… el genio sólo es un
préstamo;
hay que merecerlo teniendo grandes
sufrimientos,
atravesando por ciertas pruebas
firmemente, modestamente;
se acaba por oír unas voces y se
escribe al dictado.
Las palabras – Jean Paul
Sartre
Si las palabras de Sartre son
ciertas, nada es realmente nuestro en este mundo. Y no me pongo
triste.
Lo pensé muchas veces antes de siquiera sospechar
encontrarme algún día con esa cita.
Desde luego, me cabe aclarar que no creo que grandes
sufrimientos y talento vayan necesariamente de la mano; y
oír voces que nos dictan un mensaje no asegura la
coherencia de lo escrito, siendo en todo caso un indicio que nos
alerta de que llegó la hora de mirar con mayor atención nuestro comportamiento.
También debo dejar claro que por tratarse de un
"préstamo", quien disfrute de la condición de
genio, no tiene motivos para la vanidad.
Particularmente, pienso que eso que llamamos genialidad,
no es maravilla, excepción. Es un "préstamo" a
aquellos que aprenden a escuchar, o escucharse, sin
miedo.
Pero pasa que habiendo tanta inclinación a amar
las cosas hechas antes que a hacerlas, a dormitar la siesta
más de lo necesario, y quizá apoyados por una
cómplice pero bien oculta defensa de nuestro afecto al
ocio improductivo, se habla del genio con excesiva pompa. Siempre
señalándolo como una meta inaccesible, una
posibilidad de pocos, un galardón para ciertos
elegidos.
Por otro lado, también recibe el título de
genio la estrella que hacen brillar los medios de
comunicación.
Entonces el mundo tambalea entre el ser y la nada. Se
entreveran la verdad y la mentira; como dice el tango Cambalache
con relación al siglo XX, y también para este,
los valores se
tergiversan en tal manera que termina por ser: "lo mismo un burro
que un gran profesor".
Unas veces el genio es algo superlativo; otras el
resultado de una conveniente campaña
publicitaria. Queda claro, de todos modos, que en ambos
extremos, se deja presente la misma sensación: la
genialidad sería algo para pocos o algo innato, casi un
milagro.
Es innegable la existencia de aquellos que llamamos
genios. Pero me atrevo a negar que se trate de seres
especiales.
Pueden haber tocado el piano, escrito en griego o
contado con una memoria
prodigiosa desde niños,
pero también los ha habido iguales que no
trascendieron.
Negar las diferencias entre las personas es necedad;
sabemos que hay quienes poseen genéticamente una capacidad
intelectual o mecánica marcadamente mayor o menor que
otros.
Pero como conjunto todos somos parejos. La
excepción no es la regla. Los tres ejemplos precedentes de
casos especiales y otros que citaré nos hacen ver que una
misma condición "particular" en distintas personas puede
culminar en resultados opuestos. Esto, de alguna forma, me hace
pensar que cualquier condición puede ser propicia para el
surgimiento del genio
Quizá la existencia de proyectos
especiales como el del Sr. Glenn Doman y el Better Baby
Institute, que a un costo promedio de
U$S500,- para participar de un seminario de una
semana sobre entrenamiento
especial de bebes, prometen capacitar a los niños
para que al salir de allí, y con un específico y
constante trabajo posterior de sus tutores, se transformen en
futuros Mozart , Miguel Ángel o Edison, esté dando
cuentas de que
otros también están dejando de creer en que la
genialidad sea algo excepcional.
Por eso pienso que, hasta la actualidad, la
cuestión quizá pasa por otro lado que es ajeno a
los que llamamos genios. Que el genio no es algo
"especial".
¿Qué es aquello que define al genio?. Y
una sospecha: ¿El genio se determina a sí mismo o
lo determina un tercero?. Si la respuesta a esto fuera: "Un
tercero", surge otra cuestión: ¿Qué grado de
genialidad tiene ese tercero para emitir tal dictamen? o
¿Puede un no genio dar carné de
genialidad?.
Sobre este último interrogante, pienso que aplica
la frase "En el país de los ciegos el tuerto es rey",
quedando claro que para mí un calificador de genios, sin
haberse recibido de genio él mismo, es tan inapto para el
oficio como un clavo de goma ante el concreto.
Como queda dicho, la existencia de conductas
excepcionales en la infancia, no
están necesariamente involucradas en la definición
de genio, dado que: no aplica a todos los casos de genios
conocidos, y se da también en personas que no alcanzaron
esa calificación durante la adultez.
Así vemos que lo que se clasifica como un
niño prodigio, por ejemplo, puede quedar tan solo en
eso… un buen recuerdo de la infancia. Es
probable, inclusive, que no haya una estadística de esos casos que sea
suficientemente amplia como para fijar un criterio unívoco
en este particular.
Hay quienes vinculan al genio con el dolor, con una
desgraciada suerte de periodicidad en lo atinente a tener que
jugar constantemente con las peores cartas, a una
vida familiar atiborrada de problemas
relacionales e inclusive a padecimientos en la salud.
En tal sentido, podría admitir que, cualquiera de
estos elementos, es un disparador de las capacidades ocultas de
un individuo. Pero tanto de las buenas como de las malas. Pero
está lejos de ser el motivo exclusivo del despertar de un
genio. De hecho, estas mismas situaciones también producen
asesinos, enfermos mentales, personas emocionalmente
desequilibradas en sus relaciones personales, resentidos,
dictadores, alcohólicos, drogadictos,
etcétera.
Dijo Miguel de Cervantes, quizá apuntalado en su
propia experiencia personal llena de
padecimientos, que: "La necesidad agudiza el ingenio".
Esto es cierto. Pero tampoco aplica a todos los casos.
Muchos son superados por las necesidades y otros viven ensayando
recetas inútiles frente a problemas
concretos.
¿Será que llamamos genialidad a la
capacidad de sobresalir en la adversidad?.
Pero si esto fuera así, estaría lleno de
genios tras cada héroe de esta vida. Y sabemos que hay
muchos en esta Tierra.
Entonces, ¿Se trata de la magnitud de su labor
sobre la adversidad?.
Si tal fuera el caso, estaríamos tratando la
genialidad en términos cuantitativos en desmedro de otros
alcances menos pródigos. Esto dejaría claro no
sólo la injusticia de su clasificación sino la
existencia real de otros genios o distintas categorizaciones de
estos.
El problema se complica.
¿Qué hace genio al genio?. ¿Existe
el genio o es fruto de alguna forma de creación o de una
exaltación arbitraria de algunos individuos?.
Me viene a la memoria un
aspecto particular de una carta de Leonardo
de Vinci, cuyo contenido escuché durante una programación radial. La misma estaba
dirigida a algún personaje de la realeza. Procuraba
conseguir ser empleado por este señor y a tal efecto
Leonardo exponía en ella sus habilidades
presentándose como ingeniero, escultor, arquitecto, etc.,
y agregando al final del párrafo: "Además, sé pintar"
o "también soy pintor", no lo recuerdo bien.
Discúlpenme los lectores por no poder
reproducirla fielmente. Si alguno de ellos la conoce, veré
con agrado contar con el texto
completo.
Decimos que Leonardo fue un genio en múltiples
aspectos. Pero esto es un hecho básicamente posterior a su
existencia. Por esa carta vemos que,
más allá de ser empleado por cortes importantes,
entre sus prioridades figuraba la necesidad de conseguir
trabajos. Además, incorporar la cita: "Sé pintar",
deja claro que su investidura como genio es bien
posterior.
Desde la antigüedad hasta el presente, una copiosa
cantidad de personalidades ilustres, en distintas ramas del
arte y de
la ciencia,
acompañan a la humanidad y les dictan, por intermedio de
sus obras, los pasos futuros, al menos por un tiempo.
Son los llamados genios.
Muchos de ellos no fueron considerados tales en su
época; pasaron necesidades o simplemente convivieron sin
ser diferenciados en absoluto del resto, aun en conocimiento
de sus creaciones.
Después, algo sopló en el aire la magia de
descubrirlos como genios. Alguien o algunos tuvieron acceso a una
revelación personal que les
abrió los ojos permitiéndoles ver a un ser
excepcional, no apreciado en toda su magnitud en su época,
y salieron a contárselo a los otros. Y ahí
están los genios. Esos muertos intrascendente de ayer,
rescatados del polvo del olvido, para el bien de la humanidad
toda.
Me pregunto: ¿Puede que una forma especial de
publicidad venga
trabajando, desde la antigüedad, en un sistema de
información y divulgación de lo que debe ser
acogido por todos, para decirnos qué debemos valorar y
qué no?. ¿Puede ser que ese mecanismo esté
dirigido por grupos de
poder que
necesitan que una determinada línea del pensamiento
humano sea establecida sobre otra?. ¿Puede que, a veces,
se trate de un medio para atender a una necesidad
económica?. ¿Puede que sirva a un objetivo
político?.
Por otra parte, hay que preguntarse también:
¿Qué lleva a muchos a no reconocer a un genio y a
sólo admitirlo como tal cuando unos pocos privilegiados
así lo establecen?. ¿Somos ineptos a la hora de
diferenciar entre lo valioso para siempre y lo efímero?.
¿No tenemos valores que
nos permitan distinguir lo extraordinario de lo frecuente?.
¿La resistencia al
cambio ataca a los adelantados? o al revés ¿Los
genios son postulados en un momento preciso para sustentar un
cambio que de
otra manera sería resistido?.
Pienso que hay un poco de todo: resistencia
personal, manejo de terceros y amor al ocio
improductivo.
Es obvio que el manejo de los terceros sobre este asunto
es lo que considero más frecuente como factor determinante
del surgimiento de un genio.
Un trabajo específico que eche luz sobre las
condiciones puntuales de una época y su conexión
con los genios que se presentaron ante esas sociedades,
examinando su posible utilización a favor de cierto
valor o
valores
convenientes al momento, es una labor que se presenta como muy
interesante para el esclarecimiento de estas
cuestiones.
Regresando ahora a la frase de Sartre, no
tengo ninguna duda: "El genio sólo es un préstamo".
Pero hay que merecerlo sin bajar los brazos, sin reclinarse a
esperar los aplausos. Es un fruto nacido del propio esfuerzo
personal. Y el acceso o no al reconocimiento público, no
hace mella a la realidad concreta de serlo o no. Estoy convencido
que el planeta ha estado y
está repleto de genios condenados al eterno
anonimato.
Finalmente, si hay quien reconoce genios o quien se
sirve de ello para sus propios intereses… esa es otra historia.
Daniel Adrián Madeiro
Copyright © Daniel Adrián
Madeiro.
Todos los derechos reservados para el
autor.