- En
testimonios - En
memorias - En
biografías - En
periodismo - En
costumbrismo - En
historietas - En
novelas - En
cuentos - En
poesía - En
teatro - En
cine - En
videos - En
televisión - En
fotos
En esta monografía
me refiero a los inmigrantes españoles –agrupados
bajo la denominación de "gallegos"- que llegaron a la
Argentina entre
1850 y 1950, a su forma de vida y a algunas de las obras en las
que se los evoca, tomando como fuente textos de escritores y
periodistas, y testimonios de españoles y sus
descendientes. Cabe aclarar que, en algunos de los textos que
transcribo, no se especifica el origen del inmigrante o del
personaje literario. En otros, cuando se lo llama "gallego", no
se puede saber si el aludido nació en Galicia, o si se
está utilizando el americanismo para referirse a
españoles nacidos en otros puntos de la península.
En otros más, en cambio, hay
referencias claras al lugar de procedencia.
" ‘Veníamos del pueblo que dio la variedad
más grande de genio en términos humanos’,
escribió Eduardo Mallea. Y agregó: ‘mas eso
era anterior a nosotros y por lo tanto diferente’. Aquel
pueblo era, en realidad, un mosaico unido bajo una misma bandera
y por un mismo futuro en común, y así, con su misma
riqueza y diversidad, vino a nuestro suelo y nos dio
un origen de pluralidad".
"Desde los tiempos del virreinato hubo, aquí,
españoles de todas las regiones, sin distinción. Y
junto a los criollos de la nueva tierra,
empezaron a organizar –con el aporte indígena y el
de otros pueblos- lo que es hoy nuestro país".
"Mucho antes de la independencia,
los españoles introdujeron los primeros ejemplares de
ganado caballar (1536), ovino (1550) y bovino (1553). Este
último se reprodujo en forma inesperada, a punto tal que,
al fin del Virreinato superaba los seis millones y medio de
cabezas. Ya por esa época, había grandes
estancieros de origen español,
como los Ezeiza, con campos en Entre Ríos, los
López de Osornio (estancia "Rincón del Salado") y
los Miguens (estancia "Las Víboras") afincados en la
Provincia de Buenos Aires, o
los Toledo, los Alvarado, los Arenales y los Güemes,
arraigados en Salta".
"Entre 1857 y 1909, después de un período
de escasa relación, llegaron a nuestro suelo 882.271
españoles".
"En 1866 llegaron a Rosario, José y Manuel
Arijón, que fueron empresarios y colonizadores: Manuel
fundó el pueblo de Saladillo. Un año
después, falleció Esteban Rams, que había
sido explorador de los ríos Salado y Dulce, director del
primer ferrocarril argentino, destacado hombre de
empresa y
colonizador también".
"Una figura excepcional es la de Carlos Casado del
Alisal, que fundó la Colonia La Candelaria, de la cual
salió, en 1878, la primera exportación de trigo del país. En
menos de veinte años, La Candelaria llegó a 3000
habitantes. En 1883, Casado construyó el Ferrocarril del
Oeste Santafesino, uniendo La Candelaria con Rosario, su puerto
de exportación cerealera. También
estuvo ligado a la fundación de Casilda y a la
colonización del Chaco".
En Santa Fe, en las afueras de Rosario, "Nueva España"
fue colonia hortícola; también hubo colonos
españoles –de regiones diversas- en San Carlos
(Santa Fe), en Urquiza (Entre Ríos) y en otras colonias
agrícolas del resto del país. Españoles
fueron pioneros de Río Gallegos, Comodoro Rivadavia,
Colonia José de San Martín y en la Península
Valdés".
"Los gallegos y los catalanes se radicaron, en general,
en la ciudad. Los meridionales, en Mendoza, Río Negro y
Entre Ríos, dedicándose, principalmente al trabajo
rural en las plantaciones. Los valencianos fueron a Corrientes y
a Misiones. Los asturianos se instalaron en las provincias
andinas, en el noroeste de nuestro país. Los andaluces se
dedicaron, mayormente, a la horticultura. Arana, Aguirre,
Irigoyen, Elortondo, Iraola, Anchorena, Urquiza, Alzaga, Atucha,
Elizalde, Ezcurra, Gorostiaga, Casares, Uribelarrea,
Azcuénaga, Udaondo, Olazábal, Madariaga, Guerrico,
Anasagasti: son todos apellidos españoles de origen vasco,
ligados a la historia del campo
argentino. Los vascos, legendario y antiquísimo pueblo de
Europa, se
dedicaron a nuestro campo con empeño singular, como
ganaderos, tamberos y fruticultores. La figura del vasco tambero
integra nuestra más pura tradición
nacional".
"Canals fue uno de quienes más impulsaron el
progreso de Rosario. Otros españoles contribuyeron al
crecimiento de los viñedos mendocinos y sanjuaninos.
Español
era el origen de los fundadores de "La Martona", creada en 1900
por la familia
Casares. Ocho años después, un grupo de
tamberos de procedencia evidente, fundó otra
compañía láctea: "La Vascongada". Y en ese
mismo año, "La Cantábrica", inició el rumbo
que la llevara a la fabricación de maquinaria
agrícola con la que sembró todo el
país".
"Aquella variedad genial española de que hablaba
Mallea, retoñó en nuestra Patria. A lo largo y a lo
ancho de nuestro campo, hubo peninsulares que se hicieron
argentinos mientras labraban la tierra,
criaban ganado, sembraban frutales o cereal y organizaron su
vínculo fraternal, cultivaron el suelo, sirvieron a la
Patria y agrandaron nuestro patrimonio
espiritual" (1).
Gabriel Báñez, en su novela
Virgen, afirma que la protagonista "Había llegado a
un país de tanos y gallegos y de rusos y turcos, y todo lo
que no entrara en el dos por cuatro de esa conclusión
elemental era una rareza de apellido pero nunca de nacionalidad"
(2).
"A todos los italianos se los incluirá en "la
categoría ‘tano’ –señalan
Alvarez y Pinotti-; del mismo modo que a los españoles se
los llamará unánimemente
‘gallegos’, a todo aquel que venga del Imperio
Otomano ‘turco’ y actualmente,
‘bolita’ designa a todo el que venga del
área andina, sea boliviano, peruano, ecuatoriano, o
simplemente jujeño. Este uso de rótulo sirve para
homogeneizar la diversidad apabullante y de paso descalificar el
‘Otro’ " (3).
"La urbe no consigue absorber del todo el aluvión
tumultoso que avanza desde el puerto –afirma Luis Ordaz-, y
si bien el inmigrante se va incorporando al medio que habita e
integra, éste (el medio) se conforma, asimismo, con dicha
participación e incidencia. El inmigrante se adapta o no,
pero, a la vez, impone un nuevo sentido a las cosas y hasta las
nombra y condimenta con vocablos y giros que componen una nueva
jerga de frontera. Italianos y españoles, particularmente,
pero también ‘turcos’, polacos,
‘rusos’ (judíos de variadas procedencias),
animan una población pintoresca por el enfrentamiento,
habitualmente apacible y sin prejuicios de ninguna índole,
de todas las nacionalidades, razas y credos. Todo esto resalta,
de manera natural, en el ‘sainete porteño’ "
(4).
Aurora Alonso de Rocha destaca que "La voz del pueblo
–voz del cielo- llamó gallegos a todos los
españoles inmigrantes y gringos a los otros extranjeros.
De ese modo dejaba dos mensajes para el futuro: primero, que los
españoles no eran extranjeros comunes; eran, sí,
los ‘otros’, pero los otros del idioma común y
la tradición que ya formaba parte y sustento de lo
criollo, y segundo, que los gallegos habían sido, entre
los españoles, los más en número y los
más conspicuos. ¿Qué nos mueve a hacer el
esfuerzo de reconstruir pueblo por pueblo, grupo por
grupo, el fenómeno inmigratorio? Porque fue el más
significativo del siglo pasado y determinante del presente siglo,
porque vivimos en comunidades migratorias, porque nos reconocemos
en nuestras singularidades nacionales y en la amalgama
irrepetible que somos los argentinos. También porque
buscamos, racionalmente, las raíces que sentimos en el
corazón" (5).
Notas
- S/F: Para todos los hombres del mundo que quieran
habitar suelo argentino. Buenos Aires,
Clarín. - Báñez, Gabriel: Virgen. Buenos Aires,
Sudamericana, 1998. - Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa:
op.cit. - Ordaz, Luis: Ordaz, Luis: "Armando Discépolo o
el ‘grotesco criollo’ ", en Historia de la Literatura
Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. - Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
Olavarría", en El Tiempo, Azul,
30 de octubre de 1994.
Andaluces
Manuel de Falla nació en Cádiz en 1876.
Fue "pianista y compositor. Protagonista del nacionalismo
musical español, obtuvo el Primer Premio de Piano en 1899.
(…) Incursionó en el mundo de la zarzuela y
estrenó Los amores de la Inés (1902). En
1904 comenzó a trabajar con el escritor Carlos
Fernández Shaw en la ópera La vida breve,
que le valió el premio de la Academia de Bellas Artes
(1905). En 1907 viajó a París, donde se
vinculó con Paul Dukas, Claude Debussy y su compatriota
Isaac Albéniz. Los cuatro conformaron una tertulia que
alentó el tránsito del romanticismo al
impresionismo
musical. Establecido en Francia,
comienza a trabajar en Siete canciones populares
españolas (1912). La Primera Guerra
Mundial lo obligó, en 1914, a retornar a España.
Allí compuso la música para ballet
El amor brujo
(1915), El retablo de Maese Pedro (1922) y muchas otras
piezas. Su último trabajo fue La Atlántida,
que quedó inconcluso y fue finalizado por un
discípulo suyo después de su muerte. En
1939, al terminar la Guerra Civil
Española, se radicó en la Argentina, donde se
convirtió en un referente para numerosos músicos
argentinos, como Alberto Ginastera, interesado en plasmar una
música
clásica de raíz nacional" (1). Falleció en
Córdoba en 1946.
En un artículo, Claudio Ratier recuerda una
anécdota relacionada con los últimos días de
vida del músico (2); en otro, se conmemoran los sesenta
años de su llegada (3).
El editor Antonio Zamora nació en
Andalucía en 1896 y falleció en Buenos Aires en
1976. Escribe Roberto Romero que Zamora "Cincuenta años de
actividad editorial -hasta un libro por
día en la época de mayor producción literaria- estuvieron matizados
con cárcel y exilio, un signo distintivo de quienes
emprendieron la única lucha posible sin las armas: la de las
ideas. Tan intensa como su producción editorial fue su vida
sentimental, con tres matrimonios y cinco hijos. Antonio Zamora
falleció en Buenos Aires el 5 de septiembre de 1976 a los
80 años. En el sepelio, Elías Castelnuovo, su gran
amigo durante seis décadas, se despedía con estas
palabras del editor y militante socialista: "…pasarán
muchos hombres, se harán muchas obras, pero lo que hizo
Antonio Zamora a favor de la cultura del
país, eso no pasará jamás’ "
(4).
Francisco Ayala nació en Granada en 1906. "Desde
muy joven se destacó como novelista y cuentista. En 1939
se exilió a Argentina, donde fundó la revista
Realidad. Después pasó a México,
Puerto Rico y
E:E:U:U. Fue profesor de sociología en varias universidades. En sus
obras, Ayala plasma su experiencia e ideología personales, cierto tono
irónico y escéptico y una fluida narración"
(5). En la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, en abril de
1992, Su Majestad el Rey de España expresó lo
siguiente: "Nunca consideró el exilio Francisco Ayala como
un destino cultural. Para él, la creación
desarrollada en aquellos tiempos pertenece a la integridad de la
cultura
española, y posee con la que se siguió haciendo
dentro de nuestras fronteras el rasgo unificador del uso
común del idioma castellano. Ayala
ha puesto así el acento en una cultura no diferenciada,
sino enriquecida por los hechos históricos"
(6).
Rafael Alberti nació en Puerto de Santa
María, Cádiz, en 1902; falleció en su
tierra en
1999.
Perla Rotzait relata que, en la Argentina, "la vida no
era fácil económicamente para los Alberti.
María Teresa no podía trabajar en la radio,
la
televisión, el teatro ni el
cine, por
‘roja’, a pesar de su amistad con Delia
Garcés, quien había interpretado una
película con un guión escrito por María
Teresa. Pese a todas esas prohibiciones, trataba de ganarse la
vida con su ingenio y capacidad. En esos momentos
difíciles, Luis Peralta Ramos le rogaba –así
es la amistad- que le
vendiera algún ícono u otro objeto que ellos
habían traído de algún viaje"
(7).
De esta época es La arboleda perdida,
autobiografía de Alberti, en la que escribe: "Y ahora,
esta afiebrada tarde del 18 de noviembre de 1954, en mi cercado
jardinillo de la calle Las Heras, bajo dos florecientes estrellas
federales, el mareante aroma de un magnolio vecino, cuatro pobres
rosales, martirizados por las hormigas, y el apretado verde de
una enamorada del muro, doy comienzo a este segundo libro de mis
memorias". Y
luego, en julio de 1959: "no sé, pero hay algo en mi
país que ya tambalea, y entre nosotros, los desterrados
españoles, circulan vientos que nos cantan la
canción del retorno" (8).
Manuel García Ferré nació en
Almería en 1929. "Llegó a nuestro país a los
17 años, dejando atrás los sinsabores de la
Guerra Civil
en su España natal. En Buenos Aires combinó sus
estudios de arquitectura con
la creación publicitaria, hasta que, en 1952, logró
su primer éxito:
Pi-pío, personaje adoptado por la revista
Billiken. Desde entonces se dedicó de lleno a los
dibujos
animados. En 1959 formó su propia empresa de
publicidad, con
la que realizó más de 800 comerciales, entre ellos
Los gatitos de lanas San Andrés, ganador del primer
Martín Fierro otorgado a una animación. (…) En
1964, García Ferré creó uno de sus
más relevantes éxitos: la revista Anteojito.
Dirigida al público infantil, se pobló de
personajes de singular genialidad, como Calculín y
Petete. Fue el inicio de una labor editorial dedicada a
los niños,
que incluyó la publicación de clásicos de la
literatura
hispanoamericana y gran cantidad de material didáctico.
Dejó de publicarse en enero de 2002. La labor
cinematográfica de García Ferré se
inició en 1973 (…)En 1999 se estrenó
Manuelita, una recreación
del personaje de María Elena Walsh. Pantriste es,
hasta ahora, el último personaje de García
Ferré y principal protagonista de su película
Corazón, las aventuras de Pantriste (2000), donde
reaparecen muchas de sus primeras creaciones" (9).
El dibujante Quino nació en Mendoza en 1932. Es
"nieto de una comunista militante e hijo de republicanos
exiliados". Acerca de sus mayores, expresó: "Mi abuela era
una militante que vendía los bonos del
partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban
unas trifulcas terribles en mi casa. Cuando era niño,
escuchaba radios de Moscú y de Pekín. Pero
también admiraba a Bing Crosby y estaba enamorado de
Mirtha Legrand. Yo tenía diez años. (…)
Nací en Mendoza en una familia andaluza,
en un barrio donde el panadero era español, el verdulero,
italiano, el otro comerciante, libanés. A los primeros
argentinos los conocí en la escuela. Todos
mis parientes eran españoles. Desde chico tuve una
visión muy amplia. Quizás por eso a Mafalda la
quieren tanto en tantas culturas distintas. (…) Honestamente me
siento más cerca de un campesino del Mediterráneo
que de un indio del Altiplano. Yo sé que decir esto no cae
bien, pero es la verdad. Quisiera estar más atado a las
raíces del lugar donde nací" (10).
Ana María Bovo menciona a su familia de
allende el mar como una influencia decisiva en su carrera.
Recuerda a su abuelo Francisco, andaluz de Almería, como
"un extraordinario conversador, que me enseñó a
decir con gracia y humor; pero al mismo tiempo a saber
escuchar; comprender que las cosas tienen un tiempo y que en un
diálogo
hay que saber respetar el tiempo del otro". Se refiere asimismo a
una tía: "En Andalucía, conocí a una prima
de mi madre, mi tía Ana María (igual que yo), otra
narradora fabulosa, casi iletrada; había ido a la escuela
sólo durante tres semanas. Muy querida, la gente del
pueblo decía de ella que era graciosita como ninguna, fina
como los corales, que los mayores llegaban hasta su reja en busca
de consuelo y oraciones, y los chicos, de coplas y
chascarrillos". Esta experiencia fue también muy
importante para ella: "Me maravilló poder unir el
mundo de la literatura de la memoria de
aquellos que dicen bonito, aunque no sepan leer, con el mundo que
yo había aprendido con estudio y lecturas"
(11).
En El tango en su etapa
de música prohibida, escribe Juan Sebastián
Tallón: "En los años 5, 6, 7 y 8, ‘El
Cívico’, que transitaba de los veinticinco a los
veintiocho de su edad, vivía en la pieza número 15
de El Sarandí, conventillo situado en la calle
epónima, entre Constitución y Cochabamba. Su
profesión consistía en la explotación de su
mujer, ‘La
Moreira’, y en la pesca y
tráfico comercial, al contado, de pupilas nuevas. El era
de ascendencia italiana meridional (albaneses); ella, hija de
andaluces gitanos" (12).
Una andaluza se presenta en casa de Horacio
Quiroga. Escriben Ezequiel Adamovsky y Gustavo Bombini:
"Bastó con ver su aspecto, para que la andaluza que se
había acercado a la casa de Vicente López, en busca
de empleo, huyera
despavorida. Al abrirse la puerta, había visto a un
hombre
descalzo, vestido con un overol manchado de grasa, con abundante
barba y cabellera negras, ojos celestes e inquietantes, muy flaco
y de baja estatura. Contra lo que la andaluza y nosotros mismos
pudiéramos pensar, contra la imagen habitual
del ‘escritor prestigioso’, quien apareció
allí era Horacio
Quiroga" (13).
Notas
- Varios autores: Enciclopedia visual de la Argentina.
Buenos Aires, Clarín, 2002. - Ratier, Claudio: "Una prueba de inmortalidad", en La
Nación Revista, 16 de abril de
2000. - S/F: "Un amor
desembrujado", en La Prensa, Buenos
Aires, 10 de octubre de 1999. - "Cultura sexual y física" Fuente:
Cultura Sexual y Física – "De eso
sí se habla" de Roberto D. Romero. Publicado en:
Historia de Revistas Argentinas. Tomo III. AAER en
www.learevistas.com - S/F: Enciclopedia Clarín. Buenos Aires, Visor,
1999.. - Rey Juan Carlos de España "Palabras de SM El
Rey", en www.terra.cultura.es. Premios Cervantes. - Barón Supervielle, Odile: "Alberti en Buenos
Aires", en La Nación, Buenos Aires, 8 de diciembre de
2002. - Alberti, Rafael: La arboleda perdida. Barcelona,
Bruguera, 1980. - Varios autores: Enciclopedia visual de la Argentina.
Buenos Aires, Clarín, 2002. - Reinoso, Susana: "Quino: ‘ Los adultos
están arruinando a los chicos’ ", en La
Nación, Buenos Aires, 7 de diciembre de
2003. - Aubele, Luis: "A boca de jarro. Ana María
Bovo. ‘El poder de los
sin poder’ ", en La Nación, Buenos Aires, 29 de
diciembre de 2002. - Tallón, Juan Sebastián: El tango en su
etapa de música prohibida, citado en Páez, Jorge:
El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970. - Adamovsky, Ezequiel y Bombini, Gustavo: Para noche de
insomnio. Textos de Horacio Quiroga. Buenos Aires, Libros del
Quirquincho, 1991.
Pedro Fernández, asturiano de diecinueve
años embarcado ilegalmente en La Coruña hacia la
Argentina en 1899, escribe en su diario: "dieron a cada viajero
un plato de loza y un tarrito también de la misma materia,
juntamente con un tenedor y una cuchara. Cada uno iba a buscar su
comida en el plato, la cual era bastante buena consistiendo en
carne de buey y de cerdo, patatas, garbanzos, arroz, habas,
bacalao y algunas otras sustancias alimenticias bien
condimentadas por un viejo y divertido cocinero español;
¡y que apretones llevábamos cuando íbamos a
buscarla! con dos horas de anticipación ya la mayor parte
de nosotros provistos del servicio de
mesa que nos habían dado rodeábamos la cocina
cuando apenas había principiado a hervir la comida y antes
de principiar a repartirla cada uno empujaba a los demás
para llegar primero al caldero que contenía el rancho;
¡cuántos con el apuro se quemaban las manos
viéndose por este motivo a tirar con plato y comida! Los
que como a mí no les gustaba el pan comíamos el
primer plato a toda prisa no haciendo caso aunque la comida de
tan caliente como estaba llevase consigo pedazos de piel del
paladar o de la garganta pues nada se sentía con tal que
llegásemos al reenganche, como allí se decía
cuando se volvía por otro plato de comida" (1).
El asturiano Modesto Montoto escribe en su diario, el
viernes 14 de octubre de 1927: "a las cinco zarpó el
‘Alfonso XIII’. A causa de la lluvia y niebla
consiguiente no me fue posible admirar nuestras costas. Con el
corazón
lanzo un adiós a los míos, a la Santina de
Covadonga y a Asturias" (2).
Por evadir el reclutamiento
vinieron los tres hermanos asturianos Fernández Montes,
enviados por su madre, quien quedó en España con
sus otros hijos. Nicanor Fernández Montes, nacido en
Loredo, "llegó a Buenos Aires en el Capolonio, un barco ya
casi legendario, que también fue tema de un tango". Su
hija, Angela, cuenta que viajó en barco a la Patagonia,
luego de un tiempo en el Hotel de Inmigrantes: "en una travesía
marcada por olas de veinte metros… (…) Su primer destino fue
Río Gallegos, donde no había ni veinte casas, y de
ahí lo mandaron de puestero a una estancia. (…) En la
Patagonia no
había nada de lo que él sabía hacer, de modo
que tuvo que improvisar, como todos los integrantes de una
sociedad
pionera. (…) Una vez, llegó a estar catorce meses solo
en un puesto… catorce meses…. Desayunaba, comía,
merendaba y cenaba cordero… no había otra cosa; lo
notable es que le gustaba".
"Yo viajé a España –cuenta Pepe
Fernández Balado, hijo del inmigrante y hermano de Angela-
porque sentía que tenía que recuperar algo que se
me escapaba, que se me había escapado en la infancia.
(…) yo nací en el ’46 y en el ’50 y tantos,
había un horario en el que la radio no se
podía tocar: la hora de la audición
española… y yo reconozco todas las canciones de esa
época, como si fuera un español más. Es
más, cuando viví en España, con un
español, hacíamos competencias,
él empezaba un pasodoble, yo lo seguía y
así… y él no podía creer que yo me hubiera
criado en Argentina…" (3).
Fueron asturianos los padres de Niní Marshall.
Escribe Jorge Göttling: "El humor es siempre una salida
honorable. Lo supo desde siempre, acaso lo intuyó aquella
Marina Esther Traverso, nacida en Caballito hace justo un siglo,
sexta hija de un matrimonio
asturiano de primera inmigración. Por fatalismo y por
elección, fue una chica de barrio. Tertulias de canto y
baile son coro y escenario de sus primeros enmascaramientos:
deforma las voces, acuchilla al diccionario,
le da valor barriero
a cada expresión. Con castañuelas y panderetas se
sube al palco del Centro Asturiano. Tiene 12 años"
(4).
Fue asturiana la madre de los actores Jorge y
Aída Luz, acerca de
quien dice el hijo: "Mamá fue muy cobijadora con nosotros.
Papá nos quería pero no era de hacernos caricias,
nada. Entonces vos te vas adonde el sol más
caliente".
Cuando Jorge Luz fue a conocer
a su abuela asturiana, la anciana le dijo: "Nin… –que
quiere decir nene-. Nin, nenu, nenín, que guapín
eres al hablar… me dices de vos, como a los reyes".
Volvieron décadas después: "Mamá se vino de
Asturias cuando tenía doce años. Cuando ella
tenía cincuenta y pico la llevé a Asturias a ver a
su mamá. Mi abuela. Ella tenía una cocina muy
grande y nos quedábamos a la noche, en plena
montaña, con la cocina encendida. Estaba todo el campo
verde, lleno de almendras, nueces, guindas. La despedida fue fea.
Cuando íbamos camino al aeropuerto, de vuelta a Buenos
Aires, mamá venía llorando, y le dije:
‘Mamá, la viste, no le pidas más a la
vida’. A los cinco meses de llegar acá, murió
mi abuela" (5).
Un famoso café
porteño fue comprado por un asturiano. En
"El café
Izmir", Carlos Szwarcer relata: "El Café
Izmir, conocido por la intelectualidad argentina a partir de la
publicación de la novela
Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal en 1948, era ya
famoso en los años ’30 como centro inevitable de
reunión de las oleadas inmigratorias y verdadera
institución en el barrio. El local del lzmir fue
construido a fines de 1932 sobre la base de tres habitaciones de
un inquilinato de la calle Gurruchaga 432-436; su primer
dueño habría sido Jaim Danón, quien le
daría ese nombre en recuerdo de lzmir, su ciudad natal. En
1940, Rafael Alboger se hace cargo del fondo de comercio y
comienza su larga trayectoria de veinticinco años
detrás de su mostrador. (…) En noviembre de 1969, el
asturiano Jesús Rodríguez se hizo cargo del fondo
de comercio y los
años setenta serían testigos de la lenta
desaparición de los viejos "turcos". "…Alboger
tenía imán… mientras vivió el café
estuvo a full…" aseguran con añoranza sus viejos
clientes. El
"espíritu oriental" ya no existía, y los
habitués, a excepción de un pequeño grupo,
eran otros: los empleados y albañiles de la zona. Los
motivos de tal metamorfosis fueron varios: el cambio de
dueño, de estilo, de sociedad, etc.
(…) El lugar de reunión e inspiración, y parte
del alma y de la cultura porteña, cerró
definitivamente sus persianas el 9 de octubre de 2000. El lzmir
figura entre los 39 cafés citados en el libro Los
cafés de Buenos Aires, publicado por la
Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares y
Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos
Aires y entre los 21 citados como ‘emblemas
porteños’ en La Guía Total de Buenos
Aires, de Diciembre 2000" (6).
Carlos Salatino y Beatriz Sevilla son "una pareja
dedicada al arte, el diseño
y la producción artesanal de objetos decorativos". Ellos
no pintaron inmigrantes, sino un barco, en homenaje al que trajo
a los fundadores de una cadena gastronómica, en uno de
cuyos restaurantes porteños los artistas realizaron el
mural al que nos referimos. Sobre esta obra expresó
Salatino: "El mural que usted vio en FAME tiene una
relación indirecta con el tema de la inmigración. Los fundadores de esa empresa
son inmigrantes españoles y el nombre que eligieron para
denominar su primer establecimiento gastronómico en
gallego significa "hambre", un hambre que España,
caída en una profunda decadencia, carente de recursos,
atrasada industrialmente, debilitada por guerras
internas y perdidas sus últimas colonias, conoció
en una escala aún
mayor que la que aqueja a nuestro país hoy. Los fundadores
de FAME llegaron con la oleada de inmigrantes españoles
que buscaron aquí lo que sus países les negaban.
Cuando nos tocó realizar el mural, tuvimos en cuenta estos
factores pero no fuimos en absoluto literales. El puerto pudo ser
cualquier puerto, obviamente también el de Buenos Aires,
el barco se llama Virgen de Covadonga porque los fundadores de
FAME son, como buenos asturianos, devotos de esa Virgen. Tal vez
ellos al mirar el mural hayan recordado el barco que los trajo a
esta tierra, aunque se llamara de otro modo y, ciertamente, si
ellos no hubieran llegado, como tantos otros, a este país,
FAME -que hoy ya es una cadena de cuatro grandes
establecimientos- no existiría, y el mural tampoco"
(7).
Notas
- Méndez Muslera, Luciano: "Salida del
emigrante", en "Asturias en la emigración", en
www.telepolis.com/indianos. - Méndez Muslera, Luciano: op. cit
- Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar
del Plata, 26 de noviembre de 2000. - Göttling, Jorge: "Biografías de Buenos Aires", en
Clarín, Buenos Aires, 4 de agosto de 2003. - Guerriero, Leila: en La Nación
Revista. - Szwarcer, Carlos: "El café Izmir", en
SEFARaires, N° 14 y 15. - Salatino, Carlos: e-mail enviado a M. G.
R.
Eduardo González Lanuza nació en Santander
en 1900; falleció en Buenos Aires en 1984. Recuerda los
esfuerzos de su maestra por borrarle la pronunciación
española: "En su bondadosa preocupación por su
alumno me creó, sin sospecharlo, un serio problema, a sus
oídos habituados a las dulzuras del decir criollo debieron
molestarle las crudezas de mis acentos hispánicos, acaso
el entusiasmo patriótico de aquellos años
fervorosos del centenario, le inspiraron la urgencia de adaptarme
de inmediato a lo argentino".
Así sucedió: "Ello fue que un cierto
día decidió dedicarse durante los recreos a luchar
con aquella, su suavidad, tan eficaz en mí, contra una
erizada prosodia santanderina, tajante de jotas, capaces de
degollar a quien las pronunciara, restallante bajo el doble
látigo de las elles, resbaladiza de zetas y ce, para
reemplazarla por la tierna indecisión de la ce argentina,
vacilante entre la ce y la ese, limar el filo despiadado de las
jotas y hacerme deslizar por las blanduras del
yeísmo".
El alumno aprendió rápidamente:
"Dócil a su reclamo, que además facilitaría
mi trato con los compañeros al eludir las pullas que mi
primitiva pronunciación provocaba, adelanté
raudamente en el proceso de
desintegración de la prosodia ibérica". Mas a los
padres no les satisfizo este avance del niño:
""¡Pero ay de mí! En mi casa, mis padres opinaban de
otra manera y las desacostumbradas inflexiones recién
adquiridas por mi voz, eran consideradas pecado mortal,
clarísimo índice de que a convertirme en un
descastado. De ahí mi temprana condición de
bilingüe que me hizo acomodar a modismos distintos,
según que tuviera que hablar en casa o en la escuela"
(1).
En la provincia de Buenos Aires vive Francisco Sainz,
"Hombre solo, siempre. De recién cumplidos 85 y costumbres
rudas como el campo. Hijo de un español de Santander, el
primero de la familia en
meter la mano en esas tierras, hace cien años. La casa
está en lo alto del terreno y todo alrededor es horizonte
limpio. Un patrimonio de
cuatro mil hectáreas compradas de a pedacitos, en
las entrañas de Buratovich" (2).
Notas
- González Lanuza, Eduardo: citado en "Bajaron
de los barcos. Historia de la inmigración en Argentina",
por Colegio Schönthal, www.monografias.com. - Piotto, Alba (texto) y
Digilio, Rubén (fotos): "Campo
de batalla", en Clarín Viva, Buenos Aires, 21 de
marzo de 2004.
Tania nació en Toledo en 1898; falleció en
Buenos Aires en 1999. En 1998, apareció esta noticia:
"Entre risas y lágrimas, Tania fue homenajeada por su
trayectoria artística, y declarada Personalidad
Emérita de la Cultura Argentina. Sentada en el escritorio
de su compañero de toda la vida, Enrique Santos
Discépolo, la actriz y cantante recibió la
distinción de manos de la secretaria de Cultura, Beatriz
Gutiérrez Walker. (…) " ‘Yo, que fui a tantas
fiestas, que recorrí tantos países y que
recibí tantos premios, incluso el del Rey de
España, nunca estuve tan emocionada como ahora’,
dijo Tania con la voz entrecortada (1).
Una inmigrante nacida en Mataluenga del Bierzo,
León, inspira a Niní Marshall: "su primer
público es la gallega Francisca, la empleada
doméstica, a la que ella inmortalizaría como
‘Cándida’ " (2).
María Teresa León nació en
Logroño en 1904; falleció en Madrid en 1988. En 1963,
escribe la nota titulada "Soñemos con el viaje", en la que
expresa: "A lo lejos nos está esperando el itinerario
previsto o tal vez la emoción de ver de nuevo la aldea que
se dejó al venir o la visita a los parientes de los
abuelos, que deben estar en tal lugar…, o las ciudades madres
de civilizaciones ilustres o los museos donde se almacena el
ingenio humano o las formas diferentes de la vida de los hombres
en este mondo cane, que a veces se dulcifica en las
fiestas". Ella también parte: "A punto de tomar el
avión escribí hoy, amigas mías. Es mi
pañuelo en el aire. Dicen que
los argentinos son viajadores. Claro. Yo sé que
todas las sensaciones de liberación me están
aguardando pero, como cualquier abuela al ir a tomar la
diligencia o el tren, yo siento palpitar mi alma. Gracias por
ello. Debe ser vuestra amistad que me despide. Hasta pronto.
Antes de que suspire estaré al otro lado del mar"
(3).
Leonor Manso destaca la importancia que tuvo para ella
el viajar a Segovia, tierra de su padre, "que se había ido
de allí a los once años y sólo había
vuelto de visita a fines de los 60". En Carbonero El Mayor, a
unos cien kilómetros de Madrid, encuentra a sus
tíos y recorre todo el pueblo "lleno de Mansos". Sobre
esta experiencia afirma en 2000: "Me fui viendo y reconociendo en
cada uno de ellos. También empecé a sentir cada vez
más fiebre: era un golpe fuerte verme puesta frente a mis
orígenes de una manera brutal" (4).
La periodista Telma Luzzani recuerda su viaje a El
Cardedal: "El pueblo de mi abuelo es un pueblo fantasma. Se llama
El Cardedal y para llegar desde Avila, hay que subir 80
kilómetros de un campo espiralado y pedregoso hasta el
tope de la Sierra de Gredos, a 1300 metros de altura. Arriba, el
aire es
más intenso, la vegetación más sobria y la
piedra más soberana. La imponente austeridad de la meseta
castellana, me emocionó. ‘Este es el paisaje que mi
abuelo vio cada día hasta los 14 años’,
pensé. Era 1990. Mi viaje inaugural a Europa.
‘Soy la nieta de Alberto Sánchez, hijo de
Estanislaa. ¿Cuál era la casa de mi abuelo?’,
pregunté a un grupo de viejitos que charlaba al sol. Me
contaron que ya nadie vive en El Cardedal; que ellos
morirían de tristeza si no vuelven al pueblo y por eso sus
hijos los llevan los fines de semana. ‘Yo conocí a
tu abuelo’, dijo entonces el más viejito. ‘Un
día de 1912, 57 hombres se fueron para América. Yo tenía 5 años y
todo el pueblo los siguió hasta la ladera entre
lágrimas y buenos deseos. Entre ellos estaban mi padre y
tu abuelo. Ese día comenzó la agonía del
pueblo’. Le agarré las manos y pude ver las imágenes
de su memoria: vi al
hombre adolescente que era mi abuelo partiendo para siempre"
(5).
Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo
Manolito, personajes de Mafalda: "Al cabo de dos semanas
de publicar en ‘El Mundo’ advierte que necesita
más personajes para enriquecer la tira, y el 29 de marzo
de 1965 aparece Manolito –Manuel Goreiro- inspirado en el
padre de Julián Delgado, propietario en Buenos Aires de
una panadería situada en Cochabamba y Defensa, en el
histórico barrio de San Telmo" (6).
En "La vida es un dibujo
Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille y
Manolito", Andrea Rodríguez relata la historia del
inmigrante español que inspiró el personaje:
"Sólo tres de los personajes de Mafalda estuvieron
inspirados en la vida real. Guille es hoy flautista de la
Orquesta Sinfónica de Chile. Felipe
adhirió a la revolución
cubana y es funcionario del gobierno de
Fidel. Manolito vendió la panadería poco antes de
morir. Su hijo es uno de los 82 periodistas desaparecidos durante
la dictadura. Por
primera vez hablan los verdaderos personajes que Quino
inmortalizó en la tira más célebre que dio
la Argentina. A Manolito, lo cuentan sus familiares"
(7).
Eduardo Mues recuerda: "Mi abuelo Domingo
González emigró de Soto en Cameros a Santa Fe
(Argentina) hacia 1883. Yo llegué en 1998. Soto en
Cameros, provincia de La Rioja, Castilla La Vieja, es un pueblo
edificado principalmente sobre la ladera de una montaña,
donde hoy viven solamente unas 50 personas. Llegamos una
fría mañana de diciembre y luego de golpear varias
puertas se nos apareció el primo Eduardo, caminando con su
bastón y con todo su afecto. La recepción de
Eduardo y Soledad fue extraordinaria. Compartimos siete horas de
charla continua aprendiendo historias y tradiciones. La despedida
fue más emotiva aún que la llegada y mis
pensamientos estuvieron siempre con mi abuelo, a quien no
conocí" (8).
Ana Drago Pérez viaja a Logroño, tierra de
sus mayores. Así recuerda ese viaje: "Como en un
sueño, me encontré parada en la puerta de la casa
donde había nacido mi madre. Luego recorrí los 18
kilómetros que separaban Logroño de Ventosa con
dolor, emoción, alegría y tristeza al mismo tiempo,
pensando que ninguno de mis parientes había podido volver
a su tierra. Mi corazón latía con fuerza cuando
caminaba por la ladea, los campos y los viñedos por los
que alguna vez caminaron ellos. Lloré, recé,
reí y fui feliz. Había encontrado mis
raíces" (9).
Horacio Fernández viaja, desengañado de la
Argentina, a la tierra de
la que vinieron sus padres: "Horacio vive ahora en el lugar que
siempre conoció a través de relatos. Todo
está igual a como le fue contado. Pero todo,
también, es diferente. Por empezar, la barba ya
fijó su color de nube y
el pasaje no tiene fecha de regreso. Igual que hace setenta y dos
años, cuando Felipa y Antonio desembarcaban en Puerto
Nuevo con un par de bolsos y un papel con la
dirección de unos paisanos –porque en
España amenazaba el hambre-, el hijo, ahora, llegaba a
Barajas –porque en la Argentina se come tierra- con un
bolso y una anotación: ‘Carretera Pandorado 7,
Sopeña de Carneros, Astorga’ " (10).
Notas
- S/F: "Distinción cultural a la gran
compañera de Discépolo. Tania, Personalidad
Emérita", en Clarín, 11 de octubre de
1998. - Göttling, Jorge: "Biografías de Buenos Aires", en
Clarín, Buenos Aires, 4 de agosto de 2003. - León, María Teresa: "Soñemos con
el viaje", en Mucho Gusto, N° 203. Buenos Aires, septiembre
de 1963. - Ini, Luis: "Mi mejor cumpleaños", en La
Nación, 16 de abril de 2000. - Luzzani, Telma: "El éxodo", en "El Mirador",
Buenos Aires, Clarín, 17 de octubre de 1999. - Walger, Sylvina: "Explicación", en Quino:
Mafalda Inédita. Buenos Aires, Ediciones de la Flor,
1988. - Rodríguez, Andrea: "La vida es un dibujo
Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille
y Manolito". Veintidós, Año 2, N° 71; Buenos
Aires, 18 de noviembre de 1999. - Mues, Eduardo: en "Tendencias. La vuelta al origen",
Buenos Aires, Clarín, 17 de octubre de 1999. - Drago Pérez, Ana: "Los pasos perdidos", en
"Confesiones de lectores con memoria",
Buenos Aires, Clarín, 27 de septiembre de
1998. - Palomar, Jorge: "Diario del exilio", en La
Nación Revista, 15 de septiembre de 2002.
En "Los sueños de un profeta", Tomás Eloy
Martínez evoca al editor López Llausás: "Una
tarde de domingo conocí en la casa de Victoria Ocampo al
primer editor profesional de mi vida. Yo suponía entonces
que los editores debían parecerse a Victoria y hacer un
poco de todo: escribir, traducir, publicar revistas y pasear por
Buenos Aires a los grandes personajes de ultramar. Como buen
provinciano de veinte años, vivía yo en un mundo de
ideas fijas, donde las personas y las cosas debían
parecerse a lo que me habían dicho que eran. (…) El
editor me habló, en cambio, de una profesión que
era tan azarosa como un juego de
dados. Se llamaba Antonio López Llausás. Me
contó que era catalán (ya lo advertía su
acento, puntuado por elles rotundas) y que los fragores de la
Guerra Civil Española lo habían expulsado a
Francia, de
donde lo rescataron Victoria Ocampo y Oliverio Girondo para que
fuera gerente
general de la empresa que
acababan de fundar: Sudamericana. La nueva editorial se
abriría como un afluente de Sur, el sello de Victoria.
‘Un editor no debe dejarse conmover por el éxito
ni por el fracaso -me dijo aquella tarde-. Tiene que publicar
sólo los libros en los
que cree. Si no lo hace, más vale que se ocupe de otra
cosa’ "(1).
Tomás Eloy Martínez se refiere asimismo a
Paco Porrúa, quien regresó a su tierra: Sigue
relatando su diálogo
con López Llausás: "Le pregunté cómo
hacía para no quedar mal con los escritores que aspiraban
a su patrocinio y me contestó lo que les decía a
todos: "Nunca publico nada sin la aprobación de mi lector
desconocido". Cuando la gente quería saber quién
era, López Llausás cambiaba de tema. Durante mucho
tiempo creí que el lector desconocido era un ardid, hasta
que averigüé que se trataba de una persona de carne
y hueso. Se llamaba Francisco Porrúa, y tenía tal
vocación de anonimato que hizo falta el inmenso
éxito de la literatura latinoamericana en los años
60, del que es uno de los responsables, para sacarlo de la cueva.
(…) Porrúa era reservado hasta la mudez y lúcido
hasta la extenuación. De los cientos de lectores que he
conocido, pocos -o ninguno- tienen su olfato y su perspicacia.
Llegó a la editorial en 1955 de la mano de Jorge
López Llovet, hijo de don Antonio y subdirector de
Sudamericana en aquellos años. A Jorge le había
interesado el buen criterio con que Porrúa manejaba su
pequeña editorial, Minotauro, y lo invitó a ser su
asesor" (2).
Margarita Xirgu nació en Barcelona en 1888;
falleció en Uruguay en
1969. Alejandro Cruz (3) transcribe testimonios al
respecto:
"El crítico teatral Joaquín Linares
escribía en su columna de la revista El Hogar:
"Buenos Aires adquiere -por un azar trágico- la
categoría de metrópoli dramática del mundo
hispanoparlante. ( … ) Debemos considerar al teatro
español como una actividad intelectual
argentina".
"En 1944 y 45, -ocurrieron en Buenos Aires dos hechos de
gran importancia: los estrenos mundiales de El adefesio,
de Rafael Alberti, y de La casa de Bernarda Alba, de
Federico
García Lorca. Ambos espectáculos fueron
montados en el teatro Avenida, por la compañía de
Margarita Xirgu. Cincuenta años después, los
protagonistas de estos hechos han alcanzado la alta
categoría de figuras legendarias del teatro. Ambos
estrenos, hechos representativos de la relación entre
España y Argentina, y el Teatro Avenida como puente, se
constituyen en un recuerdo querido de los teatristas de mi
generación", señalaba el director Francisco Javier
en una revista española".
"Las perspectivas no siempre son las mismas, en la
opinión de Neil Drago: "Desde un punto de vista
estético no puede decirse que estas
compañías aportaran gran cosa a la escena nacional.
Ni siquiera contando, como fue el caso, con la directa
vinculación de los escritores dramáticos que les
acompañaban en el duro trance del exilio. ( … ) Lo malo
es que las novedades se agotaron bien pronto y la actriz catalana
(Margarita Xirgu), como todos, tuvo que recurrir a las
reposiciones y las traducciones de textos
extranjeros".
Antonio Cunil Cabanellas, autor y director teatral,
nació en Barcelona en 1894, y falleció en Buenos
Aires en 1969. En un trabajo titulado "Por el éter en la
década del 30. El 80° aniversario de la radio en
Buenos Aires", Edgardo J. Rocca señala que el
catalán se contó entre las "figuras de relieve" que
se expresaron por LS 8 Radio Stentor
(4).
El actor Arturo Puig relata la historia de un
antepasado: "A fines del siglo XIX, 1870, mi bisabuelo trajo de
Barcelona e instaló en Buenos Aires la primera casa de
utilería que hubo en el país. Con esa
utilería se representaron y se filmaron buena parte de las
grandes producciones que se enumeran en las historias del
espectáculo argentino. Se filmaba en estudios donde todo
se recreaba, desde salones de España del Siglo de Oro
hasta cafetines del puerto. En la utilería podía
encontrarse casi cualquier cosa, por extravagante que fuera, y lo
que no existía se inventaba" (5).
Ana María Campoy nació en Bogotá,
Colombia, en
1925. La actriz manifiesta sentirse "absolutamente argentina":
"Nací en Colombia en una
gira de mis padres, que también eran artistas; me
crié en Barcelona y vivo en la Argentina desde hace 53
años. Vale decir que mis raíces son
españolas, el embrión es colombiano y el
árbol es argentino. Y acá terminaré. Esa es
mi idea" (6).
En Cataluña se pasaba necesidad. Campoy dijo en
un reportaje: "¿Tú puedes entender comerte un plato
de aceite de oliva, con cuchara? No lo podrías entender.
Pero te lo comes, porque no hay otra cosa. Entonces, tienes, al
otro día, una descompostura intestinal brutal, pero esa
noche dormiste porque has llenado el estómago con algo, y
el aceite de oliva es un alimento". El hambre desconoce lazos:
"Nosotros, que éramos unidos y nos amábamos, cuando
llegaba el racionamiento del pan, cada uno agarraba su pedazo y
lo escondía. Y lo escondía! Porque no nos
fiábamos ni de nuestro padre" (7).
"En España vivíamos en San Gervasio, a
pocos kilómetros de Barcelona –cuenta Remey Nuez
Fontanals-. Y yo recuerdo que cuando empezó la guerra, mi
papá nos fue a buscar al colegio en bicicleta y ya estaban
todos los guardias civiles muertos… yo tenía nueve
años. Mi padre falleció en esos días, de
apendicitis. Así que mamá se quedó sola con
los cuatro hijos. Yo, la mayor y mi hermana menor con nueve
meses. Me acuerdo de que para poder vivir, mi mamá
hacía estraperlo, contrabando de comida. Iba a los
pueblos, compraba comida y la traía en el cuerpo, puesta.
(…) en un viaje, en el que traía arroz en unos tubos
escondidos en unos corsets, los guardias se dieron cuenta, y
entonces mi madre se tajeó todo el corset, porque si la
comida no era para nosotros, no se la iba a quedar nadie…Con mi
hermana aprendimos y hacíamos estraperlo de carne, en las
valijas del colegio… esa carne se vendía y
podíamos subsistir".
Remey llegó a Buenos Aires en 1947, a los veinte
años. Recuerda el terrible viaje que debió
soportar: "Viajamos en la bodega del barco Cabo de Nueva
Esperanza. Los hombres por un lado y las mujeres por otro, en un
lugar como un pozo, en el que para respirar, había
sólo un tubo de lona que subía a la cubierta.
Veintitrés días así… durmiendo en literas,
en catres, como los judíos en los campos de
concentración…". Sus primeros tiempos en la Argentina
fueron muy difíciles. Lo recuerda más de cincuenta
años después: "Llegamos a Buenos Aires y como mi
marido no había hecho el servicio
militar, lo llevaron preso, así que me quedé hasta
que todo se arregló, sola. Después fregamos
pisos… hicimos de todo. Vivíamos en un cuarto de
pensión, con dos cajones de manzana y una tabla para
comer; el colchón era de estopa, imagínate… Yo
cocinaba con carbón y hervía los ravioles en una
pava… pero más que nada comíamos hígado"
(8).
La actriz y directora Patricia Palmer, hija de un
catalán y una porteña, manifiesta: "En mi casa me
inculcaron valores que
por un lado me salvan, pero que también me trajeron
problemas: fui
educada en una burbuja donde la honestidad y el
honor eran la regla general, y la vida me fue enseñando
duramente que eso tiene más que ver con la utopía
que con la realidad" (9).
Notas
- Martínez, Tomás Eloy: "El sueño
de un profeta", en La Nación, Buenos Aires, 4 de
septiembre de 1999. - ibídem
- Cruz, Alejandro: " ‘Nuestro’ teatro
español", en La Maga, 1° de diciembre de
1997. - Rocca, Edgardo J.: "Historias de la Ciudad –
Una Revista de Buenos Aires" (N° 9 y 10, Mayo y Julio de
2001, respectivamente), que autorizó su reproducción a la Defensoría del
Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.
www.defensoria.org.ar - Aubele, Luis: "A boca de jarro. Arturo Puig
‘Ensayar es encontrarse con uno mismo’ ", en La
Nación, Buenos Aires, 14 de diciembre de
2003. - Yarroch, Gustavo: "Ana María Campoy ‘Yo
sigo gozando de la vida’ ", en Clarín, Buenos
Aires, 7 de abril de 2003. - Guinzburg, Jorge: "Ana María Campoy ‘A
mí los hombres me gustan con locura’ ", en
Clarín Viva, 4 de agosto de 2002. - Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar
del Plata, 26 de noviembre de 2000. - Madrazo,Cecilia: "Patricia Palmer 10 cosas que
sé", en La Nación Revista, 13 de octubre de
2002.
Según lo que comían, Santiago de Estrada
podía reconocer la procedencia de los habitantes de los
conventillos: "Encienden carbón en la puerta de sus
celdillas los que comen pucheros: esos son americanos. Algunos
comen legumbres crudas, queso y pan: esos son los piamonteses y
genoveses. Otros comen tocino y pan: esos son los asturianos y
gallegos. El conventillo es el reino de la ensalada cruda"
(1).
José Navarro y Humberto Sánchez fundaron
la conocida tienda marplatense "Los gallegos". "Con poca
mercadería y muchas ganas de ganar dinero, los
dos gallegos dormirían muchas noches sobre los dos
únicos mostradores de la tienda vencidos por el cansancio
de largas horas de trabajo y temerosos que un desborde del arroyo
se llevara rápidamente las ganancias del mes". A ellos se
sumaron más tarde los empleados Enrique Martínez y
José Vicario. "Recuerda doña ‘Conce’,
la esposa de José Vicario que ‘cuando ellos
(Vicario, Martínez y Navarro) iban al campo a hacer
propaganda y
vender, nosotras las mujeres, preparábamos las viandas. Es
que estaban afuera varios días y debían llevar la
comida. Sí, claro que con la señora de
Martínez tratábamos de ayudar. Hubo épocas
muy malas, como aquella de la crisis del
30… bueno, nosotras confeccionábamos ropa interior,
camisetas y todas esas prendas para ser vendidas en la tienda…"
(2).
Cerca de Médanos abrieron la Proveeduría
"El Progreso" los hermanos Martínez y la esposa de uno de
ellos. "Tanto Paco como Pepe –relata Isaías Leo
Kremer- eran medio duros de entendederas, pro nunca dejaron de
pagar sus cuentas, ni de
tener preparados los billetes para los proveedores,
cuando estos presentaban sus facturas. (…) Los gallegos, no
sólo eran muy trabajadores, sino que hacían todo
solos, no contrataban personal alguno;
esto, unido a una vida austera, hizo que pronto cimentaran su
posición" (3).
A Entre Ríos se traslada el gallego Francisco
Izquierdo, quien escribe en 1882: "Los primeros días que
pisamos la playa de Colón formado en ese entonces por un
verdadero bosque salvaje, sin más habitantes que los
nativos de semejantes sitios, sin entrar en los detalles de las
especies porque creemos que el lector se dará cuenta de la
clase de habitantes, y puede imaginarse cuál sería
la primera impresión después de un viaje terrible
en el mar, y los trasbordos cuando se navegaba puramente en
buques de vela, teniendo para calmar nuestra primera mala
impresión que recurrir al librito o contrato lleno de
ofertas por el General Urquiza, en vista de los cuales nos
resignábamos en parte pues el tiempo pasaba y nos
encontrábamos como tribus salvajes, apiñados bajo
los árboles, con nuestros hijos, sin más
techo que el de la naturaleza, y ni
una visión de simples ranchos en una estancia de algunas
leguas a nuestro alrededor, teniendo de voz solo cuando la visita
de uno que otro poblador de los alejados contornos"
(4).
Otros gallegos viajaban a Ushuaia. " ’El Gallego
Penitenciario’ ocupó un rol tan destacado en la
historia de los primeros penales que fue honrado días
atrás con una estatua recordatoria, ubicada en un lugar
central del Museo del S.P.F. ‘A principios de
siglo los primeros guardias eran gallegos o yugoslavos,
traídos a la Argentina para trabajar en las
cárceles. Muchos llegaban al puerto de Buenos Aires y
seguían viaje al penal de Ushuaia; otros paraban en el
Hotel de Inmigrantes y eran destinados a unidades de
acá’, recuerda el alcaide mayor retirado Horacio
Benegas, asesor del museo y jefe de visitas de la Unidad 16 en
los 60" (5).
En el Museo de la Inmigración, sito en el ex
Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires, se relata en un panel la
historia del matrimonio
Mosquera López-Alvarez Marante, emigrados desde
Orense.
En otro panel, en ese mismo museo, se relata la historia
del pontevedrés Martínez Padín.
Arturo Cuadrado Moures, quien llegó en el
Massilia, evoca su exilio: "En el año 1936 sube Franco,
aquella tremenda traición en donde los hombres tuvieron
que matar a los hombres. Surge la famosa guerra civil que
duró tres años y donde han muerto casi dos millones
de españoles. Nosotros, el ejército republicano,
que dominábamos Madrid, Valencia y Barcelona, no
teníamos fuerzas, teníamos la canción y
teníamos a América. Era nuestro guía
espiritual, nuestro árbol intocable, profundo y alto, don
Antonio Machado. (…) desde México a
Buenos Aires realizamos todos nuestros sueños, todas
nuestras esperanzas, todas nuestras ilusiones, con el
convencimiento de que habíamos triunfado… Ortega y
Gasset nos había enseñado el camino de amar
más que luchar" (6).
Francisco Gil nació en Vilar, Pontevedra, en 1915
y llegó a la Argentina a los cinco años. Fue "un
gallego que se sintió argentino y organizó durante
décadas encuentros entre autores y lectores, que son el
antecedente más cercano a la Feria del Libro". "En 1960,
Don Francisco sintió nostalgias de su tierra natal y quiso
visitarla. Sus amigos se ocuparon de cumplir su deseo.
Agustín Pérez Pardella, escritor y capitán
de navío, lo llevó en su barco hasta Pontevedra.
El dinero para
la estada provino de una rifa de una obra que donó Berni"
(7).
Antonio Pérez-Prado expresó: "Yo
también soy gallego, nacido en Buenos Aires –en
Monserrat- porque Galicia es una nación histórica
(las otras dos son Euzkadi y Cataluña, que también
tienen idioma propio y son mucho más antiguas que la
España consolidada en un Estado"
(8).
En Mar del Plata, en noviembre de 2000, el diario La
Capital publicó una nota de Esteban Turcatti titulada
"El gaucho que conquistó el mundo". En ella leemos:
"Bernaldo Souto, poeta gallego, había traducido el
Martín Fierro a ese idioma en el año 1980.
Establecido en la Argentina desde hace muchos años,
regresó recientemente de su tierra natal, Galicia, donde
es muy conocido por su obra literaria y periodística.
Allá brindó una serie de conferencias y
presentó tres libros de poesías
bajo el título ‘Luz y sombras’. Pero su mayor
satisfacción fue enterarse que en fecha próxima, su
traducción gallega del Martín Fierro
será publicada por la Xunta de Galicia, en una
edición bilingüe de lujo" (9).
Darío Lamazares, representante legal del
Instituto Santiago Apóstol, llegó a la Argentina a
los catorce años: "Fui un autodidacta –dijo-, me
formé en la calle, y como la mayoría de mis
compatriotas sufrí la falta de instrucción. Este
país nos dio todo, los mismos derechos que sus hijos, y la
escuela es una forma de pagar esa deuda" (10).
María Mercedes Arias "se recuerda a sí
misma como una campesina de Porto, una aldea de la comarca
gallega de Valdeorras donde todavía se ve a lo lejos el
río Sil y el Castillo del Conde de Rivadavia, construido
en el siglo XV. ‘Araba el campo con mis dos hijos porque mi
marido se había ido a la Guerra Civil que estalló
en 1936. Llenábamos un carro con las castañas que
había en el bosque, las comíamos asadas y con un
vaso de leche. Yo
tenía 38 años y como la posguerra era muy dura, nos
vinimos a la Argentina’, cuenta" (11).
Entre los gallegos emigrantes, la gaita era un
instrumento muy difundido. El gaitero Carlos Núñez,
de paso por nuestro país, dijo en un reportaje que "los
mejores gaiteros no permanecieron en Galicia sino que la
mayoría vino a Buenos Aires, muchas veces exiliada". En la
Argentina y en Cuba, entraron
en contacto con otros ritmos, al punto que "La música
gallega se benefició de estas influencias, de estas
tradiciones más abiertas" (12).
Manuel Corral Vide llamó Morriña a
su restorán, nombre que nos habla sin duda del sentimiento
que aúna a chef y comensales: "A través de
Morriña (palabra entrañable para nosotros) el
nombre de Galicia llega a miles de personas que, sin ser
gallegas, se interiorizaron de las características de nuestra cocina, lo
peculiar de nuestras tradiciones y nuestra milenaria cultura. En
cuanto a los paisanos, me consta que se enorgullecen de tanta
difusión" (13). El publica sus recetas en Galicia en el
mundo; en una de las entregas de "Cocina gallega", leemos:
"En Buenos Aires, siempre que se podía en casa, nos
agasajábamos con una buena paella en la que
difícilmente faltaba el conejo (mi abuela los criaba en
nuestros primeros años en la Argentina" (14).
Aún hoy perviven las recetas de la abuela. En su
restorán, los hermanos Morales hacen la empanada gallega
tal como la hacía Manuela Eiras en Padrón,
según la receta que trajeron de La Coruña hace
cuarenta y tres años (15).
En España, un gallego que retornó sin
haber podido "hacer la América" encontró en los
manjares argentinos un medio de vida. Lo cuenta Norma Morandini:
"como la patria es la infancia, el
tiempo se evoca con los sabores que se perdieron. En una
pastelería de la calle Menéndez y Pelayo, cerca de
la plaza Cavia, se forma una fila para comprar. Un pequeño
negocio donde se pueden conseguir medialunas, tarta de acelga,
yerba, vinos argentinos y esa delicia que se arma como
exclusividad nuestra, los sandwiches de miga. (…) lejos de lo
que podría pensarse, el negocio no pertenece a
ningún argentino. Su dueño, un gallego que
vivió veinte años en la Argentina, al regresar
encontró la prosperidad que le fue esquiva como
inmigrante. Gracias a los sabores que se trajo del Río de
la Plata, su negocio crece cada día" (16).
Jesús Amorín Varela relata: "Mis padres
eran gallegos y fueron a Cuba.
Ahí nací yo. A los dos años me llevaron a
Galicia y me dejaron al cuidado de mis abuelos maternos. Estuve
con ellos hasta los diecisiete y en 1929 me vine para la
Argentina" (17).
Francisco Coira nació en 1906 en Catoira. "Me
vine en 1925 –cuenta-, como vienen todos los inmigrantes,
para buscar algo mejor… y en realidad, escapando del servicio
militar, que se hacía en Africa…(…) lo
que significaba, con las pestes, la guerra y todo, casi ir a
morirse… a gatas tenía el sexto grado, así
llegué, y aquí logré todo lo que soy, un
trabajo, una familia, una vida" (18).
No puede regresar Fermín Alvarez, mozo de la
confitería La Ideal. "Su rancia estirpe gallega se ablanda
un poco cuando confiesa que le gustaría volver a
España, después de tantos años sin pisar la
tierra que lo vio nacer. ‘Pero no hay plata: acá se
gana muy poquito, apenas las propinas. Y la jubilación,
para qué hablar’, cuenta. Su hija le está
gestionando una jubilación en España para que su
vida sea menos empinada" (19).
José Cameán Parcero recuerda: "Yo
también fui gallego de m… y también
colorado’, porque así es mi color de cabello.
Y más de una vez tuve que escuchar a mis compañeros
decir que me habían cambiado por un cuero. Pero no me
molestaba, quizás porque yo al venir a los cuatro
años me sentía uno más. No sabía mi
conciencia la
diferencia de ser gallego o argentino". Cuenta que su padre "como
buen gallego, era músico, tocaba la gaita y le
enseñó a él a tocar la caja. Como esto
resultó ser de su gusto tocó con Los Celtas de Vigo
y con Los Chavales de España. En estos conjuntos
tocaba la tumbadora. Estos instrumentos todavía los
conserva en su taller de autos
antiguos" (20).
En La Coruña murió en 1979, el pintor Luis
Seoane, quien, aunque nacido en Buenos Aires, vivió muchos
años en España. El escribió: "Soy y
seré siempre un desarraigado permanente. Lo seré
aunque decida volver a mi país. Es el destino del
exiliado" (21).
Rodolfo Alonso dice que nunca olvidará el
"legítimo entusiasmo" con que su padre gallego les
relataba "anécdotas para él imborrables de su
infancia. Anécdotas que no eran sólo de hombres y
de hechos, como las inefables ocurrencias de Novás, el
cantero de su pueblo, cachaciento y mordaz, sino también
el reiterado recuerdo de ese ruiseñor cantando en lo alto
de un pino o la nutria cazada a escondidas, de noche, sobre el
lomo del río" (22).
Gladys Onega habla sobre los distintos idiomas que
escuchó en su infancia: "A mí lo que más me
atrajo, y me metí en un trabajo muy arduo y gratificante,
fue el de la escritura
adulta que tiene que crear un narrador niño pero con una
escritura
adulta. Esta fue una gran tensión que se produjo en
mí con el lenguaje; y
además tratar de encontrar las voces que me rodeaban en
aquel momento, ya que tenía la de mi padre que hablaba en
gallego con sus parientes, pero no en mi casa porque mi madre era
criolla, y también la de todos los italianos que en ese
tiempo hablaban realmente el italiano. Para mí era
maravilloso tener todos estos sonidos. Eran todas palabras
misteriosas. Los chicos que iban al colegio en el 35 y
provenían del campo hablaban en italiano, y en la escuela
era donde verdaderamente se nacionalizaban. Ese fue el gran
factor unificador de la escuela pública" (23).
Manuel Castro, descendiente de gallegos, "es
fanático de la música celta. En sus viajes por
Europa aprendió la historia y las costumbres de este
pueblo europeo y ahora difunde sus conocimientos en la Argentina.
(…) Fiel a las tradiciones, Manuel se calza la pollerita kilt y
el zaragüelle –vestuario típico que usaban los
gallegos en el siglo XVIII- para interpretar los temas musicales.
(…) ‘Soy un coleccionista de gaitas’, dice Castro y
cuenta orgulloso que tiene siete de esos instrumentos. ‘La
primera gaita me la compré en un viaje que hice a Londres.
Aprendí a tocar con parientes y gaiteros escoceses. La
cultura celta me fascina" (24).
Algunos descendientes de inmigrantes se dedicaron al
tango. No es muy amable la impresión que tenía
Carlos Gardel sobre el tango ejecutado por españoles, ya
que le dijo a Astor Piazzolla: "Mirá pibe, el
‘fueye’ lo tocás fenómeno, pero al
tango lo tocás como un gallego" (25).
María Nieves, bailarina de tango, "proviene de
una familia humilde –ella reafirma- ‘más que
pobre’-. Fue criada en el barrio de Saavedra. Sus padres
eran de Lugo, España y aquí tuvieron cinco hijos. A
los 8 ó 9 años María comenzó a ir a
las milongas con su hermana mayor y de tanto ir a ver bailar
tango, un día la invitaron a la pista y bailó. De
chica la humildad familiar no la marcó. Asegura que eran
muy felices y que eso es imborrable. (…) A veces me dicen,
‘sos demasiado humilde, sos una tonta’. Así me
hizo mi mamá, eso me legó. Me enseñó
a andar derecha por la vida y no hacerle daño a
nadie’. Esa misma mamá –‘la
gallega’- cuando era niña le cantaba tangos y
valsecitos en vez de una canción de cuna" (26).
Victor Hugo Ghitta evoca el carnaval de la colectividad
gallega. Recuerda "las largas mesas familiares del Centro
Lucense, en una Buenos Aires cuyos esplendores y apego por las
fiestas populares irían menguando con los años, en
bulliciosas noches de carnaval en las que nos peleábamos
por una falda con fervor e inocencia mientras nuestros padres
batían palmas y meneaban caderas al ritmo del pasodoble o
la muñeira, después de haberse atragantado con las
sardinas españolas y las morcillas vascas y las batatas
asadas al carbón y los jamones tan perfumados como las
señoras que atiborraban la pista, atraídas por una
estridencia de trompetas y por las toreras de luces y las
fabulosas charreteras y los zapatos y los pantalones blancos de
los Gavilanes de España, que era el conjunto musical que
animaba las tertulias y las verbenas" (27).
En una conferencia
dictada en 1994, afirma Aurora Alonso de Rocha que un recuerdo de
1978 le da "a la tarea de investigar, una cuota mayor de
entusiasmo". Se refiere a su viaje a Galicia: "de pronto,
estuvimos en la mítica tierra. A terra, la de los
cuentos mil
veces recreados. (…) ¿Cómo pudieron irse?
–preguntó mi hija de quince años.
¿Cómo, de un lugar mágico? Era el lugar del
encantamiento, recibido en los relatos y los silencios dolidos,
el lugar donde el mar era la mar y había puertos de
tierra" (28).
Los Goris, inmigrantes gallegos, regresaron a su tierra.
"De chica –afirma la hija, Esther-, escuché tanto a
mis padres añorar su tierra gallega, que, a fuerza de ser
tan nombrada, Galicia se convirtió para mí en una
región mítica. (…) Recién al disfrutar de
cerca de esa belleza incomparable entendí por qué a
mi padre lo ponía triste la inmensa llanura de la
Argentina. (…) Ahora hace unos meses que mis padres volvieron a
radicarse en Galicia. Sólo falta que vuelva yo, para estar
los tres juntos, en ese suelo soñado" (29).
Graciela González, hija de un gallego emigrante,
relata que en los años en que llegó a la Argentina
su padre, "Los sueños eran pocos, pero duraban toda la
vida: comprar una casita, educar a los hijos y, quién
sabe, volver a la patria algún día. Papá
nunca lo hizo". La entrevistada recuerda que en una valija, que
las hijas pequeñas no podían abrir, el hombre
guardaba "cartas, cuadros,
que todos los emigrantes traían porque no sabían si
podrían volver a ver a sus familiares. Había de
todo. Era su historia" (30). La íntima historia que lo
acompañaba en la tierra nueva.
Beatriz Pérez Leiro, marplatense que en 1999
viajó a España, dijo: "Desde pequeña
escuchaba a mi madre hablar de un extraño camino, que
siempre se llamó ‘francés’, senda
única y concreta hacia un sepulcro milagroso. Su voz se
apagó y puse su sueño en mi mente y en mi
corazón" (31).
Antonio D’Argenio testimonia la nostalgia de su
madre: "Cuando era yo un chiquillo de ocho o nueve años,
mi madre, que había llegado a nuestro país en 1920
desde su Lugo natal, en Santiago de Compostela, escuchaba todas
las tardes por la desaparecida Radio Prieto, una audición
llamada ‘Por los caminos de España’. En esos
momentos yo no entendía cómo el rostro de mi madre
se cubría de lágrimas cada vez que sintonizaba
aquel programa y
escuchaba, por ejemplo, el sonido de una
gaita" (32).
Ruben Servia recuerda el viaje a la tierra de sus
mayores: "en 10 minutos llegamos a A
Coruña…….Noia..Lousame…..baje del auto……….y lo
que camine desde ese auto hasta los brazos de mi
tía…..no puedo explicarte no podré expresarte,
que me pasaba, era como caminar volando……liviano….sin nada
adentro……ahogado…..alegría………La abrace, llore
como hacia mucho no lo había hecho recordé a mi
papa a mis abuelos estaban ahí, en medio de nosotros
dos….." (33).
José Luis Noya escribe: ""En las aldeas de
Berdía y Vilar do Rey, en Galicia, nacieron mis viejos
que, como muchos gallegos, vinieron a radicarse a nuestro
país. Este año tuve la suerte de conocerlas y fue
una experiencia única. El momento del encuentro familiar
es difícil de describir. Comprobé que esa familia,
desconocida para mí, tenía gestos similares a la
que se encuentra del otro lado del Atlántico"
(34).
Daniel Míguez recuerda: "Viví en la casa
de San Lázaro donde nació mi ´padre, enfrente
de la iglesia donde
él, como monaguillo, enloquecía con travesuras al
cura y dormí en la cama de mi abuela, Gloria, que
murió sin conocer a sus nietos argentinos. También
caminé a orillas del río donde lavaba la ropa y
soñaba mi abuela Concepción, que me crió en
Buenos Aires, y besé al viejito de 97 años que fue
el hermano que ella más quiso. Y toqué las herramientas
de zapatero que mi abuelo Manuel dejó en un taller en la
casa de Labacolla en 1912, para venirse a la Patagonia, a los 16
años, con aires de anarquista. Fue mucho más que
cumplir un deseo profundo. Fue como saldar una deuda metafísica" (35).
Guillermo Saccomanno relató en un reportaje: "Mi
abuela era una presencia muy fuerte. Trabajó de sirvienta
y de lavandera de familias bien de la época. Con
todo, acá la pasaba mucho mejor que en su aldea, donde
estaban muy sometidos" (36).
Acerca de su abuela, nacida en Piteira, Orense,
escribió el periodista Vicente Muleiro: "Como decía
Gila, mi abuela era una solterona… Tan solterona era
doña Francisca Muleiro que a sus hijos les puso su
apellido.(…) Murió cuando yo era un adolescente y se
llevó el secreto de su infancia gallega y la íntima
épica de su inmigración" (37).
En un reportaje, Martín Seefeld evoca a su abuela
inmigrante: "Aprendí todo de mi abuela Lala. Era gallega y
me enseñó a disfrutar de todo, desde un plato de
lentejas hasta bailar" (38).
"En 1886 –escribe Claudio Savoia-, mucho antes de
convertirse en el apellido de un polémico dirigente del
fútbol, Lalín era sólo un pequeño
pueblo de Pontevedra, en la provincia española de Galicia.
Desde allí, al igual que otros miles de esperanzados con
dejar atrás su desesperanza –como los antepasados
del polémico dirigente- Nieves Barcala partió hacia
Buenos Aires. El mismo año, desde el mismo pueblo,
zarpó el barco que sacaba de España al niño
Manuel Miranda, alejado de su patria por su abuela para
protegerlo –a él y a su madre- de la vergüenza
de ser hijo natural. En La Boca, en un conventillo, Nieves se
empleó como doméstica. Su dueña, Paca, era
tía de Manuel, a quien Nieves conoció… en una
reunión de inmigrantes de la sociedad Hijos del Partido
de Lalín. Se casaron. Compraron el conventillo" (39).
Esta es la historia que Daniel Miranda, uno de los nietos, relata
al periodista.
Cuando mira una foto, Elsa Carballeda imagina el viaje
de su abuela "con sus tres primeros hijos en la bodega del barco
(tres meses viajando en condiciones precarias y los sueños
intactos)" (40).
García Meróu destaca la importancia de los
Juegos
Florales del Centro Gallego: "Los Juegos Florales, en que
obtuvieron premios Andrade, Oyuela, Castellanos, García
Velloso, etc., produjeron un pequeño movimiento
literario que debe ser estudiado y apreciado por todo el que
quiera reflejar, aunque sea de una manera superficial, las
manifestaciones del intelecto argentino en la época
contemporánea" (41).
En casa de los Villafañe trabajó "una
señora española", de la que dice Javier, el
titiritero: "tenía una memoria extraordinaria y
decía romances antiguos españoles
–aprendí de ella el Romance del cebollero-.
Pablo Medina destaca: "La insistencia con que Javier
Villafañe vuelve de tanto en tanto en sus conversaciones
sobre la figura de aquella gallega Rosa, la cuentacuentos,
poemas,
romances y otros decires, es significativa no sólo por su
evocación sino también porque la califica como
imagen
formadora" (42).
" ‘Si cantan, es ti que cantas; si choran, es
ti que choras; i es marmurio de rio, i es a noite, i es a
aurora’. Estos versos de Rosalía de Castro,
así como muchos otros de tantos poetas gallegos pudieron
oírse durante décadas en los labios de Lita Soriano
(…) la actriz del decir gallego por excelencia y aquella
intérprete de carácter
que supo descollar en teatro, TV y radio, principalmente. (…)
‘Lita fue una trabajadora total de la actuación.
Sufría mucho cuando no estaba activa. Su vida eran el
teatro y sus sobrinos’, cuenta Roberto Trespando, que fue
su esposo durante 40 años" (43).
Refiriéndose a quienes debían actuar como
inmigrantes, dijo la actriz María Rosa Fugazot, en un
reportaje: "Me crié entre actores capaces de hacer un
italiano perfecto, un gallego, un turco, un judío
perfecto. Actores que no imitaban un acento; sabían
penetrar una psicología. Los
personajes del sainete eran simples en apariencia, pero con
nostalgia por su tierra y un gran amor al lugar que los
había acogido. Eran seres complejos, que había que
saber observar" (44).
La actriz Rita Cortese recuerda la presencia inmigrante
en la sociedad: "Cuando yo era chica, los inmigrantes europeos
eran algo vivo y cercano. Tanos y gallegos, como decíamos,
estaban allí, al lado nuestro, en la calle, en el barrio.
Pesaba su manera de ser y de hablar, sus costumbres, comidas,
espectáculos. Formaban parte de nuestra vida cotidiana"
(45).
La confluencia de inmigrantes de distinta procedencia y
de criollos permite que confraternicen y que conozcan sus cocinas
típicas. En una calle porteña vivió
doña Catalina, la madre de Miriam Becker. En una sentida
evocación que escribe poco después de la muerte de la
rumana, comenta que la anciana "De sus vecinos -españoles,
italianos, argentinos del interior-, había descubierto que
el mejor arroz con pollo lo hacía doña
María, la gallega, pero sin panceta; lo rico que eran el
grelo, la nabiza y la achicoria como los preparaban los Brunetta
–los italianos saben comer verduras-, y que las empanadas
con la carne cortada a cuchillo de doña Pepa eran mejores
que con la picada común" (46).
José Luis Baltar Pumar, presidente de la
diputación de Orense, se refirió en 1998 al
sentimiento de los gallegos emigrantes: "Los gallegos han
colaborado en la realización de la Argentina, pero nunca
se han olvidado de su madre patria, cuando podría existir
un sentimiento de rencor por no haberles dado la posibilidad de
progresar en su lugar de nacimiento. Ellos saben que si Galicia
no les ha dado oportunidades es porque no ha podido"
(47).
Notas
- Estrada, Santiago: Viajes y
otras páginas literarias. 1889. Citado por Jorge
Páez en El conventillo, Buenos Aires, CEAL,
1970. - S/F: "El baratillo", en La Capital, Mar del Plata, 25
de mayo de 2000. - Kremer, Isaías Leo: "Proveeduría
‘El Progreso’ ", en Mundo Israelita. Buenos Aires,
8 de agosto de 2003. - Izquierdo, Francisco: en Vernaz, Celia: La Colonia
San José. Santa Fe, Colmegna, 1991. - Messi, Virginia: "Los últimos días de
la vieja cárcel de Caseros", en Clarín, Buenos
Aires, 8 de noviembre de 2000. - S/F: "Esa magnífica legión de viejos",
en Revista Mayores, Año II, N° 11, 1994. - Marabotto, Eva: "La esquina del librero, barro y
pampa", en Clarín, 5 de noviembre de 2000. - Pérez-Prado, Antonio: "Recuerdos de la
América pródiga", en Clarín, 19 de
noviembre de 2000. - Turcatti, Esteban "El gaucho que conquistó el
mundo", en La Capital, Mar del Plata, 5 de noviembre de
2000. - Beltrán, Mónica: "La primera escuela
gallega que enseña a chicos argentinos", en
Clarín, Buenos Aires, 25 de abril de 1999. - Pogoriles, Eduardo: "Volver a las raíces", en
Clarín, Buenos Aires, 13 de agosto de 2001. - Monjeau, Federico: "Carlos Núñez. En la
cresta de la ola celta", en Clarín, Buenos Aires, 11 de
mayo de 1998. - Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia en
el mundo, Edición Mercosur.
Buenos Aires, 3-9 de septiembre de 2001. - Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia en
el mundo, Edición Mercosur.
Buenos Aires, 14-20 de febrero de 2000. - En La Capital de Mar del Plata.
- Morandini, Norma: "Tierra de exilio", en
Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de 2001. - S/F: "Pérez Millán", en Revista
Mayores, Año II, N° 11, 1994. - Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del Plata, 26 de
noviembre de 2000. - Commisso, Sandra: "Un marinero que eligió ser
mozo y quedarse en tierra", en Clarín, 16 de julio de
1998. - S/F: "José Cameán Parcero. Un vecino de
Bembibre, Parroquia de Buxán", en El mensajero gallego,
N° 2, Abril de 1998. - Seoane, Luis, en el video de la
muestra "Luis
Seoane. Pinturas, dibujos y
grabados", en el Museo de Arte Moderno,
junio 2000. - Alonso, Rodolfo: Entrevista
en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL,
1980. - Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
nuestra historia", en La Prensa Buenos Aires, 18 de julio de
1999. - S/F: "Un periodista loco por la gaita", en
Clarín, 26 de septiembre de 1997. - S/F: "Astor Piazzolla. Alma de bandoneón", en
La Capital, Mar del Plata, 25 de mayo de 2000. - Pacheco, Carlos: "María Nieves: la princesa
del Plata baila hoy", en La Nación, Buenos Aires, 7 de
marzo de 2004. - Ghitta, Víctor Hugo: "Elegía a Paco
Rabal dormido en Aguilas", en La Nación, Buenos Aires, 2
de septiembre de 2001. - Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
1994. - Goris, Esther: "Galicia, tierra añorada", en
Clarín, Buenos Aires, 5 de diciembre de
1999. - Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
2000. - S/F: "Gozo y sacrificio en el camino de Santiago", en
La Capital, Mar del Plata, 30 de julio de 2000. - D’Argenio, Antonio: en "El regreso a la tierra
de uno", en Clarín, Buenos Aires, 17 de octubre de
1999. - Servia, Rubén: e-mail enviado a M. G.
R. - Noya, José Luis: "Aldeas de Galicia", en "La
vuelta al origen", en Clarín, Buenos Aires, 27 de
septiembre de 1998. - Míguez, Daniel: "El tío Pedro", en
"Testimonios", en Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre
de 1998. - Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
tomado por la memoria",
en La Nación, Buenos Aires, 15 de agosto de
1999. - Muleiro, Vicente: "El mirador", en Clarín,
Buenos Aires, 27 de septiembre de 1998. - Madrazo, Cecilia: "Martín Seefeld: 10 cosas
que sé", en La Nación Revista, Buenos Aires, 29
de diciembre de 2002. - Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
2000. - Carballeda, Elsa: "El altillo de Elsa", en Floresta y
su mundo. Año 9, N° 106. Febrero de
1999. - García Merou, Martín: Recuerdos
literarios. Prólogo y notas de Julia Elena Sagaseta.
Buenos Aires, Rudeba, 1973. - Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en
Villafañe, Javier: Antología. Obra y
recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990. - Gorlero, Pablo: "Lita Soriano: una actriz de carácter", en La Nación, Buenos
Aires, 28 de marzo de 2004. - Cosentino, Olga: "Cosecharás tu siembra", en
Clarín, Buenos Aires, 18 de octubre de 2000. - Gaffoglio, Loreley: "Me acordé de un viejo
amor", en La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de
2002. - Becker, Miriam: "La última idische mame", en
La Nación Revista, 23 de marzo de 1997. - Estévez, Paula: "Buenos Aires es nuestra
5° provincia de ultramar", en La Prensa, 7 de
noviembre de 1998.
Página siguiente |