Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Juan Ruiz. Poeta español




    1.
    Antologia

    2. Libro de buen amor
    3. Poema Del Mio Cid
    4. Sor Juana Ines De La
    Cruz

    1. Antologia

    Ruiz, Juan (c. 1283-c. 1350), también llamado
    Arcipreste de Hita, poeta español y
    uno de los poetas más desbordantes de la Europa medieval.
    Se supone que nació en 1283 en Alcalá de Henares.
    Fue arcipreste en el pueblo de Hita (Guadalajara. Y se cree que
    escribió su Libro de Buen
    Amor en la
    cárcel, a la que fue enviado por orden del cardenal don
    Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo entre 1337 y 1350. Siguiendo
    el estilo de los escritores del siglo XIII, como Gonzalo de
    Berceo y el anónimo del Libro de Alexander, el extenso
    poema de Juan Ruiz abarca más de 1.500 estrofas en
    cuaderna vía, la combinación métrica y
    estrófica propia del mester de clerecía (aunque la
    norma del alejandrino se desliza hacia versos de 16
    sílabas), además de un "prólogo en prosa",
    los gozos y cantigas de la Virgen (con tetrasílabos
    combinados con octosílabos y eneasílabos), los
    cánticos de serrana y los cantares de ciego. Pero el tono
    y las intenciones del libro apuntan a una fusión
    entre las normas de la
    clerecía y el mester de juglaría: "por vos dar
    solaz a todos, fablévos en juglería".El autor se
    propone, por un lado, informar e instruir a sus lectores sobre
    los peligros del loco amor o amor mundano, y acerca de las
    ventajas del buen amor o amor de Dios, pero su novedoso
    ingrediente, el humor -que es una de las formas de la
    ambigüedad-, le permite aclarar: "Empero, porque es umanal
    cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieren usar
    del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para
    ello". Junto con el humor, se destaca el uso de la primera
    persona, que
    es a veces la del propio arcipreste y otras la del personaje
    Melón de la Huerta o Melón Ortiz. Este
    tránsito en el uso del yo acentúa ese juego dual
    para "solaz de todos", pecadores y virtuosos cristianos. Desde el
    punto de vista de las influencias, Juan Ruiz recoge una amplia
    tradición que incluye las falsas vidas de Ovidio
    difundidas en la edad media
    (concretamente el De Vetuela); una adaptación de la
    comedia elegíaca latina Pamphilus, de raíz
    ovidiana, de un anónimo del siglo XII; la poesía
    pastoril (la pastorela) provenzal y francesa que retoma bajo
    forma de parodia en los episodios de las serranas; las fábulas y
    cuentos
    provenientes de las colecciones orientales, las sentencias y los
    refranes. Debe señalarse también la coincidencia de
    la obra de Juan Ruiz con ciertos rasgos (especialmente el humor,
    la parodia y la sátira) de la literatura de los goliardos,
    poetas y clérigos mendicantes de los siglos XII y XIII que
    se burlaban de la hipocresía de ciertos dignatarios de la
    Iglesia y
    proponían el placer como respuesta a la fugacidad de la
    vida, cuyo testimonio más célebre, que no se
    difundió hasta el siglo XIX, son los Carmina burana. En el
    XIV la palabra goliardo se asocia a la de "juglar", sobre todo en
    la literatura inglesa y francesa. Esta ficción
    autobiográfica amorosa que es el Libro de buen amor abarca
    los intentos de seducción por parte del arcipreste,
    intentos que suelen acabar en fracaso. Así le ocurre
    inicialmente con una "dueña" y con una mujer llamada
    doña Cruz, que acaba entendiéndose con
    Ferrán García, el propio mensajero del arcipreste
    enamorado. Después de una serie de batallas y discusiones
    con el Amor,
    éste lo alecciona diciéndole: "Quisiste ser maestro
    ante que discípulo ser", le recomienda la lectura de
    Ovidio, le describe la mujer ideal,
    le aconseja que consiga una tercera en amores ("busqué
    trotaconventos cual me mandó el Amor"), que no beba
    demasiado vino tinto o blanco y que sea mesurado en todos sus
    actos. La ficción del yo se traslada a la figura de don
    Melón de la Huerta, quien requiere de amores y acaba
    casándose con Doña Endrina. A continuación
    se suceden otras aventuras amorosas, en las que desfilan diversas
    mujeres: una dueña, una viuda, una monja, una mora y,
    finalmente, las serranas, porque, como dice el narrador: "Probar
    todas las cosas el Apóstol lo manda". Al morir
    Trotaconventos, el arcipreste hace su planto en el que denosta a
    la muerte:
    "¡Ay Muerte!
    ¡Muerta seas, muerta e mal andante!".Mención
    especial merecen uno de los tramos de la pelea entre el
    arcipreste y Don Amor (estrofas 372-387), donde se establece un
    paralelo entre los pasos de la seducción y las horas
    canónicas, antecedente del tópico literario de la
    "misa de amor", como reaparece en el romance en el que los
    monaguillos, en lugar de decir "amén, amén", dicen
    "amor, amor"; la lucha entre Don Carnal y Doña Cuaresma,
    cada uno dirigiendo su propio ejército de animales y cuyo
    vigor plástico
    permite un cotejo con el cuadro de Brueghel, de 1559; el ejemplo
    del pintor Pitas Payas que, debiendo viajar a Flandes, dibuja un
    cordero en el ombligo de su mujer como prueba de castidad y a su
    vuelta encuentra un carnero, situación adulterina que se
    conecta con el texto sobre
    "las propiedades que el dinero ha",
    que retomará Francisco de Quevedo y al que pondrá
    música el
    cantante Paco Ibáñez. El personaje del tercero en
    amores, que aparece ya en El collar de la paloma. Tratado del
    amor y los amantes, del poeta Ibn Hazm de Córdoba (siglo
    XI), según ha señalado Américo Castro en su
    comparación con el libro del Arcipreste, adquiere en la
    Trotaconventos el relieve de un
    personaje consistente que adquirirá nuevo vigor en La
    Celestina de Fernando
    de Rojas un siglo después del Libro de buen
    amor.

    2. Libro de buen
    amor

    Las ranas que demandaban un rey

    Las ranas en un lago cantaban et jugaban,
    cosa non las nucía, bien solteras andaban,
    creyeron al diablo que de mal se pagaban,
    pidieron Rey a Don Júpiter, mucho gelo rogaban.

    Envíales Don Júpiter una viga de lagar,
    la mayor que pudo, cayó en ese lugar:
    el gran golpe del fuste fizo las ranas callar,
    mas vieron que no era Rey para las castigar.

    Suben sobre la viga cuantas podían subir,
    dijeron: No es este Rey para lo nos servir:
    Pidieron Rey a Don Júpiter como lo solían
    pedir,
    Don Júpiter con saña hóbolas de
    oír.

    Envíales por su Rey cigüeña mansillera,
    cercaba todo el lago, ansí fas la ribera,
    andando pico abierta como era venternera
    de dos en dos las ranas comía bien ligera.

    Querellando a Don Júpiter, dieron voces las ranas:
    señor, señor, acórrenos, tú que matas
    et sanas,
    el Rey que tú nos diste por nuestras voces vanas
    danos muy malas tardes et peores mañanas.

    Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga,
    de dos en dos nos come, nos abarca et nos traga:
    señor, tú nos defiende, señor, tú ya
    nos paga,
    danos la tu ayuda, tira de nos tu plaga.

    Respondióles Don Júpiter: tened lo que
    pedisteis
    el Rey tan demandado por cuantas voces distes:
    vengué vuestra locura, ca en poco tuvisteis
    ser libres et sin premia: reñid, pues lo quisisteis.

    Quien tiene lo que cumple, con ello sea pagado,
    quien puede ser suyo, non sea enajenado,
    el que non tuviere premia non quiera ser premiado,
    libertad e
    soltura non es por oro comprado.

    Principio del formulario


    3. Poema Del Mio
    Cid

    Comentarios Sobre El Mismo Respecto De Molina Y De Su
    Alcaide Moro Abengalbon

    1.) Personalidad
    Del Campeador
    Aunque, en el Poema del Cid, nos pretenden mostrar al
    héroe como persona de mesurado comportamiento, no hay duda que el personaje de
    Don Rodrigo correspondía más bien al de un hombre
    áspero, de trato difícil y de reacciones
    extremosas, que prefería siempre acortar por el atajo de
    la violencia:
    cabalgando por la noche, corrió por aquellos campos, a
    fuego y sangre
    luchando…, y, como buen aventurero, ansiaba hacer
    rápidamente fortuna: Con las riquezas ganadas de vuelta ya
    van; todos están muy alegres, pues ganancias traen de
    más.

    Sus acciones
    guerreras, que eran llevadas a cabo siempre en pleno campo y
    continuo vaivén, le valieron al de Vivar el sobrenombre de
    -Campeador -(Campidoctor o Campeador: Campeón de lucha (de
    Kampf, lucha en alemán)): Oídme, mis caballeros, os
    diré la verdad. A menguar pronto comienza quien se queda
    en un lugar. Mañana por la mañana pensemos en
    cabalgar; dejemos estos reales y sigamos más
    allá.

    2.) El Moro Molines Abengalbon En El Poema Del Cid
    El destierro de Castilla del Cid y la conquista de Valencia
    tuvieron lugar en 1079 y 1099, respectivamente.
    La conquista de Molina fue posterior, pues la realizó
    Alfonso el Batallador de Aragón en Diciembre de 1128, es
    decir que, si comparamos las fechas, queda encuadrada
    perfectamente la figura histórica de nuestro
    molinés Abengalbón, alcalde moro de Molina, en los
    hechos que propiciaron las idas y venidas de las gentes del Cid –
    y su consiguiente paso por Molina – en sus desplazamientos entre
    Medinaceli y Valencia.(…seguid a Molina, que más
    adelante está. Abengalbón, que la tiene, es buen
    amigo y de paz…).

    El Campeador busca siempre el combate en horizontes
    amplios. Sus posibilidades de triunfar radican, sobre todo, en la
    rapidez de movimientos, gracias a una caballería ligera
    que vive y guerrea a campo abierto. De ahí que no pueda
    encasillar a su gente y a su caballos en los límites de
    cercas medias o castillos pequeños, que, por otra parte,
    una vez conquistados, no le interesaba conservarlos guarnecidos
    con sus hombres, a quienes él necesitaba siempre, en su
    totalidad, dispuestos para las continuas incursiones,
    trasnochadas, algaradas, razias y celadas.

    No obstante, el Cid requería también el
    cobijo de un lugar amplio y resguardado, como es el castillo
    molinés, dotado de gran albacara, de agua abundante
    (la aguada del río Gallo estaba asegurada por la torre
    albarrana de la -Soledad-), de una atalaya natural (el
    montículo de la torre adelantada o albarrana de
    Aragón) y de puertas de salida a campo abierto y montes
    aledaños.

    No hay duda de que el régulo molinés se
    había doblegado ante el Cid y le prestaba todo tipo de
    ayuda, ante el temor de correr la misma suerte que sus hermanos
    moros de Terrer, Alcocer, Calatayud, etc., quienes habían
    sucumbido al despiadado paso del Campeador, en las
    correrías de éste por la Cuenca del río
    Jalón, antes de encaminarse a Valencia.

    El Cid necesitaba, pues, la fortaleza de Molina como
    lugar base de acogida, segura e idónea para el reparto de
    los botines conseguidos, el reordenamiento de la hueste y el
    descanso de ésta y de sus caballerías (algunas
    tropillas pastarían también en otros lugares del
    territorio con buenos pastizales y fuertes recintos exentos de
    peligro, como la vega de Arias, el prado de Santiuste, las
    dehesas de Almallá, Picaza, Zafra y Cubillejo del Sitio
    (que, realmente, debería escribirse Cidio, de
    Cid).

    En la política del
    Campeador estaba, por tanto, preservar a los habitantes de
    Molina, a quienes, de otra parte,…el dar tributos al
    Cid pláceles, pues no temen auque de ello les venga
    ninguna deshonra.
    Los moros molineses pretendían, en lógica
    contrapartida, no ser arrasados por el de Vivar y conservar la
    paz y sus vidas,
    aunque ello implicara sumisión y pago de parias, pues bien
    sabían que, por la vía de la fuerza o por
    concordia, siempre terminaba el Cid imponiendo su
    voluntad.

    Por algo manifiesta Abengalbón:… sea por paz o
    por guerra, de lo
    nuestro el Cid tendrá; y por muy torpe lo tengo a quien no
    sepa esta verdad. Cuando oyó esto Alvar
    Fáñez el Minaya (hombre de confianza del Cid,
    pariente de él y su – mano derecha-), se sonrió y
    dijo: Bien lo veo, Abengalbón, amigo le sois sin falta;
    Por lo que aquí le habéis hecho, vos no
    habéis de perder nada (había prestado la ayuda de
    una guarnición de acompañamiento de caballeros
    armados, aparte de albergue y avituallamiento para los hombres
    del Cid).

    3.) El Cid Enfrentado Al Conde De Barcelona
    El Cid prosigue inmisericorde sus correrías y llega hasta
    las tierras mismas del Conde Ramón
    Berenguer de Barcelona, quien de ello tuvo gran pesar y lo
    consideró como una deshonra; No tardó, pues, en
    manifestar…:Ahora corre el Cid las tierras que bajo mi amparo
    están, no quise desafiarlo ni le quité la
    mía amistad, pero si
    él lo busca, yo se lo iré a demandar.
    El Campeador no quiere presentar batalla a este personaje
    cristiano y manda decir a Berenguer, a través de un
    mensajero:
    Al Conde decidle que no me tome esto a mal. De lo suyo nada me
    llevo; que él me deje ir en paz.
    Berenguer le responde: Esto no será verdad; el Desterrado
    conocerá a quién vino a deshonrar.
    (Aquí vemos ya que, mediante el mismo calificativo de
    desterrado, el Conde lo quiere desmerecer)
    Entonces, el Cid comprende bien que de allí no puede
    marchar sin enfrentamiento, y se apresta a dar batalla:
    Caballeros, pronto, a salvo hay que poner la ganancia, guarneceos
    y vestid los trajes de armas, pues el
    Conde Don Ramón trae muchas gentes, moras y cristianas, y
    nos seguirá doquier que vayamos. Cinchad firmemente los
    caballos, vestid y empuñad las armas,
    presentémosles las lanzas. Ramón Berenguer ha de
    saber a quién vino a dar caza y a quitar sus
    ganancias.

    Los pendones y las lanzas muy bien se van empleando de
    voluntad y de agrado, hiriendo a unos y a otros derrocando. Ha
    vencido esta dura batalla el Cid, bienaventurado, y el Conde su
    prisionero ha quedado.
    En ella también ganó el Campeador su Colada, la
    espada del Conde que, en adelante, blandió el Cid como
    suya. Muy complacido queda éste, pues …. grande es el
    botín y ….buenos los manjares que ya se preparan.
    Al final, el de Vivar deja marchar al Conde, pues las ganancias
    que ha hecho son grandes y los suyos, de tan ricos que
    están, ya no saben ni lo que tendrán.
    Nuevamente aparece Don Rodrigo, en este lance con el Conde
    Berenguer, a la luz de un
    caballero de fortuna, del aventurero que -campea- con sus
    mesnadas por las tierras de España.

    4.) El cid manda por su mujer e hijas que estaban en
    medinaceli y, en molina. Se suman a las tropas del cid los
    caballeros moros de abengalbon
    El Campeador ordena a Muño Gustioz, Pedro Bermúdez,
    Martín Antolinez y al obispo Jerónimo ir a buscar a
    su mujer e hijas a Medina(celi), diciéndoles: .. cabalgad
    con cien jinetes dispuestos a luchar. Allá por Santa
    María ir vosotros a pasar, seguid después a Molina,
    que más adelante está. Abengalbón, que la
    tiene, es buen amigo y de paz, con otros cien caballeros a gusto
    se os unirá.
    Abengalbón, al saber que arribaban, salirlos a recibir,
    con gran gozo de amistad. ¡Entrad en Molina, vasallos de mi
    amigo natural!. Sabed que vuestra llegada a mí me place y
    no me da ningún pesar.
    Muño Gustioz transmitió a continuación:
    Saludos del Cid os traigo, él quiso así mandar que
    pronto un ciento de caballeros habéis de preparar, pues su
    mujer y dos hijas en Medina están ya. Que – con nosotros –
    vayáis por ellas pide y las traigáis para
    acá y, después, hasta Valencia de ellas no os
    apartéis ya. Abengalbón le contestó: Yo lo
    haré de voluntad.

    Aquella noche, con buena y abundante cena los agasaja el
    reyezuelo de Molina, y, en cuanto llegó la mañana,
    comienzan a cabalgar hacia Medina. Si cien hombres le
    pidió el Cid, doscientos son los que el moro
    molinés aporta como refuerzo de caballeros
    acompañantes. Pasan por las altas y escabrosas
    montañas de Aragoncilio y, de tal modo unidos marchan, que
    ningún temor sienten a su paso por Maranchón, Layna
    y Las Salinas de Medina(celi).

    5.) Llegada De Las Huestes A Medinaceli, Donde Esta
    Esperandolas El Minaya
    En Medina, a buen recaudo tienen el Minaya y su gente a las damas
    de la familia del
    Cid.
    Al ver a la tropa armada que se acerca a la población, exclama el Minaya:
    ¿Qué caballeros por allá vienen?.
    A lo que responde uno de los hombres de su avanzadilla: Son
    fuerzas del Campeador y del alcaide Abengalbón, que con
    ellas sumado va, a fin de complacer al buen Cid, a quien tanto
    quiere honrar.
    Al arribar, el Minaya dice a los recién llegados: Ya la
    cena está servida, vayamos a la posada. Abengalbón
    contesta: Sí, me place el aceptarla. Antes que pasen tres
    días, yo os la volveré doblada.

    6.) Parada en molina. Camino de valencia, con la mujer e
    hijas del cid
    Efectivamente, a los tres días estaban ya de vuelta, y
    dice el Poema textualmente: Entran todos en Molina, de buenas y
    ricas casas. Allí el moro Abengalbón
    ¡qué bien les sirvió sin falta!. De todo
    cuanto quisieron, no echaron de menos nada. Y también las
    herraduras quiso él mismo pagarlas ¡Dios, como
    honraba él a las dueñas y al Minaya!. Al otro
    día, de mañana, en seguida a Valencia cabalgaban.
    El molinés corre con todo, sirviendo a todos se afana y de
    ellos no toma nada (en pago).

    7.) La Llegada A Valencia Del Minaya Con Las Damas
    Al llegar a Valencia y ver Doña Jimena al Cid, se echa a
    sus pies: Gracias, Campeador, os doy. ¡Qué bien
    ceñís vos la espada!
    El gozo que todos sienten les hace soltar las lágrimas,
    así que:
    Todas las mesnadas y el buen moro de Molina con aquello se
    alegraban.
    Se dirigió el Cid con sus damas hasta lo alto del
    Alcázar. Miran desde allí a Valencia, su huerta y
    el mar y alzan las manos al cielo para dar gracias a Dios, por la
    ganancia cogida y el frondoso vergel que les depara aquél,
    su nuevo hogar.
    El Campeador y la gente suya se encuentran muy a gusto
    allí, en su Valencia, la ciudad conquistada.

    8.) Retorno de abengalbon. Fin de los dias moros de
    molina y nacimiento del señorio independiente
    En 1104 habían determinado Alfonso VI de Castilla y Pedro
    I de Aragón qué lugares de reconquista
    corresponderían a cada uno de los dos reyes cristianos. En
    cuanto a la tierra de
    Molina, acordaron ocuparla conjuntamente y partírsela por
    la línea divisoria de aguas entre las vertientes del Ebro
    y del Tajo.
    Sin embargo, no se llevaron a la práctica los objetivos ni
    en el tiempo ni en la
    forma previstos, pues los castellanos (Alfonso VI y,
    después, Alfonso VII) tenían centrado todo el
    interés
    en la reconquista de Toledo (llegaron sólo hasta
    Sigüenza, Luzón y Medinaceli) y no les inquietaba, en
    absoluto, la existencia del reino de taifas molinés, que,
    ya de por sí, les era tributario y afecto por la
    influencia que sobre él había ejercido siempre el
    Cid Campeador.

    Así, pues, tras dejar a las damas y las huestes
    acompañantes en Valencia, nuestro molinés
    Abengalbón retorna con sus hombres a Molina, por tierras
    de Castellón y Teruel.

    Pero pocos años más de paz concertada le
    esperaban al régulo molinés, ya que Alfonso El
    Batallador, rey de Aragón, hombre de pocos pactos con la –
    morería-, no podía tolerar, de ningún modo,
    que este reino de taifas, tan inmediato a sus fronteras
    (él había llevado la reconquista hasta Derrocha),
    prosiguiera su vida -in perpetúa-. Marchó, pues,
    sobre Molina a finales de 1128 y conquistó el territorio,
    desplazando hacia la Sierra (a Cuenca) a los habitantes que no se
    sometieron.
    En la Serranía aún estuvieron los moros molineses
    largo tiempo, saqueando de continuo lo que constituyó el
    –hinterland*- o la raya entre los cristianos y musulmanes
    españoles y hostigando a los usurpadores de su
    añorada Tierra.

    No quedó muy clara la pertenencia del nuevo
    territorio reconquistado, pues lo pretendía tanto el nuevo
    rey de Aragón Ramiro el Monje, como el castellano
    Alfonso VII, quien – posiblemente para no ver cercenados sus
    futuros derechos sobre
    Molina – terminó por mandar al desolado solar a su
    Capitán General, el noble y poderoso Señor Manrique
    de Lara.

    A fin de afianzar el territorio, Don Manrique se vio
    precisado a iniciar la actividad repobladora, enseguida y por su
    cuenta, recurriendo principalmente a hidalgos y caballeros
    procedentes de su Señorío de Vizcaya (de ahí
    los apellidos vascos molineses, como Azpicueta, Iturbe, Viorreta,
    Arregui, Arauz, Uituriz, Gorioz, Elgueta, Iribar, etc.) y de
    Castilla y León. Asimismo, para zanjar la discordia entre
    los emperadores cristianos sobre la propiedad de
    la esquilmada comarca, propuso no dividirla y fundar en ella un
    condado independiente bajo su jurisdicción.

    Tal propuesta, si bien interesada, no dejaba de
    propiciar una salida al enfrentamiento de ambos reinos, por lo
    que acabó encontrando el beneplácito de los reyes y
    llevó al nacimiento de un – Estado
    cojín- entre los dos poderosos reinos cristianos y la
    todavía tierra de reconquista (Cuenca). Esta
    solución política terminó con las fricciones
    territoriales entre Aragón, Castilla y la raya de la
    morería y enriqueció el mapa de España con
    un Señorío independiente más (Molina de los
    Caballeros), repoblado y regido mediante fuero por el Conde Don
    Manrique de Lara, quien, ya con plena facultad jurídica,
    lo constituyó para sí y sus sucesores.
    El Fuero de Don Manrique de Lara (21 abril 1154) dispuso, al
    principio, de 30 artículos, ampliados posteriormente por
    el Infante don Alfonso de Molina (4 marzo1272) y por Doña
    Blanca (8 abril1293).
    (Sección de Manuscritos de la Biblioteca
    Nacional, Madrid).
    Por Antonio Ruiz Alonso
    Castillo de Santiuste, a 28 de Enero de 1997

    4. Sor Juana Ines De La
    Cruz

    Nacio el 12 de noviembre de 1651; aprendio a leer a los
    3 años de edad, componia versos a la s 8 años de
    edad, alos 19 ingreso al monasterio fue cuando adopto el nombre
    de sor juana ines de
    la cruz con e cual se inmortaliso en el mundo de las letras
    su tasendenci afue tan grande q aun en vida se le conmemoro con
    el nombre de la decima musa.
    Escibia poesia y la s obras mas conocidas son la s redondillas y
    sonetos
    Fue contagiada de tifoidea muere en el convento el 17d e abril de
    1695.
    Fue una de las figuras mas importantes de la literatura
    Mexicana .
    Su nombre verdadero era juana de asbaje y ramirez de
    santillana.

    Sonetos de amor
    Detente sombra
    Detente, sombra de bien esquivo,
    Imagen de
    hechiso que mas quiero,
    Bella ilucion por quien alegre muero,
    Dulce ficcion por quien penosa vivo.
    Si al iman de tus gracias, atactivo,
    Sirve mi pecho de obediente acero,
    ¿para que me enamoras lisonjero
    si has de burlarme luego fujitivo?

    Mas blasonar puedes, satisfecho,
    De que triunfa en mi tu tirania:
    Que auque dejas burlado el lado estrecho.
    Que tu forma fantastica ceñia,
    Poco importa burlar brazos y pecho
    Si te labra prision mi fantacia.

    Redondillas
    Hombres necios que acusais
    a la mujer, sin razon,
    sin ver que sois la ocasión
    de lo mismo que culpais
    sin con ansia sin igual
    solisitais su desden
    por que quereis que obren bien
    si la insitas al mal?

    Combaitis si resistensia
    y luego con gravedad,
    decis que fue liviandad
    lo que hiso la diligencia
    parecer quiere el denuelo
    de vuestro parecer loco,
    al niño que pone el coco
    y luego le da miedo.

    Quereis con pesuncion necia,
    hallar a la que buscais
    para pretendencon ,thais
    y en la posesion ,lucrecia.
    ¿qué humor puede ser mas raro
    que el que, fallo de elconsejo
    el mismo empaña el espejo
    y sienter que no esta claro?

    Siempre tan necios andais
    que,con desigual nivel
    a una culpais por cruel
    y aotra por facil culpais

     

     

    Autor:

    Ana Karengonsales Arrevillaga
    Emiret Yahaira
    Franco Osnaya
    Marco Ulises E. Martínez Y Mtez.

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter