Cuento clásico para la recreación
y disfrute de niños y
niñas desde la edad preescolar en
adelante. Herramienta pedagógica para el refuerzo de
los valores de
compartir y del respeto a las
normas,
además de presentar el elemento mágico –
religioso.
Melba Flen-bers B. Año
2000
En un pueblo lejano cerca del bosque encantado,
vivía un pequeño oso con su familia. Todos
los días, al salir el sol, se
desperezaba en su lecho y después de asearse corría
a la mesa a compartir el desayuno junto a mamá osa y a
papá oso.
Al terminar, jugueteaba con las mariposas que revoloteaban
sobre las flores del jardín y miraba con creciente
curiosidad los grandes árboles
del bosque encantado, donde seguramente había ricos
panales de miel. Mamá osa le había dicho que no
podía ir al bosque, pues le habían dicho que una
bruja cuidaba los panales, y los animalitos, especialmente los
osos, que se acercaban a ellos los paralizaba para que las abejas
le picaran.
Pero el pequeño oso se imaginaba lo delicioso que
sería probar aquella miel y saboreaba el rico olor que el
viento traía del bosque. Mamá osa estaba ocupada en
la cocina y papá oso había salido a pescar; era el
momento de correr al bosque sin que nadie lo viera, y antes del
mediodía estaría de regreso a su hogar.
Echó a correr junto a amarillas mariposas,
dejándose llevar por su agudo olfato, hacia los panales de
miel; pasó entre matorrales y arbustos hasta llegar al
río junto a la iglesia del
pueblo. Se detuvo para apreciar de dónde venia el aroma de
la miel, reanudó su marcha acompañado de algunos
animalitos del bosque que le decían:
— ¡No vayas, la bruja está en la
casa!–
Sin escucharles, el pequeño oso sólo
pensaba en la dulzura de la miel, y ya cerca se divisaban los
árboles
cargados de colmenas y el zumbido de laboriosas abejas.
Apresuró la marcha y pronto llegó a la primera
colmena, de un salto trepó al árbol y con su garra
la derribó, a la vez que saboreaba su contenido; una y
otra fueron cayendo hasta que escuchó cercana una
estridente voz que le gritaba:
–¡Intruso, no compartiré con nadie la
miel! ¡Es mía, mía!—
Asustado, el pequeño oso
empezó a correr y detrás de él las abejas y
la bruja tratando de alcanzarlo.
–¡Voy a paralizarte, oso glotón!—
amenazó la bruja.
El osito corría y corría sin mirar
atrás, atravesó el río y entró
jadeante en la iglesia
cerrando la puerta detrás de sí. Las abejas se
agolparon en ella rodeando la iglesia.
Al llegar la bruja era tal su rabia que no se
fijó dónde estaba; abrió la puerta y
entró, y en aquel momento la tierra bajo
sus pies tembló, el viento sopló fuertemente y un
rayo de luz inundó
el lugar cegando a la bruja. Ésta cayó desmayada, y
el oso desde su escondite en el altar miraba asustado la
escena.
Ante sus ojos, la bruja se transformó en una
bella mujer, y poco a
poco fue despertando con una mirada tan dulce como las mieles del
bosque encantado. Con voz melodiosa le habló al osito
diciéndole:
–¡Gracias a ti he dejado de ser fea! El
egoísmo me había vuelto una bruja que no
compartía sus mieles, ahora puedo ser bella gracias a la
luz de la
bondad–.
Desde aquel día el bosque encantado se llena de
animalitos alegres que comparten con la señora del bosque
la miel de los panales.
El pequeño oso, al regresar a su casa y contar la
historia a sus
padres, estos quedaron asombrados, pero dejaron sin miel tres
días a su hijo por desobedecer sus consejos.
Cuento escrito y enviado por
Melba Flen-bers B.
Diseño y dibujos:
Gabriela Flen-bers
Imágenes (oso, cabeza y rostro de la bruja,
cabeza y rostro de la señora del bosque, mariposas, abeja
y llamada) CD
Masterclips. Marca registrada
de IMSI.