Indice
1.
Introducción
2. Rasgos Biográficos del
Autor
3. El Género
4. Los Temas
5. Los Argumentos
6. Los Personajes
7. Rasgos Espaciales, Temporales y
Estilográficos
8. Epílogo
9. Bibliografía
Consultada
Después de treinta años de
prolífica labor literaria, con millones de libros
vendidos en todo el mundo, calificar a Stephen King de "el
maestro del terror" es como decir que a Einstein se le daban bien
las matemáticas. Desde la aparición de
Carrie en 1974 hasta Dreamcatcher (Cazador de Sueños) en
2001, King ha sido el referente por excelencia de un género que
extrañaba el magnetismo
narrativo y la magia argumental de los genios de antaño.
Su cautivante prosa, sus fantásticos argumentos, sus
personajes de carne y hueso y su habilidad para mantener al
lector en vilo hasta el final no sólo han facilitado la
tarea del público al enfrentar una góndola de
librería sino que también han provisto de un nuevo
término para aquellos críticos del arte escrito que
deben ponderar una obra de ficción: kingniano. En efecto,
si es posible caracterizar una historia de suspenso a la
manera de Alfred Hitchcock o una policial al estilo de Agatha
Christie, sin duda es lícito halagar un relato de terror
al estilo de Stephen King.
El objeto de este ensayo es
analizar los componentes de la novela
kingniana tanto desde la perspectiva del escritor como del
lector, no para elaborar una receta del éxito
(lo cual es una utopía conocida para todo autor que se
proponga escribir "a la manera de", como así
también por los lectores que los sufren), sino para
conocer cuáles son las claves que han hecho de Stephen
King el Einstein de la narrativa de terror.
2. Rasgos
Biográficos del Autor
Stephen King nació en Maine, Estados Unidos,
en 1947. Trabajó como profesor de literatura inglesa y tras el
éxito de su primer novela, Carrie,
se dedicó exclusivamente a su carrera de escritor. Es
autor de alrededor de cuarenta novelas, varias
de las cuales han sido adaptadas al cine.
Está casado con Tabitha King, también novelista, y
es padre de tres hijos.
De niño Stephen sentía predilección por las
novelas y películas de terror; él mismo dice que se
educó en el amor a la
noche y los ataúdes que no se quedan quietos. Escribe
novelas de terror simplemente porque es un tema que lo apasiona
tanto o más que a sus millones de lectores, lo lleva en la
sangre. En On
Writing lo explica con estas palabras: "Cuando me preguntan por
qué decidí escribir lo que escribo, siempre pienso
que es una pregunta más reveladora que cualquier respuesta
que pueda dar. Es como esas barritas de chocolate con caramelo
dentro: encubre la suposición de que es el escritor quien
controla sus materiales, no
al revés."
De modo que no hay que darle muchas vueltas al asunto: King
escribe novelas de terror porque eso es lo que le sale cuando se
sienta frente a la hoja en blanco. Elaborar un perfil
psicológico de King a fin de establecer los motivos de su
vocación por el terror es una tarea que escapa a la
intención de este trabajo y, por otro lado, destinada al
fracaso desde el momento en que no tenemos al autor sentado en
una diván para analizarlo. Así como hay autores que
desarrollan su imaginación en otros tópicos
(campañas militares, armas
biológicas, viajes, la
historia, el universo
intergaláctico, etc.), King crea situaciones
fantásticas en escenarios cotidianos, con personajes
simples y reconocidos de la sociedad
occidental, por lo que la comprensión del contexto y la
identificación de los protagonistas no requiere ninguna
concesión a nivel consciente por parte del autor, lo que
en definitiva redunda en la elaboración conjunta entre
escritor y lector del atributo más necesario de una novela
de terror: la verosimilitud.
Las novelas de King no presentan la dificultad de otras
obras contemporáneas a la hora de clasificarlas de acuerdo
al género, los críticos de todo el mundo se
refieren al autor como el "maestro del terror" y poco queda por
agregar. No obstante, conviene aclarar que si bien todas sus
obras se caracterizan por la inclusión de situaciones o
personajes extraordinarios, King utiliza con auténtica
maestría recursos de la
narrativa policial que resultan necesarios para mantener la
pulsión devoradora de páginas de sus lectores,
convirtiendo a sus obras en verdaderos thrillers de
acción, suspenso y terror.
Sin duda uno de los factores que más ha
contribuido al éxito de las novelas de Stephen King es la
selección temática: en general son
tópicos simples, conocidos por todos (en particular por la
sociedad norteamericana); la habilidad del autor reside
precisamente en sacar una historia fantástica, aterradora,
en un tópico que de rutinario hasta nos resulta
aburrido.
En su trabajo On Writing (traducido al castellano
"Mientras escribo" por la misma clase de traductores que no dudan
en subtitular "Día de Furia" a la película "Falling
Down"), King habla de los temas de la vida que le resultan lo
suficientemente interesantes para impulsarlo a escribir una o
varias novelas al respecto: a) la imposibilidad de cerrar
tecnocaja de Pandora una vez abierta (Apocalipsis, Tommyknockers,
Ojos de Fuego); b) la cuestión de por qué, si hay
un Dios, ocurren cosas tan horribles (Apocalipsis,
Desesperación, La Milla Verde); c) la delgada línea
divisoria entre realidad y fantasía (La Mitad Oscura, Un
Saco de Huesos, La
Invocación); d) la violencia (El
Resplandor, La Mitad Oscura); e) las diferencias fundamentales
entre niños y
adultos (It–Eso, La chica que amaba a Tom Gordon, Un Saco
de Huesos); y f) el poder curativo
de la imaginación.
El mismo King advierte que, desde la perspectiva del escritor, el
análisis del tema de una novela no debe
abordarse sino hasta haber redactado la primera versión:
"Empezar por las cuestiones e inquietudes temáticas es una
de las recetas de la mala narrativa, la buena siempre empieza por
la historia (el argumento)". Desde la perspectiva del tema, poco
lectores se sentirían tentados por el tópico de
"Carrie" (el primer éxito literario de King), que sin
embargo vendió millones de copias en todo el mundo.
Veamos: una joven adolescente que carece de la contención
de un entorno familiar normal sufre el rechazo y las burlas de
sus semejantes. Es una situación harto frecuente en el
mundo occidental y no sería insensato afirmar que la
mayoría de los adultos han visto de cerca (o, incluso, han
sufrido) las miserias de ser la chica o el chico menos popular de
la escuela , del
barrio o del club. Asimismo sabemos, por experiencia propia o
ajena, que la infelicidad de ser el hazmerreír de tus
compañeros puede convertirse en un verdadero suplicio si
no se dispone de un entorno familiar que cumpla una función de
anclaje y restituya la perspectiva real de las cosas (en otras
palabras, un padre y/o una madre que valore las pavadas adolescentes
en su verdadera dimensión: pavadas de adolescentes). A
ningún lector le costará mucho ponerse en los
zapatos de Carrie (o pensar en aquella compañera de
estudios que los demás siempre hacían objeto de
burlas), y aquí es donde el escritor espolvorea su magia
con un argumento que la convierte en una historia cruenta y
fascinante: sólo tiene que llevar las cosas lo
suficientemente lejos para que se escapen de control y agregar
un extraordinario poder telequinético a la víctima
para que sobrevenga… la brutal venganza, ¿qué
más?
En resumen, los tópicos temáticos de las novelas de
King refieren inquietudes o cuestiones conocidas por todos y es
por ello que el lector, tal vez en un plano secundario durante
la lectura, se
identifica con la historia. Los temas en sí no tienen nada
de terrorífico, aunque sí sus fantásticos
argumentos y sus verosímiles personajes.
Considerando entonces que los temas de los libros de
King constituyen tópicos de interés
universal, cabe asumir que el secreto con que cautiva a millones
de lectores en todo el mundo reside en sus increíbles
argumentos (hipótesis que, como veremos más
adelante, es cierta en parte). Quien conoce la obra de King y
acaba de enterarse de que él no se inspira de modo
conciente en un tema concreto al
abordar una página en blanco, probablemente tampoco se
sorprenderá de que no utilice un esquema argumental
prefijado. No es que nunca haya preparado una sinopsis previa,
pero prefiere "la narrativa que se hace sola a partir de una
situación, la tarea del escritor es proporcionarle una
tierra de
cultivo".
La pregunta con que más han torturado a Stephen King a lo
largo de su carrera sin duda es: ¿de dónde sacas
las ideas? Por lo general no hay una respuesta que satisfaga por
entero a los reporteros ni a sus lectores, en todo caso no queda
más que decir que es un hombre
observador, curioso e imaginativo. King considera a los
argumentos como fósiles enterrados, y la habilidad del
escritor reside en desenterrarlos de la mejor manera posible.
Para él los fósiles enterrados suelen ser
situaciones, y confiesa que con frecuencia no prevé si
hallará un simple hueso o el esqueleto de un dinosaurio.
No parte de una elaborada trama argumental sino de un estado de
cosas cuyo devenir va descubriendo a medida que avanza en la
narración. La situación inicial, no obstante, casi
siempre contiene factores sobrenaturales o personajes con
capacidades extraordinarias que harán de la historia una
narración fascinante: adolescentes con poderes
telequinéticos (Carrie), automóviles malignos
(Christine), cementerios que devuelven la vida a los muertos
(Cementerio de Animales),
hoteles (El Resplandor) o casas de
campo (Un Saco de Huesos) que hospedan fantasmas perversos,
maestros clarividentes (La Zona Muerta), gitanos hechiceros
(Maleficio)…
En general los argumentos de King pueden resumirse en una
oración que describe una situación concreta. Por
ejemplo: mujer maniatada y
aislada en un dormitorio (El Juego de
Gerald), escritor malherido secuestrado por fanática
demente (Misery), niña perdida en el bosque (La Chica que
Amaba a Tom Gordon), escritor viudo en casa encantada (Un Saco de
Huesos, que es similar a la situación planteada en El
Resplandor: escritor fracasado y alcohólico en un hotel
encantado), madre y niño atrapados en un coche en zona
rural acechados por un perrazo rabioso (Cujo). El autor asevera
en On Writing que las situaciones que le han servido de eje
argumental para la elaboración de sus narraciones pueden
exponerse mediante una pregunta en condicional:
¿Qué pasaría si los vampiros invadieran un
pueblecito de Nueva Inglaterra?
¿Y si un policía enloqueciera y empezara a matar a
cualquier persona que se
cruzara en su camino? ¿Y si el personaje de un escritor de
novelas de terror cobrara vida y anduviera por la vida haciendo
las mismas cosas horribles que hacía en la
ficción?
Stephen King no es un escritor que se siente frente a la pantalla
del ordenador y comience a masajearse las sienes como si
estuviera frotando una lámpara mágica de la cual
saldrá un argumento predestinado a convertirse en un
éxito literario. En todo caso, es una persona que al
caminar por un puente de tablas crujientes (observación) se preguntará
(curiosidad) qué pasaría (imaginación) si un
hombre de ciento veinte kilos pasara por allí y una tabla
se partiera. (Tal vez el gordo caería al río, la
tabla se reconstituiría de inmediato, y el tipo
sería chupado por un remolino mágico que lo
conduciría a una dimensión desconocida donde se
encontraría con toda una civilización de personas
desaparecidas…).
En los últimos años los argumentos de King adolecen
de una notoria carencia de la rudeza terrorífica y cruenta
de los ochenta y parte de los noventa. Repasemos por ejemplo los
tópicos de sus últimas novelas: La Milla Verde
(hombre inocente acusado de homicidio y
puesto en prisión), Un Saco de Huesos (escritor viudo
intenta rehacer su vida en casa embrujada), La Chica que Amaba a
Tom Gordon (niña perdida en el bosque), las tres historias
de Corazones en la Atlántida (el triste destino terrenal
de un niño envuelto en una reyerta intergaláctica,
un grupo de
estudiantes de los sesenta sufre en perspectiva la guerra de
Vietnam, un astuto veterano de guerra
sobrelleva con éxito una vida de doble personalidad).
Como tantos escritores que presienten que la hora de despedirse
de su fiel público está cerca y sienten la
súbita necesidad de dejar un mensaje de esperanza a las
próximas generaciones (pues al fin y al cabo Stephen King
es padre y abuelo), estas novelas combinan desgracias corrientes
con actitudes
heroicas de personajes distantes.
¿Se trata de una actitud
natural de los escritores en el otoño de sus vidas?
Sea cual fuere la respuesta, no es lo que los
terror–maníacos esperan de King. En Un Saco de
Huesos la esposa de Mike, un escritor de nivel medio que sin ser
multimillonario ha hecho una fortuna considerable, muere de
improviso y lo deja con una serie de incertidumbres respecto de
la fidelidad de su cónyuge y una vida sin sentido en una
casa de campo que encierra los fantasmas de tenebrosos personajes
pretéritos. Al mismo tiempo se
encuentra con una joven viuda a la que su maligno suegro (un
poderoso magnate de la informática) pretende despojar de su
única hija. La historia va de enredos legales en los que
Mike invierte su naturaleza
bondadosa y sus billetes para salvar a la simpática
niña (que posee limitados poderes extrasensoriales) y su
madre (bella, joven y viuda) del maléfico abuelo y su
siniestra ayudante, mientras que en la casa convive con
fenómenos paranormales que de algún modo se
relacionan con su esposa, con la niña y con la
genealogía del escritor. Como es previsible, todo termina
bien: la esposa de Mike era en efecto una santa, el abuelo
perverso muere y también la madre de la niña (que
hereda la fortuna de su abuelo), por lo que Mike la
adoptará. En definitiva el amante de las obras de terror,
aquellos que han seguido a King desde su infancia
literaria, tiene que conformarse con las palabras que durante la
noche se forman en la puerta de la nevera con las letras
imantadas, los tintineos de la campanilla del alce embalsamado en
la sala de estar, y un saco de huesos desenterrado durante una
tormenta. Toda una desilusión para lectores que no
están habituados a ver dos o tres botones de muestra sino un
depósito de prendas enteras.
Lo mismo puede decirse de La Chica que Amaba a Tom Gordon,
Trisha, que además de perdida en un bosque interminable
sufre la persecución de un oso hambriento, y de Corazones
en la Antlátida, donde King amaga un buen comienzo con
Hampones con Chaquetas Amarillas pero que termina siendo una
excusa para que el autor pueda ofrecer su versión de los
sesenta, la guerra de Vietnam y su legado a la sociedad
norteamericana.
¿Qué pasó con la gente que mueve cosas con
la mente, con los clarividentes que planean asesinar un futuro
magnicida, con esa cosa abominable que se alimenta de
niños en Derry, con los coches que se restauran solos, con
los gordos que pierden peso hasta la muerte?
Para alivio de los amantes del género el último
libro de King,
Cazador de Sueños (Dreamcatcher), parece ser tan capaz de
erizar los pelos como sus obras clásicas. Hay conexiones
psíquicas, poderes sobrenaturales, mutantes malignos y
todas esas delicias que sus lectores tanto disfrutan. Aún
es temprano para evaluar el éxito de Dreamcatcher, aunque
los críticos ya prevén que venderá su
acostumbrada millonada. No obstante es de notar que los
críticos de King, que convinieron que Desesperación
(1996) fue su último libro de auténtico terror,
coinciden en que Dreamcatcher constituye el esperado regreso a
las fuentes pero,
al mismo tiempo, lo critican por producir más de lo mismo
(novelas de terror).
De acuerdo a Stephen King todos los relatos o novelas
constan de tres partes: la narración, la descripción y el diálogo,
prerrogativa exclusiva de los personajes. Si las situaciones
extraordinarias insertas en un marco de referencia común y
conocido constituyen la piedra de toque de la narrativa con la
que el autor ha sabido llegar a una heterogénea masa de
lectores, la creación de sus personajes son el guante con
que acaricia esa piedra de toque. Sin duda son los personajes de
Stephen King los que convierten a sus novelas en historias
verosímiles, en situaciones que podrían ocurrirle a
la enfermera del centro vecinal, a los compañeros de
estudio de tu hijo (o a tu hijo), al ermitaño extravagante
que vive en la solitaria casa de la colina, al maestro de los
chicos, al mecánico del taller… Incluso a tu esposa o a
ti mismo.
En el último capítulo de On Writing King relata un
accidente casi fatal que sufrió en el verano del 2000 y
cómo consiguió sobreponerse a la tragedia con la
ayuda de su oficio de escritor. Stephen salió a dar un
paseo de rutina en el oeste de Maine, cuyo último tramo
incluía un kilómetro y medio por el arcén de
la carretera principal, pero al poco rato lo arrolló una
camioneta que un tal Bryan Smith conducía por la cuneta.
Dice el autor:
"Smith ve que estoy despierto y me dice que ha pedido ayuda. Se
expresa con calma y hasta con jovialidad. Sentado en la piedra y
con el bastón en las rodillas, pone una cara entre
resignada y compungida, como diciendo: ‘¡Pero
qué mala pata hemos tenido!’ Su partida con Bullet
(el perro de Smith) del camping donde estaba instalado se
debía al impulso de comprar ‘unas cuantas barras de
chocolate’. Me entero del detalle después de unas
semanas, y pienso que ha estado a punto de matarme un personaje
de novela mía. Casi tiene gracia."
Stephen King no debería sorprenderse de tropezar en la
vida real con un personaje de su invención, ya que
precisamente sus protagonistas de ficción son fieles
reflejos de personas de carne y hueso. Si pone un policía,
pues hablará y actuará como un policía
(honesto o corrupto, pero policía al fin). Si pone un
adolescente de clase media que asiste a una escuela secundaria
privada, pues jugará al fútbol americano en el
equipo de la escuela y usará el mismo lenguaje
coloquial y resentido de los chicos de su edad. Si pone un
escritor, pues su discurso
será más culto que el del resto de los
protagonistas. Al hablar por boca de sus protagonistas, o al
meterse en los (si acaso) retorcidos vericuetos de sus mentes,
Stephen tiene una sola meta: ser sincero. Es decir, sabe que es
más bien improbable que una persona como el señor
Smith exclame "¡Caray!" o "¡Rayos!" al machucarse un
dedo queriendo colgar un cuadro, y aplica ese conocimiento
(que por otra parte es común a todo el mundo) al hacer
hablar o pensar a los personajes de su narrativa. En un pasaje de
On Writing King cuenta que su madre no aprobaba los tacos
(decía que eran "el lenguaje de
los ignorantes"), pero eso no le impedía gritar
"¡Joder!" cuando se le quemaba una torta.
El mismo Stephen King dice que en la vida real no hay malos y
buenos, en la vida real todos somos protagonistas, y aquel
escritor que logre trasladar esta actitud a la narrativa
estará a un paso de evitar "la trampa de crear monigotes
unidemensionales como los que pueblan mucha narrativa popular".
En otras palabras: resulta más creíble, más
real, la psicópata Annie Wilkes de Misery (que es una
mujer incapaz de soltar exabruptos pero que no tiene el menor
reparo en cortarle el pie a su escritor favorito para atajar una
tentativa de huida) que un muchacho que domina el Lenguaje
Universal y habla con su Corazón,
con el Viento y con el Sol.
La habilidad de King para infundir vida a sus personajes parece
cosa de magia, pero él mismo (tal vez impulsado por el
deseo pedagógico de contribuir a una mejor narrativa
popular) se ha encargado de mostrar los trucos que esconde en su
chistera: prestar atención a lo que hace la gente y contar la
verdad. Los buenos escritores no se conforman con ver que el
almacenero tiene la costumbre de hurgarse la nariz, pues es algo
que también han advertido los malos escritores, pero
sí se atreven a incluir el incidente en sus obras.
Un recurso al que King apela con frecuencia a la hora de
caracterizar personajes es el uso de la descripción y el
flujo de conciencia,
generalmente con la intención de referir el estado de
ánimo del protagonista. King evita caer en descripciones
omniscientes, vicio muy común de los escritores perezosos
que acuñan frases como "Annie amaneció deprimida" o
"Annie parecía tener un peor día que lo habitual",
prefiriendo en su lugar recrear un ambiente
lóbrego y enseñar a una mujer callada y con el pelo
sucio devorando galletas con avidez, permitiendo al lector que
deduzca por sí mismo que Annie se halla en estado
depresivo.
Una figura repetida en las novelas de King es el escritor como
protagonista principal de la historia: El Resplandor,
It–Eso, Misery, Los Tommyknockers, La Mitad Siniestra, Un
Saco de Huesos. Esta recurrencia tiene una justificación
bastante sencilla, que el mismo autor explica de modo indirecto
en On Writing. Al hablar de la duda que sufren la mayoría
de las personas que sienten el deseo de escribir al enfrentar una
hoja en blanco, ¿de qué escribo?, King aconseja
empezar por sobre lo que se conoce. Advierte, no obstante, que es
un buen artilugio para dar el paso inicial pero que no es
aconsejable tomar esta práctica como norma ya que puede
funcionar como cerrojo de la imaginación; es decir:
¿qué pasa si deseo escribir sobre colonias
extraterrestres o si en la historia debo incluir un
psicópata que cree que Dios le ha ordenado exterminar la
humanidad para propulsar el comienzo de una nueva era? King pone
el ejemplo de John Grisham y su primer éxito, La Tapadera,
que cuenta de un joven abogado que descubre que su primer
empleo, que al
principio parecía un sueño, consiste en trabajar
para la mafia. Argumentos al margen, antes de ser un escritor
profesional Grisham era abogado y, por más efímeras
que hayan sido sus incursiones en el mundillo legal, sabe de lo
que habla. Lo mismo puede decirse de King, que estudió en
la universidad de
Maine y trabajó como profesor de literatura inglesa pero
que desde niño practicaba el arte de escribir y es, por
tanto, la profesión que mejor conoce. No es de
extrañar entonces que los protagonistas de sus novelas
sean escritores. Por otra parte y sin caer en el aburrido
detallismo de manual con el que
Tom Clancy, por ejemplo, describe una reunión de gabinete
con el presidente de los Estados Unidos, King aprovecha las
peripecias de sus escritores–protagonistas para relatar los
pormenores del oficio, cosa que parece agradar a sus
lectores.
7. Rasgos Espaciales,
Temporales y Estilográficos
Salvo raras excepciones, las historias de King
transcurren en diversas ciudades del Estado de Maine, Estados
Unidos (Derry, New Haven, Bangor), de donde él es
oriundo.
Con excepción de Corazones en la Atlántida, cuya
historia principal (Hampones con Chaquetas Amarillas) se remonta
a principios de
la década del sesenta y no transcurre en la
Atlántida sino en Harwich, Connecticut, normalmente el
tiempo en el que transcurren las novelas de King coinciden con el
del autor. Es decir que si en 1978 se sienta frente al procesador de
textos y escribe sobre la extinción de la humanidad
por culpa de un virus
desbastador, no siente la necesidad bradburyiana de situar la
novela en un futuro ultra tecnológico sino que mira a los
costados y arma la historia a la medida de la situación
contemporánea. Es por eso que suele ponderarse el poder
semántico de la iconografía de King, porque sus
monstruos no son engendros de reptiles surgidos de primitivos
pozos subterráneos a la manera de Lovecraft sino máquinas
de coca cola que gracias a un artilugio cósmico de
pilas comunes
y un líquido verde se abalanzan sobre protagonistas que
tienen las mismas preocupaciones cotidianas y dudas existenciales
que el lector. Al igual que sus personajes, la contemporaneidad
de las obras de King agregan verosimilitud a sus historias, lo
que en definitiva estimula las sensaciones del lector (no es algo
que le haya sucedido a un lúgubre personaje hace mucho
pero mucho tiempo, es algo que le está pasando
–ahora– a una persona de carne y hueso, ¡si
hasta ven los mismos programas de
televisión
que nosotros!).
La narrativa de King se caracteriza por ser de fácil
entendimiento, amena y a veces divertida. Los críticos
coinciden en que a través de los años la calidad de la
prosa de King ha mejorado de forma notoria, lo cual no sorprende
considerando que el autor afirma: "Si quieres ser escritor, lo
primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho". Con
frecuencia hace referencia a obras de terceros en sus propios
libros (sus protagonistas, en particular los
escritores–protagonistas, son de leer mucho), sin duda
obras que él ha leído. En cuanto a que escribe
mucho… Bueno, poco más de cuarenta obras en menos de
treinta años parece un buen ejercicio, ¿verdad?
King disfruta tanto de las escenas divertidas como las de terror,
una combinación que no es extraña pues, salvando
las distancias, en la vida real tenemos todo tipo de sensaciones.
Hablando de su ansiedad como escritor al exponer una obra
aún inédita a la severa evaluación
de Tabitha, su esposa y crítica principal (que
también es escritora), King comenta que suele espiarla
mientras ella lee una parte que cree divertida esperando una
manifestación exterior: que pase la hoja sin inmutarse,
que esboce una simple sonrisa, o (¡eureka!) que suelte una
sonora carcajada. No sabemos qué secuencia hizo
reír a esta lectora que tiene el privilegio de probar el
pan antes de que llegue al mostrador, pero bien pudo haber sido
un pasaje de Corazones en la Atlántida en el que King
narra la escena de un grupo de estudiantes que cargan con un
muchacho inválido desde el parque nevado donde se ha
despatarrado hasta la enfermería. Uno de los muchachos, Billy,
recoge una de las muletas de Stoke y la zarandea peligrosamente
sobre su cabeza. "Baja eso, joder –le dice Nick con tono
sarcástico a la vez que se agacha–. ¿Es que
te has propuesto aplastarme los sesos?" "¿Qué
sesos?" –le pregunta Billy.
El tono ameno de las narraciones de King, si bien siempre ha sido
un rasgo distintivo de su prosa, se ha hecho más patente a
partir de "la tregua de no agresión" que inició con
Un Saco de Huesos. Sin duda, la amenidad y el buen humor es una
cualidad natural de King y ello se hace aún más
evidente en sus obras no ficticias (donde se desentiende de la
responsabilidad de ser "el maestro del terror").
On Writing abunda en alusiones directas, formuladas con toda
confianza, del autor para con sus lectores. En determinada
instancia, por ejemplo, inicia un párrafo
de la siguiente manera: "Si no hay objeción, me
gustaría aclarar algo lo antes posible". Desde el punto de
vista del contenido la frase es del todo innecesaria. Es decir:
¿qué le puede importar a Stepehn King si hay alguna
objeción? Y, por otra parte, ¿qué
objeción puede poner un lector que está escuchando
de boca del mismo King los secretos de su oficio? No hay ninguna
necesidad, cierto, pero a que todos nos sentimos halagados de que
el autor nos incluya, piense en nosotros como interlocutores con
idiosincrasia e identidad
propia, al desarrollar su discurso.
En la actualidad, con cineastas capaces de poner en
pantalla cucarachas de tres metros de altura y meteoritos que se
estrellan en la Tierra
levantando olas oceánicas que arrasan civilizaciones
completas, provocar sensaciones fuertes por medio de la palabra
escrita parece una quimera. Ya sean sensaciones agradables
(diversión, esperanza, amor, amistad, etc.) o
desagradables (terror, tensión, repulsión, odio),
para competir con el entretenimiento digerido del cine o la
televisión es necesario que el discurso escrito sea
capaz de abstraer al lector de su entorno en una suerte de trance
hipnótico en el pueda somatizar el sufrimiento, la
alegría o el terror de sus protagonistas. En este sentido,
muy pocos autores contemporáneos poseen el poder
hipnótico de la narrativa de King. No es algo que interese
a los académicos de solapas tiesas que una vez por
año se reúnen en Estocolmo para decidir
quién es "la persona que ha producido la obra más
sobresaliente de tendencia idealista", pero sin duda atañe
a los lectores de carne y hueso que premian la buena narrativa,
de terror o cualquier otro género, al seleccionar un
artículo de biblioteca.
Desafortunadamente, mucha narrativa popular (como gusta decir
King) es incapaz de competir con las distracciones ambientales
(minimizadas en las salas de cine o controladas frente al
televisor), adoleciendo de defectos narrativos que resultan
disonantes y dispersan la atención del lector. No hay
lector que pueda mantener un flujo interactivo con la obra que
tiene en sus manos si está recibiendo continuos
pellizcones del texto que
examina.
Stephen King sabe fascinar a sus lectores a través de su
prosa meticulosa, con argumentos fantásticos (macabros o
terroríficos) cuyos personajes nos resultan tan
verosímiles como los vecinos, los amigos o los
compañeros de trabajo. La obra se hace a sí misma
en la medida en que se entrecruza con las experiencias
íntimas de cada lector. Los libros de King hablan de temas
cotidianos que nos interesan, de historias donde las cosas
más extrañas le suceden a gente como tú o
tus semejantes que a veces terminan bien y, otras veces, terminan
mal. Como ocurre en la vida, donde no hay finales felices
garantizados.
9. Bibliografía
Consultada
- King Stephen: On Writing ("Mientras Escribo"). Plaza
& Janés Editores S.A., 2001. - Fornaguera Carulla María, Sánchez
Monguí José: Español y Literatura. Editorial
Santillana, 1991. - Barthes Roland: El Susurro del Lenguaje. Editorial
Paidos, 1987. - Iser Wolfang: El Acto de Leer. Editorial Taurus,
1987. - Echeto, Roberto: Hacia una Nueva Metafísica de la Escritura.
Venezuela
Analítica, 1999.
Autor:
Rubén M. Pinus