"Nuestro lenguaje no ha
sido hecho
para expresar la parte oscura del
ser.
Está hecho de silencios y su
máxima osadía
es el sigilo"
Escribir sobre Jorge Gaitán Durán no es
fácil. Ante todo por su carácter
de hombre
múltiple: pensador político, poeta doctrinario,
articulista, burgués, etc. En segunda instancia por el
valioso aporte de las aproximaciones hechas a sus obras por sus
contemporáneos y amigos, que le dan a esta
reflexión el carácter de simple
apasionamiento.
Escribir además sobre el poeta Gaitán es
tan complejo como la pretensión de llegar al real
instrumento de su búsqueda: La poesía,
con argumentos de verdad, acaso de sugerencia.
Me es grato sin embargo emprender estos comentarios y
realizar: un recorrido por su obra y puntualización en
algunos poemas,
degustar sus palabras.
No podía decir que este es el resultado de un
breve estudio desapasionado, porque no lo es. En él es
latente mi identificación, mi disfrute por la palabra
florecida o enlutada de Jorge. Mi aceptación del
aún incipiente trabajo poético en "Insistencia en
la tristeza".
Esta reflexión parte de rastreos esenciales: El
devenir histórico, el proceso de
formación y maduración de un lenguaje; sus
tópicos, aquellos que rompen la naturaleza del
tópico para convertirse en una identidad
poética, su profunda sensibilidad, su propio infierno.
Quizás uno de los valores
más sublimes de la obra Gaitán Durán se
produce a raíz de sus vivencias. No es posible hablar con
tanta propiedad
sobre esa dualidad inalterable de erotismo y muerte si no
se ha gustado y sufrido en propia carne. Gaitán
vivió su sexualidad, su
erotismo al grado de permitirle el reconocimiento total, el
disfrute pleno. Y vivió este proceso de muerte como
consecuencia de su enfermedad. Esa muerte, a la que tanto
invitaba a pasearse en sus poemas, no consumió su
agonía como lo esperaba, en un estado de
decadencia post-orgásmico, fue una muerte
inesperada.
Estas experiencias le permitieron crear en su
sensibilidad, en su conciencia y en
su poesía la fusión
Erotismo – Muerte. El clímax como simbiosis sensorial de
la "Zurcidora aplicada" de la vida. Una homologación de
instantes: El instante del clímax y el instante de
la
muerte.
El "Después" es tan insignificante para él
como para mí. Tal vez a Jorge le hubiera gustado contar en
un poema la caída de su avión llevado por ese
"desolado viento" hasta la muerte. Ese instante infinito y
glorioso del encuentro con su más asidua y tortuosa
compañera.
En el plano estrictamente poético Jorge
Gaitán Durán plasmó momentos significativos
a través de su obra. Consideremos momentos de vivencia la
expresión de sentimientos muy profundos en el alma del
poeta, el prisma de ciertos períodos de lucidez expresiva
que le son vitales al artista. Uno oye decir que la obra es el
resultado del cinco por ciento de inspiración y el noventa
y cinco por ciento de transpiración. Es cierto. Son
el trabajo
disciplinado y la entrega los que hacen posible la
creación. Pero ese mínimo porcentaje de
compenetración total con el espirito de la obra es el que
le da el carácter de grandeza a la obra. El dominio de la
lengua, las
inflexiones propias del idioma, el
conocimiento sobre el tema requiere de una sensibilidad
especial que solo posee el artista. Esa sensibilidad es la vasija
en la cual se mezclan los demás ingredientes, mientras el
poeta es quien pone al fuego, mezcla, tamiza y obtiene el
producto
final.
¿El artista es un ser privilegiado?. De cierta
forma sí. Tiene el privilegio fundamental del asombro: De
maravillarse y divertirse, de emocionarse y enlutarse con
aquellas cosas que para el hombre
común son cotidianas: Disfrutar el aire matutino, el
verano, el calor del
medio día, el canto de algún pájaro
fugitivo, el poder
evidenciar y palpar la vida en cada imagen, en cada
sensación, en cada acto. Tal es el privilegio del poeta.
Estoy convencido (y es temerario expresarlo así) que
Gaitán Durán percibió más
intensamente la vida por su misma identificación con la
muerte. Solamente quien tiene conciencia de la muerte, de su
cercanía, puede extraer hasta el máximo zumo del
fruto de la vida.
Jorge se vio influenciado además por algunos
autores que lo determinaron. Sus lecturas debieron estar regidas
por un plan concreto de
formación: Quevedo, Sade, Paz, fueron, por así
decirlo, sus principios
temáticos: La muerte desde la óptica
del proceso; el erotismo, quizás al descubrir que
sí existía un lenguaje ideal, que sí se
podía decir con palabras lo que hasta ahora era solo
permisible al pensamiento o
a la alcoba. Y de su vivencia y "moriencia" diaria,
aprendió la fusión cálida, efervescente,
asombrosa del amor
erótico y de la muerte.
Igual que Jorge sospecho un signo, un indicio de que en
realidad todas esas facetas simultáneas de Gaitán
Durán obedecieron a un patrón de conducta, a un
lineamiento específico con un nombre específico: La
poesía.
Enfrento esta breve apreciación con la necesaria
degustación de la palabra; por la poesía que
ilumina las grietas de nuestras debilidades y multiplica nuestros
aciertos; y por la esencia que la determina: Amor y
muerte.
GAITAN DURAN Y SU CONCIENCIA DE LA
MUERTE
El placer y el dolor van juntos,
son dos gemelos."
Platón
En cada ser humano hay momentos excepcionales que
definen de una manera clara su existencia. Es el argumento de
existencialistas como Camus (L'etrager 1989) o Sartre (1946).
Un momento en el cual todo lo vivido, todo lo omitido, se agolpa
en la memoria.
Este es el instante de transición, de reconocimiento, de
bifurcación en el cual la existencia se determina para su
exaltación o para su finitud. Y ese momento es asumido por
cada ser humano de una manera diferente particularizada por la
impronta del ser individual.
Cada vez que pretendemos acercarnos a un texto
poético nos encontramos con una maravillosa experiencia:
La sensación de que una expresión sublime de la
interioridad del hombre, abrasado por el límite de la
palabra, es el reflejo intrínseco de ese momento
determinante y transformador. El poeta pone el alma en su
poesía. Es por ésto que la poesía no es
puramente significal en el plano de lo real- vivencial; porque es
mucho más que simple connotación; porque existe
algo más abstracto, más intransferible, más
complejo: Lo asensorial del poema. No es posible expresar con
palabras el Instante.
El hombre es por su esencia un mundo convergente de
fuerzas encontradas; es el resultado de la genética
(Tan recurrente en los últimos tiempos), de la cultura, de
cierta ánima personal que
determina un marco de independencia
conceptual relativa; de la historia. El Hombre es el
resultado de todos los siglos anteriores a él. Es el
resultado del devenir del universo. Como lo
dice Paz en "La llama doble"(1995) :
"Para que la mente humana comience a
funcionar
-en la práctica funciona las 24 horas del
día sin ex-
cluir las dedicadas al sueño- Necesita un
estímulo
externo.
De una manera un tanto abstracta, esta pluriescencia
(perdón por el neologismo) busca en el ser trascendente
(expresado por Heidegger, 1978) unos canales de expresión.
En la poesía el hombre tiene la posibilidad de fusionar
con su exterioridad esa otredad; como lo dice A. Machado, esa
"esencial heterogeneidad del ser", que le corresponde como ser
dual. Un ser en medio de sí mismo, con la diafanidad del
autoreconocimiento, con el valor que
requiere la confrontación con la propia
conciencia.
La poesía es la fusión abstracta del
tiempo y del
espacio, la negación y la acción, el origen y la
muerte. Toda posibilidad está abierta en una
transmutación antagónica de vida y
muerte.
El poema se consolida en su relación con la
palabra: La palabra hierática con la cual se construye la
realidad, la forma, el orden, la esencia de lo que existe. Es a
partir de la palabra donde el ensimismamiento poético se
convierte en expresión poética.
El hombre tiene la facultad maravillosa del asombro: Al
asombrarse ama, diviniza, humaniza…
El poema es consecuencia de una relación
mediatizada del hombre consigo mismo. Mediatizada por su previa
relación con la realidad, con lo vivencial, con lo que
constituye su bagaje humano. Podríamos decir que la
palabra poética vindica a la vez la vida y el principio
sibilino de la muerte; como el existir mismo que en sus momentos
de mayor exaltación lleva tácita la idea de la
muerte. La palabra poética es afirmación
simultánea de vida y muerte, enmarcada dentro del universo
de los conceptos, de las ideas y de la realidad histórica,
social e individual del poeta.
La poesía en sí misma, más que una
construcción lírica, más que
una forma de arte, es una
opción que tiene el ser humano de encontrar frente al
espejo de la palabra su imagen reproducida. Pero no la imagen
imitativa del cristal, sino la imagen vertebral de su conciencia
o de su capacidad de creación. El poema es el foco
mágico que ilumina el alma.
En este juego
brutalmente bello de las palabras, de las más acabadas
expresiones humanas, surge el poeta como una panacea de
reconstrucción del universo. Del universo nombrado por el
verso. Hölderlin ( 1978) dijo:
"Y se le ha dado al hombre el más peligroso de
los
bienes,
el
lenguaje(…)para que demuestre lo que es."
Y el poeta lo hace. Muestra lo que es
en cada palabra, en la más genuina expresión de su
ser. El poeta aferrado a su divinidad tutelar que es el
pensamiento, tamiza y purifica el habla coloquial hasta hacerla
digna de su voz. A veces en incipientes repeticiones, otras, en
las más audaces aventuras. El poeta es así. Le
pertenece a su obra al igual que ésta le
pertenece.
"El artista es el origen de la obra. La obra es el
origen
del artista. Ninguno es sin el otro. Sinembargo
ninguno
de los dos es por si solo el sostén del otro,
pues el artis-
ta y la obra son cada uno en sí, y en su
recíproca rela –
ción, por virtud de un tercero, que es lo
primordial, a
saber, el arte, al cual el artista y la obra deben su
nom-
bre"
La poesía permite al hombre crear y recrear
el universo.
Es claro para nosotros que uno de los papeles de mayor relevancia
en realmente éste: Reconstruir a partir de la
imaginación, de la sensibilidad y del lenguaje el universo
del poeta.
En Jorge Gaitán Durán encontramos el poeta
humano, sensible ante esquemas sociales opresores y
desnominalizadores, sensible ante el hombre en sí mismo,
en sus más diáfanas representaciones, debilidades y
fortalezas. Encontramos al hombre-época, histórico
en su compromiso y en su desafío. Y al lírico
apasionado que circunscribe su vida al culto reflexivo sobre
el amor, el
erotismo y la muerte.
"Te desnudé a la par con nuestro
duelo.
Sé que voy a morir. Termina el
día"
Siesta. (1959)
Hablar de Jorge es, por antonomasia, retomar toda una
época, todo un momento histórico en nuestro
país. Es recobrar para la memoria el
debilitado partido comunista y la obsolescencia del Frente
Nacional. Es retomar la crítica mordaz de los
intelectuales de moda que
batían palmas ante la presencia desbordante de "Mito". Es
recordar al pueblo cerrando filas en torno a una
conciencia nacional con nombre propio: Jorge Eliecer
Gaitán. Es correr al encuentro de los opositores y de la
oposición: Al gobierno, a Rojas
Pinilla, a la tiranía.
La participación activa de Gaitán en el
devenir político de Colombiano no es la única
faceta digna de análisis en la vida y obra de este
contemporáneo que se identificó más con el
título de intelectual antes que poeta. El intelectual
tiene, por así decirlo, múltiples posibilidades de
posicionarse en la historia. Sin embargo esta faceta es una de
las más fuertes: Su vinculación a los procesos
políticos, su auto reconocimiento como burgués – o
cual no le restó nunca a su conciencia comprometida con su
pueblo -, sus convicciones profundas fueron peldaños que
subió uno a uno en su quehacer poético.
ese mismo vaivén que lo llevó desde
Cúcuta hasta Varsovia y China, que le
permitió alimentar su alma con los más sobrios
panoramas de Europa y los
más vistosos de América, formaron ese amalgama de amor y
muerte, de lucidez y de locura que es la poesía de Jorge.
En este proceso de maduración intelectual y estética que comienza con "Insistencia en
la tristeza" y termina abruptamente con "Sí mañana
despierto", podemos percibir todo un bagaje que se conforma, se
solidifica. Su clara conciencia de la muerte – de la cual
sintió la cercanía- lo convirtió en un
exponente sin temores ni limitaciones de la rebeldía que
embargaba a cada latinoamericano. Su condición
económica le permitió con mayor facilidad
aventurarse en ese mundo – poco lucrativo- de la poesía y
el ensayo, la
crítica y el análisis; es decir, la verdadera
función
del intelectual sin casamiento ideológico alguno. Esa
libertad fue
la que en cierta forma le dio autoridad a la
voz de Jorge Gaitán Durán: A su palabra desafiante,
a sus versos de clara filiación humana, a su prosa en
evidente antítesis
ideológica respecto a los modelos
vigentes. Su compromiso con el erotismo y la muerte como
temáticas, más que una posición
cómoda frente a la crisis social,
fue una propuesta de vindicación colectiva: Ante la
certeza del instante, de la vivencia diaria, y ante la inminencia
de la muerte, el camino a seguir es el de las propias
convicciones.
Las suyas sopesaron en la balanza la recuperación
del hombre como esencia primera, como libertad de ser, y el
antagonismo que representaba la sumisión a la
tradición cultural: Una forma de mojigatería que
reprodujo la noción de pecado para evitar el hombre pleno.
En él la libertad para expresar y vivir
simultáneamente las mismas ideas respecto al hombre, se
convirtió en una forma de ética
signada por la tragedia; una identidad que se dimensiona cada
día, en cada nuevo lector – selecto y asiduo- de la obra
de Jorge.
Una de las isotopías de carácter
obligatorio en el análisis temático de la producción poética de Jorge
Gaitán es, por mérito propio, la fusión
erotismo – muerte. En este sentido, los pocos trabajos que se han
realizado hasta ahora recibieron en su mayoría esa
orientación primordial. Pese a que se pueda percibir como
un statu quo, esta tendencia obedece a definitivos criterios de
reconocimiento del poeta y su poesía. Para Gáitan
la noción Hedónica del placer que se representa en
el erotismo y en sus posibles equivalentes (el vino rojo, el
medio día, el verano), estaba signada por la
muerte.
"Bebemos vino rojo, esta es la fiesta
en que más recordamos a la muerte"
Sé que estoy vivo (1961)
El paralelo sensorial que estableció su universo
poético es claro: El instante del orgasmo del espasmo, de
esa inmersión en la eternidad, era homóloga al
instante de la muerte. Es concebir lógicamente de una
forma especulativa y simbólica el desprendimiento de la
vida.
Cabe anotar que esta forma de homologación no era
puramente circunstancial – como podemos dilucidar en poemas como
"si mañana despierto" – si no el resultado de una profunda
conciencia de la muerte. Las imágenes
del orgasmo frente al espejo que reproduce los estertores de la
muerte (la metáfora es mía), tienen la
acepción de todo un pensamiento que se transformó y
maduró a lo largo de su vida: La vivencia del erotismo
como plenitud o totalidad; intuición de la muerte como un
estado acabado sin continuidad posible.
Esta idea de estado pleno no es una concepción
exclusivamente sibarita de la vida, sino más bien un
lucido reconocimiento de la más profunda naturaleza
humana.
En Jorge encontramos a un poeta puro,
translúcido, que se permitió hablar de momentos de
la realidad humana que solamente son transmisibles a
través de la vivencia o de la poesía. Es un poeta
vehemente que hace de las palabras un baluarte, que las moldea y
transforma hasta darles un matiz propio, ajeno a las indulgencias
de la significación social. Las palabras adquieren toda su
dimensionalidad en la relación como una realidad
virtual diferente: La del poeta.
"También el poeta se sirve de la palabra, pero
no
como los que la hablan y escriben
habitualmente,
gastando las palabras, sino de manera que la
pa-
labra se hace y queda como palabra."
El poeta Gáitan es una exponente de principios y
verdades que son absolutas en el aspecto más
ontológico de la palabra. Nada más
íntimamente ligado a la existencia humana que el erotismo
y la muerte. Es como una forma transformadora de percibir el
ciclo biológico al que nos vemos abocados. El absoluto de
la muerte y su representación en el orgasmo: una Simbiosis
irreductible .Este amalgama de nociones recalcitantes en torno a
tópicos tan específicos y delimitados solamente se
hace posible en la medida que la conciencia de su autor sea lo
suficientemente lúcida y amplia.
La obra de Jorge Gáitan se establece como
principio de una nueva forma de ver la vida. Esta misma lucidez
que le permitió poetizar sobre el amor y el erotismo, le
permitió dilucidar lo perentorio de la vida y la necesidad
de una identidad, de una cultura de la muerte en su
obra:
"El placer solo es concreto – Placer de
cada minuto-
ante una idea realista de la
muerte"
Podemos aventurar esa nefasta premonición que se
manifestó en su obra: Quizá por ser el tema
obligado de los intelectuales de la época, quizá
por esas manifestaciones del mal que lo aquejaba, o tal vez por
ese romanticismo
interior que le permitía el ángel de la nostalgia.
Lo cierto es que ese " viento profético " que
retomaría años después Gabriel García
Márquez determina la muerte de uno de sus más
exacerbados exponentes.
" Un desolado viento me llevó hacia la muerte
(…)
Una flor de relámpagos es el viento
infinito"
Ahora, "La idea realista de la muerte" es desde su
más profundo ser una noción atávica. Este
pretendido realismo esta
relacionado profundamente con lo que en Jorge es una
visión reiterada, un Leit – Motiv de la muerte.
¿Hasta dónde llega el límite del realismo?
¿Dónde comienza la obsesión? Es
difícil emitir juicios en este sentido. Sin embargo es
claro que este repertorio humano tan vasto le permitió la
creación de una obra alabada y cuestionada, que
está llamada a ser la revelación de una nueva
conciencia poética, y la rebelión contra el
inmediatista sentido de la vida. Lo que es aparentemente una
paradoja se consolida como una complementariedad ante el concepto
interactuante de erotismo – muerte. Pero no un concepto
yuxtapuesto, sino en su relación permanente de
significación convergente en el universo poético de
Agitan.
" Hacia el azul del mar corro desnudo.
Vuelvo a ti como al sol y en ti me anudo,
Nazco en el esplendor de conocerte.
Siento el sudor ligero de la siesta,
Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta
En que más recordamos a la muerte".
Loa primeros trabajos poéticos de Gaitán
Duran distan mucho de ser buenas poesías, invadidas aún por pueriles
exaltaciones a la naturaleza y al amor. Tal estado de
pusilanimidad no es afortunadamente sino un escalón
más para ascender al nivel de una poesía más
personal, más intima, que se va develando lentamente hasta
llegar a "Sí mañana despierto". Esta poesía
interior es la expresión más depurada de un
espíritu con claras nociones de conciencia cósmica,
universal.
La primera de ellas es el reconocimiento de sí
mismo como hombre – poeta. Con la diáfana
aprobación a su divinidad: Habría aceptado el grito
de Nietzche: "GOD IST TOD" (Dios ha muerto). Quizás tuvo
la oportunidad de aceptar e interioridad el manifiesto de
Huidobro en su "Espejo de agua":
"El poeta es un pequeño dios"
Es evidente que sus poemas de muerte se exacerbaron con
los indicios fatales de la enfermedad. Gaitán Durán
vivió la muerte, la reconoció en sus más
variadas figuras. Era consciente de la muerte, no como fenomenología sino como acontecer
estético trascendente. Acepta las múltiples
acepciones de la muerte. Esta es para él una forma de
vida; no de la vida inerme del hombre -resultado del esquema
social, sino de la vida bifurcada, múltiple que
dejó entrever Borges Acevedo en
sus "Ruinas Circulares"
La conciencia de la muerte fue para Jorge una
experiencia cotidiana: La muerte diaria, la muerte del orgasmo,
la muerte onírica. Gaitán dilucidó la muerte
en su poesía, en su erotismo, en su vida
"Ardió el día como una rosa.
Y el pájaro de la luna huyó
cantando. Nos miramos desnudos.
Y el sol
levantó su árbol rojo
en el valle. Junto al río,
Dos cuerpos bellos, siempre
jóvenes. Nos reconocimos.
habíamos muerto y despertábamos
Del tiempo. Nos miramos de nuevo,
Con reparo. Y volvió la noche
A cubrir los memoriosos"
"Instantes"
O como lo dijo Nietzche en su "Zaratustra", con el
asombro idílico de quien por primera vez abre los
ojos:
¿Esto es la vida? Le diré a la
muerte.
¡Pues bien!
En suma podría decir que Jorge se negó el
deleite poético de lo supuesto, por el sufrimiento
placentero de explorar una realidad perenne que no le es ajena:
la muerte.
Otra de esas nociones a la cual me refiero tiene que ver
con una contradicción que valido por su carácter
complementario. En su "Diario" Jorge es enfático al decir
que la poesía captura el erotismo, lo hace vívido,
posible. Es un reconocimiento al lenguaje como facilitador de las
expresiones más íntimas del hombre.
"Porque el poema viola el lenguaje, logra
también
violar nuestra intimidad. (…)Solo la poesía
puede
capturar el erotismo"
p.192
Sin embargo en el mismo diario se evidencia en su
ánimo cómo se siente imposibilitado para expresar
con palabras la realidad:
"Pero cómo transformar en dato la
vibración irrepetible
de dos cuerpos que se vuelven uno ante la
muerte?"
p.191
De cierta forma esta imposibilidad lo obliga a tratar de
mostrar poéticamente el espasmo, el frenesí de dos
cuerpos plenos de erotismo que se funden en el momento culminante
del acercamiento a la muerte. Porque esto es para él el
clímax sexual: La fiesta de la muerte. Una fiesta de
pérdida de toda realidad. Ya no se ven los cuerpos
anudados, ya no se percibe el cielo o el aroma de la playa.
Solamente la sensación dulce, dolorosa de la descarga
final, del acabose. Y luego un relajamiento, un abandono que bien
puede simbolizar la quietud inerme de la muerte. "Vivir es morir
viviendo" dijo Quevedo, y cada minuto que pasa es como una
fracción de muerte, un minuto más para llegar al
final. Ese final que Gaitán pudo contemplar cara a cara,
sin miedo; solamente con la necesidad apremiante de dejar
plasmado en sus poemas el rostro de la muerte. Ella cambió
de forma para él: Fue más inesperada, más
grata tal vez. Pero al fin y al cabo la muerte, que se
auguró de una manera tragicómica en este poema
intemporal:
" Cuantas veces de niño te vi
cruzar por mi alcoba de puntillas.
Enhebrabas tu aguja con manos
Más ligeras que los días.
Luego te olvidé. No es poca cosa
vivir. El mundo es bello y el deseo
Vasto (…) Más cada
año acortabas el hilo, zurcidora
aplicada.
Como una madre
o Penélope siempre lozana me has
guardado fidelidad.¡ La única!"
"Vengan cumplidas moscas"
Considerando que fuera posible concluir en esta gran
abstracción de los sentidos que
es la poesía, puedo decir que la obra de Jorge
Gaitán es indudablemente punto obligado de
reflexión para quienes, como nosotros, sienten la
necesidad de empaparse de sensaciones encontradas sobre la
simbiosis de erotismo y muerte.
Para aquellos que solo quieren encontrar en la
poesía el acento dulzón del amor, en sus
múltiples formas de manifestación, Jorge los
deleitará inevitablemente. Bien, para unos y otros el
encuentro con la poesía de Gaitán Durán
será una experiencia que nunca
olvidarán.
Gustavo Adolfo Cárdenas Messa
Director
Centro de Biblioteca e
Información Científica
Instituto de Educación
Técnica Profesional
Roldanillo Valle- Colombia
www.intep.edu.co