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El terror tiene nombre propio: Stephen King




Enviado por rubenpinus



    Indice
    1.
    Introducción

    2. Rasgos Biográficos del
    Autor

    3. El Género
    4. Los Temas
    5. Los Argumentos
    6. Los Personajes
    7. Rasgos Espaciales, Temporales y
    Estilográficos

    8. Epílogo
    9. Bibliografía
    Consultada

    1.
    Introducción

    Después de treinta años de
    prolífica labor literaria, con millones de libros
    vendidos en todo el mundo, calificar a Stephen King de "el
    maestro del terror" es como decir que a Einstein se le daban bien
    las matemáticas. Desde la aparición de
    Carrie en 1974 hasta Dreamcatcher (Cazador de Sueños) en
    2001, King ha sido el referente por excelencia de un género que
    extrañaba el magnetismo
    narrativo y la magia argumental de los genios de antaño.
    Su cautivante prosa, sus fantásticos argumentos, sus
    personajes de carne y hueso y su habilidad para mantener al
    lector en vilo hasta el final no sólo han facilitado la
    tarea del público al enfrentar una góndola de
    librería sino que también han provisto de un nuevo
    término para aquellos críticos del arte escrito que
    deben ponderar una obra de ficción: kingniano. En efecto,
    si es posible caracterizar una historia de suspenso a la
    manera de Alfred Hitchcock o una policial al estilo de Agatha
    Christie, sin duda es lícito halagar un relato de terror
    al estilo de Stephen King.
    El objeto de este ensayo es
    analizar los componentes de la novela
    kingniana tanto desde la perspectiva del escritor como del
    lector, no para elaborar una receta del éxito
    (lo cual es una utopía conocida para todo autor que se
    proponga escribir "a la manera de", como así
    también por los lectores que los sufren), sino para
    conocer cuáles son las claves que han hecho de Stephen
    King el Einstein de la narrativa de terror.

    2. Rasgos
    Biográficos del Autor

    Stephen King nació en Maine, Estados Unidos,
    en 1947. Trabajó como profesor de literatura inglesa y tras el
    éxito de su primer novela, Carrie,
    se dedicó exclusivamente a su carrera de escritor. Es
    autor de alrededor de cuarenta novelas, varias
    de las cuales han sido adaptadas al cine.
    Está casado con Tabitha King, también novelista, y
    es padre de tres hijos.
    De niño Stephen sentía predilección por las
    novelas y películas de terror; él mismo dice que se
    educó en el amor a la
    noche y los ataúdes que no se quedan quietos. Escribe
    novelas de terror simplemente porque es un tema que lo apasiona
    tanto o más que a sus millones de lectores, lo lleva en la
    sangre. En On
    Writing lo explica con estas palabras: "Cuando me preguntan por
    qué decidí escribir lo que escribo, siempre pienso
    que es una pregunta más reveladora que cualquier respuesta
    que pueda dar. Es como esas barritas de chocolate con caramelo
    dentro: encubre la suposición de que es el escritor quien
    controla sus materiales, no
    al revés."
    De modo que no hay que darle muchas vueltas al asunto: King
    escribe novelas de terror porque eso es lo que le sale cuando se
    sienta frente a la hoja en blanco. Elaborar un perfil
    psicológico de King a fin de establecer los motivos de su
    vocación por el terror es una tarea que escapa a la
    intención de este trabajo y, por otro lado, destinada al
    fracaso desde el momento en que no tenemos al autor sentado en
    una diván para analizarlo. Así como hay autores que
    desarrollan su imaginación en otros tópicos
    (campañas militares, armas
    biológicas, viajes, la
    historia, el universo
    intergaláctico, etc.), King crea situaciones
    fantásticas en escenarios cotidianos, con personajes
    simples y reconocidos de la sociedad
    occidental, por lo que la comprensión del contexto y la
    identificación de los protagonistas no requiere ninguna
    concesión a nivel consciente por parte del autor, lo que
    en definitiva redunda en la elaboración conjunta entre
    escritor y lector del atributo más necesario de una novela
    de terror: la verosimilitud.

    3. El
    Género

    Las novelas de King no presentan la dificultad de otras
    obras contemporáneas a la hora de clasificarlas de acuerdo
    al género, los críticos de todo el mundo se
    refieren al autor como el "maestro del terror" y poco queda por
    agregar. No obstante, conviene aclarar que si bien todas sus
    obras se caracterizan por la inclusión de situaciones o
    personajes extraordinarios, King utiliza con auténtica
    maestría recursos de la
    narrativa policial que resultan necesarios para mantener la
    pulsión devoradora de páginas de sus lectores,
    convirtiendo a sus obras en verdaderos thrillers de
    acción, suspenso y terror.

    4. Los
    Temas

    Sin duda uno de los factores que más ha
    contribuido al éxito de las novelas de Stephen King es la
    selección temática: en general son
    tópicos simples, conocidos por todos (en particular por la
    sociedad norteamericana); la habilidad del autor reside
    precisamente en sacar una historia fantástica, aterradora,
    en un tópico que de rutinario hasta nos resulta
    aburrido.
    En su trabajo On Writing (traducido al castellano
    "Mientras escribo" por la misma clase de traductores que no dudan
    en subtitular "Día de Furia" a la película "Falling
    Down"), King habla de los temas de la vida que le resultan lo
    suficientemente interesantes para impulsarlo a escribir una o
    varias novelas al respecto: a) la imposibilidad de cerrar
    tecnocaja de Pandora una vez abierta (Apocalipsis, Tommyknockers,
    Ojos de Fuego); b) la cuestión de por qué, si hay
    un Dios, ocurren cosas tan horribles (Apocalipsis,
    Desesperación, La Milla Verde); c) la delgada línea
    divisoria entre realidad y fantasía (La Mitad Oscura, Un
    Saco de Huesos, La
    Invocación); d) la violencia (El
    Resplandor, La Mitad Oscura); e) las diferencias fundamentales
    entre niños y
    adultos (It–Eso, La chica que amaba a Tom Gordon, Un Saco
    de Huesos); y f) el poder curativo
    de la imaginación.
    El mismo King advierte que, desde la perspectiva del escritor, el
    análisis del tema de una novela no debe
    abordarse sino hasta haber redactado la primera versión:
    "Empezar por las cuestiones e inquietudes temáticas es una
    de las recetas de la mala narrativa, la buena siempre empieza por
    la historia (el argumento)". Desde la perspectiva del tema, poco
    lectores se sentirían tentados por el tópico de
    "Carrie" (el primer éxito literario de King), que sin
    embargo vendió millones de copias en todo el mundo.
    Veamos: una joven adolescente que carece de la contención
    de un entorno familiar normal sufre el rechazo y las burlas de
    sus semejantes. Es una situación harto frecuente en el
    mundo occidental y no sería insensato afirmar que la
    mayoría de los adultos han visto de cerca (o, incluso, han
    sufrido) las miserias de ser la chica o el chico menos popular de
    la escuela , del
    barrio o del club. Asimismo sabemos, por experiencia propia o
    ajena, que la infelicidad de ser el hazmerreír de tus
    compañeros puede convertirse en un verdadero suplicio si
    no se dispone de un entorno familiar que cumpla una función de
    anclaje y restituya la perspectiva real de las cosas (en otras
    palabras, un padre y/o una madre que valore las pavadas adolescentes
    en su verdadera dimensión: pavadas de adolescentes). A
    ningún lector le costará mucho ponerse en los
    zapatos de Carrie (o pensar en aquella compañera de
    estudios que los demás siempre hacían objeto de
    burlas), y aquí es donde el escritor espolvorea su magia
    con un argumento que la convierte en una historia cruenta y
    fascinante: sólo tiene que llevar las cosas lo
    suficientemente lejos para que se escapen de control y agregar
    un extraordinario poder telequinético a la víctima
    para que sobrevenga… la brutal venganza, ¿qué
    más?
    En resumen, los tópicos temáticos de las novelas de
    King refieren inquietudes o cuestiones conocidas por todos y es
    por ello que el lector, tal vez en un plano secundario durante
    la lectura, se
    identifica con la historia. Los temas en sí no tienen nada
    de terrorífico, aunque sí sus fantásticos
    argumentos y sus verosímiles personajes.

    5. Los
    Argumentos

    Considerando entonces que los temas de los libros de
    King constituyen tópicos de interés
    universal, cabe asumir que el secreto con que cautiva a millones
    de lectores en todo el mundo reside en sus increíbles
    argumentos (hipótesis que, como veremos más
    adelante, es cierta en parte). Quien conoce la obra de King y
    acaba de enterarse de que él no se inspira de modo
    conciente en un tema concreto al
    abordar una página en blanco, probablemente tampoco se
    sorprenderá de que no utilice un esquema argumental
    prefijado. No es que nunca haya preparado una sinopsis previa,
    pero prefiere "la narrativa que se hace sola a partir de una
    situación, la tarea del escritor es proporcionarle una
    tierra de
    cultivo".
    La pregunta con que más han torturado a Stephen King a lo
    largo de su carrera sin duda es: ¿de dónde sacas
    las ideas? Por lo general no hay una respuesta que satisfaga por
    entero a los reporteros ni a sus lectores, en todo caso no queda
    más que decir que es un hombre
    observador, curioso e imaginativo. King considera a los
    argumentos como fósiles enterrados, y la habilidad del
    escritor reside en desenterrarlos de la mejor manera posible.
    Para él los fósiles enterrados suelen ser
    situaciones, y confiesa que con frecuencia no prevé si
    hallará un simple hueso o el esqueleto de un dinosaurio.
    No parte de una elaborada trama argumental sino de un estado de
    cosas cuyo devenir va descubriendo a medida que avanza en la
    narración. La situación inicial, no obstante, casi
    siempre contiene factores sobrenaturales o personajes con
    capacidades extraordinarias que harán de la historia una
    narración fascinante: adolescentes con poderes
    telequinéticos (Carrie), automóviles malignos
    (Christine), cementerios que devuelven la vida a los muertos
    (Cementerio de Animales),
    hoteles (El Resplandor) o casas de
    campo (Un Saco de Huesos) que hospedan fantasmas perversos,
    maestros clarividentes (La Zona Muerta), gitanos hechiceros
    (Maleficio)…
    En general los argumentos de King pueden resumirse en una
    oración que describe una situación concreta. Por
    ejemplo: mujer maniatada y
    aislada en un dormitorio (El Juego de
    Gerald), escritor malherido secuestrado por fanática
    demente (Misery), niña perdida en el bosque (La Chica que
    Amaba a Tom Gordon), escritor viudo en casa encantada (Un Saco de
    Huesos, que es similar a la situación planteada en El
    Resplandor: escritor fracasado y alcohólico en un hotel
    encantado), madre y niño atrapados en un coche en zona
    rural acechados por un perrazo rabioso (Cujo). El autor asevera
    en On Writing que las situaciones que le han servido de eje
    argumental para la elaboración de sus narraciones pueden
    exponerse mediante una pregunta en condicional:
    ¿Qué pasaría si los vampiros invadieran un
    pueblecito de Nueva Inglaterra?
    ¿Y si un policía enloqueciera y empezara a matar a
    cualquier persona que se
    cruzara en su camino? ¿Y si el personaje de un escritor de
    novelas de terror cobrara vida y anduviera por la vida haciendo
    las mismas cosas horribles que hacía en la
    ficción?
    Stephen King no es un escritor que se siente frente a la pantalla
    del ordenador y comience a masajearse las sienes como si
    estuviera frotando una lámpara mágica de la cual
    saldrá un argumento predestinado a convertirse en un
    éxito literario. En todo caso, es una persona que al
    caminar por un puente de tablas crujientes (observación) se preguntará
    (curiosidad) qué pasaría (imaginación) si un
    hombre de ciento veinte kilos pasara por allí y una tabla
    se partiera. (Tal vez el gordo caería al río, la
    tabla se reconstituiría de inmediato, y el tipo
    sería chupado por un remolino mágico que lo
    conduciría a una dimensión desconocida donde se
    encontraría con toda una civilización de personas
    desaparecidas…).
    En los últimos años los argumentos de King adolecen
    de una notoria carencia de la rudeza terrorífica y cruenta
    de los ochenta y parte de los noventa. Repasemos por ejemplo los
    tópicos de sus últimas novelas: La Milla Verde
    (hombre inocente acusado de homicidio y
    puesto en prisión), Un Saco de Huesos (escritor viudo
    intenta rehacer su vida en casa embrujada), La Chica que Amaba a
    Tom Gordon (niña perdida en el bosque), las tres historias
    de Corazones en la Atlántida (el triste destino terrenal
    de un niño envuelto en una reyerta intergaláctica,
    un grupo de
    estudiantes de los sesenta sufre en perspectiva la guerra de
    Vietnam, un astuto veterano de guerra
    sobrelleva con éxito una vida de doble personalidad).
    Como tantos escritores que presienten que la hora de despedirse
    de su fiel público está cerca y sienten la
    súbita necesidad de dejar un mensaje de esperanza a las
    próximas generaciones (pues al fin y al cabo Stephen King
    es padre y abuelo), estas novelas combinan desgracias corrientes
    con actitudes
    heroicas de personajes distantes.

    ¿Se trata de una actitud
    natural de los escritores en el otoño de sus vidas?
    Sea cual fuere la respuesta, no es lo que los
    terror–maníacos esperan de King. En Un Saco de
    Huesos la esposa de Mike, un escritor de nivel medio que sin ser
    multimillonario ha hecho una fortuna considerable, muere de
    improviso y lo deja con una serie de incertidumbres respecto de
    la fidelidad de su cónyuge y una vida sin sentido en una
    casa de campo que encierra los fantasmas de tenebrosos personajes
    pretéritos. Al mismo tiempo se
    encuentra con una joven viuda a la que su maligno suegro (un
    poderoso magnate de la informática) pretende despojar de su
    única hija. La historia va de enredos legales en los que
    Mike invierte su naturaleza
    bondadosa y sus billetes para salvar a la simpática
    niña (que posee limitados poderes extrasensoriales) y su
    madre (bella, joven y viuda) del maléfico abuelo y su
    siniestra ayudante, mientras que en la casa convive con
    fenómenos paranormales que de algún modo se
    relacionan con su esposa, con la niña y con la
    genealogía del escritor. Como es previsible, todo termina
    bien: la esposa de Mike era en efecto una santa, el abuelo
    perverso muere y también la madre de la niña (que
    hereda la fortuna de su abuelo), por lo que Mike la
    adoptará. En definitiva el amante de las obras de terror,
    aquellos que han seguido a King desde su infancia
    literaria, tiene que conformarse con las palabras que durante la
    noche se forman en la puerta de la nevera con las letras
    imantadas, los tintineos de la campanilla del alce embalsamado en
    la sala de estar, y un saco de huesos desenterrado durante una
    tormenta. Toda una desilusión para lectores que no
    están habituados a ver dos o tres botones de muestra sino un
    depósito de prendas enteras.
    Lo mismo puede decirse de La Chica que Amaba a Tom Gordon,
    Trisha, que además de perdida en un bosque interminable
    sufre la persecución de un oso hambriento, y de Corazones
    en la Antlátida, donde King amaga un buen comienzo con
    Hampones con Chaquetas Amarillas pero que termina siendo una
    excusa para que el autor pueda ofrecer su versión de los
    sesenta, la guerra de Vietnam y su legado a la sociedad
    norteamericana.
    ¿Qué pasó con la gente que mueve cosas con
    la mente, con los clarividentes que planean asesinar un futuro
    magnicida, con esa cosa abominable que se alimenta de
    niños en Derry, con los coches que se restauran solos, con
    los gordos que pierden peso hasta la muerte?
    Para alivio de los amantes del género el último
    libro de King,
    Cazador de Sueños (Dreamcatcher), parece ser tan capaz de
    erizar los pelos como sus obras clásicas. Hay conexiones
    psíquicas, poderes sobrenaturales, mutantes malignos y
    todas esas delicias que sus lectores tanto disfrutan. Aún
    es temprano para evaluar el éxito de Dreamcatcher, aunque
    los críticos ya prevén que venderá su
    acostumbrada millonada. No obstante es de notar que los
    críticos de King, que convinieron que Desesperación
    (1996) fue su último libro de auténtico terror,
    coinciden en que Dreamcatcher constituye el esperado regreso a
    las fuentes pero,
    al mismo tiempo, lo critican por producir más de lo mismo
    (novelas de terror).

    6. Los
    Personajes

    De acuerdo a Stephen King todos los relatos o novelas
    constan de tres partes: la narración, la descripción y el diálogo,
    prerrogativa exclusiva de los personajes. Si las situaciones
    extraordinarias insertas en un marco de referencia común y
    conocido constituyen la piedra de toque de la narrativa con la
    que el autor ha sabido llegar a una heterogénea masa de
    lectores, la creación de sus personajes son el guante con
    que acaricia esa piedra de toque. Sin duda son los personajes de
    Stephen King los que convierten a sus novelas en historias
    verosímiles, en situaciones que podrían ocurrirle a
    la enfermera del centro vecinal, a los compañeros de
    estudio de tu hijo (o a tu hijo), al ermitaño extravagante
    que vive en la solitaria casa de la colina, al maestro de los
    chicos, al mecánico del taller… Incluso a tu esposa o a
    ti mismo.
    En el último capítulo de On Writing King relata un
    accidente casi fatal que sufrió en el verano del 2000 y
    cómo consiguió sobreponerse a la tragedia con la
    ayuda de su oficio de escritor. Stephen salió a dar un
    paseo de rutina en el oeste de Maine, cuyo último tramo
    incluía un kilómetro y medio por el arcén de
    la carretera principal, pero al poco rato lo arrolló una
    camioneta que un tal Bryan Smith conducía por la cuneta.
    Dice el autor:
    "Smith ve que estoy despierto y me dice que ha pedido ayuda. Se
    expresa con calma y hasta con jovialidad. Sentado en la piedra y
    con el bastón en las rodillas, pone una cara entre
    resignada y compungida, como diciendo: ‘¡Pero
    qué mala pata hemos tenido!’ Su partida con Bullet
    (el perro de Smith) del camping donde estaba instalado se
    debía al impulso de comprar ‘unas cuantas barras de
    chocolate’. Me entero del detalle después de unas
    semanas, y pienso que ha estado a punto de matarme un personaje
    de novela mía. Casi tiene gracia."
    Stephen King no debería sorprenderse de tropezar en la
    vida real con un personaje de su invención, ya que
    precisamente sus protagonistas de ficción son fieles
    reflejos de personas de carne y hueso. Si pone un policía,
    pues hablará y actuará como un policía
    (honesto o corrupto, pero policía al fin). Si pone un
    adolescente de clase media que asiste a una escuela secundaria
    privada, pues jugará al fútbol americano en el
    equipo de la escuela y usará el mismo lenguaje
    coloquial y resentido de los chicos de su edad. Si pone un
    escritor, pues su discurso
    será más culto que el del resto de los
    protagonistas. Al hablar por boca de sus protagonistas, o al
    meterse en los (si acaso) retorcidos vericuetos de sus mentes,
    Stephen tiene una sola meta: ser sincero. Es decir, sabe que es
    más bien improbable que una persona como el señor
    Smith exclame "¡Caray!" o "¡Rayos!" al machucarse un
    dedo queriendo colgar un cuadro, y aplica ese conocimiento
    (que por otra parte es común a todo el mundo) al hacer
    hablar o pensar a los personajes de su narrativa. En un pasaje de
    On Writing King cuenta que su madre no aprobaba los tacos
    (decía que eran "el lenguaje de
    los ignorantes"), pero eso no le impedía gritar
    "¡Joder!" cuando se le quemaba una torta.
    El mismo Stephen King dice que en la vida real no hay malos y
    buenos, en la vida real todos somos protagonistas, y aquel
    escritor que logre trasladar esta actitud a la narrativa
    estará a un paso de evitar "la trampa de crear monigotes
    unidemensionales como los que pueblan mucha narrativa popular".
    En otras palabras: resulta más creíble, más
    real, la psicópata Annie Wilkes de Misery (que es una
    mujer incapaz de soltar exabruptos pero que no tiene el menor
    reparo en cortarle el pie a su escritor favorito para atajar una
    tentativa de huida) que un muchacho que domina el Lenguaje
    Universal y habla con su Corazón,
    con el Viento y con el Sol.
    La habilidad de King para infundir vida a sus personajes parece
    cosa de magia, pero él mismo (tal vez impulsado por el
    deseo pedagógico de contribuir a una mejor narrativa
    popular) se ha encargado de mostrar los trucos que esconde en su
    chistera: prestar atención a lo que hace la gente y contar la
    verdad. Los buenos escritores no se conforman con ver que el
    almacenero tiene la costumbre de hurgarse la nariz, pues es algo
    que también han advertido los malos escritores, pero
    sí se atreven a incluir el incidente en sus obras.
    Un recurso al que King apela con frecuencia a la hora de
    caracterizar personajes es el uso de la descripción y el
    flujo de conciencia,
    generalmente con la intención de referir el estado de
    ánimo del protagonista. King evita caer en descripciones
    omniscientes, vicio muy común de los escritores perezosos
    que acuñan frases como "Annie amaneció deprimida" o
    "Annie parecía tener un peor día que lo habitual",
    prefiriendo en su lugar recrear un ambiente
    lóbrego y enseñar a una mujer callada y con el pelo
    sucio devorando galletas con avidez, permitiendo al lector que
    deduzca por sí mismo que Annie se halla en estado
    depresivo.
    Una figura repetida en las novelas de King es el escritor como
    protagonista principal de la historia: El Resplandor,
    It–Eso, Misery, Los Tommyknockers, La Mitad Siniestra, Un
    Saco de Huesos. Esta recurrencia tiene una justificación
    bastante sencilla, que el mismo autor explica de modo indirecto
    en On Writing. Al hablar de la duda que sufren la mayoría
    de las personas que sienten el deseo de escribir al enfrentar una
    hoja en blanco, ¿de qué escribo?, King aconseja
    empezar por sobre lo que se conoce. Advierte, no obstante, que es
    un buen artilugio para dar el paso inicial pero que no es
    aconsejable tomar esta práctica como norma ya que puede
    funcionar como cerrojo de la imaginación; es decir:
    ¿qué pasa si deseo escribir sobre colonias
    extraterrestres o si en la historia debo incluir un
    psicópata que cree que Dios le ha ordenado exterminar la
    humanidad para propulsar el comienzo de una nueva era? King pone
    el ejemplo de John Grisham y su primer éxito, La Tapadera,
    que cuenta de un joven abogado que descubre que su primer
    empleo, que al
    principio parecía un sueño, consiste en trabajar
    para la mafia. Argumentos al margen, antes de ser un escritor
    profesional Grisham era abogado y, por más efímeras
    que hayan sido sus incursiones en el mundillo legal, sabe de lo
    que habla. Lo mismo puede decirse de King, que estudió en
    la universidad de
    Maine y trabajó como profesor de literatura inglesa pero
    que desde niño practicaba el arte de escribir y es, por
    tanto, la profesión que mejor conoce. No es de
    extrañar entonces que los protagonistas de sus novelas
    sean escritores. Por otra parte y sin caer en el aburrido
    detallismo de manual con el que
    Tom Clancy, por ejemplo, describe una reunión de gabinete
    con el presidente de los Estados Unidos, King aprovecha las
    peripecias de sus escritores–protagonistas para relatar los
    pormenores del oficio, cosa que parece agradar a sus
    lectores.

    7. Rasgos Espaciales,
    Temporales y Estilográficos

    Salvo raras excepciones, las historias de King
    transcurren en diversas ciudades del Estado de Maine, Estados
    Unidos (Derry, New Haven, Bangor), de donde él es
    oriundo.
    Con excepción de Corazones en la Atlántida, cuya
    historia principal (Hampones con Chaquetas Amarillas) se remonta
    a principios de
    la década del sesenta y no transcurre en la
    Atlántida sino en Harwich, Connecticut, normalmente el
    tiempo en el que transcurren las novelas de King coinciden con el
    del autor. Es decir que si en 1978 se sienta frente al procesador de
    textos y escribe sobre la extinción de la humanidad
    por culpa de un virus
    desbastador, no siente la necesidad bradburyiana de situar la
    novela en un futuro ultra tecnológico sino que mira a los
    costados y arma la historia a la medida de la situación
    contemporánea. Es por eso que suele ponderarse el poder
    semántico de la iconografía de King, porque sus
    monstruos no son engendros de reptiles surgidos de primitivos
    pozos subterráneos a la manera de Lovecraft sino máquinas
    de coca cola que gracias a un artilugio cósmico de
    pilas comunes
    y un líquido verde se abalanzan sobre protagonistas que
    tienen las mismas preocupaciones cotidianas y dudas existenciales
    que el lector. Al igual que sus personajes, la contemporaneidad
    de las obras de King agregan verosimilitud a sus historias, lo
    que en definitiva estimula las sensaciones del lector (no es algo
    que le haya sucedido a un lúgubre personaje hace mucho
    pero mucho tiempo, es algo que le está pasando
    –ahora– a una persona de carne y hueso, ¡si
    hasta ven los mismos programas de
    televisión
    que nosotros!).
    La narrativa de King se caracteriza por ser de fácil
    entendimiento, amena y a veces divertida. Los críticos
    coinciden en que a través de los años la calidad de la
    prosa de King ha mejorado de forma notoria, lo cual no sorprende
    considerando que el autor afirma: "Si quieres ser escritor, lo
    primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho". Con
    frecuencia hace referencia a obras de terceros en sus propios
    libros (sus protagonistas, en particular los
    escritores–protagonistas, son de leer mucho), sin duda
    obras que él ha leído. En cuanto a que escribe
    mucho… Bueno, poco más de cuarenta obras en menos de
    treinta años parece un buen ejercicio, ¿verdad?
    King disfruta tanto de las escenas divertidas como las de terror,
    una combinación que no es extraña pues, salvando
    las distancias, en la vida real tenemos todo tipo de sensaciones.
    Hablando de su ansiedad como escritor al exponer una obra
    aún inédita a la severa evaluación
    de Tabitha, su esposa y crítica principal (que
    también es escritora), King comenta que suele espiarla
    mientras ella lee una parte que cree divertida esperando una
    manifestación exterior: que pase la hoja sin inmutarse,
    que esboce una simple sonrisa, o (¡eureka!) que suelte una
    sonora carcajada. No sabemos qué secuencia hizo
    reír a esta lectora que tiene el privilegio de probar el
    pan antes de que llegue al mostrador, pero bien pudo haber sido
    un pasaje de Corazones en la Atlántida en el que King
    narra la escena de un grupo de estudiantes que cargan con un
    muchacho inválido desde el parque nevado donde se ha
    despatarrado hasta la enfermería. Uno de los muchachos, Billy,
    recoge una de las muletas de Stoke y la zarandea peligrosamente
    sobre su cabeza. "Baja eso, joder –le dice Nick con tono
    sarcástico a la vez que se agacha–. ¿Es que
    te has propuesto aplastarme los sesos?" "¿Qué
    sesos?" –le pregunta Billy.
    El tono ameno de las narraciones de King, si bien siempre ha sido
    un rasgo distintivo de su prosa, se ha hecho más patente a
    partir de "la tregua de no agresión" que inició con
    Un Saco de Huesos. Sin duda, la amenidad y el buen humor es una
    cualidad natural de King y ello se hace aún más
    evidente en sus obras no ficticias (donde se desentiende de la
    responsabilidad de ser "el maestro del terror").
    On Writing abunda en alusiones directas, formuladas con toda
    confianza, del autor para con sus lectores. En determinada
    instancia, por ejemplo, inicia un párrafo
    de la siguiente manera: "Si no hay objeción, me
    gustaría aclarar algo lo antes posible". Desde el punto de
    vista del contenido la frase es del todo innecesaria. Es decir:
    ¿qué le puede importar a Stepehn King si hay alguna
    objeción? Y, por otra parte, ¿qué
    objeción puede poner un lector que está escuchando
    de boca del mismo King los secretos de su oficio? No hay ninguna
    necesidad, cierto, pero a que todos nos sentimos halagados de que
    el autor nos incluya, piense en nosotros como interlocutores con
    idiosincrasia e identidad
    propia, al desarrollar su discurso.

    8.
    Epílogo

    En la actualidad, con cineastas capaces de poner en
    pantalla cucarachas de tres metros de altura y meteoritos que se
    estrellan en la Tierra
    levantando olas oceánicas que arrasan civilizaciones
    completas, provocar sensaciones fuertes por medio de la palabra
    escrita parece una quimera. Ya sean sensaciones agradables
    (diversión, esperanza, amor, amistad, etc.) o
    desagradables (terror, tensión, repulsión, odio),
    para competir con el entretenimiento digerido del cine o la
    televisión es necesario que el discurso escrito sea
    capaz de abstraer al lector de su entorno en una suerte de trance
    hipnótico en el pueda somatizar el sufrimiento, la
    alegría o el terror de sus protagonistas. En este sentido,
    muy pocos autores contemporáneos poseen el poder
    hipnótico de la narrativa de King. No es algo que interese
    a los académicos de solapas tiesas que una vez por
    año se reúnen en Estocolmo para decidir
    quién es "la persona que ha producido la obra más
    sobresaliente de tendencia idealista", pero sin duda atañe
    a los lectores de carne y hueso que premian la buena narrativa,
    de terror o cualquier otro género, al seleccionar un
    artículo de biblioteca.
    Desafortunadamente, mucha narrativa popular (como gusta decir
    King) es incapaz de competir con las distracciones ambientales
    (minimizadas en las salas de cine o controladas frente al
    televisor), adoleciendo de defectos narrativos que resultan
    disonantes y dispersan la atención del lector. No hay
    lector que pueda mantener un flujo interactivo con la obra que
    tiene en sus manos si está recibiendo continuos
    pellizcones del texto que
    examina.
    Stephen King sabe fascinar a sus lectores a través de su
    prosa meticulosa, con argumentos fantásticos (macabros o
    terroríficos) cuyos personajes nos resultan tan
    verosímiles como los vecinos, los amigos o los
    compañeros de trabajo. La obra se hace a sí misma
    en la medida en que se entrecruza con las experiencias
    íntimas de cada lector. Los libros de King hablan de temas
    cotidianos que nos interesan, de historias donde las cosas
    más extrañas le suceden a gente como tú o
    tus semejantes que a veces terminan bien y, otras veces, terminan
    mal. Como ocurre en la vida, donde no hay finales felices
    garantizados.

    9. Bibliografía
    Consultada

    • King Stephen: On Writing ("Mientras Escribo"). Plaza
      & Janés Editores S.A., 2001.
    • Fornaguera Carulla María, Sánchez
      Monguí José: Español y Literatura. Editorial
      Santillana, 1991.
    • Barthes Roland: El Susurro del Lenguaje. Editorial
      Paidos, 1987.
    • Iser Wolfang: El Acto de Leer. Editorial Taurus,
      1987.
    • Echeto, Roberto: Hacia una Nueva Metafísica de la Escritura.
      Venezuela
      Analítica, 1999.

     

     

     

     

     

    Autor:

    Rubén M. Pinus

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