Capitalismo, naturaleza y liberación. Una nueva discusión sociológica desde la teología
- Resumen
- Prólogo
- Introducción
- Tema
- Objetivos
- Marco
teórico conceptual - Metodología
- Presentación de la
información - Análisis
de resultados - Bibliografía
- Anexos
A todos los hombres y mujeres que, aun
sin estar de moda, siguen
creyendo que otro mundo es posible.
Capitalismo, naturaleza y liberación: una
discusión sociológica desde la teología, es
una monografía
que pretende analizar la propuesta de la ecología de la
liberación; su defensa del medio
ambiente, y del ser humano como integrante de un mismo
organismo vivo. Así mismo busca demostrar que el sistema
económico capitalista, es el factor principal de la
destrucción del planeta y de la situación de
pobreza en la
que se encuentran sumidos dos tercios de la población mundial.
La investigación, recorre los inicios de la
teología de la liberación hasta llegar a la
ecología de la liberación, haciendo énfasis
en su propuesta de opción por los pobres como el camino a
seguir en el trabajo con
las comunidades. De igual forma, se abordan las diferentes
conceptualizaciones que sobre desarrollo se
han venido haciendo, principalmente la idea de un desarrollo
alternativo, que busque una calidad de vida
acorde a los requerimientos de las mayorías oprimidas y
excluidas del planeta. Finalmente, se confrontan los principios de
dicha corriente ecológica y su propuesta educativa, y para
de esta manera encontrar sus coincidencias con las iniciativas de
IAP y educación popular.
La presente es una investigación de tipo
documental. La cual se sustenta principalmente en el estudio de
los libros: la
dignidad de la tierra,
Principio-tierra y
Ética
planetaria de Leonardo Boff, así mismo, en revistas como
Pasos y Eco lógica,
y documentos de los
teólogos Pedro Casaldáliga, Helio gallardo y
José María Vigil, entre otros. Todo esto,
enriquecido con entrevistas de
personas versadas en el tema, entre los que se cuentan: el Padre
Ancízar Cadavid, el Padre Luiz Carlos Susin y el Padre
Gabriel Díaz.
SERMÓN DE LA MONTAÑA DEL
CORCOVADO
En aquellos días, el Cristo del Corcovado, en la
ciudad de San Sebastián de Río de Janeiro, se
estremeció y se reanimó. Lo que era cemento y
piedra se hizo carne y sangre.
Extendió los brazos, queriendo abrazar la ciudad y el
mundo, abrió la boca y dijo:
«Siento pena de vosotros, millones y millones de
hermanas y hermanos, mis más pequeñitos, expulsados
de las tierras, solitarios, escondidos en las selvas, amontonados
en las periferias, caídos en tantos caminos, sin
ningún samaritano para socorreros.
»Bienaventurados sois todos vosotros, pobres,
hambrientos, enfermos y desesperados. Poco importan vuestras
virtudes o vicios. Importa mucho el hecho de que sois oprimidos,
víctimas de una sociedad
perversa.
»Mi Padre, que es dador de vida, os tiene en su
corazón. ÉL va a inaugurar su reino
de vida, de justicia, de
ternura y de libertad
comenzando por vosotros. Vuestras blasfemias no son para
mí blasfemias. Son súplicas lacerantes. Vuestro
individualismo no es para mí egoísmo. Es voluntad
férrea de sobrevivir. Vuestra pasión dolorosa tiene
más estaciones que la mía. Vosotros
actualizáis y perpetuáis mi Pasión redentora
por los siglos de los siglos.
»¡Ay de vosotros, dueños del poder, que
hace más de quinientos años chupáis la
sangre de los trabajadores! Vosotros los redujisteis a
combustible barato para que vuestras máquinas
fabricasen interrumpidamente riqueza injusta.
»Hasta mi santo nombre vosotros usasteis para
legitimar vuestro orden que es desorden y no trae progreso para
el pueblo.
»Generación perversa, ¿hasta
cuándo provocaréis la paciencia de estos mis
siervos sufridores? El juicio exterminador de Dios, que se
realiza todavía en esta historia, pesa sobre
vuestras empresas.
»No seré yo ni mi Padre el que os juzgue,
sino todas las víctimas que hicisteis.
»¡Mirad sus rostros! Conservad sus rasgos.
Ellos serán vuestros jueces.
»¡Sólo existe para vosotros un camino
de salvación, un único camino: haceros solidarios
con las luchas de los oprimidos que buscan pan, libertad, ternura
y belleza no sólo para sí, sino también para
vosotros y para todos!
»Asumid el proyecto de los
pobres, que es de transformación para que haya más
vida y libertad para todos.
»¡Bendita patria grande latinoamericana!
Cómo deseo que seáis en medio de todos los pueblos,
que son igualmente pueblos de Dios, la expresión de mi
alegría de ser, de mi apertura sin medida y de la gracia
humanitaria de mi Padre y Vuestro Padre celestial.
»Mirad las florestas y los matorrales, la
gigantesca cordillera y el Amazonas inmenso, los ríos
caudalosos y los valles profundos, los animales salvajes
y los infinitos pájaros. Ellos son todos vuestros hermanos
y hermanas. Domesticad vuestra ganancia. Como mi Padre los cuida,
cuidadlos también vosotros. Los seres todos del cosmos
también heredarán el Reino. Serán
transfigurados y existirán para siempre junto con
vosotros, conmigo y con el Espíritu de vida en el Reino
del Padre.
»Bienaventurados sois vosotros, indígenas
americanos, mis primeros testigos en estas tierras fecundas de
Abia Ayala. Vuestras ciudades, vuestras pirámides,
vuestros grandes caminos, vuestros rituales, el Sol y la Luna
que venerasteis son señales del Dios verdadero, del Dios
de lejos y de cerca, del Dios por quien todo vive. No
faltará misericordia por las guerras que
hicisteis para garantizar los sacrificios humanos que
ofrecisteis.
»¡Ay de los que os subyugaron, de los que
destruyeron vuestras culturas, de los que tragaron vuestras
flores, de los que intentaron castrar el sol, de los que
derrumbaron vuestros altares, de los que perturbaron a vuestros
sabios, de los que impusieron sus doctrinas, de día y de
noche, con la violencia de
la cruz y de la espada!
»Felices aquellos de entre vosotros que creen en
la fuerza secreta
de la semilla. Ellos tendrán el poder de resucitar al
pueblo y reanimar las culturas para alegría de los viejos
y para alabanza en el nombre santo de Dios, de Viracocha y de
Quetzalcóatl.
»Bienaventurados y una vez más
bienaventurados mis hermanos y hermanas negros, siempre
injustamente esclavizados. La humillación histórica
que sufristeis os colocó en el corazón del Padre
celestial. Vosotros mismos no sabéis el bien inmenso que
proporcionáis a todos por la iniquidad que
soportáis, resistiendo, sin perder la fe, cantando,
bailando y soñando con la Tierra de la Promesa. Hasta el
último día, tenéis el derecho de gritar por
vuestro derecho, por el reconocimiento, por la libertad y por la
vida plena.
»Maldita sea la senzala. Maldita sea el
pelourinho. Maldita mil veces la chibata. Malditos para siempre
los grillos.
»Bendito el quibombo, anuncio de un mundo de
fraternidad y sororidad, señal del Reino terrenal y
celestial.
»Bienaventurados los que luchan por la tierra en
el campo para trabajar en ella y hacer del suelo la mesa
puesta para el hambre del mundo entero. Felices los que luchan
por la tierra en la ciudad para poder vivir con la dignidad de
los hijos e hijas de Dios.
»Maldito el latifundio que roba la tierra que el
Padre destinó a todos y que asesina a mis hermanos y
hermanas posseiros. En verdad os digo: todavía en vida
seréis despojados. Si no tenéis cuidado, os
quedaréis solamente con la tierra de la sepultura que
pesará sobre vuestro cadáver.
»Bienaventurados sois vosotras, mujeres del
pueblo, que resistís a todo sometimiento y que
lucháis por una sociedad nueva en la que hombres y mujeres
juntos, con las diferencias, la reciprocidad, la
complementariedad y solidaridad,
inauguraréis una fraternal alianza.
»Benditos sois vosotros, millones de menores,
carentes y abandonados, niños y
niñas de la calle, victimas de una sociedad de
exclusión que el Padre abomina. Él os
enjugará todas las lágrimas, os apretará
contra su pecho y jugará eternamente con vosotros porque
su hijo Jesús también fue un día
niño, fue amenazado de muerte y tuvo
que huir a Egipto.
»Felices los pastores, obispos, sacerdotes,
religiosos y religiosas, coordinadores y coordinadoras de
comunidades, que, humildemente, sirven al pueblo, en medio del
pueblo y con el pueblo.
»!Ay de aquellos que se llaman pastores pero que
están de espaldas al pueblo y pretenden hablar en mi
nombre, usando el cayado contra las ovejas y no contra los lobos
voraces! No os conozco, pues sois malos pastores y no daré
testimonio a vuestro favor cuando aparezcáis delante de mi
Padre.
»Bienaventuradas las comunidades de base donde
vosotros, pobres, unís fe y vida, donde celebráis
mi nombre, os alegráis y fortalecéis las razones de
vivir y de luchar.
»Felices los movimientos que buscan la
liberación de todos, comenzando por los oprimidos y por
los marginados. Asumisteis la misma causa por la cual
viví, sufrí, fui crucificado y resucité:
gestar un mundo nuevo en el cual la luz tiene
más derecho que las tinieblas y la vida vale más
que los bienes
materiales.
Que nadie os calumnie por no pertenecer a mi grupo y por no
hablar de mí. Vosotros sois también mis
discípulos y no estáis lejos de mi
Reino.
»Bienaventurados los que buscan nuevos caminos
para sobrevivir, nuevas formas de producir, de distribuir
comunitariamente, de consumir compartiendo. Yo os aseguro que
caminaré con vosotros y hallaréis siempre nuevas
formas de convivencia.
»Bienaventurados los que esperan entre
lágrimas la gran aurora de la liberación fruto de
la gracia divina y de la lucha humana, porque sus ojos
verán brillar el sol de la justicia. Bienaventurados los
que guardan la buena voluntad, alimentan el fuego interior y
saben creer en el sueño de un mundo nuevo.
»Felices los que hicieron todo lo posible y
todavía osaron realizar un poco de lo imposible. Ellos
verán, en sus días, realizadas las esperanzas
imprescindibles de la vida. En verdad, en verdad os digo:
seréis verdaderamente felices porque así os
mostráis hijos e hijas del Reino que ayudáis a
construir, pues así él será mío y
vuestro para siempre».
Después de decir esas palabras de
amonestación, de consuelo y de promesa, el Cristo
volvió a ser nuevamente piedra, con los brazos extendidos
y el corazón hacia fuera. Todos deben saber que son
alcanzados por sus brazos, para que se sientan libres y
encerrados en su corazón porque son eternamente amados. Y
así fue ayer, y ahora, será mañana en el sol
y en la lluvia, en el viento y en la noche, por los siglos de los
siglos. Amén.
LEONARDO BOFF
La dignidad de la Tierra
Cuando, en la vida cotidiana, nos percatamos de algo
que se rompe, o duele, o crea desconcierto, o ambienta el caos
en las relaciones interpersonales; cuando un país se
vuelve ingobernable, cuando el malestar es cosa que habita
todos los espíritus,… nos decimos con una
lógica simple a la vez que profunda, "hay algo serio que
no está funcionando". Yendo un poco más hondo
decimos "el dolor en la coyuntura es una señal clara de
que la estructura
se ha envejecido y no funciona más". Eso, pensado y
dicho en clave política, remite a
la acción: el buen intérprete de coyunturas es un
agente que se une a otros para ayudar a transformar o suplantar
estructuras
caducas e inoperantes o, peor aún, productoras de
malestar y de muerte, y en no pocas personas sino en inmensas
mayorías. Esto último, justamente mirado, no es
más ni menos que el deber primario del responsable
ciudadano de la "polis".
Esto lo aprende todo novel estudiante de
teología cuando hace contacto con la historia y la
acción político-teológica del profeta
Elías. En su tiempo (su
historia fue compuesta a finales del Siglo IX antes de Cristo)
rey y profeta iban juntos. Eso quiere decir que los
políticos y los hombres de poder buscaban el apoyo de la
religión; por eso buscaban también
el apoyo de esos personajes carismáticos que eran los
profetas. El apoyo de un profeta significaba el apoyo de Dios.
Era investir al rey de carácter
divino. Con el apoyo de un profeta era más fácil
hacer que el pueblo obedeciera al gobierno y que
cumpliera las órdenes del rey. Así, Dios, la
religión y los profetas formaban parte del sistema de
los reyes; ellos eran una pieza importante en el motor de la
sociedad de ese tiempo.
Sucedía, por la otra cara, que la memoria
histórica jugaba un papel
determinante en la vida toda de ese pueblo que se había
conformado alrededor de Yavé. Dentro de ese panorama,
era muy importante para el pueblo estar recordando todo lo que
Dios había hecho en el pasado; de ese modo, los profetas
auténticos se convertían en la memoria
crítica del pueblo: los profetas, en efecto, le
recordaban cosas incómodas que el poder quería
hacer olvidar. Así nació la tensión entre
el carisma y el poder.
Esa tensión llegó a su momento
culminante y más radical con la acción del
profeta Elías: fue, de hecho, una voz que surgió
libre de alianzas con el poder del rey, fue una voz de la
conciencia
del pueblo y brotó, en aquel momento, con fuerza
independiente.
La consecuencia más importante de esa
acción y de esa presencia fue que el rey tuvo que darse
al dolor de entender que su poder no era un don de Dios ni era
un don del pueblo; que su poder no era ilimitado y que no se
podía usar sin control; que
el único don de todo y de todos era Yavé, el Dios
del pueblo.
Pero, como nada es químicamente limpio y claro
en la historia humana, al lado de profetas como Elías se
dieron pseudoprofetas que se ligaron a los falsos dioses del
poder opresor; tales profetas usaron la religión en
beneficio propio y redujeron a Dios al tamaño de sus
propias ideas e intereses. Por dedicarse a hacerle publicidad al
sistema del rey y por sólo decir lo que el rey
quería que se dijera, terminaron por confundir al
pueblo. El pueblo, con todo, se fue haciendo cada vez
más capaz de determinar criterios para distinguir a los
falsos, de los auténticos profetas. Y puso en vigencia,
como criterio capital,
éste: cuando la vida y el mensaje del profeta
están de acuerdo con el plan de Dios,
se trata de un auténtico profeta. Y el plan de Dios es
que todo su pueblo esté bien. Y tanto Elías como
el pueblo aprendieron a hacer una lectura
simple a la vez que profunda en términos
teológicos y políticos: cuando aparecen pobres en
la nación, es porque algo se ha roto,
sí, se ha roto el plan de Dios!
Pero como todos los procesos
históricos tienen sus trampas y sus enredos, cuando los
pobres se volvían una realidad creciente, la
mayoría terminaba por no darse cuenta de su presencia.
Volvían, entonces, los profetas; y, al contrario de las
mayorías silenciosas, resignadas e inconscientes de la
presencia de los pobres, los profetas afinaban y arreciaban su
voz: "entre ustedes no puede haber pobres" (Dt. 15, 4): un solo
pobre en la nación era una clara señal de que se
había roto un pacto, es decir, de que alguien se
había apoderado de lo que no le pertenecía y
había empobrecido a mucha gente. La presencia del pobre
era una señal que convocaba la palabra del profeta y,
por ésta, la acción del pueblo.
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Hace 510 años se trabó sustancialmente el
destino de los pueblos de estas anchas y generosas comarcas del
Caribe y de la actual América
del Sur y del Centro.
Heredera de un enrarecido ambiente
teológico medieval, la Europa del siglo
XV se asfixiaba política y económicamente en su
afán por extender a toda costa la cristiandad, en
detrimento de los pueblos gentiles o infieles. En ese contexto se
entiende la filosofía política del descubrimiento
de nuestras tierras. Por su vecindad con el mundo
islámico, España se
había vuelto el centro desde el cual se reducía esa
porción del mundo, a su fe o a la nada. De ese modo, en su
calidad de epicentro de las "guerras de religión", la
península ibérica había pasado a ser el
auténtico centro de la cristiandad. Justamente en ese
mismo siglo XV había caído Constantinopla y con
ello se había puesto en grave peligro la frontera oriental
del mundo cristiano. España se va a la reconquista, la
logra, cede la amenaza y queda el terreno abierto para nuevas
expansiones, previa expulsión de los judíos: a las
islas Canarias, al Norte de África, a Asia y a
América.
Este avance ibérico desplaza a las nuevas
regiones conquistadas, los conceptos inspiradores y fundantes de
la anterior campaña: el sacrosanto derecho a extender e
imponer la cristiandad, más el sacrosanto deber de reducir
a los infieles o bárbaros: "Estoy peleando por la fe
–escribe Hernán Cortés desde estas tierras
Americanas hacia 1520-. La causa principal a que venimos a estas
partes es por ensalzar y predicar la fe de Cristo, aunque
juntamente con ella se nos sigue honra y provecho, que pocas
veces caben en un saco".
Esa ideología básica corresponde, no
sólo a España –el centro- sino a toda Europa,
vale decir, a la cristiandad, y va en contravía con los
proyectos
históricos y vitales de los pueblos, regiones y
continentes avasallados. A éstos se les llama infieles.
Por esa lamentable condición de infieles, viven en
situación de "pecadores permanentes", es decir, han
perdido por el pecado todos sus derechos. Así reza la
teología de Juan Wycliffe desde un siglo antes de la
conquista de América. Juan López de Palacios
Rubios, consejero del Rey Fernando el Católico por el
año 1514, le exhorta y anima en su campaña de
saqueo contra el "Nuevo Mundo": Cristo fue soberano en lo
espiritual y en lo temporal y delegó tal soberanía en el Papa. Los reinos infieles
recién descubiertos no gozan por razón alguna, de
independencia
con respecto al Pontífice y a la Sede Romana; por lo
tanto, tienen que someterse a la potestad de ésta en lo
que pidiere y mandare. Las tierras que los infieles habitan y
usufructúan no les pertenecen, entonces. Son sólo
administradores interinos de las mismas hasta cuando la Sede
Romana decida reclamar su derecho sobre ellas.
El Bachiller Enciso, por citar sólo una muestra de la
eficacia de
tales razonamientos, en 1519 cabalgó sobre esa
teología católica de la casa real española,
para justificar la reducción de los pueblos del
Darién, de Nuevo México, de
Nueva Galicia y del Perú, entre otros. La llamó "el
requerimiento". Puso exactamente el mismo andamiaje
"teológico" y le añadió una nueva
conclusión: "y el Papa ha decidido venir por estas tierras
que le pertenecen, arrebatarlas a sus usuarios interinos -los
infieles- y entregarlas a la Corona de España".
*****
"Lo que por agua viene,
por agua se va" reza un adagio devenido de la filosofía
popular de nuestros pueblos. Podríamos analogizarlo
diciendo "y lo que por teología se hizo, por
teología se deshará". Parece que así fueron
el sentir y el pensar que inspiraron a las comunidades de
creyentes cristianos y empobrecidos de nuestro continente a
partir de la década de los sesentas. Había un
ambiente favorable para la nueva profecía. Y para la
praxis de liberación que de ella se deriva.
La intuición renovadora de un Papa anciano
–Juan XXIII-, bonachón y conservador sin
ingenuidades, había abierto las puertas de una Iglesia
apertrechada en un poderío dañino, sigilosamente
construido y conservado por siglos. Y las había abierto
para que en ella entrasen "los nuevos vientos del
Espíritu". Esa intuición se volvió Concilio
Ecuménico. Y en América
Latina se convirtió en toda una explosión de
esperanza y de nuevas lecturas de una fe que, hasta entonces, era
sólo obediencia ciega y folclor ecléctico y
sumisión resignada –en nombre de Dios- a los poderes
tenebrosos que gobernaban a sus naciones.
En su silencio secular, los teólogos y
teólogas del continente venían preparándose
y construyendo -con paciencia y creativa mansedumbre- pensamiento
nuevo desde su fe cristiana. Habían empezado una nueva
teología. Y llegada era la hora de salir gozosos por el
mundo a decirla, a volverla acción nueva,
predicación remozada, alianzas jóvenes y lozanas,
praxis pastoral con sentido, esperanza vuelta causa y
convocatoria continental y multicontinental. Como un Elías
redivivo, el rostro de la profecía latinoamericana se fue
volviendo teología sistemática y se encarnó
en distintas fisonomías eclesiales: tuvo obispos,
sacerdotes y pastores, pastoras y religiosas, hombres y mujeres
laicos, indios y negros, mestizos y mulatos, obreros y dirigentes
sindicales, cuadros de izquierda y líderes comunitarios,
dirigentes barriales y activistas políticos de partidos en
proceso de
construcción. Y a esas voces se sumaron
otras voces. Nunca antes una gesta teológica había
tenido tal poder y tal fuerza de convocatoria: vinieron gentes de
otros continentes, organizaciones de
solidaridad y editoriales de distintas lenguas y hubo
teología para todos los que hasta entonces habían
sido hijos e hijas de la desesperanza: teología de
la mujer y de
la equidad de género,
teología de los medios de
producción y de la posesión de la
tierra, teología del cuidado del planeta y sus recursos,
teología intra e intercultural, teología de la
participación política, teología del poder
condividido, teología de la diversidad erótica y
sexual, teología de las minorías étnicas,
teología y socialismo,
teología y nueva lectura de los signos de los tiempos. Era
la explosión más audaz y prometedora de la fe, en
los veinte siglos de teología cristiana. Era –en
lenguaje de
creyentes- un nuevo Pentecostés, la novísima
edición del Espíritu divino transformándolo
todo. Y de un continente dejándose transformar. Y de tal
manera empezó la nueva teología a permearlo todo, y
de tal manera inspiró tareas nuevas y audaces en orden a
la liberación política y social, por siglos urgente
pero postergada, que la prepotencia tembló.
Temblaron, sobretodo, dos centros del poder
omnímodo y perverso: el gobierno de la Casa Blanca en
Washington y el gobierno de la Iglesia Romana en la Ciudad del
Vaticano. Temblaron porque vieron que la nueva teología
producía frutos de liberación, y revolcaba
estructuras económicas incapaces e inmorales, y
cuestionaba la irracional obediencia, y animaba a la
desobediencia civil, y apuntalaba regímenes nuevos en
distintas naciones, y fortalecía movimientos, y los
llenaba de pasión y vida. Los imperios temblaron y se
aliaron. Todavía nos estremece la imagen del Papa
polaco maldiciendo al gobierno revolucionario sandinista de
Nicaragua mientras las viudas de la vieja tiranía
derrotada le piden oraciones por sus muertos; y nos humilla
todavía hoy "la visita de amistad" de
Rockefeller por América Latina con el propósito de
montar políticas
para frenar el avance de la nueva teología y de su nueva
praxis. Y se repite en la memoria, con inocultable fastidio, la
foto del mismo Papa Wojtyla negociando con Ronald Reagan en
algún escenario de Alaska el bloqueo a la casi triunfante
revolución
salvadoreña y a todo lo que de ahí se
desprendería a favor de la libertad de nuestros
pueblos.
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Cuando Carlos y Marcela, dos jóvenes no
necesariamente creyentes, ni necesariamente venidos de una
matriz
cristiana, se interesan por ese proyecto de teología de la
vida, que muchos proclaman, triunfalmente, vencido y caduco, uno
entiende con alborozo que ese movimiento de
las nuevas iglesias, del nuevo pueblo de Dios y de su
teología de la esperanza está vivo todavía.
Y que ha pasado a ser propiedad de
aquellos a quienes legítimamente les pertenece: los
negados, los postergados y humillados de la historia. Y con un
gozo doblemente crecido, entiende uno otras realidades
subyacentes: que la teología de la liberación,
prohibida por las jerarquías de la iglesia y perseguida
por los centros del poder económico y militar en la aldea
global, ya se salió de las fronteras de las sectas y le
pertenece al pueblo. Y de ella están tomando sus banderas
las novísimas generaciones de mujeres y hombres laicos.
Que la historia no seguirá siendo contada por siempre por
los aparentemente vencedores. Que los hasta ahora vencidos se
siguen convocando y congregando "hasta la victoria, siempre" y
que sienten que con ellos marcha –si creyentes- el Dios de
la Vida, el mismo que se declaró incontaminado de
complicidad con los reyes que oprimían en los tiempos del
viejo Elías.
Nos entusiasma grandemente a los
teólogos que nos vamos haciendo viejos, el testimonio de
jóvenes investigadores como Marcela y Carlos que se
percatan y nos cuentan una vez más esta verdad
histórica: que en nuestra aldea global, mientras haya un
solo pobre entre nosotros, la teología oficial
seguirá cediendo ante el paso, lento quizás pero
seguro, de la
teología hecha por el pueblo. Y más de un pobre va
dejando el nuevo "ordenamiento mundial" decretado por la economía neoliberal:
800 millones de hambrientos, 1.000 millones de analfabetos, 4.000
millones de pobres, 250 millones de niños trabajando, 100
millones de personas viviendo en la calle, destrucción
irreversible de la naturaleza, desestabilización de
gobiernos.
El pueblo, creyente a la vez que sufriente del desorden
mundial decretado por los poderes imperiales, sigue leyendo la
realidad desde su fe, interpretándola y
preguntándose por el modo y los pasos para cambiarla. Por
ese camino, con osadía y creatividad,
ellos se suman a la esperanzada y paciente lucha de todos los
empobrecidos de la tierra, los únicos interesados en
cambiar la historia que les han impuesto los que
los oprimen.
El tema de la ecología no ha tenido en las
ciencias
sociales un estudio riguroso por medio del cual sea posible
esclarecer de qué forma ésta se relaciona con el
quehacer de las humanidades. Sólo en algunos aspectos de
las teorías
del desarrollo o en la demografía se pueden encontrar elementos
que permitan seguir el rastro de su presencia en nuestras
disciplinas. Lo propio ha ocurrido con la teología, para
la cual, las disquisiciones al respecto son centradas en la
relación hombre-Dios, y
en un plano meramente espiritual.
La ecología de la liberación intenta
llenar este vacío histórico, principalmente desde
el punto de vista teológico. Sin embargo su aporte a las
ciencias
sociales y puntualmente a la sociología, debe ser analizado con
más detenimiento, pues en el transcurrir de sus acciones ha
demostrado que tiene valiosas contribuciones para enriquecer el
estudio de los grupos
sociales y su relación con el medio
ambiente.
La presente investigación, busca esclarecer en
que grado dichos avances han aportado elementos de análisis a la sociología, y de
qué manera pueden ser leídos desde un punto de
vista que supere la visión puramente metafísica
de las reflexiones teológicas. Para tal fin, optamos por
adelantar una búsqueda de documentos, tanto escritos como
audiovisuales, que nos permitieran establecer el nivel de
teorización que sobre el tema se tiene. Del mismo modo
fueron realizadas algunas entrevistas a personas involucradas en
el trabajo ecológico, educativo y organizativo.
Ecología de la
liberación.
¿En que consiste la ecología de la
liberación, cuáles son sus orígenes y
de que forma aborda la discusión sobre la
pobreza, el sistema económico de mercado
y su impacto sobre el medio ambiente? La teología de
la liberación desde sus inicios ha tratado el tema
de la exclusión que históricamente han
sufrido grandes sectores de la población mundial, se
ha esforzado por buscar alternativas a los problemas
sociales y económicos de los excluidos, se
planteó un método de análisis
académico que avanzó en el estudio sobre la
pobreza y diseñó un esquema de trabajo con
comunidades a fin de concretizar un proceso de
liberación frente a dicha situación. En la
actualidad, la teología de la liberación a
sumado a su quehacer el estudio de la cuestión
ecológica, abordándola desde algunos de sus
puntos más discutidos, como son el del impacto que
tiene la depredación de la naturaleza por parte del
capital trasnacional y las repercusiones sobre las clases
populares.- Formulación
- Descripción
A finales de la década de los sesenta, un grupo
de sacerdotes hace un alto en el camino; la situación
socioeconómica de América Latina enmarcada en un
contexto de pobreza, desigualdad y exclusión, los lleva a
una profunda reflexión sobre el que hacer
teológico. Producto de
ello, y como una forma de crítica al papel que la iglesia
venía jugando en esta situación, surge una nueva
forma de mirar la relación iglesia-pueblo, surge la
"teología de la liberación".
Alentada por los vientos renovadores del Concilio
Vaticano II, dicha teología brota de las necesidades del
tercer mundo, regido siempre por las tesis
teológicas enviadas desde Europa. Así mismo,
pretende ser un reflejo no sólo de las inquietudes del
pueblo latinoamericano, sino también de sus anhelos:
libertad, independencia, desarrollo, bienestar para todos,
soberanía, identidad
cultural. Se parte de la idea de un empobrecimiento del pueblo
latinoamericano por parte de los imperios norteamericano y
europeo, en contraposición al concepto de una
pobreza surgida por causas geográficas, raciales o
culturales.
Pero más allá de lo anterior, el principal
aporte de la teología de la liberación radica en su
método para el estudio y el trabajo con las comunidades. A
partir de tres pasos: ver, juzgar y actuar, compromete a la
teoría
con la práctica, lo que se plantea entonces, es una mirada
de la realidad desde el ángulo de los pobres, por y para
ellos. Basados principalmente en la fe, pero sirviéndose
de las herramientas
que les brinda las ciencias sociales, los teólogos de la
liberación emprenden un trabajo junto al pueblo buscando
cambiar la situación de marginalidad en
la que se encuentra.
Según este planteamiento, es una afrenta a Dios
destruir su creación con el único fin de cumplir
las imposiciones de un sistema económico, es inaceptable a
los ojos de Dios que la gran mayoría de sus hijos no
puedan acceder a unos bienes básicos que les permita
desarrollarse como seres humanos en su integridad. Es un pecado
social el hecho de que millones de seres humanos mueran
diariamente por falta de alimento o a causa de enfermedades
fácilmente curables. No se trata sólo de bienes
materiales (vivienda, alimentación,
salud), sino
también de educación, recreación, libertad de pensamiento y
culto, respeto por los
derechos
humanos, y en fin, todo lo referente al pleno desarrollo del
hombre.
En el trabajo con las comunidades, la teología de
la liberación busca trascender la simple
teorización, pues sólo en el actuar se encuentra la
verdadera vocación de Cristo. No basta que las ideas sean
buenas, sino que es necesario ponerlas en práctica, y esta
práctica no se limita al asistencialismo promulgado por la
"caridad cristiana", sino que promueve un trabajo militante donde
el pastor se inserta en su comunidad y lucha
junto a ella, ayudando así a cualificar al conjunto de sus
integrantes, tanto espiritual como intelectualmente. A diferencia
de otras teologías, la teología de la
liberación tiene como interlocutor al hombre sencillo,
poco instruido académicamente y que vive en condiciones
precarias, y es por esto mismo que el trabajo se encamina a
mejorar su situación.
En la actualidad a esta lógica de
explotación, pobreza y liberación, se suma un
aspecto que aunque no es nuevo, si toma mayor relevancia a
finales del siglo XX, y es lo referente a la cuestión
ecológica. El problema del desgaste de los recursos
naturales a causa de un sistema económico que
privilegia el consumo
desmedido por encima de cualquier consideración, lleva a
la teología de la liberación a cuestionar de
qué manera se ve afectada la supervivencia del ser humano
como especie, y en qué forma este sistema de consumo
perjudica principalmente a los más pobres del
planeta.
El sistema capitalista ha tenido, principalmente, dos
consecuencias funestas para la especie humana, la primera es el
empobrecimiento de la gran mayoría en favor de una
estrecha minoría, y en segundo lugar un desgaste de la
naturaleza como nunca antes. Mas grave aún es que este
fenómeno se presente como un círculo vicioso porque
mientras más pobres, más deterioro de los recursos
naturales y viceversa. El ser humano y la naturaleza son puestos
al servicio del
gran capital, y su función es
la de reproducir y perpetuar esta situación de
iniquidad.
Frente a este escenario, la teología de la
liberación lo que plantea es una defensa de la naturaleza
y el hombre a
partir de una lucha contra el sistema económico impuesto,
y basada en su método de ver, juzgar y actuar, propone
alternativas de "desarrollo
sostenible", desde el lugar del marginado; "Un cristiano
sólo puede aceptar una sociedad donde quepan todos y todas
y en armonía con la naturaleza. La exclusión y la
destrucción de la naturaleza contradicen profundamente la
racionalidad humana y cristiana". Se trata entonces de volver a
una comunión hombre-naturaleza, romper con la
lógica de dominación, y priorizar la armonía
entre ambos. La trinidad que se propone es Dios – Hombre
– Naturaleza, a partir de la cual se configura una nueva
forma de entender la relación de lo humano y lo divino, en
la que se establece una alabanza a Dios basada en la defensa de
su creación y en la convivencia del hombre con su
entorno.
Con relación a este asunto el teólogo
brasilero Leonardo Boff propone la recuperación del
concepto de "pan en teísmo" en contraposición al
"panteísmo", entonces, Dios está en todo, todo
está en Dios; la naturaleza hace parte de Dios, más
no es Dios, por esta razón al destruir el medio ambiente
estamos atacando a Dios. Boff afirma: "Dios tiene una presencia
en todas las cosas. Porque esa es nuestra fe de cristianos,
podemos decir que comulgando con el mundo, trabajando,
conviviendo, entrando en contacto con todas las cosas estamos
comulgando con Dios y con las cosas. Y porque es así nos
llenamos de ira sagrada cuando por la injusticia, por la
violencia, por la deshumanización, no reconocemos al otro
como otro, lo atropellamos, y no lo reconocemos como sacramento
de Dios" .
Ahora bien, la discusión que se nos plantea es en
torno a la
pertinencia del discurso
ecológico a la luz de la teología, y lo que es
más importante, al papel de los teólogos y
cristianos frente a las discusiones económicas y
políticas que impone la globalización. Debemos determinar cual debe
ser la posición frente a la economía de mercado, y
proponer alternativas desde la fe, para enfrentar la
exclusión de amplios sectores de la humanidad.
1.3. Justificación
Cada sistema productivo define y perpetúa sus
propias formas de organización social, política y
cultural a partir de las cuales los individuos pertenecientes a
ella deben asumir un rol que les es impuesto. Fiel a esta
lógica, el capitalismo se
fundamenta en una estructura social dividida en clases, donde el
destino de una, está determinado por la otra, es
así como un estrecho grupo dueño de los medios de
producción impone a los demás los bienes que debe
consumir, la religión que debe profesar, las formas como
se debe asociar, el idioma que debe hablar.
El modelo de
desarrollo que se ha impuesto en las últimas
décadas, es producto de las necesidades del capital
trasnacional, el cual interviene en la
organización económica y política de los
países más débiles, obligándolos a
sacrificar sus propios recursos en favor del bienestar de las
economías poderosas. Tal desarrollo, no responde a los
intereses particulares de las regiones, los grupos y las
personas, sino que es pensado y ejecutado desde los grandes
centros del poder. Igualmente, el aparato de producción
capitalista ha demandado como ningún otro una gran
cantidad de recursos naturales para lograr su expansión, y
para ello se vale de la explotación de los sectores
más vulnerables ya sean estos individuos o naciones
enteras.
En términos económicos, existen en el
mundo países desarrollados y subdesarrollados, los
primeros –los del Primer Mundo– dueños de
grandes producciones y capital, mientras que los segundos,
denominados del Tercer Mundo, países dependientes, no
industrializados o países periféricos, se limitan a servir como
despensa de los otros. Lo que se propone entonces, es un cambio radical
de este sistema de organización social, ya que sólo
a partir de allí se podría comenzar a hablar de una
nueva relación hombre-naturaleza, en la cual predomine el
respeto por el ser humano y el de éste por su
entorno.
En la tarea de abordar la discusión
ecológica se han destacado varias propuestas, tanto desde
el ámbito sociológico como desde el
teológico, sin olvidar los aportes ya hechos por la
biología y
las ciencias exactas. Para algunos autores es necesario plantear
alternativas como el "otro desarrollo", que se orienta hacia la
búsqueda de satisfacer las necesidades básicas de
los países pobres, que estos sean endógenos y no
pierdan sus valores, que
sean autodependientes, tengan un manejo adecuado del ambiente y
encuentren una repartición de la riqueza evitando por
todos los medios la exclusión. El problema no
radicaría entonces en la falta de recursos o en el
agotamiento de estos sino en la mala distribución económica y social, en
el abuso de los sectores más ricos que sólo buscan
su propio beneficio sin importar que gran parte de la
población mundial se encuentre desnutrida, sin techo, sin
salud, sin educación y sin tierra.
En el campo de las ciencias sociales, podemos mencionar
varios aportes que desde allí se han hecho para enriquecer
la discusión ecológica. Entre ellos se cuentan por
ejemplo:
a) La orientación marxista elemental;
considera que el modelo de desarrollo empleado por el hemisferio
norte es el que más problemas
ambientales produce, por lo tanto es necesario originar un
cambio de las relaciones económicas para que éstas
sean elaboradas desde los países del sur con el fin de
equilibrar las estructuras políticas, económicas y
sociales en todo el planeta,
b) El desarrollo sostenible; plantea la necesidad
de redefinir la explotación de los recursos naturales de
manera racional, con el fin de satisfacer las necesidades
actuales y al mismo tiempo permitir a las futuras generaciones el
disfrute de los mismos,
c) La ecología humana; basa su estudio en
las relaciones del hombre con el medio que le rodea, haciendo
énfasis en el impacto del hombre sobre la naturaleza y la
necesidad de conservación del medio ambiente,
d) La ecología social; se enfoca en el
concepto de hábitat, tanto en el ambiente urbano como
rural, observando las modificaciones espaciales en las cuales
intervienen el individuo y los grupos sociales,
e) El desarrollo a escala humana;
aquí, el desarrollo se mide en términos del
bienestar, entendido este como la satisfacción de las
necesidades materiales, culturales y espirituales de las
personas, f) El ecofeminismo, de gran importancia en la
comprensión teológica de la ecología, dado
que parte de una visión de la mujer como
creadora de vida, asemejándola al poder creador. Se
presenta a la mujer como principal actor en un necesario cambio
de óptica
en cuanto a desarrollo y ambientalismo se refiere.
En cuanto al estudio del tema hecho por la
teología de la liberación, aunque no se han
construido teorías como tal, se ha avanzado en la
definición de conceptos que para el análisis
sociológico revisten gran importancia. La
categorización que sobre la idea de pobreza ha hecho,
rompe de manera radical con la tradicional basada en
términos de bienes materiales y calidad de
vida, aquí se tienen en cuenta diversos matices que
van desde lo espiritual hasta lo económico. Se introduce
el concepto de empobrecido y se marca una clara
diferencia con el pobre, definiendo este último como una
opción del cristiano y no como una imposición del
sistema.
Por otro lado el trabajo desarrollado por las
comunidades eclesiales de base, en campos como el organizativo y
el teórico, ha dado valiosas herramientas en el
área de procesos con comunidad, puesto que es una
práctica que surge de las propias reflexiones de la
comunidad, y que busca impactar no sólo al grupo local
sino al conjunto de la sociedad. Así mismo el "ver, juzgar
y actuar" mediante el cual los teólogos de la
liberación sustentan su trabajo con los sectores en los
que intervienen, nos lleva a una comparación con el
método IAP de la sociología, puesto que ambos
intentan partir de una realidad concreta en aras de
transformarla.
Para la sociología resulta de vital importancia
que otras disciplinas aporten conceptos que le permitan
comprender de mejor manera fenómenos que desde la sola
teoría social serían difíciles de abordar.
Tal es el caso del arte, la
religión, la biología, la física,
etcétera. En este sentido la contribución que la
teología de la liberación hace al estudio de los
temas ecológicos en el ámbito social, se puede
observar desde la perspectiva del trabajo organizativo de las
comunidades, de los estudios que sobre el sistema
económico ha elaborado, sobre la nueva
categorización que ha hecho con relación a la
pobreza y la introducción del concepto de
empobrecido.
Dado que en ninguna de las grandes escuelas
sociológicas se aborda el tema de lo ecológico, el
tratamiento hecho desde la ecología de la
liberación brinda la posibilidad de adoptar algunos de sus
avances conceptuales sobre el porqué de la importancia del
tema, su justificación desde lo económico y las
opciones alternativas al modelo de desarrollo. Por otro lado, el
camino allanado por las comunidades eclesiales de base nos aporta
un amplio bagaje en lo concerniente al trabajo con comunidades
que debe ser aprovechado por los sociólogos.
Se trata fundamentalmente de brindar a la teoría
social nuevas herramientas para afrontar la tarea de comprender
un mundo cada vez más disímil y con nuevos retos en
la tarea de analizar los hechos sociales. En este caso la
ecología dejaría de ser utilizada como un
comodín por las ciencias sociales, económicas y
exactas, y comienza a tener su propio objeto de
estudio.
1.4. Delimitación
1.4.1. Espacio. Se tendrá en cuenta el
proceso en el ámbito latinoamericano, puesto que es en
éste lugar específicamente donde el movimiento de
la teología de la liberación ha tenido más
fuerza, y donde además se ha venido desarrollando con
mayor claridad el concepto de ecología de la
liberación.
1.4.2 Tiempo. Dado que el movimiento de
ecología de la liberación es relativamente nuevo,
se abordará desde sus inicios, a principios de la
década de los noventa, hasta hoy.
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