Indice
1.
Instauración de discursividad
2. El Retorno A Freud Y El Albacea
Testamentario
3. Hacerse ser analista
4. Bibliografía
1. Instauración de discursividad
En el prólogo al libro de
Baños Orellana: El lenguaje de
los lacanianos, en palabras de Oscar Steimberg y Oscar Traversa,
podemos leer:
"Es incuestionable que los textos de Jacques Lacan se
incluyen plenamente en los usos simbólicos de nuestros
días: su perímetro de desenvolvimiento excede el de
un saber o campo profesional (…) Jacques Lacan ha aportado a la
constitución de diversos sociolectos de
nuestro tiempo (…)
Espacios textuales que son, desde hace tiempo,
públicos en distinto grado, que acogen esa palabra que no
sólo amplifica su léxico sino que además
promueve, explícita o secretamente, su escritura".
(Baños Orellana, 1995: 13)
La figura de Lacan, al menos en ciertas regiones
preocupadas por el estudio y la práctica del Psicoanálisis, ha ocupado un lugar que
excede la simple designación de un nombre propio,
título al cual atribuir, mediante una serie de simulacros
a estudiar y establecer, un número limitado/ilimitado de
textos y transcripciones que pretenden adoptar la forma
arbitraria y sospechosa del opus.
En 1963, en la conferencia
titulada ¿Qué es un autor?, Foucault nos
muestra hasta
qué punto la función-autor puede trascender el marco de
la atribución legítima de un número definido
de textos. Por este camino llegamos a la idea de instauradores de
discursividad.
Dice Foucault:
"…resulta fácil ver que, en el orden del discurso, se
puede ser autor de otras cosas además de un libro
–de una teoría,
de una tradición, de una disciplina en
el interior de la cual otros libros y otros
autores podrán ocupar a su vez un lugar-. En una palabra
diría que estos autores se encuentran en una
posición «transdiscursiva»…" . (Foucault,
1999: 344)
Estos autores tienen la particularidad de no ser
sólo y simplemente autores de sus obras, de sus libros; han
producido algo extra: la posibilidad y la regla de
formación de otros textos. Desplegaron el campo a un
cierto número de semejanzas y analogías que tienen
por modelo o
principio su propia obra. Y algo más: posibilitaron, en
igual medida, un número de diferencias.
«Abrieron el espacio a algo diferente de ellos, que
sin embargo pertenece a lo mismo que fundaron». (Foucault,
1998: 345)
Entre estos instauradores de discursividad encontramos a
Freud como
fundador del Psicoanálisis.
2. El Retorno A Freud Y El
Albacea Testamentario
Para colocar bajo el cielo de estos análisis lo que conocemos como «el
retorno a Freud», tomaremos en cuenta otro aspecto
distintivo de estas fundaciones: el hecho mismo de que la
instauración de una discursividad es heterogénea a
sus trasformaciones futuras, permanece sobrevolándolas. En
el caso de la instauración de una ciencia, el
acto de fundación se ubica al mismo nivel que sus
transformaciones venideras, formando parte del conjunto de las
modificaciones que posibilita. La validez teórica de una
proposición en las ciencias
físicas, por ejemplo, se definirá con
relación al modelo de la
física en
su estructura y
normatividad intrínseca. Por el contrario, si pensamos en
el Psicoanálisis, el juicio sobre los enunciados (nunca
verdaderos o falsos sino fundamentales o accesorios)
encontrará su lugar, con acuerdo a criterios de lecturas y
apropiaciones no siempre explicitados, en el acercamiento o
alejamiento de los mismos a los postulados del propio Freud,
condición de posibilidad que inaugura un inminente retorno
a la fundación.
Sin embargo hay una cuestión a problematizar.
Lacan emprende un retorno a Freud -a lo que él mismo
define como campo freudiano- desde una mirada que merece
examinarse. Este retorno no intentaría, como se ha creido,
analizar las transformaciones acaecidas en el
Psicoanálisis en términos de una
re-fundación que eleva en causa la recuperación de
aquello que se ha olvidado, desvirtuado, manipulado, donde la
fundación permanecería sobrevolando, intacta y
hambrienta de justicia, el
magma de discursos
hostiles que posibilita. Este retorno, en cambio,
debería pensarse como un movimiento que
ejerce su propio y original sobrevuelo.
Si comparáramos la obra freudiana con la base blanca de un
tablero de ajedrez,
diríamos que Lacan ha colocado uno a uno los escaques
negros, delimitando regiones de visibilidad y oscureciendo otras
con la pluma de su estilo.
En este contexto de novísimas articulaciones
teóricas y turbulencias políticas,
algunos vieron nacer y desarrollarse, entre escuelas de
formación, excomuniones y fieles seguidores del maestro,
al Psicoanálisis de orientación lacaniana, con sus
lugares comunes, sus cualidades estilísticas y sus
prácticas de pertenencias.
Por su parte, Lacan nos ha legado algunos textos
escritos, síntesis
apretadas que procuran cristalizar más de 30 años
de enseñanza, y toda una tradición oral
que puede consultarse, no sin dificultades, en seminarios
establecidos y re-establecidos, transcripciones apócrifas,
traducciones y textos de procedencias dudosas.
Estas cuestiones, sumadas a los rasgos, justificados o no, de un
estilo hermético y difícil, han permitido,
más que en ningún otra región del saber, una
metástasis indefinida de articulaciones
teóricas que pueden incluirse, como ya lo hemos
establecido, al campo exclusivo del discurso
psicoanalítico lacaniano.
Se instala entonces la siguiente pregunta: ¿Es posible,
teniendo en cuenta las condiciones que Foucault enumera,
considerar a Lacan un fundador de discursividad?
Llegados a este punto es necesario aclarar, un poco más
detalladamente, qué concepción de discurso pusimos
sobre la tela.
Afirma Michel Foucault en La verdad y las formas
jurídicas: Existe una tendencia a tratar los discursos como
un conjunto de hechos lingüísticos ligados entre
sí por reglas sintácticas de contrucción.
Numerosos son los estudios que intentan mostrar de qué
manera los discursos –literatura, poesía,
filosofía, discursos en general-, obedecen a un
determinado número de leyes o
regularidades internas del lenguaje. Es
hora de considerar estos hechos discursivos no tanto y
simplemente en su aspecto lingüístico, sino
también como juegos
estratégicos y polémicos, de acción y
reacción, de preguntas y respuestas, de dominación,
de resistencia, de
apropiación, de coacción y evasión, de
lucha.
Este nuevo nivel de análisis nos invita a pensar el discurso en
un plano que desborda indudablemente el universo de
las palabras y de los estilos. Una mirada que se desplaza, sin
menoscabar totalmente la importancia de una análisis
lingüístico formal, hacia una consideración
del discurso como práctica política
concreta.
En este orden de cosas habremos de situar el segundo
nivel correlacional de la investigación, a saber, la
institucionalización del Psicoanálisis, sus gestos
y condiciones históricas de creación y pertenecia;
los lugares que deben ocupar sus miembros en el acontecer de sus
normas y las
modalidades discursivas del reclutamiento.
Todo ello, como vía de acceso controlado y garantizado a
una enseñanza, la de Lacan, y a sus incidencias
en la práctica, la del Psicoanálisis.
Desplazamiento desde el análisis de los sistemas del
saber a los regímenes del poder que los
regulan, instancia donde la recurrencia a la función
autor halla razones en la tarea de vigilar los enunciados y se
nos manifiesta como «el principio de economía en la
proliferación del sentido».
"…Estamos acostumbrados a decir (…) que el autor es
la instancia creadora de la que brota una obra en la que se
deposita (…) un mundo inagotable de significaciones. Estamos
acostumbrados a pensar que el autor es tan diferente a todos los
demás hombres, hasta tal punto trascendente a todos los
lenguajes, que a partir del momento en el que habla el sentido
prolifera y prolifera indefinidamente.
La verdad es completamente diferente: el autor no es una
fuente indefinida de significaciones que se colmarían en
la obra, el autor no precede a las obras, existe un cierto
principio funcional mediante el que, en nuestra cultura, se
delimita, se excluye, se selecciona (…) el principio mediante
el que se obstaculiza la libre circulación, la libre
manipulación, la libre composición,
descomposición, recomposición de la ficción
(…) El autor es (…) la figura ideológica mediante la
que se conjura la proliferación del sentido…".
(Foucault, 1999: 350/1)
El tercer nivel de correlación busca indagar las
prácticas subjetivadoras que se indican bajo el dominio de la
pregunta: ¿Qué trabajo efectuar sobre sí
mismo para ser capaz y digno de acceder a la verdad?
En palabras de Foucault:
"No se trataría de definir las relaciones formales en una
relación con el objeto, ni tampoco se trataría de
identificar las condiciones empíricas que en algún
momento en particular han permitido al sujeto en general
inteligir un objeto ya dado en la realidad. Se trata de
determinar lo que debe ser el sujeto, cuáles deben ser sus
condiciones, que status debe tener, que posición debe
ocupar en lo real o en lo imaginario para poder
convertirse en un sujeto legítimo de cualquier tipo de
entendimiento dado. En suma, se trata de determinar su modo de
subjetivación". (Foucault, 1991: 1)
En 1984, en el curso La hermenéutica del sujeto,
Foucault analiza las formas de historia que adoptaron en
Occidente las relaciones entre el sujeto y la verdad a partir de
la noción griega de epimeleia heautou (inquietud o cuidado
de sí) y advierte, no sin reservas, que los esfuerzos de
Lacan radicaron precisamente en un volver a centrar al
Psicoanálisis en torno de esta
cuestión.
La epimeleia heautou, comenta Foucault, es el principio
filosófico que predomina en el modo de pensamiento
griego, helenístico y romano; forma de espiritualidad,
trabajo ascético sobre uno mismo como condición de
acceso a la verdad.
Asumiendo el peligro de un anacronismo inevitable, nos
preguntamos si es posible ubicar algunos de los principios de
espiritualidad en ciertos desarrollos del lacanismo.
Reaparición de ciertos modos de subjetivación que
toman distancia de lo que conocemos como la ciencia
moderna.
"…yo diría que aún en el campo del saber
propiamente dicho, esta presión,
este resurgimiento, esta reaparición de las estructuras de
espiritualidad es, con todo, muy notoria. Si es cierto, como
dicen todos los científicos, que se puede reconocer una
falsa ciencia en el
hecho de que, para ser accesible, exige una conversión del
sujeto y promete, al final de su desarrollo,
una iluminación del sujeto; si se puede
reconocer una falsa ciencia por su estructura de
espiritualidad (…) no hay que olvidar que, en ciertas formas
del saber que no son justamente ciencia, y que no hay que tratar
de asimilar a la estructura misma de la ciencia,
encontramos, de una manera muy vigorosa y nítida, algunos
de los elementos (…) algunas de las exigencias de la
espiritualidad. Y, desde luego, no hace falta
dibujárselas. Habrán reconocido enseguida una forma
del saber como el Marxismo y el
Psicoanálisis…". (Foucault, 2002: 42/43)
A modo esquemático, a sabiendas que lo que
diremos no ha ocurrido estrictamente así, podríamos
ubicar el surgimiento de la ciencia moderna en el descubrimiento
del cogito cartesiano. Con la postulación de una evidencia
indubitable y una referencia puesta en un Dios que no
engaña, la exigencia de una espiritualidad del sujeto como
condición de acceso a la verdad comienza a desaparecer del
horizonte del saber y del hacer. El problema entre el sujeto y la
verdad se desplaza progresivamente hacia una probada
cuestión de método.
No obstante, que hagamos aparecer una suerte de
isomorfismo entre los principios de
espiritualidad clásica y el Psicoanálisis, que
pueda sostenerse, a partir de Lacan, un recentramiento en la
cuestión del sujeto y la verdad, no significa que se las
haya considerado abiertamente: "Lo que sucedió es, desde
luego, que ninguna de estas dos formas de saber consideró,
muy explícitamente (…) este punto de vista. Se
intentó enmascarar esas condiciones de espiritualidad
propias de estas formas de saber dentro de una serie de formas
sociales (…) La pertenencia a un grupo, la
pertenencia a una escuela (…) la
formación del analista, etcétera, nos remiten sin
duda a las cuestiones de la condición de la
formación del sujeto para tener acceso a la verdad, pero
se la piensa en términos sociales, en términos de
organización". (Foucault, 2002:
42/43)
Esta síntesis
obligada logra apenas enfocar una búsqueda: la de
profundizar en las investigaciones
de Michel Foucault con el objeto de abordar cuestiones que en el
Psicoanálisis lacaniano, más que en ninguna otra
orientación, no cesan de generar polémicas y
anunciar su vigencia; esto es: la formación de los
analistas, el análisis personal, el
pase, atravesamiento del fantasma y todas aquellas
prácticas discursivas y no discursivas que ponen al sujeto
analista sobre el tapete de lo que debe trasformarse; Trabajo de
sí como condición de acceso al saber y a la
posición autorizada -en sí y por algunos otros- del
psicoanalista.
Notas
1. De lo que en realidad se trata es de circunscribir la
«Experiencia del Inconciente» en un recorte
histórico caracterizado por la proliferación de
enunciados que dicen pertenecer al campo del discurso
lacaniano.
(1995) Baños Orellana, J. El idioma de los
lacanianos, Colección del círculo Atuel, Editorial
Atuel, Argentina.
(1991) Foucault, M. "Autorretrato", Maurice Florence, "Foucault
Inédito", Tomado de la letra "a", publicación
anarquista, año 2, Nº 3, Bs. As, Argentina.
(1999) Foucault, M. Entre filosofía y literatura, Introducción, traducción y
edición a cargo de Miguel Morey, Barcelona, España.
- Foucault, M. La Hermenéutica del sujeto,
Sección de obras de Sociología, Fondo de Cultura
Económica, Argentina.
Resumen
Instauración de discursividad en términos de un
discurso psicoanálitico lacaniano. Saber, Poder y Modos de
Subjetivación como líneas de una posible investigación en torno al
Psicoanálisis de orientación lacaniana desde la
perspectiva de Michel Foucault.
(Trabajo presentado en La Reunión Lacanoamericana –
Tucumán-Argentina – Octubre 2003)
Un título tan ambicioso debería hallar, al menos en
ocasión de este encuentro para el que disponemos de un
tiempo algo breve, la manera de delimitar lo que hoy apenas
concibo como un terreno de investigación posible.
Por un lado: inquietud que se orienta hacia el análisis de
los discursos y que toma algunos desarrollos de Michel Foucault
como el instrumento principal. Por el otro: Elección de
una superficie de refracción a partir de la cual dicho
análisis encontraría su asidero y que
podríamos ya definir, no sin dejar sentada su
provisionalidad e insuficiencia, como «campo del discurso
psicoanalítico lacaniano».
Considerarlo en estos términos implica indudablemente una
regresión teórica que debería justificarse.
En efecto, ubicar una formación discursiva como la del
Psicoanálisis bajo las unidades tradicionales del autor y
su legado nos retrotrae a formas de análisis previas a las
presentadas por Foucault en la Arqueología del saber
(1968). Allí, el campo de abordaje histórico de los
discursos se anunciaba libre de éstas y otras figuras,
dando lugar a una dispersión de enunciados que
debían abordarse en su volumen propio y
fuera de toda sujeción antropológica.
Denominar este campo de análisis como
«psicoanalítico lacanicano» es apenas un
argumento a probarse. Lejos de reducirlo a la figura de un autor,
intenta delimitar cierta franja histórica del
Psicoanálisis caracterizada por la proliferación
indefinida de un discurso cuya identidad y
condiciones de posibilidad son atribuidas a la figura de
Lacan.
La investigación que nos proponemos pretenderá,
estamos apenas en el croquis de sus preguntas iniciales, abordar
este recorte histórico bien preciso en términos de
una historia del
Psicoanálisis lacaniano como experiencia, entendiendo por
experiencia la correlación que puede establecerse entre
campos de saber, tipos de normatividad y formas de subjetividad
(1).
Autor:
Lic. Víctor E. Cáceres
Otros trabajos en monografías.com
Michel Foucault. Cartografía de un pensador en marcha.
Nietzsche,
Foucault y el problema de la invención