Al leer a Don Quijote
oímos un tipo de risa que se remonta a los sainetes
medievales. Nos causa hilaridad cuando el caballero de la triste
figura se pone esa bacinilla como yelmo y la persistente necedad
de Sancho Panza, su fiel escudero.
Sin embargo, al lado de aquel humor a menudo estereotipado,
cruel, Cervantes nos
brinda una comedia muy diferente… En uno de los
capítulos un hacendando invita a Don Quijote a su finca,
donde vive con su hijo poeta.
Éste, aún más lúcido que su padre,
de manera instantánea se da cuenta de la chifladura de Don
Quijote y prefiere conservar la distancia con él. Don
Quijote entonces le pide al muchacho que recite alguno de sus
versos y en cuanto empieza a declamar, se deshace en halagos,
complacido de escucharlo. Cosa que deslumbra al muchacho, porque
con ello comprueba la genialidad del caballero y pronto olvida
que está mal de la cabeza.
Ahí vale preguntarse quién es en realidad el
loco, si el propio Don Quijote, o el lúcido poeta que cree
en los elogios del loco. ¿Sí ven? Es lo que yo
llamo otra suerte de comedia y en medio de toda una novela.
Más delicada e infinitamente preciosa… No nos
reímos porque a alguien lo ridiculicen, porque se burlen
de él y lo humillen.
Si no porque Cervantes escribió la máxima obra
de la literatura
española con sentido del humor. Octavio Paz
decía a propósito, que el humor no nace con el ser
humano. Que el humor es una adquisición de la cultura de la
era moderna.
El humor no es una chispa que se lanza para resolver una
situación confusa en una historia sin un claro
desenlace. Su discreta luz fulgura en el
vasto paisaje de la vida. Detengámonos de nuevo en el
episodio que les acabo de contar, como si lo viéramos en
cine: El buen
hombre trae a
Don Quijote a su morada y le presenta a su hijo, quien ahí
mismo, con gestos postizos le demuestra su falsa superioridad al
invitado.
Pero esta vez ya sabemos a qué atenernos, cuando al
jovencito se le suban más los humos al oír las
alabanzas de Don Quijote, por los versos declamados. Notamos que
su comportamiento
es pretencioso, inapropiado para su edad: Cómico,
ridículo desde el principio.
Fragmento de El Sentido del humor en el "vasto
paisaje de la vida"
Milán Kundera
El sentido del humor es una frase que se escucha con
frecuencia pero que muchas veces no se tiene clara su
definición y se confunde con lo cómico.
La palabra humor proviene de la palabra latina umor y del
vocablo medieval humor, siendo ambos términos
médicos que significan disposición biológica
o temperamento. El humor se define comúnmente, y no
sólo en psicología, como
estado de
ánimo, disposición del espíritu o del
carácter. Es por tanto, un estado emocional
o afectivo de relativa larga duración que determina en un
individuo el
realizar ciertas asociaciones mentales con cosas agradables o
desagradables, según el humor que posea un momento
dado.
Humorismo
Es una organización afectiva, puramente subjetiva.
Su objetivo es la
integración, la unificación de los
enlaces cómicos de la realidad, a través del
conocimiento
emocional e intuitivo y de una elaboración
fantástica del mundo del humorismo.
El humor es así, crítica
contundente a todas las cosas de la vida, poniendo al desnudo lo
ridículo que hay en ellas. Surge cuando se da la ruptura
abrupta de la isotopía. El humorista se dirige a los valores
visibles, a lo importante, a lo nimio, busca errores, prejuicios
y nulidades, es jugar con los valores
esenciales, sin apoyarse en nadie ni en nada.
Según Freud, "la
esencia del humor consiste en que uno se ahorra los afectos que
la respectiva situación hubiese provocado normalmente,
eludiendo mediante un chiste la posibilidad de semejante
despliegue emocional". De esta manera el Yo rehúsa dejarse
ofender y elude el sufrimiento mediante el humor, triunfando
así el principio del placer.
El Chiste encarna una situación insostenible,
una especie de prueba de resistencia sobre
la realidad. Los chistes nos
hacen reír cuando sacuden la aterradora hiperseriedad. Los
chistes obscenos tratan generalmente de degradar, inhibiendo los
valores que conciernen al sexo. Las
bromas provocan risa cuando consiguen zarandear las poses
intimidatorias de solemnidad o dignidad que
adopta la gente.
La tosquedad y la torpeza pueden resultar divertidas cuando
rompen la opresiva formalidad de las convenciones.
Los juegos de
palabras y los retruécanos, al jugar con la rigidez del
lenguaje,
producen risa.
En la Ironía el sujeto guarda para sí su
juicio desfavorable, manifestando una actitud
opuesta a su juicio de valor. Su
efecto cómico atenúa el sentido agresivo del
ironista.
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