- Contexto de la literatura
contemporánea o de la post-guerra - Representantes en los
géneros literarios de la posguerra - Características
generales - Vida y obra de Camilo José
de Cela - Vida y obra de Alejandro
Casona - Conclusiones
- Consecuencias de la guerra civil
española en los cuentistas de la generación de la
guerra y postguerra - Un exiliado
particular - Fragmento de la familia de
Pascual Duarte - La novela en la literatura
contemporánea - Escenario de la
postguerra - Portada de algunas obras de
Camilo José Cela - Bibliografía
- Resumen
En el presente trabajo fruto del esfuerzo en grupo queremos
resaltar en la literatura española,
la literatura de la posguerra, una literatura cuyo máximo
esplendor fue el género
narrativo, que en la actualidad es el género de mayor
auge: la publicación de novelas, cuentos,
relatos y biografías se
generalizó, según lo confirman la
proliferación de reseñas y entrevistas a
escritores en medio gráficos y audiovisuales, la gran cantidad
de premios literarios que se otorgan, la difusión masiva
de novedades.
España vivía una época de crisis, la
literatura de la posguerra reflejaba ese caos, y lo que hicieron
los literatos fueron corregir a través de su literatura a
su España,
para que vuelva a ser la España gloriosa, de
siempre.
Esta monografía
fue realizada con abundante material bibliográfico, con la
ayuda de enciclopedias multimedia y con
la gran fuente de información que gobierna el mundo: la
Internet.
Con esta monografía espero contribuir al nivel
cognoscitivo de los jóvenes ya que pensamos publicarla en
Internet, y por último esperamos recibir críticas
ya que la perfección solo es divina.
CONTEXTO DE LA
LITERATURA CONTEMPORÁNEA O DE LA
POST-GUERRA
1.1.-LA LITERATURA ESPAÑOLA TRAS LA
GUERRA
CIVIL:
LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA
Representada por la comedia de Alejandro Casona por
la novela
"tremendista" de Camilo José de Cela.
El fin de la guerra civil, 1939, supone una ruptura
cultural, una gran corte intelectual. A partir de entonces en
España se crean dos literaturas: al del exilio y la del
interior, que prácticamente vivirán incomunicadas
casi hasta los años sesenta. La poesía
es quien mas sufre esta ruptura ya que existía, como hemos
visto, un grupo de poetas los del veintisiete que ya
habían publicado importantes libros y casi
todos ellos eligen el exilio.
Es curioso constatar cómo algunos de los
fenómenos que aparecen en la post guerra ya se daban en
los años anteriores a la contienda: adopción
de formas métricas tradicionales, como el soneto (Lorca,
Alberti, Gerardo Diego, Luis Rosales), o la aparición de
la poesía religiosa (recordemos la revista
alicantina El Gallo Crisis, donde empezó a escribir Miguel
Hernandez). A partir de 1939 se produce un empobrecimiento de
esta rica tradición poética y la poesía de
esos años podemos caracterizarla por la aparición
de temas sacros o heroicos y por el alejamiento de las corrientes
extranjeras, tan presente hasta entonces.
Los hitos más importantes son la aparición
de la revista Garcilaso (1943), que defiende una poesía
neoclásica, intimista y nacionalista aunque encontramos en
ella dos tendencias, una que aboga por la poesía pura, el
arte por el
arte y otra que apoya una poesía lírica. La revista
se caracterizó por su retórica trasnochada y por su
insistencia en formas clásicas, como el soneto. El miembro
más representativo de este grupo fue José
Agustín Goytisolo vio así a estos
"garcilasistas":
Es la hora,
dijeron, de cantar los asuntos
maravillosamente insustanciales, es
decir,
el momento de olvidarnos de todo lo
ocurrido
y componer hermosos versos,
vacíos, sí, pero, sonoros,
melodiosos como el
laúd,
que adormezcan, que
transfiguren,
que apacigüen los ánimos,
¡qué barbaridad!
Ésta es la historia, caballeros, de los
poetas celestiales, historia clara y verdadera, y cuyo ejemplo no
han seguido los poetas locos que, perdidos en el tumulto
callejero, cantan al hombre,
satirizan o aman al reino de los hombres, tan pasajero, tan
falaz, y en su locura lanzan gritos, pidiendo paz, pidiendo
patria, pidiendo aire
verdadero.
En 1944, un año importante porque Vicente
Aleizandre publica "Sombra del paraíso", Luis Cernuda
"Como quien espera el alba" y Dámaso Alonso "Hijos de la
ira". Libro de
poesía existencial y de crítica social,
antecedentes de la posterior poesía comprometida. Con
poemas tan
importantes como el inicial "Insomnio".
Madrid es una ciudad de más de un millón
de cadáveres (según las ultimas estadísticas) …
Mujer con alcuza :
¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la
acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la
mano?…
En la novela, los
vencedores rompen con la tradición anterior. Podemos
considerar que la historia de la Novela Española de la
post guerra se inicia en 1942 con la publicación de
"La familia de
Pascual Duarte", de José Cela. Al igual que "Hijos de la
ira", dicha novela pone de manifiesto lo más
sórdido de la sociedad
española del momento. Es una narración con
reminiscencia clásicas en su estructura y
procedimientos
narrativos y tiene una clara relación con la picaresca. La
obra cuenta facilita su existencia. Esta novela fue calificada de
"tremendista", término que inventó
Antonio de Zubiaurre y que designaba al nuevo estilo
realista "que acentuaba las tintas negras, la violencia y el
crimen truculento, episodios crudos y a veces repulsivos, zonas
sombrías de la existencia … respecto al lenguaje
desgarro, crudeza y, en alguna ocasión, una cierta
complacencia en lo soez".
En 1945, Carmen Laforet obtiene con "Nada" el primer
Premio Nadal. La crítica de la época lo
elogió mucho (Ignacio Agustí: "un gran libro", "un
libro oportuno, de una oportunidad asombrosa"). La novela cuenta
las andanzas de una joven, estudiante en la Universidad de
Barcelona, en los primeros años de la post guerra, que
convive con unos familiares desquiciados por la contienda.
Así como sus intentos de evasión, al relacionarse
con sus compañeros de estudios, lo que nos muestra un
contraste de vidas y la final insatisfacción de la
protagonista, Andrea. Esta obra habría que vincularse
tanto al Existencialismo como al Neorrealismo, tan en boga
en aquellos años en Europa.
Otra novela interesante es "El camino", de Miguel
Delibes, publicada en 1950. En ella aparece un lenguaje nuevo y
narra los recuerdos de infancia de un
niño, Daniel, en un pequeño pueblo castellano.
Novela costumbrista y con un final con mensaje conservador, pues,
en la disyuntiva que se le ofrece al protagonista de ir a
estudiar a la ciudad o seguir el oficio de su padre, quesero, el
cura del pueblo responde con esta frase: "La felicidad no
está, en realidad, en lo más alto, en lo más
grande, en lo más apetitoso, en lo más excelso;
está en acomodar nuestros pasos al camino que el
Señor nos ha señalado en la Tierra.
Aunque sea humilde". Novela, de todas las formas, de muy
agradable lectura y con
episodios realmente, graciosos.
Al comienzo de los años cincuenta aparecen cuatro
preciosas novelas. En 1951, Rafael Sánchez Mazas publica
"La vida nueva de Pedrito de Andía", que narra los
años escolares y los amores infantiles de un hijo de la
burguesía vasca de comienzos de siglo. Ese mismo
año su hijo Rafael Sánchez Ferlosio publica
"Alfanhuí", una extraña novela llena de
imaginación y fantasía. Y un año de estante
tradición nacional. Tres aspectos de esta novela pasaron
luego a incorporarse a la novela social: la concentración
del tiempo (dos
días y una mañana), la reducción del espacio
(Madrid, el café) y
el protagonista colectivo.
En los años cincuenta y sesenta empiezan a
publicar un grupo de poetas que nos proporcionarán los
mejores versos de estos últimos años: Ángel
Gonzáles, José M. Caballero Bonald, Alfonso
Costafreda, José María Valverde, Carlos Barral,
José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma,
José Ángel Valente, Francisco Brines y Carlos
Rodríguez. Casi todo ellos empezaran escribiendo
poesía social y pasaran, pronto, a escribir unos versos
mas irónicos, más esteticistas. Son poetas con una
gran formación cultural.
de Jaime Gil de Biedman
En un viejo país
ineficiente,
algo así como España entre
dos guerras
civiles, en un pueblo junto al
mar,
poseer un casa y poca hacienda
y memoria ninguna.
No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
José Ángel
Valente
llenar mi vida,
como puede tu risa
volar el muro opaco de la
tristeza.
Una sola palabra tuya quiebra
la ciega soledad en mil
pedazos.
Si tú acercas tu boca
inagotable
hasta la mía bebo
sin cesar la raíz de mi propia
existencia.
Pero tú ignoras
cuánto
La cercanía de tu
cuerpo
Me hace vivir o cuánto
Su distancia me aleja de mí
mismo,
Me reduce a la sombra.
En la novela, 1961 es un año importante, pues
aparece "Tiempo de silencio", de Luis Martín –
Santos. Esta cierra el camino de la tendencia socialrealista y
abre nuevos rumbos. Partiendo de una concepción novelesca
barojiana, Pedro, el protagonista, intelectual e investigador,
renuncia a una actividad con cierto futuro y se refugia en la
autodestrucción.
En esta obra encontramos una desmitificación
sistemática de la realidad y una subversión de
los valores
utilizados por la novela social para producir una versión
esperpéntica y descoyuntada. Todo esto narrado en un
lenguaje innovador lleno de neologismos, cultismos,
perífrasis, interpolaciones ensayísticas. El mayor
valor de esta
novela radica en haber logrado armonizar diversos hallazgos
anteriores, con el fin de encontrar unas nuevas formas de
expresión más acorde con la realidad del
momento.
Otras novelas interesantes son "La saga – fuga" de
J.B. (1972), de Gonzalo Torrente Ballester, que transcurre en un
ambiente
fantástico y está escrita en un tono
paródico. "La verdad sobre el caso Savolta" (1975), de
Eduardo Mendoza, que es una mezcla de subgéneros (novelas
de aventuras, eróticas, policíaca) escrita con una
técnica clásica, la de la picaresca, novela de muy
agradable lectura.
Tras la muerte de
Franco se pone de moda la
literatura de género: de aventuras, policíaca,
erótica, femenina, etc., quizá porque el lector
estaba cansado de la narrativa estructuralista y empachado de
obras de tipo político. El gusto por los relatos con
argumento, donde se narra aventuras y sucesos, predominará
durante estos años de la transición; así, se
traduce profusamente a autores como Stevenson, Melville, Konrad y
London. La literatura policíaca vuelve a reverdecer, y a
las versiones de Hammett y Chandler, entre otros, se
unirán autores nacionales como Vázquez
Montalbán ("La soledad del manager", 1977; "Los Mares del
Sur", 1979; "Asesinato en el Comité Central", 1981; "Los
pájaros de Bangkok", 1983; "La rosa de alejandría",
1984, y "El pianista").
1.4.1.-DE LA POSGUERRA A LA
MODERNIDAD
La guerra civil sumió a España en una
grave depresión
económica, política y cultural
de la que se fue recuperando con lentitud. Y tras la guerra, hubo
que iniciar un camino sembrado de dificultades.
Los años comprendidos entre el final de la guerra
civil (1939) y la muerte de
Franco (1975) constituyeron una etapa de búsqueda, en la
que sucesivas generaciones de novelistas, poetas y dramaturgos
configuraron un particular paisaje literario, caracterizado por
la vacilación entre el esteticismo y la denuncia
social.
En todo el resto de Europa se producía una nueva
fractura: la Segunda Guerra
Mundial (1939 – 1945). Esta guerra no sólo
destruyó el continente, sino que tuvo como consecuencia la
división del mundo en dos bloques antagónicos: el
capitalista, encabezado por Estados Unidos, y
el comunista, por la Unión Soviética.
La década de los cuarenta estuvo marcada por las
consecuencias de la guerra civil y por la segunda Guerra
Mundial. La derrota de las potencias ideológicamente
afines al gobierno de
Franco trajo aparejado el aislamiento internacional de
España y la existencia de graves problemas
económicos. A causa de la represión franquista,
muchos españoles, entre ellos intelectuales destacados, se
vieron obligados a exiliarse en otros países.
En los años cincuenta, Estados Unidos
firmó un tratado de ayuda militar con España; al
poco tiempo se aceptó el ingreso de España a la
ONU. Esto se
explica porque tanto Franco como Estados Unidos combatían
las ideologías de izquierda; el primero desde la dictadura y el
segundo desde la democracia
capitalista. En este contexto, Cuba se
independizó del sometimiento norteamericano en 1958. El
reconocimiento internacional al régimen de Franco
implicó mejoras en lo económico, sobre todo en la
década siguiente. Además, se flexibilizó un
poco la censura y se logró entrar en contacto con las
novedades culturales que se produjeron en el
extranjero.
1.4.2.-El fin del mileno
A partir de 1975, tras la muerte de Franco,
accedió a la jefatura del Estado, con el
título de rey, Juan Carlos I. Bajo el gobierno del primer
ministro Adolfo Suárez, en 1977 se celebraron las primeras
elecciones, tras casi cuarenta años de dictadura. En 1982,
en las elecciones generales, el PSOE (Partido Socialista Obrero
Español)
alcanzó la mayoría absoluta y asumió el
gobierno Felipe González, que fue reelecto tres
veces.
Con la democracia, se inició una nueva etapa de
la historia española en la que se logró la normalización democrática, que trajo
aparejadas la legalización de los partidos
políticos y la desaparición de la censura,
así como la incorporación de España en la
política europea e internacional.
1.4.3.-El género literario de estos
tiempos
En la actualidad, la narrativa es el género de
mayor auge: la publicación de novelas, cuentos, relatos y
biografías se generalizó, según lo confirman
la proliferación de reseñas y entrevistas a
escritores en medio gráficos y audiovisuales, la gran
cantidad de premios literarios que se otorgan, la difusión
masiva de novedades.
En España, una vez superada la censura impuesta
por la dictadura, las producciones aumentaron. Si la narrativa
posmoderna había comenzado por ser una narrativa sin
historia, se produce en estos años una vuelta a la
narratividad, al gusto por contar historias.
REPRESENTANTES EN LOS GENEROS
LITERARIOS DE LA POSGUERRA
2.1.- LA POESIA DE
POSTGUERRA.
Los poetas de post-guerra fueron aquellos que, en pleno
desarrollo de
la Guerra de abril de 1965 y durante la primera década que
siguió a ésta, pusieron la protesta en primer plano
y asumieron el compromiso histórico de repudiar
incondicional-mente la segunda intervención norteamericana
a la República Dominicana al tiempo que intentaron, a
través de su canto, de sepultar para siempre el
espíritu diabólico de la tiranía
trujillista, rechazando toda posibilidad de supresión de
las libertades individuales. Los Poetas de post-guerra hay que
dividirlos en dos categorías: poetas escogidos y poetas
excluidos 42.
Los escogidos fueron aquellos que encontraron
protección y apoyo en las páginas del
suplemento literario Aquí, del periódico
La Noticia, bajo la dirección de Mateo Morrison, uno de los
principales representantes de dicha promoción. Entre los que disfrutaron el
privilegio de figurar entre los escogidos estaban: Norberto James
Rawlings, Enriquillo Sánchez, Andrés L. Mateo,
Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Federico Jóvine
Bermúdez, Tony Raful, José Molinaza, Soledad
Alvarez, Miguel Aníbal Perdomo y Luis Manuel Ledesma. Los
excluidos nunca o muy escasas veces tuvieron acceso a las
páginas de Aquí, el medio que difundió
más ampliamente la producción literaria de entonces. Entre los
principales excluidos se destacan: José Enrique
García, Josefina de la Cruz, René Rodríguez
Soriano, Pedro Pablo Fernández Tomás Modesto
Galán, Radhamés Reyes Vásquez, Wilfredo
Lozano, Domingo de los
Santos y Chiqui Vicioso.
A partir de 1965
aparecieron varias agrupaciones literarias que funcionaban como
pequeños talleres literarios. En ellas se reunían
los Independientes del 48, los poetas de la Generación del
60 y los Poetas post-guerra. El orden de aparición de
estas agrupaciones es como sigue: El Puño (1966), en la
que militaban Iván García, Miguel Alfonseca,
Enriquillo Sánchez, René del Risco Bermúdez,
Ramón
Francisco y Marcio Veloz Maggiolo; La isla (1967), integrada por
Antonio Lockward Artiles, Wilfredo Lozano, Norberto James
Rawlings, Andrés L. Mateo y Fernando Sánchez
Martínez; La antorcha (1967), que agrupaba a Mateo
Morrison, Soledad Al-varez, Alexis Gómez Rosa, Enrique
Eusebio y Rafael Abreu Mejía; La máscara (1968),
compuesto por Aquiles Azar, Héctor Díaz Polanco y
Lourdes Billini43. Al mismo tiempo funcionaba el Movimiento
Cultural Universitario (MCU), que reunía en sus secciones
sabatinas de literatura a casi todos los grupos antes
mencionados, más los poetas y escritores que
provenían de los clubes culturales localizados en los
barrios marginados de Santo Domingo y que no
pertenecían a ninguna parcela literaria.
El impulso logrado por las letras nacionales
inmediatamente después de la Guerra de abril de 1965 no se
limitó sólo a la ciudad de Santo Domingo. En
varias provincias del país se formaron círculos
literarios, casi siempre ignorados por los intelectuales de la
capital, que
sirvieron para estimular a jóvenes provincianos cuyos
escritos no tenían cabida en los escasos me-dios de
difusión existentes. De esa forma se sumaron a la bibliografía literaria
dominicana los nombres de Manuel Mora Serrano y Francisco Nolasco
Cordero, fundadores del Grupo Amidado, en sus diferentes etapas:
"Manuel Mora Serrano, Francisco Nolasco Cordero, Alberto
Peña Lebrón, Héctor Amarante, Cayo Claudio
Espinal, José Enrique García, Elpidio
Guillén Peña, Orlando Morel, Pedro Pompeyo Rosario,
Pedro José Gris, Emelda Ramos, Rafael Castillo y Sally
Rodríguez".
La publicación de poemarios fue escasa entre 1965
y 1970, los medios
más utilizados por los poetas para divulgar sus obras
fueron los recitales y lecturas en clubes culturales,
parques, estadios deportivos y otros lugares
públicos. En la década de los 70, especialmente los
cuatro primeros años, la publicación de poemarios
se redujo considerablemente. Entre 1971 y 1973 se publicaron los
siguientes poemarios: Imperio del grito (Radhamés Reyes
Vásquez, 1971), La luz abre un
paréntesis (Rafael Abreu Mejía, 1971),
Raíces de la hora (Domingo de los Santos,
1971), Los poemas del ferrocarril central (Lockward Artiles,
1971), Juegos
reunidos (Pedro Vergés, 1971), La provincia sublevada
(Norberto James Rawlings, 1972), Fórmulas para combatir el
miedo (Jeannette Miller, 1972), El diario acontecer (Pedro Caro,
1972), La poesía y el tiempo (Tony Raful, 1972), Poemas
decididamente fuñones (Apolinar Núñez,
1972), Oficio de post-muerte, (Alexis Gómez Rosa, 1973),
Desde la presencia del mar hasta el centro de la vida (Enrique
Eusebio, 1973), Ultimo universo
(José Molinaza, 1973), La esperanza y el yunque (Wilfredo
Lozano, 1973), La muerte en el combate (Radhamés Reyes
Vásquez, 1973), Canto a mi pueblo sufrido (Franklin
Gutiérrez, 1973), Gestión
de alborada (Tony Raful, 1973), Aniversario del dolor (Mateo
Morrison, 1973) y Poemas sorpresivos (Apolinar
Núñez, 1973). Los títulos de dichos
poemarios sugieren el tipo de discurso
poético practicado por los Poetas de post-guerra para
testimoniar el estado de
descomposición del pueblo dominicano. Fue una
poesía en la que coexistieron la sangre y el
dolor; en la que la situación política reinante
predominó por encima de todo y en la que, además,
no importaba mucho la expresión artística, sino
la
comunicación directa con la colectividad.
En 1975 se inició,
repentinamente, una etapa de aletargamiento que afectó la
producción de muchos de esos poetas. Algunos redujeron de
forma notable su trabajo creativo y otros desaparecieron del
ambiente literario sometiéndose a un proceso de
autorreflexión que se extendió hasta 1980,
año a partir del cual varios de ellos (Pedro
Vergés, Tony Raful, Andrés L. Mateo, Franklin
Gutiérrez, Radhamés Reyes Vásquez, Jeannette
Miller y otros), dieron a la publicidad nuevos
poemarios y comenzaron a cultivar otros géneros,
especialmente la novela, el cuento y
el ensayo
crítico. Al referirse a la poesía escrita en el
país entre 1961 y 1978, el poeta Víctor
Villegas dice: "Independientemente de que cada promoción
careció, ostensiblemente, de un liderazgo
firme y continuado, lo que no su- cedió con sus
antecesores inmediatos, no hubo, en sentido general, en
aquellos jóvenes poetas, plena conciencia de la
esencia y naturaleza
verdadera de la poesía, lo que explica, por demás,
su desvinculación con el pasado, sobre todo con la obra
poética realizada en el país a partir del
Postumismo. Pasado político y pasado literario no
fueron separados por ellos, y en un afán de
borrar esos vestigios se emprendió la tarea de crear
una poesía desde cero, con la sola aceptación de
obras y autores dominicanos que recién llegaban del
exilio"46.
Interesado en
defender lo que él llama Generación del 65, Alberto
Baeza Flores, insinúa que la producción de los
poetas de la Generación del 60, especialmente los de
Post-guerra, motivada e influenciada por la poesía de
Pablo Neruda,
Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roberto Juarroz y Roque Dalton,
mantuvo la misma calidad y altura
de la poesía que se escribía en el resto de
Latinoamérica en aquel momento.
Es indudable que
algunos textos de Miguel Alfonseca ("La guerra y los cantos"),
Jacques Viaux ("Nada permanece tanto como el llanto"),
René del Risco (El viento frío) y otros de
Andrés L. Mateo ("Portal de un mundo") y Norberto James
Rawlings ("Los inmigrantes"), son buenos ejemplos de
poesía social porque su valor estético y su
planteamiento de la problemática política los
distancia del resto de la producción de esos años.
Sin embargo, una hojeada a la poesía mexicana (José
Carlos Becerra, 1936-1970 y José
Emilio Pacheco, 1939); peruana (Antonio Cisneros,
1942); cubana (Luis Rogelio Nogueras, 1944); colombiana (Gustavo
Cobo Borda, 1948); chilena (Raúl Barrientos, 1948) de las
décadas de los 60 y 70, sirve para desautorizar
las afirmaciones de Alberto Baeza Flores.
Los poetas de la
Generación del 60 y de Post-guerra perseguían
ideales comunes, luchaban por las mismas causas y se alimentaron
de las mismas vivencias y de los mismos re-cuerdos. Pero el
tono excesivamente político y combativo de su
poesía, encauzó su producción
por una ruta que se acercaba más a un proyecto
bélico que a un proyecto literario. Los poetas de la
Generación del 60, en sus dos períodos, no
supieron, en la mayoría de los casos, distinguir entre lo
artístico y lo político y llevaron la poesía
a tal grado de compromiso con la realidad que su obra, en muchos
casos, adquirió categoría de panfleto. Ello explica
el que la producción poética dominicana del
período 1961-1978 se acerque más al documento
histórico que a la obra literaria. Los poetas de dicho
período dejaron un testimonio valioso de la
situación política y del descontento social que
vivió el país durante esos años; pero les
negaron a la literatura nacional una poesía capaz de
representar artísticamente las razones históricas
que la motivaron.
2.2.-Declaración de los
artistas
El arte vive dentro de un compromiso contraído
ineludiblemente con la sociedad y el tiempo que lo
crean. Los artistas dominicanos, conscientes en todo
momento de esta responsabilidad, hemos participado en la lucha
desarrollada heroicamente por el pueblo de la República
Dominicana. Y seguimos participando en su firme decisión
de mantener en la mesa de conferencias los principios
fundamentales de esta lucha. El arte, integrado como actividad
colateral a la lucha armada, ha constituido una fuente de impulso
al espíritu indomable que mantuvo en la trinchera vivo el
heroísmo e inagotable la fuerza.
Nuestra sociedad es ésta
y éste es nuestro tiempo. Los artistas no hemos vacilado
en acatar este designio histórico y, yendo
más allá, realizamos aportes de inestimables
valor al martirologio de la revolución. Hoy, cuando se busca por los
caminos de la paz la solución real al conflicto que
llevó al pueblo a las armas,
consideramos como un deber ineludible alzar nuestras voces para
que el mundo sepa que hemos estado junto al pueblo y que como
siempre estaremos dispuestos a combatir con el arte como
arma y escudo. Los artistas dominicanos
hemos padecido con indignación en la sangre el
atropello incalificable contra la Soberanía Nacional que una potencia
extranjera, por la razón de su fuerza, ha perpetrado
con la República.
Y en defensa de esa soberanía nos lanzamos al
combate. Los artistas dominicanos hemos visto con amargas
lágrimas en los ojos el asiento descarado de la tropa
extranjera para con-sumar la violación flagrante no
sólo a la Soberanía Nacional sino a la Libre
Determinación que como pueblo tiene la patria muy bien
ganada. Y en defensa de esa soberanía y de ese inalienable
derecho de auto determinación estamos dispuestos a
continuar combatiendo en los campos honrosos de la negociación.
Hemos cumplido con nuestro
deber y seguiremos cumpliendo. Por- que el arte, cuando no es
fiel expresión de las agonías y de las esperanzas
del pueblo que a través de su propia existencia lo
sugiere, abandona por completo su raíz
esencialmente humana y humanitaria.
Los artistas dominicanos, conscientes de haber cumplido con
nuestro deber y conscientes también de la autoridad y
responsabilidad que debemos asumir en estos momentos, no
vacilamos en ofrecer al Gobierno Constitucional un amplio voto de
apoyo y reconocimiento, tanto por su posición en las horas
dramáticas de la guerra como por su posición en los
momentos difíciles de las negociaciones
pacíficas.
Presente, pues, hemos dicho los artistas
dominicanos en esta lucha por la libertad, por
la justicia
social, por la democracia.
En los años cuarenta hubo dos corrientes
poéticas: la poesía arraigada y la poesía
desarraigada.
- La poesía arraigada propuso volver al
modelo
tradicional y clásico y, por lo tanto, a sus
géneros: romances, sonetos, décimas. No tenia por
tema la circunstancia histórica. Por eso, algunos poetas
posteriores acusaron a los "arraigados" de haber sostenido una
poética conformista, que defendía los valores de
la vida familiar, la tranquilidad de la conciencia y un
discurso religioso convencional. Algunos poetas de esta
corriente fueron Luis Rosales, Leopoldo Panero y José
García Nieto. - La poesía desarraigada concebía
la existencia como algo doloroso e incierto. Bases de esta
mirada, fueron dos libros publicados en 1944: Hijos de la ira,
de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de
Vicente Aleixandre. Ambos coincidieron en el rechazo al
mundo.
En los años cincuenta se consolida la tendencia a
la rehumanización que estaba ya presente en los "poetas
desarraigados". La poesía social triunfa en 1955,
año en que se publican dos obras muy importantes de esta
corriente : Caminos iberos, de Gabriel Celaya y Pido la paz y la
palabra, de Blas de Otero.
Mas adelante, por los años sesenta se produce una
reacción contra la instrumentalización de la
poesía como vehículo para la propagación de
mensajes sociales y contra la consiguiente pérdida de
calidad artística. Muy influyentes son las obras de Jaime
Gil de Biedma, Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas
póstumos.
Ya por los años setenta aparece una
promoción de poetas cuyo denominador común es su
alejamiento definitivo del realismo. Son
figuras importantes Pere Gimferrer, Félix de
Azúa y Luis Antonio de Villena, que promueven una
estética influida por los medios de
comunicación de masas.
En los años de la posguerra se impuso un
teatro cuyo
objetivo era
entretener, hacer olvidar el trauma social que significó
la guerra civil. Mas adelante, fueron surgiendo otras tendencias
en el teatro. Estas son las principales :
- Teatro social. Es el centrado en el compromiso
político, en la denuncia de las injusticias y de la
hipocresía de la sociedad. El mejor dramaturgo de esta
vertiente fue Antonio Buero Vallejo. - Teatro poético. Intentó superar
la realidad por medio de la poesía, de la ilusión
y de la fantasía. El mejor dramaturgo de esta vertiente
fue Alejandro Casona. - Teatro humorístico. Fue el teatro de
mayor calidad. Tiene el propósito de renovar la risa.
Los dramaturgos, cansados ya del humor fácil, ofrecen
una nueva forma de interpretar la realidad. No en vano los
críticos han visto en sus obras un humor intelectual,
próximo al de las comedias del absurdo. Sus principales
representantes fueron Enrique Jardiel Poncela y Miguel
Mihura.
En la década de los cuarenta, la narrativa
española se dedicó a hacer propaganda y a
exaltar al bando vencedor en la guerra civil. En general, era una
narrativa convencional, que no tenia encuentra las innovaciones
que ya existían en la literatura europea y
americana.
Sin embargo, la primera novela de Camilo José
Cela, La familia de
Pascual Duarte, marca la
inauguración de una corriente narrativa llamada
tremendismo, caracterizada por tomar los aspectos
más brutales de la realidad para efectuar una
reflexión profunda sobre la condición
humana.
En los años cincuenta, la novela se aleja de los
conflictos
existenciales de personajes aislados para afrontar planteamientos
más comprometidos con la sociedad en su conjunto. Se
inicia el realismo social en el que la novela se centra en la
denuncia de la injusticia como resultado del compromiso
político y moral del
autor. Entre los autores que destacan están Camilo
José Cela, Juan Goytisolo y Carmen Martín
Gaite.
Ya por los setenta, las innovaciones de la novela
europea y la brillantez de la narrativa latinoamericana hacen que
los novelistas españoles se interesen más por los
aspectos formales. La novela más influyente de este
periodo es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Es
necesario mencionar a los escritores Luis Goytisolo, Miguel
Delibes, Juan Benet y Gonzalo Torrente Ballester.
La narrativa de las últimas décadas
retorna a la subjetividad, al ámbito de lo intimo por
encima del análisis del mundo externo, de la
sociedad.
Respecto a las técnicas
narrativas, no hay una tendencia homogénea entre los
escritores, ni tampoco es frecuente el uso exclusivo de una de
ellas en cada escritor, sino que abunda el eclecticismo, la
mezcla de técnicas tradicionales y
vanguardistas.
La experimentación formal es mucho más
moderna que en las novelas de los años sesenta. Las obras
son más asequibles, y los argumentos vuelven a tener
relevancia. Todo ello ha redundado en una amplia difusión
entre el publico.
Son autores de esta última generación
Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza, Juan
José Millás, Javier Marías, Antonio
Muñoz Molina y Arturo Pérez Reverte.
LA LITERATURA DE POSGUERRA
3.1.-Temática y fondo
ideológico
- La crítica literaria
- Las guerra civil española: los que quedan en
España y los que se exilian - La dictadura de Francisco Franco
- Literatura "comprometida" que sirve fines sociales y
políticos - La fantasía
- El teatro del absurdo
- El psicoanálisis; los
sueños - Los -ismos: idealismo,
surrealismo,
neoclasicismo, neorromanticismo,
gongorismo - Realismo y naturalismo
- Filosofía existencialista
- Religión: a) la duda; b) la religión mezclada
con la sensualidad - Desdén de lo tradicional; el
futuro
Naturalidad de expresión; lenguaje
preciso
- Sencillez
- Experimentación; libertad
métrica - Indirección
- La imagen
- El mundo ideal
- Imágenes vagas
- Falta de sentimiento personal
- La retórica
- El sonido
- La tragedia
- Conciencia social y activismo
político - Una mejor sociedad
- La comunicación intersubjetiva
- La democracia
- La libertad
1939-75 Dictadura de Francisco Franco
1975 Juan Carlos I (La restauración
borbónica)
VIDA Y
OBRA DE CAMILO JOSE DE CELA
Escritor español, premio Nóbel,
autor de obras narrativas, poesía, memorias y
libros de viajes.
Nació en Iria Flavia – La Coruña (Galicia –
España) el 11 de mayo de 1926, estudió en la
universidad de Madrid y luchó en el bando franquista
durante la Guerra Civil española. Posteriormente
rechazó la dictadura de Franco y mantuvo una actitud
independiente y provocativa.
Su estilo inicial, conocido con el término
taurino de tremendismo, queda patente en su primera novela, La
familia de Pascual Duarte (1942). Debido a problemas con la
censura, La colmena (1951), una de sus novelas más
celebradas, en la que presenta la vida miserable de unos seres en
el Madrid de los años inmediatamente posteriores a la
Guerra Civil española, tuvo que publicarse en Buenos Aires. La
crítica ha señalado que supuso la
incorporación española a la novelística
moderna.
Su obra, en general, se caracteriza por la
experimentación de forma y contenido, como en su novela
San Camilo, 1936 (1969), que está escrita en un
monólogo interior continuo. Otras novelas de Cela son
Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), Oficio de
tinieblas-5 (1973), su obra más arriesgada y
vanguardista, y Cristo versus Arizona (1988), donde
abandona una vez más los moldes narrativos convencionales
con un discurso de raíz muy española en una
ambientación norteamericana.
En 1956, Cela fundó la influyente revista
literaria Papeles de Son Armadans de la que fue director y donde
publicó a muchos escritores españoles en el exilio
durante la dictadura franquista. Sus libros de viajes incluyen
Viaje a la Alcarria (1948), el más celebrado suyo
de los de este género, y Del Miño al Bidasoa
(1952). Ha publicado también poesía, Pisando la
dudosa luz del día (1945), y estrenado teatro,
María Sabina (1970). Es autor asimismo de varios
volúmenes de memorias y numerosos relatos,
artículos periodísticos y trabajos de
erudición, entre los que destaca su Diccionario
secreto (1968 y 1971).
Entre otros premios ha recibido el Premio Nóbel
de Literatura en 1989, y el Premio Cervantes en 1995. En 1996 fue
nombrado marqués de Iria-Flavia. José Cela es un
conversador agudo, desenfadado, divertidísimo.
Dirigió En Mallorca la Revista literaria Papeles de San
Armadans. Considerado el creador del Tremendismo, que se
caracteriza por la presencia del antihéroe y la
insistencia en los aspectos más sórdidos y
desagradables de la vida, en la Novela española. De humor
espontaneo, sus temas giran en torno a la
angustia, dolor, y otras veces al horror. Murió el
año 2000
Poesía
- La lámpara encendida (inédito,
1937). - Cancioncilla y divertimentos (inédito,
1937). - Pisando la dudosa luz del día (1936;
1ª ed. 1945). - El monasterio y las palabras (1945).
- Cancionero de la Alcarria (1948).
- Tres poemas gallegos (1957).
- Danza de las gigantas amorosas (1975).
- Reloj de arena, reloj de sol, reloj de sangre
(1989). - Poesía completa (1996).
Romances de ciego
- La verdadera historia de Gumersinda Cosculluela, moza
que prefirió la muerte a la deshonra (1966). - Encarnación Toledano o la perdición de
los hombres (1966).
Novela
- La familia de Pascual Duarte (1942).
- Pabellón de reposo (1943).
- Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes
(1944). - La colmena (1951).
- Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953).
- La catira (1955).
- Tobogán de hambrientos (1962).
- San Camilo, 36 (1969)
- Oficio de tinieblas 5 (1973).
- Mazurca para dos muertos (1983).
- Cristo versus Arizona (1988).
- El asesinato del perdedor (1994).
- La cruz de San Andrés (1994).
- Madera de boj (1999).
Novela corta
- Timoteo el incomprendido (1952).
- Santa Balbina, 37, gas en cada
piso (1952). - Café de artistas (1953).
- El molino de viento (1956).
- Los ciegos, los tontos (Historia de España)
(1958). - La familia del héroe (1965).
- El ciudadano Iscariote Reclús
(1965). - La insólita y gloriosa hazaña del
cipote de Archidona (1977).
Cuentos, fábulas,
apuntes y divertimientos
- Esas nubes que pasan (1945).
- El bonito crimen del carabinero (1947).
- El coleccionista de apodos (1947).
- El gallego y su cuadrilla (1949).
- La naranja es una fruta de invierno
(1951). - Nuevo retablo de Don Cristobita (1957).
- Los viejos amigos (1960).
- Gavilla de fábulas sin amor
(1962). - El solitario y los sueños de Quesada
(1963). - Toreo de salón (1963).
- Once cuentos de fútbol (1963).
- Izas, rabizas y colipoterras (1964).
- Nuevas escenas matritenses (siete series,
1965-1966). - Balada del vagabundo sin suerte (1973).
- Cuentos para leer después del baño
(1974). - Rol de cornudos (1976).
- Las orejas del niño Raúl
(1985). - Vocación de repartidor (1985).
- La bandada de palomas (1987).
- Los Caprichos de Francisco de Goya y Lucientes
(1989). - El hombre y el mar (1990).
- Cachondeos, escarceos y otros meneos
(1991). - La sima de las penúltimas inocencias
(1993). - La dama pájara (1994).
- Historias familiares (1998).
Memorias
- La rosa (1959).
- Memorias, entendimientos y voluntades
(1993).
Viajes
- Viaje a la Alcarria (1948).
- Ávila (1952).
- Del Miño al Bidasoa (1952).
- Vagabundo por Castilla (1955).
- Judíos, moros y cristianos (1956).
- Primer viaje andaluz (1959).
- Cuaderno del Guadarrrama (1960).
- Páginas de geografía errabunda (1965).
- Viaje al Pirineo de Lérida (1965).
- Madrid (1966).
- Viaje a USA (1967).
- Barcelona (1970).
- La Mancha en el corazón
y en los ojos (1971). - Nuevo viaje a la Alcarria (1986).
- Galicia (1990).
Artículos
- Mesa revuelta (1945).
- Mis páginas preferidas (1956).
- Cajón de sastre (1957).
- La rueda de los ocios (1957).
- Cuatro figuras del 98 (1961).
- Garito de hospicianos (1963).
- Las compañías convenientes
(1963). - Marañón, el hombre
(1963). - Diez artistas de la escuela de
Mallorca (1963). - Al servicio de
algo (1969). - La bola del mundo (1972).
- A vueltas con España (1973).
- El tacatá oxidado (1973).
- Los sueños vanos, los ángeles curiosos
(1979). - Los vasos comunicantes (1981).
- Vuelta de hoja (1981).
- El juego de los
tres madroños (1983). - El asno de Buridán (1986).
- Desde el palomar de Hita (1991).
- camaleón solteiro (1991).
- El camaleón soltero (1992).
- El huevo del juicio (1993).
- A bote pronto (1994).
- El color de la
mañana (1996).
Teatro
- María Sabina (1967).
- Homenaje a El Bosco, I. El carro de heno o el
inventor de la guillotina (1969). - Homenaje a El Bosco II. La extracción de la
piedra de la locura o la invención del garrote
(1999).
Diccionarios y
Lexicografía
- Diccionario secreto (t.I, 1968; t.II,
1971). - Enciclopedia del erotismo (1976).
- Diccionario Geográfico Popular de
España. - Introducción a la dictadología
tópica de España (t.I, 1998).
Adaptaciones, traducciones,
versiones
- Poema del Cid, Cantar I (1957-1959).
- Libro de guisados, manjares y potajes, de Maese
Ruperto de Nola (1969). - La resistible ascensión de Arturo Ui, de
Bertolt Brecht (1975). - La Celestina (1979).
- El Quijote (1981).
"LA FAMILIA DE PASCUAL
DUARTE"
El protagonista Pascual Duarte vive una vida tranquila,
trabajo seguro, con el
aprecio de los vecinos, luego se casa. Pero no toda va bien, ya
que la madre es una arpía que no lo deja vivir. Cela nos
da la gestación del odio de Pascual hacia su madre lo cual
tendrá consecuencias fatales para ambos. Pascual debido a
los problemas huye de su casa. Se dedica a vagar, en tanto su
mujer lo traiciona con el estirao su peor enemigo, regresa a su
casa después de dos años. Su esposa muere
confesando su traición. "El estirao" llega a su casa de
Pascual a pedir la mano de su hermana, pero encuentra la muerte.
Este hecho lo lleva a Pascual a la cárcel tres
años. Cumplida su condena y debido al odio a su madre,
asesina a ésta, trata de escapar, pero es apresado y
encontrado residente, es condenado a morir con la pena del
garrote.
- Publicada en 1942, se ubica dentro de la Narrativa
Española como un reflejo de una etapa de la post guerra.
Entre los valores que encontramos en esta obra es la
presentación de rasgos psicológicos
representativos de cada personaje lo que nos demuestra su
directa relación con la realidad.
VIDA
Y OBRA DE ALEJANDRO CASONA
Su verdadero nombre era Alejandro Rodríguez
Alvarez, pero el apellido artístico con el que
alcanzó la fama fue Casona. Asturiano de nacimiento, este
autor lo fue todo en el ‘mundillo’ teatral de la
posguerra español
Nació el 23 de marzo de 1903 en Besullo, un
pequeño pueblecito del Concejo de Cangas de Tineo
(Asturias). Miembro de una familia en la que había un poco
de todo -desde labradores y profesores, hasta pastores y
herreros-, Alejandro fue el tercer hijo de los Rodríguez
Alvarez.
Y el chico creció entre ríos, montes y
árboles
frutales. Vamos, un auténtico remanso de paz que luego
trasladó a las páginas de alguna de sus obras: "Mi
aldea era tan pobre que teníamos, para mostrar a los
forasteros, más que un viejo de 100 años, un solo
caballo blanco y una bruja".
Sin embargo, cuando aún era un adolescente, el
muchacho tuvo que abandonar su aldea, cuando trasladaron a sus
padres -que eran maestros- a Murcia. Y, como de casta le viene al
galgo, Alejandro Casona acabó los estudios y, al igual que
sus progenitores y el resto de sus hermanos, se dedicó a
la enseñanza. Por aquella época, en
1920, publicó su primera obra: La empresa Ave
María.
Luego se mudó a Madrid, donde siguió con
su, por aquel entonces, incipiente carrera literaria, hasta que
saltó a la fama al quedar finalista en el premio para
jóvenes escritores convocado por ABC, con su obra Otra vez
el Diablo. Ese mismo año -era 1928-, Casona obtuvo una
plaza de profesor en el Valle de Arán y, poco
después, contrajo matrimonio con
Rosalía Martín.
A principios de la década de los 30, coincidiendo
con la proclamación de la República, este autor
asturiano es nombrado director del Teatro del Pueblo. Pero, al
igual que le ocurrió al resto de españoles de a
pie, la Guerra Civil cambió el curso de su vida. Tras
pasarse varios años viajando por México y
Argentina, Casona
regresó a España en 1962, donde estrenó su
última obra, El caballero de las espuelas de oro. Dos
años después, el 17 de septiembre, murió en
Madrid.
Un autor que arrasó en la escena
española de los 60
Por su simbolismo y poesía, su teatro se ha
emparentado con el de autores como Giraudoux y Priestley Cerca de
cuatro décadas separan la primera obra de Casona, La
Empresa de Ave
María (1920), de la última, El caballero de las
espuelas de oro (1964). Durante esos más de 40
años, el asturiano escribió mucho y muy
variado.
Tras saltar a la fama gracias al certamen organizado por
un diario madrileño, siguió con su actividad
literaria durante su estancia en el Valle de Arán.
Allí escribió La sirena varada y El crimen de Lord
Arturo. Esta última se estrenó en Zaragoza en 1929
y fue la primera de sus obras que se presentó
públicamente. Tres años después, el autor de
Besullo recibió el Premio Nacional de Literatura con Flor
de Leyendas.
Había comenzado una racha que siguió hasta
1934, cuando ganó el Premio Lope de Vega con La sirena
varada. Ya en los 40, obras como Las tres perfectas casadas
(1941), La dama del alba (1944) o Los árboles mueren de
pie (1949) se representaron con gran éxito
en todo el mundo. Tras regresar del exilio, estrenó La
dama del alba y El caballero de las espuelas de oro.
Entre 1941 y 1964, prácticamente de manera
ininterrumpida, escribió las siguientes obras, , La barca
sin pescador (1945), La llave en el desván (1951), Siete
gritos en el mar (1952), La tercera palabra (1953), Corona de
amor y muerte (Doña Inés de Portugal, 1955),
Carta de una
desconocida, La casa de los siete balcones, Tres diamantes y una
mujer, en sus obras combina los juegos entre realidad y
sueño de base poética.
"LOS ARBOLES MUEREN
DE PIE"
El doctor Ariel apoya sentimentalmente al señor
alboa El nieto se ha convertido en un famoso delincuente y decide
regresar de Canadá con su esposa. Ante esta noticia la
abuela Eugenia se alegra, pero luego llegan noticias que el barco
donde regresaba el nieto naufragan muriendo todos los
tripulantes. Mientras tanto el Dr. Ariel contrata a Mauricio y
Marta Isabel para que reemplacen a la pareja que había
anunciado la visita, esto hace feliz a la abuela Eugenia, quien
no los reconoce, todo se complica al aparecer el verdadero nieto,
éste pierde el barco por su tardanza. El nieto se entera
de lo que ocurre y pide una fuerte suma de dinero para no
armar un escándalo. El abuelo se niega y lo expulsa de la
casa con la ayuda de Mauricio. Al final la abuela descubre la
verdad y ante el cinismo y la brutalidad del nieto, lo saca de su
casa, reprime su dolor. Durante este juego por hacer feliz a la
abuela, se han enamorado Mauricio y Marta Isabel, se alejan
ellos, en tanto la abuela queda con el sueño que ellos le
regalaron.
- La literatura en la postguerra, fue una literatura
vanguardista, rechazaron el arte pasado y buscaron nuevo modos
de expresión, Ejm: Las novelas La familia de Pascual
Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de
Carmen Laforet, figuran entre las más destacadas de un
nuevo tipo de realismo conocido como tremendismo, que se
caracteriza por la presencia del antihéroe y la
insistencia en los aspectos más sórdidos y
desagradables de la vida. - El mismo proceso que llevó la poesía
posbélica se dio en la narrativa que fue el
género más floreciente de la literatura
española contemporánea - El teatro moderno español no ha estado a la
altura de los otros géneros. - Cabe citar entre los dramaturgos a Alejandro Casona,
cuya característica primordial es combina los
juegos entre realidad y sueño de base
poética
Consecuencias de la Guerra Civil Española en
los cuentistas de la generación de la guerra y
postguerra
Sobre autores:
Estos tres autores, Medardo Fraile, Manuel Lueiro Rey y
Auturo del Hoyo son sólo tres de los tantos autores que
figuran entre los principales precursores del cuento
contemporáneo español, que surge en 1936, fecha de
iniciación de la Guerra Civil. Aunque todos, de
nacionalidad española se encuentran clasificados en dos
generaciones literarias distintas: la Generación de la
Guerra y la Generación de la Posguerra.
Medardo Fraile, nacido en Madrid en 1925, dramaturgo y
preciso crítico literario de quién hemos
leído "Libre 206", se encuentra entre las principales
figuras de la Generación de la Posguerra.
El poeta y narrador Manuel Lueiro Rey, quien
nació en Pontevedra (1916) y vivió desde joven las
penurias de la Guerra Civil y sus secuelas, se ubica en el grupo
de la Generación de la Guerra, junto a autores tales como
Mercé Rodoreda, Francisco Ayala y José María
Sánchez Silva entre otros. De este autor hemos analizado
el cuento "El niño que tenía un oso de
trapo".
El autor de "Las señas", Arturo del Hoyo,
narrador, crítico y ensayista nacido en Madrid en 1917,
aparece entre los más sobresalientes de la
Generación de la Posguerra.
2. Guerra civil
española y posguerra
La Guerra Civil Española enfrentó a dos
sectores radicalizados: los defensores de la República,
ligados a la izquierda y al anarquismo, y los grupos de derecha
liderados por el general Francisco Franco. En las elecciones de
abril de 1931, una alianza entre socialistas, republicanos y
nacionalistas triunfó en las principales ciudades
españolas. El 14 de abril se proclamó la Segunda
República y el rey huyó al exilio. En las
elecciones generales de junio triunfaron socialistas y
republicanos de izquierda. En diciembre se aprobó una
nueva constitución que desmontaba la estructura
monárquica, propiciaba reformas sociales y ponía
fin a la España católica.
Estas reformas fueron paralizadas por los conservadores
luego de su victoria en noviembre. Un sector de la izquierda
convocó a una huelga general
el 4 de octubre de 1934. El 6 se proclamó la
República Catalana, pero en Asturias los movimientos
fueron sofocados brutalmente por el ejército, coordinado
por Francisco Franco. En las elecciones de febrero de 1936 el
Frente Popular (republicanos y partidos de izquierda)
consiguió mayoría. Se aceleró la reforma
agraria, se restableció el gobierno autónomo de
Cataluña y se decretó una amnistía. Las
fuerzas conservadoras en contacto con el fascismo italiano
y el nazismo
alemán prepararon un golpe militar.
El 17 de julio comenzaron las sublevaciones en Marruecos
y en Sevilla. Comenzaba la Guerra Civil. El 29 de septiembre
Franco fue designado "generalísimo de los ejércitos
rebeldes". En noviembre comenzó la batalla por Madrid y el
gobierno republicano en peligro se trasladó a Valencia.
Nacieron las Brigadas Internacionales formadas por voluntarios de
todos los países que acudían a España a
defender la república. Mussolini envió cuerpos de
ejército y la aviación nazi ensayó en
Guernica, el 26 de abril de 1937, por primera vez en la historia,
un bombardeo aéreo de saturación sobre una ciudad.
La U.R.S.S. también prestó su apoyo. En agosto de
1936, mientras Madrid era bombardeada, 2.500 anarquistas
liderados por Buenaventura Durriti intentaron proclamar en
Zaragoza una comuna libre que no se subordinara ni a Madrid ni a
Barcelona. Madrid resistió hasta el 28 de marzo y el
1º de abril de 1939 terminó oficialmente la guerra.
Franco asumió el gobierno e instauró un
régimen semejante al de Mussolini y Hitler.
Creó un partido único, proscribió los
sindicatos y
manejó España con mano dura hasta su muerte, el
20 de
noviembre de 1975. El gobierno de Franco quedó en
manos del clero ortodoxo, los militares y miembros de la antigua
monarquía.
En los años 40 y 50 se hizo evidente una vuelta a
la España pre-republicana. Una minoría privilegiada
ocupaba el poder; el
sector obrero, conformaba sindicatos verticales con bastante
indiferencia frente al esquema de poder. Al final de la Segunda
Guerra
Mundial, se fueron consolidando las líneas del nuevo
estado. En 1947, un plebiscito aprobó la ley que
declaró a España monarquía, y nombró
al General Franco como regente vitalicio con derecho a nombrar
sucesor.
En 1960, Francisco Franco y Don Juan de Borbón
acordaron que Don Juan Carlos, su hijo, fuera designado el
heredero del trono. Los últimos años de
política franquista, se caracterizan por los reclamos
sociales y políticos que progresivamente fueron
desgastando las bases del gobierno.
El 20 de noviembre de 1975, tras la muerte de Franco,
Don Juan Carlos es proclamado Rey de España. Bajo su
reinado se iniciarán y alentarán las reformas para
convertir el sistema
político en una monarquía parlamentaria. Es
destacable la figura de Adolfo Suárez, quien desde 1976
tuvo a su cargo la jefatura de gobierno, entre sus logros
están la legislación de los partidos
políticos y centrales sindicales, el establecimiento de
las relaciones diplomáticas con países socialistas
y la abolición de la censura ("destape social"). Sin
embargo, surgieron períodos de agitación, con paros
y protestas laborales, que se continúan hasta nuestros
días.
En el cuento, "El niño que tenía un oso de
trapo", el protagonista era un niño que tenía como
compañero de aventuras y de juegos a un oso de trapo. En
él reflejaba su inocencia y su esperanza en ese futuro que
compartiría junto su amigo, encontraba la libertad, los
sueños, los deseos y el porvenir, que luego se
derrumbaría, aquel día de abril, cuando se
convirtió en otra de las víctimas de la guerra. Por
esto el oso es uno de los símbolos existentes en el
cuento. El episodio de guerra, muerte, sufrimiento y de dolor se
ve reflejado en el "Guernica", un lienzo inmortal de Pablo
Picasso, que
contrasta con los pensamientos y la forma de ser del niño.
En este cuento, el tema principal es el de la libertad y en
segundo plano la guerra, que solamente se presenta en el final.
El narrador es quién relata mediante una especie de
monólogo con ciertas inserciones de frases dichas por el
niño. Utiliza metáforas como, "[…] de pronto un
vuelo de cuervos dejó caer la muerte desde el cielo
[…]"; "[…] en el suelo oscuro,
lleno de sangre inocente, una flor, solo una flor […]".
También el cuento está muy nutrido en imágenes
que nos introducen más en la situación, por
ejemplo: "… y una casa en llamas…"; "… esparcidos la cabeza
y los brazos de un hombre muerto…"; "…y otra mujer, rodeada
de llamas, levantando los brazos al cielo…". Además del
símbolo por excelencia que tiene el cuento, podemos
encontrar otros como los cuervos, que simbolizan la muerte, o los
pájaros libres, que reflejan la inocencia. Es fácil
distinguir una característica de esta generación,
la introducción del mundo infantil como
método
utilizado por el autor para juzgar llanamente las contradicciones
de los adultos o bien para poner en duda sus esquemas, que
parecen prefabricados o arbitrarios en especial si se los compara
con la realidad simple e ingenua de los chicos.
En "Libre 206", el tema principal es también el
de la Libertad, pero desde otro punto de vista. Está
relatado en su gran mayoría por el narrador. El
protagonista es un preso político, quien padeció la
violencia, el abandono, los insultos, los castigos, el
frío. Allí, durante su estadía, se hizo
varios cuestionamientos sobre esa libertad tan lejana,
soñada, temida y finalmente conseguida, llegando a la
conclusión de que la sociedad es rígida, opresora y
asfixiante, en la que cada uno está "preso" en su propio
mundo, siendo socialmente libre. Encontramos algunas
metáforas como: "[…] saldría corriendo por
veinte, treinta calles hasta que los poros le segregaran libertad
angustiosa, hasta que el corazón temiera al insaciable
potro de la libertad […]. En cuanto a las imágenes, las
que encontramos nos son útiles para conocer mejor el lugar
donde se desarrolla la acción, por ejemplo: "[…] ruidos
dolorosos que no le dejaba oír la costumbre[…]" "[…]
corrales de hombres, los gritos, la tierra en los
ojos, el hambre, los patios húmedos[…]". Las hormigas
son símbolos que aparecen en el momento de la
introspección del protagonista y se utilizan para comparar
la situación de los presos con la de las hormigas: "[…]
¿No son ejemplares, libres , las hormigas, pisadas con
total indiferencia, derruidas con un ligero soplo, ahogadas en
implacables diluvios? ¿Quién podría evitar
el sentimiento de la libertad de un preso, que en un hormiguero
oscuro alguien fuera libre?
"Las Señas", relatado por el narrador, aunque con
presencia de diálogo
entre los personajes, nos muestra una situación cotidiana
en momentos en que la Guerra Civil invadía territorios y
dejaba millares de víctimas a su paso. Es decir,
aquí el tema central es la guerra. La situación se
desarrolla en un ámbito rural, donde un joven soldado hace
una breve visita a sus parientes en un pueblo de Burgos. La
sociedad rural era marginada, razón por la cuál la
gente aldeana no está al tanto e ignora la
situación devastadora y dolorosa de los frentes. Por este
motivo, aquellas vagas esperanzas que aún brillaban en el
alma de algunas personas, desaparecieron esperando vanamente,
noticias de las zonas devastadas. Encontramos metáforas
como: "[…] todos los cristales de los balcones y ventanas daban
a Poniente, resplandecían entonces con rápidos y
rojos latidos […]". Algunas imágenes son: "[…] de su
olor a soldado, a caqui y a cuero […] el olor de la casa. El
olor a salvado y a harina […]"; "[…] como si volviera a ver
ese Madrid terco, erguido, blanco y rojo, bajo el fuego de la
artillería[…]". Los símbolos que encontramos en
el relato son gallinas, ovejas, puchero, que se asocian con la
situación de esa clase rural marginada. Puede advertirse
claramente la inclinación hacia lo fragmentario que hace
el autor, es decir que se desplaza el valor que la
anécdota recibía en generaciones anteriores. Ahora,
ésta es solo un punto de partida para la
reconstrucción que hará el lector, mientras los
personajes van definiéndose a través del
diálogo. Los autores de la Generación de la
Posguerra utilizaban esos recursos para
distinguir figuras marginales entre los personajes. Es
fácil de observar que en la mayoría de los cuentos
de esta generación, se confrontan un sector social bajo,
de pobres y fracasados contra otro sector social alto. Esta
comparación tiene un evidente propósito
crítico.
Como conclusión final de este trabajo podemos
describir las consecuencias que produjo la Guerra Civil
Española en los artistas de la época, sus obras, y
sobre la cultura de ese
país en general.
Durante la Guerra Civil, dicha cultura se vio afectada
por la lucha, la desaparición y el exilio forzado de
muchísimos intelectuales. Esto interrumpió el
normal desarrollo de la cultura del país. "El destierro
fue secando a algunos artistas su vocación y su capacidad
[…] por tener que escribir bajo un régimen de censura
política y religiosa. La falta de libertad afectó
el repertorio de temas, la elección de situaciones, los
temas, etc., por lo cual, los artistas españoles en
general quedaron desorientados, a oscuras, mientras en otros
países avanzaban en la materia. Este
ambiente hizo que cada autor buscara su propio camino
Además pudimos interpretar que algunos temas
tratados en los
cuentos son la: inseguridad y
desencanto respecto al futuro y la incomunicación, la
introspección y análisis psicológico ("Libre
206").
Otra consecuencia directa que la guerra produce en los
autores es que la limitación y presión
que reina en esos momentos además de las vivencias amargas
y cruentas en las que han vivido ellos los lleva generar una
defensa de la literatura obrando en contra de la represión
y el conformismo. Es el caso de, por ejemplo, Manuel Lueiro
Rey.
ALEJANDRO CASONA
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UN EXILIADO PARTICULAR
POR
©JUAN DIOS GARCÍA
GÓMEZ .Universidad de Murcia
1903 –
1936 Nací y me crié en una vieja casa solariega
que, por ser la más grande de la aldea, es llamada por
todos "la casona". Es frecuente en las aldeas (donde por ser casi
todos parientes, los apellidos se repiten mucho) distinguir a las
familias por el lugar que habitan: así se dice "los de la
Fuente", "los del Valle", y en mi caso, "los de la
Casona".
Con esa «distinción»
paseó el autor su obra por todo el mundo, haciendo de ese
apellido simpático un sello de calidad literaria y
teatral. Besullo fue la aldea asturiana que lo viera nacer en
1903. Cinco años después vivió en
Villaviciosa; más tarde, comenzó sus estudios de
Bachillerato en Gijón, aunque fuesen terminados casi en el
punto más distanciado de Gijón en la
geografía española: la ciudad de Murcia, debido al
traslado profesional al que sus padres -ambos maestros- fueron
obligados.
En el sureste es donde empieza a relacionarse con gente
de teatro y a escribir sus primeras fantasías literarias,
al tiempo que ingresa en la Facultad de Filosofía y
Letras. Pero ya, para entonces, no habrá nada que le haya
influido más que su infancia en Asturias. Esta huella va a
ser indeleble desde la publicación de su primer libro en
1926 -una serie de poemas titulada El peregrino de la barba
florida- hasta su relato dramático en dos tiempos El
caballero de las espuelas de oro, estrenado en 1964 en Madrid, un
año antes de fallecer, por lo que ha sido considerado como
su testamento artístico.
Tres alegres años dura la estancia en Murcia,
hasta que en 1922 entra en la Escuela Superior de Magisterio de
Madrid. En la capital española cursa sus estudios durante
cuatro años y se hace inspector al término de
éstos, dedicando todo el año de 1927 a realizar
prácticas. Pero al año siguiente, en 1928, es
destinado por el Ministerio de Instrucción Pública
a Lés, un pueblecito del Valle de Arán
(Lérida), como inspector de Enseñanza Primaria.
Casona encontrará allí la piedra angular de la
pedagogía aplicada al teatro, sobre todo al
infantil:
Allí fundé, con los chicos de la
escuela, el teatro infantil "El Pájaro Pinto", realizado a
base de repertorio primitivo, comedia de arte y escenificaciones
de tradiciones en dialecto aranés. Tuvimos éxito.
Se entretuvieron los más chicos y quedó prendida en
la mente de los mayores una lección, una enseñanza,
un aletazo a la imaginación.
Con esta declaración, y como iremos viendo a lo
largo de la obra y la vida personal de Casona, comprobamos que
algo constante en su carácter
va a ser su inagotable altruismo, fuente de energía para
dedicar su atención y su poder moral, oficial y
económico a trabajar por acciones de
solidaridad
humana y social.
En 1928 también tiene lugar, en San
Sebastián, su boda con Rosalía Martín Bravo,
compañera de estudios de Madrid, y su nombramiento como
finalista en un concurso de ABC por la pieza Otra vez el
diablo.
La situación profesional en el valle pirenaico le
proporciona una excelente oportunidad para ir escribiendo otras
obras como El crimen de Lord Arturo -adaptación del relato
original de Oscar Wilde, estrenada en Zaragoza en 1929- ,
traducir piezas breves de August Strindberg y publicar su segundo
libro de poemas, La flauta del sapo (1930).
Corre el año 1931 y, tras una fugaz estancia como
inspector en Asturias y en León, oposita con éxito
por una plaza en la Inspección Provincial de Madrid, donde
fija su residencia hasta el comienzo de la contienda
civil.
No obstante, decir que residirá en Madrid durante
esos seis años es decir una media verdad, puesto que, el
mismo año en que Casona consigue esa plaza
madrileña, se proclama la II República
Española, y el recién creado Patronato de Misiones
Pedagógicas le asigna el cargo de director del
«Teatro del Pueblo».
Esta temporada de nomadismo teatral comprende una
hiperactividad artística y pedagógica que se ve
premiada, por fin, en los años siguientes. Se le concede
en 1932 el Premio Nacional de Literatura por Flor de Leyendas, un
ejemplo de amor hacia los niños
que han de crecer con una base literaria fundamentada, con
ahínco, en el aprendizaje de
lo universal, a través de la lectura de
historias legendarias pertenecientes a distintas
culturas.
En 1933, Casona envía el manuscrito de su obra La
sirena varada al concurso más prestigioso de literatura
dramática en lengua
española: el Lope de Vega. Era un autor poco afamado en
los medios literarios, sin embargo, de la noche a la
mañana va a convertirse en la última de las tres
promesas -junto a García Lorca y Jardiel Poncela- que
encabezarán el espíritu de renovación del
teatro anquilosado anterior a la guerra civil.
Estos tiempos serán, pues, los primeros
días gloriosos para el autor, y fundamentales para darse a
conocer entre algunas personalidades literarias consagradas de la
época. Recogeré sólo una pequeña
muestra de los testimonios escritos a raíz del estreno de
la obra ganadora del Lope de Vega en 1934:
«Alejandro Casona es un gran poeta ante todo;
cualidad sin la que no es posible ser un gran autor
dramático, ni un gran novelista, ni si me apuran, nada que
valga la pena en este mundo. Muy moderno, pero muy seguro de su
modernidad, que
no es la pirueta alocada de tantos volatines literarios.
Alejandro Casona es, entre los jóvenes, uno de nuestros
más positivos valores. Es, además, excelente
persona; lo
que, si bien pudiera significar poco para el valor de su obra -yo
no lo creo así-, significa mucho para los que tenemos la
satisfacción de llamarnos amigos suyos» (Jacinto
Benavente).
«La sirena varada […] puede ser el comienzo de
una literatura teatral, aliteraria y nueva. La producción
de nuestros escritores jóvenes y recién ex
jóvenes no es más que literatura. Por eso
pasará. Este esqueleto de acción, con sólo
una piel de
palabras, pegadas a los huesos, tiene
todo el aire de lo que va a perdurar» (Gregorio
Marañón).
«La sirena varada y sus consanguíneas
venideras harán perdurar el nombre de su autor
gloriosamente. En cambio, su
magnífica labor educadora, no menos gloriosa en esencia,
dejará sin duda huella en el espíritu individual y
en el público» (Manuel B. Cossío).
«Su vocación y su aptitud magníficas
están servidas por un trabajo metódico y por una
cultura que se nutre, a diario y con igual fervor, de la vida y
de los libros» (A.
Hernández-Catá).
«En abril de 1929, en trance de embarcar para
Buenos Aires como asesor literario de la compañía
López Heredia, recibí y leí en Vigo La
sirena varada de Alejandro Casona. Apenas conocía
personalmente a su autor. El mismo día de mi marcha, se la
devolví diciéndole sobre poco más o menos:
"Quien debe hacer esa comedia es Margarita Xirgu". […] No me
cabe decir sino que he tenido en el éxito
felicísimo de La sirena varada una de las mayores
satisfacciones de mi profresión teatral» (C. Rivas
Cherif).
«El aire del mar que sopla de modo misterioso en
el poema de Casona, es un aire de mar nuevo y verdadero que
refresca las eternas bambalinas del teatro. Yo brindo con
alegría por el futuro de este autor y le deseo que
más adelante mueva, bajo los telares y las diablas, una
sirena de verdad donde se agudice la norma y la forma de su
poesía. Deseo para bien del teatro y de Alejandro que La
sirena varada sea pronto sirena alada» (Federico
García Lorca).
Con la sólida base de este triunfo es
casi imposible que la actitud emprendedora del joven dramaturgo
decaiga. Más bien va a resultar todo lo contrario. Hasta
el estallido de la guerra, Casona conoce una etapa de
éxito y reconocimiento de todo el esfuerzo anterior: en
1935 estrena en Valencia El misterio de María Celeste
-escrita en colaboración con A. Hernández
Catá-, en Madrid Otra vez el diablo, y en Barcelona
Nuestra Natacha, una obra cuyos protagonistas son estudiantes
universitarios, guiados por la fuerza utópica de su
compañera más carismática, Natacha, hacia la
realización de un proyecto de altos valores de solidaridad
y altruismo: reeducar a un buen número de jóvenes,
a quien la vida les ha maltratado, hasta que consigan un nivel
moral y ético aceptable que les devuelva la esperanza de
sentirse útiles en el sistema de sociedad al que
tendrán que regresar. Para ello, con el compromiso de
ayudarla durante todo un año, Mario, Fina, Somolinos,
Rivera, Encarna, Aguilar, Flora, Francisco y Lalo
construirán el sueño planteado por Natacha,
aislados en una finca abandonada, que Lalo, enamorado de
ésta, presta al grupo.
Su difusión, en tan sólo dos años,
superó las quinientas representaciones. Fue su triunfo
más popular, el que hizo más ruido.
A lo largo de la obra, hay alusiones a revueltas
estudiantiles ante la Facultad de Medicina de San
Carlos; manifestaciones de rechazo a los uniformes y a la
jerarquía de clases; una chica desamparada que es violada
por un borracho señorito, irresponsable y decadente;
desdichados reclusos en un reformatorio extremadamente
sórdido; un adolescente que utiliza la violencia física como arma
desesperada ante las injusticias y penas que le ha deparado su
triste infancia; un sinfín de sentencias en contra de
cualquier clase de represión y a favor de una idea
apologista de la libertad ontológica y social, a veces a
modo de discurso político: «Los hombres libres no
toman nada ni por la fuerza ni por limosna. Que aprendan a
conseguirlo todo por el
trabajo»
Exilio
Se convierte, pues, en uno de los autores más
alabados de la España republicana. Triunfa también
gracias al apoyo de la actriz Margarita Xirgu, en esos momentos
la de más renombre en el país, quien logrará
su consagración con el estreno de sus primeras obras en
Madrid. Aunque, como ya sabemos, España entra en guerra, y
con este acontecimiento llega el exilio de muchos autores,
incluyendo a Casona; fue algo evidente, pues él, como
tantos otros, era un artista abanderado de la
República.
Ya en 1936, el improvisado itinerario de huida, ayudado
por amigos y compañeros, lo lleva desde León a
Gijón y desde allí a Santander, San
Sebastián e Irún, ciudad a través de la cual
entra a Francia, donde
contacta con la compañía de comedias de Josefina
Díaz de Artigas y Manuel Collado, una de las más
célebres de la España de preguerra.
Con esta compañía, en la que trabaja como
director artístico, inicia una gira por América
que durará desde 1937 hasta 1939. Recorren Méjico,
Cuba, Puerto Rico,
Venezuela,
Colombia,
Perú, Chile y
Argentina. Simultáneamente, se dedica a dar numerosas
conferencias en multitud de congresos e instituciones
celebradas alrededor de todo el continente americano; es
galardonado incesantemente por distintas entidades; pronuncia
lecturas y realiza toda clase de actividades dramáticas,
hasta que se instala definitivamente en Buenos Aires, donde
continúa divulgando su extremada pasión por la
literatura y el teatro en diversos artículos y estudios,
donde colabora a menudo con revistas y periódicos europeos
y americanos, donde se atreve a producir películas, donde
adapta muchos guiones -propios y ajenos- para la industria
cinematográfica y teatral hispanoamericana, donde mantiene
una vehemente actividad de radio-teatro,
donde es director de obras de Tirso, Lope, Cervantes, Shakespeare,
Galdós, Ibsen, Bocaccio, Calderón, Wilde, etc…
Además de llevar a cabo todas estas tareas, Casona tiene
tiempo para viajar, con cierta frecuencia, por los países
americanos vecinos, incluyendo grandes escapadas a la vieja
Europa, donde es recibido con expectación por el estreno
de sus comedias.
Pero lo más importante para su carrera como
dramaturgo es que va a ser aquí, en América, tras
años de incansable trabajo, donde comience a publicar el
grueso de sus mejores obras y, por supuesto, a estrenarse con un
éxito arrollador: Las tres perfectas casadas se estrena en
Buenos Aires (1941), al igual que La barca sin pescador (1945),
La molinera de Arcos (1947), Los árboles mueren de pie
(1949), La llave en el desván (1951), Siete gritos en el
mar (1952), La tercera palabra (1953), Corona de amor y muerte
(1955) -versión personal de la antigua leyenda de
doña Inés de Castro-, La casa de los siete balcones
(1957) -otra que cuenta entre mis favoritas- y Tres diamantes y
una mujer (1961); en Méjico se estrena Prohibido
suicidarse en primavera (1937); Romance en tres noches (1938) en
Caracas; Sinfonía inacabada (1940) en Montevideo y Carta
de una desconocida (1957) -adaptación teatral de una
novela del austríaco Stefan Zweig- en Porto
Alegre.
Como vemos, Casona debe agradecer al continente
americano tanto la oportunidad de entregarse como el gozo de
recoger una cosecha de éxitos continua que, poco a poco,
se irá extendiendo por toda Europa y el mundo, siendo
representado en Milán, París, Río de
Janeiro, Lisboa, Burdeos, Munich, Florencia, Dublín,
Amsterdam, Bruselas, Johannesburgo, Zurich, Berlín,
Tel-Aviv, Jerusalén, Amberes, Gante, Lovaina, Los Angeles,
Atenas, Norrköping, Lucerna, Montecarlo, Viena, La Haya,
Breda, Gales, Moscú, Berna, Helsinki, Roma,
Nápoles, Venecia, Rotterdam, Ginebra, Belgrado,
Leningrado, Riga, Köenigsberg, Praga, Varsovia, Lieja,
Brujas, Aquisgrán…
Pero la historia, paradójicamente, está
construida a base de contradicciones que se repiten. Así,
Casona logra ser reconocido internacionalmente como dramaturgo
fuera de su país. Esta paradoja se da en muchos artistas
marcados por el exilio. En nuestra literatura es ya mítica
la amistad que
estrechó durante la larga estancia americana a los que me
permito nombrar «los tres exiliados de oro», mito fraguado
en las sucesivas reuniones nocturnas acaecidas en el retiro
uruguayo de la Xirgu, en su casa de Punta Ballena, cerca de Punta
del Este:
Allí solían reunirse Alejandro Casona, que
llegaba con su esposa en una moto con sidecar, Alberti y Teresa
León, Curotto y su esposa, y los temas eran siempre el
teatro y España, sus grandes obsesiones. Era una mujer
humilde, poco afecta a los reconocimientos públicos […]
De esta época es también su primera
aparición por la
televisión, que causó terrores a la actriz, con
La casa de Bernarda Alba y La dama del alba.
Habría bastantes páginas que escribir
sobre la relación entre esta importantísima actriz
y sus dramaturgos contemporáneos, pero eso
merecería un estudio aparte, amplio y profundo. El caso
que nos ocupa se centra en la obra de Casona, y a él nos
hemos de ceñir.
Volvamos por un momento a España.
¿Qué ocurría en el panorama cultural del
país, gobernado bajo la dictadura del general
Franco?
Antonio Machado, que había sido la más
alta figura de la lírica española, cantando como
muy pocos el paisaje y el alma del corazón de nuestro
país, muere en Colliure, expatriado, el mismo año
en que acaba la guerra civil, y en 1940 Jardiel Poncela estrena
Eloísa está debajo de un almendro, obra que hoy en
día todavía sigue siendo un clásico del
teatro español contemporáneo.
Miguel Hernández, víctima de la tuberculosis
producida en sus tres años de cautiverio, muere en
Alicante, en 1942, año en que Cela publica La familia de
Pascual Duarte, todo un ejercicio de imaginación que,
debido a su trama, con todo el tiempo pasado, ha venido a
reconocerse como la inauguración de un vigoroso realismo
existencial en la narrativa española.
Mientras Casona repasa en la lejana Argentina los
guiones cinematográficos de Casa de muñecas, de
Ibsen, y de El abuelo, de Galdós, y Max Aub, exiliado en
Méjico, escribe el San Juan y Morir por cerrar los ojos,
Dámaso Alonso prepara la publicación de su
revolucionario Hijos de la ira (1944), metralla poética
que representa el grito estremecedor del hombre que anhela un
espacio de paz desaparecido, y tal vez irrecuperable. La dama del
alba se estrena el mismo año de esta publicación,
en 1944.
En 1947 muere Gregorio Martínez Sierra, autor de,
probablemente, la más pacífica comedia de la
historia de la literatura española, Canción de
cuna, con la que alcanzó unas proporciones extraordinarias
de popularidad, sobre todo en países de habla inglesa; dos
años después, un joven Buero Vallejo estrena la
impactante y aplaudida Historia de una escalera, ganadora del
premio Lope de Vega. Al año, se estrena otra muestra de
renovación del teatro español con la no menos
aplaudida En la ardiente oscuridad, un reto realmente complicado
para el espectador, pues plantea una situación de actitudes
opuestas entre los protagonistas del drama -todos ellos ciegos-
que genera una fuerte tensión, a veces difícil de
soportar, ya que su tema trasciende no sólo al plano
social, sino también al moral, al sentimental y al
existencial, todo escrito bajo las claves de un estilo
neosimbolista.
En 1951 fallece uno de los grandes del 27, Pedro
Salinas, el clasicismo castellano y la emoción levantina,
el arquitecto de La voz a ti debida y el poeta de trazo
ágil y fino de Fábula y signo y Razón de
amor. Un año más tarde también se nos va
Jardiel Poncela, el intelectual madrileño que no
cesó de cantar al ingenio en cada una de sus obras; muere
toda una personalidad
literaria, con esa visión propia del mundo, con un humor
desorbitado, loco, disparatado, caricatural, pero trascendente.
En 1952 Miguel Mihura estrena al fin Tres sombreros de copa
-escrita ya en 1932-, la obra que lo va a hacer más
famoso, pionera del absurdo español. Pero las influencias
del teatro radicalmente comprometido ya comienzan a palparse con
el estreno, en 1953, de la obra de Alfonso Sastre Escuadra hacia
la muerte, mostrando la relevante personalidad de un nuevo autor
que abrirá heridas en demasiadas conciencias adormecidas,
algo por lo que tendrá que pagar caro muchas veces, aunque
la lucha forme parte esencial de su concepto
particular del teatro….
Un año después muere el maestro
Jacinto Benavente, y con él una manera de entender el
teatro y la vida, marcada por unas circunstancias bien distintas
a las que ahora suceden; pienso que Benavente es, ante todo, el
tremendo dominio y
respeto por la
arquitectura
teatral.
Juan Ramón Jiménez recibe el Premio Nobel
en 1956, y su fama alcanza por fin la internacionalidad; aunque,
a estas alturas, es la sangre nueva la que se está
imponiendo en la literatura española. En el campo
dramático destacamos que Buero estrene en 1956 Hoy es
fiesta, en 1958 Un soñador para un pueblo, y en 1962 El
concierto de San Ovidio, tres piezas clave que demuestran la
evolución que va desarrollándose en
su carrera de batalla y mensaje social y existencial en los
escenarios, ya que el género teatral proporciona la
oportunidad de arrancar los contenidos literarios del libro a las
tablas y, por lo tanto, se consigue una comunicación
artística más inmediata y, al parecer, más
provocativa. Simultáneamente, Sastre estrena La cornada.
Ambos autores encabezarán la lista de los mejores
dramaturgos españoles de la segunda mitad de este
siglo.
Aunque gran parte de la innovación teatral del siglo XX ocurre a
principios de éste, en Europa ha de señalarse el
estreno de piezas fundamentales para nuestra historia reciente
durante los años del exilio casoniano. Sobresalen el de
Madre Coraje y sus hijos en 1939 y El alma buena de Sechuan en
1943, de Bertold Brecht, poeta dramático de talento
expresionista y verdadero innovador del teatro moderno, al que da
fuerza épica. Junto a estas dos obras del dramaturgo
alemán, hemos de contar también con el estreno en
1947 de Las criadas, del francés Jean Genet, autor cuya
obra dramática utiliza un magnífico ropaje
poético con el fin de revelar la compleja manera de sentir
de sus personajes. El mismo año, en Gran Bretaña,
la censura prohíbe la pieza teatral de Erskine Caldwell,
La ruta del tabaco. Quedan
atrás la muerte de Meyerhold, el discípulo
más aventajado de Stanislavski, como también
está asimilado el teatro de Ibsen, el de Pirandello, los
estudios sobre el teatro político de Piscator, el rechazo
de los expresionistas por los obstáculos que impiden
llegar a la pureza en el escenario, etc…
En el año 41, el francés Louis Jouvet y su
compañía teatral se embarcan en una gira por
América del Sur. Al tiempo que triunfa ese segundo gran
estreno de Brecht, se sabe de la muerte de Max Reinhardt en Nueva
York; el actor y director austríaco había adquirido
reputación internacional gracias a sus realizaciones en el
Deutsches Theather de Berlín, y como fundador del Festival
de Salzburgo. En Estados Unidos se había dedicado al
cine. Mientras
tanto, en la Comédie-Française, Jean-Louis Barrault
dirige El zapato de raso, de Paul Claudel, obra de teatro
calificada de irrepresentable, pero cuyo éxito es
evidente. En el Théâtre de la Cité, Charles
Dullin estrena Las moscas de Jean-Paul Sartre.
En 1944 se representa por primera vez la Antígona
de Jean Anouilh; al año siguiente se realizará un
merecido homenaje a la figura de Jean Giradoux con la
representación de La loca de Chaillot, y la
compañía Renaud-Barrault presentará Hamlet, traducido
por André Gide y con decorados de André
Masson.
En 1946, Jean-Paul Sartre goza de un éxito
tumultuoso con la representación de sus obras Muertos sin
sepultura y La mujerzuela respetuosa. Dos años
después, se interpretarán dos piezas en
París: El estado de sitio de Albert Camus y Las manos
sucias de Jean-Paul Sartre. El existencialismo tiene ya unos
nombres y unos títulos.
El público europeo recibirá con excelente
crítica el estreno de La muerte de un viajante, de Arthur
Miller, en 1949, abriendo el camino a la década de los
cincuenta, en la que los más prestigiosos directores de
escena hacen un esfuerzo por interpretar adecuadamente las
teorías
teatrales de Antonin Artaud, insigne destructor de los límites de
la representación.
En Francia, un gran acontecimiento teatral es el
estreno, en 1951, de la obra de Sartre El diablo y el Buen Dios,
con decorados de Félix Labisse y dirección de Louis
Jouvet. En Avignon, Gérard Philipe triunfa con El
príncipe de Homburg, de Heinrich von
Kleist.
Sobresaldrán los estrenos de La cantante calva y
Las sillas, de Ionesco, en 1950 y 1951 respectivamente, y el
estreno en 1953 de la sin par Esperando a Godot de Samuel
Beckett. Son obras cumbre del teatro del absurdo, cuya
repercusión ha llegado hasta nuestros días. Como
muy bien apuntan los profesores César Oliva y Torres
Monreal, Beckett es el autor más profundo de esta
tendencia porque «es cuando el absurdo descubre el humor
trágico».
Tenesse Williams publica La gata sobre el tejado de cinc
en 1955, y a finales de la década, en 1959, la
compañía del Berliner Ensemble interpreta La
increíble ascensión de Arturo Ui, de Bertold
Brecht. Tres años después, en 1962, Harold Pinter
recibirá críticas muy diversas, violentamente
enfrentadas, por el estreno londinense de su obra La
colección.
Esto es una síntesis
bastante superficial de lo ocurrido en estos años en
España y Europa, pero es totalmente necesaria para acercar
al lector a los hitos literarios más importantes que
irán dirigiendo la historia de la dramaturgia de
Occidente. Siento no poder extenderme todo lo que yo quisiera en
el comentario de los distintos movimientos teatrales acaecidos en
todo el mundo entre los años en que Casona se encuentra
bajo la circunstancia del exilio, aunque supongo que se
comprenderá mi disculpa, por razones de
espacio.
El siglo XX, en nuestro país, ha sufrido la
agitación tremenda que cada ciclo de la humanidad nos
depara; el desarrollo del teatro español está,
obviamente, marcado por un antes y un después de la
guerra. Así, habremos de distinguir entre un «teatro
de los vencedores» y un «teatro de los
vencidos»
Pero ocurre que, en un principio, suceden los hechos,
fruto de la destrucción, el hambre, el desamparo, la
podredumbre y la miseria que lleva consigo la guerra, y luego,
pasado el tiempo, conforme las heridas van cicatrizando, los
cronistas literarios, con mayor o menor implicación
personal, intervienen en la narración y el juicio de esos
hechos primeros. Casona está en medio de esta delicada
división histórica de «vencedores» y
«vencidos».
Regreso
De nuevo vida y teatro se fundieron para
confusión de la crítica. Existe un hecho en
apariencia intrascendente, pero generador de partidismos y
posturas, atacantes y defensivas, respecto a la calidad y la
función
social del talento dramático de nuestro autor, el cual
vivió siempre sin voluntad alguna de crear controversias,
aunque las circunstancias, por desgracia, lo perjudicaron
sobremanera: el regreso a España de Casona.
Nuestro deber es reflexionar e investigar el por
qué de la extraordinaria reacción que supuso su
retorno. ¿Mereció tanto la pena tal
expectación? ¿Qué razones hubo para que
fuese Casona, y no otros, al que se le diese la oportunidad de
volver a esa España de entonces «por la puerta
grande»? ¿Cómo vivió el mismo
dramaturgo la exaltación del público español
ante las representaciones de sus obras escritas en
América?
En un artículo que relata las aventuras y
desventuras de la Xirgu en los últimos meses de la
España republicana, podemos leer:
El exilio alejó definitivamente a Margarita
Xirgu de su patria: en los primeros tiempos de la dictadura
franquista su nombre y su labor artística, como en los
casos de Casona o García Lorca, fueron silenciados o
reprendidos públicamente por un sector de la
crítica.
Casona era un perfecto candidato al exilio.
Había sido director de la sección teatral en las
Misiones Pedagógicas de la República, entre otras
tantas cosas, que lo ligaban directamente con esta forma de
gobierno. Sin embargo, este autor va a ser motivo de un proceso
de mitificación por parte de un sector del público
joven, de ideas republicanas, que crece durante la dictadura
franquista, y que necesita identificar, por encima de todo, a un
escritor con el tesoro de la moral
izquierdista. Los deseos de esta juventud
rebelde señalan a Casona como el ejemplo de escritor
comprometido socialmente, y así, éstos, lo imaginan
como el autor que alimenta su nostalgia republicana.
¿Cuál es la causa de este mito? Sin duda,
se debe al estreno y al éxito obtenido por Nuestra Natacha
en el periodo de la anteguerra. Adela Palacio, recién
fallecido el dramaturgo, escribirá esta
reflexión:
El teatro casoniano es en la actualidad aplaudido por
las personas mayores y escuchado respetuosamente, pero sin
entusiasmo o con indiferencia, por la gente joven. La
crítica que representa a un público que se
escandalizó en 1936 con Nuestra Natacha ha acogido ahora
con agrado la producción casoniana; tolerante y
comprensiva ha sido la actitud del hombre que por su edad y
formación aplaudió en su momento a "N. N."; y la
crítica joven -no demasiado joven-, la formada por unas
promociones universitarias que, en muchos casos, leían
medio clandestinamente el teatro de Casona y lo estimaban de gran
novedad, mantienen una posición adversa y, en ocasiones,
atacante.
¿Qué ha ocurrido aquí?
¿Cómo un autor que era aplaudido por la juventud
inquieta del treinta y seis es rechazado por la juventud, madura
y consciente, de los años sesenta, aquella que por muchas
razones -que no vienen al caso-, parecía la más
llamada a defenderlo? La razón es obvia: no en balde han
transcurrido 30 años; treinta años densos de
acontecimientos transformadores.
Sin embargo la respuesta no es tan simple como parece. El "quid"
de la cuestión se halla en que esos años no han
pasado de igual manera para todos. La experiencia vital es
distinta para el que ha vivido dentro de España que para
el que ha estado lejos de ella.
Nuestro autor, por estar alejado sólo
geográficamente de su patria, no va a cerrar los ojos a la
realidad de unos acontecimientos. El sinnúmero de amigos
que viven la dictadura y recibe en su casa de Buenos Aires le
traen noticias directas del ambiente que se respira para los
artistas en España; pero sí es cierto que el punto
de vista acerca de unas vivencias concretas es diferente
según se presencien con proximidad física o en la
distancia.
Tal vez el error vital del autor fue regresar antes de
tiempo a su país, y el teatral parece ser que fue el
querer elaborar de manera continuada una obra literaria total en
la que, pieza a pieza, iba descubriendo las constantes que
cimentan la base de su visión poética de la vida y
el arte.
Casona no escribe obras sintomáticas sobre la
represión dictatorial que se vive en su amada
España, ni tampoco lo hace recreando escenas de la
recién pasada guerra civil. Casona es un dramaturgo que,
en un momento dado de su vida, ha descubierto la verdad de su
pensamiento de
creación, y ha querido mantener esa verdad propia hasta el
final. Casona conserva el mismo talento desde que se educa y pasa
la juventud en España, mientras vive casi treinta
años en el exilio, hasta que regresa al país que lo
alejó.
En una época en que la autenticidad del arte
reside en el compromiso retratar la imagen del reprimido social,
moral e ideológico, la obra de Casona no tiene espacio, no
puede cuajar bien con las condiciones dictadas por los
confundidos y, en ocasiones, ingenuos críticos.
El profesor y escritor gallego Gonzalo Torrente
Ballester opina sobre esta absurda -con el paso de los
años- polémica, respecto a la acusación
hecha a nuestro dramaturgo de realizar un teatro de
evasión:
De modo parecido, el que después se
llamó, un poco estúpidamente, «teatro de
evasión», tampoco traía a la escena una nueva
estética, sino una concepción nueva de la
felicidad. Quizá, más que una concepción,
una receta, que Alejandro Casona, con técnica
pedagógica, alcanzó a fornular de modo accesible:
puesto que la realidad, por definición, se opone a la
felicidad individual, brindemos al hombre el recurso de la
fantasía, y por si su capacidad imaginativa es
débil, orientemos la filantropía práctica
[…].
Las relaciones del teatro de Casona con la
evasión son más complejas. La mejor de sus obras
-La dama del alba- pertenece a un orden poético dentro del
cual la evasión carece de sentido. Mentarla donde la
materia dramática es la muerte parece, incluso, una falta
de respeto, y la afirmación puede aplicarse a otras
comedias del autor, cuya preocupación última es la
misma. Sin embargo, una parte importante de la obra de Casona
tiene que ver con la evasión, puesto que hace de ella no
el lugar teórico hacia donde expide el alma alelada del
espectador, sino la sustancia del drama o el instrumento de la
operación dramática en sí […]. Esto
acontece a causa de la vocación pedagógica de
Casona, no abandonada ni aun en el ejercicio del teatro, y a la
que debe el más importante de sus fracasos
estéticos, la más honda de sus caídas,
Nuestra Natacha.
Al ser en esta pieza donde se hace la tesis
pedagógica más idealista de toda la obra del autor,
Torrente Ballester no deja de tener razón. La
estética literaria nunca ha casado bien con un tipo de
afán pedagógico explícito, que es el que nos
encontramos aquí; belleza dramática y
pedagogía se enfrentarán a veces en su obra,
ocasiones en que el valor de lo lírico se ensombrece. Pero
este tema se abordará en profundidad en las páginas
siguientes.
Casona regresa oficialmente a España en 1962.
Presenciará el estreno en Madrid de La dama del alba, y a
partir de este éxito comenzará lo que se conoce
como el Festival Casona, un arma de doble filo para el asturiano.
Todas las obras escritas en América van a estrenarse en
España, extendiéndose, triunfales, a todas las
provincias, gozando del aplauso mayoritario.
El aperturismo de los sesenta sí se
fijó con astucia en el importante papel que
podía jugar Casona en las carteleras madrileñas,
con sus devaneos poéticos, personajes de otro mundo, pero
perfectas construcciones escénicas. Y Casona
triunfó. Y no con su teatro hecho en España […]
sino con todo el que había redactado y estrenado en
Argentina, sin excepción. La fórmula estaba creada.
Faltaba el intencionado toque lírico de un hábil
dramaturgo. Y los escenarios españoles se llenaron de
Casonas.
Resaltaremos la palabra aperturismo, teniendo en
cuenta que a favor de Casona se establece el argumento que
declara los primeros años de la década de los
sesenta en España como el inicio de una etapa de
liberación política y cultural del régimen
franquista.
Aquí se inicia el pequeño calvario que
hubo de sufrir el autor con los jóvenes críticos
procedentes de la revista de tema teatral Primer Acto; en la
crítica al estreno español de Prohibido suicidarse
en primavera, Ricardo Domenech escribe con respecto al mito
casoniano:
Comparto esta desilusión con vastos
sectores de la juventud, de hombres de mi generación que,
como yo, conocieron el teatro de Casona poco menos que a
escondidas -en un día ya lejano- y hoy descubren con
asombro el fraude de que han
sido objeto. Es verdad que hay entre nosotros una parte de culpa
por todo ello. Pero la creación de un mito no responde
nunca a causas arbitrarias o gratuitas, sino que, por el
contrario, expresa una necesidad colectiva. Nosotros
teníamos necesidad del mito de Casona…
Se trata, al fin y al cabo, de una circunstancia
histórica, ajena a la intención del dramaturgo.
Este testimonio lo deja bien claro. ¿Es convincente,
entonces, creer que Casona, ansiando un posible regreso a
España, pretendiera hacer de su creación una
especie de teatro público y, de ese modo, acceder lo mejor
que pudiese en el panorama nacional de los años
sesenta?
Otro colaborador de Primer Acto, el crítico
Fernández-Santos, lanza al aire cuestiones que meses
después responderá con actitud muy negativa contra
la obra conjunta de Casona, tachándola de mala calidad por
medirla, como hemos dicho anteriormente, con el rasero del teatro
social. Sus comentarios posteriores tendrán un afán
destructivo, aunque ahora quiera recoger lo escrito antes de su
personal batalla contra el autor:
Lorca y Casona fueron en su tiempo el máximo
exponente de una juventud que, por entonces, se incorporó
al profesionalismo teatral de nuestro país, llegando a
constituir dentro de éste algo así como un
revulsivo […]. En especial nos importa (la cuestión)
relativa al teatro de Lorca y Casona… ¿Qué
repercusión ha obtenido en el público
español? ¿Qué grupos
sociales lo reciben abierta y entusiásticamente?
¿Quiénes se sienten hostiles hacia él y por
qué? ¿Qué vigencia estética tiene?
Siendo un teatro de intención populista ¿se
encuentra a la altura de las necesidades de nuestro pueblo? Estas
cuestiones son, en general, difíciles y algunas de ellas
muy delicadas y espinosas.
El éxito en las salas importantes hizo que sus
representaciones fuesen identificadas con ese otro teatro
aburguesado que imperaba en estos escenarios oficiales. Casona
fue incluido, injustamente, en el mismo grupo de dramaturgos que
habían consolidado su carrera bajo las pautas del
período más duro del régimen franquista:
Joaquín Calvo Sotelo, Víctor Ruiz Iriarte,
López Rubio, Álvaro de La Iglesia,
más tarde Alfonso Paso, etc…
Respecto al teatro renovador encabezado por Buero y
Sastre, es Buero el único que puede comparar su victoria
teatral al compás de los autores citados, e incluso
también tuvo que soportar alguna que otra sacudida
crítica por ello. Esto demuestra la delicadeza con la que
había que tratar a esta parcela del mundo del teatro si se
alcanzaba el éxito en las masas.
Pero nuestro autor, a pesar de esto, se muestra
plenamente satisfecho con esta acogida. Cuando reside por fin en
España no contempla, a simple vista, lo que figuraba. Hay
que tener en cuenta que han pasado veintitrés años
de régimen. Casona escribe por carta unas sinceras
palabras a la Xirgu, nada más volver, de tan largo exilio,
a la tierra donde la Ignorancia lo había obligado a
huir:
En cuanto a la gente, me he tropezado, como es
natural, con el enemigo resuelto -unas veces de frente, y otras
embozado- dispuesto a la última calumnia y a la
última vileza; pero de verdad mucho menos de los que
esperaba. En general hay un ánimo dispuesto al
diálogo, una actitud respetuosa y unas ganas evidentes de
no hablar de aquello. «Finalmente el público,
aquí como en todas partes, cuando va al teatro va
sólo a ver teatro, sin importarle la filiación del
autor».
Desde esta apreciación particular se entiende la
actitud de Casona como hombre cuyo oficio es el teatro y quiere
aprovechar la oportunidad que se le brinda.
El más carismático de los tres
críticos que encabezaban el ataque al dramaturgo desde
Primer Acto fue José Monleón; éste no
resuelve nunca una situación sin antes razonarla y medirla
serenamente; por eso, cuando vaya a hablar de este caso
irá urdiendo una serie de conceptos encaminados a
persuadir y a mover a los lectores con su tesis.
Monleón sintetiza todas las reacciones contrarias
que hubieron en la década en que se produjo ese Festival
Casona en tres puntos importantes. Acusa a Casona de escapismo,
falta de vigencia cultural y desasimiento de la circunstancia
histórica.
Monleón, una vez superados los años de
más tensión, escribe:
El esquema polémico de Casona era, evidentemente,
primario. Hablaba del teatro político-social como si a
él le estuviesen pidiendo sus detractores un teatro
directamente revolucionario; no era eso, precisamente. Lo que se
había puesto en cuestión eran sus ideas, su
filosofía, su visión fatalista de la realidad,
siempre desagradable, vencida o vencedora…
A mi parecer, esta conclusión a la que llega el
crítico es el documento más objetivo de toda la
factoría de Primer Acto; resuelve de un plumazo esta
polémica, que alguna que otra vez ha caído en una
especie de escondite intelectual e ideológico.
Monleón defiende, lógicamente, un tipo de teatro
cargado de vigencia cultural y sostenido bajo una circunstancia
histórica española -el período de la
postguerra-. Cree en un teatro determinista en su carácter
y, por definición, toda esta teoría
artística se opone frontalmente a las fuentes
idealistas de las que tanto bebe nuestro dramaturgo pedagogo: el
Romanticismo,
el Modernismo,
etc…
Casona, aprehendida ya la realidad fatal y
agónica, tiene claro, desde el comienzo de su trayectoria
literaria, que su misión
persevera en la idea de poetizar el mundo.
No por otro hecho es que Monleón sintiera
que:
El problema, en el fondo, era más
patético y terrible para Casona que para nadie.
Quizá por eso no se atrevió a plantearlo
correctamente y sostuvo hasta el final que los ataques
procedían de la ignorancia y de la envidia
[…]
Casona era, en definitiva, la culminación de un
teatro bien escrito y artesanalmente sabio, destinado a
magnificar el pesimismo histórico y la capacidad del
hombre para inventar, no importa dónde ni cómo, un
paraíso. La verdadera vida estaba fuera de la realidad
social.
Casona es un escritor al que, antes que otra
cosa, interesa releer y revalorizar, pero no cuestionar desde
otros niveles que no estén sujetos a lo estrictamente
literario y filosófico.
Uno de los testimonios más recientes que razonan
sobre su controvertido regreso a España puede verse en el
Diccionario de
literatura española e hispanoamericana dirigido por
Ricardo Gullón. En este texto se
percibe lejano el final de la dictadura que sufrimos,
transcurrida la larga y frágil transición, y se
tiene en cuenta que vivimos en plena consolidación de una
democracia que, cuando se escribió, estaba casi a la
entrada del tercer milenio, comentó, con calma y justicia,
este asunto:
Casona fue víctima clara del exilio: por un
lado, se desvinculó de su ambiente natal. Por otro, su
vuelta produjo efectos contradictorios, a los que él era
totalmente ajeno: el gran público lo recibió con
entusiasmo y lo convirtió, durante tres años, en su
autor favorito. A la vez, la crítica joven y comprometida,
lo juzgaba con mucha dureza, por anacrónico. En realidad,
él no había cambiado: seguía haciendo el
mismo tipo de teatro. El problema consistía en que no
había llegado, en su momento, a su destinatario
lógico.
La única pieza que escribe el autor establecido
ya en España es El caballero de las espuelas de oro, un
drama histórico estrenado en el teatro Bellas Artes, de
Madrid, la noche del 1 de octubre de 1964, por la
compañía de José Tamayo y con ilustraciones
musicales de Cristóbal Halffter. Casona insiste, por
última vez, en dar a conocer al público lo que ha
sido, es y será su condición humana y
artística: un pedagogo con reverencia hacia lo
maravilloso, un rebasador de los límites de la ciencia
experimental que se enamora de la tierra, un melancólico
del monte y del mar, y un poeta que se pregunta, honestamente,
sobre el ir y venir del hombre.
El caballero de las espuelas de oro es algo más
que una simple biografía teatral de
su protagonista, Francisco de Quevedo y Villegas; el dramaturgo
presenta una serie cuidadísima de fragmentos escenificados
de su vida, cuyo texto se basa en la misma obra y hazañas
del poeta áureo, recreadas con la imaginación, la
magia y el humor casoniano. Es sorprendente la belleza alcanzada
en el lenguaje de
este relato dramático.
Casona sigue mostrando sus constantes teatrales al
espectador, y, sin embargo, él se encuentra en contacto
directo y físico con el problema de la realidad inmediata:
la dictadura franquista. Esto refuerza aún más
nuestro argumento sobre la idea casoniana de ir enhebrando, paso
a paso, el camino hacia una dramaturgia global, representativa de
los pricipios de su singular mundo.
Un año más tarde, el 17 de septiembre de
1965, muere en Madrid, cumplido su sueño de volver a
España y habiendo alcanzado el reconocimiento universal
que le coloca entre los primeros autores de teatro de nuestras
letras contemporáneas
FRAGMENTO DE LA
FAMILIA DE PASCUAL DUARTE
Nací hace ya muchos años lo menos
cincuenta y cinco en un pueblo perdido por la provincia de
Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo,
agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin
pan, lisa y larga como los días de una lisura y una
largura como usted, para su bien, no puede ni figurarse de un
condenado a muerte …
Era un pueblo caliente y soleado, bastante rico en
olivos y guarros (con perdón), con las casas pintadas tan
blancas, que aún me duele la vista al recordarlas, con una
plaza toda de losas, con una hermosa fuente de tres caños
en medio de la plaza. Hacia ya varios años, cuando del
pueblo salí, que no manaba el agua de las
bocas y sin embargo ¡qué airosa!, ¡qué
elegante! Nos parecía a todos la fuente con su remate
figurando un niño desnudo, con su bañera toda
rizada al borde como las conchas de los romeros.
En la plaza estaba el Ayuntamiento, que era grande y
cuadrado como un cajón de tabaco, con una torre en medio,
y en la torre un reló, blanco como una hostia, parado
siempre en las nueve como si el pueblo no necesitase de su
servicio, sino sólo de su adorno. En el pueblo, como es
natural, había casas buenas y casas malas, que son, como
pasa con todo, las que más abundan; había una, de
dos pisos, la de don Jesús, que daba gozo de verla con su
recibidor todo lleno de azulejos y macetas. Don Jesús
había sido siempre muy partidario de las plantas, y para
mí que tenia ordenado al ama vigilase los geranios, y los
heliotropos, y las palmas, y la hierbabuena, con el mismo
cariño que si fuesen hijos, porque la vieja andaba siempre
correteando con un cazo en la mano, regando los tiestos con un
mimo que a no dudar agradecían los tallos, tales eran su
lozanía y su verdor.
La casa de don Jesús estaba también en la
plaza y, cosa rara para el capital del dueño que no
reparaba en gastar, se diferenciaba de las demás,
además de en todo lo bueno que llevo dicho, en una cosa en
la que todas le ganaban: en la fachada, que aparecía del
color natural de la piedra, que tan ordinario hace, y no
enjalbegada como hasta la del más pobre estaba; sus
motivos tendría. Sobre el portal había unas piedras
de escudo, de mucho valer según dicen, terminadas en unas
cabezas de guerreros de la antigüedad, con su cabezal y sus
plumas, que miraban, una para el Levante y otra para el Poniente,
como si quisieran representar que estaban vigilando lo que de un
lado o de otro podríales venir: Detrás de la plaza,
y por la parte de la casa de don Jesús, estaba la
parroquial con su campanario de piedra y su esquilón que
sonaba de una manera que no podría contar, pero que se me
viene a la memoria
como si estuviese sonando por estas esquinas … La torre
del campanario era del mismo alto que la del reló y en
verano, cuando venían las cigüeñas, ya
sabían en qué torre habían estado el verano
anterior; la cigüeña cojita, que aun aguantó
dos inviernos, era del nido de la parroquial, de donde hubo de
caerse, aun muy tierna, asustada por el
gavilán.
Mi casa estaba fuera del pueblo, a unos doscientos pasos
largos de las últimas de la piña. Era estrecha y de
un solo piso, como correspondía a mi posición, pero
como llegué a tomarle cariño, temporadas hubo en
que hasta me sentía orgulloso de ella. En realidad lo
único de la casa que se podía ver era la cocina, lo
primero que se encontraba al entrar, siempre limpia y blanqueada
con primor; cierto es que el suelo era de tierra, pero tan bien
pisada la tenía, con sus guijarillos, haciendo dibujos, que
en nada desmerecía de otras muchas en las que el
dueño había echado pórlam por sentirse
más moderno. El hogar era amplio y despejado y alrededor
de la campana teníamos un vasar con lozas de adorno, con
jarras con recuerdos pintados en azul, con platos con dibujos
azules o naranja; algunos platos tenían una cara pintada,
otro una flor, otros un nombre, otros un pescado.
En las paredes teníamos varias cosas: un
calendario muy bonito que representaba una joven
abanicándose sobre una barca y debajo de la cual se
leía en letras que parecían de polvillo de plata
"Modesto Rodríguez. Ultramarinos finos. Mérida
(Badajoz)", un retrato del "Espartero" con el traje de luces dado
de color y tres o cuatro fotografías unas pequeñas
y otras regular de no sé quien, porque siempre las vi en
el mismo sitio y no se me ocurrió nunca preguntar.
Teníamos también un reló despertador colgado
de la pared, que no es por nada, pero siempre funcionó
como Dios manda, y un acerico de peluche colorado del que estaban
clavados unos bonitos alfileres con sus cabecitas de vidrio de color.
El mobiliario de la cocina era tan escaso como sencillo: tres
sillas una de ellas muy fina; con su respaldo y sus patas de
madera
curvada, y su culera de rejillas y una mesa de pino, con su
cajón correspondiente, que resultaba algo baja para las
sillas, pero que hacia su avío. En la cocina se estaba
bien; era cómodo y en el verano, como no la
encendíamos, se estaba fresco sentado sobre la piedra del
hogar cuando, a la caída de la tarde, abríamos la
puerta de par en par; en el invierno se estaba caliente con las
brasas que, a veces, cuidándolas un poco, guardaban el
rescoldo toda la noche. ¡Era gracioso mirar las sombras de
nosotros por la pared! Iban y venían, unas veces
lentamente, otras a saltitos como jugando.
Me acuerdo que de pequeño me daban miedo, y aun
ahora, de mayor, me corre un estremecimiento cuando traigo
memoria de aquellos miedos.
El resto de la casa no merece la pena ni describirlo,
tal era su vulgaridad. Teníamos otras dos habitaciones,
hemos de llamarlas por eso de que estaban habitadas, ya que no
por otra cosa alguna, y la cuadra, que en muchas ocasiones pienso
ahora que no sé por qué la llamábamos
así, de vacía y desamparada como la
teníamos. En una de las habitaciones dormíamos yo y
mi mujer, y en la otra mis padres hasta que Dios, o quién
sabe si el diablo, quiso llevárselos; después
quedó vacía casi siempre, al principio porque no
había quien la ocupase, y más tarde, cuando no
podía haber habido alguien, porque este alguien
prefirió siempre la cocina, que además de ser
más clara no tenía soplos. Mi hermana, cuando
venía, dormía siempre en ella, y los chiquillos,
cuando los tuve, también tiraban para allí en
cuanto se despegaban de la madre. La verdad es que las
habitaciones no estaban muy limpias ni muy construidas, pero en
realidad tampoco había para quejarse; se podía
vivir, que es lo principal, a resguardo de las nubes de Navidad, y a
buen recaudo para lo que uno se merecía de las asfixias de
la Virgen de agosto. La cuadra era lo peor, era lóbrega y
oscura, y en sus paredes estaba empapado el mismo olor a bestia
muerta que desprendía el despeñadero cuando
allá por el mes de mayo comenzaban los animales a criar
la carroña que los cuervos habíanse de
comer…
Es extraño, pero de mozo, si me privaban de aquel
olor me entraban unas angustias como de muerte; me acuerdo de
aquel viaje que hice a la capital. Anduve todo el día de
Dios desazonado, venteando los aires como un perro de caza.
Cuando me fui a acostar, en la posada, olí mi
pantalón de pana. La sangre me calentaba todo el cuerpo
… Quité a un lado la almohada y apoyé la
cabeza para dormir sobre mi pantalón doblado. Dormí
como una piedra aquella noche.
En la cuadra teníamos un burrillo matalón
y escurrido de carnes que nos ayudaba en la faena y, cuando las
cosas venían bien dadas, que dicho sea pensando en la
verdad no siempre ocurría, teníamos también
un par de guarros (con perdón) o tres. En la parte de
atrás de la casa teníamos un corral o saledizo, no
muy grande, pero que nos hacia su servicio, y en él un
pozo que andando el tiempo hube de cegar porque dejaba manar un
agua muy
enfermiza.
Por detrás del corral pasaba un regato, a veces
medio seco y nuca demasiado lleno, cochino y maloliente como
tropa de gitanos, y en el que podían cogerse unas anguilas
hermosas, como algunas tardes y por matar el tiempo me
entretenía en hacer … Cuando me daba por pescar se
me pasaban las horas tan sin sentirlas, que cuando tocaba a
recoger los bártulos casi siempre era de noche;
allá, a lo lejos, como una tortura baja y gorda, como una
culebra enroscada que temiese despegarse del suelo, Almendralejo
comenzaba a encender sus luces eléctricas … Sus
habitantes a buen seguro que ignoraban que yo había estado
pescando, que estaba en aquel momento mismo mirando cómo
se encendían las luces de sus casas, imaginando incluso
cómo muchos de ellos decían cosas que amí me
figuraban o hablaban de cosas que amí se me
ocurrían. ¡Los habitantes de las ciudades viven
vueltos de espaldas a la verdad y muchas veces ni se dan cuenta
siquiera de que a dos leguas, en medio de la llanura, un hombre
del campo se distrae pensando en ellos mientras dobla la
caña de pescar, mientras recoge del suelo el cestillo de
mimbre con seis o siete anguilas dentro!…
Sin embargo, la pesca siempre
pareció pasatiempo poco de hombres, y las más de
las veces dedicaba mis ocios a la caza; en el pueblo me dieron
fama de no hacerlo mal del todo y, modestia aparte, he de decir
con sinceridad que no iba descaminado quien me la dio.
Tenia una perrilla perdiguera la Chispa medio ruin,
medio bravía, pero que se entendía muy bien
conmigo; con ella me iba mucha mañanas hasta la Charca, a
legua y media del pueblo hacia la raya de Portugal, y nunca nos
volvíamos de vacío para casa. Al volver, la perra
me adelantaba y me esperaba siempre junto al cruce; había
allí una piedra redonda y achatada como una silla baja, de
la que guardo tan grato recuerdo como de cualquier persona;
mejor, seguramente, que el que guardo de muchas de ellas …
era ancha y algo hundida y cuando me sentaba se me
escurría un poco el trasero (con perdón) y que
quedaba tan acomodado que sentía tener que dejarla; me
pasaba largos ratos sentado sobre la piedra del cruce, silvando,
con la escopeta entre las piernas, mirando lo que había de
verse, fumando pitillos.
La perrilla se sentaba enfrente de mí sobre sus
dos patas de tras, y me miraba, con la cabeza ladeada, con sus
dos ojillos castaños muy despiertos; yo le hablaba y ella,
como si quisiese entenderme mejor, levantaba un poco las orejas;
cuando me callaba aprovechaba para dar una carreras detrás
de los saltamontes, o simplemente para cambiar de postura. Cuando
me marchaba, siempre, sin saber por qué, había de
volver la cabeza hacia la piedra, como para despedirme, y hubo un
día que debió parecerme tan triste por mi marcha,
que no tuve más suerte que volver mis pasos a sentarme de
nuevo … La perra volvió a echarse frente a
mí y volvió a mirarme; ahora me doy cuenta de que
tenía la mirada de los confesores, escrutadora y
fría, como dicen que es la de los linces
….
Un temblor recorrió todo mi cuerpo;
parecía como una corriente que forzaba por salirme por lo
brazos. El pitillo se me había apagado; la escopeta, de un
solo caño, se dejaba acariciar, lentamente, entre mis
piernas. La perra seguía mirándome, fija, como si
no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un
momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas
de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese
que entregarme; hacia calor, un
calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar,
como un clavo, del animal ….
LA
NOVELA EN LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA
La novela es el género más floreciente de
la literatura española contemporánea. Max Aub es
autor, entre otras obras, de El laberinto mágico
—amplio panorama sobre la guerra civil— y La
verdadera historia de la muerte de Francisco Franco (1960). Una
de las mejores novelas de Francisco Ayala, crítico y
sociólogo además de novelista, es Muertes de perro
(1958), que describe el mundo esperpéntico de una
dictadura americana. Las novelas La familia de Pascual Duarte
(1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen
Laforet, figuran entre las más destacadas de un nuevo tipo
de realismo conocido como tremendismo, que se caracteriza por la
presencia del antihéroe y la insistencia en los aspectos
más sórdidos y desagradables de la vida. Cela,
galardonado con el Premio Nobel en 1989, ha escrito novelas de
estilos muy diferentes y es también conocido por sus
libros de viajes. La colmena (1951) es para algunos su mejor
novela.
Antonio Gala El escritor español Antonio Gala se
dió a conocer como autor dramático, alcanzó
gran notoriedad con sus novelas en la década de 1980 y en
la década de 1990 ha conseguido un éxito de
público inaudito en la historia de las letras
españolas como poeta.Colita/Corbis
Una variante más tradicional de realismo es la
que representan las obras de escritores como Ignacio
Agustí, a quien se debe el ciclo La ceniza fue
árbol, centrado en la burguesía de Cataluña,
y José María Gironella, autor de Los cipreses creen
en Dios (1953), que inauguró una saga de conflictos
familiares que simbolizan las disputas políticas
que condujeron a la Guerra Civil española. Miguel Delibes
destaca por sus libros de viajes y novelas realistas, entre las
que sobresalen La sombra del ciprés es alargada (1948) y
Cinco horas con Mario (1966). Ana María Matute, que
ingresó en la Real Academia Española en 1996, y que
suele emplear un realismo exagerado pese a sus arranques
líricos, encuentra en la infancia uno de sus temas
habituales y es autora de libros como Los niños tontos
(1956) y Primera memoria (1959). El Jarama, de Rafael
Sánchez Ferlosio, es una novela objetiva en extremo, de
estilo innovador en su época que su autor no
tardaría en abandonar. Las novelas de Juan Goytisolo
abordan problemas existenciales y son un alegato contra el
vacío histórico de la sociedad española;
entre sus obras más famosas se encuentran
Reivindicación del conde don Julián (1970) y
Paisajes después de la batalla (1982). Entre las novelas
de Ramón J. Sender, considerado por algunos como el
novelista más importante de esta generación, se
incluyen Mr. Witt en el cantón (1935), Crónica del
alba (1942) y Réquiem por un campesino español
(1960).
Camilo José Cela El premio Nobel español,
Camilo José Cela (1916- ), se inició en el estilo
conocido como tremendismo, de claras connotaciones taurinas, con
la novela La familia de Pascual Duarte, obra de crudo realismo
que supuso la incorporación de las letras españolas
a la narrativa europea moderna.Archivo
Fotográfico Oronoz
El mismo proceso que llevó la poesía
posbélica se dio en la narrativa. Pero en este caso las
influencias foráneas desde James Joyce a William Faulkner,
John Dos Passos, Franz Kafka o
André Gide supusieron innovaciones temáticas y
estilistas cuyo resultado fue una rica diversidad de obras y
autores, de tal manera que se puede afirmar que de "los cinco
millones de procedimientos que hay para contar una historia"
—según Henry James— se están empleando
todos. Entre los autores importantes de la narrativa actual, sin
que ello suponga detrimento para los no nombrados, cabe citar a
Alfonso Grosso, Juan Marsé, Mercedes Salisachs, Eduardo
Mendoza, Aquilino Duque, Lourdes Ortiz, Luis Mateo Díez,
Julián Ríos, Adelaida García Morales, Arturo
Pérez-Reverte, Almudena Grandes, Mariano Antolín
Rato, Quim Monzó o Rafael Chirbes, entre otros.
ALEJANDRO CASONA
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opción "Descargar" del menú superior
CAMILO JOSE CELA
PORTADA DE ALGUNAS OBRAS DE CAMILO JOSE
CELA
Para ver el gráfico seleccione la
opción "Descargar" del menú superior
La monografía tiene como tema principal el
desarrollo histórico y literario de España, en la
época contemporánea; así como los
máximos representante literarios, como lo son Cela y
Casona.
FATACCIOLI RUBIO, Nora. Literatura
española. Editorial Montoya LLima 1999
CONTRERAS IDROGO, Guely. Texto guía de lengua
y literatura. Ediciones Castillo. Chiclayo 2000
Enciclopedia:
Microsoft ® Encarta ® Biblioteca de
Consulta 2002. © 1993-2001 Microsoft
Corporation. Reservados todos los derechos.
Fuentes de Internet
www.monografias.com
Autor:
Biaggio Arbulú Baquedano