- Roma y su civilización
regresan a la Hispania Romana, de donde en realidad nunca se
habían ido. - ¿Cómo era la vida en
la Hispania romana a mediados del siglo VI? - ¿Qué podían
los bizantinos ofrecer a la población hispano romana
local? - ¿Cómo fueron
recibidos los bizantinos en Hispania? - Problemas en Italia, Balcanes y
en el Oriente. - Organización de la
provincia de Spania. Los castra. - Las
civitates. - Una Liga de
Ciudades. - Justino II (565-578) Guerra con
Persia. La pérdida de Corduba y
Asidonia. - Cambio de actitud y de
política en los visigodos. - Paz en Spania en los tiempos de
Tiberio I (578-582) y Mauricio (582-602) - La anarquía de Focas
(602-610): Spania abandonada a su suerte. - La caída de Spania: el fin
de un sueño y la continuación visigoda
influenciada por Bizancio. - Ultimas
consideraciones. - Apéndice: Huellas de
Bizancio en España.
Este es un trabajo esencialmente informativo y
divulgativo, hecho con el objeto de dar a conocer uno de los
hechos menos investigados por los historiadores y por la
arqueología, salvo honrosas excepciones.
1- Roma y su
civilización regresan a la Hispania Romana, de donde en
realidad nunca se habían ido.
Estamos exactamente a mediados del siglo VI, el primer
gran siglo de Bizancio, durante el cual el gran emperador
Justiniano, mediante sus bien adiestrados ejércitos
comandados por generales como Belisario, Narsés y Mundo,
pudo reconquistar una buena parte del imperio romano
occidental, que había caído en el desorden y el
caos, desapareciendo oficialmente hacía ya unos setenta y
cinco años.
Estamos en el año 551, cuando África y
Cirenaica ya habían vuelto a ser bizantinas hacía
ya diecisiete años, las Baleares, Cerdeña,
Córcega, Sicilia, ya obedecían a los mandatarios
del emperador. Solamente la península itálica
resistía, con su reino ostrogodo que daba batalla y a cada
triunfo de los bizantinos respondía años
después con otro líder y
volvía al ataque.
No es posible pensar que, debido a su política (la de todos
los emperadores bizantinos, la política esencial del
Imperio) de no desdoblarse en dos frentes de ataque, el emperador
bizantino haya pensado por sí solo atacar al reino
visigodo que trataba de afirmarse en la Hispania romana, ya que
las tropas bizantinas estarían muy ocupadas en Italia hasta por
lo menos el año 563, en el cual se venció para
siempre a los ostrogodos, luego de veintiocho años de
cruenta lucha.
Por eso es bastante creíble la versión del
historiador Isidoro de Sevilla, que dice que Atanagildo,
descontento con el rey Ágila, pidió ayuda a los
bizantinos para triunfar sobre el rey y coronarse al frente de la
nación
goda, según su propio relato:
"Como Atanagildo con anterioridad hubiera tomado la
tiranía y se esforzara en privar del reino a Ágila,
solicitó el Emperador Justiniano tropas que le auxiliasen,
las cuales, fortificadas, no pudo después alejar de las
fronteras del reino. Con ellas hasta hoy se está en
conflicto:
antes con frecuentes combates mortales, pero ahora con muchas
incursiones y escaramuzas."
Esto demuestra que los enviados bizantinos poco
querían tener que ver con los visigodos, no le importaban
sus problemas
internos, y siguiendo la política del emperador
Justiniano, una vez ocupadas las ciudades las incorporaron al
imperio con la forma jurídica de Provincia de Spania sin
dudar y sin importarle la reacción del seguramente
sorprendido Atanagildo.
Bizancio, que de todas maneras al terminar la guerra con los
ostrogodos no hubiera dudado en buscar excusas para invadir la
península ibérica, solamente hizo uso de esta
temprana oportunidad, (para lo que no hizo más que
aprovechar naturalmente esta ocasión respondiendo a otro
de sus principios
políticos: el de dividir para triunfar, solo que
aquí encontraron a los visigodos divididos naturalmente,
sin haber sido provocados por la política imperial) y para
cumplir este objetivo
envió un pequeño pero bien pertrechado
ejército, que era en realidad un simple grupo de
expedicionarios (recordemos que el grueso del ejército
estaba muy ocupado en Italia con los
ostrogodos), al mando de Liberio, que como antecedente contaba
con haber sido prefecto de Teodorico en la Galia Narbonense, y
por lo tanto podía conocer a fondo los problemas que
afrontaban los visigodos, algo que no extrañaría en
un funcionario experimentado del imperio.
Cuando se dice entonces que Bizancio apoya a Atanagildo,
en realidad se trata de una mera excusa, temprana tal vez, y algo
inconveniente, porque en realidad se necesitaban todas las
fuerzas en Italia, pero que seguramente en el pensamiento de
Justiniano esta oportunidad debió estar dando vueltas
noche tras noche hasta su decisión de aprovecharla,
cumpliendo una vez más con las prerrogativas de la
política imperial.
Envió en realidad un pequeño
ejército, pero por las condiciones en que se encontraba la
Hispania romana era suficiente como para establecerse por muchos
años más, debido a ciertos factores que no se
encontraban en Italia, donde los ostrogodos habían sabido
crear un reino justo y tolerante con los romanos, donde
floreció el arte y se
consiguió una estabilidad envidiable, lo que hacía
pensar su reino podía durar muchos años y
permanecer en la historia como un Estado
poderoso.
Por eso es necesario un estudio de las condiciones en
las que se encontraba la población romana en Hispania en la primera
mitad del siglo VI.
2- ¿Cómo
era la vida en la Hispania romana a mediados del siglo
VI?
Es altamente probable que, como ocurrió con
diversas ciudades de las Galias y de la Península
Itálica, las ciudades del sur de la Cartaginense y muy
especialmente las de la Bética se hubieran mantenido con
sus costumbres civilizadas y romanas durante los setenta y cinco
años que las separaban de la caída del imperio,
después de todo los vándalos pasaron por Hispania
pero se fueron luego de solo siete u ocho años hacia
África, y durante esos años lo único que
hicieron aparentemente fue saquear y destruir, sin influir en las
costumbres de las poblaciones locales, y los visigodos aún
no estaban muy firmes en su gobierno,
especialmente en la Bética, donde ciudades como Corduba
(Córdoba) o Hispalis (Sevilla) eran prácticamente
independientes, o al menos llevaban una vida lo suficientemente
autónoma como para desafiar a los godos.
Las ciudades, si bien sufrieron una aguda crisis, y
parte de la población emigró hacia el campo, no
colapsaron totalmente, una buena parte de las ciudades de la
Bética continuaron con sus industrias
pesqueras, señal de que había todavía una
notable actividad, y se documenta que la población, si
bien disminuida, no abandonó totalmente a aquellas, es
más, se siguió viviendo lo más dignamente
posible, bajo una tenue administración visigoda, que solo afectaba
a las capas más altas de la sociedad.
Por lo tanto, podemos decir que el espíritu
romano, aún en decadencia, aún con problemas para
mantener los caminos, los acueductos, los edificios, se
mantenía en una parte de la población de las
ciudades de la Bética, y aunque un poco más
dominadas por los visigodos, seguramente esa sería la
situación también al sur de la
Cartaginense.
Ciudades comerciales, con una enorme industria
pesquera y seguramente aún muy romanizadas eran sin duda
los puertos del sur – sureste de Hispania, que enumerados
de Norte a Sur, desde la Cartaginense a la Bética eran
Denia (Alicante), Cartago Spartaria (Cartagena), Murgis (entre
Almería y Cartagena), Urci (muy cerca de lo que hoy es
Almería), Abdera (hoy Adra), Malaca (Málaga),
Sálduba, Suol, Carteia (Gibraltar), Barbesula, Melliaria,
Besipo, quedando Gades (Cádiz), según las fuentes,
bastante destruida y venida a menos por esa
época.
Por otra parte, no había pasado demasiado
tiempo como
para que las excelentes vías romanas hubieran
desaparecido, y a pesar de la falta de fuentes de la
época podemos suponer sin demasiado temor a equivocarnos
que estaban en relativamente buen estado, con lo
cual estaremos en presencia de un potencial extraordinario para
desarrollar el intercambio comercial desde los excelentes puertos
hispanos hacia el interior, donde todavía
subsistían dignamente ciudades como Bigastrum (lugar donde
luego se fundaría Murcia), Lorca, Iliberis (Granada), Acci
(Guadix), Basti (Baza), Asidonia y por supuesto, Corduba o
Sevilla.
Asimismo, los caminos servirían para darle al
pequeño ejército bizantino una movilidad muy
importante a la hora de defender las distintas plazas
conquistadas.
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Principales rutas y caminos romanos en la |
Como vemos, la oportunidad de regresar a la senda de
Roma era muy
tentadora para los habitantes de las ciudades del sur de
Hispania, y llegaba de la mano de los romanos de
oriente.
Por otra parte los visigodos no eran muy bien vistos
(más bien eran reprobados totalmente) por la
población de las ciudades, porque desde un principio su
política fue quedarse con todo y no compartir nada con la
población romana que merecía o creía merecer
otro trato.
Un hecho muy importante que marcaba a fuego este
desprecio por los bárbaros invasores era que habían
ideado un Estado con un doble derecho: los visigodos eran
juzgados según sus propias leyes y los
romanos de acuerdo a un derecho que limitaba absolutamente su
participación en la conducción del Estado y
también de sus propias ciudades, lo que hacía que
la separación de las partes fuera prácticamente
total.
Solamente cabe aclarar que, como sucede en todo pueblo
conquistado, hubo ciertas elites de romanos hispanos, normalmente
gente con tierras y muchos bienes, que no
querían perder, por lo tanto sirvieron de buen grado a los
visigodos.
Normalmente los ciudadanos más representativos
fueron cediendo paso a los obispos dentro de las ciudades en
cuanto a la representatividad, hecho que podría haberse
dado debido a que los visigodos arrianos veían mucho
más agradable pactar con los obispos católicos que
con los ciudadanos romanos con cargo dentro de las
ciudades.
Además los romanos hispanos seguían
hablando latín, tal vez ya algo deformado por el tiempo, pero era
latín, el idioma de la civilización, y los
visigodos tenían su propia lengua
gutural, primitiva y germana, con lo cual había otro
motivo para que las dos naciones no se integraran.
Aclaremos aquí que el modelo de
ciudad romana clásica ya había desaparecido por
completo, simplemente lo que sucedió fue que el cristianismo
levantó a las ciudades de sus cenizas y las
convirtió en un nuevo ente, donde ya no había lugar
para el baño público, el circo o el teatro, que
fueron poco a poco siendo presa del accionar del tiempo, pero
donde las antiguas basílicas y templos paganos que
podían albergar mucha gente se habían convertido en
iglesias, donde todavía podían funcionar algunos
viaductos o cisternas, donde la piedra de los edificios
abandonados dio lugar a muchas casas nuevas, en un proceso que
sería muy familiar a los bizantinos, que lo habían
vivido en carne propia.
Los bizantinos entonces muy probablemente hayan
encontrado en su provincia de Spania ciudades con una
conformación y un panorama muy similar a los que
había en los Balcanes o en Asia Menor,
aunque con un nivel mayor de estabilidad y posiblemente con menos
habitantes que en dichos lugares.
3-
¿Qué podían los bizantinos ofrecer a la
población hispano romana local?
Es una pregunta fácil de responder, ante la
reprobación de los romanos locales a las actitudes
altaneras, soberbias, violentas y muy poco integradoras de los
visigodos para con la población romana local, es muy
probable que dicha población, o al menos una buena parte,
la de los más instruidos y civilizados, viera con agrado y
satisfacción la llegada de los hermanos romanos del Este,
con los cuales tenían mucho en común.
Esas cosas en común eran las
siguientes:
1) El idioma latín,
que muchos romanos orientales todavía podían
hablar, con las lógicas diferencias que podían
tener con el que hablaran los romanos hispánicos
después de setenta y cinco años de
separación y de la exposición
a influencias distintas.
2) El espíritu
comercial de los bizantinos, similar al de las ciudades costeras
romano hispanas, ansiosas de intercambiar sus productos con
los demás puertos del Mediterráneo y con el
interior de la Hispania romana.
3) Fundamental: la
religión
católica, que en esos años era una sola, muy lejos
del cisma, y contraria a la herejía arriana, de la cual
eran partidarios los visigodos. Por otro lado los obispos
habrían tomado en muchas ciudades los cargos civiles o en
todo caso el liderazgo de
la cultura y la
forma romana y civilizada de vivir, con lo que se aseguraba una
continuidad lógica
de la vida de los ciudadanos romanos.
4) El recuerdo de la
gloria de Roma y el deseo de revivir el imperio, vivo en los
bizantinos y que seguramente habrá tenido sus adeptos en
los romanos hispanos.
5) El deseo de servir a un
emperador fuerte que asegure la paz de una vez por todas, y no a
los reyes germanos que vivían batallando entre ellos, cosa
que hacía la vida más insegura y evitaba la
expansión comercial. La esperanza de poder
comerciar libremente y en paz para poder
enriquecerse y aspirar a mejores formas de vida sin duda
propiciaba la idea de recuperar al imperio romano en
su totalidad.
Por lo tanto los romanos de oriente tenían muchas
cosas que ofrecer: un gobierno
católico, una misma lengua, un
derecho igual para todos, mayor apertura al comercio y tal
vez hasta el regreso a la gloria de Roma.
4-
¿Cómo fueron recibidos los bizantinos en
Hispania?
Sin duda, debido a los factores enunciados
anteriormente, los bizantinos fueron bastante bien recibidos por
la población de las ciudades locales, o al menos por una
buena parte de su gente, es por ello que se puede explicar que un
número tan grande de ciudades haya caído (¿o
adherido?) ante un pequeño ejército en tan poco
tiempo.
Seguramente Atanagildo debió darse cuenta de su
error al poco tiempo del desembarco bizantino en Hispania, porque
lo primero que hizo luego de triunfar contra Ágila fue
combatir a los soldados de Justiniano, que ya amenazaban su
reciente poder, aunque no pudo obtener ningún éxito
relevante, ello seguramente porque no era popular ni en la
Bética ni en la Cartaginense, que se revelaron buenas
aliadas de Bizancio.
Es por eso que cuando los bizantinos se asentaron en el
sureste de la Hispania romana, muchos deben haber pensado que
realmente Roma estaba renaciendo y que por fin se había
acabado el sufrimiento de una población local que no
soportaba la soberbia ni la violencia de
los reyes visigodos que la mantenían alejada de la vida
pública, ocupando todos los cargos y utilizando un derecho
diferente para cada población.
La rápida ocupación y la no menos
rápida integración con la población local
se manifiesta en la gran cantidad de romanos hispanos que viajan
a Constantinopla por esos años, ya sea en
peregrinación o para estudiar, estando éstos casos
bien documentados por los historiadores, con lo que nos es dado
suponer una integración muy grande entre los romano
hispanos y los romanos orientales.
Estos hispanos que visitaban Constantinopla y los
bizantinos que visitaban la provincia de Spania produjeron este
intercambio que renovó la sensación del renacer de
Roma, ya que nuevamente el Mediterráneo era un lago
romano, con la pequeña excepción del sur de la
Galia y el centro norte de Hispania, pero casi toda
África, Egipto,
Palestina, Siria, Asia Menor,
Tracia, Grecia, el
Adriático, las costas itálicas completas, Sicilia,
Cerdeña, Córcega, las Baleares y el sur Hispano
daban cuenta de este renacer que en los años 552 –
568 tuvo su apogeo y permitió a todos los ciudadanos del
imperio soñar con su restauración
definitiva.
5- Problemas en
Italia, Balcanes y en el Oriente.
Sin embargo, esta exitosa reconstrucción romana
tuvo varios inconvenientes en estabilizarse, debido a que los
bizantinos seguían ocupados en la cruenta guerra contra
los ostrogodos, los cuales los tuvieron ocupados hasta 563, y
luego el sueño de la Italia romana se volvió una
pesadilla desde 568 en que la península fue invadida por
los lombardos, que ocuparon el norte menos Ravena, y el centro
menos Roma, conservando Bizancio el sur, además de
aquellas dos importantes ciudades.
La guerra en Italia había sido muy cruenta, muy
especialmente en los últimos años, costó
muchas vidas y destruyó muchas ciudades, con lo cual
el estado de
la península era lamentable, encontrando los Lombardos en
su camino muchas facilidades debido a esa misma miseria que se
extendía por todo el territorio y debido a que la
población estaba agotada en su ánimo y en sus
bienes, por
eso los invasores tomaron lo suyo con rápida
decisión.
Ya en 565 había muerto Justiniano, que no
llegó a enterarse de la invasión lombarda aunque
sí murió sabiendo que no pudo reconquistar
totalmente Hispania y absolutamente nada de las Galias, y se
había hecho cargo del gobierno el emperador Justino II que
vio cómo los Balcanes eran invadidos por los eslavos sin
poder hacer gran cosa, cómo los persas lo acosaban
permanentemente y le obligaban a enviar tropas constantemente a
Oriente y por supuesto con gran dificultad logró hacer
detener el avance lombardo en Italia, guardándose los
territorios de Ravena, Roma y el sur.
Es por ello que los bizantinos que guardaban las
murallas de las ciudades romano hispanas eran pocos, no llegaban
nuevas tropas con regularidad, y tenían cada vez mayores
inconvenientes para sostener sus territorios.
Seguramente el éxito
de Bizancio en mantener varias ciudades fuertes, sobre todo en la
costa, y especialmente la joya de Carthago Spartaria, capital de la
provincia e importante puerto, se debe al apoyo de los romanos
hispanos, ya que sin este apoyo con todos los problemas que
tenía el imperio hubieran desaparecido mucho antes.
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6- Organización de la provincia de Spania. Los
castra.
Gobernaba la provincia el Magíster Militum, con
atribuciones civiles u militares, como era costumbre en esa
época en Bizancio con las regiones más alejadas de
Constantinopla y sobre todo las provincias que tienen grave
peligro de ser atacadas constantemente.
Ya sabemos que la capital era
Carthago Spartaria, llamada Justina por los bizantinos, cuya
muralla fue fuertemente reforzada por los bizantinos como en casi
todas las ciudades ocupadas, y era un buen puerto con una
población numerosa y romana, y todas las ventajas para
dominar toda la provincia desde allí, incluso su
cercanía a las islas Baleares hacía que una ayuda
militar desde allí fuera posible en relativamente corto
tiempo.
Sin embargo existe constancia de cierto éxodo de
notables de la ciudad hacia ciudades dominadas por los visigodos
como Sevilla, ello podría deberse al hecho que apuntamos
de la elite de las ciudades romanas que pactaba con los visigodos
dándole un amplio espacio de poder al bárbaro
invasor con tal de no perder sus campos o bienes.
El sistema que
organizó Bizancio para la defensa del territorio no
difiere del utilizado en la misma época para la frontera
con Persia o los Balcanes: doble línea defensiva o doble
limes, los ocasionales invasores encontrarían primero a
los conocidos limitanei, con funciones
hereditarias, encargados de la defensa del limes o frontera,
generalmente afincados en pueblos fronterizos amurallados
llamados castra.
La supervivencia en dicha frontera era sin dudas dura y
muy sacrificada, estaban expuestos a invasiones permanentemente,
vivían participando en escaramuzas, ya sea practicando
correrías más allá de sus fronteras o
defendiendo el territorio de la provincia de los invasores, que
podían ser más o menos numerosos, desde pandillas o
pequeños grupos de
exploradores a ejércitos comandados por el mismo rey
visigodo.
Vivían de los cultivos que podían realizar
en suelos
generalmente algo alejados de los castra, y se supone que la
defensa de la provincia era eficaz porque estos limitanei
también defendían con ello a los campos que
cultivaban, que eran su único medio de vida y
sustento.
En los castra el comercio no
era demasiado habitual, porque el peligro de acciones
violentas no alentaba el intercambio de mercaderías, la
vida era muy desapacible y difícil debido a que
tenían que cultivar terrenos probablemente pobres por
causa de las correrías de los enemigos y los habitantes
debían subsistir pese a todo con lo que
tenían.
Es por ello que los habitantes de los castra no eran muy
numerosos, y estaban limitados a un grupo de
soldados que no podía escapar a esa vida, ni ellos ni sus
familias, puesto que sus funciones eran
hereditarias, tal vez única manera de asegurarse soldados
propios en las fronteras y no tener que recurrir a mercenarios
poco confiables.
En otro estado se hallaban las civitates, que eran
verdaderas ciudades muy bien organizadas donde en época
bizantina se expandió el comercio logrando un auge
extraordinario intercambiando productos con
las provincias de África y las provincias griegas y de
Asia Menor y superando incluso al comercio con Italia, que
sufrió una considerable baja por la destrucción en
que se encontraban sus ciudades y el estado
ruinoso de sus habitantes.
Es por ello que se abona la teoría
que dice que Justiniano tenía en mente reconstruir en
imperio romano, pero también y no menos importante que
eso, quería reorganizar el comercio especialmente en el
Mediterráneo, donde nuevamente el lago romano vería
cómo los barcos transportaban mercaderías de un
puerto al otro.
Esa visión comercial, que perduraría en
casi todos los emperadores bizantinos, fue lo que mantuvo al
imperio durante siglos al frente de las naciones del mundo
conocido, pues siempre el comercio aportaba el dinero
necesario para subsistir, para crecer, para armar
ejércitos, sobornar funcionarios extranjeros y comprar la
paz, y ese dinero era el
instrumento mismo del bienestar, ya que no cambió su
valor por
cerca de ochocientos años, estableciéndose como la
moneda internacional por excelencia de toda la alta edad media y
gran parte de la baja edad
media.
El dinero
obviamente provenía de los impuestos
cobrados por el Estado bizantino, y es muy fácil adivinar
que la provincia de Spania, con ciudades (civitates) tales como
Carthago Spartaria, Malaca, Urci, Asidonia, Denia, debe haber
contribuido grandemente al tesoro imperial durante setenta
provechosos años.
En las civitates también había murallas,
las cuales fueron reforzadas por los bizantinos, a sabiendas de
que podrían ser atacadas cuando menos lo esperaban,
máxime conociendo a los visigodos, notables guerreros que
habían decidido hacer valer sus derechos sobre toda la
península ibérica, y que en los primeros
años de la provincia de Spania se vieron ocupados en
guerras contra
los vascones al norte, contra los suevos en la Galaecia, y que
siempre tuvieron problemas para mantener buenas relaciones
diplomáticas con los francos.
Por todo lo antedicho, se puede pensar que una vez
desembarcadas las tropas bizantinas, tal vez en Malaca
provenientes de Septa (Ceuta) en África, se dieron a la
conquista las ciudades una por una, aprovechando las buenas
condiciones de acogida entre la población de las mismas,
hasta que tuvieron el dominio de toda
la costa entre Gades y Denia, (con Besipo, Barbesula, Melliaria,
Carteia, Suol, Sálduba, Malaca, Abdera, Urci, Murgis,
Carthago Spartaria) seguramente también haciendo uso de
las viejas calzadas empedradas romanas que facilitaban el
transporte de
tropas y todos los elementos de auxilio del
ejército.
El dominio de estas
ciudades así como el de las ciudades del interior
(Asidonia, Lorca, Bigastrum, Corduba, Ecija, posiblemente Basti,
Acci, Iliberis, a través del dominio de Corduba,
(¿tal vez Hispalis (Sevilla)?) fue tan rápido y tan
efectivo con tan pocos medios que
este solo hecho confirma la buena acogida dispensada por los
romano hispanos, y también el buen estado de los caminos,
sin los cuales el desplazamiento hubiera sido más lento y
agotador.
Pero eso no significa que Bizancio haya logrado formar
una provincia totalmente romana, ya que, encerrados entre los
muros de cada ciudad, los funcionarios bizantinos gobernaban de
las murallas hacia adentro, mientras el campo era inseguro,
estaba expuesto a las correrías de los visigodos o de
otros saqueadores y solamente en unas cuantas zonas de dominio
estable se habrá podido cultivar con cierta
confianza.
Por todo esto, el dominio de Bizancio en España ha
de haber tenido todas las características de una liga de ciudades
semi autónomas, conectadas entre sí por correos,
emisarios que recorrían los viejos caminos romanos una y
otra vez con peligro de sus vidas, o mejor por barco, en una
época en la que era indudable que los bizantinos dominaban
todo el mediterráneo y podían conectar los
distintos puertos especialmente recogiendo mercaderías,
correspondencia y viajeros.
Los campos cultivados han de haber sido cercanos a las
ciudades costeras, que fueron las que más tiempo se
mantuvieron bajo el dominio bizantino, aunque seguramente con
mayor riesgo se
habrán cultivado los campos fronterizos, aledaños a
los castra, en las precarias condiciones ya expuestas en este
trabajo.
9- Justino II
(565-578) Guerra con Persia. La pérdida de Corduba y
Asidonia.
Los bizantinos luchaban en varios frentes al comenzar el
año 571, con el emperador Justino II (565-578) muy
preocupado por este hecho, pues peleaban en la frontera persa, en
los Balcanes casi se dejaban invadir sin luchar por los eslavos y
la población se retiraba a las ciudades costeras, en
Italia los lombardos causaban estragos, y en África los
beduinos provocaban luchas permanentes, con lo que Spania
quedó momentáneamente semi abandonada a su
suerte.
Justino II fue culpable, sin embargo de la guerra con
Persia, pues se negó a pagar los tributos que
Justiniano hábilmente había establecido en diversos
tratos con los reyes persas, algo imperdonable, pues a pesar de
todos los errores que pudo haber tenido Justiniano, esa paz que
mantenía a toda costa con Persia, a pesar de tener que
desembolsar una buena cantidad de dinero regularmente,
servía al propósito de mantener el occidente
romano, tan caro a sus sentimientos.
Pero Justino II evidentemente, a pesar de que
dirigió con empeño los destinos de Bizancio, no
tuvo la visión de su antecesor, y cometió este
grave error que tendría consecuencias funestas para las
ambiciones imperiales en occidente.
Por otra parte, ante esta situación que
provocó la falta de refuerzos bizantinos, los visigodos
opusieron a un rey valiente y buen guerrero, Leovigildo, que en
571 recupera la importantísima ciudad comercial de
Asidonia (Medina Sidonia) quitando una bella joya al dominio de
Roma, y en 572 da el gran golpe: entra triunfador en la ciudad de
Córdoba, aunque a pesar de todos sus esfuerzos, no pudo
reconquistar Malaca, con lo que se conformó con incendiar
los campos de los alrededores de la ciudad
marítima.
Luego los bizantinos habrían reconquistado
Corduba, o en su defecto habrían conseguido la lealtad de
las autoridades romanas que habían quedado a cargo de la
ciudad, que siempre mantuvo en realidad una notable
vocación autónoma, hasta que en 584 la pierden los
bizantinos definitivamente, probablemente por un cambio de
lealtad de las autoridades locales que se volvieron
súbditos de los visigodos a partir de ese
año.
Corduba dominaba en realidad como ciudad
autónoma, romana y bastante poderosa, una buena parte del
territorio considerado bizantino, un territorio que
incluía a la ciudad de Ecija y muy probablemente las
ciudades de Iliberis (Granada), Acci (Guadix) y Basti (Baza) en
las que no parece haber habido dominio bizantino, al menos no por
demasiado tiempo, por lo tanto o fueron siempre autónomas
o estaban tal vez subordinadas a las autoridades de Corduba, y
con el cambio
definitivo de lealtad de esta importante ciudad en 584 la
avanzada visigoda se ubicó muy cerca de las ciudades
marítimas como Malaca (Málaga), Abdera o Urci,
estableciendo un especial enfrentamiento de estos dos verdaderos
núcleos de asentamientos entre sí.
La importancia de Corduba era tal que la fama de este
rey creció notablemente luego de la sumisión
definitiva de la ciudad, e incluso se lo pudo ver ataviado "a la
bizantina" haciendo gala de lujos en su vestimenta, y sobre todo
portando cetro y corona, algo que ningún rey visigodo
anterior se había atrevido a hacer.
En este hecho podemos vislumbrar la notable influencia
cultural de los bizantinos, hecho que se ha dado en su contacto
con todos los pueblos que tuvo por vecinos, amigos o enemigos,
durante centenares de años.
Otros problemas causados a Leovigildo (levantamientos,
guerra a los suevos, Hermenegildo, su hijo, lo desobedece y funda
un estado en Sevilla y tal vez se halla convertido al
catolicismo, guerra a los vascones y problemas con los francos)
hacen que los bizantinos no tuvieran que lamentar más
pérdidas de momento, pero ya su situación militar
se hacía por lo menos problemática y sus
territorios se limitaban peligrosamente a la zona costera, desde
la decadente Gades hasta la lejana Denia.
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Importancia del territorio autónomo Proximidad importante de los territorios También Sevilla (Hispalis) habría |
10- Cambio de actitud y de
política en los visigodos.
Ya vimos los motivos porque la población romana
de Spania no quería a los visigodos, y uno de ellos,
quizás el más importante a la hora de evaluar sus
relaciones, era que los godos eran herejes arrianos mientras que
los romanos eran católicos como los romanos orientales o
bizantinos.
Ya Leovigildo había dado varios pasos a favor de
un acercamiento entre los arrianos y los católicos, dando
una mayor libertad a
éstos y algo de participación en las decisiones, en
lo que significó una política más perspicaz
e integradora.
Pero los visigodos tuvieron un rey que supo ser
más inteligente, sagaz y además ver el futuro, con
lo cual se dio cuenta de las ventajas que le reportaría la
conversión al catolicismo de toda la élite
visigoda: Recaredo, hijo de Leovigildo, fue mucho más
allá que su padre: convocó un Concilio en Toledo,
logrando que en él los arrianos visigodos de la casta
dirigente se convirtieran al catolicismo.
He aquí el Edicto del rey Recaredo convocando al
Concilio de Toledo de 589:
"Edicto del Rey confirmando el Concilio. El
gloriosísimo Rey, nuestro señor Recaredo. De todos
los que están bajo el poder de nuestro reinado,
haciéndonos amantes suyos, la verdad divina inspiró
de modo principal nuestros sentidos para que, con motivo de la
instauración de la Fe y de la disciplina
eclesiástica, mandáramos a todos los obispos de
España presentarse ante nuestra supremacía.
Procediendo, pues, diligentemente, y con cauta
deliberación sobre lo que conviene a la Fe y se refiere a
la corrección de los mores, consta haberse ordenado con
toda madurez de sentido y ponderación de la inteligencia.
Por tanto, nuestra autoridad
manda a todos los hombres que pertenecen a nuestro reino, que lo
que se ha definido en este santo Concilio, tenido en la ciudad
toledana en el cuarto año de nuestro feliz reinado, nadie
pueda contradecirlo ni nadie se atreva a pasar sobre ello. (…)
El Rey Flavio Recaredo, esta deliberación que definimos
con el santo Sínodo, subscribí,
confirmándola. Masona, en el nombre de Cristo, obispo
metropolitano de la Iglesia
católica emeritense de la provincia de Lusitania, estas
constituciones en que intervine en la ciudad toledana, las
suscribí, consintiéndolas."
Es esta una decisión de fundamental influencia en
el ánimo y opinión de los habitantes de la
península ibérica, ya que al finalizar este
Concilio los visigodos arrianos se habrán convertido en
católicos y eliminarán una importante barrera que
los separaba de los romanos, que comenzarán a mirarlos de
otro modo.
Es además muy importante considerar la amplia
inteligencia
de Recaredo, que no propugna una unión de las iglesias,
como pasó con algunos desafortunados intentos de
emperadores bizantinos anteriores y posteriores a estas fechas
con las distintas doctrinas herejes, simplemente se trata de la
conversión del alto mando y elite militar y gobernante
visigoda que se bautizan como cristianos católicos
abandonando el arrianismo (por supuesto seguidos de todo el resto
del pueblo godo, como marca la buena
costumbre y usanza medieval), en lo que es a la vez un acto
profundo de humildad y un acto político que le dará
el apoyo de gran parte de la población romana, que vio
así una nueva oportunidad de integrarse a la
administración visigoda en buenos
términos.
De este hecho podemos sacar una fácil
conclusión: la presencia bizantina ya no tenía la
gran importancia del principio, estaban perdiendo algunos
territorios y ahora perdían un excelente motivo de su
permanencia en Spania: el religioso, en cuyo terreno ahora
estaban de igual a igual con los visigodos.
Según lo escrito en estos dos párrafos del
Cronicón de Juan de Biclaro, esto fue lo que
sucedió:
"Recaredo, en el décimo mes del primer
año de su reinado, con la ayuda de Dios, se hace
católico, y dirigiéndose a los sacerdotes de la
secta arriana más con la prudente conversación que
por la fuerza, les
hace convertirse a la Fe católica, y atrae a todo el
pueblo de los godos y de los suevos de nuevo a la unidad y paz de
la Iglesia
cristiana. La secta arriana, por la gracia divina, viene al dogma
cristiano (…). El Rey Recaredo restituye apaciblemente los
bienes ajenos sustraídos por sus predecesores y agregados
al fisco. Se hace fundador y donante de las iglesias y
monasterios.
Se reúne un santo sínodo de los obispos
de toda España, Galia y Galicia en la urbe toledana por
mandato del príncipe Recaredo, en número de setenta
y dos obispos. En cuyo sínodo intervino el recordado
cristianísimo Recaredo, que presentó a los obispos
la forma de su conversión y la confesión de todos
los sacerdotes y el pueblo godo en un libro [tomo]
escrito de su mano, en el que se declara todo lo que pertenece a
la profesión de la Fe ortodoxa, y decretó que el
santo sínodo de los obispos añadiese el orden de
este tomo a los escritos canónicos."
Sin embargo, Recaredo no combatió a los
bizantinos, que se apresuraron a fortalecer aún más
las murallas de Carthago Spartaria, muy probablemente porque no
deseaba combatir a gente de su propia religión; de todas
maneras, sentó las bases de la victoria visigoda al
convertir su reino arriano en reino católico, logró
así ser el verdadero rey de romanos y visigodos y
limitó la base de la legalidad bizantina en Spania, que
ahora solamente se basaba en el hecho de la obediencia al
emperador y en una cada vez más lejana restauración
del imperio romano en toda su gloria.
11- Paz en Spania en los
tiempos de Tiberio I (578-582) y Mauricio
(582-602)
Al coincidir en gran parte con las campañas de
Leovigildo contra suevos, vascones y francos (573-586) y con la
actitud
pacifista de Recaredo (587-601) la provincia de Spania
disfrutó de tiempos de relativa paz durante estos 29
años, donde solamente debe haber habido algunas
escaramuzas aisladas, dado que los visigodos se abstuvieron de
entrar en una nueva guerra con Bizancio, por lo que podemos decir
que seguramente se habrá seguido con la actividad
comercial sin interrupciones molestas, lo que debe haber dejado
un buen resultado en la recolección de impuestos
(podríamos decir que este era un motivo determinante de la
presencia bizantina en estos territorios) que venían muy
bien a las ya agotadas arcas imperiales, especialmente para las
campañas de Mauricio en los Balcanes, durante las cuales
combatió con éxito a los eslavos
invasores.
Tiberio vio como sus años de gobierno se
consumían en la lucha contra Persia, por lo que poco pudo
hacer por la estabilidad de occidente; sin embargo, se
seguía manteniendo el sur de Italia, Ravena, Roma,
África y todavía una buena parte de
Spania.
Con Mauricio, uno de los grandes emperadores de
Bizancio, asume el poder una figura con una visión
extraordinaria de la política internacional, y lo primero
que intentará es una paz concertada con Persia, ya no
tanto por los problemas occidentales, cuyos territorios se
hallaban en relativa calma y donde los exarcados de Ravena y
África probaban que la nueva política de dar poder
civil y militar a la figura del exarca tenía un cierto
éxito: el problema bizantino más grave era ahora la
recuperación de los Balcanes, invadido por miles y miles
de tribus eslavas, a las que ahora se les agregaban los
ávaros, que en pocos años dominaron a sus numerosos
vecinos los organizaron para una guerra contra el
imperio.
Luego de grandes esfuerzos Mauricio consiguió en
591 la ansiada paz en oriente y pudo dedicarse personalmente a la
lucha en los Balcanes, donde el éxito volvió a
coronarlo.
La visión de Mauricio hizo que no olvidase nunca
a Italia, África y Spania, inclusive hay un hecho que deja
muy claro la importancia que tenía occidente para el
emperador: estando a punto de morir por una extraña
enfermedad en 597, escribió un testamento donde dejaba a
su hijo mayor Teodosio la parte oriental del imperio y a su hijo
menor Tiberio el occidente con sede en Roma, con lo que
demostraba la buena relación de Roma y Constantinopla, los
símbolos de jerarquía más comprometidos con
el imperio, y su deseo de conservar todo lo que quedaba del
imperio de Justiniano.
No obstante, como hemos dicho, todos estos problemas no
afectaron mayormente a la vida en la provincia de Spania, que
transcurría apaciblemente mientras los reyes visigodos
batallaban entre sí o mientras Recaredo transformaba el
Estado arriano en católico y se dedicaba a vivir en
paz.
12- La anarquía
de Focas (602-610): Spania abandonada a su suerte.
Un simple soldado de Mauricio, enarbolando la bandera de
la insurrección a la orden del emperador de invernar en el
campo de batalla, toma Constantinopla, asesina al gobernante y se
hace proclamar emperador en 602, dando inicio a una de las etapas
más tristes que tuvo el imperio, luego de transcurrida la
misma éste casi acaba por desaparecer.
La paz en Spania ya no era lo corriente, el rey Witerico
inició una guerra a los bizantinos en 603, atacando sus
generales varias ciudades, aunque sin demasiado éxito,
salvo en la probable conquista de Gisgonza y Bigastrum hacia 605,
con lo cual las fronteras seguían siendo casi las mismas
aunque sin una de las ciudades del interior, cercana a Carthago
Spartaria, y sin la seguridad de los
últimos años.
Ya Spania se había transformado hacía
años en un territorio casi exclusivamente costero y
marítimo, aunque no por ello haya perdido importancia, ya
se sabe que lo mejor que hacían los bizantinos era
guerrear con sus escuadras y comerciar por el
Mediterráneo, aunque debido al estado de caos del gobierno
de Focas en Constantinopla la situación sería ahora
más crítica que nunca, sin refuerzos y sin un
emperador fuerte para sentirse apoyados.
Para colmo de males los persas arrebataron por esos
años las provincias orientales a un imperio desolado,
quedando los territorios occidentales a merced de su buena
suerte.
El siguiente rey visigodo, Gundemaro, tampoco
desarrolló una guerra abierta a Bizancio, y solamente en
610 provocó reales problemas a los romanos, pero sin
consecuencias para el territorio de Spania.
13- La caída de
Spania: el fin de un sueño y la continuación
visigoda influenciada por Bizancio.
El exarca Heraclio partió del exarcado de
Carthago en África para tratar de evitar la
disolución total del imperio, que estaba muy cerca de ser
realidad, y su hijo del mismo nombre se transformó en el
héroe que recuperó a Bizancio y derrotó
definitivamente a los persas después de tantos años
de guerras y
políticas equivocadas por las dos
partes.
Mientras tanto, en la apretada liga de ciudades costeras
que se había transformado Spania, los bizantinos
resistían como podían a un nuevo rey visigodo:
Sisebuto.
Hay que volver aquí sobre la gran
transformación del Estado visigodo: además de ser
un estado católico, ahora ya se había fusionado en
gran parte la población, con lo cual, la
romanización del reino era ya una realidad, si bien no con
la brillantez de la mejor época de Hispania, pero un
ejemplo de ello es el nuevo rey Sisebuto, un rey educado al
estilo romano que siguió con la profunda
transformación del reino.
Aquí cabe efectuar una reflexión, y es que
las fuerzas bizantinas provocaron esta tremenda
transformación en los visigodos, de ser un reino de godos
arrianos para godos arrianos, excluyendo a la población
local, romana y católica, poco a poco fue adquiriendo
costumbres romanas, acercó ya que no fusionó los
derechos de los
ciudadanos de ambas partes y asumió la religión
católica, y ahora hasta sus reyes eran educados como
romanos.
Hasta qué punto influenció Bizancio para
esta transformación tal vez nunca lo sabremos, pero es un
hecho que gracias a ella la población hispana ya no vio
con desagrado a los reyes godos, todo lo contrario, la figura del
rey visigodo, presente y ataviado con sedas lujosas, coronas, y
joyas de marcada influencia bizantina, superó a la de
emperadores que, como Focas, poco habían hecho para
merecer tal denominación o que como Heraclio, se hallaban
luchando desesperadamente en oriente sin hacer caso de lo que
pasaba en Spania.
Sisebuto fue quien en la gran campaña de 620 o
621 logra conquistar Carthago Spartaria, la capital bizantina, a
la que los bizantinos denominaban Justina, la ciudad más
importante de toda la provincia, que habría caído
por la traición de alguno de sus habitantes que abre las
puertas al rey visigodo en medio de las negociaciones habituales
en las situaciones de ciudades sitiadas.
Aparentemente habría sido Sisebuto quien
ordenó la destrucción de las murallas y de todas
las defensas de la ciudad, tal vez para que no pase lo de
Corduba, que había vuelto al mando bizantino luego de ser
conquistada por Leovigildo, o tal vez para escarmentar a la
población local, demostrando así que el verdadero
rey poderoso y romano era él.
Tras la caída de Carthago Spartaria caen varias
ciudades ante Sisebuto primero, y luego de la muerte de
éste en 621, caen Malaca y las restantes ciudades costeras
del estrecho en manos de Suintila, que será el rey que se
pueda adjudicar la definitiva expulsión de los bizantinos
de las tierras de la Península Ibérica.
Era algo lógico: el imperio, ocupado en
sobrevivir a los persas con Heraclio a la cabeza, poco pudo hacer
para que este hecho no sucediese, ya que con un razonamiento
elemental consideraba que la pérdida de Siria, Palestina y
Egipto (que
terminó de caer en 619 o 620) en manos de su enemigo era
más importante que la pérdida de la provincia de
Spania.
Si bien fueron relativamente pocos los años de
permanencia de Bizancio en España, fue un periodo rico en
hechos interesantes, fueron años de intercambio cultural,
y también los últimos años del imperio
romano en España, donde por un siglo más (hasta
711) perduraría el reino visigodo hasta su caída en
muy poco tiempo ante los árabes (los visigodos probaban
así el mismo dolor que los bizantinos
experimentarían en 639-645).
No existen demasiadas fuentes que nos acerquen luz a todos los
acontecimientos ocurridos en Spania durante estos setenta
años, así como tampoco hasta ahora la
arqueología nos ha descubierto demasiadas cosas sobre la
vida en este periodo, por lo que lo único que nos queda es
llenar los baches existentes con la mejor lógica
histórica y con las dudas naturales ante esta
situación.
Sin embargo, una conclusión surge clara y precisa
al finalizar el relato de la vida en el sur de Hispania en los
años bizantinos: la civilización de las ciudades,
la cultura
romana, la forma de vivir de los ciudadanos tiene una larga
persistencia, hay una continuidad evidente que no se quiebra ni con
la caída de Roma, ni con la llegada de los
vándalos, ni con el primer tímido gobierno
visigodo, que se fomenta y engrandece con la llegada de los
bizantinos, y que también se extiende con la toma de las
ciudades por el nuevo reino visigodo romanizado.
Tal vez no sea un periodo glorioso ni extraordinario el
de Bizancio en España, pero merece ser ampliamente
investigado, incluso por ciencias como
la arqueología, que debería apoyar una amplia
investigación en zonas como Cartagena,
Málaga o Córdoba, que están tal vez
esperando por nuevos descubrimientos que arrojen luz sobre los
hechos acaecidos entre los años 552-554 y 622-626, o sea
entre las supuestas fechas del desembarco y del definitivo
alejamiento de los bizantinos de las costas de Spania.
Otra teoría
que debe ser revisada es la que dice que Spania dependía
de Africa, basada en
que no se han descubierto grandes obras de arte o iglesias
mayores hechas por los hispanos bizantinos, y es que no creo que
este sea un motivo para considerar que Spania no haya sido un
poco más importante para Bizancio, habida cuenta de la
importancia de su industria
pesquera, de su comercio, de sus puertos, de sus numerosas
ciudades, de sus ciudadanos que viajaban a Constantinopla, de su
gente culta, de los impuestos que pagaban, sumándole los
pocos problemas de guerras en distintos periodos, al contrario de
lo que sucedía en el resto del imperio, todas razones
suficientes como para justificar la no-dependencia de la
provincia de Africa o luego del exarcado de Carthago, provincia
en la cual debían todos los días de todos los
años luchar por la supervivencia contra las incursiones de
los bereberes que asolaban la zona constantemente.
Sea como sea creo que se debe respetar esta época
en Hispania como de una influencia cultural muy importante para
los siguientes siglos de vida, incluso para la época del
establecimiento de los árabes en la península por
más de setecientos años, durante el cual el renacimiento
de la cultura, el respeto por los
cristianos y la romanidad y el estudio de la filosofía
clásica se destacaron como en muy pocos Estados de la edad
media, y yo pregunto: ¿de dónde podía venir
esa clase de civilización sino de la influencia bizantina,
ya sea de los ciudadanos dominados en las provincias
árabes de Siria y Egipto como de su propia influencia que,
in situ, desplegaron sobre los visigodos?
Como conclusión dejo esta pregunta abierta a
todas las mentes que desean siempre conocer la verdad de los
hechos y las situaciones históricas.
15- Apéndice:
Huellas de Bizancio en España.
Por último, una reseña de varios
descubrimientos que testimonian la presencia bizantina en
España, que, aunque son pocos, estimulan a seguir con las
investigaciones y espero que aún existan
arqueólogos apasionados por este tema y esta
épóca:
Carteia (Gibraltar): existe una inscripción
funeraria del siglo VI escrita en griego, dedicada a Nikolaos
Makarios. También cerca del foro de la ciudad se hallaron dos
broches metálicos de cinturón, uno de los cuales se
considera de posible origen bizantino
En la capital Carthago Spartaria se halló una
inscripción del magister militae Hispaniae Comenciolo
(hombre del
emperador Mauricio y jefe de las tropas de la provincia de
Spania) de fines del Siglo VI que dice así: COMENCIOLUS
SIC HAEC IUSSIT PATRICIUS MISSUS A MAURICIO AUG. CONTRA HOSTES
BARBARO. MAGNUS UIRTUTE MAGÍSTER MIL. SPANIAE. En ella
como vemos se menciona supuestamente a los visigodos como
bárbaros.
En Baria se localizó un epígrafe de letras
griegas del siglo VI, donde se alude a Eutyches, hijo de
Sambatius.
En Sierra Alhamilla aparece una necrópolis de muy
posible construcción bizantina de fines de siglo
VI.
En Baelo Claudia se encontraron varias monedas
bizantinas.
En unas excavaciones en el castillo de Tarifa se
encontraron numerosos restos que parecen indicar que hubo
allí un establecimiento bizantino.
Para ver el gráfico seleccione la
opción "Descargar" del menú superior
Finalmente encontramos las huellas de la Corona del rey visigodo |
Rolando Castillo. http://www.imperiobizantino.com
La Assidona bizantina y su reflejo en las fuentes. Pedro
Estudillo Ruiz
EL EPÍGONO BIZANTINO DE MEDINA SIDONIA
Bartolomé Luna Moreno – Pedro Estudillo Ruiz
UNA APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DE LAS VÍAS EN
LA HISPANIA VISIGÓTICA Enrique Gozalbes
Cravioto
Actas del
II Congreso Internacional de Caminería Hispánica.
Tomo I, pp. 85-94
La Ciudad en la Historia. Tomo 1. Lewis
Mumford.
Atlas Histórico Mundial. Georges Duby.
El Imperio Bizantino. 395-1204 Fotios
Malleros.
Historia del Estado Bizantino. Georg
Ostrogorski.
BIZANCIO Y EL MUNDO ORTODOXO. Alain
Ducellier.
HISTORIA UNIVERSAL.
Anesa-Noguer-Rízzoli.
HISTORIA UNIVERSAL. Tomo 4. La edad media. Carl Grimberg
– Ragnar Svanstrom.
Por
Rolando Castillo
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