Índice
2. Concepto
3. El modelo
inglés.
4. Difusión de la revolución
industrial
5. La revolución
agrícola
6. Demografia
7.
Sociedad
8.
Economía
9.
Tecnología
10.
Distribución de Industrias en
Inglaterra
11.
Conclusión
12.
Bibliografía
El tema de investigación presentado en esta monografía
es la Revolución
Industrial o también llamada Industrialización;
consiste en una transformación profunda, la más
radical desde el período neolítico, de los sistemas de
trabajo y de la estructura de
la sociedad.
Sucede en la segunda mitad del siglo XVIII, en Inglaterra, y se
difunde después a otras naciones europeas.
Se pasa del viejo mundo rural al de las ciudades tentaculares,
del trabajo manual a la
máquina, del taller a la fábrica. Los campesinos
abandonan los campos y se trasladan a trabajar a las ciudades, el
artesanado desaparece casi por completo; surge una clase de
profesionales, promotores, ingenieros; en las concentraciones
industriales aparece el proletariado, masa de braceros que
trabajan con máquinas
que no son suyas. Todo se transforma: trabajo, mentalidades,
grupos
sociales. No es un proceso
súbito, como el de una revolución
política,
sino un proceso
duradero; tampoco es, simplemente, un proceso de
industrialización, ya que se producen cambios duraderos en
la agricultura y
en la sociedad. Se
trata de un conjunto complejo de fenómenos. Esta revolución
es la base del mundo contemporáneo; cualquier
acontecimiento importante ocurrido en el mundo desde mediados del
siglo XVIII está relacionado, en forma más o menos
directa, con esta transformación.
Algunos de los rasgos que se han considerado
definitorios de la revolución industrial se encuentran
también en períodos anteriores, así ocurre
con el montaje de factorías o el uso de fuerza motriz
en la fabricación. Desde la revolución
industrial se produce un cambio
cuantitativo: del taller con varios operarios se pasa a la gran
fábrica con centenares de obreros, del villorrio de varias
docenas de vecinos a la metrópoli de centenares de miles
de habitantes. Pero los cambios definidores parecen ser
cualitativos. La esencia de la sociedad industrial es que
evoluciona de modo continuo; cada cambio suscita
la necesidad de otro, es un proceso dinámico.
Si bien la revolución industrial acarreó
problemas como
el empobrecimiento de los obreros y la acumulación de
beneficios de los empresarios, estudios realizados por diversos
historiadores llegaron a dos tipos de interpretaciones de lo
sucedido por causa de la revolución industrial, la primer
conclusión fue que subió el nivel de vida y los
obreros no fueron perjudicados, inclusive algunos mejoraron su
condición. La segunda corriente sostiene que las
condiciones de trabajo y la vida obrera fueron
deterioradas,
Antecedentes
Sociedad preindustrial:
A fines del siglo XVIII, la mayoría de la población inglesa se encontraba distribuida
en la zona rural. En promedio, más del ochenta por ciento
de la población europea vivía en el
campo.
En general en las ciudades no se concentraba un gran
número de población, la mayoría de las
principales capitales y grandes ciudades europeas no superaban
los cien mil habitantes, con excepción de Londres, que era
la ciudad más grande; constaba con un millón de
habitantes, mientras que el número de habitantes que
residían en París disminuía a la
mitad.
En esa época tenía gran importancia el ser
propietario de tierras, el hecho de poseer aunque sea una
pequeña parcela de tierra
aseguraba dignidad y respeto, por eso
aquellos que no la poseían eran consideraba inferiores. La
posesión de propiedades tenía mucha importancia
porque era una sociedad cuya economía se basaba en
la subsistencia.
La mayoría de los países europeos
mantenía vigente hasta el momento el régimen de
servidumbre, con excepción de los dos países, cuyas
capitales fueron nombradas anteriormente, se daba esta
condición porque en Francia e
Inglaterra los
campesinos habían logrado superar la condición de
servidumbre.
Antes de la Revolución Industrial, la
elaboración masiva de productos en
serie y de bajo precio era
inexistente, porque ni siquiera existían mercados donde
colocar los productos.
Esta situación se debía a que la gran
mayoría de la población estaba por campesino que
producían sus alimentos y
tejían sus propias ropas. En las ciudades, las personas
podían elaborar en forma rudimentaria su ropa, sus
zapatos, o cualquier otro objeto de uso doméstico;
también podía recurrir al taller de un maestro
experimentado para que los confeccionara a medida de acuerdo con
las preferencias del cliente. Los
artesanos de un mismo oficio se agruparon en gremios, que
tenían la función de
defender los intereses políticos, económicos y
sociales de sus miembros. Cada gremio regulada los precios y los
salarios y
tenían reglas que no podían ser violadas, porque lo
más importante era garantizar la calidad del
producto. Los
gremios de artesanos textiles se encargaban de la producción de telas de lana y de lino. Los
consumidores de estas costosas telas elaboradas en los talleres
eran los ricos burgueses de las
ciudades, los terratenientes y la nobleza. Todos ellos
constituían un mercado de gran
poder
económico, pero numéricamente limitado. El desarrollo
comercial de las principales potencias europeas, especialmente
Inglaterra y Francia,
había provocado el crecimiento de las ciudades y en
consecuencia, el aumento de la demanda de
productos menos costosos. Para satisfacer ese mercado, se
organizó un sistema de
producción domiciliaria, o también
llamado puttin out sistem : un empresario compraba la materia prima
y la distribuía en las casa de los trabajadores, que
generalmente eran campesinos. También les proporcionaba
las máquinas
necesarias para su tarea. Como complemento del trabajo de campo,
los campesino hilaban y tejían las prensa, que luego
eran retiradas por el empresario para su comercialización, a cambio del pago de una
suma fija por cada prensa
confeccionada. Estas telas no podían competir en calidad con las
producidas por los gremios de artesanos textiles, pero su
precio era
más accesible para los grupos medios
urbanos.
Para cambiar las formas de producción, primero
había que disponer de mercados
potenciales. Sin ellos nadie se arriesgaría a producir en
serie. En Gran Bretaña, específicamente en
Inglaterra, se dieron por primera vez las condiciones políticas
y sociales que permitieron la aparición de esos mercados
potenciales, un mercado interno y mercados externos, por esa
razón Inglaterra fue la gran protagonista de la Primera
Revolución Industrial.
La Revolución Industrial fue una serie de cambios
económicos y sociales, fue una profunda
transformación del estilo de trabajo y de la forma de
pensar que trajo como consecuencia en cambio en la estructura de
la sociedad, acarreó grandes consecuencias. Comenzó
en Inglaterra en el siglo XVIII, luego se extendió hacia
otros países, como Francia, Alemania,
Estados
Unidos, Bélgica, y con mayor retraso, Rusia y España.
Se inició esta revolución con la
invención y la aplicación de la máquina a
vapor y otros inventos,
propagaron las fábricas y talleres, provocaron la migración
masiva del campo a las ciudades, crearon nuevos sistemas de
transporte,
fomentaron las ciencias
aplicadas y promovieron las especialización
productiva.
Se destacan dos grandes períodos en el desarrollo de
esta Revolución: el primero, que será el más
desarrollado en esta ocasión, va desde el año 1780
y se extiende hasta fines de siglo XIX. La principal característica de este período fue
la utilización del carbón y del hierro como
base del trabajo y las producciones.
El segundo período se extiende desde las
últimas décadas del siglo XIX hasta los días
actuales. Se destaca este último período por el uso
del petróleo,
la electricidad y el
acero, que
favorecieron tanto los medios de
producción como los de comunicación.
El rasgo más fácil de comprender y él
más notable de la historia, es la
transformación y el prodigioso desarrollo de la industria y el
comercio, y
por consiguiente, la transformación total de las
condiciones materiales de
la vida.
La Revolución Industrial fue definida brevemente por el
historiador Marc Baldó Lacomba como "Un cambio cualitativo
y universal, según el cual se transformaron las
condiciones técnicas y
sociales de la producción".
En 1837, J. Blanqui utilizó por primera vez el
término que dice: "la Revolución Industrial es
definida como el conjunto de transformaciones económicas y
sociales que caracterizaron el proceso de la
industrialización".
La revolución Industrial es producto de la
explotación de riquezas procedentes de la
explotación de las colonias que dominaban los
países europeos, a su vez, esta acumulación fue
consecuencia del comercio que
había tenido un desarrollo extraordinario
generándose así el capitalismo
mercantil, que pronto se transformó en capitalismo
industrial, es decir, ya no solo basado en el comercio sino
también en la producción industrial.
Rápidamente la nación
se transformó de un país tradicionalmente
agrícola en una nación
industrializada que dominaba el mercado mundial. Su estructura
social cambió radicalmente dos tercios de la
población urbana pasó a trabajar en las
fábricas. Pero la brusca transición de la vida
rural a la vida urbana provocó graves conflictos
debido a la necesidad de asegurarla subsistencia a la creciente
población de las grandes ciudades. La afluencia masiva de
población de bajo nivel económico originó
condiciones miserables de vida, desocupación, marginación, delincuencia y
una explotación indiscriminada del trabajador. Las
jornadas laborales se extendieron hasta niveles infrahumanos y
además se incorporó a las fábricas la mano
de obra de las mujeres y niños
que eran doblemente explotados, pues percibían salarios
inferiores a los de los hombres.
Si la revolución tecnológica produjo un
aumento impresionante de la productividad,
provocó también un empobrecimiento notable en el
nivel de vida de la clase trabajadora. Por otra parte, los
salarios disminuían constantemente mientras aumentaba
indiscriminadamente el precio de los artículos de primera
necesidad, de modo que el poder
adquisitivo de la familia
obrera se vio notablemente reducido.
Al reflexionar sobre el proceso de los pensadores
sociales del siglo XIX, Engels en su "Situación de la
clase trabajadora en Inglaterra" y Marx en gran
parte de su obra, repararon especialmente en los efectos
sociales, mientras los historiadores se ocupaban de los aspectos
técnicos. No obstante en nuestro siglo, y a partir de la
obra de Mantoux (1905), la atención a las repercusiones sociales
empezó a ocupar capítulos en las monografías
académicas, tendencia que culminó en los
años sesenta en la obra de Landes, apertura que
llevó a otro historiador clásico en el tema, el
británico Ashton, a reclamar que se examinaran todas las
vertientes: técnicas,
sociales y financieras.
La revolución industrial viene a ser un proceso
de cambio constante y crecimiento continuo, en el que intervienen
técnicas (máquinas), descubrimientos
teóricos (ciencia),
capitales y transformaciones sociales, acompañado por una
renovación de la agricultura,
que permite el desplazamiento de una parte de las masas
campesinas a las ciudades.
Inglaterra fue el adelantado de esta gran
transformación y dio la pauta para otros países. En
este carácter
pionero se cimentaría su condición de primera
potencia mundial
hasta 1914. Podríamos resumir el modelo
inglés
en tres capítulos: recursos,
sectores y técnicas.
Entre los recursos nos
hallamos, en primer lugar, con los humanos, un crecimiento
acelerado de la población, que juega un papel crucial
en el aumento del volumen de la
demanda y en
los flujos de mano de obra para la industria. En
otros países se produjo un incremento de la
población sin paralelo desarrollo industrial, casos de la
India e
Irlanda, pero en Inglaterra la correlación fue indudable.
Por otra parte la isla tenía materias primas y
energía: lana, hierro, hulla,
proporcionaron ventajas con respecto a los países
escasamente dotados. Finalmente disfrutó de una
época de abundancia alimentaria, con frecuentes excedentes
proporcionados por excelentes cosechas entre los años 1740
y 1780.
La industrialización se centró en varios
sectores: tejidos en primer
lugar, siderurgia a continuación, ferrocarriles
después. Tras la experiencia inglesa se convirtieron en
los clásicos sectores de desarrollo nacional. El impulso
definitivo fue proporcionado por la construcción del ferrocarril, destino de
los grandes capitales y estímulo para la siderurgia,
además de posibilitar la especialización
agrícola de las diferentes comarcas con el consiguiente
impulso al comercio interior.
Las innovaciones técnicas fueron constantes y
pueden seguirse por la interminable lista de patentes, impulsadas
en una primera fase por las universidades escocesas de Glasgow y
Edimburgo. La máquina de vapor de Watt se convirtió
en uno de los inventos
más trascendentales de la historia. Las innovaciones
deben citarse también en los sistemas de uso del dinero. Porque
en el terreno financiero pronto descubrieron los ingleses que la
industrialización requería un aparato financiero.
El crédito
público se canalizó por el Banco de
Inglaterra, fundado en 1694, pero más decisiva fue la
financiación privada mediante créditos. Defoe estimó que los dos
tercios del comercio interior se realizaban a crédito. Londres se convirtió en la
capital
financiera no só1o de la nación sino del mundo
hasta la primera guerra
mundial.
La estructura industrial del país se
modificó desde el punto de vista geográfico. A la
primacía del sur, Londres, Bristol, Norwich,
sustituyó la de tierras del norte y noroeste, al
desplazarse los centros a las comarcas carboníferas de las
Midlands occidentales, el Lancashire y Gales del Sur. Esta
nación, que había creado ciudades nuevas, inventado
la máquina de vapor, construido la primera red ferroviaria, era a
mediados del siglo XIX la soberana del mundo. Su
supremacía en ese momento resultaba
indiscutible.
4. Difusión de la
revolución industrial
Otras naciones del continente europeo ensayaron la forma
de civilización basada en máquinas, innovaciones
tecnológicas y producción en gran escala; con
excepción de Portugal, España,
Italia, Dinamarca
y el este de Europa, el modelo
industrial se convirtió en meta inmediata.
Francia
Francia.
Tuvo un modelo de crecimiento más anómalo, aunque,
según CAMERON el resultado no fue peor y demuestra que el
crecimiento
económico moderno de Francia empezó en el siglo
XVIII.
Las diferencias con Inglaterra fueron:
1) Durante el siglo XIX Francia se caracteriza por un bajo
índice de crecimiento demográfico.
2) No estaba muy provista de recursos, aunque, por ejemplo no
carecía de carbón.
3) Tecnológicamente no estaba rezagada.
4) El factor institucional, aunque complejo, facilitó las
cosas.
– De las grandes naciones industriales, Francia fue la
que contó con índices más bajos de
urbanización.
– A principios de
siglo Francia era la única de las naciones industriales de
Europa
autosuficiente y que producía excedentes de alimentos.
El proceso industrializador francés fue lento porque tuvo
que vencer bastantes obstáculos. En primer lugar su
debilidad demográfica, provocada por el descenso de la
natalidad, de manera que su potencial poblacional se
debilitó en relación a Gran Bretaña o
Alemania.
Más peculiar resultó el papel de la
agricultura. Aportación decisiva en el caso inglés,
como hemos visto, en Francia apenas se produjeron cambios en el
campo antes de la revolución, perdurando una estructura
feudal en la que los propietarios, aristócratas,
só1o veían en la tierra una
fuente de ingresos. La
revolución cambió el estatuto jurídico, al
acceder los campesinos a la propiedad,
pero no propició la transformación técnica.
Pero el diferencial decisivo estribó en la falta de
carbón y en la imposibilidad de aprovechamiento del hierro
fosforado de Lorena, hasta que en los últimos lustros del
XIX se encontró el procedimiento. A
pesar de ello hacia 1830 Francia disponía de una industria
textil desarrollada. Una ley de 1842
estimuló la construcción de la red ferroviaria, y aunque en
1848 só1o disponía de 1800 Km. la Banca
encontró en esta empresa su gran
oportunidad y en la década de los cincuenta se produjo el
auge. Como vemos, con retrasos e inconvenientes, Francia
repitió el modelo industrial británico.
Estados Unidos.
Síntesis:
– Fue el ejemplo más espectacular de un crecimiento
económico nacional rápido.
– Experimentó un incremento demográfico importante
gracias al crecimiento natural y a la llegada de inmigrantes.
– Ello favorecerá la existencia de una abundante mano de
obra para trabajar.
– La renta y la riqueza crecieron todavía más
rápidamente que la población.
– La abundancia de tierra y la
riqueza de recursos
naturales.
– La mayor tasa de crecimiento se responde por el progreso
tecnológico más rápido y la creciente
especialización regional.
– Ofrecía, además, un gran mercado
doméstico, virtualmente libre de barreras comerciales
artificiales.
– Para sacarlo partido necesitaba una vasta red de
transportes.
– El ferrocarril desempeñó aquí, al igual
que en Europa un importante papel.
– A pesar de este desarrollo industrial, en el siglo XIX Estados Unidos
continuaba siendo un país eminentemente rural.
Estados Unidos se encuentra, según Niveau, con
tres obstáculos: dominio
económico de la antigua metrópoli, escasez de mano
de obra y ausencia de vías de comunicación. No carece de inventores con
talento; en 1789 Slater fabrica la primera máquina de
hilar algodón, Fulton los primeros barcos de vapor. El
impulso decisivo procede de la inmigración, que posibilita la
industrialización sin éxodo rural; es el
único caso de revolución industrial con distribución equilibrada de mano de obra y
escasas tensiones capital-trabajo. Por tratarse de un territorio
inmenso la industrialización se inicia en el Este, pero es
muy tardía en el Oeste. Los ferrocarriles juegan un papel
decisivo.
Cuando se cierra el período de la primera
revolución industrial, hacia 1860, Gran Bretaña,
Francia, Alemania y Estados Unidos han forjado su predominio en
el mundo.
Gran Bretaña.
– Al finalizar las guerras
napoleónicas era el principal país industrial del
mundo y también la primera nación comercial.
– Hacia 1870, si bien siguió aumentando la
producción y el comercio total, fue perdiendo su
primacía.
– Las bases de la primitiva prosperidad de Gran Bretaña
(tejidos,
carbón, hierro y mejoras técnicas) seguían
siendo pilares fundamentales de su economía.
– En tejidos y carbón conservó su hegemonía,
pero en la producción metalúrgica pronto se vio
superado por Estados Unidos y Alemania.
– El ferrocarril se convirtió en la palanca de su
desarrollo.
– La necesidad interna y externa de exportar equipos y capital
proporcionó un fuerte estímulo a su
economía.
– Otro estímulo importante fue el de la industria de
construcción naval.
– Se pasó de la vela al vapor y en lugar de emplear
madera en la
fabricación de barcos se comienza a utilizar hierro y
más tarde acero.
– Causas del ocaso inglés.
- Técnicas:
– Precios
relativos de las materias primas.
– Condiciones comerciales.
– Porcentajes y modelos de
inversión.
- Dificultad de acceso a las materias primas y a los
recursos
naturales. - Fracaso empresarial.
- Atrasado sistema
educativo. - Política arancelaria de las otras
naciones.
- A pesar de todas estas vicisitudes, la renta real per
cápita de los ingleses aumentó un 2'5 entre 1850
y 1919. - Bélgica.
– Fue la primera región de la Europa continental que
adoptó plenamente el modelo de industrialización
británico.
– Se citan varios motivos que explican su temprana
industrialización:
- Su proximidad a Inglaterra.
- Su larga tradición industrial.
- Contaba con recursos naturales semejantes a Gran
Bretaña. - Tecnología, empresarial y capital extranjeros
y disfrutó de una situación privilegiada en
ciertos mercados extranjeros (principalmente en
Francia). - La decisión gubernamental de construir
una red de
ferrocarriles a expensas del - Estado.
- Una notable innovación institucional en el campo de
la banca y de
las finanzas.
– Hacia 1840 Bélgica era claramente el
país más industrializado de la Europa continental,
y seguía muy cerca a Gran Bretaña.
Alemania.
– Fue el último de los países industrializados.
– Nación (conjunto de pequeños estados) rural y
agraria, aunque existían pequeñas concentraciones
industriales (Rin, Sajonia, ciudad de Berlín)
– Para la 1ª Guerra Mundial
era la nación más poderosa de Europa.
– La escasez de transportes y de vías de
comunicación frenó el desarrollo
económico.
– CAMERON divide la historia política de Alemania
en tres periodos:
– Desde principios de
siglo hasta la formación del Zollverein (1833).
– Toma de contacto con lo existente en otros países
– Se crean las condiciones jurídicas e intelectuales
necesarias para la unidad.
– Desde 1833 hasta 1870, en el que se ponen los auténticos
cimientos de la industrialización, las finanzas y los
transporte
modernos.
– Desde 1870, en el que se manifiesta claramente como una
potencia.
– La clave de la rápida industrialización alemana
fue el veloz crecimiento de la industria del carbón,
gracias a los importante yacimientos de Ruhr.
– En el acero el impulso fue tan grande que en 1885 ya superaba a
Gran Bretaña.
– Con la creación del imperio (1871), las indemnizaciones
de guerra y la
victoria sobre Francia la economía se vio fortalecida.
– Los sectores más dinámicos fueron los que
producían bienes de
capital o productos para el consumo
industrial.
– Destaca la industria química y la
eléctrica, además del carbón, hierro y
acero.
– Alemania experimentó una urbanización
extremadamente rápida.
– Fue importante la estrecha relación entre la banca y la
industria alemana.
– En Gran Bretaña y Estados Unidos estaba prohibidos todo
tipo de monopolio,
pero en Alemania eran legales.
– Todo ello organizó la economía alemana
del XIX y la preparó para ser una de las principales
potencias europeas del siglo XX.
El caso alemán resulta más complejo aún que
el anterior. La unificación política no se
completó hasta 1871, de ahí que existan diferencias
entre el Oeste y el Este y entre el Norte y el Sur. Por el
contrario, a diferencia de Francia, los estados germánicos
podían beneficiarse de su población en
expansión y de la abundancia de hierro y carbón. El
Ruhr siguió el modelo británico, con minas y
siderurgia como sectores vertebrales, capitales franceses y
belgas y técnicos ingleses. En las comarcas orientales se
siguió el modelo prusiano, en el que la industria no
devora a la agricultura. En una nación sin unidad
política supuso un paso decisivo el Zollverein (1834),
unión aduanera, y la construcción de la red
ferroviaria, que en 1850 só1o en los Estados del Norte
casi duplicaba la francesa. Los cuatro Estados del Sur (Baviera,
Würtemberg, Baden y Hesse-Darmstadt), más alejados
del influjo británico, retrasaron su
industrialización hasta la segunda mitad del XIX, pero al
aprovechar las experiencias ajenas, en un proceso similar al
japonés, procedieron a una industrialización
acelerada.
Considerando el siglo como un todo las tasas de
crecimiento, producto total, producto per cápita fueron
parecidas a las británicas.
– A finales de siglo Gran Bretaña experimentó una
"revolución industrial", mientras que Francia se
encontró atrapada en la Revolución de 89.
– Para el autor aquí radica la diferencia que
afectó a los rendimientos relativos de las dos
economías durante gran parte del XIX.
– La política y la economía van a la par en
Francia.
- Durante la época de la restauración
hubo un impulso económico. - Las crisis
económica y política de 1848-51 marcan una pausa
en el ritmo del desarrollo
económico. - Más tarde con la proclamación del II
Imperio el crecimiento económico de Francia reanuda su
curso a un ritmo acelerado. - La guerra del
70-71 fue un desastre económico y militar, pero Francia
se recobró económicamente y dejó al mundo
asombrado. - La depresión que comenzó en 1882
costó a Francia más que a cualquier otras del
XIX. - Justo antes de que el siglo terminara volvió
la prosperidad que conectó con la belle époque
(años anteriores a la Primera Guerra
Mundial).
Consiste en la supresión de la rotación
trienal y en la desaparición de los barbechos.
La innovación fundamental es la alternancia de
cereales con plantas
destinadas en general al ganado.
Se considera a esta revolución como la primera en orden
cronológico. Se ubica en Gran Bretaña en la primera
mitad del siglo XVIII.
Antecedentes:
La Cuna de la Revolución Industrial. (Hacia una
economía distinta)
La peculiar característica de la Gran Bretaña y
la previa revolución agrícola hacia el siglo XVIII
le permitió la referida acumulación del capital,
base de la revolución industrial, y se manifestó en
la aplicación de máquinas en la producción
trayendo esto por resultado la confección de mayor numero
de mercancías en menos tiempo, en
general, la economía rural europea mantuvo su estructura
tradicional, poco diferente a la estructura del siglo XVIII. El
campesino continuó rutinariamente los sistemas antiguos, y
una gran parte de las tierras siguieron siendo destinadas al
cultivo del trigo. Y como las comunicaciones
eran difíciles cada comarca procuraba producir la cosecha
suficiente, en la mayoría de los campos europeos no
habían mejorado sus sistemas de trabajo.
El antiguo régimen
La rotación trienal era la técnica
básica.
1701 1702 1703
Primera hoja: Trigo Avena Barbecho
Segunda hoja: Avena Barbecho Trigo
Tercera hoja: Barbecho Trigo Avena
– Lo que más se cultivaba eran cereales, pocas plantas de
raíz, entre las cuales la patata era muy rara.
– Había poco ganado, poco estiércol, y en
consecuencia, bajo rendimiento agrícola.
– A menudo se practicaba el policultivo.
– Herramientas
de trabajo arcaicas, el arado sólo constaba de una reja de
madera, sin
tren delantero.
Extensión de las superficies cultivadas
– El segundo aspecto fue la conquista de nuevas tierras
cultivables.
– Se recurrió para ello a dos medios.
- La roturación de bosques, el drenaje de
pantanos, el cultivo de eriales. - La supresión del barbecho. En lugar de
facilitar un descanso a la tierra producía mayor
agotamiento, y cederá el puesto a plantas
forrajeras.
– Consecuencia: mejora de la calidad de las tierras y el
rendimiento de los cereales.
– El progreso de los forrajes permitió alimentar en
mejores condiciones al ganado.
– De aquí deriva un progreso en la calidad y la cantidad
de carne productos lácteos, y
una mayor cantidad de estiércol para abonar las
tierras.
– Por último se incorporan cultivos nuevos que en el siglo
XIX tendrán un éxito
generalizado: la remolacha azucarera y la
patata.
La revolución agraria
Tiempo antes
de que los campos europeos existieran maquinarias agrarias, en
los campos de Inglaterra, y más tarde en los de Francia,
se desarrollaba un importante proceso agrario. Los predios
comenzaron a cercarse, se vieron las ventajas de la
rotación de la tierra, se
mejoraron las empastadas y la crianza del ganado se
perfeccionó.
En los años iniciales del siglo XVII se
inició el empleo de
nuevos métodos y
técnicas que permitieron intensificar el cultivo y
aumentar la productividad. A
la vez, el transporte adquirió mayor importancia y las
comunicaciones
abrieron otros mercados a los productos
agrícolas.
El individualismo agrario
– El cultivo continuo de los suelos, las
nuevas roturaciones reducen mucho la trashumancia de los ganados
y los pastos de común.
– Todo el sistema de openfield se ve afectado, atacado y
corroído por la concentración parcelaria.
– Estos avances se producen a un ritmo lento ya que el procedimiento
para conseguir un Acta de enclosure es complicado y oneroso, al
menos hasta el año 1801.
– La Iglesia, que
ve disminuir sus ingresos con cada
enclosure será directa responsable de esta
situación.
A principios del XVII ciertas regiones de Europa habían
acumulado concentraciones considerables de industria rural.
En los años 60 del presente siglo se creó un
término que describía este proceso:
protoindustrialización. Fue empleado por primera vez para
referirse a la industria de lino de Flandes).
Las características principales de esta
protoindustria las constituyen:
- La existencia de trabajadores dispersos.
- Empresarios urbanos que les proporcionan las materias
primas y venden su producción en mercados
lejanos. - Los trabajadores deben comprar al menos, una parte de
sus medios de subsistencia. - Suelen referirse a los bienes de
consumo,
especialmente textiles.
Alrededor de 1770 se producen "revoluciones" en todos
los sectores, dando lugar a nuevas estructuras de
la economía.
La transformación agraria
Al mismo tiempo que tiene lugar en Inglaterra la
revolución industrial, se produce en el país una
importante transformación agrícola que favorece,
además, la industrialización. Vamos a ver en
qué consisten estos cambios agrarios y cómo
influyen sobre la industria. En Inglaterra existían las
llamadas «tierras comunales». Se trataba de fincas
grandes no pertenecientes a persona
determinada, sino que eran propiedad de
alguna comunidad: aldea,
pueblo o ciudad cuyos vecinos se aprovechaban gratuitamente de
ellas. Estas tierras comunales solían estar dedicadas a
pastos o a bosques, y permitían vivir a los más
menesterosos: cualquier habitante del pueblo podía llevar
su ganado a pastar en la tierra comunal y, de la misma manera,
cualquier vecino, también gratuitamente, podía
recoger leña del bosque común, bien para su uso,
bien para convertirla en carbón y venderla
después.
A mediados del siglo XVIII, esta situación
cambió. El gobierno
publicó una ley por la que se
suprimían las «propiedades comunales».
Así, estas tierras, que hasta entonces habían
pertenecido a los pueblos, fueron sacadas a pública
subasta y compradas por los más ricos: nobles u opulentos
burgueses. El resultado, desde el punto de vista social y humano,
fue desastroso: los campesinos pobres y los jornaleros
sólo podían sobrevivir gracias a las «fincas
comunales»; como ahora han desaparecido, no tienen
más remedio, para no morir de hambre, que dejar el campo y
trasladarse a la ciudad para trabajar como obreros en las nuevas
fábricas que en esos momentos se estaban
levantando.
El papel de la agricultura.
Aunque no esté claro en que medida la revolución de
la agricultura contribuyó a la industrialización
quizás esta no se hubiera producido sin una
modernización de aquélla. En esta línea
deberíamos considerarla una precondición, al menos
los datos
demográficos así parecen demostrarlo. Entre 1751 y
1821 se duplicó la población de Inglaterra y Gales.
Si la agricultura no hubiera respondido al desafío, con
déficit de alimentos hubieran faltado recursos para la
industrialización. Así se comprueba en los
países actuales del Tercer Mundo, cuya incapacidad para
aumentar la producción agrícola y alimentar una
población creciente hace imposible el despegue
industrial.
La denominada revolución agraria fue en gran
medida un fenómeno de progreso técnico:
irrigación, rotación de cultivos, abonos,
maquinaria. El aumento de la producción, especialmente de
los cereales con la extensión del maíz,
permitió el abastecimiento de las grandes urbes; el
crecimiento fantástico de Londres requería la
potenciación de su hinterland agrícola. Sin
excedente alimentario todas las energías se hubieran
orientado hacia la subsistencia, como ocurre en la actualidad en
los países subdesarrollados.
En segundo lugar la elevación del precio de los
cereales y el aumento de los ingresos de las familias campesinas
generó una capacidad de compra en las regiones rurales,
configurando un voraz mercado interior, en una época en la
que el mercado exterior resultaba inseguro ante la serie de
conflictos
bélicos que se iniciaron con la independencia
americana y continuaron con la revolución
francesa y las guerras
napoleónicas. Sin mercado no existe producción, y
el mercado británico se amplió en primer lugar
gracias a los beneficios de la revolución agrícola.
Pero tampoco existe producción industrial sin capitales, y
estos procedieron en gran medida del campo, de la
acumulación generada por la coincidencia de las elevadas
cosechas y de los precios altos. Finalmente la renovación
de las técnicas de trabajo agrícola con la introducción de arados y trilladoras redujo
la necesidad de personas en el campo, con lo que se
facilitó a los centros industriales la mano de obra
imprescindible.
La demografía histórica
A mediados del siglo XVIII la población del mundo era de
unos 750 millones de habitantes; doscientos años
después alcanzaba los 3.000 millones. En dos siglos su
aumento había sido mucho más acusado que en los
10.000 años anteriores. ¿Qué interés
ofrece para el historiador este aumento espectacular del
número de hombres? ¿Hubiera podido crecer de esta
forma el censo de la humanidad de no haberse producido
simultáneamente un incremento en la producción de
alimentos, y en el ritmo de fabricación de utensilios y de
vestidos mediante el uso de máquinas? La expansión
de la población se presenta unida a la revolución
agrícola y a la revolución industrial. Por otra
parte, una sociedad más numerosa es una sociedad
más complicada. Estos hombres se desplazan; las
migraciones contemporáneas son el resultado tanto de la
revolución del transporte como del aumento de la
población. Incluso en la política aparecerán
fenómenos de masas en la base de ideologías como el
fascismo.
Revolución industrial, colonialismo y
descolonización, sociedad de masas, revolución de
los transportes, procesos todos
cardinales en la historia contemporánea, aparecen ligados
al incremento demográfico.
Pero no interesa sólo el número de los
hombres al historiador; el porcentaje de los que trabajan
(población activa), el de los jóvenes y niños,
la intensidad de las migraciones, los índices de
natalidad, nupcialidad y mortalidad, las causas que alteran estos
índices, son datos que
retratan múltiples aspectos de una sociedad. Ha nacido una
rama de estudios históricos, la demografía histórica.
Aunque ya en Montesquieu
aparece la preocupación por el número de los
hombres, la figura más destacada del pensamiento
demográfico, cuando el incremento de población
comienza a llamar la atención de pensadores y escritores, es el
inglés Malthus. La primera edición de su Ensayo sobre
la población aparece en 1798; la edición de 1803,
tras varios viajes por
Europa, incorpora los datos del censo inglés de 1801.
Malthus asegura que el ritmo de aumento de la población es
superior al de los alimentos; la población crece en
progresión geométrica y los alimentos en
progresión aritmética; el horizonte de la humanidad
es el hambre. Sus juicios sociales son extremadamente
reaccionarios: "el pobre tiene derecho a ser alimentado como el
derecho de vivir mil años", "los obreros se casan con una
ligereza inexcusable". Prescindiendo de este aspecto de su obra,
su planteamiento estadístico ejerció una notable
influencia durante todo el siglo XIX. Muchos pensadores la
siguieron fielmente, así Ricardo y Stuart Mill; otros,
Proudhon, Marx, Engels, la
mayor parte de los escritores nacionalistas, y el obispo
católico Dupanloup le criticaron con aspereza. En los
últimos años del siglo aparecen estudios
históricos sobre las enfermedades; se empieza a
prestar atención sobre las causas y los frenos del
crecimiento demográfico.
Algunos de los grandes historiadores del siglo XX,
Simiand, Labrousse, Goubert, han estudiado la relación
alimentación-población; en Francia e
Inglaterra se editan revistas dedicadas exclusivamente al tema de
la demografía histórica, a sus fuentes y a
sus métodos
("Population", "Population Studies").
Crecimiento de la población
7A la par con los procesos de
industrialización, expansión del comercio y
mejoramiento de los sistemas agrarios, en casi toda Europa
explotó la llamada revolución demográfica o
aumento masivo de la población, que pasó a ser uno
de los fenómenos más interesantes de la historia
contemporánea.
En Inglaterra, el número de habitantes se
elevó de cuatro millones con que contaba en 1600, a seis
millones en 1700; a fines del siglo XVIII alcanzó nueve
millones. La población francesa subió de 17
millones a 26 millones entre 1700 y 1800.
Un clérigo inglés, Thomas Malthus, que
dedicó gran parte de su tiempo a estudiar este
fenómeno, llegó a la conclusión, en 1798,
que la población aumentaba en progresión
geométrica (1, 2, 4, 8, 16, 32 …), mientras que la
producción de los medios de subsistencia sólo
crecía en progresión aritmética (1, 2, 3, 4,
5 …) Como Malthus pensó que esta ley era inalterable, el
futuro de la Humanidad estaría señalado por el
hambre y la miseria.
El crecimiento de la población de Europa es uno
de los hechos capitales de la historia de los dos últimos
siglos; la emigración de los europeos a otros continentes
hizo surgir "nuevas Europas". Este aumento demográfico de
Europa es claro: 187 millones en 1800, 401 millones en 1900,
aumento conseguido a pesar de la intensidad de las migraciones.
Crecen deprisa los continentes que reciben población
europea –las dos Américas, Australia-, más
despacio los otros. En Europa el aumento se señala de
forma clara en cuatro naciones:
- Rusia pasa de 40 a 100 millones
- Las Islas Británicas, de 16 a 46.5
millones - Alemania, de 23 a 56.4 millones
- Italia, de 18 a 32.5 millones.
El caso inglés es notable, porque su incremento,
superior a la media europea, se produce a pesar de la salida de
17 millones de emigrantes. Aumenta la producción de los
países con cambio social (Rusia –emancipación
de los siervos-), con revolución económica temprana
(Inglaterra –revolución industrial-), con proceso
político fundamental (Alemania e Italia
–consiguen su unidad nacional). Por otra parte,
detrás de estas cifras escuetas, se agazapan procesos
sociopolíticos importantes. El incremento de
población posibilita en Rusia su expansión
territorial, que culmina en la colonización de Siberia; es
la base de su paneslavismo, de sus reivindicaciones sobre el
espacio balcánico; se convierte en un factor más de
tensiones internas, mientras mantiene una estructura
agrícola arcaica. En Inglaterra permite la
formación de un imperio dilatado, que suaviza las posibles
tensiones interiores que el aumento de población en un
territorio limitado hubiera despertado. En Alemania provee de
mano de obra abundante para una industrialización que se
efectuó de modo rápido, y, ya en el siglo XX, es un
argumento de expansión para los pangermanistas. En Italia,
que llega tarde al reparto colonial del mundo, el argumento
demográfico se esgrimirá por los nacionalistas para
formular la necesidad de colonias. Muchos rasgos
específicos de algunas naciones no pueden explicarse
prescindiendo de los procesos demográficos, aunque debemos
evitar la tentación simplificadora de otorgar al factor
población una importancia exclusiva.
A escala europea
este crecimiento no es continuo a lo largo del siglo. Podemos
distinguir cuatro fases:
1ª Hasta 1820. Es una fase de alza, a pesar de las guerras
napoleónicas; se produce un impulso demográfico de
compensación, y desde 1814 la población aumenta en
casi todas las naciones.
2ª 1820-1850. Tendencia a la parálisis e incluso a la
contracción, por la crisis
económica. Es época de precios bajos y de agudas
crisis agrícolas. Ya en los últimos años
comienza la expansión, quizás como uno de los
efectos de la revolución industrial.
3ª 1850-1880. Fase de prosperidad y de cambios sociales,
como la liberación de los siervos rusos. El incremento de
la población es notable.
4ª 1880-1914. Hasta 1896, aproximadamente, algunas crisis
agrícolas y la intensidad de la emigración, frenan
el avance; luego continúa de forma lenta, por el descenso
de la natalidad y el consiguiente envejecimiento de la
población.
Causas de la revolución demográfica del
siglo XIX
Los historiadores consideran que esta explosión
demográfica no fue el resultado de un cambio sustancial en
la tasa de natalidad (índice de nacimientos). Entre 1740 y
1830, la tasa de natalidad varió muy poco. Fue un descenso
de la mortalidad lo que hizo que se incrementara la
población. Muchas influencias actuaban en ese entonces
para reducir este índice. Al introducirse el cultivo de
tubérculos, se pudo alimentar mayor cantidad de ganado
durante los meses de invierno y así se pudo surtir a la
gente de carne fresca durante todo el año. La
sustitución de algunos cereales inferiores por el trigo, y
el aumento en el consumo de legumbres, aumentó la resistencia
contra las enfermedades. Niveles
más altos de limpieza personal, aunados
a más jabón y ropa interior de algodón
más barata, disminuyeron los peligros de infección.
El uso de ladrillos, pizarra y piedra como materiales de
construcción, en lugar de paja y madera de chozas y casas
de campo, redujo el número de epidemias.
Las ciudades más importantes, que comenzaban a
recibir grandes cantidades de campesinos atraídos por la
mecanización de algunas actividades, vieron sus calles
pavimentadas, fueron dotadas de alcantarillado y de agua; se
desarrolló la medicina,
aumentaron los hospitales y se puso más atención a
la destrucción de basuras y al adecuado entierro de
difuntos.
Factores de la revolución demográfica.
El factor clave del crecimiento de la población europea
parece ser el descenso muy acusado de la mortalidad, descenso que
se percibe ya en los primeros años del siglo. Los dos
países de los que poseemos datos más fiables son
Inglaterra, cuyo índice de mortalidad en 1800 y 1900 es
respectivamente 26.9 %º y 18.2%º, y Francia, cuyos
índices se reducen del 27.7 %º a 20.1 %º. Los
progresos en la medicina y en la
higiene son
las causas fundamentales, aunque no únicas de este
descenso.
Los jalones claves en la medicina científica se
señalan en la invención de la vacuna contra la
viruela por el ingles Jenner (1796), que inicia la era de la
medicina preventiva y la lucha final contra una enfermedad
epidémica temible. El
conocimiento de los agentes provocadores de las enfermedades,
con el nacimiento de la microbiología (Pasteur, Koch), y la
introducción en la cirugía de la
anestesia parcial (1846) y la antisepsia (1867). La higiene
experimenta una renovación no menor con el abastecimiento
de agua potable a
las ciudades, los servicios de
limpieza en las calles y la generalización del aseo
personal (ropa
interior, jabón, etc.).
Pero subsisten como frenos obstáculos
ancestrales, sin los cuales el crecimiento numérico de los
europeos hubiera sido mucho más rápido.
¿Cuáles son estos frenos?
- La mortalidad infantil sigue siendo muy elevada,
aunque comienza a descender en el último cuarto de
siglo. Quizás contribuyó la falta de higiene
alimentaria; el único medio que se conocía era
prolongar la lactancia materna. En los hospicios la mortalidad
de los hijos naturales fue mucho mayor; un autor francés
ha asegurado que sólo el 10% alcanzaba los 20
años. - Últimas hambrunas. Fue terrible el hambre en
Irlanda en 1846-1848 que provocó salidas en masa hacia
Estados Unidos. La de la India en
1900-1901 hizo desaparecer 1/5 de la población. Un
año de escasez de cereales, o de epidemia de la patata,
podía provocar todavía un cataclismo. - Epidemias. Son menos temibles que en siglos
anteriores, pero se ha afirmado equivocadamente su
desaparición en la Edad contemporánea. El
cólera llega a Europa y se convierte en el enemigo
número 1. La revolución en el transporte
contribuyó a hacer más rápida la
difusión del vibrión colérico, que en
cuatro ocasiones arrasó el continente europeo. En 1832,
primera epidemia de cólera, murieron de su embate
sólo en París 18.000 personas. Sus últimos
coletazos, en Rusia en los últimos años del
siglo, provocaron decenas de miles de
víctimas. - Guerras. Al mismo tiempo que los progresos
médicos permiten salvar un mayor número de
heridos, los progresos bélicos provocan un mayor
número de víctimas; es el caso de la
mortífera de 1870 en Francia.
Para los sectores obreros fue un factor adicional, que
mantuvo alta la mortalidad, la mala calidad de
vida, las condiciones difíciles de trabajo y la
alimentación insuficiente. De ahí
que se haya hablado de "desigualdad ante la muerte";
existe una mortalidad diferencial de cada clase
social.
Si todos estos obstáculos impiden que la
mortalidad baje más acusadamente, el descenso de la
natalidad es otro freno en la carrera demográfica. La tasa
inglesa pasa de un 37.7 %º a un 29.9 %º. En Francia el
descenso es más acusado, de un 32.9%º a un
22.4%º. Factores culturales y psicológicos inciden en
este proceso. La reducción de la natalidad se hace
más acusada en los últimos años del siglo y
evita un aumento todavía más espectacular de la
población mundial.
Las migraciones. Del campo a la ciudad – Éxodo
rural
El siglo XIX protagoniza intensos desplazamientos de la
población, en relación con dos procesos: la
revolución industrial, que provoca el trasvase del campo a
las ciudades en primer lugar, y que permite, por la
innovación de los transportes, los traslados intra e
intercontinentales; y el colonialismo, que estimula la
ocupación de nuevas tierras en otros continentes menos
poblados y menos desarrollados.
Nos encontramos en primer lugar con una
disminución de la población rural. Refleja el paso
de una economía predominantemente agrícola a una
economía predominantemente industrial. La industria,
concentrada en las ciudades, reclama una mano de obra abundante;
el artesano rural no puede resistir la competencia de
las fábricas; los artesanados se constituyen en los
primeros emigrantes. Más tarde, la revolución
agrícola permite, al introducir en el trabajo de
la tierra las máquinas, reducir el número de los
campesinos, cuyos excedentes pasan a engrosar las masas de
obreros industriales urbanos. En el ritmo de abandono de los
campos influyen factores geográficos, jurídicos,
políticos. Las montañas, más pobres, se
vacían antes que las llanuras; las regiones de
pequeños propietarios retienen con más fuerza a los
campesinos que las de grandes propietarios, en las que el
campesino es simplemente un bracero que desea buscar nueva vida;
en ocasiones, una decisión política retiene o
incluso atrae a los campesinos, es el caso de colonización
de las Landas francesas. El ritmo es irregular, una crisis
agraria lo acelera, como ocurrió en el hambre irlandesa de
los años 40.
Los ferrocarriles ejercieron una fuerte influencia en
estos desplazamientos. Por una parte facilitaban los retornos
estacionales, por otra suscitaron un impacto psicológico,
una fiebre de viajes, que
debilitó las tradiciones de apego a la tierra. Y
multiplicaron los puntos de destino. Sin ferrocarriles los campos
hubieran podido retener más eficazmente a sus
habitantes.
Las ciudades crecieron desordenadamente a fin de dar
cabida a la gente que emigraba de los campos y se instalaba
allí para trabajar en las fábricas. La mayor parte
de las calles no tenían pavimento, y la luz, el agua y los
alimentos eran escasos. Las viviendas se amontonaban en estrechos
y malolientes callejones, y cada barrio era un basural. No fue
extraño, entonces, que bajo tan tristes condiciones la
tuberculosis y
las epidemias hicieran estragos en barrios populares. Hombres,
mujeres y niños trabajaban de 12 a 15 horas cada
día, en locales insalubres y con escaso salario. Algunas
fábricas empleaban niños huérfanos, menores
de 14 años.
Las migraciones intercontinentales
Entre 1800 y 1930 abandonan el continente europeo unos 40
millones de personas; es un proceso de expatriación sin
precedentes en la historia. Inglaterra, con 17 millones de
emigrantes, encabeza la tabla de países proveedores de
hombres; Italia, con nueve, y Alemania, con seis millones, la
siguen en importancia. De los países receptores ocupa el
primer lugar, con amplia ventaja, Estados Unidos, a donde llegan,
desde los primeros años del siglo XIX hasta el año
1922, 38 millones de inmigrantes, a los que hay que sumar los que
pasan desde el Canadá. El colosal despliegue territorial y
económico de los Estados Unidos se basa en esta constante
aportación de europeos. Canadá, Australia, América
del Sur, Siberia, son zonas a donde los inmigrantes acceden en
número notable.
La lengua
señala en muchos casos las líneas de
desplazamiento. Ingleses e irlandeses prefieren emigrar a
América
del Norte; portugueses y españoles lo hacen casi en su
totalidad a América del Sur.
Las causas son diversas. Se ha señalado como
espoleta la noción de presión
demográfica: emigran los habitantes de países
superpoblados, como Inglaterra o Alemania, y concretamente los de
regiones y zonas cuya densidad de
población, en relación con el número de
puestos de trabajo o de nivel de producción de alimentos,
es excesiva. Pero parecen influir no sólo las
circunstancias del país emisor sino también las del
país receptor.
Indudablemente las motivaciones económicas han
jugado en todo momento un papel decisivo. Las masas rurales y
artesanas, agobiadas en los momentos de crisis, han intentado
buscar una nueva vida lejos de la patria. H. Jerôme ha
demostrado la influencia de los ciclos económicos sobre la
emigración a los Estados Unidos. En el flujo de europeos
hacia otros continentes ha actuado unas veces una crisis
agrícola europea, como la de 1847; otras veces una
circunstancia excepcional, como los hallazgos de oro en
California, en Australia o en África del Sur.
La situación geográfica es otro factor clave. Los
rusos emigran hacia Siberia; los latinos hacia América;
los países marítimos del Oeste europeo, Portugal,
España, Inglaterra, encuentran muchos estímulos
para lanzarse a través del océano.
Los factores políticos no deben ser olvidados. Algunos
estados pusieron trabas a la emigración de sus hombres;
otros, ansiosos de establecer un imperio colonial, lo
estimularon. A finales del siglo salían 300.000 ingleses
cada año, hacia las colonias. Los habitantes de
Alsacia-Lorena que en 1871 optaron por la nacionalidad francesa,
al ser ocupados estos territorios por Alemania se trasladaron en
masa a Argelia. En cambio no han influido apenas los motivos
religiosos, con la excepción de los judíos de
Europa central, que, al ser perseguidos, pasaron a Inglaterra y
después a los Estados Unidos, para constituir la poderosa
comunidad
judía norteamericana.
Para los países europeos las consecuencias no
fueron visibles más que en casos especiales. Irlanda
tenía en 1835 ocho millones de habitantes; entre 1845-50
perdió casi dos millones, de los cuales más de la
mitad emigraron a Norteamérica. Al ser los emigrantes
jóvenes y varones, se produce un envejecimiento de la
población y una superpoblación femenina, doble
obstáculo en los años siguientes para la
recuperación demográfica del país. Para
Irlanda la emigración fue una sangría; en cambio
para Inglaterra fue la base de su poder mundial.
La intensidad de la emigración europea fue
creciente a lo largo del siglo. Proceso poco acusado hasta 1845,
comenzó a adquirir volumen a partir
de las crisis económicas y políticas
de los años 1846 a 1848, aumentó notablemente desde
1880, cuando se intensifica la emigración alemana y se
reparte el continente africano, y adquiere un volumen
espectacular en los primeros años del siglo XX, hasta
1914. La Primera Guerra Mundial
pone un freno casi definitivo a esta difusión europea por
todos los continentes.
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