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Los Valores Humanos




Enviado por cyberconectate



    1. La
      honestidad
    2. Puntualidad

    La
    honestidad

    Es aquella cualidad humana por la que la persona se
    determina a elegir actuar siempre con base en la verdad y en la
    auténtica justicia
    (dando a cada quien lo que le corresponde, incluida ella
    misma).

    Ser honesto es ser real, acorde con la evidencia que
    presenta el mundo y sus diversos fenómenos y elementos; es
    ser genuino, auténtico, objetivo. La
    honestidad
    expresa respeto por uno
    mismo y por los demás, que, como nosotros, "son como son"
    y no existe razón alguna para esconderlo. Esta actitud
    siembra confianza en uno mismo y en aquellos quienes están
    en contacto con la persona honesta.

    La honestidad no consiste sólo en franqueza
    (capacidad de decir la verdad) sino en asumir que la verdad es
    sólo una y que no depende de personas o consensos sino de
    lo que el mundo real nos presenta como innegable e imprescindible
    de reconocer.

    Lo que no es la honestidad:

    – No es la simple honradez que lleva a la persona a
    respetar la distribución de los bienes
    materiales. La
    honradez es sólo una consecuencia particular de ser
    honestos y justos.

    – No es el mero reconocimiento de las emociones
    "así me siento" o "es lo que verdaderamente siento". Ser
    honesto, además implica el análisis de qué tan reales
    (verdaderos) son nuestros sentimientos y decidirnos a ordenarlos
    buscando el bien de los demás y el propio.

    – No es la desordenada apertura de la propia intimidad
    en aras de "no esconder quien realmente somos", implicará
    la verdadera sinceridad, con las personas adecuadas y en los
    momentos correctos.

    – No es la actitud cínica e impúdica por
    la que se habla de cualquier cosa con cualquiera… la
    franqueza tiene como prioridad el reconocimiento de la verdad y
    no el desorden.

    Hay que tomar la honestidad en serio, estar conscientes
    de cómo nos afecta cualquier falta de honestidad por
    pequeña que sea… Hay que reconocer que es una
    condición fundamental para las relaciones
    humanas, para la amistad y la
    auténtica vida comunitaria. Ser deshonesto es ser falso,
    injusto, impostado, ficticio. La deshonestidad no respeta a la
    persona en sí misma y busca la sombra, el encubrimiento:
    es una disposición a vivir en la oscuridad. La honestidad,
    en cambio,
    tiñe la vida de confianza, sinceridad y apertura, y
    expresa la disposición de vivir a la luz, la luz de la
    verdad.

    Puntualidad

    El valor que se
    construye por el esfuerzo de estar a tiempo en el
    lugar adecuado.

    El valor de la puntualidad es la disciplina de
    estar a tiempo para cumplir nuestras obligaciones:
    una cita del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso
    de la oficina, un
    trabajo pendiente por entregar.

    El valor de la puntualidad es necesario para dotar a
    nuestra personalidad
    de carácter,
    orden y eficacia, pues al
    vivir este valor en plenitud estamos en condiciones de realizar
    más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo,
    ser merecedores de confianza.

    La falta de puntualidad habla por sí misma, de
    ahí se deduce con facilidad la escasa o nula organización de nuestro tiempo, de planeación
    en nuestras actividades, y por supuesto de una agenda, pero,
    ¿qué hay detrás de todo esto?

    Muchas veces la impuntualidad nace del interés
    que despierta en nosotros una actividad, por ejemplo, es
    más atractivo para un joven charlar con los amigos que
    llegar a tiempo a las clases; para otros es preferible hacer una
    larga sobremesa y retrasar la llegada a la oficina. El resultado
    de vivir de acuerdo a nuestros gustos, es la pérdida de
    formalidad en nuestro actuar y poco a poco se reafirma el vicio
    de llegar tarde.

    En este mismo sentido podríamos añadir la
    importancia que tiene para nosotros un evento, si tenemos una
    entrevista
    para solicitar empleo, la
    reunión para cerrar un negocio o la cita con el director
    del centro de estudios, hacemos hasta lo imposible para estar a
    tiempo; pero si es el amigo de siempre, la reunión donde
    estarán personas que no frecuentamos y conocemos poco, o
    la persona –según nosotros- representa poca
    importancia, hacemos lo posible por no estar a tiempo,
    ¿qué mas da…?

    Para ser puntual primeramente debemos ser conscientes
    que toda persona, evento, reunión, actividad o cita tiene
    un grado particular de importancia. Nuestra palabra
    debería ser el sinónimo de garantía para
    contar con nuestra presencia en el momento preciso y
    necesario.

    Otro factor que obstaculiza la vivencia de este valor, y
    es poco visible, se da precisamente en nuestro interior:
    imaginamos, recordamos, recreamos y supuestamente pensamos cosas
    diversas a la hora del baño, mientras descansamos un poco
    en el sofá, cuando pasamos al supermercado a comprar
    "sólo lo que hace falta", en el pequeño receso que
    nos damos en la oficina o entre clases… pero en realidad el
    tiempo pasa tan de prisa, que cuando "despertamos" y por
    equivocación observamos la hora, es poco lo que se puede
    hacer para remediar el descuido.

    Un aspecto importante de la puntualidad, es concentrarse
    en la actividad que estamos realizando, procurando mantener
    nuestra atención para no divagar y aprovechar mejor
    el tiempo. Para corregir esto, es de gran utilidad
    programar la alarma de nuestro reloj o computadora
    (ordenador), pedirle a un familiar o compañero que nos
    recuerde la hora (algunas veces para no ser molesto y
    dependiente), etc., porque es necesario poner un remedio
    inmediato, de otra forma, imposible.

    Lo más grave de todo esto, es encontrar a
    personas que sienten "distinguirse" por su impuntualidad, llegar
    tarde es una forma de llamar la atención, ¿falta de
    seguridad y de
    carácter? Por otra parte algunos lo han dicho: "si
    quieren, que me esperen", "para qué llegar a tiempo,
    si…", "no pasa nada…", "es lo mismo siempre". Estas y otras
    actitudes son
    el reflejo del poco respeto, ya no digamos aprecio, que sentimos
    por las personas, su tiempo y sus actividades

    Para la persona impuntual los pretextos y
    justificaciones están agotados, nadie cree en ellos,
    ¿no es tiempo de hacer algo para cambiar esta actitud? Por
    el contrario, cada vez que alguien se retrasa de forma
    extraordinaria, llama la atención y es sujeto de toda
    credibilidad por su responsabilidad, constancia y sinceridad, pues
    seguramente algún contratiempo importante
    ocurrió..

    Podemos pensar que el hacerse de una agenda y solicitar
    ayuda, basta para corregir nuestra situación y por
    supuesto que nos facilita un poco la vida, pero además de
    encontrar las causa que provocan nuestra impuntualidad (los ya
    mencionados: interés, importancia, distracción), se
    necesita voluntad para cortar a tiempo nuestras actividades,
    desde el descanso y el trabajo,
    hasta la reunión de amigos, lo cual supone un esfuerzo
    extra -sacrificio si se quiere llamar-, de otra manera poco a
    poco nos alejamos del objetivo.

    La cuestión no es decir "quiero ser puntual desde
    mañana", lo cual sería retrasar una vez más
    algo, es hoy, en este momento y poniendo los medios que
    hagan falta para lograrlo: agenda, recordatorios,
    alarmas…

    Para crecer y hacer más firme este valor en tu
    vida, puedes iniciar con estas sugerencias:

    – Examínate y descubre las causas de tu
    impuntualidad: pereza, desorden, irresponsabilidad, olvido,
    etc.

    – Establece un medio adecuado para solucionar la causa
    principal de tu problema (recordando que se necesita voluntad y
    sacrificio): Reducir distracciones y descansos a lo largo del
    día; levantarse más temprano para terminar tu
    arreglo personal con
    oportunidad; colocar el despertador más
    lejos…

    – Aunque sea algo tedioso, elabora por escrito tu
    horario y plan de
    actividades del día siguiente. Si tienes muchas cosas que
    atender y te sirve poco, hazlo para los siguientes siete
    días. En lo sucesivo será más fácil
    incluir otros eventos y
    podrás calcular mejor tus posibilidades de cumplir con
    todo. Recuerda que con voluntad y sacrificio, lograrás tu
    propósito.

    – Implementa un sistema de
    "alarmas" que te ayuden a tener noción del tiempo (no
    necesariamente sonoras) y cámbialas con regularidad para
    que no te acostumbres: usa el reloj en la otra mano; pide
    acompañar al compañero que entra y sale a tiempo;
    utiliza notas adheribles…

    – Establece de manera correcta tus prioridades y dales
    el lugar adecuado, muy especialmente si tienes que hacer algo
    importante aunque no te guste.

    Vivir el valor de la puntualidad es una forma de hacerle
    a los demás la vida más agradable, mejora nuestro
    orden y nos convierte en personas digna de confianza.

    Responsabilidad

    La responsabilidad (o la irreponsabilidad) es
    fácil de detectar en la vida diaria, especialmente en su
    faceta negativa: la vemos en el plomero que no hizo correctamente
    su trabajo, en el carpintero que no llegó a pintar las
    puertas en el día que se había comprometido, en el
    joven que tiene bajas calificaciones, en el arquitecto que no ha
    cumplido con el plan de construcción para un nuevo proyecto, y en
    casos más graves en un funcionario público que no
    ha hecho lo que prometió o que utiliza los recursos
    públicos para sus propios intereses.

    Sin embargo plantearse qué es la responsabilidad
    no es algo tan sencillo. Un elemento indispensable dentro de la
    responsabilidad es el cumplir un deber. La responsabilidad es una
    obligación, ya sea moral o
    incluso legal de cumplir con lo que se ha
    comprometido.

    La responsabilidad tiene un efecto directo en otro
    concepto
    fundamental: la confianza. Confiamos en aquellas personas que son
    responsables. Ponemos nuestra fe y lealtad en aquellos que de
    manera estable cumplen lo que han prometido.

    La responsabilidad es un signo de madurez, pues el
    cumplir una obligación de cualquier tipo no es
    generalmente algo agradable, pues implica esfuerzo. En el caso
    del plomero, tiene que tomarse la molestia de hacer bien su
    trabajo. El carpintero tiene que dejar de hacer aquella
    ocupación o gusto para ir a la casa de alguien a terminar
    un encargo laboral. La
    responsabilidad puede parecer una carga, y el no cumplir con lo
    prometido origina consecuencias.

    ¿Por qué es un valor la responsabilidad?
    Porque gracias a ella, podemos convivir pacíficamente en
    sociedad, ya
    sea en el plano familiar, amistoso, profesional o
    personal.

    Cuando alguien cae en la irresponsabilidad,
    fácilmente podemos dejar de confiar en la persona. En el
    plano personal, aquel marido que durante una convención
    decide pasarse un rato con una mujer que
    recién conoció y la esposa se entera, la confianza
    quedará deshecha, porque el esposo no tuvo la capacidad de
    cumplir su promesa de fidelidad. Y es que es fácil caer en
    la tentación del capricho y del bienestar inmediato. El
    esposo puede preferir el gozo inmediato de una conquista, y
    olvidarse de que a largo plazo, su matrimonio es
    más importante.

    El origen de la irresponsabilidad se da en la falta de
    prioridades correctamente ordenadas. Por ejemplo, el carpintero
    no fue a pintar la puerta porque llegó su "compadre" y
    decidieron tomarse unas cervezas en lugar de ir a cumplir el
    compromiso de pintar una puerta. El carpintero tiene mal
    ordenadas sus prioridades, pues tomarse una cerveza es algo
    sin importancia que bien puede esperar, pero este hombre (y tal
    vez su familia), depende
    de su trabajo.

    La responsabilidad debe ser algo estable. Todos podemos
    tolerar la irresponsabilidad de alguien ocasionalmente. Todos
    podemos caer fácilmente alguna vez en la
    irresponsabilidad. Empero, no todos toleraremos la
    irresponsabilidad de alguien durante mucho tiempo. La confianza
    en una persona en cualquier tipo de relación (laboral,
    familiar o amistosa) es fundamental, pues es una correspondencia
    de deberes. Es decir, yo cumplo porque la otra persona
    cumple.

    El costo de la
    irresponsabilidad es muy alto. Para el carpintero significa
    perder el trabajo, para el marido que quiso pasarse un buen rato
    puede ser la separación definitiva de su esposa, para el
    gobernante que usó mal los recursos públicos puede
    ser la cárcel.

    La responsabilidad es un valor, porque gracias a ella
    podemos convivir en sociedad de una manera pacífica y
    equitativa. La responsabilidad en su nivel más elemental
    es cumplir con lo que se ha comprometido, o la ley hará
    que se cumpla. Pero hay una responsabilidad mucho más
    sutil (y difícil de vivir), que es la del plano
    moral.

    Si le prestamos a un amigo un libro y no lo
    devuelve, o si una persona nos deja plantada esperándole,
    entonces perdemos la fe y la confianza en ella. La pérdida
    de la confianza termina con las relaciones de cualquier tipo: el
    chico que a pesar de sus múltiples promesas sigue
    obteniendo malas notas en la escuela, el
    marido que ha prometido no volver a emborracharse, el novio que
    sigue coqueteando con otras chicas o el amigo que suele dejarnos
    plantados. Todas esta conductas terminarán, tarde o
    temprano y dependiendo de nuestra propia tolerancia hacia
    la irresponsabilidad, con la relación.

    Ser responsable es asumir las consecuencias de nuestra
    acciones y
    decisiones. Ser responsable también es tratar de que todos
    nuestros actos sean realizados de acuerdo con una noción
    de justicia y de cumplimiento del deber en todos los
    sentidos.

    Los valores son los cimientos de nuestra convivencia
    social y personal. La responsabilidad es un valor, porque de ella
    depende la estabilidad de nuestras relaciones. La responsabilidad
    vale, porque es difícil de alcanzar.

    ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra
    responsabilidad?

    El primer paso es percatarnos de que todo cuanto
    hagamos, todo compromiso, tiene una consecuencia que depende de
    nosotros mismos. Nosotros somos quienes decidimos.

    El segundo paso es lograr de manera estable, habitual,
    que nuestros actos correspondan a nuestras promesas. Si
    prometemos "hacer lo correcto" y no lo hacemos, entonces no hay
    responsabilidad.

    El tercer paso es educar a quienes están a
    nuestro alrededor para que sean responsables. La actitud
    más sencilla es dejar pasar las cosas: olvidarse del
    carpintero y conseguir otro, hacer yo mismo el trabajo de
    plomería, despedir al empleado, romper la relación
    afectiva. Pero este camino fácil tiene su propio nivel de
    responsabilidad, porque entonces nosotros mismos estamos siendo
    irresponsables al tomar el camino más ligero.
    ¿Qué bien le hemos hecho al carpintero al
    despedirlo? ¿Realmente romper con la relación era
    la mejor solución? Incluso podría parecer que es
    "lo justo" y que estamos haciendo "lo correcto". Sin embargo,
    hacer eso es caer en la irresponsabilidad de no cumplir nuestro
    deber y ser iguales al carpintero, al gobernante que hizo mal las
    cosas o al marido infiel. ¿Y cual es ese deber? La
    responsabilidad de corregir.

    El camino más difícil, pero que a la larga
    es el mejor, es el educar al irresponsable. ¿No vino el
    carpintero? Entonces, a ir por él y hacer lo que sea
    necesario para asegurarnos de que cumplirá el trabajo.
    ¿Y el plomero? Hacer que repare sin costo el desperfecto
    que no arregló desde la primera vez. ¿Y con la
    pareja infiel? Hacerle ver la importancia de lo que ha hecho, y
    todo lo que depende de la relación. ¿Y con el
    gobernante que no hizo lo que debía? Utilizar los medios
    de protesta que confiera la ley para que esa persona responda por
    sus actos.

    Vivir la responsabilidad no es algo cómodo, como
    tampoco lo es el corregir a un irresponsable. Sin embargo,
    nuestro deber es asegurarnos de que todos podemos convivir
    armónicamente y hacer lo que esté a nuestro alcance
    para lograrlo.

    ¿Qué no es fácil? Si todos
    hiciéramos un pequeño esfuerzo en vivir y corregir
    la responsabilidad, nuestra sociedad, nuestros países y
    nuestro mundo serían diferentes.

    Sí, es difícil, pero vale la
    pena.

     

     

    Alicia Morales V.

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