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San Martín y Bolívar en Guayaquil (página 3)




Enviado por Jorge G. Paredes M.



Partes: 1, 2, 3

  1. 29 DE AGOSTO DE 1822

    Hemos, deliberadamente, dejado para el último
    el análisis de este presunto testimonio
    personal de
    San Martín. Ello debido a que sobre la autenticidad de
    dicho documento se ha desatado un ardorosa, apasionada y
    apasionante polémica. Podemos decir que existen dos
    posiciones irreconciliables, que muchas veces van más
    allá de los argumentos para entrar en el terreno
    vedado de los epítetos insultantes, de la burla, del
    sarcasmo. Un grupo
    sostiene que esta misiva es apócrifa, en tanto que
    otro afirma que es auténtica. Hay una tercera
    posición: la que sostiene que a pesar de que ella
    tiene casi todas las características de ser
    auténtica, sin embargo, no se puede aún
    concluir que ella posea tal carácter.

    Dentro del grupo de los que sostienen su
    autenticidad encontramos que hay historiadores que
    considéranla como un documento más del archivo de
    San Martín (en verdad no forma parte de dicho
    archivo), sin ninguna especial importancia, en tanto que
    otros ven en ella una pieza documental fundamental,
    trascendental y de la cual no se debe ni puede prescindir, ya
    que no sólo permite conocer pormenores de la
    entrevista, sino que además permite captar en toda
    su grandeza el carácter extraordinario del personaje
    argentino. Vamos a tener oportunidad de analizar cada una de
    estas posiciones a través de sus principales
    representantes. Pero, previamente, debemos ver qué
    circunstancias, qué factores han determinado las dudas
    tejidas en torno a su
    autenticidad.

    Debemos decir, en primer lugar, que no existe el
    manuscrito original de esta misiva y ello constituye uno de
    los argumentos (no el único ni el de más peso)
    de los que le niegan su autenticidad. Resulta inexplicable,
    para dichos historiadores, que ella no se encuentre en el
    ingente archivo de Bolívar, y aún más
    misterioso (suponiendo hipotéticamente que
    Bolívar, por interés, la destruyera) que no se halle
    entre los papeles conservados por San
    Martín.

    Si no existe ni el original ni su borrador,
    cómo es entonces que pudo llegar a ser conocida y
    divulgada. Ello fue posible gracias a Gabriel Lafond de
    Lurcy, de nacionalidad francesa, quien estuvo al servicio
    de la marina peruana después de la primera
    rendición del Callao. Viajó a Guayaquil con la
    escuadra peruana en la fecha que se efectuó la
    conferencia entre los libertadores.
    Allí conoció de vista al Protector San
    Martín. Lafond publicó en París una obra
    titulada "Voyages autour du monde et naufrages
    célèbres" (Paris, Administration de la
    Libraire, 26 rue Notre Dame -des- Victoires, 1843-1844), cuyo
    segundo volumen
    está consagrado a la independencia americana. Para escribir ese
    volumen Lafond le solicitó a San Martín
    documentos, según se puede constatar en
    8 cartas
    sucesivas existentes en el archivo de San Martín;
    justificaba su pedido, Lafond, argumentando que buscaba la
    verdad, porque se proponía "rebatir alegaciones que yo
    creo una calumnia" (Ver: Leguía y Martínez,
    Germán "Historia de
    la Emancipación del Perú: El Protectorado" tomo
    VII; p. 240). El mismo año de la edición
    francesa de la obra de Lafond, la carta se
    publicó, en traducción al italiano, en la obra
    titulada "Racolta di viaggi dalla Scoperta del nuovo
    continente, fino a di nostri, compilata da F.C. Marmocchi".
    La primera edición castellana de la misiva fue hecha
    por Juan Bautista Alberdi, en 1844, en su "Biografía del General San
    Martín". En 1848, al publicarse el discurso
    pronunciado por J. F. Sarmiento en el Instituto
    Histórico de Francia,
    apareció ella por cuarta vez, en esta oportunidad
    nuevamente en francés.

    Habiendo sido Gabriel Lafond de Lurcy el primero en
    haberla publicado, las primeras interrogantes que de
    inmediato se plantean son acerca de cómo llegó
    a tener conocimiento de ella y quién o
    quiénes se la proporcionaron. O acaso fue el propio
    Lafond quien fabricó este documento. Surge aquí
    el primer eslabón de las preguntas sin respuestas
    definitivas. Algunos sostienen (Bartolomé Mitre, el
    primero) que fue el propio San Martín quien se la
    proporcionó. Señala Mitre que él llega a
    esa conclusión porque, según nos dice, en una
    carta de
    Lafond a San Martín, de 2 de abril de 1840, se hace
    referencia a dos documentos recibidos del libertador
    argentino, y que después de haberlos utilizado los
    devuelve. Mitre supone (esa es la verdad) que uno de los dos
    documentos mencionados debió ser la carta del 29 de
    agosto de 1822. Historiadores recientes, como Arturo Ricardo
    Yungano sostienen una variante de esa posición, al
    argumentar que lo que le mostró San Marín a
    Lafond fue el borrador de su carta que dirigiera, en 1827, a
    Miller, siendo realmente J. F. Sarmiento quien
    difundió la controvertida carta de Lafond. Al respecto
    Yungano dice: "Gabriel Pedro María Lafond de Lurcy
    nació en París en 1801 y murió en esa
    misma ciudad en 1876. Prestó servicios
    en la marina mercante francesa y en 1821 actuó en la
    armada peruana por pedido de Tomás Guido (1788-1866).
    El 5 de septiembre de 1839, se reunió con San
    Martín en París para informarle sobre su obra
    Memoria de
    viajes
    alrededor del mundo. Se entabló entre ambos una
    cordial amistad y
    el Libertador le entregó una copia de la carta que
    había remitido al general Guillermo Miller (1795-1861)
    fechada en Bruselas, en 1827, con detalles sobre la entrevista
    de Guayaquil. Sarmiento difundió la carta de Lafond;
    sin embargo, en 1851 duda de su autenticidad -¿acaso
    no habría aceptado el legado del sable del libertador
    a Rosas?-,
    pero en 1857 vuelve a rectificarse y acepta la veracidad del
    relato original, lo cual también se patentiza en la
    Oración fúnebre que pronuncia en ocasión
    de la llegada a Buenos Aires
    de los restos del Libertador. (Se puede leer el discurso de
    Yungano de 20 de setiembre de 1995 al incorporarse como
    miembro de número en la Academia Sanmartiniana,
    en

    )

    La posición de Yungano es totalmente
    deleznable, porque si lo que le dio San Martín fue el
    borrador de la misiva a Miller, por qué Lafond
    reprodujo otra misiva y quién se la
    entregó.

    Otros historiadores sostienen que quien realmente se
    la entregó fue el ayudante y secretario de
    Bolívar (tal es la opinión de José
    Pacífico Otero y Enrique de Gandía, entre
    otros), pero de inmediato surge el problema de determinar
    cuál de los secretarios fue el supuesto dador. E. de
    Gandía sostiene que fue Mosquera; J. P. Otero, en
    cambio
    duda entre Mosquera y Pérez. Por otro lado, Ricardo
    Rojas duda entre San Martín y el secretario de
    Bolívar.

    Colombres Mármol (h) cree que la
    versión de la carta dada a conocer por Lafond es del
    original, en tanto que la del Alberdi lo es del borrador. Por
    tanto, no sería, como se suponía, que Alberdi
    la reprodujera del libro de
    Lafond, sino que ambas versiones fueron independientes; esto
    –según el citado autor- explicaría el
    porqué de las diferencias entre una y otra
    versión. Tanto para Tomás Diego Bernard como
    para E. L Colombres Mármol(h) fue Mariano Balcarce
    (yerno de San Martín) quien mostró a Alberdi el
    borrador de la misiva y no el propio San Martín, el
    cual se encontraba de viaje el día que Alberdi
    llegó a visitarlo.

    Para Germán Leguía, historiador
    peruano, la carta es auténtica sin lugar a duda
    alguna, existiendo la posibilidad de encontrarse extraviada
    en algún lugar de Colombia o
    haber ocurrido que recibida por Bolívar, haber sido
    destruida sin respuesta alguna, así como sin
    comentarla entre nadie y mucho menos mostrarla a ninguno de
    sus allegados. Consideramos que no es verosímil la
    segunda hipótesis (su destrucción por
    parte del propio Bolívar).

    Para aquellos que niegan su autenticidad existe
    asimismo el difícil problema de responder a diversas
    interrogantes, tales como: ¿Quién o
    quiénes fueron sus falsificadores?¿Qué
    objetivos
    se perseguían con esta
    falsificación?¿Cómo se explica que San
    Martín consintiese su divulgación? Estas
    preguntas tampoco han sido respondidas de una única
    manera. Para los historiadores venezolanos, sus principales
    impugnadores, (Vicente Lecuna y Cristóbal L. Mendoza,
    los más eximios críticos de ella),
    perseguía esta misiva desprestigiar a Bolívar y
    exaltar, a costa del Libertador a San Martín,
    aprovechando el suceso de la entrevista de Guayaquil, para
    hacer aparecer a Bolívar como ambicioso, vanidoso y de
    un personalismo enfermizo, en tanto que a San Martín
    se mostraba lleno de desprendimiento, desinterés y
    bondad; y no sólo esto, sino que intentaba
    además justificar su retiro del Perú en
    momentos tan difíciles en la lucha de este país
    contra las fuerzas realistas, y no podía ser de mejor
    forma que echándole la culpa a Bolívar de tal
    decisión. Esta sería la razón por la
    cual San Martín consintió en su
    divulgación. El falsario no fue San Martín sino
    únicamente Lafond.

    El historiador argentino A. J. Amuchástegui
    sostiene que los dadores de esta misiva a Lafond fueron los
    miembros del grupo peruanista. Para este historiador, este
    documento fue fraguado poco después que Bolívar
    abandonó definitivamente el Perú, por los
    miembros del grupo peruanista, que era eminentemente
    antibolivarista, con el fin de desprestigiar a Bolívar
    y tomar ellos las riendas del Estado.
    Lafond la recibió y viéndola interesante la
    publicó sin dudar de su autenticidad, pues el propio
    San Martín tomó conocimiento de ella al leer
    las pruebas de
    su obra (la obra de Lafond). El libertador argentino
    consintió su divulgación, según
    Amuchástegui, porque ella representaba un elemento
    útil y capaz de concurrir a la pacificación y
    orden del Perú.

    Para Irrazaval Larraín, el verdadero
    falsificador fue el propio San Martín, con el fin de
    justificar su retiro del Perú. Similar posición
    la encontramos en Rufino Blanco Fombona, eximio historiador
    venezolano, quien aceptaba la autenticidad de la
    controvertida misiva, incluso decía: "nadie duda de
    que sea de San Martín. Lo que se duda es que fuera
    escrita y enviada en 1822". Esta interpretación Rufino
    Blanco Fombona la apoya en hechos de gran importancia: el no
    existir su original, el no existir la respuesta de
    Bolívar, porque, nos dice el citado historiador, si
    Bolívar hubiese recibido dicha misiva la hubiese
    respondido y por lo tanto esa respuesta se hubiera encontrado
    en el archivo de San Martín.

    Antes de analizar, con más minuciosidad, los
    argumentos que se han esgrimido a favor y en contra de la
    autenticidad de la misiva del 29 de agosto de 1822, es
    necesario que la conozcamos, para así poder
    comprender mejor las diversas argumentaciones.

    "Lima, 29 de agosto de 1822

    Excmo. Señor Libertador de Colombia,
    Simón Bolívar.

    Querido General.

    Dije a usted en mi última, de 23 del
    corriente, que habiendo reasumido el mando supremo de esta
    república con el fin de separar de él al
    débil e inepto Torre Tagle, las atenciones que me
    rodeaban en aquel momento no me permitían escribirle
    con la extensión que deseaba; ahora al verificarlo, no
    sólo lo haré con la franqueza de mi
    carácter, sino con la que exigen los grandes intereses
    de América.

    Los resultados de nuestra entrevista no han sido los
    que me prometía para la pronta terminación de
    la guerra.
    Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o
    que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir
    bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, o que mi
    persona le es
    embarazosa. Las razones que usted me expuso, de que su
    delicadez no le permitiría jamás mandarme, y
    que, aún en el caso de que esta dificultad pudiese ser
    vencida, estaba seguro que el
    Congreso de Colombia no consentiría su
    separación de la República, permítame
    general, le diga no me han parecido plausibles. La primera se
    refuta por si misma. En cuanto a la segunda, estoy muy
    persuadido, que la menor manifestación suya al
    Congreso sería acogida con unánime
    aprobación cuando se trata de finalizar la lucha en
    que estamos empeñados, con la cooperación de
    usted y la del ejército de su mando; y que el alto
    honor de ponerle término refluirá tanto sobre
    usted como sobre la república que preside.

    No se haga ilusión, General. Las noticias que
    tiene de las fuerzas realistas son equivocadas; ellas montan
    en el Alto y Bajo Perú a más de 19 000
    veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos meses. El
    ejército patriota, diezmando por las enfermedades,
    no podrá poner en línea de batalla sino 8500
    hombres, y de éstos, una gran parte reclutas. La
    división del general Santa Cruz (cuyas bajas
    según me escribe este general, no han sido
    reemplazadas a pesar de sus reclamaciones) en su dilatada
    marcha por tierra,
    debe experimentar una pérdida considerable, y nada
    podrá emprender en la presente campaña. La
    división de 1400 colombianos que usted envía
    será necesaria para mantener la guarnición del
    Callao y del orden de Lima. Por consiguiente, sin el apoyo
    del ejército de su mando, la operación que se
    prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las
    ventajas que debían esperarse si fuerzas poderosas no
    llamaran la atención del enemigo por otra parte, y
    así la lucha se prolongará por un tiempo
    indefinido. Digo indefinido porque estoy íntimamente
    convencido, que sea cuales fueren las vicisitudes de la
    presente guerra, la independencia de América es
    irrevocable; pero también lo estoy, de que su
    prolongación causará la ruina de sus pueblos, y
    es un deber sagrado para los hombres a quienes están
    confiados sus destinos, evitar la continuación de
    tamaños males.

    En fin, general; mi partido está
    irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he
    convocado el primer congreso del Perú, y al día
    siguiente de su instalación me embarcaré para
    Chile,
    convencido de que mi presencia es el solo obstáculo
    que le impide a usted venir al Perú con el
    ejército de su mando. Para mí hubiese sido el
    colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia
    bajo las órdenes de un general a quien la
    América debe su libertad.
    El destino lo dispone de otro modo, y es preciso
    conformarse.

    No dudando que después de mi salida del
    Perú, el gobierno
    que se establezca reclamará la activa
    cooperación de Colombia, y que usted no podrá
    negarse a tan justa exigencia, remitiré a usted una
    nota de todos los jefes cuya conducta
    militar y privada puede ser a usted de alguna utilidad su
    conocimiento.

    El general Arenales quedará encargado del
    mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y
    conocimientos, estoy seguro lo harán acreedor a que
    usted le dispense toda consideración.

    Nada diré a usted sobre la reunión de
    Guayaquil a la República de Colombia.
    Permítame, general, que le diga, que creí que
    no era a nosotros a quienes correspondía decidir este
    importante asunto. Concluida la guerra, los gobiernos
    respectivos lo hubieran transado, sin los inconvenientes que
    en el día pueden resultar a los intereses de los
    nuevos estado de Sud América.

    He hablado a usted, general, con franqueza, pero los
    sentimientos que exprime esta carta, quedarán
    sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a
    traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían
    prevalecerse para perjudicarla y los intrigantes y ambiciosos
    para soplar la discordia.

    Con el comandante Delgado, dador de ésta,
    remito a usted una escopeta y un par de pistolas juntamente
    con un caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil.
    Admita usted, general, esta memoria del primero de sus
    admiradores.

    Con estos sentimientos y con la de desearle
    únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar
    la guerra de la independencia de América del Sud, se
    repite su afectísimo servidor.

    José de San Martín" (1)

    Veamos, en primer lugar, los argumentos esgrimidos
    por los impugnadores de esta denominada «carta de
    Lafond». V. Lecuna y C. L. Mendoza son los
    historiadores más representativos de este grupo. Sus
    argumentos son los siguientes:

    1° En la carta de Lafond se dice que los
    españoles del Perú contaban con 19000
    veteranos, y esto es falso y anacrónico, debido a que
    dicho número sólo fue alcanzado en 1824. Este
    dato equívoco demuestra que la carta fue elaborada
    después de que el jefe del Estado Mayor O’Connor
    publicó, en Potosí, el 9 de abril de 1825, la
    relación de los rendidos a consecuencia de la
    capitulación de Ayacucho, la cual arrojaba exactamente
    18598 hombres. En cambio, en 1822, el número de
    realista era sólo de 9530. En tanto que en esa misma
    época el ejército patriota poseía 11000
    efectivos. Por esto resulta falsa la aseveración de la
    inferioridad del ejercito libertador.

    2° En la carta de Lafond se consigna que las
    bajas de la división de Santa Cruz no habían
    sido reemplazadas, cuando en realidad esto llegó a
    suceder hasta dos veces: la primera en Quito, de los
    prisioneros de Pichincha, y la segunda en Cuenca, con todo el
    batallón del Sur adiestrado por Heres.

    3° La discutida carta señala que la
    división de Santa Cruz marchaba por tierra, cuando la
    verdad es que lo hizo por vía
    marítima.

    4° La misiva hace referencia a que San
    Martín solicitó a Bolívar auxilio
    militar. Esto es falso, por tres motivos:

    a) San Martín no solicitó dichos
    refuerzos.

    b) Si admitiéramos, hipotéticamente,
    la posibilidad de dicha petición, el Libertador no se
    hubiese podido negar, existiendo ya un tratado de
    federación entre Perú y Colombia, suscrito de 6
    de julio de 1822.

    c) Admitiendo, hipotéticamente, dicha
    solicitud, sería inexplicable por qué no
    recurrió a Chile y las Provincias Unidas del
    Río de la Plata, donde San Martín poseía
    gran influencia y de cuyos gobiernos dependía la
    expedición libertadora del Perú.

    5° La carta de Lafond es falsa, porque San
    Martín no podía decir que necesitaba ayuda del
    ejército colombiano, cuando a sus amigos les dijo que
    la suerte del Perú estaba asegurada. Así se los
    expresó al Congreso Peruano, a O’Higgins, a
    Toribio Luzuriaga y a Rudecindo Alvarado.

    6° La versión dada por Lafond está
    en contradicción con la versión de
    Bolívar

    7° Es falsa la carta porque de ser verdadera
    Bolívar le hubiera dado respuesta, como era su
    costumbre. Dicha respuesta no existe.

    A. J. Amuchástegui, a pesar de ser un
    historiador argentino (la nacionalidad del historiador cuenta
    bastante en este tema, porque muchos de ellos no pueden
    superar el subjetivismo chovinista y el culto al
    héroe) también ha impugnado la autenticidad de
    la carta de Lafond. Su análisis tiene matices muy
    propios y de gran valor,
    difiriendo en múltiples aspectos de los argumentos
    utilizados por los estudiosos venezolanos. Trataremos de
    sintetizar, lo más fielmente posible, el
    análisis de Pérez
    Amuchástegui.

    En primer lugar hace una crítica
    morfológica (de autenticidad) de la misiva, y ella le
    demuestra que: "La carta de Lafond no es ni puede ser
    «auténtica» por la sencilla razón
    de que no se trata del original ni tampoco de un duplicado ni
    de una copia. La carta de Lafond sería, como
    máximo, una eventual versión francesa de una
    carta escrita en castellano".

    La crítica aletológica (de veracidad)
    también lo lleva a la conclusión de que ella es
    apócrifa. Señala, que si bien es verdad que San
    Martín conoció las cuatro primeras versiones de
    la carta, no es menos cierto que él no la
    proporcionó, limitándose tan sólo a
    consentir su divulgación. La crítica
    aletológica lleva a demostrar su apocricidad, por los
    siguientes hechos:

    a) Es imposible que San Martín le hubiese
    dicho a Bolívar que en dos meses los realistas
    podían reunir 20000 hombres, debido a que éstos
    se encontraban muy dispersos.

    b) San Martín no hubiera pretendido pedir que
    Bolívar pasase con todo su ejército al
    Perú, pues el territorio colombiano no estaba
    totalmente pacificado.

    c) Los epítetos despectivos que San
    Martín da en esta misiva a Torre Tagle son
    injustificables, pues en aquella época lo tenía
    en muy buen concepto.

    d) Es imposible que San Martín le dijera que
    había convocado el congreso como consecuencia de los
    resultados de la entrevista, pues esta convocatoria
    había sido realizada con cinco meses de
    anticipación.

    e) Es inadmisible que San Martín le expresara
    que le había escrito una carta el 23 de agosto, pues
    en carta fechada desde Mendoza a 3 de agosto de 1823 le dice
    (a Bolívar) que hasta antes de esta última
    misiva le había escrito sólo otras dos: una
    "pocos días antes" de la salida de Lima, y la otra
    desde Chile. Por otro lado, si realmente le hubiera escrito
    esa pretendida carta del 23 de agosto, en ella debió
    comunicarle la pronta instalación del Congreso (que ya
    estaba acordado por aquel día) y no aparecer ella como
    primicia en la del 29 de agosto.

    f) Es ilógico que San Martín se
    refiera a la designación de Álvarez de Arenales
    como comandante de las fuerzas argentinas y no a Rudecindo
    Alvarado que fue quien realmente quedó como jefe del
    ejército libertador y cuyo nombramiento se
    había hecho con bastante anterioridad.

    La crítica axiológica (de
    valoración) señala que la misiva del 29 de
    agosto no carece de valor, pero éste sólo
    reside en el hecho de que San Martín entendió
    razonable dejarla circular "porque en sus días
    representaba una versión incompleta y desfigurada,
    pero no enteramente falsa, que, al mismo tiempo, era
    útil para el Perú".

    Pérez Amuchástegui señala, en
    conclusión, que la carta de Lafond es apócrifa,
    pero sin que ello signifique que no contenga algunas
    verdades, pero que ellas distan mucho de representar la
    verdad de lo acontecido. La misiva fue fraguada
    después de 1826 por el grupo peruanista, interesado y
    empeñado en echar lodo sobre Bolívar, el cual
    recién abandonaba el Perú, pero cuya influencia
    se dejaba sentir. Algún «secuaz» (es el
    término que emplea Pérez Amuchástegui)
    del llamado grupo peruanista entregó a Lafond la
    misiva, el cual sin sospechar la superchería la
    llevó a Europa y
    la publicó, con tanto más confianza cuanto que
    San Martín tomó conocimiento de ella al leer
    las pruebas de la obra del viajero francés y no hizo
    la menor objeción. San Martín consintió
    su difusión porque ella, en su época,
    "representaba un elemento útil y capaz de concurrir a
    la pacificación y orden del Perú". Aquí
    estaría la explicación del por qué San
    Martín en un álbum entregado a Sarmiento, le
    dedicó el siguiente pensamiento del suizo Francisco Rodolfo de
    Weiss:

    "Un prejuicio útil es
    más razonable

    que la verdad que le
    destruye".

    Los principales sostenedores de la autenticidad de
    la carta del 29 de agosto de 1822, que han esgrimido valiosos
    argumentos a favor de ella y refutado las críticas de
    sus impugnadores, son: los argentinos Enrique de
    Gandía, Ricardo Rojas y Colombres Mármol (h);
    el uruguayo Ariosto D. González, el paraguayo Julio
    César Chaves y el germano Gerhard Masur. No
    está demás aclarar que sólo mencionamos
    a los más representativos historiadores que,
    después de un análisis minucioso de la misiva,
    terminaron por pronunciarse favor de su
    autenticidad.

    Los defensores de la autenticidad de este documento
    esgrimen, en la actualidad, un argumento común de muy
    gran peso, cual es el señalar que esta controvertida
    misiva está confirmada por los otros testimonios
    irreprochables de San Martín, cuales son las cartas a
    Miller (1827) y Castilla (1848).

    Ya hemos señalado que, mientras que para
    algunos historiadores este documento posee una importancia
    fundamental, en cambio para otros no tiene ningún
    valor singular e incluso puede prescindirse de él.
    Mitre la bautizó como el "testamento político"
    de San Martín, concepto en el cual le sigue Colombres
    Mármol (h). Levene, por su parte, considérala
    como un "documento fundamental de la historia
    argentina y americana". En cambio Gandía y Chaves
    le restan total importancia. . Gandía dice que "…la
    carta de Lafond no es ninguna columna vertebral de la
    historia sanmartiniana, como alguien ha dicho,
    enfáticamente, sino uno de los tantos documentos del
    archivo de San Martín que nada agrega ni nada quita a
    la gloria y al conocimiento de los detalles más
    significativos de la vida del Gran Capitán. Más
    aún: esta carta, mal leída, ha sido causa del
    desentendimiento y del odio que ha separado, desde hace un
    siglo, a los historiadores sanmartinianos y a los
    historiadores bolivarianos". Y J.C. Chaves, sentencia: "…en
    el estado
    actual de las investigaciones para explicar el misterio de
    Guayaquil, carece la famosa carta de importancia, pues lo
    dicho en ella por San Martín lo repitió
    después casi con las misma palabras al General Miller
    y al Mariscal Castilla. Ni un ápice varía la
    tesis
    sanmartiniana si se deja de lado".

    Gandía ha hecho un análisis
    comparativo muy cuidadoso y crítico entre el contenido
    de la carta de Lafond con las versiones dadas por el propio
    Bolívar, y ha encontrado que existe una fiel
    correspondencia entre ambas versiones, lo cual
    –según Gandía- demuestra fehacientemente
    la autenticidad de la carta del 29 de agosto, porque ya no
    sólo hay fidelidad entre ella y los otros documentos
    emanados del propio San Martín, sino lo que es
    más importante, entre ella y los propios testimonio de
    Bolívar.

    El historiador uruguayo Ariosto D. González
    ha hecho un acucioso análisis del controvertido
    documento, pronunciándose a favor de su autenticidad.
    Señala los siguientes factores que deben ser tenidos
    en cuenta al hacer el análisis en torno a su
    autenticidad:

    1° Las cuatro primeras ediciones de esta misiva
    fueron hechas en vida de San Martín y más
    aún, fueron conocidas por él.

    2° San Martín guardaba profundos
    recuerdos de la entrevista de Guayaquil. Lafond, Alberdi y
    Sarmiento lo visitaron y recibieron confidencias de él
    e incluso Lafond recibió documentos. Además,
    San Martín conoció los trabajos de ellos y
    nunca rectificó lo concerniente a la carta del 29 de
    agosto.

    3° Uno de los argumentos esgrimidos por los
    historiadores venezolanos para señalar su
    carácter apócrifo, es el de sostener que ella
    es lesiva a la gloria del Libertador. En realidad esto es
    falso, ya que la carta sólo refleja la versión
    de San Martín.

    4° Los impugnadores señalan que San
    Martín no ofreció a Bolívar servir bajo
    su mando. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que esta misma
    versión que aparece en la controvertida carta, la
    repitió a Manuel Guerrico, a Sarmiento y a
    Castilla.

    5° Señalan los impugnadores que San
    Martín no solicitó ayuda militar. Pero lo
    cierto es que San Martín les afirmó a Guido,
    Guerrico, Alberdi, Sarmiento, Miller y Castilla que él
    pidió a Bolívar la colaboración de todo
    el ejército colombiano.

    6° Señalan los impugnadores que el dato
    consignado en la carta de Lafond de 19000 realistas, para
    referirse al efectivo total del ejército realista en
    agosto de 1822, es falso y que ha sido tomado de la
    relación publicada por O’Connor en
    Potosí, en 1825, lo cual demuestra la
    superchería. En realidad este argumento es sólo
    una suposición, la cual carece de real
    fundamento.

    7° El hecho de que Lafond no mencione
    cómo obtuvo la carta (que es otro argumento en su
    contra) se explica en razón de que él era un
    simple autor de relato de viajes y no un
    historiador.

    9° Toda falsificación persigue un fin.
    Pero, de ser apócrifa ella, no se encuentra qué
    objetivo u
    objetivos perseguía.

    10° También sería inexplicable, de
    ser cierta la falsedad de la misiva, el porqué San
    Martín consintió que ella circulara.

    Las conclusiones a que llega A. D. González,
    son las siguientes:

    1° La carta de 29 de agosto de 1822 debe ser
    admitida como auténtica en cuanto a su forma externa,
    material, y en lo relativo a su sentido
    espiritual.

    2° Los hechos y circunstancias afirmados en la
    misiva, coinciden con los sucesos ocurridos y, aunque en
    detalle, pueden ser discutidos y rectificados, sólo
    debe ser con independencia de la autenticidad física de lo
    escrito y de la fidelidad intelectual de lo que se quiera
    expresar.

    3° Dado el
    conocimiento que el general San Martín tuvo del
    texto
    publicado por Lafond y repetido por Alberdi y Sarmiento, hay
    que reconocer que lo aceptaba como auténtico y
    verídico.

    4° La coincidencia de ese documento con las
    manifestaciones del general San Martín al General
    Guido, al General Miller, a Alberdi, a Guerrico, a Sarmiento,
    al Mariscal Castilla y con los sucesos ocurridos, le imprimen
    un sello de autenticidad y hace que valga, también, y
    como testimonio del prócer.

    J. C. Chaves ha expuesto en su trabajo titulado "El
    portador de la Carta Lafond" un enfoque de gran
    mérito, por su originalidad. Como en la misiva se hace
    mención al Comandante Delgado como el encargado de
    haberla llevado a su destino, Chaves dirigió su
    investigación a la
    identificación de este enigmático personaje,
    pues de haber existido realmente, sería esto un
    elemento más, y de gran peso, a favor de su
    autenticidad. Encontró Chaves que el tal comandante
    Delgado era el segundo jefe del Regimiento Voltíjero
    (ex Numancia), el colombiano Miguel Delgado. Este personaje
    partió para Colombia, a bordo del "Boyacá", a
    fines de setiembre de 1822 y llegó a Guayaquil el 13
    de octubre. Chaves cita en comprobación de este dato,
    la carta de 14 de octubre del general Antonio Morales
    dirigida a Santander, y en donde le dice: "Ayer ha llegado el
    teniente coronel Delgado, que últimamente era
    comandante del Numancia; trae muchos pliegos para el
    Libertador, y según dice la bruja lo llama el Congreso
    de Lima".

    Se sabe, por otra parte, que Bolívar, el 11
    de octubre, encontrándose en Loja, recibió
    noticias del retiro de San Martín. De Loja, el
    Libertador volvió sobre Cuenca, donde el día 27
    resolvió marchar al norte. Pero al día
    siguiente, 28 de octubre, intempestivamente cambió de
    parecer y decidió pasar al Perú.
    ¿Qué lo llevó a tomar esta
    resolución? Lo decidió el haber recibido la
    carta de San Martín de 29 de agosto de 1822, con el
    correo llegado de Guayaquil. El día 30 Bolívar
    le escribía a Santander: "Aseguro a Ud. que la
    correspondencia de Lima ha multiplicado mis cuidados y mis
    responsabilidad, que es lo peor. Había
    pensado ir a Bogotá por ceder a las instancias de Ud.
    y porque conocía la razón para ello; pero he
    cambiado de resolución y ya no pienso más que
    en levantar 4000 hombres para mandarlos o llevarlos al
    Perú. Digo llevarlos porque no sé a quien
    confiárselos en un país muy difícil y
    enredado; que no tiene que comer y es carísimo; que no
    tiene agua y
    está helado; que no tiene gobierno y todos mandan. En
    fin, contra un enemigo que parece terriblemente y que
    probablemente cambia la suerte de América si no se le
    opone una resistencia vigorosa".

    De Cuenca Bolívar pasó a Quito, y
    allí Delgado se entrevistó personalmente con
    Bolívar, según se desprende de una carta del
    Libertador a Santander, en la cual le expresa: "He visto a
    Córdoba y a Delgado, que ha venido de Lima y no
    añaden ninguna noticia: sólo sí
    confirman todo lo que antes le he escrito a
    usted".

    J.C. Chaves a pesar de presentar la
    identificación del presunto dador de la controvertida
    carta, sin embargo no sostiene enfáticamente su
    autenticidad y ello a pesar de que según él
    existen tres factores más que hablan a favor de
    ella:

    1° La carta es del estilo inconfundible de San
    Martín.

    2° San Martín conocía la
    versión de la carta y no la desmintió; vale
    decir, la ratificó.

    3° En las misivas a Miller y a Castilla, San
    Martín dio idéntica explicación de la
    entrevista y su retiro del Perú.

    A pesar de todo esto, Chaves cree que aún no
    están completos todos los elementos que acreditan sin
    lugar a error, la autenticidad indubitable del controvertido
    documento. En su obra "La Entrevista de Guayaquil", publicada
    en 1965, dice al respecto: "Tanto lo que creen en su
    autenticidad como los que la niegan, poseen argumentos
    convincentes que merecen consideración y respeto…" Y párrafos más
    adelante, concluye: "…no creemos que a esta altura de la
    investigación se pueda afirmar «en forma
    terminante» la autenticidad de la carta de Lafond.
    Apenas nos inclinamos a considerarla verdadera".

    Tal vez haya influido para esta actitud
    dubitativa, pero tan llena de sinceridad y humildad
    intelectual (cualidades realmente raras entre muchos de los
    diversos estudiosos de esta carta, que llenos de vanidad,
    orgullo y poca modestia, niéganse a ver los aspectos
    positivos de aquellos que sostienen ideas contrarias a las
    propias, para encerrarse dentro de un círculo
    dogmático que es necesario salvaguardar, recurriendo a
    todos los medios)
    las atingencias que le hiciera Vicente Lecuna, en el sentido
    de que, por ejemplo, el presunto cambio intempestivo de
    Bolívar de pasar al Perú, realmente no tiene
    tal característica, pues el Libertador siempre estuvo
    alerta a la situación del Perú, como es
    fácil comprobar leyendo el oficio de 9 de setiembre,
    la carta del Libertador a Peñalver de 26 de setiembre,
    y las misivas a Santander de 13 de setiembre y 11 de octubre.
    En esta última, se lee: "Todo esto (se refiere a los
    inconvenientes de la guerra en el Perú, debido al
    «escape» de San Martín, a la poca
    experiencia de Rudecindo Alvarado, al inconveniente de ser el
    ejército la unión de efectivos de cuatro
    naciones, a la presencia de jefes «facciosos», al
    avance realista hacia Lima) me hace pensar mucho sobre lo que
    debo hacer. Ya yo estaba determinado por irme por enero a
    Bogotá, y ahora no sé lo que haré,
    porque las cosas se están poniendo en un estado que
    indispensablemente han de sufrir numerosas alteraciones, en
    bien o en mal; y en uno u otro caso, siempre tenemos que
    resistir el choque de los vecinos españoles o
    peruanos.

    En fin, dentro de quince días diré a
    Ud. definitivamente lo que pienso hacer. Para entonces
    habré recibido mi correspondencia, pues hoy no me ha
    venido: sólo me ha llegado una carta de cumplimiento
    del general La Mar. Sin duda habrán ido a Guayaquil
    mis pliegos". (Lecuna, V. "Cartas del Libertador", tomo III;
    pp.101-102).

    Sostiene Lecuna que el 28 de octubre recibió
    el Libertador noticias sobre la crítica
    situación del Perú, de parte del jefe
    colombiano Paz del Castillo, y ello fue lo que le
    decidió a no marchar hacia el norte. Aquel mismo 28 le
    escribió a La Mar, presidente de la junta gubernativa
    del Perú, dándole consejos militares para el
    caso de que Lima fuese atacada por los realistas; le promete
    enviarle 6000 colombianos, aunque le hace presente que
    aún no había recibido respuesta a su
    ofrecimiento de 4000 hombres (oficio de 9 setiembre). Esta
    carta de 28 de octubre hace referencia a haber recibido
    noticias envidas por jefes colombinos: "No he recibido carta
    de Ud. con el correo del Perú, y escribo a Ud., sin
    embargo, para no perder tiempo sobre lo que he podido
    concebir por las correspondencias, que "últimamente he
    recibido de Lima, venidas por Guayaquil;. Estas
    correspondencias son de nuestros jefes y oficiales
    colombianos y ninguna del gobierno ni de Ud. " (Op. Cit.;
    t.III;pp.110-112).

    Asimismo, Lecuna argumentaba que, de acuerdo al
    contexto de la carta del 29 de agosto, Delgado («dador
    de esta») debió entregársela
    personalmente a Bolívar, conjuntamente con unos
    pretendidos regalos; pero esto no sucedió así y
    el Libertador nunca recibió los regalos que la
    controvertida misiva menciona.

    Debemos mencionar, asimismo, que incluso entre
    aquellos que aceptan como prueba de gran valor la
    identificación del presunto portador de la carta del
    29 de agosto, ha surgido un pequeño problema. Para
    Corteaux Pellegrini y para Gandía no fue Miguel sino
    Ruperto Delgado el verdadero portador de la carta. Como ya
    sabemos, para J.C. Chaves fue Miguel Delgado. Por nuestra
    parte sostenemos que el comandante del Numancia que
    llegó a Guayaquil el 13 de octubre con pliegos del
    Perú fue Miguel Delgado. Veamos las
    pruebas.

    Según la carta del general Morales a
    Santander de 14 de octubre, quien llegó un día
    antes fue el teniente coronel Delgado, "que
    últimamente era el comandante del Numancia". Y el
    comandante de este batallón (primero lo fue
    Tomás de Heres, al pasarse íntegro a las filas
    patriotas, pero éste tuvo que abandonar el
    Perú) lo era Miguel Delgado, según se puede
    comprobar leyendo, entre otros documentos, las cartas de
    Sucre al comandante del Numancia D. Miguel Delgado, para que
    éste abandonase el Perú con todo el regimiento
    (Ver: A.E. de la Rosa, "Firmas del Ciclo Heroico", documentos
    193, 194, 195, 198 y 199). Ruperto Delgado fue también
    comandante del Numancia pero cuando este batallón era
    fiel a la causa realista y no tuvo participación (a
    pesar de ser amigo íntimo de Heres) en la conjura del
    pase a las filas patriotas, por lo que fue apresado, para
    luego vivir sin ser fastidiado (gracias a la
    intersección de T. de Heres) en Supe y viajar
    posteriormente a Chile y de allí a Europa.
    (ver:"Exposición que el General de Brigada
    Tomás de Heres presenta al público sobre las
    acusaciones que le hace D. Federico Brandsen en un impreso
    publicado en Santiago de Chile", en D.F. O’Leary
    "Historia de la Independencia Americana…;1919; pp. 474-486)
    Y por si esto fuera poco, debemos decir que en la
    Relación de Oficiales del Numancia, hecha en Huaura a
    29 de marzo de 1821, no figura ningún Ruperto Delgado,
    y sí, en la plana mayor, el Sargento Mayor D. Miguel
    Delgado" (D.F. O’Leary, Op. Cit: pp.
    434-435).

    Colombres Mármol (h) preocupado con ardor y
    pasión por la entrevista de Guayaquil, así como
    por reivindicar la memoria
    de su padre (que, como veremos en el capítulo
    siguiente, desató una verdadera conmoción en el
    ámbito historiográfico al publicar un trabajo
    sobre la entrevista de los libertadores con documentos
    inéditos, que fueron tachados al poco tiempo de
    apócrifos), ha expuesto una crítica seria,
    aunque suele dejarse llevar por el nacionalismo y el culto al héroe, sobre
    las conclusiones a las que llegara Pérez
    Amuchástegui sobre la carta de Lafond. Algunas de
    estas críticas están tan bien meditadas, que
    realmente echan por tierra las argumentaciones del autor de
    "La «Carta de Lafond» y la Preceptiva
    Historiográfica". Señalemos algunas de
    ellas:

    1° La carta de M. Balcarce a Mitre de 8 de
    agosto de 1822 ha sido tendenciosamente interpretada por el
    profesor cordobés, en el sentido de duda sobre la
    existencia del borrador de la carta de 29 de agosto de 1822,
    cuando en realidad lo que colige del texto es sólo la
    duda de si San Martín envió o no dicho borrador
    a Guido.

    2° Si el grupo peruanista fabricó esta
    carta después de 1826 para desprestigiar a
    Bolívar, es decir para cumplir un fin inmediato,
    ¿por qué se la entregaron a Lafond, un
    extranjero que tendría que hacer un largo y peligroso
    viaje a Europa, donde recién allí podría
    publicarla y en idioma francés? ¿Tendría
    explicación lógica esta actitud de los
    falsarios?

    3° De haber estado comprometido Lafond en la
    superchería, ¿cómo se explicaría
    que habiendo llegado a Francia en 1833, recién en
    setiembre de 1839 entrase en contacto con San Martín y
    la publicase en 1843?

    4° ¿Cómo es que pudieron estar
    seguros que
    San Martín no iba a denunciar el fraude?

    5° En el período 1826-1828, fecha en la
    que según Pérez Amuchástegui
    debió ser elaborada esta carta, vivía no
    sólo San Martín sino también
    Bolívar y el comandante Delgado. ¿Cómo
    pudieron concebir los falsarios que ninguno de ellos la
    desmentiría?

    6° ¿O es que acaso no tenían
    interés que fuese publicada de inmediato? ¿O
    tal vez los falsificadores contaban con que Bolívar
    moriría prematuramente?

    En cambio, muy débil es el argumento de
    Colombres Mármol (h) para rebatir a Pérez
    Amuchástegui cuando éste sostiene que los
    epítetos contenidos en la carta de Lafond contra Torre
    Tagle («débil e inepto») no se justifican
    en esta época, en la cual el Protector tenía en
    buen concepto al que fuera Supremo Delegado del Perú.
    Debemos señalar que el peruano Javier Ortiz de
    Zevallos, que ha compilado la correspondencia entre Torre
    Tagle y San Martín, señala también la
    apocricidad de la cuestionada misiva, basado en este mismo
    argumento de Pérez Amuchástegui. Colombres
    Mármol quiere explicar y justificar diciendo que
    dichos epítetos no son utilizados por San
    Martín en forma peyorativa, ya que
    «débil» hace referencia a la salud resquebrajada del
    marqués, en tanto que «inepto» sólo
    señala la poca capacidad del mismo para el mando. Como
    se puede apreciar, estos argumentos son totalmente
    endebles.

    Gerhard Masur ha hecho un estudio muy detenido y
    metódico en torno a la carta de Lafond,
    señalando los elementos en contra de su autenticidad,
    los factores que la apoyan y, por último, poderosos
    argumentos en contra de los impugnadores del discutido
    documento. Los elementos en contra de su autenticidad,
    según Masur, son tres:

    "The arguments brought against its authenticity are:
    (1) the original manuscript has not yet been found, (2) it
    was published twenty two years after it was written, and (3)
    it has not been clearly established how Lafond came into
    possession of the letter, that is, whether he received it
    from one of Bolivar’s aides or directly from San
    Martin. But this uncertainty does not seem in itself
    sufficient to discredit the letter. Similar charges can be
    preferred against many a famous South American documental;
    take, for instance, Bolivar’s "Carta de Jamaica". We
    are, therefore, obliged to submit the letter to further
    examination to determine its credibility, and it seems
    expedient at this point to present the documents in full in
    order that text and analysis may be clearly followed".
    (Masur, G. "The Conference of Guayaquil" p. 203)

    En cuanto a los factores que hablan en su favor,
    Masur señala:

    "The are many factors which support the authenticity
    of this letter. Let us consider them in order: (1) Few
    historians before Lecuna have ever questioned the document.
    Even Bolivar’s most ardent partisan, as, for instance,
    Larrazabal or the very objective Paz Soldán, accepted
    it as true evidence. (2) Lafond, in whose book the letter was
    first published, was at the time of its writing in close
    contact with San Martin. He had asked the argentine for
    documents and information and had been supplied with both,
    including character sketch of Bolivar and Sucre. If the
    letter is not authentic we would be obliged to believe that
    San Martin had condoned and historical forgery in his own
    interest. Such an idea was alien to San Martin’s
    somewhat stoic and unostentatious temperament and seems
    incompatible with all the maims and norms which had guided
    him during his life. Furthermore Juan B. Alberdi, visited San
    Martin en 1843 and later published a biographical article
    about his hero including the now notorious letter as an
    addendum. (3) The letter of august 29 is confirmed by two
    other letters written at great intervals, the first one to
    Miller in 1827, and the second to Castilla in 1848. Both
    contain references to the meeting of Guayaquil which coincide
    with the statements made in august 1822" (Masur, G. Op.
    cit)

    Masur, metódica y sistemáticamente
    pasa, en tercer lugar, a rebatir cada uno de los argumentos
    de los impugnadores de la controvertida misiva:

    1° Que la carta de 29 de agosto contradiga la
    versión de Bolívar es explicable, teniendo en
    cuenta el carácter opuesto de los protagonistas y la
    naturaleza
    polémica de los asuntos tratados.

    2° El aparente error de considerar 19000
    efectivos para el ejército realista en agosto de 1822,
    se explica como un lapsus calami del Protector, quien en vez
    de escribir 10900 anotó 19000. Masur se basa, para
    afirmar esto, en el dato que dio Lecuna en 1945, de 10930
    efectivos para el ejército realista. Pero debemos
    señalar que en 1949 Lecuna consignó que dicho
    ejército sólo llegaba a 9530
    hombres.

    3° La aparente contradicción de San
    Martín de decirle a sus íntimos de que la
    suerte del Perú estaba asegurada y consignar en la
    discutida carta que había solicitado el auxilio del
    ejército colombiano, se explica por una actitud
    lógica de justificar su retiro.

    4° La división de Santa Cruz no
    utilizó, para su regreso a Lima, la vía
    marítima. Esto está confirmado por dos
    testimonios: una carta del Libertador a Santander de 14 de
    setiembre de 1822 y el testimonio dejado por M. A.
    López en sus "Recuerdos Históricos".
    Bolívar, en la citada misiva, le dice a Santander:
    "Hoy he visto una carta del general Santa Cruz al coronel
    Heres en que le dice, desde Piura, que marchaba para Lima
    aunque con poco gusto suyo". Manuel A. López consigna
    al respecto: "Luego que el Libertador tuvo conocimiento de
    cuanto había hecho el general Sucre, fijó su
    primera actuación en mandar ajustar y pagar la
    división del Perú, y una vez satisfecha de sus
    haberes, y habiendo ascendido a general de brigada a Santa
    Cruz, le devolvió sus tropas al gobierno peruano,
    haciéndolas regresar por tierra como habían
    venido".

    Pretendemos, muy modestamente, colaborar en algo al
    esclarecimiento de la problemática de la denominada
    «carta de Lafond». Consideramos que la
    posición adoptada por los impugnadores en el sentido
    de querer negar su autenticidad porque no contiene
    «verdades» o porque no se ajusta a la
    versión de Bolívar es un criterio totalmente
    equívoco, pues un documento puede contener falsedades
    y ser auténtico. Es posible, por supuesto, llegar a la
    conclusión de que un documento (del cual, en este
    caso, no existe original ni copia) es apócrifo, por
    los datos
    contradictorios que contiene; pero no basta comprobar que
    contiene falsedades para de allí deducir
    necesariamente su inautenticidad, sino que es necesario
    confrontar ese presunto falso documento con otros de
    autenticidad indubitable pertenecientes al mismo personaje a
    quien se le atribuye la paternidad del cuestionado documento
    y apreciar si existen diferencias sustanciales entre ellos. Y
    en el caso de la carta de Lafond, ¿existen graves
    diferencias entre ella y los otros indubitables testimonios
    de San Martín?. Sinceramente, no. De aquí que
    los impugnadores no pueden dar una explicación
    lógica (excepción hecha de Irrazaval) a la
    extraordinaria coincidencia entre esta controvertida misiva y
    otros documentos auténticos de San Martín,
    además de también existir correspondencia con
    los testimonios que nos han dejado algunos personajes que
    recibieron confidencias del libertador argentino.

    Analicemos, con cierto detenimiento, esta plena
    coincidencia.

    1. San Martín sostuvo que
    solicitó la colaboración de todo el
    ejército colombiano y que se ofreció servir
    bajo las órdenes de Bolívar
    .

    a) Carta de Lafond.

    "Los resultados de nuestra entrevista no han sido lo
    que me prometía para la pronta terminación de
    la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente
    convencido, o que no ha creído sincero mi
    ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las
    fuerzas de su mando,
    o que mi persona le es
    embarazosa".

    "…Por consiguiente, sin el apoyo del
    ejército de su mando,
    la operación que se
    prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las
    ventajas que debía esperarse si fuerzas poderosas no
    llaman la atención del enemigo por otra parte, y
    así la lucha se prolongará por un tiempo
    indefinido".

    b) Carta a Miller

    "En cuanto a mi viaje a Guayaquil el no tuvo otro
    objeto que el de reclamar del general Bolívar los
    auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del
    Perú…
    pero mis esperanzas fueron burladas al ver
    que en mi primera conferencia con el libertador me
    declaró que haciendo todos los esfuerzos posibles
    sólo podría desprenderse de tres batallones con
    la fuerza
    total de 1070 plazas. Estos auxilios no me parecieron
    suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido
    que el buen éxito de ella no podía esperarse
    sin la activa y eficaz cooperación de todas las
    fuerzas de Colombia…"

    c) Carta a Castilla.

    "…pero mi entrevista en Guayaquil con el general
    Bolívar me convenció (no obstante sus
    protestas) de que el solo obstáculo para su venida
    con el ejército de su mando, era la presencia
    del general San Martín, a pesar de la sinceridad con
    que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes
    con todas las fuerzas de que yo disponía".

    "…cuanto que conocía que con las fuerzas
    reunidas de Colombia y del Perú…".

    2. San Martín señaló que se
    apartó del Perú a consecuencia de la entrevista
    de Guayaquil, convencido de que su presencia era el
    único obstáculo para la venida de
    Bolívar.

    a) Carta de Lafond

    "En fin, general; mi partido está
    irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes de
    entrante he convocado el primer congreso del Perú, y
    al día siguiente de su instalación me
    embarcaré para Chile, convencido de que mi
    presencia es el solo obstáculo que le impide a usted
    venir al Perú…
    "

    b) Carta a Miller

    "… Estos auxilios no me parecen suficientes
    para terminar la guerra… así que mi
    resolución fue tomada en el acto
    creyendo de mi
    deber hacer el último sacrificio en beneficio del
    país. Al día siguiente y a presencia del
    vicealmirante Blanco, dije al Libertador que habiendo
    convocado el congreso para el próximo mes, el
    día de su instalación sería el
    último de mi permanencia, añadiendo: ahora le
    queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va
    usted a poner el sello a la libertad de
    América".

    c) Carta a Castilla

    "…pero mi entrevista en Guayaquil con el General
    Bolívar me convenció (no obstante sus
    protestas) de que el solo obstáculo para su venida
    al Perú
    con el ejército de su mando, era la
    presencia del General San Martín…

    "Si algún servicio tiene que agradecerme la
    América es el de mi retirada de Lima…"

    3. Consideró San Martín su retiro
    como un sacrificio

    a) Carta de Lafond

    "Para mí hubiese sido el colmo de la
    felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las
    órdenes de un general a quien la América debe
    su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es
    preciso conformarse…"

    b) Carta a Miller

    "…creyendo de mi deber hacer el último
    sacrificio en beneficio del país".

    c) Carta a Castilla

    "Si algún servicio tiene que agradecerme la
    América es el de mi retirada de Lima… Pero este
    costoso sacrificio…"

    4. San Martín señaló que era
    necesario guardar silencio para evitar que de lo acaecido
    fuesen a sacar provecho los realistas y los
    intrigantes.

    a) Carta de Lafond

    "He hablado a usted, general, con franqueza, pero
    los sentimientos que exprime esta carta, quedarán
    sepultados en el más profundo silencio; si llegase a
    traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían
    prevalecerse para perjudicar y los intrigantes y ambiciosos
    para soplar la discordia".

    b) Carta a Miller

    "Pero este costoso sacrificio y el no pequeño
    de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario
    en aquellas circunstancias)…"

    5. San Martín no dudaba que la guerra en
    el Perú estuviese segura, lo que él
    decía era que necesitaba la unión de ambos
    ejércitos para que dicha guerra concluyese más
    prontamente y sin tanto derramamiento de sangre.

    a) Carta de Lafond

    "…y así la lucha se
    prolongará por un tiempo indefinido. Digo
    indefinido, porque estoy íntimamente convencido que
    sea cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la
    independencia de la América es irrevocable; pero
    también lo estoy de que su prolongación
    causará la ruina de sus pueblos".

    b) Carta Miller

    No consigna datos sobre el particular.

    c) Carta a Castilla

    "…sino que me era tanto más sensible (se
    refiere a su retiro) cuanto que conocía que con las
    fuerzas reunidas de Colombia y del Perú la guerra de
    la independencia hubiera terminado en todo el año
    23".

    6. San Martín refirió que le dijo a
    Bolívar que un nuevo campo de gloria quedaríale
    abierto al separarse él del
    Perú.

    a) Carta de Lafond

    "No dudando que después de mi salida del
    Perú,
    el gobierno que se establezca
    reclamará la activa cooperación de Colombia,
    y que usted no podrá negarse a tal
    exigencia…"

    b) Carta Miller

    "… dije al Libertador que habiendo
    convocado el Congreso para el próximo mes, el
    día de su instalación sería el
    último de mi permanencia en el Perú,
    añadiendo: ahora le queda a usted general un nuevo
    campo de gloria en el que va usted a poner el último
    sello a la libertad de América".

    c) Carta a Castilla

    No consigna nada al respecto.

    Como se podrá apreciar, la correspondencia
    entre estos tres testimonios es absoluta. Por tanto, para
    esclarecer este espinoso problema sobre la autenticidad o
    apocricidad de la carta del 29 de agosto no debe, de ninguna
    manera, pasarse por alto este hecho fundamental. Casi todos
    los impugnadores lo han eludido, de allí que uno de
    los puntos más débiles de sus argumentaciones
    lo sea el dejar inexplicada esta correspondencia. Lecuna, por
    ejemplo, que tan sagazmente ha estudiado esta misiva,
    señala que existen ocho documentos que prueban su
    carácter apócrifo: cuatro bolivarianos (las dos
    relaciones Oficiales, la carta a Santander de 29 de agosto y
    el oficio de 9 de setiembre) y cuatro sanmartinianos (la
    exposición de San Martín al Congreso, y sus
    cartas a O’Higgins, Luzuriaga y Alvarado, todos ellos
    referentes a su confianza en la suerte de la guerra y a su
    retiro del Perú).

    Pero Lecuna en ningún momento nos da una
    solución satisfactoria a la perfecta correspondencia
    entre la controvertida carta con las misivas dirigidas a
    Miller y Castilla. Queda, por tanto, su análisis
    incompleto. Algo más, San Martín en
    ningún momento expresó que la suerte del
    Perú estaba perdida sin la colaboración del
    ejército colombiano, sino que él consideraba
    necesario la unión de ambos ejércitos para una
    pronta terminación de la guerra, y esto es lo que
    aparece en la discutida misiva.

    Cristóbal L. Mendoza, no deja de reconocer,
    aunque tácitamente, las similitudes entre la carta de
    Lafond y las dirigidas a Miller y Castilla. Pero Mendoza
    trata de explicar estas semejanzas diciendo que San
    Martín se vio en la imperiosa necesidad, debido a los
    reproches que recibía de sus amigos por su retiro del
    Perú, de inventar como excusa de su retiro la negativa
    de Bolívar a los auxilios militares que él
    fuese a solicitarle a Guayaquil. En el informe
    evacuado por este prestigioso historiador venezolano en torno
    a la discutida misiva, y sobre el particular que comentamos,
    leemos:

    "Las cartas de San Martín para Miller y
    Castilla carecen de fuerza probatoria ante los documentos ya
    comentados y las circunstancias expuestas. Tales cartas
    constituyen, en efecto, una mezcla de interpretaciones
    ocasionales, de comentarios psicológicos y de errores
    evidentes que no alteran la verdad de lo ocurrido, aun cuando
    tienen su lógica explicación. Desde el momento
    mismo de su renuncia, San Martín se había visto
    acosado y atormentado por las recriminaciones de sus amigos y
    servidores,
    quienes le echaban en cara, casi como una traición, el
    que hubiese abandonado la empresa de
    liberación del Perú, dejándolos
    expuestos a los más tristes azares…

    En presencia de esos ásperos ataques y duras
    recriminaciones, que debían conturbar hondamente su
    espíritu, es perfectamente explicable que San
    Martín hubiese recurrido al subterfugio, ante la
    interrogación indirecta de Miller sobre lo ocurrido en
    la entrevista de Guayaquil, y adujera como motivo de
    ésta el de los auxilios militares colombianos, aun
    cuando dicha cuestión, como se verá más
    adelante, no justificaba el viaje por sí
    sola…"

    Como se podrá apreciar, en realidad
    C.L.Mendoza no enfoca directamente el problema de explicar el
    porqué de la correspondencia entre la misiva del 29 de
    agosto con las dirigidas a Miller y Castilla. Aun admitiendo,
    hipotéticamente, que San Martín se hubiese
    visto obligado a inventar falsedades para justificar su
    retiro del Perú, esto en nada explica el por
    qué de la correspondencia entre los documentos
    auténticos con el controvertido.

    Isaac J. Barrera, impresionado por las
    múltiples semejanzas existentes entre estos tres
    documentos, considera que ello se debería a que la
    carta de Lafond fue elaborada por personas que
    conocían la misiva que San Martín le
    envió a Miller el 19 de abril de 1827. esta
    hipótesis es muy deleznable, porque supondría
    ver comprometido en dicha superchería a Miller, el
    cual, si embargo, en sus Memorias
    no aprovechó la versión que San Martín
    le diera sobre la entrevista de Guayaquil en la citada
    carta.

    Se ha dicho que la carta de Lafond es
    apócrifa porque dice exactamente lo contrario de lo
    que dijo Bolívar sobre lo acaecido en Guayaquil. Este
    argumento tendría algún valor si fuera el
    único testimonio de San Martín, por lo que
    resultaría lógico pensar de inmediato en un
    fraude. Pero ya sabemos que esto no es así, que sus
    otros testimonios confirman lo que se dice en la cuestionada
    carta. Por otro lado, los impugnadores que emplean este
    argumento parten del hecho prejuicioso de que la
    «verdad» de lo sucedido se encuentra en la
    versión de Bolívar y que por lo tanto todo
    documento que diga otra cosa es apócrifo o por lo
    menos mendaz. Esto es, desde todo punto de vista,
    antimetodológico ya que admitiendo incluso que la
    versión de Bolívar fuese la que reflejara la
    verdad de lo acontecido, otros testimonios que digan lo
    contrario no serían necesariamente apócrifos,
    sino, en primer lugar, no veraces, sin que ello excluya, por
    supuesto, que profundizando el análisis pueda
    comprobarse que además son apócrifos. Este
    carácter de apocricidad no se puede determinar
    sólo con el análisis de veracidad hecho sobre
    la base del documento cuestionado (la carta de Lafond) en
    confrontación con los testimonios de Bolívar,
    sino que es fundamental confrontarlo con las versiones de
    autenticidad saneada del propio San Martín. Ya hemos
    comprobado la perfecta correspondencia que existe entre estos
    documentos. Pero, y aquí radica el error de los que
    sostienen la autenticidad de la carta de Lafond, de esto no
    puede colegirse la autenticidad del discutido documento,
    porque desde un punto de vista eminentemente
    metodológico, es necesario aún dar un nuevo
    paso en su análisis antes de arribar a una
    conclusión sobre su autenticidad o apocricidad.
    Más adelante nos detendremos en este eslabón
    metodológico que falta. Todavía nos queda
    formular y reformular algunas críticas de los
    impugnadores.

    Señalan los impugnadores que los datos
    numéricos consignados en la carta de Lafond,
    referentes al ejército realista son falsos y
    anacrónicos, así como también es errado
    el número de hombres que dicha carta considera para el
    ejército patriota. La carta de Lafond atribuye a los
    realistas 19000 efectivos, cuando en realidad sólo
    tenían, por aquella época 9530 hombres.
    Según Lecuna la explicación de tan craso error
    estriba en que el falsificador consignó el dato del
    total del ejército realista alcanzado en 1824. El
    mismo Lecuna considera que en agosto de 1822 el
    ejército patriota alcanzaba 30000 efectivos, con lo
    que la superioridad patriota era bien manifiesta.

    Pero, ¿son totalmente ciertos estos datos?.
    Realmente, no. El historiador peruano Carlos Dellepiane, tan
    meticuloso en el aspecto militar de la historia peruana,
    asigna al ejército realista al iniciarse la
    campaña libertadora, un total de 23000 soldados,
    incluyendo a los de la guarnición del Callao y las
    unidades que se encontraban en el Alto Perú. Otro
    historiador peruano, Rubén Vargas Ugarte, tan
    escrupuloso como documentado, también asigna este
    número a los realistas, basado en un documento de
    julio de 1820, que fuera remitido al Cónsul de
    España en Bruselas, y en el cual se
    consigna los siguientes datos:

    Ejército del General D. Juan Ramírez o del Centro 7000
    hombres

    Vanguardia mandada por el Brigadier
    Olañeta 4000 "

    En Arequipa, al mando del Brigadier
    Ricafort 3500 "

    En Lima, al mando del teniente General La
    Serna 6000 "

    En Chiloé, al mando de
    Quintanilla 1000 "

    En Pisco, al mando de Quimper 500 "

    En el Cusco 500 "

    En La Paz 500 "

    Total 23000"

    La retaguardia está en Oruro y Arica, el
    centro en Tupiza y la vanguardia
    en la garganta de Salta y Jujuy" (Vargas Ugarte, Rubén
    "Historia General del Perú", tomo VI;
    pp.75-76).

    No está demás recordar que ya Carlos
    Cortés Vargas consideraba que el ejército
    realista al cual tuvo que enfrentarse San Martín
    tenía 17000 efectivos, no considerando el citado autor
    en este número al Ejército del Centro. Veamos
    los datos que consigna Cortés Vargas:

    "Las tropas españolas que guarnecían
    el virreinato del Perú y contra las cuales iba a
    actuar el General San Martín, se componía de
    tres ejércitos:

    Ejército de Lima, con un total de 8188
    combatientes

    Ejército de Arequipa,
    con 2388 "

    Ejército del Alto
    Perú 6500 "

    O sea un total de 17076 "

    Lecuna, por otra parte, le signa al Ejército
    Libertador una superioridad extraordinaria que no tuvo en
    agosto de 1822, pues le llega a atribuir más de 30000
    efectivos, según se desprende de los siguientes datos
    que consigna:

    "Cuerpo de Alvarado, en Lima 7544
    hombres

    División Colombiana, lista pasada en
    Lima 1656 "

    División Santa Cruz, despachada con
    1700 1500 "

    Ejército de San Martín 10700
    "

    Sin contar los batallones y un escuadrón
    adiestrado por el General Martínez, en Huaraz, 649
    guerrilleros regimentados alrededor de Lima y en reserva
    13970 milicianos en el norte y 7318 en Lima y provincias
    centrales, aptas para dar reemplazos rápidamente"
    (Lecuna, Vicente. "Nuevas versiones sobre la Entrevista de
    Guayaquil")

    Estos datos son realmente abultados. Historiadores
    peruanos reconocidos por su seriedad y bien documentadas
    obras, tales como Nemesio Vargas y Rubén Vargas
    señalan que al ser revistado el Ejército
    Libertador, en junio de 1822, por San Martín, en el
    campo de San Borja, arrojaba 7491 hombres y 397 jefes y
    oficiales, y la Guardia Cívica un total de 7318
    efectivos. Añadiendo la división de Santa Cruz,
    el Ejército Libertador del Perú llegaba tan
    sólo a 16000 efectivos, entre los cuales se contaban
    gran número de reclutas.

    En una obra publicada por el Estado Mayor General
    del Ejército del Perú, se consigna, para
    octubre de 1822, el siguiente cuadro perteneciente al
    ejército patriota:

    TROPAS PERUANAS

    Regimiento de Infantería Legión
    Peruana 1275 hombres

    Batallón N° 2 (antiguo Trujillo N°
    2) 536 "

    Batallón N° 3 333 "

    Batallón N° 4 (antiguo Piura N°
    4) 485 "

    Batallón Cazadores del
    Ejército 753 "

    Regimiento de Caballería Húsares a 2
    escuadrones 489 "

    Escuadrón Dragones de San Martín
    179 "

    Escuadrón Dragones de la Escolta General
    293 "

    Total 4344 "

    TROPAS ARGENTINAS

    Regimiento de Inf. Río de la Plata, a 2
    batallones.

    (formado por los antiguos batallones 7 y 8 que
    vinieron

    con la Expedición Libertadora) 1100
    hombres

    Batallón N° 11 350 "

    Regimiento de Caballería Granaderos a
    Caballo 509 "

    Total 1959 "

    TROPAS CHILENAS

    Batallón N° 2 (en cuadro) 160
    hombres

    Batallón N° 4 700 "

    Batallón N° 5 400 "

    Regimiento de Artillería 282
    "

    Artillería volante 278 "

    Total 1820 "

    TROPAS COLOMBIANAS

    Batallón Vencedor 572 hombres

    Batallón Pichincha 573 "

    Batallón Yaguachi 367 "

    Batallón Voltígeros (antiguo
    Numancia) 618 "

    Total 2230 "

    RESUMEN

    Tropa peruana 4343 hombres

    Tropa argentina 1959 "

    Tropa chilena 1820 "

    Tropa colombiana 2230 "

    Total 10352 "

    Los impugnadores sostienen que es imposible que San
    Martín escribiera a Bolívar que las bajas de la
    división de Santa Cruz no habían sido
    reemplazadas, porque ello había ocurrido hasta en dos
    oportunidades. Tampoco San Martín hubiera expresado
    que dicha división se desplazaba por tierra, cuando
    realmente lo hizo por vía marítima. Como ya
    hemos señalado, ha sido G. Masur quien ha cuestionado
    este argumento, basado en una carta de Bolívar a
    Santander de 14 de setiembre de 1822 y en lo consignado por
    Manuel A. López sobre el particular. Nosotros queremos
    hacer algunos alcances sobre este punto. En primer lugar, nos
    encontramos con que el dato cuestionado (el no reemplazo de
    las bajas) se deriva, según el contexto de la carta,
    de una misiva dirigida por Santa Cruz al Protector. De ser
    verídico esto, ¿de qué fecha
    sería dicha correspondencia?. Sabemos que durante su
    permanencia en Guayaquil el Protector no se encontró
    con Santa Cruz, el cual tácticamente no fue enviado a
    dicho puerto. San Martín arribó a Lima el 19 de
    agosto y el 29 escribió a Bolívar, si es que
    realmente fuera auténtica la denominada carta de
    Lafond. Siempre en el terreno de las suposiciones,
    tendríamos que la carta de Santa Cruz debió ser
    de mediados o fines de julio y recibida por San Martín
    entre el 19 y el 29 de agosto. En segundo lugar, la documentación existente es
    clarísima en cuanto a que la división de Santa
    Cruz no utilizó la vía marítima para su
    regreso al Perú y que de ninguna manera pudo haber
    llegado, como afirman los impugnadores de la carta, a
    comienzos de agosto. Veamos con más detenimiento este
    aspecto.

    Lecuna contrapuso a G. Masur afirmando, muy
    sagazmente, que el hecho de que Santa Cruz escribiese una
    carta desde Piura (a Heres) no probaba que la marcha hubiese
    sido por tierra, pues la escuadra tocó en ese puerto
    –según Lecuna- donde Santa Cruz tenía una
    casa montada. Lecuna, sin embargo, nada dice respecto al
    testimonio de Manuel A. López, esgrimido por Masur,
    pero en cambio señala un nuevo documento para
    él definitivo en la solución de este problema.
    El documento en cuestión es una carta de
    O‘Higgins a Miguel Zañartu, suscrita en Santiago
    de Chile el 24 de agosto de 1822 y en la cual se
    lee:

    "He recibido la carta de García que me vino
    por el conducto del señor Riglos. El libertador
    Bolívar se halla en Guayaquil, adonde se
    enarboló la bandera de Colombia tres días
    después de su entrada y quedó incorporada a
    aquella república. La Prueba y escuadra de Lima se
    hallaban en dicho puerto y me escribe Blanco que iba a
    recibir y embarcar en el término de cinco días
    la división del Perú, que tanta parte tuvo en
    la victoria de Pichincha…" (Lecuna, V. "Defensa de la
    Crónica Razonada de las Guerra de
    Bolívar").

    Como se podrá apreciar, en esta carta se hace
    referencia a que en el puerto de Guayaquil la escuadra
    peruana esperaba embarcar, para transportarla a Lima, a la
    división peruana, pero no demuestra que ello realmente
    sucediera así. Y de hecho, la división de Santa
    Cruz no se embarcó en dicha escuadra.

    Lecuna y Sergio Ortiz sostienen que la
    división peruana se embarcó en el puerto del
    Naranjal, y no en Guayaquil, entre el 22 y 25 de julio y que
    ya a principios de
    agosto estaba en el Callao. Para afirmar esto último,
    olvidan dichos historiadores que el viaje entre Guayaquil y
    Lima demoraba no menos de 20 días. Suponiendo que
    fuera cierto que saliera entre el 22 y 25 de julio,
    debió llegar al Callao unos tres o cinco días
    antes que el Protector, el cual habiendo salido la madrugada
    del 28 de julio de Guayaquil, llegó al Callao el 19 de
    agosto, en un viaje sin inconvenientes. Si realmente Santa
    Cruz hubiese llegado antes del 29 de agosto, la carta de
    Lafond sería necesariamente apócrifa, porque
    para que en dicha fecha estuviese en Lima necesariamente
    hubiese tenido que emplear la vía marítima, y
    como está probado fehacientemente que habían
    sido reemplazadas sus bajas, no podía San
    Martín quejarse de que ello no había ocurrido.
    El contenido de la carta de Lafond implica que la
    división peruana al mando de Santa Cruz no
    había llegado a Lima hasta el 29 de agosto de 1822. Si
    se demostrase que Santa Cruz llegó antes de esa fecha,
    sería ello una prueba concluyente de su apocricidad,
    pues demostraría que su fabricante olvidó este
    detalle, Pero, ¿realmente llegó Santa Cruz con
    su división antes del 29 de agosto de 1822? La
    respuesta concluyente es, no. Los documentos prueban, sin
    dejar lugar a dudas, que no llegó a comienzos de
    agosto como suponían Lecuna y Ortiz, y ni siquiera a
    mediados de dicho mes. En una proclama que San Martín
    dirigiera al pueblo peruano, publicada en la Gaceta del
    Gobierno del 24 de agosto, podemos leer sobre el particular,
    lo siguiente:

    "La libertad del país asegurada por su
    representación no será perturbada por nuestros
    enemigos. Tres batallones de los bravos de Colombia unidos a
    la valiente división del Perú, debe arribar a
    esta playas de un momento a otro a unirse a sus
    compañeros de armas y
    terminar esta guerra desoladora".

    Este documento prueba fehacientemente que hasta el
    24 de agosto la división de Santa Cruz, esperada con
    ansiedad, aún no había llegado a la capital.
    Prueba, asimismo, que se esperaba que dicha división
    viniese en la escuadra peruana conjuntamente con los auxilios
    colombianos. ¿Cuándo llegaron estos tres
    batallones de Colombia? ¿Llegó conjuntamente
    con ellos la división al mando de Santa
    Cruz?

    Cortés Vargas señala que los auxilios
    colombianos al mando de Juan Paz del Castillo zarparon del
    Puerto de Puná, embarcados en la Escuadra Peruana, en
    los primeros días de agosto, y que las fragatas
    Moctezuma y Venganza, donde venía el grueso del
    ejército colombiano, tardó en el viaje treinta
    y cuatro días, en tanto que una compañía
    del Yaguachi empleó en el viaje sesenta días de
    navegación, todo esto debido a lo pésimo que
    fue esta travesía. Cortés Vargas supone,
    equivocadamente como veremos a continuación, que en
    esta expedición se embarcó la división
    de Santa Cruz.

    Lo cierto es que la división colombiana no
    estuvo en Lima en los primeros días de agosto, sino en
    los primeros días de setiembre, aunque no en forma
    total, porque una compañía del Yaguachi
    tardó en el viaje nada menos que sesenta días.
    Veremos, a continuación, que Santa Cruz y su
    división llegó a Lima en octubre de
    1822.

    Ezequiel Márquez en un bien documentado
    trabajo titulado "El Coronel Don Andrés de Santa Cruz
    en Cuenca",nos da la clave sobre el viaje de regreso al
    Perú de la división peruana al mando de Santa
    Cruz. Este estudio de E. Márquez no suele ser tenido
    en cuenta, a pesar de aportar valiosos documentos. Trataremos
    de sintetizarlo en todo aquello que nos dé luces sobre
    la ruta de regreso y la época.

    Santa Cruz pensaba utilizar la vía más
    corta de regreso: Quito-Riobamba-Guayaquil. Sin embargo el
    Libertador para evitar que dicha división peruana
    fuese a hacer algún acto de fuerza en Guayaquil a
    favor de la anexión de dicha provincia al Perú,
    decidió enviarla por la ruta
    Quito-Cuenca-Loja-Macará. En atención a estos
    acuerdos, el 18 de junio de 1822 Sucre pasó a
    Tomás de Heres, Gobernador de Cuenca, el siguiente
    oficio:

    "República de Colombia.- Gobierno del
    departamento de Quito.- Quito, 18 de junio de 1822.-
    12°.- Al Sr. Coronel Tomas Heres, Gobernador Comandante
    General de la Provincia de Cuenca.- Señor Coronel.- La
    división del Perú, que regresa a Lima, sale de
    esta capital con dirección a ésa, el 22 del
    corriente; de modo que con las detenciones y marchas de ella
    estará el día 8 de julio en el primer pueblo de
    esa provincia, a menos que suceda alguna novedad que la
    obligue a detenerse más de lo que yo he calculado.
    Todo lo que comunicará a V.S. el Gobernador de
    Alausí, que está prevenido de avisar a V.S. el
    día fijado en que deba tocar el primer punto de la
    provincia de Cuenca, y también el camino que lleva la
    tropa, para que V.S. disponga que en los pueblos de su
    jurisdicción, donde deba hacer parada, se le asista
    con todo lo necesario, teniendo entendido que la
    división la compondrán unos mil trescientos
    hombres. En Cañar deberán descansar dos o tres
    días, y mucho más si van por el páramo;
    de allí continuarán hasta esa ciudad, en donde
    es indispensable se detengan, también algunos
    días mientras son habilitados.- V.S. me
    avisará, volando, el dinero
    que tenga allí para asistir esta tropa, y dará
    sus órdenes anticipadas a los demás pueblos por
    donde deba pasar, cuando marcha a Loja y también a
    aquel gobierno, para que se prevenga víveres y
    demás necesarios a que esté muy bien cuidada y
    nada le falte hasta el Macará. Dios guarde a V.S.
    ms as .- [f] A. J. de
    Sucre.-

    P.D. Como no sabemos los días que se
    detendrá la tropa en Riobamba, no es posible calcular
    el día que estará en el primer pueblo de la
    provincia.- [f] Sucre".

    Sin embargo el movimiento
    señalado no vino a realizarse sino en el mes de
    julio.

    El 1 de julio Sucre enviaba a Heres el siguiente
    oficio:

    "República de Colombia.- Gobierno del
    Departamento de Quito.- Quito, a 1 de julio de 1822.-
    12°.- Al Sr. Gobernador Comandante General de Cuenca.- La
    división del Perú marcha para su destino y debe
    ser auxiliada en el presente mes que invertirá en
    marchas. Si de los doce mil pesos que existen en esa caja, no
    ha satisfecho V.S. la libranza que le giré de cuatro
    mil pesos, entregará al Sr. Coronel Santa Cruz diez
    mil pesos; pero si la libranza fue cubierta, se
    pondrán a su disposición los ocho mil pesos que
    quedan y V.S. hará sus esfuerzos para completar los
    diez mil que necesita.- Dios guarde a V.S. ms
    as [f] A. J. de Sucre".

    La decisión tomada referente a la ruta de
    regreso que debería emplear le fue comunicada a Santa
    Cruz mediante oficio suscrito por Sucre. Santa Cruz, a pesar
    de ello, dudaba aún el 3 de julio sobre la ruta que
    seguiría, según se desprende de un oficio que
    enviara, desde Quito, con dicha fecha, a Heres:

    "Por el adjunto documento que incluyo a V.S.
    verá que se ha destinado para auxiliar a esta
    división en su marcha diez mil pesos a que ella tiene
    opción. Como quiera que no se le ha socorrido con otra
    cosa desde el primero de mes, sin embargo de contar ya tres
    días en la ciudad, me es de necesidad adelantar por
    ellas al Subteniente Dn. Sebastián Fernández,
    para que V.S. con este conocimiento tenga a bien
    remitírmelos a la brevedad posible…La ruta de mi
    marcha que emprenderé hoy no está decidida sino
    hasta Riobamba; si yo debiera seguir la de Cuenca lo
    comunicaré a V.S. oportunamente. Dios Gde. a V.S.
    msas [f] Andrés de Santa
    Cruz".

    El 11 de julio de 1822 Santa Cruz y parte de la
    división a su mando, la cual marchaba por escalones,
    llegaron a Rollo del Vecino, donde fueron recibidos por
    Heres, autoridades de Cuenca y vecindario. Se hospedó
    el jefe altoperuano en la Casa de la Contaduría Real.
    Exigió a Heres que se completase las bajas de la
    división, por deserción y muerte, lo
    cual fue satisfecho. También exigió la
    indemnización del dinero de
    la Caja de Guerra de la Comisaría del Perú que
    había sido hurtada durante el trayecto Saraguro
    – Cuenca.

    La división peruana cometió muchos
    abusos contra los habitantes, por lo que el 23 de julio el
    Concejo Municipal, en su sesión del día,
    discutió sobre el particular y decidió dar
    aviso de ello al libertador Bolívar.

    En los primeros días de agosto se
    despidieron, el coronel Santa Cruz y parte de su
    división, de la ciudad de Cuenca, "dejando recuerdos
    ingratos a sus hospitalarios moradores".

    Como la división auxiliar peruana marchaba
    por escalones, los Granaderos a Caballo y Cazadores arribaron
    a Cuenca recién a fines de agosto, quedando aún
    en esta ciudad varios enfermos, a los que se atendió
    solícitamente.

    Santa Cruz continuó su desplazamiento a
    marchas forzadas. Desde Piura le escribió a
    Bolívar pidiéndole que castigase al
    capitán Manuel Serrano, por haber maltratado a la
    división peruana en su marcha de regreso al
    Perú. Esta solicitud requiere una pequeña
    explicación, para poder conocer los hechos que la
    motivaron.

    Cuando Santa Cruz llegó a Rollo del Vecino
    con parte de su división, el resto había
    quedado en Alausí, a donde Heres envió al
    capitán Manuel Serrano para recibir y atender a dichas
    tropas. Pero como el comportamiento de éstas fuera
    totalmente inconsiderado para con el pueblo, Serrano tuvo que
    implantar orden con toda energía. Estos abusos de la
    división Peruana volvieron a repetirse en la propia
    ciudad de Cuenca, cuando ya Santa Cruz había salido de
    ella, y Serrano tuvo necesariamente que actuar con fuerza.
    Tan graves fueron los atropellos peruanos, que el Cabildo de
    Cuenca se reunió y trató sobre el particular y
    decidió asimismo informar a Bolívar. En el acta
    de dicha sesión se puede leer lo siguiente:

    "Hallándose juntos y congregados en esta sala
    para tratar y acordar los negocios
    tocantes al buen gobierno de la república, se tuvo a
    consideración el conflicto
    a que se hallaba reducida la provincia, especialmente este
    vecindario por las arbitrariedad de los Dragones Montados de
    la División del Perú, que se hallaba de
    tránsito en esta ciudad…"

    Santa Cruz, informado de estos hechos, creyó
    necesario protestar por lo que él consideraba una
    inconsideración y maltrato hacia la división
    peruana. Bolívar, que llegó a Cuenca de visita
    el 8 de setiembre, se informó de esta queja y de
    inmediato ordenó oficiar a Heres para que investigase
    sobre el particular (el oficio lleva fecha de 10 de
    setiembre) y en caso de que se encontrase culpabilidad en
    Serrano se le enviase a Quito, para someterlo a consejo de
    guerra.

    Estando en Piura, Santa Cruz fue, asimismo,
    informado que en Cuenca parte de su división
    había sido auxiliada económicamente y en vista
    de ello remitió desde la mencionada ciudad de Piura,
    con fecha 6 de setiembre, el siguiente oficio:

    "Piura, setiembre 6 de 1822.- Al Gobernador de la
    provincia de Cuenca.- Señor Gobernador: Tengo
    entendido de que al paso por esa ciudad han sido auxiliados
    por V.S. con algún dinero los Granaderos a caballo y
    otra partida de Cazadores.- Sírvase V.S., si lo tiene
    a bien, pasarme una razón de lo que hubiese sido para
    mi conocimiento y los inconvenientes.- Con este motivo tengo
    la honra de repetirme de V.S. su más atento servidor.
    [f] Andrés de Santa Cruz".

    Que Santa Cruz no llegó a la capital del
    Perú en agosto queda totalmente comprobado con estos
    documentos consignados por E. Márquez. Lo mismo
    diremos acerca de su pretendido embarque conjuntamente con la
    división auxiliar colombiana.

    La división peruana al mando de Santa Cruz se
    desplazó por tierra y a escalones por territorio
    colombiano y al parecer el punto de reunión de toda la
    división fue la ciudad de Piura. Bolívar, en
    carta a Santander fechada en Cuenca a 14 de setiembre de
    1822, escribe: "Hoy he visto una carta del general Santa Cruz
    al coronel Heres en que le dice, desde Piura, que marcha para
    Lima, aunque con poco gusto suyo,…"(Lecuna, V. "Cartas del
    Libertador";tomo III; p.88). Santa Cruz reinició, en
    la ciudad de Piura, su marcha hacia Lima, ciudad esta
    última donde llegó en el mes de octubre. En el
    acta de la sesión del Congreso Peruano de 23 de
    octubre de 1822, encontramos el siguiente dato: "Se leyó
    el oficio del Sr. General D. Andrés de Santa Cruz por
    el que da razón de su llegada a esta capital, y
    manifiesta la gloria con que mira reunido al Soberano
    Congreso, al que protesta subordinarse concurriendo a
    sostener la libertad política y civil del Estado. Fue
    oído con agrado".

    En aquella misma sesión del 23 de octubre, el
    Congreso decretó, a propuesta de Luna Pizarro,
    conceder "al general Santa Cruz una medalla de las tres que
    se batieron para repartir el 28 de julio a los
    beneméritos de la Patria, grabándose en el
    reverso la siguiente inscripción: "El Congreso
    Constituyente del Perú al mérito: año de
    1822.- 3°" y a propuesta de J. F. Sánchez
    Carrión el votar "una acción de gracias al
    mismo General Santa Cruz y su división triunfante en
    Pichincha". Estos decretos aparecieron publicados en La
    Gaceta del Gobierno, del 26 de octubre de 1822.

    Demostrado que Santa Cruz no llegó en agosto
    de 1822 y que no utilizó la vía
    marítima, no puede de aquí inferirse
    necesariamente que sea un factor a favor de la autenticidad
    de la carta cuestionada, pues queda la posibilidad de pensar
    que, en caso de ser ella un fraude, el falsario estaba bien
    enterado de todos los pormenores de la época. A pesar
    de esta salvedad, debe reconocerse que constituye un elemento
    más que habla bien a las claras que lo consignado en
    el controvertido documento se corresponde con los hechos del
    momento, sin que pueda encontrarse gruesos errores o
    falsedades.

    Los impugnadores de la carta del 29 de agosto
    consideran que San Martín no solicitó a
    Bolívar auxilio militar, y que por lo tanto como dicha
    misiva trae ese dato, no puede ser de San Martín. Este
    argumento es totalmente deleznable, porque, por un lado ,
    considera que la verdad de la entrevista está en la
    versión de Bolívar, y por otro lado, nada dice
    respecto a que en otros documentos indubitables de San
    Martín, se señale dicha solicitud. Los
    impugnadores arguyen, asimismo, que de haber sido cierta esa
    solicitud, el Libertador no se hubiera podido negar, debido a
    que existía entre Colombia y Perú un tratado de
    federación, suscrito en Lima el 6 de julio de 1822.
    (ver el texto íntegro del tratado de unión,
    liga y confederación perpetua, en Leguía y
    Martínez, Germán, Op. Cit; tomo VII pp. 312
    – 315, con su tratado adicional que se encuentra en las
    pp. 318-320). Este argumento es tan débil como el
    anterior. En primer lugar, porque dicho tratado no estaba
    ratificado por Colombia. Esa ratificación
    recién se hizo el 12 de julio de 1823, a pesar de que
    Torre Tagle, por el Perú, lo había ratificado
    el 13 de julio de 1822 y el Congreso Constituyente Peruano
    hizo lo propio el 12 de noviembre de 1822. El canje de las
    ratificaciones no se hizo, entre otras cosas porque habiendo
    llegado Bolívar al Perú a comienzos de
    setiembre de 1823, se consideró innecesario dicho
    acto, al ser Bolívar gobernante del Perú en
    calidad de
    dictador, cargó que le otorgó el propio
    congreso peruano. Y en segundo lugar, porque lo que
    pedía San Martín a Bolívar era la
    unión de ambos ejércitos y ello no estaba
    previsto en dicho tratado.

    Un argumento aún más inconsistente que
    los anteriores es aquel que señala que es falso el
    pedido hecho a Bolívar, porque lo lógico
    hubiera sido que San Martín recurriese para esto a
    Chile y a las Provincias Unidas del Río de la Plata y
    ello, según los impugnadores, no ocurrió.
    Argumentar así es desconocer totalmente, por ejemplo,
    las misiones de Antonio Gutiérrez de la Fuente en las
    Provincias Unidas del Río de la Plata (que fue un
    total fracaso) y la de José Francisco Cabero y
    Salazar, en Chile. Sobre estas dos misiones puede leerse en
    Leguía Martínez, Germán; Op. Cit; tomo
    VII; pp. 339-373.

    El argumento de Lecuna referente a que de haber
    existido realmente la carta del 29 de agosto, hoy
    contaríamos con la respuesta de Bolívar, es de
    gran peso. Pero se puede pensar que tal vez exista tal
    respuesta y que lo que ocurre es de que no ha sido hallada.
    Suponer, como lo hace Lecuna, que de haber existido esta
    respuesta ella contendría términos duros, es
    pensar prejuiciosamente que San Martín escribió
    falsedades, cuando el problema es de un desencuentro entre
    los dos libertadores, cada uno con su propia óptica y su propio proyecto.

    Muchos de los argumentos de Pérez
    Amuchástegui son totalmente endebles y algunos de
    ellos han sido certeramente rebatidos por Colombres
    Mármol (h). Nosotros queremos incidir en algunos no
    tocados o insuficientemente criticados, de los cuales uno es
    de gran peso y requiere un análisis muy cuidadoso. Los
    dos meses que en la carta de Lafond se dan como plazo para
    que los realistas pudiesen reunirse, no es extremadamente
    corto, si se tiene en cuenta que se habían
    concentrado, por esta época, en la parte central y sur
    del Perú y en perfecto pie de guerra. Por otra parte,
    que la carta de Lafond contenga términos despectivos
    contra Torre Tagle se pueden explicar por una actitud doble
    de San Martín con relación al citado
    marqués, al cual en sus comunicaciones trataba tan cortés y
    amigablemente, pero al cual, en el fondo, lo tenía en
    mal concepto. Recordemos al respecto que Heres contó
    que en cierta ocasión San Martín le dio un
    abrazo muy efusivo a Torre Tagle y luego le dijo a Heres, muy
    confidencialmente, que Tagle era una india
    vieja que no valía para nada. A nadie debería
    extrañar que esta anécdota fuera totalmente
    cierta, porque San Martín, como todos los grandes
    personajes de la historia, ha sido tan humano como cualquiera
    de nosotros, con numerosas y extraordinarias virtudes, pero
    también con defectos Por eso es que consideramos muy
    objetivo y razonable lo que J.L Busaniche dice al mencionar
    este hecho anecdótico: "A los que no creemos que San
    Martín naciera exento de pecado original, no nos
    asusta tal cosa, sobre todo si pensamos que Torre Tagle
    mereció efectivamente el abrazo efusivo en el
    Perú, pero que no valía precisamente un
    Perú. «Débil e inepto» le
    llamó San Martín en 1822, y algo peor, los
    mismos peruanos en 1824. Con relación a lo de
    «india vieja», Busaniche nos dice: "no nos
    compete: declaramos ignorar la edad que en aquellos momentos
    contaba Tagle; no recordamos tampoco su retrato y es muy
    fácil que no fuera un Adonis".

    Pérez Amuchástegui señala que
    es contradictorio que en la carta de Lafond San Martín
    expresara a Bolívar que había escrito una
    misiva anterior al 23 de agosto, pues en la incontrovertible
    carta enviada desde Mendoza con fecha 0 3 de agosto de 1823
    le dice que le había escrito sólo otras dos:
    una pocos días antes de su salida de Lima y la otra
    desde Chile y que ninguna de ellas había sido
    contestada. Este es un argumento que consideramos de gran
    peso en contra de la carta de Lafond y que los defensores de
    ella no han encarado en todas sus implicancias, de seguro
    porque resulta difícil compatibilizar lo expresado en
    ambas cartas con relación a misivas entre los
    libertadores entre setiembre de 1822 y el 3 de agosto de
    1823. Pérez Amuchástegui interpreta lo escrito
    por San Martín en su misiva del 3 de agosto de 1823
    como si única y exclusivamente San Martín
    hubiese escrito antes que ésta sólo dos carta
    entre setiembre de 1822 y agosto de 1823. En la mencionada
    carta del 3 de agosto San Martín le dice a
    Bolívar: "Pocos días antes de mi salida de esa
    capital (se refiere a Lima) escribí a usted;
    después lo volví a verificar desde Chile y no
    he tenido contestación alguna…"

    Detengámonos un poco para analizar mejor el
    argumento de Pérez Amuchástegui. Sabemos que
    San Martín entregó el mando político del
    Perú al Congreso Constituyente el día de su
    inauguración, el 20 de setiembre de 1822. Ese mismo
    día abandonó la ciudad de Lima y se
    dirigió a Ancón, un balneario localizado a
    pocos kilómetros al norte de Lima. Dos días
    después, el 22 de setiembre, zarpaba de Ancón
    con destino a Chile. Como San Martín mismo dice que le
    escribió a Bolívar pocos días antes de
    abandonar el Perú, tuvo que hacerlo, si tomamos a la
    letra el decir de San Martín, en la segunda quincena
    de setiembre de 1822, pero con anterioridad al 20, es decir
    entre el 15 y el 19. Pero si tomamos en un sentido más
    flexible dicha expresión, podría como
    máximo retrotraerse esta fecha hasta fines de agosto.
    Si nos atenemos al texto de la carta de Lafond, de ser
    auténtica, se desprendería que inmediatamente
    anterior a ella (29 de agosto de 1822) le había
    escrito otra, fechada a 23 del mismo mes de agosto,
    relativamente breve, porque "las atenciones que me rodeaban
    en aquel momento no me permitían escribirle con la
    extensión que deseaba…" Lo afirmado en su misiva del
    3 de agosto de 1823 parecería ser uno de los
    más contundentes argumentos en contra de la
    controvertida carta del 29 de agosto de 1822. Sin embargo,
    analizando con más detenimiento encontramos que el
    texto de la carta del 3 de agosto de 1823 no permite concluir
    tajantemente que San Martín le hubiese escrito a
    Bolívar tan sólo dos cartas con anterioridad a
    aquella, después de su entrevista en Guayaquil. Por lo
    tanto no se puede concluir que San Martín
    después de la mencionada entrevista sólo le
    escribió a Bolívar una carta desde Lima
    (setiembre de 1822), otra desde Chile (San Martín
    llegó a Valparaíso el 13 de octubre de 1822 y
    luego paso a Santiago, para luego emprender viaje hacia
    Mendoza fines de enero de 1823), y la misiva fechada desde
    Mendoza el 3 de agosto de 1823. No queda excluida totalmente,
    sin embargo, la posibilidad de otras misivas, como
    podría ser la controvertida misiva del 29 de agosto de
    1822 y la del 23 del mismo mes, a la cual hace referencia la
    del 29. Consideramos que, sin embargo, nos queda una duda muy
    grande del porqué en la carta escrita desde Mendoza no
    se hizo referencia a la controvertidas misiva. Queda,
    innegablemente, una sensación de misterio que hace que
    consideremos que este argumento del número de misivas
    que San Martín le escribiera a Bolívar
    después de su regreso de Guayaquil hasta el 3 de
    agosto de 1823, es de suma importancia y que necesariamente
    debe ser evaluado desapasionadamente por aquellos que
    defienden la autenticidad de la llamada carta de
    Lafond.

    Debemos señalar, asimismo, que V. Lecuna y M.
    F. Paz Soldán consideraban que realmente San
    Martín debió haberle escrito a Bolívar
    en setiembre de 1822, pero Lecuna consideraba que
    debió ser una comunicación al estilo de una proclama,
    la cual fue reproducida por la Gaceta del Gobierno del 22 de
    setiembre de 1822. Es de nuestro parecer que es realmente
    imposible que San Martín le enviase dicha proclama,
    que era dirigida al pueblo peruano, porque la carta del 3 de
    agosto de 1823 es bien clara al referirse al envío de
    dos misivas e incluso San Martín le reprocha a su par
    el no haber recibido respuesta de ninguna de ellas. Para mala
    suerte la carta escrita días antes de su salida de
    Lima por San Martín a Bolívar no ha aparecido
    entre los papeles de libertador caraqueño, lo cual es
    muy lamentable, porque de llegar a ser encontrada
    podría ser de gran importancia e inclusive
    podría aclarar la problemática en torno a la
    carta de Lafond. O tal vez, esta carta escrita "pocos
    días antes de mi salida de esa capital" podría
    ser la del 29 de agosto. En realidad no es fácil
    aceptar la expresión de cercanía temporal
    cuando hay una diferencia de 23 días, aunque no
    sería descabellado que así lo fuese, sobre todo
    considerando que la referencia a esa cercanía temporal
    se hacía casi un año después (agosto de
    1823 con relación a agosto o setiembre de 1822).
    Asimismo debemos señalar que los impugnadores de la
    carta de Lafond argumentan que ella es falsa porque de ser
    verdadera Bolívar le hubiese dado respuesta, como era
    su costumbre, y, que es falsa porque no se encuentra ni en el
    ingente archivo de Bolívar ni en el de San
    Martín dicha respuesta. Pero, ¿existe acaso en
    algunos de los dos ingentes archivos de
    los libertadores esa carta escrita "pocos días antes"
    (según la expresión de san Martín) del
    22 de setiembre de 1822? ¿Por qué no
    contestó Bolívar?. Aunque pueda ser que
    Bolívar sí la contestase y que ella se
    encuentre extraviada. Esto debe tenerse muy en cuenta para
    apreciar el hecho de que no porque no haya respuesta a una
    misiva controvertida, como la carta de Lafond,
    automáticamente ésta tiene que ser
    apócrifa, porque pueden darse diversas posibilidades
    para explicar la inexistencia del original y de su
    respuesta.¿Podría ser esa misiva la del 29 de
    agosto de 1822?. Sin embargo, con toda objetividad debemos
    reconocer que aún dándole una gran laxitud a la
    expresión de San Martín e identificar la carta
    del 29 de agosto como aquella a la cual San Martín
    hace referencia como la escrita pocos días antes de su
    retiro del Perú (22 de agosto de 1822), se produce
    necesariamente una seria contradicción entre la
    indubitable del 03 de agosto de 1823,que sólo hace
    referencia a una carta escrita en Lima en agosto o setiembre
    de 1822 y otra escrita en Chile (de mediados de octubre de
    1822 a fines de enero de 1823) y la carta de Lafond, que
    fechada a 29 de agosto de 1822, hace referencia a una misiva
    breve escrita seis días antes. ¿Se
    olvidó San Martín, al escribir desde Mendoza,
    que realmente había escrito tres cartas, sin recibir
    respuesta de ninguna de ella? Tampoco se puede eliminar esta
    posibilidad.

    Hemos señalado ya, que los impugnadores de la
    carta del 29 de agosto de 1822 tienen un punto que suele
    hacer muy deleznable el cuerpo de sus críticas, cual
    es el no poder explicar satisfactoriamente la exacta
    correspondencia de la controvertida carta con los otros
    documentos auténticos de San Martín.
    Señalamos, asimismo, que este inconveniente es,
    aparentemente, salvado por J. M. Irrazával
    Larraín, para el cual esta correspondencia se explica
    debido al de que fue el propio San Martín el falsario.
    Según este historiador, el libertador argentino
    tenía necesidad de justificar su retiro del
    Perú y esta necesidad lo hizo concebir un documento
    que crease un justificativo racional a su abandono de la
    gesta emancipadora del Perú. Al parecer, en un primer
    momento pensó entregárselo a Guido, al cual
    prometió (en carta de 18-12-1826) enviarle una serie
    de documentos que dejarían bien en claro .la verdadera
    razón de su retiro, pero debió desanimarse de
    esto y prefirió entregárselo a Lafond, quien la
    publicó sin dudar de su autenticidad.

    Todos aquellos que vean y entiendan la Historia como
    búsqueda ferviente de la verdad, no pueden ruborizarse
    ni indignarse ante las opiniones e hipótesis
    más novedosas e incluso aparente o realmente
    fantasiosas, porque debe siempre suponerse buena fe en aquel
    que la enuncia, más allá de todos sus
    prejuicios. Suponer que San Martín fue el que
    fraguó la controvertida carta no es, de ninguna
    manera, una herejía ni una idea descabellada, porque a
    todas luces solucionaría el problema. Fue el propio
    San Martín el falsario y es por ello que existe la
    total correspondencia con sus documentos auténticos.
    Si se quiere rebatir esta hipótesis no debe recurrirse
    al innoble procedimiento
    de llenar de despectivos epítetos al historiador que
    la sustenta, porque con ello no se logra rebatir una idea y
    debe siempre tenerse presente que las ideas son dignas de
    respeto, por lo que las críticas y réplicas
    deben ser siempre con altura. Nosotros, frente a la
    posición de Irrazával nos preguntamos:
    ¿Qué pruebas, directas o indirectas, posee el
    citado historiador para formular tal aseveración? Con
    todo rigor, consideramos que ninguna, al menos de verdadera
    solidez. Y lo creemos así porque hay hechos que
    contradicen la opinión de Irrazával. Por
    ejemplo, ¿por qué, en este caso, San
    Martín no hizo que figurase entre sus papeles un
    borrador fraguado de dicha misiva?. Tal vez se responda, como
    Mitre y algunos defensores de la controvertida misiva, que si
    existía y que fue la que San Martín
    entregó a Lafond, entre los varios documentos que le
    proporcionó, pero que le fueron devueltos a San
    Martín, de conformidad a lo que Lafond le dice al
    libertador argentino en carta de 2 de abril de 1840. Pero, en
    este caso, qué pasó con el documento ya en
    manos de San Martín. Otra interrogante, siguiendo la
    misma hipótesis de San Martín como dador del
    documento (independientemente de si auténtico o falso)
    es acerca del porqué a Lafond, sabiendo que
    éste la publicaría en francés. Por
    qué, si lo que supuestamente perseguía era
    justificarse ante sus amigos, no se la entregó a
    Alberdi quien la hubiese publicado en castellano.
    Además, esta supuesta necesidad de
    justificación por su retiro del Perú no se
    condice con la reserva que San Martín siempre
    guardó acerca de la entrevista y su retiro del
    Perú. Por otro lado, la tesis de Irrazával
    significa admitir que San Martín se retiró del
    Perú sólo a consecuencia de la entrevista de
    Guayaquil y ello es falso. Consideramos que realmente San
    Martín no tenía nada que justificar, pues se
    retiró convencido (y luego las noticias que le dieron
    sus amigos le reafirmaron en esta convicción) de que
    su presencia en el Perú era inconveniente, tanto por
    la situación política como por la propia
    situación militar, donde él había
    perdido prestigio y generado un grupo muy hostil que le
    hacía imposible la dirección
    político-militar del Perú. Quedarse en este
    país le hubiera significado tener que enfrentarse con
    ese poderoso grupo opositor y derrumbarlo y ello, era muy
    probable, generaría una guerra civil o en su defecto
    una situación tan tirante que hubiera hecho ineficaz
    su gestión político-militar, en un
    Estado en el cual él ejercía una verdadera
    dictadura
    (en el sentido de que en sus manos se encontraban todos los
    poderes) bajo la denominación de Protector. Todo esto
    que afirmamos, brota diáfano de los documentos de la
    época. Es por ejemplo conocidísimo el mote de
    rey José que se le daba al Protector del Perú y
    lo es también su queja de sentirse aburrido de
    escuchar constantemente que quería hacerse soberano.
    En cambio es menos conocido que en la segunda sesión
    secreta del 21 de setiembre de 1822, del flamante
    recién instalado congreso constituyente peruano, se
    expresaron temores respecto a San Martín, que en la
    sesión secreta del 27 del mes citado se expresó
    el recelo de que el ex Protector tratase de apoderarse de las
    provincias del Alto Perú, de Arequipa y Cusco, y que
    en la sesión secreta del 26 de octubre fueron
    presentados unos pasquines a favor del rey, a favor de San
    Martín y contra el Congreso. (Véase: Historia
    del Parlamento Nacional.- Lima,1928; tomo IV).

    Consideramos que no existe el menor elemento de
    juicio para considerar a San Martín un falsario. El
    Libertador Protector del Perú no tenía
    ningún motivo para realizar un embuste de tal calibre.
    No es ahistórico decir que es difícil, por no
    decir imposible, imaginar a San Martín, un personaje
    con un alto sentido del honor, del deber y la
    responsabilidad, dedicado a elaborar una superchería
    histórica. Concebir esto implica admitir a un hombre
    empequeñecido e inconsciente de su valía,
    carente de honor, de orgullo y de sólidos principios.
    Que sepamos, ninguna de estas características
    encuadran con la recia personalidad de San Martín. Por lo
    demás, si San Martín, admitámoslo por un
    momento, hubiera querido justificar su retiro del Perú
    como una consecuencia de su desencuentro con el libertador
    Bolívar en Guayaquil, no tenía que recurrir a
    una superchería tan pueril como fraguar una misiva; le
    hubiera bastado con hacer de conocimiento su visión
    personal de la entrevista y en ella consignar las
    implicancias que tuvo para su retiro del Perú. Pero
    sabemos, por diversos testimonios, que San Martín no
    le gustaba hablar al respecto.

    Habíamos señalado que de la
    correspondencia fiel entre misiva del 29 de agosto de 1822 y
    las cartas a Miller y Castilla, no puede inferirse inmediata
    y necesariamente la autenticidad de la controvertida misiva.
    En primera instancia sólo comprueba que ella contiene
    «verdades». Pero al reflexionar sobre la
    mencionada correspondencia, surgen varias posibilidades que
    pueden explicarla, sin tener que ser necesariamente
    auténtica.

    a) Fue fraguada por San Martín. Es la tesis
    de Irrazával, la cual, creemos haber demostrado, no
    reposa en argumentos o indicios sólidos.

    b) Fue elaborada por alguna o algunas personas que
    estuvieron vinculados a San Martín y que se
    constituyeron en el grupo peruano antibolivarista Aquí
    podemos incluir las tesis de Pérez Amuchástegui
    y la de I. J. Barrera. Tampoco encontramos sólidos los
    argumentos esgrimidos en defensa de esta posición,
    aunque podría ser que en ese grupo antibolivarista se
    fraguara la carta. El masivo fraude de misivas supuestamente
    cursadas entre los libertadores que diera a luz Colombres
    Mármol (p) en 1940 en el libro "San Martín y
    Bolívar en la entrevista de Guayaquil , a la luz de
    nuevos documentos definitivos" y cuyo propio libro
    resultó, en cuanto a su autoría, también
    un fraude, deja una lección sobre el cuidado que hay
    que tener cuando sabemos que hay de por medio intereses de
    facciones y nacionalismos. Sobre ese fraude de misivas que
    fueran publicada en 1940, nos detenemos, para su
    análisis, en un capítulo aparte.

    c) Fue fraguada por Lafond, quien habiendo estado en
    julio de 1822 en Guayaquil y luego pasado al Callao; que
    habiendo recibido documentación del propio San
    Martín ya en Francia, pudo estar al tanto de los
    pormenores de lo ocurrido en 1822. Un análisis de la
    posibilidad de Lafond falsario se resiste a llegar a dicha
    conclusión, porque sería inexplicable como pudo
    este francés inventar datos y apreciaciones subjetivas
    que coincidieran tan grandemente con los que San
    Martín consignó en su carta a Miller y a
    Castilla. Por otro lado, era difícil intentar lograr
    imitar el estilo de San Martín y tenía que se
    el obstáculo más grave para elaborar esa
    superchería. Que sepamos, nadie ha visto en esta
    discutida misiva un documento cuyo estilo no coincida con el
    de San Martín. Incluso J. C. Chaves ve en ella el
    «inconfundible estilo» del libertador argentino.
    Pero esto complica aún más el problema. No es
    de fácil análisis lo referente al
    «inconfundible estilo» de San Martín y por
    ello, consideramos, no se ha insistido mucho en
    ello.

    Lo que al parecer si es fácil deducir es que,
    si se admite que ella es un fraude, tiene que aceptarse que
    fue elaborada no antes de 1831, porque sería
    ilógico pensar que el o los falsarios la fuesen a
    publicar antes de la muerte
    de Bolívar (la cual ocurrió el 17 de diciembre
    de 1830) o que la hubiesen elaborado aún en vida del
    Libertador, pero guardándola hasta que éste
    muriese. Pero debe recordarse que Bolívar murió
    prematuramente a los 47 años de edad.
    ¿Tendría sentido fabricar un embuste sin saber
    en que fecha se iba a ser público?.¿Qué
    fin perseguiría tan extraño proceder?. Esto es
    un factor que va en contra de los que argumentan que fue
    fabricado en el Perú por el denominado "grupo
    peruanista" antibolivarista. No tendría ningún
    sentido que este supuesto grupo, de ser cierta la
    hipótesis, fabricase el embuste después de
    1830.

    Cuando se medita sobre la posibilidad del fraude,
    inmediatamente se plantea o debe plantearse el problema
    acerca de encontrarle una lógica explicación a
    la actitud de San Martín en haber consentido en su
    difusión. En verdad no se halla un porqué
    indubitable a esta actitud. Tal vez sea "este el principal
    obstáculo con el que se enfrentan los impugnadores de
    la controvertida misiva. Por otro lado, el controvertido
    documento aparecido en 1843 no creó una versión
    justificativa y falaz del retiro de San Martín, porque
    ya San Martín se la había expresado, en 1827, a
    Miller y sobre la cual volvió a insistir en 1848, en
    la carta dirigida a Castilla.

    La discutida misiva tiene algunos puntos muy oscuros
    e inexplicables que de ninguna manera pueden desconocerse y
    pasarlos por alto en cualquier análisis serio y que
    hacen dudar sobre la posible autenticidad de la misiva del 29
    de agosto de 1822. Al menos es esa nuestra opinión.
    Entre lo oscuro e inexplicable de la carta de Lafond, podemos
    señalar lo siguiente:

    a) Ella hace referencia a documentos que,
    misteriosamente o por rara causalidad, son hasta ahora
    inexistentes, tales como la misiva a Bolívar de 23 de
    agosto de 1822, la
    comunicación de Santa Cruz a San Martín en
    plena marcha de retorno al Perú y la prometida nota
    sobre jefes militares y su conducta.

    b) Esta carta, como perspicazmente lo
    señalara Vicente Lecuna, implicaría una
    misiva-respuesta de Bolívar, la cual no ha sido
    hallada en ningún archivo.

    c) Señala la carta de Lafond que el
    Comandante Delgado sería el portador y dador de la
    misiva. Sin embargo está probado que ello no fue
    así.

    d) Habiendo sido escrita el 29 de agosto por
    qué, supuestamente, fue remitida recién a fines
    de setiembre.

    e) La cuestionada misiva señala que el
    Comandante Delgado sería el encargado de entregar a
    Bolívar, en calidad de obsequio, una escopeta, un par
    de pistolas y un caballo de paso. Sin embargo, no existe
    ningún testimonio que Bolívar recibiese dichos
    presentes.

    f) La carta de Lafond atribuye a Bolívar una
    minusvalía del ejército realista. Pero de los
    documentos de Bolívar se desprende un concepto
    totalmente opuesto a éste. Y no se vaya a pensar que
    podría ser consecuencia de la carta del 29 de agosto,
    porque en una misiva de Bolívar dirigida a Santander,
    de 3 de agosto de 1822, le dice: "A este propósito
    digo a Ud. que creo de necesidad se nos manden por el istmo
    dos mil fusiles y doscientos o trescientos quintales de plomo
    para armar un ejército en caso que el enemigo triunfe
    de San Martín, lo que, según todas las
    noticias, puede muy bien suceder". El propio oficio de 9 de
    setiembre de 1822 que por orden de Bolívar su
    secretario José Gabriel Pérez enviara a los
    Ministros de Estado y Relaciones Exteriores de Perú y
    Chile, habla bien a la claras de la preocupación
    militar de Bolívar con relación a la lucha en
    el Perú, prometiendo enviar cuatro mil hombres
    más de los ya enviados y solicitándole a Chile
    que envíe unos seis mil a ocho mil hombres y
    además que Chile tratase de persuadir al gobierno del
    Río de la Plata a colaborar con un ejército de
    unos cuatro mil efectivos. Por otra parte, Bolívar no
    podía saber que cuando el oficio mencionado llegase al
    Perú ya San Martín no iba a encontrarse en el
    gobierno ni en el territorio peruano.

    g) Como señala Pérez
    Amuchástegui, de ser auténtica la misiva del 29
    de agosto resultarían totalmente inexplicables los
    elogios y recomendaciones que San Martín hace de
    Arenales y no de Rudecindo Alvarado, a quien el propio San
    Martín lo había designado Jefe del
    ejército Libertador del Perú.

    h) El total del ejército patriota, aunque era
    inferior al realista, sin embrago el número de 8500
    efectivos que el controvertido documento le asigna, es muy
    inferior al que realmente tenía, el cual sobrepasaba,
    y con gran holgura, los 10000 hombres. Es difícil
    pensar que San Martín tratase de impresionar a
    Bolívar, sabiendo que éste era informado por
    los jefes colombianos existentes en el
    Perú.

    Consideramos, que con un juicio desapasionado,
    alejado de todo dogmatismo académico chovinista,
    distante de todo prejuicio, con un espíritu amante de
    la verdad, podrá intentarse nuevas aproximaciones para
    la solución del problema, a medida que aparezcan
    nuevos elementos de juicio, y esto en la medida que se
    analicen paciente y meticulosamente los documentos
    éditos, que de una u otra manera puedan echar luces
    sobre este enigma, así como también los
    documentos inéditos que puedan reparar elementos
    claves para su dilucidación definitiva. El deseo de
    todo verdadero historiador, como lo formulara el peruano
    Alberto Tauro del Pino, debe ser que "emancipada de
    vaniloquios y falsos arrequives, la investigación
    histórica restablezca algún día la
    verdad".

    BIBLIOGRAFÍA

    Los estudios en torno a la carta de Lafond son
    abundantes. Sólo mencionaremos los trabajos citados en
    este trabajo.

    Abreviaturas utilizadas en las citas:

    ANHA: Boletín de la Academia Nacional de la
    Historia de Argentina

    ANHV: Boletín de la Academia Nacional de la
    Historia de Venezuela

    RSBV: Revista de
    la Sociedad
    Bolivariana de Venezuela.

    -Academia Nacional de la Historia de Buenos Aires.
    "La autenticidad de la carta de San Martín a
    Bolívar de 29 de agosto de 1822"

    -Aranda, Ricardo. "Colección de los tratados,
    convenciones, capitulaciones, armisticios celebrados desde la
    independencia hasta el día" (Lima, 1890-1911) 14
    v.

    -Barrera, Isaac J. "Sobre la carta de Lafond" (ANHV,
    enero-marzo 1950; pp.123-125)

    -Barrera, Isaac J. "La Conferencia de Guayaquil"
    (RSBV, 28/3/1950/; pp.105-108)

    -Busaniche, José Luis "San Martín
    Vivo" (1966)

    -Colombres Mármol, E. L. (h)
    "¡¿Es apócrifo el testamento
    político de San Martín?!. ¡¿Fue
    falsificado en el Perú?!" (1964)

    -Cortés Vagas, C. "Participación de
    Colombia en la libertad del Perú" (Boletín de
    Historia y Antigüedades, Bogotá, julio-setiembre
    1947))

    -Chaves, J.C. "El portador de la carta de
    Lafond"(ANHA "La autenticidad de la carta de San
    Martín a Bolívar de 29 de agosto de 1822.-
    Buenos Aires, 1950; pp. 78-84)

    -Chaves, J. C, "La entrevista de Guayaquil"
    (1965)

    -Congreso del Perú. "Historia del Parlamento
    Nacional: Actas de los Congresos del Perú desde el
    año 1822" (Lima, 1928-1929)

    -Dellepiane, Carlos. "Historia militar del
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    -Estado Mayor General del Perú.- Quinta
    División. "Campaña del Perú:
    1822-1823"

    -Gaceta del Gobierno [del Perú].-
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    -González, A. D. "Autenticidad de la carta de
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    -Instituto Sanmartiniano "Epistolario entre los
    libertadores San Martín y Bolívar"

    -Irrazával Larraín, José
    Miguel. "San Martín y sus enigmas" (1949;tomo
    II)

    -Irrazával Larraín, J. M. "San
    Martín y sus enigmas: La carta de 29 de agosto de
    1822" (ANHV; enero-marzo; 1951; pp. 12-50).

    -Lecuna, Vicente. "La Entrevista de Guayaquil:
    restablecimiento de la verdad histórica (1962, cuarta
    edición; dos tomos).

    Lecuna, V. "Refutación y mentís al
    libro del señor Colombres Mármol. Cartas
    apócrifas publicadas como auténticas por el Sr.
    E. L. Colombres Mármol, ex embajador de la Argentina
    en el Perú, en un libro intitulado "San Martín
    y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de
    nuevos documentos definitivos" (ANHV, 1945 "Cartas
    apócrifas sobre la Conferencia de
    Guayaquil))

    -Lecuna, V. "Refutación a la carta del
    General San Martín a Miller" (ANHV; abril-junio
    1947)

    -Lecuna, V. "Nuevas versiones sobre la Entrevista de
    Guayaquil" (ANHV; enero-marzo 1949)

    -Lecuna, V. "La entrevista de Guayaquil" (ANHV,
    abril junio 1949)

    -Lecuna, V. "La carta apócrifa de Lafond:
    contestación al Prof. Bernard" (ANHV,
    octubre-diciembre 1949)

    -Lecuna, V. "Atentado en Buenos Aires contra el
    libro La Entrevista de Guayaquil" (ANHV, enero-marzo
    1950)

    -Lecuna, V. "La diatriba argentina contra
    Bolívar" (ANHV, julio-setiembre 1950)

    -Lecuna, V. "Refutación a los estudios
    publicados por la Academia de Buenos Aires sobre la carta de
    Lafond" (ANHV, octubre-diciembre 1950)

    -Lecuna, V. "Rencores de San Martín contra
    Bolívar" (ANHV, octubre-diciembre 1951)

    -Lecuna, V. "Defensa de la Crónica razonada
    de las Guerras de
    Bolívar" (ANHV, abril-junio 1952)

    -Lecuna, V. "Crítica al folleto del Dr.
    Ricardo Levene sobre la carta apócrifa de Lafond"
    (RSBV, 24-07-1949)

    -Lecuna, V. "La carta apócrifa de Lafond"
    (RSBV, 28-10-1949)

    -Lecuna, V. "De nuevo la carta apócrifa de
    Lafond" (RSBV, 17-12-1949)

    -Lecuna, V. "Cartas de San Martín a
    Bolívar" (RSBV, 24-07-1950)

    -Lecuna, V. "La diatriba argentina contra
    Bolívar" (RSBV, 28-10-1950; pp. 334-342))

    -Lecuna, V. "Las diatribas argentinas contra
    Bolívar" (RSBV, 28-10-1950; pp. 343-346)

    -Lecuna, V. "San Martín y Bolívar en
    Guayaquil" (RSBV, 17-12-1950)

    -Lecuna, V. "Episodios de la vida de Bolívar.
    Los refuerzos de Colombia al Perú (RSBV, N° 30;
    1951; pp. 207-209).

    -Levene, Ricardo "La carta de San Martín a
    Bolívar de 29 de agosto de 1822: Un documento
    fundamental de la Historia Argentina y Americana" (ANHA"La
    autenticidad de la carta de San Martín a
    Bolívar de 29 de agosto de 1822; Buenos Aires, 1950;
    pp. 91-128)

    -Márquez, Ezequiel. "El coronel don
    Andrés de Santa Cruz en Cuenca" (Quito: Imprenta de la
    Universidad Central, 1924. Edición especial del N°
    20 del Boletín de la Academia Nacional de la
    Historia).

    -Masur, Gerhard. "The conference of Guayaquil"
    (Reprinted from The Hispanic American Historical Review; vol.
    XXXII, n° 2, may 1951)

    -Martínez, Efraín "Autenticidad de la
    Carta de Lafond" (Asociación Cultural Sanmartiniana de
    Bahía Blanca, 1994)

    -Masur, G. "La carta de San Martín a
    Bolívar de 29 de agosto de 1822" ("San Martín,
    Homenaje de la Academia Nacional de la Historia de Argentina
    en el centenario de su muerte: 1850-1950"; Buenos Aires,
    1951; tomo I; pp. 213-221).

    Masur, G. "Simón Bolívar" (Caracas,
    1987)

    -Mendoza, C. L. "Informe del Dr. Cristóbal L.
    Mendoza para la Academia Nacional de la Historia sobre la
    carta apócrifa de Lafond" (RSBV, 24-07-1949; pp.
    71-129)

    -Mendoza, C. L. "El desprendimiento de San
    Martín"(discurso) [RSBV, 28-10-1950; pp.
    246-257]

    -Mijares, Augusto. "El Libertador" (Caracas,
    1987)

    -O’Leary, Daniel Florencio. "Historia de la
    Independencia Americana: La Emancipación del
    Perú según la correspondencia del general Heres
    con el Libertador: 1821-1830" (Madrid, 1919).

    -Ortiz, Sergio E. "La verdad sobre la conferencia de
    Guayaquil" (ANHV, octubre-diciembre 1951; pp.
    396-422)

    -Ortiz, Sergio E. "La brigada de Santa Cruz" (ANHV,
    abril-junio 1953; pp.164-180)

    -Pérez Amuchástegui, A. J. "La
    «Carta de Lafond»y la Preceptiva
    Historiográfica" (1962)

    -Rojas, Ricardo. "La Entrevista de Guayaquil"
    (1950)

    -Rosa, A. E. de la "Firmas del ciclo heroico"
    (1938)

    -Tauro del Pino, A. "Sobre la entrevista de
    Guayaquil y sus ecos actuales" (Documenta, Revista de la
    Sociedad Peruana de Historia, Lima, 1949-1950; pp.
    678-684).

    -Vargas Ugarte, Rubén. "Historia General del
    Perú" tomo VI.

    -Vargas, Nemesio. "Historia del Perú
    independiente"

    -Yungano, Arturo Ricardo. "Discurso de
    incorporación como miembro de número en la
    Academia Sanmartiniana de 20 de setiembre de1995"
    http://www.sarmiento.org.ar/yungano.htm

  2. LA CONTROVERTIDA MISIVA DE
    SAN MARTÍN A BOLÍVAR DE
  3. ¿MISIVAS ENTRE LOS LIBERTADORES
    REFERENTES A SUS CONFERENCIAS?

Aparte de dicha controvertida misiva, no se
conocía ninguna otra carta en la que los libertadores de
América se hubiesen escrito sobre lo tratado en Guayaquil.
Esto era así hasta 1940, año en el cual
apareció el libro de Eduardo Lástenes Colombres
Mármol (padre), titulado "San Martín y
Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos
documentos definitivos". Entre estos "nuevos documentos"
figuraban nada menos que misivas cursadas entre los libertadores,
en las que se referían a dos aspectos de gran
trascendencia. Uno de ellos era el referente al problema
político generado en torno al destino de Guayaquil, que
habiendo proclamado su independencia el 9 de octubre de 1820
había dejado pendiente su incorporación a
Perú o a Colombia e incluso la posibilidad de constituirse
en un estado independiente, pero que Bolívar zanjó,
manu militari, el 13 de julio de 1822, al decidir la
incorporación del territorio de Guayaquil a Colombia. Y el
otro tópico era el concerniente a lo que ellos trataron en
sus conferencias realizadas en la ciudad de Guayaquil, los
días 26 y 27 de julio de 1822.

Entre esas misivas, presentadas no sólo como
«nuevos documentos» sino «como
definitivos», reseñaremos las siguientes:

a) Misiva de Bolívar a San Martín, fechada
en Cali a 29 de enero de 1822. En esta carta Bolívar le
señala a San Martín los derechos de Colombia sobre
Guayaquil, pero le expresa que ambos pueden solucionar el
problema.

b) Misiva de Bolívar a San Martín, fecha
en Guayaquil a 25 de agosto de 1822. En ésta le
señala la inconveniencia de los regímenes
personalistas; arguye la conveniencia de adoptar su sistema de la
Confederación General, que lo compara al de los Estados Unidos.
Le expresa que la unión de sus ejércitos se
podría llevar a cabo, siempre y cuando el Perú se
comprometiese a hacerse cargo del aspecto económico de la
campaña.

c) San Martín a Bolívar, fechada en Lima a
10 de setiembre de 1822. Ésta es contestación a la
que recibió del libertador caraqueño con fecha 25
de agosto. El Protector del Perú le comunica que él
no podría reconocer la soberanía de Colombia sobre Guayaquil,
estando esta provincia bajo el protectorado del Perú. Le
anuncia su renuncia ante el Congreso.

d) Bolívar a San Martín, fechada desde
Cuenca a 27 de setiembre de 1822. Constituye respuesta a la
enviada por San Martín el 10 de setiembre. Bolívar
le transmite a San Martín su lamento por la renuncia que
ha hecho del gobierno del Perú. Asimismo le manifiesta
lamentar mucho el que no se hubiese aceptado su propuesta de la
unión de los dos ejércitos, lo cual se lo
había expresado en la misiva del 25 de agosto.

Además de estas misivas aparecía otra de
San Martín a Bolívar, fechada desde Bruselas el 28
de mayo de 1827; de Bolívar a Santander, de Sucre a
Santander, de Sucre a Bolívar y de éste a
Sucre.

La polvareda que vino a levantar el hallazgo y
publicación de estos supuestos documentos suscritos por
San Martín, Bolívar y otros personajes de aquella
época, vinculados a la Entrevista de Guayaquil, constituye
uno de los sucesos más raros de la historiografía
americana.

Al poco tiempo de circular la mencionada obra de E..L.
Colombres Mármol, la Academia Nacional de la Historia de
Venezuela y el renombrado historiador venezolano don Vicente
Lecuna, impugnaron como apócrifos todos los presuntos
"nuevos documentos" que aportaba la obra de Colombres
Mármol.

Como el caso ameritaba una investigación muy
seria, los mencionados documentos fueron analizados, con suma
meticulosidad, por una Comisión Nacional Argentina, la
cual concluyó por pronunciarse en el mismo sentido que la
de su par, la venezolana. Debemos señalar que durante la
investigación realizada en Argentina, don Ricardo Levene,
prestigioso historiador, presidente de la Academia de la Historia
de Argentina y asimismo presidente de la comisión especial
para el estudio de los documentos cuestionados, recibió
una carta del Sr. José M. González Alfonso,
suscrita en Buenos Aires el 15 de octubre de 1941, en la cual, el
mencionado personaje, se reconocía como el verdadero autor
de la obra que E. L. Colombres Mármol había
publicado sobre la entrevista de Guayaquil, con los documentos
ahora probadamente apócrifos, de conformidad con las
conclusiones de las Academias Nacionales de la Historia de
Venezuela Argentina.

El eximio historiador peruano Rubén Vargas
Ugarte, comentando sobre el problema del verdadero autor de la
cuestionada obra y asimismo sobre la procedencia de los
documentos que ella pretendía aportar, como nuevos y
definitivos, para solucionar los «enigmas» de la
entrevista de Guayaquil, nos dice:

"Tuvimos ocasión de conocer al primero, (se
refiere a Colombres Mármol) cuando estaba en Lima de
Embajador de su país y por lo poco que le tratamos nos
persuadimos que sus conocimientos en historia no pasaban de lo
vulgar. Por desdicha, el señor Colombres, víctima
de un traficante inescrupuloso, se prestó a darle la mano
para que saliese del país la valiosa documentación,
propiedad del
Estado (se refiere al estado peruano), que custodiaba Emilio
Gutiérrez de Quintanilla, Director del Museo Nacional, a
quien se había encomendado la tarea de reunir los materiales
para la obra "La Acción Peruana en la Independencia". Esos
documentos reunidos en más de treinta tomos en folio
salieron del país (Perú) subrepticiamente y fueron
luego puestos a la venta en Buenos
Aires"(Vargas Ugarte, R "Historia General del Perú", tomo
VI, pp. 227-228, infra).

¿Cómo llegaron a manos del Sr. Colombres
Mármol los controvertidos (en realidad apócrifos)
documentos?. El propio embajador nada dijo al respecto e incluso
creó todo un gran misterio en torno a la obtención
de esos materiales. La defensa acerca de la autenticidad de los
mencionados documentos correría a cargo del reconocido
historiador argentino don Rómulo Carbia, que había
sido nada menos que el encargado del prólogo de la obra.
Carbia también echó luces sobre la procedencia de
la documentación, señalando que los documentos
pertenecían al archivo de Gutiérrez de Quintanilla.
Rómulo Carbia incluso llegó a publicar una obra
titulada "San Martín y Bolívar frente al hallazgo
de nuevos documentos", donde defendió la autenticidad de
los impugnados documentos, esgrimiendo algunos argumentos que
pretendían rebatir la demoledora crítica de don
Vicente Lecuna.

Pero quien más ha aportado para dilucidar acerca
de la obtención de los documentos ha sido E. L. Colombres
Mármol (hijo), el cual publicó una obra titulada
"En defensa de las discutidas cartas del general San
Martín". Señala Colombres Mármol (h), que
desempeñándose su padre como Embajador en el
Perú, llegó a saber y conocer de la existencia de
una gran cantidad de documentos sobre la etapa separatista,
existentes en el archivo del historiador peruano Emilio
Gutiérrez de Quintanilla . A comienzos de 1939
llegó a Buenos Aires el Sr. Fernando Gutiérrez de
Quintanilla, llevando consigo varios miles de manuscritos. El
gobierno argentino, informado de esto, designó una
comisión especial para que, previo minucioso
análisis, dictaminara el valor de los mismos y de
considerarse importantes y convenir a las partes, adquirirlos
para que fueran incorporarlos a los archivos argentinos. Esta
comisión estuvo integrada por R. Levene, Presidente, .A.
C. Escobar, C. De Estrada, E. L Colombres Mármol(p), R. J.
Cárcamo, R. Zavala, E. Ravignani y F. Best. El Sr.
Fernando Gutiérrez de Quintanilla puso a
disposición de dicha comisión seis mil documentos.
Entre tanto, en Lima, el encargado de analizar los restantes
manuscritos de la familia
Gutiérrez de Quintanilla fue el señor César
Galdós Vergara. Fue este señor Galdós el que
informó haber hallado treinta documentos vinculados al
año 1822 y a la entrevista de Guayaquil. La
comisión argentina mencionada consideró que dentro
de este grupo de treinta documentos, solo dieciocho eran
realmente importantes.

El porqué fue el señor Colombres
Mármol y no otra persona la que utilizara los documentos
en cuestión, se explica por el hecho de que el mencionado
personaje había pagado, de su propio peculio, el cincuenta
por ciento del valor de los documentos y es por ello, que con el
debido permiso de la familia
Gutiérrez de Quintanilla comenzó a preparar o hacer
preparar un trabajo sobre la entrevista de Guayaquil, obra que
vería la luz en 1940, con el título ya mencionado
de "San Martín y Bolívar en la entrevista de
Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos". Colombres
Mármol llegaba a las siguientes conclusiones, en base a
dichos «novísimos y trascendentales documentos", con
relación a la entrevista de los libertadores.

a) No hubo acuerdo entre San Martín y
Bolívar, ni en el fondo ni en la forma.

b) San Martín, consultado sobre la anexión
colombiana de Guayaquil consumada por Bolívar, la
desconoció de plano y ratificó después su
disconformidad en carta posterior a la entrevista.

c) Aceptó, en nombre del Perú,
incondicionalmente la ayuda ofrecida por Colombia, si este estado
tomaba a su cargo la parte correspondiente a la
financiación de la campaña.

d) San Martín se condenó voluntariamente
al ostracismo, sacrificando el prestigio y la gloria de su
carrera militar en aras de la paz y de la libertad, así
como para evitar una guerra fratricida.

e) Las leyendas
forjadas en torno de la entrevista de Guayaquil se desvanecen por
completo, imponiéndose el desahucio de multitud de
historias improvisadas, carentes de seriedad y consistencia
científica, así como el reajuste crítico
indispensable en otras, aquellas en las cuales la
exaltación del héroe o el encono han tergiversado
la verdad.

El libro de Colombres Mármol causó un gran
impacto en el ámbito historiográfico americano, no
tanto por el enfoque en sí que presenta la obra sobre la
conferencia de Guayaquil, sino por el aparato documental sobre el
cual se había elaborado. El diplomático argentino
llegó a rodear de tanto misterio el hallazgo de los
documentos , que incluso llegó expresar que había
sido obra de la providencia el que dichos documentos llegasen a
sus manos.

Los historiadores venezolanos tomaron el asunto con
cierta inquietud y un gran escepticismo, aunque se debe reconocer
que lo hicieron con mucha seriedad y espíritu
crítico. El mismo año de la publicación del
novedoso libro de Colombres Mármol, la Academia Nacional
de la Historia de Venezuela, con fecha 7 de noviembre de 1940,
emitió un informe, rubricado C. L. Mendoza, P. M. Arcaya,
Mons. Nicolás E. Navarro y Lucía L. de Pérez
Díaz, en el cual se dictaminaba que los documentos
incluidos en la obra de Colombres Mármol eran
apócrifos. El dictamen consideraba que los siguientes
factores demostraba fehacientemente su inautenticidad.

a) Carácter acientífico al referir el
hallazgo de los manuscritos.

b) Todas las cartas, curiosamente, persiguen un solo
fin: demostrar la autenticidad de la carta de 29 de agosto de
1822.

c) Existen diferencias graves en el lenguaje
escrito de las misivas atribuidas a Bolívar y
Sucre.

d) Las cartas atribuidas a Bolívar contienen
graves contradicciones con las ideas manifestadas por él,
en otros documentos de esa misma época.

e) En la carta atribuida a Bolívar de 25 de
agosto de 1822, el Libertador hace referencia a «la
República de Francia», cuando en aquel momento
gobernaba el rey Luis XVIII.

f) Se atribuye a Bolívar una misiva suscrita en
Cali, a 29 de enero de 1822. Sin embargo para esa fecha
Bolívar no se encontraba en Cali sino en
Popayán.

g) En una carta atribuida a Sucre, de 9 de diciembre de
1824, aparece este personaje dándole la noticia de la
victoria de Ayacucho a Santander. Se sabe, por carta
auténtica de Sucre a Santander, de 13 de diciembre del
mismo año, que fue en esa carta (la del 13 de diciembre)
que Sucre por vez primera le escribía a Santander
dándole la noticia del triunfo obtenido en
Ayacucho.

h) En la carta atribuida a Bolívar y dirigida a
Santander, de 13 de octubre de 1822, se hace referencia a la Gran
Colombia, cuando en aquel tiempo nadie utilizaba dicha
denominación.

i) La impugnada misiva de Bolívar a Sucre, de 7
de noviembre de 1824, no termina con la frase de rutina: "Dios
guarde a V.S. muchos años" como era de rigor, sino con un
"Señor General" antes de la firma, fórmula
empleada, en aquella época, sólo de inferior a
superior. Asimismo, en esta misiva se antepone al nombre de Sucre
la palabra «Don», cuando el Libertador nunca usaba
dicho término al dirigirse a sus generales colombianos.
También aparece la fórmula U.S.(abreviatura de
Usía), que no era utilizada por la secretaría de
Bolívar, la cual empleaba la fórmula V.S. (Vuestra
Señoría). Sólo en copias y reproducciones
suele, a veces, utilizarse la primer abreviatura
mencionada.

El eximio bolivarista don Vicente Lecuna hizo un estudio
acucioso de los documentos cuestionados, llegando la
conclusión de que eran apócrifos. En realidad hay
que reconocer, que fue don Vicente Lecuna quien cerró en
forma definitiva el problema de los documentos dados a conocer
por Colombres Mármol, pues son tantos los elementos
esgrimidos por él, y de las más diversas
índoles, que ya no queda la menor duda acerca de la
apocricidad de los mismos y son ya muy pocos los historiadores
que se atreven a sostener lo contrario, porque ello
implicaría tener que responder todas las críticas
hechas por Lecuna, y que, como veremos, son, casi sin temor a
equivocarnos, definitivas. La propia Comisión especial
argentina encargada de estudiar los controvertidos documentos,
dictaminó, con fecha 1 de noviembre de 1941, que ellos
eran apócrifos.

Pasemos una breve revista a todos los factores
señalados por don Vicente Lecuna que prueban, en forma
definitiva, la inautenticidad de los manuscritos utilizados por
Colombres Mármol:

a) La carta de Bolívar a San Martín de 29
de enero de 1822 aparece suscrita en Cali, cuando en aquella
fecha Bolívar se encontraba en Popayán.

Carbia intentó contrarrestar este argumento
diciendo que en realidad en el manuscrito existe una rayita
debajo de la parte ovalada del 9, (cosa que no se podía
apreciaren la reproducción),lo cual significaría
que la carta fue realmente del 21 de enero, fecha en la que
aún Bolívar se encontraba en Cali. Carbia nos dice
que la Secretaría de Bolívar no debió
despachar la carta en aquella oportunidad, terminando por
llevarla a Popayán, por lo que allí se
enmendó la fecha.

Lecuna, por su parte, replicó en el sentido de
que dicha supuesta enmienda era inadmisible en una carta dirigida
a una autoridad de
la investidura de don José de San Martín, Protector
del Perú.

b) En esta misma misiva de 29 de enero se escribe
«Calí», cuando en aquellos tiempos se
escribía «Caly».

c) En la misiva de Bolívar a San Martín de
25 de agosto de 1822, Bolívar aparece citando como
modelo de su
«Confederación General» a los Estados Unidos
de Norteamérica, cuando bien se sabe que él nunca
pensó de tal manera.

d) En esta misma carta, Bolívar ofrece su alianza
al Perú, cuando ya existía dicha alianza, la cual
había quedado materializada con el tratado de 6 de julio
de 1822.

e) Bolívar (siempre en esta misiva) habla de la
República de Francia, siendo como era en esa época
una monarquía.

f) Entre la carta de Bolívar de 25 de agosto y la
respuesta a ella dada por San Martín, el 10 de setiembre,
sólo existe un periodo de apenas 16 días, cuando en
aquella época de Guayaquil a Lima se empleaba casi un mes
de viaje..

g) En la pretendida misiva del Libertador al Protector
de 27 de setiembre de 1822, aparece insistiendo que el Congreso
del Perú debe reconocer la soberanía de Colombia
sobre Guayaquil. Bolívar nunca solicitó dicho
reconocimiento.

h) En la misiva dirigida a Santander de 13 de octubre de
1822, Bolívar usa el término Gran Colombia, cuando
en esa época nadie utilizaba dicho concepto.

i) En la carta de Bolívar a Sucre de 7 de
noviembre de 1824 no figura la fórmula sacramental
«Dios guarde a V.S. muchos años», sino
«Señor General», expresión esta
última utilizada de inferior a superior.

j) En la misiva mencionada en el párrafo
anterior se utiliza el término «don», cuando
se sabe que Bolívar no lo utilizaba al dirigirse a sus
generales colombiano. El Libertador, en carta dirigida a su amigo
Vicente Rocafuerte, con fecha 10 de enero de 1821, le dice: "No
le pongo sus títulos porque no sé cuales son y con
el Don estamos peleados".

k) Sucre, en la pretendida misiva de 9 de diciembre de
1824, se dirige a Santander con la fórmula V.E. y a la vez
«Mi querido general y amigo», forma empleada
sólo en cartas privadas y no en notas o comunicaciones
oficiales, donde se utilizaba la fórmula V.E. Sucre no
incurrió nunca en semejante mezcolanza.

l) Es inverosímil que Sucre escribiera a
Santander el 9 de diciembre, en pleno campo de batalla, mientras
que a Bolívar lo hiciera al día siguiente. Por otra
parte, se conoce la carta auténtica de Sucre a Santander
de 13 de diciembre de 1824 en la cual recién le comunica
sobre la victoria obtenida en los campos de Ayacucho.

m) Sucre al dirigirse a Bolívar en la misiva del
26 de marzo de 1827 emplea la fórmula V.E., cuando ella no
se utilizaba en cartas privadas. Además le aplica el
desterrado «Don». Asimismo se utiliza el vocablo
«bolivariano», totalmente moderno, cuando en aquella
época solo se utilizaba «boliviano». Y, para
remate, se emplea el título «Libertador y
Presidente», cundo se utilizaba «Libertador
Presidente»

n) San Martín, desde Bruselas, con fecha 28 de
mayo de 1827, aparece dando consejos a Bolívar para que no
estableciese la Confederación Boliviana, cuando ya (y esto
desde octubre de 1826) había desistido de dicho
sistema.

ñ) En cinco firmas de los facsímiles
reproducidos por Colombres Mármol (p), el nombre
íntegro de Simón Bolívar tiene
matemáticamente el mismo tamaño y las
rúbricas son idénticas.

o) En las pretendidas firmas de Bolívar no figura
el punto sobre la letra «i» de la palabra
Simón y aparece la palabra Bolívar acentuada,
cuando en aquella época no se a acentuaba y solo se
ponía un punto sobre la «i».Rómulo
Carbia intentó rebatir a Lecuna, argumentando que el punto
sobre la «i» de Simón si existían en
los manuscritos, aunque no aparecía en los
facsímiles, debido a su tamaño reducido. En cuanto
al acento en la «i» de Bolívar, Carbia
señalaba que realmente era un punto con forma de acento.
Vicente Lecuna le replicó que ello resultaba un elemento
más a favor de la apocricidad, puesto que si bien es
cierto que en algunas de sus firmas Bolívar pusiera el
punto ancho, por la violencia al
asentar la pluma, siempre éste aparece horizontal en las
firmas auténticas y nunca vertical como en las
apócrifas.

p) Las letras de las cartas apócrifas no
pertenecen a ninguno de los amanuenses de que Bolívar se
servía en aquella época para la escritura de
su correspondencia oficial y privada, es decir de su secretario
J. G. Pérez y de los amanuenses Juan Santana y José
Domingo Espinar.

q) El Libertador escribía sus oficios en papel grande,
llamado florete, de oficio, de 30 a 31 cm de largo por 20 a 21 cm
de ancho, milímetros más, milímetros menos,
puesto que había variedad en las diversas resmas. Por otra
parte, hacía su correspondencia personal en papel carta,
cuyas dimensiones, en el año 1822, variaba según
los bloques, de 23 por 18 cm y de 25 por 20 cm y los usaba sin
ningún membrete o con el membrete «República
de Colombia» y parte de la fecha impresa. Los oficios, en
general, llevaban membrete, lo mismo que las cartas dirigidas a
personajes o gobiernos extranjeros. Ahora bien, las cartas y
oficios apócrifos están todos extendidos en papel
grande, florete, sin encabezamiento, incluso los que aparecen
dirigidos al General San Martín. La razón de que
ello ocurra así, en los documentos apócrifos, se
debe a que en los archivos de la época abundan hojas y
pliegos en blanco de papel florete, por lo tanto fácil de
extraer y ser utilizados para la falsificación. En cambio
no existe, en blanco, papel tamaño carta ni papel timbrado
de Colombia, por lo que a los falsificadores no los les
quedó otra alternativa que usar solo papel florete para
todos tipo de documento.

r) Toda la correspondencia auténtica de Sucre
está escrita de su puño y letra, a excepción
de aquella redactada durante los meses que tuvo el brazo derecho
inutilizado, a consecuencia de la herida recibida en el
motín del 18 de abril de 1828, en Chuquisaca. La carta
presentada por Colombres dirigida por Sucre a Santander, de 9 de
noviembre de 1824, está escrita por amanuense. Por otra
parte, Sucre escribía en papel carta de 26,2 cm por 20,3
cm. La carta apócrifa señalada está
extendía en papel grande de 31,5 cm por 21 cm.

s) La proclama auténtica de Simón
Bolívar de 13 de julio de 1822, reproducida por Colombres
Mármol (p), en la cual aparece la misma letra que la de
los documentos apócrifos, pretendía presentar un
documento auténtico, pero con letra de los falsificadores.
Aún más, se sabe que en esa fecha había
imprenta en Guayaquil, por lo cual es seguro que ella no
circuló en forma manuscrita. Jerónimo Espejo,
argentino, en su obra titulada "Recuerdos Históricos"
asegura que dicha proclama circuló impresa.

t) De ser auténticos los documentos presentados
por Colombres Mármol (p), lo lógico sería
que todos o por lo menos algunos de esos documentos debían
encontrarse en los archivos de los personajes a quienes fueron
dirigidas, pero ello no es así y ello es una prueba
contundente de su apocricidad.

u) El perito calígrafo, Sr. Ángel de Luca,
miembro de la Comisión oficial nombrada por el poder
ejecutivo de Argentina para dictaminar sobre los cuestionados
documentos, señaló que ellos eran
apócrifos.

Decíamos al comenzar este capítulo que
este fraude constituye uno de los sucesos más raros de la
historiografía americana. La conclusión a la cual
se ha llegado es definitiva: la documentación presentada
por Colombres Mármol era apócrifa. La otra
conclusión, que se deriva fundamentalmente de los
análisis hecho por los historiadores venezolanos y muy
especialmente por don Vicente Lecuna, es que esta masiva
falsificación de documentos pretendía un fin en
concreto:
querer probar la autenticidad de la llamada Carta de Lafond. Si
esa era la finalidad de la falsificación, el móvil
para ello fue, sin lugar a dudas, el falso nacionalismo. Es
innegable que las figuras de San Martín y Bolívar
han creado, en torno de ellos, el muy estudiado culto al
héroe. Es fácil darse cuenta de los enfoques
nacionalistas de los historiadores venezolanos, colombianos,
ecuatorianos y argentinos cuando tienen que tratar acerca de
estos dos personajes. E incluso entre otras nacionalidades, como
la peruana por ejemplo, se nota aún los sesgos
sanmartinianos o bolivaristas de algunos historiadores de la
etapa separatista.

Queremos insistir en cómo el deseo de querer
presentar una historia que refleje las simpatías hacia un
personaje en desmedro de otro u otros, pueden llevar a
falsificaciones como la analizada.

BIBLIOGRAFÍA

-Academia Nacional de la Historia de Venezuela. "Cartas
Apócrifas sobre la Conferencia de Guayaquil (Caracas,
1945). Contiene:

  1. Dictamen de la Academia Nacional de la Historia de
    Venezuela de 7 de noviembre de 1940
  2. Lecuna, Vicente. "Refutación y mentís
    al libro del Sr. Colombres Mármol. Cartas
    apócrifas publicadas como auténticas por el Sr.
    E. L. Colombres Mármol, ex embajador de la Argentina en
    el Perú, en un libro intitulado «San Martín
    y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de
    nuevos documentos definitivos»"
  3. Lecuna, Vicente."Contestación al Sr.
    Rómulo Carbia, defensor de las cartas apócrifas
    del Sr. Colombres Mármol"
  4. Millares Carlo, Agustín. "Apocricidad de los
    documentos presentados por Colombres Mármol"
  5. Dictamen de la Comisión Nacional
    Argentina.
  6. Carta del Sr. José M. González Alfonso,
    de 15 de octubre de 1941.

– Academia Nacional de la Historia de Venezuela. "Sobre
las cartas falsas de Colombres Mármol. Acuerdos de la
Academia". (Boletín de la ANHV, abril-junio
1958).

-Carbia, Rómulo "San Martín y
Bolívar frente al hallazgo de nuevos documentos " (Buenos
Aires, 1941)

-Colombres Mármol, E. L. (p) "San Martín y
Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos
documentos definitivos" (Buenos Aires,1940)

-Colombres Mármol, E. L. (h). "En defensa de las
discutidas cartas del general San Martín" (Buenos Aires,
1947)

-Instituto Sanmartiniano "Epistolario entre los
libertadores San Martín y Bolívar" (Buenos Aires,
1941)

-Mendoza, C. L. "Nota Editorial" (Boletín de la
Academia Nacional de l Historia de Venezuela, N° 130,
abril-junio 1950; pp. 139-143)

-Ortiz, Sergio E. "El Nacionalismo en la Historia"
(Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; 24 de julio de
1950; pp. 215-22)

-Sayán de Vidaurre, A. "«San Martín
y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos
documentos definitivos», libro del embajador Eduardo
Lástenes Colombres Mármol" (Buenos Aires,
1942)

Terán Gómez, Luis."Crítica de un
proceso"
(Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; 24 de julio de
1950; pp. 223-226)

-Vargas Ugarte, Rubén "Historia General del
Perú. Emancipación" (Barcelona, 1966; tomo
VI).

  1. LA VERSIÓN DE SAN MARTÍN:
    CONCLUSIÓN

Analizados los diversos testimonios de libertador
argentino nos queda ahora la tarea de precisar cuál fue su
versión personal sobre la entrevista.

San Martín en sus testimonios incontrovertibles
señala que su visita a Guayaquil tuvo como objetivo el
reclamar de Bolívar el auxilio del ejército
colombiano. En esto es enfático San Martín. A
Miller le expresó que él pensaba que el buen
éxito de la empresa no
podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación
de todas las fuerzas de Colombia. A Castilla le dice: "…cuanto
que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del
Perú, la guerra de la independencia hubiera sido terminada
en todo el año 23".De estas aseveraciones se concluye
(según la versión sanmartiniana) que él no
fue a pedir simple auxilio o refuerzos, los cuales, como lo
destacan los historiadores venezolanos , ya estaban de antemano
acordados, sino que, sino que en atención a su plan que se
había trazado para terminar con los realistas
(campaña a puertos intermedios) fue a tratar con
bolívar sobre la colaboración del grueso del
ejército colombiano. Esta colaboración de
convertirse en realidad, significaría el pase de
Bolívar al Perú al mando de dicho ejército.
El ejército unido en tal caso tendría que tener
necesariamente u comandante en jefe y esto explica porque en la
versión de San Martín él ofrece dicho cargo
a Bolívar. Este ofrecimiento no posee los ribetes
melodramáticos con que suelen presentarlo algunos
historiadores, ya que en su exacta dimensión hubiera
significado que San Martín, como jefe del Ejército
Libertador del Perú, cedía el mando del
Ejército Unido a Bolívar. Como muestra de
deferencia y cortesía, por ser él quien
había propuesto dicho plan.

Según san Martín él se
aventuró a proponer dicho proyecto en atención a
dos motivos:

a) Consideraba esta ayuda como una justa
retribución de Colombia al Perú por la ayuda que
este estado le había prestado en Pichincha.

b) El ejército colombiano había aumentado
considerablemente después de Pichincha.

Siguiendo siempre la versión sanmartiniana
tenemos que, frente al pedido y ofrecimiento que le hiciera el
Protector. Bolívar repuso que haciendo el máximo
esfuerzo solo podría desprenderse de tres batallones, es
decir de un total de 1070 plazas. San Martín, como ya
sabemos, consideró dichos auxilios como totalmente
insuficientes, convencido como estaba de que el buen éxito
de la empresa libertador del Perú "no podía
esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las
fuerzas de Colombia".

Este resultado negativo para los planes que había
forjado San Martín fue lo que decidió su retiro del
Perú, que él lo consideró, y así lo
manifestaría a varios personajes, como un "costoso
sacrificio" en beneficio de la independencia
hispanoamericana.

Es necesario señalar que el retiro de San
Martín no tiene ningún misterio, que a veces
algunos historiadores le suelen dar. En primer lugar no debemos
olvidar que San Martín decidió su renuncia al mando
político del Perú antes de su entrevista con
Bolívar. Desde 1947 Gandía ha demostrado que dicha
renuncia no fue consecuencia de la entrevista de Guayaquil, sino
que ella ya estaba decidida desde algunos meses antes del viaje.
El citado historiador basa su afirmación en la carta de
García del Río a San Martín fechada en
Santiago de Chile con fecha 21 de marzo de 1822 y que por su
importancia la extractamos en los párrafos más
importantes:

"Mucho hemos sentido no haber recibido cartas de usted
antes de su partida, a lo que se agrega que Monteagudo y Guido
nada nos han dicho tampoco, ni de oficio ni amistosamente; de
modo que estamos completamente a ciegas de los asuntos del
Perú desde nuestra salida de Lima. Dios quiera que no
continúe el mismo método
cuando estemos más lejos y en mayor necesidad de noticias.
Este silencio es tanto más cruel que aquí llegan
con suma celeridad las noticias más interesantes y
reservadas del Perú y también las más
triviales; unas exactas, otras exageradas y totalmente
desfiguradas. Personas hay aquí que creen que usted se ha
ido de puro aburrido, y que en lugar de tener la entrevista con
Bolívar, solo ha sido este un pretexto para marcharse a
Europa. Otros creen que usted ha tenido que ceder a la necesidad,
y aparentar que renunciaba para evitar el golpe de una revolución; y como la causa perdería
mucho con que esta voz se generalizase y, por otra parte, no hay
para que dar margen a que se alegren nuestros enemigos, me parece
absolutamente indispensable, que cuando usted regrese de su
viaje, entre otra vez en el mando y se reciba de el con la mayor
solemnidad posible, enseguida proceda usted a la apertura del
Congreso; y allí puede renunciar el mando político,
sin que entonces tenga nadie que morder a usted ni quede lugar a
cree que el paro ha sido forzado. Esta es mi opinión,
usted resolverá sobre todo lo que crea más
conveniente". (1)

Como ya sabemos, el 19 de enero de 1822 San
Martín encargó el mando político a
José Bernardo Tagle, en atención a que él
marcharía hacia el norte a entrevistarse con
Bolívar. El 8 de febrero zarpó de El Callao rumbo
al norte. Estos sucesos fueron interpretados, en Chile, como una
astuta salida de San Martín frente a los problemas
políticos que venía enfrentando, de allí que
García del Río sagazmente le aconsejara
cómo, a su parecer, debería ser su renuncia y
retiro del Perú.¿La lectura de
esta misiva decidió a San Martín a renunciar? La
respuesta es un contundente no, por el simple hecho que el
Protector del Perú desde mucho antes de recibir esta carta
ya había pensado en su renuncia. Ricardo Rojas,
también en 1847, señaló que la renuncia San
Martín la había decidido un año antes de la
entrevista de Guayaquil, según se desprende de lo que san
Martín expreso a O’Higgins en carta de 10 de agosto
de 1821 y en la que después de comunicarle lo concerniente
al haber asumido el mando político militar del Perú
(obligado por «los amigos» ) (2), le dice: "he tenido
que hacer el sacrificio, pues conozco que al no hacerlo
así, el país se envolvía en anarquía.
Espero que mi permanencia no pasará de un año, pues
Ud. conoce mis sentimientos, sabe que no son mis deseos otros que
el de vivir tranquilo y retirarme a mi casa a descansar".
(3)

San Martín, es un hecho fuera de toda duda, no
deseaba el mando político del Perú Él era un
militar de carrera y en ese campo, y no en el político
administrativo, se sentía más a gusto. Por decreto
de 27 de diciembre de 1821 convocó para el 1 de mayo de
1822 el Congreso General Constituyente, para que este organismo
estableciese la forma definitiva de gobierno. Torre Tagle, el 27
de abril de 1822 estableció que el Congreso debería
reunirse definitivamente el 28 de julio de dicho año. Como
se podrá apreciar el protector del Perú ya
tenía decidido, antes de viajar a Guayaquil, su renuncia
al mando político. Y es por ello que a su regreso de
Guayaquil, el 18 de setiembre estableció que el 20 del
citado mes debería reunirse el Congreso, ante el cual
presentaría su dimisión. Monteagudo confirma todo
esto al decir: "…Conociendo (San Martín) la nueva
situación de los negocios, él se apresuró
a cumplir el voto más antiguo de su corazón,
que era dejar el mando
. (el remarcado es nuestro) Los jefes
del ejército saben que cuando llegamos a Pisco, todos
exigimos de él el sacrifico de ponerse a la cabeza de
la
administración, si ocupábamos Lima, porque
creíamos que este era el medio de asegurar el éxito
de las empresas
militares: él se decidió a ello con repugnancia,
y siempre por un tiempo limitado
…" (el remarcado es
nuestro) (4)

Ahora se comprenderá por que afirmamos que no fue
la carta de García del Río fde 21 de marzo de 1822
la que decidió la renuncia y alejamiento de San
Martín del Perú. La influencia de esta carta se
refleja en la forma de la renuncia, aunque desde el mismo momento
en que fue convocado el congreso (27 de diciembre de 1821)
debió haber sido esa la idea de san
Martín.

Si es cierto que san Martín no deseaba el mando
político sin embargo ello no debe ser confundo don la
jefatura militar de la gesta emancipadora. Él deseaba
seguir al mando del ejército libertador del sur, él
anhelaba concluir la independencia del Perú. A Castilla le
escribió: "Yo hubiera tenido la más completa
satisfacción habiendo puesto fin con la terminación
de la guerra de la independencia del Perú, pero mi
entrevista…" Por tanto, cuando San Martín habla del
"costoso sacrificio" de abandonar el Perú, quería
decir que su entrevista con Bolívar lo forzó a
abandonar la gesta emancipadora del Perú con la finalidad
que Bolívar pudiese encargarse de ella. Por supuesto que
tampoco debe considerarse esta decisión como causada tan
solo por los resultados de la entrevista, pues intervinieron
innegables factores de política interna peruana y
así lo señaló el propio San Martín a
Tomás Guido.

Sintetizando. San Martín fue a Guayaquil a
solicitar la unión de los dos ejércitos
libertadores para formar un gran ejército unido libertador
con el cual terminar la guerra de la independencia peruana. Le
propuso a Bolívar la Jefatura Suprema del que ten
dría que ser el Gran Ejército Unido Libertador,
pero en vista de que Bolívar no aceptó, San
Martín decide dejarle campo libre para que Bolívar
concluya dicha gesta.

No está demás reafirmar que esta es tan
solo la versión de San Martín, la versión de
una de las dos partes que intervinieron en este singular
acontecimiento histórico. Nos queda por analizar la
versión de la otra parte, la versión de
Bolívar, siempre con actitud de investigador y no de juez,
porque el primero anhela conocer la verdad para comprender, en
tanto que al juez también le interesa la verdad pero para
emitir un juicio condenatorio o absolutorio. Algunos
historiadores en estos casos que envuelven personajes
paradigmáticos se dejan llevar por sus prejuicios
(nacionalismo entre ellos) y actúan como historiadores
– jueces, desvirtuando totalmente la tarea del
historiador.

NOTAS

(1) Documentos de Archivo de San Martín, tomo
VII; pp. 455-460

(2) Vicuña Mackenna señala que la
expresión "los amigos" hace referencia a "los afiliados de
la logia y que eran casi todos los jefes de cuerpo del
Ejército Libertador" (ver nota 3)

(3) Vicuña Mackenna, B. "El Jeneral San
Martín considerado según documentos enteramente
inéditos" p. 39

(4) Monteagudo, Bernardo. "Memoria sobre los principios
que seguí en la administración del Perú, y
acontecimientos posteriores a mi separación" (Quito, 17 de
marzo de 1823). En:

-Pelliza, M, A. "Monteagudo: su vida y sus escritos"
(Buenos Aires, 1880; t. II; pp. 249 – 295)

3. LA
VERSIÓN DE LOS LIBERTADORES: LA VERSIÓN DE
BOLÍVAR.

  1. TESTIMONIOS
    PERSONALES

Siguiendo con el mismo criterio de análisis de
las versiones de los actores de la entrevista y de las
confidencias que sobre ella hicieron a sus amigos íntimos,
tócanos ahora ver los testimonios de Simón
Bolívar, para encontrar, confrontándolos, su
versión sobre este acontecimiento
histórico.

Dos aclaraciones se hacen necesarias antes de ingresar
al análisis señalado. La primera, de que
consideramos como testimonios personales las Relaciones Oficiales
remitidas al Gobierno de Bogotá y a la Intendencia de
Quito, porque si bien es cierto que no están suscritas por
el Libertador, no es menos cierto que realmente fue
Bolívar su único autor, como lo analizaremos
después. La segunda, que en vez del concepto de
confidencias, precisaremos, para mayor objetividad como
"versiones de allegados" a los testimonios que han dejado los
amigos del libertador, tales como O’Leary, Mosquera, Heres,
Restrepo y López, pues debiendo estos haber recibido
confidencias del Libertador, sin embargo no lo consignan en sus
escritos en tal categoría.

  • RELACIÓN ENVIADA AL GOBIERNO DE
    BOGOTÁ

Esta relación oficial sobre la entrevista de
Guayaquil fue dirigida, con carácter de "Reservada", a la
Secretaría de Relaciones Exteriores de la República
de Colombia. Se encuentra fechada en el cuartel general de
Guayaquil, a 29 de julio de 1822 y suscrita por José
Gabriel Pérez, secretario de Bolívar, encargado de
redactarla y remitirla por orden del Libertador.
Habiéndose realizado en forma confidencial las entrevistas
entre los libertadores, es imposible que J.G. Pérez
pudiese ser el verdadero autor intelectual de esta
Relación y de la enviada a la Intendencia de Quito, por lo
que la lógica explicación estriba que fue
Bolívar quien le proporcionó todos los datos que
aparecen en ambos documentos. Pérez es solo el autor de la
forma, del estilo, mas no del fondo, del contenido. Pérez
en esta Relación expresa: "Estas son, señor
secretario, las especies más importantes que han tenido
lugar en la entrevista del Protector con S.E. Yo las transcribo a
V.S. para inteligencia
del gobierno y he procurado valerme casi de las mismas
expresiones que han usado SS.EE.. No habiendo estado presente en
las conversaciones, Pérez no podía, de ninguna
manera, utilizar las mismas expresiones utilizadas por los
libertadores, y he aquí una prueba de que el autor fue el
propio Bolívar. El propio Bolívar confirma esto al
expresarle a Santander, en misiva de 29 de julio de 1822, lo
siguiente "Últimamente usted conocerá su
carácter (de San Martín) por la memoria que mando
con el capitán Gómez, de nuestras conversaciones,
aunque le falta la sal de la crítica que yo debería
poner a cada una de sus frases".

Esta relación oficial fue hallada en el archivo
diplomático de Colombia en 1909, por Ismael López
(Cornelio Hispano) y publicada por vez primera por el historiador
José Manuel Goenaga, en 1911, en su obra "La Entrevista de
Guayaquil (Bolívar y San Martín), en las
páginas 28-35 y en fotocopia en las páginas
45-47.

Después de señalar que el Protector se
limitó a hacer "preguntas vagas e inconexas sobre las
materias militares y políticas
sin profundizar ninguna, pasando de una a otra y encadenando las
especies más graves con las más triviales," pasa a
hacer el siguiente comentario: "Si el carácter del
Protector no es de este género de
frivolidad que aparece en su conversación, debe suponerse
que lo hacía con algún estudio. S.E. no se inclina
a creer que el espíritu del Protector sea de este
carácter, aunque tampoco le parece que estudiaba mucho sus
discursos y
modales;…" (la forma como se presenta este comentario demuestra
que el Bolívar realmente dictó esta
Relación).

Reproducimos como aparecen referidas las entrevistas
(1)

"las especies más importantes que ocurrieron al
Protector en las conferencias con S.E. durante su mansión
en Guayaquil, son las siguientes:

PRIMERA.- Al llegar a la casa preguntó el
Protector, a S.E. si estaba muy sofocado por los enredos de
Guayaquil, sirviéndose de otra frase más
común y grosera aún, cual es pellejería, que
se supone ser el significado de enredos; pues el mismo vocablo
fue repetido con referencia al tiempo que hacíamos que
estábamos en revolución en medio de los mayores
embarazos.

SEGUNDA.- El Protector dijo espontáneamente a S.
E. y sin ser invitado a ello que nada tenía que decirle
sobre los negocios de Guayaquil, en lo que no tenía que
mezclarse; que la culpa era de los guayaquileños,
refriéndose a los contrarios. S.E. le contestó que
se habían llenado perfectamente sus deseos de consultar a
este pueblo y que el 28 del presente mes se reunían los
electores y que contaba con la voluntad del pueblo y con la
pluralidad de los votos de la Asamblea. Con esto cambió de
asunto y siguió tratando de negocios militares relativos a
la expedición que va a partir.

TERCERA.- El Protector se quejó altamente del
mando y sobre todo se quejó de sus compañeros de
armas. Que últimamente lo habían abandonado en
Lima. Aseguró que iba a retirarse a Mendoza; que
había dejado un pliego cerrado (2) para que lo presentasen
al Congreso renunciando al protectorado; que también
renunciaría la reelección que contaba se
haría en él; que luego que obtuviese el primer
triunfo se retiraría del mando militar, sin esperar a ver
el término de la guerra; pero añadió que
antes de retirarse dejaría bien establecidas las bases del
gobierno; que este no debía ser demócrata en el
Perú porque no convenía, y últimamente que
debería venir de Europa un príncipe aislado y solo
a mandar aquel Estado. S. E contestó que no
convenía a la América ni tampoco a Colombia la
introducción de príncipes europeos,
porque eran partes heterogéneas a nuestra masa; que S.E.
no se opondría a la forma de gobierno que quiera darse
cada Estado; añadiendo sobre este particular S.E. todo lo
que piensa con respecto a la naturaleza de los gobiernos,
refiriéndose en todo a su discurso al Congreso de
Angostura. El Protector replicó que la venida del
príncipe sería para después, y S.E. repuso
que nunca convenía que viniesen tales príncipes;
que S.E. habría preferido invitar al general Iturbide a
que se coronase con tal que no viniesen borbones, austrias ni
otra dinastía europea. El Protector dijo que en el
Perú había un gran partidos de abogados que
querían república y se quejó amargamente del
carácter de los letrados. Es de presumirse que el designio
que se tiene es erigir ahora la monarquía sobre el
principio de darle la corona a un príncipe europeo con el
fin, sin duda, de ocupar después el trono el que tenga
más profundidad en el país o más fuerza de
que disponer. Si los discursos del protector son sinceros,
ninguno está más lejos de ocupar tal trono. Parece
muy convencido de los inconvenientes del mando.

CUARTA.- El Protector dijo a S.E. que Guayaquil le
parecía conveniente para residencia de la
Federación, la cual ha aplaudido extraordinariamente como
la base esencial de nuestra existencia. Cree que el gobierno de
Chile no tendría inconveniente en entrar en ella; pero
sí el de Buenos Aires, por la falta de unión en
él; pero que de todos modos, nada desea tanto el Protector
como el que subsista la federación del Perú y de
Colombia aunque no entre ningún otro estado más en
ella, porque juzga que las tropas de un estado al servicio de
otro deben aumentar mucho la autoridad de ambos gobiernos con
respecto a sus enemigos internos, los ambiciosos y revoltosos.
Esta parte de la Federación es la que más interesa
al Protector y cuyo cumplimiento desea con más vehemencia.
El Protector quiere que los reclutas de ambos estados se remitan
recíprocamente a llenar las bajas de los cuerpos, aun
cuando sea necesario reformar el total de ellos por licencias,
promociones u otros accidentes.
Mucho encareció el Protector la necesidad de esta medida,
o quizá fue la que más apoyó en el curso de
sus conversaciones.

QUINTA.- Desde la primera conversación dijo
espontáneamente el Protector a S.E. que en la materia de
límites
no habría dificultad alguna; que él se encargaba de
promoverlo en el Congreso, donde no faltaría amigos. S.E.
contestó que así debía ser, principalmente
cuando el tratado lo ofrecía del mismo modo y cuando el
Protector manifestaba tan buenos deseos por aquel arreglo tan
importante. S.E. creyó que no debía insistir por el
momento sobre una pretensión que ya se hecho de un modo
positivo y enérgico y a la cual se ha denegado el gobierno
del Perú bajo el pretexto de reservar esta materia
legislativa al Congreso; por otra parte, no estando encargado el
Protector del poder ejecutivo no parecía autorizado para
mezclarse en ese negocio. Además, habiendo venido el
Protector como simple visita sin ningún empeño
político ni militar, pues ni siquiera habló
formalmente de los auxilios que había ofrecido Colombia y
que sabía se aprestaban para partir, no era delicado
prevalecerse de aquel momento para mostrar un interés que
habría desagradado sin ventaja alguna, no pudiendo el
Protector comprometerse a nada oficialmente. S.E. ha pensado que
la materia de límites debe tratarse formalmente por una
negociación especial en que entren
compensaciones recíprocas para rectificar los
límites.

SEXTO.- S.E. el Libertador habló al Protector de
su última comunicación en que le proponía
que aunados los diputados de Colombia, el Perú y Chile, en
un punto dado, trataren con los comisarios españoles
destinados a Colombia con este objeto. El Protector aprobó
altamente la proposición de S.E. y ofreció enviar,
tan pronto como fuera posible, al señor Rivadeneyra, que
se dice amigo de S.E. el Libertador, por parte del Perú,
con las instrucciones y poderes suficientes, y aún
ofreció a S.E. interponer sus buenos oficios y todo su
influjo para con el gobierno de Chile a fin de que hiciese otro
tanto por su parte; ofreciendo también hacerlo con la
mayor brevedad a fin de que reúnan oportunamente estos
diputados en Bogotá con los nuestros.

S.E. habló al Protector sobre las cosas de
México, de
que no pareció muy bien instruido y el Protector no
fijó juicio alguno sobre los negocios de aquel Estado.
Parece que no ve a México con una grande
consideración o interés.

Manifiesta tener una gran confianza en el director
supremo de Chile, general O’Higgins, por su grande
tenacidad en sus designios y por la afinidad de principios. Dice
que el gobierno de las provincias de Buenos Aires va a
comentándose con orden y fuerza sin mostrar grande
aversión a los disidentes de aquellos partidos; que aquel
país es inconquistable; que sus habitantes son
republicanos y decididos; que es muy difícil que una
fuerza extraña los haga entrar por camino; y que de ellos
mismos debe esperarse el orden.

El Protector piensa que el enemigo es menos fuerte que
él, y que sus jefes, aunque audaces y emprendedores, no
son muy temibles. Inmediatamente va a emprender la campaña
por Intermedios en una expedición marítima, y
también por Lima cubriendo la capital por su marcha de
frente.

El Protector ha dicho a S.E. que pida al Perú
todo lo que guste, que él no hará mas que decir
sí, sí, sí a todo, y que espera que en
Colombia se haga otro tanto. La oferta de sus
servicios y amistad es ilimitada, manifestando una
satisfacción y una franqueza que parecen
sinceras".

  • RELACIÓN ENVIADA AL INTENDENTE DE QUITO,
    GENERAL A. J. DE SUCRE. (3)

Esta Relación Oficial, de carácter
reservada como la anterior, aparece asimismo, suscrita por el
secretario J. G. Pérez, pero, como ya hemos aclarado,
realmente el verdadero autor es el propio Bolívar. Fue
hallada por Cristóbal de Gangotena y Jijón, quien
fue también el primero en publicarla, en 1930, en La
Prensa de
Buenos Aires. Algunos historiadores consideran a Enrique
Terán como el verdadero descubridor de esta
relación, pero Gangotena y Jijón en carta dirigida
a Vicente Lecuna , con fecha 12 de abril de 1949, aclaró
ser el verdadero descubridor y el primero en publicarla.
(4)

Esta memoria realmente es una versión abreviada
de la dirigida al Gobierno de Bogotá por lo que no amerita
análisis aparte.

  • MISIVA DE BOLÍVAR A SANTANDER DE 29 DE
    JULIO DE 1822. (5)

Esta misiva que constituye realmente la primera
versión totalmente personal del Libertador acerca de la
entrevista de Guayaquil fue publicada por primera vez en forma
íntegra por José Manuel Goenaga, en 1915. (6)
Está suscrita en Guayaquil y en lo sustancial no
varía en nada de la versión que hiciera consignar
en las Relaciones Oficiales ya mencionadas. La parte de esta
carta que narra la célebre entrevista es la
siguiente.

"Antes de ayer por la noche partió de aquí
el general San Martín después de una visita de
treinta y seis o cuarenta horas: se puede llamar visita
propiamente, porque no hemos hecho más que abrazarnos,
conversar y despedirnos. Yo creo que él ha venido por
asegurarse de nuestra amistad, para apoyarse con ella respecto a
sus enemigos internos y externos. Lleva 1800 colombianos en su
auxilio, fuera de haber recibido la baja de sus cuerpos por
segunda vez, lo que nos ha costado más de 600 hombres:
así recibirá el Perú 3000 hombres de
refuerzo por lo menos.

El Protector me ha ofrecido su eterna amistad hacia
Colombia; intervenir a favor del arreglo de límites; no
mezclarse en los negocios de Guayaquil; una federación
completa y absoluta aunque no sea mas que con Colombia, debiendo
ser la residencia del Congreso de Guayaquil; ha convenido en
mandar un diputado por el Perú a tratar, de
mancomún con nosotros, los negocios de España con
sus enviados; también ha recomendado a Mosquera a Chile y
Buenos Aires, para que admitan la federación; desea que
tengamos guarniciones cambiadas en uno y otro Estado. En fin;
él desea que todo marche bajo el aspecto de la
unión, porque conoce que no puede haber paz y tranquilidad
sin ella. Dice que no quiere ser rey, pero que tampoco quiere la
democracia y
sí el que venga un príncipe de Europa a reinar en
el Perú. Esto último ya creo que es proforma. Dice
que se retirará a Mendoza, porque está cansado del
mando y de sufrir a sus enemigos.

No me ha dicho que trajera proyecto alguno, ni ha
exigido nada de Colombia, pues las tropas que lleva estaban
preparadas para el caso. Sólo me ha empeñado mucho
en el negocio de canje de guarniciones; y, por su parte, no hay
género de amistad ni de oferta que no me haya
hecho.

Su carácter me ha parecido muy militar y parece
activo, pronto y no lerdo. Tiene ideas correctas de las que a
usted le gustan, pero no me parece bastante delicado en los
géneros que hay en las ideas y en empresas.
Últimamente usted conocerá de su carácter
por la memoria que mando con el capitán Gómez, de
nuestras conversaciones, aunque le falta la sal de la
crítica que yo debería poner a cada una de sus
frases".

  • MISIVA DE BOLÍVAR A SANTANDER DE 3 DE
    AGOSTO DE 1822. (7)

Esta carta, que fuera por vez primera publicada en 1915
por J. M. Goenaga, aunque en forma fragmentaria, contiene en
realidad pocos datos sobre la entrevista de Guayaquil, aunque
completa la versión de Bolívar.

El Libertador comunica a Santander que el capitán
Gómez va a su encuentra, llevándole noticias sobre
el Perú y Guayaquil. El citado capitán era portador
nada menos que del tratado de federación firmado entre
Perú y Colombia. Bolívar le señala que el
problema de Guayaquil ha sido arreglado definitiva y
satisfactoriamente. Que su permanencia en Guayaquil era
aún necesaria por algún tiempo, "tanto por lo que
hace a la política interna y externa como por esperar las
resultas de la próxima campaña del Perú. A
este propósito digo a Ud. que creo de necesidad se nos
manden por el Istmo dos mil fusiles y doscientos o trescientos
quintales de plomo para armar un ejército en caso que el
enemigo triunfe de San Martín, lo que, según todas
las noticias, puede muy bien suceder…"

Bolívar luego le refiere sobre sus conversaciones
con San Martín algo que no había consignado en los
documentos anteriores. Era lo concerniente a un aviso que le
diera el Protector sobre cierta tendencia separatista en Quito.
El Libertador escribe sobre el particular: "… Antes que se me
olvide, diré a Ud. que el general San Martín me
dijo, algunas horas antes de embarcarse, que los abogados de
Quito querían formar un estado independiente de Colombia
con estas provincias; yo le repuse que estaba satisfecho del
espíritu de los quiteños y que no tenía el
menor temor; me replicó que él me avisaba aquello
para que tomase mis medidas, insistiendo mucho sobre la necesidad
de sujetar a los letrados y de apagar el espíritu de
insurrección de los pueblos. Esto lo hacía con
mucha cordialidad, si hemos de dar crédito
a las apariencias".

En los párrafos siguientes le pinta a Santander
el panorama político de las provincias del sur de
Colombia, con el objeto de convencerlo que ellas requieren de su
presencia. (la de Bolívar) Y, casi ya para terminar la
carta, trasmite referente a la entrevista de Guayaquil lo que fue
también otro tema de ella y que no se lo había
señalado en sus anteriores documentos. El asunto era el
concerniente a las negociaciones de paz con España: "Yole
dije al general san Martín que debíamos hacer la
paz a toda costa con tal que consiguiésemos la
independencia, la integridad del territorio y evacuación
de las tropas españolas de cualquier punto de nuestro
territorio; que las demás condiciones se podían
reformar después, con el tiempo o con las circunstancias.
El convino en ello y lo aviso para la inteligencia de
Ud."

¿Por qué Bolívar no consignó
estos dos nuevos datos en las Relaciones Oficiales enviadas al
Gobierno de Bogotá y a la Intendencia de Quito, teniendo
especial y expreso carácter de reservadas?. La respuesta
nos la da el propio Libertador en esta carta del 3 de agosto al
expresar lo siguiente: "La noticia sobre los quiteños y
esta otra no las comprendía mi Memoria (otra prueba de que
Bolívar era el verdadero autor de las dos Relaciones
Oficiales y que las conferencias entre los libertadores fueron
sin testigos), porque me parecieron muy graves para que pasasen
por las manos de los dependientes y secretarios; bien que el
mismo sentimiento tengo con respecto a otras especies de nuestra
conversación que el señor Pérez ha confiado
a esos muchachos de la secretaría".

  • OFICIO DE 9 DE SETIEMBRE DE 1822

J. G. Pérez, por orden de Bolívar,
envió a los Ministros de Estado y Relaciones Exteriores
del Perú y Chile sendos oficios fechasdos en el Cuartel
General en Cuenca, a 9 de setiembre de 1822, en los que comunica
el ofrecimiento de Colombia de enviar al Perú 4000 hombres
más de los ya enviados. Este oficio trae, aunque en forma
indirecta, datos sobre la entrevista de Guayaquil: la
afirmación de que el Protector no manifestó temor
por la suerte d la guerra en el Perú y la
aseveración de que San martín no solicitó
refuerzos militares.

"S.E. el Libertador me manda dirigir a V.S.I. la
presente comunicación que por su importancia es remitida
por un extraordinario, a fin de alcanzar, si es posible, las
ventajas que S.E. se propone.

Aunque S.E. el Protector del Perú en su
entrevista en Guayaquil con el Libertador no hubiese manifestado
temor de peligro por la suerte del Perú, el Libertador no
obstante se ha entregado desde entonces a la más detenida
y constante meditación, aventurando muchas conjeturas que
quizás no son enteramente fundadas, pero que mantienen en
la mayor inquietud.

S.E. el Libertador ha pensado que es deber comunicar
esta inquietud a los gobiernos del Perú y Chile, y aun al
del Río de la Plata, y ofrecer, desde luego, todos los
servicios de Colombia en favor del Perú.

S.E. el Libertador se propone, en primer lugar, mandar
al Perú 4000 hombres más de los que se han remitido
ya, luego que reciba la contestación de esta nota, siempre
que el gobierno del Perú tenga a bien aceptar la oferta de
este nuevo refuerzo; el que no marcha inmediatamente porque no
estaba preparado y porque tampoco se ha pedido por parte de S.E.
el Protector. Si el gobierno del Perú determina recibir
los 4000 hombres de Colombia, espera el Libertador que vengan
transportes y víveres para llevarlos, anticipando el aviso
para que todos los cuerpos se encuentren en Guayaquil
oportunamente.

En el caso de remitirse al Perú esa fuerza, el
Libertador desearía que la campaña del Perú
se dirigiese de un modo que no fuese decisivo y se esperase la
llegada de los nuevos cuerpos de Colombia para obrar
inmediatamente y con la actividad más completa, luego que
estuviesen incorporados al ejército aliado. S.E. no se
atreve a insistir mucho sobre esta medida porque no conoce la
situación del momento; pero desea ardientemente que la
vida política del Perú no sea comprometida sino con
una plena y absoluta confianza en el suceso. El amor a la
causa de América le ha dictado estos sentimientos que no
ha podido reprimir y se ha creído obligado a comunicar a
ese gobierno". (8)

El oficio continúa exponiendo los consejos del
Libertador en caso de un revés del ejército
patriota. Pide a Chile que colabore enviando unos 6000 a 8000
hombres por la parte sur del Perú y que trate de persuadir
al gobierno del Río de la Plata para que colabore con un
ejército de unos 4000 efectivos.

Recibido este oficio por el gobierno de Chile, este
país cumplió con remitírselo al de
Río de la Plata con fecha 7 de enero de 1823. Fue
publicado por El Argos de Buenos Aires, el 31 de mayo de ese
mismo año.

¿Conoció San Martín este oficio? Es
muy probable que sí, ya que, como veremos inmediatamente,
pudo haber sido informado por sus propios amigos ligados al
gobierno de Chile al llegar este documento a dicho país.
Recordemos que San Martín llegó a Valparaíso
el 13 de octubre de 1822 y que en Santiago permaneció
enfermo más de dos meses, al decir del propio San
Martín, con «un feroz tabardillo que me puso en
términos de capitular con la muerte». Recién
emprendería marcha hacia Mendoza a fines de enero de 1823.
En Mendoza permaneció hasta el 20 de noviembre
del mismo año, día en el cual salió rumbo a
Buenos Aires. Es muy probable que tanto en Chile como en el
Río de la Plata recibiera noticias del citado
oficio.

Este documento ha sido esgrimido por los historiadores
que niegan que San Martín viajara a Guayaquil para pedir a
Bolívar el auxilio del ejército colombiano, como
uno de los argumentos de más peso, pues habiendo sido
remitido cuando aún San Martín se encontraba en el
Perú (y Bolívar no podía ser adivino que al
llegar dicho documento ya no se encontraría San
Martín) aleja toda duda de falsedad o insinceridad. Pero,
¿entra realmente en contradicción esta
versión con la proporcionada por San Martín? En el
fondo consideramos que no, porque el Protector en su
versión expresa en forma totalmente diáfana que
él solicitó a Bolívar la unión de los
ejércitos del sur y del norte para terminar con la
liberación del Perú en una forma más
rápida y menos cruel, sin que este pedido significase la
tabla de salvación de la guerra en el Perú, pues,
como expresamente consignó el libertador argentino ello
solo perseguía acelerar el término de la contienda
y evitar nuevos y mayores males.

Por otro lado, si se medita bien en el por que del
oficio del 9 de setiembre, debemos reconocer, como señala
el propio Bolívar en las Relaciones Oficiales, que el tema
militar fue uno de los más importantes de los tratados en
Guayaquil y que habiéndole San Martín conversado
sobre su plan a puertos intermedios, Bolívar, como eximio
estratega militar, debió persuadirse que para lograr con
todo éxito ese ambicioso plan, el ejército
sureño necesitaba un mayor número de efectivos. Por
tanto, compenetrado de ciertos temores ante un posible fracaso
del ejército del Perú decidió no solo
prometer ayuda colombiana sino además creyó
conveniente que tanto Chile con el río de la Plata
actuasen en el mismo sentido. Resultaría totalmente
inexplicable que, habiendo recibido de San Martín una
total confianza en sus fuerzas y la no necesidad de auxilios, que
ya anteladamente había sido acordada, Bolívar se
atreviese a hacer llegar sus temores y considerar necesaria una
ayuda colosal, cual era la de la de las fuerzas colombianas,
chilenas y rioplatenses. La explicación de esto estriba
que San martín comunicó sus planes de acción
y manifestó la conveniencia de unir los ejércitos
de ambos estados, como un medio para finalizar en menos tiempo la
guerra. Bolívar en sus diversas misivas expresa siempre un
temor por la suerte militar del Perú y es por ello que
mantuvo una situación expectante. En carta a
Peñalver de 26 de setiembre de 1822, dice: "…Yo he
mandado 2500 hombres de Colombia al Perú, y han llegado y
deben haber entrado en campaña. No sendo adivino no
sé cual será el resultado de esta lucha, porque las
fuerzas son relativamente iguales. Pienso quedarme en el sur
hasta la decisión de la suerte del Perú, porque, en
un caso fatal, tenemos que hacer esfuerzo inmediato para terminar
la guerra por esta parte". (9) I en carta a Santander, de 13 de
setiembre del mismo año, expresa: "… Ojalá que
San Martín no aventure nada hasta que no haya recibido los
4000 hombres que le he ofrecido. Entonces habría
más posibilidad del suceso." …"Yo creo que todo nos
queda por hacer si san martín no triunfa en el
Perú" (10)

Debemos señalar que el gobierno peruano al
recibir este oficio no creyó conveniente ni necesario el
prometido auxilio. El 25 de octubre de 1822 la Secretaría
de Gobierno y relaciones Exteriores del Perú, por mandato
de la Junta Gubernativa, dio respuesta al oficio de 9 de
setiembre, en el sentido de que reconocía y
agradecía la generosa oferta del Libertador, "de que se
hará uso oportunamente, y que entretanto podrá S.E.
auxiliar este Estado con el mayor número de fusiles, cuyo
artículo hace notable falta…" (11)

  • CARTA A PEÑALVER DE 26 DE SETIEMBRE DE
    1822

Esta misiva del libertador está fechada en Cuenca
y tiene una brevísima referencia a la entrevista de
Guayaquil:

"El General san Martín vino a verme a Guayaquil y
me pareció lo mismo que ha parecido a lo que más
favorablemente juzgan de él, como Francisco Rivas, Juancho
Castillo y otros". (12)

  • NOTA DE BOLÍVAR AL EDITOR DEL "CORREO
    MERCANTIL"

A raíz de haber recibido Bolívar la
colección completa del Centinela de Buenos Aires y de
haber leído en sus diversos números opiniones y
juicios falsos y malintencionados sobre algunos aspectos de los
estados americanos y de sus personajes, escribió una nota
dirigida al director del Correo Mercantil, con la finalidad de
corregir dichos errores y tergiversaciones. La nota en
mención comienza con el siguiente
párrafo:

"Señor editor del Correo Mercantil.

Ha llegado a nuestras manos una edición completa
del Centinela de Buenos Aires, que se dice dirigido por amigos de
aquel gobierno. Por esta circunstancia nos ha parecido notable y
extraño que manifieste una irritación injuriosa a
otros estados de América; y cuando no sea por mala fe, le
falta por lo menos noticias exactas de lo que debía
saber".

Luego de hacer referencia a que el Centinela se opone a
toda ayuda militar al Perú, esgrimiendo como argumento que
este Estado se oponía a ella, el Libertador desmiente
categóricamente esta aseveración:

"Todo el mundo sabe las repetidas misiones de esta
república a Colombia, a Chile y al mismo Buenos Aires
pidiendo su auxilio para sostener la guerra por la libertad e
independencia de América…"

Y más adelante, después de haberse
referido a las falsedades publicadas en el número 37 del
Centinela en torno a la división colombiana auxiliar al
mando del general castillo, Bolívar hace referencia a que
el propio Protector le solicitó auxilio
militar:

"Apelamos al testimonio del Protector, que desde julio
de 1822 pidió al Libertador de Colombia aquellos auxilios;
y repetidamente otros que generosa y oportunamente ha prestado,
regalando al Perú mil fusiles nuevos, y erogando en su
obsequio crecidas cantidades y de cuya deuda no ah exigido
reconocimiento". (13)

Este dato que consigna el libertador caraqueño
hace referencia, sin lugar a dudas, a la entrevista de Guayaquil,
porque como puede colegirse del texto él hace
mención a un pedido personal del protector hacia
él, en el mes de julio de 1822, mes de la entrevista de
Guayaquil. No puede referirse al acuerdo de auxilio previo a esta
reunión, ni menos al tratado de federación, porque
entonces no hubiera tenido que apelar al testimonio personal de
San Martín.

  • DECLAMACIÓN SOLEMNE, SABIA Y ADMIRABLE DE
    «AISLAMIENTO» ÚTIL Y PROVECHOSOS PARA BUENOS
    AIRES Y CADA UNO DE LOS ESTADOS AMERICANOS
    .

Con este título y bajo los seudónimos de
Juan Vanitas y Pedro Divermano, Bolívar escribió un
artículo satírico contra Rivadavia y su
círculo, el cual era contrario a los planes de
confederación continental por el que tanto luchaba el
Libertador. En el punto segundo de esta nota Bolívar
proporciona una versión satírica sobre uno de los
objetivos fundamentales de la entrevista de Guayaquil: la
federación peruano-colombiana.

"Por cuanto la presencia del Ministro Plenipotenciario
de Colombia en esta capital, ha excitado en nosotros los
sentimientos más sublimes de que pueden se susceptibles
las almas elevadas (como las nuestras): hemos venido en decretar
y decretamos:

1 Considerando: que no habiendo podido Buenos Aires
reunir la Representación Nacional de las Provincias del
Río de la Plata, para formar nuestro pacto social:
declaramos, que todo pacto, trato o contrato es en el
venidero en América nulo y de ningún valor, no
siéndonos lícito participar de él, ni de sus
ventajas.

2° Considerando: que habiéndose reunido en
Guayaquil los Generales Bolívar y San Martín para
tratar sobre el modo de llevar a cabo el tratado de
federación entre el Perú y Colombia; y no
conviniendo a nuestra gloria que ningún Estado americano
tenga constitución, orden y concierto:
declaramos, que Bolívar y San Martín son dos
imbéciles que pretenden la quimera de reunir la
América bajo un pacto de liga, amistad y concordia
mientras que nosotros no nos podemos entender en la ciudad de
Buenos Aires.

3 Considerando: que habiendo demostrado
sólidamente la Abeja Argentina que el tratado de
federación entre el Perú y Colombia es inaplicable
y vago, porque nuestras Provincias no admiten liga no
Constitución; declaramos, que Colombia y Perú son
unas locas, que no saben lo que se hacen aspirando a alcanzar la
cima de las instituciones
humanas, en tanto que Buenos Aires no ha podido todavía
pisar los umbrales del templo de la Ley Fundamental".

Y termina este mordaz escrito, con el siguiente
artículo:

"30 Últimamente considerando: que los gobiernos
de Colombia y Lima no consultaron a nuestro autor: declaramos:
que nosotros consultamos a todo el Mundo; y que por esto
marchamos tan unidos, que no tenemos plan ni concierto, ni
unión, ni federación, ni paz, ni alianza con
nadie.

Dado en la oficina de La
abeja a 15 de febrero, 13° de la Anarquía.

Firmado: Juan Vanitas y Pedro Divermano. (14)

NOTAS

(1) La Relación al Gobierno de Bogotá ha
sido reproducida ampliamente:

-Lecuna, Vicente. "La Entrevista de Guayaquil:
restablecimiento de la verdad histórica"

-Lecuna, Vicente. "Cartas del Libertador";tomo III, pp.
60-63

-Goenaga, J.M. "La Entrevista de Guayaquil" pp. 28-35 y
45-57.

-Valega, José M. "La gesta emancipadora del
Perú", tomo III, pp. 211-216

-Rojas, Ricardo. "La entrevista de Guayaquil"; pp.
46-57

-Leguía y Martínez, Germán.
"Historia de la emancipación del Perú: El
Protectorado"; tomo VII, pp. 249-253

(2) El pliego con la renuncia de San Martín,
en:

-Goenaga, J.M. Obra citada, página 30.

"Nombro, hasta tanto se reúna la
representación de los pueblos libres del Perú al
General en Jefe del Ejército Unido D. Rudecindo Alvarado,
quien entregará el mando a la persona o personas que dicha
representación nombre para el poder Ejecutivo, teniendo
presente para este nombramiento que respecto a que la
reunión del congreso debe tardar poco tiempo, puede
desempeñar los intereses del estado el que mande la
fuerza, dando por este medio un centro más a la
impulsión para consolidar la independencia del
Perú".

(3) La Relación al Intendente de Quito,
en:

-Lecuna, Vicente. "La entrevista de Guayaquil"
(1962-1963); tomo II, pp. 242-245.

-Valega, José M. "La gesta emancipadora del
Perú";tomo III, páginas 217-220.

(4) Gangotena y Jijón a Lecuna: 12-4-1949,
en:

-B.A.N.H.Ve. Caracas, abril-junio1949; tomo 32, N°
126, p. 205.

(5) Bolívar a Santander: 29-7-1822,
en:

-Lecuna, V. Op. cit.(1962-1963); tomo II,
pp.246-248

-Goenaga, J.M. Op. cit.; pp. 35-38.

-Rojas, R. Op. cit.; pp. 34-36

-Valega, J.M. Op. cit.; tomo III, pp. 220-222

(6) Goenaga, J.M. Op. cit, pp. 35-38

(7) Bolívar a Santander: 03-8-1822

-Lecuna, Vicente. Op. cit.;tomo II, pp.
272-276

-Goenaga, J.M. Op. cit.; pp. 38-39

(8) Oficio de 09-9-18233

-Lecuna, V. Op. cit.; t. II

-Blanco y Azpurua. "Documentos Para la historia de la
vida pública del Libertador…" (1876) tomo VIII; pp.
554-555

(9) Lecuna, V. "Cartas del Libertador" tomo III; pp.
96-97

(10) Lecuna, V. Op. cit; t, III; pp. 84-87

(11) Blanco y Azpurua. Op. cit.; tomo VIII; pp.
555.556

(12) Bolívar a Peñalver:
26-9-1822

-Lecuna, V. "Cartas del Libertador" tomo III¸pp.
96-97

-O’Leary, Daniel Florencio. "Cartas del
Libertador" tomo XXIX; pp. 257-258.

-Blanco y Azpurua. Op. cit.; tomo VIII; p.
539

(13) Nota de Bolívar al editor del "Correo
Mercantil"

-Lecuna, V. "Papeles del Libertador" (1917)p.
282-284

(14) Declaración solemne, sabia y
admirable…"

-Lecuna, V. "Papeles de Bolívar" (1917); pp.
284-290

B. TESTIMONIOS DE ALLEGADOS DEL
LIBERTADOR

  • VERSIÓN DE O’LEARY

Daniel Florencio O’Leary, edecán, amigo
íntimo y devoto admirador de Bolívar, es autor de
unas muy famosas "Memorias" que él acompañara con
una valiosísima recopilación de documentos
relacionados con la vida y obra del Libertador.

O’Leary nos da la siguiente versión sobre
la entrevista de Guayaquil:

"…En sus conversaciones con el Libertador,
tratóse del estado de la América y del mejor modo
de llevar la guerra a feliz término. Habíase
ajustado, hacía poco, un tratado entre los
plenipotenciarios de Colombia y del Perú, por el cual se
comprometían ambas repúblicas a ayudarse
recíprocamente mientras durase la guerra con
España; y como la de Colombia había ya terminado,
San Martín venía a pedir auxilios al Libertador
para dar cima a la del Perú.

Este era, en apariencia, el objeto ostensible de su
visita; sin embargo, se susurró entonces que las miras del
Protector eran menos amistosas y sinceras, y que creyendo
él llegar a Guayaquil al mismo tiempo que la
división de Santa Cruz, y mientras el Libertador estuviese
ocupado en quito, daría aliento con su presencia al
partido peruano y quizá lograría la anexión
de la provincia al Perú. El carácter de San
Martín pudo haber dado motivo a esta sospecha, la cual
adquirió más fuerza al notarse cierto desagrado y
preocupación en su semblante, durante su corta estancia en
Guayaquil.

Difícil sería hallar dos caracteres
más opuestos que el de Bolívar y San Martín.
Franco, ingenuo, ardiente en sus amistades y generoso con sus
enemigos era Bolívar, San Martín frío,
disimulado e incapaz de perdonar las injurias o de hacer un
beneficio que no redundase en su provecho".

"… En su entrevista con san Martín,
preguntóle el Libertador con empeño si no
sería preferible marchar al interior del Perú con
toda la fuerza disponible, a dividirla y de ese modo exponer al
ejército a ser batido en detal, a lo que contestó
el Protector, objetando que las provincias independientes del
Perú no tenían los recursos
suficientes para mover una gran fuerza al través de los
Andes…" (1)

  • VISIÓN DE RESTREPO

José Manuel Restrepo, que fuera Ministro de
Bolívar, es considerado por algunos historiadores como un
verdadero hombre puente entre la crónica y la historia de
la revolución separatista colombiana. En su "Historia de
la Revolución de Colombia en la América Meridional"
encontramos la siguiente versión sobre el encuentro de los
dos libertadores de América:

"Penetrado este Jefe (San Martín) de la
importante idea de acordar con el Libertador los medios de
completar la independencia de la América del Sur,
resolvió trasladarse a Guayaquil para tener una entrevista
con el Presidente de Colombia. Antes de salir de Lima,
delegó el mando en el marqués de Torre Tagle, bajo
el título de Supremo Delegado. Pero en Trujillo
recibió San Martín oficios de Bolívar, en
que le participaban no haberle sido posible ir en aquella
época a Guayaquil, por haberse visto obligado a variar sus
plan de campaña. En consecuencia de este aviso el
protector regresó a Lima".

"… San Martín no perdía de vista la
adquisición de un territorio fértil y rico en
productos, y
de un puerto sobremanera importante en el
Pacífico".

"Las conferencias entre Bolívar y san
Martín fueron largas y muy frecuentes en tres días
que apenas se detuvo el último en Guayaquil;
también fueron secretas, pues ningún tercero
asistió a ellas; por consiguiente y solo podemos referir
lo que se dijo entonces por las personas más allegadas,
sobre lo que se hubiera tratado entre los dos ilustres Jefes, y
cuáles fueron los resultados. Acordáronse
allí los auxilios que Colombia daría al Perú
a fin de arrojar a los españoles. Discutiéronse
igualmente los grandes intereses de la América del Sur,
que se hallaban fincados en la expulsión de las huestes de
Castilla, que dominaban todavía las más populosas y
ricas provincias del antiguo Imperio de los Incas.

Túvose en aquel tiempo como cierto que el
principal motivo que trajera el Protector a Guayaquil
había sido activar su incorporación al Perú.
Existía un plan de realizarla por medio de la
división peruana que se retiraba de Quito, y de la
escuadra de San Martín, que vendría a recibirlo.
Empero el libertador, que tuvo noticias bien segura del proyecto,
lo frustró haciendo marchar sus batallones y
trasladándose él mismo a Guayaquil, para conseguir
su más pronta incorporación a Colombia. Era este un
hecho consumado cuando arribara el Protector. No pudiendo ya
oponerse a él sin una guerra abierta que hubiera sido en
extremo funesta a la causa de la independencia americana, y que
no se hallaba en estado de emprender, hizo de la necesidad
virtud, y a pesar de cuantos pasos había dado
anteriormente para frustrarla, convino en la unión de
Guayaquil a Colombia.

Afirmóse entonces que ni el Protector
había quedado contento de Bolívar, ni éste
de aquel. Parece que san Martín indicó al
Libertador que al Perú le convenía el
establecimiento de una monarquía moderada constitucional,
a la que le llamaban sus riquezas, sus ilustres familias y sus
antiguas habitudes (sic), harto difíciles cambiarse en
otras republicanas. Díjole Bolívar que tal proyecto
sería peligroso y de mal ejemplo en la América. No
hallando San Martín acogida en el Libertador para las
ideas monárquicas que él y sus Ministros se
esforzaban en propagar, limitó sus gestiones a los
auxilios de tropas y de armamentos que desde antes se les
habían ofrecido por el Presidente…"

"El Protector en su entrevista con Bolívar solo
había manifestado graves dificultades para continuar la
guerra contra los españoles en el Perú, mas no
temor alguno de que triunfaran éstos; el Libertador si lo
temía". (2)

  • VERSIÓN DE MOSQUERA

Tomás Cipriano de Mosquera, edecán y
secretario privado de Bolívar, tiene, para el
análisis que estamos haciendo, una importancia singular,
debido a que, como ya hemos comentado, se declaró haber
estado presente, en calidad de secretario del Libertador, en las
entrevistas que tuvieran San Martín y Bolívar en
Guayaquil. Como supuesto testigo presencial (él dice que
también lo fue Soyer, como edecán de San
Martín) Mosquera escribió una relación sobre
dicho acontecimiento en el N° 46 de la Crónica de
Nueva York, de 1851.

Mosquera escribió su "Memoria sobre la vida del
general Simón Bolívar, Libertador de Colombia,
Perú y Bolivia". En
dicha obra Mosquera nos brinda una versión muy singular de
la entrevista de Guayaquil, y la conceptuamos así porque
nos narra al estilo de un cronista testigo presencial, que, por
su calidad de secretario de Bolívar y por encargo de
éste, supuestamente tomó notas de lo que
allí se habló.

Sin embargo ya hemos mencionado que fue desmentido por
Rufino Guido. Y en realidad contra la corriente de todos los que
escribieron sobre este hecho que siempre pusieron de realce el
carácter secreto de dichas conversaciones, Mosquera es el
único en afirmar que la entrevista tuvo
testigos.

Pero si Mosquera no fue testigo presencial en cambio es
casi totalmente seguro que debió recibir confidencias al
respecto de parte de Bolívar.

Mosquera relata de la siguiente manera la
entrevista.

"El 24 de julio de 1822 se celebraba el natalicio del
general Bolívar y por la noche entró a la
ría de Guayaquil la goleta Macedonia, en la que
venía el Protector del Perú, general San
Martín…

"Al día siguiente fue recibido con todos los
honores que le correspondían y con demostraciones muy
cordiales de parte del libertador y del pueblo de Guayaquil.
Después de la comida se retiraron Bolívar y san
Martín a una sala de la casa que le había sido
preparada, a tener una conferencia, y habiendo comenzado ella;
por el estado en que estaba Colombia, me llamó el
Libertador para que fuera a su casa a traer unas cartas del
general Santander, para enseñarle algo a San
Martín. En seguida el general San Martín
habló y le manifestó su pensamiento de hacer del
Perú una monarquía constitucional para adquirir, de
ese modo, la independencia y dar a la América
Española gobierno análogos a sus
necesidades".

A continuación del párrafo transcrito,
Mosquera intercala el acta del consejo de Estado del Perú
y el oficio de Monteagudo al presidente de dicho Consejo sobre la
misión
de García del Río y Diego Paroissien de buscar un
príncipe para el Perú.

"Leídas que fueron estas comunicaciones, el
Libertador observó al General San Martín que
algunos de los miembros del consejo no eran sino títulos
de Castilla, y que había como miembro del Consejo un
eclesiástico; que todo esto era conservar las
instituciones coloniales y pretender llevar a efecto el proyecto
de Florida Blanca, cuando propuso al rey de España,
Emperador de todas las monarquías americanas, para
conservar en una sola Confederación las naciones de raza
española, pues las Américas debían
independizarse después de haber auxiliado a los Estados
Unidos para su independencia de la Gran
Bretaña.

"¿Cómo cree usted que puedan negociar un
soberano para el Perú de las familias anglosajonas y que
un príncipe como el duque de Luca, cambie de religión para ser rey
del Per{u, cuando ha renunciado a sus derechos a la Corona de
Inglaterra, para
casarse con una señora que no era princesa?

En el mes de abril todavía el Ministro
Monteagudo, de orden de usted, insistió en esa
negociación, que usted me propone ahora.

El Perú ha celebrado el tratado de amistad y
confederación con Colombia y se ha firmado ahora veinte
días, con consentimiento de usted por el Ministro
Monteagudo, y no hay unidad de pensamiento con lo que usted me
propone ahora, con la de llevar a efecto la Confederación
americana, que será representada por un Congreso de
Plenipotenciarios de diferentes Repúblicas de la
América española.

Yo no puedo sino continuar la línea de conducta
que he observado en 12 años, de absoluta
consagración a la causa de la libertad. Jamás
doblaré la cerviz en presencia de un Príncipe a
quien había despreciado y enseñado a despreciar,
que el suelo virgen de
América no permitirá otro gobierno que el
republicano y comprometidos mi nombre y mi fama con las
negociaciones que he emprendido, para arrancar el poder a la
España, jamás daría un paso semejante. En
seguida le dijo: Usted, general, se ha perdido con este viaje. La
agregación que ha decretado usted de algunas provincias de
Buenos Aires al Perú le han enajenado a los mejores
generales. Según noticias que acabo de recibir del agente
confidencial de Colombia, Teniente Coronel Gómez, el
general Las Heras se ha separado del ejército para no
traicionarlo; y los Generales Alvarado y Arenales no le secundan
a usted en sus planes. Yo creo que al llegar usted al Perú
tendrá que sofocar una revolución, porque el
Ministro que usted tiene no se ha puesto al frente de la
opinión, sino que quiere fundar un sistema que no es ni de
la época, ni de las circunstancias. Los colombianos han
aprendido a despreciar a los reyes, y yo no dejaré nunca
de ser el primer ciudadano de mi patria, para ser el
último en una fuerza de monarquía… Jamás
debemos usted y yo, General, ser otra cosa que republicanos y el
día que dejemos de serlo nos veremos solos y abandonados.
Mancillaremos la fama de cien combates y pasará nuestro
nombre sin esplendor a la posteridad". El General San
Martín le respondió:

"El tono decisivo y la fuerza de su voluntad con que
usted me habla no me permiten hacerle algunas reflexiones; pero
día llegará en que usted conozca que el modo de
terminar la guerra es el que yo he creído más
oportuno. La historia dará a usted o a mí la
razón. Vamos pues, a hablar de otras cosas. Las tropas que
hay en el Perú sin las que usted manda, no son suficientes
para destruir el ejército español.
¿Podrá usted darme mayor apoyo?
¿Podrá usted ir a tomar el mando militar en el
Perú?" El Libertador le contestó que estaba
íntimamente persuadido de la necesidad de auxiliarlo con
los esfuerzos que pudiera hacer Colombia, pero que por ahora
debían limitarse a los de la división que preparaba
la cual pondría a las órdenes del general Juan Paz
del Castillo que le era un jefe conocido, pues había
servido a sus órdenes desde Buenos Aires hasta Chile, que
permanecería con todo el ejército al sur de la
República, para emprender operaciones o
combinaciones, si el ejército realista tomaba de nuevo la
ofensiva; pero que todo esto debía arreglarse por un
tratado entre las dos Repúblicas; y sobre el último
punto de ir a tomar el mando militar al Perú le
manifestó: que tendría mucho gusto de hacerlo si la
República se lo permitía y podía ausentarse
sin que para ello peligrase el orden interno, y agregó:
que el abandono temporal que ha hecho usted del Perú,
puede serle muy costoso, por lo que he sabido y considere usted,
por lo que le pasa, cuan cauto debo ser para resoluciones de
tamaña importancia.

El General san Martín tomó la palabra y se
expresó con éstos o semejantes
términos:

Comprendo bien general que no pudiendo estar de acuerdo
con usted debo separarme del mando del Perú, convocando al
congreso previamente para entregarle el mando y retirarme no
solamente del Perú sino también de las
repúblicas de Chile y provincias Unidas del Río de
la Plata, cuya independencia he consolidado con mis
últimas campañas. Me trasladaré a Europa
para contemplar desde allá los acontecimientos favorables
que aseguren la independencia del Nuevo Mundo.

La conversación versó en seguida sobre
otras materias de poca importancia política, y el general
San Martín trató de regresar inmediatamente a Lima
para evitar un desconcierto en sus operaciones". (3)

  • VERSIÓN DE HERES

El General Tomás Heres, a solicitud de
O’Leary escribió unos informes sobre
San Martín y que éste (O’Leary) los reprodujo
en sus Memorias. Heres consigna la siguiente
versión:

"Por este tiempo llegó el general Bolívar
a Guayaquil a donde fue el general San Martín, con el
objeto, según decía, de combinar las operaciones
que debían emprenderse para libertar al Perú. Los
dos jefes tuvieron su entrevista; no sé que hubiesen
convenido en nada, y San martín se volvió a Lima,
muy poco satisfecho de Bolívar, contra quien
concibió, desde entonces, un odio que ha conservado y
manifestado siempre". (4)

  • VERSIÓN DE M. A.
    LÓPEZ

El coronel Manuel Antonio López llegó a
desempeñarse en el estado Mayor Libertador en el periodo
1822-1824 y fue allí donde, según su propia
declaración, contrajo "la afición de escribir y la
ejercitaba apuntando, para informar a mi familia y mis amigos,
algo de lo que presenciaba o se disponía en aquella
Dirección general de las operaciones redentoras de la
América del Sur,…"

Con el correr de los años López
escribió sus "Recuerdos históricos de la guerra de
la independencia: Colombia y el Perú (1819-1826)" donde
encontramos la siguiente versión sobre la entrevista de
Guayaquil.

"Cinco días antes, el 26 de aquel mes,
arribó a Guayaquil, en su buque de guerra, el general don
José de San Martín, Protector del Perú.
Estuvo tres días en conferencias privadas con el
Libertador, y nadie, ni el mismo general Sucre, supo cuales
fueron los asuntos y términos de que se ocuparon. Aunque
muchas personas han pretendido saber de que trataron en dicha
entrevista, lo único que se pudo traslucir fue que el
general San Martín indicó al Libertador que, en su
concepto, al Perú no le convenía ser regido por un
gobierno republicano demócrata, sino por un
monárquico constitucional, lo cual estaba en
contradicción con los principios y miras del Libertador;
pero si es cierto que el general San Martín estaba
disgustado porque la Junta de gobierno que dejó
establecida en Lima, y las personas de más influencia en
el Perú, no se mostraban contentas con su gobierno
protectoral y le hacían la guerra, tanto que durante su
viaje a Guayaquil depusieron, arrestaron y deportaron a Panamá al
Ministro de Guerra y Marina que dejó allí, el cual
era don Bernardo Monteagudo. El general don Domingo
Tristán acababa de perder en Ica una lucida
división de 3000 hombres, y los españoles se
encontraban con un ejército superior en número al
de los republicanos, por lo cual creyó San Martín
que no le era posible concluir la libertad del Perú, e
instó al Libertador a que fuese con el ejército de
Colombia, a completar la obra que él había
comenzado". (5)

NOTAS

(1) O’Leary, Daniel Florencio. "Memorias"
(Caracas: Imprenta Nacional, 1952); t. II.

(2) Restrepo, José Manuel."Historia de la
Revolución de la República de Colombia en la
América Meridional"(Bogotá: Biblioteca
Popular de Cultura
Colombiana, 1945);t. VI

(3) Mosquera, Tomás Cipriano de. "Memoria sobre
la vida del General Simón Bolívar, Libertador de
Colombia, Perú y Bolivia" (Publicación de la
Academia Colombiana de Historia, 1940)

(4) O’Leary, D.F. Po. Cit; tomo II, pp.
163-164

(5) López, Manuel Antonio. "Recuerdos
históricos de la guerra de la independencia: Colombia y
Perú, 1819-1826" (Madrid: Ed. América, 1919.
Biblioteca Ayacucho; pp. 138-139)

  1. LA
    VERSIÓN DE BOLÍVAR:
    CONCLUSIÓN

La versión del Libertador tiene dos
características bien marcadas: es mucho más amplia
que la proporcionada por San Martín y, por otra parte, le
resta total importancia a la entrevista. Bolívar
consideró que la reunión realmente careció
de toda vital importancia, desde el momento mismo que ella no
tuvo carácter oficial, por lo que venía a ser una
muy amigable visita que ya de tiempo atrás habíanse
propuesto y que en el fondo anhelaban, aunque sin saber que
podía devenir de ella. Bolívar es enfático
en considerarla una simple visita, tal como señala en
todos los documentos en los cuales ya personalmente o a
través de su secretario Pérez se refiere a
ella.

La versión de Bolívar, en este sentido es
sumamente valiosa porque permite conocer los diversos temas que
se tocaron. Mientras que Bolívar proporciona una
versión integral, San Martín nos brinda una
visión restringida, reducida tan solo al tema medular que
constituyera el verdadero objetivo del viaje y prescindiendo de
todos los demás.

Según el propio Libertador hubo un tópico
que concitó mayormente la atención del Protector:
la federación. En la Relación al Intendente de
Quito se lee: "El Protector aplaudió altamente la
Federación de los Estados Americanos como la base esencial
de nuestra existencia política". De este proyecto,
según el Propio Libertador, lo que más atrajo la
atención del Protector fue lo concerniente al auxilio
mutuo.

El Protector halagó, en este aspecto, y de
sobremanera, a Bolívar, porque la Federación de los
Andes era uno de sus sueños más
preciados.

Por otra parte San Martín dio prueba de su
política de no interferencia en el caso de Guayaquil
porque, según la propia versión del Libertador,
propuso a dicha ciudad como sede de dicha
federación.

Otro punto muy importante fue el relacionado con la
situación militar del Perú. El Protector
expresó que ella no era realmente apremiante y que
había planeado poner en práctica su plan de
campaña a puertos intermedios. Según la
versión de Bolívar, San Martín en
ningún momento reclamó auxilio militar e incluso en
la Relación al Intendente de Quito se consigna que el
Protector ni siquiera habló de los auxilios que estaban ya
por pasar al Perú. Sin embargo, el propio Bolívar
en la nota escrita al editor del Correo Mercantil hace referencia
a que en julio de 1822 el Protector solicitó ayuda
militar.

Debemos señalar que en la versión del
Libertador no se hace mención alguna a la pretendida
propuesta, consignada por San Martín, de unir a los dos
ejércitos libertadores y el concederle a Bolívar la
jefatura del Ejército Unido. Sin embargo algunos
historiadores creen ver una manifestación tácita de
esto cuando Bolívar hace escribir a su secretario: "La
oferta de sus servicios y amistad (del Protector) es ilimitada,
manifestando una satisfacción y una franqueza que parecen
sinceras". También cuando a Santander le escribe: "… no
hay género de amistad ni de oferta que no me haya
hecho".

En realidad estas expresiones, que hablan bien a las
claras que no todo fue rozamiento y desacuerdo, como ven algunos,
no pueden llevarnos a concluir que ellas se refieren a la oferta
de pasar al Perú como comandante en jefe del
ejército libertador unido.

La situación política del Perú fue
otro de los puntos tratados. San Martín en forma franca le
expresó que atravesaba serios problemas en el mando
político del Perú, cargo que, por otra parte, no
deseaba seguir manteniendo. Le anuncia su decisión de
retirarse del Perú y de América.

En las conversaciones también se entró al
campo de las ideas políticas de ambos personajes.
Según la versión de Bolívar, el Protector le
expresó la conveniencia de un régimen
monárquico constitucional con un príncipe europeo.
Bolívar le expresó no estar de acuerdo con ello y,
algo más, que era contraproducente para el resto de
América, el que se llegase a establecer dicho tipo de
gobierno, pero que en última instancia si la
decisión del Perú era en ese sentido, Colombia no
se opondría.

El Libertador muy reservadamente le comunicó a
Santander lo que San Martín le había dicho acerca
de un grupo separatista quiteño, que poco tiempo
después llevaría a la creación de Ecuador.

El problema de Guayaquil por ya estar solucionado por
Bolívar, fue tocado tangencialmente, expresando San
Martín su decidida neutralidad.

Referente a los límites de los nacientes Estados
fue tema también de la entrevista aunque en forma muy
superficial, según la versión de Bolívar,
porque San Martín no estaba en misión oficial.
Bolívar consigna que el Protector le prometió
intervenir para que se solucionara pacífica y
satisfactoriamente el problema limítrofe entre ambos
estados.

Bolívar le señaló al protector la
necesidad y conveniencia de lograr la paz con España,
sobre la base de lograr el reconocimiento de la independencia, la
integridad territorial y la evacuación del ejército
realista.

Las conversaciones también trataron el punto
referente a la situación de los otros estados
hispanoamericanos, tales como México, Chile y el
Río de la Plata. Sobre el primero, siempre según la
versión de Bolívar, el Protector dejó intuir
que conocía muy poco sobre los últimos
acontecimientos. Chile y su Director Supremo O’Higgins
merecieron de San Martín grandes elogios. En cambio sobre
las Provincias Unidas del Río de la Plata el Protector
manifestó honda preocupación por el caos al que lo
había llevado el sistema federal.

PARTE  
CUARTA

NUESTRA VISIÓN
SOBRE LA ENTREVISTA

El análisis de la documentación,
así como los aportes de prestigiosos estudiosos de esta
entrevista nos permiten concluir, en primer lugar, que ella no
fue una simple visita de cortesía sin objetivos fijos,
como se desprendería si unilateralmente solo
tuviéremos en cuenta la versión de Bolívar,
de sus allegados e historiadores que llevados por su
admiración al libertador caraqueño no reflexionan
sobre los múltiples aspectos que quedarían sin una
adecuada explicación. Así por ejemplo,
carecería de toda explicación coherente el retiro
de San Martín del Perú en momentos que aún
no había concluido la guerra, cuando su situación
interna militar y política era tan crítica, como lo
ha analizado tan concienzudamente Timothy E. Anna en su libro
citado "La caída del gobierno español en el
Perú". Con esto no queremos decir que Bolívar fuera
el responsable de la decisión tomada por San
Martín. Innegablemente los análisis de T.E. Anna
demuestran que lo que el historiador canadiense denomina
«fracaso de San Martín» se debió a tres
causas: Cometió el error de supervalorar la
posesión de Lima e intentar realizar la guerra separatista
del centro hacia el interior. Su resquebrajada salud durante su
estadía en el Perú a consecuencia de la tuberculosis y la
administración de opio, remedio prescrito por su
médico como el único analgésico que se
disponía en aquellos tiempos. Y en tercer lugar, pero solo
en cuanto a orden de mención, la política
económica que agravó la situación que se
vivía en el Perú y muy especialmente en Lima. Pero
como lo dice el propio T. Anna: "Los hechos de la realidad
llevaron a este hombre pragmático a darse cuenta que la
ayuda proveniente de fuera del Perú era necesaria para
completar la lucha por la independencia. El movimiento de
Bolívar, apoyado como lo fue por la renuente, pero no
obstante impresionante ayuda de la Gran Colombia, continuaba
siendo la mejor posibilidad" (Op. cit; pp. 276-277)

Esta argumentación reafirma nuestra
posición en el sentido de que San Martín, como gran
militar que era, fue a Guayaquil llevando como objetivo el
conseguir la unión de los dos ejército libertadores
y que en última instancia el podía ceder el mando
supremo de lo que sería el ejército libertador
unido. Los documentos son certeros en el hecho de que San
Martín viajaba con un plan preconcebido. El secretario de
Bolívar, J.G. Pérez consigna que San Martín
le expresó a Bolívar "que pocas horas en tierra
serían suficientes para explicarse".

Discrepamos con los historiadores que distorsionan la
posición de Bolívar frente a este anuncio. Me estoy
refiriendo a aquellos que señalan que el libertador
caraqueño no quiso brindar la ayuda solicitada porque
él quería coronar la hazaña. Ello a pesar de
que Bolívar en varias oportunidades le había
prometido ayuda militar a San Martín en su lucha por la
independencia del Perú.

Es cierto que el Libertador en cartas a San
Martín habíale hablado de una ayuda mutua. En carta
fechada el 23 de agosto de 1821 Bolívar le decía:
"…Quiera el cielo que los servicios del ejército
colombiano no sean necesarios a los pueblos del Perú, pero
él marcha penetrado de la confianza de que, unido con San
Martín, todos los tiranos de la América no se
atreverían ni aun a mirarlo" (1). Y en la misiva fechada
desde Quito el 17 de junio de 1822, le expresa: "…Pero no es
nuestro tributo de gratitud un simple homenaje hecho al gobierno
y ejército del Perú, sino el deseo más vivo
de prestar los mismos, y aún más fuertes auxilios
al gobierno del Perú, si para cuando llegue a sus manos de
V.E. este despacho, ya las armas libertadoras del sur de
América no han terminado gloriosamente la campaña
que iba a abrirse en la presente estación. Tengo la mayor
satisfacción en comunicar a V.E. que la guerra de Colombia
está terminada, que su ejército está pronto
para marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen, y muy
particularmente a la parte de nuestros vecinos del sur, a quienes
por tanto títulos debemos preferir como los primeros
amigos y hermanos de armas".(2)

Lo que también está claro es que
Bolívar no pensó en aunar ambos ejércitos y
bajo una sola jefatura dirigir la guerra contra los
españoles en el Perú. De su correspondencia con
Santander de los meses de junio y julio de 1822 se desprende que
él consideraba la posibilidad de enviar contingentes
auxiliares. En carta fechada desde Quito el 21 de junio de 1822,
le dice: "…He prometido mandar tropas al Perú, siempre
que Guayaquil se someta y no nos de más cuidados". Y
más adelante escribe: "…Si Guayaquil se somete
mandaré un par de batallones al Perú, como lo
indica Mosquera, primero, para que no sean más generosos
que nosotros nuestros vecinos; segundo, para auxiliar al
Perú antes de una desgracia; tercero, por economía, pues
aquí no tenemos con que mantener tanta tropa; cuarto, para
empezar a llenar las ofertas de recíprocos auxilios;
quinto, sexto y séptimo, porque creo que así
conviene para que de allá nos manden tres batallones de
Perú en reemplazo de ellos terminada la guerra".
(3)

Francisco A. Encina (4) sostiene, basado asimismo en la
correspondencia del Libertador, que en julio de 1822 había
éste desistido de pasar personalmente al Perú,
dejando, de esta manera, a un lado su deseo, manifestado con
anterioridad, de llevar a cabo dicha tarea. Esta nueva actitud se
debía, según el citado autor, a cinco
factores:

1° La negativa del congreso colombiano a darle
licencia.

2° Imposibilidad de formar en esos momentos un
ejército bastante poderoso como para aniquilar al
realista.

3° La inestabilidad de la situación en Quito,
Guayaquil, Loja, Cuenca y Pasto. La tambaleante situación
de Colombia, que podía exigir de un momento a otro su
pronto regreso a Bogotá.

4° La conciencia del
escaso valer del ejército libertador del Perú y de
las dificultades que para la cooperación opondrían
la logia, la camarilla y los jefes argentinos y peruanos, todos
antibolivarianos exaltados.

5° La intuición del sentido negativo que
empezaba a tomar la violenta irrupción del nacionalismo,
que podía llevar, como sucedió en la realidad, a
hacer causa común con los realistas para expulsar del
suelo peruano al nuevo intruso.

Innegablemente la propuesta de San Martín
debió desconcertar a Bolívar, al no haber pensado
en dicha posición. Al ser tan directa y exigir una
respuesta inmediata el desconcierto era la normal
reacción. San Martín debió sentir
desánimo de no encontrar la respuesta que él
esperaba, porque él era conciente de su crítica
situación en el Perú. Debe considerarse
además, algo en lo que pocas veces se incide, que mientras
San Martín tenía todos los poderes en el
Perú, ejercía una verdadera dictadura con el
título de Protector, en cambio Bolívar, con todo su
prestigio e influencia, era Presidente de Colombia y por lo tanto
sometido a las leyes de ese
país. Había jurado dicho cargo el 3 de octubre de
1821 (Debe recordarse que el congreso de Cúcuta
había promulgado, el 30 de agosto de 1821, la primera
constitución de Colombia y el día 7 de setiembre
eligió como Presidente a Bolívar y como
Vicepresidente a Santander). En cambio San Martín
ejercía todos los poderes como se señala en la
parte considerativa de su Estatuto provisional de 8 de octubre de
1821: "Mientras existan enemigos en el país, y hasta que
el pueblo forme las primeras nociones del gobierno por sí
mismo, yo administraré el poder directivo del Estado,
cuyas atribuciones sin ser las mismas, son análogas a las
del poder
legislativo y ejecutivo". El freno que representa una Carta
Constitucional estaba representada por el Estatuto Provisorio y
este era hechura personal de San Martín. Del Protector
dependía totalmente el gobierno del Perú y su
voluntad, en teoría
por lo menos, no tenía legalmente freno, salvo sus propios
ideales y su recta conciencia. En cambio Bolívar estaba
supeditado al Congreso y a la Constitución, la cual en su
título V, sección II, referíase a las
funciones del
Presidente de la República y allí encontramos los
siguientes artículos, que en su letra y espíritu
debieron aflorar a la mente del Libertador:

"Art. 117: Tiene en toda la República el mando
supremo de las fuerzas de mar y tierra, y está
exclusivamente encargado de su dirección; pero no
podrá mandarlas en persona sin previo acuerdo y
consentimiento del Congreso".

"Art. 120: Celebra los tratados de paz, alianza,
amistad, treguas, comercio,
neutralidad y cualesquiera otros, con los príncipes,
naciones o pueblos extranjeros; pero sin el consentimiento y
aprobación del Congreso no presta ni deniega su
ratificación a los que están ya concluidos por los
plenipotenciarios".

"Art.. 132: El Presidente no puede salir del territorio
de la república durante su presidencia, ni un año
después sin permiso del Congreso".

Resultaba pues muy diferente la situación de uno
y otro libertador en la entrevista. Ello explica, en gran parte,
la tónica de la misma. El Protector podía
comprometerse porque él era el gobierno del Perú,
en tanto que Bolívar con toda la influencia que realmente
poseía, sin embargo en última instancia
dependía del Congreso.

Todo esto nos permite comprende mejor la
apelación al Congreso, por parte de Bolívar, que
aparece tanto en la versión de San Martín y de sus
confidentes como en la del edecán y secretario privado de
Bolívar. Tomás Cipriano de Mosquera señala
que frente a la propuesta militar de San Martín,
Bolívar le repuso "que tendría mucho gusto de
hacerlo si la República se lo permitía…". Felipe
Larrazabal también se refiere a este hecho al sostener que
el Libertador al ser invitado por San Martín para que
pasase al Perú y tomase la dirección de la guerra,
le repuso: "que no podía hacer ni una cosa ni otra sin la
autorización del Congreso".

Y muy bien sabemos que cuando tiempo más tarde el
Libertador solicitó permiso para pasar al Perú, en
el congreso colombiano muchos se mostraron contrarios a darle la
autorización. Santander en carta de 21 de mayo de 1823 le
decía al Libertador: "El senado ha dudado mucho del
partido que debía tomar en orden a permitir el viaje de
Ud. al Perú y senadores hubo que aventuraron la
opinión de que ya Ud. se había ido sin esperar la
resolución". (5)

Ernesto de la Cruz, que también cree, en la
sinceridad de Bolívar, cita en apoyo de esto la carta de
Bolívar a Páez de 29-5-1823, en la dice: "El
gobierno y pueblo de Lima me llaman para que vaya a mandarlos;
conozco que hay mucha dificultad para vencer, mas iré si
el congreso me lo permite,…".

El decreto del Congreso Peruano de 14 de mayo de 1823,
expresa: "Por cuanto se halla enterado (el Congreso) de que a
pesar de la repetida invitación del Presidente de esta
República al Libertador Presidente de Colombia para su
pronta venida al territorio, la suspende por faltarle la licencia
del Congreso de aquella República…" (6)

Para mayor abundamiento sobre las dudas y temores en la
concesión del permiso pueden verse fehacientemente en el
epistolario de Santander. (7)

Y el propio Bolívar al responder la
invitación que le hiciera el Congreso Peruano, mediante
oficio fechado el 25 de mayo de 1823, dice: "Ya habría
volado a sacar mi espada por nuestros aliados y compañeros
de armas, si un religioso respeto a la letra de nuestras
instituciones no me hubiese retenido en la inacción que me
atormenta". (8)

También se comprende que San Martín se
extrañara, se desconcertara con la actitud para él
dubitativa de Bolívar y que por ello se desilusionara con
los resultados de la entrevista y decidiera retornar al
Perú, al ya no tener mayor sentido las conversaciones.
Esto explica también por que Bolívar sintió
como que San Martín no había ido con planes y
objetivos bien determinados, quedándole la
impresión de una simple visita totalmente informal. Por
ello en la Relación oficial al gobierno de Bogotá
se lee: "Si el carácter del Protector no es de este
género de frivolidad que aparece en su
conversación, debe suponerse que lo hacía con
algún estudio. E. E. no se inclina a creer que el
espíritu del protector sea de esta carácter, aunque
tampoco le parece que estudiaba mucho sus recursos y
modales".

Podemos comprender por que la versión
sanmartiniana se centra solo en el objetivo militar como tema eje
de la entrevista. Es obvio que San Martín no iba a viajar
a Guayaquil en situaciones tan críticas como las que
pasaba para dialogar sobre la situación de Guayaquil o el
futuro político de Hispanoamérica. Claro que fueron
temas que se trataron, pero fueron temas totalmente secundarios,
fruto del desenvolvimiento mismo de la entrevista amigable entre
los dos caudillos que se admiraban mutuamente. Como dice
José Pacífico Otero: "… en la mente de San
Martín predominó como asunto principal la ayuda que
Colombia podía y debía prestar al Perú para
dar fin a la guerra. Todo lo demás fue secundario, materia
de simples diálogos o de cambios de ideas en las
conversaciones". (9)

A pesar del fracaso del objetivo central de San
Martín (de ninguna manera derrota personal como muchos
suelen considerar), el Protector trató de sacar el
máximo provecho de la entrevista en el punto que él
consideraba nuclear: la ayuda militar. Los documentos son claros
en señalar que el Protector se manifestó a favor de
la federación, que era uno de los proyectos
políticos más importantes de Bolívar, pero
San Martín ve los beneficios militares: "porque juzga que
las tropas de un estado al servicio de otro deben aumentar mucho
la autoridad de ambos gobiernos con respecto a sus enemigos
internos, los ambiciosos y revoltosos. Esta parte de la
federación es la que más interesa al Protector y
cuyo cumplimiento desea con más vehemencia".
(Relación Oficial al Gobierno de Bogotá)

Debemos referirnos, aunque sucintamente, al Tratado de
unión, liga y confederación perpetua entre
Perú y Colombia, suscrito en Lima el 6 de julio de 1822.
El Libertador había enviado a Joaquín Mosquera como
Enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario, el cual
llegó a Lima el 5 de mayo de 1822. El día 6 de
julio Mosquera por Colombia y Monteagudo por el Perú
suscribieron dos tratados. El primero, de unión, liga y
confederación perpetua, constaba de 12 artículos y
por el se convino:

-La unión de los Estados para sostener con sus
fuerzas, su independencia de España y de cualquiera otra
nación
extranjera.

-Rechazo, en común, de todo ataque o
invasión que pudiera de alguna manera amenazar la
existencia de los estados firmantes.

-La doble ciudadanía peruano-colombiana, con el
único requisito de la residencia.

-La unión comercial.

-El problema limítrofe entre ambos Estados se
arreglaría por un convenio particular, después que
el primer Congreso constituyente del Perú faculte al poder
Ejecutivo para tratar sobre dicho asunto.

-Causa común contra los revoltosos o sediciosos
que se levantasen contra los gobiernos legítimamente
constituidos y en caso necesario su
extradición.

El segundo tratado, que es adicional al primero, y
suscrito en la misma fecha, posee nueve artículos, en los
cuales se acordaban lo siguiente:

-Formación de una Asamblea de Estados
Sudamericanos integrada por dos Plenipotenciarios por cada
Estado.

-Interponer, ambos Estados firmantes, sus buenos oficios
ante los demás Estados de América para que entraren
en el Tratado de Unión, Liga y
Confederación.

-La asamblea en mención se encargaría de
"comentar de un modo, el más sólido, y establecer
las relaciones íntimas que deben existir entre tos y cada
uno de ellos, y que le sirva de consejo en los grandes conflictos, de
punto de contacto en los peligros comunes, de fiel
intérprete de sus tratados públicos, cuando ocurran
dificultades, y de juez y árbitro y conciliador en sus
disputas y diferencias".

-Colombia sugería el istmo de Panamá como
punto de reunión de la Asamblea.

-El tratado no interrumpía de manera alguna el
ejercicio de la soberanía nacional de cada una de las
partes.

-Colombia se comprometía a sostener y mantener en
pie una fuerza de cuatro mil hombres armados y equipados, a fin
de concurrir a la ayuda militar mutua. También su marina
participaría en dicha cooperación.

-El Perú contribuiría con sus fuerzas
marítimas y con igual número de tropa que
Colombia.

Estos dos tratados fueron ratificados por el Perú
el 15 de julio de 1822. En cambio Colombia vino a aprobarlo, pero
después de muchos remilgos, el 12 de julio de 1823.
(10)

En las conversaciones entre los dos libertadores
también fue visto lo referente a estos tratados. Incluso
San Martín propuso Guayaquil como sede de la
Federación.

Todo esto nos lleva la conclusión que el tema
militar fue el punto central de la entrevista y que al producirse
el desencuentro se produjo también el desencanto. Ambos
personajes no quedaron satisfechos con la entrevista y es por
ello que en sus testimonios se trasluce ese desconcierto y esa
desilusión.

También fue tema de las conversaciones lo
concerniente a la forma más conveniente para los estados
hispanoamericanos nacientes. San Martín argumentó
su posición contraria al sistema republicano y
defendió el monarquismo constitucional, con un
príncipe de una de las dinastías europeas
reinantes. Bolívar defendió la superioridad del
sistema republicano, debiendo señalar que la base del
sistema político "debe ser la soberanía del Pueblo,
la división de los poderes, la libertad civil, la
proscripción de la esclavitud, la
abolición de la monarquía y de los privilegios" .
Que para él, el sistema ideal era un gobierno unitario,
con un Ejecutivo poderoso, una Cámara de Representantes
elegido por el voto, un Senado hereditario, un poder judicial
totalmente autónomo y un Poder Moral
encargado del importante aspecto, en estos nacientes Estados, de
la virtud de la sociedad. (11)

Para San Martín el sistema republicano no calzaba
con la realidad y la idiosincrasia de Hispanoamérica,
donde la ignorancia estaba tan generalizada en el pueblo.
Además él consideraba que el sistema republicano
sólo generaría una "espantosa anarquía" y
ello llevaría a la tiranía. Fueron pues principios
los que explican el monarquismo de San Martín y no
intereses personales. Y de ello estuvo convencido el propio
Bolívar, como lo manifiesta en sus testimonios
personales.

Pero no todo fue desacuerdo entre las opiniones de los
dos libertadores. En un punto en el cual si estuvieron de acuerdo
fue el concerniente a la inconveniencia del sistema federal en
los nacientes estados de Hispanoamérica., al cual
consideraban el más nefasto para esta región y la
prueba la tenían en las Provincias Unidas del Río
de la Plata.

Temas tales como el problema limítrofe entre
Perú y Colombia, la negociación de paz con
España, la situación política en ciertos
países de Hispanoamérica fueron también
motivo de conversación durante las seis horas que
aproximadamente duraron las entrevistas.

El tema limítrofe debería tratarse como
estaba establecido en el Tratado de Unión, Liga y
Confederación perpetua. Referente a las negociaciones con
España ambos estuvieron de acuerdo en pactar el fin de la
guerra pero sobre la base de asegurar la independencia, la
integridad territorial de los Estados, así como
también la evacuación del ejército
español.

Cuando las conversaciones entraron al análisis
del curso de la revolución separatista en México,
que culminara con la coronación de Iturbide,
Bolívar quedó con la impresión que San
Martín estaba poco informado al respecto. En cambio San
Martín se mostró muy preocupado por los graves
problemas que atravesaba las Provincias Unidas del Río de
la Plata, donde reinaba una gran anarquía.
Manifestó el Protector su admiración por Bernardo
O’Higgins.

Sabemos, por último, y por la propia
versión de Bolívar, que San Martín le
advirtió de un grupo quiteño que le había
manifestado sus ideas separatista. Bolívar repuso no estar
preocupado por ello, aunque en el fondo tuvo que quedarse un
tanto intrigado y preocupado. Ese hecho no fue consignado en las
Relaciones Oficiales enviadas a los gobiernos de Bogotá y
Quito, pero si en su misiva dirigida a Santander el 3 de agosto
de 1822, porque lo consideraba un hecho grave como para que
pasase "por las manos de los dependientes y
secretarios".

NOTAS

(1) Lecuna, V. "Cartas del Libertador"; tomo II, p.
380.

(2) Lecuna, V. Op. cit., tomo III, pp. 41-42.

(3) Lecuna, V. Op. cit.;tomo III, pp. 45-49.

(4) Encina, Francisco A. "La Entrevista de Guayaquil,
fin del protectorado y defunción del ejército
libertador de Chile" (Santiago de Chile: 1953)

(5) Santander a Bolívar: 21-5-1823

-Cortázar, Roberto. "Cartas y mensajes de
Santander" (Bogotá: 1954); tomo IV, doc. N° 1591, pp.
142-144

(6) De la Cruz, Ernesto. "La entrevista de Guayaquil"
(1914); p. 50

El decreto de 14-5-1823, en:

-Quirós, Mariano santos. "Colección de
leyes, decretos y ordenes…" (Lima: 1831);tomo I, p.
350.

(7) Santander a Sucre: 06-4-1823 y Santander a
Bolívar: 21-5-1823

-Cortázar, Roberto. Op. cit.; t. IV.

(8) Oficio de Bolívar al Congreso Peruano de
25-5-1823.

-Delgado, Luis H. "Álbum de Ayacucho" (Lima:
1924); p. 26.

Decreto autorizando a Bolívar a pasar al
Perú: 04-6-1823

-Herrera, José H. "El Álbum de Ayacucho"
p. 123

(9) Otero, José Pacífico. "Historia del
libertador don José de San Martín" (Buenos Aires:
1932); tomo III; cap. XXIII, p. 716.

(10) Ambos tratados, en:

-Gaceta Extraordinaria del Gobierno, del martes 17 de
setiembre de 1822

– Documentos para la historia de la vida pública
del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia" (1876); tomo
VIII, pp. 453-457.

(11) Ver "Discurso al Congreso de Angostura"

"Simón Bolívar: Escritos políticos"
Selección e introducción de Graciela
Soriano (Madrid: Alianza Editorial,1969)

Jorge G. Paredes M.

Lima- Perú

Partes: 1, 2, 3
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