De los procesos de
obediencia y mando en el reino animal
a los procesos de obediencia y mando
en los individuos
- La naturaleza del
poder - Las relaciones de
poder - Tipos de
poder - Disposición al mando y a
la obediencia - Algunas consecuencias de las
relaciones de poder en los individuos y en los grupos
sociales - Conclusiones
- Bibliografía
La obediencia y el mando son dos fenómenos que
han estado
presentes en el desarrollo de
la humanidad y hasta en los animales. Ha sido
objeto de muchos estudios y, sin embargo, casi siempre o no se
les considera en sus verdaderas dimensiones o, sencillamente, no
se le asigna la importancia debida. Lo cierto es que, si
comprendiéramos el poder,
comprenderíamos mucho lo inmensamente bello que existe en
los actos de los individuos y lo inmensamente diabólico
que esconden sus acciones. El
juego del
poder se concretiza en las grandes acciones y también en
las pequeñas y es, precisamente, en los detalles donde se
encuentra la verdadera intención que encierra la lucha por
el poder. No estoy diciendo que la lucha por el poder sea
dañina; lo criticable es cuando el poder se convierte en
un medio para obtener beneficios para unos pocos. El poder,
entonces, siendo el objeto de estudio de la política, constituye
una categoría fundamental para entender las relaciones
entre los individuos y entre las naciones, y nos revelará
fenómenos de autoridad
sutiles y complejos que permean los procesos sociales. El
análisis de los procesos sociales permite
observar que siempre y, en muchos casos, de forma inconsciente,
los individuos se encuentran en situación de mandar o de
obedecer, o de ambas cosas a la vez. Muchas veces estas
relaciones de dominio o
sumisión son muy difíciles de visibilizar. Por eso,
una investigación profunda sobre el poder debe
comprender tanto la actitud del
que manda (del jefe) como la actitud del que obedece. No es
conveniente considerarlas por separado: las relaciones de poder
son producto de
ambas.
El término poder, bajo la concepción que
se entenderá en este trabajo, debe interpretarse como un
conjunto de relaciones entre las personas, no el poder que ejerce
el hombre
sobre la naturaleza o
sobre los animales. Podemos afirmar, parafraseando a Morgenthau
(Morgenthau, Hans J. S.F. p. 49), siendo la aspiración del
poder el elemento distintivo de la política, la
política en los grupos
sociales es por necesidad una política de
poder.
<> El propósito de este trabajo, debido a
su carácter
introductorio, es el de motivar a profundizar en el tema del
poder, como una manera de desentrañar las verdaderas
causas e intenciones, muchas veces disimuladas, que mueven a los
individuos y grupos sociales a
actuar de determinada forma y, por lo tanto, a entender la
esencia de la discrepancia entre las actitudes que
se manifiestan verbalmente y la conducta que se
observa en la realidad. Mucho de verdad tiene la
afirmación siguiente: si quieres conocer a alguien, dale
poder. No dudo que el
conocimiento del poder, su origen, su naturaleza y su
evolución constituye un instrumental
teórico-metodológico para reconceptualizar el
conflicto en
las organizaciones y
para repensar y reconstruir nuevos mapas mentales
dinámicos que den forma y paso a nuevos paradigmas
para el estudio del comportamiento
organizacional. En realidad, el estudio del poder es un tema
muy interesante, a la vez que muy apasionante. Para aquellos que
estén interesados en conocer más sobre las
relaciones de poder en las organizaciones, una lectura
recomendable es un trabajo denominado Poder, conflicto y
mediación en las organizaciones – o la promesa,
siempre postergada, de amor– de
Marcela Rendón Cobián y Luis Montaño Hirose,
publicado en El Orden Organizacional. Poder, estrategia y
contradicción, Universidad
Autónoma Metropolitana – Iztapalapa, mayo de 1987,
México.
Las manifestaciones del poder se encuentran en el reino
animal. Es conocido que muchos animales orinan en ciertas
áreas para demarcar su territorio y otros, como las ratas,
que orinan sobre los cuerpos de sus parejas, posiblemente, como
una señal que indique que es parte de su propiedad. Los
procesos de sumisión se manifiestan por medio de
convenciones hereditarias y, en la disputa por el poder, en muy
raras ocasiones, se llega a la agresión real. A menudo –
plantean Carl Sagan y Ann Druyan – podemos observar en el
comportamiento
del animal una ambivalencia, una tensión entre
inhibición y desinhibición del mecanismo agresivo
(Sagan y Druyan, 1993, p. 187-188). La agresividad, como una de
las manifestaciones del poder en los humanos y en los animales,
la naturaleza la utiliza como una estrategia de
supervivencia:
En las acciones de la Naturaleza-dijo Marco Aurelio-,
no se encuentra mal alguno." Los animales no son agresivos
porque sean salvajes, bestias o malvados –esas palabras
explican muy poco-, sino porque ese comportamiento proporciona
alimento y defensa contra los depredadores, porque espacia la
población y evita el hacinamiento y
porque tiene un valor de
adaptación. La agresión es una estrategia de
supervivencia que ha evolucionado para servir a la vida.
Coexiste, especialmente en los primates, con la
compasión, el altruismo, el heroísmo y el tierno
y sacrificado amor hacia las crías. También
éstas son estrategias de
supervivencia. Eliminar la agresión sería una
tontería, aparte de un objetivo
inalcanzable: es un elemento demasiado profundo de nosotros
mismos. El proceso
evolutivo ha actuado para alcanzar el nivel de agresión
correcto –ni demasiado, ni demasiado poco- con los
inhibidores y desinhibidotes adecuados. Procedemos de una
mezcla turbulenta de inclinaciones contradictorias. No
debería sorprendernos que en nuestra sicología y
nuestra política prevaleciera una tensión de
elementos opuestos semejante (Sagan y Druyan, p.
196)
La geometría
más observada de una jerarquía de
dominación, tanto en los animales como en los humanos, es
la lineal o en línea recta. Las jerarquía lineales
son más visibles en las grandes corporaciones. En los
animales, este tipo de jerarquía se puede observar con
más facilidad entre las aves de corral
y en algunos animales, como los mamíferos, es parte importante de la vida
social masculina. En los grupos humanos y animales está
presente este tipo re relación: el gerente delega
en los gerentes medios,
éstos en los jefes de divisiones y así
sucesivamente. Igual sucede con los animales: hay unos que
mandan, son los animales alfa y otros que obedecen, que
están más abajo y que no tiene a quien mandar, son
los omega. Es muy raro observar que un macho comience siendo un
alfa, sino que debe ganarse el ascenso a través de la
conducta de dominación, tiene que ganarse los galones. Los
animales y los humanos que forman parte de una jerarquía
lineal deben saber dominar a los que están abajo y
someterse a los que están arriba. En ellos coexisten dos
fuerzas opuestas: la tendencia a la dominación y la
tendencia a la sumisión. En algunos animales, la hembra
puede saber quién es el macho sin conocerlo de
antemano:
Sin preguntar nada sobre su educación , familia,
perspectivas financieras o sus buenas intenciones, todas las
hembras desearon ansiosamente tener relaciones sexuales con el
macho dominante. ¿Cómo pudieron enterarse las
hembras? La respuesta, al parecer, es que podían oler la
dominación. Existe literalmente una química entre los
hámster: el olor del poder. Los machos dominantes emanan
un cierto efluvio, una feromona que no tienen los machos
subordinados…..El ex secretario de Estado de los Estado
Unidos, Henry Kissinger, no famoso precisamente por su aspecto,
explicaba la atracción que una bella actriz
sentía por él diciendo: "El poder es el mayor
afrodisíaco." (Sagan y Druyan, p.207)
Para unos, el poder en sí mismo no es bueno ni
malo, depende del uso que se haga de él. Para Nietzsche, por
ejemplo, el poder es bueno en sí mismo:
¿Qué es bueno? Todo lo que aumenta en el
hombre el
sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder
mismo.
¿Qué es malo? Todo aquello en lo que se
origina la debilidad.
¿Qué es la felicidad? El sentimiento de
que el poder crece, de que se vence una resistencia.
No sosiego, sino más poder; no paz por encima
de todo, sino guerra; no
virtud, sino habilidad (virtud al estilo del Renacimiento,
virtú, virtud sin moralina).
Los débiles y fracasados deben perecer: primera
tesis de
nuestro amor a los hombres. Y además hay que ayudarles a
ello ( Nietzsche, Friedrich, 1999, p. 21).
<> En términos similares se expresa
Maquiavelo
sobre el uso de la crueldad, como método de
obtener el poder del estado y mantenerlo:
Creo que depende del bueno o malo uso que se hace de
la crueldad. Llamaría bien empleada a las crueldades (si
a lo malo se le puede llamar bueno) cuando se aplican de una
sola vez por absoluta necesidad de asegurarse, y cuando no se
insiste en ellas, sino, por el contrario, se trata de que las
primeras se vuelvan todo lo beneficiosas posible para los
súbditos. Mal empleadas son las que, aunque poco graves
al principio, con el tiempo antes
crecen que se extinguen (Maquiavelo, Nicolás, p.40,
1999)
<> Gorki, sin embargo, afirmaba que el poder es
dañino para la persona. No hay
peor veneno que el poder, decía. Albert
Einstein odiaba el autoritarismo a tal grado que, a la edad
de quince años, abandonó la escuela para
reunirse con su familia en Italia, por
considerarla autoritaria. Después que Einstein ganara el
premio nobel de Física en 1921, dijo
lo siguiente: Para castigar mi desdén por la autoridad, el
destino me convirtió en una autoridad (citado por Thorpe,
Scout, en Cómo pensar como Einstein, 2001, p.
17)
A pesar que muchos afirman que ha habido algunos avances
en la eliminación de las relaciones asimétricas
entre los individuos y entre las naciones, todavía se
observa que la existencia del dominio del macho alfa y la
sumisión de los omegas es un fenómeno muy presente
en nuestras sociedades,
con matices muy diferentes.
Traslademos, ahora, nuestra observación a los hombres y dejemos en paz
a los animales, al menos por un momento. Digo por un momento,
porque, cuando se establecen las diferencias entre los seres
humanos y el reino animal, una diferencia que se supone que
existe es la religión. Se piensa
que sólo el hombre tiene religión. Un examen
más profundo de las relaciones de dominio y
sumisión entre los animales alfa y los omega puede
conducirnos a pensar que, quizás, una
predisposición religiosa generalizada sea una característica presente también en
los animales.
Hemos visto que la autoridad no es una
característica exclusiva de los humanos y que tiene
condicionamientos y raíces biológicas que
pertenecen tanto a los humanos como a los animales; es decir,
instintos que pueden ser sociales, sexuales, agresivos, etc.
Antes de continuar, recordemos algunos conceptos de
poder.
Emile Littré (1863-1873) definía el poder
como la capacidad de hacerse obedecer; así se le entiende,
por lo general. En teoría
así es; pero, ello supone identificar el estudio de la
autoridad con el de la sicología del jefe y, en este
sentido, tendríamos que entrar a estudiar la literatura sobre lo que es
el jefe, situación que no contribuiría mucho a
esclarecer las ideas sobre el poder, puesto que la literatura
existente sobre la concepción del jefe frecuentemente lo
describe no como es, sino más bien cómo el autor
piensa que debe ser. Si aceptamos que el poder es una
característica inherente al jefe, podríamos caer en
engaños: para explicar el sueño producido por el
opio hay que analizar la acción de los alcaloides sobre
las células
nerviosas y no invocar "la virtud somnífera" del opio, que
es precisamente el problema y no su solución. (Marsal,
Maurice, p. 13, 1971)
<> La autoridad de un individuo puede compararse a
los conceptos de derecha e izquierda. ¿A qué lado
del camino está situada la universidad, a la derecha o a
la izquierda? Es imposible dar una respuesta de forma inmediata.
Si uno camina del puente hacia el volcán, la universidad
estará al lado izquierdo y si, por el contrario, camina
del volcán hacia el puente, estará a la derecha. El
poder es un concepto que
adquiere sentido únicamente al indicar las condiciones en
que se desarrollan las relaciones. Un estudio, entonces, de la
naturaleza del poder resulta ser más significativo si se
realiza, no basado en los atributos de un jefe, sino más
bien en una relación que se establece entre él y
otros individuos o entre individuos y él. Por otra parte,
el poder supone, por lo menos, dos personas. La autoridad de
A no existe sino hasta que aparece B, y algo
más, que es muy importante: y precisamente porque se trata
de B y no de otra persona, de C, por
ejemplo.
Los conceptos poder y autoridad son empleados, en muchas
ocasiones, como sinónimos. En Administración, se establecen diferencias
entre ambos términos. Para Robbins (1987), la autoridad es
un derecho cuya legitimidad se basa en la posición de
figura de autoridad en la
organización. La autoridad forma parte del puesto. El
poder, por otra parte, se refiere a la capacidad de un individuo
para influenciar decisiones (Robbins, Stephen P. p. 214). En este
sentido, la autoridad es una dimensión del poder. Si bien
es cierto que un individuo, haciendo uso de su autoridad en una
organización que le confiere una
posición legítima, puede ejercer influencia en las
decisiones, no es necesario que posea autoridad para ejercer
influencia. Muchas secretarias ejecutivas tienen bastante poder,
a pesar de que tienen poca o ninguna autoridad. Para fines de
este trabajo, no estableceremos diferencia entre autoridad y
poder.
Gramsci realizó grandes aportes al estudio de las
relaciones de poder. Una de las categorías de
análisis empleadas por él fue el concepto consenso
para explicar los procesos de dominación y descubre nuevos
instrumentos para analizar el poder, que se encuentra "difuso a
través de la sociedad civil"
y, por lo tanto, no es monopolio del
estado (Gramsci, Antonio, p. 12, 1987). Otro concepto central de
Gramsci es el de hegemonía, el cual define como el
liderazgo
cultural ejercido por la clase dirigente por lo que,
también, es clave para comprender los procesos de
dominación.
Michel Foucault plantea
el poder como una relación. Analiza, en su libro Vigilar
y castigar. Nacimiento de la prisión (1979), la
dominación desde las relaciones de poder y la
interrelación entre consenso y coerción. A
Foucault, le interesa el poder en las instituciones
más que en la economía: la
micropolítica del poder. Hace suyo el interés de
Nietzche por la relación entre poder y conocimiento,
cree que el conocimiento genera poder al convertir a las personas
en sujetos y al gobernarlos mediante el uso del conocimiento. En
Historia de la sexualidad,
(primer volumen,1980),
Foucault se interesa de nuevo en la genealogía del poder.
Para él, la sexualidad es un punto de transferencia
especialmente denso para las relaciones de poder (1980, p. 103) y
se preocupa en esclarecer la manera en que el sexo se
introduce en el discurso y la
forma en que el poder permea ese discurso. Para Foucault, el sexo
lo explica todo. A través del conocimiento de la
sexualidad, la sociedad ejerce
más poder sobre la vida.
El poder implica relaciones; en ese sentido, está
muy vinculado al concepto de estrategia. Esta última
también denota un conjunto de relaciones que se establecen
a lo largo de la cadena de mando entre los individuos para
alcanzar los objetivos; con
otras palabras, la estrategia se refiere al despliegue de
recursos,
movilización y tensionamiento de fuerzas, por lo tanto, el
poder puede definirse como una función
multiplicadora de recursos y movilización, tal como lo
concebía el sociólogo Huber Blalock.
El poder, entendido como una relación de dominio
del individuo sobre las mentes y las acciones de otros
individuos, da lugar a varias situaciones (Marsal, Maurice,
1971):
- Dada una relación, al cambiar los
términos unidos por ella hay que esperar también,
salvo excepciones, la modificación de la misma. Puede
ser que el jefe y el empleado sigan siendo los mismos; pero,
cada uno de ellos puede experimentar cambios rápidos y
significativos (en sus valores,
conocimientos, etc.) que provocan cambios, también, en
la relación de autoridad. Cada vez es más
difícil la capacidad para hacerse obedecer y ésta
varía en el transcurso del tiempo, aumentando o
disminuyendo. Ahora, no sería extraño que, cuando
la persona autorizada para dar la señal de salida en una
carrera dijera en sus marcas, listos,
algún joven atleta le respondiera: ¿por
qué? - La autoridad ejercida sobre ciertos individuos no es
extensible a otras individuos. La obediencia de unos no implica
automáticamente la obediencia de otros. Si un jefe tiene
autoridad sobre A, no significa que la tenga
automáticamente sobre B. La autoridad, como ya
dijimos, está condicionada a la situación: si un
jefe tiene autoridad sobre A, es precisamente por que es
A y no otro individuo. - De la misma manera, si la autoridad se ejerce de
acuerdo a una situación concreta y bajo un aspecto
determinado, ésto no significa que pueda aplicarse a
otras situaciones y a otros aspectos. - Debido a esa diversidad de aspectos y situaciones y,
considerando que quien manda lo hace condicionadamente, en
todos los individuos coexisten dos fuerzas opuestas, en mayor o
menor grado: la tendencia a la dominación y la tendencia
a la sumisión. El jefe militar manda como tal y obedece
como esposo. - Preguntar si una persona tiene autoridad es algo
indeterminado y, si se toma al pie de la letra, hasta carece de
sentido. Ya explicamos que la tiene sólo en referencia
implícita a unos individuos que obedecen y a unas
situaciones que se suponen ya conocidas.
Uno de los sistemas de
clasificación más utilizados es el de Weber (1947).
Para Weber existen tres clases de autoridad: Autoridad
tradicional, carismática y racional-legal. La autoridad
racional-legal se basa en la idea de que quienes están en
posiciones más altas tienen derecho para ejercer poder
sobre los que se encuentran debajo. La autoridad
carismática se basa en las características
personales de un individuo. La autoridad tradicional sucede
cuando, en la organización, está presente una
figura dominante, como el fundador; se origina en un sistema ancestral
de creencias, es el caso de los individuos que acceden al poder
debido a que proceden de familias importantes. Weber creía
que sólo en el occidente moderno se había
desarrollado la autoridad racional-legal y que únicamente
en este tipo de autoridad podía existir la burocracia
moderna en su pleno desarrollo. El resto del mundo tendía
hacia sistemas carismáticos y tradicional.
Erich Fromm, (1982) habla de una autoridad racional y la
inhibitoria. La autoridad racional representa la condición
necesaria para ayudar a la persona sometida a la autoridad, como
la relación que existe entre el maestro y el alumno. La
autoridad inhibitoria, en cambio,
constituye la condición de su explotación; tal es
el caso de la relación entre el amo y el esclavo. En la
primera, la relación tiende a disolverse y la distancia
entre ambos es cada vez menor; en la segunda, la relación
o se mantiene o se fortalece y la distancia entre las dos
personas se hace, con el tiempo, cada vez mayor. Fromm
también menciona que la autoridad, muchas veces, se
manifiesta de manera anónima, casi invisible: se disfraza
de sentido común, ciencia,
salud
síquica, normalidad, opinión
pública. No emplea, aparentemente, ninguna presión,
sino una tenue persuasión: ésta es su bebida
favorita, por ejemplo.
Testa (OPS, 1986) establece el poder en tres
dimensiones: poder político, poder técnico y poder
administrativo. Por su parte, Maurice Marsal (p. 43, 1971)
reconoce los siguientes pares de autoridad: colectiva e
interindividual, impersonal y personal, oficial
y oficiosa, tutelar y funcional, bruta y racional, absoluta y
relativa.
V.
Disposición al mando y a la obediencia
Nietzche se preguntaba:
¿Qué es lo que induce a los seres vivos
a obedecer y mandar, y a que obedezcan incluso cuando mandan?
….. Siempre que he visto un ser vivo he encontrado voluntad
de poder; hasta en la voluntad del siervo encontré
voluntad de ser señor. Al más débil le
induce su voluntad a servir al más fuerte, porque esa
voluntad quiere dominar lo que es más débil
aún: se trata de un placer del que no quiere privarse (
Friedrich, Nietzche, p. 106, 2000)
Para el análisis de los mecanismos de
sumisión y dominación, nos basaremos en el libro El
miedo a la libertad de
Erich Fromm (1982). El autor es el representante del psicoanálisis de Freud; pero,
considera los factores sociales, los valores y
las normas
éticas en el estudio de la
personalidad total. E. Fromm plantea que la forma más
nítida de los mecanismos de sumisión y
dominación pueden observarse en los impulsos
sádicos y masoquistas. Para algunos estudiosos del tema,
el deseo de dominar a los demás parecía natural y,
en muchos casos, bueno. Hobbes, por
ejemplo, veía como inclinación general de la
humanidad la existencia de un perpetuo e incesante deseo de poder
que desaparece solamente con la muerte.
Maurice Marsal (1971) cuenta la siguiente anécdota:
"¿Qué sabes hacer?", preguntan a Diógenes,
apresado y vendido por unos piratas. "Mandar a hombres",
responde; y añade, dirigiéndose a su interlocutor:
"Pregunta si hay aquí alguien que desee comprar un
dueño".
El primero que estudió los impulsos
sádicos y masoquistas fue Freud. El consideraba que los
impulsos sádicos y masoquistas existirán siempre
juntos, a pesar de su aparente contradicción. A principio,
Freud planteó la hipótesis de que el sadomasoquismo es
fundamentalmente un fenómeno sexual; posteriormente, la
modificó en el sentido de que el sadomasoquismo se trata
de un fenómeno ajeno a la sexualidad, ya que el factor
sexual es resultado de la fusión del
instinto de muerte con la
libido.
E. Fromm se pregunta: ¿cuál es la
raíz común de las tendencias masoquistas y de las
sádicas? Inmediatamente se plantea la hipótesis:
tanto los impulsos masoquistas como los sádicos tienden a
ayudar al individuo a evadirse de su insoportable
sensación de soledad e impotencia. Ambos impulsos, el
masoquismo y el sadismo coexisten, se encuentran siempre
mezclados, de tal manera que, en muchos casos, resulta
difícil determinar qué aspecto del mismo se halla
en función en un momento dado. En ambos existe la
hostilidad, la destructividad; sin embargo, en el sadismo, la
hostilidad es, por lo general, más consciente y se expresa
de una manera más directa; en cambio, en el masoquismo es,
muchas veces, inconsciente y se expresa de manera indirecta. Lo
dicho anteriormente, no significa la identificación del
sadismo con la destructividad, a pesar de que se encuentra
mezclado con ella. Un individuo es destructivo cuando pretende
destruir al objeto, librarse de él; mientras el
sádico quiere dominarlo, no destruirlo. Aunque
habrá casos en que el sádico pretende destruir. Es
más, el sadismo puede aparecer, en algunos casos, sin
carácter destructivo, más bien amigable. Este
sadismo amigable muchas veces es confundido con el amor (quien
te ama, te hará sufrir) Al respecto, debemos decir que no
hay que confundir poder con violencia;
aunque la violencia es una característica de aquél,
no todo poder es violento. En los animales, por ejemplo, el alfa
puede tener el deseo de atacar a un inferior, un beta, que le ha
ofendido; si este último ofrece gestos de sumisión
propios de la especie, el alfa se ve obligado a perdonarle. Estos
gestos de inhibición son muy parecidos a un código
de moral (Sagan y
Druyan) En los humanos, con características
sadomasoquistas, muchas veces, cuando la persona le muestra posturas
y gestos de sumisión, más crueles son los ataques
contra ella. Para el sadomasoquista, el "enemigo" se transforma
en lo inhumano.
Lo dicho hasta aquí puede interpretarse que el
sadismo es idéntico al apetito de poder. Quien piense de
esa manera, estaría cometiendo un error; sin embargo, a
pesar de que no es posible hacer idénticos a ambos,
sí es posible afirmar que la voluntad de poder es la
expresión más significativa del sadismo. Esta
voluntad de poder no tiene su fundamento en la fuerza del
individuo sino en la debilidad; debilidad expresada en la
incapacidad del individuo de experimentar la vida de una manera
espontánea y amable. El individuo con carácter
sadomasoquista presenta una fuerte tendencia al autoritarismo:
….. la persona sadomasoquista se caracteriza siempre por su
peculiar actitud hacia la autoridad. La admira y tiende a
someterse a ella, pero al mismo tiempo desea ser ella misma una
autoridad y poder someter a los demás (Fromm, Erich, p.
188, 1982)
Es la actitud hacia el poder la característica
principal de la persona autoritaria; por eso, los individuos e
instituciones que carecen de él merecen su
desprecio:
La sola presencia de personas indefensas hace que en
él surja el impulso de atacarlas, dominarlas y
humillarlas. Mientras otro tipo de carácter se
sentiría espantado frente a la mera idea de atacar a un
individuo indefenso, el carácter autoritario se siente
tanto más impulsado a hacerlo, cuanto más
débil es la otra persona (Fromm, E., p. 193)
El autoritarismo se vale de muchos disfraces para
ocultar sus impulsos destructivos hacia los otros: amor, deber,
igualdad,
conciencia,
patriotismo, unidad, dignidad y muchos otros medios. A aquellos
que, en nombre de la igualdad y la justicia,
buscan venganza y destrucción, Nietzsche les dirige el
siguiente mensaje:
Predicadores de la igualdad, lo que os hace pedir a
gritos igualdad no es más que el delirio tiránico
de vuestra impotencia; y, de esta forma, vuestra
tiránica concupiscencia se disfraza de virtud. Vanidad
amargada y envidia reprimida –vanidad y envidia que
quizá heredasteis de vuestros padres- surgen en vosotros
como llamas y quimeras de venganza… Yo os aconsejo, amigos
míos, que desconfíes de quienes se sienten tan
inclinados a castigar. Son gente de mal corazón
y de mala ralea, a sus ojos se asoman el verdugo y el sabueso.
Desconfiad de los que se pasan toda la vida hablando de su
justicia. No es sólo miel lo que falta en sus palmas; y,
si se consideran los "buenos y justos", no olvidéis que,
para ser fariseos, únicamente les falta el poder
(Nietzsche, Friedrich, 2000, pp.92-93)
A veces, la persona autoritaria se revela contra un
grupo de
autoridades y, al mismo tiempo, someterse a otras autoridades a
las que considera que pueden satisfacerle sus anhelos
masoquistas. En todos los casos, la actitud destructiva de este
tipo de personas representa el mecanismo de huida de un
insoportable sentimiento de impotencia que experimenta cuando se
compara con otros individuos y, por eso, quiere eliminarlas,
destruirlas. Es más, esta condición de impotencia
que siente frente a otras personas, va acompañada,
también, de angustia y frustración de la vida,
situación que impide el pleno desarrollo de sus
potencialidades, la seguridad
interior y la espontaneidad. Fromm establece una relación
entre el impulso de la vida y el de destrucción;
éstos no son mutuamente independientes, sino que son
inversamente proporcionales: cuanto más plenamente se
realiza la vida, tanto menor es la fuerza de la destructividad.
Esta es producto de la vida no vivida.
VI. Algunas
consecuencias de las relaciones de poder en los individuos y en
los grupos sociales
Las relaciones de poder pueden desencadenar los procesos
siguientes: sumisión, identificación,
interiorización y oposición.
Sumisión
La disposición a someterse, a acatar las
órdenes de otros sin ofrecer resistencia pueden estar
motivadas por varios factores. Podría deberse a un
cansancio y resignación, producto de la experiencia del
individuo de derrotas pasadas, a la desconfianza en los
dirigentes y en las organizaciones. Esta actitud de
resignación no va acompañada de la
aceptación pasiva por parte de la persona; más
bien, indica un estado de impotencia frente al poder, sin llegar
a tener ninguna identificación con la autoridad y
está a la espera de que existan las condiciones
mínimas para revelarse contra ella. Acata la autoridad
mientras no puede hacerle frente; sabe, por experiencia, que no
puede actuar si no existe el apoyo para su causa, pues sin este
apoyo está nuevamente condenado al fracaso. No tiene
prisa; pero, tampoco dispone de mucho tiempo. Sabe muy bien que
esta situación debe ser coyuntural para que no tome
impulso y que después resulte difícil detenerla, de
manera que se debe actuar con mucha precisión y buen
juicio. Si la situación lo obliga a ser sumiso, debe saber
moverse con mucha rapidez y astucia entre los dédalos del
poder. Es oportuno recordar, en este aspecto a
Maquiavelo:
De manera que, ya que se ve obligado a comportarse
como bestia, conviene que el
príncipe se transforme en zorro y en león,
porque el león no sabe protegerse de las trampas ni el
zorro protegerse de los lobos. Hay, pues, que ser zorro para
conocer las trampas y león para espantar a los lobos.
Los que sólo se sirven de las cualidades del león
demuestran poca experiencia (Maquiavelo, Nicolás, 1999,
p. 67-68)
Identidad
En este caso, el individuo deja de ser el mismo y se
transforma en una persona idéntica a las demás y
actúa tal como los poderosos esperan que lo haga. Es tal
su identificación con los otros que resulta muy
difícil distinguirlos entre sí. Al despojarse de su
personalidad,
se convierte en un autómata más y para compensar la
pérdida de la personalidad, el individuo se conforma con
su situación y busca el reconocimiento de los
demás:
Es lo que les pasa siempre a los débiles: se
extravían en su camino; y al final la fatiga les hace
decir: ¿De qué ha servido caminar, si todo es
igual?’’ A esa gente le gusta que le digan que nada
merece la pena, que no se debe querer nada. Eso es predicar a
favor de la esclavitud.
Zaratustra, hermanos, viene como viento fresco e impetuoso para
todos los cansados del mundo, pues va a hacer estornudar a
muchas narices (Nietzsche, Friedrich, 2000, p.180)
Este proceso de automatización convierte al individuo en un
ser inseguro y desamparado; de aquí que él busque
la protección y esté dispuesto a someterse (incluso
muy entusiastamente y con orgullo) a aquellas autoridades que le
ofrecen seguridad y protección. Se somete al poderoso y,
al mismo tiempo, se actúa como él; a pesar de que
acepta el poder de los otros, no internaliza sus valores y las
normas involucradas. En opinión de Erich Fromm, fue este
proceso de identificación de la clase media con el poder
alemán que caracterizó el núcleo del
movimiento
nazi.
Interiorización
A través de este proceso, llamado también
proceso de socialización, el individuo hace suyos los
principales valores del sistema dominante, se apropia de ciertas
características que refleja el sistema de poder y se
operan ciertos cambios en la conducta del individuo que tienden a
ser más o menos permanentes. Estas características
pueden ser denominadas como: valores, motivos sociales,
actitudes, creencias, etc.
Los grupos que poseen recursos y, por tanto, poder,
suelen imponer a la sociedad su sistema de ideas, el sistema de
ideas de los que carecen de recursos es un sistema impuesto. Como el
yo del individuo se encuentra debilitado, la persona es incapaz
de darse cuenta de su inseguridad y
de reconocer que los pensamientos y las emociones no son
realmente de ella, sino que han sido recibidos desde afuera,
interiorizados a través de instrumentos especializados en
crear en los individuos el conformismo, la apatía, el
temor y la aceptación pasiva del poder establecido. En
muchos casos, los individuos llegan hasta admirar y servir a su
opresor; admiración y servilismo que son productos de
su temor hacia el poderoso. Existe una red bien organizada de
instituciones, difundidas en la sociedad, encargadas del proceso
de alienación de las personas. Instituciones como la
iglesia,
el estado,
la familia, la
escuela, la universidad, partidos
políticos, los hospitales, las empresas son
algunos de los mecanismos especializados en este proceso de
socialización del conformismo. El individuo se convierte
en un autómata: piensa, siente y quiere de acuerdo a lo
que los demás piensan, sienten y quieren. De esta manera,
el individuo cree que existe una relación de
armonía con los poderosos, colabora con ellos y
está dispuesto a defender los intereses de los que tienen
el poder, porque cree que son sus propios intereses los que
están en juego. Pierde, así, los últimos
vestigios de su personalidad.
Oposición
Es una reacción de rechazo a la autoridad, de
inconformidad con el poder. No consideraré esta
acción de rechazo a la sumisión como propia de un
delincuente, como en muchos casos se hace, para tipificar
conductas desviadas y justificar ciertas acciones represivas por
parte del sistema de poder. Más bien, la considero como
una forma de rebeldía ante una situación abusiva
del ejercicio del poder. Más que una conducta desviada, la
tipifico como una conducta normal que permite al individuo luchar
para dignificar su existencia y lograr su verdadera libertad, con
la conquista de la identidad que
le ha sido despojada. El que se revela contra el sistema de poder
asfixiante es un quebrantador de las tablas de valores dominantes
y es, también, un creador de nuevos valores que promueven
la existencia de un nuevo hombre. Conoce que no está solo
en esta tarea y, también, sabe que lo etiquetarán
de inmoral, de delincuente. En este campo de relaciones
conflictivas siempre existen dos grupos: los que siempre son
solidarios y los lisiados mentales, los mediocres, los eternos
opositores al cambio. Conoce de los riesgos y que lo
novedoso y el cambio siempre generan oposición; pero, los
quebrantadores de valores son creadores, duros y no desean nada
gratis. Sólo los mediocres prefieren las cosas
fáciles y gratis y se opondrán a todo aquello que
indique cambio: Hay muchos que mueren demasiado tarde y algunos
que mueren demasiado pronto. Aún nos resulta
extraña esa máxima: "¡Morir a
tiempo!"…..Pero,¿cómo puede pretender morir a
tiempo quien nunca ha vivido a tiempo? (Nietzsche, Friedrich,
2000, p.70)
Como se habrá notado, he utilizado varias citas
de Friedrich Nietzsche. Ello se debe a que este autor es uno de
los que han estudiado el tema del poder desde un pisto de vista
filosófico. El mismo Foucault (1969), cuando plantea la
expresión "genealogía del poder," retoma con mucha
precisión, ideas de Nietzsche, a quien considera un
filósofo del poder.
La autoridad per se no es dañina. Pretender
eliminarla, sería una tarea inútil e imposible, es
inherente a nuestra condición humana. En el estudio de las
relaciones de poder en las organizaciones, habrá que
considerar que la autoridad presenta distinta naturaleza de
acuerdo con la intención de quien la ejerza. Existen
personas que usan su poder para sus propios intereses, para
destruir, para dañar. Es la autoridad esclavizante, propia
de las personas sadomasoquistas. Hay otras, en cambio, que
emplean su poder para la consecución de una causa
común. De igual manera, existen dos formas de obediencia:
la servil y la libre. Por eso, es muy importante estudiar muy
detenidamente el poder, particularmente la naturaleza de la
obediencia.
Todos los sistemas sociales, y particularmente el
nuestro, funcionan a través de un red de reciprocidades de
obediencia común. En todos ellos existe un marcado
diferencial de poder que caracteriza toda la red de relaciones y
es, precisamente, el fenómeno de la obediencia que nos
develará todo un conjunto de fenómenos que operan
tras la conducta humana.
Estamos "programados" por una compleja, densa, difusa e
impalpable red de autoridades superestructurales de la sociedad
(escuela, universidad, partidos políticos, iglesias,
estado, familia, medios de
comunicación, instituciones, organizaciones,
hospitales, tribunales) para creer y para hacer lo que se dice,
para aceptar sin mucho análisis y cuestionamiento sus
"verdades". Estas instituciones, que conforman lo que Foucault
denominó "un sistema de micropoderes," tienen la
función de congelar las conciencias de los individuos a
través de procesos subliminares de condicionamientos, que
inhiben la actividad creadora del individuo y lo hacen renunciar
a su deseo de libertad, ejerciendo un control
internalizado, el cual es, en muchos casos, la forma más
represiva de control. No es fácil visibilizar este
proceso, debido a su compleja red de relaciones que se yuxtaponen
y se imbrican unas en otras, y cuyo resultado es un individuo
educado con una mentalidad opuesta al desarrollo pleno de sus
facultades y a su misma práctica.
La función de la educación
está muy bien condensada en la frase, atribuida a Bernard
Shaw, y que Gabriel García
Márquez cita en su famosa obra Vivir para contarla:
"Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación
para ir a la escuela". Albert Einstein se refirió al
papel de la
educación de la siguiente manera: lo único que
interfiere con mi aprendizaje es mi
educación (Thorpe, Scout, 2001, p. 16)
<> Aunque el poder puede existir en las
situaciones conflictivas y no conflictivas, por lo general, las
personas actúan, en lo que Michel Foucault describe como
la "microfísica del poder" con innumerables puntos de
enfrentamiento. De aquí que sea muy importante estudiar,
con profundidad, las relaciones que suceden entre los individuos
y los grupos sociales, en un contexto determinado, para descubrir
los procesos de obediencia y mando: la relación entre los
dominantes y los dominados y, principalmente, la relación
de los dominados entre sí. Es importante, en este aspecto,
que los profesionales analicen, con mucho cuidado, cuál es
su ubicación en esta "microfísica del poder",
cuál es su práctica concreta en estas relaciones de
poder para entender la dinámica de los movimientos sociales, de
los grupos sociales que operan al interior de las organizaciones,
de las intenciones que subyacen en las conductas de las personas.
El conocimiento de cómo opera el poder en un contexto
específico facilitará al individuo saber si su
práctica es coherente con determinado movimiento
social.
Hemos planteado anteriormente cómo la
disposición a obedecer y la disposición a mandar
existen en todos los individuos al igual que en los animales, con
matices e intensidades distintas. A algunas personas les gusta
más mandar que obedecer y a otras, lo contrario.
¿Cuál es más fácil de las dos? Para
algunos estudiosos del tema, es más fácil obedecer
que mandar. Yo no estoy tan seguro que esa
sea la regla general, en individuos normales. Hemos visto
cómo en la disposición al mando y a la
sumisión influyen aspectos genéticos (ADN) y sociales,
y que aún en la carga genética
existen diferencias: individuos que vienen dotados de una carga
genética mayor hacia el mando que otros. La
dinámica de la autoridad es muy compleja.
La humanidad tiene la responsabilidad, responsabilidad derivada del
principio de la selección
natural, de la preservación y superación del
individuo. La decisión es nuestra: o nos destruimos o nos
desarrollamos. El principio de la selección natural no
entiende de sentimientos. El panorama no es muy alentador. Y no
es que seamos pesimistas; pero, las masacres, el odio, la
envidia, la destrucción, el egoísmo son una
constante en la ecuación del "desarrollo
humano" y en el desarrollo
organizacional. En efecto – dice el autor portugués,
Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago – yo no
sé quien soy. Pero, más que el yo me preocupa el
otro, ese otro al que siempre definimos como enemigo. Por eso, la
vida pacífica entre los seres humanos no existió
nunca y, si existió alguna vez, no duró mucho.
Esforzarnos por comprender al otro, que es nuestro semejante, es
lo decisivo.
Las naciones alfa imponen sus razones a los
países omega y son las primeras las que definen los
términos de las ecuaciones que
rigen el destino de las segundas, y los gobernantes de los
países omega se rinden, incluso con orgullo, a la voluntad
de los gobernantes del país alfa. Este proceso se repite,
con distintas dimensiones y características, en las
organizaciones de todo tipo. Nuestras conciencias están
secuestradas, igual que nuestro lenguaje,
nuestra identidad perdida. Muy bien lo dijo recientemente, en una
entrevista, el
ganador del premio Nobel de Literatura 2002, el escritor
húngaro, Imre Kertész, con relación a
cómo los sistemas secuestran el lenguaje:
No, sigue secuestrado. Los medios y los periódicos crean
su propio lenguaje en el que el individuo está perdido.
Tenemos que volver al lenguaje del individuo. En el discurso
aprendí que en un momento de mi vida decidí que mi
única realidad era yo. Creo que todo el mundo
debería tener ese momento, la libertad total del ser.
Debemos rescatar nuestra propia identidad y debemos estar
dispuestos a hacerlo por duro y difícil que sea el camino:
Debe considerarse que no hay nada más difícil de
llevar a cabo, ni éxito
más dudoso, ni más peligroso de manejar, que
iniciar un nuevo orden de cosas (Maquiavelo, Nicolás) La
construcción de una nueva cultura y una
nueva ética
planetaria no es una opción, es una obligación. Una
cultura y una ética que promueva y fortalezca el potencial
de resistencia, con creatividad,
ante sistemas dominantes que prohiben a las personas una vida
digna, una educación que libere y no que domestique. Esa
es nuestra misión.
Misión que se desdobla en: misión individual y
misión grupal. No bastan las buenas intenciones. De buenas
intenciones está lleno el infierno.
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Fernando Guerrero