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Riego localizado subterráneo




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    1. Revisión
      bibliográfica
    2. Referencias
      bibliográficas

    1.
    INTRODUCCIÓN

    El rápido crecimiento de la población mundial ha hecho que el empleo
    eficiente del agua de riego
    sea de importancia vital, particularmente en los países
    más pobres donde el mayor potencial para aumentar la
    producción alimentaria y los ingresos rurales
    se encontraría frecuentemente en las zonas de
    riego.

    En las dos últimas décadas del siglo XX,
    la adopción
    de tecnologías de riego de alta eficiencia o de
    riego localizado, en Chile, ha
    presentado un crecimiento significativo, fundamentalmente por la
    incorporación de cultivos de alta rentabilidad
    asociada por lo general, a la actividad de exportación.

    En el caso específico de cultivos
    hortícolas, el desarrollo de
    la tecnología de riego, no sólo se ha
    sustentado en aspectos de rentabilidad,
    sino también en criterios técnicos de manejos de
    cultivos en relación al agua de riego.
    Existiendo una necesidad de hacer más eficiente la
    aplicación y aprovechamiento del agua por parte del
    cultivo y a la vez de disminuir las pérdidas por
    evaporación desde el suelo.

    En el caso del tomate (Lycopersicon licopersicum), el
    riego es importante para que exista una disponibilidad de agua
    suficiente para la germinación, trasplante y un
    crecimiento temprano, que es esencial para una buena calidad de
    producción, por lo que en estas etapas es
    indispensable un manejo óptimo del riego.

    En la presente investigación se utilizará el
    cultivo del tomate, debido a que es la hortaliza más
    cultivada en el país.

    Para tener una eficiente aplicación del agua, se
    recurre al riego localizado, que consiste en aplicar el agua a una
    zona más o menos restringida del volumen de
    suelo que
    habitualmente ocupan las raíces.

    Son ampliamente conocidas las ventajas del riego
    localizado, entre las que se destacan: mejor aprovechamiento del
    agua, mayor uniformidad de riego, menor infestación de
    malezas, ahorro de mano
    de obra, entre otras.

    A partir de 1989, en Estados Unidos,
    en el Estado de
    Kansas, se han desarrollado una serie de estudios e investigaciones
    en la tecnología del riego localizado
    subterráneo. Actualmente éste tipo de riego
    sería uno de los sistemas de riego
    más novedosos existentes en el mercado.

    Una de las ventajas que presenta es la mejor eficiencia de
    regadío, localización del uso de fertilizantes,
    menor incidencia de enfermedades fungosas, menor
    gasto en herbicidas, mayor vida útil que los sistemas
    tradicionales y permite el uso de aguas residuales que han sido
    previamente filtradas.

    No obstante, existen una serie de problemas que
    se plantean a la hora de trabajar bajo tierra, como
    las obstrucciones por entrada de raíces, succión de
    partículas y la falta de conocimientos suficientes para
    solucionar diversos inconvenientes, ya sea hidráulicos o
    agronómicos, como por ejemplo, la profundidad de
    instalación de la tubería de riego, la cual es una
    interrogante que en algunos cultivos es una pregunta sin
    respuesta.

    2. REVISIÓN
    BIBLIOGRÁFICA

    2.1. Agua en el suelo

    El agua no sólo es de importancia directa para
    las plantas sino que
    juega muchos roles en el suelo, actuando como disolvente,
    hidratante, amortiguador de temperatura,
    agente dilatador y debilitador de estructura del
    suelo, entre otros. Un alto contenido de humedad facilita el
    movimiento y
    distribución de agua y solutos en el perfil
    de suelo (Terrón y Hernández 1992).

    2.1.1. Características físicas del
    suelo

    Fuentes (1998), señala que el suelo es un
    sistema
    complejo, compuesto por partículas sólidas
    (minerales y
    orgánicas), agua con sustancias en disolución
    (formando la solución del suelo) y aire. El aire y la
    solución del suelo ocupan los espacios o poros
    comprendidos en la matriz
    sólida.

    Muchas son las propiedades del suelo que afectan a la
    retención del agua en

    él mismo, destacando entre todas, la textura,
    estructura y
    porosidad (De Santa Olalla y De Juan Valero 1993).

    La porosidad está muy relacionada con la textura,
    pero depende también en gran medida, del grado de
    agregación (influenciado por el contenido de materia
    orgánica y coloides inorgánicos) o la
    compactación que presente (De Santa Olalla y De Juan
    Valero 1993).

    Según Kramer (1989), existen dos clases de poros
    determinados por su dimensión; los poros grandes o "no
    capilares", que no retienen fuertemente el agua por
    capilaridad, y los poros pequeños, "capilares", que
    sí la retienen. Los poros que no son capilares atraen
    libremente el agua después de lluvias o riego, y se supone
    que normalmente están llenos de aire. Los poros capilares
    contienen el agua que queda después de que la mayor parte
    del desagüe libre se halla efectuado, o sea el agua retenida
    en el suelo a capacidad de campo.

    2.1.2. Estado
    energético del agua en el suelo

    Desde un punto de vista de la producción
    agrícola, junto con el contenido de agua de un suelo, es
    imprescindible conocer también la energía con que
    el agua está retenida, ya que el movimiento de
    la misma hacia a la planta, la atmósfera y otras
    zonas del suelo es un proceso
    regulado por diferencias de estados energéticos (De Santa
    Olalla y De Juan Valero 1993).

    El potencial hídrico es una magnitud que expresa
    la energía libre del agua cuando ésta entra a
    formar parte de diversos sistemas, tales como suelo, planta y
    atmósfera.
    Este potencial viene determinado por la presión a
    que está sometida, su actividad y gravedad. Se mide en
    relación a un potencial de referencia, que vale cero y que
    corresponde al agua pura, libre, y a la presión
    atmosférica (Fuentes
    1998).

    De Santa Olalla y De Juan Valero (1993), señalan
    que el potencial del agua en el suelo se puede descomponer en una
    suma algebraica de distintos campos de fuerzas que contribuyen al
    potencial total, y así para un suelo isotérmico se
    pude descomponer en potencial matricial, gravitatorio, de
    presión y osmótico. Baver et al. (1980),
    señalaron además, la existencia de otros
    potenciales, como son el neumático y el de
    sobrecarga.

    El agua se desplaza espontáneamente (sin aporte
    externo de energía) desde los sitios de mayor potencial
    hacia los sitios de menor potencial, siendo el flujo directamente
    proporcional a la diferencia de potencial, salvo que ocurra
    algún obstáculo en el camino (Fuentes
    1998).

    En presencia de un suelo saturado, el movimiento del
    agua está gobernado por los potenciales de presión
    y gravitacional. Pero cuando el suelo comienza a secarse, suelo
    no saturado, los potenciales que dominan en el suelo son el
    mátrico y el gravitacional (Baver et al. 1980)

    2.1.3. Estado del
    agua en el suelo

    Cuando un suelo ha tenido un aporte de agua (lluvia o
    riego) abundante, una parte del agua recibida, llamada agua
    gravitacional, se infiltrará por gravedad, y se
    perderá hacia capas más profundas en poco tiempo. El resto
    del agua, sin embargo, será retenida entre las
    partículas del suelo, denominada agua capilar, y
    estará en un principio disponible para ser absorbida por
    las raíces, aunque una parte puede perderse por
    evaporación directa a la atmósfera (Pérez y
    Martínez 1994).

    Desde el punto de vista de su utilización por las
    plantas existen
    diferentes estados del agua en el suelo. La capacidad de campo
    (CC) es entendida como el contenido de agua en el suelo
    después de estar saturado y haber perdido la
    fracción gravitacional, pero conservando la capilar. Si no
    hay aportes nuevos de agua, el suelo se irá secando en el
    transcurso de los días, y cuando sólo quede una
    cantidad tan escasa que las plantas no sean capaces de absorber,
    estas mostrarán signos de marchitamiento que no se
    recuperarán al ponerlas en un ambiente
    saturado de humedad. En este caso se dice que el suelo
    está en su punto de marchitez permanente (PMP). El PMP de
    la mayoría de las plantas corresponde a un suelo con un
    potencial de – 1,5 bar (Pérez y Martínez
    1994).

    El agua disponible para el cultivo propuesto por
    Veihmeyer y Hendrickson (1931), citado por Benavides (1994),
    correspondiente a la humedad igualmente aprovechable, está
    comprendida entre la capacidad de campo y el punto de marchitez
    permanente. Sin embargo, Richards y Wadleigh (1952), citado por
    Benavides (1994), obtuvieron evidencia que a medida que la
    humedad disminuía, se reducía su disponibilidad.
    Particularmente, Kramer (1989), describe un modelo en el
    cual, la disponibilidad es máxima hasta que se consume
    aproximadamente un 50% de la humedad aprovechable. No obstante,
    las modernas programaciones de riego están generalmente,
    basadas en lograr que el agua esté fácilmente
    disponible para las plantas, de tal modo los aportes de agua se
    realizan cuando el potencial de agua del suelo alcanza en la zona
    de máxima actividad radicular, un valor
    previamente fijado en función de
    la especie cultivada, estado vegetativo, el tipo de suelo y la
    demanda
    evaportativa. De este modo se permite que las plantas reduzcan el
    contenido hídrico del suelo desde la capacidad de campo
    hasta el potencial predeterminado, esto significa que, se permite
    un agotamiento del agua disponible hasta un determinado
    porcentaje de su totalidad (De Santa Olalla y De Juan Valero
    1993).

    2.1.4. Movimiento del agua dentro de los
    suelos

    El comportamiento
    del agua en el suelo depende, de propiedades particulares y de
    las fuerzas que actúan sobre ella, incluyendo aquellas que
    se oponen al movimiento. Estas a su vez dependen, de la geometría
    de los poros y de la interacción entre el agua y las
    superficies sólidas con las que está en contacto
    (Terrón y Hernández 1992).

    Rara vez el agua del suelo está en reposo, siendo
    la dirección y rapidez de su movimiento de
    fundamental importancia en muchos procesos que
    tienen lugar en la biosfera. El
    flujo del agua en el suelo es un caso especial de un problema
    mayor de líquidos en medios porosos
    (Baver et al, 1980).

    La cuota de infiltración de agua en el suelo es
    un factor extremadamente importante para la recarga de humedad
    del suelo mediante lluvia o riego (Kramer 1989).

    A medida que el agua, tanto de lluvia como de riego, va
    infiltrándose en un suelo homogéneo, según
    Santibanez (1994), se producen tres zonas de mojamiento: 1) La
    capa superior saturada, que recibe el agua. 2) Zona intermedia,
    donde la humedad es homogénea y el suelo está casi
    saturado. Y 3) Zona o frente de humedecimiento, el contenido
    hídrico desciende abruptamente desde casi saturado a la
    humedad inicial.

    Kramer (1989), señaló que los factores que
    afectan la infiltración son el contenido hídrico
    inicial, la permeabilidad superficial, características internas del suelo (tales
    como espacio poroso), y el grado de hidratación de los
    colóides del suelo, debido a que este reduce el
    área de corte seccional de las partículas de
    arcilla disponible para la entrada de agua.

    Las características de permeabilidad de los
    suelos cambian
    frecuentemente durante la infiltración, no solo debido al
    contenido hídrico creciente sino también por un
    "amasamiento" de la superficie causado por la reordenación
    de las partículas superficiales y el lavado de las
    partículas finas que penetran así en el suelo
    (Kramer 1989).

    En relación al movimiento del agua, ha sido
    costumbre establecer la diferencia entre flujo saturado o
    conductividad saturada, y flujo no saturado o conductividad
    capilar (Kramer 1989).

    2.1.4.1. Flujo Saturado

    En las condiciones ordinarias del suelo es posible
    tratar el flujo del agua saturado, como un proceso en
    equilibrio
    dinámico, bajo condiciones isotérmicas (Benavides
    1994).

    Según la teoría
    del movimiento del agua líquida, basada en la ley de Darcy, la
    cantidad de agua que pasa por una unidad de sección
    transversal de suelo es proporcional a la diferencia de carga
    hidráulica. Si la carga hidráulica es reemplazada
    por la diferencia de potencial total y se introduce un
    coeficiente de proporcionalidad, según Kramer (1989), la
    ecuación resultante es:

    V = K * I (1)

    Donde:

    V = velocidad del
    flujo (cm/min).

    K = conductividad hidráulica
    (m/día).

    I = gradiente hidráulico (cm/cm).

    La velocidad por
    tanto depende de dos factores: el gradiente hidráulico que
    es independiente del tipo de suelo, y la conductividad
    hidráulica o permeabilidad, la cual es una propiedad muy
    importante porque engloba el conjunto de las propiedades del
    suelo transmisoras de agua; depende del número y
    diámetro de los poros (Pizarro 1985).

    Los canales de flujo en un medio poroso como el suelo
    son mucho más complicados que cilindros y hendiduras, de
    modo que las ecuaciones
    racionales de flujo serían más complejas (Baver et
    al. 1980).

    En condiciones de saturación, el potencial
    hidráulico queda determinado por la suma de los
    potenciales de presión y gravedad, cuyo gradiente
    inducirá flujo de agua en la región saturada
    (Benavides 1994). Además, Baver et al. (1980)
    señalan, que en la conductividad hidráulica
    intervienen además, las propiedades del líquido y
    la naturaleza del
    canal de flujo.

    Con respecto al movimiento del agua, en el flujo
    saturado, no se incluye la viscosidad
    explícitamente en la ecuación, a menos que la
    temperatura
    sea un factor de notable importancia (Baver et al.
    1980).

    2.1.4.2. Flujo no saturado

    Si el agua del suelo está en condiciones de
    presión negativa o de potenciales negativos, se produce
    una fase de aire y el canal de flujo es notablemente modificado
    (Baver et al. 1980).

    En los suelo no saturados se presentan dos diferencias:
    la primera, en que el potencial de presión es nulo por lo
    que el movimiento del agua está dominado por los
    potenciales gravimétricos y mátrico. De acuerdo a
    este último potencial, las fuerzas generadas son muy
    superiores a las del potencial gravitacional, por lo que el agua
    se mueve con respecto a los potenciales mátricos. Y en
    segundo lugar, la conductividad hidráulica (K) de la
    fórmula de Darcy ya no es constante, sino que depende del
    contenido de humedad (θ) del suelo (Pizarro
    1985).

    De acuerdo al autor, la ley de Darcy se
    puede aplicar al caso de no saturación:

    V = – K(θ) * I (2)

    Donde:

    V = velocidad del flujo (cm/min).

    K(θ) = conductividad hidrαulica a distintos
    contenidos de humedad (m/dνa).

    I = gradiente hidráulico (cm/cm).

    2.1.4.3. Movimiento ascendente o
    "capilar"

    Pizarro (1996), señala que como consecuencia de
    la evaporación y transpiración, las capas
    superiores del suelo pierden humedad, hacia a la atmósfera
    en forma de vapor de agua. De esta manera se produce una
    diferencia de potencial entre las capas superiores y las
    inferiores del suelo, lo que provoca un movimiento capilar
    ascendente del agua, que tiende a igualar los contenidos de
    humedad.

    Terrón y Hernández (1992) señalan
    que el espacio de poros del suelo puede considerarse como un
    sistema de tubos
    irregulares interconectados, dentro de los cuales el agua puede
    ser retenida por las fuerzas capilares, y ser arrastrada de la
    misma forma que dentro de un tubo capilar. En un capilar
    cilíndrico vertical la altura de ascensión del agua
    puede determinarse igualando las fuerzas ascendentes y
    descendentes dando según el autor, la fórmula para
    el ascenso capilar:

    h = 4* T/g * p *d * cos α
    (3)

    Donde:

    h = altura de ascenso capilar (cm).

    T = tensión superficial (N).

    g = fuerza
    gravitacional (N).

    p = la densidad del agua
    (gr/cm3).

    d = diámetro del capilar (cm).

    α = αngulo de contacto entre el agua y el
    suelo (usualmente es asume cero, por tanto, frecuentemente se
    desprecia).

    Introduciendo valores
    reales, los mismos autores señalan que la fórmula
    se reduce a:

    h = 3 x 10-5 /d
    (4)

    Donde:

    h = altura de ascenso capilar (cm).

    d = diámetro del capilar (cm).

    En el régimen de flujo ascendente el gradiente
    matricial presenta signo contrario al del gradiente gravitacional
    y debe ser mayor que este valor absoluto
    a fin de que haya flujo ascendente (Baver et al.
    1980).

    Comparando suelos de
    diferente textura, cuanto mayor es el contenido de arcilla, mayor
    es el volumen total de
    poros, pero los poros dentro de los agregados de arcillas son muy
    finos y, por tanto, la fuerza capilar
    puede ser muy grande. Conforme se seca el suelo, no solo la
    planta no es capaz de extraer agua sino que la velocidad del
    movimiento hacia la superficie de la raíz desciende
    rápidamente conforme se vacían poros
    progresivamente más finos, y cuando el ritmo de suministro
    baja por debajo de las necesidades de la planta puede darse el
    marchitamiento (Terrón y Hernández
    1992).

    2.1.4.4. Redistribución del agua en el perfil
    del suelo

    Al considerar solamente el flujo en sentido vertical, el
    equilibrio se
    alcanzará cuando el gradiente de potencial
    hidráulico sea nulo, es decir, cuando los potenciales
    gravitatorios y matriciales sean en todos los puntos iguales y de
    signo contrario. (De Santa Olalla y De Juan Valero
    1993).

    Para el caso de movimientos del agua en sentido
    horizontal, el equilibrio se obtendrá cuando todo el suelo
    esté al mismo potencial matricial (De Santa Olalla y De
    Juan Valero 1993).

    Si en el suelo existe una capa freática, entonces
    el potencial total del agua en la superficie del suelo, es
    generalmente menor que el potencial en la lámina de agua
    freática, y habrá pues, un ascenso de agua hacia la
    superficie (De Santa Olalla y De Juan Valero
    1993).

    <>

    Hiller (1982) señala, que un suelo que se ha secado
    hasta un potencial de equilibrio estará notablemente
    más húmedo que el que ha sido humedecido hasta el
    mismo potencial. La intensidad del flujo en el sistema se hace
    más y más lenta con el tiempo a causa de
    la disminución del gradiente hidráulico y de la
    conductividad total no saturada a medida que el sistema se acerca
    al equilibrio.

    2.2. Agua en la planta

    El agua es esencial para la supervivencia y el
    crecimiento de las plantas. En contraste con la mayoría de
    los nutrientes que son retenidos en la planta, la
    característica del agua es su flujo desde el suelo a
    través de las raíces y tallos a las hojas y de
    ahí al aire (Terrón y Hernández
    1992).

    La mayoría de los procesos
    vegetales están directa o indirectamente afectados por el
    abastecimiento de agua. Se puede destacar, dentro de ciertos
    límites, que la actividad metabólica
    de las células y
    plantas se encuentra en estrecha relación con el contenido
    hídrico (Kramer 1989).

    De Santa Olalla y De Juan Valero (1993), señalan
    que las funciones
    más importantes del agua en la planta son:

    • Constituyente esencial del protoplasma, el agua puede
      suponer hasta un 95% del peso total.
    • Disolvente de muchas otras sustancias esenciales para
      el desarrollo
      de la planta.
    • Participa en importantes reacciones
      químicas del protoplasma. Interviene directamente
      como reactivo en la fotosíntesis, respiración, hidrólisis del
      almidón, entre otras.
    • Del agua almacenada en las vacuolas celulares depende
      la turgencia de la
      célula y la rigidez de la planta como
      conjunto.
    • Participa en la diseminación de estructuras
      vegetales como esporas, frutos y semillas.

    2.2.1. Absorción del agua

    Kramer (1989), indica que el agua tiende a penetrar en
    las raíces más rápidamente por las regiones
    que ofrecen menor resistencia a su
    movimiento. La localización de la región de
    más rápida absorción varía
    según la especies, la edad y el coeficiente de
    crecimiento.

    Durante una temporada de crecimiento, la
    absorción de agua se limita inicialmente a las capas
    superficiales del suelo, pero conforme el sistema radicular
    profundiza en el suelo y se secan las capas superiores, la zona
    de máxima actividad radicular se desplaza hacia abajo y la
    absorción de agua de las capas superiores pierde
    importancia (Terrón y Hernández 1992).

    El agua es absorbida por la planta fundamentalmente por
    los pelos radicales, debido a una diferencia de
    concentración entre el contenido interno y la del medio
    que la rodea (De Santa Olalla y De Juan Valero 1993).

    Cuando cambia el potencial en el suelo también lo
    hace el movimiento del agua hacia las raíces de las
    plantas. Si el agua a una distancia desde la raíz,
    está disponible para absorción por la planta, el
    potencial de agua en el suelo debe ser mayor que en la
    raíz (Miller 1993).

    Los procesos de captación de agua por la
    raíz y de pérdida de vapor de agua por la parte
    aérea de la planta (transpiración) se encuentran
    relacionados a través de las columnas continuas de agua
    que hay en el xilema. Se puede decir que hay un movimiento de
    agua a través del sistema: suelo – raíz – tejido
    vascular – hoja – atmósfera (Barceló et al.
    1998).

    El agua absorbida ha de atravesar la corteza de la
    raíz, donde teóricamente el agua puede seguir dos
    caminos para llegar al xilema, uno extracelular (a través
    de las paredes celulares y los espacios intercelulares muy
    abundantes en la corteza radicular) y otro intracelular
    (atravesando la membrana protoplasmática y entrando en el
    citoplasma y la vacuola) (De Santa Olalla y De Juan Valero
    1993).

    Pizarro (1996), indica que el ascenso del agua a
    través de la raíz y tallo, se realiza por el
    xilema, el cual está compuesto por traqueas,
    traquídeias, vasos, fibras y células
    parenquimáticas. Donde según Barcelo et al.(1998),
    existen dos teorías
    que explicarían el ascenso del agua por el xilema:
    Teoría
    de la cohesión – tensión y la Teoría
    de la presión de raíz.

    La conducción a través de la hoja se
    realiza con los vasos conductores que penetran a la hoja formando
    venas que tienen uno o más haces vasculares (De Santa
    Olalla y De Juan Valero 1993).

    Una vez que el agua sale de los vasos vasculares en la
    hoja, se mueve a través de las paredes celulares,
    aquí se evapora a través de las superficies de las
    células del mesófilo, saliendo a los espacios
    intercelulares y difundiendo como vapor hacia la
    atmósfera, fundamentalmente a través de los
    ostíolos de los estomas (Barceló et
    al.1998).

    2.2.2. Evapotranspiración del
    cultivo

    El concepto de
    evapotranspiración, de acuerdo a lo señalado por
    Israelsen y Hansen (1975), engloba a los siguientes
    términos:

    • Transpiración, el agua que ingresa a
      través de las raíces de las plantas es utilizada
      en la construcción de tejidos o
      emitida por las hojas y reintegrada a la
      atmósfera.
    • Evaporación, es el agua evaporada por el
      terreno adyacente, por la superficie del agua o la superficie
      de las hojas de las plantas.

    El cultivo inmediatamente después de un riego,
    está en condiciones de evaporar tanta agua como sea
    posible dependiendo de la cantidad de energía disponible.
    En este caso se obtiene un valor de evapotranspiración
    potencial. Cuando el agua de un suelo disminuye a un nivel dado,
    se desencadena el proceso que determina el cierre de los estomas.
    El proceso de evapotranspiración está limitado por
    el abastecimiento de agua y los valores
    obtenidos corresponden a evapotranspiración actual (Miller
    1993).

    Según Miller (1993) entre los factores que
    afectan la evapotranspiración se encuentran los factores
    climáticos, la disponibilidad de agua en el suelo, el
    sistema radicular del cultivo, el índice de área
    foliar y los factores del cultivo. Estos últimos consisten
    en una serie de prácticas íntimamente relacionadas
    con el manejo. Entre ellas cabe mencionar el tipo cultivo, manejo
    de aguas freáticas, mulching, sombreo, fertilidad del
    suelo, aspecto nutricional y sanitario de la planta (Miller
    1993).

    Según Ferreyra y Sellés (1997), la
    evapotranspiración real o verdadera de un cultivo, en
    cierto momento de su ciclo vegetativo, puede expresarse
    como:

    ETC = ETo x Kc
    (5)

    Donde:

    ETC = evapotranspiración real del
    cultivo.

    ETo= evapotranspiración
    potencial.

    Kc= coeficiente de cultivo, factor que
    corrige el cultivo según su fase vegetativa.

    2.3. El cultivo del tomate

    Es una planta perteneciente de la familia
    Solanáceas, originaria de América
    tropical, fue llevada desde México a
    Europa alrededor
    del año 1550 y luego propagada por todo el mundo (Giaconi
    1989).

    Ríos (1998), señala que hoy el tomate es
    la hortaliza más cultivada en Chile y el
    mundo ya sea al aire libre o en invernadero. En Chile se estima
    que ocupa aproximadamente una superficie de 20.390
    hectáreas, que se ubican desde Arica hasta Ñuble
    (ODEPA 2000).

    2.3.1. Clasificación de la planta de
    tomate

    Según Giaconi (1989), la clasificación de
    la planta de tomate se puede basar en las siguientes pautas: en
    función
    de su hábito de crecimiento, aptitudes y usos,
    período vegetativo, entre otros, todas comprendidas en dos
    grandes grupos:
    variedades de polinización abierta y variedades
    híbridas.

    2.3.2. Necesidades
    edafoclimáticas

    El tomate es una planta propia de climas cálidos
    y su ciclo de cultivo es entre primavera/verano ya que requiere
    de altas temperaturas para poder
    prosperar (Corporación de Fomento de la Producción
    1986). Sin embargo es necesario conocer las temperaturas
    óptimas, tanto diurnas como nocturnas, ya que el tomate
    tendrá diferentes respuestas para cada uno de los estados
    fenológicos. Así para germinación y
    crecimiento, esta requiere una temperatura entre 18 –
    20ºC, para floración 22 – 25ºC y para
    fructificación más elevadas del orden de 25ºC
    (Maroto 1995).

    El tomate necesita ser cultivado en un período
    libre heladas, con humedad relativa baja y una luminosidad
    moderada (CORFO 1986).

    La planta se comporta en forma óptima con suelos
    profundos, de consistencia media, fértiles, bien
    equilibrados en sus componentes minerales, ricos
    en materia
    orgánica, con un pH
    óptimo de 6 a 6,6, y con una salinidad inferior a 4
    mmhos/cm (CORFO 1986).

    2.3.3. Manejo del riego

    Entre los factores de producción de un cultivo de
    tomates al aire libre, el riego es uno de los más
    importantes, ya que a través de éste se incorpora
    la cantidad de agua necesaria para lograr un óptimo
    crecimiento. En el establecimiento debe darse un riego que moje
    todo el perfil del suelo, antes del transplante, de este modo se
    logra un medio adecuado para el crecimiento inicial de la planta.
    Una vez finalizado el transplante, debe mantenerse un nivel de
    humedad en el suelo que permita un buen desarrollo del sistema
    radicular (Ferreyra y García 1983).

    El cultivo tiene un sistema radical bastante profundo,
    penetrando las raíces hasta 1,5 m en suelos profundos. La
    profundidad máxima del sistema radical se alcanza unos 60
    días después del transplante (CORFO
    1986).

    La velocidad con que la raíz se establece, y
    consecuentemente asegura un suministro continuo de agua y
    nutrientes, está determinada por la temperatura y el
    suministro de asimilados (Terrón y Hernández
    1992).

    Además uno de los factores que limita el
    crecimiento de la planta, es la capacidad de la raíz para
    encontrar espacio poroso en el cual crecer. Como
    indicación general, las raíces pueden ser
    obstaculizadas severamente si la densidad aparente
    excede de 1,55, 1,65, 1,80 y 1,85 g cm-3 en suelos
    franco arcillosos, francos, franco arenosos finos y arenosos
    francos finos, respectivamente (Terrón y Hernández
    1992).

    Más del 80% de la absorción total de agua
    tiene lugar en la primera capa de suelo, es decir, entre 0,5 y
    0,7 m y el 100% de la absorción de agua de un cultivo
    plenamente desarrollado tiene lugar a partir de la primera capa,
    que va desde 0,7 a 1,5 m. En condiciones en que la
    evapotranspiración máxima es de 5 a 6
    mm/día, la absorción de agua para atender todas las
    necesidades del cultivo se ve afectada cuando se ha agotado
    más del 40% del agua total disponible en el suelo
    (Corporación de Fomento de la Producción
    1986).

    Ferreyra y García (1983), determinaron que existe
    una serie de índices basados en la interrelación
    clima, suelo y
    planta, a través de los cuales es posible estimar el
    momento oportuno de riego. Así se han seleccionado algunos
    índices prácticos para el agricultor, como son:
    determinación del contenido de humedad del suelo y las
    características vegetativas del cultivo, entre
    otros.

    Una forma indirecta de determinar el contenido de
    humedad del suelo es a través del tensiómetro. Para
    el caso del tomate, se ha determinado que un tensiómetro
    enterrado a 40 cm de profundidad indica que se debe regar cuando
    el vacuómetro marca 40
    centibares.

    La cantidad de agua necesaria para un cultivo de tomate
    depende del clima y de la
    variedad. Para la Región Metropolitana se ha encontrado
    que las necesidades de agua para este cultivo son de alrededor de
    7.000 metros cúbicos por hectárea al año
    (Cuadro 1) (Ferreyra y García 1983).

    CUADRO 1. Necesidades de agua del tomate en la
    Región Metropolitana.

    Mes

    M3 /ha

    mm/día

    Diciembre

    709

    2,28

    Enero

    2.194

    7,07

    Febrero

    1.982

    7,00

    Marzo

    1.843

    5,94

    Abril

    690

    2,30

    TOTAL

    7.318

    Fuente: Ferreyra y García 1983.

    2.4. Riego tecnificado

    El riego es un medio artificial de aplicar el agua a la
    zona radicular de los cultivos, de forma que ésta pueda
    ser utilizada al máximo (Medina 1997).

    Israelsen y Hansen (1975), indican, que la
    irrigación puede definirse como la aplicación de
    agua al suelo con los siguientes objetivos:

    • Proporcionar humedad necesaria para que los cultivos
      puedan desarrollarse.
    • Asegurar las cosechas contra sequías de corta
      duración.
    • Refrigerar el suelo y la atmósfera, para
      así mejorar las condiciones ambientales para el
      desarrollo vegetal.
    • Disolver sales contenidas en el suelo.

    En el riego tecnificado se distinguen dos tipos de
    riego. La aspersión es una técnica de riego en
    donde el agua se aplica en forma de lluvia por medio de aparatos
    implementados para agua a alta presión (Fuentes, 1998) y
    el riego localizado, denominado internacionalmente
    microirrigación, que es la aplicación del agua al
    suelo, en una zona más o menos restringida del volumen
    radicular (bulbo húmedo) (López et al.
    1992).

    Según los mismos autores, el riego localizado se
    caracteriza por:

    • No moja, en general, la totalidad del suelo,
      aplicando el agua sobre o bajo su superficie.
    • Utiliza pequeños caudales a baja
      presión.
    • Aplica el agua en la proximidad de las plantas a
      través de un número variable de puntos de
      emisión.
    • Al reducir el volumen de suelo mojado y, por tanto,
      su capacidad de almacenamiento de agua, se opera con la
      frecuencia necesaria para mantener un alto contenido de humedad
      en el suelo.

    En relación a la formación del bulbo de
    mojamiento en el riego por goteo, Pizarro (1996) señala
    que, a pesar de que los emisores de riego localizado arrojan
    pequeños caudales, cuando el agua empieza a fluir incide
    sobre una superficie muy reducida del suelo, provocando un
    pequeño charco, cuyo radio se va
    extendiendo a medida que el riego continúa. Cuanto
    más húmedo va estando el suelo, la velocidad de
    infiltración del agua disminuye; la conductividad
    hidráulica, K (θ) aumenta al aproximarse a
    saturación, y el gradiente de potencial, grad ψ,
    disminuye en forma mayor.

    A partir del disco de suelo saturado que es el charco,
    el agua se distribuye por los poros vecinos, cuya humedad es
    menor (Pizarro 1996).

    Según el mismo autor, los factores que afectan la
    forma del bulbo son:

    • El tipo de suelo. En los suelos pesados la velocidad
      de infiltración es menor que en los ligeros, lo que hace
      que el radio del
      charco sea mayor. Esta en una primera razón para que el
      bulbo se extienda mas horizontalmente. Pero sobre todo, el
      mayor porcentaje de microporos de los suelos pesados hace que
      las fuerzas mátricas dominen sobre las gravitacionales
      en una mayor gama de humedad que en el caso de suelos ligeros,
      y en consecuencia la redistribución es más
      intensa en aquellos.
    • Estratificación. Cuando el frente
      húmedo alcanza un estrato diferente, éste se
      comporta inicialmente como una barrera de avance del agua,
      debido a que este presenta distinta porosidad, lo que afecta el
      flujo del agua, y en consecuencia al bulbo
      húmedo.
    • Caudal del emisor. Con distintos volúmenes
      aplicados, a un mismo suelo, se aprecia que el bulbo se
      extiende más horizontalmente en los suelos más
      pesados.
    • Tiempo de riego. Para un mismo suelo se cumple
      que:
    1. Si el caudal se mantiene constante, la
      extensión superficial del bulbo no varía mucho
      con el tiempo y algo parecido ocurre con la máxima
      extensión horizontal subterránea del bulbo. Un
      tiempo excesivo de riego hace que el agua se pierda por
      percolación.
    2. Para un mismo tiempo de riego (o para un mismo
      volumen de agua), cuanto mayor es el caudal del emisor, mayor
      es la extensión horizontal del bulbo.

    La localización del agua en la proximidad de las
    plantas se manifiesta, según Fuentes (1998), en que se
    modifican algunas características de las relaciones
    suelo-agua-planta, tales como:

    • Reducción de la evaporación. En
      términos generales, según el mismo autor, la
      evapotranspiración en el riego localizado es
      análoga a la de otros sistemas. Únicamente hay
      alguna ventaja a favor de riego localizado, que es el verdadero
      ahorro de
      agua con relación a otros sistemas de riego, eliminando
      las pérdidas en las conducciones, las ocasionadas por
      percolación profunda y escorrentía
      superficial.
    • Distribución del sistema radical. Según
      Pizarro (1996), las raíces se adaptan velozmente al
      régimen de humedad, concentrándose en el bulbo de
      mojamiento, que puede contener una densidad de raíces
      tres o cuatro veces superior en un suelo con riego no
      localizado. La mayor densidad de raíces no solo da lugar
      a una mayor extracción de agua del suelo por la mayor
      superficie de absorción, sino que además
      cualquier partícula de agua encuentra raíz
      más próxima a menos distancia, la
      absorción es inversamente proporcional al cuadrado de la
      distancia.
    • Régimen de salinidad. De acuerdo con Pizarro
      (1996), después de la aplicación de un riego, las
      sales que contiene la solución del suelo, más las
      aportadas por el agua de riego, se encuentran disueltas en el
      agua del suelo. A partir de ese momento tanto la
      evaporación como la transpiración disminuyen la
      humedad del suelo, mientras que prácticamente no
      eliminan las sales disueltas. En consecuencia, la
      concentración de sales va aumentando hasta que se aplica
      el riego siguiente.

    El efecto de las sales disueltas es aumentar la
    presión osmótica de la solución y en
    consecuencia dificultar la absorción de agua por las
    raíces (Pizarro 1996).

    Entre las ventajas que presenta el riego por goteo, se
    cita como una de las más importantes la posibilidad de
    poder
    utilizar aguas salinas o al menos con un contenido de sales
    superior a las que pueden emplearse con cualquier otro sistema
    de riego, sin que disminuyan los rendimientos (Medina
    1997).

    La alta frecuencia en los riegos facilita la
    absorción de agua por el doble efecto de mantener la
    humedad y bajar la salinidad. Ello explica los favorables
    resultados que se han obtenido utilizando riego por goteo en
    aguas cuya salinidad las hacía poco recomendable en
    sistemas tradicionales de riego (Pizarro 1996).

    La distribución de las sales en el perfil de
    suelo es una consecuencia del régimen de humedad. La
    figura 1 muestra la
    distribución típica bidimensional donde se
    aprecia que bajo el emisor hay una zona muy lavada, rodeada por
    una zona de baja salinidad que coincide prácticamente
    con el volumen ocupado por las raíces. Las sales se
    acumulan en la periferia del bulbo y sobre todo en la
    superficie del suelo, donde se presenta una especie de corona
    circular blanca característica. En la periferia del
    bulbo se forma una barrera al desarrollo de las raíces
    (Pizarro 1996). Sin embargo, Medina (1997), como se aprecia en
    la figura (2) describe tres zonas: una superior en que la
    salinidad es mínima al acercarse al punto de goteo, otra
    intermedia, en que la salinidad es moderada, y una tercera, en
    que la salinidad aumenta con la distancia al punto de goteo y
    la profundidad. Se ve, por lo tanto, una acumulación de
    sales en la superficie y los bordes de humedad (Matta
    1998).

    FIGURA 1. Zona de acumulación
    de sales según Pizarro (1996).

    FIGURA 2. Zonas de acumulación de sales y
    humedad, según Medina (1997)

    2.5. Riego localizado
    subterráneo

    El riego por goteo subterráneo es probablemente
    el método de
    irrigación más viejo y moderno. En EE.UU. alrededor
    de 1913, E.B. House irrigó manzanas, alfalfa y cereales
    con tuberías porosas e informó que el método era
    demasiado caro para cultivos de un agricultor ordinario, por lo
    que fue recomendado sólo para cultivos intensivos donde el
    agua es muy escasa y valiosa (Jorgesen y Norum 1993).

    Los mismos autores, señalan que se han perfilado
    técnicas de manejo, para evitar las
    obstrucciones y precipitados, con un sistema de riego por goteo
    subterráneo más fiable para irrigar la agricultura.

    Ruskin (2000), informó que el sistema de riego
    localizado subterráneo ha generado mayor
    aceptación, gracias a la superación de problemas de
    diseño
    y calidad, donde la
    penetración de raíces y obstrucciones ya no son un
    problema cuando la filtración, manejo y mantenimiento,
    se ejecutan bien.

    Jorgesen y Norum (1993), resumieron siete experimentos de
    investigación exitosos usando el riego
    localizado subterráneo, que se informaron en el tercer
    Congreso Internacional del Riego por Goteo, que se realizó
    en Fresno, California, en 1985, y otros cuatro en la Conferencia de la
    Mesa Redonda
    de Micro – irrigación (ICID), realizada en Budapest,
    Hungría en 1986. Dando como resultado que en ninguno de
    estos experimentos, se
    encontraron los problemas mencionados por Goldberg (Cuadro
    2).

    CUADRO 2. Preocupaciones y problemas que han
    limitado la adopción extendida del riego
    localizado subterráneo, según Goldberg en
    1976.

    A

    La inspección del sistema es difícil
    y el usuario no puede evaluar las condiciones.

    B

    El equipo de riego subterráneo es
    difícil de mantener y reparar, y por consiguiente
    los agricultores han evitado su uso.

    C

    La obstrucción de raíces,
    precipitados y otros materiales causarían un
    funcionamiento defectuoso del sistema.

    Fuente: Modificado de Jorgesen y Norum
    1993.

    Aunque desde hace tiempo se viene ensayando diversos
    sistemas de riego subterráneo, no ha sido hasta los
    últimos años cuando parecen experimentar un
    crecimiento digno de consideración (Medina
    1997).

    Con el advenimiento de la mejora de materiales de
    plástico,
    el sistema ahora es económicamente factible, para muchas
    cosechas, incluso para cultivos como el algodón y maíz
    (Jorgesen y Norum 1993).

    El uso del riego por goteo subterráneo puede ser
    el futuro del riego en los próximos años y
    décadas. Éste empieza a tomarse en cuenta en los
    proyectos de
    riego de cultivos extensivos (Zoldoske 2000).

    Según Medina (1987), las principales ventajas del
    sistema son:

    • Evaporación mínima y menor enfriamiento
      de la superficie del suelo.
    • Percolación despreciable de agua y sales
      solubles bajo la zona radicular.
    • Sistema radicular más profundo y menores
      pérdidas de nitratos bajo la zona radical.
    • Ausencia de escorrentía.
    • Menor incidencia de enfermedades al no estar
      en contacto el agua con las hojas.

    Si se compara el sistema localizado subterráneo,
    con el riego por goteo superficial se pueden considerar,
    según Phene (2000), que reúne las siguientes
    ventajas:

    • Al tener una cima de 15-20 centímetro de
      terreno seco no existirá evaporación.
    • Cualquier superficie de tierra que
      normalmente tiene problemas de infiltración, tienen
      solución con este sistema.
    • Los sistemas de riego por goteo subterráneo no
      se cambian anualmente. Ya que el sistema no está
      expuesto a la luz del sol, y
      no está sujeto al constante mojado y secado, por lo que
      se espera que el sistema dure más tiempo que uno que
      está en la superficie y expuesto al ambiente
      cambiante.
    • Los equipos que transitan en el campo, tendrán
      menos dificultades en su desplazamiento, porque todas las
      cañerías y laterales son enterradas.
    • El agua y nutrientes son directamente aplicados a la
      zona radicular, aumentando la eficiencia de
      utilización.
    • La aplicación de fumigantes y / o pesticidas a
      través del sistema proporciona el uso eficiente de los
      químicos para el control de
      malezas.

    2.5.1. Profundidad de instalación del
    gotero

    Jorgenson y Norum (1993), señalan que las
    profundidades de instalación reducen el potencial para la
    evaporación desde la tierra y
    también permiten una mayor facilidad para realizar
    prácticas de cultivo. Sin embargo las instalaciones
    más profundas pueden limitar la efectividad del sistema de
    riego subterráneo en la germinación de semillas,
    restringiendo la disponibilidad de agua y nutrientes hacia la
    superficie, pudiendo provocar salinidad cuando se riega con agua
    con sales.

    Las profundidades de instalación típicas
    son 30 y 60 centímetros, pero la profundidad óptima
    es desconocida, y la experiencia dictará cuál es la
    mejor. Lo más probable, es que exista más de una
    profundidad óptima (Burt y Styles 1994).

    2.5.2. Limitaciones que opone el suelo al flujo del
    agua en el riego localizado subterráneo.

    Cuando la descarga predeterminada del emisor es
    más grande que la capacidad de la infiltración del
    suelo, la presión del agua hacia la salida del gotero
    aumenta y se vuelve positiva (Shani et al. 1996)

    Esta presión aumenta gradualmente en el suelo,
    disminuyendo el diferencial de presión al otro lado de la
    gota que sale del gotero y, subsecuentemente, disminuye la
    descarga del gotero de manera que depende de la curva
    característica del gotero (Shani et al. 1996).

    Shani et al. (1996), señalan que la variabilidad
    del suelo puede afectar el flujo de agua emitido desde los
    goteros enterrados. Estos es porque la presión gradual del
    agua en el suelo, no es trasmitida fácilmente desde los
    emisores.

    2.5.3. Expectativas de la tecnología del riego
    localizado subterráneo

    El potencial de esta tecnología en el mercado
    agronómico está aumentando. Sin embargo, los
    costos son altos,
    por lo tanto, siempre es razonable minimizar lo más
    posible los costos de
    inversión del sistema (Lamm
    2000).

    El mismo autor señala que el éxito
    dependerá en adelante de un conocimiento
    elevado de variables
    agronómicas e hidráulicas y un compromiso con
    respecto a lo requerido por el sistema (instalación,
    servicio,
    operación y procedimientos de
    dirección).

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    Autor:

    Marcelo Tornería
    Martínez

    Ingeniero agrónomo. Esp. Riego y
    Fertirriego

    Chile.

     

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