El nuevo milenio emerge signado de la
globalización de los mercados y de las
comunicaciones
y de la resolución de los conflictos a
través de las relaciones de fuerza entre
individuos, grupos e instituciones
así como, del intento de la homologación de las
culturas que pone en el centro de la educación, la
crisis de las
identidades individuales y culturales.
Se han registrado cambios en el modo de percibir y vivir
la realidad provocando crisis en las
concepciones tradicionales de la identidad, de
manera tal, que el asunto de la identidad, tanto individual como
colectiva, requiere repensar de manera urgentes las formas
más complejas de resolverla.
En medio de este contexto, la cuestión no se
soluciona solo en el plano operativo sino también en el
plano teórico , en tanto demanda de la
discusión de problemática de la identidad y su
formación y la relación con la cultura.
En qué medida las identidades personales y de las
instituciones
se transforman por la cultura y las culturas
Cómo los nuevos paradigmas
culturales pudieran cuestionar la formación inicial y
permanente
Cómo enfrentar los éxitos de la revolución
tecnológica que dan al traste con los modelos
tradicionales enseñanza y aprendizaje y de
formación de valores
Cómo manejar las nuevas formas de convivencia
amenazada por la invasión y fascinación de la
realidad virtual
Sin pretender dar respuestas a estas interrogantes
reflexionamos en torno a la
problemática de la identidad personal y el
impacto de las culturas familiar y escolar en su formación
en la actualidad.
En el trabajo
presentamos teóricamente los conceptos de Cultura Familiar
,Cultura Escolar e Identidad personal. A lo
largo de ese recorrido, destacamos como en el contexto actual
representa un desafío respetar la unidad y la diversidad
de esas culturas sin desconocer los nuevos fenómenos
socio-culturales y apostar por la legitimidad de las identidades
y la aceptación de lo diferente.
– Cultura Familiar Nos referimos a los patrones,
normas
costumbres, mitos, ritos
que caracterizan los vínculos intersubjetivos entre los
miembros del grupo familiar
Esta cultura es experiencial constituye un momento clave en la
formación de los significados de los que se nutre la
identidad.
Dentro de la cultura experiencial en la familia,
los mecanismos que entran en la construcción de significados son: observación e imitación, experiencia
directa y comunicación interactiva.
Para la formación de la identidad personal no
resulta suficiente el
conocimiento adquirido, las representaciones y percepciones
de la realidad que deviene de los vínculos familiares y
que le permiten orientarse en la realidad. Además de esta
dimensión cognitiva debe existir una dimensión
afectiva, y es en esa unidad de lo cognitivo y lo afectivo que la
cultura familiar cobra significado a través de las
vivencias que provocan las experiencias intrafamiliares
reconociéndose como diferente. aunque aparecen los
sentimientos de pertenencia ,la identificación con los
padres y siente que comparte tradiciones, costumbres y patrones
que lo identifican como miembro de esa familia
,
El niño que interactúa saludablemente en
un clima familiar
adecuado adquiere valores de
sociabilidad y se ve favorecido para el desarrollo
cognitivo en el proceso de
aprendizaje.
Todo ello condiciona formaciones como el autoconcepto y la
autoestima, la
concepción del si mismo, la valoración de sus
posibilidades personales y que se propone alcanzar en el futuro.
Las vivencias de un individuo marcan la inteligencia,
la orientan a un fin lo hacen aceptarse como parte de un entorno
particular, comienza el proceso de
formación de su identidad.
La cultura familiar como potenciadora de la identidad
personal. puede contribuir a una cultura para la convivencia no
solo en el ámbito familiar sino que lo trascienda y se
exprese en cualquier escenario social.
En este sentido, la cultura familiar formaría
valores tales
como la tolerancia, que
es la aceptación de la diferencia y la negativa a imponer
criterios por la fuerza de la
autoridad,
ello demanda la
creación de normas familiares
consensuadas y delimitación de las responsabilidades y el
reconocimiento de los derechos de
todos.
Educar es desarrollar plenamente las potencialidades de
la persona. A
la familia
como primer ámbito de encuentro con la cultura le
corresponde un lugar destacado en el proceso de socialización que ha de discurrir desde la
heteronomía hasta alcanzar, al finalizar de su adolescencia,
la autonomía, la diferenciación y la capacidad de
tomar decisiones y responsabilizarse de sus consecuencias y
definir su propia identidad.
Una cultura familiar mediada por estilos de relaciones
de sobreprotección excesiva daña el equilibrio y
la formación de una personalidad
fuerte. Asimismo, la falta de atención o el abandono crearán
disfunciones en el crecimiento y desarrollo de
nuestros hijos.
En este sentido, una cultura familiar efectiva supone la
existencia de la tolerancia que
implica aceptar y también saber renunciar. En las familias
que los valores,
los patrones y las normas no promueven una cultura desarrolladora
pudiera manifestarse lo que han acuñado como el complejo
de Peter Pan, que se manifiesta como el miedo de algunos niños y
niñas, a crecer y a convertirse en adultos, lo que les
hace refugiarse en sus actitudes
infantiles que no estimulan la aparición de la necesidad
de independencia,
ni la búsqueda de identidad característico de la adolescencia.
Por otra parte,en los padres en ocasiones se observa el miedo a
ver crecer a sus hijos , a afrontar el momento de la ruptura de
los vínculos de dependencia y la construcción de su proyectos futuros
y la toma de
decisiones de los hijos que genera mucha angustia y temor en
los adultos.Es comprensible entender ese miedo en los padres que
por demás, ha existo siempre ,no en todos pero si en
muchos.
Hoy a la luz de la
aparición de nuevos agentes socializadores que son hasta
más atractivo en la manera de comunicarse el miedo puede
aumentar y la sensación de pérdida de ese control sobre los
hijos se torna cada día más complejo. Los
jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus
padres han sentenciado, sería ingenuo cerrar los ojos o
intentar educar a nuestros hijos en una cámara al
vacío aislado de todo aquello que pensamos lo pueda
contaminar y nos escandalizamos al escucharlos renegar de
costumbres, normas y tradiciones de la familia ,de su
nación
y soñar con los sueños que le ofertan en mensajes
enlatados y adoptar modelos ajeno
a nuestra cultura que pudiera significar la asimilación o
la integración o la pérdida de los
elementos distintivos de propia identidad.
En consecuencia, los padres responsables propician
espacios para que sus hijos e hijas vayan adquiriendo una
libertad y
autonomía gradual, para que puedan defenderse en la vida
sin depender ni económica, ni emocionalmente de otras
personas, Saber renunciar progresivamente al control sobre
nuestros hijos es un signo favorable de tolerancia. Saber crear
un clima o ambiente
familiar donde las decisiones se tomen tras dialogar y tras
escuchar las razones de todos. En el grupo
familiar, la tolerancia se manifiesta en las situaciones y
conflictos que
dinamizan la convivencia cotidiana y no solo en las decisiones
importantes
Valdría la pena insistir en que el proceso de
autonomía y de formación de la identidad
está aparejado a una responsabilidad creciente sin lo cual sería
difícil alcanzar su proyecto
vital.
Los aprendizajes que se logren en la vida cotidiana en
familia resultan ser fundamental para el desarrollo de la
personalidad.
La cultura familiar no es la única influencia en
la formación de la identidad, con el ingreso del
niño a la escuela, la
cultura que le es propia a esta institución también
impacta en la conformación de esta
formación.
Podríamos definir a la cultura escolar como
aquellos aprendizajes que se dan dentro de la institución
escolar, las pautas de relaciones que se establecen así
como, los significados y comportamientos .Estos aprendizaje se
pretenden provocar a las nuevas generaciones a través de
la institución escolar.
La escuela
debería convertirse en un espacio de encuentro donde se
revelen los elementos de la cultura y donde se conozca la cultura
experiencial de los alumnos derivada de los escenarios sociales
en los que hasta el momento del ingreso a la escuela han
constituido los principales espacios de aprendizaje,
principalmente en la familia, y de esta forma brindar los
conocimientos académicos relacionados y abiertos a la
cultura vivencial del individuo.
La escuela es el centro donde se realiza esta
interacción entre la cultura experiencial adquirida en la
familia y la cultura escolar.
La escuela va a hacer visible la cultura escolar en el
alumno a través del currículum que es la forma de
organizar los conocimientos que se adquieren de manera
planificada y formal, por medio de textos, elaboración
docente, etc.). Existen alumnos que demuestran ser muy capaces de
aprender en la cultura experiencial. Sin embargo, en la escuela
no revelan la misma capacidad, ¿por que se produce esa
ruptura entre vida cotidiana y escuela? ¿cómo
repercuten estas culturas en la formación de la
identidad?
Uno de las dificultades radica en la dicotomía
entre los contenidos de la escuela con la vida cotidiana, al
presentar tal grado de abstracción que carecen del
valor
práctico para ser utilizados en el día a
día. El sujeto aprende las estrategias para
solucionar los problemas en
la escuela, pero el objetivo es
enseñar aprendizajes significativos, conectados con la
realidad social. Son estos contenidos los que nutren, los
verdaderos desarrolladores de la identidad personal.
La vía de asimilación de la cultura es
el aprendizaje
significativo
Vigotsky y Bruner destacan la importancia de crear
espacios de diálogo,
de significados compartidos, entre lo que el alumno trae y
lo que el docente tiene para ofrecerle del conocimiento
de su disciplina.
El aula debe ser un ámbito donde se vincula la
cultura escolar con la experiencial y viceversa, lo ideal es que
cuando el individuo termina su ciclo de enseñanza institucional, interprete la
realidad con la mezcla de los aprendizajes escolares y los
experienciales.
Todo esto se podrá llevar a cabo, si el docente
tiene en cuenta, los conocimientos, intereses y preocupaciones
que tiene el adolescente; y por sobre todas las cosas si tiene
presente que el alumno es un ser social que actúa fuera de
la Institución Educativa.
Dentro de la escuela se ponen de
manifiesto las contradicciones, conflictos y exigencias de los
distintos sectores de la sociedad y por
tanto el escolar va a aprender a vivir dentro de una sociedad de
contradicciones. La escuela no existe cual una isla separada de
la realidad política,
económico y social.
En la actualidad influye en la escuela y en la familia
una cultura con valores deseables, universales y humanistas y
antivalores (consumo,
individualismo extremo, absoluto poder del
mercado), que
pueden también incidir en la construcción de
significados y en la formación de la identidad.
En la edad juvenil el/la joven que
ingresa en la Escuela para cursar estudios superiores trae
consigo las experiencias vividas, integradas a una identidad
personal y cultural definida. En el encuentro con nuevas
identidades tratará de re definir la propia identidad y de
dar respuesta a cuestionamientos esenciales ¿Quién
soy yo? y alcanzar una cierta estabilida de su identidad d que no
cambia en cada ambiente,
relación o situación en que encuentre.
La identidad personal madura es
expresión de la posibilidad del sujeto de establecer
relaciones maduras y de la toma de una opción de vida
estable y una opción de valores significativos; y la
definición y autodeterminación profesional
completan la formación de la identidad al estar en
capacidad de responder a las preguntas: ¿Qué
sentido tiene mi vida? ¿En qué dirección debo orientar mi existencia?
¿Por quién y por qué empeñar mis
esfuerzos?
Negar el papel de la
escuela hoy a pesar de los cantos de sirena de un mundo
globalizado y del poder de los
medios masivos
de comunicación y de las nuevas técnicas
de la información y proponer que los individuos
pueden aprender y desarrollarse solos, que las trabas y
éxitos están marcados por las condicionantes
naturales, resulta algo inoperante, seria incompleta la
formación desconociendo la dimensión social de la
educación
como proceso de interacción interpersonal.
Juegan un papel
preponderante los medios masivos
de comunicación, que en la actualidad constituyen una
competencia para
la escuela, ya que estos son un canal mucho más poderoso y
atractivo de proveer información (cultura de la imagen). El
estudiante llega a la escuela no sólo con la cultura
familiar sino también con un fuerte influjo cultural,
proveniente no solo de la cultura local sino internacional,
producto de la
globalización en la que estamos
insertos.
La identidad personal se construye en una cultura
particular que representa el ambiente privilegiado para definir
la especificidad de cada individuo. La identidad deviene de un
proceso complejo de una historia personal,
construida en el interior de la trama de relaciones
interpersonales y de interacciones múltiples con el
ambiente, partiendo de la elaboración de los modelos de
los adultos en primer lugar madres, padres y los maestros como
agentes sociales de las culturas familiar y escolar.
La formación de la identidad personal transita
por diferentes procesos
La identificación, el sentimiento de
afirmación, de pertenencia y de valoración del
grupo familiar, territorial al que pertenecen los sujetos
constituye el primer momento en este recorrido. Los indicadores de
este componente son: el orgullo en relación con ese grupo,
la importancia dada a tal pertenencia y su participación
de sus tradiciones culturales.
http://www.intratext.com/IXT/ESL0276/E.HTM
La exploración, o sea, la actividad de
búsqueda y valoración de las posibles alternativas
identificativas, por medio de la propia cultura o a través
de actividades diferentes permiten la comprensión y al
aprecio de la propia familia territorio Eso supone tanto una
exploración, un conocimiento
de las características del propio grupo de
pertenencia y de las características de otros grupos.
El compromiso tiene en cuenta la significación
que la pertenencia a un grupo familiar o territorial reviste para
la elaboración de la imagen de
sí.
A la par, con estos procesos hay
que considerar la confrontación social y cultural con los
demás grupos. Un indicador de análisis importante se manifiesta en las
actitudes de
favor o en contra ante las relaciones con personas pertenecientes
a otros grupos.
En el momento que el sujeto se inserta en el contexto de
otras culturas pone en práctica la integración o la inmersión en la
cultura de su propia época:
La asimilación como tendencia privilegia la
cultura hospedante y no la de origen, lo que propiciaría
aculturación y la integración. De forma tal, que el
sujeto tiende a adecuarse a las expectativas del contexto
cultural en que debe
insertarse. Lo más dañino es hiperbolizar
todo lo que proviene
de una cultura diversa, olvidar su propia cultura, aprender y
adoptar la lengua del
lugar y se hacer lo que hacen los demás. El peligro mayor
radica en la pérdida de la identidad para adaptarse a la
repercusión que los otros y los cambios tienen en el
sujeto.
La integración se produce en el
intento de insertase a ese estilo de vida del ambiente cultural
renace el reconocimiento de su propia identidad, el no abandono
total y la aceptación tolerante de las diferencias entre
culturas.
En la separación a diferencia de los procesos
anteriores se privilegia la pertenencia a la cultura de origen y,
por consiguiente, el sujeto se margina, que aislado le provoca un
empobrecimiento espiritual en lo afectivo, lo relacional y lo que
pudiera conllevar a conflictos destructivos.
Para una mejor comprensión de este asunto hay que
considerar el carácter
interactivo y dinámico de la identidad, así como el
papel del otro en la representación de la identidad
cultural. En este sentido, conservando la propia originalidad,
inevitablemente en la interacción se modifican y se
transforman los rasgos distintivos y significativos Por tanto en
el encuentro con otras culturas se reorganizan de los
rasgos
distintivos identificadores. En consecuencia, al asumir las
diversidades las podrían aceptar acríticamente
homologándose o rechazarlas.
En la formación y reaprobación de la
identidad, se destacan tres referentes implicados que
habría que cuidar: el espacio geográfico, el
espacio corpóreo y el lingüístico el
niño las modificaciones en estos tres
ámbitos:
- El espacio geográfico donde se inscribe el
espacio ambiental, en particular el familiar. En este caso se
inscribe la significación de la cultura familiar con sus
simbolizaciones e imaginaciones;
- El espacio del cuerpo asociado a la experiencia
del sí corpóreo. Toda cultura familiar, territorial
posee su propia forma de concebir el espacio corpóreo, los
límites
de la intimidad, las condiciones de la conversación, las
maneras de recibir, de comer, de cuidar la higiene del
propio cuerpo: ésta dimensión es difícil de
modificar y elaborar;
-El espacio lingüístico incluye junto a la
lengua, los
sistemas de
comunicación no verbales y de significados. La cultura
familiar en los primeros momentos del desarrollo
humano y a partir del ingreso del niño en la escuela,
la cultura escolar repercuten decisivamente en la
conformación de este espacio.
Un adecuado proceso de individuación y de
reelaboración de la identidad personal y cultural de cada
persona se
puede lograr si se atiende a los tres espacios. De no
considerarlos favorecería la ocurrencía de
alteraciones de la identidad que en ocasiones no son catalogadas
como tales. En la actualidad hemos observado en los adolescentes
en sentimientos de frustración, o de inferioridad al no
responder a las exigencias lingüísticas o
geográficas, asociada a menudo a prejuicios y
estereotipos. Asimismo, el desconocimiento del espacio
corpóreo provoca problemas en
la esfera emocional, afectiva y sexual, además de las
alteraciones de la esfera alimentaria, como la anorexia o la
bulimia por la
aceptación de su imagen corporal y el deseo de asimilar
otros patrones de belleza corporal que promueven los medios
masivos de comunicación y que al incorporarla el joven
decide emprender las acciones
necesaria que lo acerque al modelo a
imitar.
La identidad no permanece estable sino que en su
dinámica devienen distintos
recorridos;
Es importante el momento de reapropiación de la
identidad que ocurre por la sucesiva consciencia de la propia
identidad personal y cultural tanto a nivel cognitivo como a
nivel afectivo (las vivencias, las experiencias, la memoria), y
relacional.
La apertura a los otros y a otras culturas favorece una
interacción adecuada. El sujeto aprende a convivir en el
respeto de las
diversidades de cultura, de edad y de formación, y se
eleva su autoestima al
reconocer sus valores y apreciar sus raíces.
La cultura escolar desempeña un papel importante
en este proceso ya que se le concede atención a la simbolización de las
experiencias, o lo que lo mismo al grado de elaboración
cognitiva y de consciencia de sí mismos y de las propias
experiencias, de los hechos y de los acontecimientos, de los
símbolos y de los códigos de la cultura propia.
Este proceso requiere de la maduración de un pensamiento
lógico formal, que le permita trascender lo concreto y de
lo visible, para a atrapar el núcleo del sentido las
experiencias y encontrar el tronco une a su historia.
La aceptación de la historia propia, las personas
encontradas, las relaciones establecidas, las experiencias, de
los problemas resueltos, los significados y reflexiones sobre los
mismos, lo que hemos logrado, lo no alcanzado. Todo ello
representa la identidad personal.
En un mundo donde predomina un modelo social
que se caracteriza por el conformismo; la apatía; la
ausencia de valores; el individualismo exacerbado; la anomia,
entendida como desvertebración social, incumplimiento de
las normas y la negativa a aceptar y asumir los deberes
cívicos; la intolerancia; y la manifestación de
actitudes y acciones
violentas, racistas y xenófobas nuestra realidad social y
las voces de muchas personas abogamos por aunar los esfuerzos
porque impere una sociedad más justa en la cual la
diversidad cultural signifique el enriquecimiento de todos y no
la relación jerárquica de unas culturas superiores
e inferiores. Donde no halla espacio para los prejuicios, los
dogmatismos y la intolerancia están presentes en el
comportamiento
social de todos y cada uno de nosotros.
En este empeño es preciso el reconocimiento de la
diferencia como derecho y de que la convivencia con quienes son
diferentes supone un enriquecimiento personal y promover una
visión integradora a la comunidad en que
vivimos y ello sea característico de las culturas familiar
y la escolar.
No sería oportuno el aislamiento permanecer
distante a los cambios ,mientras más cerrada sea una
comunidad
más densa será la capa impermeable que genere para
protegerse de las influencias externas, dividiendo de forma
simplista el mundo entre un nosotros perfecto y respetuoso con la
tradición y un ellos contaminador y degradante. El
más universal de los cubanos José Martí dice
en el comienzo de su libro
«Nuestra América»: «Cree el aldeano
vanidoso que el mundo entero es su aldea».
Desgraciadamente, pese a la universalización que
caracteriza el siglo XXI, la descripción de Martí sigue siendo
actual.
A tenor con el respeto a todas
las culturas vale manifestar aunque ofenda a algún
postmoderno, que ese respeto no puede ser ajeno a la exigencia
del cumplimiento de los derechos humanos
y a la dignidad inalienable de todas las personas, a las
identidades, sin excepción. Esto es, que las identidades
personales prevalezcan sobre las pautas culturales de sus
comunidades.
La Tolerancia, aunque pueda parecer paradójico,
va intrínsecamente vinculada a otros valores y
fundamentalmente a la autonomía. Difícilmente
alguien heterónomo será tolerante. Quien sepa
autocontrolarse, dominarse y posea una identidad definida
estará en condiciones de abrirse a otras perspectivas y de
establecer relaciones personales y sociales con quienes, siendo
diferentes, son iguales en derechos.
El grado de tolerancia y la convivencia en la Escuela lo
descubriremos mucho más atendiendo al curriculum
oculto que al expreso.
En la familia no solo los mensajes explícitos
sino los contenidos latentes en los discursos y en
los comportamientos pudieran indicar cuanto estimulamos una
cultura para la convivencia y la cotidianidad.
Por otra parte,resulta relevante si los padres y madres,
profesores o profesoras establecen relaciones de paridad en el
trato y la exigencia con los hijos e hijas, o los y las
estudiantes. Desde esas conductas en el hogar y en la escuela
podemos observar como se diseñan la aceptación, o
el rechazo el sentimiento de pertenencia o no hacia la identidad
de género
u otras identidades.
Desde estas páginas proponemos más
diálogo
y tolerancia en las relaciones familiares y escolares, mayor
protagonismo de los escolares en el proceso de enseñanza
aprendizaje en función de
un proceso de educación
desarrollador que afecte también al curriculum
oculto, el desarrollo de Escuelas de Padres y Madres abiertas a
la colaboración con la escuela y la comunidad en la
búsqueda de potenciar nuestros impactos en la
formación de la identidad de las nuevas generaciones de
este mundo complejo y hermoso en el que vivimos comprometidos
porque ellos y nosotros contribuyamos a un desarrollo social
sostenible.
- Ainsa F. (1997) El desafío de la identidad
múltiple en la sociedad globalizada. Cuadernos
americanos 63, Nueva Epoca, vol. 3, pag.
61-78. - De la Torres C. (2001) Identidades. Una mirada desde
la Psicología. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura
cubana Juan Marinello. - García M. y Baeza C. (1996). Modelo
teórico para la identidad culatural. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura
cubana Juan Marinello. - Ibarra L. (2002). Educar en la Escuela, Educar en la
Familia: Realidad o Utopía. Departamento de
Publicaciones, Fac. de Ciencias
Psicológicas, Univ. Guayaquil Ecuador.
Dra. Lourdes Ibarra Mustelier
Facultad de Psicología
Universidad de La Habana