El derecho de participación política en la principales teorías sobre la democracia
En esta monografía
hacemos un breve análisis del tema relativo al derecho de
participación política visto a
través de algunas teorías
sobre la democracia.
Hacemos una referencia general a la democracia en
la sociedad
esclavista, en la sociedad feudal y
sus transformaciones con el advenimiento del capitalismo.
Hacemos una aproximación al concepto de
democracia y participación en autores claves como Montesquieu,
Rousseau,
Kelsen y Marx. Nos
referimos también a la polémica entre democracia y
representación.
Palabras claves:
Democracia. Participación política.
Representación. Teorías sobre la
democracia.
Uno de los conceptos o categorías más
discutidos en la ciencia
política y en las ciencias
sociales en general, es el de Democracia. La mayoría
de los autores a lo largo de la historia la han definido
como un forma de gobierno en la
que el poder esta en
manos del pueblo, partiendo del origen etimológico de la
palabra proveniente del griego. En la actualidad muchos coinciden
en que la Democracia implica la participación del pueblo
en los asuntos del Estado. En la
literatura sobre
el tema puede observarse que desde la antigüedad hasta
nuestros días ambos conceptos han sido tratados
–de una u otra forma- en su
interrelación.
En este trabajo realizamos una aproximación al
análisis del derecho de
participación política a través de las
principales teorías sobre la democracia, sin pretender
abarcar en su totalidad un tema amplio y sumamente
complejo.
Durante siglos los conceptos y categorías
relacionados con la esfera política han sido objeto de
profundas discusiones teórico-doctrinales,
concediéndose a estos disímiles significados sin
que pueda lograrse, tanto en el plano teórico como
práctico, una unidad de criterios respecto a su
definición y contenido.
En ninguna otra esfera como en la política -en la
que se reflejan de manera inmediata los conflictos y
luchas por el poder y la
dominación- se encuentra tanta diversidad y
contradicción en los conceptos, estableciéndose una
relación directa entre posición de clase y sistema
categorial. Esto se explica porque, toda teoría
o doctrina política pretende en mayor o menor grado
justificar o cuestionar determinado status quo, legitimando o
desacreditando la actuación y el comportamiento
político de ciertos grupos o clases
sociales. Vladimir I. Lenin en su obra Acerca del
Estado al explicar las diferentes teorías burguesas
sobre su origen y definición decía que "en el
problema del Estado, en la
teoría
del Estado, podréis ver siempre (…) la lucha de las
distintas clase entre sí, lucha que se refleja o encuentra
su expresión en la lucha de conceptos sobre el Estado, en
la apreciación del papel y de la
significación del Estado."
Entre los conceptos más discutidos en la
filosofía y en las ciencias
políticas y jurídicas desde la
antigüedad, está el de "Democracia". Al decir de
Anthony Arblaster "la democracia es una de las ideas más
perdurables en política y se ha convertido en el siglo XX
en una de las más centrales." Según el propio
autor, la democracia es un concepto
esencialmente discutible que ha tenido significados y
connotaciones muy disímiles en su larga historia y hoy se entiende
de manera diferente en el contexto de los distintos sistemas socio
económicos. No obstante, afirma que "en la raíz de
todas las definiciones de democracia está la idea del
poder popular (…) de una situación en que el poder y
quizá también la autoridad
descansan en el pueblo."
La más famosa definición de la democracia,
dada por Abraham Lincoln en el siglo XIX, como "el gobierno del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo", nos muestra la idea
del poder popular como elemento esencial de la democracia. Sin
embargo no podemos perder de vista que el concepto de "pueblo"
también ha tenido disímiles significados a lo largo
de la historia, provocando cierta confusión en la
interpretación del alcance y contenido de la democracia en
diferentes épocas históricas. De cualquier manera,
la democracia desde su definición en la sociedad ateniense
implicaba una distribución igualitaria del poder
político entre los que se consideraban sujetos
políticos; por ello, tanto en Grecia como en
Roma la
democracia fue expresión de la solidaridad
colectiva de los amos frente a una gran masa de individuos no
catalogados como sujetos de política y por tanto excluidos
de ella.
A lo largo de la historia, la democracia ha sido
concebida de diferentes maneras: como forma de gobierno; como
conjunto de reglas que garantizan la participación
política de los ciudadanos; como método
para la selección
de élites; como exigencia moral y
humana; como principio o valor
universal; como método de
ejercicio del poder; etc. Su tratamiento como forma de gobierno
ha estado presente en mayor o menor medida, desde la época
clásica hasta hoy, entendiéndose por democracia, en
general, a aquella "forma de gobierno en la que el poder
político es ejercido por el pueblo." En tal sentido, ha
sido calificada por unos como buena y por otros como la peor.
Macpherson afirma que la tradición general occidental del
pensamiento
político desde Platón y
Aristóteles hasta los siglos XVIII y XIX
fue en esencia antidemocrática, en tanto se pensaba en la
democracia como "el gobierno de los pobres, los ignorantes y los
incompetentes a expensas de las clases ociosas, civilizadas y
ricas."
Según Bobbio en las tres tipologías
clásicas de las formas de
gobierno: la de Aristóteles, la de Maquiavelo y la
de Montesquieu se
aprecia en general un desprecio hacia la forma democrática
de gobierno en que el poder estuviera en manos del
pueblo.
La concepción de la democracia como forma de
gobierno donde el poder está en manos del pueblo, lleva
implícita la idea de la participación popular en
los asuntos públicos y en el ejercicio del poder
político. El fenómeno de la participación ha
sido tratado en todas las teorías democráticas
desde la antigüedad; sin embargo, en las diversas
formaciones económico sociales su tratamiento ha sido
diferente en cuanto a su definición, contenido, alcance y
formas de materialización, es decir, en cuanto a:
¿qué es participar?, ¿quienes pueden
participar? y ¿a través de que vías o
mecanismos se puede participar?.
En los antiguos Estados esclavistas la
participación política en los asuntos
públicos era un atributo exclusivo de aquellos que se
consideraban sujetos políticos. La noción de
democracia surgida en Atenas, estuvo relacionada con las
exigencias y reclamos de una parte de la clase esclavista
(demiurgos y geómoros) que conformaron una
alianza (demos) frente a la clase de la aristocracia
terrateniente dueña del poder político
(eupátridas). El demos ateniense
logró enormes conquistas, desplazando a los
eupátridas del poder. De esta manera el
término democracia significó poder del
demos, el cual fue totalmente excluyente, pues
excluía a una gran parte de la sociedad integrada
fundamentalmente por esclavos, mujeres y los propios
eupátridas, no considerados ya como sujetos
políticos.
En Roma el derecho
de participación fue un atributo exclusivo del
populus, integrado primeramente por los patricios y luego
también por los plebeyos, pero quedando fuera de este la
gran masa de esclavos, mujeres, dediticios y demás
individuos carentes de la ciudadanía romana. El ciudadano
en Roma era
considerado como un servidor de la
res publicae o cosa pública. Su
participación en la vida política formaba parte de
los derechos
públicos (ius publicum), que incluían el
derecho a ocupar cargos y magistraturas (ius honorum) y el
derecho a votar en los comicios (ius sufragii).El ideal
democrático en Roma era la participación directa
del ciudadano en la vida política como expresión
del ejercicio de la soberanía (potestas), la cual
consideraban indivisa, indelegable e intransferible. Por ello no
concibieron la representación, reconociendo solamente
determinada autoridad o
poder de ejecución (autoritas) a los
magistrados.
Independientemente del carácter
restringido y excluyente del demos y del populus,
para esa parte de la población se establecieron numerosos
mecanismos de participación directa en la vida
política, por lo que se afirma la existencia de una
genuina y auténtica democracia, dentro de los límites
conceptuales señalados.
Con la aparición del feudalismo las
relaciones de dominación basadas en la explotación
de los esclavos son sustituidas por las relaciones de vasallaje y
el fenómeno de la participación en la vida
política del Estado difiere sustancialmente de la
situación existente en el esclavismo; esta
adquiere mayor complejidad y se expresa de modo diferente en las
distintas etapas por la que atraviesa dicho modo de producción. El rasgo característico de la participación
en la sociedad feudal es el hecho de que va a estar condicionada
por la división de la sociedad en estamentos, lo cual
conduce a la llamada representación estamental; el
individuo participa no como ente individual, sino como parte de
un estamento social. La idea de la democracia como
participación directa del ciudadano comienza a ceder paso
al principio de la representación estamental.
Con el advenimiento del capitalismo se
producen cambios radicales en la concepción de la
democracia y de la participación. Estos fenómenos
se tornan más complejos y multifacéticos no solo en
cuanto a la ampliación de las esferas en que
tendría lugar la participación (que incluye
además de la participación política, la
económica y la social) sino también en cuanto a la
ampliación de los sujetos con derecho a participar. La
participación en el ejercicio del poder y en los asuntos
del Estado, bien directamente o por medio de representantes, es
consagrada jurídicamente como uno de los derechos fundamentales del
ciudadano, extendiéndose a grandes capas de la población; se convierte en un atributo de
masas a partir de la idea de la soberanía popular y los principios de
libertad e
igualdad.
Con la revolución
francesa se emite la Declaración de los Derechos del
Hombre y del
Ciudadano, que incluyó entre esos derechos el de
participación en la vida política, lo cual
influyó notablemente en las Constituciones burguesas
posteriores. Un logro importante en materia de
participación fue la implantación del sufragio
universal masculino en casi toda Europa entre
finales del siglo XIX y principios del
XX, poniendo fin al sufragio censitario, unido a la
creación de nuevas instituciones
democráticas que permitieron la incorporación de
grandes masas a la vida política. Sin embargo, el naciente
constitucionalismo burgués privilegió el principio
de la separación de poderes y de la representación
política frente a la democracia directa. La
participación directa cede su lugar a la
representación política, quedando aquella limitada,
casi exclusivamente, a la intervención del ciudadano en la
selección de los representantes.
Desde los inicios del régimen capitalista
proliferaron numerosas teorías sobre la democracia, como
expresión de la aguda lucha de clases y el carácter
marcadamente clasista que adoptaron el Estado y el
Derecho burgués. Muchas de esas teorías centraron
su atención en la participación
política, en la participación económica o en
la participación social, ejerciendo su influencia unas, en
la democracia liberal que impera hoy día en la
mayoría de los Estados de occidente, y otras en los
movimientos de izquierda. Veamos brevemente algunas de esas
teorías.
Durante el siglo XVII aparecen en Inglaterra dos
corrientes democráticas fundamentales: las
utopías y el movimiento de
los niveladores. Ambos se pronunciaron por la
abolición de las diferencias sociales y económicas,
que consideraban como los mayores obstáculos para la
existencia de un régimen democrático. El movimiento
utópico se refirió a la democracia en la esfera
política, planteando la necesidad de la
conformación de los órganos de poder a partir de la
elección. Los niveladores hicieron mayor hincapié
en la democracia económica y en la distribución equitativa de las propiedades,
lo que dio nombre precisamente a este movimiento.
Dentro de los exponentes de las utopías
democráticas estaban Tomás Moro
(Utopía) , Tomás Campanella (La ciudad
del sol) y Winstanley (La ley de la
libertad). Entre sus ideas fundamentales figuraban la
denuncia de todos los sistemas de poder
basados en las diferencias de clases; consideraban que la
propiedad
privada era la causante de la explotación y la
opresión, por lo que proponían su
sustitución por la propiedad en
común. En el estado ideal descrito por Tomás Moro
el poder se organizaba de manera democrática, pues todas
las autoridades serían elegidas, designándose los
funcionarios por un año con excepción del
príncipe que sería vitalicio. En el régimen
social y político descrito por Campanella se aprecian
principios democráticos como la convocatoria dos veces al
mes de todos los ciudadanos mayores de veinte años, la
existencia del gran consejo que propone los candidatos para los
altos cargos del estado, fiscaliza a los funcionarios y tiene
derecho a destituirlos. El movimiento de los niveladores, por su
parte, se oponía a las diferencias de clases generada por
la propiedad privada que consideraban como causa principal de la
explotación y dominación de unos hombres sobre
otros. Eran partidarios de una sociedad donde todos los hombres
tuvieran propiedades suficientes para trabajar como productores
independientes y en la que nadie tuviera propiedades en una
cuantía tal que le permitiera explotar a otros.
En el siglo XVIII Montesquieu desarrolla la
teoría de la representación política, frente
a la democracia directa; consideró que al ser
impracticable la democracia directa en el Estado moderno de
grandes dimensiones territoriales y humanas, solo era posible en
la práctica un régimen representativo. Bajo un
criterio elitista, pensaba que el pueblo o la masa de ciudadanos
comunes no tenía la capacidad suficiente para gobernar, y
por tanto, a este solo se le debía tener en cuenta para
elegir a sus representantes de entre las personas con mejores
aptitudes para dirigir los asuntos del Estado. La
participación del pueblo quedaba reducida a la
selección del cuerpo representante que sería el
encargado de gobernar y de legislar.
Las ideas de Montesquieu encontraron su mayor
oposición en la teoría democrática de Juan
Jacobo Rousseau,
cuyos postulados, avanzados para su época, han tenido
numerosos seguidores hasta el presente. En el aspecto
económico, Rousseau consideraba que una sociedad
verdaderamente democrática requería la igualdad en la
propiedad. En el aspecto político era partidario de la
democracia directa, considerándola como la única y
verdadera democracia. Afirmaba que la voluntad popular resultante
del pacto social tenía su máxima expresión
en la Ley, de
ahí la necesidad de que cada individuo participara de
manera inmediata y directa en la discusión y
aprobación de las leyes, llegando a
decir que toda ley que el pueblo en persona no
hubiera ratificado era nula y que no podía ser
verdaderamente libre quien no se gobernara a sí mismo, por
ello fue adversario de la representación
popular.
Rousseau, a pesar de considerar el poder
democrático como el único legítimo
llegó a la conclusión de que la democracia
verdadera (en su forma directa) no podía existir nunca,
dado que el gobierno democrático exigía muchos
requisitos difíciles de reunir en un solo Estado y por
ello llegó a afirmar que "no ha existido ni
existirá jamás verdadera democracia. Es contra el
orden natural que el mayor número gobierne y los menos sen
gobernados. No es concebible que el pueblo permanezca
incesantemente reunido para ocuparse de los negocios
públicos, siendo fácil comprender que no
podría delegar tal función
sin que la forma de administración cambie." Concluyó que
en los grandes Estados era imposible que el pueblo participara
directamente en la creación de la ley; por ello
consideró como mejor forma de gobierno la aristocracia
electiva en la que sus miembros eran elegidos
Sus ideas influirían notablemente en pensadores
de los siglos XIX y XX hasta el punto de ser considerado por
algunos autores como uno de los precursores de la democracia
liberal y como el padre de la democracia moderna, criterio con el
que no coincidimos, si tenemos en cuenta que en la democracia
liberal y el constitucionalismo moderno ha prevalecido la
teoría de Montesquieu de la tripartición de poderes
y el principio de la representación, sobre el ideal de
democracia directa defendido por Rousseau, lo que se evidencia en
la confirmación de la llamada "democracia representativa"
en la gran mayoría de los Estados actuales.
La idea de considerar a Rousseau el padre de la
democracia liberal es bastante discutible, entre otras cuestiones
porque el liberalismo
(sobre todo la revolución
francesa) solo acogió las ideas russonianas de la
soberanía popular y de la voluntad general, pues la
concepción de la supremacía de los derechos
individuales -que constituye la esencia del liberalismo-
no es precisamente de Rousseau, el cual fue contrario al derecho
natural negando la preexistencia de derechos por encima de la
voluntad general, es decir, el individuo tiene obligaciones
frente al Estado y solo se le reconocen aquellos derechos que
representan un interés
general y favorecen el bien común. Por otra parte,
exigió del Estado una política sustantiva
encaminada a neutralizar el crecimiento de la desigualdad social;
negó el carácter absoluto del derecho de propiedad,
considerándola como un bien común en manos de un
particular; negó que el funcionario estatal (magistrado)
fuese un representante del soberano, para él era un
mandatario; y consideró que la soberanía era una,
indivisible e intransferible, lo que contrasta con el principio
de la separación de poderes propugnado por el
liberalismo.
La época moderna se caracteriza por la
implantación del Estado representativo, aunque no ha
dejado de tener valor la
democracia directa, considerada por algunos autores como la
única verdadera, valorando la democracia representativa
como una desviación de la idea original del gobierno del
pueblo, para el pueblo y por el pueblo. A nuestro modo de ver, no
se trata de negar uno u otro principio, sino de ampliar la
extensión del demos, entendido como sujeto titular
del poder político, y de incrementar las vías y
mecanismos directos de ejercicio del poder.
La teoría de Montesquieu marcó
definitivamente el desplazamiento de la democracia directa
defendida por Rousseau hacia el principio de la
representación. La polémica entre democracia
directa y representación en el constitucionalismo moderno
tuvo su punto de partida en estas dos grandes corrientes. Pero,
¿qué es la democracia directa y que relación
tiene con el principio de la representación
política?.
Bajo el nombre genérico de democracia directa se
han definido todas "las formas de participación en el
poder que no se resuelven en una u otra forma de
representación." Partiendo de la existencia o no de
mecanismos de representación, suele definirse como "la
forma de gobierno en la que se produce una coincidencia inmediata
entre la titularidad y el ejercicio del poder por parte de la
población (…) un ejercicio directo de la
soberanía popular que prescindiría por completo de
mecanismos representativos." Por tanto, democracia directa
significa "participación" o lo que es igual,
intervención popular directa sin
intermediarios.
El mecanismo de la representación ha sido
considerado por diferentes pensadores, bien como un medio para
limitar y controlar la participación popular y preservar
los poderes del gobierno en manos de una élite,
preferiblemente ilustrada (Hamilton y Madison), o como un medio
para adaptar el principio democrático a sociedades
grandes y populosas (Paine y James Mill). Otros la conciben como
una "técnica" sustentada en la especialización que
supone la vida moderna y en la profesionalización que
exige la política, que implica una autorización en
virtud de la cual el representante está autorizado para
actuar por los representados, haciéndolo de manera
legítima y pública, transfiriéndose por
medio de ella la
personalidad del pueblo a sus representantes, quienes obran a
su nombre para hacer valer sus intereses o su
voluntad.
En su acepción política se afirma que, un
régimen representativo es donde el pueblo se gobierna por
medio de los elegidos que son nombrados por un tiempo limitado y
bajo las condiciones de periodicidad, renovación, publicidad y
responsabilidad en su gestión. Mientras que en su acepción
jurídica, régimen representativo es aquel en que se
produce el fenómeno jurídico de la
representación, y por su imputación a la voluntad
de la nación
(o a la voluntad popular), se enlaza con los procedimientos de
selección y nominación de los
representantes.
Desde el punto de vista sociológico Max Weber
consideró la representación como una forma de
relación social por la que "la acción de un
partícipe determinado se imputa a los demás", por
ello la acción de los representantes es considerada por
los demás como legítima y vinculatoria para
ellos.
En esta polémica entre democracia directa y
representación, una de las cuestiones que más se
discute y sobre la que no existe acuerdo en el plano
teórico, es la disyuntiva de considerar o no la
acción del representante como una vía de
participación política "indirecta", lo cual tiene
que ver con el problema del vínculo o nexo que se supone
existe entre representante y representado. Esta constituye una de
las cuestiones más delicadas de la teoría de la
representación y sobre ella se han enunciado las dos
teorías fundamentales que abordan los llamados modelos
históricos de la representación política: la
teoría del mandato imperativo y la teoría
del mandato representativo. En cada una de ellas, la
relación representante-representado adquiere un
carácter totalmente diferente. En la primera el elegido
actúa en calidad de
"mandatario", por lo que está sometido a la
revocación y a la obligación de rendir cuenta a
quienes lo eligieron; mientras que en la segunda actúa en
calidad de
"representante" sin la obligación de rendir cuenta de su
gestión
y sin que los electores puedan revocarlo, desvirtuándose
de esta forma el contenido democrático del
mandato.
Más allá de la polémica existente
en torno al
carácter excluyente de los términos democracia y
representación, en las condiciones actuales a partir del
análisis de su viabilidad universal, lo cierto es que
tienden a coexistir -aunque con más fuerza una que
otra- cuando en pura técnica debían excluirse. La
expresión concreta y objetiva de la democracia en la
actualidad, pasa por el reconocimiento de la
representación como una vía democrática,
aún cuando en puridad teórica y conceptual la
representación sea la negación de la democracia tal
como fue concebida en sus orígenes. Ello está
condicionado por la complejidad que ha alcanzado el Estado
moderno desde el punto de vista territorial y poblacional, lo que
hace muy difícil la existencia absoluta de la democracia
directa.
Esta situación impone una reflexión sobre
la democracia que logre conjugar sus fundamentos, sus
diseños, su expresión y efectividad en contextos
particulares con vistas a lograr el fin, objeto de nuestro
análisis: el incremento de los espacios de
participación popular efectiva en la toma de
decisiones. De ahí que el reto en la actualidad sea
lograr un equilibrio
entre ambas, combinando adecuadamente mecanismos de
participación popular con mecanismos representativos y de
control
popular.
En este análisis de las diversas teorías
sobre la democracia constituyen un referente importante las
teorías democráticas en Norteamérica
a finales del siglo XVIII. Durante el periodo de la guerra de las
colonias contra Inglaterra por su
independencia,
se formaron y desarrollaron las dos tendencias ideo políticas
fundamentales de la sociedad norteamericana que influirían
posteriormente en las nuevas instituciones
políticas y jurídicas y en la formación del
Estado norteamericano moderno: la tendencia antipopular y
la tendencia democrática.
La tendencia antipopular estuvo liderada por los
federalistas Hamilton, Madison y Jay que encarnaron las
aspiraciones políticas de la gran burguesía
norteamericana antipopular por su esencia. Su doctrina fue
antidemocrática porque reducía al mínimo los
derechos políticos de los trabajadores y abogaban por el
sufragio censitario implantando altos censos patrimoniales para
los electores.
La tendencia progresista democrática estuvo
encabezada por Jefferson y Paine como representantes de la
pequeña burguesía, granjeros libres, artesanos y
obreros manufactureros que reclamaban la democratización
del Estado, la ampliación de los derechos y libertades de
los ciudadanos y el sufragio universal. Jefferson criticó
severamente la Constitución norteamericana de 1787. Como
defensor de la soberanía del pueblo planteó que
todos los hombres debían gozar de igual derecho a
participar en la formación del poder político y en
la fiscalización del mismo. Sus ideas se inspiraron
fundamentalmente en el pensamiento
democrático de Rousseau.
En cuanto a la forma de gobierno que debía
adoptar el Estado norteamericano, los federalistas se
pronunciaron a favor de la monarquía constitucional a semejanza de la
inglesa, mientras que los partidarios de la tendencia
democrática abogaron por la república
democrática burguesa. Como sabemos, finalmente se impuso
esta última posición.
Si bien durante el siglo XVIII se mantuvo con bastante
nitidez la contraposición entre las ideas de Montesquieu y
Rousseau, es decir, entre democracia y representación, ya
a partir del siglo XIX se incorpora un nuevo término al
lenguaje
político: el de Democracia Representativa. Fue Alexis de
Tocqueville en 1835 quien en su obra más famosa La
Democracia en América, al hacer una apología
del gobierno norteamericano llama a ese régimen
"Democracia Representativa", cuando lo cierto es que el propio
Madison, artífice de la Constitución norteamericana de 1787,
enemigo de las ideas democráticas, había dicho que
"los demócratas siempre han ofrecido el espectáculo
de la turbulencia y de la discordia, se han mostrado siempre
enemigos de cualquier forma de garantías a favor de las
personas o de las cosas".
Con Tocqueville se introduce lo que Giovanni Lobrano
llama "vacuidad conceptual" alrededor del término
democracia en la iuspublicística contemporánea, al
calificar de democrático un régimen (el
norteamericano) que nunca pretendió serlo. A partir de ese
momento se funden en un solo concepto dos conceptos hasta ahora
vistos como contradictorios: democracia y representación.
Al respecto, Lobrano señala que: "Del consciente y general
rechazo de la democracia se pasa luego a un consenso general
frente a ella (el uso de la palabra democracia implica ahora
automáticamente un juicio aprobatorio de la sociedad o
institución que describe), a precio, sin
embargo, de una desvalorización tal radical del concepto,
que hace vano cualquier intento de análisis, de tal manera
que la más reciente iuspublicística sobre el tema
aparece a menudo condicionada por esta vacuidad
conceptual."
A partir de la segunda mitad del siglo XIX la democracia
va cambiando su carácter cediendo paso a la
representación. Los burgueses comienzan a utilizar el
término acuñado por Tocqueville, concediendo al
sufragio y al sistema electoral
en general, el papel esencial
dentro del ejercicio democrático y relegando a un segundo
plano la participación ciudadana en la toma de
decisiones y en el ejercicio del poder. Hoy día, la
representación liberal burguesa que no rinde cuenta, que
no es revocable, que se desvincula cada vez más de los
intereses populares, es antidemocrática, y ha mostrado su
crisis a lo
largo del siglo XX. Pero veamos las características fundamentales de la
doctrina liberal.
A partir de la emancipación de los Estados Unidos,
la revolución
francesa y la revolución
de España
y de sus antiguas colonias se fue consolidando un movimiento
ideológico que ha tenido diferentes manifestaciones hasta
hoy: el liberalismo. Este fue en esencia, una doctrina
económica, pero tuvo también su reflejo en el campo
de las ideas políticas. Se afirma, que en el plano
político fue una tendencia antidemocrática al
pronunciarse contraria a la legitimidad del gobierno del pueblo y
a la idea de la igualdad social y natural entre los
hombres.
El liberalismo fue una reacción de la
burguesía del siglo XIX frente a la fuerza y
la
organización que iba alcanzando el proletariado a
medida que se desarrollaba el capitalismo y se incrementaba la
explotación de las masas populares. Por tanto se produce
una nueva interpretación de los conceptos de igualdad,
libertad y
democracia prevalecientes hasta ese momento. Hizo hincapié
en la libertad económica del individuo con respecto al
Estado, y de forma general sus partidarios se pronunciaron a
favor del sufragio basado en el censo no solo patrimonial, sino
también de instrucción. De esta manera el
liberalismo fue conformando una nueva teoría
democrática que primero enfatizaría en los derechos
económicos de la burguesía y luego
extendería su alcance a los derechos
políticos.
En Francia la
teoría liberal halló su máximo exponente en
Benjamín Constant (1767-1830). Pronunciándose
contrario a las ideas democráticas tradicionales se
refirió a la contraposición entre la "libertad de
los antiguos" y "la libertad de los modernos". Consideraba que en
la antigüedad la libertad radicaba en el derecho del
ciudadano a participar activamente en la política, en la
formación de las leyes, en
la
administración de justicia, en
la elección de los funcionarios (el hombre
político de Aristóteles), mientras que la libertad
de los modernos se caracterizaba por la libertad individual,
sobre todo económica, frente al Estado, y por la independencia
del individuo con respecto al poder estatal. Para Constant esa
libertad individual suponía también en el plano
político la inmunidad contra las detenciones arbitrarias,
el derecho de pronunciar la propia opinión, el derecho
absoluto e ilimitado sobre la propiedad, el derecho de
reunión y libertad de culto, y el derecho al sufragio pero
sobre la base del censo patrimonial.
En Inglaterra la teoría liberal fue defendida por
Jeremías Betham (1748-1832) y John Stuar Mill (1806-1873).
Betham orienta su teoría política sobre la base de
"la utilidad".
Según él toda la actividad del hombre se
guiaba por este principio, por lo que su finalidad era alcanzar
para sí la mayor cantidad de felicidad y placeres. Al
igual que Constant se pronunciaba contra la reglamentación
estatal de la actividad económica y a favor de la libre
competencia. La
legislación debía reducirse a garantizar la
seguridad de
los ciudadanos protegiendo su persona y su
propiedad. Criticó la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre y del ciudadano proclamado por la Asamblea
Nacional francesa en 1789.
La democracia liberal ha tenido su desarrollo
entre los siglos XIX y XX atravesando por diferentes etapas o lo
que algunos autores han denominado "modelos".
Macpherson clasifica esos modelos como sigue:
- la democracia como protección,
- la democracia como desarrollo,
- la democracia como equilibrio
y - la democracia como participación.
Sus núcleos centrales serían,
respectivamente, la defensa o protección del individuo
frente al poder del Estado; la democracia como un medio para
lograr el desarrollo individual de la propia personalidad;
la democracia como competencia entre
las élites por el poder que produce un equilibrio sin
mucha participación popular; y la democracia con un mayor
nivel de participación de los ciudadanos en la toma de
decisiones.
El modelo de la
democracia como equilibrio se considera el imperante en la
mayoría de los Estados modernos de habla inglesa y de
Europa
occidental. Sus rasgos esenciales pueden resumirse en los
siguientes: la elección directa o indirecta de los
gobiernos y las asambleas legislativas mediante elecciones
periódicas con sufragio universal e igual; la posibilidad
de los electores de optar por diferentes partidos
políticos (pluripartidismo); la existencia de
libertades como las de palabra, de prensa, de
asociación; la igualdad formal ante la ley; la
separación o tripartición de poderes y la
consagración del Estado representativo. Como se observa,
las posibilidades reales de participación del pueblo en el
ejercicio del poder político y en la toma de decisiones
públicas resultan reducidas, prácticamente, a la
elección de los gobernantes. La democracia no va
más allá de ser una técnica para la
selección de las élites que posteriormente
ejercerán el poder político en
representación de la nación
o del pueblo.
Este modelo
está muy relacionado con la llamada "escuela elitista
de la democracia" de origen norteamericano surgida a partir de
los años 50 del siglo XX. Sus partidarios afirman que la
democracia moderna funciona con relativamente bajos niveles de
participación, lo que permite un elevado nivel de
autonomía a las élites, lo cual es conveniente para
el mantenimiento
de las libertades políticas, teniendo en cuenta "la mayor
cultura
política y vocación democrática de las
élites en relación con las masas". Consideran que
altos niveles de participación podrían tener un
efecto desestabilizador sobre el sistema político y que la
participación es un instrumento para el logro del mayor
bienestar colectivo y no un fin en sí misma, de modo que
si el objetivo a
lograr puede ser alcanzado mejor mediante gobiernos puramente
representativos y no participativos, esto sería
preferible. Entre sus exponentes, Schumpeter introduce la
distinción entre dos formas de
gobierno: los gobiernos democráticos donde suelen
existir muchas élites en competencia para acceder al
poder, y los gobiernos autocráticos en los que se permite
el monopolio del
gobierno de parte de una sola y exclusiva élite. De esta
manera la teoría elitista reduce la democracia a un
método para la selección de
élites.
En esencia, este es el modelo de democracia que
predomina en la actualidad y que los grandes centros de poder
mundial pretenden imponer a todos los Estados. Sus partidarios
califican de antidemocrático todo sistema político
y estatal que no se acoja a sus principios. Valoran su modelo
como el único viable, a pesar de que hoy atraviesa por una
profunda crisis,
mostrando ser un contexto institucional adecuado para la
demagogia, la manipulación y la corrupción
como fenómenos sociales asociados a la gestión
pública bajo el capitalismo. La exclusión de las
amplias mayorías del derecho de participación en
los asuntos del Estado es uno de los factores que inciden en la
actual crisis de la democracia liberal y en la consecuente
ingobernabilidad de muchas de las sociedades
contemporáneas.
Frente al carácter poco participativo de la
democracia liberal, es que entre las décadas del 60 y del
70 del siglo XX comienza a difundirse entre la clase obrera en
occidente la necesidad de una democracia más
participativa, surgiendo así la teoría de la
Democracia Participativa, término que nos resulta
redundante si tenemos en cuenta que la democracia por su propia
esencia entraña participación; sin embargo el uso
de este término se ha extendido bastante en las
últimas décadas, lo que obedece a las aspiraciones
-dentro de los propios Estados de occidente- de lograr una
sociedad más participativa y menos elitista.
Sus partidarios abogan por una mayor
participación de los obreros en el control de la
industria y de
los ciudadanos en la toma de decisiones. Sostienen la necesidad
de concebir la democracia, en su sentido moderno como "un
proceso en el
cual la medida del progreso hacia niveles más altos de
democratización es precisamente el desarrollo de
mecanismos participativos que incrementen el poder de dirección y control de los gobernados sobre
los gobernantes." Reconocen además, que para la existencia
de una democracia participativa en las naciones de occidente se
hace necesario el desarrollo de los sentimientos de comunidad frente
al sentimiento consumista, así como la reducción de
la desigualdad social y económica. De ahí que esta
corriente vaya más allá de la participación
en la esfera política, al considerar que la democracia
debe abarcar no sólo esta, sino también la
participación en todas las esferas de la vida social,
económica, cultural, laboral,
etc.
En esa misma línea de pensamiento Norberto Bobbio
señala, que el proceso de
ampliación de la democracia en la sociedad
contemporánea no se presenta solamente a través de
la integración de la democracia representativa
con la democracia directa, ni con la sustitución de la
primera por la segunda -lo que de hecho se hace muy
difícil por la complejidad del Estado moderno- sino que
ese proceso supone el paso de la democracia en la esfera
política a la democracia en la esfera social,
estableciendo una diferencia entre la democratización de
la dirección política y la
democratización de la sociedad. Así plantea, que la
democracia más allá de ser considerada como una
forma de gobierno, debe ser concebida como un régimen
caracterizado por los fines o valores que
determinado grupo
político pretende alcanzar, y que lo que distingue un
régimen democrático de uno no democrático,
por su contenido, es no la igualdad jurídica, sino la
igualdad social y económica. Ya más concretamente,
define la democracia como "un conjunto de reglas que facilitan y
garantizan la más extensa participación de la
mayoría de los ciudadanos, directa o indirectamente, en
las decisiones que afectan a la sociedad." Para este autor el
problema de la democracia se identifica cada vez más con
el tema del autogobierno.
Dentro de las principales teorías sobre la
democracia, en la década del veinte del siglo pasado
está sin dudas, la de Hans Kelsen, la cual se enmarca
dentro de las teorías que conciben la democracia como una
forma de Estado. El jusfilósofo vienés
clasificó las formas de Estado o las Constituciones en
autocracias y democracias desde el punto de vista
de "la idea de la libertad política". Consideraba que el
individuo era políticamente libre cuando estaba sujeto a
un ordenamiento jurídico en cuya creación hubiese
participado. Por tanto, la democracia era la forma de gobierno en
que los individuos participaban en la creación del
ordenamiento jurídico o el Estado, que para él eran
la misma cosa. No obstante, llegó a la conclusión
de que tanto las autocracias como las democracias eran solo tipos
ideales que no se daban en la realidad política de manera
absoluta, ocurriendo solamente una mezcla de ambas en cada
Estado.
Señaló que la democracia directa se
caracterizaba por el hecho de que la legislación,
así como las funciones
ejecutivas y judiciales eran ejercidas por los ciudadanos en
masa, reunidos en asamblea, lo cual solo era posible dentro de
comunidades pequeñas y en condiciones sociales
sencillas.
No consideró la tripartición de poderes
como un principio democrático, pues en la democracia todo
el poder debía concentrarse en el pueblo, y donde no fuera
posible la democracia directa el poder tenía que ser
ejercido por un órgano colegiado cuyos miembros hubiesen
sido elegidos por el pueblo y fuesen jurídicamente
responsables ante él. Pero para que se estableciera una
verdadera relación de representación no era
suficiente que el representante fuese nombrado o elegido por el
representado, sino que era necesario que estuviese
jurídicamente obligado a ejecutar la voluntad de este y
que el cumplimiento de esta obligación se hallase
garantizado jurídicamente, siendo la garantía
típica, el poder del representado de remover al
representante en el caso de que la actividad de este
último no se ajustara a los deseos de aquel. Llegó
a definir como "ficción" la representación en la
denominada democracia representativa.
Kelsen concedió gran importancia a la iniciativa
popular y al referendo como
formas de democracia directa. Para él, la iniciativa
popular implicaba que el parlamento tenía que decidir
acerca de proyectos
legislativos firmados por un cierto número de ciudadanos,
y el referendo
implicaba que ciertos proyectos
aprobados por el parlamento tenían que se ser sometidos al
voto popular para obtener fuerza de ley. Reconocía,
además, que a los órganos legislativos, ejecutivos
y judiciales correspondían diferentes funciones y que
la democracia requería que el órgano legislativo
tuviese el control sobre los órganos administrativos y
judiciales.
Independientemente de lo controvertido de la
teoría kelseniana, principalmente en lo relativo a la
identificación que hizo del Estado y el Derecho (cosa que
él mismo reconoció en los últimos
años de su vida, como el punto más débil de
su teoría), y al carácter "puro" y apolítico
que pretendió atribuirle al Derecho, es un autor de
reconocida influencia en las Ciencias
Jurídicas contemporáneas, y sus ideas sobre la
democracia expuestas anteriormente, son sin dudas
valederas.
Dentro de las principales teorías sobre la
democracia ocupa un lugar cimero la teoría
marxista-leninista, en tanto logró develar el contenido
clasista de los fenómenos estatales y jurídicos. En
el pensamiento marxista clásico el tema se aborda desde el
punto de vista del contenido de las relaciones de
dominación propias del régimen económico
social imperante. El concepto de democracia y el de
participación son tratados a partir
del enfoque clasista de los fenómenos políticos.
Así el término "democracia" se correlaciona con el
de "dictadura"
cuestionando "democracia: ¿para qué clase?" y
"dictadura:
¿contra qué clase?". Por ello Marx, Engels y
Lenin se refirieron a la democracia no como valor universal, sino
como método de ejercicio de la dominación
política de unas clases sobre otras, enfatizando
así en el concepto de "democracia de clase" y
diferenciando la democracia burguesa de la democracia
socialista.
El hecho de que hayan enfatizado en el carácter
clasista de la democracia no significa que negaran el valor
universal de determinados principios democráticos en la
organización política de la
sociedad, tales como la igualdad formal ante la ley y la
subordinación de la minoría a la mayoría.
Reconocieron que un régimen democrático era
más propicio a las libertades obreras que un
régimen autocrático. Engels en particular, se
pronunció por la república moderna como la forma
más adecuada del Estado de la dictadura del
proletariado.
Carlos Marx y Federico Engels enuncian su
concepción sobre la dictadura del proletariado viendo en
ella la dominación de la clase obrera en
sustitución de la dominación burguesa (dictadura de
la burguesía) más allá de la presencia o no
de mayores o menores libertades democráticas. No obstante,
cuando V. I. Lenin perfila el sistema político que se
corresponde con la dictadura del proletariado subraya su
carácter de "poder férreo", pues considera
imprescindible "limitar la participación de los
explotadores y sus aliados". Definió la democracia como
"el Estado que reconoce la subordinación de la
minoría a la mayoría, es decir, una organización llamada a ejercer la violencia
sistemática de una clase contra otra, de una parte de la
población contra otra". Sin embargo, afirmó que en
la sociedad comunista la extinción del Estado
acarrearía también la extinción de la
democracia, en el sentido de que sería destruida toda
violencia
organizada y sistemática y la necesidad de
subordinación de unos hombres a otros, de una parte de la
población a otra, pues estos "se habituarían a
obedecer las reglas elementales de la convivencia social sin
violencia y sin subordinación." Es oportuno señalar
que Lenin definió la dictadura de clase que tenía
lugar en la dictadura del proletariado, no como tiranía,
sino como "violencia organizada" de unas clases sobre
otras.
Carlos Marx concedió gran importancia al tema de
la participación popular en el Estado proletario cuando en
su obra La Guerra Civil
en Francia
afirmaba que, el reencuentro que tenía lugar entre el
Estado y la sociedad civil en
la revolución socialista, se producía a
través de la participación popular. Descubre que
como resultado de la revolución proletaria se establece
una relación entre la sociedad civil y
el Estado, donde este último deja de ser un aparato
parasitario de la sociedad para comenzar a estimular y facilitar
el desarrollo de la sociedad civil, en tanto el poder
político pasa a construirse sobre la base de los intereses
y la participación directa e indirecta de las clases y
sectores sociales anteriormente oprimidos, siendo ésta la
vía de la transformación del poder público
en poder directamente social.
Marx habla de un nuevo tipo de relación entre la
clase obrera y el mundo de la política, a partir de la
conversión de las masas trabajadoras en sujeto de gobierno
encabezadas por la clase obrera, y lo que condiciona ese nuevo
tipo de relación es el hecho de que la nueva sociedad no
se encamina a crear un nuevo régimen de explotación
de clases, sino a la superación de las clases y de la
propia política como atributo de dirección de la
sociedad. Ello hace que la relación gobernantes-gobernados
en política se diferencie cualitativamente de la existente
en el capitalismo ya que el acceso a la dirección de la
sociedad es una conquista de las masas a desplegar de manera
creciente en lo sucesivo, con la peculiaridad de que los
gobernantes surgen de ellas y responden a ellas.
En El Estado y la Revolución, Lenin
desarrolla la idea de que el desmantelamiento de la vieja
máquina estatal burguesa y su sustitución por una
nueva, necesitaba del despertar de la actividad revolucionaria de
las masas populares, de la mayoría de la población
y de la participación activa de estas en los asuntos del
Estado, conjugándose el trabajo
productivo de todos con la participación de todos en la
gobernación del Estado. Asimismo desarrolló la idea
de que el proletariado necesitaba un nuevo tipo de democracia,
proletaria, capaz de servir de forma y de instrumento de la
revolución socialista, definitivamente superior a la
democracia burguesa. Lenin puso en evidencia que la construcción del socialismo estaba
asociada necesariamente al papel decisivo y creciente de las
masas populares, ante todo de las trabajadoras en la
dirección de la sociedad. En Una gran iniciativa
indicaba que la política podía ser concebida como
la participación del sujeto político en los asuntos
del Estado, en la dirección del Estado, determinando las
normas, las
tareas, así como el contenido de la propia actividad
estatal. Por todo esto Lenin ha sido calificado como el
"teórico por excelencia de la participación popular
en el socialismo."
A nuestro modo de ver, en El Estado y la
Revolución Lenin confirma los planteamientos de Marx
sobre la transición del capitalismo al comunismo y su
crítica a la democracia burguesa. En este sentido, Marx
señalaba que el paso del capitalismo al comunismo
requería de un periodo de transición "cuyo Estado
no podía ser otro que la dictadura del proletariado", y
que a la transformación del proletariado en clase
dominante iba aparejada la conquista de la democracia. Haciendo
una fuerte crítica a la democracia burguesa, Lenin
señala que esta, dentro del marco estrecho de la
explotación capitalista, es en esencia una democracia para
la minoría, para las clases poseedoras, y al respecto
afirmaba que "en virtud de las condiciones de la
explotación capitalista, los esclavos asalariados modernos
viven tan agobiados por la penuria y la miseria, que no
están para democracias, no están para
política, y en el curso corriente y pacífico de los
acontecimientos, la mayoría de la población queda
al margen de toda participación en la vida
político-social."
Lenin reconoció que la democracia en la dictadura
del proletariado se convertiría por primera vez en
democracia para los pobres, en democracia para el pueblo, pero
que a la vez implicaría una serie de restricciones
impuestas a la libertad de los opresores, de los explotadores,
siendo esta la modificación que sufriría la misma
en la transición del capitalismo al comunismo.
Al abordar las principales teorías sobre la
democracia, debemos referirnos en alguna medida al debate que
sobre ella tiene lugar en el contexto latinoamericano, sobre todo
a las posiciones principales de la izquierda. En el pensamiento
latinoamericano este debate ha
alcanzado particular relevancia a partir de la década del
80; ello se vincula estrechamente al resurgimiento de los
gobiernos civiles y a la reconstrucción de instituciones
democráticas después de un periodo de dictaduras
militares en la mayoría de estos países. Más
recientemente se vincula con el problema de la crisis del Estado
y el fenómeno de la ingobernabilidad asociado a las
políticas neoliberales, que incrementan los ya agudos
problemas
sociales de la región.
Algunos autores sostienen que este debate se divide hoy
en dos posiciones fundamentales: la que concibe la democracia
como un valor universal desvinculado de las formas de
dominación política de las clases dominantes, con
lo cual desconoce el carácter de clase que contiene el
ejercicio de la democracia; y la posición que concibe la
democracia ligada a un tipo de Estado o dominación (de
corte marxista). La primera, se acoge en esencia, a la tesis de la
existencia de un modelo de democracia válido para todos
los países, sin tener en cuenta sus particularidades y
condiciones históricas, siguiendo los paradigmas de
la democracia liberal de occidente. En este sentido, solo
insisten en el aspecto formal y representativo de la democracia,
dejando a un lado su dimensión social, económica,
cultural, etc. Es una corriente conservadora de carácter
elitista que privilegia los intereses de las transnacionales y de
la burguesía conectada a los mismos, y se coloca de
espaldas a las grandes mayorías y a sus aspiraciones de
justicia
social.
La segunda posición sostiene que la democracia
sólo puede ser una categoría que se construye desde
el campo del poder, es decir, que no puede verse separada del
contenido clasista de la dominación, que está
contenida en proyectos más amplios de dominación
política, y que ninguna propuesta de democracia, por
neutra que parezca, es imparcial respecto del tipo de Estado y
orden de dominación proyectado. De esta manera, se
reconoce que la democracia es válida cuando
política, social, económica y culturalmente da
respuesta a las grandes demandas y soluciona los problemas
endémicos de la región como la pobreza, la
oligarquización del poder, la concentración
económica, la represión, la salud, la vivienda, la educación, etc.
Esta corriente trata de interpretar la democracia como una
"técnica de poder", cuya característica esencial
sería el reconocimiento de la pluralidad en su ejercicio
práctico y cuyo contenido estaría definido por el
grado de desarrollo, no solo institucional, sino también
de los mecanismos de participación, integración, coacción y negociación que se crean para dar respuesta
y satisfacer las demandas sociales, políticas,
económicas y culturales de la sociedad.
Aunque las posiciones de la izquierda latinoamericana no
pueden calificarse como homogéneas, en general han
mantenido en las últimas décadas una noción
de la democracia donde su contenido real sigue siendo la
búsqueda de la justicia social, la redistribución
económica y la participación política,
siendo su objetivo
superar las estructuras de
atraso y subdesarrollo
imperantes en el continente. Ante ella se presenta el reto de
elaborar un proyecto
democrático alternativo al neoliberalismo
capaz de expresar las aspiraciones populares y crear el marco
propicio para las transformaciones políticas, sociales y
económicas que demandan los sectores mayoritarios en estos
países.
Este breve análisis del derecho de
participación política en las principales
teorías sobre la democracia, nos muestra la gran
polémica que a lo largo del pensamiento político-
jurídico ha caracterizado estos fenómenos, lo cual
está condicionada por el carácter marcadamente
clasista e ideológico de estos conceptos dentro de la
teoría política. Ello confirma la tesis de Lenin
de que la lucha de clases también encuentra su
expresión en la lucha de conceptos sobre el Estado y sobre
todos aquellos fenómenos sociales relacionados con la
política y los intereses de clase.
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Datos de la Autora:
DRA. MIRTHA ARELY DEL RIO HERNANDEZ
Nacionalidad: cubana. Fecha de nacimiento: 3 de febrero
de 1964. Graduada en Licenciatura en Derecho en la Universidad
Central de Las Villas, Cuba (1987).
Doctora en Ciencias Jurídicas (2002). Es profesora de la
Facultad de Derecho de la UCLV desde 1988, donde imparte
Teoría del Estado y el Derecho y Metodología de la investigación
social. Ha impartido docencia en Derecho Romano
y Derecho de Propiedad. Ha impartido numerosos cursos de
postgrado sobre Teoría del Derecho, Metodología de la investigación
social, Gobernabilidad en órganos locales del poder
popular. Es miembro del claustro del Diplomado y la
Maestría en trabajo Comunitario, en la UCLV. Es
colaboradora del Centro de Estudios Comunitarios de la UCLV. Ha
investigado en Proyectos de
investigación territoriales y nacionales.
Realizó su doctorado en el Tema del Régimen
jurídico para la participación
democrática.
Categoría: Derecho
Público