- Lección
I - Lección
II - Lección
III - Lección
IV - Lección
V. - Lección
VI. - Lección
VII - Lección
VIII. - Lección
IX. - Lección
X. - Lección
XI.
Ortega pretende tomar la actividad
filosófica, el filosofar mismo y someterlo a un análisis radical, todo lo contrario de una
introducción a la filosofía.
Conveniente es, salir al encuentro de este popular escepticismo
que se adhiere a diferentes doctrinas, a cambios de
opinión que invitan a la incredulidad.
Ortega admite la existencia eviterna de
las ideas, sin alteración ni modificación, una
idea, adquiere un tono temporal y un cariz histórico
cuando es descubierta por un sujeto real histórico,
contemporáneo a un tiempo, el
contenido de las ideas no sucumbe al tiempo y es a
histórico, lo que cambia son nuestros pensamientos. Sin
embargo, este modo de ser atemporal constitutivo de las ideas y
el modo de ser temporal del sujeto humano que ignora o descubre
la idea, guardan una estrecha heterogeneidad. La afinidad entre
una idea, y el individuo que la descubre es necesaria, para que
ella sea encontrada en un momento de la historia, es como que hay
afinidad entre la figura de la verdad en cuestión, y la
forma del poro por la que ha de colocarse. Tales ideas, tales
formas de pensamientos, la filosofía misma, todo sistema
político existieron y fueron vividos por un tipo de
hombre
determinados, hombres que existieron en tal fecha, bajo el manto
de una circunstancia histórica. Es preciso articular las
verdades que surgieron en todos los tiempos, bajo las mas
variadas épocas y formas de pensamiento,
para superar la escandalosa situación del pensamiento
que parecía ser incompatible con el cambio de
opiniones que aparecen abruptas en la historia humana. Las
verdades son pues, inmutables, es el hombre el
que cambia; las verdades de ayer, son errores para hoy y el hombre
necesita reconstituirse con unas nuevas porque su
orientación es otra. Por que cambia es necesario que
recorra todo el orbe de verdades, volviéndose afín
a unas y cegándose a otras. Hombre es todo
ser viviente que piensa con sentido y que por eso ha de
entenderse: y porque puede entenderse, posee alguna
dimensión de verdad.
Es necesario que por primera vez se
articule lo eterno e invariable, que es el contenido de la
filosofía, con lo efímero y variable: la historia.
Es esta la tarea de las nuevas generaciones, comprender esto, es
ya un gran paso en la compresión del filosofar mismo y de
la actividad filosófica en cuanto tal.
Toda explicación que intente
entender los cambios abruptos de la superficie histórica,
sin entrar en las profundidades del alma humana, es a la vez de
inútil, superficial. No cambia el tono de los tiempos, el
cariz de los siglos, el hecho de que un nuevo sentimiento e
ideas, invada el corazón de
uno o varios hombres, pues esto implica el nacimiento de un
hombre nuevo, un tipo de hombre distinto, un cambio de
generaciones. Pero las generaciones son coetáneas y es
preciso que surjan con una vitalidad nueva y homogénea.
Contemporáneos, así como somos, disfrutamos de
tiempos iguales y una misma atmósfera, pero los
formamos de modo diferente. Ortega avala la idea de un
anacronismo de la historia, conviviendo en un tiempo externo,
están tres tiempos vitales distintos. Los hombres huyen de
esa fatalidad que les aprisiona en una generación, y de
esta manera recobran el vigor juvenil del tiempo que les
sobreviene. Es solo una prolongación de la juventud, pero
con espíritu bondadoso, que quiere el porvenir, pero se
alegra de que otros lo vivan, el pasado tira de nosotros, y
fermenta ya esa actitud hacia
el futuro. El pretérito es como una resaca irremediable y
quien se niegue a comprender la nueva fisonomía, queda
como sumergido por ella. Con el surgimiento de la "nuova
scienza" de Galileo, por vez primera existe un conocimiento
que parte de deducciones precisas, que son a la vez confirmadas
por la observación latente de los hechos; se
confirman las verdades mediante un doble criterio de certeza, lo
tolera justamente. Las masas medias (la burguesía) se
interesaron por ella, por un mero interés
material y no intelectual, surge una atmósfera del
"imperialismo
de la física".
Es la física
la ciencia del
confort, y este se confirma en el hecho de querer dominar la
materia y
hacerla cómoda, es pues
predilección subjetiva, como el mismo Comte había
ya sugerido, en su discurso sobre
el espíritu positivo: la técnica regimienta a la
ciencia. Es
pues la verdad un precipitado intelectual de la utilidad practica
science, d’ou prevoyance; prevoyance, d’ou
action. Escasa estimación merece el pragmatismo
fisiológico de la ciencia
como filosofía, es pues como beateria científica y
cultural que se extasía ante el
conocimiento, pero sin hacerse dramática
cuestión de el. Agobiado, hasta sumergirse, el filosofo se
contrajo hasta volverse un "minimum", viendo que los problemas
genuinamente filosóficos no toleran ser resueltos
según el modo del conocimiento
físico renuncio por ello a su discusión, se
volvió la filosofía faktum de la ciencia
fisicomatemática.
La filosofía quedo aplastada por
el armamentismo de la nueva física, las ciencias
naturales dominaban el ambiente,
empavoreciendo a todo lo que no pudiese ser tratado en los
albores de los laboratorios. La filosofía no es una
ciencia, es mucho más. Sin embargo, surge de nuevo un
entusiasmo de los filósofos por su filosofía, un
aire de
resolución que los lleva a adoptar, una actitud de
jovialidad, el hecho de que la filosofía, en los
años de 1860 a 1920 había quedado reducida a pura
teoría del
conocimiento, así se publicaban la mayor parte de los
libros de esta
época, que sin embargo no plantearon nunca en serio la
cuestión de que sea el
conocimiento.
El vivir parte y se hace siempre desde
ciertos supuestos, la base en la que nos apoyamos en el arranque.
La verdad es histórica, y el sistema de
verdades que surgen en una generación espontánea,
tiene inexorablemente un alcance histórico, valen para
ciertos hombres y nada mas, que se vea la historia sin
relatividades absolutas, es la gran cuestión, es el
<<tema de nuestro tiempo>>. A pesar de que la verdad
física, tiene dos nobles cualidades, su exactitud y el
doble criterio de certidumbre, no le asegura esto, su
superioridad y la existencia de un tipo de verdad superior a la
física, es evidente. Esto implica una seria
búsqueda de la significación plenaria de lo que sea
conocimiento, porque solo así podremos saber, si lo que
los hombres poseen se aproxima a ella. Las ciencias se
nutren de la duda que son capaces de digerir, esta
asimilación le permite desarrollar mas la teoría,
hacerla más sólida y más robusta, pero no
con una confianza ingenua e inocente, sino como medio de seguridad en lo
inseguro. Las ciencias
cuando necesitan reformarse, no pueden reformarse dentro de ellas
mismas, deben salir de su interioridad, así es como los
físicos se vieron obligados a filosofar sobre su ciencia,
surge una preocupación filosófica de los
físicos. A partir de la crisis de los
principios se
ha ido construyendo una teoría del
conocimiento. No hay similitud entre el contenido de la
ciencia con lo que es el mundo corpóreo, son como idiomas
diferentes que solo pueden traducirse como símbolos, la
ciencia no es mas que correspondencia simbólica. Hay
contacto de la ciencia con la realidad, solo mediante el
experimento que es el acto por el cual, el científico
intenta manipular la naturaleza, no es
el hecho mismo de su existencia lo que se nos revela mediante el
experimento, sino su reacción frente a determinado
experimento. Hoy opera sobre las ciencias, una actitud opuesta a
la de hace 30 o 40 años, en aquel entonces, una u otra
ciencia procuraba imperar sobre otra, extender su
demostración sobre las demás, ahora, cada ciencia
no solo acepta su manquedad, sino que repele las pretensiones de
ser legislada por otra. Menester es pues que las ciencias se
logren articular unas en otras (lo cual no es supeditación
0 servilismo) sino que es tomar tierra firme
en el campo de la filosofía. Síntoma claro de que
la ciencia busca su sistematización y avivamiento es el
hecho de que se sienta como forzada a aterrizar sobre aguas
filosóficas. Definir la filosofía como
<<conocimiento del universo>>deja escapar todo el dramatismo y
el tono de heroicidad e intelectualidad es que la
filosofía vive, puesto que la filosofía no parte de
la conciencia del
mundo como presupuesto, sino
que se embarca para lo desconocido, ignora cual es su objeto o la
particular esquirla del universo por la
que va a partir, solo sabe que es un objeto integral,
auténticamente uno, el único que se basta, por no
ser dado, es el objeto perennemente buscado, a falta de presupuestos
parte como de la nada hacia la búsqueda de puerto seguro. Es como
la llama Aristóteles: filosofía, la ciencia
que busca. Lo característico de la filosofía
frente a la ciencia, es tomar posición teorética
frente a un problema, no resolverlo, pero si demostrar su
insolubilidad. Si la filosofía no da verdades del mismo
tipo y valor que las
verdades científicas, tambalea la ciencia y es un peligro
para ella. Porque la ciencia experimental, sea incapaz de
resolver a su manera esas cuestiones proemiales fundamentales, no
esta en su derecho pedirnos que renunciemos a ellas, no debe
llamarlas "mitos" por el
hecho de su altanería. La verdad científica es una
verdad exacta, pero penúltima, que busca integrarse con un
estilo de verdad ultima que queda hospedada en su visión
como "mito",
mito es la
desesperada búsqueda de la totalidad.
Toparnos primero, con la exacta
contraposición, entre dos tipos de verdad: la
científica y la filosófica. Una exacta, pero
insuficiente y otra suficiente pero inexacta. El hombre de
ciencia se enfrenta con el problema detrás de la verdad
científica, necesita construirse una verdad integral que
sea además de suficiente, exacta. Las conclusiones de la
física son al caso, solo probables, hablando en
términos cuantificables o son la necesidad de un gremio de
científicos, de asentar su verdad vital. El hombre de
ciencia, antes de ser científico, es hombre, que tiene que
vérselas con el <<mundo>> al entorno, filosofa
sobre él, técnica o espontáneamente. Es por
ello, que con acritud, debemos retroceder del horizonte de la
ciencia, al horizonte de la vida como estado
primario, llegar aquí, es llegar a la raíz de la
filosofía, por ello es que podemos llamar a la
filosofía, una cosa inevitable, un algo que forma parte de
nuestra vida. Universo es el tema o razón de ser, del
hecho filosófico y para conocerla es preciso descomponerla
en sus vértebras mas intimas, des leerla, repasar cada
teoría
escrita, para luego retornar al aire libre, como
dueños de su secreto interior. Al filosofo le interesa la
universalidad, lo que representa y vale para todo, la vida
publica de cada cosa, su soberana publicidad.
Cuando el filosofo parte a la pesquisa de su "le motif", no
sospecha nada de lo que busca, lo acepta simplemente como un
problema sin limites, no busca la partícula que se
desprende como enfisema de lo total, sino el
<<multiverso>>, además ignora en el arranque,
si su objeto sea o no cognoscible, su solubilidad constituye el
motivo de la duda. Es pues la dimensión filosófica,
una dimensión extraña desde su proceder y es esto
lo que le proporciona un carácter
exclusivo. Solo el filosofo hace de la duda gnoseológica,
ingrediente esencial de su actitud cognoscitiva, cabe en
él la posibilidad de que su objeto se vuelva
indócil al tratamiento filosófico. Toma el problema
tal cual se presenta, sin objetos previamente amansados, como los
de las ciencias particulares. La ciencia es un proceso
fluyente y como una procelosa navegación hacia la cosa
anhelada, en la cual se olvida, la marcha de la conciencia, como
"conciencia del problema", en su lugar, hay un sistema de
problemas casi
invariables que pasan de generación en generación y
constituyen el patrimonio y
legado cultural de la historia. Toda teoría empieza en su
primer paso, negando la realidad, destruyendo de una manera
virtual el mundo actual, extrañándose por su
constitución fisiológica natural,
por ello, retrotrae todo a la nada, pues lo que busca es un
rehacer, una nueva génesis. La filosofía, es el
heroísmo intelectual por excelencia, el problema absoluto
que merece una actitud radicalmente teorética para
justificar el conocimiento, es necesario demostrar la identidad
estructural de las tesis
idealista y realista, sin subestimar al ser, ni tampoco al
pensamiento. El filosofo, que esta dispuesto a radicalizar al
máximo este riesgo
intelectual, debe librarse de toda suerte de suspicacia, ejercer
libre profesión incluso ante cuestiones que guarden una
altanera pose metafísica. Filosofía es
conocimiento del universo o de todo cuanto hay, pero al partir,
no ha determinado que es lo que hay, ni si lo que hay es
multiverso o universo, o si soportara el peso de todas las
especulaciones.
El ser, siente como algo latente, esta
necesidad de filosofar, y es esta la mas elevada, la más
esencial necesidad para él. Busca capturar todo como tal,
no brota por razón de utilidad ni de
capricho, es constitutivamente necesaria. Problema, es pues para
ella, la conciencia de un ser y un no ser, gajes de una
contradicción. El mundo que nos hallamos, Es, pero es a la
ves una contradicción que reclama su esclarecimiento,
grita por lo que le falta, su no ser nos obliga a filosofar, en
el filosofar buscamos devolverle su integridad, buscamos darle un
lugar de apoyo en el que pueda desenvolver su integridad. El ser
fundamental, falta siempre en el mundo, deja solo la abertura y
una huella imborrable de su ausencia; lo sabido, independiente de
todo análisis filosófico, es solo
parcialidad del mundo, la vista puntual de un sistema parcial,
que ha de pasar por ser inferior, y moverse "a nativitate" del
conocimiento de la filosofía. La filosofía deja a
un lado los supuestos, para enfrentarse a un sistema de verdades
que se han construido sin admitir la existencia de una
teoría anterior, es una ley intelectual
de sí misma, es autonómica, es una paradoja que
apartándose de la opinión natural, hace
cuestión hasta de lo más vitalísimo, lo que
al parecer de la gente, no parece cuestionable. El concepto
filosófico, va en función
del todo, la parte; lo aislado corresponde a las ciencias
particulares. Al no buscar la materia como
pieza del universo, se vuelve la ciencia una pseudo
filosofía materialista, el filosofo en cambio, busca las
cosas en función de
una pantonomia, una ley de la
totalidad. Sin embargo, necesario es que la filosofía, se
orne y conforme a ser la cosa que es, dejar vacantes los elogios
que no le corresponden, es su corrección. Principio
lógico y metódico suyo, es abarcar intelectualmente
el universo,
se forma de conceptos llenos de contenido mentalmente
enunciables. Es la filosofía, un gigante afán, de
traer a la superficie, lo que yace subterráneo, misterioso
e impostergable, no es un itinerario que nos sumerge en el
territorio de la verdad mas profunda, sino que torna patente la
verdad indecible. Es voluntad de mediodía, apetito
transparente, que declara, descubre y quita el manto a lo velado.
Es un ontologismo, un decir el ser, si la mística es
callar, la filosofía es pronunciación.
Teología y no éxtasis, las vías del
pensamiento discursivo enriquecen nuestras ideas sobre lo
divino.
Las verdades científicas, poseen
un carácter
puramente espectral, puesto que son asentimiento intelectual, al
que nuestra alma se ve forzada por determinadas razones, la fe y
otras creencias vitales brotan del centro radical de nuestra
persona, del
"alter ego". La filosofía, es un jovial rigor intelectual,
no es mas que teoría. Con ella la filosofía, canjea
la realidad por conceptos, lejos de vivir la vida, piensa, vivir
la vida magnifico afán de sacar a flote; este ingenuo
pensar la vida, es un afán por sobrevivirla. Las dos
leyes del
pensamiento filosófico son: autonomía, no admitir
como criterio de verdad, causas exógenas, y la pantonomia,
no contentarse con ningún criterio que no exprese valores
universales, que no intente abrazar la totalidad de la identidad
universal. Su teoría, busca componerse de puras
evidencias, y una teoría es verdadera, cuando proviene
solo de evidencias. La verdad, empalma en todos los sentidos con
la realidad, y al hacerlo se constituye como autentico criterio
verosímil. La evidencia no tiene nada que ver con el
sentimiento, es todo lo contrario, el sentimiento es por
nacimiento ciego. El positivismo,
por reducción, se convierte en mero sensualismo, es
presencia positiva del objeto, que le estrecha. Es urgente la
presencia del objeto a los sentidos para
acusar su verdad, su existencia de ordinario. La filosofía
actual, es frente al positivismo
parcial y limitado, positivismo absoluto, corrigiendo con esto el
vicio que ha padecido la filosofía de todos los tiempos,
el sensualismo extremado. No hay mas verdad teorética
rigurosa que las fundadas en evidencia y para hablar de las
cosas, ellas deben hacerse presentes, según el modo que su
consistencia imponga. La cosa, proveniente, junto con sus notas,
va de la mano de sus distintos modos. Susceptible de
aproximaciones, es el conocimiento material, la efigie se
aproxima mas, a medida que la experiencia es mayor. La idea es
siempre, idea de algo, no pueden sernos dadas "ex nihilo", los
conceptos de las cosas, los principios pre
concebidos parten siempre de un objeto que se hace presente y es
pensado. El racionalismo,
de los últimos tiempos, es un puro vivir de ilusiones un
reducir a conceptos y a logos, el infinito matemático,
puesto que la ciencia matemática, ha extendido su imperialismo.
El infinito es un irreductible al logos o ratio, lo continuo es
trans conceptual o meta lógico. El radicalismo de la
filosofía, no admite, mas que intuiciones adecuadas como
modo de verdad. Es paradójica en su raíz misma,
parte de la doxa u opinión espontánea, para
desasirse luego de ella, e ir en busca de otra opinión,
mas firme, una para doxa.
La seguridad que
tenemos de la existencia de un objeto, en el universo, es
de dos tipos: fundándonos en un razonamiento afirmamos la
existencia efectiva de un objeto, los datos del
universo, no son lo único que hay en el universo, sino, lo
único que indubitablemente hay al partir, partimos de este
cariz indubitable, de esta seguridad especialísima. Para
que sea verdad la existencia del objeto que busca la ciencia, es
necesario que sea verdadero, el sistema entero de la ciencia en
cuestión, si no es evidente este objeto aparecerá
como quimera. Los datos del
universo, poseen insospechosa existencia y es necesario que las
ciencias partan de ellos como realidades radicales.
Pero a la filosofía, acontece
algo contrario, ella no puede conformarse a partir del hecho de
la existencia del mundo exterior, la creencia vital, no acepta el
escenario cósmico de cada uno, y escinde estas realidades;
lo que la vida cree, no puede ser criterio de verdad para ella.
Por eso es que filosofar, es apartarse constantemente de las
creencias vitales, de factum psicológico. La
convicción filosófica, es una convicción del
intelecto, no parte de la condición vital, sino de la
necesidad de poner en orden los conceptos. El objeto de la
filosofía, no es supuesto, sino impuesto, la
existencia de los objetos al entorno no es evidencia ni supuesto,
solo partirá de la realidad que se impone que no es
súper-puesta. Dato radical, es la duda incuestionable,
dato fundido en el arranque mismo del filosofar. El
<<yo>> se descubre como radical soledad, el
<<yo>> se encuentra solo ante el universo, soy ahora
<<yo>> ante el mundo, en radical soledad. Filosofar,
es estar radicalmente solo.
El ser del pensamiento, es pura
actuación, pura agilidad, autógeno movimiento,
pensamiento es auto-móvil y no in-móvil. El mundo
se vuelve mi representación, en la arenga de Schopenhauer,
el mundo exterior esta palmado en mi conciencia, es pura
idealidad. Por ello es que solo existe en rigor el ser ideante,
el <<yo>> que piensa, el consciente: me ipsum.
La conciencia es intimidad, la superlativa relación de
mí mismo conmigo mismo. El <<yo>> es el centro
de nuestra conciencia, y a su alrededor esta la periferia, el
mundo de formas, olores, colores y
sabores; toda esa urdimbre que llamamos cosmos. El yo atraviesa
las cosas, se ocupa de ellas y les transmite su propio volumen
físico, pero no repara en ellas, por ello, es que desde un
punto de vista biológico, lo natural y primario es que el
hombre se ignore a sí mismo. El pensamiento antiguo griego
(realismo
primitivo) logra solo breves atisbos de intimidad, pero la
actitud de su mente no se conforma con atender de un modo
tónico el mundo exterior; él transcribe la realidad
en pura teoría, filosofa sobre el objeto que tiene
enfrente, las ideas griegas son corporales, y por eso compuestas
de realidad material. Entendían la idea como un poder alojado
en lo cósmico, una realidad no menos externa que los
cuerpos. Encuentra el alma como una entidad en el mundo, metafísica
pero no irreal, una casi corporalidad.
El hombre moderno, ha tomado conciencia
de sí, ha vuelto en control de
sí, ha despertado de su inconsciencia cósmica, se
ha descubierto tomando pose de su realidad. Se dio cuenta que era
conciencia, reflexividad, intimidad, hontanar del que mana su
riqueza intima. La
duda(es
la condición del conocimiento
científico, ella abre la grieta en la que ha de
posesionarse la prueba. Los griegos, maestros del teorizar,
ejercitaron ejemplarmente la duda, la actitud escéptica,
no dejo nada por hacer, nada por cumplir. El pensamiento es la
única cosa del universo que no puede ser negada: si se
niega, se reafirma en la negación, negar es pensar. Las
cosas en que pienso, podrán ser puras quimeras, pero el
hecho de que las pienso es una realidad indubitable. El decisivo
descubrimiento, realizado por el sistema de Descartes, es
que al pensamiento solo le es dado del universo, el mismo, es un
puro parecerme a mí, pura apariencia. Para que mi yo,
entre a poseer algo de una manera cognoscente, es necesario que
este algo se presente a mí en su integridad, tal y como
es, sin ninguna de sus notas ocultas, en su consistencia
adecuada. El pensamiento se tiene a sí mismo en integra
posesión, lo ideado en cuanto ideado.
Cada época es como un clima, en donde
predominan ciertos principios que inspiran la vida, cuando a un
pueblo, le sobreviene el hastío, se desinteresa por la
vida, y la atmósfera le resulta pesada. De ello surge la
historia, que asimila lo que va a dejar, se traga la realidad
vieja para crear una nueva. La duda como sistema metódico,
no es una aventura de la filosofía, es ella misma
percatándose de su propia y nativa condición, una
prueba de resistencia que
permite el saber. El pensar goza del privilegio de darse el ser,
es dato de sí mismo, en las otras cosas, es distinto el
existir y el que yo las piense. La filosofía
moderna, es desde Descartes,
esencialmente idealista, trata de interpretar todo cuanto hay,
como consistiendo en ser idea, una cosa pensada, si la cosa no es
idea, es consumida por el pensamiento, y por el <<yo que la
pienso>>. El pensamiento se ha tragado al mundo, las cosas
se funden como en una magnifica doctrina antinatural, se vuelven
ideas, es como estar viendo al mundo, al revés. El
idealismo
descubre al pensamiento y en esto consiste su superioridad, en el
hecho de haber descubierto una cosa en el mundo que consiste
fundamentalmente en ser para sí, en un darse cuenta de
sí. Descubre a la conciencia como reflexividad, por
primera vez se separan los mundos material y espiritual, la
exterioridad y la interioridad, en su esencia, son incompatibles.
El <<yo>> es el gerifalte que vuelve siempre al
puño (si el puño fuese un gerifalte) se contrae en
inflexión dentro de sí, retrayendo su vuelo se
interna en su profundidad. El entendimiento necesita ir dirigido
por un afán preexistente, hacia uno u otro tipo de cosas.
El entendimiento encuentra gracias a que el amor busca,
como el diletante (que significa el amante). El amor busca
para que el entendimiento encuentre. El Dios cristiano, es una
realidad trascendente, extra mundana, ante la cual toda realidad
cósmica se evapora, nada de el trastoca de modo alguno la
realidad, no es tangente con ninguna forma corporal, es misterio,
sumum, la encarnación. Estar con Dios, es aniquilar
virtualmente la realidad; desterrar lo cósmico y lo
terreno, el alma en su urgencia hará lo mismo que el
escéptico con su duda metódica. La soledad es
substancia del alma. El conocimiento ejemplar, es el de Dios y
del alma, puesto que no hay mas que esta doble realidad. El Dios
cristiano, es por lo visto trascendente al mundo, pero inmanente
al <<fondo del alma>>.
La tesis
idealista, es la magnifica inspiradora de la modernidad, la
madrona que amamanta estos tiempos, en la cual todos, directa o
de forma casi directa hemos sido educados, es el régimen
vigente de la cultura
humana. El realismo
antiguo, parte de la existencia indubitable de la cosa
cósmica, como forma de ingenuidad, es inocencia
paradisíaca; mera contemplación del paisaje sin
hacer dubitable ninguno de sus elementos. En cambio, en la tesis
idealista, el <yo> se traga al mundo, y se hincha,
ingurgitando el universo, se vuelve una protuberancia del mundo,
un tumor que debe ser extirpado con toda la pulcritud y tacto de
nuestra critica. El cosmos grande, se vuelve un pequeño
mundo, una realidad cerrada, una segregación del yo, un
microtheos (la monada de Leibniz); a estado a un
paso de cegar las fuerzas vitales de los resortes de la vida, al
arrojar, desalojar por completo la idea del mundo, ha llegado a
convencer al hombre, que lo que existe, es solo imagen suya, el
mismo reflejándose. El <<yo>> es intimidad,
pero es preciso y urgente que este yo intimidad, encuentre al
mundo que ha ignorado, y que salga fuera de sí a este
mundo, necesita reencontrarse con el. La superación del
idealismo, es
desde hoy la gran tarea intelectual, la alta misión que
debe cumplir la historia de nuestra época, porque tiempo
es tarea, misión e
innovación. El grave error de la
filosofía, fue haberse convertido en subjetivismo, en
subrayar esta dependencia en que las cosas han caído de
que yo las piense, sin advertir, que mi subjetividad depende
también de que existan objetos, en vez de dejar al yo y el
mundo, en pulcra inseparabilidad, los ha hecho distantes e
inexorablemente distintos. No se da cuenta, que el mundo y
<yo> somos en activa correlación: Yo soy para el
mundo, y el mundo lo es para mí. La tragedia del idealismo
radica en el hecho de haber transmutado al mundo en
<sujeto> en contenido de la conciencia, encerrándose
dentro de sí, sin explicar con claridad, porque esta
imagen
contenida en mi, es tan distante de mí, porque conciencia
es conciencia de algo, yo soy cuando precisamente me doy cuenta
de otras cosas en el mundo, de la alteridad. Lo primero que ha de
hacer la filosofía (si quiere ser en verdad radical) es
definir ese dato, que es <mi vida>, <nuestra vida>;
la de cada cual. Vivir es un modo de radicalidad; toda otra cosa
y modo de ser es tan solo detalle de ella, simple referente. La
filosofía, es ante todo vivir, y vivir es la forma precisa
de todo filosofar.
Verdad radical es la coexistencia de
mí <yo> con el mundo, vivir es primordialmente estar
frente a algo que es lo otro, sufrir algo de las cosas, su
irascibilidad. El ser indubitable, es en consecuencia no el
suficiente, sino el <<indigente>> ser que se da
cuenta, de la interdependencia del que él existe. Junto
con lo otro, sufre el ser de las otras cosas, no es
unilateralidad. El universo y Dios, son contenidos de mi vida,
porque <mi vida> no solo es el <<yo existo>>,
sino que le acompaña el mundo. Mi cuerpo mismo no es mas
que un detalle del mundo que encuentro en mi, detalle que, no es
de mucha excepcional importancia; pero no deja de ser tan solo un
ingrediente entre innumerables que hallo en el mundo ante
mí. Vida, es por lo pronto, lo que somos y hacemos: es
pues de todas las cosas la proximidad más directa a cada
cual, se deja apresar junto con toda la liviandad que se
presenta. Vivir es esa realidad extraña, única que
tiene por privilegio existir para sí. Es esa sorprendente
presencia que vive viviendo, que se sabe existiendo olvidando
todo saber intelectual, es simplemente la vida de cada cual, ese
saberse viviendo que tiene enfrente cada cual. Vivir en su
raíz extraña, consiste en saberse y comprenderse es
un ser transparente a sí mismo, advierte lo que le rodea.
Vivir es desde luego, hallarse frente al mundo sumergido en su
tráfago, en su trama azarosa, en su problema, pero
también, el mundo es inseparable de la vida de cada cual,
es esqueleto inseparable de nuestra estructura. La
vida es la perpetua sorpresa de existir, se encuentra naufraga en
un orbe impremeditado, y al encontrarla, nos encontramos
nosotros. Pero eso que nos es dado, la vida, es un problema que
necesitamos resolvérnoslo. La vida pesa siempre, consiste
en un llevarse y soportarse y conducirse a sí misma. Es
constantemente decidir lo que vamos a ser, un ser que consiste
mas, que en lo que es, en lo que va a ser por tanto en lo que aun
no es. Esta esencial y abismática paradoja es nuestra
vida, la vida de cada cual.
El espíritu, para vivir, necesita
asesinar su pasado, pero no puede hacerlo, sin antes digerir en
el fondo su vitalidad, debe mantener vivo el pasado para
construirse por sí mismo, su presente. El problema primero
de la filosofía no es averiguar que realidad es la
más importante, sino que realidad del universo es la
más indubitable, la más segura aunque sea por caso,
la más sencilla, la menos importante la más
humilde. El problema primero consiste en determinar que nos es
dado del universo: el problema de los datos radicales. Tanto el
físico como el filosofo idealista, deben los dos, explicar
como no habiendo mas realidad indubitable que la materia, pueda
hablarse con buen sentido y con verdad de cosas materiales, de
leyes
físicas. La filosofía, es un afán de la
vida, por encontrarse a sí misma, va tras la
búsqueda, de su razón vital, talvez inquieta,
talvez perdida en sí misma. La vida nuestra, la vida de
cada cual, no es problemática ni indubitable, como la
realidad orgánica, que constituye la <otra vida>. El
atributo primero de esta realidad radical, que llamamos
<nuestra vida>, es el existir para sí misma el
enterarse de sí, el ser transparente ante sí. La
vida, es un concepto que
implica lo general y lo individual, como categoría del ser
en general
la
actitud teorética, es un desvivirse o no vivir, es la
actitud fingida en la que supongo no existir yo.
Salvador Krsnaly Romero Ayala