Para un estudio histórico de
las teorías
del Estado desde
el "despotismo oriental" hasta la "dictadura del
proletariado".
- Ideas generales sobre el mito y
el Estado - La eternidad del
Estado - La divinizacion del
Estado - El Estado conforme al derecho
natural - La idealizacion del
Estado - El Estado capitalista
conforme los postulados de la razón - El Estado
racista - El Estado
fascista - El Estado
imperialista - Doctrina anarquista del
Estado - El Estado
socialista - Bibliografia
capitular
CAPITULO I
IDEAS GENERALES SOBRE
EL MITO Y EL
ESTADO
1. Concepto y
definiciones
La palabra "mito", procede
de la voz griega "mythos" que significa "Fábula". Mito es
el relato de algo maravilloso que se supone acontecido en un
pasado muy remoto y casi siempre impreciso.
Los mitos pueden
referirse a grandes acontecimientos heroicos que explican el
origen, y sirven de fundamento, de una comunidad
(Jasón, Teseo) o del género
humano en general (Adán y Eva); pero bien puede referirse
a fenómenos naturales, en cuyo caso se tiene el "mito
alegórico" (los signos del zodíaco), los mitos solares
o representar la personificación de seres sobrenaturales
(dioses, ninfas, nereidas, sirenas, ángeles,
arcángeles, demonios, etc.) cuyas acciones
fantásticas revelan los sentimientos e ideas de los
pueblos que las imaginaron.
A continuación citamos las siguientes
definiciones que reflejan los conceptos expresados. Ragozin
escribe: "Fenómeno de la Naturaleza que se
representa, no como resultado de una ley natural, sino
como acto de personajes divinos, o al menos, sobrehumanos, de
poderes buenos o malos". Y la de Otfried Muller: "Acto
inconsciente y necesario, por lo que el espíritu del
hombre,
incapaz de abstracción, consideraba todas las cosas bajo
una forma concreta y viva".
Los mitos se encuentran en los pueblos arcaicos y en el
antiguo paganismo de los griegos, los romanos, los egipcios, los
hindúes, los hebreos, etc., y representan el balbuceo
inicial de los pueblos, para expresar el inicio de su historia y sus concepciones
animistas de las cosas de la Naturaleza y de
la sociedad.
2. El mito y la religión
En su sentido original "el mito" es sinónimo de
fábula; pero la fábula quedará relegada,
como una simple especie literaria, para expresar acciones
inverosímiles de los animales o las
cosas. No contiene, como el mito, el trasfondo de una creencia, o
de una idea de superioridad de un personaje de elevados
"atributos" o propiedades.
Se ha considerado el mito como sinónimo de
religión;
pero ambos términos señalan dos objetos diferentes:
comenzando por su origen, la religión se deriva
del sentimiento y el mito de la imaginación, de la
fantasía, cuando se invoca a Dios en una oración,
habla el sentimiento; pero cuando imaginamos que la serpiente
incita a Eva, para que convenza a Adán, de que coman de la
manzana prohibida; entonces habla la fantasía. En otro
aspecto, la religión tiende a crear un código
moral y
considera al dios como depositario substancial de la moralidad;
en cambio, la
idea mítica revela una acción grandiosa, fabulosa,
sin que le interese su fondo.
3. El mito y la filosofía
La filosofía, que emergió del mito y la
religión, desde la perspectiva del racionalismo
absoluto, ha visto en el mito, el fracaso total del pensamiento.
En este aspecto, Aristóteles (384-322 A.C.) dice "No vale la
pena hablar de los que se sirven del mito"; y Hegel (1770-1831)
por su parte escribe: "El uso del mito acusa, en general, una
impotencia que no sabe manejar, todavía el pensamiento".
Para la razón clásica el mito es una "quimera"; es
decir, una ilusión o fantasía simbólica, que
no puede ser sometida a las leyes o
postulados del razonamiento lógico; por tanto, para la
filosofía racionalista, el mito es la expresión
elemental de los pueblos bárbaros.
Sin embargo, no se considera así, tan manida y
tajantemente concluída esta cuestión, pues en la
historia del
pensamiento filosófico se ven los avatares de esta
idea:
Los presocráticos descartaron el mito, porque se
oponía al logos, a la razón: pero elevaron la
razón sobre la base de previos mitos, terminando por
enlazar los dos conceptos, por lo menos en el lenguaje.
Los sofistas diferenciaron el mito y el logos (la
razón). Sin embargo, admitieron con mucha frecuencia, que
el mito envolvía, muchas veces, la "verdad
filosófica". Esta concepción de los sofistas fue
adoptada por Platón
(428-348 A.C.) quien consideró el mito, como un modo de
expresar ciertas verdades que escapaban al razonamiento. De
allí aparece que toda la filosofía de Platón
esté planeada a base de mitos alegóricos: el mito
de la caverna para exponer la teoría
de las ideas; el mito del alma; el mito del devenir, etc. A esto
aludía Aristóteles cuando rechazaba a los
mitólogos.
Muchos escritores neoplatónicos estudiaron la
naturaleza y la clasificación de los mitos, como la
justificación filosófica del carácter
divino de los mismos. Salustio (87-36 A.C.) en su libro "Sobre
los dioses y el mundo", explicaba que los mitos pueden presentar
a los dioses y sus opiniones, expresadas por los mismos dioses,
en el mundo; e hizo la siguiente clasificación: mitos
teológicos, físicos, psíquicos, materiales y
mixtos.
Tomando en cuenta su gran valor
pedagógico y explicativo, los mitos tuvieron, en la
antigüedad y en la Edad Media
gran aceptación. Pero a partir del Renacimiento se
replantea un problema que ya se había analizado desde la
antigüedad: el de si los mitos poseen un contenido verdadero
o falso. Cabe afirmar que algunos escritores lo aceptan, mientras
que otros lo rechazan de manera absoluta, alegando que la
verdadera historia no tiene nada que ver con los mitos y las
leyendas. Para
estos pensadores el contenido del mito es falso y por lo tanto,
el historiador debe limpiar de tales fantasías la historia
que escriba. En este sentido se pronunciaron Voltaire
(1694-1778) y todos los libre pensadores enciclopedistas del
Siglo XVIII. Sin embargo, algunos pensadores han llegado a la
conclusión de que, los mitos tienen una "verdad
histórica" y no se deben descuidar o ignorar cuando se
trate de penetrar en el remoto pasado prehistórico de los
pueblos; por lo que aunque los mitos tienen mucho de
fantasía no se puede negar que constituyen un esfuerzo de
interpretación de fenómenos sociales.
Juan Bautista Vico, en su "Ciencia
Nueva", identifica el pensar mítico con el pensar
político y es partidario de que los mitos contienen una
verdad histórica. Vico fundamenta, racionalmente, esta
aseveración al considerar que tal fenómeno es un
"modo de pensar" que tiene sus características propias, y que expresa
formas básicas de vida humana.
En el mismo sentido que Vico, se pronuncia el pensador
alemán Federico Schelling, diferenciándose de
aquel, en que a éste le atribuye contenidos
místicos. El alemán opina que la mitología es una forma de pensamiento que
indica uno de los modos de como se revela el absoluto en
el proceso
histórico; así dice: "El mito es revelación
divina".
4. El mito y otras ciencias
humanas
Los mitos han sido interpretados de diversas maneras por
historiadores, sociólogos, etnólogos,
antropólogos, psicólogos y filósofos. Según su respectivo
criterio, indica que tales representanciones fantásticas,
son "expresiones de conflictos
incoscientes", o una "simbolización de fenómenos
naturales" o bien una "proyección imaginaria de las
estructuras
sociales", etc.
a) Para la Etnología, el mito desempeña
una función
social: el mito primitivo es el relato de una historia
fundamental y concreta del grupo o
comunidad; de
donde este agregado social, saca la justificación de sus
ritos o cultos a dioses, héroes, y antepasados; con ellos
verifican y consolidan su existencia en el tiempo; el origen
cierto de su estirpe, sus leyes y sus
tradiciones.
b) Para la teoría
psicoanalítica, el mito pertenece al "mundo inconsciente",
de lo irracional; delimitando así, las fronteras entre la
razón y la fantasía, o la locura y la puericia; y,
en consecuencia, una "lógica
del inconsciente". En otro aspecto, el psicoanálisis ve en los mitos figuraciones
de "complejos", deseos insatisfechos, traumas, frustraciones,
generalmente de carácter
sexual y de voluntad de poderío. Ejemplo: el totem es la imagen del
"padre" o "protector". El Nagual protector de la tribu entre los
indígenas americanos y deidades menores pertenecientes a
grupos
familiares.
c) Algunos historiadores -Moreau de Jonnes, entre ellos-
se inclinan a ver, en el mito, hechos reales y positivos:
leyendas sobre
los dioses y los héroes; son relatos que se refieren a
hombres que, efectivamente, existieron; dotados de facultades
superiores para realizar hazañas inverosímiles y
beneficiosas para los pueblos primitivos que los consagraron como
divinidades; gozando también de esta identificación
algunos animales.
d) La Antropología explica que, antes de la
mitología, se encuentra, en la vida humana,
el "mana" o animismo, reiteradamente encontrado, en los pueblos
arcaicos como los de la Polinesia, Micronesia, Melanesia, etc. El
"mana" es una fuerza, un
influjo de orden inmaterial y hasta sobrenatural, que se revela
por medio de la fuerza
física, o
por otra forma de poder o
superioridad que el hombre
posee; no estando fijo a un objeto determinado, y puede ser
llevado sobre toda clase de cosas: es forma de vida del hombre
primitivo.
El hombre mitológico, sintió que el mundo
vive: supuso que, detrás de cada cosa material,
había un espíritu semejante al suyo que la animaba;
por lo que se explica que todo "mito" lleva en sí el
reflejo del hombre mismo. A este respecto dice el
sociólogo francés Reinach (1858-1932): "Podemos
afirmar que el niño y el salvaje son animistas, es decir,
que proyectan al exterior la voluntad que actúa en ellos;
que las cosas que pueblan el mundo, en particular, los seres y
las cosas que les rodean; gozan de vida y sentimientos semejantes
a los suyos". Es la explicación del antropomorfismo. "Tan
natural es al hombre el animismo, y tan difícil de
desarraigar, que ha dejado huellas en el lenguaje de
todos los pueblos y hasta en el de los individuos más
civilizados en apariencia", añade el mismo
autor.
e) En otro sentido, algunos sociólogos como el
autor de "La Teoría de la Violencia"
Georges Sorel, comparan el mito con "la ideología", "la utopía y la
quimera". Aluden a los elementos psíquicos que incitan a
las masas para la acción. Dicen, por ejemplo: "el mito de
la huelga
general", "el mito de la raza", "el mito de la sangre", "el mito
de la nación", etc. En esta línea, el
término "mito" sirve para designar "las elaboraciones de
la conciencia
colectiva" que no se basan en una realidad objetiva.
5. El mito y el marxismo
En una más amplia visión del mito y de la
mitología, el Marxismo ve,
en tales conceptos, creaciones populares que intentan generalizar
y explicar los distintos fenómenos de la Naturaleza y de
la Sociedad: en el
mito y en la mitología, se encuentran muchos elementos de
la concepción del mundo y de la vida, que se había
formado el hombre
primitivo, en las etapas iniciales de su existencia social. El
mito va hermanado con la religión porque, en él, se
dan muchos aspectos de lo sobrenatural; se crean y expresan,
asimismo, concepciones morales y estéticas, lo cual,
necesariamente, produce derivaciones encaminadas a la
regulación de la conducta humana,
y hacia la apreciación y expresión de la
belleza.
El mito y la mitología son un producto de la
fantasía: el hombre se explica, imaginariamente, los
hechos de la Naturaleza y de la Sociedad, cuyas fuerzas y
superioridad escapan a su dominio; pero
cuando estos hechos pueden explicarse lógicamente, porque
han sido sometidos al conocimiento
concreto de la
investigación científica, entonces
el mito y la mitología desaparecen.
6. El mito y el Estado
El estado es
definido de distintas maneras, pero, en esencia, tienen el mismo
objeto: "una organización total de la Sociedad", "la
organización jurídica de la
Sociedad"; "la autoridad
soberana que ejerce el gobierno de las
cosas y de las personas dentro de un territorio nacional"; "el
poder organizado de una nación"; "una de las formas
históricas posibles y concebibles, por la que una
comunidad política
institucionaliza su unidad, y asume la responsabilidad de su destino
nacional".
A esta figura social, jurídica e
histórica, se le han atribuido varios elementos,
cualidades o propiedades que invaden los linderos de lo
mítico. Esos elementos, cualidades o propiedades son:
eternidad, divinidad, consubstancialidad (a la naturaleza del
hombre), inmanencia (en la esencia de todas las cosas, en el
macrocosmos y en el microcosmos); inherencia total (en la esencia
de la sociedad humana) anterior a las partes (individuo, familia,
sociedad), realización objetiva de la idea, etc. La
metafísica racionalista e idealista se ha
enseñoreado justificando de la manera más acusiosa
y refinada tales atributos. Y así el Estado ha
pasado a ser considerado como una entidad mágica,
mística y suprema que todo el mundo intuye como un
demiurgo: un dios o un demonio, fantástico…
La investigación sociológica,
económica, histórica y política de los
pueblos, ha venido a demostrar que el Estado es
un producto
histórico de la sociedad que ha llegado a cierto grado de
desarrollo y
que, de elemento armonizador de las diferencias con que
apareció, se ha convertido en instrumento de
dominación por las clases poderosas con el doble objeto de
mantener su superioridad y sus privilegios, con lo cual queda
destrozada su pretendida esencia mítica.
CAPITULO II
1. La base económica del despotismo
oriental
- La primera figura del Estado aparece en la historia
bajo la forma conocida con el nombre genérico de
despotismo asiático o despotismo oriental.
Los historiadores nos presentan esta forma de Estado desde
Egipto, al
noroeste de Africa, hasta
el Japón
pasando por todo el Asia. Este
despotismo se caracteriza porque el monarca, llamado
sátrapa, déspota, tirano, califa, rajá,
maharajá, mandarín, etc. reclamaba impuestos cada
tres o cuatro meses en el año como una especia de "renta
de la tierra".
Al cabo de este lapso los pelotones militares se presentaban en
las comunidades rurales agrarias y despojaban a las familias de
campesinos de todo lo que habían almacenado en aquel
corto período. Se llevaban granos, heno, frutos,
animales y solo les dejaban los instrumentos de trabajo y
escasos medios de
subsistencia. La tierra era
de propiedad de
las comunidades agrarias, pero el dueño de la soberanía territorial era el
sátrapa. - Este sistema
comenzó aproximadamente unos siete mil años A.C.
y se perfiló definitivamente con el establecimiento de
las dinastías gobernantes cuyo registro
está bien establecido en las de los faraones, las de los
acadios entre los cuales se cuenta la de Sargón, las de
los babilonios entre los cuales se halla Hammurabi, las de los
hindúes contra los cuales se rebeló Sidharta
Gautama "El Budha", las de China que
Confucio organizó con una burocracia
obediente y las del imperio del Sol naciente que aún
subsiste con el emperador Akihito. - Este régimen de gobierno
despótico que ha durado casi nueve milenios ha tenido
por base económica lo que los economistas han denominado
"modo de producción asiático", que es una
forma precapitalista que ha sido de difícil
descomposición. Este sistema fue
descubierto y escrito en sus memorias por
el médico francés Francois Bernier, que fue el
terapeuta de cabecera del Gran Mongol, que gobernó en
Turquía Europea y Asiática, parte de Persia y el
Turkestán de 1650 a 1700. Estas memorias
fueron conocidas por Carlos Marx en
1852 y el 2 de junio escribía a Engels
revelándole su asombro por la penetrante observación del galeno sobre el sistema
de producción en que se desarrollaba la vida
económica en aquellas regiones orientales. "He
aquí" dice, "el secreto" de la milenaria "paz
asiática" la "llave del cielo oriental", o sea el
milagro de la inamovible mansedumbre del pueblo
asiático.
En efecto: el modo de producción
asiático se basa en el sistema de comunidades agrarias
que "poseen colectivamente a perpetuidad la tierra y
en donde tienen sus viviendas, sus pastizales, sus animales,
sus bosques. Los campesinos son dueños del suelo que
trabajan, en donde viven con sus familias y sus pertenencias,
pero que no pueden vender ni enajenar de ningún modo.
Propiamente el dueño es el monarca, el Gran Mongol, pero
éste tampoco enajena esa tierra. De
esa forma el campesino, o mejor dicho, la comunidad se halla
tranquila y, segura y satisfecha; el sátrapa les da
protección contra las invasiones de los nómadas y
contra las penetraciones extranjeras. Por estas razones las
comunidades no se rebelan contra las recaudaciones
periódicas de impuestos.
Este sistema es similar al de los Incas,
Chibchas, Maya-Quichés y Aztecas a la
época del descubrimiento
de América.
Algunas concepciones del Estado sobre esta base
económica se estudian en los capítulos I y II de
esta obra.
2. Culturas mágicas, mitológicas y
religiosas
La doctrina de la eternidad del Estado descansa, sobre
todo, en las tradiciones y leyendas mágicas,
mitológicas y religiosas de la humanidad. Todas las
teogonías de todos los pueblos primitivos, han sustentado
la idea de la existencia de un ser supremo, alrededor del cual se
prosternan, sometidos todos los demás dioses inferiores;
idea que se proyecta, de la misma manera en la tierra en donde se
ven las manadas de animales salvajes, como los lobos, sometidos a
un jefe que es el más fuerte; en las abejas y las hormigas
sometidas a una reina; y en las hordas de hombres primitivos
sometidos al más poderoso de entre ellos.
Estas concepciones tuvieron su organización y
sistematización cuando ya la sociedad humana, había
llegado a un grado de desarrollo
económico y social, que permitió el aparecimiento
de una casta sacerdotal que organizó el culto;
estableció ritos e impuso normas de
convivencia, que designaban lugares o tareas específicas
para unos que mandaban; otros que obligaban por la fuerza, al
cumplimiento de las tareas y otros que, simplemente,
obedecían por la sumisión y la
impotencia.
Este comportamiento
y estas creencias, son semejantes en todos los pueblos
primitivos; cuyas culturas evolucionaron del tal manera, que
luego impusieron, como patrones de civilización, a otros
pueblos atrasados. Estas culturas mágicas,
mitológicas y religiosas son, entre otras: la cultura
védica en el Indostán, la órfica entre los
griegos, la druídica entre los galos y celtas de Francia y
España;
los oráculos o misterios caldeos, la judáica de los
hebreos, los gnósticos y neoplatónicos que se
confundieron con los cristianos.
De estas ideas arrancó y se elevó la
especulación filosófica, para establecer, por la
vía de la sistematización racional, la
justificación y existencia del Estado como concepto de
poder, de orden y de jerarquía inherante a la naturaleza
del hombre, que precisa de la sujeción y de la obediencia,
conforme a una disposición eterna, para la
realización de su vida en la tierra. Estas últimas
concepciones se encuentran ya en las tesis de
Aristóteles, San Dionisio el Areopagita, San
Agustín, Santo Tomás de
Aquino, Hegel, Duguic,
Gierke y entre nosotros, el Salvadoreño Mauricio
Guzmán. Hagamos una exposición
breve de algunas de esas ideas y autores, por no ser necesario
tratarlos todos ni en todo su contenido:
3. La cultura
Védica
En la península del Indostán se
desarrolló una de las culturas más viejas que
conoce la historia de la humanidad. Se sabe que el primitivo
pueblo indú, era el "wedda" que, desde muy temprano, se
cruzó con otros elementos raciales como las tribus pigmeas
de los drávidas y de los mundas de raza negra. Para el
año 4500 A.C., los pueblos indúes estaban ya
organizados en Estado-Ciudad bajo el dominio de
poderosos rajás o marajas. La tradición oral
védica arranca, aproximadamente, de unos 7000 años
A.C.; pero la escritura de
sus libros
sagrados, los Veda, comenzó a hacerse hasta el Siglo XI
A.C., y terminó hasta el Siglo VIII A.C., siendo
recopiladas cuatro colecciones denominadas: Rig-Veda, Rama-Veda,
Atarva-Veda y Brahma-Veda.
Aproximadamente desde el año 2000 A.C., los arios
-pueblo indoeuropeo procedente de lo que ahora se conoce como
Ucrania (Región suroccidental de Rusia)-, en subsecuentes
olas, invadieron la India por el
norte y se apoderaron de todo el valle del Indo y del Ganges;
estableciendo allí su dominación que quedó
consolidada por el año 1600 A.C.
Estos arios que se llamaban a si mismos nobles o
aristócratas, distinguidos, eran pastores y militares de
raza blanca y allí se hicieron agricultores; impusieron a
los pueblos conquistados una división social en castas;
estableciendo la denominada cultura brahamánica, cuya base
es la doctrina del "brahamanismo" o culto a Brahama. La
división social es la establecida o descrita en el llamado
Código
de Manú.
El resumen del Brahamanismo se puede apreciar en la
doctrina del Brahaman Atmán, que
condensamos así:
Los términos "Brahaman" y "Atmán" revelan dos
conceptos fundamentales, opuestos y recíprocos a la vez.
"Brahaman" significa el principio supremo y único del
mundo, incluso superior al propio "ser". Su significado
etimológico se encamina hacia la idea de crecimiento
espontáneo, por sí mismo y desde sí mismo:
Es la fuente inagotable de lo real. "Atmán" significa la
realidad interior o el yo íntimo del individuo humano;
fuente inagotable de la vida de éste. En su sentido
etimológico expresa la idea de "hábito", "respiración".
En el transcurso del tiempo y
según el sentido de las interpretaciones, estos dos
conceptos, fueron superponiéndose de tal modo, que ahora
no se habla de ellos por separado sino que unidos
"Brahamán-Atmán", formando un solo concepto
integrado en sí mismo, o sea que el "Brahamán" es
"Atmán" y viceversa; se trata de un absoluto que se
encuentra tanto en el fondo del universo o
cosmos, como dos caras de una misma realidad Suprema, o Causa
Suma de todo. De esta realidad surgen las demás
realidades.
De este concepto surge la idea de "Aquello o
ésto", o lo que es lo mismo "Así como es arriba es
abajo"; de donde ha emanado el concepto de la racionalidad de
la
organización social en "castas" permanentes, y un
"poder", eterno e inmanente, que gobierna todas las cosas y se
refleja en todas ellas: el sistema solar, la
constitución de una planta, de una flor, de
un hombre, etc.
4. La mitología y el orfismo en
Grecia
El mito es una fábula o leyenda que, por
tradición oral, se ha transmitido de generación en
generación, en todos los pueblos primitivos; y cada pueblo
tiene sus mitos propios. La mitología griega es rica y
bella en sus leyendas de esta clase; como un reflejo
fantástico de sus dirigentes, hay dioses primitivos -(el
caos, la eternidad, el destino, etc.)- auxiliares, héroes,
semidioses, dioses subalternos; y héroes míticos.
Toda esta jerarquía revela la
organización social de los griegos cuando ya estaban
en la etapa superior gentilicia, en la barbarie superior, en las
proximidades de la civilización. Dentro de este contexto,
la sociedad griega mejoró sus técnicas
productivas, siendo la aparición de las clases
sociales y la esclavitud, una
de las principales consecuencias de éste
desarrollo.
La clase aristocrática gentil que devino en clase
poseedora; sustentó y fomentó el culto de los
dioses, así como la creencia de que el alma era una
substancia corporal que se perpetuaba después de la muerte. El
orfismo se opone a ésta creencia. Esta doctrina aparece en
el Siglo VIII y se desarrolla hasta el Siglo VI A.C., sobre la
base de los himnos órficos, del poeta y músico
mitológico Orfeo, quien hechizaba con sus poemas y su
música. El
poeta, según las leyendas populares, apareció en
Tracia en el Siglo XVI A.C., siendo hijo de Eagro, rey de Tracia
y de la ninfa Calíope (por tanto Orfeo era un semidios),
cuyos ascendientes eran Apolo (Helios, el sol) y
Clío (Musa de la historia).
El orfismo se fundamenta en el culto de Dionisos, dios
de la alegría y del ímpetu creador de la primavera.
Este dios era hijo de Zeus y había sido muerto por los
Titanes; pero su corazón,
rescatado por Atenea, fué entregado a Zeus, quien se lo
comió. De las cenizas de Dionisos fueron creados los
hombres quienes tuvieron la maldad de los Titanes y la bondad de
Dionisos; Zeus volvió a crear a Dionisos, y al restaurarse
el culto a Dionisos, el orfismo expresó la idea de que el
cuerpo pertenecía a los amos, a los señores, que ya
eran esclavistas, y que el alma iba a gozar de la felicidad a
ultratumba, oponiéndose a la primitiva
creencia.
Estas ideas tuvieron mucha influencia en
Pitágoras, Platón y Empédocles, en el
neoplatonismo, el gnosticismo y en el cristianismo.
5. El pensamiento político entre los antiguos
griegos
Ya hemos visto la influencia que los himnos
órficos ejercieron en el sentimiento religioso y
político de los griegos, desde el Siglo VIII
A.C..
Ya desde entonces estaban establecidos los
Estados-Ciudad, cuyo ejemplo es clásico en la literatura política
universal. Sin embargo, no estaba, todavía, redactada la
teoría política abstracta que más tarde
elaborarían la mayéutica de Sócrates,
condensada en los libros de
Platón y las geniales sistematizaciones de
Aristóteles. Antes de la elaboración de estas
teorías
se verificaron, en la praxis política del Siglo V A.C.,
las grandes luchas sociales que determinaron la imposición
definitiva del Estado-Ciudad causando la desintegración de
la comunidad gentilicia.
El pensamiento fundamental que hay en la idea griega del
Estado-Ciudad, es la "armonía" de una vida compartida por
todos los miembros de la comunidad que el Estado abarca.
Solón de Atenas decía que sus leyes -elaboradas por
él- produjeron la armonía, el equilibrio
entre ricos y pobres; por ellas, cada una de las partes recibe lo
justo.
Las ideas de armonía y proporción
aparecieron en el pensamiento griego, desde los inicios de la
filosofía. Anaximandro trato de describir a la naturaleza
como un sistema de propiedades contrapuestas, (por ejemplo
frío-calor)
separadas por una substancia neutra subyacente. La armonía
o proporción es uno de los principios
últimos de todos los intentos de formular una
teoría del mundo físico. Heráclito
decía: "El sol no
rebasará sus medidas; que si las rebasare, las Erinias,
servidoras de la Justicia,
sabrían encontrarlo". Pitágoras enseñaba que
la armonía y la proporción eran principios
básicos en la música, la medicina, la
física y
la política.
Estos conceptos de armonía o proporción,
de medida, pasaron a las concepciones estéticas y
éticas, de modo que, tanto la moral como
la política, se vieron inundadas de teorías sobre
la proporcionalidad en la belleza, la justicia en
los actos de gobierno y la moderación en las costumbres.
Eurípides, el gran poeta trágico escribió:
"La ley de la
naturaleza del hombre es la igualdad".
6. El Druidismo
Los druidas formaban el sacerdocio de los celtas-galos
(Francia,
España
y Bretaña). Los celtas eran una raza de origen
indo-europeo y emigraron desde la Ucrania (Rusia) o del
Cáucaso, aproximadamente unos 2000 años A.C. La
palabra druida deriva de una voz sanscrita "drus" que quiere
decir encina, o "dru-vid" que significa vidente. La secta
sacerdotal se dividía en tres clases: la de los novatos,
aspirantes a la dignidad sacerdotal; la de los bardos, cantores
de alabanzas de los dioses; y la de los darvidin, ministros del
culto que, además, ejercían las funciones
judiciales y la medicina e
instruían a la juventud. Esta
secta implantó una verdadera teocracia entre los galos,
bretones e iberos. Fueron legisladores y jueces que tenían
una autoridad
incontestable.
Hacían la paz y la guerra;
deponían a los magistrados y a los reyes; imponían
penas y se constituían en censores respecto de los
particulares. Estaban exentos del servicio
militar; tenían el monopolio de
los sacrificios, tanto públicos como privados y
excomulgaban a los que descartaban sus sentencias,
excluyéndolos de las ceremonias religiosas. En cuanto a
sus doctrinas, tenían una teología secreta y
adoraban a un dios ignoto; cuyas alabanzas cantaban en los
bosques sagrados, acompañandose con los sones de sus arpas
de oro, de noche, a la claridad de las antorchas, creían
en la vida futura y en la transmutación de las almas. Tal
creencia se hizo popular y tan arraigada estaba entre los galos,
que no vacilaban en dar cantidades de préstamo pagaderas
en la otra vida.
La enseñanza pública de los druidas se
cifraba en la explicación de la genealogía,
atributos y funciones de los
dioses, así como en la de diversos medios de
explicar su ira y conocer su voluntad. El sistema moral
comprendía tres principios fundamentales, a saber: adorar
a los dioses, no hacer mal y ser valiente. Observaban el orden
celestial y lo aplicaban al orden terrenal.
7. El pensamiento racional de Aristóteles
(384-322 A.C.)
Rompe con las doctrinas mítico-religiosas
tradicionales con respecto al Estado, y trata de justificar la
existencia de éste, de acuerdo con el orden de la
naturaleza. "El hombre, -dice-, es un ser social por naturaleza
(zoon politikón) y el Estado tiene por base la
atracción de los hombres hacia la vida en común".
Esta atracción organiza, primero, la familia,
después los poblados y por último el estado. "El
estado, -dice-, es la forma más perfecta de la vida en
común; una forma en la que se crean las condiciones para
una vida perfecta, que se basta a sí misma". El Estado es
una asociación de hombres libres; los esclavos y los
artesanos no forman parte de él. "El estado es una forma
necesaria y eterna de la vida en común, de la cual los
hombres nunca, bajo ningún pretexto, podrán
prescindir".
8. San Dionisio de Atenas
LLamado el Areopagita (Siglo I D.C.), fué una
autoridad eclesiástica de los primeros tiempos del
cristianismo y
ocupó el primer obispado de Atenas. Fué respetado
por su vasto conocimiento,
lo mismo que por sus buenas costumbres de vida, lo cual hizo que
la gente le guardase veneración y respeto.
Se le atribuyen a él, cuatro tratados y diez
cartas de
contenido místico-religioso basados en las ideas del
cristianismo, conocidos en la literatura filosófica
con el nombre de los "Areopagíticos". Estos tratados
ejercieron una poderosa influencia en toda la literatura
teológica de la Edad Media
hasta el Renacimiento
(Siglo XV D.C.).
Hay que hacer constar, sin embargo, que posteriores
investigaciones científicas han puesto en
claro que estos tratados y cartas no fueron
escritos ni por San Dionisio ni por Pedro de Iberia, Obispo de
Georgia (el primitivo nombre era Iberia), que vivió con
mucha posterioridad a San Dionisio. La base crítica de
esta refutación se sostiene en dos puntos básicos:
uno, que está cargado de ideas neoplatónicas que no
habían tenido beligerancia en el Siglo I; otra es que,
durante los primeros siglos del cristianismo, nunca fueron
citados los tratados y las cartas por los autores
eclesiásticos; y otra tesis en
contra es que describe ya, en toda su arquitectura, la
pujante organización eclesiástica que se impuso,
sin reservas, durante más de mil quinientos años.
Los tratados son los siguientes: De los nombres Divinos;
Jerarquía Celeste; Jerarquía Eclesiástica y
Teología Mística.
Los Areopagíticos medioevales presentan el
cristianismo de un modo sistemático; El centro del ser es
la divinidad incognoscible; de él se desprenden, en todos
los sentidos,
emanaciones luminosas que decrecen gradualmente, a través
del mundo de los ángeles y de la zona de la Iglesia, hasta
las personas y cosas corrientes. En síntesis,
la jerarquía eclesiástica es un reflejo de la
jerarquía celeste. Estos documentos fueron
una fuente obligada en todas las corrientes de la
filosofía medival.
9. San
Agustín de Hipona
Fué el Obispo de la ciudad de Hipona y uno de los
más grandes representantes de la Patrística; uno de
los grandes padres de la Iglesia. Entre
sus tesis se destaca la idea del ordo u orden, sosteniendo que es
uno de los atributos que hace que todo lo creado por Dios sea
bueno. Dios ha creado las cosas según su forma, medida y
orden; considerando a éste último como una
perfección.
El orden, desde el punto de vista metafísico,
significa la subordinación de lo inferior a lo superior,
de lo creado al Creador. Si lo inferior se rebelara contra lo
superior no habría orden, sino "desorden", caos. Santo Tomás de
Aquino, siguiendo a San Agustín, dice que: "El orden
es una determinada relación recíproca de las
partes".
En su tiempo, todas estas ideas sirvieron para darle
fundamento a la idea de jerarquía, de gobierno, y en
consecuencia, del Estado; y sobre todo del Estado
Eclesiástico, concebido como eterno tal como lo es el
orden de la naturaleza.
En la época moderna, Hegel concibe el Estado:
"como una imagen y
realización de la idea moral, de la razón" y lo
considera como eterno. Adelante se desarrollará el
planteamiento de Hegel.
10. Un escritor salvadoreño
En su obra "La Política en la Ciudad del Hombre",
Mauricio Guzmán, expone y defiende dos tesis que
pertenecen al campo de la filosofía jurídica y la
filosofía política, a saber: la teoría de la
perpetuidad del Estado y la teoría sobre una ley metafísica
de "la obediencia", que rige los actos humanos dentro del Estado,
es decir, entre gobernantes y gobernados.
En cuanto a la primera doctrina, dice el autor, en el
primer párrafo
del Capítulo I (El problema de la Justificación del
Estado): "En la inagotable perennidad del tiempo y del espacio,
hubo un día en que el hombre se asomó a la
existencia y, cuando el recuerdo de ésta pudo ser
transmintido a la posteridad en forma precisa, ordenada y
verídica, nació la historia y con ella el estado.
"Con razón se ha dicho que no hay historia sin
Estado".
En el segundo y tercer párrafo, continúa: "Desde entonces
el hombre ha sido sujeto del amor y del
odio; ha adorado a Dios o se ha vuelto hacia él,
irreverente o en abierta rebelión;….. todo lo ha
soñado o vivido bajo la permanente organización del
Estado."
Inmediatamente pasa el autor a demostrar las diversas
teorías que han tratado de justificar la existencia del
Estado, en su relación con el destino humano, y en su
singular naturaleza de fenómeno social de
dominación: a) como obra de Dios; b) como producto de la
naturaleza; c) como organización mantenida por los
más fuertes; d) como institución conceptual; e)
como instrumento de dominación en manos de la clase
dominante, etc.
Desde la teoría trascendente (divina) hasta la
teoría concreta del materialismo
histórico, pasando por Aristóteles, Rousseau,
Spengler, Jellinek, Nietzche, hasta el anarquismo; Guzmán
describe el momento crítico actual que confronta el Estado
ante las doctrinas que proclaman su disolución por
consunción, como el marxismo o su
extinción violenta de la mañana a la noche, como el
anarquismo.
Denuncia Guzmán, el hecho de que, en los
últimos siglos de la era cristiana, la
justificación de la organización estatal ha sido
objeto de una "metafísica política" adversa…; y,
hoy día, es el tema decisivo de la civilización,
pues se está llegando a hacer conciencia en el
sentido de abolir el Estado; lo cual precipitaría a la
humanidad en una desgracia sin parangón en la historia".
"La crísis comenzó desde Rousseau, es
decir, desde los albores del capitalismo, o
mejor dicho, del liberalismo,
hasta el socialismo
científico preconizado por Marx, Engels,
Lenin y Stalin, que, al acabar las clases
sociales; sustituirá el gobierno de los hombres por
la
administración de las cosas". En este punto se duele
el autor citado que eminentes juristas como León Duguit,
famoso profesor francés antimarxista, "quien ayudado de la
metafísica jurídica", concluye que el
fenómeno de la subditancia (del sometimiento al Estado),
no tiene justificación racional; "que es imposible
demostrar que determinado fenómeno o número de
hombres, tenga derecho a imponer su voluntad a los demás
asociados".
Esta crísis se revela, en última
instancia, en la doctrina anarquista que, en su modalidad
católica, sostiene "que el bien público -bien
común, en éste caso- podrá ser alcanzado sin
el Estado, sin autoridad que encause los esfuerzos particulares,
sin gobernantes, por medio de comunidades libres solamente; en
las cuales el interés
personal del
individuo será la única ley".
Ante esta catástrofe real, objetiva, opina
Guzmán, que la existencia de la autoridad política
se debe…"a un imperativo del mismo fenómeno social, a
una ley social que impulsa al hombre a la asociación, con
igual fuerza que la ley de la gravitación universal
imprime a las cosas del espacio; igual que las células a
formar tejidos y
organismos o que los átomos a integrar toda la materia en
todas sus manifestaciones".
Esta es, la ley Universal del Movimiento
que, en el campo social, se le llama "Sinergía Social", en
cuya virtud, el hombre erige sus instituciones
(familia,
horda, tribu y en fin el Estado), por lo cual, sostiene
Guzmán, "para generalizar", que el fenómeno
político o el principio de autoridad, son una consecuencia
lógica
de la "Sinergía Social".
Del razonamiento anterior -que hemos procurado resumir
en la forma más completa- el autor desprende dos
conclusiones: 1) La existencia de una "Ley de la Obediencia",
exclusiva del hombre como ser social; y 2) La eternidad del
Estado. Dejaremos para otras reflexiones la primera
conclusión y nos detendremos, por ahora, sobre la segunda
que expresa así el autor:
"Concluyo, pues, que la existencia del Estado no
está subordinada al mecanismo de ningún proceso
dialéctico o ley del pensamiento, y que menos aún,
podrá ser destruido con argucias filosóficas, o por
la taumaturgia caprichosa de un partido único y
omnímodo; pues la constancia de sus elementos
estructurales y el invariable comportamiento
de éstos, lleva a la conclusión de que, su esencia
está vinculada al ordenamietno primario, rígido e
inmutable del cosmos".
Veamos como Guzmán, se contradice en sus dos
aseveraciones: En la primera premisa afirma: que el hombre se
asomó a la existencia (es decir, apareció como ser
viviente); y luego "cuando el recuerdo de su existencia pudo ser
transmitido a la posteridad en forma precisa, ordenada y
verdadera, nacio la historia y con ella, el Estado". Según
el tenor de estas expresiones, el hombre fué, en primer
término, -y así lo es, lógicamente- un ser
animal, un ser biológico que obraba instintivamente como
cualquiera otra especie del mundo zoológico; y hasta
más tarde, humanizado por el trabajo,
deja los recuerdos de su paso sobre la faz de la tierra, haciendo
así historia; el Estado y en general la cultura como fruto
específico suyo.
Cabe entenderse que, en los primeros años de su
existencia, no hubo ni casas, ni ciudades, ni instrumentos de
trabajo, ni mucho menos historia; ni Estado, ni derecho, y que
estos dos fenómenos sociales últimamente dichos,
son el producto de una larga evolución y transformación cultural
del Homo Sapiens. En consecuencia, el Estado como ente
histórico y cultural, ha tenido su principio, y,
naturalmente, tendrá su fin cuando ya no sea necesario
como medio de dominación.
El autor de que se trata, admite la perennidad
inagotable del espacio, del tiempo y la ley universal del
movimiento. Y
como consecuentemente debe admitir -tiene que admitirlo-, el
cambio eterno.
La perennidad consiste en que una cosa o fenómeno no tenga
principio ni fin: esa perennidad es la eternidad en el tiempo y
la infinitud en el espacio. Lo que es evidente para el
razonamiento, es que no puede hallarle principio ni fin al ser;
ni al movimiento que engendra los cambios en el ser, ni estos
cambios que son inherentes a él.
Estas son las únicas cosas o fenómenos
eternos. Los demás accidentes del
cosmos (las nebulosas, los sistemas solares,
los planetas, la
tierra, el hombre y su cultura, y en consecuencia el Estado,
etc.) son series de hechos que tuvieron un primer momento, en una
primera unidad, una primera forma y que forzosa y necesariamente,
tendrán una última etapa, un término, un
fin.
Guzmán, confunde la cohesión física
o química de
la materia, de
los átomos, del mundo inorgánico, con el Estado, al
afirmar que su esencia pertenece al ordenamiento primario,
rígido e inmutable del cosmos. Porque realmente, antes de
que hubiera Estado, antes de que fuera inventado como una forma
superior de organización de un conglomerado social,
existieron otras organizaciones
naturales inferiores que ya hemos mencionado: formas inferiores
que no eran ni podrán ser la esencia del Estado. Este es
un aparato de dominación sobre una población y territorio determinados, con
gobernantes, con cuerpos de policía, con cárceles,
con cobradores de impuestos, etc., distinto, también, de
otros organismos como las sociedades
anónimas, las cooperativas,
etc., regidas bajo el mismo principio de la
asociación.
El movimiento constituye el modo de ser de la materia;
es la manera de manifestarse, de existir; su atributo, el cual
incluye, en sí, todos los procesos de
las cosas, fenómenos que se dan en la naturaleza y en la
sociedad.
En el mundo todo está en movimiento.
Aparentemente algunas cosas tienen una naturaleza o consistencia
fija; pero esa estabilidad aparente no es más que una
forma de movimiento que se llama reposo, siendo este relativo.
Todo movimiento es infinito, inagotable y complejo. Existen
múltiples formas de movimientos como seres hay en el
tiempo y en el espacio; que son los otros aspectos absolutos en
que se expresa el ser. Todo movimiento es un proceso de
acción recíproca, de interacción, de
contrarios, de elementos que luchan entre sí, lo que
determina el cambio; el desarrollo y la degeneración, la
asimilación y la desasimilación, la
asociación y la disociación, etc. Esto es, todo el
movmiento es dialéctico, contradictorio.
El cambio en general, es la transformación de
objetos materiales;
fenómenos sociales en el curso de su desarrollo o
decadencia, abarcando todo paso de un Estado a otro. Es la forma
más amplia de revelarse el movimiento. Lo permanente no es
un ordenamiento primario, rígido e inmutable como ley
cósmica sin lo movible, lo cambiante, como ley general del
universo.
Por eso, cuando Guzmán admite, por una parte, el
movimiento y luego niega la dialéctica que es inherente a
aquel; y cuando acepta el movimiento que implica el cambio y
acepta, a la vez, una esencia inmutable y rígida, se
contradice fundamentalmente, negando en su totalidad, la base
filosófica y doctrinaria de su teoría de la
eternidad del Estado.
De lo expuesto inferimos las siguientes
conclusiones:
- Los únicos absolutos son la energía, la
materia, el espacio, el tiempo, el movimiento y el cambio
dialéctico como forma del ser. - El hombre y su cultura son seres históricos y
contingentes. - El Estado es un producto de una larga evolución cultural, nacido al choque de
los intereses opuestos de la Sociedad, y utilizado como
instrumento de dominación de una clase sobre las otras
clases sociales. - Al desaparecer las clases sociales,
desaparecerá el Estado que será sustituido por
otras formas de organización, adecuadas a las nuevas
condiciones engendradas por el cambio, en el devenir
histórico, del hombre y de la sociedad
humana. - La historia no desaparece con la extinción del
Estado, pues éste no es el único hecho notable en
el acontecer humano; antes del Estado está la prehistoria, o
historia no escrita que registra novedosos acontecimientos,
como la invención del arco y la flecha, la rueca de
hilar, el hacha de piedra, la organización gentilicia,
etc., por loque se supone que, al extinguirse el Estado, el
hombre seguirá proyectándose en las obras
creadoras de su trabajo.
CAPITULO III
1. Origen divino del poder del Estado.
El Estado ha sido considerado, en todas las
épocas, por algunos teóricos, como de origen
divino. Esa consideración teórica es de mucho
relieve en los
imperios antiguos del Oriente Anterior o Cercano Oriente, que
abarca los Estados de Babilonia, Asiria, Persia y egipto, este
último en el Noroeste de Africa.
En los regímenes autocráticos o
despóticos del Asia Menor
(Caldea, Siria, Persia, Sumeria), Asia Mayor (China,
Indochina) y Meridional (India), el
Estado se había establecido sobre la base de la
división social en clases, y de la esclavización de
los hombres sometidos por la fuerza; pero este hecho era ocultado
a los súbditos.
La forma de este Estado es una "Despotia", o sea una
Monarquía autocrática y
teocrática, en la que todo el poder del Estado se
concentraba en las manos del "Déspota" o monarca, que se
apoyaba en el aparato burocrático; que controlaba el trabajo de
los esclavos y en el ejército que sometía, con
crueldad a los trabajadores. Este déspota con su familia,
la casta sacerdotal, la extensa burocracia y el
numeroso ejército, constituían la clase dominante y
gobernante; y para justificar su dominio proclamaban el "origen
divino de este poder del Estado". Los ideólogos de este
régimen estatal predican la desigualdad humana; el
sometimiento de los trabajadores (esclavos), la sumisión y
la obediencia de todos al monarca, e incitan al poder supremo del
déspota, a mantenerse intocable, por medio del castigo y
del terror. En cambio, en la conciencia de los sometidos, o mejor
dicho, de los esclavos, su disconformidad se manifiesta como
rebelión o protesta contra el abuso de poder.
2. Egipto antiguo
En el Egipto Antiguo, que se configuró como
Estado Esclavista, en el cuarto milenio antes de Jesucristo; el
"Faraón" era un ser endiosado. La clase gobernante divulga
la idea de que el faraón es un dios terrenal, continuador
de la divinidad de los dioses del cielo, y a quien tributan un
culto fanático, llamándolo "Hijo del Sol", "Hijo
del Cielo", etc. El faraón es eterno, no muere sino que
reposa y luego se convierte en el "Dios Osiris" (que es el
Sol).
Todos los acontecimientos políticos y sociales
son considerados por la ideología de la casta faraónica
dominante, como expresión de la voluntad de los dioses
celestiales y terrenales (los faraones). En el libro "La
Sabiduría" de Pta-Hotep, ideólogo de la clase
superior gobernante, que apareció a principios del tercer
milenio A.C., sostiene que la desigualdad social es natural; que
el hombre trabajador es malo porque ocupa una posición
inferior en la sociedad, y el hombre que ocupa cargos
administrativos en el Estado, es valioso y noble; predica a los
inferiores la resignación, la obediencia y el
sometimiento; frente al superior, el inferior debe estar quieto y
subyugarse; el inferior debe saber que su bienestar depende de la
buena voluntad de los nobles y del poder de los ricos.
3. Mesopotamia y
Asia Menor
A principios del cuarto milenio A.C., en Mesopotamia y en
toda Asia menor, empezaron a florecer pequeños estados,
cuyo centro principal eran ciudades, de las cuales, unas han
pasado a la historia: Ak-Kad, Ur, Babilonia, entre otras. Esta
última tuvo su florecimiento en el Siglo XVIII A.C. y
fué el centro unificador y cultural de muchas otras
pequeñas ciudades o estados. El unificador fué el
rey Hammurabi, el del famoso Código.
La ideología política, en este reino,
está impregnada de ideas religiosas: el destino de los
pueblos y de los hombres está determinado por la voluntad
de los dioses. Todas las tesis de la clase gobernante respecto
del poder de los reyes, tienen su base religiosa en el
Código de Hammurabi, que dice: "Los dioses designaron a
Hammurabi para gobernar a los cabezas negras -la plebe-". Se dice
que Hammurabi es la encarnación del dios del cielo, del
dios de la tierra, del dios protector de Babilonia y del dios del
sol, de la luz; y todos los
demás dioses le prestan protección y
ayuda.
4. Evolución del Estado en la Grecia
antigua
En el siglo XX A. C., llegaron los aqueos,
también del norte y de origen ario,
fusionándose pacíficamente con los Pelasgos,
comenzando desde entonces a echar los cimientos de una
maravillosa cultura que culminó en el siglo VI A.C. En
este punto tenemos que recordar que también la
cultura
griega fue influenciada por las civilizaciones
desarrolladas en Mesopotamia, Fenicia, Siria, Egipto a
través de las Islas de Creta, Chipre y de otras
tierras insulares del Mar Egeo.Estos pueblos del cercano oriente crearon el Estado
unos siete o seis mil años A.C., alrededor de una
diosa de la fecundación y de un dios fecundante
inseparables; así, por ejemplo, en Sumeria, que
después fue Caldea, la diosa era Istar (mujer con
cabeza de serpiente) y Tamus o Tamusti; en Egipto eran Isis
(la Luna) y Osiris (el Sol). Era un Estado teocrático
manejado por los sacerdotes. Pero los propietarios
independientes se rebelaron pronto contra el dominio
sacerdotal y establecieron su propio gobierno bajo el mando
de un Rey que también obedecía el culto al
dios. La diferencia entre uno y otro Estado era fundamental:
el primero se basaba en un dominio de la tierra; el segundo
en la libre empresa que
desarrolló las artesanías, la industria,
el comercio,
etc., que obligó a la creación de una
legislación apropiada que culminó con el
Código de Sargón (siglo XVIII A.C.), el
Código de Hammurabi (2067 A.C.)Estos aspectos de la cultura política, como
otros modelos en
las artes, las industrias, la agricultura y el comercio,
fueron trasladados al continente europeo.En Creta la diosa de la fecundación era Astarté (la
Luna) y el dios fecundante era el Minotauro (hombre con
cabeza de toro) siendo tomado de los dioses fenicios
Astarté y Baal-Moloch (dios con forma de toro). En el
Atica, Kodro, un conquistador egipcio funda la ciudad de
Atenas bajo la tutela de Atenea (1717 A.C.) que era la diosa
de la fecundación del pájaro y la serpiente, y
Zeus el dios fecundante; más tarde Atenea se
transformó en la diosa de la guerra, la
paz y la sabiduría.- Los primeros habitantes del Peloponeso y de toda
Grecia
continental fueron los Pelasgos, que quiere decir "grullas" o
"aves
migratorias". Ellos llegaron del norte en el siglo XXV A.C. a
la época del arribo de las aves
migratorias. Eran de origen ario.Los acontecimientos de la guerra de Troya tuvieron
lugar en el siglo XIII A.C. destacando la
personalidad de los hijos de Atreo, Rey de Corinto, que
fueron Agamenón, Rey de Reyes (Argos, Micenas,
Corinto) y Menelao, Rey de Esparta. El Congreso
Anfictiónico verificó la gran unidad del pueblo
aqueo en contra de los troyanos. Los reinos aqueos estaban
basados, unos en el dominio territorial, otros en la riqueza
mobiliaria, en los Estados-Ciudad, donde dominaba una clase
emprendedora, que debido a su espíritu de empresa,
desarrolló una ideología individualista que es
el sello distintivo de la civilización occidental; y
otros, basados en una nobleza gentilicia, de economía agrícola.Recordemos que la guerra de Troya tuvo por objeto la
conquista del Estrecho de los Dardanelos (Helesponto) y del
Mar Negro (Ponto Euxino), entonces en poder de los troyanos;
la recuperación de Helena de Menelao fue sólo
un pretexto. - Los pelasgos y los aqueos fusionados ejercieron un
dominio continental en el Peloponeso, Beocia, Tracia, Tebas,
Arcadia, Atica, Isla de Eubea. Esta cultura aquea
culminó con las grandes proezas de los argonautas
dirigidas por Jasón, la muerte de
la Medusa Gorgona realizada por Perseo y la muerte del
Minotauro realizada por Teseo (sucesos que se ubican
alrededor del siglo XV A.C.).Homero y Hesíodo son de estirpe pelasga y
aquea; vivieron en el siglo IX y VIII A.C.,
respectivamente. - Los dorios, también de origen ario, procedentes
del norte, invadieron Grecia en el 1220 A.C. a fines del
siglo XIII, destruyendo toda la civilización
construida por aqueos y pelasgos. Establecieron un
régimen militar esclavista dividido en castas,
semejante al de sus congéneres arios en la India.
Sometieron a los aqueos y pelasgos, muchos de los cuales
emigraron al Atica, Eubea e islas del nor este del Mar Egeo,
fronterizas al Asia Menor, región que después
se llamó Jonia, en donde se establecieron libremente,
defendiéndose de la persecución de los
dorios.El Estado espartano estaba organizado así:
todo el territorio estaba dividido en parcelas o latifundios
gobernados por tres "gens" (familias o tribus dorias),
estableciendo una nobleza gentilicia (por la sangre o
nacimiento) que ejercían el poder político
exclusivamente; estas familias no trabajaban y se dedicaban a
ejercicios militares y de la guerra. Eran la casta superior
espartana. La segunda casta la formaban los "metecos" que
eran aqueos y pelasgos ricos quienes ejercían la
agricultura, el comercio y la industria.
La tercera casta la componían los "periecos" formada
por los aqueos y pelasgos que ejercían las
artesanías y oficios manuales. Y
la cuarta casta eran los "ilotas" o esclavos compuestos de
aqueos y pelasgos muy pobres que ejercían los
menesteres manuales mas
bajos. Todos estaban obligados a pagar tributos a
los nobles dorios. Sin embargo, todos los sometidos eran
libres de ejercer sus cultos y conservar sus
tradiciones.La diosa de la fecundación era Deméter
y el dios fecundante era Zeus o Dionisos.De igual modo fueron gobernados todos los
territorios sometidos por los dorios. El sistema fue
conservado en el Código de Gortina, redactado por el
escritor dorio-cretense Talitas de Gortina (700
A.C.). - El legislador Licurgo fundó el Estado de
Esparta o Lacedemonia en el año 750 A.C. que duró
hasta el año 450 A.C. El Estado espartano de Licurgo era
de tipo comunista-esclavista. - En el año 700 A.C., Sidón, jefe dorio
que gobernaba Corinto se defendía del asedio de las
organizaciones
aqueas y pelasgas que buscaban su libertad.
Los aqueos y pelasgos habían desarrollado la riqueza en
el espíritu empresarial y laboral y
reivindicaban sus derechos políticos
y sociales.
En 670 y 657 A.C. los jefes aqueos de Tesalia y
Corinto, Ortagoras y Sixeles, derrocaron la tiranía de
los dorios y la dominación de los aqueos y pelasgos
ricos.
En 605 A.C. en Mileto, Trascíbulo
implantó la tiranía en contra de los sectores
gobernantes e hizo obras que beneficiaron a la
plebe.
En 600 A.C. Solón elabora para Atenas una
Constitución protectora de la clase media
y los trabajadores.
En 561 A.C. Pisístrato, pariente de
Solón, impone la tiranía para establecer la
democracia a
favor de los sectores pobres, construye templos y recopilas las
obras de Homero y
Hesíodo.
5. India antigua
A mediados del quinto milenio A.C., ya los habitantes de
la India Antigua, vivían en ciudades rodeadas de grandes
muros para su protección; eran agricultores y artesanos
que fabricaban herramientas
diversas y objetos de cobre y de
bronce. A principios del segundo milenio, fueron conquistados por
tribus arias procedentes del norte; quienes impusieron un
régimen de castas. Los primeros Estados esclavistas se
formaron en la India a comienzos del primer milenio
A.C..
La ideología política de la antigua India,
está concentrada en los libros religiosos llamados los
Vedas (los que ven-los videntes), el de la epopeya, el
Mahalbarata (que son los más antiguos) y el Código
de Manú (Siglo III A.C.), se exponen las concepciones
políticas de entonces. Estos textos
predican la total desigualdad del género
humano y presenta, como una creación de la divinidad, la
división de la sociedad en castas hereditarias. Esas
castas son: los brahamanes, casta superior, nacida de los labios
del Señor del Mundo, Brahamos; los chatrias, militares,
han nacido de sus manos; los vassias, agricultores, comerciantes
y artesanos, han nacido de su pecho y caderas; los soudras,
trabajadores esclavos, nacidos de sus piernas; y los parias,
personas marginadas y sin derechos, han nacido de sus
pies. Los círculos de cada casta, son infranqueables. El
Brahamán es considerado en el Código de Manú
como un ser divino, sagrado y omnipotente.
El Código de Manú alaba al rey como primer
elemento importante del Estado, destacando su poder ilimitado.
Manú es el primer hombre en la mitología
Indú. Es la personificación del amo del mundo, y
está formado por el brillo de todos los dioses. El rey
debe defender el régimen de castas, salvaguardar la ley
sagrada y cumplirla en sus relaciones con el pueblo. Pero
también, el rey está supeditado al consejo de los
brahamanes; acatar esos consejos y ser ejecutor de la voluntad de
éstos; debe protegerlos en sus intereses; no debe provocar
su descontento y su ira, pues los brahamanes pueden aniquilarlo
con su ejercito.
6. China continental
Algo análogo a lo visto anteriormente,
sucedió en los grandes valles del Hoangó y el
Yant-tse-quian, en la China Continental. La historia no ha
logrado penetrar, todavía, en el
conocimiento del establecimiento y organización de las
tribus mongolas o de raza amarilla; a quienes, sus vecinos de las
culturas situadas al occidente, les llamaban "los
extraños" o "los extranjeros". En el campo de la
suposición; comenzarían a establecerse a principios
del quinto o antes. En el año 1950 A.C., o sea a fines del
segundo milenio A.C., el soberano del río Wei,
destronó a un soberano de una monarquía vecina, creando con ello, la base
de un dominio imperial; al fallecer, dejó como herencia, sus
tradiciones culturales; las cuales habían convergido, con
toda la cultura de los principados del Hoangó.
Entre esas tradiciones culturales, de orden intelectual,
estaba el
conocimiento del sistema estelar y de su orden eterno. El
gobierno de los hombres, es decir, el Estado, debía
ofrecer una imagen terrena de ese orden. Y como en el "cielo",
carece de expresión sensible, debe valerse de su elegido,
es decir, de un ser sagrado, que habrá de gobernar,
interpretando la "voluntad del cielo"; como expresión
directa. El emperador se llamaba "Hijo del Cielo y la
organización del Estado, se basaba en la jerarquía
familiar y en el culto de sus antepasados, bajo estricto control; lo cual
le daba una cohesión y permanencia indiscutible. El
régimen político en China era la monarquía
militar burocrática.
El principal ideólogo del régimen divino
del Hijo del Cielo; fué Confucio, que vivió entre
los años 551-479 A.C. y su influencia ha llegado hasta
nuestra época. entre los muchos de sus preceptos, que
hablan de la necesidad de la desigualdad social, de la pobreza, de la
riqueza, de las costumbres, de los ritos, de los hábitos,
etc.; destaca la esencia divina del rey, del Hijo del Cielo, el
cual recibe las órdenes de lo alto, y es como el viento
que sopla sobre las espigas de los trigales, y los
súbditos deben ser como éstas que se inclinan
cuando el viento sopla.
7. América
precolombina
Ideologías semejantes se sustentaron durante los
regímenes políticos de los estados griegos, del
Imperio Romano y
los pueblos avanzados de América
(Aztecas, Nahoas o
Toltecas, Mayas,
Quichés, Chibchas e Incas, que ya
tenían estado constituido a la llegada de los
españoles), que consideraban a sus soberanos y a los
miembros de su nobleza, como hijos o representantes de los
dioses, y al Estado como una proyección de la divinidad en
la tierra; tal como lo afirma J. Jastrov en su "Historia de la
humanidad, su cultura e instituciones".
8. Cristianismo y feudalismo
Al ser reconocido por los emperadores romanos, el
cristianismo como doctrina oficial, en el año 313
(principios del Siglo IV D.C.), ésta doctrina se
convirtió en un instrumento ideológico de la
intolerancia, fanatismo y oscurantismo. Bajo su estandarte se
terminó una cerrada forma de creencias y se
persiguió cruel y tenazmente a los portavoces de la
cultura de aquellos tiempos. Tan decisiva fué la
influencia de la Iglesia Cristiana, que en la comprensión
y estudio de la doctrina de Cristo, intervinieron los mismos
emperadores romanos; sobre todo, en el Imperio Romano de Oriente
(Bizancio).
La Iglesia fué implacable contra toda clase de
interpretaciones heréticas; y a lo largo del Siglo IV D.C.
dejó totalmente establecido su sistema religioso y
político. Fueron sus principales pibotes Jan Szlatous,
Obispo de Constantinopla (345-401 D.C.) y Aurelio Agustín,
conocido por San Agustín, Obispo de Hipona (354-430
D.C.).
Szlatous, fundamenta el proceso de feudalización
de la sociedad y la organización de la población del Imperio en castas y grupos
profesionales; con derechos y privilegios estrictamente
especificados, para la casta superior (senadores y clero);
justificaba la esclavitud y el
sojuzgamiento de los campesinos libres que habían surgido
por aquella época; predicaba la subordinación al
poder del Estado, y amenazaba con castigos, además de los
terrenales, con los del poder de Dios, al que desobedeciera al
soberano. Sin embargo, decía que el poder de la Iglesia
era superior al poder real del Emperador.
La doctrina de San Agustín, con respecto al
Estado y al Derecho, hace resaltar la posición dominante
de la Iglesia en el mundo, y preconiza un imperio
teocrático militante de la Iglesia. San Agustín
concibe el Estado como "una multitud unida por vínculos
sociales". Para él, el Estado terrenal es
inauténtico, porque sólo se reduce a satisfacer
necesidades corporales por medio de la fuerza. Solo el Estado de
Dios, la Iglesia (la Ciudad de Dios), es auténtica; ella
posee la verdad, y sólo ella nos puede conducir a la
unidad y a la paz eterna. Pero esto se realizará
sólo con el segundo advenimiento de Cristo a la tierra,
cuando organice un tribunal justiciero, que efectuará la
separación definitiva de los escogidos y de los
reprobados, de los devotos y los pecadores y ambos Estados, la
Ciudad de Dios y la Ciudad del Hombre concluirán su
definitivo desarrollo. Sobre ésta doctrina
fantástica fundamentaron los regímenes feudales de
la Edad Media su dominación, la subordinación de
los pueblos, así como el papa justificó su
preponderancia sobre tales regímenes.
9. Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás de Aquino, otro de los pilares de la
Iglesia Católica, que floreció en el Siglo XIII de
nuestra era (1224-1274), adaptó los fundamentos del
realismo
aristotélico a los pilares de la fé, expresando,
con la Escolástica, que la filosofía era una
sirvienta de la Teología. La idea principal en Santo
Tomás de Aquino, es la subordinación de la
nación en la fé de Cristo y, por tanto, en la
Iglesia.
Santo Tomás dice que la esclavitud existe como un
castigo para los hombres por sus pecados, y por sus necesidades
económicas. Se basa en Aristóteles, en los
jurisconsultos romanos y en San Agustín, para sostener
esas tesis. Dice que los campesinos y que los artesanos urbanos,
que son asalariados y se dedican a menesteres inferiores, no son
dignos de manejar las cosas del estado. Estos forman la clase
inferior; la clase media la componen los guerreros, jueces,
científicos, sacerdotes y nobles y la clase superior es la
gobernante.
Según Santo Tomás, El estado no puede
darle la felicidad a los hombres, como sostenía
Aristóteles; sino que, por el contrario, apoyándose
en San Agustín, esa felicidad solo puede hallarla, con la
ayuda de la Iglesia, en la vida de ultratumba; es decir,
después de la muerte; y
con ello fundamenta la inmovilidad del régimen feudal -al
que considera perfecto y de origen divino-; cuya fortaleza se
funda en el "principio de poder", que es el único
principio que hace posible el Estado. Esta unión del poder
con el Estado, sólo es compatible con la unión que
existe entre Dios y el mundo, y entre el alma y el cuerpo. Pero
para Santo Tomás, el origen divino del poder, sólo
se refiere a su "esencia" y no a su adquisición y
utilización, pues éstas pueden ser obtenidas y
ejecutadas, incluso contra la voluntad de Dios.
10. Jacobo Benigno Bossuet
Para finalizar estas notas sumarias sobre la
divinización del Estado, haremos referencia a un texto famoso
que sirvió de fundamento ideológico a la
monarquía absoluta en Francia, en el Siglo XVII y XVIII.
Nos referimos al libro escrito por Jacobo Benigno Bossuet, Obispo
de Condon (1624-1704); en forma de lecciones para el
Delfín (el heredero del trono de Francia, hijo de Luis XIV
y de María Teresa de España), del cual fué
preceptor de 1670 a 1679. Ya este soberano, Luis XIV,
había dicho: "El que dió reyes a los hombres, quiso
que se los respetase como a sus lugartenientes"; es decir, que
este monarca se consideraba rey absoluto por derecho
divino.
Bossuet escribió "La Política sacada de
las Sagradas Escrituras", y también "Discurso sobre
la Historia
Universal" para instruir en política al heredero de la
corona de Francia, inspirados ambos en la concepción
divina de que la providencia es la que gobierna el destino de los
hombres. No hay azar ni fortuna en la marcha de las cosas; es la
Providencia la que dirige, de manera firme, las cosas de los
hombres y de los Estados, y no de manera vaga e incierta, sino de
manera particularmente segura: un verdadero "dirigismo divino".
Tal es la concepción global de la teoría
teocrática de Bossuet.
"La Política sacada de las Sagradas Escrituras"
consta de diez libros, de los cuales solo los seis primeros
sirvieron para la educación de
Delfín; los restantes fueron escritos de 1680 a
1704.
Bossuet, en su Política, dice basarse en las
"Sagradas Escrituras", es decir en La Biblia, que la Iglesia y
todos los cristianos admiten, que han sido inspiradas o dictadas
por Dios todas las enseñanzas que contiene; pero al
estudiar el texto se puede
advertir que también influyeron en el autor, pensadores
como Aristóteles, Platón, los estóicos y
Tomás Hobbes, el
autor de "De Cive" (del ciudadano) y de "El Leviathan"
(Demiurgo-Demonio).
Para Bossuet, el monarca absoluto es de derecho divino.
En el libro primero de la obra dice: "Libro Primero: De los
principios de la sociedad entre los hombres. Artículo
Primero: El hombre está hecho para vivir en sociedad.
Primera proposición: Los hombres no tienen, sino, un mismo
fin y un mismo objeto que es Dios: "Escucha, Israel; el
Señor, nuestro Dios, es el único Dios. Tú
amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Cita el Deuteronomio, el
quinto libro de Moisés, del Antiguo Testamento). Pero los
lazos de la divinidad son rotos por las pasiones de los hombres:
es el caso del pecado original cometido por Adán y Eva y
el de Caín que mata a su hermano Abel; y entonces el
hombre se convierte en "el lobo del hombre".
En el libro segundo de la Política dice: "Libro
Segundo: De la autoridad: "Que la monarquía real y
hereditaria es la más propia para el gobierno". "Sobre
todo cuando va de varón a varón y de
primogénito a primogénito". "La monarquía es
la forma de gobierno más común, la más
antigua y también la más natural". "El pueblo de
Israel se redujo
a ella, siendo el gobierno universalmente aceptado".
En los libros tercero, cuarto y quinto,
desarrolló los caracteres de la Monarquía, es
decir, los atributos de la autoridad y del poder. Los caracteres
de la monarquía son:
- La monarquía es sagrada. Los
príncipes obran como ministros de Dios y como sus
lugartenientes en la tierra. "El título de Cristo se
da a los reyes; los vemos llamados los Cristos o los ungidos
del Señor". - La monarquía es absoluta. "El
príncipe no debe dar cuenta a nadie de lo que
ordena. Sin esta autoridad absoluta no puede ni hacer el
bien, ni reprimir el mal; su poder debe ser tal, que nadie
pueda escapar a él". No hay fuerza coactiva contra
el
príncipe. - La monarquía es paternal. Los reyes ocupan
el lugar de Dios, Padre del género humano. - La monarquía debe ser invencible,
bastión del reposo público que nada puede
forzar. "Si hay en algún Estado, alguna autoridad
capaz de detener el curso del poder público y de
entorpecerlo en su ejercicio, nadie está en seguridad". - La monarquía está sometida a la
razón. "El gobierno es una obra de razón y de
inteligencia". Es decir, que el soberano debe
ser razonable y para ello, tiene que conocer la ley, los
negocios
del Estado, sopesar las ocasiones y los tiempos, saber
escuchar los consejos sensatos; conocer a los hombres,
conocerse a sí mismo, y, después de todo,
acostumbrarse a resolver por sí mismo las cuestiones
planteadas, etc.. Estas últimas enseñanzas han
sido tomadas del "Eclesiastés", uno de los libros de
Salomón, del Antiguo Testamento: "Escucha,
pués, a vuestros amigos y consejeros, pero no os
abandoneis a ellos"…etc.
11. La Iglesia Católica
La teoría de la divinización del Estado ha
llegado a su punto culminante, en el momento en que los
representantes de la Iglesia Católica, Apostólica y
Romana, encontraron los fundamentos teóricos para la
dominación mundial del Reino de Cristo. Estas pretensiones
tuvieron lugar desde mediados del Siglo X al Siglo XII de nuestra
era; época en que ya, el poderío de la Iglesia era
tan grande que los Papas se sintieron con el suficiente aliento
para imponer la dominación cristiana, no sólo en el
aspecto espiritual, sino también en el temporal, con la
sujeción de los demás gobiernos de la tierra a los
dictados de la Iglesia.
Con ésta idea, comenzó el papado a dirigir
sus esfuerzos a suprimir la dependencia del clero al poder
secular, a procurar la sumisión de la población a
éste; y a buscar la influencia ilimitada de la iglesia
tanto en asuntos eclesiásticos como seglares.
Esta pretensión la justificaba el clero, en la
creencia mítica de que el Estado Eclesiástico, o
sea, la Iglesia Católica, había sido fundada por
Jesucristo, cuando éste le dijo a Pedro: "Tú eres
Pedro y sobre esta piedra fundaré mi Iglesia y no
prevalecerán contra ella las puertas del infierno". Es
decir, que con este acto, Jesucristo instituye, de hecho, el
Estado Católico, Apostólico y Romano; poniendo como
su primer magistrado, Obispo y Papa, a Pedro el Apóstol.
También sirven a las ideas de la dominación
universal de la Iglesia Católica, las ideas de San
Dionisio el Areopagita (el orden de la naturaleza reflejado en la
sociedad) y de San Agustín acerca de la prevalencia del
reino de la luz sobre el
reino de las tinieblas.
No vaciló el papado en inventar la teoría
de las dos espadas. Esta consiste en divulgar la idea de que
Jesucristo, al instituir al apóstol Pedro como Obispo de
Roma, le
había entregado dos espadas: la del poder
eclesiástico y la del poder secular; y que el Papa, al
consagrar a un soberano del poder temporal, le entregaba
simbólicamente la espada del poder secular, por lo cual,
siempre prevalecía sobre los estados temporales, el poder
supremo de la Iglesia.
Otra idea sustentada y difundida por los papas respecto
de su poder divino, es la relativa a las llaves que Jesucristo le
entregó al apóstol Pedro, en su concepto de portero
del cielo. Siendo los papas sucesores de Pedro, es natural que
tengan los mismos poderes y facultades que aquel y por tanto,
ellos también poseen las llaves para abrir las puertas del
cielo a aquellos que por su bendición, son favorecidos con
tal privilegio. En consecuencia, con semejantes poderes,
están por encima de todo soberano con poder
temporal.
Los papas habían ido centralizando la
organización de la iglesia. Las actas del papa Gregorio
VII proclaman que solo el Obispo de Roma es
ecuménico (universal-católico); que solo él
puede sustituir y nombrar a todos los obispos, promulgar
estatutos e instituir jerarquías; que sólo el, en
el mundo, puede ser denominado Papa y el único que tiene
facultades para derrocar a los emperadores; sólo el papa
puede dar permiso para que un Concilio sea Ecuménico; solo
él puede decidir que un libro sea reconocido como
canónico; nadie puede abolir sus resoluciones, excepto
él mismo, por contrario imperio; nadie puede juzgarlo;
pero él tiene la facultad de liberar a los súbditos
de cualquier juramento que hubiesen prestado a sus
soberanos.
En su lucha contra los emperadores y monarcas que se
sublevaban o por lo menos se oponían a las pretensiones
del mando universal temporal de la Iglesia, se plantearon muchas
posiciones, o mejor dicho, diversas teorías comparativas
entre los dos poderes, en las que hacían resaltar el
valor superior
del poder eclesiástico sobre el civil. Así
están las siguientes teorías: La Iglesia es
comparada con el sol y el Estado con la luna; que recibe la luz
de aquel; el poder eclesiástico es semejante al oro o al
día, mientras que el poder civil es como el plomo y como
la noche en comparación con el primero.
Con estas doctrinas sobre el poder, el papa se atribuye
la facultad de nombrar o deponer soberanos: es cierto que los
reyes son nombrados por Dios, pero no obstante, quien los
consagra, por mandato del mismo Dios, es el Papa, quien los
bendice y los unge como tales, en actos simbólicos que la
ley cristiana acepta ciegamente.
CAPITULO IV
EL ESTADO CONFORME
EL DERECHO NATURAL
1. La teoría del Derecho
Natural
La teoría del Derecho
Natural se perfiló claramente en la historia del
derecho cuando en la Edad Media se fundó la escuela
clásica de esta disciplina
bajo los auspicios de los Santos Padres de la Patrística
(San Agustín, San Ambrosio, etc.) con las novedades
introducidas por la Escolástica. Pioneros en esta Escuela fueron
Santo Tomás de Aquino y Duns Scoto; más tarde
Altucius, con un sentido racionalista y posteriormente
Tomás Moro y Tomás de Campanella con un sentido
socialista utópico hasta llegar a los racionalistas como
Juan Jacobo Burlamaqui, Hugo Grocio, Baruch Spinoza, Christian
Tomasius y Pufendorf. Sin embargo, la teoría del derecho
natural tiene lejanos antecedentes históricos en la
filosofía y en la literatura, pudiéndose establecer
dos corrientes ideológicas totalmente opuestas: una que se
fundamenta en la fuerza biológica del hombre, es decir, en
la fuerza bruta y la otra se basa en el principio universal de
justicia no sujeto a la voluntad de los hombres, y anterior y
posterior a todos los códigos y legislaciones de los
Estados.
La más notable referencia que se tiene de la
primera tesis se encuentra en el famoso diálogo
"Gorgias" de Platón, en el que intervienen Sócrates,
Gorgias, el célebre sofista, Polo un interlocutor indeciso
y Calicles el cínico o inescrupuloso político ajeno
a toda consideración pacifista. El diálogo
versa sobre la retórica, o sea sobre el discurso que
traslada al auditorio la argumentación para persuadir,
conmover, agitar o enseñar.
Calicles sostiene la tesis de que el Derecho es la
fuerza, el poder del que dispone de la capacidad de imponerse por
medio de la violencia.
Sócrates le demuestra que el Derecho es la ley positiva,
la ley dada y mantenida por el poder del Estado.
En el sentido expresado por Calicles, la teoría
del derecho natural fue sostenida más tarde por
Nicolás Maquievelo, Tomas Hobbes y
Rodolfo Von Ierhing y luego por los defensores del Estado racista
como Gobinneau, Chamberlain, Bogor, etc.
La segunda corriente tiene su más notable
antecedente en la célebre tragedia de Sófocles "Los
Siete contra Tebas", cuando los siete hijos de Edipo se
disputaban el mando de Tebas; uno de los hermanos asume el poder;
otro de ellos que combate por derrocarlo perece en la batalla y
el gobernante promulga un decreto por el cual prohibe se le
dé sepultura al cadáver so pena de muerte
al que se la dé. Pero Antígona, la hermana de todos
ellos se opone al decreto del tirano exclamando: "Yo daré
sepultura al cadáver, porque obedezco la ley natural
increada, la ley dada por los dioses, que es superior y anterior
a toda ley humana".
Esta segunda tesis fue la que recogió la Escuela
Clásica del Derecho Natural y la que se ha venido
defendiendo en todos los círculos jurídicos hasta
nuestros días.
Seguiremos paso a paso, en la medida de lo posible, la
trayectoria de ambas posiciones.
2. El Renacimiento
El Renacimiento es
el gran movimiento intelectual, artístico,
filosófico y científico que, desde fines del Siglo
XV hasta el primer cuarto del Siglo XVI, sacude a la Europa feudal con
los vientos huracanados de la revolución
intelectual, que insuflan nueva vida a las disciplinas del
arte, la ciencia y
la filosofía en todas sus dimensiones. Se trata de un
movimiento que quiere retornar, por la vía directa, y no a
través de las transmisiones distorsionadas del
cristianismo, a las fuentes puras
de la antiguedad clásica, con una visión del futuro
de alegría y optimismo, a una vida que se realiza en la
tierra y no, como lo hacía la teología cristiana,
con una idea de ultratumba, para una existencia celestial que se
verificaría después de la muerte.
El renacimiento derrumbó no solo las columnas del
arte, la ciencia y
la filosofía medievales; sino que también,
abatió, de modo implacable, la arquitectura
majestuosa del poder espiritual de la Iglesia, representado por
el Papa y la del poder temporal, representado por el Emperador.
Por una parte, el Papa no logró nunca un dominio absoluto
y ecuménico tal como lo pretendió con ardoroso
empeño, la Iglesia en muchos siglos; y, por el otro, el
Emperador fué definitivamente descartado cuando se
constituyeron las grandes monarquias europeas como Francia,
España e Inglaterra, que
le disputaron la soberanía; al mismo tiempo que le
impusieron límites a
las pretensiones de la jerarquía papal y
eclesiástica.
Por otra parte, los nuevos descubrimientos
geográficos como el de América; la nueva ruta hacia
la India por el "Cabo de la Nueva Esperanza" al sur de Africa ya
la ruta terrestre hacia el lejano Oriente descubierta por Marco
Polo; la invención de la imprenta en 1496, etc.; todo eso
hizo variar de rumbo completamente a la mentalidad de los pueblos
de aquel tiempo.
Cierto es, sin embargo, que los nuevos Estados
unificados de las grandes monarquías de Francia,
España e Inglaterra;
continuaron con sus sistemas de
dominio absoluto, sobre la base de las tradiciones milenarias, en
cuanto a la gestión
política se refiere, es decir, justificándolas como
si fuesen la expresión de la voluntad divina. Pero, a
partir del Renacimiento, aparecen nuevas ideas que explican, de
manera diferente, la naturaleza, la substancia, la esencia y la
razón de ser del Poder Estatal. Estas ideas corren
paralelas a las tradicionales formas del pensamiento
político, cuya influencia se prolongó, con Bossuet
y Fenelón, hasta las postrimerías de la
monarquía absoluta en Francia, y con los teólogos
católicos en la monarquía española
representada, inicialmente, con los reyes católicos
Fernando e Isabel, Carlos I, Felipe II, etc., que según
sus creencias, reinaban por derecho divino. En ese trayecto,
desde fines del siglo XV hasta fines del XVII, se proyectan las
grandes figuras de Nicolás Maquiavelo, Juan
Bodín, Tomás Moro, Baruch Espinoza y Hugo Grocio,
cuyo pensamiento político e ideas respecto al Estado,
examinaremos en breves páginas.
Nicolas Maquiavelo
(1469-1527), Juan Bodín (1520-1596), Tomás Moro
(1478-1535), Tomás de Campanella (1568-1639) y los
Holandeses Hugo Grocio (1583-1645) y Baruch Espinoza (1632-1677);
fueron los representantes ideológicos de las
burguesías nacientes, vanguardia del
capitalismo
que se iniciaba en la Europa
Occidental, y cuya nueva cultura exigía nuevas visiones en
las disciplinas científicas, filosóficas, morales y
políticas; en contraposición a las
ideas, dominantes aún, de la Edad Media y del Feudalismo,
basadas en la religión y en la teología. Estos
ideólogos, en las cuestiones de la política y del
Estado, ya no se explican el fenómeno social por
metafísico derecho divino, de una imposición de la
voluntad de Dios en las cosas de los hombres.
3. Maquiavelo
Nicolas Maquiavelo (1469-1527), es abrasado por todo el
fuego ardiente del Renacimiento, en su más brillante
esplendor; vive toda su vida en la Florencia de los
Médicis, (prestamistas que gobernaron desde 1434 hasta
1493); del Monje Gerónimo Savonarola (que gobernó
desde 1494 hasta 1497) y los Borgia (1497-1507). Maquiavelo
fué el primero en basarse en la observación de los hechos; en la
utilización de los datos de la
historia y en el conocimiento de la psicología humana; en
la ciencia
política liberada de los dogmas de la religión y de
la teología. Trata de descubrir las leyes que rigen el
desarrollo de los fenómenos sociales.
Maquiavelo, ve los hechos conforme su naturaleza. No
estudia al hombre ni sus insituciones conforme idealidades
metafísicas; sino conforme su propia reacción
natural espontánea. Sobre política escribió
dos obras que son muy famosas: "Discursos
sobre las décadas de Tito Livio" (que habla de la
República) y "El Príncipe" (que da las reglas sobre
la conducta de un
hombre de Estado). Esta última fué de gran provecho
para todos los gobernantes del mundo entero, que han basado su
política en el empobrecimiento de las clases desheredadas,
la traición, la mentira, la hipocresía; sujetandose
fielmente a los dictados del contexto brillante del escritor
florentino, que tuvo como principal modelo al
astuto, feroz, cruel e implacable déspota de la
república de Florencia: César Borgia, hijo favorito
del Papa Alejandro IV (Alejandro Borgia).
Examinaremos esta última obra que es donde se
expresa con más nitidez el pensamiento de Maquiavelo sobre
el Estado y el hombre de Estado.
- Se propone maquiavelo en "El Príncipe",
investigar "cuál es la esencia de los principados; de
cuantas formas de principados hay, cómo se adquieren,
cómo se mantienen y por que se pierden" (carta de
Maquiavelo a Vettori). Divide los principados en cuatro clases:
Hereditarios (como la monarquía francesa o
española); Nuevos (cómo los que surgían en
la Italia de su
tiempo; dezpedazada constantemente por las invasiones
extranjeras de alemanes, franceses, austríacos,
españoles y por las querellas internas en que se
despedazaban las ciudades entre sí, en guerras
intestinas capitaneadas por "condottieri" -aventureros-
mercenarios, que se vendían al mejor postor, cómo
las ciudades repúblicas de su tiempo, dirigidas por
déspotas o familias aristocráticas); Mixtos (como
el reino de Nápoles en su anexión a
España); y Eclesiásticos (que tienen sus propias
modalidades). - A Maquiavelo no le interesa la justificación
previa de una acción por la vía de la
abstracción jurídica o filosófica; a
él, lo que le preocupa, es la comprobación de la
generalidad de un hecho real; el dominio desnudo de la fuerza
en las acciones humanas; el triunfo de la fuerza como esencia
de la historia humana. Este hecho hay que observarlo en las
formas de
gobierno (despotismo, aristocracia, república). Para
este autor, la aplicación de la fuerza en los actos de
gobierno, es simplemente un hecho natural, vanal y
simple. - Todo principado (nobleza territorial-Estado)
significa una "creación de fuerza". En tener fuerza en
todo estriba el Poder del Estado; tanto para adquirirlo como
para conservarlo. La razón primera y última de la
política del príncipe es el empleo de la
fuerza; pues "la fuerza es justa cuando es necesaria", y el
mejor empleo de la
fuerza es la guerra. "La guerra -escribe Maquiavelo-, las
instituciones y reglas que le conciernen, son el único
objeto al que un príncipe debe entregar sus pensamientos
y su aplicación y de la cual le conviene hacer su
oficio; esta es la verdadera profesión de cualquiera que
gobierne, y con ella, no sólo los que han nacido
príncipes pueden mantenerse, sino también, los
que nacieron simples particulares pueden frecuentemente, llegar
a ser príncipes. Por haber descuidado las armas y haber
preferido en vez de ellas las dulzuras de la molicie, se les ha
visto perder sus Estados a algunos soberanos. Despreciar
el arte de la
guerra es dar el primer paso hacia su ruina; poseerlo
perfectamente, "es el medio de elevarse al poder". Así,
pues, para todo Estado (hereditario, nuevo o mixto) en
cualquiera de sus formas de despotia, monarquía,
oligarquía aristocrática o república; las
bases fundamentales son "buenas leyes o buenas armas"; no
puede haber buenas leyes allí donde no hay buenas armas;
y al contrario: "allí donde hay buenas leyes, sí
hay buenas armas". Las buenas armas, para Maquiavelo, son los
ejércitos nacionales; los mercenarios no. Para
Maquiavelo el Estado es la fuerza; la fuerza del que domina; a
los súbditos solo les toca obedecer. Pero estos
súbditos aman la libertad,
como se ha visto a traves de la historia de la humanidad, a
muchos pueblos luchar y morir por ella y como el mismo
vió a sus coetáneos luchar y morir en defensa de
las libertades públicas que ofrecían las
repúblicas aristocráticas de su tiempo (Venecia,
Milán, Florencia, Pisa, Parma, etc.), que luego fueron
destruidas por familias despóticas (los Médicis,
Orsini, Borgia, etc.). Los principados (Estados) deben basarse
fundamentalmente, para conservarse, en la fuerza: "Cualquiera
que habiendo conquistado un Estado acostumbrado a vivir libre
no lo destruya, debe esperar ser destruido por él…..
Tómese la precaución que se tome, hágase
lo que se haga; si no se disuelve el Estado, si no se dispersa
a sus habitantes, se les verá, en la primera
ocasión, recordar, invocar su libertad, sus
instituciones perdidas y esforzarse por
recuperarlas".
4. La monarquía francesa
La monarquía francesa, uno de los grandes
principados (Estado) hereditarios según Maquiavelo, y una
de las grandes naciones unificadas bajo el feudalismo; era,
en tiempos de Juan Bodín (1520-1596), nación
dividida, escindida por las querellas entre católicos y
protestantes, es decir, por las guerras de la
religión.
- El enfrentamiento entre las ideologías
católica y protestante, había sido iniciado en
1517 en Alemania por
el frayle Martín Lutero (1483-1542); la reforma
protestante había prosperado de manera incontenible por
toda Europa, especialmente en Francia, los países
germánicos e Inglaterra. Estando Francia bajo el reinado
de Carlos IX, católico igual que su madre Catalina de
Médicis y sus hijas, prepararon la matanza de
protestantes iniciada al día siguiente de la boda de
Enrique de Navarra con Margarita, la hermana de Carlos IX; la
noche en que se inició esa matanza se llamó
"noche de San Bartolomé". - A raíz de estos acontecimientos, un erudito
historiador llamado Francisco Herman, desde Ginebra, la ciudad
suiza dominada por el fanatismo calvinista; en un panfleto
llamado "Franco-Galia", le hace duras críticas a la
monarquía francesa y propone un gobierno, un Estado
mixto, compuesto de tres elementos; la realeza como poder, la
aristocracia como intermediaria y el tercer estado, el pueblo
como partícipe del gobierno del rey. El primero y el
tercero de estos elementos -dice el panfleto- son enemigos
naturales y la aristocracia sería la armonizadora.
Propone, en síntesis, que el monarca puede ser
revocado cuando no cumpla con los propósitos de los
súbditos; en contra de la tendencia de los juristas
burgueses (ya que, por ese tiempo, la burguesía hiba
tomando injerencia notoria en las cuestiones políticas),
que luchaban por inponer el derecho
romano imperial que daba al rey un poder absoluto. A este
reto respondió un grupo neutro
denominado "Los Políticos", que admitía la
realidad de la división de la nación francesa en
ideologías religiosas contrarias. Este grupo se propone
la tolerancia en
materia religiosa; mantener la paz de la nación,
enalteciendo la figura del rey como arbitro y protector de
todos los cultos, y no como jefe de ninguno de
ellos. - El filósofo de esta idea jus-política
fué Juan Bodín, el jurista autor de "Los seis
libros de la República", publicada de 1576 a 1578, tres
años después de la terrible matanza de nobles
protestantes en la "noche de San Bartolomé". Juan
Bodín fué un filósofo, jurista,
historiador, político y economista, que además,
escribió un interesante estudio denominado "Método
para facilitar el conocimiento de la Historia" y estudios de
jurisprudencia y economía.
El primer libro de la "República" se titula:
"Cuál es el fin principal en una República bien
ordenada", el cual comienza con la siguiente definición:
"República es un recto gobierno de varias familias y de
la que les es común, con potestad soberana". La esencia
de esta definición es que, el autor entiende por
"república", a la manera de los romanos, "la cosa
pública", la comunidad política en general y no
"como una forma de gobierno" que se opone a la
monarquía, al imperio, a la aristocracia, a la
oligarquía y que es la "forma" específica de la
"democracia";
que el gobierno de esa cosa pública, de esa comunidad
política, es atributo de "varias familias de la
nobleza", entre las cuales está repartida la potestad
soberana que ejercen en común.
Bodín, a diferencia de Maquiavelo (que se situa
en el hecho concreto sin
importarle justificación o legitimidad alguna), busca
ante todo, un fundamento jurídico, la base legal del
asunto. Sin esa base todo lo que se diga caerá por su
propio peso. Para Bodín la comunidad política es
un gobierno "recto", de derecho; algo que no sólo es
conforme a ciertos valores
morales de razón, de justicia, de orden, sino
también, que encuentra su fin principal en la
realización material de esos valores.
La familia
es el punto de partida; es, a la vez, la
célula madre y la imagen y modelo de
toda la comunidad política bien ordenada.
La potestad está considerada, sin
discusión posible, como inherente a la noción
misma de comunidad política, dice Bodín: "…la
República, sin potestad soberana, que une a todos los
miembros y partes de aquella y todas las familias y colegios en
un cuerpo, no es ya república". Bodín, igual que
los romanos, predica la soberanía como un sentimiento o
concepto de fuerza y majestad.
La soberanía es, segun Bodín, una fuerza
de cohesión, de unión de la comunidad
política, sin la cual ésta se dislocaría.
Ella cristaliza ese trueque de mando y de obediencia, que la
naturaleza de las cosas impone, a todo grupo social que quiere
vivir: "es la potestad absoluta y perpetua de toda
República" (Estado). Perpetua, quiere decir que
"está intimamente ligada a la conciencia directriz de la
sociedad, bajo cualquier forma que se presente
(monarquía, aristocracia, o democracia)…" (P.
Mesnard).
Autoridad absoluta, quiere decir, que el soberano
tiene la facultad de ordenar o suprimir la ley basado,
únicamente, en su pura y franca voluntad. La primera
facultad del príncipe soberano, es la de dar la ley,
para todos, en general, y cada uno en particular, sin necesidad
del consentimiento del más grande, del igual o menor que
él… Ni la costumbre se escapa a esta soberanía;
pues, "La costumbre no puede anular la ley, pero la ley
sí puede derogar la costumbre"
(Bodín).
Todos los signos de la soberanía están
comprendidos en el príncipe (monarca,
aristócratas, pueblo), decretar la guerra y tratar la
paz; instituir oficios, profesiones y funciones; juzgar, en
última instancia; otorgar Gracias a los condenados, en
oposición a las sentncias y contra el rigor de las
leyes; acuñar la moneda y recaudar tributos e
impuestos; …Todos esos signos se derivan de la facultad
preciosa de la soberanía, de ese monopolio de
dar y de anular la ley.
La soberanía según Bodín, puede
residir en la muchedumbre (democracia) o en una minoría
(aristocracia) o en un solo hombre (monarquía). La
teoría de Bodín, es la de la unificación
de Francia; de la unidad soberana, contra la feudalidad;
cascada de dominios eminentes y de lazos jerárquicos
personales; lo cual significaba la fragmentación, hasta
lo infinito, de la autoridad pública, la
confusión de los poderes públicos y de los
poderes privados. Es decir, que la soberanía,
distribuida en tantos pequeños estados feudales,
perdía su eficiencia. En
cambio, la dispersión feudal caía pulverizada
bajo el peso de esta soberanía absoluta, armada con el
monopolio de dar y de anular la ley. La burguesía de
entonces, pues, estaba de parte de la monarquía
absoluta, que propiciaba la unidad de Francia, en contra de los
señores feudales protestantes, que proponían el
gobierno mixto antes mencionado.
La teoría de Bodín tiene un doble
objetivo:
terminar con un Estado feudal, que consiste en un poder real
disfrutado, conjuntamente, con una serie de nobles familias
aristocráticas; y el otro, el de limitar las
pretensiones de dominio temporal del Papa, o del poder
episcopal, destacando que, el soberano absoluto, no tiene otro
poder por encima de él, ni otro igual a su lado. El
soberano lo tiene todo por sí mismo.
En lo demás de su obra "Los seis libros de la
república", Juan Bodín, se propone descubrir las
leyes que determinan los hechos sociales. En este sentido,
sostiene la teoría de la influencia que ejerce el
clima sobre
el carácter de los pueblos, y sobre las ocupaciones de
éstos afirmando, de esta manera, la influencia decisiva
que los accidentes
geográficos tienen sobre la vida y la historia de los
hombres.
5. Tomás Moro y Tomás de
Campanella
Tomás Moro, en su libro "Utopía" o "Libro
Aureo", refleja el estado económico de la Inglaterra de
principios del Siglo XVI, constituyéndose tal obra, en un
valioso testimonio histórico, sobre la cruel
explotación de las masas trabajadoras en el período
inglés
de la acumulación primitiva de capital, que
marcó el inicio de la dominación de la
burguesía.
Campanella escribe "La Ciudad del Sol", que es la
descripción de un Estado utópico, a
semejanza de la isla de la Utopía de Tomás Moro;
inspirado por el anhelo de hallar una solución a la penosa
situación de las masas trabajadoras de Italia. En ella
traduce la aspiración de dicha clase, de liberarse de la
opresión y de la explotación de que eran objeto,
por las clases señoriales.
6. Hugo Grocio
Grocio, representante, en Holanda, de la naciente clase
capitalista en el Siglo XVI, escribió su célebre
tratado "Del Derecho de la Guerra y la Paz", que trata sobre los
problemas del
derecho
internacional, del derecho en general, y del Estado en
particular. Para este autor, el derecho no descansa en la
voluntad de Dios, sino "en la naturaleza de los
hombres".
7. Baruch Spinoza
Spinoza, es otro holandés afiliado a la corriente
progresista de su tiempo, al lado de la clase capitalista que
iniciaba su proyección hacia el dominio económico,
social y político.
Baruch (Bernardo o Benedicto) Spinoza, pertenece a los
pensadores holandeses del Siglo XVIII partidario de la
filosofía jusnaturalista independiente de las
enseñanzas de la religión y de la teología.
Su obra capital es la
"Etica demostrada por el método
geométrico"; pero sus ideas sobre la sociedad y el Estado
las desarrolla en sus obras "Tratado teológico
Político" y "Tratado Político".
Con respecto al Derecho y al Estado es rigurosamente
determinista: en la naturaleza nada hay casual; todo está
sujeto a la ley de las causas y de los efectos, pues todo se
realiza de modo necesario. El Derecho y el Estado tienen su
fundamento en la "ley Natural" que es la expresión de la
"necesidad natural". Sostiene que el derecho natural de cada
individuo llega hasta donde alcanza su poder, así, los
peces grandes
devoran a los pequeños y éstos se desplazan
libremente en las aguas mientras no son devorados; o el derecho
natural de los hombres alcanza hasta donde llegan sus fuerzas o
capacidades de dominio.
Todos los anteriores expositores de esa época,
Siglos XVI y XVII, fueron defensores de una teoría
"jus-naturalista" o sea, de uan teoría del "Derecho
Natural", desprendida del estudio de la naturaleza humana, aunque
unos, como Maquiavelo, Bodín, Grocio y Spinoza fueron
partidarios del absolutismo,
aunque no fuera el rey el jefe del gobierno del Estado; y otros,
como Moro y Campanella eran partidarios de un régimen
socialista, que ellos imaginaban como ensoñaciones
utópicas.
8. Thomas Hobbes
Un defensor del absolutismo
del rey, de la monarquía, en Inglaterra, fué John
Oliver Thomas Hobbes (1588-1679), o sea en los Siglos XVI y XVII,
con base en las ideas del "Jus-naturalismo" (la teoría del
derecho natural), y no en las concepciones de la teología
y de la religión. En 1634 escribió un libro
titulado "Defensa de los Derechos del Rey, necesarios para
conservar la Paz en el Estado". Exiliado en París,
escribió en 1641 el libro "El Ciudadano" y también
las obras "Del Cuerpo" (1644) y "Del Hombre" (1648). En 1651
escribió el "Leviathan", su obra capital en materia de
filosofía política. Hobbes fué atacado,
tanto por los monarquicos como por los republicanos (que
habían tomado el poder dirigidos por Oliverio Cronwell en
1648), debido a sus ideas filosóficas materialistas,
mecanicistas y ateas. Los primeros decían que era
imposible justificar la monarquía que se basaba en el
"derecho divino" y no en el "derecho natural" y los segundos por
que se oponían a sus designios políticos y
religiosos.
En Inglaterra en el Siglo XII hubo una revolución
por la cual los nobles feudales le impusieron al rey Juán
Sin Tierra, mediante una carta magna se
establecieron los derechos de los nobles, las limitaciones del
poder real y el Parlamento como órgano de gobierno. Con el
establecimiento de la república, de 1648 hasta 1660 por
Oliverio Cronwell y sus partidarios, el Parlamento ha jugado un
papel decisivo
en la historia del estado inglés
hasta nuestros días.
Las ideas filosóficas de Hobbes representan una
visión general de las ideas científicas y
filosóficas del Renacimiento y de la Reforma protestante,
a la luz del racionalismo;
por eso piensa que lo infinito no puede ser objeto del
conocimiento, sino sólo objeto de la fe, y de la creencia
religiosa y Dios sólo es un esquema de la Teología.
La filosofía de Hobbes es esencialmente sensualista y
mecanicista; lo fundamental en el mundo es la materia, el cuerpo;
la materia está formada por los átomos, que son los
elementos más infimos de ella; los cuerpos existen
independientemente de nuestra conciencia; la materia es eterna, y
no ha sido creada, no crece ni desaparece; la materia puede ser
conocida por medio de nuestros sentidos y por medio de la
razón; las sensaciones constituyen un conocimiento
inferior; la razón aporta los conceptos.
Desde su punto de vista, el método
matemático, geométrico, es un método
científico universal que debe ser aplicado, tanto en el
terreno de las ciencias
naturales, como en el de las sociales, en la vida social, en
el espacio moral y político. Este enfoque de la teoría del
conocimiento por el método científico natural,
implicaba una verdadera revolución que se enfrentaba al
predominio de la escolástica. Sin embargo, el
método mecanicista, apenas era el primer intento de
rebelión contra un pasado sumido en el mundo de la
religión y de la teología.
¿Que busca el hombre como fin supremo?,
preguntaba Hobbes; y contesta: El placer verdadero, es decir, lo
útil. Y ¿Qué es lo útil al hombre?; y
contesta: Una moral utilitaria amplia que abrace la ética
más pura; es preciso ser buen ciudadano, buena persona, sociable
y servicial, no por el cumplimiento de un deber, sino por la
utilidad que
el hecho útil presenta. La moral
utilitaria supone un estado social organizado. El hombre en
"estado de naturaleza" es un lobo para el hombre (homo homini
lupus). El "estado natural" consiste en una guerra permanente de
todos contra todos (bellum omnium contra ommes), y para escapar a
esta destrucción recíproca, los hombres se
sometieron a un príncipe que organizó las
relaciones sociales en vista a lograr un interés
común satisfactorio. Tal príncipe merece que le
resignen todos los intereses individuales, el de las
instituciones religiosas, el de las creencias de toda clase y
hasta los dogmas; y doctrinas de la ciencia. En suma: el
despotismo absoluto es la consecuencia definitiva de la doctrina
utilitarista de Hobbes. Es evidente que Hobbes influyó en
Juan Jacobo Rousseau para la estructuración de su doctrina
del "Contrato Social"
que tanto influyó para la dirección del proceso revolucionario de la
Europa del Siglo XVIII.
El libro de Hobbes sobre el Estado se llama "Leviathan"
y fué publicado en 1651. El "Leviathan" es la
síntesis de la doctrina de Hobbes, que algunos han llamado
"tesoro de doctrina moral y política" y otros, consideran
que es la más grande obra de filosofía
política escrita en inglés. El nombre completo de
la obra es: "Leviathan: o la materia, la forma y la potencia de un
Estado eclesiástico y civil".
Leviathan es un monstruo bíblico, una especie de
gran hipopótamo del cual habla el Libro de Job, indicando
que "no hay potencia en la
tierra que pueda serle comparada". En otra imagen, esa bestia
marina es comparada, o mejor dicho representada por los santos
padres de la Iglesia católica; en el sentido moral, como
el demonio o enemigo de las almas. Según la
mitología del pueblo mandeo (pueblo de la antigua India
que vivía en las márgenes del río Indo) es
un monstruo que, al final de los tiempos, durante la
dominación del planeta Marte y la aparición del
Islamismo, devorará la tierra, los planetas, el
zodíaco y todas las almas pecadoras.
Para Hobbes, el Leviathan es un hombre artificial
gigantesco. Este ser mítico aparece pintado en la primera
edición de la obra, imaginado por el autor emergiendo de
una colina, a medio cuerpo, con la mirada dilatándose
hacia un paisaje de bosques, colinas y valles que preceden a una
ciudad importante; su mirada es fija, penetrante, con una sonrisa
leve, casi imperceptible y sarcástica, con gran parecido a
Oliverio Cronwell, el dictador republicano que ocupa la jefatura
del Parlamento Inglés, desde la revolución de 1648
y cuyo poder terminó con él en 1658 y con su hijo
en 1660. Su cuerpo está hecho de individuos aglomerados
que se juntan a millares; en la mano derecha sostiene, levantada
sobre el campo y la ciudad, una espada; en la izquierda, un
báculo episcopal. Más bajo, encuadrando con el
título de la obra aparecen dos series de emblemas; unos de
orden temporal-militar y otros de orden
espiritual-eclesiástico, o sea: un fuerte, una catedral,
una corona y una mitra, un cañon y los rayos de la
excomunión, una batalla con caballos encabritados, un
concilio cuyos personajes llevan grandes vestimentas.
El ser descrito es un "hombre artifical creado por el
arte habilidoso del hombre: el Leviathan es una invención
humana conocida con el nombre de "cosa pública" o "Estado"
(Commonwealth o Civitas y polis). Este ser mítico,
imaginado por Hobbes con forma humana, ha sido creado para
defensa y protección del hombre natural: en él, su
alma es la soberanía; la recompensa y el castigo son sus
nervios; la opulencia y la riqueza de todos los particulares son
su fuerza; la salud del pueblo es su
función, la equidad y las leyes son la
razón de su ser y de su voluntad; la concordia es su
salud; la
sedición es su enfermedad; la guerra civil es su
muerte.
En el análisis del hombre artificial que es el
"Leviathan", Hobbes sigue los siguientes pasos:
- La causa material y la causa eficiente, o sean: la
substancia y el escultor. Uno y otro son la misma cosa: el
hombre, como ser individual natural. En el comienzo de todo
está el movimiento; y el hombre, como ser natural, es un
mecanismo con sensaciones que se manifiestan en forma de
apetitos, deseos, aversiones, amor u odio
que generan esfuerzos hacia la consecución de algo "La
voluntad es el acto de decidir el último apetito o la
última aversión en el debate
interior previo para hacer o no hacer alguna cosa". "Lo que se
llama "felicidad" existe cuando nuestros deseos se realizan con
un éxito
constante". - El poder es la condición "sine qua non" de
esta felicidad. Riquezas, ciencia, honor, no son sino formas
del poder. Hay en el hombre un deseo perpetuo, incesante, de
poder, que no cesa sino con la muerte. El hombre es un ser
dotado de razón y en esto se distingue de los
demás seres del reino animal; es curioso, y de
allí su afan por la ciencia; es religioso, de donde su
afán de averiguar sobre lo infinito e invisible, es
decir, por la causa de las cosas que es Dios; sufre de ansiedad
y de ambición, y de allí su afan de indagar sobre
el porvenir y de temerle a lo invisible. Esa es la naturaleza
del ser humano. - Todo hombre frente a otro hombre es un competidor. Y
esa es, precisamente, la condición natural de vivir en
sociedad. y todos los hombres están ávidos de
poder, bajo todas sus formas, en todos sus aspectos y
manifestaciones. El estado natural del hombre es la competencia, la
desconfianza recíproca, la avidez de gloria o de
reputación, lo cual da como resultado la guerra
permanente de todos contra todos. La guerra no es sólo
el hecho actual de batirse, sino la "voluntad buscada de
batirse"; y mientras exista esa voluntad de batirse, hay guerra
y no paz: el hombre es el lobo del hombre; homo homini
lupus.
En el estudio del hombre individual -desde el punto de
vista biológico natural- Hobbes señala dos
tendencias naturales de la raza humana, que son:
- Una avidez natural por la cual uno pretende gozar,
él sólo, de los bienes
comunes; - Una razón natural por la cual cada uno
procura evitar la muerte violenta como el mayor mal de la
naturaleza.
La primera ley fundamental es: "buscar y conseguir
la paz, en cuanto se tiene la esperanza de obtenerla; y
cuando no se puede obtenerla buscar y emplear todos los
auxilios y ventajas de la guerra" (Leviathan
I.14).La segunda ley es: "El hombre,
espontáneamente, cuando todos lo hagan y en cuanto lo
juzguen necesario para su paz y su defensa, debe de renunciar
a su derecho sobre todo y contentarse con tener tanta
libertad respecto a los otros cuanto él mismo reconoce
a los demás con respecto a sí"
(Leviathan).Bajo la influencia de estas dos leyes generales del
derecho natural, el hombre sale de su "estado de naturaleza",
es decir, de la guerra contínua o perpetua de todos
contra todos y celebra con los otros hombres "pactos,
contratos
o convenios" por los cuales renuncia a una parte de sus
derechos primitivos.- Para escapar o salir de ese "estado de naturaleza"
que es el de "guerra de todos contra todos", el hombre ha
tenido necesidad de crear el "derecho natural" orientado por la
razón. Se llega al derecho por el impulso natural de las
pasiones y de la razón. Algunas de las pasiones inclinan
al hombre hacia la paz, como por ejemplo, el temor a la muerte;
a la vez que la razón le sugiere artículos de
paz, con los cuales puede convenir con los demás hombres
con quienes se relaciona. A esos artículos Hobbes los
llama "leyes naturales", a los cuales la razón llega de
hecho, obtenidas como conclusiones, axiomas o teoremas en la
geometría. Esos artículos son
leyes, preceptos o normas
generales, por las cuales, se prohibe, a los hombres, hacer lo
que acarrea la destrucción de la vida u omitir lo que no
contribuye a conservarla. - Esos pactos, convenios o contratos no
se cumplirán dada la naturaleza apetitiva, mezquina y
egoísta del hombre individual. Se necesita para ella
de un poder irresistible, visible y tangible, armado del
castigo, que constriña, obligue y someta a los
belicosos hombres, pues "los pactos sin la espada no son
más que meras palabras" (Leviathán). Este ser
irresistible, visible y tangible es el Estado -el Leviathan,
el hombre artificial cuya descripción se ha hecho- o sea la "Cosa
Pública", el Commonwealth, la Civita, la polis; esta
Estado goza de un poder cohercitivo que constriñe, que
obliga, de donde nacen las nociones de lo justo y de lo
injusto, del bien y del mal; en general, las nociones
morales; ser que sirve de medio para garantizar la vida
pacífica de la comunidad (Leviathan I.15).Una ley natural obliga al soberano a garantizar la
vida y la seguridad
de la comunidad, del pueblo; pero el soberano sólo
está obligado a rendir cuentas
ante Dios, que es el autor de esa ley. También es
obligación del derecho natural del soberano, el
preservar la soberanía, no traspasarla a otro ni
permitir que sea disminuída.Los súbditos están obligados a la
más completa obediencia al soberano en todo lo que no
esté en oposición a las leyes
divinas. - El Estado es una persona de
cuyos actos cada uno de los individuos debe considerarse autor.
El que representa al Estado es el "soberano", el cual tiene
poder ilimitado sobre todos; los demás sólo son
súbditos. El poder del soberano es absoluto. - Lo que preserva al Estado-Leviathan, es la autoridad.
El beneficio conquistado con el pacto social que creó al
Estado, el hombre que era un lobo para el hombre se ha
convertido en un "Dios" para el hombre. Es decir, el ente
mítico "Leviathan" -monstruo o dios se ha considerado,
fantásticamente, un monstruo devorador o un dios
hacedor, protector, magnánimo, previsor, liberal y
humano. La autoridad es la afirmación intransigente y el
ejercicio integral de la soberanía. Los derechos de la
soberanía son para el soberano los medios para la
realización de sus funciones; y quien renuncia a los
medios renuncia, así mismo, de los fines. La autoridad
es la condena implacable de todas las doctrinas que falsamente
conducen a las sediciones y a la guerra civil. - Lo que disuelve al Estado, es la ausencia de
autoridad absoluta e indivisible. Una forma de minarla es
aceptar gobiernos mixtos; la pretensión de someter al
soberano a las leyes; la de atribuir a los súbditos un
derecho de propiedad
absoluta.
Lo que disuelve al Estado es la discusión del
poder del soberano, por lo cual el Estado debe perseguir todas
las falsas doctrinas que lo adversen y lo critiquen, siendo
esta persecución tenaz e implacable.
La principal idea que debe perseguir sin descanso el
Estado es la que sostiene que "Los hombres deben juzgar lo que
está permitido y de lo que no está permitido, no
por la ley, sino por su propia conciencia; es decir, por su
juicio personal".
Porque si los hombres se erigen en jueces, forzosamente
retornará al estado de naturaleza; tan odioso por su
anarquía incontrolada.
Lo que disuelve también, por otra vía
peligrosa, al Estado, es la concepción falsa de las
relaciones entre la Iglesia y el Estado, de la religión
y de la sociedad civil.
El Estado debe tener el dominio de la religión y de la
sociedad civil.
El Estado debe ser también órgano de la Iglesia.
Ninguna falsa autoridad espiritual tiene fundamento alguno para
erigirse en rival del soberano poder del Estado.
Ningún Papa, dean, patriarca, imán,
sanhedrín, etc., tampoco ninguna conciencia humana
individual podrá oponerse con jerarquía igual o
superior al Estado-Leviathan. Ninguna discusión puede
abrirse en el corazón del cristiano -o del creyente- y
el súbdito; tiene que imponerse la ley civil sobre el
sentimiento religioso. En el Estado-Leviathan, nadie tiene ya
que servir a dos señores. Esta es la exposición más coherente y
sistemática del absolutismo político.
La forma del Estado-Leviathan no importa, puede ser
una monarquía, una aristocracia oligárquica, una
tiranía, una democracia. La forma monárquica o
republicana, indiferente, pues en una u otra, el poder debe ser
absoluto para el soberano. El autor del ente mítico del
Leviathan prefería el Estado
monárquico.
Página siguiente |