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Hace mil años, en el occidente de Europa, se inicia
una lentísima recuperación económica y
cultural. A partir de las pequeñas comunidades aldeanas
aisladas de las épocas más obscuras de la edad media,
empiezan a recomponerse diminutos y débiles imperios.
Aquitania, Bretaña, Inglaterra,
Borgoña, Sajonia, Bohemia… no son sino sociedades de
muy bajo nivel de desarrollo
cultural y económico si las comparamos con los imperios
asiáticos de su tiempo.
Las pésimas comunicaciones
fluviales y terrestres prolongan durante siglos el lento proceso de
aglutinamiento y reconstrucción del acervo cultural.
En gran parte su desarrollo se debe a las aportaciones
culturales del exterior. Algunos libros romanos
y griegos son recuperados a partir de las versiones
árabes. Del lejano imperio Chino empiezan a llegar nuevas
técnicas productivas textiles y gráficas.
Una de esas técnicas importadas de China, la
impresión mecánica sobre papel con tipografía
móvil, adaptada y popularizada por Gutemberg, tiene unas
consecuencias sociales y económicas revolucionarias. El
abaratamiento de los libros por la imprenta y el
papel permite la transmisión y acumulación de
conocimientos de forma masiva. Hasta entonces tenía muy
poco sentido aprender a leer y escribir cuando poseer un libro era un
lujo accesible a muy pocos. Sólo los
clérigos, una clase
burocrática que se reproduce a sí misma,
tenía acceso a grandes bibliotecas y son
contratados por los gobiernos para actuar como secretarios,
cronistas o contables. A partir de Gutemberg empieza a ser
útil al ciudadano común aprender a leer.
El que los pequeños comerciantes y artesanos
tengan acceso a un medio barato de transmisión de
informaciones es un fenómeno completamente nuevo sin
parangón en la historia universal. Es
coherente que esa nueva posibilidad de comunicación y acumulación de
conocimientos conduzca a un sistema
económico completamente nuevo y diferente de los
anteriores. Un gran número de ciudadanos particulares
pueden acumular conocimientos y aplicarlos a sus actividades
empresariales. Es lo que Karl Marx llamó la
burguesía, una nueva clase social culta, no sacerdotal, no
aristocrática, sino procedente de los pequeños
artesanos y comerciantes. Una clase innovadora que aplica sus
conocimientos al desarrollo de nuevas técnicas y métodos de
producción.
En el siglo XIX, como consecuencia del desarrollo de nuevos
métodos de comunicación y transporte los
cambios empiezan a acelerarse aún más. La
máquina de vapor se aplica a los ferrocarriles y a los
buques. Con el siguiente siglo llegan los automóviles y
los aviones. Bell pone en marcha el teléfono. Marconi, la radio. Los
imperios europeos pueden recibir informaciones y enviar tropas
rápidamente a cualquier parte del mundo. El nuevo sistema
económico se expande e impone en todo el globo.
También por primera vez hay un esfuerzo por analizar y
comprender su funcionamiento y controlar su evolución. La ciencia
económica actual apunta al mecanismo de
determinación de precios en
mercados libres
como la clave del sistema capitalista. Es por ello que recibe
también el nombre de sistema de economía de mercado. Este
curso está dedicado a explicar los conocimientos actuales
sobre el funcionamiento y medios de
control del
sistema de economía de mercado.
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El modo de producción capitalista se da entre el
siglo XVI al presente y es el primer modo que se ha extendido en
todo el planeta.
El feudalismo dio
cambios importantes en la producción y productividad.
Los modos de producción están en manos de unos
cuantos.
La característica central de este modo de
producción es que sus relaciones de producción se
sustentan en la propiedad
privada por parte del capitalista, de los medios de
producción exclusivamente. El trabajador es propietario de
su capacidad de trabajo, es
formalmente libre y puede venderla a quien le ofrezca a cambio un
salario para
poder vivir en
esta sociedad de
mercado.
Las actividades económicas fundamentales son la
industria, el
comercio, la
banca y los
servicios. Las
relaciones entre los hombres son también de
explotación, pero sutilmente disfrazados de la libertad del
trabajador para vender su fuerza de
trabajo al mejor patrón. En realidad el salario ofrecido a
cambio del trabajo esta determinado no por la voluntad del
patrón, sino del juego de la
oferta y la
demanda de
esta mercancía humana que es el obrero.
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