En esta monografía
me ocupo de los poemas en los
que los inmigrantes llegados a la Argentina entre
1850 y 1950, o sus descendientes, cantan a la tierra de
origen o evocan la inmigración.
"Barco de peltre, acero o
cucurucho,/ mole de mundo,/ cargado de niñez, hombres y
tumbos,/ arribaste./ Estrenaste el chocolate,/ la delicia de
mazorcas tiernas…/ Alimentaste sed de tierra,/
abiertas/ para manos rocosas,/ temples tristes.", canta
Carolina de Grinbaum en "Llegaste". (1)
En su poema "Inmigrante", Cristina Pizarro evoca
la desolación de quien ve frustradas sus expectativas: "Yo
era el que no tenía título,/ ni un doble apellido,/
el que deseaba vivir en un chalet de dos pisos/ con
jardín/ y revestimientos de piedra Mar del Plata./ Era uno
de esos/ originarios de tierras/ devastadas./ Ahora/ soy/ este
aire ambiguo/
este daño/ que regresa/ y este adiós/ menoscabado"
(2).
Los agricultores inmigrantes también fueron tema
de poesías. En "Ese inmigrante", Virginia
Rossi canta: "Se llenaba de espigas/ los puños y los
brazos/ y su paso medía/ la soledad del campo"
(3)
La nostalgia los embargaba; canta Cristina
Assenato en "País de inmigrante": "-porque comimos el
pan triste/ y la sal quemó ciertas noches/ porque tu hijo
y el mío/ caben en el proyecto del
pájaro/ y están allí reunidos/ en la curva
del trigo,/ en el signo abierto de la gran ciudad" (4).
Aún así, contribuyeron al engrandecimiento de la
nación
que los recibió.
. Roberto Cossa, en El Sur y después,
imagina el sentimiento de quienes van a tentar suerte en otra
tierra: "Allá murió la infancia/ una
caricia, una canción/ una plaza, una fragancia. / Los
brazos viajaron, el corazón
quedó./ Pero una estrella nos llama del sur./ Y un barco
de esperanzas cruza el mar./ América, la tierra del sueño azul/.
Es un vaso de vino, es un trozo de pan" (5).
En el océano, "cuando vino con otros/ encerrado
en la panza de un buque", aprendió el italiano del
tango "La
Violeta", de Nicolás Olivari, la "canzoneta de pago
lejano" que cantaba en la taberna (6). En el poema "Antiguo
Almacén
‘A la ciudad de Génova’", Olivari evoca al
italiano Miquelín, quien "Mientras le duraba la plata
cantaba,/ cantaba las lejanas canciones milanesas de su tierra/ y
hombreaba recuerdos como hombreando cereal…/" (7).
Villoldo evoca al gringo que canta: "Sos para el canto,
che, gringo/, como para el bofe el gato/ tomá una grapa
d’Italia/ y
descansemos un rato" (8).
Gustavo Riccio, en el poema "Elogio de los
albañiles italianos", asocia el canto con la realidad
social de los inmigrantes, quienes cantan mientras trabajan, pues
"en lo alto sienten ellos/ que una canción de Italia se
les viene al encuentro" (…) Más líricos que el
pájaro son estos que yo elogio:/ el nido que construyen no
es para su reposo,/ el lecho que levantan no es para sus
retoños…/ ¡Ellos cantan haciendo las casas de los
otros!" (9).
Otra canción es la que evoca, en "Celestes ojos
italianos", el poeta Francisco de Madariaga, quien pregunta a su
madre fallecida: "¿Estarás cantando la
canción que cantaban/ tus celestes ojos italianos?/
¿O estarás escuchando cómo canta mi
corazón,/ que fue la única maravilla en tu terror
a/ los viejos gauchos bandoleros y en tu/ fracaso?"
(10).
En "Ochenta" Orlando Mario Punzi homenajea a su
madre: "A Dios, conmigo se le fue la mano.// Me dio todo: la
mamma de primera,/ los amigos en tanda y un hermano,/ y ya de
pibe le saqué temprano/ cien sonetos, o más de la
galera" (11). También Oscar González, en "La
anunciación", canta a la madre italiana: "Y fue la mamma
gringa,/ Querendona y bravía, que entregó sus/
cachorros./ A otra tierra y otra lengua" (12).
Alfredo Conte evoca a su padre, que llegó desde
Cosenza en 1887: "Mi viejo, vos hiciste el mundo nuevo/ abriste
surcos, criaste hijos/ y fuiste solamente un inmigrante/ No
sé cómo decirlo en dos palabras" (13). Alberto
Luis Ponzo expresa en "Dibujos de
papá": "Seguí durante horas/ la cabeza/ que viajaba
desde Italia/ dejando olas y vientos/ navegando en la piel" (14).
Canta a su padre, asimismo, Alberto Perrone, cuando llega
a la casa europea del inmigrante: "Padre hoy conocí tu
tierra de vides y olivos./ Conocí a tu hermana y
encontré tu joven retrato/ que aún preside
allá, la casa" (15). En varios poemas, Marìa
Teresa Andruetto recuerda al padre italiano; entre ellos, en
el que dice: "El padre toca el banjo en la cocina/ de la casa
(…) El padre toca rumbas,/ habaneras, canciones italianas"
(16).
En su poema "La Condra", Fulvio Milano canta al
abuelo agricultor: "Así la llamaba el abuelo italiano. No
sé/ qué significa este nombre. Condra,/ la yegua
blanca que atábamos al sulky./ ¿Qué voy a
hacer, Dios mío, con este/ nombre raro/ a través de
la gente, a través del olvido?/ La Condra, impredecible de
caprichos en/ los caminos rurales,/ batía al aire los
remos nerviosos, disparaba/ por fantásticos ríos/
tronaba el abuelo, y yo veía palidecer/ en tambaleante
escorzo el angustioso sueño/ de la llanura"
(17).
Era italiana la abuela de la poeta Griselda
García, cuyas costumbres la nieta evoca: "mi abuela
preparando conservas/ de casi cualquier cosa que crezca/ en la
tierra del fondo;/ cuidando de no tirar/ bolsas, corchos,
plásticos,/ tapas, bandejas, frascos,/
cartones, papeles, piolines/ porque todavía pueden
servir;". Así vivía la mujer a quien
"trajeron al país engañada/ diciéndole que
iba a vivir en un castillo". De su abuelo italiano, afirma la
poeta: "mi abuelo, que cuando mataba algún conejo nos
decía:/ vayan con tu hermana a dar una vuelta/ y en
cambio nos
dejaba mirar la muerte/ en
los ojos de las ratas atrapadas en tramperas,/ escuchar sus
chillidos de bebés diminutos/ cuando el agua
hirviendo les caía encima". La poeta los corona con un
emocionado elogio: "más que mis padres,/ abuelos,/
ancianos sabios,/ abuelos,/ ángeles en el camino"
(18).
Los italianos aparecen en un poema de Alvaro
Yunque: "Rumbo al oeste, por la Avenida/ esta ruda familia de
italianos: A la cabeza el padre, un hombrachote/ que lleva un
chiquitiño entre sus brazos;/ atrás de él
dos muchachas, dos gringuitas/ de trenzas rubias y de ojos
garzos;/ detrás la madre cuyo vientre elévase/ con
la promesa de algún nuevo vástago;/ y aún
detrás cansadamente marchan/ dos chicuelos cogidos de la
mano;/ y golpean los rudos zapatones/ y exhiben los vestidos
aldeanos/ aquellos inmigrantes que contemplan/ todo con grandes
ojos asombrados" (19)
Hizo la América el italiano evocado por
Rubén Héctor Rodríguez, en
"Extraño chamuyo", al punto de poder ser
propietario de un inquilinato: "En el conventiyo del tano
Giacumín/ se armó la de San Quintín/ a causa
de extraño y sórdido chamuyo. (…) Me buchonearon
con el patrón/ y, cabrero, desalojó el
jaulón" (20).
A uno de los trabajadores peninsulares, establecido en
Mar del Plata, canta Eduardo Martín La Rosa:
"Probaste todos los trabajos./ Al fin, la cal y el rojo ladrillo/
se metieron en tu sangre./ Volabas
por los andamios./ Tu silbido triste, enamoraba a las nubes"
(21).
Lava la italiana que evoca Amalia Olga Lavira en
"Estampita": "Friega lienzos, camisas y vestidos,/ en el fondo,
la donna, en la pileta/ y en fuentones y tachos florecidos/
hormiguitas de sol hacen gambeta" (22).
La calabresa Adelina C. Cela, abriga durante toda
su vida el deseo de regresar al país de origen, aunque
más no sea, en el más allá. En el poema
"Madre Patria", expresa la italiana: "Por eso quiero pedirte/ que
mis cenizas, un día/ descansen en tus raíces/
¡las que me dieron la vida!" (23).
En el poema "Cuando mi padre habló de su
infancia", José González Carbalho enumera
las posesiones que el niño inmigrante tenía en
Galicia: un río, un monte, un horizonte, su perro y sus
canciones. En América, ya nada tiene de eso, y se lamenta:
"Ay, el dueño de valles/ y misteriosos bosques/ por el que
andaba yo/ mi perro y mis canciones./ Mis canciones que vuelven
sólo para que llore/. Mi perro ya olvidado/ de obedecer al
nombre./ Yo, que perdí mis cielos, / ¡y soy tan
pobre!" (24).
En "Tríptico a Galicia", Enrique Urbina
García canta la nostalgia del inmigrante de esa
región: "Y aquel que por Vigo, apabulló su sombra;/
en su misterio –pompas de luna- ocultará olvido/ y
por las vides de Galicia como raíz sangrante/
tendrá su mente endulzando retornos válidos. (…)
Todo el que con un gallego trata, alcanza/ sólo un poco lo
que el corazón de ese hombre/
desparrama, porque el amor, vive
en su España"
(25).
Alberto Cortez canta al abuelo: "Y el abuelo un
día cuando era muy viejo/ allende Galicia/ me tomó
la mano y yo me di cuenta/ que ya se moría/ Y entonces me
dijo, con muy pocas fuerzas/ y con menos prisa:
‘Prométeme hijo que a la vieja aldea/ irás
algún día/ Y al viento del Norte dirás que
su amigo/ a una nueva tierra, le entregó la vida" (26).
"Herencia" se
titula el poema que dediquè a mi abuela gallega
(27).
En "Regreso", Rubén Benítez canta a
su madre española: "Pobre madre,/ portaba en su mirada/
distante y abatida/ la luz del
desencanto/ triste flor de su tierra prometida" (28)
De Rusia parte Jacobo Fijman, a los cuatro
años de edad, en 1898. Muchos tiempo
después, escribiría: "¡Ah! Yo soy uno de esos
caminantes/ Que aún no han encontrado su camino;/ Pero he
gustado un luminoso vino/ en huertos generosos y fragantes"
(29).
Enrique Novick evoca, en "Balada para un padre
ausente", el efecto que la música de su tierra
tenía en el padre enfermo de Alzheimer:
"Cuando le/ cantaba,/ próximo/ a su lecho,/ canciones/
antiguas/, sin nombre/ ni dueño,/ que hablan/ de una
aldea/ con hornos/ de piedra,/ cerca de las/ casas,/ sus pisos/
de tierra,/ Marc Chagall/ brotando/ de acequias/ y techos;/ que
él/ acompañaba/ con su voz/ pausada,/ rescatando/
estrofas/ tras un gesto/ austero,/ y un temblor/ extraño/
que escurría/ en su cuerpo,/ peces
abismales/ y negros,/ hasta ser un eco/ más/ entre los
ecos,/ que suelen/ merodear/ por mi cerebro"
(30).
Paulina Vinderman habla a su padre en un poema:
"-Anoche soñé que sacaba un pasaje para Bulgaria-/
quiero decirle./ Llego a una ciudad amplia y resuelta, apoyada en
un/ mar interior (un mar de manual, con
muchos barcos enhiestos.)/ Inexplicablemente la ciudad
está callada/ y resuenan mis pasos sobre las calles./
Universidad, dice
un cartel,/ y otro me envía a las ruinas de un templo
griego/ que instala la armonía en mi ceguera."
(31).
En uno de los poemas reunidos en Monsieur Jaquin,
José Pedroni canta, a partir del relato de una
colonizadora, la muerte de Ana
Esser en el litoral, al desembarcar: "Por bajar mirando al cielo/
cayóse de la planchada/ con todo el pelo rubio,/ con toda
su carne blanca./ El Paraná, boca arriba,/tres días
que la miraba,/ los ojos llenos de peces,/ ofreciéndole
naranjas".
A los catorce días de arribar a Colonia
Esperanza, muere uno de los pioneros. Su mujer no tiene
dónde enterrarlo: "No hay una caja para Peter Zimmermann/
muerto en la madrugada./ -‘Los ataúdes de
Hintertiefenbach/ eran de pino y haya’-./ Anna Elisabeth
Leiser/ está vaciando el arca./ Sin hablar, sus tres
hijos/ míranla arrodillada./ Por el suelo la ropa,
los retratos,/ la Biblia deshojada." .
Se sienten engañados los inmigrantes:
"¿Dónde se hallaba el oro,/ de todos alabado?/ El
oro estaba en un pequeño árbol;/ el oro era un
engaño:/sólo pequeñas flores/ de oro
perfumado./ Aromitos floridos,/ orillas del Salado". En el mismo
poema, una mujer escribe: "-Nos casamos./ La tierra es nuestra,
¡nuestra!/ Todo lo que tocamos/ va siendo nuestro:/ el
buey, el horno, el rancho…/ Nuestros todos los árboles;/ nuestro un único
árbol,/ tan grande, tan coposo,/ que da gusto mirarlo./ Es
una nube verde/ asentada en el campo" (32).
…..
Los poemas tambièn han sido el medio elegido por
los escritores para cantar a su tierra, o para evocar a sus
mayores. En la lìrica se eternizan el homenaje, la
gratitud y la añoranza.
- Grinbaum, Carolina de: "Llegaste", en
Inmolación. Buenos Aires,
el grillo, 2002. - Pizarro, Cristina: en La voz viene de lejos. Buenos
Aires, Ayala Palacio, 1996. - Rossi, Virginia: "Ese inmigrante", en
Capítulos, Editorial Nueva
Generación. - Assenato, Cristina: "Paìs de inmigrante", en
El Tiempo, Azul, 21 de febrero de 1999. - Cossa, Roberto: El sur y después, citado en
"Bajaron de los barcos. Historia de la
inmigración en la Argentina", por Colegio
Schönthal, en www.monografias.com - Olivari, Nicolás: "La violeta", citado por
Cirigliano, Gustavo, en "Disquisiciones tangueras", en El
Tiempo, Azul, 30 de septiembre de 2001. - Olivari, Nicolás: en Historia de la literatura
argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. - Villoldo, citado por Colegio
Schönthal - Riccio, Gustavo: en Historia de la Literatura
Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. - Madariaga, Francisco: en La Nación,
Buenos Aires, 10 de mayo de 1998. - Punzi, Orlando Mario: "Ochenta", en La
Nación Revista, Buenos Aires, 26 de octubre de
1997. - González, Oscar: "La anunciación", en
El Tiempo, Azul, 16 de abril de 2000. - Conte, Alfredo: Pascualino. Edición homenaje.
Buenos Aires, 2001. - Ponzo, Alberto Luis: "Dibujos de papá", en
El Tiempo, Azul, 20 de junio de 1999. - Perrone, Alberto: "Amores por la vuelta. El que una
vez partió", en Hotel de Inmigrantes, 2002. - Andruetto, Marìa Teresa: Kodak.
Còrdoba, Ediciones Argos, 2001. - Milano, Fulvio: "La Condra", en El Tiempo,
Azul, 12 de noviembre de 2000. - García, Griselda: poema
inédito. - Yunque, Alvaro: "Una familia de inmigrantes por la
Avenida", en Versos de la calle. Buenos Aires, Editorial
Claridad, 1924. - Rodríguez, Rubén Héctor:
"Extraño chamuyo", en La Nación Revista,
Buenos Aires, 13 de diciembre de 1998. - La Rosa, Eduardo: "El sueño de don Juan (un
inmigrante), en La Capital, Mar del Plata, 10 de
septiembre de 2000. - Lavira, Amalia Olga: "Estampita", en ¡Che,
barrio!. Buenos Aires, Gente de Letras, 1998. - Cela, Adelina: "Madre Patria", en La Capital,
Mar del Plata, 5 de septiembre de 1999. - Gonzàlez Carbalho, Josè: "Cuando mi
padre hablò de su infancia", en Requeni, Antonio: "Un
poeta arxentino en Galicia: González Carbalho". Separata
del Boletín Galego de Literatura. - Urbina Garcìa, Eugenio: "Trìptico a
Galicia", en La Capital, Mar del Plata, 28 de febrero de
1999. - Cortez, Alberto: "El abuelo", citado por Colegio
Schönthal. - Gonzàlez Rouco, Marìa: "Herencia",
poema inèdito. - Benítez, Rubén: "Regreso", en La
Nueva Provincia, Bahía Blanca, 3 de septiembre de
1998. - Fijman, Jacobo: "Caminante" (poema inédito) en
Clarín, Buenos Aires, 14 de diciembre de
2002. - Novick, Enrique: "Balada para un padre ausente", en
La Prensa, Buenos Aires, 10 de enero de
1999. - Vinderman, Paulina: Bulgaria. Biblioteca
Virtual Beat 57. - Pedroni, Josè: Hacecillo de Elena. Santa Fe,
Colmegna, 1987.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista Profesional
Matriculada