Amigos, creo que todos llevamos un
escritor, poeta o trovador inserto en el alma, por eso, mi
pequeño aporte son imágenes
personales trazadas en palabras.
<> La iluminación de la noche era perfecta, el
cielo estaba tan oscuro que el negro envidiaba su profundidad, la
confusión que produce el que aparece ilimitado y a su vez
como una pared que nos recubre, dejando detrás de si todo
un universo de otros
colores,
alienándonos del más allá,
unificándonos en el aquí y el hoy. Su manto de
azabache no es continuo, lo interrumpen algunos destellos
luminosos, cual luciérnagas de un pantano invisible,
reflejando la belleza de los instantes, de lo intemporal, del
detalle ínfimo que te estremeció el
alma.
El aroma del lugar era tan intenso, cargado de emociones y
recuerdos felices, dándole a este nuevo segundo un
significado especial. La esencia de tabaco en pipa es
tan cercana a mi infancia
lejana, este olor se rodea de risas inocentes y de ilusiones
intactas, cuando aún creía que nada
cambiaría, y si lo hacía, sólo sería
para darme mayor felicidad. Está confuso todo, junto con
ese toque a whisky, tan propio de todas mis reuniones familiares,
donde mi hermanos siempre tuvieron que rendirse ante mi padre, de
resistencia
admirable a cualquier bebida, porque en la Armada que el
vivió, las olas eran más grandes y la mar
más salada, se hizo hombre
aún llevando pantalones cortos. En el trasfondo de todo,
un perfume de mujer, y no es el
de mi madre o de ninguna ancestro, esta vez es mío, y me
ubico en sus puestos por primera vez, ya soy mujer de bien, y
viviré esos secretos que registraron los ojos de todas
ellas.
La tibieza en mi piel, el
aire me roza con
su brisa cálida, penetra por la ventana, se arremolina
suave en el centro de esta habitación, haciéndome
una invitación a bailar, juntos, vaporizados nuestros
pies, sin contacto con el suelo,
desprendidos de la realidad. Trato de volver de la magia en que
me encuentro, sólo necesito convencerme de que no es un
sueño, no voy a despertar lejos de todo, sino aquí,
en mi hogar, mi último lugar.
Se intensifica mi emoción, hay una canción
en el ambiente, la
reconozco, me transporta hacia un pasado, es tan especial para
mi, tantas veces logré entender y tatuar en mi piel cada
vocablo allí entonado, sin embargo, se desvanecía
con su pesimismo de que "el amor a
veces no es suficiente", que error de Patty Smith, era todo lo
que yo buscaba. Desaparece esa melodía, y resuenan en mis
oídos tus palabras, tu voz profunda, áspera,
quizás seca, tan llena de dulzura y
compañía. Me abrazas suave por detrás, pasas
tus brazos por sobre los míos, y lentamente me das vuelta,
quiero decirte todo, y nada viene a mi voz.
La música es distinta,
recordaste cuantas veces quise que esta canción fuera un
momento para nosotros, y siempre prometiste que lo sería
en un mañana. Estaba emocionada, mis ojos llenos de
lagrimas, mi voz apretada por tu mirada, tu rostro y tu sonrisa.
Me acercaste a ti, apoyaste mi cabeza contra tu pecho y supe que
ese era el primer segundo, el tren había salido de la
estación y yo era su pasajero de honor. Tanto tomó
significado en ese instante, sabía lo que era ser uno
sólo, entendía lo que era ser dos,
comprendía cuan feliz éramos por ser tres, fuimos
la envidia del amor cuando
éramos cuatro. "The lady in red is dancing with
me…"
En tu abrazo, en tu cuerpo encontré mi espacio,
el lugar del universo donde nada me falta, nada me sobra, era
todo tan justo y maravilloso, era simple. Me miraste, me tomaste
la barbilla, te acercaste para besarme, tan dulce, tan
pequeño e infinito, nada se oponía a esta
felicidad. Susurraste en mi oído,
aquello que cada vez que caiga será el trueno que me de la
fuerza para
volver a ponerme de pie. Mi canción era nuestra hoy, me
estabas dedicando mi mayor fantasía, jamás
despertaría de mi ensoñación, me
consumiría la desolación si esto no fuese mi alfa y
mi omega.
La canción, el baile y el abrazo nos llevaron
hacia el sillón, rendidos caímos, la risa era
inevitable, la mañana vendría y la fantasía
sería real, Cenicienta se encontró con el
príncipe, sus hermanastras y madrastra eran la
pesadilla del ayer. Tomaste ambas copas, brindamos por todo, sin
decir nada, nos besamos tanto que el recuerdo se confunde, olvido
donde comienzo yo y terminas tú. Tantas ilusiones, el
aroma se intensifica, la ventana atrae ese pasto recién
cortado, el café
del departamento vecino, el rocío hecho perfume, y para mi
aún es de noche, es mi noche.
Me das un pedazo de queso, esos de la tabla con que
comenzamos el recorrido por este lugar feliz, donde hicimos magia
y fantasía, el final del arco iris si trae una olla de
oro, la encontré en tus labios, y es mía por
siempre. Debemos despedir la noche, vemos partir la última
estrella, me estrechas fuerte uniéndome a ti. Me deseas
los buenos días, me ofreces un tazón de café
y tostadas, me sonrío, aún queremos seguir bebiendo
vino, bebiendo whisky, besándonos, mirándonos y
debemos cumplir con nuestros trabajos. No estoy triste, el
día será una pausa para recargar nuestro
cariño, extrañarnos para volver a
desearnos.
Besaste mi mano, miraste mis dedos, sonreíste
ante el anillo, el recuerdo nos hizo felices nuevamente. Miguel
tocaba la guitarra, Ina cantaba a Silvio, Eduardo impartía
conceptos antimarxistas, Sole cocinaba, Leo discutía con
Patty, Jano, Claudia, Macas, todos eran parte de ese anuncio, del
comercial hecho realidad, mucha cerveza y las
palabras "Amigos míos me enamoré, y me caso". El
aplauso, la risa, los abrazos, mi hija y su feliz desconcierto,
todo ya era ideal. Creo que es uno de los momentos que ninguno de
nosotros olvidó, volvemos siempre sobre lo mismo, recuerdo
sus caras al verme portar un anillo, y escuchar como yo, sin
ninguna control gritaba
que si, abrazaba a cada uno, les sonreía y les contaba
como había sido todo, la historia dice
así:
"En el capó del auto, me estaba corrigiendo
– para variar- unas ideas de historia, y yo estaba
contenta, no me molestaba cuando él me enseñaba
–aunque le dijera lo contrario-, me fascinaba ver la
seguridad con que
me hablaba,( y hoy es más que todo esto, es simple
admiración por todo lo que es) Tomó mi mano, puso
el anillo, y con una seriedad absoluta me dijo –si no lo
hago a la mala tu te arrancas, así que nos casamos en seis
meses" – y así fue. Vuelvo a mirarte hoy, es
extraño saber que el tiempo no
transcurre aunque todos crean lo contrario, puesto que no han
entendido la evolución. Cuando se alcanza la
perfección es innecesario cambiar, y el tiempo significa
cambio, lo
perfecto no lo necesita, es maravilloso este segundo infinito de
felicidad eterna.
Una lagrima salió de mis ojos, rodó con
lentitud por mi mejilla, con tanta delicadeza la tomaste en tu
dedo, la miraste y me dijiste. "Amor, es cierto, hemos sido
felices, desde hace mucho y seguiremos así, fui el primero
en cumplir la promesa". Volviste a besarme, me diste una suave
palmada, me dijiste "ya mensa, debemos levantar a los niños".
Hacía mucho calor para ser
Septiembre, los últimos días nos habíamos
enfrentado a un clima muy
extraño, con cambios bruscos de estación, lloviznas
calientes y sol que enfría el alma y los sentidos.
Como siempre he pensado y creído, el Apocalipsis
está aquí, ya quedan pocos años, y nadie ha
querido ver los signos, y no hablo de los bíblicos ni de
los proféticos, sino de la perdición absoluta de tu
esencia, la soledad que consume los afectos, aquello que
borró mi identidad y me
transformó en uno más. Sin embargo existe una
esperanza, es pequeña, como esa luz de vela luego
de un corte eléctrico, esa que no tiene la potencia ni la
fuerza de una ampolleta, pero que es tan hermosa y sutil,
delicada si se quiere, que nos cautiva. Se me hizo tan
comprensible la expresión "ver la luz", despertarse y
entender que todo está en tu interior.
Lo mejor de todo esto es recordar el final, ver el
armagedón plasmado en tu piel, en tus arrugas, y por fin
sonreír al cielo y agradecer los mil años de paz.
La lucha entre el bien y el mal había comenzado
hacía mucho, lo negro estaba vaporizando el colorido en
nosotros, y nos habíamos transformado en sombras pesadas y
pestilentes del ayer. Tu también lo percibiste, estabas
intranquilo, se aproximaba el combate final, y las heroicas
palabras de Prat no eran más que un murmullo en mi mente,
mientras mirabas en mis ojos con la intención de
reencontrarme. Yo no estaba allí, había muerto por
última vez, y en mi cuerpo un demonio tomó
albergue, y fue allí cuando decidió hablar, decirte
todo, aquello que yo nunca pensé con gravedad. Recuerdo
desde lejos tu rostro, las lagrimas las contenías mientras
de la boca de quien creías tu compañera
salían las vejaciones que jamás esperaste escuchar
de quien un día sólo tuvo miel para ti.
Quise detener la lucha, pero algo encendió
aquella criatura en tu interior, un fuego gélido, y me
traspasó por completo, desgarró mi humanidad
transformándome en despojos. Otra bestia había en
tu alma, y estaba había apuntado hacia mis grandes
debilidades, hacia aquellos temores que apoyados en tu almohada,
descansando de una pasión aún adolescente te
revelé, y hoy se vertían en mi contra, mi gran
temor, el fracaso final había llegado. Allí, y sin
entender nada me pediste marchar, era tan agria tu voz, tan
oscura y punzante que sólo pude encaminarme hacia la
puerta, ni siquiera una momia estaba tan perdida como yo,
siquiera esta sería glorificada en el más
allá.
Apoyé mi mano contra el picaporte, buscaba una
palabra que me diera aliento, mas no hablaste, me tomaste la mano
y me llevaste de vuelta al dormitorio que tan bien
conocíamos. Éramos dos extraños, yo no
quería mirarte a los ojos, y tu no me tocabas,
estábamos repelidos el uno por el otro. Sin
comprensión, sin un vestigio de amor, todos los recuerdos
se cremaron en ese último encuentro, en la respuesta del
hastío, del cansancio y de la repugnancia.
Un pequeño temblor desde tu interior, algo se
removió, y por fin te tendiste a mi lado y dormiste. En un
comienzo me sentí por primera vez desnuda, frágil
ante tu presencia, y asqueada de mi existencia. Todo había
perdido significado, ya no tenía mis sueños ni mis
fantasías, ya no pertenecían a mí tus
abrazos, no calmarías mi sed, ya no estabas allí.
Decidí partir, en tus sueños desaparecía por
siempre, incluso aquel aroma que tu percibías en mi se
iría para siempre. Me di vuelta sobre el costado y
contemplé a un Lucifer a mi lado, mi último
castigo, pero no estaba allí, en su lugar había un
hombre dulce, puro y que me hizo maravillarme de nuevo. Me
tendí a su lado, tan rápido había dejado
atrás mi pasado, las turbulentas aguas que me atormentaban
tantas veces, y no le era fiel al recuerdo de ese hombre, me
había enamorado, otra vez amaba, pero a otro hombre, a mi
hombre.
Me levanté lentamente a arroparte, y vi mi
reflejo en el espejo. Había ganado la batalla el bien,
durmió con su enemigo, y en el camino de los sueños
lo destruyó para siempre. Nada quedaba de aquellos
monstruos, se habían esfumado los temores. Besé tu
frente y me volví a tender a tu lado. Me acurruqué
bajo tu brazo, pudiendo escuchar tus latidos, tu corazón,
tu respiración, contemplé así
tus facciones, tus detalles hasta el amanecer.
Jamás pensé que habían
recién nacidos con tantos años, pero es cierto, tu
y yo somos nuevos, simplemente tomamos las formas de dos seres
cansados que nos permiten mirar atrás y vivir sus
experiencias, pero nunca serán nuestras. Te amo con ojos
puros, por ti soy inocente, por ti alguien volvió a
nacer.
Dos visiones, dos miradas Enfrentadas por los
años
Ella sólo siente edificios, oficinas Ella
recuerda parques y juegos
Un centro comercial de hielo y hierro Un
cine, una
heladería, marionetas
Movilizarse entre turbas y tacos Paseos y caminatas,
momentos
Maletines, responsabilidades, deber
Mochilas, querer, inventar
Camino costero, carretera y peligro Rocas, brisa, la
risa en el viento
Municipios, Congreso, política Ascensores,
pasajes, murales
Nombres, Apellidos, direcciones Rostros, sonrisas,
voces, silencios
Bocinazos que traspasan el alma Trovador de calles y
barrios
Ruidos, stress y angustia
Sonidos, música, años felices
Hija mía la vida cambia Tú dices que debo
ser feliz
Es que el tiempo no para Entonces olvida el
reloj
Tú no entiendes, no ves Si entiendo, si veo, yo
creo
Es cemento, son
calles, no más
Son vidas, alegrías, es mi hogar
Mi niña, es complejo
No, es simple, vuelve a ver la ciudad con mis
ojos
Transcurridos los años, no me será
sencillo volver al pasado con la memoria
viva, los detalles se irán desdibujando con la
intencionalidad cruel y hermosa de perpetuar sólo
sensaciones, ya que estas tienen y tendrán siempre el
poder de
evocar sin difuminar la marca en mi piel.
Este tatuaje, simbología decorativa que da los cimientos
del ego, es más que mi camino recorrido, supera sin
parangón aquello que, por mi misma habría levantado
del suelo.
Cuestionarse es una necesidad imperiosa, dudar es mi
esencia, el mañana se viene claro en los remolinos del
viento, en las olas del mar, dejando la brisa que ayuda al vuelo
del ave. ¿Cómo los retrataré en mi alma? ,
será presumir una grandeza que no tengo, pero al igual que
en la mañana de verano, al levantarme y percibir el verde
y naranjo de su aroma, sentir lo intangible del tiempo que se va
y de volver a la niñez cuando en tu boca sientes el sabor
del pasto recién cortado, quiero jugar a la adivina y
sentarme a vivir la huella que no se borra.
<> Todos son distintos, disímiles de una
hermosura que conforman una simbiosis perfecta, donde cada uno
concede sus propias esencias, características y virtudes íntimas,
presentes en cada rasgo burdo y trascendente, cada pliegue y
comisura de los rostros, y por sobre todo, nos hacen especiales
por esas risas hechas de lagrimas perpetuas, de felicidad que
nace de lo más hondo, quizás de ese legar en el
cual suponíamos nadie entraría. Son para mí
una vanguardia
selvática, cercana al mar y única en un desierto
florido y fértil.
En el simple caos de calma, los transportaré con
rudeza que juega a sutil, para que, mirando por mis ojos cansados
vean el regalo que me habéis dado, son espejos, son
cariño y mis amigos.
El primero, quien ha caminado a mí andar por
cierto tiempo es un celeste plateado, y a veces un gris, que me
sabe a verdad y a esperanza sin retorno, su actitud de
presencia ausente me despierta y me convoca a un sabor colonial,
de nubes esponjadas y aromatizadas de cristal, generándome
un deseo irreprimible de evitarle la tormenta.
Siempre existen en tu vida criaturas que el destino te
brindó para alegrarte la vida, esta en particular es una
belleza en negro, pero de una fuerza roja. Su risa blanca y sus
palabras dulces que me saben a lluvia y a invierno han sido
compañeras inseparables. Su aroma es a camino duro, a
certeza y a fe, y su sabor es la única cosa que se puede
describir como esperanza en verde.
Hay uno diferente, de más años recorridos,
pero de sólo reconocimiento insustancial, quien es
cansancio y hastío de un yo muy anticuado, con modas que
nunca flotaron en el aire, su presencia púrpura obispal,
su mirada gris que atisba al mundo con ojos de tierra, sabor
de encierro íntegro y holístico.
Otros nuevo, y tan entrañable como los siglos
vividos en comunión, me hace revitalizar su esencia de
olor a horno salvaje que llena el silencio de trompetas, es un
sonido rojo,
calmante a mis pasiones alteradas. Su fuerza es
contradicción, por ser textura cálida, por ser
radiantes sus palabras, es sazón a logro
pendiente.
El conjunto hace brotar lo mágico de uno
más, que es luz de limón, alegría hecha
duraznos, sacados de un árbol fuerte, esos de aroma
transparente de espesura, el mismo que aporta el sol del alba.
Sabe a estrellas que están distantes, me emociona con su
mirada de hierba fresca, me arremolina por la ausencia de lo
estático.
Es difícil partir con él, lo transitado es
imagen de lo
que no está, su diferencia viene por su gustillo a
ópalo, piedra escasa y bella, que sólo se alegra y
decora en la noche de aroma, es su perfume de selva virgen
asediada, su olor de carretera en construcción, brillando con su
ensoñación de tonadas, es tostado, y eso
es.
Quien se integra en su lejanía me representa todo
aquello que es azul, no el brillante ni el oscuro, sino es azul
del bueno. Hace que su sabor de seriedad adolescente, bien
llevada y admirada, tatúe la imagen del bizcocho de una
abuela jovial, una sin años pero sabia, de esas con aroma
a violonchelo, marcando mis minutos de su mirada
perfumada.
No es fácil hablar de este, quien no ha vivido lo
ruta del conjunto que hoy soy, pero su alegría y
estertores de vivacidad rosa pastel entorpecen la turbulencia de
nuestra paz. Su perfume de inocencia entrecortada por los sonidos
del alto y bajo hacen que guste a flor, sembrada en tierra noble
pero lejana del jardinero blanco, del diestro, del
necesario.
Describir la
personalidad de un antiguo nuevo se hace simple y complejo a
la vez, es tela escocesa, colorida y formal, causa de sus
líneas rectas y de lo resplandeciente de los contrastes.
Aquel gustillo de ropero o armario lleno de historias que
desconozco me llenan de su olor a foto sepia, ese zumbido verde
que define su severidad cándida.
A veces esta nueva persona que viene
a mi mente queda escondida en el arco iris de todos, pero su
integridad verde amarillenta intensa desgasta la presencia del
entorno, llenando con su halito limón en la sonrisa,
transformando el paladar de la broma en gustillo de trasfondo
profundo, es observante notorio, es canto de forma
invisible.
El es de los miembros que no están pero no se
olvidan, pertenece sin ser uno de nosotros, su sabor a
música y ha trópico ha llenado muchas veces mi
rostro con marcas de
felicidad. Su aroma de colores llamativos, su presencia de
frondosidad colorida, hacen que su nombre sea único, y no
dejan que la vida los desvanezca.
Tal vez este sea el que yo más ensueñe,
por su presencia con gusto a portón de casa campestre, se
ve firme y robusto, obviando e la fragilidad celeste que me
inspira y que nadie más dice ver. Lo veo en su rudeza
pardo, con sabor de arboleda interminable, suena como camino
rural violentado, es pasión de entrañas, sonido
azul, color del
viento.
Ya va quedando el último a quien hoy
recordaré, puesto que tiene ese gusto de libro
leído mil veces, por ojos llenos de inocencia y fulgor.
Suena como marfil en proceso de ser
tallado, huele como brillo de plata gastada por los años,
es damasco que permite ver su centro, es ese todo que armó
esto, es quien menos está para disfrutar de sus
logros.
Lo probable es que el observador externo e inexperto
piense o le parezca esto como los últimos gritos guturales
de un loco que vuelve a la cordura. Mas sólo les puedo
pedir a todos ellos que miren los sonidos de quienes he
reconocido, de estos que han traído colores a un mundo
informe e
intangible, para que busquen en los rincones que no existen la
realidad de esta música centellante, para que, como hago
yo, puedan bailar al ritmo del perfume del otoño
primaveral.
<>
Martin Muñoz