumba o el fin del mundo; morales, que
suelen referirse a la lucha entre principios
morales opuestos (bien-mal, ángeles-demonios). Todas estas
categorías no son discriminatorias pues pueden convivir
varias en un solo relato.
Para ilustrar la importancia de los mitos a lo
largo de la historia de la humanidad
podemos usar un texto de G.
Dumezil: "El país que no tenga leyendas, dice
el poeta, está condenado a morir de frío. Es muy
posible. Pero el pueblo que no tenga mitos
está ya muerto. La función de
la clase particular de leyendas que
son los mitos es, en efecto, expresar dramáticamente la
ideología de que vive la sociedad,
mantener ante su conciencia no
solamente los valores
que reconoce y los ideales que persigue de generación en
generación, sino ante todo su ser y estructura
mismos, los elementos, los vínculos, las tensiones que la
constituyen; justificar, en fin, las reglas y prácticas
tradicionales sin las cuales todo lo suyo se
dispersaría."
De este fragmento, se puede considerar el hecho de
expresar y difundir la ideología de una sociedad como
fundamento motor de la
naturaleza de
los mitos. Además, funcionan como elementos aglutinadores,
dotando de unidad a un pueblo, homogeneizando rituales,
conductas, actitudes… En definitiva, son la base que
dota de identidad a
una comunidad de
personas.
Es sabido que la necesidad de conocimiento y
la curiosidad son hechos innatos a la condición humana.
Los seres humanos necesitan dar respuesta a las preguntas a cerca
de su origen, su destino, su presente… La respuesta
mitológica fue la primera en aparecer. Agricultores que
necesitan lluvia, marineros que quieren dominar el mar, guerreros
que quieren vencer batallas, campesinos con miedo a las
tormentas. Todos ellos encontraron respuestas en los mitos: la
lluvia era generada por un dios, el mar bravo era el enojo de
Posidón, Ares apoyaba a los ejércitos que
más lo complacían, Zeus lanzaba los rayos de las
tormentas.
Como transmisores de ideologías los mitos son muy
poderosos. A sus creadores y difundidores no se les pasó
por alto esta cualidad y los usaron con fines dogmáticos.
Un ejemplo muy revelador aparece en la Ilíada:
en el segundo canto, un soldado aqueo llamado Tersites se
pregunta por qué deben seguir ciegamente las
órdenes de los reyes. Odiseo termina con estas peligrosas
dudas usando la violencia.
Fernando Savater, en su obra Política para Amador
considera que este pasaje es una ejemplificación de los
primeros problemas que
tuvo la democracia. Se
puede ver claramente que Tersites no quiere seguir ciegamente los
mandatos de sus superiores ya que cree que su opinión es
tan importante como la de éstos. Homero transmite
una apología del respeto ciego a
los reyes y, por lo tanto, un deseo de que se perpetúe la
monarquía.
Para resumir, se puede decir que los mitos otorgaron
tres "favores" al ser humanos: Explicación o
justificación del mundo La figura divina surge en la mente
humana para explicar lo racionalmente inexplicable, ante la
necesidad de entender o al menos justificar los fenómenos
que rodean al hombre, e
incluso la presencia de éste sobre la tierra y la
existencia misma de ésta.
El concepto de dios
ha evolucionado a la par que el hombre, en
las leyendas más antiguas acerca de dioses estos tienen
características muy humanas. Los dioses
vivían entre los hombres, se relacionaban con ellos en
Grecia
había comercio
carnal entre unos y otros.
En cambio, la
tribu judía plantea la existencia de un solo dios,
omnipotente, omnipresente eterno y perfecto. En este concepto dios no
tiene características humanas, según el
Génesis Dios crea todo sin requerir la existencia previa
de nada, el único acto en el cual echa mano de una
materia prima
previamente creada por él, es la creación del
hombre al que hace de barro.
Si entendemos que dios es el único recurso para
justificar lo inexplicable, podemos establecer que el nacimiento
de los dioses era inevitable.
Reglas morales de convivencia social. Los dioses
son a través de la historia el elemento rector
de la vida social humana. Con su existencia dan sustento al
principio de autoridad, a
los conceptos de bien y de mal, y a la búsqueda del bien
conforme a cada religión.
Los dioses fundamentan la moralidad necesaria para la
convivencia: en la tradición judeocristiana Dios dicta las
leyes y las da
a los hombres para que vivan y alcancen la perfección en
su cumplimiento.
En otros casos los dioses son el motor que mueve a
los pueblos: Mahoma y la guerra santa
que dio lugar a un gran imperio. En un principio sólo
buscaba servir a dios, pero innegablemente tuvo resultados mucho
más amplios y profundos en la historia.
Esperanza ante la muerte
.
Posteriormente el concepto "dios" aporta a la humanidad
un servicio
quizá más grande que los anteriores. Cuando
el hombre toma
conciencia de su
finitud, se apodera de él la desolación, porque a
la pregunta ¿de dónde vengo? Sigue
irremediablemente ¿a dónde voy? La nada es
aterradora, el hombre teme a la oscuridad. Dios da la esperanza
de trascender la finitud, esperanza que se transforma en el
sostén más importante de dios. Quizá por
este servicio es
que dios no ha muerto del todo.
Mitos cosmogónicos
En este apartado serán analizados algunos mitos
cosmogónicos (que se ocupan del origen del mundo) de
distintas culturas del mundo. La mayoría de ellos tienen
elementos comunes, pero lo que no se puede poner en duda es que
todos ellos cumplen las mismas funciones en los
distintos pueblos: ofrecían una visión integradora
del mundo, aseguraban la tranquilidad psicológica de los
partícipes en la creencia colectiva (facilitando el
tránsito del estupor a la comprensión) y a la vez
la elaboraban las señas de identidad
necesarias para la vida en comunidad.
Para estudiarlos de una manera más
estructuralizada, serán clasificados en varios grupos: el griego
y latino; el escandinavo y pueblos del norte de Europa; los mitos
chino y tibetano; los de los pueblos de aborígenes
australianos; pueblos de África sursahariana, las
cosmogonías de los indios Cheyenne y Hopi; la de los
aztecas y
mayas; y
también estudiaremos el mito de la creación
cristiano.
Se comenzará el estudio por una introducción histórica, cultural o
social de la civilización que precederá al texto
propiamente dicho de cada mito.
Introducción a la antigua
Grecia
El mar Mediterráneo se convirtió en la
Antigüedad en medio para el intercambio de ideas y de
bienes
materiales
entre los pueblos que se asentaron en sus orillas: fenicios,
persas, griegos… En este marco del Mediterráneo
surgió una de las primeras grandes culturas en suelo europeo: la
cultura
cretense (2000 a. C. al 1425 a. C.). La civilización
griega clásica hunde sus raíces en esta
civilización cretense, si bien es cierto que se nutre de
muchos otros influjos procedentes de diversos pueblos
(Micénico). La huella de estas influencias puede seguirse
a través de un largo proceso de
formación, que duró aproximadamente unos dos mil
años, y que culminó con la aparición, hacia
el 800 a. C., de la primera etapa histórica de la antigua
Grecia: la
Grecia Arcaica. Tras esa primera etapa, que llegó hasta el
siglo VI a. C., se inició la etapa más floreciente
de la cultura griega
conocida como Periodo Clásico (del siglo V al IV a. C.).
El último periodo fue el Helenismo que comenzó en
el siglo IV a. C. y finalizó en el siglo I a. C. con la
conquista de Grecia por parte de los romanos.
La cultura griega
clásica es uno de los pilares de nuestra
civilización occidental. Es en Grecia donde surge por
primera vez la democracia,
donde aparece la filosofía, pues el ser humano comienza a
cuestionarse su existencia, donde el hombre se convirtió
en el centro del pensamiento y
en la medida de la belleza. Grecia ha dado a la Historia de la
Humanidad un gran número de filósofos, historiadores, escritores,
artistas y pensadores cuyas obras son reconocidas en todo el
mundo.
Grecia mantuvo a lo largo de toda su historia una fuerte
unidad cultural, a pesar de su diversidad geográfica y su
marcada fragmentación política, ya que el
poder estaba
dividido entre las múltiples "polis" o ciudades-estado
independientes. Estas polis eran el núcleo de la vida
política y
social en Grecia y entre ellas destacaron ciudades como Atenas,
Olimpia, Éfeso o Pérgamo. La evolución de la estructura
social griega desde una sociedad sencilla, hasta una sociedad
compleja y abierta, se desarrolló paralelamente a la
evolución operada en la economía, desde una
estructura basada en la tierra hasta
una economía
monetaria y comercial. Esa evolución está
también ligada al desarrollo en
el campo político, donde el desarrollo de
la polis supuso la desaparición de los reyes y la
consolidación de la figura del ciudadano libre, al
tiempo que se
establecía el modelo
democrático.
La religión y el
pensamiento de
la antigua Grecia
El pensamiento griego a la hora de formular su
concepción sobre el origen del mundo, partió tanto
del mito como de la ciencia.
Así, a partir del mito surgieron toda una serie de relatos
sobre dioses y héroes legendarios y, a partir de la
ciencia,
apareció la respuesta racional, ofrecida por filósofos como Tales de Mileto o
Pitágoras. A partir del siglo VI a. C., el pensamiento
griego empezó a buscar repuestas al orden del Mundo,
sustentadas en la razón. Tales (nacido en torno al 640 y
muerto en el 545 a. C.) fue uno de los filósofos
destacados de la Escuela de Mileto
y defendía que el principio de todo era el agua,
fundamentando su teoría
en el hecho de que el agua era el
único elemento que podía encontrarse en los tres
estados de la materia:
sólido, líquido y gaseoso. Más tarde los
pitagóricos defendieron que el
conocimiento de las cosas solamente se puede alcanzar a
través de las matemáticas. A medida que avanzaba el
conocimiento griego, se formularon hipótesis más complejas como la de
Anaxágoras que defendía que el Universo
estaba formado por múltiples sustancias, pero no da
respuesta a su origen. Para Platón, el
"Demiurgo" era la inteligencia
ordenadora que actuaba sobre el caos, ordenándola y
dándole forma conforme a un plan.
La religión griega se basó sencillamente
en la mitología, que se caracterizó por su
talante sincrético, ya que incorporaba en sus relatos
elementos de diversas culturas. En esta religión
politeísta, cualquier fenómeno y elemento de la
naturaleza,
así como las principales actividades económicas,
quedaron representados por divinidades con apariencia humana.
Así, en los mitos griegos podemos encontrar un gran
número de dioses pertenecientes a épocas y lugares
distintos. Por este motivo resulta complicado reconstruir el
panteón completo, de hecho en algunas ocasiones, los
dioses se confunden y un mismo suceso presenta varias versiones,
llegándose a dar importantes confusiones. Entre estas
divinidades, que moraban en el monte Olimpo, se formaron
complejas relaciones y vínculos que son la base de la
mitología
griega.
La mitología
griega también recoge en sus relatos el origen del
Mundo. Pero debemos tener presente que para el pensamiento
religioso griego una cosmogonía suponía no
solamente el origen de nuestro mundo físico, sino
también el origen de los dioses, el origen del
hombre y la
organización social.
La literatura griega
proporcionó diversos textos cosmogónicos, sin
embargo la mayoría se conservan bastante mal. Entre ellos
conocemos la teogonía de Hesíodo, la de Apolodoro
en su Biblioteca, la
teogonía de Eudemo, la de Jerónimo y Helanico, la
cosmogonía de las Rapsodias y la recogida en el Papiro de
Derveni, las cuatro últimas son conocidas como
"Teogonías Órficas", ya que son atribuidas a Orfeo.
Hay una serie de rasgos generales compartidos por estas
cosmogonías griegas. En primer lugar, el origen del Mundo
parte de la organización de una materia primitiva, que
a veces se organiza sola. El segundo concepto fundamental es el
de los pares de contrarios. Este planteamiento permitía
concebir un gran número de oposiciones: el bien y el mal,
frío y calor,
día y noche… Otro elemento característico de las
cosmogonías griegas es que la ordenación del Mundo
no se produce instantáneamente, sino que pasa por fases
intermedias en las que aparecen criaturas monstruosas y
míticas hasta que el desorden es definitivamente
desplazado y desaparece.
La teogonía de
Hesíodo
De todos los relatos cosmogónicos griegos, la
Teogonía de Hesíodo es la obra más
antigua y mejor conocida de todas. Escrita entre finales del
siglo VIII y comienzos del VII a. C., es la fuente de la que se
nutre toda la mitología griega.
Hesíodovivió en torno a l siglo
VIII a. C. y ya entre los griegos tuvo la fama de ser él
quien ordenó los mitos religiosos, organizando la
genealogía de los dioses. En esta Teogonía
podemos distinguir hasta cuatro fases: en la primera fase, parte
de la existencia de Caos, y después de la Tierra,
Eros, el Cielo y la primera generación divina; en una
segunda fase, se describe la castración del Cielo por su
hijo Cronos; en la tercera parte, Zeus logra no ser devorado por
Cronos, su padre y toma el poder; y en la
última fase, se narra la batalla de Zeus y los dioses
contra los titanes. El autor nos describe el origen del Mundo
como parte de una teogonía, siendo la formación del
Mundo un tema secundario, porque, de hecho, a Hesíodo le
interesa la "estirpe de los inmortales", como bien nos indica en
su poema.
Hesíodo comenzó su obra con una
invocación a las Musas, quienes le inspiraron en su poema
y le instruyeron en su tarea. Hesíodo describe la
experiencia como un encuentro místico con los dioses.
Podemos pensar que esta descripción oscila entre lo que
podría ser un recurso literario y una experiencia
religiosa, en la que un dios se aparece a un mortal (pastor,
campesino…) y le transmite unos conocimientos.
Las teogonías
órficas
La teogonía de Eudemo, la teogonía de
Jerónimo y Helanico, la cosmogonía de las Rapsodias
y la teogonía del Papiro de Derveni se engloban dentro del
conjunto de las llamadas "Teogonías Órficas",
así designadas porque eran atribuidas a Orfeo. Damascio,
autor neoplatónico que vivió entre el 480 y el 544
d. C. aproximadamente, nos habló en su obra de la
teogonía de Eudemo, de la obra de Jerónimo y
Helanico y de las Rapsodias en su principal obra: Problemas y
Soluciones
sobre los Primeros Principios. Orfeo
fue conocido por ser un excelente cantor y era situado por la
tradición en los tiempos de los orígenes, es decir
antes de Homero. Su
ubicación en esos tiempos se realizó con la
intención de que Orfeo fuese considerado más
antiguo que el propio Homero y, por tanto, resultase más
venerable que éste. Así, varias obras fueron
atribuidas a Orfeo, como recurso para garantizar su validez y
antigüedad.
El orfismo se puede definir como un movimiento
religioso místico que se nutría de otros
movimientos como el pitagorismo, con el que compartía la
transmigración de las almas, el dionisismo, del que adopta
el éxtasis, o el culto a Eleusis, con el que comparte el
elemento mistérico. El orfismo está muy marcado por
el mito y se elaboraron varias teogonías vinculadas con el
desarrollo y destino de las almas, siendo hasta cierto punto
«antropogónicas». En las cosmogonías
órficas podemos realizar una clara distinción entre
las "cosmogonías de la Noche" y las "cosmogonías
del huevo". "Cosmogonías de la Noche" son la de Eudemo y
la del Papiro de Derveni, y "cosmogonías del huevo", la de
Jerónimo y Helanico y la de Aristófanes. La de las
Rapsodias, es una cosmogonía que sintetiza elementos de
ambos tipos: de la Noche y del huevo.
A continuación se expone un texto perteneciente a
la Teogonía de Hesíodo, donde se muestra el origen
del mundo:
En primer lugar existió, realmente, el Caos.
Luego Gea, de ancho pecho, sede siempre firme de todos los
inmortales que ocupan la cima del nevado Olimpo; [en lo
más profundo de la tierra de
amplios caminos, el sombrío Tártaro], y Eros, el
más bello entre los dioses inmortales, desatador de
miembros, que en los pechos de todos los dioses y de todos los
hombres su mente y prudente decisión somete.
Del Caos nacieron Érebo y la negra Noche. De la
Noche, a su vez, surgieron Éter y Hémera, a los que
engendró como fruto de sus amores con
Érebo.
Introducción a la mitología
romana
Los autores de la antigüedad reconocían una
gran diferencia entre las deidades griegas y las romanas.
Así Varrón, escritor romano del s. I a. de C.
escribe que en los primeros días de la ciudad no se
representaban con forma humana a las divinidades romanas, a
diferencia de los dioses griegos. Dionisio, un historiador griego
de la misma época, destaca la superioridad moral de los
dioses romanos sobre los helenos.
Entre los dioses primitivos de los romanos
existíedan los Lares o dioses del hogar, los Penates o
dioses de la despensa y por lo tanto de la riqueza familiar y
eran representado por pequeñas figuritas vestidas con
túnica corta y un cuerno y un plato en las manos.
También reconocían a Jano, el dios de las puertas,
al que siempre se le representaba en la monedas, con dos caras,
por lo de la entrada/salida.
Así se puede decir, en términos generales
que los dioses romanos carecían de personalidad
propia ya que hasta los mismo Lares eran especialmente oscuros.
Sus santuarios eran muy frecuentes en las casas, pero estas
deidades no desempeñaban ninguna función en
las narraciones míticas, tampoco se les asignaban nombres
individuales e integraban un grupo
indiferenciado.
Entre los dioses propiamente romanos los había
que iniciaron su vida como simples mortales, como el caso del
fundador de Roma,
Rómulo, que fue supuestamente deificado tras su muerte y
pasó a ser el dios Quirino. Según el mito,
desapareció misteriosamente y después se presento
en sueños a un ciudadano al cual le explicó que lo
habían raptado y se había unido a los
dioses.
Además de los dioses del hogar, los romanos
tenían otras divinidades menores asociadas con diversas
actividades humanas, y S. Agustín, en su ataque al
paganismo las consideró temas especialmente apropiados
para su ridiculización. Como Domidicus (El dios que
encabeza el hogar) Prema (la diosa que "sujeta" ), o Subigos (el
dios que "somete") estas tres deidades, supuestamente vigilaban
la noche de bodas de una mujer romana.
Pero nunca se les representaba con forma humana y no
constituían material para la creación de mitos.
Dada esta situación no es pura coincidencia que las
deidades mas importantes que posteriormente formaron el
Panteón romano tuviesen un carácter
similar a las griegas. Algunas se importaron directamente de los
griegos como Esculapio, dios de la medicina que
deriva del griego Asclepio, y entró en Roma hacia el
año 213 a.C. siguiendo las instrucciones de un
oráculo tras una peste devastadora.
Otras deidades nativas o importadas de otros pueblos que
habitaban la península itálica se fueron sometiendo
a reinterpretaciones graduales a medida que aumentaban los
contactos de Roma con Grecia.
Así a la diosa Minerva protectora de las artes
entre los etruscos, cuya civilización pre-romana
floreció al norte del Tiber en el siglo VI a. de C. y que
los romanos la habían tomado prestada de éstos, le
incorporaron los atributos que lo griegos habían dado a
Palas Atenea, con lo cual quedaron equiparadas. Al dios
Júpiter lo asociaron al Zeus griego y a la diosa Venus,
con la diosa Afrodita. A Diana, diosa de los bosques
itálicos se la llegó a identificar, con el tiempo con la
diosa griega Artemisa, y Apolo dios griego de la luz y del
intelecto, también llegó a los romanos por medio de
los etruscos pero no ocupó un lugar destacado entre los
dioses hasta la época del Emperador Augusto, en el s. I,
d. C. Parecida evolución sufrió Fauno, antigua
deidad itálica de los bosques cuyos atributos se
terminaron asimilando al del dios griego Pan.
Los dioses romanos suelen carecer de personalidades
marcadas, así Júpiter no es ni tan tiránico
ni tan libidinoso como Zeus, ni Venus tan sensual ni cruel como
Afrodita. Al dios romano Marte que fue asimilado al dios de la
guerra Ares,
más se le asocia con la agricultura
una vez romanizado, lo que representa un reflejo de la
preocupación romana por las virtudes cívicas y las
responsabilidades comunes. Y presenta además un carácter
patriótico como padre de Rómulo el primer rey de
Roma. Pero eso ya entra dentro de la difícil
delimitación entre los mitos romanos y la historia
temprana.
Una de las mayores compilaciones de la mitología
clásica romana es la obra Metamorfosis de Ovidio (43
a.C-17-18 d.C). En ella están recogidos la mayoría
de los mitos que conocemos actualmente. Comienza con una
explicación del origen del mundo que citamos a
continuación.
Antes del mar, de la tierra y del cielo que lo cubre
todo, la naturaleza ofrecía un solo aspecto en el orbe
entero, al que llamaron Caos: una masa tosca y desordenada, que
no era más que un peso inerte y gérmenes
discordantes, amontonados juntos, de cosas no bien unidas.
Ningún Titán ofrecía todavía luz al mundo, ni
Febe renovaba creciendo sus nuevos cuernos, ni la tierra se
encontraba suspendida en el aire que la
rodeaba, equilibrada por su propio peso, ni Anfitrite
había extendido sus brazos por los largos límites de
las tierras. Y auqnue había allí tierra, mar y
aire, inestable
era la tierra, innavegable era el mar y sin luz estaba el aire:
nada conservaba su forma, cada uno se oponía a los otros,
porque en un solo cuerpo lo frío luchaba con lo caliente,
lo húmedo con lo seco, lo blandocon lo duro y lo pesado
con lo ligero. Esta disputa un dios, o más bien la
naturaleza, la dirimió, pues escindió las tierras
del cielo, las aguas de las tierras y separó el
límpido cielo del aire espeso. Y después que los
desplegó y los sacó de la masa oscura, los
unió en sitios separados con paz armoniosa. La fuerza
ígnea y sin peso del cielo convexo brilló y se
buscó un lugar en lo más alto de la bóveda;
cercano a él por su ligereza y situación
está el aire; más densa que ellos, la tierra
arrastró consigo los elementos pesado y quedó
apretada por su propia gravedad; y el agua que la
rodea ocupó la parte final y abarcó el disco
sólido.
Cuando el dios, quienquiera que fuera, hubo de ordenado
así la masa, la dividió y, una vez dividida, la
distribuyó en partes; primero a la tierra, para que no
quedara desigual por todas partes, la enrolló bajo la
figura de un enorme globo; después, ordenó que se
dispersaran los mares, que se inflaran de rápidos vientos
y rodearan las costas de la tierra circular. Añadió
fuetes, inmensos estanques y lagos, y encauzó el raudal de
los ríos entre riberas tortuosas: éstos son
absorbidos en parte por la misma tierra en diferentes lugares, en
parte llegan al mar y, recibidos en llanura de aguas más
extensas, golpean los litorales en lugar de las riberas.
Ordenó también que se dilataran los campos, se
hundieran los valles, los bosques se cubrieran de hojas y se
elevaran los montes pedregosos. Y como hay dos zonas que cortan
el cielo por la derecha, otras dos por la izquierda y una quinta
es más tórrida que éstas, así el celo
de Dios dividió la masa inclusa en igual número y
otras tantas zonas quedan marcadas sobre la tierra.
De ellas, la central no es habitable a causa del
calor; espesa
nieve cubre a otras dos; entre ambas situó otras tantas, y
les dio un clima templado,
de claro mezclado con frío. Por encima está el
aire, tanto más pesado que el fuego cuanto más
ligero que la tierra y que el agua.
Ordenó que allí estuvieran las nieblas, allí
las nubes y los truenos que perturaban la mente de los hombres y
los vientos que producen relámpagos y rayos. El Hacedor
del mundo no permitió a los vientos ocupar el aire a su
gusto; todavía ahora cuesta impedirles que destrocen el
mudno, aunque cada uno dirige sus soplos en regiones distintas:
tan grande es la discordia entre los hermanos. El Euro se
retiró a la Aurora, a los reinos nabateos, a Persia y a
las cumbres que se extienden bajo los rayos matutinos; el
véspero y las costas que se calientan con el sol de
poniente están cercanos al Céfiro. El frío
Bóreas ocupó Escitia y los Siete Triones; la parte
opuesta de la tierra se humedece con las asiduas nubes y la
lluvia del Austro. Por encima de estos colocó al
límpido éter, que carece de peso y no contiene nada
de las heces de la tierra.
Apenas había marcado así todo dentro
de límites
fijos, cuando los astros, que habían estado mucho
tiempo oprimidos por ciega oscuridad, empezaron a hervir por todo
el firmamento; y para que ninguna región estuviera sin sus
seres vivos, los astros y las figuras de los dioses ocuparon el
suelo celeste,
las aguas tocaron a los brillantes peces para
vivir allí, la tierra recibió a las fieras y a las
aves el
airemovible.
Un ser más sagrado que éstos y
más capaz de una mente profunda faltaba todavía y
que pudiera dominar sobre lo demás: nació el
hombre, al que o lo creó de semen divino el Hacedor del
mundo, origen de un mundo mejor, o la tierra reciente y separada
hacía poco del elevado éter retenía el semen
de su pariente el cielo, a la que el vástago de
Yápeto mezclándola con agua de lluvia modeló
en forma de figura de dioses que lo gobiernan todo. Y mientras
los demás animales miran
inclinados a la tierra, dio al hombre un rostro levantado y le
ordenó que mirara al cielo y levantara el rostro alto
hasta las estrellas. Así la tierra, que hacía poco
había sido tosca y sin forma, cambió y se
revistió de figuras humanas desconocidas.
EL MITO
ESCANDINAVO DE LA CREACIÓN
En los tiempos en que nada existía, se
abría en el espacio un vasto y vacío golfo llamado
Ginnunga. Tenía una longitud y anchura inconmensurable y
su profundidad estaba más allá de toda
comprensión. No había costa, ni tampoco olas;
porque aún no había mar y la tierra no estaba
formada ni tampoco los cielos. Allí en el golfo estuvo el
principio de las cosas. Allí por primera vez
amaneció. Y en el perpetuo crepúsculo estaba el
Padre, que gobierna todos los reinos y se mueve entre todas las
cosas grandes y pequeñas.
Primero se formó, hacia el norte del golfo,
Nifelheim, la inmensa casa de oscuridad nebulosa y frío
helador, y en el Sur, Muspelheim, la casa luminosa del calor y de
la luz. En medio de Nifelheim estalló la gran fuente de
donde todas las aguas fluyen y luego retornan. Se llama
Hvergelmer, la "caldera rugiente", y de allí surgieron, al
comienzo, doce tremendos ríos llamados Elivagar, que
fluyen hacia el Sur, hacia el Golfo. Una vasta distancia
atravesaron desde su nacimiento y, entonces, el veneno que
arrastraban con ellos empezó a endurecerse como lo hace la
escoria que corre por una superficie, hasta que se congelaron y
se convirtieron en hielo. Allí los ríos crecieron
en silencio y dejaron de moverse, y los gigantescos bloques de
hielo permanecieron juntos.
El vapor se elevó del hielo envenenado y se
congeló en forma de escarcha; capa tras capa se fueron
amontonando en formas fantásticas una sobre otras. Esa
parte del golfo que se extiende hacia el Norte era la
región del horror y de la lucha. Fuertes masas de vapor
negro rodearon el hielo, y dentro estaban chirriantes torbellinos
que nunca cesaban, y bancos de huidiza
niebla. Pero hacia el Sur Muspelheim brillaba con radiación
intensa, y mandaba bellas llamas y chispas de fuego brillante. El
espacio que había en medio de la región de las
tempestades y de la oscuridad y de la región del calor y
de la luz era un crepúsculo pacífico, sereno y
tranquilo como el aire sin viento. Ahora, cuando las chispas de
Muspelheim cayeron a través del vapor congelado, y el
calor llegó hasta allí por el poder del Padre, las
gotas de las mezclas
empezaron a caer del cielo.
Y fue allí y entonces cuando la vida
comenzó a existir. Las gotas se hicieron más
rápidas y una masa informe
tomó forma humana. Así vino a existir el grande y
pesado gigante de arcilla que se llamó Ymer. Tosco y
desgarbado era Ymer y cuando se estiró y comenzó a
moverse fue torturado por los dolores producidos por un hambre
feroz. Así que salió ansioso en busca de comida,
pero no había sustancia de la que él pudiera comer.
Los torbellinos le pasaban por encima y las oscuras nieblas le
rodeaban como un sudario. Más gotas cayeron de los
lóbregos vapores, y luego se formó una vaca gigante
que se llamó Audhumala, "la vacía oscuridad". Ymer
la contempló permaneciendo allí en la oscuridad
junto a los bloques de hielo y avanzó débilmente
hacia ella. Maravillándose, descubrió que de sus
ubres salían cuatro regueros blancos de leche, y con
ansia bebió y bebió hasta que se llenó con
las semillas de la vida y se vio satisfecho.
Entonces una gran pesadez se vino sobre Ymer y se
tumbó, cayendo en un profundo sueño libre de
pesadillas. El calor y la fuerza le
poseyeron, y el sudor se concentró en el sobaco de su
brazo izquierdo del cual, por el poder del Padre, se formó
un hijo llamado Mimer y una hija llamada Bestla. De Mimer
descendieron los dioses Vana. Bajo los pies de Ymer salió
un hijo monstruoso de seis cabezas, que fue el antecesor de los
gigantes malignos del hielo, el temido Hrimthusar. Entonces Ymer
despertó. En cuanto a Audhumala, la gran vaca, no
tenía verdor del que alimentarse y permaneciendo en el
borde de la oscuridad encontró sustento chupando
constantemente los enormes cantos rodados que tenían
incrustados sal y escarcha. Durante el espacio de un día
se alimentó de esa manera, hasta que apareció el
pelo de una gran cabeza. Al segundo día la vaca
volvió a los cantos rodados y, antes de que hubiera dejado
de chupar, una cabeza humana quedó al descubierto. Al
tercer día una noble forma saltó. Estada dotada de
gran belleza y era ligera y poderosa. Recibió el nombre de
Bure, y fue el primero de los dioses Asa.
Con el tiempo surgieron más seres gigantes,
nobles y malvados dioses. Mimer, que es Mente y Memoria, tuvo
hijas, cuyo jefe fue Urd, la diosa de la fortuna y la reina de la
vida y de la muerte.
Bure tuvo un hijo llamado Bor, que tomó por esposa a
Bestla, la hermana del prudente Mimer. Tres hijos nacieron de
ellos: el primero se llamó Odin (espíritu), el
segundo Ve, cuyo otro nombre es Honer, y el tercero Vile,
también conocido como Lodur y Loke. Odin se
convirtió en el principal jefe de los dioses Asa, y Honer
fue jefe de los Vans. Ymer y su maligno hijo desataron su ira y
enemistad contra la familia de
los dioses y pronto estalló la guerra entre ellos. En
ninguno de los lados hubo una pronta victoria, y fieros conflictos se
libraron durante largos años antes de que la Tierra se
formara. Pero, al fin, los hijos de Bor vencieron sobre los
enemigos y les hicieron retroceder.
Con el tiempo se sucedieron grandes asesinatos, que
disminuyeron el ejército de los gigantes malignos hasta
que solamente quedo uno. Fue entonces cuando los dioses
consiguieron su triunfo. Ymer cayó al suelo y los
victoriosos saltaron sobre él y le reventaron las
latientes venas de su cuello. Un gran diluvio de sangre
salió de allí y toda la raza de los gigantes se
ahogó excepto Bergelmer, el anciano de la montaña,
que con su mujer se
refugió en los bosques del gran molino del mundo. De
éstos descienden los Jotuns, que por siempre guardaron
enemistad contra los dioses. El gran molino del mundo de los
dioses estaba al cuidado de Mundilfore. Nueve doncellas gigantes
lo movían con gran violencia, y
el rechinar de las piedras hacía un clamor tan temible que
no se podían oír ni las más altas
tempestades. El gran remolino es más grande que el mundo
entero, porque de él se hizo el gran molde de la
Tierra.
Cuando Ymer murió los dioses se reunieron en
consejo y se dispusieron a dar forma al mundo. Colocaron el
cuerpo del gigante de arcilla sobre el molino y las doncellas lo
ataron a él. Las piedras estaban manchadas de sangre, y la
carne oscura salió como molde. Así se formó
la Tierra y los dioses le dieron forma a su antojo. De los
huesos de Ymer
se formaron las rocas y las
montañas; sus dientes y mandíbula se dividieron en
dos, y cuando iban girando alrededor las doncellas del gigante
tiraron los fragmentos aquí y allí, y éstas
formaron las piedras y los cantos rodados. La sangre helada del
gigante se convirtió en las aguas del vasto mar. Pero las
doncellas del gigante no cesaron su labor cuando el cuerpo de
Ymer estaba completamente machacado y la Tierra estaba formada y
puesta en orden por los dioses. Cuerpos de gigante tras gigante
se fueron colocando en el molino, que está situado tras el
suelo del océano, y los restos de la carne son la arena
que siempre está lavada alrededor de las orillas del
mundo.
Cuando las aguas son lamidas por el rotante ojo de la
piedra del molino se forma un temeroso remolino y se producen los
flujos y reflujos del mar cuando se dirige a Hvergelmer, "la
rugiente caldera", en Nifelheim y es arrojado de nuevo hacia
delante. Los mismos cielos están formados para tambalearse
por el gran molino del mundo alrededor de Veraldar Nagli, "la
punta del mundo", que es la estrella Polar. Después,
cuando los dioses habían dado forma a la Tierra, colocaron
la calavera de Ymer para que fuera al cielo. En cada uno de los
cuatro puntos colocaron como centinelas a fuertes enanos del
Este, Oeste, Norte y Sur. La calavera de Ymer descansa sobre su
anchos hombros. Pero todavía el Sol no
conocía su casa ni la Luna su poder, y las estrellas no
tenían lugar donde morar. Las estrellas son brillantes
chispas de fuego colocadas desde el Muspelheim por el gran golfo
y están fijadas en el cielo por los dioses para dar luz al
mundo y brillo sobre el mar. A cada uno de estos copos de fuego
errante se asignaron un orden y movimiento, de
forma que cada uno tiene su lugar, tiempo y
estación.
El Sol y la Luna también vieron sus cursos regulados,
porque son los mayores discos de fuego que salieron de
Muspelheim, y para que los caminos de los cielos pudieran
soportarlos los dioses hicieron que los herreros elfos, los hijos
de Ivalde y los parientes de Sindre, construyeran carros de oro
fino. También existe un libro que
compendia toda la mitología finlandesa, El
Kalevala, fruto de la recopilación que hizo Elias
Lönnrot (1802-1884), folclorista y poeta finlandés,
que recorrió repetidas veces su país, recogiendo
los cantos populares que los bardos venián transmitiendo a
través de muchas generaciones. A partir de un material
ingente compuso, en la versión definitiva de 1849, la
epopeya versificada El Kalevala, máxima expresión
literaria de un pueblo eminentemente imaginativo.
La influencia de esta obra ha sido enorme en Finlandia.
Un claro ejemplo es la obra del compositor Jean Sibelius, que
compuso una enorme serie de poemas
sinfónicos como Las Oceánides, Tapiola, Finlandia,
basados en El Kalevala.
Los cielos y la tierra eran solamente uno y todo era
caos. El Universo era como
un enorme huevo negro, que llevaba ren su interior a P'an-Ku.
Tras 18.000 años P’an-Ku se despertó de un
largo sueño. Se sintió sofocado, por lo cual
empuñó un hacha enorme y la empleó para
abrir el huevo. La luz, la parte clara, ascendió y
formó los cielos, la materia fría y turbia
permaneció debajo para formar la tierra. P’an-Ku se
quedó en el medio, con su cabeza tocando el cielo y sus
pies sobre la tierra. La tierra y el cielo empezaron a crecer a
razón de diez pies al día, y P’an-Ku
creció con ellos. Después de otros 18.000
años el cielo era más grande y la tierra más
gruesa; P’an-Ku permaneció entre ellos como un pilar
gigantesco, impidiendo que volviesen a estar unidos.
P’an-Ku falleció y distintas partes de su
organismo, se transformaron en elementos de nuestro mundo. Su
aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz se
convirtió en el trueno. De su cuerpo, un ojo se
transformó en el sol y el otro en la luna. Su cuerpo y sus
miembros, se convirtieron en cinco grandes montañas y de
su sangre se formó el agua. Sus venas se convirtieron en
caminos de larga extensión y sus músculos en
fértiles campos. Las interminables estrellas del cielo
aparecieron de su pelo y su barba, y las flores y árboles
se formaron a partir de su piel y del
fino vello de su cuerpo. Su médula se transformó en
jade y en perlas. Su sudor fluyó como la generosa lluvia y
el dulce rocío que alimenta a todas las cosas vivas de la
tierra.
Introducción a la cultura
tibetana
La presencia de restos arqueológicos en Tibet se
remonta al 10.000 a.C.. Fueron varios pueblos nómadas de
Asia central
los que llegaron a la región, aunque no es hasta hace unos
2.300 años que empieza a haber presencia clara de
moradores en la Tierra de las nieves.
Según la mitología tibetana, los primeros
habitantes del Tibet fueron un mono (emanación de
Avalokiteshvara) y una diablesa (emanación de Tara). Sus
descendientes, mitad mono y mitad diablo, tras
numerosísimas reencarnaciones cobraron su actual forma
humana. Sus divinidades protectoras les enseñaron a
dominar el fuego, la agricultura,
las artes, la medicina, la
herrería y la forma de gobernar y organizarse.
El rey mítico Nyetri Tsenpo, que según la
leyenda era el Rey indio Rupati que llegó al Tibet huyendo
tras su derrota en la guerra del Mahabharata, es el primer
personaje de la historia Tibetana. Se cuenta que hacia el
año 127 a.C. inició su dinastía que tuvo 30
reyes que gobernaron hasta el siglo VII. Durante esta
época se fueron desarrollando los cultos chamánicos
y animistas que formaron el Bön, la religión
primitiva del Tibet, basada en la interdependencia del hombre y
la naturaleza. Esta dinastía militar se fue expandiendo
desde el valle de Yarlung dominando toda la meseta del
Tibet.
El Budismo
comenzó a introducirse en el Tibet por primera vez hacia
el S. II d.C. durante el reinado del rey Lha Thothori Nyatsen,
pero no fue hasta el siglo VII d.C., con la llegada al poder el
rey Songtsen Gampo, que el budismo se
integra en el país de las Nieves. En esa época el
Tibet era un reino en expansión, debido a esto se
realizaron alianzas matrimoniales con la dinastía
T´ang de China y con
otra dinastía de origen Nepalí, Sus dos esposas
eran practicantes budistas, y con su influencia llevaron el
budismo Mahayana al Tibet, transformando este reino feudal y
militar en un imperio más pacífico
Las revueltas de la nobleza , aliada con los sacerdotes
de la tradición Bön, que temían perder sus
antiguas influencias y privilegios frente al aumento del poder de
los monasterios budistas, provocaron problemas dinásticos
y llevaron a fragmentar la nación
y a que el budismo fuese perseguido bajo el reinado del rey
Langdarma.
Esta época oscura termina a mediados del siglo IX
con la llegada de Dipankara Atisha invitado por el rey Lha Lama
Yeshe Wo, es la llamada segunda transmisión del budismo,
este renacimiento
trajo el aumento de la construcción de monasterios, y la
conclusión de las traducciones de la totalidad de textos
canónicos budistas al tibetano, divididos en dos grupos de textos,
el Kangyur (las enseñanzas de Buda) y el Tangyur
(comentarios de otros maestros).
A principios del siglo XIII Gengis Khan conquista
China y el
Tibet. Bajo el imperio mongol el Tibet fue dividido en regiones
administrativas gobernadas, cada una de ellas, por una familia noble y
por la jerarquía monástica. En 1247 Khublai Khan
nombró a un importante lama como Virrey temporal en el
Tibet. Posteriormente el poder paso por las manos de la escuela Sakya, la
Kagyu, la dinastía Rinpung y por último la
dinastía Tsangpa, que pierde el poder en 1642 en favor del
Quinto Dalai Lama.
EL MITO TIBETANO
DE LA CREACIÓN
En el principio era la Vacuidad, un inmenso vacío
sin causa y sin fin. De este gran vacío se levantaron
suaves remolinos de aire, que después de incontables eones
se volvieron más densos y pesados, formando el poderoso
cetro doble rayo, el Dorje Gyatram.
El Dorje Gyatram creó las nubes, las cuales, a su
vez, crearon la lluvia. Esta cayó durante muchos
años, hasta formar el océano primigenio, el Gyatso.
Luego, todo quedó en calma, tranquilo y silencioso, y el
océano quedó límpido como un
espejo.
Poco a poco, les vientos volvieron a soplar, agitando
suavemente las aguas del océano, batiéndolas hasta
que una ligera espuma apareció en su superficie.
Así como se bate la nata para hacer mantequilla, del mismo
modo las aguas del Gyatso fueron batidas por el movimiento
rítmico de los vientos para transformarlas en
tierra.
La tierra emergió como una montaña, y
alrededor de sus picos susurraba el viento, incansable, formando
una nube tras otra. De éstas cayó más
lluvia, sólo que esta vez más fuerte y cargada de
sal, dando origen a los grandes océanos del universo.
El centro del universo es el Rirap Lhunpo (Sumeru), la
gran montaña de cuatro caras hecha de piedras preciosas y
llena de cosas maravillosas. Existen ríos y arroyos en el
Rirap Lhunpo, y muchas clases de árboles, frutos y plantas, pues el
Rirap Lhunpo es especial, es la morada de los dioses y los
semidioses.
En torno al Rirap Lhunpo hay un gran lago, y rodeando a
éste, un círculo de montañas de oro.
Más allá del círculo de montañas de
oro hay otro lago, éste también rodeado por
montañas de oro, y así sucesivamente hasta siete
Lagos y siete círculos de montañas de oro y
más allá del último círcculo de
montañas se encuentra el lago Chi Gyatso.
En el Chi Gyatso es donde se encuentran los cuatro
mundos, cada uno de éstos semejante a una isla, con su
forma particular y sus habitantes distintos.
El mundo del Este es el Lu Phak, que tiene forma de
media luna. Las gentes del Lu Phak viven quinientos años y
son pacíficas, no hay contiendas en el Lu Phak. Sus
habitantes tienen cuerpos gigantescos y caras en forma de media
luna. No obstante, no son tan afortunados como nosotros, pues no
tienen ninguna religión para poder seguir.
El mundo del Oeste se llama Balang Cho y su forma es
como la del sol. Como en el Lu Phak, las gentes son de gran
estatura y viven quinientos años, sólo que sus
caras tienen forma de sol y se dedican a la cría de
diversas clases de ganado.
La tierra del Norte es de fonna cuadrada y se llama Dra
Mi Nyen. Las gentes de Dra Mi Nyen tienen caras cuadradas y viven
mil años o más. En Dra Mi Nyen la comida y las
riquezas son abundantes. Todo lo que un hombre necesita en sus
mil años de vida lo obtiene sin esfuerzo ni padecimiento;
viven con lujo, sin carecer de nada. Pero durante los siete
últimos días de su vida, el dolor y el tormento
anímicos acometen a los seres de Dra Mi Nyen, pues
entonces es cuando reciben una señal de que están a
punto de morir. Les visita una voz -una voz terrible- que les
susurra cómo morirán y qué monstruosos
sufrimientos habrán de soportar en los infiernos
después de la muerte. En sus
últimos siete días de vida, todas sus riquezas y
posesiones decaen y ellos experimentan mayor sufrimiento que
nosotros en toda una vida. Dra Mi Nyen se conoce como la "Tierra
de la Voz Pavorosa".
Nuestro propio mundo, en Ci Sur, se llama Dzambu Ling.
Al comienzo, nuestro mundo estuvo habitado por dioses de Rirap
Lhunpo. No había dolor ni enfermedades, y los dioses
nunca necesitaban comida. Vivían en el contento, pasando
sus días en profunda meditación. No había
necesidad de luz en Dzambu Ling, pues los dioses emitían
una luz pura de sus propios cuerpos.
Un día, uno de los dioses reparó en que en
la superficie de la tierra había una substancia cremosa y,
probándola, comprobó que era deliciosa al paladar y
animó a los demás dioses a probarla. Tanto les
gustó a todos los dioses la cremosa substancia, que no
querían comer otra cosa, y cuanto más
comían, más se reducían sus poderes. Ya no
fueron capaces de estar sentados en profunda meditación;
la luz que antes había brotado con tal resplandor de sus
cuerpos empezó a apagarse poco a poco y finalmente
desapareció por completo. El mundo quedó sumido en
tinieblas y 105 grandes dioses de Rirap Lhunpo se convirtieron en
seres humanos.
Entonces, en la oscuridad de la noche, apareció
en los cielos el sol, y cuando el sol se apagó, la luna y
las estrellas iluminaron el cielo y dieron luz al mundo. El sol,
la luna y las estrellas aparecieron a causa de las buenas
acciones
pasadas de los dioses, y son para nosotros un recordatorio
permanente de que nuestro mundo fue una vez un lugar hermoso y
tranquilo, libre de codicias, sufrimientos y dolor.
Cuando la gente de Dzambu Ling hubo agotado la
provisión de la cremosa substancia, empezaron a comer los
frutos de la planta nyugu. Cada persona
tenía su propia planta, que producía un fruto corno
los de las mieses, y cada día, cuando el fruto
había sido comido, aparecía otro; uno cada
día, lo cual era suficiente para satisfacer el hambre de
los seres de Dzambu Ling.
Una mañana, un hombre se despertó y
descubrió que en vez de producir un solo fruto, su planta
había dado dos. Cayendo en la avidez, se comió los
dos frutos; pero, al día siguiente, su planta estaba
vacía. Necesitando satisfacer su hambre, ese hombre
robó la planta de otro hombre y así fueron haciendo
todos, pues cada persona tuvo que
robarle a otra para poder comer. Con el robo, llegó la
codicia, y todos, temiendo quedarse sin comer, empezaron a
cultivar más y más plantas nyugu,
debiendo trabajar cada cual cada vez más para asegurarse
de que tendría bastante que comer.
Cosas extrañas empezaron a ocurrir en Dzambu
Ling. Lo que había sido una tranquila morada de los dioses
de Rirap Lhunpo, estaba ahora lleno de hombres que
conocían el robo y la codicia. Un día, un hombre
empezó a sentir malestar por sus genitales y se los
cortó, convirtiéndose así en una mujer. Esta
mujer tuvo contacto con hombres y pronto tuvo hijos, quienes a su
vez tuvieron más hijos, y en poco tiempo Dzambu Ling se
lleno de gente, toda la cual tenía que procurarse comida y
un lugar donde vivir.
Las gentes de Uzambu Ling no vivían juntas en
paz. Había muchas peleas y robos, y los hombres de nuestro
mundo empezaron a experimentar realmente auténtico
sufrimiento, que nacía del estado insatisfactorio en que
se encontraban. La gente se dio cuenta de que para sobrevivir
tenían que organizarse. Todos se juntaron y decidieron
elegir un jefe, a quien llamaron Mang Kur, que significa "mucha
gente lo hizo rey". Mang Kur enseñó al pueblo a
vivir en una relativa armonía, cada cual en una tierra
propia en que construir una casa y cultivar alimentos.
Así es como nuestro mundo llegó a ser,
como, de dioses, nos convertimos en seres humanos sujetos a la
enfermedad, la vejez y la
muerte. Cuando contemplamos el cielo nocturno, o recibimos el
cálido brillo del sol, deberíamos recordar que, de
no ser por las buenas acciones de
los dioses de la preciosa montaña de Rirap Lhumpo,
viviríamos en una total oscuridad y que, de no ser por la
codicia de una persona, nuestro mundo no conocería el
sufrimiento que hoy experimenta.
Uno de los elementos que destaca en esta cultura es la
fuerte conexión que los aborígenes sienten con la
naturaleza. Esa intensa unión sienta las bases de su
visión particular del mundo y del papel que
cumple el ser humano en la Tierra y también impregna todos
los aspectos de su vida diaria. Creen que el ser humano forma
parte de una esencia superior que es la Naturaleza, de la cual
forman parte los seres vivos y los muertos, desde la roca, la
lluvia, la lombriz, o los árboles, hasta los canguros y
los hombres. De acuerdo con esta concepción, el hombre no
es un ser superior, sino que comparte el medio ambiente
con el resto de los seres de la Tierra, y tan necesaria es la
existencia de los lagartos como la suya propia. Para comprender
mejor este gran aprecio y respeto que
sienten por la naturaleza, debemos de considerar que estamos ante
una sociedad de recolectores y cazadores, cuya supervivencia
dependía exclusivamente de los bienes que
obtuviesen de la naturaleza, de ahí la necesidad de
preservarla y de mantener su equilibrio.
Para preservar ese equilibrio,
todos los elementos de la naturaleza debían ser tenidos en
cuenta y todos tenían su función.
La función del ser humano es la de honrar a la
Naturaleza y a sus elementos, mediante la práctica de
rituales; se establece así una relación
simbiótica, ya que el hombre recibe cobijo y sustento de
la Naturaleza, y a cambio, ayuda
a mantener el orden mediante rituales. Siguiendo este
planteamiento, podemos entender que el aborigen australiano nunca
perjudique el medio, sino que lo proteja. Esa veneración y
esa unión que sienten con la Naturaleza la manifiestan
materialmente mediante los tótems, que están
vinculados con algún elemento o algún aspecto de la
Naturaleza, al que una tribu, una casa o un individuo aborigen
rinde culto. Mediante este sistema
totémico, los aborígenes podían venerar a
cualquier aspecto o elemento de la Naturaleza: la roca, la
lluvia, la lanza, el lago, las flores, los animales o las
plantas. Además, los aborígenes realizaron una
clasificación de tótems desde los que eran de culto
individual, hasta los de índole local, pasando por los
vinculados con el sexo o con
la
familia.
Este orden fundamentado en tótems
favoreció el desarrollo de una organización social basada en clanes, que a
su vez se dividieron en casas, con lo cual se difundió una
gran variedad de relatos, mitos, héroes y creencias
particulares, que nos son imposibles conocer en su totalidad. Sin
embargo, a pesar de esa enorme diversidad, la mayoría de
los aborígenes australianos comparten un conjunto de
creencias a cerca del Universo, su origen, la Naturaleza o el
papel del ser
humano. Así, la mayoría de su mitología
está relacionada con la Naturaleza y con la Tierra,
mostrada como antítesis al cielo
y al océano.
La creación y la ordenación del Mundo, en
la mitología de los pueblos nativos australianos, se
explica mediante relatos mitológicos que tienen como
protagonistas a seres legendarios, dioses y héroes
ancestrales. Del mismo modo que ocurría con los mitos
africanos o con la cosmogonía clásica, el origen
del mundo y su forma, tal y como la conocemos, se debe a la
intervención de seres mágicos y dioses primitivos,
cuya actuación permite, no sólo que exista nuestro
mundo, sino también la vida en él. De igual modo,
estos relatos mitológicos ayudan a comprender el origen de
ciertos fenómenos naturales o el origen de ciertas
costumbres y normas sociales,
justificándolas. De forma que estos mitos,
acompañados de los correspondientes rituales, ayudaban a
conservar este orden establecido, tanto desde el punto de vista
natural como desde el punto de vista social. En este trabajo nos
centraremos en esas leyendas y creencias comunes a la mayor parte
de los aborígenes australianos: la estructura del
Universo, leyendas sobre el origen de algunos cuerpos celestes,
el "Tiempo del Sueño" (Tjukurpa), la historia de Biame o
el relato de la Madre Serpiente.
LA CREACIÓN SEGÚN LOS
ABORÍGENES AUSTRALIANOS
En el Tiempo de los Sueños, en la época
Tjukurpa, sólo había una vida sobre la tierra. Una
vida inmóvil, representada por una masa embrionaria
gigantesca, transparente, hecha de una amalgama de seres
inacabados, replegados sobre sí mismos. Y estos proyectos de
seres pertenecían cada uno a una especia animal o
vegetal.
Impreso en una materia primigenia se encontraba todo el
devenir de la Humanidad. ¡Todo el pasado, el presente y el
futuro del mundo se hallaban allí latente! Aquel que
salió de la nada y existe por sí mismo, el llamado
Ser Supremo, modificó esa masa. Esculpió con ella
un cuerpo, brazos, manos, piernas y una cabeza. En una de las
caras de la cabeza, practicó dos orificios para los ojos;
formó la nariz. Hizo una hendidura para la boca y un
agujero para el ano. Así fue como los entes inacabados
fueron transformados en seres capaces de sostenerse en
pie.
El Tjukurpa habla en términos de pasado y
presente. Toda la tierra, incluyendo todo lo que hay y todo lo
que vive sobre ella, fue creada durante el Tjukurpa y por el
Tjukurpa. Ninguna montaña, valle, llanura, corriente de
agua, existía anterior al Tjukurpa; nada había.
Durante aquel tiempo, seres ancestrales en forma de humanos,
animales y plantas viajaron a lo largo y ancho de la tierra y
perpetraron hechos remarcables de creación y
destrucción. Los viajes de
aquellos seres son recordados y celebrados hoy, donde quiera que
fueran. La memoria de
sus actividades existe hoy en día en la forma de accidentes
geográficos como en la montaña sagrada de
Uluru.
Cada hombre y cada mujer quedaron ligados a la especia
animal o vegetal de la que habían salido; y ese animal o
vegetal se convirtió en su Tjukurpa. Así pues, en
cada uno de los seres humanos, en cada uno de los animales, de
las plantas y los minerales, en las
estrellas y en el aire y en el agua, el Ser Supremo, la
Energía vital sagrada, difundió su esencia divina,
haciendo entrar en una sola, pero inmensa familia, a todas
las formas de la Vida. Pero, por desgracia, retenido por el
cosmos, no dispuso de tiempo suficiente para concluir su obra y
los hombres nacieron imperfectos. Enriquecidos por el Conocimiento
primordial del que habían surgido, inspirados por la
esencia divina de la que estaban impregnados, los Grandes
Antepasados, criaturas gigantescas, ni hombres ni animales, se
pusieron a crear el mundo tal y como es ahora. En la inmensa
llanura inacabable que era la tierra, crearon los ríos,
las colinas y todos los accidentes del
terreno. Promulgaron las leyes destinadas
a vincular a todos los hombres entre sí por medio de
parentescos sumamente complicados, parentescos que se imbrican
los unos en los otros, naciendo aquí para reanudarse
allá, arrastrando a todos los miembros de un pueblo en un
verdadero torbellino de obligaciones
de ayuda mutua, encadenando los unos a los otros desde el
nacimiento hasta la muerte. Asimismo, proveyeron de
vínculos parecidos a los diferentes pueblos. Así,
de norte a sur, de este a oeste, los parentescos creados tejieron
una gigantesca telaraña cuyos hilos nos guían y
protegen desde entonces. Luego, antes de desaparecer, antes de
que concluyera el Tiempo de los Sueños, cuando aparecieron
los hombres en su forma actual, les dijeron: "Este es vuestro
país. Lo hemos creado para vosotros. Aquí
viviréis y lo conservaréis tal como os lo
entregamos. No lo dejaréis nunca, pues sois sus
Guardianes. Sois los Guardianes de nuestra
Creación."
La civilización azteca
En la zona geográfica que corresponde a la mitad
sur del México
actual, se desarrolló una gran actividad cultural desde
unos 2000 años a. C. En esta región habitaron
diversos pueblos, algunos de los cuales nos han dejado muestra de su
floreciente cultura, como es el caso de los restos
arqueológicos de la ciudad de Teotihuacán, ya
deshabitada cuando llegaron los españoles. En la meseta
central mexicana desde finales del siglo VII hasta mediados del
siglo XII, se desarrolló la cultura tolteca que
llegó a fusionarse con la maya en su expansión
hasta el Yucatán. En este marco geográfico,
más concretamente en las orillas e islas del lago Texcoco,
se desarrolló la civilización azteca, una de las
civilizaciones mejor conocida de la América
precolombina y la unidad política más importante de
toda Mesoamérica cuando llegaron los españoles. Los
aztecas son
herederos de la tradición cultural de los toltecas, que
sirven de nexo entre la cultura azteca
y la maya.
Los aztecas, que se hacían llamar a sí
mismos "mexicas", llegaron del norte y se asentaron en la cuenca
del Texcoco a mediados del siglo XII, fundando su capital,
Tenochtitlán, en 1325 La palabra "azteca" tiene su origen
en una legendaria tierra del norte llamada "Aztlán".
Según cuenta la leyenda, los aztecas abandonaron esta
mítica Aztlán, por orden de los dioses y
debían instalarse allí donde encontrasen un
águila devorando a una serpiente.
El azteca fue un pueblo que, mediante alianzas militares
con otros grupos y poblaciones conoció una rápida
expansión y dominó el área central y sur del
actual México
entre los siglos XIV y XVI, si bien es cierto que en un primer
momento tras su llegada, tuvo que enfrentarse a otros pueblos ya
asentados en la zona. Tras la muerte de Moctezuma II en el 1520,
se puso de manifiesto la debilidad de este gran imperio, derivada
de aquella rápida expansión: no podían
controlar aquel vasto territorio; las divisiones internas entre
provincias y las tensiones y ambiciones independentistas de
algunos pueblos, facilitó a los españoles,
dirigidos por Hernán Cortés, la conquista de este
gran imperio, que culminó en 1521.
Los aztecas se asentaron sobre un rico espacio que les
ofrecía grandes pasibilidades para el desarrollo de la
agricultura, la pesca y el
comercio. La
economía azteca fue principalmente agrícola
(cultivo de maíz),
destacando la técnica conocida como "chinampas", dentro de
la cual se diferenciaba la de tierra firme de la de pantano. Con
esta técnica, se explotaba el suelo cenagoso
permanentemente fértil y húmedo y se obtenía
una productividad muy
elevada. Esta agricultura intensiva se combinaba con la ganadería,
la caza y la pesca en el
lago, y un importante comercio, a corta y a larga distancia. Con
respecto al sistema de
tenencia y explotación de la tierra, el pueblo azteca
desarrolló una estructura compleja en la cual se
podía distinguir la tierra asignada a los llamados
"calpulli" (las unidades básicas de organización de
la sociedad azteca), que a su vez realizaban el reparto entre las
familias de no privilegiados; por otro lado, las tierras de los
elementos privilegiados de la sociedad, trabajadas por braceros y
esclavos. Otro grupo lo
integraban las tierras destinadas a fines públicos:
mantenimiento
de la
administración, del templo, del gobernante y del
ejército. Un concepto muy interesante, tanto desde el
punto de vista económico, como desde el punto de vista
político, fue el "tributo", pagado a los aztecas por los
pueblos sometidos a su dominio. Al no
conocer la moneda, este tributo era pagado, por así
decirlo, en especie y servía para abastecer a la capital azteca
de productos
básicos, materias primas y manofacturas. Por otro lado,
este tributo formaba parte de la redistribución de bienes,
ya que parte de dicho tributo era destinado al mantenimiento
de la administración, otra parte revertía
en los elementos privilegiados de la sociedad y cierta cantidad
se reservaba para su almacenamiento.
La estructura de la sociedad mexica está
caracterizada por su complejidad, recordando, hasta cierto punto,
a la estructura feudal que en aquellos momentos se conocía
en el Viejo Mundo. Para empezar, la primera separación
hacia referencia a la condición de privilegiados, o
"pipiltzin", (no tenían que pagar tributo y acapararon
tierras y cargos) y no privilegiados, o "macehualtín"
(tenían que pagar tributos).
Dentro del primer grupo, se podían diferenciar varios
subgrupos y a la cabeza de ellos se encontraba el supremo
gobernante azteca: «Huey Tlatoani», cuya residencia
estaba en Tenochtitlán. Al servicio de este gobernante se
hallaba una élite de pipiltzin directamente vinculada con
él. Al mando de las ciudades se encontraban los llamados
"tlatoani". Finalmente estaban los pipiltzin de menor
categoría. Los «macehualtín» eran
organizados en calpulli. Pero no todos los no privilegiados
quedaron ordenados en estas unidades, por ejemplo los
comerciantes de larga distancia, llamados «pochteca»
que, sin ser privilegiados, contaron con estatutos particulares,
cultos propios y espacios diferenciados de residencia o los
"mayeque" o braceros. El escalón más inferior en la
sociedad azteca lo ocupaban los esclavos.
También la estructura política ofrece una
complejidad propia de una administración evolucionada, en la que, sin
embargo, perviven elementos de la antigua sociedad nómada
(calpulli con el calpullec al mando). Al frente del gobierno estaba
el emperador azteca, el "Huey Tlatoani", el último de los
cuales fue Moctezuma. También sabemos de la existencia de
consejos, como el llamado "Consejo de los Cuatro", formado por
destacados pipiltzin encargados de elegir al sucesor, y otra
serie de consejos especializados. La unidad política del
área del lago Texcoco se consolidó tras la alianza
de los tres grandes reinos: Tenochtitlán, Texcoco y
Tlacopán que dominaban amplias zonas y de los que
dependían otros núcleos menores.
La complejidad y la riqueza en la estructura
política, social y económica de la
civilización azteca, fue acompañada de un
espléndido desarrollo cultural. En concreto, la
concepción mesiánica que tenían los aztecas
de sí mismos y su concepción cíclica del
tiempo, marcaron la vida cultural y religiosa de este pueblo,
así como su vida diaria y su concepción
cosmogónica.
La cultura y la religión
aztecas
Los aztecas recogen la tradición cultural
mesoamericana y su arte, su ciencia y su
panteón divino van a caracterizarse por su sincretismo. En
primer lugar destaca su escritura
compuesta por caracteres ideográficos, algunos numerales y
glifos fonéticos. Si bien es cierto que su escritura no
logró superar a la desarrollada por los mayas,
ésta les sirvió para que administrara su imperio.
El arte mexica es la
culminación de las manifestaciones artísticas de la
tradición mesoamericana, con una gran estatuaria, una
importante pintura mural
y unos elaborados mosaicos. Destaca el arte de la plumaria, del
cual, dado el carácter perecedero del material, no
conservamos muestra alguna.
En cuanto al desarrollo científico, el pueblo
azteca destacó en medicina y farmacopea; es de suponer que
una cultura tan vinculada a las prácticas guerreras
contase con eficaces curas para los traumatismos. También
destacaron en la astronomía, la base de su calendario,
herencia de la
cultura maya.
Emplearon el calendario de 365 días y el de 260,
utilizando además, la "rueda calendárica" de 52
años. Los aztecas tenían una concepción
cíclica del tiempo, por lo cual consideraban que se
podía predecir, de ahí la importancia de la
observación astronómica y del
calendario. La observación de los astros fue tan
importante que esta prestigiosa tarea fue una obligación
del Huey Tlatoani.
La educación fue
importante, sobre todo, en lo que se refiere a la
formación de los pipiltzin, marcada por su carácter
obligatorio y su dureza. La enseñanza de los nobles, desarrollada en
escuelas especializadas (calmécac), se diferenciaba de la
que recibían los macehualtín, los no privilegiados.
La formación de la élite debía ser
más completa, ya que eran ellos los que ocuparían
cargos importantes en el ejército y en la
administración; eran formados en derecho, historia,
astronomía, religión…, pero
también en poesía
y canto. Era un pueblo orientado hacia la guerra, preocupado por
que los jóvenes fuesen formados en una serie de
conocimientos y prácticas, y en un sentimiento de
unión entre ellos. Existieron órdenes militares
entre los aztecas, como las llamadas «Hombres
Valientes», "Caballeros del Sol"; y también los no
privilegiados tenían sus propias órdenes como la
conocida como "Nobles Águila".
La importancia de la guerra está vinculada con la
concepción mesiánica que los mexica tenían
sobre sí mismos. Consideraban que ellos eran el pueblo
elegido para mantener con vida al Sol; Sol que únicamente
podía alimentarse con un elemento que se hallaba
exclusivamente en la sangre de las madres muertas en el parto, la
sangre de guerreros muertos en combate y la sangre de prisioneros
sacrificados en el altar mayor. Así, las actividades
bélicas estaban ampliamente justificadas desde el punto de
vista práctico-religioso.
Los sacrificios humanos, realizados siguiendo un solemne
ritual, eran fundamentales para los mexicas. Se desarrollaban en
la "Piedra de los Sacrificios" del templo, donde cuatro
sacerdotes sujetaban al prisionero y le extraían el
corazón, para después cortarle la
cabeza. El corazón se
guardaba en un recipiente especial, mientras que el cuerpo era
arrojado por las escaleras abajo y el guerrero que capturó
al prisionero tenía derecho a celebrar con él un
banquete.
Esta religión, que tenía como
preocupación principal el mantenimiento del Sol mediante
el sacrificio, contó con un panteón enorme
compuesto por sus propios dioses, por deidades que fueron
asimilando en su marcha desde norte hasta el lago Texcoco y
divinidades de pueblos conquistados. Además los aztecas
tenían un dios para cada actividad y cada calpulli. A este
variado panteón, debemos añadir el hecho de que
eran dioses de carácter cambiante, asociados a colores y con
posibilidad de multiplicarse. De todas estas divinidades, la
más importante fue Hiutzilopochtli, el dios del sol y la
guerra, que tenía su antítesis en
Telcatlipoca, concebido como un dios oscuro, lo cual pone de
manifiesto la dualidad existente en la religión azteca.
También fueron importantes Tlaloc, dios de la lluvia, y
Quetzalcoalt.
Quetzalcoatl era un dios antiguo, anterior a los
mexicas, del que hay diversas versiones. Para algunos era el dios
creador del hombre, mientras que para otros fue un dios
civilizador, identificándolo con Prometeo. El mito de
Quetzalcoalt es muy interesante para entender la reacción
de los aztecas ante la llegada de los conquistadores. Este dios
también es conocido como el dios del viento bajo el nombre
de Ehecatl, que es una de sus formas, y otra de sus formas es la
de dios del agua y dios de la fertilidad. Quetzalcoatl es
considerado hijo de la diosa virgen Coatlique y hermano gemelo
del dios Xolotl. Como introductor de la cultura, él trajo
al hombre la agricultura y el calendario, y es patrón del
las artes y de los oficios. En un mito azteca el dios
Quetzalcoatl permitió ser seducido por Tezcatlipoca, pero
se arrojó a sí mismo a una pira funeraria lleno de
arrepentimiento. Tras su muerte su corazón se
convirtió en el lucero de la mañana, y como tal es
vinculado con la divinidad Tlahuizcalpantecutli. En cualquier
caso, este dios, descrito como un ser de rostro blanco y barbado,
era un dios pacífico y civilizador, opuesto a los
sacrificios humanos, que intentó detener esta
práctica ritual. Al fracasar en su propósito,
emigró hacia el este, prometiendo que un día
regresaría en un año determinado de la cuenta
azteca. Esto afectó en la actitud de los
aztecas antes la llegada de los primeros
españoles.
Cuando llegó Hernán Cortés,
Moctezuma lo confundió con el dios Quetzalcoatl, por su
rostro blanco y su barba; pero, además, la llegada de los
conquistadores coincidió con el año en que
Quetzalcoatl había prometido volver, lo cual hace entender
la terrible confusión de los aztecas, que pronto se
percataron de que aquellos extranjeros no eran dioses.
Después, los aztecas le convirtieron en un dios
símbolo de la muerte y la resurrección y en el
patrono de los sacerdotes. El sacerdote mayor era llamado
Quetzalcoatl también. El culto a Quetzalcoatl se
extendió por muchas ciudades y pueblos mesoamericanos:
Tula (capital Tolteca), Cholula, Tenochtitlán o
Chichén Itzá.
Los aztecas tienen como dios principal a Tonacatecuhtli,
quien tuvo por mujer a Tonacacihuatl (conocida también
como Xochiquetzal). Ellos se criaron en el decimotercer cielo, de
cuyo principio no se supo jamás. Engendraron a cuatro
hijos. El mayor, Tezcatlipoca rojo, llamado así porque
nació colorado. Al segundo hijo lo nombraron Tezcatlipoca
negro, el peor de los tres porque fue el que más
mandó y nació negro en medio de todos los seres y
cosas.
Al tercero llamaron Quetzalcoatl, conocido
también como "Noche y viento". Mientras que al
último y más pequeño lo llamaron
Huitzilopochtli.
De los cuatros hijos de la primera pareja, Tezcatlipoca
negro era omnipresente, conocía todos los pensamientos y
los corazones; así es que lo llamaron Moyocoya, cuyo
significado es el de todopoderoso. Su hermano menor,
Huitzilopochtli, nació sin carne, con los huesos desnudos.
Así se mantuvo durante los seiscientos años de
quietud entre los dioses, etapa en la que nada
hicieron.
Pasado el largo período, los cuatro hijos de
Tonacatecuhtli se juntaron para ordenar lo que habrían de
hacer y la ley que
tendrían. Convinieron en nombrar a Quetzalcoatl y
Huizilopochtli para que impartieran las órdenes. Entonces,
por comisión y parecer de los otros dos, hicieron el
fuego, después medio sol que, como no estaba entero,
alumbraba poco y luego hicieron al hombre Oxomoco y a la mujer llamada
Cipactónal. Les dieron la orden de que no holgaran, sino
que trabajaran siempre. A él lo mandaron a labrar la
tierra mientras ella hilaba y tejía.
Terminada su tarea con los primeros hombres, los dioses
hicieron los trescientos sesenta días del año que
dividieron en dieciocho meses de veinte días cada uno.
Luego crearon a los dioses que habitaron el infierno: al
"Señor del Inframundo" y a su esposa, la "Señora
del Inframundo".Les llegó la hora de crear los cielos y
comenzaron por el más alto, desde el decimotercero para
abajo para continuar con la creación del agua. La tierra
fue creada por los dioses Quetzalcoalt y Tezcatlipoca, quienes
bajaron a tierra a la diosa del cielo. Ella tenía las
articulaciones
completamente cubiertas de ojos y bocas con las que mordía
como una bestia salvaje. Antes de que la bajaran había
agua (que nadie sabe quién creó) sobre la cual la
diosa caminaba. Cuando vieron esto, los dioses se dijeron: "Es
necesario hacer la tierra", y diciendo esto se convirtieron los
dos en grandes serpientes. Transformados, una de las serpientes
agarró a la diosa de la mano derecha y el pie izquierdo y
la otra de la mano izquierda y el pie derecho, tiraron tanto que
la partieron por la mitad. Con la parte de atrás de los
hombros hicieron la tierra, y la otra mitad la llevaron al
cielo.
Los otros dioses se enteraron y se enojaron mucho,
entonces para recompensar a la diosa de la tierra por el
daño que le habían hecho, los dioses descendieron
todos del cielo y ordenaron que de ella salieran los frutos
necesarios para la vida de los hombres: de sus cabellos hicieron
los árboles y flores, de su piel las
pequeñas hierbas y flores, de los ojos hicieron los pozos,
las fuentes y las
pequeñas cavernas, de la boca los ríos y grandes
cavernas mientras que de los agujeros de la nariz y de los
hombros, los valles de las montañas y las montañas
mismas respectivamente.
Introducción a los mayas
En el 2.000 a.C. los mayas
conocieron el cultivo del maíz y se
volvieron sedentarios.
Los primeros habitantes se establecieron en el Golfo de
México, pero luego algunos grupos emigraron a Chiapas, el
Petén y la pen6iacute;nsula del Yucatán. Dos siglos
a. C. aumentó su grado de desarrollo. En el 292 d. C. se
dice que comienza la historia de la cultura maya, por
una fecha inscrita en una estela de Tikal.
El período clásico, llamado Imperio
Antiguo (300 a 900 aproximadamente), se desarrolló en el
norte de Guatemala,
Belice y parte de México. Algunas ciudades importantes de
esta época son Tikal, Palenque, Uaxactún,
etc…
Durante el Imperio Antiguo, los mayas
consiguieron tener grandes conocimientos de astronomía y
matemáticas gracias a los sacerdotes.
También se desarrolló un sistema de escritura
jeroglífico. Cada ciudad-estado era independiente, no se
trataba de un gran imperio.
En el siglo IX, por causas desconocidas, las ciudades
fueron abandonadas. En el s. X en el Yucatán
comenzó el Imperio Nuevo, esta época se caracteriza
por la influencia de los toltecas, que durante un tiempo
dominaron las ciudades. Mayapán, Chichén
Itzá y Uxmal se aliaron en el año 987, pero
después dominó Mayapán (los cocomes, y
comenzó la llamada liga de Mayapán) hasta que fue
destruida.
A la llegada de los españoles la
civilización maya casi habían desaparecido. La
última ciudad conquistada fue Tayasal en el año
1697.
Actualmente quedan 6 millones de mayas que hablan
muchos dialectos
distintos y siguen conservando gran parte de sus antiguas
costumbres.
La sociedad maya era teocrática. En ella
había distintas clases
sociales: los esclavos, los campesinos, los comerciantes,
arquitectos, la nobleza, los sacerdotes, el jefe político
y religioso…
El sistema político que tenían los mayas
era el de ciudades-estado, que eran independientes unas de
otras.
Cultivaban cacao, vainilla, frijoles, maíz…
Esto era realizado en terreno ganado a la selva, superficie
que quemaban para poder cultivar. Los mayas tenían
perros y
pavos.
Criaban abejas porque de la miel obtenían una
bebida alcohólica. Como monedas se utilizaba jade o
semillas de cacao, que después de algún tiempo se
destinaban al consumo
humano, aunque algunas veces eran falsificadas vaciándolas
y rellenándolas con otra cosa.
Los mayas sacrificaban personas (incluso niños).
También hacían ofrendas de
sangre, que caía en tiras de papel que luego se quemaban.
Todo esto lo hacían para compensar el esfuerzo que
habían hecho los dioses al crear el mundo. Para ellos el
Chu’Lel (alma) estaba en la sangre. Su mitología
está recogida en el Popol Vuh.
LA CREACIÓN
SEGÚN EL POPOL VUH
Ésta es la relación de cómo todo
estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo
inmóvil, callado, y vacía la extensión del
cielo.
Ésta es la primera relación, el primer
discurso. No
había todavía un hombre, ni un animal,
pájaros, peces,
cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni
bosques: sólo el cielo existía.
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo
estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.
No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa
alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el
cielo. No había nada que estuviera en pie; sólo el
agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No
había nada dotado de existencia.
Solamente había inmovilidad y silencio en la
oscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador,
Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de
claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules.
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron
juntos Tepeu y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron
entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando
entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus
palabras y su pensamiento. Entonces se manifestó con
claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía
aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y
crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento
de la vida y la en ación del hombre. Se dispuso así
en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo,
que se llama Huracán.
El primero se llama Caculhá Huracán. El
segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es
Raxa-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del
Cielo.
Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces
conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se
hará para que aclare y amanezca, quién será
el que produzca el alimento y el sustento.
-¡Hágase así! ¡Que se llene el
vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe el
espacio, que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron.
¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No
habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y
formación hasta que exista la criatura humana, el hombre
formado. Así dijeron.
Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en
verdad como se hizo la creación de la tierra:
– ¡Tierra!, dijeron, y al instante fue
hecha.
Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue
la creación, cuando surgieron del agua las
montañas; y al instante crecieron las
montañas.
Solamente por un prodigio, sólo por arte
mágica se realizó la formación de las
montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los
cipresales y pinares en la superficie.
Y así se llenó de alegría Gucumatz,
diciendo:
-¡Buena ha sido tu venida, Corazón del
Cielo; tú, Huracán, y tú,
Chípi-Caculhá, Raxa-Caculhá!
-Nuestra obra, nuestra creación será
terminada, contestaron.
Primero se formaron la tierra, las montañas y los
valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se
fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas
quedaron separadas cuando aparecieron las altas
montañas.
Así fue la creación de la tierra, cuando
fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de
la Tierra, que así son llamados los que primero la
fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se
hallaba sumergida dentro del agua..
De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la
ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz
terminación.
Luego hicieron a los animales pequeños del monte,
los guardianes de todos los bosques, los genios de la
montaña, los venados, los pájaros, leones, tigres,
serpientes, culebras, cantiles (víboras), guardianes de
los bejucos.
Y dijeron los Progenitores:
-¿Sólo silencio e inmovilidad habrá
bajo los árboles y los bejucos? Conviene que en lo
sucesivo haya quien los guarde.
Así dijeron cuando meditaron y hablaron
enseguida. Al punto fueron creados los venados y la aves. En
seguida les repartieron sus moradas los venados y a las
aves:
-Tú, venado, dormirás en la vega de los
ríos y en los barrancos. Aquí estarás entre
la maleza, entre las hierbas; en el bosque os
multiplicaréis, en cuatro pies andaréis y os
tendréis. Y así como se dijo, así se
hizo.
Luego designaron también su morada a los
pájaros pequeños y a las aves mayores:
-Vosotros, pájaros, habitaréis sobre los
árboles y los bejucos, allí haréis vuestros
nidos, allí os multiplicaréis, allí os
sacudiréis en las ramas de los árboles y de los
bejucos. Así les fue dicho a los venados y a los
pájaros para que hicieran lo que debían hacer, y
todos tomaron sus habitaciones y sus nidos.
De esta manera los Progenitores les dieron sus
habitaciones a los animales de la tiera.
Y estando terminada la creación de todos los
cuadrúpedos y las aves, les fue dicho a los
cuadrúpedos y pájaros por el Creador y Formador y
los Progenitores:
-Hablad, gritad, gorjead, llamad, hablad cada uno
según vuestra especie, según la variedad de cada
uno. Así les fue dicho a los venados, los pájaros,
leones, tigres y serpientes.
-Decid, pues, nuestros nombres, alabadnos a nosotros,
vuestra madre, vuestro padre. ¡Invocad, pues, a
Huracán, Chipi-Caculhá, Raxa-Caculhá, el
Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra el
Creador, el Formador, los Progenitores; hablad,
ínvocadnos, adoradnos!, les dijeron.
Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres;
sólo chillaban, cacareaban y graznaban; no se
manifestó la forma de su lenguaje, y
cada uno gritaba de manera diferente.
Cuando el Creador y el Formador vieron que no era
posible que hablaran, se dijeron entre sí:
-No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el
de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está
bien, dijeron entre sí los Progenitores. Entonces se les
dijo:
-Seréis cambiados porque no se ha conseguido que
habléis. Hemos cambiado de parecer: vuestro alimento,
vuestra pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los
tendréis, serán los barrancos y los bosques, porque
no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos
invoquéis. Todavía hay quienes nos adoren, haremos
otros seres que sean obedientes. Vosotros, aceptad vuestro
destino: vuestras carnes serán trituradas. Así
será. Ésta será vuestra suerte. Así
dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los animales
pequeños y grandes que hay sobre la faz de la
tierra.
Así, pues, hubo que hacer una nueva tentativa de
crear y formar al hombre por el Creador, el Formador y los
Progenitores.
-¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y
la aurora; ¡hagamos al que nos sustentará y
alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados
para ser recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con
nuestras primeras obras, nuestras primeras criaturas; pero no se
pudo lograr que fuésemos alabados y venerados por ellos.
Probemos ahora a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que
nos sustenten y alimenten. De este modo hicieron a los seres
humanos.
Introducción
En el Imperio Romano,
durante el siglo III se vivía una crisis enorme,
con guerras
civiles constantes, invasiones de pueblos bárbaros,
emperadores asesinados uno tras otro, y un pueblo que fue dejando
de creer que ser romano era un privilegio, que perdió el
orgullo de pertenecer a ese fantástico Imperio de Augusto,
Trajano, Adriano y tantos otros hombres talentosos.
En el marco de esa crisis,
también los dioses fueron cayendo en desgracia, se fueron
mezclando con ídolos orientales y otras religiones de pueblos
vecinos, que en el marco de la total libertad de
culto romana hacían crecer su influencia sobre un pueblo
descreído.
Una de esas religiones, el cristianismo,
iba aumentando poco a poco su caudal de seguidores, pero no sin
sufrir de vez en cuando fuertes persecuciones, así como
también edictos de los emperadores de turno que los
obligaban a rendir culto a los paganos.
El cristianismo
no aceptaba otro Dios que no sea el suyo, por eso no pudo
agregarse a las religiones romanas, ya que las excluía a
todas, de la misma manera que lo hacía el
judaísmo.
En 285 toma el poder Diocleciano, y allí se
produce una de las más sangrientas persecuciones de la
historia: el emperador pudo ver el peligro que representaba para
el Imperio Romano
tradicional la propagación de una religión tan
distinta en su espíritu a las religiones
clásicas.
Pero, después de la guerra civil que
envolvió por muchos años a los tetrarcas, con las
victorias de Constantino sobre Majencio, Maximiano y Licinio, el
nuevo gobernante único de Roma se dio cuenta del poder que
podría representar la nueva religión si se
ponía de su lado, necesitado como estaba de asentar su
gobierno con una
sólida base.
Constantino no fue cristiano ni por un solo instante, y
esto se deduce por sus acciones poco piadosas (venció a
sus enemigos a sangre y fuego, ejecutando a quién le
pudiera hacer sombra, como por ejemplo hizo con Licinio, y
asesinó a su hijo y su esposa a sangre fría) y por
el hecho de que si bien les dio a los cristianos libertad de
culto (Edicto de Milán, 313), jamás prohibió
un solo Dios pagano, ni persiguió a los que practicaban
estos cultos.
Sin embargo sus intervenciones en el Concilio de Nicea,
en 325, fueron de imponer la unidad de acción en el
cristianismo, condenar la herejía del arrianismo, para que
la religión fuera fuerte y unida, y oficializar el
cristianismo que a partir de allí usaría toda la
estructura del estado romano y acompañaría al
emperador siempre en sus decisiones.
Constantino hizo del cristianismo un instrumento de
poder en el cual se irían apoyando cada vez más los
emperadores romanos, siguiendo su ejemplo.
Luego del breve paréntesis de Juliano el
Apóstata (361-363), que restaurara el paganismo y
persiguiera a los cristianos, pero por poco tiempo, ya que
murió en campaña contra los persas, el cristianismo
se verá aún más fortalecido que
antes.
El 27 de febrero de 380, el emperador Teodosio pronuncia
un edicto que declara al cristianismo religión oficial del
Imperio, con lo cual tenemos la verdadera fecha en la que se
impone esta nueva religión. Teodosio terminó de
darle forma a esta inserción del cristianismo en Roma,
dándole un poder enorme, ofreciéndole la estructura
del estado a su servicio, y obteniendo el poder que le daba esta
religión sobre su gente. Aquí termina de
establecerse el cristianismo como religión oficial, apoyo
del nuevo estado romano, que poco a poco iría
evolucionando hasta alcanzar enorme influencia e importancia, que
sería fundamental durante los mil años más
de vida del Imperio Romano en oriente, o Imperio
Bizantino.
Una de las costumbres que marcarán la importancia
de la iglesia
cristiana en el Imperio es la coronación del emperador por
parte del patriarca, lo que da la tan buscada legitimidad, aunque
el emperador sea un usurpador, siendo el primero en recibir dicha
coronación León I, quién recibió la
corona de manos del patriarca de Constantinopla en 457. A pesar
de ello, no se puede hablar de un rápido asentamiento de
la religión cristiana en Roma, porque primero, no
debían ser la mayoría cuando el gobierno de
Constantino, y ni siquiera en el de Teodosio, ya que las
decisiones que tomaron a favor de los obispos estos emperadores
obedecían a factores de poder y no de popularidad, y no se
puede negar que el paganismo subsistió al menos hasta 529,
cuando Justiniano mandó cerrar la Escuela de
Filosofía de Atenas.
Esta fue la forma, contada muy a grandes rasgos, en que
el cristianismo se fue imponiendo en Roma hasta ser la
religión oficial, pero luego tuvo que luchar contra las
interminables herejías, arrianismo, nestorianismo,
monofisismo, etc, que veían la doctrina de manera
más simple que la complicada y protocolar ortodoxia, y que
por ello se convertían en un peligro al ser aceptados
fácilmente por las masas mas humildes, especialmente entre
los campesinos y el ejército, y en las provincias de Siria
y Egipto,
triunfando la ortodoxia en las ciudades grandes, especialmente en
Constantinopla, Tesalónica y las ciudades de Asia Menor,
Trebizonda, Efeso, Mileto, Nicea, Nicomedia, etc. Una vez
superadas las primeras herejías, la herida provocada por
el cisma monofisita no pudo ser cerrada nunca, siendo una de las
causas de la pérdida de Siria, Palestina y Egipto a manos
del Islam, que se
ganó a la población poco a poco con su libertad de
cultos.
La ortodoxia religiosa, representada por el patriarca de
Constantinopla, con su intransigencia respecto a los aspectos
doctrinales más sutiles, al mismo tiempo que se
consolidaba en el nuevo Imperio también fue la causa de
innumerables problemas con la Iglesia de
Roma, que recorrió caminos distintos de la mano de Papa,
con un poder en principio muy deteriorado por las invasiones
bárbaras, pero que con los siglos fue creciendo y se
transformó en una fuente de graves problemas para el
Imperio Bizantino, con los cismas del siglo IX, en la
época de Focio, y en el siglo XI, en la época de
Miguel Cerulario, en 1054. La pugna por el poder fue ganada por
Roma con la victoria de los latinos de la cuarta cruzada
(desviada por los venecianos a Constantinopla en 1204, y luego
con la toma de Constantinopla por los turcos en 1453, que
redujeron a los ortodoxos enormemente, pero la ortodoxia
siguió su camino hasta el día de hoy, y fue una
influencia enorme para pueblos como Serbia, Bulgaria, Armenia,
Rusia, y muchos otros.
En el principio creó Dios el cielo y la tierra.
La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del
abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las
aguas.
Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios
que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la
oscuridad; y llamó Dios a la luz «día»,
y a la oscuridad la llamó «noche». Y
atardeció y amaneció: día primero. Dijo
Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que
las aparte unas de otras.» E hizo Dios el firmamento; y
apartó las aguas de por debajo del firmamento de las aguas
de por encima del firmamento. Y así fue. Y llamó
Dios al firmamento «cielo». Y atardeció y
amaneció: día segundo.
Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por
debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo
seco»; y así fue. Y llamó Dios a lo seco
«tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó
«mar»; y vio Dios que estaba bien.
Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación:
hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto
según su especie, con su semilla dentro, sobre la
tierra.» Y así fue. La tierra produjo
vegetación: hierbas que dan semilla según sus
especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro
según sus especies; y vio Dios que estaban bien. Y
atardeció y amaneció: día
tercero.
Dijo Dios: «Haya luceros en el firmamento celeste,
para apartar el día de la noche, y sirvan de
señales para solemnidades, días y años; y
sirvan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la
tierra.» Y así fue. Hizo Dios los dos luceros
mayores; el lucero grande para regir el día, y el lucero
pequeño para regir la noche, y las estrellas; y los puso
Dios en el firmamento celeste para alumbrar la tierra, y para
regir el día y la noche, y para apartar la luz de la
oscuridad; y vio Dios que estaba bien. Y atardeció y
amaneció: día cuarto.
Dijo Dios: «Bullan las aguas de animales
vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra frente al firmamento
celeste.» Y creó Dios los grandes monstruos marinos
y todo animal viviente que repta y que hacen bullir las aguas
según sus especies, y todas las aves aladas según
sus especies; y vio Dios que estaba bien; y los bendijo Dios
diciendo: «sed fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas
de los mares, y las aves crezcan en la tierra.» Y
atardeció y amaneció: día quinto.
Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes
según su especie: bestias, reptiles y alimañas
terrestres según su especie.» Y así fue. Hizo
Dios las alimañas terrestres según especie, y las
bestias según especie, y los reptiles del suelo
según su especie: y vio Dios que estaba bien.
Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra
imagen, como
semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves
del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas
terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la
tierra.
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios lo creó, macho y hembra los
creó.
Y los bendijo Dios con estas palabras: «Sed
fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad
en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que
repta sobre la tierra.»
Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de
semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así
como todo árbol que lleva fruto de semilla; os
servirá de alimento.
"Y a todo animal terrestre, y a toda ave del cielo y a
todos los reptiles de la tierra, a todo ser animado de vida, les
doy la hierba verde como alimento." Y así fue. Vio Dios
cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y
atardeció y amaneció: día sexto.
Concluyéronse, pues, el cielo y la tierra y todo
su aparato, y dio por concluida Dios en el séptimo
día la labor que había hecho, y cesó en el
día séptimo de toda la labor que hiciera. Y bendijo
Dios el día séptimo y lo santificó; porque
en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios
había hecho.
Ésos fueron los orígenes del cielo y la
tierra, cuando fueron creados.
Semejanzas y
diferencias entre los diferentes mitos
cosmogónicos
Una vez que se han leído diferentes mitos
cosmogónicos, se puede ver claramente que todos ellos
poseen elementos comunes y dispares. A parte de cumplir la misma
función, hay algunos trazos que dotan a todos ellos de
unidad. Todos ellos hablan de cómo surgió el universo
conocido y para ello siempre hacen un retrato inicial de lo que
había antes. Es aquí cuando aparece un concepto muy
interesante, el del Caos, Vacuidad… Ovidio lo define como
"una masa tosca y desordenada", la cultura tibetana lo entiende
como "un inmenso vacío sin causa y sin fin", la
mitología escandinava cree que todo comenzón "en
los tiempos en que nada existía, se abría en el
espacio un vasto y vacío", el Popol Vuh de los mayas
cuenta que todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio;
todo inmóvil, callado, y vacía la extensión
del cielo", y los Cheyenne reinciden en la idea de que "al
principio no había nada. Absolutamente nada. Todo estaba
vacío."
Por lo tanto, podemos distinguir tres teorías
de lo primigenio: aquella en la que no existía nada; otra
en la que algo existía, pero en desorden; y una tercera en
la que sí que había algún elemento presente
en la actualidad, como la tierra, los mares, los cielos…
En todas las mitologías se continúa con una
relación de cómo lo que ahora es fue creado por un
dios, por una fuerza misteriosa y extraña o a partir de un
todo informe.
Generalmente comienzan por la aparición de los medios
físicos: tierra, aire, cielos, mares… Lo siguiente
suele ser la vida en alguna de sus múltiples formas:
vegetales, animales… Y finalmente: el hombre, el ser
humano.
En algunas mitologías más complejas, como
la griega y la romana, cada elemento natural y conceptos
abstractos (muerte, amor, bondad,
discordia…) tienen una propia divinidad y su
aparición da lugar a complejas genealogías
divinas.
Es interesante comentar la relación entre las
divinidades y el ser humano. A veces, se establece una especie de
contrato, por
el cual los hombres deben adorar a los dioses ya que éstos
crearon todo para ellos. En otras ocasiones, los mortales deben
vivir en armonía con la naturaleza ya que son una parte
más de un todo de origen divino. Parece muy interesante la
idea de que dependiendo de la interacción dioses-hombres,
el desarrollo de toda una civilización y su mentalidad
siguen un camino u otro. Por ejemplo: la cultura romana pudo
justificar todo su poderío y supremacía en su
mitología ya que su conducta se ve
reflejada en ella (guerras,
conquistas, origen divino…). En cambio, los indios,
aborígenes australianos y tribus sursaharianas no tienen
esa idiosincrasia, son pueblos más o menos
pacíficos que viven en armonía con la
naturaleza.
Para resaltar algunos elementos comunes se pueden citar
coincidencias como las nueve Walkirias (mitología
germánica) y las nueve Musas (mitología griega),
dioses que ocupan cargos homólogos como Zeus y Thor (ambos
dioses de la tormentas), y un largo etcétera.
Beatriz Carreño