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Bizancio en España




Enviado por rolandcas



    1. Roma y su civilización
      regresan a la Hispania Romana, de donde en realidad nunca se
      habían ido.
    2. ¿Cómo era la vida en
      la Hispania romana a mediados del siglo VI?
    3. ¿Qué podían
      los bizantinos ofrecer a la población hispano romana
      local?
    4. ¿Cómo fueron
      recibidos los bizantinos en Hispania?
    5. Problemas en Italia, Balcanes y
      en el Oriente.
    6. Organización de la
      provincia de Spania. Los castra.
    7. Las
      civitates.
    8. Una Liga de
      Ciudades.
    9. Justino II (565-578) Guerra con
      Persia. La pérdida de Corduba y
      Asidonia.
    10. Cambio de actitud y de
      política en los visigodos.
    11. Paz en Spania en los tiempos de
      Tiberio I (578-582) y Mauricio (582-602)
    12. La anarquía de Focas
      (602-610): Spania abandonada a su suerte.
    13. La caída de Spania: el fin
      de un sueño y la continuación visigoda
      influenciada por Bizancio.
    14. Ultimas
      consideraciones.
    15. Apéndice: Huellas de
      Bizancio en España.

    Este es un trabajo esencialmente informativo y
    divulgativo, hecho con el objeto de dar a conocer uno de los
    hechos menos investigados por los historiadores y por la
    arqueología, salvo honrosas excepciones.

    1- Roma y su
    civilización regresan a la Hispania Romana, de donde en
    realidad nunca se habían ido.

    Estamos exactamente a mediados del siglo VI, el primer
    gran siglo de Bizancio, durante el cual el gran emperador
    Justiniano, mediante sus bien adiestrados ejércitos
    comandados por generales como Belisario, Narsés y Mundo,
    pudo reconquistar una buena parte del imperio romano
    occidental, que había caído en el desorden y el
    caos, desapareciendo oficialmente hacía ya unos setenta y
    cinco años.  

    Estamos en el año 551, cuando África y
    Cirenaica ya habían vuelto a ser bizantinas hacía
    ya diecisiete años, las Baleares, Cerdeña,
    Córcega, Sicilia, ya obedecían a los mandatarios
    del emperador. Solamente la península itálica
    resistía, con su reino ostrogodo que daba batalla y a cada
    triunfo de los bizantinos respondía años
    después con otro líder y
    volvía al ataque.

    No es posible pensar que, debido a su política (la de todos
    los emperadores bizantinos, la política esencial del
    Imperio) de no desdoblarse en dos frentes de ataque, el emperador
    bizantino haya pensado por sí solo atacar al reino
    visigodo que trataba de afirmarse en la Hispania romana, ya que
    las tropas bizantinas estarían muy ocupadas en Italia hasta por
    lo menos el año 563, en el cual se venció para
    siempre a los ostrogodos, luego de veintiocho años de
    cruenta lucha.  

    Por eso es bastante creíble la versión del
    historiador Isidoro de Sevilla, que dice que Atanagildo,
    descontento con el rey Ágila, pidió ayuda a los
    bizantinos para triunfar sobre el rey y coronarse al frente de la
    nación
    goda, según su propio relato:

    "Como Atanagildo con anterioridad hubiera tomado la
    tiranía y se esforzara en privar del reino a Ágila,
    solicitó el Emperador Justiniano tropas que le auxiliasen,
    las cuales, fortificadas, no pudo después alejar de las
    fronteras del reino. Con ellas hasta hoy se está en
    conflicto:
    antes con frecuentes combates mortales, pero ahora con muchas
    incursiones y escaramuzas."

    Esto demuestra que los enviados bizantinos poco
    querían tener que ver con los visigodos, no le importaban
    sus problemas
    internos, y siguiendo la política del emperador
    Justiniano, una vez ocupadas las ciudades las incorporaron al
    imperio con la forma jurídica de Provincia de Spania sin
    dudar y sin importarle la reacción del seguramente
    sorprendido Atanagildo.  

    Bizancio, que de todas maneras al terminar la guerra con los
    ostrogodos no hubiera dudado en buscar excusas para invadir la
    península ibérica, solamente hizo uso de esta
    temprana oportunidad, (para lo que no hizo más que
    aprovechar naturalmente esta ocasión respondiendo a otro
    de sus principios
    políticos: el de dividir para triunfar, solo que
    aquí encontraron a los visigodos divididos naturalmente,
    sin haber sido provocados por la política imperial) y para
    cumplir este objetivo
    envió un pequeño pero bien pertrechado
    ejército, que era en realidad un simple grupo de
    expedicionarios (recordemos que el grueso del ejército
    estaba muy ocupado en Italia con los
    ostrogodos), al mando de Liberio, que como antecedente contaba
    con haber sido prefecto de Teodorico en la Galia Narbonense, y
    por lo tanto podía conocer a fondo los problemas que
    afrontaban los visigodos, algo que no extrañaría en
    un funcionario experimentado del imperio.

    Cuando se dice entonces que Bizancio apoya a Atanagildo,
    en realidad se trata de una mera excusa, temprana tal vez, y algo
    inconveniente, porque en realidad se necesitaban todas las
    fuerzas en Italia, pero que seguramente en el pensamiento de
    Justiniano esta oportunidad debió estar dando vueltas
    noche tras noche hasta su decisión de aprovecharla,
    cumpliendo una vez más con las prerrogativas de la
    política imperial.

    Envió en realidad un pequeño
    ejército, pero por las condiciones en que se encontraba la
    Hispania romana era suficiente como para establecerse por muchos
    años más, debido a ciertos factores que no se
    encontraban en Italia, donde los ostrogodos habían sabido
    crear un reino justo y tolerante con los romanos, donde
    floreció el arte y se
    consiguió una estabilidad envidiable, lo que hacía
    pensar su reino podía durar muchos años y
    permanecer en la historia como un Estado
    poderoso.

    Por eso es necesario un estudio de las condiciones en
    las que se encontraba la población romana en Hispania en la primera
    mitad del siglo VI.

    2- ¿Cómo
    era la vida en la Hispania romana a mediados del siglo
    VI?

    Es altamente probable que, como ocurrió con
    diversas ciudades de las Galias y de la Península
    Itálica, las ciudades del sur de la Cartaginense y muy
    especialmente las de la Bética se hubieran mantenido con
    sus costumbres civilizadas y romanas durante los setenta y cinco
    años que las separaban de la caída del imperio,
    después de todo los vándalos pasaron por Hispania
    pero se fueron luego de solo siete u ocho años hacia
    África, y durante esos años lo único que
    hicieron aparentemente fue saquear y destruir, sin influir en las
    costumbres de las poblaciones locales, y los visigodos aún
    no estaban muy firmes en su gobierno,
    especialmente en la Bética, donde ciudades como Corduba
    (Córdoba) o Hispalis (Sevilla) eran prácticamente
    independientes, o al menos llevaban una vida lo suficientemente
    autónoma como para desafiar a los godos.

    Las ciudades, si bien sufrieron una aguda crisis, y
    parte de la población emigró hacia el campo, no
    colapsaron totalmente, una buena parte de las ciudades de la
    Bética continuaron con sus industrias
    pesqueras, señal de que había todavía una
    notable actividad, y se documenta que la población, si
    bien disminuida, no abandonó totalmente a aquellas, es
    más, se siguió viviendo lo más dignamente
    posible, bajo una tenue administración visigoda, que solo afectaba
    a las capas más altas de la sociedad.

    Por lo tanto, podemos decir que el espíritu
    romano, aún en decadencia, aún con problemas para
    mantener los caminos, los acueductos, los edificios, se
    mantenía en una parte de la población de las
    ciudades de la Bética, y aunque un poco más
    dominadas por los visigodos, seguramente esa sería la
    situación también al sur de la
    Cartaginense.

    Ciudades comerciales, con una enorme industria
    pesquera y seguramente aún muy romanizadas eran sin duda
    los puertos del sur – sureste de Hispania, que enumerados
    de Norte a Sur, desde la Cartaginense a la Bética eran
    Denia (Alicante), Cartago Spartaria (Cartagena), Murgis (entre
    Almería y Cartagena), Urci (muy cerca de lo que hoy es
    Almería), Abdera (hoy Adra), Malaca (Málaga),
    Sálduba, Suol, Carteia (Gibraltar), Barbesula, Melliaria,
    Besipo, quedando Gades (Cádiz), según las fuentes,
    bastante destruida y venida a menos por esa
    época.

    Por otra parte, no había pasado demasiado
    tiempo como
    para que las excelentes vías romanas hubieran
    desaparecido, y a pesar de la falta de fuentes de la
    época podemos suponer sin demasiado temor a equivocarnos
    que estaban en relativamente buen estado, con lo
    cual estaremos en presencia de un potencial extraordinario para
    desarrollar el intercambio comercial desde los excelentes puertos
    hispanos hacia el interior, donde todavía
    subsistían dignamente ciudades como Bigastrum (lugar donde
    luego se fundaría Murcia), Lorca, Iliberis (Granada), Acci
    (Guadix), Basti (Baza), Asidonia y por supuesto, Corduba o
    Sevilla.

    Asimismo, los caminos servirían para darle al
    pequeño ejército bizantino una movilidad muy
    importante a la hora de defender las distintas plazas
    conquistadas.  

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    Principales rutas y caminos romanos en la
    provincia de Spania, siglos VI y VII.

    Como vemos, la oportunidad de regresar a la senda de
    Roma era muy
    tentadora para los habitantes de las ciudades del sur de
    Hispania, y llegaba de la mano de los romanos de
    oriente.

    Por otra parte los visigodos no eran muy bien vistos
    (más bien eran reprobados totalmente) por la
    población de las ciudades, porque desde un principio su
    política fue quedarse con todo y no compartir nada con la
    población romana que merecía o creía merecer
    otro trato.

    Un hecho muy importante que marcaba a fuego este
    desprecio por los bárbaros invasores era que habían
    ideado un Estado con un doble derecho: los visigodos eran
    juzgados según sus propias leyes y los
    romanos de acuerdo a un derecho que limitaba absolutamente su
    participación en la conducción del Estado y
    también de sus propias ciudades, lo que hacía que
    la separación de las partes fuera prácticamente
    total.

    Solamente cabe aclarar que, como sucede en todo pueblo
    conquistado, hubo ciertas elites de romanos hispanos, normalmente
    gente con tierras y muchos bienes, que no
    querían perder, por lo tanto sirvieron de buen grado a los
    visigodos.

    Normalmente los ciudadanos más representativos
    fueron cediendo paso a los obispos dentro de las ciudades en
    cuanto a la representatividad, hecho que podría haberse
    dado debido a que los visigodos arrianos veían mucho
    más agradable pactar con los obispos católicos que
    con los ciudadanos romanos con cargo dentro de las
    ciudades.

    Además los romanos hispanos seguían
    hablando latín, tal vez ya algo deformado por el tiempo, pero era
    latín, el idioma de la civilización, y los
    visigodos tenían su propia lengua
    gutural, primitiva y germana, con lo cual había otro
    motivo para que las dos naciones no se integraran.

    Aclaremos aquí que el modelo de
    ciudad romana clásica ya había desaparecido por
    completo, simplemente lo que sucedió fue que el cristianismo
    levantó a las ciudades de sus cenizas y las
    convirtió en un nuevo ente, donde ya no había lugar
    para el baño público, el circo o el teatro, que
    fueron poco a poco siendo presa del accionar del tiempo, pero
    donde las antiguas basílicas y templos paganos que
    podían albergar mucha gente se habían convertido en
    iglesias, donde todavía podían funcionar algunos
    viaductos o cisternas, donde la piedra de los edificios
    abandonados dio lugar a muchas casas nuevas, en un proceso que
    sería muy familiar a los bizantinos, que lo habían
    vivido en carne propia.

    Los bizantinos entonces muy probablemente hayan
    encontrado en su provincia de Spania ciudades con una
    conformación y un panorama muy similar a los que
    había en los Balcanes o en Asia Menor,
    aunque con un nivel mayor de estabilidad y posiblemente con menos
    habitantes que en dichos lugares.

    3-
    ¿Qué podían los bizantinos ofrecer a la
    población hispano romana local?

    Es una pregunta fácil de responder, ante la
    reprobación de los romanos locales a las actitudes
    altaneras, soberbias, violentas y muy poco integradoras de los
    visigodos para con la población romana local, es muy
    probable que dicha población, o al menos una buena parte,
    la de los más instruidos y civilizados, viera con agrado y
    satisfacción la llegada de los hermanos romanos del Este,
    con los cuales tenían mucho en común.

    Esas cosas en común eran las
    siguientes:

    1)      El idioma latín,
    que muchos romanos orientales todavía podían
    hablar, con las lógicas diferencias que podían
    tener con el que hablaran los romanos hispánicos
    después de setenta y cinco años de
    separación y de la exposición
    a influencias distintas.

    2)      El espíritu
    comercial de los bizantinos, similar al de las ciudades costeras
    romano hispanas, ansiosas de intercambiar sus productos con
    los demás puertos del Mediterráneo y con el
    interior de la Hispania romana.

    3)      Fundamental: la
    religión
    católica, que en esos años era una sola, muy lejos
    del cisma, y contraria a la herejía arriana, de la cual
    eran partidarios los visigodos. Por otro lado los obispos
    habrían tomado en muchas ciudades los cargos civiles o en
    todo caso el liderazgo de
    la cultura y la
    forma romana y civilizada de vivir, con lo que se aseguraba una
    continuidad lógica
    de la vida de los ciudadanos romanos.

    4)      El recuerdo de la
    gloria de Roma y el deseo de revivir el imperio, vivo en los
    bizantinos y que seguramente habrá tenido sus adeptos en
    los romanos hispanos.

    5)      El deseo de servir a un
    emperador fuerte que asegure la paz de una vez por todas, y no a
    los reyes germanos que vivían batallando entre ellos, cosa
    que hacía la vida más insegura y evitaba la
    expansión comercial. La esperanza de poder
    comerciar libremente y en paz para poder
    enriquecerse y aspirar a mejores formas de vida sin duda
    propiciaba la idea de recuperar al imperio romano en
    su totalidad.

    Por lo tanto los romanos de oriente tenían muchas
    cosas que ofrecer: un gobierno
    católico, una misma lengua, un
    derecho igual para todos, mayor apertura al comercio y tal
    vez hasta el regreso a la gloria de Roma.

    4-
    ¿Cómo fueron recibidos los bizantinos en
    Hispania?

    Sin duda, debido a los factores enunciados
    anteriormente, los bizantinos fueron bastante bien recibidos por
    la población de las ciudades locales, o al menos por una
    buena parte de su gente, es por ello que se puede explicar que un
    número tan grande de ciudades haya caído (¿o
    adherido?) ante un pequeño ejército en tan poco
    tiempo.

    Seguramente Atanagildo debió darse cuenta de su
    error al poco tiempo del desembarco bizantino en Hispania, porque
    lo primero que hizo luego de triunfar contra Ágila fue
    combatir a los soldados de Justiniano, que ya amenazaban su
    reciente poder, aunque no pudo obtener ningún éxito
    relevante, ello seguramente porque no era popular ni en la
    Bética ni en la Cartaginense, que se revelaron buenas
    aliadas de Bizancio.

    Es por eso que cuando los bizantinos se asentaron en el
    sureste de la Hispania romana, muchos deben haber pensado que
    realmente Roma estaba renaciendo y que por fin se había
    acabado el sufrimiento de una población local que no
    soportaba la soberbia ni la violencia de
    los reyes visigodos que la mantenían alejada de la vida
    pública, ocupando todos los cargos y utilizando un derecho
    diferente para cada población.

    La rápida ocupación y la no menos
    rápida integración con la población local
    se manifiesta en la gran cantidad de romanos hispanos que viajan
    a Constantinopla por esos años, ya sea en
    peregrinación o para estudiar, estando éstos casos
    bien documentados por los historiadores, con lo que nos es dado
    suponer una integración muy grande entre los romano
    hispanos y los romanos orientales.

    Estos hispanos que visitaban Constantinopla y los
    bizantinos que visitaban la provincia de Spania produjeron este
    intercambio que renovó la sensación del renacer de
    Roma, ya que nuevamente el Mediterráneo era un lago
    romano, con la pequeña excepción del sur de la
    Galia y el centro norte de Hispania, pero casi toda
    África, Egipto,
    Palestina, Siria, Asia Menor,
    Tracia, Grecia, el
    Adriático, las costas itálicas completas, Sicilia,
    Cerdeña, Córcega, las Baleares y el sur Hispano
    daban cuenta de este renacer que en los años 552 –
    568 tuvo su apogeo y permitió a todos los ciudadanos del
    imperio soñar con su restauración
    definitiva.

    5- Problemas en
    Italia, Balcanes y en el Oriente.

    Sin embargo, esta exitosa reconstrucción romana
    tuvo varios inconvenientes en estabilizarse, debido a que los
    bizantinos seguían ocupados en la cruenta guerra contra
    los ostrogodos, los cuales los tuvieron ocupados hasta 563, y
    luego el sueño de la Italia romana se volvió una
    pesadilla desde 568 en que la península fue invadida por
    los lombardos, que ocuparon el norte menos Ravena, y el centro
    menos Roma, conservando Bizancio el sur, además de
    aquellas dos importantes ciudades.

    La guerra en Italia había sido muy cruenta, muy
    especialmente en los últimos años, costó
    muchas vidas y destruyó muchas ciudades, con lo cual
    el estado de
    la península era lamentable, encontrando los Lombardos en
    su camino muchas facilidades debido a esa misma miseria que se
    extendía por todo el territorio y debido a que la
    población estaba agotada en su ánimo y en sus
    bienes, por
    eso los invasores tomaron lo suyo con rápida
    decisión.

    Ya en 565 había muerto Justiniano, que no
    llegó a enterarse de la invasión lombarda aunque
    sí murió sabiendo que no pudo reconquistar
    totalmente Hispania y absolutamente nada de las Galias, y se
    había hecho cargo del gobierno el emperador Justino II que
    vio cómo los Balcanes eran invadidos por los eslavos sin
    poder hacer gran cosa, cómo los persas lo acosaban
    permanentemente y le obligaban a enviar tropas constantemente a
    Oriente y por supuesto con gran dificultad logró hacer
    detener el avance lombardo en Italia, guardándose los
    territorios de Ravena, Roma y el sur.

    Es por ello que los bizantinos que guardaban las
    murallas de las ciudades romano hispanas eran pocos, no llegaban
    nuevas tropas con regularidad, y tenían cada vez mayores
    inconvenientes para sostener sus territorios.

    Seguramente el éxito
    de Bizancio en mantener varias ciudades fuertes, sobre todo en la
    costa, y especialmente la joya de Carthago Spartaria, capital de la
    provincia e importante puerto, se debe al apoyo de los romanos
    hispanos, ya que sin este apoyo con todos los problemas que
    tenía el imperio hubieran desaparecido mucho antes.
     

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    6- Organización de la provincia de Spania. Los
    castra.

    Gobernaba la provincia el Magíster Militum, con
    atribuciones civiles u militares, como era costumbre en esa
    época en Bizancio con las regiones más alejadas de
    Constantinopla y sobre todo las provincias que tienen grave
    peligro de ser atacadas constantemente.

    Ya sabemos que la capital era
    Carthago Spartaria, llamada Justina por los bizantinos, cuya
    muralla fue fuertemente reforzada por los bizantinos como en casi
    todas las ciudades ocupadas, y era un buen puerto con una
    población numerosa y romana, y todas las ventajas para
    dominar toda la provincia desde allí, incluso su
    cercanía a las islas Baleares hacía que una ayuda
    militar desde allí fuera posible en relativamente corto
    tiempo.

    Sin embargo existe constancia de cierto éxodo de
    notables de la ciudad hacia ciudades dominadas por los visigodos
    como Sevilla, ello podría deberse al hecho que apuntamos
    de la elite de las ciudades romanas que pactaba con los visigodos
    dándole un amplio espacio de poder al bárbaro
    invasor con tal de no perder sus campos o bienes.

    El sistema que
    organizó Bizancio para la defensa del territorio no
    difiere del utilizado en la misma época para la frontera
    con Persia o los Balcanes: doble línea defensiva o doble
    limes, los ocasionales invasores encontrarían primero a
    los conocidos limitanei, con funciones
    hereditarias, encargados de la defensa del limes o frontera,
    generalmente afincados en pueblos fronterizos amurallados
    llamados castra.

    La supervivencia en dicha frontera era sin dudas dura y
    muy sacrificada, estaban expuestos a invasiones permanentemente,
    vivían participando en escaramuzas, ya sea practicando
    correrías más allá de sus fronteras o
    defendiendo el territorio de la provincia de los invasores, que
    podían ser más o menos numerosos, desde pandillas o
    pequeños grupos de
    exploradores a ejércitos comandados por el mismo rey
    visigodo.

    Vivían de los cultivos que podían realizar
    en suelos
    generalmente algo alejados de los castra, y se supone que la
    defensa de la provincia era eficaz porque estos limitanei
    también defendían con ello a los campos que
    cultivaban, que eran su único medio de vida y
    sustento.

    En los castra el comercio no
    era demasiado habitual, porque el peligro de acciones
    violentas no alentaba el intercambio de mercaderías, la
    vida era muy desapacible y difícil debido a que
    tenían que cultivar terrenos probablemente pobres por
    causa de las correrías de los enemigos y los habitantes
    debían subsistir pese a todo con lo que
    tenían.

    Es por ello que los habitantes de los castra no eran muy
    numerosos, y estaban limitados a un grupo de
    soldados que no podía escapar a esa vida, ni ellos ni sus
    familias, puesto que sus funciones eran
    hereditarias, tal vez única manera de asegurarse soldados
    propios en las fronteras y no tener que recurrir a mercenarios
    poco confiables.

    7- Las
    civitates.

    En otro estado se hallaban las civitates, que eran
    verdaderas ciudades muy bien organizadas donde en época
    bizantina se expandió el comercio logrando un auge
    extraordinario intercambiando productos con
    las provincias de África y las provincias griegas y de
    Asia Menor y superando incluso al comercio con Italia, que
    sufrió una considerable baja por la destrucción en
    que se encontraban sus ciudades y el estado
    ruinoso de sus habitantes.

    Es por ello que se abona la teoría
    que dice que Justiniano tenía en mente reconstruir en
    imperio romano, pero también y no menos importante que
    eso, quería reorganizar el comercio especialmente en el
    Mediterráneo, donde nuevamente el lago romano vería
    cómo los barcos transportaban mercaderías de un
    puerto al otro.

    Esa visión comercial, que perduraría en
    casi todos los emperadores bizantinos, fue lo que mantuvo al
    imperio durante siglos al frente de las naciones del mundo
    conocido, pues siempre el comercio aportaba el dinero
    necesario para subsistir, para crecer, para armar
    ejércitos, sobornar funcionarios extranjeros y comprar la
    paz, y ese dinero era el
    instrumento mismo del bienestar, ya que no cambió su
    valor por
    cerca de ochocientos años, estableciéndose como la
    moneda internacional por excelencia de toda la alta edad media y
    gran parte de la baja edad
    media.

    El dinero
    obviamente provenía de los impuestos
    cobrados por el Estado bizantino, y es muy fácil adivinar
    que la provincia de Spania, con ciudades (civitates) tales como
    Carthago Spartaria, Malaca, Urci, Asidonia, Denia, debe haber
    contribuido grandemente al tesoro imperial durante setenta
    provechosos años.

    En las civitates también había murallas,
    las cuales fueron reforzadas por los bizantinos, a sabiendas de
    que podrían ser atacadas cuando menos lo esperaban,
    máxime conociendo a los visigodos, notables guerreros que
    habían decidido hacer valer sus derechos sobre toda la
    península ibérica, y que en los primeros
    años de la provincia de Spania se vieron ocupados en
    guerras contra
    los vascones al norte, contra los suevos en la Galaecia, y que
    siempre tuvieron problemas para mantener buenas relaciones
    diplomáticas con los francos.

    8- Una Liga de
    Ciudades.

    Por todo lo antedicho, se puede pensar que una vez
    desembarcadas las tropas bizantinas, tal vez en Malaca
    provenientes de Septa (Ceuta) en África, se dieron a la
    conquista las ciudades una por una, aprovechando las buenas
    condiciones de acogida entre la población de las mismas,
    hasta que tuvieron el dominio de toda
    la costa entre Gades y Denia, (con Besipo, Barbesula, Melliaria,
    Carteia, Suol, Sálduba, Malaca, Abdera, Urci, Murgis,
    Carthago Spartaria) seguramente también haciendo uso de
    las viejas calzadas empedradas romanas que facilitaban el
    transporte de
    tropas y todos los elementos de auxilio del
    ejército.

    El dominio de estas
    ciudades así como el de las ciudades del interior
    (Asidonia, Lorca, Bigastrum, Corduba, Ecija, posiblemente Basti,
    Acci, Iliberis, a través del dominio de Corduba,
    (¿tal vez Hispalis (Sevilla)?) fue tan rápido y tan
    efectivo con tan pocos medios que
    este solo hecho confirma la buena acogida dispensada por los
    romano hispanos, y también el buen estado de los caminos,
    sin los cuales el desplazamiento hubiera sido más lento y
    agotador.

    Pero eso no significa que Bizancio haya logrado formar
    una provincia totalmente romana, ya que, encerrados entre los
    muros de cada ciudad, los funcionarios bizantinos gobernaban de
    las murallas hacia adentro, mientras el campo era inseguro,
    estaba expuesto a las correrías de los visigodos o de
    otros saqueadores y solamente en unas cuantas zonas de dominio
    estable se habrá podido cultivar con cierta
    confianza.

    Por todo esto, el dominio de Bizancio en España ha
    de haber tenido todas las características de una liga de ciudades
    semi autónomas, conectadas entre sí por correos,
    emisarios que recorrían los viejos caminos romanos una y
    otra vez con peligro de sus vidas, o mejor por barco, en una
    época en la que era indudable que los bizantinos dominaban
    todo el mediterráneo y podían conectar los
    distintos puertos especialmente recogiendo mercaderías,
    correspondencia y viajeros.

    Los campos cultivados han de haber sido cercanos a las
    ciudades costeras, que fueron las que más tiempo se
    mantuvieron bajo el dominio bizantino, aunque seguramente con
    mayor riesgo se
    habrán cultivado los campos fronterizos, aledaños a
    los castra, en las precarias condiciones ya expuestas en este
    trabajo.

    9- Justino II
    (565-578) Guerra con Persia. La pérdida de Corduba y
    Asidonia.

    Los bizantinos luchaban en varios frentes al comenzar el
    año 571, con el emperador Justino II (565-578) muy
    preocupado por este hecho, pues peleaban en la frontera persa, en
    los Balcanes casi se dejaban invadir sin luchar por los eslavos y
    la población se retiraba a las ciudades costeras, en
    Italia los lombardos causaban estragos, y en África los
    beduinos provocaban luchas permanentes, con lo que Spania
    quedó momentáneamente semi abandonada a su
    suerte.

    Justino II fue culpable, sin embargo de la guerra con
    Persia, pues se negó a pagar los tributos que
    Justiniano hábilmente había establecido en diversos
    tratos con los reyes persas, algo imperdonable, pues a pesar de
    todos los errores que pudo haber tenido Justiniano, esa paz que
    mantenía a toda costa con Persia, a pesar de tener que
    desembolsar una buena cantidad de dinero regularmente,
    servía al propósito de mantener el occidente
    romano, tan caro a sus sentimientos.

    Pero Justino II evidentemente, a pesar de que
    dirigió con empeño los destinos de Bizancio, no
    tuvo la visión de su antecesor, y cometió este
    grave error que tendría consecuencias funestas para las
    ambiciones imperiales en occidente.

    Por otra parte, ante esta situación que
    provocó la falta de refuerzos bizantinos, los visigodos
    opusieron a un rey valiente y buen guerrero, Leovigildo, que en
    571 recupera la importantísima ciudad comercial de
    Asidonia (Medina Sidonia) quitando una bella joya al dominio de
    Roma, y en 572 da el gran golpe: entra triunfador en la ciudad de
    Córdoba, aunque a pesar de todos sus esfuerzos, no pudo
    reconquistar Malaca, con lo que se conformó con incendiar
    los campos de los alrededores de la ciudad
    marítima.

    Luego los bizantinos habrían reconquistado
    Corduba, o en su defecto habrían conseguido la lealtad de
    las autoridades romanas que habían quedado a cargo de la
    ciudad, que siempre mantuvo en realidad una notable
    vocación autónoma, hasta que en 584 la pierden los
    bizantinos definitivamente, probablemente por un cambio de
    lealtad de las autoridades locales que se volvieron
    súbditos de los visigodos a partir de ese
    año.

    Corduba dominaba en realidad como ciudad
    autónoma, romana y bastante poderosa, una buena parte del
    territorio considerado bizantino, un territorio que
    incluía a la ciudad de Ecija y muy probablemente las
    ciudades de Iliberis (Granada), Acci (Guadix) y Basti (Baza) en
    las que no parece haber habido dominio bizantino, al menos no por
    demasiado tiempo, por lo tanto o fueron siempre autónomas
    o estaban tal vez subordinadas a las autoridades de Corduba, y
    con el cambio
    definitivo de lealtad de esta importante ciudad en 584 la
    avanzada visigoda se ubicó muy cerca de las ciudades
    marítimas como Malaca (Málaga), Abdera o Urci,
    estableciendo un especial enfrentamiento de estos dos verdaderos
    núcleos de asentamientos entre sí.

    La importancia de Corduba era tal que la fama de este
    rey creció notablemente luego de la sumisión
    definitiva de la ciudad, e incluso se lo pudo ver ataviado "a la
    bizantina" haciendo gala de lujos en su vestimenta, y sobre todo
    portando cetro y corona, algo que ningún rey visigodo
    anterior se había atrevido a hacer.

    En este hecho podemos vislumbrar la notable influencia
    cultural de los bizantinos, hecho que se ha dado en su contacto
    con todos los pueblos que tuvo por vecinos, amigos o enemigos,
    durante centenares de años.

    Otros problemas causados a Leovigildo (levantamientos,
    guerra a los suevos, Hermenegildo, su hijo, lo desobedece y funda
    un estado en Sevilla y tal vez se halla convertido al
    catolicismo, guerra a los vascones y problemas con los francos)
    hacen que los bizantinos no tuvieran que lamentar más
    pérdidas de momento, pero ya su situación militar
    se hacía por lo menos problemática y sus
    territorios se limitaban peligrosamente a la zona costera, desde
    la decadente Gades hasta la lejana Denia.  

    Para ver el gráfico seleccione la
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    Importancia del territorio autónomo
    aparentemente dominado por la ciudad de Corduba, que
    incluso podría también haber tenido a
    Iliberis, Acci y Basti en su haber.

    Proximidad importante de los territorios
    bizantinos de Baleares y Africa.

    También Sevilla (Hispalis) habría
    tenido dominio sobre ciertos territorios.

    10- Cambio de actitud y de
    política en los visigodos.

    Ya vimos los motivos porque la población romana
    de Spania no quería a los visigodos, y uno de ellos,
    quizás el más importante a la hora de evaluar sus
    relaciones, era que los godos eran herejes arrianos mientras que
    los romanos eran católicos como los romanos orientales o
    bizantinos.

    Ya Leovigildo había dado varios pasos a favor de
    un acercamiento entre los arrianos y los católicos, dando
    una mayor libertad a
    éstos y algo de participación en las decisiones, en
    lo que significó una política más perspicaz
    e integradora.

    Pero los visigodos tuvieron un rey que supo ser
    más inteligente, sagaz y además ver el futuro, con
    lo cual se dio cuenta de las ventajas que le reportaría la
    conversión al catolicismo de toda la élite
    visigoda: Recaredo, hijo de Leovigildo, fue mucho más
    allá que su padre: convocó un Concilio en Toledo,
    logrando que en él los arrianos visigodos de la casta
    dirigente se convirtieran al catolicismo.

    He aquí el Edicto del rey Recaredo convocando al
    Concilio de Toledo de 589:

    "Edicto del Rey confirmando el Concilio. El
    gloriosísimo Rey, nuestro señor Recaredo. De todos
    los que están bajo el poder de nuestro reinado,
    haciéndonos amantes suyos, la verdad divina inspiró
    de modo principal nuestros sentidos para que, con motivo de la
    instauración de la Fe y de la disciplina
    eclesiástica, mandáramos a todos los obispos de
    España presentarse ante nuestra supremacía.
    Procediendo, pues, diligentemente, y con cauta
    deliberación sobre lo que conviene a la Fe y se refiere a
    la corrección de los mores, consta haberse ordenado con
    toda madurez de sentido y ponderación de la inteligencia.
    Por tanto, nuestra autoridad
    manda a todos los hombres que pertenecen a nuestro reino, que lo
    que se ha definido en este santo Concilio, tenido en la ciudad
    toledana en el cuarto año de nuestro feliz reinado, nadie
    pueda contradecirlo ni nadie se atreva a pasar sobre ello. (…)
    El Rey Flavio Recaredo, esta deliberación que definimos
    con el santo Sínodo, subscribí,
    confirmándola. Masona, en el nombre de Cristo, obispo
    metropolitano de la Iglesia
    católica emeritense de la provincia de Lusitania, estas
    constituciones en que intervine en la ciudad toledana, las
    suscribí, consintiéndolas."

    Es esta una decisión de fundamental influencia en
    el ánimo y opinión de los habitantes de la
    península ibérica, ya que al finalizar este
    Concilio los visigodos arrianos se habrán convertido en
    católicos y eliminarán una importante barrera que
    los separaba de los romanos, que comenzarán a mirarlos de
    otro modo.

    Es además muy importante considerar la amplia
    inteligencia
    de Recaredo, que no propugna una unión de las iglesias,
    como pasó con algunos desafortunados intentos de
    emperadores bizantinos anteriores y posteriores a estas fechas
    con las distintas doctrinas herejes, simplemente se trata de la
    conversión del alto mando y elite militar y gobernante
    visigoda que se bautizan como cristianos católicos
    abandonando el arrianismo (por supuesto seguidos de todo el resto
    del pueblo godo, como marca la buena
    costumbre y usanza medieval), en lo que es a la vez un acto
    profundo de humildad y un acto político que le dará
    el apoyo de gran parte de la población romana, que vio
    así una nueva oportunidad de integrarse a la
    administración visigoda en buenos
    términos.

    De este hecho podemos sacar una fácil
    conclusión: la presencia bizantina ya no tenía la
    gran importancia del principio, estaban perdiendo algunos
    territorios y ahora perdían un excelente motivo de su
    permanencia en Spania: el religioso, en cuyo terreno ahora
    estaban de igual a igual con los visigodos.

    Según lo escrito en estos dos párrafos del
    Cronicón de Juan de Biclaro, esto fue lo que
    sucedió:

    "Recaredo, en el décimo mes del primer
    año de su reinado, con la ayuda de Dios, se hace
    católico, y dirigiéndose a los sacerdotes de la
    secta arriana más con la prudente conversación que
    por la fuerza, les
    hace convertirse a la Fe católica, y atrae a todo el
    pueblo de los godos y de los suevos de nuevo a la unidad y paz de
    la Iglesia
    cristiana. La secta arriana, por la gracia divina, viene al dogma
    cristiano (…). El Rey Recaredo restituye apaciblemente los
    bienes ajenos sustraídos por sus predecesores y agregados
    al fisco. Se hace fundador y donante de las iglesias y
    monasterios.

    Se reúne un santo sínodo de los obispos
    de toda España, Galia y Galicia en la urbe toledana por
    mandato del príncipe Recaredo, en número de setenta
    y dos obispos. En cuyo sínodo intervino el recordado
    cristianísimo Recaredo, que presentó a los obispos
    la forma de su conversión y la confesión de todos
    los sacerdotes y el pueblo godo en un libro [tomo]
    escrito de su mano, en el que se declara todo lo que pertenece a
    la profesión de la Fe ortodoxa, y decretó que el
    santo sínodo de los obispos añadiese el orden de
    este tomo a los escritos canónicos."

    Sin embargo, Recaredo no combatió a los
    bizantinos, que se apresuraron a fortalecer aún más
    las murallas de Carthago Spartaria, muy probablemente porque no
    deseaba combatir a gente de su propia religión; de todas
    maneras, sentó las bases de la victoria visigoda al
    convertir su reino arriano en reino católico, logró
    así ser el verdadero rey de romanos y visigodos y
    limitó la base de la legalidad bizantina en Spania, que
    ahora solamente se basaba en el hecho de la obediencia al
    emperador y en una cada vez más lejana restauración
    del imperio romano en toda su gloria.

    11- Paz en Spania en los
    tiempos de Tiberio I (578-582) y Mauricio
    (582-602)

    Al coincidir en gran parte con las campañas de
    Leovigildo contra suevos, vascones y francos (573-586) y con la
    actitud
    pacifista de Recaredo (587-601) la provincia de Spania
    disfrutó de tiempos de relativa paz durante estos 29
    años, donde solamente debe haber habido algunas
    escaramuzas aisladas, dado que los visigodos se abstuvieron de
    entrar en una nueva guerra con Bizancio, por lo que podemos decir
    que seguramente se habrá seguido con la actividad
    comercial sin interrupciones molestas, lo que debe haber dejado
    un buen resultado en la recolección de impuestos
    (podríamos decir que este era un motivo determinante de la
    presencia bizantina en estos territorios) que venían muy
    bien a las ya agotadas arcas imperiales, especialmente para las
    campañas de Mauricio en los Balcanes, durante las cuales
    combatió con éxito a los eslavos
    invasores.

    Tiberio vio como sus años de gobierno se
    consumían en la lucha contra Persia, por lo que poco pudo
    hacer por la estabilidad de occidente; sin embargo, se
    seguía manteniendo el sur de Italia, Ravena, Roma,
    África y todavía una buena parte de
    Spania.

    Con Mauricio, uno de los grandes emperadores de
    Bizancio, asume el poder una figura con una visión
    extraordinaria de la política internacional, y lo primero
    que intentará es una paz concertada con Persia, ya no
    tanto por los problemas occidentales, cuyos territorios se
    hallaban en relativa calma y donde los exarcados de Ravena y
    África probaban que la nueva política de dar poder
    civil y militar a la figura del exarca tenía un cierto
    éxito: el problema bizantino más grave era ahora la
    recuperación de los Balcanes, invadido por miles y miles
    de tribus eslavas, a las que ahora se les agregaban los
    ávaros, que en pocos años dominaron a sus numerosos
    vecinos los organizaron para una guerra contra el
    imperio.

    Luego de grandes esfuerzos Mauricio consiguió en
    591 la ansiada paz en oriente y pudo dedicarse personalmente a la
    lucha en los Balcanes, donde el éxito volvió a
    coronarlo.

    La visión de Mauricio hizo que no olvidase nunca
    a Italia, África y Spania, inclusive hay un hecho que deja
    muy claro la importancia que tenía occidente para el
    emperador: estando a punto de morir por una extraña
    enfermedad en 597, escribió un testamento donde dejaba a
    su hijo mayor Teodosio la parte oriental del imperio y a su hijo
    menor Tiberio el occidente con sede en Roma, con lo que
    demostraba la buena relación de Roma y Constantinopla, los
    símbolos de jerarquía más comprometidos con
    el imperio, y su deseo de conservar todo lo que quedaba del
    imperio de Justiniano.

    No obstante, como hemos dicho, todos estos problemas no
    afectaron mayormente a la vida en la provincia de Spania, que
    transcurría apaciblemente mientras los reyes visigodos
    batallaban entre sí o mientras Recaredo transformaba el
    Estado arriano en católico y se dedicaba a vivir en
    paz.

    12- La anarquía
    de Focas (602-610): Spania abandonada a su suerte.

    Un simple soldado de Mauricio, enarbolando la bandera de
    la insurrección a la orden del emperador de invernar en el
    campo de batalla, toma Constantinopla, asesina al gobernante y se
    hace proclamar emperador en 602, dando inicio a una de las etapas
    más tristes que tuvo el imperio, luego de transcurrida la
    misma éste casi acaba por desaparecer.

    La paz en Spania ya no era lo corriente, el rey Witerico
    inició una guerra a los bizantinos en 603, atacando sus
    generales varias ciudades, aunque sin demasiado éxito,
    salvo en la probable conquista de Gisgonza y Bigastrum hacia 605,
    con lo cual las fronteras seguían siendo casi las mismas
    aunque sin una de las ciudades del interior, cercana a Carthago
    Spartaria, y sin la seguridad de los
    últimos años.

    Ya Spania se había transformado hacía
    años en un territorio casi exclusivamente costero y
    marítimo, aunque no por ello haya perdido importancia, ya
    se sabe que lo mejor que hacían los bizantinos era
    guerrear con sus escuadras y comerciar por el
    Mediterráneo, aunque debido al estado de caos del gobierno
    de Focas en Constantinopla la situación sería ahora
    más crítica que nunca, sin refuerzos y sin un
    emperador fuerte para sentirse apoyados.

    Para colmo de males los persas arrebataron por esos
    años las provincias orientales a un imperio desolado,
    quedando los territorios occidentales a merced de su buena
    suerte.

    El siguiente rey visigodo, Gundemaro, tampoco
    desarrolló una guerra abierta a Bizancio, y solamente en
    610 provocó reales problemas a los romanos, pero sin
    consecuencias para el territorio de Spania.

    13- La caída de
    Spania: el fin de un sueño y la continuación
    visigoda influenciada por Bizancio.

    El exarca Heraclio partió del exarcado de
    Carthago en África para tratar de evitar la
    disolución total del imperio, que estaba muy cerca de ser
    realidad, y su hijo del mismo nombre se transformó en el
    héroe que recuperó a Bizancio y derrotó
    definitivamente a los persas después de tantos años
    de guerras y
    políticas equivocadas por las dos
    partes.

    Mientras tanto, en la apretada liga de ciudades costeras
    que se había transformado Spania, los bizantinos
    resistían como podían a un nuevo rey visigodo:
    Sisebuto.

    Hay que volver aquí sobre la gran
    transformación del Estado visigodo: además de ser
    un estado católico, ahora ya se había fusionado en
    gran parte la población, con lo cual, la
    romanización del reino era ya una realidad, si bien no con
    la brillantez de la mejor época de Hispania, pero un
    ejemplo de ello es el nuevo rey Sisebuto, un rey educado al
    estilo romano que siguió con la profunda
    transformación del reino.

    Aquí cabe efectuar una reflexión, y es que
    las fuerzas bizantinas provocaron esta tremenda
    transformación en los visigodos, de ser un reino de godos
    arrianos para godos arrianos, excluyendo a la población
    local, romana y católica, poco a poco fue adquiriendo
    costumbres romanas, acercó ya que no fusionó los
    derechos de los
    ciudadanos de ambas partes y asumió la religión
    católica, y ahora hasta sus reyes eran educados como
    romanos.

    Hasta qué punto influenció Bizancio para
    esta transformación tal vez nunca lo sabremos, pero es un
    hecho que gracias a ella la población hispana ya no vio
    con desagrado a los reyes godos, todo lo contrario, la figura del
    rey visigodo, presente y ataviado con sedas lujosas, coronas, y
    joyas de marcada influencia bizantina, superó a la de
    emperadores que, como Focas, poco habían hecho para
    merecer tal denominación o que como Heraclio, se hallaban
    luchando desesperadamente en oriente sin hacer caso de lo que
    pasaba en Spania.

    Sisebuto fue quien en la gran campaña de 620 o
    621 logra conquistar Carthago Spartaria, la capital bizantina, a
    la que los bizantinos denominaban Justina, la ciudad más
    importante de toda la provincia, que habría caído
    por la traición de alguno de sus habitantes que abre las
    puertas al rey visigodo en medio de las negociaciones habituales
    en las situaciones de ciudades sitiadas.

    Aparentemente habría sido Sisebuto quien
    ordenó la destrucción de las murallas y de todas
    las defensas de la ciudad, tal vez para que no pase lo de
    Corduba, que había vuelto al mando bizantino luego de ser
    conquistada por Leovigildo, o tal vez para escarmentar a la
    población local, demostrando así que el verdadero
    rey poderoso y romano era él.

    Tras la caída de Carthago Spartaria caen varias
    ciudades ante Sisebuto primero, y luego de la muerte de
    éste en 621, caen Malaca y las restantes ciudades costeras
    del estrecho en manos de Suintila, que será el rey que se
    pueda adjudicar la definitiva expulsión de los bizantinos
    de las tierras de la Península Ibérica.

    Era algo lógico: el imperio, ocupado en
    sobrevivir a los persas con Heraclio a la cabeza, poco pudo hacer
    para que este hecho no sucediese, ya que con un razonamiento
    elemental consideraba que la pérdida de Siria, Palestina y
    Egipto (que
    terminó de caer en 619 o 620) en manos de su enemigo era
    más importante que la pérdida de la provincia de
    Spania.

    14- Ultimas
    consideraciones.

    Si bien fueron relativamente pocos los años de
    permanencia de Bizancio en España, fue un periodo rico en
    hechos interesantes, fueron años de intercambio cultural,
    y también los últimos años del imperio
    romano en España, donde por un siglo más (hasta
    711) perduraría el reino visigodo hasta su caída en
    muy poco tiempo ante los árabes (los visigodos probaban
    así el mismo dolor que los bizantinos
    experimentarían en 639-645).

    No existen demasiadas fuentes que nos acerquen luz a todos los
    acontecimientos ocurridos en Spania durante estos setenta
    años, así como tampoco hasta ahora la
    arqueología nos ha descubierto demasiadas cosas sobre la
    vida en este periodo, por lo que lo único que nos queda es
    llenar los baches existentes con la mejor lógica
    histórica y con las dudas naturales ante esta
    situación.

    Sin embargo, una conclusión surge clara y precisa
    al finalizar el relato de la vida en el sur de Hispania en los
    años bizantinos: la civilización de las ciudades,
    la cultura
    romana, la forma de vivir de los ciudadanos tiene una larga
    persistencia, hay una continuidad evidente que no se quiebra ni con
    la caída de Roma, ni con la llegada de los
    vándalos, ni con el primer tímido gobierno
    visigodo, que se fomenta y engrandece con la llegada de los
    bizantinos, y que también se extiende con la toma de las
    ciudades por el nuevo reino visigodo romanizado.

    Tal vez no sea un periodo glorioso ni extraordinario el
    de Bizancio en España, pero merece ser ampliamente
    investigado, incluso por ciencias como
    la arqueología, que debería apoyar una amplia
    investigación en zonas como Cartagena,
    Málaga o Córdoba, que están tal vez
    esperando por nuevos descubrimientos que arrojen luz sobre los
    hechos acaecidos entre los años 552-554 y 622-626, o sea
    entre las supuestas fechas del desembarco y del definitivo
    alejamiento de los bizantinos de las costas de Spania.

    Otra teoría
    que debe ser revisada es la que dice que Spania dependía
    de Africa, basada en
    que no se han descubierto grandes obras de arte o iglesias
    mayores hechas por los hispanos bizantinos, y es que no creo que
    este sea un motivo para considerar que Spania no haya sido un
    poco más importante para Bizancio, habida cuenta de la
    importancia de su industria
    pesquera, de su comercio, de sus puertos, de sus numerosas
    ciudades, de sus ciudadanos que viajaban a Constantinopla, de su
    gente culta, de los impuestos que pagaban, sumándole los
    pocos problemas de guerras en distintos periodos, al contrario de
    lo que sucedía en el resto del imperio, todas razones
    suficientes como para justificar la no-dependencia de la
    provincia de Africa o luego del exarcado de Carthago, provincia
    en la cual debían todos los días de todos los
    años luchar por la supervivencia contra las incursiones de
    los bereberes que asolaban la zona constantemente.

    Sea como sea creo que se debe respetar esta época
    en Hispania como de una influencia cultural muy importante para
    los siguientes siglos de vida, incluso para la época del
    establecimiento de los árabes en la península por
    más de setecientos años, durante el cual el renacimiento
    de la cultura, el respeto por los
    cristianos y la romanidad y el estudio de la filosofía
    clásica se destacaron como en muy pocos Estados de la edad
    media, y yo pregunto: ¿de dónde podía venir
    esa clase de civilización sino de la influencia bizantina,
    ya sea de los ciudadanos dominados en las provincias
    árabes de Siria y Egipto como de su propia influencia que,
    in situ, desplegaron sobre los visigodos?

    Como conclusión dejo esta pregunta abierta a
    todas las mentes que desean siempre conocer la verdad de los
    hechos y las situaciones históricas.

    15- Apéndice:
    Huellas de Bizancio en España.

    Por último, una reseña de varios
    descubrimientos que testimonian la presencia bizantina en
    España, que, aunque son pocos, estimulan a seguir con las
    investigaciones y espero que aún existan
    arqueólogos apasionados por este tema y esta
    épóca:

    Carteia (Gibraltar): existe una inscripción
    funeraria del siglo VI escrita en griego, dedicada a Nikolaos
    Makarios. También cerca del foro de la ciudad se hallaron dos
    broches metálicos de cinturón, uno de los cuales se
    considera de posible origen bizantino

    En la capital Carthago Spartaria se halló una
    inscripción del magister militae Hispaniae Comenciolo
    (hombre del
    emperador Mauricio y jefe de las tropas de la provincia de
    Spania) de fines del Siglo VI que dice así: COMENCIOLUS
    SIC HAEC IUSSIT PATRICIUS MISSUS A MAURICIO AUG. CONTRA HOSTES
    BARBARO. MAGNUS UIRTUTE MAGÍSTER MIL. SPANIAE. En ella
    como vemos se menciona supuestamente a los visigodos como
    bárbaros.

    En Baria se localizó un epígrafe de letras
    griegas del siglo VI, donde se alude a Eutyches, hijo de
    Sambatius.

    En Sierra Alhamilla aparece una necrópolis de muy
    posible construcción bizantina de fines de siglo
    VI.

    En Baelo Claudia se encontraron varias monedas
    bizantinas.

    En unas excavaciones en el castillo de Tarifa se
    encontraron numerosos restos que parecen indicar que hubo
    allí un establecimiento bizantino.

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    Finalmente encontramos las huellas de la
    influencia bizantina en el reino visigodo, ya hablamos de
    la vestimenta y los ornamentos del rey Leovigildo y de
    muchos de sus sucesores, incluso los posteriores a la
    dominación bizantina, como Recesvinto, rey que
    ejerció su gobierno ya hacia la mitad del siglo VII,
    cuya corona hecha de dos medias circunferencias de oro
    unidas por una charnela y un pasador, engastadas con
    zafiros, perlas, y otras piedras preciosas, aunque haya
    sido hecha por un artesano hispano debe su elegancia, forma
    y características principales a los
    delicados orfebres bizantinos.  

     Corona del rey visigodo
    Recesvinto.

                                                        
    Rolando Castillo. http://www.imperiobizantino.com

    Bibliografía.

    La Assidona bizantina y su reflejo en las fuentes. Pedro
    Estudillo Ruiz  

    EL EPÍGONO BIZANTINO DE MEDINA SIDONIA
    Bartolomé Luna Moreno – Pedro Estudillo Ruiz

    UNA APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DE LAS VÍAS EN
    LA HISPANIA VISIGÓTICA Enrique Gozalbes
    Cravioto
    Actas del
    II Congreso Internacional de Caminería Hispánica.
    Tomo I, pp. 85-94

    La Ciudad en la Historia. Tomo 1. Lewis
    Mumford.

    Atlas Histórico Mundial. Georges Duby.

    El Imperio Bizantino. 395-1204 Fotios
    Malleros.

    Historia del Estado Bizantino. Georg
    Ostrogorski.

    BIZANCIO Y EL MUNDO ORTODOXO. Alain
    Ducellier.

    HISTORIA UNIVERSAL.
    Anesa-Noguer-Rízzoli.

    HISTORIA UNIVERSAL. Tomo 4. La edad media. Carl Grimberg
    – Ragnar Svanstrom.

      

    Por

    Rolando Castillo

    .Administrador
    Tributario, creador de la web
    Bizancio!!!

    http://www.imperiobizantino.com

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