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estilísticos - Génesis
del arte neoclásico
Literatura egipcia, literatura del antiguo
Egipto,
registrada en inscripciones o escrita en papiros.
La antigua literatura egipcia se
caracteriza por su amplia diversidad de tipos y asuntos tratados; abarca
desde el Imperio Antiguo, del 2755 al 2255 a.C., hasta el periodo
grecorromano, a partir del 332 a.C. Utiliza recursos
literarios como el símil, la metáfora, la
aliteración y el equívoco.
FORMAS LITERARIAS
La literatura religiosa del antiguo Egipto incluye
himnos a los dioses, escritos mágicos y
mitológicos, y una extensa colección de textos
funerarios. El campo de la literatura secular incluye historias,
literatura instructiva conocida como "textos de
instrucción", poemas,
escritos biográficos e históricos y tratados
científicos, incluyendo textos matemáticos y de
medicina.
Destacan también numerosos textos legales, administrativos
y económicos, así como documentos
privados en forma de cartas, aunque no
sean literatura propiamente dicha. Los autores de varias
composiciones que datan del Imperio Antiguo y el Medio, del 2134
al 1668 a.C., fueron venerados en épocas posteriores.
Proceden de la clase culta de los funcionarios del gobierno del
más alto nivel, y su audiencia estaba formada, sobre todo,
por gente educada como ellos. En realidad, muchas composiciones
literarias del Imperio Medio fueron compuestas como propaganda
política
para enseñar a los estudiantes, que aprendían a
leer y a escribir copiándolos (en tablillas y fragmentos
de arcilla), a ser leales a la dinastía regente. La
mayoría de estos textos de instrucción los
siguieron copiando los copistas del Imperio Nuevo, desde el 1570
hasta el 1070 a.C., 500 años más tarde, junto con
otros textos de su momento, destinados a socavar el encanto de la
nueva profesión militar. Algunas de estas historias
incluyen elementos de la mitología y es posible que procedan de
tradiciones orales.
IMPERIO ANTIGUO
La literatura más antigua que se conserva, los
textos de las pirámides, son inscripciones funerarias,
grabadas en el interior de las pirámides de los reyes y
reinas de la última parte del Imperio Antiguo, que se
hacían para asegurar el debido destino del gobernante
muerto en la vida eterna. Se trata de textos que proclaman himnos
a los dioses y componen rituales de ofrendas
cotidianas. Muchas inscripciones autobiográficas de tumbas
privadas recuerdan la participación del difunto en
acontecimientos históricos. Aunque no se conservan
historias ni textos de instrucción del Imperio Antiguo,
algunos manuscritos del Imperio Medio podrían ser copias
de originales más antiguos. Un ejemplo sería La
Instrucción del Visir Ptahhotep, compuesto de
máximas que ilustran virtudes básicas (como
moderación, sinceridad y bondad) que deben regir las
relaciones
humanas y describen a la persona ideal
como un administrador
justo.
PRIMER PERIODO INTERMEDIO
Después de la caída del Imperio Antiguo,
mucha gente se apropió de los textos de las
pirámide. A estos textos se les añadieron
sortilegios nuevos, y se pintaron en ataúdes, por lo que
se les ha llamado textos de los sarcófagos. Personajes no
aristócratas continuaron inscribiendo sus tumbas con
textos autobiográficos que a menudo contaban sus
hazañas durante esta época de inquietudes políticas.
A este primer periodo intermedio (2255-2035 a.C.) se atribuyen
varias lamentaciones acerca del caótico estado de los
asuntos, una de las cuales, El diálogo de
un Hombre con su
Ba ("alma"), es un debate sobre
el suicidio; y otra,
el ejemplo más antiguo de las canciones que cantaban los
arpistas en los banquetes funerarios, aconseja "¡Come, bebe
y sé feliz, antes de que sea tarde!".
IMPERIO MEDIO
Además de los textos de los sarcófagos, la
literatura religiosa del Imperio Medio comprende numerosos himnos
al rey y a varias divinidades —incluyendo un largo himno al
Nilo—, y textos rituales. Se siguió con las
inscripciones de autobiografías privadas que contienen
información histórica y los
gobernantes empezaron a levantar pilares en los que se detallaban
sus hazañas importantes. Tanto del primer periodo
intermedio como del Imperio Medio nos han llegado textos de
instrucciones, siempre escritos en nombre del soberano reinante,
narrando a su hijo y sucesor cómo varios acontecimientos
históricos específicos influyeron en su reinado y
cómo el hijo debería sacar provecho de los errores
de su padre. La Sátira de los Oficios subraya los aspectos
negativos de todas las posibles ocupaciones en contraste con la
vida fácil del escriba. Entre la narrativa que se
desarrolló durante el Imperio Medio destaca Aventuras de
Sinuhé, que cuenta la historia de un oficial de
palacio que huyó a Siria a la muerte del
faraón Amenemhet I convirtiéndose en un hombre rico e
importante; El Relato del Campesino elocuente, un hombre que
hacía ruegos tan elocuentes para que le devolvieran sus
asnos robados que fue encarcelado durante un tiempo para que
los funcionarios pudieran disfrutar de sus discursos;
Relato de un náufrago, que narra un encuentro fabuloso con
una serpiente gigantesca en una isla exuberante, y La historia del rey Khufu y los
magos. El papiro más antiguo que se conserva sobre
medicina y
matemáticas también pertenece a este
periodo.
EL IMPERIO NUEVO
Los textos funerarios del Imperio Nuevo, especialmente
uno llamado el Libro de los
muertos, se escribían en papiro y se metían en los
sarcófagos. Entre los himnos más famosos de este
periodo están los que proceden del reino de Amenofis IV,
dedicados al dios del sol como única divinidad. El
faraón Kamose, que reinó del 1576 al 1570 a.C., a
finales del segundo periodo intermedio (1720-1570 a.C.),
recogió las primeras etapas de la expulsión de
Egipto de los hicsos (1600 a.C.). Con el Imperio Nuevo, el
número de inscripciones históricas reales se
incrementó enormemente, mientras que los textos
autobiográficos dieron paso a los religiosos. Tutmosis III
mandó inscribir sus guerras en
Siria tanto en una estela (llamada la estela poética) como
en los murales del templo de Karnak. Ambos registros
describen cómo el rey llama a sus consejeros, les informa
de lo difícil de su situación, y éstos le
aconsejan que intente la solución fácil, pero
él les dice que no tiene miedo y que se atreverá a
escoger el camino más peligroso; naturalmente, el rey lo
hace y triunfa. Los últimos faraones del Imperio Nuevo,
especialmente Ramsés II y Ramsés III,
también dejaron relatos extensos de sus hazañas
militares. Se conservan narraciones y crónicas
poéticas de los éxitos de Ramsés II en la
batalla de Kadesh contra los hititas. Estos textos instructivos,
dirigidos a las escalas más bajas de la burocracia, ya no
se basan en la suposición de un pensamiento
correcto y un proceder justo que automáticamente
conducían al éxito,
sino en la meditación y la paciencia. Hay muchas historias
que implicaban a personajes mitológicos como La Disputa de
Horus y Seth; La destrucción de la humanidad, en la que
los seres humanos son librados de la aniquilación
emborrachando a la diosa Hathor con cerveza color de sangre; y El
Relato de los Dos Hermanos, historia de un joven bueno que es
traicionado por su malicioso hermano mayor. El viaje de Unamon
relata las pruebas y
tribulaciones de un agente enviado a comprar madera en
Biblos. También existen varias colecciones de poemas de
amor de este
periodo.
EL ÚLTIMO PERIODO
Se conocen ejemplos de las diversas formas literarias
egipcias de los siglos siguientes, dentro de la era grecorromana,
que incluyen nuevas composiciones religiosas, relatos
históricos privados y reales, instrucciones, historias y
tratados científicos, como papiros sobre medicina,
matemáticas y astronomía. Las enseñanzas de
Anjsesongy, una colección de máximas muy
pragmáticas, muchas de las cuales suenan como proverbios,
y Las enseñanzas del papiro insinger, que retrata a la
persona sabia
como moral y
piadosa, contrastan profundamente con los textos anteriores
basados en la creencia en las recompensas en esta vida. En este
periodo se escribieron historias sobre las aventuras de varios
magos, como un ciclo que relata las hazañas de un rey
legendario, Petubastis, un cuento en su
mayor parte mitológico que presenta una serie de fábulas de
animales. Los
contactos con la literatura griega coetánea son evidentes
tanto en el ciclo épico como en las fábulas,
por otro lado, los textos egipcios (incluyendo la literatura
profética) también se tradujeron al griego, y
además hay un conjunto de textos mágicos conocidos
en ambas literaturas. De esta época data la famosa Piedra
Rosetta, cuya inscripción ensalzando al rey Tolomeo V en
caracteres jeroglíficos, demóticos y griegos, fue
la llave para descifrar la escritura
egipcia y por tanto para la fundación de la moderna
egiptología.
Literatura griega, literatura de los pueblos de
habla griega desde finales del segundo milenio a.C. hasta la
actualidad. Se desarrolló como expresión nacional
con escasas influencias exteriores hasta el periodo
helenístico y tuvo un efecto formativo en toda la
literatura europea posterior
EL PERIODO PRIMITIVO
Los escritos del periodo primitivo de la literatura
griega son, casi en su totalidad, textos en verso. Para detalles
sobre la métrica y otros elementos de la estructura del
verso, véase Versificación. Para más
detalles sobre los dialectos griegos mencionados
Los primitivos habitantes de Grecia, los
pueblos de las civilizaciones egea y micénica, poseyeron
una literatura oral compuesta en su mayor parte por canciones que
hablaban de las guerras, las
cosechas y los ritos funerarios. Los helenos se apropiaron de
estas canciones en el segundo milenio a.C. y, aunque no se
conserva ningún fragmento, los cantos de los aedos
dedicados a los héroes prefiguran la poesía
épica.
La épica griega alcanzó su máximo
esplendor con la Iliada y
la Odisea de
Homero, aunque
se cree que pueden ser obra de una sucesión de poetas que
vivieron a lo largo del siglo IX a.C. (véase Poesía
épica; Poesía). Escritos en dialecto jónico
con mezclas
eólico, la perfección de sus versos
hexámetros dáctilos indica que los poemas son la
culminación, más que el principio, de una
tradición literaria. Los poemas épicos
homéricos se difundieron en las recitaciones de cantores
profesionales que, en sucesivas generaciones, alteraron el
original, actualizando el lenguaje.
Esta tradición oral se mantuvo durante más de
cuatro siglos.
Otros acontecimientos míticos y heroicos que no
se celebran en la obra homérica o que no se narran en su
totalidad, se convirtieron en el argumento de varios poemas
épicos posteriores, algunos de cuyos fragmentos se
conservan. Un grupo de estos
poemas épicos, compuestos entre 800-550 a.C., por un
número indeterminado de poetas conocidos como poetas
cíclicos, tratan de la guerra de
Troya y la expedición de Los Siete contra Tebas. Entre los
poetas épicos conocidos, casi todos posteriores, se
cuentan Pisandro de Rodas, autor de la Heracleia, que trata de
las hazañas del héroe mitológico
Hércules; Paniasis de Halicarnaso, que escribió una
obra también llamada Heracleia, de la que sólo se
conservan algunos fragmentos, y Antímaco de Colofón
o Claros, autor de la Tebas y considerado fundador de la llamada
escuela de
poesía épica. Antímaco influyó
poderosamente en los poetas épicos alejandrinos
posteriores (véase, más adelante, el periodo
helenístico).
La crítica textual contemporánea ha
establecido que varias de las obras atribuidas en un principio a
Homero son de
autoría posterior. Las más tempranas son,
probablemente, los llamados 34 himnos homéricos, fechados
entre el 700 y el 400 a.C., una magnífica serie de himnos
a los dioses escritos en hexámetros dactílicos.
Entre otros poemas semejantes destaca la burlesca
Batracomiomaquia.
Poco después de Homero, el poeta Hesíodo
escribió su obra principal, Los trabajos y los
días, compuesta también en dialecto jónico
con algunas mezclas de
eólico. Es el primer poema griego que abandona la leyenda
o el mito para
centrarse en la vida cotidiana, las experiencias y pensamientos
de un granjero beocio. La Teogonía, normalmente atribuida
a Hesíodo, aunque algunos críticos la consideran
posterior, narra el nacimiento del orden a partir del caos y el
de los dioses.
El dístico elegíaco se popularizó
en toda Grecia durante
el siglo VII a.C. y se utilizó en composiciones de todas
clases, desde canciones fúnebres a canciones de amor. El
primer autor conocido de elegías fue Calino de
Éfeso. Otros famosos poetas elegíacos primitivos
fueron Tirteo de Esparta, Mimnermo de Colofón,
Arquíloco de Paros, Solón —el primer poeta
ateniense— y Teognis de Megara.
Se cree que el creador del verso yámbico fue
Arquíloco, que lo utilizó ampliamente en
sátiras mordaces. Solón y muchos otros poetas
también lo usaron en poemas reflexivos. Puesto que
representa los ritmos de la antigua habla griega con mayor
fidelidad que ningún otro metro, el verso yámbico
empezó a emplearse también en el diálogo de
las tragedias, en la forma de trímetro yámbico. Las
fábulas de Esopo se escribieron originalmente en
trímetros yámbicos, aunque los textos que han
llegado hasta nuestros días datan de mucho tiempo
después
Poesía lírica
La poesía lírica procede de canciones
acompañadas de la lira, y en la antigua Grecia
había dos tipos principales, la personal y la
coral.
La lírica personal se
desarrolló en la isla de Lesbos. El poeta y músico
Terpandro, que había nacido en Lesbos pero que
vivió casi toda su vida en Esparta, está
considerado como el primer poeta lírico griego porque fue
el que antes compuso música y
poesía. La mayor parte de sus poemas eran nomos o himnos
litúrgicos en honor de Apolo, y cantados por un solo
intérprete acompañado de la lira.
Después de Terpandro aparecieron en el siglo VII
a.C. los grandes poetas de Lesbos. Los poemas líricos de
Alceo, inventor de la estrofa alcea, hablan de temas
políticos, religiosos e intimistas. Safo, la poetisa
más importante de la antigua Grecia, creó la
estrofa sáfica aunque escribió también en
otras formas líricas. Sus poemas de amor y amistad se
encuentran entre los más apasionados y mejor trabajados de
la tradición occidental. Los poetas lésbicos,
así como varios poetas líricos posteriores de otras
ciudades griegas, compusieron en dialecto
eólico.
En el siglo VI a.C., el poeta Anacreonte escribió
alegres poemas sobre el vino y el amor en
varios metros líricos; sus obras posteriores, similares en
tono y tema, se conocen como anacreónticos. También
escribió dísticos (pareados) elegíacos,
epigramas y poemas en metros yámbicos.
La lírica coral surgió en el siglo VII
a.C. obra de poetas que escribieron en dialecto dórico,
dominante en la región de Esparta, y que se utilizó
incluso en épocas posteriores cuando los poetas de otros
lugares de Grecia adoptaban este género
lírico. Los poetas espartanos fueron los primeros en
escribir de esta forma canciones para celebraciones
públicas religiosas. Más tarde lo hicieron para
celebrar triunfos personales, como, por ejemplo, una victoria en
los juegos
olímpicos.
Taletas, que viajó de Creta a Esparta para
sofocar una epidemia con himnos corales a Apolo, fue
probablemente el primer poeta lírico coral. Le siguieron
Terpandro, que escribió tanto poemas líricos
intimistas como corales; Alcmán, autor sobre todo de
partheneia, es decir, himnos procesionales corales cantados por
un coro de doncellas y de carácter
parcialmente religioso, de tono más ligero que los himnos
a Apolo; y Arión, posible creador del ditirambo (forma
poética en honor a Dioniso) y del estilo trágico,
que se utilizó ampliamente en el drama griego. Entre los
grandes escritores posteriores de poemas líricos corales
se encuentran el poeta siciliano Estesícoro,
contemporáneo de Alceo, que introdujo la forma ternaria de
la oda coral, consistente en series de grupos de tres
estrofas; Íbico de Reggio, autor de un largo fragmento que
se conserva de una oda coral ternaria y de poemas líricos
personales eróticos; Simónides de Ceos, cuya
lírica coral incluye epinicia, u odas corales en honor de
los vencedores en los juegos
olímpicos, encomia, o himnos corales en honor a personas
concretas, y cantos fúnebres, además de poemas
líricos personales que incluyen epigramas; y
Baquílides de Ceos, sobrino de Simónides, que
escribió epinicios, de los que se conservan trece, y
ditirambos, cinco de los cuales han llegado hasta la
actualidad.
La lírica coral alcanzó su apogeo hacia
mediados del siglo V a.C. en las obras de Píndaro, que
escribió muchos poemas de este género en
todas las formas, incluyendo himnos, ditirambos y epinicios. Se
conserva cerca de la cuarta parte de su obra, principalmente
epinicios con la estructura
trinaria creada por Estesícoro. Las tragedias de la
época incluyen muchas odas corales importantes.
Otras formas
Otro género que se desarrolló en el siglo
VI a.C. fue un tipo de poema filosófico relacionado con la
épica y escrito por filósofos griegos como Empédocles,
Jenófanes y Parménides. Los primeros textos en
prosa que han llegado hasta nuestros días datan de finales
del siglo V a.C.; los más interesantes, sin ninguna duda,
son los dedicados a la medicina atribuidos al médico
Hipócrates.
EL PERIODO ÁTICO, SIGLOS VI-IV
A.C.
El drama se desarrolló en Atenas durante el siglo
VI a.C. En su forma primitiva, consistió en un coro de
hombres que cantaban y bailaban odas corales. Más tarde,
se añadió un actor que dialogaba con el
coro.
La tragedia
La tragedia, tal y como hoy se la conoce, se cree que
fue creada en el siglo VI a.C. por el poeta ateniense Esquilo,
que introdujo el papel de un
segundo actor, aparte del coro. Sus tragedias, cerca de 90,
versan sobre temas tan excelsos como la divinidad y las
relaciones de los seres humanos con los dioses. Únicamente
siete de sus obras han llegado hasta hoy, entre ellas Prometeo
encadenado, que narra el castigo de Zeus al titán
Prometeo, y la Orestiada, trilogía que retrata el
asesinato del héroe griego Agamenón por su mujer, el de
ésta por su hijo Orestes y el posterior destino de
Orestes.
El segundo de los grandes trágicos griegos fue
Sófocles. La admirable construcción de sus tramas y la manera en
que sus temas y personajes despertaban al mismo tiempo piedad y
temor, llevaron a Aristóteles y a otros críticos
griegos a considerarle como el mejor autor de tragedias. Su
Edipo rey
constituye un epítome del género trágico. De
las más de cien obras que escribió Sófocles,
sólo se conservan siete tragedias, una obra
satírica y más de mil fragmentos. Fue el primero en
introducir el tercer actor en la escena, innovación que más tarde
adoptaría Esquilo.
Eurípides, coetáneo de Sófocles,
fue el tercer gran autor de teatro.
Escribió cerca de 92 obras, de las que se conservan 17
tragedias y una obra satírica completa, Los
cíclopes. Se le considera más realista que sus
predecesores, especialmente en la agudeza psicológica de
sus personajes, por lo que para algunos críticos es el
dramaturgo griego más moderno. Entre sus obras principales
sobresale Medea, cuyo argumento gira en torno a la
venganza llevada a cabo por la hechicera Medea contra su marido
Jasón; e Hipólito, que trata del amor de Fedra por
su hijastro Hipólito y su destino tras ser
rechazada.
La comedia
Uno de los más grandes poetas cómicos fue
Aristófanes, cuya primera comedia, Daitaleis, hoy perdida,
data del 427 a.C. Empleando la sátira dramática,
ridiculizó a Eurípides en Las ranas y a Sócrates
en Las nubes. Estas obras representan la antigua comedia de la
literatura griega.
La comedia griega posterior se divide en dos grupos, la
comedia media (400-336 a.C.) y la comedia nueva (336-250 a.C.).
En la media, ejemplificada por las dos últimas obras de
Aristófanes, La asamblea de las mujeres y Pluto, ambas
escritas entre 392 y 388 a.C., la sátira personal y
política
se reemplaza por la parodia, la ridiculización de los
mitos y la
crítica literaria y filosófica. Los principales
autores de la comedia media fueron Antífanes de Atenas y
Alexis de Thruil. Sólo se conservan fragmentos de sus
obras.
En la comedia nueva, la sátira se sustituye por
la comedia social, con tramas y personajes cotidianos y
familiares, y temas de amor romántico. El principal autor
de esta comedia nueva fue Menandro, cuya influencia
alcanzó a los dramaturgos latinos de los siglos III y II
a.C., sobre todo a Plauto y Terencio. Se conservan una obra
completa de Menandro, El tacaño, y fragmentos de
otras.
La historia
El primer historiador griego, Heródoto,
escribió una crónica de las guerras persas (500-449
a.C.) en dialecto jónico. Su principal obra, Historias, es
apreciada por su rica información sobre la Grecia antigua,
así como por su estilo sugestivo. Tucídides fue el
primer gran escritor ático de prosa, y con su Historia de
la guerra del
Peloponeso se ha ganado el título de primer historiador
crítico. Las principales obras literarias del historiador
y soldado Jenofonte fueron Anábasis, un relato de los
mercenarios griegos que trataron de escapar de Persia;
Memorabilia, una refutación de los cargos aportados contra
Sócrates,
junto con impresiones personales en forma de diálogo sobre
su carácter y
su filosofía; y Hellenica, en la que Jenofonte prosigue la
historia de los griegos en el punto en que Tucídides la
dejó. Un historiador posterior, Timeo, escribió una
historia de Sicilia y se tiene noticia de que inventó el
método de
calcular el tiempo en las Olimpiadas.
La oratoria
La prosa ática alcanzó su máxima
expresión en las obras de los oradores atenienses.
Antifón, profesor de retórica, es uno de los
primeros cuyas obras se conservan. El orador Lisias empleó
un estilo sencillo y directo, desprovisto de recursos
retóricos. Se cree que escribió un discurso para
que Sócrates lo utilizara en su proceso (399
a.C.). Los discursos de
Isócrates, por otra parte, son obras literarias concebidas
más para ser leídas que habladas. Las obras de
Demóstenes suponen la rotunda perfección de la
oratoria griega.
Empleando todos los recursos del lenguaje,
creó discursos que se convirtieron en modelos para
los oradores posteriores.
La filosofía
Los dos principales escritores de filosofía del
periodo ático fueron Platón y
Aristóteles. Platón
desarrolló ciertos aspectos de la filosofía de
Sócrates y expresó, en forma de diálogos
escritos, el pensamiento
filosófico que más tarde se denominó
idealismo.
Veáse también Filosofía Griega.
Los Diálogos de Platón no sólo son
grandes obras filosóficas, sino también obras
maestras de la literatura, llenas de poesía y dramatismo.
El estilo de su prosa es uno de los más clarividentes y
bellos de la literatura griega. Aristóteles,
discípulo de Platón, escribió un gran
número de obras sobre lógica,
metafísica, ética,
retórica y política. Algunos eruditos
clásicos consideran que se trata de notas tomadas por los
estudiantes de las clases que Aristóteles daba en el
Liceo, su escuela de
Atenas. De su crítica literaria sólo se conservan
fragmentos sobre la tragedia, la poesía épica y la
retórica.
EL PERIODO HELENÍSTICO, 323-146
A.C
Tras las conquistas de Alejandro III el Magno en el
siglo IV a.C., la cultura griega
se expandió por un amplio imperio. La más destacada
entre las muchas escuelas de literatura que se crearon y la mayor
biblioteca de la
antigüedad se localizaron en la ciudad de Alejandría,
en Egipto
La poesía
Una de las más admirables poéticas
alejandrinas pertenece a Calímaco de Cirene, director de
una escuela en Alejandría y su principal bibliotecario.
Calímaco está acreditado como autor de más
de 800 volúmenes, cada uno de ellos con muchas obras de
las que se conservan sólo seis himnos, 64 epigramas y unas
pocas elegías, además de otros poemas. Junto con
sus seguidores, perfeccionó el empleo del
epilio, un poema corto en hexámetros con tema épico
narrativo. Además de perfeccionar el epigrama, que
más tarde adoptarían sus discípulos romanos,
desarrollaron el poema didáctico literario y el
pastoral.
El poeta siciliano Teócrito, que escribió
la mayor parte de su obra en Alejandría y que está
considerado por muchos críticos como el más grande
de los poetas alejandrinos, escribió Idilios, una serie de
poemas pastorales que fueron imitados por sus sucesores, como
Bión de Esmirna, entre cuyos poemas conservados se
encuentra el famoso Lamento por Adonis, y el poeta también
siciliano Mosco, que escribió el poema épico
Europa y
composiciones pastorales.
La prosa
Posiblemente, la obra más importante del periodo
helenístico fue realizada por sabios, científicos y
eruditos, en particular por el médico Herófilo, el
anatomista Erasístrato, los astrónomos Hiparco de
Nicea, Claudio Tolomeo y Aristarco de Samos (el primero que
sostuvo que la Tierra
giraba alrededor del Sol) y el matemático,
astrónomo y geógrafo Eratóstenes, que
midió la circunferencia de la Tierra.
EL PERIODO GRECORROMANO, SIGLO II-SIGLO IV
D.C.
Después de que los romanos conquistaran Grecia en
el 146 a.C., el historiador griego Polibio escribió una
crónica de la conquista y, un siglo más tarde, el
geógrafo Estrabón recopiló su Geografía, un estudio
sistemático de lugares, animales y temas
de interés. A finales del siglo I y comienzos
del II d.C., Plutarco redactó sus famosas Vidas paralelas,
en las que se entremezclan biografías de griegos
y romanos famosos. Más adelante, en el siglo II d.C.,
Galeno, el médico más importante de la
antigüedad, escribió obras que sentaron los
fundamentos de la medicina moderna.
Los primitivos escritores cristianos que transcribieron
y reunieron el Nuevo Testamento utilizaron una variedad de la
koiné (‘común’, en griego), la lengua
cortesana y literaria de la Grecia helenística. El
dialecto koiné es distinto del que emplearon los
escritores griegos clásicos y sus continuadores, los
llamados aticistas, el mejor de los cuales fue el satírico
Luciano, autor de Diálogos de los muertos, Diálogos
de los dioses y sus cómicas Historias
verdaderas.
Según los eruditos modernos, el prototipo de
la novela se
desarrolló probablemente en Grecia antes del siglo II d.C.
Se cree que los fragmentos más importantes que se
conservan de una primitiva novela griega,
los de la llamada Romance de Ninos, y que tratan del amor de
Ninos, fundador legendario de Ninevoli, son del siglo I a.C. Se
conservan cinco novelas griegas
completas que se escribieron después del año 100
d.C. y antes del 300 d.C.: Caritón, considerada como la
primera de las cinco; Etiópicas o Teágenes y
Cariclea (de principios del
siglo III d.C.), del hábil escritor Heliodoro de Emesa;
Dafnis y Cloe, de Longo, el más conocido y probablemente
el mejor de estos novelistas; Efesíacas (o Antea y
Habrócomes, sus protagonistas), de Jenofonte de
Éfeso, el menos dotado; y Leucipa y Clitofonte (anterior
al año 300 d.C.) de Aquiles Tacio, considerada la
última de las cinco. Todas narran historias de amor y
aventura en las que matrimonios o amantes virtuosos son separados
y, tras afrontar múltiples peligros, acaban por
reunirse.
La filosofía estoica estuvo representada por los
escritos de Epicteto y Marco Aurelio Antonino; los
neoplatónicos tuvieron su mejor representante en
Plotino.
Algunos de los mejores versos de este periodo son los
epigramas anónimos de la Antología griega,
recopilación de poesía y prosa griegas que cubre
casi 2.000 años; se compone de dos libros
reunidos en los siglos X y XIV d.C., que se conocen,
respectivamente, como la Antología Palatina y la
Antología Planudean.
EL PERIODO BIZANTINO, DE MEDIADOS DEL SIGLO IV AL
XV
Desde el comienzo del reinado de Constantino en el
año 323 d.C., hasta la caída del imperio Oriental
en 1453, la literatura griega careció del carácter
homogéneo de los periodos primitivos y estuvo muy
influenciada por elementos tanto latinos como orientales. La
mayor parte de los escritos de esta época son
teológicos y atacan las diversas herejías que
surgieron durante el primer milenio de la era cristiana.
Así, san Atanasio arremetió en el siglo IV contra
el arrianismo y, más tarde, Anastasio de Antioquía
y León de Bizancio (siglo VI) atacaron a los monofisitas.
Los padres capadocios (san Basilio de Cesarea, san Gregorio de
Nisa y san Gregorio de Nacianceno) fueron importantes escritores
y teólogos, y sus ideas tuvieron una gran
repercusión. En el siglo VIII, el último de los
grandes teólogos griegos, san Juan de Damasco,
escribió obras polémicas contra los iconoclastas
(véase Iconoclasia), así como uno de los primeros
libros del
dogma cristiano, La fundación del conocimiento.
Simeón Metafrastes destaca como editor de los Hechos de
los mártires, en los que revisa y compara relatos
anteriores de la vida de los santos. Romanus Melodus y los
primeros padres de la Iglesia
compusieron numerosos himnos, sobre todo san Gregorio de Nicianzo
y Cosmas de Jerusalén.
La influencia eclesiástica hizo que decayera la
literatura secular. Sin embargo, hubo un importante poema
histórico y legendario, la notable epopeya popular Digenes
Akritas (siglos X-XI), que fue difundido por transmisión
oral hasta que se escribió (se conservan textos de los
siglos XV y XVI).
También son importantes desde un punto de vista
literario los historiadores, críticos y filósofos bizantinos. Cabe destacar entre
los historiadores a Procopio, el emperador Constantino VII
Porfirogéneta, Miguel Pselo, Ana Comneno, Georgius
Pachymeres y Juan VI Cantacuzene. El más significativo de
los críticos fue Focio, cuyos epítomes de 280 obras
clásicas, que todavía existían en el siglo
IX, nos han permitido conocer lo que de otra forma podría
haberse perdido para siempre. En el siglo XII, Eustaquio de
Tesalónica escribió un comentario sobre las obras
de autores clásicos, entre los que se encontraban
Hesíodo, Píndaro y los trágicos griegos.
Entre los filósofos bizantinos destaca Georgio Gemisto
Pletho, que introdujo la filosofía platónica en
el renacimiento
italiano.
EL PERIODO MODERNO
La cuarta Cruzada, emprendida en 1204, provocó
una horda de invasores francos que se establecieron en el centro
y sur de Grecia adoptando títulos como duques de Atenas o
barones de Tebas (véase Cruzadas). Como resultado de esta
ocupación, apareció una importante obra literaria,
La crónica de los Morea (siglo XIV), un largo poema
épico en verso griego, que probablemente fue escrito por
un francés de habla griega. El poema es importante por la
belleza de su poesía, su fuerza
dramática y el fácil fluir de un idioma coloquial
vivamente descriptivo.
A mediados del siglo XV, los turcos otomanos
conquistaron el Imperio bizantino y el resto de las colonias
francas en Grecia, por lo que la literatura griega se
eclipsó. Hasta el final del siglo XVIII sólo
siguió cultivándose en la periferia del mundo
griego, lejos del Imperio otomano.
Escritos cretenses
Creta, dominada por los venecianos, fue el centro
literario de Grecia durante los siglos XVI y XVII. Los dramas que
se escribieron en este periodo, como Erofili, de Yeoryos
Jortatsis, imitaron ampliamente los modelos
italianos. Dos de las obras cretenses más importantes
aparecieron en este periodo, ambas en griego demótico o
coloquial: el poema romántico Erotócritos, de
Vitsentzos Cornaros, hoy elevado por algunos a poema épico
nacional, y el Sacrificio de Abraham (1635), un drama
psicológico de relaciones familiares, de autor
desconocido, quizá Cornaros. En esta época se
escribió un gran número de canciones populares,
incluyendo el poema pastoril La bella pastora, del que se
publicó una famosa versión en 1627. La
composición de este tipo de canciones fue abundante en
Chipre y en las islas egeas.
La floreciente escuela cretense se extinguió en
el siglo XVII con la conquista de la isla por los turcos. Las
baladas de los cleftes, sin embargo, sobrevivieron hasta el siglo
XVIII; se trata de las canciones de los combatientes griegos de
las montañas que sostuvieron una guerrilla contra los
turcos.
Griego clásico frente a
demótico
Hacia finales del siglo XVIII, los sueños de
libertad se
convirtieron en un objetivo para
el pueblo griego. Los patriotas y los poetas escribían
copiosamente, en medio de un problema lingüístico que
afectó a la literatura griega durante décadas. Bajo
la dominación turca, la Iglesia se
encargó de la educación. La
enseñanza era conservadora y el lenguaje
utilizado mantuvo formas antiguas del griego bizantino. Muchos de
los patriotas griegos que escribían en el extranjero,
pensando que la antigua Hellas estaba a punto de alzarse de sus
cenizas, obligaron al idioma moderno a adoptar modelos antiguos.
Adamantios Coraís, un experto clasicista que vivía
en París, propuso el uso de una lengua
combinada que no fuera ni antigua ni moderna.
La dicotomía de la lengua se puede seguir
fácilmente a través de la poesía. Desde la
edad media
floreció una rica poesía popular que se
transmitió oralmente. Estaba escrita en griego
demótico, lengua natural para la narrativa y el verso
lírico. Sin embargo, en el siglo XVIII, algunos poetas
retomaron la tradición clásica. Entre ellos se
encontraban Constantinos Rigas y Iacovakis Risos Nerulos. En el
siglo XIX varios poetas continuaron la tradición
clásica, como Aléxandros Risos Rangavis, poeta,
historiador y novelista. En el siglo XIX los poetas tendieron
cada vez más a emplear el griego demótico,
más expresivo, y durante décadas se vivió
una feroz controversia. Actualmente se emplea el griego
demótico en la literatura, mientras que para la escritura
técnica y científica se utiliza otra forma de
griego más clásico.
La literatura del movimiento de
liberación
En las primeras décadas del siglo XIX la
literatura, sobre todo la poesía, fue en su mayor parte
patriótica. Los versos entusiastas del líder
de la escuela jónica de poesía, Dionisios
Solomós, animaron a la nación
a liberarse del cautiverio turco. Su admirable Himno a la
libertad
(1823) se ha convertido en el himno nacional griego.
Posiblemente, el mejor poeta de la escuela jónica fue
Andreas Calvos, un gran erudito clásico, autor de
emocionantes poemas, escritos en una lengua original, mezcla de
demótico y de arcaísmos, en cuya armoniosa textura
resuenan los antiguos himnos griegos.
Cuando Grecia alcanzó la independencia
en 1832, la literatura cobró un renovado vigor, expresando
el espíritu de un pueblo muy cohesionado. Entre los
narradores del siglo XIX más importantes destacan Emmanuel
Roídis, satírico, crítico literario e
importante traductor de autores ingleses y franceses, cuya
primera obra fue la novela
Pápisa Ioana (1865). Aléxandros Papadiamandis,
novelista y autor de cuentos,
trazó retratos líricos de la vida de los pueblos y
escenarios isleños. Su obra carece por completo de
influencias foráneas. En 1913, se publicó una
recopilación de sus mejores historias, Orillas rosas. Otro autor
de inspiración griega pura es el escritor jónico de
cuentos
Aryiris Eftaliotis. Su obra más conocida es Historias
isleñas, 1897.
Entre los poetas del siglo XIX del periodo posterior a
la liberación destacó Aristotelis Valaoritis,
famoso por el vigor de sus imágenes
descriptivas en griego demótico. Otro importante autor de
este periodo, el poeta simbolista Ioannes
Papadiamandópulos, escribió en francés con
el nombre de Jean Moréas y ejerció una influencia
considerable en poetas jóvenes, como Constandinos
Hadsópulos, también un gran escritor de
ficción, y Miltiades Malacasis, que empezó su
carrera escribiendo en francés pero pronto volvió
al griego. También destaca Yeoryos Suris, un gran
satírico político en la mejor tradición de
Aristófanes. Suris publicó en verso un diario
semanal que constituye un vivo y cáustico comentario de
los asuntos públicos.
Los primeros dramaturgos griegos importantes del siglo
XIX, Dimetrios Vernadakis y Spiridon Vasiliadis, escribieron a la
manera clásica. Ioannis Cambisis escribió en lengua
vernácula dramas realistas y satíricos sobre la
vida ateniense. Influenciado por el realismo ruso,
el novelista y autor de teatro Spiros
Melas escribió los dramas Hijo de la sombra (1907) y La
casa en ruinas (1908). Las obras de Grigorios Xenópulos,
especialmente Stella Violanti (1909), denotan la influencia del
dramaturgo noruego Henrik Ibsen.
Poesía moderna
Uno de los poetas más populares de la primera
parte del siglo XX fue Yeoryos Drosinis. Drosinis empezó
escribiendo en dialectos literarios, pero más tarde
adoptó y propugnó el empleo de la
lengua vernácula. Entre sus libros de poemas destacan
Tinieblas luminosas (1915) y Párpados cerrados
(1917).
Coetáneo de Drosinis, Kostís
Palamás está catalogado por los críticos
como uno de los poetas más importantes de Europa; algunos
de sus mejores poemas están en el libro Vida
inamovible (1904). Su largo poema La flauta del rey (1910) relata
episodios de la historia bizantina. Su obra maestra, el poema
épico El dodecálogo del zíngaro (1907)
expresa las esperanzas y aspiraciones del pueblo
griego.
En general, los críticos están de acuerdo
en que Constandinos Cavafis es la gran figura literaria de la
Grecia moderna. Su obra cuenta con el reconocimiento mundial.
Nació y vivió la mayor parte de su vida en
Alejandría (Egipto). A comienzos del siglo XX, antes de la
ocupación inglesa, la ciudad era el centro de la cultura
griega, y este ambiente
conforma el escenario de sus nostálgicos poemas
históricos. Tanto sus poemas eróticos como los que
evocan las conmovedoras tragedias humanas de la antigüedad
están henchidos de una melancolía que recuerda a
Charles Baudelaire. "Voces", (anterior a 1911), por ejemplo, es
un impresionante poema sobre el emperador romano Nerón,
que yace dormido mientras las furias se acercan acosando al
malvado. Cavafis escribe sus versos en una armoniosa y
lírica mezcla de griego demótico y
literario.
También es digno de mención
Ánguelos Sikelianós, cuya poesía muestra
influencias de Píndaro. Fue uno de los primeros poetas
griegos en escribir en verso libre demótico, que recuerda
mucho el estilo de los antiguos poemas líricos y odas
corales. Entre sus mejores obras cabe citar Aphierosi (1922), el
drama poético Cristo en Roma (1946),
Muerte de
Diyenís Acritas (1948) y Vida lírica (3 vols.,
1947), una recopilación de poemas líricos. Junto
con su esposa de origen estadounidense, Eva Palmer (1885-1952),
Sikelianós organizó el Festival Délfico en
Atenas y la impresionante producción y dirección de las obras de Esquilo en el
santuario de Apolo en el monte Parnaso.
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más populares de la primera parte del siglo XX fue Yeoryos
Drosinis. Drosinis empezó escribiendo en dialectos
literarios, pero más tarde adoptó y propugnó
el empleo de la lengua vernácula. Entre sus libros de
poemas destacan Tinieblas luminosas (1915) y Párpados
cerrados (1917).
Coetáneo de Drosinis, Kostís
Palamás está catalogado por los críticos
como uno de los poetas más importantes de Europa; algunos
de sus mejores poemas están en el libro Vida inamovible
(1904). Su largo poema La flauta del rey (1910) relata episodios
de la historia bizantina. Su obra maestra, el poema épico
El dodecálogo del zíngaro (1907) expresa las
esperanzas y aspiraciones del pueblo griego.
En general, los críticos están de acuerdo
en que Constandinos Cavafis es la gran figura literaria de la
Grecia moderna. Su obra cuenta con el reconocimiento mundial.
Nació y vivió la mayor parte de su vida en
Alejandría (Egipto). A comienzos del siglo XX, antes de la
ocupación inglesa, la ciudad era el centro de la cultura
griega, y este ambiente
conforma el escenario de sus nostálgicos poemas
históricos. Tanto sus poemas eróticos como los que
evocan las conmovedoras tragedias humanas de la antigüedad
están henchidos de una melancolía que recuerda a
Charles Baudelaire. "Voces", (anterior a 1911), por ejemplo, es
un impresionante poema sobre el emperador romano Nerón,
que yace dormido mientras las furias se acercan acosando al
malvado. Cavafis escribe sus versos en una armoniosa y
lírica mezcla de griego demótico y
literario.
También es digno de mención
Ánguelos Sikelianós, cuya poesía muestra
influencias de Píndaro. Fue uno de los primeros poetas
griegos en escribir en verso libre demótico, que recuerda
mucho el estilo de los antiguos poemas líricos y odas
corales. Entre sus mejores obras cabe citar Aphierosi (1922), el
drama poético Cristo en Roma (1946),
Muerte de
Diyenís Acritas (1948) y Vida lírica (3 vols.,
1947), una recopilación de poemas líricos. Junto
con su esposa de origen estadounidense, Eva Palmer (1885-1952),
Sikelianós organizó el Festival Délfico en
Atenas y la impresionante producción y dirección de las obras de Esquilo en el
santuario de Apolo en el monte Parnaso.
Prosa moderna
Uno de los escritores griegos del siglo XX más
conocidos internacionalmente fue Nicos Kazantzakis, novelista y
poeta de Creta, cuya obra, escrita en su mayor parte con su
propia adaptación del dialecto cretense, ha sido traducida
a varios idiomas. La más famosa es Odisea (1938), largo
poema épico que comienza donde termina la Odisea de
Homero. Entre sus novelas
más populares y traducidas, están Zorba el griego
(1943), que más tarde inspiró una película
(Michael Cacoyannis, 1964) y un musical, y La última
tentación de Cristo (1948), también llevada al
cine por
Martin Scorsese en 1988.
Otro de los escritores que también contribuyeron
a elevar la literatura de este periodo es Ilías Venesis,
un maestro del estilo y de la descripción realista, autor de Calma (1939)
y Tierra de
Eolia (1943). Stratis Mirivilis, novelista de un gran encanto
romántico, escribió Maestra de ojos dorados (1932),
sobre la I Guerra Mundial,
Llamas pequeñas (1942) y La virgen de la sirena (1955).
Pandelis Prevelakis, dramaturgo, novelista, ensayista, poeta y
antiguo seguidor de Kazantzakis, escribió obras
dramáticas como En las manos de un Dios vivo (1955) y Dos
dramas cretenses (1971); su poesía completa se
publicó en 1969. Cosmás Politis, un consumado
estilista que combina el romanticismo del
siglo XIX con la realidad del siglo XX, ha demostrado ser un
idealista con una honda perspicacia sobre los personajes
femeninos. Entre sus novelas más importantes se encuentran
El limonar (1928), Hekate (1933) y Eroica (1938). Yorgos
Zeotocás, novelista y dramaturgo, fue durante un tiempo
director del Teatro Nacional de Grecia. Entre sus obras destacan
El demonio (1938), un análisis del temperamento griego moderno,
la novela
Leonís (1940) y dos volúmenes en los que recopila
sus obras de teatro (1944 y 1947). Uno de los escritores griegos
contemporáneos más importantes es I. M.
Panayotópulos, poeta, novelista, ensayista, crítico
de literatura y arte, y cronista
de sus viajes. Entre
sus más de treinta libros publicados destaca Cautivo
(1951), una historia que transcurre entre los días
anteriores a la guerra y la ocupación alemana en
Grecia.
Tendencias posteriores a la II Guerra
Mundial
Durante la II Guerra Mundial y
toda la posguerra, muchos escritores reflejaron la
participación del pueblo griego en la lucha por su
supervivencia. Zemos Cornarós describe en Haidari (1946)
los intentos de los soldados alemanes durante la II Guerra
Mundial por romper la moral de
los prisioneros griegos. Se escribieron otras obras documentales
de gran valor
literario sobre la resistencia
griega, así como varios poemas patrióticos sobre la
guerra civil.
Entre los novelistas que continuaron la obra de Nicos
Kazantzakis después de su muerte en 1957, se encuentran
Vassilis Vasilicós, autor de más de veinte novelas.
La más conocida es Z (1966), traducida a muchos idiomas y
llevada al cine por
Costa-Gavras, con guión de Jorge Semprún. La obra
trata del asesinato del senador izquierdista Lambrakis y es una
condena de las tácticas violentas de políticos y
militares que propiciaron el golpe de Estado
de los coroneles en Grecia en 1967, promovido por Georgios
Papadopoulos.
En la década de 1950 varios novelistas comenzaron
a alejarse del tema de la guerra y sus consecuencias. Stratis
Tsírcas describió la vida de los griegos exiliados
en Egipto en su trilogía Ciudades a la deriva, que incluye
El Club (1960), Ariagni (1962) y El murciélago (1965).
Antonis Samarakis escribió sobre individuos atrapados bajo
la presión de
la sociedad moderna,
como en El fallo (1965). Galatia Sarandi se enfrenta a la
angustia psicológica actual de las mujeres y Nestoras
Matsas ha escrito sobre los judíos griegos durante la
guerra.
Terminada la guerra surgió en Grecia un vigoroso
grupo de
poetas. Su modernismo no
perjudicó, sino que más bien enriqueció y
continuó la antigua tradición de sentimiento
nostálgico, que se expresa en renovadas formas. Yeoryos
Seferis, cuyo simbolismo evocador, serena sugerencia y pincelada
nostálgica despiertan el pensamiento y las emociones,
ganó el Premio Nobel en 1963. El zorzal (1914) es una de
sus obras más significativas. La primera obra de Yannis
Ritsos, Tractor, data de 1934, y en 1961 reunió en dos
volúmenes sus obras. Más recientes son sus poemas
Dieciocho canciones llanas de la patria amarga (1974). Odiseas
Elitis, nacido en Creta, pintor y traductor además de
poeta, es uno de los pocos surrealistas de la literatura griega.
Su tema principal es la redención de los seres humanos a
pesar de todos los obstáculos; su obra transmite la
luz especial y
los aspectos arquitectónicos del paisaje griego. Sus obras
principales incluyen El sol primero
(1943) y Dignum est (1959), título sacado de las primeras
palabras de un salmo. En 1979 le fue concedido el Premio
Nobel.
El teatro, que no se cultivó hasta el final de la
II Guerra Mundial, empezó a revalorizarse a partir de la
década de 1950. En contraste con las tragedias de
Sikelianós y Kazantzakis, inspiradas en la antigüedad
y en la época bizantina, las obras de los jóvenes
escritores abordan los problemas de
la actualidad.
Mester de clerecía, escuela literaria
española de los siglos XII y XIII que se entendía
como un oficio de hombres cultos. La oposición entre
mester de clerecía y mester de juglaría proviene de
la segunda estrofa del Libro de Alexandre (primera mitad del
siglo XIII):
Mester traigo fermoso, non es de
joglaría,
mester es sin pecado, ca es de
clerezía;
fablar curso rimado por la cuaderna
vía,
a sílabas contadas, ca es grant
maestría.
En estos versos se afirma un arte
poética: combinación estrófica llamada
'cuaderna' (del latín quaterna, 'cuatro cada vez') cuya
vía es un curso rimado consonante de cuatro versos a
sílabas contadas (isosilabismo): alejandrinos divididos en
dos hemistiquios de siete sílabas cada uno. La estrofa
citada permite entrever que el mester de juglaría no
respeta la métrica (es anisosilábico) y, por tanto,
carece de maestría y es hablar con pecado (con error). Es
Gonzalo de Berceo quien lleva a su máxima expresión
el uso de la cuaderna vía, de procedencia francesa. Junto
con Berceo debe citarse, por la regularidad métrica (que
no se cumple en otros autores), el Rimado de Palacio de Pero
López de Ayala (1332-1407).
El Libro de Alexandre es el primer texto en el
que se utiliza este estilo. Es un extenso poema, sobre Alejandro
Magno, de más de diez mil versos del que se han
conservado dos manuscritos, uno de finales del siglo XIII, que se
conserva en la Biblioteca
Nacional de Madrid, y otro del XV, que está en la
Biblioteca de París. No se sabe cuándo se
escribió pero suele datarse en la primera mitad del siglo
XIII.
El libro es un poema épico sobre Alejandro
Magno —personaje sobre el que se escribieron muchas
historias durante la edad
media— que se inicia con su infancia y
acaba con su muerte. La finalidad es ensalzar al héroe y
tiene gran erudición, sin embargo, cae en anacronismos
tales como que Alexander forma parte de los Doce Pares de
Francia o que
Aquiles se esconde en un convento de monjes.
El Libro de Apolonio es también otra obra
primeriza en cuaderna vía, de más de dos mil
versos, compuesta en la primera mitad del siglo XII en la que se
narran las gestas del rey Apolonio de Antioquía que, al
descubrir que ha cometido incesto, huye, pasa mil penalidades y
pruebas, y al
final se reconcilia con todos sus familiares. Es una obra
dinámica y delicada, cuyo tema procede de
la tradición popular europea.
La cuaderna vía prospera hasta finales del siglo
XIV, con oscilaciones entre versos de 14 y versos de 16
sílabas, dado el vigor en español
del octosílabo. Por otra parte, la rigidez de la cuaderna
vía hizo que muchos poetas abandonasen el alejandrino en
busca de otras combinaciones métricas. Lo fundamental del
mester de clerecía es, por tanto, la tendencia hacia una
composición isosilábica, cualquiera que sea el
metro elegido.
Mester de juglaría, frente al isosilabismo
del mester de clerecía, el mester de juglaría se
caracteriza por la mayor libertad métrica. Aun en las
obras identificadas en líneas generales con la
clerecía, se advierte la influencia juglaresca, sobre todo
en las vacilaciones en la rima y en la medida de los versos. Su
momento de máximo apogeo corresponde a los siglos XII y
XIII aunque se prolongó hasta el XIV. Una obra como el
Libro de Buen Amor, aunque utiliza la cuaderna vía y, por
tanto, es obra de 'clérigo' (de hombre culto), el hecho de
que en ella figuren coplas de escolares y de ciegos, con un
lenguaje
popular y chispeante, permite que también se incluya entre
las obras del mester de juglaría. En la Razón
deamor, del siglo XIII, predominan las asonancias de versos
octosílabos, que se deslizan hacia los eneasílabos,
como ocurre también en los Denuestos del agua y el
vino. Otros textos oscilan entre el heptasílabo y el
eneasílabo, metro este último que se mantiene sin
interrupción desde el siglo XIII en la poesía
popular.
El mester de juglaría se apoya en la
tradición oral y sus temas son las hazañas y gestas
de héroes reales, históricos o
míticos.
Barroco (literatura), periodo que sucedió
al renacimiento,
entre finales del siglo XVI y finales del siglo XVII,
impregnó todas las manifestaciones culturales y
artísticas europeas y se extendió también a
los países hispanoamericanos.
Como etapa preparatoria, que coincide
cronológicamente con el renacimiento y
el barroco, debe
tenerse en cuenta el manierismo. La palabra barroco tuvo
originalmente un sentido peyorativo, ligado con la extravagancia
y la exageración, que aún se mantiene en ciertos
tópicos del lenguaje no especializado. Se dice que el
término deriva del portugués barroco (castellano
barrueco), que significa ‘perla irregular’.
También suele relacionarse con baroco, nombre que recibe
una figura del silogismo. El barroco expresa la conciencia de una
crisis,
visible en los agudos contrastes sociales, el hambre, la guerra,
la miseria. Suele establecerse una distinción entre el
barroco de los países protestantes y el de los
países católicos (barroco de la
Contrarreforma).
En el caso de España,
aunque sin perder de vista el contexto europeo, José
Antonio Maravall ha enumerado una serie de asuntos y
tópicos literarios que definen una imagen del mundo
y del hombre: la locura del mundo; la melancolía
—Anatomy of melancholy, de R. Burton, es de 1621— la
sensación de inestabilidad de los hombres y la fugacidad
de las cosas; la revitalización del tópico del
mundo al revés y la figura del gracioso en el teatro
español
como uno de sus representantes ("Soy el que dice al revés
/ todas las cosas que habla", dice un personaje de El mejor
alcalde, el rey de Lope de Vega); el mundo como laberinto, como
gran plaza o mesón; la concordia de los opuestos (nuestra
vida se "concierta de desconciertos", dice el conceptista
español Baltasar Gracián); el mundo como guerra y
el hombre lobo
del hombre.
Desde el punto de vista estético, sobresalen la
búsqueda de la novedad y de la sorpresa; el gusto por la
dificultad, vinculada con la idea de que si nada es estable, todo
debe ser descifrado; la tendencia al artificio y al ingenio; la
noción de que en lo inacabado reside el supremo ideal de
una obra artística. La búsqueda de la novedad y de
lo extraño explica la admiración del barroco por
pintores flamencos como El Bosco, Arcimboldo y Brueghel el Viejo:
así lo demuestran, entre otros textos, los Sueños
del escritor español Francisco de Quevedo.
Entre los autores del barroco hispanoamericano,
destacaron (el Inca) Garcilaso de la Vega (1539-1616) en
Perú; Sor Juana Inés de la Cruz, sobre todo por su
Primero Sueño (de clara influencia gongorina por su
audacia formal) y El divino Narciso (cuyo antecedente es Eco y
Narciso, del dramaturgo español Pedro Calderón de
la Barca), y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, autor de una
Historia chichimeca y traductor de poesía náhuatl
en México;
Martín del Barco Centenera (La Argentina y
Conquista del Río de la Plata), extremeño que
vivió más de veinte años en América; Pedro de Oña y Arauco
domado en Chile; el
canario Silvestre de Balboa y Espejo de paciencia en Cuba, y
Hernando Domínguez Camargo, a quien el poeta Gerardo Diego
cita en su Antología poética en honor de
Góngora, y que vivió en Colombia.
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