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Soren Aabye Kierkegaard




Enviado por eltemplodezeus



    1. Datos
      biográficos
    2. Necesidad en la reflexión
      en el saber de Dios
    3. Sören Aabye
      Kierkegaard
    4. Concepto
      Dios.

    5. ¿Será el hombre un
      error de Dios o Dios un error del hombre?

    Friedrich Nietzsche
    (1844–1900)

    Filósofo alemán

    IEl siglo XIX, considerado para muchos el
    siglo de la dialéctica, fue enriquecedor en sus
    ámbitos intelectuales: en Literatura, por ejemplo, se
    retrató todo el sentir de una época. Tal fue el
    caso del francés Gustavo Flaubert, que evidenció
    todo el parecer de una época que acababa de tener
    vigencia, la
    Ilustración; pudiera ser que Flaubert asumiera un
    papel en la
    dialéctica de su tiempo, pues uno
    de sus últimos cuentos, La
    leyenda de san Julián el hospitalario, que tiene como tema
    "la vida de un santo", presenta inicialmente un Julián
    bueno (tesis), en el
    desarrollo del
    relato deja de ser bueno para hacer el mal (anti–tesis) y
    concluye mostrando un individuo, que una vez conocido "los dos
    caminos" elige ser un hospitalario (síntesis),
    elevándose así por encima de su primer esfera.
    Mientras que en Rusia destaca un Dovstoieski ¾ por mencionar
    alguno¾ ,
    precedido de Pushkin y Gógol, que con sublime creatividad,
    evidencia, a través de la literatura, la realidad del
    hombre ruso de
    su tiempo.

    Cuando se daban esas incursiones en el ámbito de
    la Literatura, no se podría desviar la vista de la
    Filosofía: así, en Francia se
    desarrollaba una filosofía basada en la experiencia y
    el
    conocimiento empírico de los fenómenos
    naturales, el Positivismo.
    En Alemania, el
    Racionalismo
    brillaba en su máximo esplendor con Hegel; alumnos de
    este filósofo le dan un giro a la filosofía
    derribando, al igual que como el maestro propuso, la
    filosofía que hasta su momento se había hecho. En
    Dinamarca, también reaccionando contra el sistema
    hegeliano, surge la llamada <<Filosofía
    existencial>>, fomentando por medio de la filosofía
    el desarrollo de
    la vida individual, representada por Kierkegaard quien, de forma
    análoga a los rusos que toman como figura de sus escritos
    San Pestsburgo, escribe para su "querida Copenhague", hablando
    para ésta con un evidente amor y
    respeto.

    Este ensayo
    pretende dar una visión, no muy profunda, del concepto de
    religión
    de dos autores: el alemán G. W. F. Hegel y el danés
    Sören Aabye Kierkegaard.

    Para el estudio de Hegel ¾ que debo confesar fue muy
    difícil interpretarlo, y más
    redactarlo¾
    he tomado, aunque en la Bibliografía lo indique,
    como texto base El
    concepto de religión, que no fue un libro
    propiamente escrito por el alemán, sino que fue publicado
    póstumamente gracias a las notas dejadas por él y
    los apuntes de clase tomados por sus alumnos. No mostré un
    marcado interés a
    la Fenomenología del espíritu, ni a
    otros textos que exponen su visión filosófica,
    debido a la densidad de
    concentración que exige su lectura,
    además de falta de tiempo.

    Cuando leí el libro de
    Hegel, tuve el cuidado ¾ creo¾ de delimitar acertadamente el tema a
    desarrollar, pues pretender abordar Toda la visión
    de la religión en la concepción de Hegel
    sería demasiado pretensioso; de esta manera
    procuraré mostrar una de las tesis en las que se sustenta
    su sistema, la
    reconciliación entre la finitud y la infinitud.

    Kierkegaard presenta, a diferencia de Hegel, una
    escritura
    más amena donde está, como telón de fondo su
    experiencia, implícitas las situaciones que vivió
    en el camino de dar luz a la
    ignorancia cristiana de los individuos.

    Y como todo un fiel seguidor del pensamiento
    socrático, capta el espíritu de la sociedad
    ateniense del siglo IV a.C. y, encuentra una actitud
    honesta, reconociendo su ignorancia, llamando sofistas a los
    hegelianos de su tiempo e invitándolos a buscar una base
    de sus postulados intenta, con la mayéutica, ayudarlos a
    parir el conocimiento,
    pues hasta el momento no habían encontrado un buen
    partero.

    Debido a la escasa difusión que existe sobre los
    planteamientos de Kierkegaard, son pocos las editoriales que
    hacen llegar sus libros. Tengo
    conocimiento,
    por referencias, de un libro de Kierkegaard en el que refuta
    rotundamente el sistema Hegeliano, éste es Notas
    concluyentes no científicas; sin embargo me fue
    difícil encontrarlo y por eso me he basado en tres textos
    para dar una visión mas precisa del pensamiento
    kierkegaardiano: Mi punto de vista, El amor y la
    religión, Temor y Temblor. El tema característico en éstos es ayudar el
    individuo, valiéndose de la ironía, a salir del
    estado de
    perplejidad que su misma condición de vida le impide darse
    cuenta.

    II

    Todo lo determinado y finito,
    está en función
    del conocimiento de los fines autoimpuestos por el
    hombre.

    G. H. F. Hegel

    Georg Wilhelm Friedrich Hegel

    Datos
    biográficos

    Georg Wilhelm Friedrich Hegel nació en Stuttgart
    el 24 de agosto de 1770, hijo de un funcionario de la hacienda
    pública. Ferviente seguidor de los clásico griegos
    y latinos. Animado por su padre para que se hiciera pastor
    protestante, en 1788 ingresó en el seminario de la
    Universidad de
    Tubinga, donde entabló amistad con el
    poeta Friedrich Hölderlin y el filósofo Friedrich
    Wilhelm Joseph von Schelling, de significada filiación
    romántica, compartiendo con ellos su entusiasmo por la
    Revolución
    Francesa y la antigüedad clásica. Después
    de completar un curso de Filosofía y Teología, y
    decidir que no quería seguir la carrera religiosa, en 1793
    comenzó a ejercer como preceptor en Berna (Suiza). En 1797
    consiguió un cargo similar en Frankfurt, pero dos
    años más tarde su padre falleció,
    dejándole un legado cuya cuantía económica
    le permitió abandonar su trabajo como tutor.

    En 1801 se trasladó a la Universidad de
    Jena, donde estudió, escribió y logró un
    puesto como profesor. Allí concluyó la Fenomenología del espíritu (1807),
    una de sus obras más importantes. Permaneció en
    Jena hasta octubre de 1806, cuando la ciudad, en el transcurso de
    las Guerras
    Napoleónicas, fue ocupada por las tropas francesas, por lo
    que se vio obligado a huir. Desde 1807 hasta 1809, una vez
    agotadas las rentas que le había proporcionado la herencia paterna,
    trabajó como redactor en el
    periódico Bamberger Zeitung de Baviera. Sin embargo,
    el periodismo no
    le agradó y en 1809 se trasladó a Nuremberg donde
    fue director de un gymnasium o Liceo durante ocho
    años.

    Durante los años que residió en Nuremberg,
    Hegel conoció y contrajo matrimonio con
    Marie von Tucher, de quien tuvo tres hijos: una niña (que
    murió al poco de nacer) y dos varones (Karl e Immanuel).
    Antes de su matrimonio, Hegel
    había tenido un hijo ilegítimo (Ludwig) que
    acabaría viviendo en el hogar de los Hegel. Después
    de haber trabajado en su redacción durante siete años,
    publicó en Nuremberg otro de sus más afamados
    escritos, Ciencia de la
    Lógica
    (1812-1816). En 1816 aceptó la cátedra de
    Filosofía en la Universidad de Heidelberg y, poco
    después, publicó de forma sistemática sus
    pensamientos filosóficos en su obra Enciclopedia de las
    ciencias
    filosóficas (1817). En 1818 ingresó en la
    Universidad de Berlín, institución en la cual
    expuso y enseñó el conjunto de su pensamiento hasta
    su fallecimiento, ocurrido en esa misma ciudad el 14 de noviembre
    de 1831. Su muerte fue
    causada por epidemia de cólera.

    La última gran obra publicada por Hegel fue La
    filosofía del Derecho (1821), aunque algunas notas de sus
    conferencias y clases, junto con apuntes de sus alumnos, fueron
    también publicadas después de su muerte. En el
    conjunto de estos trabajos (conocido por el nombre
    genérico de Lecciones o Lecciones de Berlín) se
    encuentran Estética (1832), Lecciones sobre
    filosofía de la religión (1832), Lecciones de
    historia de la
    filosofía (1833-1836) y Lecciones de filosofía
    de la historia
    (1837).

    Muy influido por las ideas de los grandes pensadores
    griegos, también conoció las obras del
    holandés Baruch Spinoza, del escritor francés
    Jean-Jacques Rousseau y de
    los autores alemanes Immanuel Kant, Johann
    Gottlieb Fichte y Schelling. Aunque muchas veces sus teorías
    discreparon de las de los mencionados pensadores, la influencia
    que ejercieron sobre él es evidente en sus
    escritos.

    Importante es la figura representa Hegel, no sólo
    en la filosofía idealista, sino en la historia de la
    filosofía. Pues reforma y responde cuestiones que
    habían sido foco central del pensar filosófico
    desde su iniciación; a esta observación hay quien podría afirmar
    que con él, a la manera de Aristóteles en su época, inicia y
    concluye la auténtica filosofía, debido a que la
    racionalidad que escuda su sistema filosófico excluye por
    completo los encauces que hasta el momento habían guiado a
    la filosofía. Su visión filosófica se da a
    manera de un proceso
    dialéctico, es decir, un concepto (tesis) se enfrenta a su
    contrario (anti–tesis) y como resultado de esta
    oposición, se alza un tercero, la síntesis.
    Aspecto que en cierto grado exige mayor atención en su estudio.

    La Fenomenología del espíritu, obra
    imprescindible en la profundización del pensamiento
    hegeliano, muestra el
    devenir de la conciencia en su
    travesía hacia el saber absoluto. La religión, una
    de las seis fases que presenta el libro, es un campo claro y
    abierto donde se manifiesta la demostración de la fusión
    entre la finitud y al infinitud.

    Al parecer, Hegel considera prudente analizar y revisar
    lo que hasta su momento se había planteado con respecto a
    la religión y el contenido de su objeto: Dios; puesto que
    XIX siglos transcurrían sin que la gente tuviera certeza
    alguna sobre la existencia de Dios. Esto debido, en gran parte, a
    una religión cristiana que se había encargado de
    hacer de Dios un fantasma infinito, entendimiento inalcanzable de
    la conciencia humana
    (finita), considerándolo tan sólo, de modo
    abstracto, intelectual, limitándolo a ser una esencia del
    entendimiento.

    Esta visión se hará desde la
    filosofía, la Filosofía de la Religión,
    viendo en ésta un juez prudente que puede orientar una
    religión sin rumbo, que se venía consolidando en
    base a pensamientos de pensamientos sobre Dios, no
    tratándole directamente.

    Así, la filosofía, a diferencia de otras
    ciencias, debe
    garantizar, antes de comenzar, la existencia de su objeto: la
    Aritmética reconoce la existencia de los números,
    la Geometría
    reconoce la existencia del espacio, la Medicina reconoce
    la existencia de las enfermedades, sin embargo
    ¿cómo garantiza la filosofía la existencia
    de Dios? La Filosofía de la Religión debe mostrar
    que su objeto debe existir antes de tener existencia.

    Cuando Hegel habla de religión, da por sentado
    que es algo presupuesto y
    evidente en cada sujeto, es decir, que todo individuo está
    relacionado de manera directa o indirecta con un saber, un
    conocimiento acerca de ésta. Así, el
    conocimiento en su fin último consiste en un
    comprender y un conocer a cerca de la religión ya
    existente, no en atraer a éste o aquél sujeto a la
    religión o en hacerlo religioso y mucho menos en indicar
    esto como único camino a la religión. Se deja claro
    con esto una diferencia entre conocimiento y predicación,
    puesto que puede caerse en el descuido de asociarlos una vez que
    el conocimiento va cubriendo de luz la
    conciencia.

    Necesidad en la reflexión en el saber de
    Dios

    La religión como parte de actividad de la
    conciencia y el resto de la misma —contingencias y
    finitudes— constituyen dos regiones que están en
    constante alternancia, es decir, la ciencia de
    Dios constituye una ciencia muy
    peculiar frente a otros ciencias. Análogamente a cualquier
    hombre que en su quehacer mundano espera el domingo para vivir en
    su verdadera esencia, para la verdadero que hay en él; a
    diferencia de los restantes días de la semana donde
    rutinariamente se apega a los fines de la realidad, es el
    papel de la
    religión.

    Así, en la meditación del saber de Dios se
    encuentra el hombre piadoso que representa el individuo con una
    vida tranquila, sin prevenciones, muestra gran
    interés
    en su trabajo y en Dios; tiene confianza en Dios y su
    relación con el hombre y por tanto le debe obediencia, de
    este modo, pues, tiene una fe carente de reservas y
    oposición.

    En el hombre "común" se descubre un dualismo,
    puesto que por un lado su pensamiento y conocimiento de la vida
    está construida en base a categorías definidas y
    por otro parece elevarse por encima de su esfera limitada para en
    él suscitarse la representación y sensación
    de su esencia eterna.

    Hegel, indagando sobre el papel que juega la
    religión en la conciencia del individuo, determina que,
    por un lado, la experiencia y conocimiento y, por otro, la
    voluntad y la realidad constituyen el auge del entendimiento
    humano; lo que el individuo logra establecer a través de
    éste lo considera como su obra, cosa suya, su riqueza
    infinita.

    Así, por una parte, el hombre se concibe como
    dueño absoluto de sí mismo, con autonomía e
    independencia,
    en al media que se auto construye en base a su entendimiento. Y,
    por otra, admite un ser superior, un deber eterno a quien venera
    su gratitud.

    Con esto queda demostrado las dos regiones que se
    distinguen en la conciencia: una región determinada por el
    conocimiento y la comprensión, y otra de la
    religión donde la fe y el sentimiento la
    constituyen.

    El saber para sí del hombre se excluye del
    ámbito de la religión, en tal medida que puede
    afirmar, a manera de la Biblia, que todo cuanto existe es hecho
    por Dios, pero sin cuestionarse el medio por el que llegó
    conocer tal afirmación.

    Estos planteamientos dejan claro que la relación
    del hombre con Dios se presenta de manera general y sin marcado
    interés, y, por ende, se abre un abismo en la conciencia:
    entre la religión en sí y lo que conlleva
    comprender la esencia de su propósito.

    Desarrollo de la oposición

    El entendimiento, como parte autónoma de la
    conciencia, experimenta en su obra un carácter
    de condicionamiento, "en su conocimiento el hombre tiene como
    punto de partida la
    organización y el orden de la naturaleza",
    así, se da una semejanza entre la autonomía y el
    sentimiento religioso de dependencia; hecho que se expresa
    —con lo que anteriormente se había apuntado—
    en la concesión de la conciencia que todo ha sido Creado
    por Dios.

    La piedad del hombre sencillo se caracteriza por una
    precisa prevención en lo que concierne al contenido de su
    conciencia determinada, alcanzando un grado más fuerte de
    reflexión al considerar la vida y las acciones de
    los seres vivos desde una perspectiva finalista, y toda
    acción que se desprenda de éstos tenderá a
    un fin.

    La acción divina está implícita de
    diferentes maneras en los acontecimientos, hechos o formas que
    son puestas en obra por Dios, su principio activador. Los
    animales
    están constituidos de tal manera que puedan vivir y
    adaptarse a su medio, alimentarse —al igual que a sus
    crías—, protegerse del clima, defenderse
    y atacar a los demás seres; de este modo la actividad
    divina tiene ahora una dimensión determinada.

    Evidentemente estos fines son contingentes. De este modo
    se elogia el obrar de Dios al haber dotado de capacidades a los
    animales para
    sobrevivir, teniendo como fin la conservación de su
    vida. Sin embargo, cierto es que aunque animales tengan "armas" no les
    sirve de mucho ante otros seres con capacidades más
    fuertes, en que las de los primeros no causarían
    daño alguno. El matar o devorar a un animal tiene a su vez
    un fin, la conservación o preservación de
    otro, de tal manera que el fin inicial que se había
    mencionado, queda ahora marginado a condición de
    medio. Y por tanto aquellos fines que habían sido
    loados por desprenderse de la voluntad divina, son ahora
    subordinados por la misma finitud.

    Una vez lo anterior, esta actitud
    piadosa puede proceder igualmente que la sensación
    religiosa en el sentido de asumir todo tipo de contenido. Ahora,
    el individuo piadoso abandona la primer esfera elevándose
    a la conciencia y al conocimiento que parte del pensamiento
    general de un fin. Este razonamiento, de modo inmediato, va en
    contra del concepto de Dios, pues podría
    objetársele una consideración de la finalidad que
    pudiera ser no necesaria, e inclusive inexistente.

    Ahora bien, se distingue así un dualismo en el
    fin de la cosa: por un lado está la finalidad externa, que
    es la cosa que posee utilidad para
    otro ser, y por otro está la finalidad interna que tiene
    como utilidad un fin
    en sí mismo. Por ejemplo, el hecho de tener la miel de
    abejas para auto consumo, es
    algo que no concierne a la naturaleza de la
    producción de los insectos. Por ende, al
    conocimiento le incumbe lo que es y su carácter
    necesario.

    El conocimiento de lo que una cosa es se deriva de su
    percepción y observación, para esto requiere "a)
    concebir la determinabilidad de las cosas, lo que ellas son.
    b)además, saber por qué medios existen
    estas cosas, por sus fundamentos y sus causas". Lo que hace que
    las cosas sean radica no en una circunstancia contingente, sino
    en una determinabilidad esencial. Las cosas finitas existen en la
    medida que se da su relación con las cosas otras cosas
    determinadas, no contingentes; y cuando se requiera sacar el
    fundamento del fundamento de éstos fenómenos, debe
    verse en el ámbito de la misma finitud.

    Con esto la religión es encasillada dentro del
    puro sentimiento, sin contenido; y el conocimiento es apartado de
    ella, pues teniendo como objetivo el
    Absoluto, no puede reducirlo a la región de lo
    finito.

    Conciliación de los opuestos.

    En la esfera del pensamiento comprensivo, la
    filosofía de la religión muestra lo eterno y lo
    infinito, pero lo hace determinado en sí mimo. La
    conciencia en tanto que deja su esfera inicial y entra en esta
    nueva fase, es un ser para sí, pues es así misma en
    la medida que se apropia pensamiento y representaciones, una vez
    que éstos no han renunciado a la razón. Es evidente
    entonces la escisión que se da en el sujeto que afirma la
    religión cristiana, pues ha negado su esencia infinita y
    ha hecho al espíritu retornar a sí
    mismo.

    La religión cristiana contiene en sí misma
    la esencia y naturaleza divina que se hacen manifiestas, pues
    ésta no se limita a proponer una invitación al
    conocimiento sino que además lo ofrece pues reside en su
    naturaleza misma

    …Por eso ella constituye esencialmente una doctrina,
    una doctrina que ofrece representaciones y pensamientos y aun
    cuando sean solamente representaciones acerca de Dios y de su
    naturaleza y de su actividad, son, no obstante,
    representaciones acerca del contenido y el objeto universales y
    por ello son forma inmediata de pensamiento. …

    así, una vez hecha la separación, el
    contenido que se presenta, no ya en su forma ingenua inicial, es
    decir, no sólo de manera subjetiva sino a la vez debe
    tener un signo de objetividad absoluta que sean en y para
    sí, que sean con la determinación de la
    verdad.

    De este modo la reflexión permanece privada de la
    seriedad del espíritu y encontrar en el obrar su
    satisfacción, inclusive en la falta de coherencia y la
    irreflexión.

    La figura del cristianismo
    se puede expresar haciendo analogía al siguiente ejemplo:
    un ciego puede saber el material de que está hecho un
    cuadro ¾
    marco, tela, pintura¾ , saber el tiempo que se tardó
    el autor en hacerlo, la vida de éste y sus tendencias, los
    lugares en los que ha sido exhibido, su precio, etc.,
    y, sin embargo, no ver el cuadro en sí.

    Así, una vez que la conciencia es desempolvada y
    logra tener un acercamiento más directo al objeto de la
    religión: Dios; habrá entrado en el terreno de la
    infinitud.

    III

    Sören Aabye
    Kierkegaard

    Algunos datos sobre su
    vida

    Sören Aabye Kierkegaard nació el 5 de mayo
    de 1813 en casa paterna, Copenhague. Bautizado el 3 de junio; el
    último de siete hijos. Físicamente era jorobado y
    algo deforme; tenía una pierna más larga que la
    otra. En el transcurso de los años su casa es despoblada
    por la muerte, que
    respeta al viejo padre, un rico comerciante y estricto luterano,
    además de su hermano Peder Christian. A los diecisiete
    años, el 30 de octubre de 1830, Kierkegaard se inscribe en
    la universidad de Copenhague, donde estudiaría
    filosofía y teología, para posteriormente conseguir
    el grado de Magister Artium, camino que le costaría varias
    crisis y
    alternativas de todo género,
    incluida la desilusión de su padre, que muere (el nueve de
    agosto de 1938) sin verle llagar a la meta
    académica.

    En mayo de 1837 tiene lugar el primer encuentro con
    Regina Olsen —teniendo ésta catorce
    años—, en casa de los Rórdam, con quien 3
    años después, un 10 de septiembre,
    formalizaría su noviazgo; un año más tarde,
    el 11 de octubre de 1841, terminaría definitivamente sus
    relaciones amorosas —ella contraría matrimonio el 3
    de noviembre de 1845, con Friedrich von Schlegel, un antiguo
    profesor suyo—; este hecho fue muy significativo para
    él, pues alude al mismo repetidas ocasiones en sus
    libros.

    La herencia recibida
    de su padre le permitió dedicarse por completo al
    pensamiento filosófico, durante los 14 años que
    vivió en ese período llegó a redactar
    más de 20 obras.

    El 29 de septiembre de 1841 defiende su tesis magistral:
    Sobre el concepto de ironía, principalmente en Sócrates,
    y obtiene el grado de Magister Artium. El 25 de octubre sale para
    Berlín donde asiste al curso de Schelling en la
    Universidad.

    El 24 de mayo de 1855 comienza, junto al editor Reitzel,
    la publicación de una propia revista con el
    título << Oejeblikket>>.

    El 2 de octubre Sören es recogido sin conocimiento
    en la calle y conducido al Frederiks Hospital, donde pasó
    3 días en estado de coma
    y murió el domingo 11 de noviembre de 1855. Pocos
    días antes había declarado a su amigo Emilio
    Boesen: <<Saluda a todos los hombres y diles que mi vida ha
    sido un sufrir agudo, incomprensible e ignorado para todos,
    excepto para mí>>. Fue enterado el domingo siguiente
    (18 de noviembre) en el panteón familiar del cementerio de
    la <<asistencia>>. Todas sus pertenencias pasaron a
    manos de Regina.

    Sobre su lápida fueron grabas, a manera de
    epitafio, los versos del obispo danés Hans Brorson:
    <<Un poco todavía y habré vencido. La lucha
    toda se habrá desvanecido. Así podré reposar
    en una sala de flores y en un coloquio entorno gozarme con mi
    Jesús>>.

    Obras.

    Extracto de los papeles de alguien que vive y publica su
    pesar (1838); Sobre el concepto de ironía, principalmente
    en Sócrates
    (1841); Alternativa (1843); Fragmento de un vida (1843); O lo uno
    o lo otro (1843); Temor y temblor (1843); Lirismo
    dialéctico (1843); La repetición (1843); Ensayo de
    psicología
    (1843); Migajas filosóficas o un poco de filosofía
    (1844); El concepto de la angustia (1844); Sencillo
    esclarecimiento previo al problema del pecado original (1844);
    Lectura amena
    para diversos estados (1844); Estadíos en el camino de la
    vida (1845); Notas concluyentes no científicas (1846); La
    era actual (1846); Libro sobre Adler (1846); Mi punto de vista
    (1847); Discursos
    edificantes (1847); Los actos del amor (1847);
    Las crisis (1848);
    La enfermedad mortal (1849); Dos pequeños tratados
    ético–religiosos (1849); Tratado de la
    desesperación (1849); Enfrentamiento para el cristianismo
    (1850).

    Al momento de adentrarse al estudio del pensamiento
    kierkegaardiano conviene tener en cuenta estos acontecimientos
    determinantes en su vida, pues operan como motivos labradores de
    su conciencia filosófica.

    A manera de un primer acercamiento al estudio de la obra
    de Kierkegaard, es de llamar la atención el hecho de que algunos de los
    libros escritos por él aparezcan bajo otro nombre, ajeno
    totalmente al suyo: Nicolás Notabene, Víctor
    Eremita, Johannes de Climacus, Johannes de Silentio, Constantino
    Constantius, Virgilius Haufniensis, Hilarius Bogleinder,
    Anti–Climacus.

    Varias explicaciones se podrían ofrecer a esto.
    La primera, que aparece en sus escritos, estaría
    sustentada en esa actitud socrática al conocimiento. Una
    segunda posibilidad se filtraría del ambiente
    político–social en el que él estaba inmerso,
    propiamente residiría en su disputa contra la Iglesia
    cristiano–luterana de Copenhague. Y, así, un
    último argumento —que me parece es el que mejor
    ahonda en la esencia de su proceder— estaría
    presente en Mi punto de vista, pues al exponer que sus obras con
    seudónimo son mayéuticas, deja claro que
    éstas representan el razonamiento que un individuo
    ordinario puede hacer de la religión; este hecho
    tendría como propósito principal: demostrar al
    lector, y más si es cristiano, que cualquier persona puede
    llegar a vislumbrar la hipocresía que abandera a la
    religión, y por ende despertar un conocimiento profundo de
    la misma.

    Otro factor que caracteriza los escritos del
    danés, a la manera de Dídimo el Ciego, reside en el
    hecho de las citas y/o menciones que hace de libros y autores que
    él mismo ha creado; ejercicio que bien podría
    aceptar el calificativo de "auto cita.

    Kierkegaard propone tres estadíos en los que
    puede converger el individuo en el camino de la vida: ,
    estético, ético y religioso.

    Estético

    Existencia

    El hombre se conforma con una vida placentera
    exenta de dolor y de compromiso. La preocupación
    aquí es arrancarle a la existencia el
    máximo placer posible, aunque después
    desemboque en la nostalgia, la insatisfacción o el
    anhelo de vivir pasados goces. Lo bueno para el esteta es
    todo aquello que es bello, que satisface o que es
    agradable. Este hombre vive enteramente en el mundo de
    los
    sentidos y es un esclavo de sus propios deseos y
    estados anímicos.

    Ético

    Ser en sí

    El hombre se afirma cada vez más en el
    amplio tejido de las relaciones
    humanas y descubre en sí mismo la verdad, que
    es la subjetividad. En este estadío se manifiesta
    el sentimiento de responsabilidad ante compromisos
    adoptados. El individuo se decide por el matrimonio, por
    una profesión o una actividad social.

    Religioso

    Trascendencia

    Se llega mediante una relación subjetiva
    muy personal y auténtica con Dios por
    medio de la fe. Representa el paso definitivo que tiene
    que dar el hombre. Sólo si renuncia a sí
    mismo, para superar las limitaciones que la realidad le
    impone, accede a lo trascendente, a Dios y a la verdadera
    individualidad.

    En los escritos de Kierkegaard, como lo es en escasos
    autores, existe un sincretismo de literatura, arte,
    filosofía, misticismo, todo esto acompañado de la
    base de su visión filosófica, experiencia
    individual. Aunque la literatura tenga oponentes en contra cuando
    pretende establecerse como medio de acercamiento a la realidad,
    en rivalidad con un texto de
    carácter histórico, nadie podrá negar que en
    los cuentos,
    novelas,
    poesías
    e incluso ensayos, se
    recoge toda una visión de la vida social, se manifiesta el
    sentir de una época, de un determinado momento.

    Así, Kierkegaard, al igual que el lenguaje
    literario, deja establecida la concepción de
    religión que se manifestaba en los individuos de su
    tiempo; cuando escribe pretende dejar establecida la verdadera
    templanza de la abnegación cristiana, pues considera que
    la mayoría de los cristianos no están comprometido
    con la esencia de su devoción.

    Kierkegaard determina que el cristianismo mantiene a los
    individuos llenos de ilusiones, de vanos conceptos que por el
    propio acercamiento que hay a éstos no se da una
    comprensión de la magnanimidad del cristianismo
    ¾ de esta manera
    defiende el concepto de Dios de aquellos que niegan su
    existencia, Feuerbach¾ . Para desengañar a los
    individuos, quien quiera ayudarlos, es necesario que todo su
    esfuerzo lo empiece por la autohumillación; para esto es
    necesario que el héroe, lleno de un talento especial y un
    poco de familiaridad con las pasiones humanas, sepa más
    que lo que el otro sabe, pero ante todo se requiere entender lo
    que él entiende:

    …el que ayuda debe primero humillarse y ponerse por
    debajo de aquel a quien quiere ayudar, y, por tanto, debe
    comprender que ayudar no significa ser soberano, sino criado;
    que ayudar no significa ser ambiciosos sino paciente; que
    ayudar significa tener que resistir en el futuro la
    imputación de que uno está equivocado y no
    entiende lo que el otro entiende.

    Ésta es la misión del
    héroe, dejar que el otro sea quien proponga las
    situaciones para así adentrarse a la circunstancia y
    poder sacarle
    de ahí, desviar su atención, por ejemplo, de
    personas juiciosas, engañadoras que quieran que la
    comunicación les sirva n vez de que ocurriera lo
    contrario, y se presentan ante una muchedumbre sólo para
    ganar reputación. El individuo que vive de ilusiones tiene
    un razonamiento muy simple, pues cree que donde se halla la
    multitud, es donde está la verdad, y, parecería,
    que la misma verdad necesita tener a su lado la multitud. Es de
    esta manera que el héroe debe situarlo, por primera vez,
    en el problema inicial cómo llegar a ser
    cristiano.

    Temor y temblor, uno de los libros más conocidos
    de Kierkegaard, centra su atención en un pasaje
    bíblico, Dios le pide a Abraham sacrifique su hijo Isaac
    en el monte Moriah. El libro, a manera de un Evangelio
    Apócrifo, analiza este hecho proponiendo diversas
    situaciones por las que Abraham tuvo que vencerse a sí
    mismo, que luchar contra su propia naturaleza, que dar muestra de
    su fe sin poderlo comprender; Sören, se adentra hondamente
    en la situación, y presenta el dilema en que Abraham se
    vio envuelto a causa de un "Dios injusto", pues,
    ¾ al igual que
    la ‘psicología del personaje’ en un
    análisis literario¾ presenta a un hombre que
    en el momento de saberse sojuzgada su voluntad a un poder divino,
    tuvo realmente un momento de angustia ¾ ésta, pareciera simbolizar
    una indicación que el hombre tiene con lo eterno en
    sí mismo, sin lo eterno no habría angustia
    ¾ ; debió
    haber buscado diversas por las que debía asimilar tal
    situación, además de un medio eficaz para
    comunicarle a Isaac la acción del señor: pudiera
    ser que con lágrimas tratara de ablandar un acto que por
    demás sería atroz, o bien renegando de su vida
    ordinaria adoptara una postura de verdugo mediante la que
    sometería a su hijo a su voluntad, ocultándole
    así el papel de Dios en todo esto, pues Isaac no
    tenía por qué perder la fe en el Creador.
    Después Dios mandaría uno de sus servidores
    (ángeles) para detener el puñal empuñado,
    tal vez lleno de ira hacia Dios, que tendría como misión
    arrancarle la vida a Isaac.

    Kierkegaard considera a Abraham, por el sufrimiento
    angustiante que vivió, como el <<héroe del
    cristianismo>>, pues es quien captó la verdadera
    esencia del camino de un servidor de Dios:
    la (auto)humillación, aflicción,
    subordinación, pena, etc.; es el hombre que se iza por
    encima de su primer esfera para entrar en la vereda donde son
    pocos los que la caminan.

    IV

    En una opinión muy personal, me
    parece que ni san
    Agustín, con las cuatro pruebas; ni
    santo Tomás de
    Aquino con sus cinco pruebas sobre
    la existencia de Dios; ni san Anselmo con su ‘Argumento
    Ontológico’; ni el propio René Descartes,
    aunque lo manifieste en la "Nota preliminar" de sus Meditaciones
    Metafísicas logran hacer lo que Hegel, hace evidenciar
    racionalmente la existencia de Dios. Propone ¾ lo que yo había
    pensado tiempo atrás sin haberlo
    leído¾
    algo que ninguno de los anteriores logró ver, partir
    desde la concepción del individuo, para, una vez con
    él, ayudarlo a dejar su visión defectuosa del
    concepto Dios.

    Ahora bien, hay varios rasgos que conducen al mutismo en
    el proceso de
    interpretación de Kierkegaard, debido a que éste
    pinta todo el recorrido que el individuo tiene que sufrir para
    llegar a su encuentro con Dios, al igual que Jesucristo
    padeció en la Tierra por
    causa del Padre, y a Sócrates que se vio obligado a beber
    la cicuta, por no enlodar sus virtuosos planteamientos con
    decisiones mundanas, así es la vida del verdadero
    cristiano.

    Apegándome un tanto en la realidad literaria,
    sólo una pequeña duda me asalta. Kierkegaard, como
    un loable seguidor de la filosofía socrática,
    leyó,
    como evidencian su actitud y escritos, todas las fuentes que
    ofrecen información sobre su "maestro": los
    escritos de Platón, de
    Jenofonte, de Alcibíades, de Diogenes Laercio, entre
    otros.

    De todo el material que existe sobre el
    "moscardón de Atenas", quiero centrarme en el libro
    séptimo de República. Qué pasaría si
    el filósofo u hombre sabio que se logra desencadenar y por
    vez primera contempla la luz, y el mundo diferente del de sombras
    en el que todos viven, en las misma condiciones que él
    antes estaba, creyéndolo como realidad; en lugar de actuar
    presurosamente y tratar de ayudar a los demás a
    desencadenarse y salir de su ‘mundo de proyecciones’,
    adopta otra actitud: recurre a la auto humillación, y
    mediante ésta, una vez que sabe cómo dirigirse a
    los demás, se acerca para tratar de desilucionarlos de
    manera que ellos no logren darse cuenta, ¿lo
    habrían acusado de loco y después matarlo o
    habría conseguido su objetivo?

    BIBLIOGRAFÍA

    BASE

    • HEGEL,G. W. F., El concepto de religión,
      Segunda reimpresión, Trad. Arsenio Guinzo, Mexico D. F.,
      Edit. Fondo de cultura
      económica, 1998, 355 págs.
    • KIERKEGAARD, Sören Aabye, El amor y la
      religión, Primera edición, Trad. Juana Castro,
      México, Edit. Tomo, Noviembre de 2002,
      159 págs.
    • KIERKEGAARD, Sören Aabye, Mi punto de vista,
      Trad. José Miguel Velloso, Madrid España,
      Edit. Altamira S. A., 1985, 206 págs.
    • KIERKEGAARD, Sören Aabye, Temor y Temblor,
      México D. F., Edit. Fontamara,
      págs. 169

    COMPLEMENTARIA

    José Feliciano Córdova
    Dávalos

    Zacatecas, Zacatecas

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