1.
Antologia
2. Libro de buen amor
3. Poema Del Mio Cid
4. Sor Juana Ines De La
Cruz
Ruiz, Juan (c. 1283-c. 1350), también llamado
Arcipreste de Hita, poeta español y
uno de los poetas más desbordantes de la Europa medieval.
Se supone que nació en 1283 en Alcalá de Henares.
Fue arcipreste en el pueblo de Hita (Guadalajara. Y se cree que
escribió su Libro de Buen
Amor en la
cárcel, a la que fue enviado por orden del cardenal don
Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo entre 1337 y 1350. Siguiendo
el estilo de los escritores del siglo XIII, como Gonzalo de
Berceo y el anónimo del Libro de Alexander, el extenso
poema de Juan Ruiz abarca más de 1.500 estrofas en
cuaderna vía, la combinación métrica y
estrófica propia del mester de clerecía (aunque la
norma del alejandrino se desliza hacia versos de 16
sílabas), además de un "prólogo en prosa",
los gozos y cantigas de la Virgen (con tetrasílabos
combinados con octosílabos y eneasílabos), los
cánticos de serrana y los cantares de ciego. Pero el tono
y las intenciones del libro apuntan a una fusión
entre las normas de la
clerecía y el mester de juglaría: "por vos dar
solaz a todos, fablévos en juglería".El autor se
propone, por un lado, informar e instruir a sus lectores sobre
los peligros del loco amor o amor mundano, y acerca de las
ventajas del buen amor o amor de Dios, pero su novedoso
ingrediente, el humor -que es una de las formas de la
ambigüedad-, le permite aclarar: "Empero, porque es umanal
cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieren usar
del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para
ello". Junto con el humor, se destaca el uso de la primera
persona, que
es a veces la del propio arcipreste y otras la del personaje
Melón de la Huerta o Melón Ortiz. Este
tránsito en el uso del yo acentúa ese juego dual
para "solaz de todos", pecadores y virtuosos cristianos. Desde el
punto de vista de las influencias, Juan Ruiz recoge una amplia
tradición que incluye las falsas vidas de Ovidio
difundidas en la edad media
(concretamente el De Vetuela); una adaptación de la
comedia elegíaca latina Pamphilus, de raíz
ovidiana, de un anónimo del siglo XII; la poesía
pastoril (la pastorela) provenzal y francesa que retoma bajo
forma de parodia en los episodios de las serranas; las fábulas y
cuentos
provenientes de las colecciones orientales, las sentencias y los
refranes. Debe señalarse también la coincidencia de
la obra de Juan Ruiz con ciertos rasgos (especialmente el humor,
la parodia y la sátira) de la literatura de los goliardos,
poetas y clérigos mendicantes de los siglos XII y XIII que
se burlaban de la hipocresía de ciertos dignatarios de la
Iglesia y
proponían el placer como respuesta a la fugacidad de la
vida, cuyo testimonio más célebre, que no se
difundió hasta el siglo XIX, son los Carmina burana. En el
XIV la palabra goliardo se asocia a la de "juglar", sobre todo en
la literatura inglesa y francesa. Esta ficción
autobiográfica amorosa que es el Libro de buen amor abarca
los intentos de seducción por parte del arcipreste,
intentos que suelen acabar en fracaso. Así le ocurre
inicialmente con una "dueña" y con una mujer llamada
doña Cruz, que acaba entendiéndose con
Ferrán García, el propio mensajero del arcipreste
enamorado. Después de una serie de batallas y discusiones
con el Amor,
éste lo alecciona diciéndole: "Quisiste ser maestro
ante que discípulo ser", le recomienda la lectura de
Ovidio, le describe la mujer ideal,
le aconseja que consiga una tercera en amores ("busqué
trotaconventos cual me mandó el Amor"), que no beba
demasiado vino tinto o blanco y que sea mesurado en todos sus
actos. La ficción del yo se traslada a la figura de don
Melón de la Huerta, quien requiere de amores y acaba
casándose con Doña Endrina. A continuación
se suceden otras aventuras amorosas, en las que desfilan diversas
mujeres: una dueña, una viuda, una monja, una mora y,
finalmente, las serranas, porque, como dice el narrador: "Probar
todas las cosas el Apóstol lo manda". Al morir
Trotaconventos, el arcipreste hace su planto en el que denosta a
la muerte:
"¡Ay Muerte!
¡Muerta seas, muerta e mal andante!".Mención
especial merecen uno de los tramos de la pelea entre el
arcipreste y Don Amor (estrofas 372-387), donde se establece un
paralelo entre los pasos de la seducción y las horas
canónicas, antecedente del tópico literario de la
"misa de amor", como reaparece en el romance en el que los
monaguillos, en lugar de decir "amén, amén", dicen
"amor, amor"; la lucha entre Don Carnal y Doña Cuaresma,
cada uno dirigiendo su propio ejército de animales y cuyo
vigor plástico
permite un cotejo con el cuadro de Brueghel, de 1559; el ejemplo
del pintor Pitas Payas que, debiendo viajar a Flandes, dibuja un
cordero en el ombligo de su mujer como prueba de castidad y a su
vuelta encuentra un carnero, situación adulterina que se
conecta con el texto sobre
"las propiedades que el dinero ha",
que retomará Francisco de Quevedo y al que pondrá
música el
cantante Paco Ibáñez. El personaje del tercero en
amores, que aparece ya en El collar de la paloma. Tratado del
amor y los amantes, del poeta Ibn Hazm de Córdoba (siglo
XI), según ha señalado Américo Castro en su
comparación con el libro del Arcipreste, adquiere en la
Trotaconventos el relieve de un
personaje consistente que adquirirá nuevo vigor en La
Celestina de Fernando
de Rojas un siglo después del Libro de buen
amor.
Las ranas que demandaban un rey
Las ranas en un lago cantaban et jugaban,
cosa non las nucía, bien solteras andaban,
creyeron al diablo que de mal se pagaban,
pidieron Rey a Don Júpiter, mucho gelo rogaban.
Envíales Don Júpiter una viga de lagar,
la mayor que pudo, cayó en ese lugar:
el gran golpe del fuste fizo las ranas callar,
mas vieron que no era Rey para las castigar.
Suben sobre la viga cuantas podían subir,
dijeron: No es este Rey para lo nos servir:
Pidieron Rey a Don Júpiter como lo solían
pedir,
Don Júpiter con saña hóbolas de
oír.
Envíales por su Rey cigüeña mansillera,
cercaba todo el lago, ansí fas la ribera,
andando pico abierta como era venternera
de dos en dos las ranas comía bien ligera.
Querellando a Don Júpiter, dieron voces las ranas:
señor, señor, acórrenos, tú que matas
et sanas,
el Rey que tú nos diste por nuestras voces vanas
danos muy malas tardes et peores mañanas.
Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga,
de dos en dos nos come, nos abarca et nos traga:
señor, tú nos defiende, señor, tú ya
nos paga,
danos la tu ayuda, tira de nos tu plaga.
Respondióles Don Júpiter: tened lo que
pedisteis
el Rey tan demandado por cuantas voces distes:
vengué vuestra locura, ca en poco tuvisteis
ser libres et sin premia: reñid, pues lo quisisteis.
Quien tiene lo que cumple, con ello sea pagado,
quien puede ser suyo, non sea enajenado,
el que non tuviere premia non quiera ser premiado,
libertad e
soltura non es por oro comprado.
Principio del formulario
Comentarios Sobre El Mismo Respecto De Molina Y De Su
Alcaide Moro Abengalbon
1.) Personalidad
Del Campeador
Aunque, en el Poema del Cid, nos pretenden mostrar al
héroe como persona de mesurado comportamiento, no hay duda que el personaje de
Don Rodrigo correspondía más bien al de un hombre
áspero, de trato difícil y de reacciones
extremosas, que prefería siempre acortar por el atajo de
la violencia:
cabalgando por la noche, corrió por aquellos campos, a
fuego y sangre
luchando…, y, como buen aventurero, ansiaba hacer
rápidamente fortuna: Con las riquezas ganadas de vuelta ya
van; todos están muy alegres, pues ganancias traen de
más.
Sus acciones
guerreras, que eran llevadas a cabo siempre en pleno campo y
continuo vaivén, le valieron al de Vivar el sobrenombre de
-Campeador -(Campidoctor o Campeador: Campeón de lucha (de
Kampf, lucha en alemán)): Oídme, mis caballeros, os
diré la verdad. A menguar pronto comienza quien se queda
en un lugar. Mañana por la mañana pensemos en
cabalgar; dejemos estos reales y sigamos más
allá.
2.) El Moro Molines Abengalbon En El Poema Del Cid
El destierro de Castilla del Cid y la conquista de Valencia
tuvieron lugar en 1079 y 1099, respectivamente.
La conquista de Molina fue posterior, pues la realizó
Alfonso el Batallador de Aragón en Diciembre de 1128, es
decir que, si comparamos las fechas, queda encuadrada
perfectamente la figura histórica de nuestro
molinés Abengalbón, alcalde moro de Molina, en los
hechos que propiciaron las idas y venidas de las gentes del Cid –
y su consiguiente paso por Molina – en sus desplazamientos entre
Medinaceli y Valencia.(…seguid a Molina, que más
adelante está. Abengalbón, que la tiene, es buen
amigo y de paz…).
El Campeador busca siempre el combate en horizontes
amplios. Sus posibilidades de triunfar radican, sobre todo, en la
rapidez de movimientos, gracias a una caballería ligera
que vive y guerrea a campo abierto. De ahí que no pueda
encasillar a su gente y a su caballos en los límites de
cercas medias o castillos pequeños, que, por otra parte,
una vez conquistados, no le interesaba conservarlos guarnecidos
con sus hombres, a quienes él necesitaba siempre, en su
totalidad, dispuestos para las continuas incursiones,
trasnochadas, algaradas, razias y celadas.
No obstante, el Cid requería también el
cobijo de un lugar amplio y resguardado, como es el castillo
molinés, dotado de gran albacara, de agua abundante
(la aguada del río Gallo estaba asegurada por la torre
albarrana de la -Soledad-), de una atalaya natural (el
montículo de la torre adelantada o albarrana de
Aragón) y de puertas de salida a campo abierto y montes
aledaños.
No hay duda de que el régulo molinés se
había doblegado ante el Cid y le prestaba todo tipo de
ayuda, ante el temor de correr la misma suerte que sus hermanos
moros de Terrer, Alcocer, Calatayud, etc., quienes habían
sucumbido al despiadado paso del Campeador, en las
correrías de éste por la Cuenca del río
Jalón, antes de encaminarse a Valencia.
El Cid necesitaba, pues, la fortaleza de Molina como
lugar base de acogida, segura e idónea para el reparto de
los botines conseguidos, el reordenamiento de la hueste y el
descanso de ésta y de sus caballerías (algunas
tropillas pastarían también en otros lugares del
territorio con buenos pastizales y fuertes recintos exentos de
peligro, como la vega de Arias, el prado de Santiuste, las
dehesas de Almallá, Picaza, Zafra y Cubillejo del Sitio
(que, realmente, debería escribirse Cidio, de
Cid).
En la política del
Campeador estaba, por tanto, preservar a los habitantes de
Molina, a quienes, de otra parte,…el dar tributos al
Cid pláceles, pues no temen auque de ello les venga
ninguna deshonra.
Los moros molineses pretendían, en lógica
contrapartida, no ser arrasados por el de Vivar y conservar la
paz y sus vidas,
aunque ello implicara sumisión y pago de parias, pues bien
sabían que, por la vía de la fuerza o por
concordia, siempre terminaba el Cid imponiendo su
voluntad.
Por algo manifiesta Abengalbón:… sea por paz o
por guerra, de lo
nuestro el Cid tendrá; y por muy torpe lo tengo a quien no
sepa esta verdad. Cuando oyó esto Alvar
Fáñez el Minaya (hombre de confianza del Cid,
pariente de él y su – mano derecha-), se sonrió y
dijo: Bien lo veo, Abengalbón, amigo le sois sin falta;
Por lo que aquí le habéis hecho, vos no
habéis de perder nada (había prestado la ayuda de
una guarnición de acompañamiento de caballeros
armados, aparte de albergue y avituallamiento para los hombres
del Cid).
3.) El Cid Enfrentado Al Conde De Barcelona
El Cid prosigue inmisericorde sus correrías y llega hasta
las tierras mismas del Conde Ramón
Berenguer de Barcelona, quien de ello tuvo gran pesar y lo
consideró como una deshonra; No tardó, pues, en
manifestar…:Ahora corre el Cid las tierras que bajo mi amparo
están, no quise desafiarlo ni le quité la
mía amistad, pero si
él lo busca, yo se lo iré a demandar.
El Campeador no quiere presentar batalla a este personaje
cristiano y manda decir a Berenguer, a través de un
mensajero:
Al Conde decidle que no me tome esto a mal. De lo suyo nada me
llevo; que él me deje ir en paz.
Berenguer le responde: Esto no será verdad; el Desterrado
conocerá a quién vino a deshonrar.
(Aquí vemos ya que, mediante el mismo calificativo de
desterrado, el Conde lo quiere desmerecer)
Entonces, el Cid comprende bien que de allí no puede
marchar sin enfrentamiento, y se apresta a dar batalla:
Caballeros, pronto, a salvo hay que poner la ganancia, guarneceos
y vestid los trajes de armas, pues el
Conde Don Ramón trae muchas gentes, moras y cristianas, y
nos seguirá doquier que vayamos. Cinchad firmemente los
caballos, vestid y empuñad las armas,
presentémosles las lanzas. Ramón Berenguer ha de
saber a quién vino a dar caza y a quitar sus
ganancias.
Los pendones y las lanzas muy bien se van empleando de
voluntad y de agrado, hiriendo a unos y a otros derrocando. Ha
vencido esta dura batalla el Cid, bienaventurado, y el Conde su
prisionero ha quedado.
En ella también ganó el Campeador su Colada, la
espada del Conde que, en adelante, blandió el Cid como
suya. Muy complacido queda éste, pues …. grande es el
botín y ….buenos los manjares que ya se preparan.
Al final, el de Vivar deja marchar al Conde, pues las ganancias
que ha hecho son grandes y los suyos, de tan ricos que
están, ya no saben ni lo que tendrán.
Nuevamente aparece Don Rodrigo, en este lance con el Conde
Berenguer, a la luz de un
caballero de fortuna, del aventurero que -campea- con sus
mesnadas por las tierras de España.
4.) El cid manda por su mujer e hijas que estaban en
medinaceli y, en molina. Se suman a las tropas del cid los
caballeros moros de abengalbon
El Campeador ordena a Muño Gustioz, Pedro Bermúdez,
Martín Antolinez y al obispo Jerónimo ir a buscar a
su mujer e hijas a Medina(celi), diciéndoles: .. cabalgad
con cien jinetes dispuestos a luchar. Allá por Santa
María ir vosotros a pasar, seguid después a Molina,
que más adelante está. Abengalbón, que la
tiene, es buen amigo y de paz, con otros cien caballeros a gusto
se os unirá.
Abengalbón, al saber que arribaban, salirlos a recibir,
con gran gozo de amistad. ¡Entrad en Molina, vasallos de mi
amigo natural!. Sabed que vuestra llegada a mí me place y
no me da ningún pesar.
Muño Gustioz transmitió a continuación:
Saludos del Cid os traigo, él quiso así mandar que
pronto un ciento de caballeros habéis de preparar, pues su
mujer y dos hijas en Medina están ya. Que – con nosotros –
vayáis por ellas pide y las traigáis para
acá y, después, hasta Valencia de ellas no os
apartéis ya. Abengalbón le contestó: Yo lo
haré de voluntad.
Aquella noche, con buena y abundante cena los agasaja el
reyezuelo de Molina, y, en cuanto llegó la mañana,
comienzan a cabalgar hacia Medina. Si cien hombres le
pidió el Cid, doscientos son los que el moro
molinés aporta como refuerzo de caballeros
acompañantes. Pasan por las altas y escabrosas
montañas de Aragoncilio y, de tal modo unidos marchan, que
ningún temor sienten a su paso por Maranchón, Layna
y Las Salinas de Medina(celi).
5.) Llegada De Las Huestes A Medinaceli, Donde Esta
Esperandolas El Minaya
En Medina, a buen recaudo tienen el Minaya y su gente a las damas
de la familia del
Cid.
Al ver a la tropa armada que se acerca a la población, exclama el Minaya:
¿Qué caballeros por allá vienen?.
A lo que responde uno de los hombres de su avanzadilla: Son
fuerzas del Campeador y del alcaide Abengalbón, que con
ellas sumado va, a fin de complacer al buen Cid, a quien tanto
quiere honrar.
Al arribar, el Minaya dice a los recién llegados: Ya la
cena está servida, vayamos a la posada. Abengalbón
contesta: Sí, me place el aceptarla. Antes que pasen tres
días, yo os la volveré doblada.
6.) Parada en molina. Camino de valencia, con la mujer e
hijas del cid
Efectivamente, a los tres días estaban ya de vuelta, y
dice el Poema textualmente: Entran todos en Molina, de buenas y
ricas casas. Allí el moro Abengalbón
¡qué bien les sirvió sin falta!. De todo
cuanto quisieron, no echaron de menos nada. Y también las
herraduras quiso él mismo pagarlas ¡Dios, como
honraba él a las dueñas y al Minaya!. Al otro
día, de mañana, en seguida a Valencia cabalgaban.
El molinés corre con todo, sirviendo a todos se afana y de
ellos no toma nada (en pago).
7.) La Llegada A Valencia Del Minaya Con Las Damas
Al llegar a Valencia y ver Doña Jimena al Cid, se echa a
sus pies: Gracias, Campeador, os doy. ¡Qué bien
ceñís vos la espada!
El gozo que todos sienten les hace soltar las lágrimas,
así que:
Todas las mesnadas y el buen moro de Molina con aquello se
alegraban.
Se dirigió el Cid con sus damas hasta lo alto del
Alcázar. Miran desde allí a Valencia, su huerta y
el mar y alzan las manos al cielo para dar gracias a Dios, por la
ganancia cogida y el frondoso vergel que les depara aquél,
su nuevo hogar.
El Campeador y la gente suya se encuentran muy a gusto
allí, en su Valencia, la ciudad conquistada.
8.) Retorno de abengalbon. Fin de los dias moros de
molina y nacimiento del señorio independiente
En 1104 habían determinado Alfonso VI de Castilla y Pedro
I de Aragón qué lugares de reconquista
corresponderían a cada uno de los dos reyes cristianos. En
cuanto a la tierra de
Molina, acordaron ocuparla conjuntamente y partírsela por
la línea divisoria de aguas entre las vertientes del Ebro
y del Tajo.
Sin embargo, no se llevaron a la práctica los objetivos ni
en el tiempo ni en la
forma previstos, pues los castellanos (Alfonso VI y,
después, Alfonso VII) tenían centrado todo el
interés
en la reconquista de Toledo (llegaron sólo hasta
Sigüenza, Luzón y Medinaceli) y no les inquietaba, en
absoluto, la existencia del reino de taifas molinés, que,
ya de por sí, les era tributario y afecto por la
influencia que sobre él había ejercido siempre el
Cid Campeador.
Así, pues, tras dejar a las damas y las huestes
acompañantes en Valencia, nuestro molinés
Abengalbón retorna con sus hombres a Molina, por tierras
de Castellón y Teruel.
Pero pocos años más de paz concertada le
esperaban al régulo molinés, ya que Alfonso El
Batallador, rey de Aragón, hombre de pocos pactos con la –
morería-, no podía tolerar, de ningún modo,
que este reino de taifas, tan inmediato a sus fronteras
(él había llevado la reconquista hasta Derrocha),
prosiguiera su vida -in perpetúa-. Marchó, pues,
sobre Molina a finales de 1128 y conquistó el territorio,
desplazando hacia la Sierra (a Cuenca) a los habitantes que no se
sometieron.
En la Serranía aún estuvieron los moros molineses
largo tiempo, saqueando de continuo lo que constituyó el
–hinterland*- o la raya entre los cristianos y musulmanes
españoles y hostigando a los usurpadores de su
añorada Tierra.
No quedó muy clara la pertenencia del nuevo
territorio reconquistado, pues lo pretendía tanto el nuevo
rey de Aragón Ramiro el Monje, como el castellano
Alfonso VII, quien – posiblemente para no ver cercenados sus
futuros derechos sobre
Molina – terminó por mandar al desolado solar a su
Capitán General, el noble y poderoso Señor Manrique
de Lara.
A fin de afianzar el territorio, Don Manrique se vio
precisado a iniciar la actividad repobladora, enseguida y por su
cuenta, recurriendo principalmente a hidalgos y caballeros
procedentes de su Señorío de Vizcaya (de ahí
los apellidos vascos molineses, como Azpicueta, Iturbe, Viorreta,
Arregui, Arauz, Uituriz, Gorioz, Elgueta, Iribar, etc.) y de
Castilla y León. Asimismo, para zanjar la discordia entre
los emperadores cristianos sobre la propiedad de
la esquilmada comarca, propuso no dividirla y fundar en ella un
condado independiente bajo su jurisdicción.
Tal propuesta, si bien interesada, no dejaba de
propiciar una salida al enfrentamiento de ambos reinos, por lo
que acabó encontrando el beneplácito de los reyes y
llevó al nacimiento de un – Estado
cojín- entre los dos poderosos reinos cristianos y la
todavía tierra de reconquista (Cuenca). Esta
solución política terminó con las fricciones
territoriales entre Aragón, Castilla y la raya de la
morería y enriqueció el mapa de España con
un Señorío independiente más (Molina de los
Caballeros), repoblado y regido mediante fuero por el Conde Don
Manrique de Lara, quien, ya con plena facultad jurídica,
lo constituyó para sí y sus sucesores.
El Fuero de Don Manrique de Lara (21 abril 1154) dispuso, al
principio, de 30 artículos, ampliados posteriormente por
el Infante don Alfonso de Molina (4 marzo1272) y por Doña
Blanca (8 abril1293).
(Sección de Manuscritos de la Biblioteca
Nacional, Madrid).
Por Antonio Ruiz Alonso
Castillo de Santiuste, a 28 de Enero de 1997
Nacio el 12 de noviembre de 1651; aprendio a leer a los
3 años de edad, componia versos a la s 8 años de
edad, alos 19 ingreso al monasterio fue cuando adopto el nombre
de sor juana ines de
la cruz con e cual se inmortaliso en el mundo de las letras
su tasendenci afue tan grande q aun en vida se le conmemoro con
el nombre de la decima musa.
Escibia poesia y la s obras mas conocidas son la s redondillas y
sonetos
Fue contagiada de tifoidea muere en el convento el 17d e abril de
1695.
Fue una de las figuras mas importantes de la literatura
Mexicana .
Su nombre verdadero era juana de asbaje y ramirez de
santillana.
Sonetos de amor
Detente sombra
Detente, sombra de bien esquivo,
Imagen de
hechiso que mas quiero,
Bella ilucion por quien alegre muero,
Dulce ficcion por quien penosa vivo.
Si al iman de tus gracias, atactivo,
Sirve mi pecho de obediente acero,
¿para que me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fujitivo?
Mas blasonar puedes, satisfecho,
De que triunfa en mi tu tirania:
Que auque dejas burlado el lado estrecho.
Que tu forma fantastica ceñia,
Poco importa burlar brazos y pecho
Si te labra prision mi fantacia.
Redondillas
Hombres necios que acusais
a la mujer, sin razon,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpais
sin con ansia sin igual
solisitais su desden
por que quereis que obren bien
si la insitas al mal?
Combaitis si resistensia
y luego con gravedad,
decis que fue liviandad
lo que hiso la diligencia
parecer quiere el denuelo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le da miedo.
Quereis con pesuncion necia,
hallar a la que buscais
para pretendencon ,thais
y en la posesion ,lucrecia.
¿qué humor puede ser mas raro
que el que, fallo de elconsejo
el mismo empaña el espejo
y sienter que no esta claro?
Siempre tan necios andais
que,con desigual nivel
a una culpais por cruel
y aotra por facil culpais
Autor:
Ana Karengonsales Arrevillaga
Emiret Yahaira
Franco Osnaya
Marco Ulises E. Martínez Y Mtez.