- Datos
biográficos - Necesidad en la reflexión
en el saber de Dios - Sören Aabye
Kierkegaard - Concepto
Dios.
¿Será el hombre un
error de Dios o Dios un error del hombre?
Friedrich Nietzsche
(1844–1900)
Filósofo alemán
IEl siglo XIX, considerado para muchos el
siglo de la dialéctica, fue enriquecedor en sus
ámbitos intelectuales: en Literatura, por ejemplo, se
retrató todo el sentir de una época. Tal fue el
caso del francés Gustavo Flaubert, que evidenció
todo el parecer de una época que acababa de tener
vigencia, la
Ilustración; pudiera ser que Flaubert asumiera un
papel en la
dialéctica de su tiempo, pues uno
de sus últimos cuentos, La
leyenda de san Julián el hospitalario, que tiene como tema
"la vida de un santo", presenta inicialmente un Julián
bueno (tesis), en el
desarrollo del
relato deja de ser bueno para hacer el mal (anti–tesis) y
concluye mostrando un individuo, que una vez conocido "los dos
caminos" elige ser un hospitalario (síntesis),
elevándose así por encima de su primer esfera.
Mientras que en Rusia destaca un Dovstoieski ¾ por mencionar
alguno¾ ,
precedido de Pushkin y Gógol, que con sublime creatividad,
evidencia, a través de la literatura, la realidad del
hombre ruso de
su tiempo.
Cuando se daban esas incursiones en el ámbito de
la Literatura, no se podría desviar la vista de la
Filosofía: así, en Francia se
desarrollaba una filosofía basada en la experiencia y
el
conocimiento empírico de los fenómenos
naturales, el Positivismo.
En Alemania, el
Racionalismo
brillaba en su máximo esplendor con Hegel; alumnos de
este filósofo le dan un giro a la filosofía
derribando, al igual que como el maestro propuso, la
filosofía que hasta su momento se había hecho. En
Dinamarca, también reaccionando contra el sistema
hegeliano, surge la llamada <<Filosofía
existencial>>, fomentando por medio de la filosofía
el desarrollo de
la vida individual, representada por Kierkegaard quien, de forma
análoga a los rusos que toman como figura de sus escritos
San Pestsburgo, escribe para su "querida Copenhague", hablando
para ésta con un evidente amor y
respeto.
Este ensayo
pretende dar una visión, no muy profunda, del concepto de
religión
de dos autores: el alemán G. W. F. Hegel y el danés
Sören Aabye Kierkegaard.
Para el estudio de Hegel ¾ que debo confesar fue muy
difícil interpretarlo, y más
redactarlo¾
he tomado, aunque en la Bibliografía lo indique,
como texto base El
concepto de religión, que no fue un libro
propiamente escrito por el alemán, sino que fue publicado
póstumamente gracias a las notas dejadas por él y
los apuntes de clase tomados por sus alumnos. No mostré un
marcado interés a
la Fenomenología del espíritu, ni a
otros textos que exponen su visión filosófica,
debido a la densidad de
concentración que exige su lectura,
además de falta de tiempo.
Cuando leí el libro de
Hegel, tuve el cuidado ¾ creo¾ de delimitar acertadamente el tema a
desarrollar, pues pretender abordar Toda la visión
de la religión en la concepción de Hegel
sería demasiado pretensioso; de esta manera
procuraré mostrar una de las tesis en las que se sustenta
su sistema, la
reconciliación entre la finitud y la infinitud.
Kierkegaard presenta, a diferencia de Hegel, una
escritura
más amena donde está, como telón de fondo su
experiencia, implícitas las situaciones que vivió
en el camino de dar luz a la
ignorancia cristiana de los individuos.
Y como todo un fiel seguidor del pensamiento
socrático, capta el espíritu de la sociedad
ateniense del siglo IV a.C. y, encuentra una actitud
honesta, reconociendo su ignorancia, llamando sofistas a los
hegelianos de su tiempo e invitándolos a buscar una base
de sus postulados intenta, con la mayéutica, ayudarlos a
parir el conocimiento,
pues hasta el momento no habían encontrado un buen
partero.
Debido a la escasa difusión que existe sobre los
planteamientos de Kierkegaard, son pocos las editoriales que
hacen llegar sus libros. Tengo
conocimiento,
por referencias, de un libro de Kierkegaard en el que refuta
rotundamente el sistema Hegeliano, éste es Notas
concluyentes no científicas; sin embargo me fue
difícil encontrarlo y por eso me he basado en tres textos
para dar una visión mas precisa del pensamiento
kierkegaardiano: Mi punto de vista, El amor y la
religión, Temor y Temblor. El tema característico en éstos es ayudar el
individuo, valiéndose de la ironía, a salir del
estado de
perplejidad que su misma condición de vida le impide darse
cuenta.
II
Todo lo determinado y finito,
está en función
del conocimiento de los fines autoimpuestos por el
hombre.
G. H. F. Hegel
Georg Wilhelm Friedrich Hegel
Georg Wilhelm Friedrich Hegel nació en Stuttgart
el 24 de agosto de 1770, hijo de un funcionario de la hacienda
pública. Ferviente seguidor de los clásico griegos
y latinos. Animado por su padre para que se hiciera pastor
protestante, en 1788 ingresó en el seminario de la
Universidad de
Tubinga, donde entabló amistad con el
poeta Friedrich Hölderlin y el filósofo Friedrich
Wilhelm Joseph von Schelling, de significada filiación
romántica, compartiendo con ellos su entusiasmo por la
Revolución
Francesa y la antigüedad clásica. Después
de completar un curso de Filosofía y Teología, y
decidir que no quería seguir la carrera religiosa, en 1793
comenzó a ejercer como preceptor en Berna (Suiza). En 1797
consiguió un cargo similar en Frankfurt, pero dos
años más tarde su padre falleció,
dejándole un legado cuya cuantía económica
le permitió abandonar su trabajo como tutor.
En 1801 se trasladó a la Universidad de
Jena, donde estudió, escribió y logró un
puesto como profesor. Allí concluyó la Fenomenología del espíritu (1807),
una de sus obras más importantes. Permaneció en
Jena hasta octubre de 1806, cuando la ciudad, en el transcurso de
las Guerras
Napoleónicas, fue ocupada por las tropas francesas, por lo
que se vio obligado a huir. Desde 1807 hasta 1809, una vez
agotadas las rentas que le había proporcionado la herencia paterna,
trabajó como redactor en el
periódico Bamberger Zeitung de Baviera. Sin embargo,
el periodismo no
le agradó y en 1809 se trasladó a Nuremberg donde
fue director de un gymnasium o Liceo durante ocho
años.
Durante los años que residió en Nuremberg,
Hegel conoció y contrajo matrimonio con
Marie von Tucher, de quien tuvo tres hijos: una niña (que
murió al poco de nacer) y dos varones (Karl e Immanuel).
Antes de su matrimonio, Hegel
había tenido un hijo ilegítimo (Ludwig) que
acabaría viviendo en el hogar de los Hegel. Después
de haber trabajado en su redacción durante siete años,
publicó en Nuremberg otro de sus más afamados
escritos, Ciencia de la
Lógica
(1812-1816). En 1816 aceptó la cátedra de
Filosofía en la Universidad de Heidelberg y, poco
después, publicó de forma sistemática sus
pensamientos filosóficos en su obra Enciclopedia de las
ciencias
filosóficas (1817). En 1818 ingresó en la
Universidad de Berlín, institución en la cual
expuso y enseñó el conjunto de su pensamiento hasta
su fallecimiento, ocurrido en esa misma ciudad el 14 de noviembre
de 1831. Su muerte fue
causada por epidemia de cólera.
La última gran obra publicada por Hegel fue La
filosofía del Derecho (1821), aunque algunas notas de sus
conferencias y clases, junto con apuntes de sus alumnos, fueron
también publicadas después de su muerte. En el
conjunto de estos trabajos (conocido por el nombre
genérico de Lecciones o Lecciones de Berlín) se
encuentran Estética (1832), Lecciones sobre
filosofía de la religión (1832), Lecciones de
historia de la
filosofía (1833-1836) y Lecciones de filosofía
de la historia
(1837).
Muy influido por las ideas de los grandes pensadores
griegos, también conoció las obras del
holandés Baruch Spinoza, del escritor francés
Jean-Jacques Rousseau y de
los autores alemanes Immanuel Kant, Johann
Gottlieb Fichte y Schelling. Aunque muchas veces sus teorías
discreparon de las de los mencionados pensadores, la influencia
que ejercieron sobre él es evidente en sus
escritos.
Importante es la figura representa Hegel, no sólo
en la filosofía idealista, sino en la historia de la
filosofía. Pues reforma y responde cuestiones que
habían sido foco central del pensar filosófico
desde su iniciación; a esta observación hay quien podría afirmar
que con él, a la manera de Aristóteles en su época, inicia y
concluye la auténtica filosofía, debido a que la
racionalidad que escuda su sistema filosófico excluye por
completo los encauces que hasta el momento habían guiado a
la filosofía. Su visión filosófica se da a
manera de un proceso
dialéctico, es decir, un concepto (tesis) se enfrenta a su
contrario (anti–tesis) y como resultado de esta
oposición, se alza un tercero, la síntesis.
Aspecto que en cierto grado exige mayor atención en su estudio.
La Fenomenología del espíritu, obra
imprescindible en la profundización del pensamiento
hegeliano, muestra el
devenir de la conciencia en su
travesía hacia el saber absoluto. La religión, una
de las seis fases que presenta el libro, es un campo claro y
abierto donde se manifiesta la demostración de la fusión
entre la finitud y al infinitud.
Al parecer, Hegel considera prudente analizar y revisar
lo que hasta su momento se había planteado con respecto a
la religión y el contenido de su objeto: Dios; puesto que
XIX siglos transcurrían sin que la gente tuviera certeza
alguna sobre la existencia de Dios. Esto debido, en gran parte, a
una religión cristiana que se había encargado de
hacer de Dios un fantasma infinito, entendimiento inalcanzable de
la conciencia humana
(finita), considerándolo tan sólo, de modo
abstracto, intelectual, limitándolo a ser una esencia del
entendimiento.
Esta visión se hará desde la
filosofía, la Filosofía de la Religión,
viendo en ésta un juez prudente que puede orientar una
religión sin rumbo, que se venía consolidando en
base a pensamientos de pensamientos sobre Dios, no
tratándole directamente.
Así, la filosofía, a diferencia de otras
ciencias, debe
garantizar, antes de comenzar, la existencia de su objeto: la
Aritmética reconoce la existencia de los números,
la Geometría
reconoce la existencia del espacio, la Medicina reconoce
la existencia de las enfermedades, sin embargo
¿cómo garantiza la filosofía la existencia
de Dios? La Filosofía de la Religión debe mostrar
que su objeto debe existir antes de tener existencia.
Cuando Hegel habla de religión, da por sentado
que es algo presupuesto y
evidente en cada sujeto, es decir, que todo individuo está
relacionado de manera directa o indirecta con un saber, un
conocimiento acerca de ésta. Así, el
conocimiento en su fin último consiste en un
comprender y un conocer a cerca de la religión ya
existente, no en atraer a éste o aquél sujeto a la
religión o en hacerlo religioso y mucho menos en indicar
esto como único camino a la religión. Se deja claro
con esto una diferencia entre conocimiento y predicación,
puesto que puede caerse en el descuido de asociarlos una vez que
el conocimiento va cubriendo de luz la
conciencia.
Necesidad en la reflexión en el saber de
Dios
La religión como parte de actividad de la
conciencia y el resto de la misma —contingencias y
finitudes— constituyen dos regiones que están en
constante alternancia, es decir, la ciencia de
Dios constituye una ciencia muy
peculiar frente a otros ciencias. Análogamente a cualquier
hombre que en su quehacer mundano espera el domingo para vivir en
su verdadera esencia, para la verdadero que hay en él; a
diferencia de los restantes días de la semana donde
rutinariamente se apega a los fines de la realidad, es el
papel de la
religión.
Así, en la meditación del saber de Dios se
encuentra el hombre piadoso que representa el individuo con una
vida tranquila, sin prevenciones, muestra gran
interés
en su trabajo y en Dios; tiene confianza en Dios y su
relación con el hombre y por tanto le debe obediencia, de
este modo, pues, tiene una fe carente de reservas y
oposición.
En el hombre "común" se descubre un dualismo,
puesto que por un lado su pensamiento y conocimiento de la vida
está construida en base a categorías definidas y
por otro parece elevarse por encima de su esfera limitada para en
él suscitarse la representación y sensación
de su esencia eterna.
Hegel, indagando sobre el papel que juega la
religión en la conciencia del individuo, determina que,
por un lado, la experiencia y conocimiento y, por otro, la
voluntad y la realidad constituyen el auge del entendimiento
humano; lo que el individuo logra establecer a través de
éste lo considera como su obra, cosa suya, su riqueza
infinita.
Así, por una parte, el hombre se concibe como
dueño absoluto de sí mismo, con autonomía e
independencia,
en al media que se auto construye en base a su entendimiento. Y,
por otra, admite un ser superior, un deber eterno a quien venera
su gratitud.
Con esto queda demostrado las dos regiones que se
distinguen en la conciencia: una región determinada por el
conocimiento y la comprensión, y otra de la
religión donde la fe y el sentimiento la
constituyen.
El saber para sí del hombre se excluye del
ámbito de la religión, en tal medida que puede
afirmar, a manera de la Biblia, que todo cuanto existe es hecho
por Dios, pero sin cuestionarse el medio por el que llegó
conocer tal afirmación.
Estos planteamientos dejan claro que la relación
del hombre con Dios se presenta de manera general y sin marcado
interés, y, por ende, se abre un abismo en la conciencia:
entre la religión en sí y lo que conlleva
comprender la esencia de su propósito.
Desarrollo de la oposición
El entendimiento, como parte autónoma de la
conciencia, experimenta en su obra un carácter
de condicionamiento, "en su conocimiento el hombre tiene como
punto de partida la
organización y el orden de la naturaleza",
así, se da una semejanza entre la autonomía y el
sentimiento religioso de dependencia; hecho que se expresa
—con lo que anteriormente se había apuntado—
en la concesión de la conciencia que todo ha sido Creado
por Dios.
La piedad del hombre sencillo se caracteriza por una
precisa prevención en lo que concierne al contenido de su
conciencia determinada, alcanzando un grado más fuerte de
reflexión al considerar la vida y las acciones de
los seres vivos desde una perspectiva finalista, y toda
acción que se desprenda de éstos tenderá a
un fin.
La acción divina está implícita de
diferentes maneras en los acontecimientos, hechos o formas que
son puestas en obra por Dios, su principio activador. Los
animales
están constituidos de tal manera que puedan vivir y
adaptarse a su medio, alimentarse —al igual que a sus
crías—, protegerse del clima, defenderse
y atacar a los demás seres; de este modo la actividad
divina tiene ahora una dimensión determinada.
Evidentemente estos fines son contingentes. De este modo
se elogia el obrar de Dios al haber dotado de capacidades a los
animales para
sobrevivir, teniendo como fin la conservación de su
vida. Sin embargo, cierto es que aunque animales tengan "armas" no les
sirve de mucho ante otros seres con capacidades más
fuertes, en que las de los primeros no causarían
daño alguno. El matar o devorar a un animal tiene a su vez
un fin, la conservación o preservación de
otro, de tal manera que el fin inicial que se había
mencionado, queda ahora marginado a condición de
medio. Y por tanto aquellos fines que habían sido
loados por desprenderse de la voluntad divina, son ahora
subordinados por la misma finitud.
Una vez lo anterior, esta actitud
piadosa puede proceder igualmente que la sensación
religiosa en el sentido de asumir todo tipo de contenido. Ahora,
el individuo piadoso abandona la primer esfera elevándose
a la conciencia y al conocimiento que parte del pensamiento
general de un fin. Este razonamiento, de modo inmediato, va en
contra del concepto de Dios, pues podría
objetársele una consideración de la finalidad que
pudiera ser no necesaria, e inclusive inexistente.
Ahora bien, se distingue así un dualismo en el
fin de la cosa: por un lado está la finalidad externa, que
es la cosa que posee utilidad para
otro ser, y por otro está la finalidad interna que tiene
como utilidad un fin
en sí mismo. Por ejemplo, el hecho de tener la miel de
abejas para auto consumo, es
algo que no concierne a la naturaleza de la
producción de los insectos. Por ende, al
conocimiento le incumbe lo que es y su carácter
necesario.
El conocimiento de lo que una cosa es se deriva de su
percepción y observación, para esto requiere "a)
concebir la determinabilidad de las cosas, lo que ellas son.
b)además, saber por qué medios existen
estas cosas, por sus fundamentos y sus causas". Lo que hace que
las cosas sean radica no en una circunstancia contingente, sino
en una determinabilidad esencial. Las cosas finitas existen en la
medida que se da su relación con las cosas otras cosas
determinadas, no contingentes; y cuando se requiera sacar el
fundamento del fundamento de éstos fenómenos, debe
verse en el ámbito de la misma finitud.
Con esto la religión es encasillada dentro del
puro sentimiento, sin contenido; y el conocimiento es apartado de
ella, pues teniendo como objetivo el
Absoluto, no puede reducirlo a la región de lo
finito.
Conciliación de los opuestos.
En la esfera del pensamiento comprensivo, la
filosofía de la religión muestra lo eterno y lo
infinito, pero lo hace determinado en sí mimo. La
conciencia en tanto que deja su esfera inicial y entra en esta
nueva fase, es un ser para sí, pues es así misma en
la medida que se apropia pensamiento y representaciones, una vez
que éstos no han renunciado a la razón. Es evidente
entonces la escisión que se da en el sujeto que afirma la
religión cristiana, pues ha negado su esencia infinita y
ha hecho al espíritu retornar a sí
mismo.
La religión cristiana contiene en sí misma
la esencia y naturaleza divina que se hacen manifiestas, pues
ésta no se limita a proponer una invitación al
conocimiento sino que además lo ofrece pues reside en su
naturaleza misma
…Por eso ella constituye esencialmente una doctrina,
una doctrina que ofrece representaciones y pensamientos y aun
cuando sean solamente representaciones acerca de Dios y de su
naturaleza y de su actividad, son, no obstante,
representaciones acerca del contenido y el objeto universales y
por ello son forma inmediata de pensamiento. …
así, una vez hecha la separación, el
contenido que se presenta, no ya en su forma ingenua inicial, es
decir, no sólo de manera subjetiva sino a la vez debe
tener un signo de objetividad absoluta que sean en y para
sí, que sean con la determinación de la
verdad.
De este modo la reflexión permanece privada de la
seriedad del espíritu y encontrar en el obrar su
satisfacción, inclusive en la falta de coherencia y la
irreflexión.
La figura del cristianismo
se puede expresar haciendo analogía al siguiente ejemplo:
un ciego puede saber el material de que está hecho un
cuadro ¾
marco, tela, pintura¾ , saber el tiempo que se tardó
el autor en hacerlo, la vida de éste y sus tendencias, los
lugares en los que ha sido exhibido, su precio, etc.,
y, sin embargo, no ver el cuadro en sí.
Así, una vez que la conciencia es desempolvada y
logra tener un acercamiento más directo al objeto de la
religión: Dios; habrá entrado en el terreno de la
infinitud.
III
Algunos datos sobre su
vida
Sören Aabye Kierkegaard nació el 5 de mayo
de 1813 en casa paterna, Copenhague. Bautizado el 3 de junio; el
último de siete hijos. Físicamente era jorobado y
algo deforme; tenía una pierna más larga que la
otra. En el transcurso de los años su casa es despoblada
por la muerte, que
respeta al viejo padre, un rico comerciante y estricto luterano,
además de su hermano Peder Christian. A los diecisiete
años, el 30 de octubre de 1830, Kierkegaard se inscribe en
la universidad de Copenhague, donde estudiaría
filosofía y teología, para posteriormente conseguir
el grado de Magister Artium, camino que le costaría varias
crisis y
alternativas de todo género,
incluida la desilusión de su padre, que muere (el nueve de
agosto de 1938) sin verle llagar a la meta
académica.
En mayo de 1837 tiene lugar el primer encuentro con
Regina Olsen —teniendo ésta catorce
años—, en casa de los Rórdam, con quien 3
años después, un 10 de septiembre,
formalizaría su noviazgo; un año más tarde,
el 11 de octubre de 1841, terminaría definitivamente sus
relaciones amorosas —ella contraría matrimonio el 3
de noviembre de 1845, con Friedrich von Schlegel, un antiguo
profesor suyo—; este hecho fue muy significativo para
él, pues alude al mismo repetidas ocasiones en sus
libros.
La herencia recibida
de su padre le permitió dedicarse por completo al
pensamiento filosófico, durante los 14 años que
vivió en ese período llegó a redactar
más de 20 obras.
El 29 de septiembre de 1841 defiende su tesis magistral:
Sobre el concepto de ironía, principalmente en Sócrates,
y obtiene el grado de Magister Artium. El 25 de octubre sale para
Berlín donde asiste al curso de Schelling en la
Universidad.
El 24 de mayo de 1855 comienza, junto al editor Reitzel,
la publicación de una propia revista con el
título << Oejeblikket>>.
El 2 de octubre Sören es recogido sin conocimiento
en la calle y conducido al Frederiks Hospital, donde pasó
3 días en estado de coma
y murió el domingo 11 de noviembre de 1855. Pocos
días antes había declarado a su amigo Emilio
Boesen: <<Saluda a todos los hombres y diles que mi vida ha
sido un sufrir agudo, incomprensible e ignorado para todos,
excepto para mí>>. Fue enterado el domingo siguiente
(18 de noviembre) en el panteón familiar del cementerio de
la <<asistencia>>. Todas sus pertenencias pasaron a
manos de Regina.
Sobre su lápida fueron grabas, a manera de
epitafio, los versos del obispo danés Hans Brorson:
<<Un poco todavía y habré vencido. La lucha
toda se habrá desvanecido. Así podré reposar
en una sala de flores y en un coloquio entorno gozarme con mi
Jesús>>.
Obras.
Extracto de los papeles de alguien que vive y publica su
pesar (1838); Sobre el concepto de ironía, principalmente
en Sócrates
(1841); Alternativa (1843); Fragmento de un vida (1843); O lo uno
o lo otro (1843); Temor y temblor (1843); Lirismo
dialéctico (1843); La repetición (1843); Ensayo de
psicología
(1843); Migajas filosóficas o un poco de filosofía
(1844); El concepto de la angustia (1844); Sencillo
esclarecimiento previo al problema del pecado original (1844);
Lectura amena
para diversos estados (1844); Estadíos en el camino de la
vida (1845); Notas concluyentes no científicas (1846); La
era actual (1846); Libro sobre Adler (1846); Mi punto de vista
(1847); Discursos
edificantes (1847); Los actos del amor (1847);
Las crisis (1848);
La enfermedad mortal (1849); Dos pequeños tratados
ético–religiosos (1849); Tratado de la
desesperación (1849); Enfrentamiento para el cristianismo
(1850).
Al momento de adentrarse al estudio del pensamiento
kierkegaardiano conviene tener en cuenta estos acontecimientos
determinantes en su vida, pues operan como motivos labradores de
su conciencia filosófica.
A manera de un primer acercamiento al estudio de la obra
de Kierkegaard, es de llamar la atención el hecho de que algunos de los
libros escritos por él aparezcan bajo otro nombre, ajeno
totalmente al suyo: Nicolás Notabene, Víctor
Eremita, Johannes de Climacus, Johannes de Silentio, Constantino
Constantius, Virgilius Haufniensis, Hilarius Bogleinder,
Anti–Climacus.
Varias explicaciones se podrían ofrecer a esto.
La primera, que aparece en sus escritos, estaría
sustentada en esa actitud socrática al conocimiento. Una
segunda posibilidad se filtraría del ambiente
político–social en el que él estaba inmerso,
propiamente residiría en su disputa contra la Iglesia
cristiano–luterana de Copenhague. Y, así, un
último argumento —que me parece es el que mejor
ahonda en la esencia de su proceder— estaría
presente en Mi punto de vista, pues al exponer que sus obras con
seudónimo son mayéuticas, deja claro que
éstas representan el razonamiento que un individuo
ordinario puede hacer de la religión; este hecho
tendría como propósito principal: demostrar al
lector, y más si es cristiano, que cualquier persona puede
llegar a vislumbrar la hipocresía que abandera a la
religión, y por ende despertar un conocimiento profundo de
la misma.
Otro factor que caracteriza los escritos del
danés, a la manera de Dídimo el Ciego, reside en el
hecho de las citas y/o menciones que hace de libros y autores que
él mismo ha creado; ejercicio que bien podría
aceptar el calificativo de "auto cita.
Kierkegaard propone tres estadíos en los que
puede converger el individuo en el camino de la vida: ,
estético, ético y religioso.
Estético | Existencia | El hombre se conforma con una vida placentera |
Ético | Ser en sí | El hombre se afirma cada vez más en el |
Religioso | Trascendencia | Se llega mediante una relación subjetiva |
En los escritos de Kierkegaard, como lo es en escasos
autores, existe un sincretismo de literatura, arte,
filosofía, misticismo, todo esto acompañado de la
base de su visión filosófica, experiencia
individual. Aunque la literatura tenga oponentes en contra cuando
pretende establecerse como medio de acercamiento a la realidad,
en rivalidad con un texto de
carácter histórico, nadie podrá negar que en
los cuentos,
novelas,
poesías
e incluso ensayos, se
recoge toda una visión de la vida social, se manifiesta el
sentir de una época, de un determinado momento.
Así, Kierkegaard, al igual que el lenguaje
literario, deja establecida la concepción de
religión que se manifestaba en los individuos de su
tiempo; cuando escribe pretende dejar establecida la verdadera
templanza de la abnegación cristiana, pues considera que
la mayoría de los cristianos no están comprometido
con la esencia de su devoción.
Kierkegaard determina que el cristianismo mantiene a los
individuos llenos de ilusiones, de vanos conceptos que por el
propio acercamiento que hay a éstos no se da una
comprensión de la magnanimidad del cristianismo
¾ de esta manera
defiende el concepto de Dios de aquellos que niegan su
existencia, Feuerbach¾ . Para desengañar a los
individuos, quien quiera ayudarlos, es necesario que todo su
esfuerzo lo empiece por la autohumillación; para esto es
necesario que el héroe, lleno de un talento especial y un
poco de familiaridad con las pasiones humanas, sepa más
que lo que el otro sabe, pero ante todo se requiere entender lo
que él entiende:
…el que ayuda debe primero humillarse y ponerse por
debajo de aquel a quien quiere ayudar, y, por tanto, debe
comprender que ayudar no significa ser soberano, sino criado;
que ayudar no significa ser ambiciosos sino paciente; que
ayudar significa tener que resistir en el futuro la
imputación de que uno está equivocado y no
entiende lo que el otro entiende.
Ésta es la misión del
héroe, dejar que el otro sea quien proponga las
situaciones para así adentrarse a la circunstancia y
poder sacarle
de ahí, desviar su atención, por ejemplo, de
personas juiciosas, engañadoras que quieran que la
comunicación les sirva n vez de que ocurriera lo
contrario, y se presentan ante una muchedumbre sólo para
ganar reputación. El individuo que vive de ilusiones tiene
un razonamiento muy simple, pues cree que donde se halla la
multitud, es donde está la verdad, y, parecería,
que la misma verdad necesita tener a su lado la multitud. Es de
esta manera que el héroe debe situarlo, por primera vez,
en el problema inicial cómo llegar a ser
cristiano.
Temor y temblor, uno de los libros más conocidos
de Kierkegaard, centra su atención en un pasaje
bíblico, Dios le pide a Abraham sacrifique su hijo Isaac
en el monte Moriah. El libro, a manera de un Evangelio
Apócrifo, analiza este hecho proponiendo diversas
situaciones por las que Abraham tuvo que vencerse a sí
mismo, que luchar contra su propia naturaleza, que dar muestra de
su fe sin poderlo comprender; Sören, se adentra hondamente
en la situación, y presenta el dilema en que Abraham se
vio envuelto a causa de un "Dios injusto", pues,
¾ al igual que
la ‘psicología del personaje’ en un
análisis literario¾ presenta a un hombre que
en el momento de saberse sojuzgada su voluntad a un poder divino,
tuvo realmente un momento de angustia ¾ ésta, pareciera simbolizar
una indicación que el hombre tiene con lo eterno en
sí mismo, sin lo eterno no habría angustia
¾ ; debió
haber buscado diversas por las que debía asimilar tal
situación, además de un medio eficaz para
comunicarle a Isaac la acción del señor: pudiera
ser que con lágrimas tratara de ablandar un acto que por
demás sería atroz, o bien renegando de su vida
ordinaria adoptara una postura de verdugo mediante la que
sometería a su hijo a su voluntad, ocultándole
así el papel de Dios en todo esto, pues Isaac no
tenía por qué perder la fe en el Creador.
Después Dios mandaría uno de sus servidores
(ángeles) para detener el puñal empuñado,
tal vez lleno de ira hacia Dios, que tendría como misión
arrancarle la vida a Isaac.
Kierkegaard considera a Abraham, por el sufrimiento
angustiante que vivió, como el <<héroe del
cristianismo>>, pues es quien captó la verdadera
esencia del camino de un servidor de Dios:
la (auto)humillación, aflicción,
subordinación, pena, etc.; es el hombre que se iza por
encima de su primer esfera para entrar en la vereda donde son
pocos los que la caminan.
En una opinión muy personal, me
parece que ni san
Agustín, con las cuatro pruebas; ni
santo Tomás de
Aquino con sus cinco pruebas sobre
la existencia de Dios; ni san Anselmo con su ‘Argumento
Ontológico’; ni el propio René Descartes,
aunque lo manifieste en la "Nota preliminar" de sus Meditaciones
Metafísicas logran hacer lo que Hegel, hace evidenciar
racionalmente la existencia de Dios. Propone ¾ lo que yo había
pensado tiempo atrás sin haberlo
leído¾
algo que ninguno de los anteriores logró ver, partir
desde la concepción del individuo, para, una vez con
él, ayudarlo a dejar su visión defectuosa del
concepto Dios.
Ahora bien, hay varios rasgos que conducen al mutismo en
el proceso de
interpretación de Kierkegaard, debido a que éste
pinta todo el recorrido que el individuo tiene que sufrir para
llegar a su encuentro con Dios, al igual que Jesucristo
padeció en la Tierra por
causa del Padre, y a Sócrates que se vio obligado a beber
la cicuta, por no enlodar sus virtuosos planteamientos con
decisiones mundanas, así es la vida del verdadero
cristiano.
Apegándome un tanto en la realidad literaria,
sólo una pequeña duda me asalta. Kierkegaard, como
un loable seguidor de la filosofía socrática,
leyó,
como evidencian su actitud y escritos, todas las fuentes que
ofrecen información sobre su "maestro": los
escritos de Platón, de
Jenofonte, de Alcibíades, de Diogenes Laercio, entre
otros.
De todo el material que existe sobre el
"moscardón de Atenas", quiero centrarme en el libro
séptimo de República. Qué pasaría si
el filósofo u hombre sabio que se logra desencadenar y por
vez primera contempla la luz, y el mundo diferente del de sombras
en el que todos viven, en las misma condiciones que él
antes estaba, creyéndolo como realidad; en lugar de actuar
presurosamente y tratar de ayudar a los demás a
desencadenarse y salir de su ‘mundo de proyecciones’,
adopta otra actitud: recurre a la auto humillación, y
mediante ésta, una vez que sabe cómo dirigirse a
los demás, se acerca para tratar de desilucionarlos de
manera que ellos no logren darse cuenta, ¿lo
habrían acusado de loco y después matarlo o
habría conseguido su objetivo?
BASE
- HEGEL,G. W. F., El concepto de religión,
Segunda reimpresión, Trad. Arsenio Guinzo, Mexico D. F.,
Edit. Fondo de cultura
económica, 1998, 355 págs. - KIERKEGAARD, Sören Aabye, El amor y la
religión, Primera edición, Trad. Juana Castro,
México, Edit. Tomo, Noviembre de 2002,
159 págs. - KIERKEGAARD, Sören Aabye, Mi punto de vista,
Trad. José Miguel Velloso, Madrid España,
Edit. Altamira S. A., 1985, 206 págs. - KIERKEGAARD, Sören Aabye, Temor y Temblor,
México D. F., Edit. Fontamara,
págs. 169
COMPLEMENTARIA
- KIERKEGAARD, Sören Aabye, Los estadíos
eróticos inmediatos o lo erótico musical, Tercera
edición, Trad. Javier Armada, Argentina,
Edit. Aguilar, 1977, P. 39 - http://canalsocial.net/biografia/
- www.mundofree.com/aura_boreal/kierkegaard.html
- Enciclopedia® Microsoft® Encarta 2001.
José Feliciano Córdova
Dávalos
Zacatecas, Zacatecas