¿Realidad o
utopía?
Qué es educar. Podríamos encontrar un
número significativo de respuestas. Y todas
válidas, Quizás en cada una se acentúa un
aspecto de este complejo proceso.
Educar es aprender a vivir en sociedad.
La
educación supone interacción entre las personas
que intervienen enseñando y aprendiendo
simultáneamente, en un interjuego de relaciones personales
que le confieren una dinámica particular a este proceso. Es
interesante el hecho de que la educación en su forma
sistemática, planificada es intencional, pero hay
educación aun en el caso que no seamos consciente de estar
enseñando sin que exista un propósito o una
intención. Si en la comunidad, en la
escuela, en el hogar los códigos de comunicación contemplan gritos, insultos,
lenguaje
vulgar, si violamos normas de
convivencia, enseñamos a nuestros hijos, a nuestros
alumnos, a la generación más joven patrones
comportamentales difíciles de cambiar. Y después
nos asombramos cuando observamos algunas de estas conductas en
ellos, y nos preguntamos dónde lo habrá aprendido.
En la casa no fue dirán los padres. Los maestros
responderán eso es lo que ven en sus casas. La
educación es en esencia, un problema social y personal. La
educación es demasiado importante para dejarla sólo
en manos de los maestros. Por lo que los padres debemos ser
agentes más activos ante el
proceso educativo y de nuestros hijos. Comprender que la
dinámica educativa nos incluye a todos, es una actividad
permanente que integra a los hijos, a los maestros, a los padres
y a la comunidad en su conjunto.
Los padres deben acometer las acciones
necesarias para su participación activa en la
educación de sus hijos y de sí mismo.
Históricamente se ha depositado la responsabilidad de la educación en la
escuela y en los maestros como una tarea un trabajo en particular
cuando educar es un acto de creación, de placer, de
implicación personal que transciende el mero desempeño de un profesional.
Pensemos en las acciones destinadas a mejorar el proceso
educativo en los contextos de la comunidad, la escuela, la familia y
el individuo, aunque en este trabajo pongamos el acento en la
escuela y la familia. Con
frecuencia se alzan voces que culpabilizan a una o a otra de los
problemas
sociales, sin considerar que estas instituciones
reproducen los males que aquejan a la sociedad.
Asimismo, en ocasiones se juzga que la educación
de nuestros hijos no es buena y se critica a la escuela y a los
maestros por estos resultados. Por su parte, los maestros
consideran que las deficiencias en el resultado educativo son una
consecuencia de la poca cooperación de los padres.
Muestra de
ello pudimos observarlo en las dinámicas grupales
realizadas con padres y maestros en las cuales debían
asumir los maestros roles de los padres y viceversa y discutir la
cuestión de qué se debe educar en la
(escuela/familia). Por la construcción grupal a la que se arriba en
cada caso quedan espacios vacío que están en
"tierra de
nadie". Los padres responsabilizan a la escuela y los maestros a
la familia. Si hacemos una analogía parecería un
juego de tenis
en que la pelota es lanzada de un lado a otro
constantemente.
La educación es una preocupación de todos.
El Estado le
asigna una parte considerable del presupuesto
nacional; se encaminan esfuerzo para el perfeccionamiento del
proceso y los maestros se preparan, se califican, elevan su
profesionalismo, también con el objetivo de
incrementar la calidad de la
educación. Los padres se ocupan de la educación de
sus hijos, aspiran lo mejor para ellos y como se constata en las
investigaciones (Ibarra,1993) el tema principal de
comunicación entre éstos se refiere a su actividad
escolar. La educación entonces, forma parte de las
necesidades fundamentales de la propia familia.
Continuamente todos estamos sometido a influencias
educativas que nos permiten el aprendizaje y
la adaptación crítica de la realidad. De ahí
que de una u otra manera la sociedad en su conjunto y sus
miembros en particular sean agentes socializadores y estén
siendo educados permanente y multifacéticamente. No
obstante, como nos afecta a todos, sentimos que estamos en
condiciones de opinar acerca de su calidad.
El Ministerio de Educación define los fines y
objetivos de
la educación en el país, dicta las políticas
correspondientes
en consonancia con nuestro proyecto
social.
Por su parte, los padres los primeros educadores de sus
hijos también tienen criterios sobre la formación
de su descendencia y de la necesidad de prepararles para la
vida.
Sin embargo, esto no significa la convergencia de estas
influencias e incluso es posible la divergencia entre los mismos,
porque la educación es un tema complejo, controvertido
pero, tan importante para la sociedad que no es posible no
orientarlo y dejarlo a la espontaneidad. Ser padre no es
suficiente para saber educar, no es una condición natural,
sino que está sujeto a un proceso de aprendizaje que
en la mayoría de los casos se logra por ensayo-error
lo que lleva implícito los desaciertos en la labor
educativa unas veces o que tengamos mejores resultados y que no
siempre podemos generalizar esta experiencia. Sabemos que la
educación tiene un carácter
individual y que en función
del sujeto, lo que es válido en un caso no es aconsejable
en otros, pero sí se destacan, regularidades que favorecen
y optimizan el proceso educativo.
De los especialistas en educación y de los
maestros se espera que estén más capacitados para
orientar acerca de cuestiones tales como el quién,
qué, dónde, cómo y para qué educar.
Aún prevalece la tendencia de enfocar la educación
desde un debe ser y poco de un cómo podemos
hacer.
El triunfo de la Revolución
significó cambios, transformaciones en lo
económico, lo político y lo social. Naturalmente
conmocionó la Educación. La necesidad de la
relación de la escuela y la familia ha sido promovida en
el país desde la década del 60. Diferentes eventos y
documentos
programáticos dan fe de ello. Sin embargo qué ha
ocurrido de ayer a hoy.
Pudiéramos identificar diferentes momentos de
encuentros y desencuentros entre la familia y la escuela en los
cuales los procesos de
demandas y delegación de responsabilidades de la
educación de niños y
adolescentes
en un u otro contexto ha caracterizado estos vínculos. De
una u otra forma esto ha sido expresión de una
hiperbolización de las expectativas de las posibilidades
del otro agente social.
A lo largo del desarrollo de
la sociedad tareas que eran asumidas por la familia, han sido
delegadas a instituciones educativas. El Estado a
través de sus instituciones y organizaciones
organiza el proceso de enseñanza-aprendizaje, el cuidado de la
salud de los
niños y la alimentación. El
carácter proteccionismo del Estado puede limitar la
autoridad de
la familia en la toma de
decisiones respecto a sus hijos, lo que engendra en los
padres una actitud
pasiva, de espectadores en la educación de los hijos, de
lo cual no siempre son consciente, y lo adoptan como natural,
desemplicandose del proceso educativo de sus hijos y depositando
cada vez mayor responsabilidad a la escuela. De tal manera, que
la escuela no solamente sustituye a la familia, en esos aspectos,
sino que a su vez organizan un mecanismo de regulación de
la relación con el niño y su familia.
Esto en un contexto social en que las exigencias
sociales y la estimulación en todos los casos han
ponderado el desempeño laboral y social
de hombre y
mujeres con menos fuerza su
quehacer familiar.
Las instituciones educativas acogen al niño,
desde edades temprana, a partir de ese momento regulan los
contenidos de las materias en una secuencia temporal determinada.
En estas condiciones se establecen una relación particular
entre alumno y profesor en la cual el primero hace demandas de
afectos que pudieran no ser satisfechas en el grupo familiar
y que puede o no lograrlas en el ambiente
escolar.
La educación de los hijos es una responsabilidad
principalmente de los padres, los primeros educadores, la
sociedad exige que esta función la familia la haga bien.
En este sentido, la educación transciende una
relación de espontaneidad, natural que viene dada por un
fenómeno biológico el nacimiento de un hijo, para
adquirir carácter de obligatoriedad que es reforzada por
otras instituciones como la escuela.
El desempeño de los roles de padre y madre no son
suficiente para cumplir con la demanda social
de educar adecuadamente, de prepararlo para la vida, porque puede
existir quien no lo haga de esta forma. Lo que supone que para
cumplir la función familiar educar a los hijos no basta
con lo aprendido en la familia de origen de los padres. Por otra
parte, no siempre los progenitores desean reproducir esos
modelos en la
crianza de sus hijos. Sin embargo, deséenlo o no, hayan
sido aprendido en una familia con una dinámica funcional
armónica o todo lo contrario esos son los recursos y los
medios que
poseen los padres para adoptar uno u otro estilo de crianza con
sus hijos.
Empero, los padres aspiran a que sus hijos disfruten de
buena salud, y estén preparado para un futuro exitoso,
sean felices y en gran parte esto será posible con el
concurso de los padres, aunque no se agota en el espacio
familiar.
De tal manera, las influencias de los distintos agentes
socializadores que intervienen en la formación de las
nuevas generaciones desde diferentes escenarios debieran
coincidir en los objetivos, los recursos y los procedimientos
educativos que potencian el desarrollo de la
personalidad del sujeto de forma más armónica y
consistente.
En tal sentido, la escuela agencia de socialización es de las instituciones de la
comunidad agencia de socialización que por excelencia
está en condiciones de asumir el reto que le impone la
sociedad en la preparación de los hombres del
mañana.
Sin embargo, para responder a esta demanda deben
operarse cambios en la escuela, en el personal calificado con que
cuenta y en la propia concepción de la educación,
para ser el escenario donde hijo-alumno se apropian de
conocimientos y habilidades y se forman en un ambiente agradable
y realmente desarrollador que les permita insertarse a la
sociedad.
Por su parte, la familia, cada día más,
solicita ayuda de los especialistas para afrontar los conflictos que
se generan de la inter-acción de sus integrantes y en
particular con los hijos.
Al evaluar este hecho se impone con mayor fuerza el
nivel de atención primario, preventivo de
orientación a la familia el que puede adoptar diferentes
formas, mas en nuestro trabajo privilegiamos las Escuelas de
padres por los logros que hemos alcanzado tanto cuando la
desarrollamos en los escenarios escolar o en el
comunitario.
Estas escuelas se conciben empleando una metodología participativa a través
de la cual sean los propios padres quiénes identifiquen
los problemas y
las alternativas de acción porque cada uno tiene el
derecho y el deber de poner a disposición de los
demás su manera particular de percibir la educación
de los hijos, su experiencia, sus conocimientos sobre la vida
cotidiana. Se diseñan técnicas e
instrumentos de motivación, aprendizaje y juegos, para
estimular el intercambio entre los participantes y promover la
reflexión en torno al asunto
propuesto por los padres al reconocerlo como una necesidad del
grupo. Las tensiones de la vida cotidiana hacen que se vivan como
natural, como normal los conflictos y las angustias, sumergidos
en sus dificultades, sin comunicar, ni objetivar los problemas y
solo expresándolos en todo caso a través de la
queja, o culpabilizandos a unos a otros de las causas de los
problemas.
En el grupo de padres se recrea o resignifica la
realidad de la vida familiar, se desimistifican hechos de la
dinámica familiar que eran vividas como incuestionables o
se redefinen los roles, espacios y límites de
padres e hijos que se traduce en un movimiento de
los actores de la trama familiar.
Entre las debilidades de las Escuelas de Padres se
identifica la reproducción del modelo
tradicional médico-paciente, en el que todo el saber se
deposita en el polo del especialista el que diagnóstica
que está bien y que está mal, indica el tratamiento
adecuado para lograr una buena educación de los hijos,
creando una relación de dependencia
padre-orientador.
Frecuentemente los progenitores acuden a estas Escuelas
buscando una receta (información, consejo, orientación)
para resolver los problemas y conflictos que tienen con sus
hijos. De modo casi mágico, están dispuestos a
aceptar pasivamente la enseñanza que les imparten como si
el especialista fuera un mago (sin magia) que con su varita
logrará los cambios deseables, en ocasiones ideales, que
no tienen que ver con la dinámica propia de la familia en
cuestión y se aferran por alcanzar un modelo ideal,
asignado culturalmente y transmitido de generación en
generación, pero distante de la realidad de esa
familia.
El riesgo, por parte
de los especialistas es actuar dicha depositación
explicando a los padres que es lo que deben hacer con los hijos,
sin intentar desentrañar en conjunto qué es
lo que a ese padre le sucede con ese hijo? o sin mostrarles
cuáles son sus conflictos y dificultades para manejarlas
de acuerdo con lo que sea más adecuado para la
familia.
Las consecuencias de un enfoque de ese tipo coloca a los
padres en una posición pasiva, receptiva, se sienten
incapaces de educar bien a sus hijos, los inmoviliza. En tal
sentido, las Escuelas de Padres dejan de ser una vía para
potenciar la influencia educativa de la familia para
transformarse en instancias hipercríticas, que
culpabilizan a los padres, los que vivencian su acción
educativa así:
-"Yo quiero ser un buen padre dígame que tengo
que hacer. Usted es el que sabe como enderezar a mi
hijo.
Si el especialista no define adecuadamente los espacios
del profesional y de los padres mutila las potencialidades
educativas de éstos, sustituye los roles y asume una
conducta de
omnipotencia profesional.
El coordinador de la escuela de padres por ocupar una
posición de gestor de procesos grupales, es poseedor de
una fuerte dosis de poder frente
al grupo. Reconocer esta le permite al coordinador prepararse
para usar correctamente este poder. Así el problema de la
autoridad no es tenerla o no, sino de que modo ponemos en juego
ese poder.
En la supervisión de las escuelas de padres se
observan distintos tipos. Al describir una situación
educativa el especialista puede mostrar:
– la incapacidad de los padres para manejar la
situación.
– culpabilizar a los hijos responsables del conflicto.
Cuán diferente es la propuesta en la que se
convoca a la participación, considera el saber del otro y
promueve la reflexión en torno a la educación de
los hijos desde la experiencia de cada padre construyendo un
saber colectivo y aprendiendo a manejar las
situaciones.
Comparemos estos dos diseños de Escuela de
Padre.
Situación 1: Mostrar los errores que
comete un padre en los primeros años de vida de su
hijo.
Situación 2: Mostrar las acciones de los
padres a partir de las necesidades básicas de los
niños en esa etapa del desarrollo.
En el primer caso, seleccionó los errores para
poner de manifiesto a los padres una imagen, que de no
ser conducida adecuadamente puede generar culpa e incapacidad
para educar bien a los hijos o conllevar a una conducta reactiva
y a la inercia.
En el segundo caso, se escogieron los sistemas de
actividad y comunicación necesarias para el desarrollo de
la personalidad
del niño y los combinó de modo tal que permitiera a
los padres entender qué es lo que podían hacer por
su hijo creando un clima
empático con los padres, los que se muestran deseosos de
aprender, asumiendo una posición activa, participando en
la dinámica grupal y creciendo como padres y como
personas.
La forma en que se realice la Escuela (expresión
que tendríamos que revisar) evidencia la actitud del
coordinador del grupo de padres y decidirá el crecimiento
o no de estos.
Ante la pregunta educar en la familia, educar en la
escuela, encontramos consenso, ya que en estas dos instituciones
se educa. No ocurre así, si indagamos acerca de
cuál desempeña un rol protagónico en el
proceso educativo.
Las respuestas delimitan dos grupos que se
adhieren a una u otro ámbito. A nuestro modo de ver este
protagonismo le corresponde a la familia.
Sin embargo, seguidamente nos asalta la duda
está la familia en condiciones de asumir esta
misión?
Y pensamos podrá la escuela contribuir a la
educación de la familia? En resumen es preciso fortalecer
a una y a otra. La Escuela tiene mayores posibilidades para ello
pero no está dicha aún la última
palabra.
La Escuela y la Familia son agentes de
socialización, potenciar las influencias educativas de
ambos y lograr su convergencia, aún no es una realidad,
sino una utopía. Todavía debemos transitar un largo
camino y parafraseando al destacado escritor Eduardo Galiano la
utopía nos sirve para eso para caminar, para trazarnos el
camino y señalarnos hacia donde queremos
llegar.
Gordillo M.(1993). El Asesoramiento a los padres. En
pedagogía familiar. Madrid, Ed,
Narcea.
Ibarra L. (1995). Metodología de
intervención grupal en la familia. Universidad
Nacional Autónoma. Costa
Rica.
—————-(2000) Nos comunicamos con nuestros
hijos en Diversidad familiar .Ed.CEDEM
Ríos J. (1992) Orientación familiar.
Niveles, contenidos y funciones.
Madrid, Ed. Narcea.
Sánchez E. (1993). La relación familia
– escuela. En Pedagogía familiar. Madrid, Ed.
Narcea.
Dra. Lourdes Ibarra Mustelier
Facultad de Psicología.
Universidad de la Habana.