- Resumen
- Origen de las actividades
genéticas. - Origen de los
comportamientos genéticos de los animales
multicelulares elementales. - Consecuencias del desarrollo
de las capacidades neuronales. - Recepción de
datos. - Algunas hipótesis
sobre el asentamiento de la memoria adquirida en el
encéfalo. - Teoría de los
enlaces. - Recuerdos y selección
de datos. - Memorias de largo
plazo. - Memorias
conceptuales. - Dominancia y principales
consecuencias de la existencia de los
conceptos. - Constitución de los
comportamientos. - Reemplazo de
comportamientos genéticos por comportamientos de orden
mixto. - Los datos
instintivos.
En esta obra el autor expone teorías
que le permiten explicar en su totalidad el funcionamiento del
cerebro humano.
Para lograrlo profundizó sus estudios de neurología
merced a exhaustivas investigaciones
en microbiología, o biología molecular.
Así esclareció como se almacenan las informaciones
recibidas en el encéfalo. A partir de eso
estableció las bases de la psicología y
etología moderna; demostrando como se efectúan
sistemáticamente todos los procesos
cerebrales, desde la manera de recordarse un dato, la forma de
resolver cualquier problema, el origen de los trastornos
psicológicos hasta las diferentes fases del
sueño.
Las características del intelecto humano son
perfectamente naturales y entendibles para el análisis racional, como lo vamos a
descubrir más adelante. Resultan ser el fruto de la
evolución de las distintas especies
animales que
constituyeron los eslabones de la cadena evolutiva que engendro
la aparición de su especie, empezando con los primeros
protozoos. Por ende el autor no utilizará ningún
argumento de orden mágico o místico para demostrar
sus teorías, por no considerarlo necesario.
Las teorías que se exponen a continuación
corresponden entonces totalmente y sistemáticamente a la
realidad de los hechos comprobables, relacionados o derivados de
la actividad celular animal y en particular de la
humana.
El autor tiene fe en que algunos experimentos
probatorios, y quizás a veces rectificatorios, que no pudo
efectuar por falta de los medios
materiales
necesarios, se realizaran en el porvenir, pues no duda en creer
que una de las mayores cualidades del pensamiento
humano es la búsqueda del conocimiento.
1. Origen de las
actividades genéticas.
El autor considera esencial para el entendimiento del
funcionamiento del cerebro humano, como lo acaba de exponer en el
prólogo, profundizar los conocimientos actuales relativos
al funcionamiento de las células
animales. Hecho por el cual dedicara este primer capitulo al
estudio del origen de los movimientos de las células
animales más elementales, y probablemente las más
primitivas, como lo son los protozoos.
En primer lugar, podemos observar que parte de los
protozoos desarrollan diversos movimientos que son, en general,
relacionados con su supervivencia. Dichos movimientos no son
todos enteramente librados al azar, se puede comprobar que
algunos responden a verdaderos patrones de conducta. En
efecto, cuando una ameba repta sobre una superficie sólida
gracias a la actividad de seudópodos o absorbe una presa
merced a la deformación de su superficie corporal, resulta
evidente que dichos movimientos no son librados al azar sino que
son coordinados secuenciados, organizados y ejecutados hacia un
fin particular.
Dichos movimientos son generados, en función de
la existencia de microtubulos, por filamentos de actina y de
miosina, que integran estas células, que se pueden
contraer y alargar bajo el efecto de impulsos energéticos
o su ausencia.
De aquí en adelante, el autor llamara "actividad"
un movimiento, y
uno sólo, generado por medio de los filamentos, cuando
ésta será organizada y coordinada con un fin
particular, es decir no librada al azar.
Resulta evidente que para que las diferentes actividades
sean efectivas los impulsos energéticos que las causan
tienen que obedecer a patrones de secuencias perfectamente
ordenados y sincronizados, de una potencia y
duración adecuadas. En otras palabras, los filamentos
deben recibir un flujo de energía discontinuo, en forma de
pulsos de intensidad variable, de una manera no solo coordinada
pero también secuenciada.
Dichos impulsos provienen necesariamente de algunas de
las fuentes de
energía de las células animales, entre las cuales
se encuentran las mitocondrias. Además las actividades
deben ser reguladas en forma absolutamente rigurosa, pues no se
efectúan de una manera aleatoria. Por ende necesitan de un
mecanismo regulatorio. No tenemos que olvidarnos que los
mecanismos productores de energía lo hacen en
función de la absorción de los elementos nutritivos
que les llegan, lo que sí ocurre de una manera aleatoria.
Estos elementos son procesados para ser transformados en fuentes
de energía, como lo es en particular la adenosina
trifosfato (ATP) en el caso de las mitocondrias.
Este mecanismo, regulador de la serie de impulsos
energéticos de los animales unicelulares generados en base
a las fuentes de energía propias a cada célula
como lo acabamos de ver, no puede depender de algún
elemento u orgánulo del citoplasma porque, además
de evolucionar constantemente, cada uno es, muchas veces,
idéntico de una especie a otra. En consecuencia, por
generar los diferentes movimientos de un animal dado, tiene que
ser totalmente igual de un animal a otro de la misma especie pero
distinto de una especie a otra, además de no depender de
factores irregulares como la absorción de elementos
nutritivos. Se puede comprobar que todas las amebas reaccionan de
la misma forma ante los mismos acontecimientos, pero a menudo una
ameba actúa en forma distinta a un didinium.
Igualmente, un protozoo debe tener necesariamente un
elemento irregular en su composición y de una especie a
otra, pero idéntico entre todos los individuos de una
misma especie y no depender de las particularidades propias a
cada animal. En efecto, dicho mecanismo no puede tener una
estructura
totalmente uniforme, pues por engendrar movimientos diversos
tiene absolutamente que tener por lo menos un elemento
constitutivo irregular en su composición. Por ejemplo, la
doble membrana que envuelve un protozoo, aunque sea deformable en
su aspecto, representa una gran uniformidad en sus elementos
constitutivos e idéntica composición a la de
algunos otros de otras especies. Además, depende del
tamaño de cada animal, el cual puede ser distinto en
alguna especie de un individuo a otro de la misma especie.
Asimismo, los orgánulos pueden variar en tamaño y
productividad
de un protozoo a otro de la misma especie a lo largo del tiempo, aunque su
composición quede uniforme. También el elemento
generador de estos impulsos tiene que ser totalmente
idéntico entre cada animal de una misma especie, pues
efectivamente se observa que las actividades de cualquier
individuo de una misma especie son idénticas, bajo las
mismas circunstancias, a las de otro, independientemente de
algunas características particulares a cada uno, como
tamaño, cantidad de elementos nutritivos procesados en su
interior, etc.
Como base de este mecanismo regulador, el autor no toma
tampoco en cuenta el ADN de las
mitocondrias por dos razones principales: la primera es que
existen especies de protozoos que poseen cantidades variables de
ellas de un individuo a otro y la segunda es que la complejidad
de movimientos de algunos protozoos en relación a la de
otros de especies distintas, implicaría una complejidad y
una extensión del ADN de sus mitocondrias superiores en
comparación a las de estas otras distintas especies; que
no se verifica en la realidad. Debemos destacar que para que una
teoría
sea valida tiene que adecuarse totalmente a la realidad de los
hechos. En este caso si se afirma que el origen de los
movimientos genéticos de los animales se encuentra en un
orgánulo particular tiene que ser también lo mismo
para todas las especies, incluidos para los animales superiores.
Pues, a pesar de que estos últimos son seres
multicelulares, la generación de estos movimientos se
produce a menudo en base a una única célula, el
zigoto, en el cual necesariamente se debe encontrar el origen de
dichos movimientos. En particular, se pueden citar los insectos,
los reptiles o los mamíferos, los cuales efectúan
movimientos genéticos tan complejos a menudo que no se
podrían explicar sólo en base al ADN de las
mitocondrias.
El único elemento perenne de cualquier protozoo
que pueda servir de elemento regulador de sus actividades es su
doble cadena de ADN que constituye el genoma integrante de su
núcleo, que el autor llamara simplemente genoma para
simplificar el texto.
Contrariamente al resto de los componentes de la célula,
éste permanece inmutable en tamaño, forma, constitución y ordenamiento molecular, a lo
largo de su existencia y entre todos los miembros de una misma
especie, aunque distinto entre cada especie. Ya está
científicamente comprobado que sus secuencias de
nucleótidos son totalmente carentes de uniformidad de una
especie animal a otra, pero idénticas entre todos los
miembros de una misma especie.
Si analizamos los cuatros diferentes tipos de
nucleótidos que integran el genoma de todas les especies
animales, nos daremos cuenta que el fosfato y el azúcar
que los componen permanecen inmutables, cualquiera sea el tipo de
nucleótido. Aunque al fosfato se le puede asociar,
ocasionalmente, otro fosfato o algún tipo de
proteína, como la coenzima A, en las cadenas de ADN se
presenta mayormente bajo la forma de monofosfato. Por ende, en
los nucleótidos las bases representan los únicos
elementos variables. Esta particularidad les permite realizar
distintas cantidades de enlaces. En efecto, las adeninas y las
timinas poseen la capacidad de formar un doble enlace de
hidrógeno. Mientras que las guaninas y las citosinas
forman un triple enlace de hidrógeno. Además,
sabemos que la energía necesaria a la ruptura de los
enlaces es distinta en función de la naturaleza misma
de cada uno, pues pueden ser entre un átomo de
hidrogeno y
uno de nitrógeno o de oxigeno, como
los que unen los nucleótidos.
Es sabido que existen enzimas capaces
de "leer" el ordenamiento de los nucleótidos durante la
mitosis; por
ejemplo para verificar su exactitud. El autor llama "leer" el
genoma, por parte de una enzima, o lectura
enzimática, el hecho de que esta clase de enzima se
desliza a lo largo de la doble cadena de ADN, efectuando su
actividad merced a un proceso
físico-químico complejo, que implica un aporte y,
o, una liberación de energía, particular a cada
una. Esta lectura puede ser bastante rápida, pues en un
protozoo la enzima ADNhelicasa, que actúa directamente
sobre los enlaces de hidrógeno, es capaz de separar las
dos cadenas del genoma a una velocidad de
aproximadamente quinientos nucleótidos por
segundo.
Por otra parte, sabemos que en los genes del ADN
están codificadas todas las características
físicas de las células.
En consecuencia a estos hechos podemos deducir que el
elemento regulador de algunos movimientos que caracterizan las
acciones de
estos animales, son generados por enzimas que van "leyendo" el
alineamiento de los enlaces de los nucleótidos, en los
genes específicos, traduciéndolos en impulsos
energéticos motores. El autor
habla de "algunos movimientos" y no de todos pues está
comprobado que hay movimientos que se producen estrictamente en
base a elementos constitutivos de las células, como los
cilios, que se efectúan en forma absolutamente
automática e independiente cada uno con respecto a los
demás. El autor llamara estos últimos; movimientos
mecánicos; para diferenciarlos de las actividades
genéticas.
Asimismo, como lo vimos anteriormente, sólo una
porción del genoma está consagrado a la
codificación de la estructura de la célula y la
producción de las proteínas
que necesita. Por eso también, podemos deducir que por lo
menos en una porción de la parte restante, están
codificados, a través del ordenamiento de los
nucleótidos, los impulsos que generan las diversas
secuencias de actividades genéticas.
Entonces, al recorrer el tramo correspondiente a su
función en la doble cadena de ADN, la enzima especializada
va emitiendo impulsos energéticos en función de
la lectura de
los distintos enlaces de hidrógeno. La importancia de
dicha enzima se puede probar por ejemplo merced al uso de la
microinyección, ya clásica en la detección,
bloqueo o marcación de los elementos intracelulares. Su
actividad puede ser también probada merced al uso de los
microelectrodos, que pueden permitir la detección de las
variaciones de los impulsos energéticos que se producen al
interior de la célula. Dichos impulsos pueden ser medidos
por medio del empleo de
aparatos de medición de campos magnéticos.
Además, sus secuencias pueden ser comparadas con las
secuencias en las cuales se encuentran alineados los enlaces de
los nucleótidos.
La irregularidad de los agrupamientos de
nucleótidos, o mejor dicho de sus distintas clases de
enlaces de hidrógeno, origina, muy probablemente, las
variaciones de los impulsos energéticos emitidos. Estos,
al presentar una gran heterogeneidad, poseen entonces una
diversidad de frecuencias que genera la variedad de los
movimientos efectuados por los diferentes paquetes de filamentos,
al estilo frecuencias de resonancia. En otras palabras, a cada
paquete corresponde una frecuencia dada. Así, se originan
las diferentes actividades del animal.
Por supuesto, para el protozoo, los estímulos
exteriores o su ausencia, o los generados por una
situación interna particular, que llamaremos
estímulos iniciadores, son los que provocan, interrumpen o
modifican el cumplimiento de la función de esta clase de
enzima.
Resulta importante notar que las actividades
genéticas y los movimientos mecánicos, de los
protozoos son inmutables por estar almacenadas en su genoma o en
sus componentes. Invariables en su composición entre los
miembros de una misma especie, representan el fruto de millones
de años de evolución. Por ende, la
codificación de las actividades genéticas y de los
movimientos mecánicos de un animal no puede ser cambiada,
suprimida o aumentada sin provocar una verdadera mutación
de éste.
Si uno observa atentamente el total de las distintas
actitudes de
un protozoo, notará que corresponden a un patrón
bien definido. En efecto, participan cada una de un conjunto
perfectamente determinado y secuenciado de conductas diversas,
que son para un didinium por ejemplo: nadar, lanzar dardos,
envolver la presa, digerirla y reproducirse.
El autor llamará, de aquí en adelante, a
cada una de estas secuencias, que corresponden cada una a un
conjunto de actividades genéticas coordinadas entre
sí que permiten el desarrollo de
una sola conducta, un comportamiento, llamando también actitud el
desarrollo observable de los comportamientos. Igualmente,
nombrará al conjunto de todos éstos últimos
inscritos en un mismo genoma un esquema de comportamientos.
También, llamará la ausencia de comportamiento,
aunque se puedan producir movimientos mecánicos a lo largo
de su duración, estado de
reposo.
No sólo un estímulo iniciador puede
activar algún comportamiento pero también la
ausencia de estímulo puede ser causante de la
activación de uno también. Pues, se puede observar
que cada clase de actividad genética o
de movimiento mecánico se produce sistemáticamente
en función de la aparición o de la falta de un
acontecimiento bien delimitado y predeterminado. Que puede ser la
toma, la pérdida o la ausencia, de contacto con una presa,
percibido por medio de sensores de
diferentas clases. Dichos sensores son los que generan las
distintas clases de estímulos, como se ha verificado ya
científicamente. Este comportamiento se manifiesta a
través de una actitud determinada que puede ser activa o
pasiva. Como actitud pasiva se puede considerar, por ejemplo, la
que corresponde a un movimiento repetitivo o de alguna otra
conducta que, aunque exija de impulsos energéticos para
poder
realizarse, puede no ser reflejada por un movimiento notable a
primera vista, el cual puede corresponder a una actitud de espera
por ejemplo. La que no hay que confundir con los movimientos
mecánicos, como ocurre en el estado de
reposo. Entre éstos últimos, se encuentra el hecho
de que en la ausencia de presa, el didinium sigue nadando. El
hecho de que los cilios del animal se muevan de por sí, en
forma mecánica, como se comprobó luego de
la ablación de aquellos, prueba que para moverse no
necesitan de un impulso especial proveniente de la actividad de
enzimas lectoras. De aquí podemos afirmar que la totalidad
de los comportamientos de los protozoos está regida por
actividades genéticas o mecánicas.
El desarrollo de una parte del esquema de
comportamientos puede ser inhibido; es decir que, tal como se
puede comprobar, para el didinium, si la presa escapa antes de
ser envuelta en el citoplasma, no se empieza el proceso de
digestión sino que se reinicia un nuevo ciclo de
comportamientos.
Podemos notar también que el esquema es, y debe
ser, invariable en su ordenamiento. En efecto, no se puede
cambiar el orden de los comportamientos sin condenar al protozoo
a sufrir graves trastornos. Por ejemplo, si no absorbe su presa
después de inmovilizarla, no podrá alimentarse, lo
que podría tener consecuencias fatales para
él.
Sumándose a esta invariabilidad el hecho de que
la principal característica de los protozoos es que luego
de ser activados, sus esquemas de comportamientos se realicen en
forma continuos ininterrumpidamente, cuando no son detenidos por
un estímulo particular, se puede deducir que pertenecen a
un tramo del genoma, constituido por una sucesión de pares
de nucleótidos, que no ofrece ningún tipo de
interrupción. Lo que implica obligatoriamente que
pertenezca a un tramo continuo del genoma.
Resulta factible que el genoma posea en su estructura
una proteína que identifique el principio y el fin del
tramo implicado, para que la enzima idónea pueda
así proceder a la lectura del esquema de comportamientos.
Como es evidente que los nucleosomas no interrumpen el pasaje de
las enzimas separadoras o de las correctoras, no tienen tampoco
que parar las enzimas lectoras.
Finalmente se puede afirmar que a lo largo de su
existencia, la actividad de un protozoo está siempre
gobernada por su esquema de comportamientos, aunque adopte una
actitud pasiva. Eso significa que, cualquiera sea la
situación en la cual se encuentre, siempre "sabrá",
aunque sea de una manera totalmente inconsciente, lo que tiene
que hacer.
Integrando este esquema, cada comportamiento, o grupo de
actividades que determinan una sola conducta, es perfectamente
delimitado y orquestado. Si no lo fueren, los movimientos
resultarían desordenados. No tendrían entonces la
eficacia
necesaria para la realización de sus acciones vitales. Por
ejemplo, si el didinium no produjera suficientes dardos, o si no
envolviera adecuadamente sus presas, éstas podrían
tener la oportunidad de recuperarse, es decir de producir las
antitoxinas que les permitirían gozar de algunas
posibilidades de escape.
En fin de cuenta, si observamos detenidamente la
constitución de las diferentes especies de animales
unicelulares, podremos constatar y comprobar que cada uno de sus
componentes es parecido en su composición al que cumple
las mismas funciones en
cualquier animal de cualquier otra especie, en particular todos
los genomas están formados por cadenas de los mismos
cuatro tipos de nucleótidos, al igual que los mecanismos
generadores de sus diversas actividades y movimientos, lo que
permite deducir que responden igualmente a esquemas de
comportamientos. Aunque difieran considerablemente en sus
alcances y pautas de una especie a otra, permiten a los protozoos
sobrevivir y multiplicarse, si las condiciones externas les son
favorables. Por supuesto, el hecho no tiene nada de
extraño; pues, descienden, probablemente, de un ancestro
común. Resulta evidente que las características de
éste que favorecieron su supervivencia, se hayan
conservados, por seguir siéndoles benéficas, entre
todos sus descendientes.
Resumiendo las principales cualidades de los animales
unicelulares, que permiten la expresión de sus actitudes
podemos afirmar que éstas responden a las pautas
siguientes:
– Cada grupo de actividades genéticas que
conforma una, y una sola, actitud determinada corresponde a un
comportamiento genético.
– Cada ausencia de comportamiento corresponde al estado
de reposo, aunque mientras siga vigente se produzcan movimientos
mecánicos.
– El total de sus conductas perfectamente sincronizadas
y ordenadas entre sí obedece a un esquema de
comportamientos.
– Un ciclo de éstos empieza por medio de un
estímulo iniciador o por la ausencia de alguno. Puede ser
inhibido por otro, aunque el esquema sigue siempre
vigente.
– Dicho esquema gobierna el accionar de un protozoo a lo
largo de su existencia sin interrupciones.
– Todas las actividades genéticas que integran
los comportamientos y esquemas de comportamientos dependen de
datos
inscriptos en los genes de estos animales.
– Finalmente, los impulsos energéticos
generadores de actividades se originan en la "lectura", merced a
enzimas específicas, de los enlaces de hidrógenos
entre los nucleótidos que integran las dos cadenas que
conforman el genoma de las células eucariotas,
uniéndolas.
2. Origen de los comportamientos genéticos
de
los animales multicelulares
elementales.
En este capitulo, el autor va a ir profundizando
sucesivamente los conocimientos de las células animales, y
en particular de las neuronas de los animales multicelulares,
estudiando sus características en base a la observación de las de los animales
multicelulares invertebrados. Éstos se pueden calificar de
elementales, por su relativa simplicidad estructural y su
número restringido de clases distintas de células
que los componen. Se consagrara sobre todo a estudiar las Hidras
de agua
dulce.
Éstas últimas son seres rudimentarios que
se parecen a las anémonas de mar, pero de tamaño
reducido. Su parte inferior adhiere a una superficie de apoyo a
la manera de una ventosa. El tronco, llamado celenterón,
se asemeja a una suerte de bolsa donde se procesan y asimilan los
nutrientes. En la parte superior se encuentra el orificio que
sirve a la vez de entrada de los alimentos y de
salida de los desechos. Está coronado de
tentáculos, que producen también dardos venenosos,
al igual que algunas especies de protozoos como los didinium. La
Hidra puede nadar y sobre todo reptar, ayudándose con sus
tentáculos y su parte inferior. Estos movimientos de
traslación son mucho más sofisticados que los de
los protozoos, pues exigen una verdadera coordinación de las actividades de
numerosas células por parte del animal. Éste
envenena las presas que entran en contacto con sus
tentáculos, las inmoviliza y luego las introduce en el
celenterón por medio de estas últimas. Se reproduce
con esporas, formando retoños o por
división.
Examinando la raíz de todos estos
comportamientos, se puede profundizar los conocimientos sobre el
origen del accionar genético animal, que empezamos a
obtener con el estudio de las reacciones de los protozoos.
Básicamente, porque estos invertebrados poseen una
estructura interna mucho más compleja que la de los
animales unicelulares.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que varias
especies de animales multicelulares elementales, como la Hidra,
poseen células nerviosas, o neuronas, repartidas en todos
sus cuerpos. Además, la experimentación demuestra
que los impulsos energéticos provenientes de estas
neuronas controlan el accionar del resto de las demás
células. Se puede afirmar, entonces, que estas neuronas
están especializadas para hacer llevar a cabo los
comportamientos, particulares a la especie, por el conjunto del
cuerpo.
Luego, debemos tener en cuenta que muchos animales
invertebrados son capaces de emitir esporas; células
independientes que al multiplicarse acaban por transformarse en
un animal completo; eso implica que todas las distintas
células del cuerpo del ser, digamos adulto, se pueden
originar en una sola célula indiferenciada. En
ésta, entonces, se encuentran almacenados, en sus genes,
todas las diversas capacidades que particularizarán luego
las distintas células del cuerpo del animal
maduro.
No resulta difícil deducir, y comprobar, que
cuando ocurre el proceso de diversificación celular en
función del papel que cada
célula cumplirá luego, en los animales
multicelulares que gozan de una verdadera diferenciación
celular, se activarán los genes adecuados a su futuro
desempeño y se desactivarán los que
no corresponden a éste. La activación de los genes
especializados, provoca la producción de enzimas
particulares que modifican la estructura de la célula, en
vista de facilitar sus actividades. Por ejemplo, en las
células musculares se acrecienta la masa filamentosa y los
microtúbulos. Este proceso no modifica la
composición general de las células, que siguen
conservando los mismos elementos constitutivos que las
demás.
Se tiene que destacar que la especialización de
las células diversifica y amplía el espectro de
acción del conjunto. El hecho de que un pez
carnívoro tenga aletas natatorias le otorga mucha mayor
velocidad de desplazamiento que la de una ameba, es decir una
más grande área de caza que le ofrece mayores
posibilidades de encontrar alimento. La capacidad de
absorción de alimento de un animal multicelular que posee
un estómago, le procura una mayor amplitud de productos
necesarios a sus existencias y reproducción, que la de un
unicelular.
Si bien cada célula especializada resigna su
autonomía y campo particular de acción, en
compensación acrecienta algunas de sus capacidades en el
ámbito celular. Sobre todo mejora sus posibilidades de
supervivencia, al aumentar el área de actividades del
conjunto de células al cual pertenece. Por ejemplo, la
capacidad de movimientos independientes de una neurona es muy
reducida, pero su capacidad de uso de su memoria
genética, de emisión de energía y de
respuesta a estímulos, se ve potencializada. El
acrecentamiento de la producción de impulsos
energéticos le permite ser capaz de generar tal potencial
de éstos que llega a provocar la actividad filamentosa de
todo un grupo de células musculares.
En fin de cuenta, la especialización celular,
incrementa las capacidades del ser de recibir una mayor variedad
de estímulos iniciadores, merced al incremento y a veces
la diversificación de sus células sensitivas. Al
aumentar la capacidad de producción de energía
hacia un campo de acción más especializado por
parte de las neuronas, eso les permite también engendrar
respuestas mucho más elaboradas que las de un simple
protozoo. La simple reacción de huida provocada por un
ascenso peligroso de la temperatura
ambiental, captado por sus sensores, de parte de algunos
protozoos, se transformó en el desarrollo de los centros
de detección de las radiaciones infrarrojas de ciertas
especies de serpientes como la cobra. Evidentemente, la
diferenciación, y por ende la existencia de órganos
especializados, implica a nivel del ADN un mayor potencial de
productividad y pluralidad de proteínas y
enzimas.
El aumento de la complejidad del ser, es decir de la
cantidad de órganos distintos, de las capacidades y de la
complejidad de las actividades de origen genético de cada
uno, es probablemente resultado del alargamiento de dichas
cadenas. El cual, como lo comprueban las teorías modernas
relativas a la evolución de las especies, ocurre en forma
aleatoria y produce las mutaciones de las especies
animales.
Se puede afirmar que cuanto más complejas se
vuelven las capacidades de un ser viviente, más
evolucionado resulta ser. En la cadena evolutiva de los animales,
se puede considerar al ser humano como uno de los más
evolucionados, por tener la capacidad de realizar actividades
extremadamente complejas. En realidad, las más complejas
de las que efectúa el resto del reino animal
terrestre.
El aumento de la complejidad de las actividades de un
ser implica entonces, como lo comprueba la realidad de los
hechos, una mayor sofisticación a nivel celular. En
particular lo demuestra el hecho que las neuronas son
células que reciben los impulsos iniciadores, los procesan
y transmiten las respuestas generadas a las demás
células. Merced a esta capacidad de comunicarse entre
sí por medio de sus axones y dendritas, forman una especie
de red que controla
y dirige las actividades del conjunto de las células del
animal. En consecuencia, aunque un estímulo provenga de un
solo punto del animal, su cuerpo entero reacciona de una manera
perfectamente sincronizada.
Por supuesto, aunque sean mucho más complejos,
resulta evidente que los movimientos que participan de los
comportamientos de la Hidra, y de cualquier otro animal
multicelular elemental, son de origen meramente genético.
En efecto, se puede comprobar que por ser innatas, todas sus
actividades o ausencia de éstas son perfectamente
delimitadas e invariables a lo largo de su existencia en
función de estímulos, o por falta de algunos, los
cuales son igualmente perfectamente definidos e invariables.
También, son idénticas para todos los miembros de
una misma especie de invertebrados. El hecho de que resultan de
las actividades sincronizadas de varias o de la totalidad de las
células que componen estos animales implica, como ya fue
científicamente demostrado, que dicha
sincronización proviene de la actividad de las neuronas.
Lo que significa a su vez que dicha actividad se genera en base a
una memoria de índole genética.
Se llamara también estado de reposo la ausencia
de activación de los comportamientos que rigen la
actividad de un animal multicelular. Aunque éste pueda
realizarse movimientos mecánicos a lo largo de su
duración, pues estos últimos no dependen de dicha
activación. Hay que tener en cuenta que el hecho de que su
cuerpo esté en reposo, implica un verdadero paro de las
actividades motoras generadoras de una conducta del conjunto de
sus células. No obstante, no implica la falta de actividad
intracelular, sino únicamente que sus células
especializadas en producir actitudes a nivel corporal, no lo
hacen, aunque por ejemplo cada una pueda estar efectuando un
proceso interior de absorción de alimentos.
Por implicar una verdadera sincronización en la
realización las actividades corporales se llamara de
aquí en adelante comportamiento genético, cada
actitud innata de un animal multicelular, es decir que se
encuentra inscrita en su genoma bajo la forma de un alineamiento
específico de los pares de nucleótidos que
conforman un tramo dado de la doble cadena de ADN que conforma el
genoma.
Al tener una mayor variedad de comportamientos
genéticos que los protozoos por un lado y por la vigencia
y organización de éstos por otro, se
puede deducir que existe un esquema de comportamientos
genéticos y que éste es mucho más complejo
que él de aquellas. La recepción de una cantidad
superior de estímulos iniciadores diversos, además
del número y de la capacidad evidente de
diferenciación y adecuación de los comportamientos
genéticos que le sirven de respuesta, implica un
considerable acrecentamiento de dicho esquema con respecto al de
los animales unicelulares.
Se puede comprobar por medio de la
experimentación que las neuronas son las verdaderas
fuentes de los comportamientos genéticos, y del esquema
correspondiente, de los animales multicelulares elementales.
Además, se puede verificar que cuando se produce la
ablación de parte del cuerpo de uno de estos animales,
éste reorganiza su morfología, aunque su tamaño se
reduce. Lo notable es que sigue teniendo el mismo esquema de
comportamientos genéticos sin que éste y sus
componentes hayan sufrido ninguna clase de alteración.
Llegamos así a la conclusión de que los esquemas y
los comportamientos genéticos no dependen de la cantidad
de neuronas del ser, y por ende de sus sinapsis, sino de las
informaciones contenidas en cada neurona, las cuales tienen que
ser idénticas para todas las neuronas de un mismo animal
por actuar todas en forma sincronizada.
Es sabido también que los animales multicelulares
resultan ser frutos de una evolución que se inició
a partir de los seres unicelulares, y que empiezan sus
existencias en base, a menudo, en una única célula,
el zigoto. Podemos suponer, entonces, que las
características y capacidades de sus neuronas se
originaron en las particularidades de estos mismísimos
protozoos.
También, el parecido entre la composición
y la estructura de las neuronas de los animales multicelulares
elementales y la composición y estructura de los animales
unicelulares permite suponer que su funcionamiento, aunque
especializado, se apoya sobre las mismas bases y
características.
Por todos estos hechos, podemos deducir que los
comportamientos genéticos de dichos animales
multicelulares se encuentran grabados, en su conjunto, en el
genoma de cada una de sus células y en particular de sus
neuronas.
Además, es necesario tomar en cuenta que la
modificación del genoma de un animal modifica entonces
automática y sistemáticamente sus comportamientos
genéticos, aunque pueda conservar su misma
morfología básica. Por ejemplo, sabemos que la
modificación del gen que determina el color de los ojos
de una mosca de la fruta, o drosófila melanogaster, que
son naturalmente verdes, en blanco provoca la aparición de
un comportamiento procesionario en dicho animal. Es decir que
además de modificar su color de ojos, aunque su cuerpo
siga teniendo exactamente la misma morfología que la del
animal de ojos verdes, se modifica sus actividades
genéticas, haciendo que esta mosca de ojos blancos tenga
tendencia en caminar en fila india. Lo que
no ocurre en la mosca de la fruta de ojos verdes. Esta
modificación de comportamiento ligada a la
modificación del genoma comprueba, de una manera
irrefutable, la teoría del autor con respecto al
asentamiento de la memoria
genética en el genoma de las células de los
animales. Por eso es, también, que dos perros pueden ser
prácticamente idénticos en apariencia y tener
comportamientos genéticos diferentes entre sí. Como
actitudes distintas se puede considerar que uno puede tener un
carácter agresivo y el otro no, uno puede
ser un buen cazador y el otro un buen guardián,
etc.
Gracias al estudio de los protozoos, supimos que la
memoria de tipo genética, se encuentra grabada en los
alineamientos de nucleótidos que forman la doble cadena de
ADN, o genoma, que integra el núcleo de estos animales y
que la recepción de estímulos iniciadores
específicos provoca la emisión de impulsos
energéticos, merced a la actividad de las enzimas que
"leen" dicho genoma, que les sirven de respuestas.
La diversidad de estímulos iniciadores, a los que
responden los animales multicelulares como la Hidra, significa
que éstos poseen una diversidad equivalente de receptores
de ellos, que permiten además diferenciarlos.
Se puede observar que las neuronas de los animales
multicelulares poseen algunos apéndices cuyas
terminaciones se ubican en los distintos órganos de estos
animales. Por medio de la experimentación, se ha
comprobado que sirven de receptores de los estímulos
iniciadores. Estos apéndices al poseer una gama importante
de receptores son entonces los que captan dichos
estímulos. También está comprobado que las
dendritas y los axones intercomunican las neuronas entre
sí. Lo que, al unirlas, permite al conjunto así
formado unificar las respuestas a los estímulos
iniciadores. De esta manera, y merced al hecho de que algunos de
sus apéndices neuronales transmiten impulsos
energéticos a las otras diversas células del
cuerpo, el conjunto de las neuronas rige el total de las
actividades corporales de estos animales, como ya fue verificado
científicamente.
Cuando el agua, donde
se encuentra este animal, llega a tener una temperatura excesiva
para su supervivencia, la Hidra se despega de su superficie de
apoyo y emprende su retirada. Esto significa que delante de un
estímulo particular, recibido por los apéndices
sensitivos, se activan las enzimas especializadas que leen la
zona determinada del genoma donde se encuentra inscripta la
respuesta idónea.
Como sabemos que un solo estímulo, recibido en un
solo punto del cuerpo del animal, puede provocar una respuesta de
parte del cuerpo entero, el cual está dirigido por el
conjunto de su red neuronal, podemos entonces concluir que el
impulso recibido es transmitido a las demás neuronas que
generan cada una su propia respuesta. Dicha respuesta es a su vez
transmitida a las células que son relacionadas con dichas
neuronas, por el intermedio de los apéndices neuronales
especializados. Como cada una rige una zona corporal particular,
podemos deducir que el estímulo recibido es interpretado,
según el lugar y la función que tiene que realizar.
Por ende, se puede deducir que cada neurona al recibir un impulso
activador, transmite su propia respuesta en función del
lugar y la función que ocupa en el cuerpo del animal, a
las células que rige, además de transmitir el
impulso activador a las otras neuronas. Todas estas distintas
respuestas por parte del cuerpo, pueden ser originadas por un
único impulso puntual inicial, como lo acabamos de ver.
Entonces podemos aceptar que cada respuesta de cada neurona se
genera, en forma coordinada, en función de una
inhibición o de una activación de los genes
implicados o de parte de éstos, en función del
lugar y la función que ocupa la neurona en el cuerpo del
animal. La observación y experimentación han
permitidas constatar que estas particularidades resultan ser
idénticas en todas las especies animales
elementales.
Como podemos constatar que los comportamientos de los
animales multicelulares simples no se efectúan
obligatoriamente en una secuencia rigurosa, aunque sí
pueden implicar una respuesta que necesite de la actividad de
parte o del conjunto de las células corporales, sino en
función de los estímulos activadores. La unicidad
de la inscripción de dicho esquema no es entonces un
factor determinante. También por el hecho de saber que
cada neurona reacciona en función de la activación
de sus genes, podemos deducir que la realización de cada
comportamiento es independiente de la de los otros aunque puedan
ser conjuntas o consecutivos. De aquí se deduce que los
distintos comportamientos pueden estar inscriptos en distintos
genes. Las diversas ubicaciones en genes diferentes, y el hecho
de que el cuerpo del animal pueda reaccionar en su totalidad
delante de un único factor estimulador, indica que la
lectura de uno sirve de estímulo iniciador a la lectura de
otros tramos situados en genes distintos de otras neuronas, lo
que implica que existe un verdadero intercambio de informaciones
que permite transmitir un estímulo de una neurona a otra,
independientemente de cuales son los genes activados.
Como lo comprueba la experiencia, los animales
multicelulares simples reaccionan sistemáticamente de la
misma forma ante el mismo estímulo iniciador en cualquier
momento de sus existencias. Aunque los momentos de reposos
correspondan a la total ausencia de estímulos, el animal
está siempre en condición de generar la respuesta
adecuada delante de la aparición de uno de ellos.
También en función de la ausencia de alguna clase
de estímulo necesario se puede interrumpir un
comportamiento en curso, como la huida de una presa puede
interrumpir un proceso de digestión por falta del
estímulo correspondiente a su captura o retención.
Lo que implica que su esquema de comportamientos es siempre
vigente a lo largo de su existencia.
Considerando las diversas actitudes y actividades de
dichos animales multicelulares elementales tales como la Hidra de
agua dulce, podemos sacar conclusiones muy interesantes con
respecto al funcionamiento de las neuronas de estos seres, al
igual que hemos sacados conclusiones de las diversas
particularidades de los comportamientos de los animales
multicelulares.
– En primer lugar hemos advertido que todas las
actividades de estos animales, y en particular de las derivadas de los
estímulos iniciadores, están regidas por sus
neuronas.
– En segundo lugar, que la intercomunicación
entre las neuronas organiza sus diversas actividades y, sobre
todo, una respuesta coordinada de parte o del conjunto del ser, a
cualquier estímulo idóneo.
– En tercer lugar, que delante de un mismo
estímulo, las neuronas responde, en forma adecuada, en
función de la activación o inhibición de los
genes, o parte de éstos, según su ubicación
y su papel en el cuerpo del animal.
– En cuarto lugar, que para cada clase de
estímulo captado existe en respuesta un comportamiento,
bien definido e inmutable.
– En quinto lugar, que todos sus comportamientos
están inscriptos en el genoma de cada neurona de estos
animales. Que éstos son hechos efectivos por la lectura,
por parte de una enzima especializada, de los enlaces de
hidrógeno entre cada par de nucleótidos. Lo que
puede ser corroborado por medio de microinyecciones de
anticuerpos que bloqueen la acción de dichas enzimas. Las
cuales a su vez pueden ser identificadas sobre la base del mismo
procedimiento.
La actividad energética interneuronal puede también
ser analizada por medio de los aparatos electrónicos
modernos adecuados, tipo medidor de diferencial de potencial
eléctrico o electromagnético.
- Finalmente, en sexto lugar, que el conjunto de sus
comportamientos, que llamamos esquema de comportamientos, nunca
para de regentear sus actividades por ser vigente a lo largo de
la existencia del animal. Aunque éste adopte una actitud
pasiva, o que se interrumpa un ciclo de comportamientos merced
a la recepción de algún estímulo
iniciador, o de la ausencia de uno.
3.
Consecuencias del desarrollo de
las capacidades
neuronales.
Ya sabemos que la diversificación de las
células del cuerpo de un animal multicelular le ofrece al
conjunto del ser un mayor campo de acción, y sobre todo
mayores posibilidades de tener comportamientos más
variados, que en el caso de un animal unicelular. De hecho, a
través de la existencia de las neuronas se unifican las
respuestas a los estímulos iniciadores de parte o de la
totalidad de las células del organismo.
La evolución de las especies animales, sobre la
base de mutaciones y procesos de selección
natural, no sólo ocasionó una diferenciación
celular cada vez más pronunciada y sofisticada, pero
además provocó una verdadera especialización
entre células de una misma clase.
En la Hidra, una misma neurona recibe los
estímulos iniciadores, los transmite a las demás,
los procesa y transmite su respuesta a los otros órganos.
En un mamífero, como se ha podido comprobar, cada uno de
estos actos es cumplido por neuronas especializadas.
En el hombre,
como ya se ha podido comprobar científicamente, existen
tres clases de neuronas: las sensitivas, las interneuronas y las
neuronas motoras. Estas clases se dividen, a su vez, en subclases
más especializadas. Entre ellas podemos citar las
sensitivas donde se encuentran neuronas con terminaciones
ciliadas, que sirven para detectar las vibraciones del aire u olores, o
las que están asociadas con células sensitivas
especializadas como las fotoreceptoras.
Se puede definir el grado de evolución de una
especie animal en función de dos factores principales que
son: el grado de diversificación y de desarrollo de las
capacidades del conjunto de sus órganos y el grado de
desarrollo y amplitud de sus esquemas de
comportamientos.
Con respecto al primero de estos dos factores, podemos
observar que existe una relación directa entre la
complejidad del sistema nervioso
y la del resto de los órganos. A mayor desarrollo de las
capacidades de los órganos, y sobre todo de las que
permiten el cumplimiento de actividades diversas, más
sofisticado resulta ser el sistema nervioso
que los controla y dirige. Se puede considerar como evidente que
el grado de sofisticación de un instrumento exige e
implica, para un uso adecuado u óptimo, de un grado
equivalente de sofisticación del factor que lo
rige.
Los órganos de la visión, para muchas
especies animales, se limitan a la captación de la
diferencia entre claro y oscuro, y para el ser humano le permiten
distinguir entre miles de tonos de colores
distintos.
Aunque existen animales dotados de uno o dos sentidos
particularmente desarrollados y quizás de órganos
con funciones variadas, tal es el caso de la trompa del elefante.
El grado de evolución y especialización de un solo
o de unos pocos órganos, no resulta en sí demasiado
significativo, lo importante es considerar el conjunto de las
capacidades orgánicas. También, la hiper
especialización resulta ser, en algunos casos, más
perniciosa que positiva; cuando cambian las condiciones
ambientales, los animales hiper especializados encuentran a
menudo mucho más dificultades para adaptarse a las nuevas
condiciones que los otros. Por eso desaparecieron por ejemplo el
Mamut y muchas otras especies.
En todo caso, lo más determinante parece ser,
según lo comprueba la experiencia, la amplitud de las
capacidades, y no tanto la especialización en sí.
La hipersensibilidad a la intensidad de la luz no resulta
ser tan beneficiosa, como en el caso del búho que
encuentra su campo de acción prácticamente limitado
a una actividad esencialmente nocturna. En comparación a
la amplitud de captación de una mayor gama de tonos de
colores distintos, el cual da al hombre la
posibilidad de ser activo tanto de día como de noche.
Hasta la primera puede llegar a ser muy contra producente, como
en el caso de muchas especies de murciélago que son
obligados a dormir en cuevas, las cuales no pululan en general,
mientras que la segunda, al contrario permite la
adaptación a una mayor cantidad de ámbitos, como en
el caso de las ratas.
Con respecto al segundo factor, es decir al grado de
desarrollo y amplitud de los esquemas de comportamientos, es
interesante destacar que dicho esquema tiene que estar
perfectamente adaptado al medio
ambiente. En caso contrario, se perturbarían las
posibilidades de supervivencias del ser. Por ejemplo si un animal
se dedica a comer una sola clase de alimento, como el Panda
gigante, al desaparecer su fuente de alimento, éste
está entonces destinado a desaparecer también. Por
eso se puede considerar que aunque la amplitud de las capacidades
orgánicas representa ser un factor importante, con
respecto al ámbito de evolución de un animal, el
factor realmente primordial resulta ser el segundo. En efecto,
una mayor amplitud del esquema de comportamientos implica
automáticamente como lo hemos visto anteriormente una
mayor amplitud de gama de actitudes vitales, lo que implica a su
vez una más grande amplitud de reacciones posibles delante
de los acontecimientos exteriores. Es decir, finalmente, que un
animal se puede comportar de una manera más variada en un
ámbito dado o en diversos ámbitos que otro que
tenga un esquema más reducido de comportamientos, de
aquí una mayor posibilidad de adaptabilidad del primero a
situaciones distintas. Merced a este factor, el número de
jirafas existentes en la actualidad es muy inferior al de los
perros, sin contar que las posibilidades de supervivencia como
especie de éstas son mucho más limitadas que las de
estos últimos. Para el autor, la amplitud del esquema de
comportamientos representa ser uno de los principales
índices de desarrollo de un animal. Además, ya
sabemos que existe una relación directa entre la
complejidad del genoma y la cantidad de comportamientos
genéticos posibles que pueda tener un animal.
En todo caso, se puede afirmar que más amplios
son los esquemas de comportamientos genéticos, más
extenso es el genoma. Como lo hemos visto anteriormente, la
cantidad de neuronas no está directamente relacionada con
la cantidad de comportamientos genéticos distintos para un
solo animal, sino la extensión de su genoma. Se entiende
entonces que un animal de gran tamaño pueda vivir con un
cerebro de tamaño muy reducido en comparación a su
volumen
corporal. De aquí proviene el hecho de que un rinoceronte
de varias toneladas de peso tenga un cerebro de un volumen
parecido al de un ser humano, o que un avestruz de cerca de
doscientos kilos tenga un cerebro del tamaño de una
nuez.
Por otro lado es conocido que los seres vivientes que
poseen los genomas más extensos, como algunas especies de
ranas o de tritones, no son los más evolucionados. Se
puede entonces deducir que si bien la complejidad y la
extensión del genoma es el factor más decisivo con
respecto en la cantidad total de posibilidad de realizar
comportamientos genéticos diferentes entre sí, por
parte de un animal, no representa el factor más importante
con respecto a su capacidad de realizar la mayor cantidad posible
de comportamientos. Al saber que además de los
comportamientos genéticos algunos animales, sobre todo los
que pertenecen a los eslabones superiores de las cadenas
evolutivos, poseen la capacidad de formar nuevos comportamientos
en función de un aprendizaje
adecuado, podemos afirmar que son los que tienen una mayor
posibilidad de crear nuevos comportamientos los que son los
más evolucionados. En efecto, el hecho de saber que una
mayor posibilidad de elaboración de éstos implica
una mayor amplitud de posibilidades de supervivencia como lo
acabamos de ver, evidencia que esta mayor posibilidad siempre se
acompaña de una mayor creación. La simple
constatación de que el ser humano es el animal con la
mayor capacidad de creación de nuevos comportamientos, no
indica claramente que es el más evolucionado en la
escala
evolutiva general.
El cerebro humano se puede considerar como uno de los
más sofisticados, lo que le permite tener una de las gamas
más extensas de comportamientos diferentes entre sí
del reino animal. Aunque no sea proporcionalmente el de mayor
tamaño; pues lo superan los cerebros de varias otras
especies animales, como los de algunas especies de delfines o de
roedores. Pero sí es el que posee el más alto
índice de encefalización del reino animal, pues
alcanza el grado siete mientras que algunos cetáceos el
número cuatro y el chimpancé el uno coma dos. Se
recuerda al lector que dicho índice es determinado por la
alometría es decir la ley de
disarmonía que relaciona las dimensiones del cuerpo con el
tamaño del cerebro en forma inversamente
proporcional.
En vista de que el autor, para poder explicar el
funcionamiento cerebral, se ve obligado en redefinir el rol de
algunas de las distintas áreas encefálicas, hace
recordar a sus lectores que el cerebro humano se divide en cinco
partes bien definidas: el bulbo raquídeo, el cerebelo, los
dos hemisferios y el cuerpo calloso que los une. A su vez estas
partes se subdividen en zonas que cumplen, cada una, roles
particulares.
A medida que se sube en la escala evolutiva, los
esquemas de comportamientos se van sofisticando. El mejor ejemplo
lo da la experiencia de la reproducción sexuada, que
implica la aparición de comportamientos específicos
cada vez más complejos. Por ejemplo, si bien el
comportamiento de cortejo puede durar segundos para los insectos,
horas para algunos mamíferos, resulta notable que puede
durar meses y años para algunos seres humanos. Aunque el
autor no estima esta clase de evolución como una victoria
de su especie sobre las demás, sino más bien como
una complicación a menudo innecesaria de su existencia,
reconoce, a su pesar, su realidad.
No tenemos que olvidarnos que todas las capacidades
animales y en particular la existencia de los esquemas de
comportamientos, se originaron en los primeros seres vivientes y
luego se transmitieron, cuando los beneficiaban, a sus
descendientes. Por eso es, que todas las especies animales que
pueblan nuestro planeta tienen exactamente los mismos cuatro
tipos de nucleótidos, aunque sus genomas tengan distintas
extensiones. Sus particularidades resultaron ser fruto de una
larga evolución. En consecuencia, se puede afirmar que,
las características neuronales de los seres vivos
más evolucionados se enraízan en las capacidades de
los más primitivos. Por eso resulta evidente que las
razones que encontramos para entender que el asentamiento de la
memoria genética, se encuentra en los enlaces de
hidrógeno que unen las dos cadenas del genoma de las
animales multicelulares elementales, sirven también para
definir su misma ubicación en las neuronas de los
mamíferos más evolucionados como los seres humanos.
El autor insiste en este tema porque lo considera fundamental
para el entendimiento del origen del pensamiento
humano.
El desarrollo del sistema nervioso y del esquema de
comportamientos animales, al basarse en las
características de sus antecesores más primitivos
implica, que aunque pueden haber desaparecido algunas de sus
particularidades o haber disminuido en importancia, las
facultades restantes, a veces muy sofisticadas, resultan ser nada
más que una hiper especialización de las
características que le dieron nacimiento tanto a nivel
celular como a nivel corporal. El sentido del territorio propio
de los prosimios se traduce por el nacionalismo
humano.
A menudo, este desarrollo implicó una mayor
sofisticación. La simple memoria genética de los
animales multicelulares se acrecentó y progresó, en
los animales más evolucionados, hasta dar lugar a la
aparición de la memoria de lo aprendido, como lo vamos a
verificar más adelante. Ésta a su vez se
dividió, como se pudo comprobar científicamente, en
memorias de
corto y largo plazo.
El autor insiste sobre el hecho de que nunca nos tenemos
que olvidar que los seres humanos son frutos de una larga
evolución y que todas sus capacidades cerebrales son
perfectamente naturales y provienen de la evolución de las
capacidades primordiales de las células primitivas de las
cuales descienden. De allí que tenemos que buscar entender
el funcionamiento del sistema nervioso humano, no sólo
basándonos en sus componentes, pero también en el
estudio de las capacidades del conjunto de los seres vivientes
que integran la cadena evolutiva que le dio
nacimiento.
En este capítulo se analizo el hecho de que la
facultad de poder realizar comportamientos distintos constituye
el factor más significativo para la supervivencia de una
especie animal, se la considera también como un indicio
primordial del grado de evolución del ser. Con respecto a
la cantidad de comportamientos genéticos que pueda
realizar un animal la pauta más esencial resulta ser la
extensión del genoma y no el tamaño del cerebro.
Aunque el factor más decisivo con respecto supervivencia
de un animal no es la cantidad de comportamientos
genéticos que pueda realizar, sino la cantidad total de
conductas que pueda efectuar, lo cual depende, entonces de su
capacidad de crear nuevos comportamientos. El ser humano siendo
el ser que crea y realiza la más amplia gama de
éstos, es en consecuencia uno de los seres más
adaptables y evolucionados existentes actualmente sobre el
planeta.
Previo al análisis del funcionamiento del cerebro
humano, es importante considerar que éste se apoya sobre
todo en la recepción y el procesamiento de los datos que
le mandan las neuronas sensitivas, situadas en las diversas
partes del cuerpo de cada ser. Dichas neuronas se ubican en todo
el cuerpo del individuo. Pero, las que mayor importancia tienen
para establecer el contacto con el medio ambiente son
las que están situadas en los órganos que
constituyen los distintos sentidos.
Los estímulos, de origen externo o interno a la
persona, son
captados por medio de varias clases de receptores que pueden ser
de tipo químico-receptor, foto-receptor, termo-receptor o
mecánico-receptor. Pueden ser encapsulados como los
receptores pilosos, o no serlo como las terminaciones de Ruffini
o de Markel. Existen también los corpúsculos de
Meissner y los de PACINE, los de los husos musculares, los
receptores tendinosos de los órganos de Golgi, los
bastoncillos y conitos retinianos, etc.
Como ya se comprobó, científicamente, los
receptores transforman los estímulos recibidos en
señales energéticas. Cuando éstos no
integran una neurona sensitiva, en algunos casos, las transmiten
a células sensitivas especializadas que las amplifican y
las transmiten a su vez a las neuronas sensitivas con las cuales
están directamente conectadas, lo que implica que el
cerebro humano nunca recibe directamente los estímulos
captados por los receptores sino únicamente los productos
de sus efectos sobre las neuronas sensitivas. Éstos son
mandadas al encéfalo por medio del axón de las
neuronas sensitivas, o a otras neuronas que los transmiten a
dicho encéfalo por medio de su propio axón. En cada
una de estas etapas son amplificadas, como lo demuestran los
distintos estudios realizados sobre este tema.
Cada variedad de receptores capta una clase particular
de estímulos. Cualquiera sea la forma bajo la cual se
manifiestan, sea calorífica, mecánica, luminosa,
etc., éstos son transformados por los receptores en
señales energéticas de tipo electro-químico,
como lo comprueban las experiencias realizadas sobre este hecho.
Por supuesto, estas señales, productos de los efectos
generados por los estímulos sobre los receptores pueden
ser extremadamente variables en diferencia de potencial,
intensidad y frecuencia, por tener orígenes muy diversos,
según la clase de receptores que los han
captados.
A pesar de que el nivel de energía, que las
células sensitivas transmiten a las neuronas sensitivas a
las cuales están asociadas, es muy variable, la
energía traspasada al cerebro depende también de
las capacidades de dichas neuronas. En efecto, aunque ésta
pueda ser muy débil, su percepción
a nivel consciente prueba que es amplificada por medio de
distintos mecanismos. Está comprobado que el ojo humano es
capaz de percibir hasta un único fotón, el
cuál al ser amplificado puede ser notado por la conciencia. Al
contrario, si su intensidad sobrepasa las capacidades de las
células o de las neuronas sensitivas, sin dañarlas,
éstas la transmiten al cerebro con el nivel máximo
que pueden captar y transmitir. Resulta interesante notar que el
sonido es
captado por el aparato auditivo en forma exponencial. Si su
intensidad excede estas capacidades se torna peligrosa porque
puede lastimar o destruir los receptores, limitando u
obstaculizando la recepción y transmisión de las
señales por parte de las neuronas sensitivas. En
consecuencia a las limitaciones de dichas neuronas, la intensidad
recibida no pasa nunca los limites aceptables de las neuronas
cerebrales.
El autor define el término "dato" como el
resultante del conjunto de las señales energéticas
transmitidas por los axones de todas las neuronas sensitivas, que
integran un mismo órgano cumpliendo un papel similar, y
emitidas en un solo instante. Cada instante siendo el lapso
correspondiente a la transmisión de una sola señal
energética por medio de un axon. Lo cual significa que un
solo dato puede ser transmitido por medio de muchas neuronas a la
vez, tal es el caso de una imagen
visual.
Con respecto a las neuronas sensitivas, sabemos que una
sola puede recibir las señales energéticas de
varias células receptoras a la vez hasta pasar el
centenar. Por ejemplo, aunque el ojo humano posee alrededor de
ciento cuarenta millones de bastoncillos y de cinco millones de
conitos, lo que implica una cantidad igual de células
receptoras, la cantidad de neuronas sensitivas asociadas a las
células ganglionares, con las cuales las células
receptoras son conectadas, es muy inferior a estas cifras. En
efecto, se ha calculado que se acercan al millón por cada
ojo para el ser humano.
Como cada neurona sensitiva transmite estas
señales por medio de su único axón al
encéfalo, se puede afirmar que éstas son recibidas
por las neuronas receptoras cerebrales bajo la forma de una
única señal. Por esta razón, se puede
afirmar que cada neurona sensitiva del sistema óptico
manda al encéfalo el equivalente de un solo punto luminoso
a la vez. Su intensidad, su frecuencia y su diferencia de
potencial pueden variar enormemente de una neurona a otra en un
mismo instante, evidentemente en los límites de
intensidad aceptables por parte de ésta, dado la
multiplicidad de sus fuentes.
La cantidad de células receptoras asociadas a una
neurona sensitiva, por un simple efecto de suma de variabilidades
de las señales captadas, multiplica entonces la
variabilidad de la señal correspondiente transmitida por
el axón.
Es interesante observar que las neuronas sensitivas no
transmiten realmente todos los fenómenos que ocurren en el
medio ambiente del individuo. Es de destacar que a pesar de que
el ojo humano recibe ondas luminosas
cuyas frecuencias son iguales o inferiores a la del infrarrojo o
iguales o superior a la del ultravioleta, las neuronas sensitivas
del sistema óptico transmiten al cerebro nada más
que un espectro que va del rojo al violeta, aunque con una gama
extendida de tonos diferentes.
Este fenómeno sobresaliente proviene del hecho
que las neuronas sensitivas de los órganos de la
visión ocular no reciben cada una una imagen
correspondiente a la visión completa del panorama por
parte de los ojos, sino impulsos energéticos que
corresponden a la recepción de los impulsos luminosos en
las células fotosensibles que le son asociadas. Las cuales
transforman la energía de los fotones captados, es decir
de orden lumínica, en energía de orden
electro-química
como ya fue científicamente comprobado. Por ende, las
neuronas sensitivas no transmiten las frecuencias de las bandas
luminosas, sino los impulsos provenientes del efecto que provocan
en las diversas células fotosensibles, las cuales poseen
cada una la capacidad de reaccionar a frecuencias particulares
según sean bastoncillos o conitos. Es decir que el cerebro
no recibe impulsos de frecuencias iguales a la longitud de una
onda de luz, sino impulsos energéticos provenientes de la
transformación del tipo de energía que se produce
en las distintas células fotosensibles en función
de la recepción de esta misma onda de luz. El
desplazamiento de la mirada implica variaciones de la tonalidad e
intensidad de la energía luminosa recibida por cada una de
estas células.
El autor insiste en hacer notar que las neuronas
sensitivas relacionadas con la visión ocular envían
al cerebro únicamente impulsos energéticos bajo la
forma de una corriente de energía de tipo
electro-químico que recorre los axones de éstas. Lo
que significa que el encéfalo no recibe, ni almacena,
imágenes luminosas, sino pura y
exclusivamente impulsos energéticos de orden
electro-química.
En el caso de los órganos auditivos, los sonidos
son transmitidos por intermedio del oído
externo a la parte interna donde estimulan las células
ciliadas, u órgano de Corti, situadas en la cóclea.
Dicha cóclea tiene la forma de un cono enrollado sobre
sí mismo, de la misma manera que el caparazón de un
caracol. La posición de estas células ciliadas en
la cóclea resulta fundamental, pues cada una recibe una
gama particular de frecuencias. Es decir que al igual que las
neuronas sensitivas de la visión, las neuronas sensitivas
de la audición no transmiten las frecuencias reales de los
sonidos, sino los impulsos correspondientes a la
estimulación de las diversas células
sensitivas.
El mismo fenómeno se produce con respecto a los
otros distintos sentidos y órganos humanos. Lo
único que llega al encéfalo son impulsos
energéticos de tipo electro-químico, cualesquiera
sean la naturaleza y el origen de los estímulos
captados.
Siendo la transmisión de energía continua
y automática, a lo largo del estado de vigilia, pues la
vigencia misma de dicho estado implica el contacto permanente con
el medio ambiente y la percepción de sí mismo, se
debe admitir que les amplificaciones y transmisiones de datos al
cerebro tienen que ser también continuas y
automáticas. Lo que se verifica sin mayor problema pues
durante este estado uno no para de tener conciencia del entorno y
de sí mismo, lo que sería imposible en el caso
contrario. También eso implica que dicha conciencia es
generada por el funcionamiento continuo de las neuronas
sensitivas que integran la totalidad del cuerpo humano
que transmiten, sin interrupciones algunas, las señales
que engendran, o reciben de las células sensitivas que les
son asociadas, las cuales son enviadas sin cesar al
encéfalo.
Ya ha sido descubierto que la transmisión de
energía al interior de los axones se produce por
intermedio de iones positivos de sodio, potasio y calcio. Cada
axón transmite una energía con una diferencia de
potencial, o DDP, que ronda los -70 hasta los +50 milivoltios.
Debemos saber que la energía transmitida por un conductor
es proporcional a su DDP, su intensidad y su frecuencia; la cual,
en el caso de las neuronas, está sometida a la amplitud de
los estímulos captados por los receptores. Se tiene que
destacar que, como nos lo enseñan las leyes de la
física, la
existencia misma de un flujo de energía en un medio
conductor implica su automática transmisión en la
totalidad de la extensión de este medio. Lo que significa
que la transmisión de señales energéticas
entre las neuronas sensitivas y las neuronas cerebrales con las
cuales están relacionadas por medio de sus axones es
automática y constante en el estado de vigilia.
Debemos recordarnos que las neuronas sensitivas no
pueden transmitir al encéfalo una energía que
sobrepasa sus capacidades. Como todas las neuronas de un mismo
animal son engendradas a partir de un mismo zigoto, poseen todas
idénticas capacidades. Por esta razón las neuronas
cerebrales no pueden ser dañadas por las señales
provenientes de las neuronas sensitivas que integran el resto del
cuerpo, por estar adecuadas a las capacidades de estas neuronas
sensitivas que son las mismas que las neuronas
cerebrales.
Es importante notar que la energía recibida por
las neuronas receptoras cerebrales puede ser extremadamente
variable entre cada instante y cada una con respecto a las otras.
Ésta depende de la variación de los
estímulos recibidos captados por cada receptor. Dependen
en general de las condiciones externas al individuo, que a su vez
pueden responder a factores aleatorios.
En resumen, se puede afirmar que el encéfalo
humano recibe una sola y única clase de señales
energéticas con características propias de
variaciones de frecuencias y de intensidades, por supuesto
independientemente del tipo de neuronas sensitivas que las
emiten, pero adecuadas a las posibilidades receptoras de las
neuronas cerebrales. Por ende, la recepción de dichas
señales nunca puede dañar el cerebro.
5.
Algunas hipótesis sobre el asentamiento
de
la memoria adquirida en el
encéfalo.
El problema más importante que se plantea con
respecto al lugar y a la forma en la cual se acumulan los datos
aprendidos en el cerebro, reside en saber dónde y
cómo se almacenan y cuando provienen de un aprendizaje,
por parte de los seres humanos. El autor llamará al
almacenamiento de
estos datos "la memoria adquirida", para distinguirla de la
memoria genética.
No ignoramos que las neuronas sensitivas se encuentran
en las distintas partes del cuerpo de un animal multicelular y
sobre todo, en los órganos que sirven de asiento a los
diferentes sentidos. Todas ellas captan diversas clases de
señales y las transforman en impulsos energéticos
de tipo electro-químico que transmiten al encéfalo,
como lo acabamos de ver en el capítulo anterior.
Ahí son procesados y la reacción general, o
respuesta, es a su vez transmitida a los distintos órganos
involucrados por medio de las neuronas motores.
El cerebro humano se compone más o menos de unos
cien mil millones de neuronas. Descartándose el hecho de
que se podría almacenar la memoria adquirida en
algún orgánulo u otro elemento celular conocido
situado en el citoplasma de las neuronas, por las mismas razones
que descartamos que allí se podría almacenar la
memoria genética como lo vimos en los capítulos
anteriores, existen actualmente varias hipótesis que
tratan de explicar el fenómeno de la memoria adquirida. La
primera se basa en la existencia de las sinapsis, la segunda en
la supuesta creación de unas proteínas de
almacenamiento y la tercera en el alargamiento o
modificación de las dobles cadenas de ADN.
Con respecto a la primera, se supone que las sinapsis,
que son las conexiones entre las dendritas de una neurona y la
membrana exterior que recubre la otra, jugarían el papel
de las micro ferritas de las antiguas computadoras.
En otro término, que serían la base de alguna clase
de polarización electro-magnética generada por la
recepción de datos siendo así el asentamiento de la
memoria adquirida.
Los conocimientos actuales de la física nos
enseñan que cuando un conductor se divide en varias
partes, cada una de éstas transmite la energía
recibida por parte de éste con la misma DDP y la misma
frecuencia, aunque con una intensidad tal que la suma de las
intensidades transmitidas por cada una iguala la intensidad que
recorre el conductor original. Es decir que si un axón o
una dendrita se dividen en varios filamentos, éstos
transmitirán exactamente la misma señal aunque con
una energía reducida con respecto al axón o a la
dendrita original. Por eso es que aunque las sinapsis generadas
por las dendritas de una misma neurona pueden acercarse a las
cien mil, la cantidad real de señales distintas que
podrían almacenarse de esta forma depende
únicamente de la cantidad de dendritas originales que
salen de la neurona, la cual se sitúa entre algunas
decenas y el millar. Lo que daría una posibilidad
máxima de acumulación de señales distintas,
para el conjunto de las neuronas cerebrales, de unos cien
millones de millones de éstas.
Uno de los mayores inconvenientes que presenta esta
hipótesis reside en la capacidad de almacenamiento del
cerebro humano que supondría generar dicho
fenómeno. En efecto, cada uno de nuestros ojos posee la
facultad de transmitir al cerebro, por medio de los axones de las
neuronas sensitivas, el equivalente de un millón de puntos
luminosos, es decir de señales distintas, en una sola
visión. Además, se ha comprobado que nuestros ojos
son capaces de registrar cerca de veinticuatro imágenes
por segundo, hecho que fue comprobado numerosas veces, sobre todo
gracias al cinema y a la
televisión, y en particular al efecto ya probado de
las imágenes subliminales que puede generarse merced a
estos medios de
comunicación. En función de esto, un simple
cálculo
nos indica que nuestros ojos pueden mandar un poco más de
cien millones de millones de señales al cerebro en treinta
y siete días, lo que colmaría la capacidad cerebral
de almacenamiento de datos que supondría esta
hipótesis.
Sin contar que no sólo el cerebro registra
imágenes visuales, sino también sonidos,
pensamientos, etc. En realidad ya está comprobado que el
cerebro no consagra ni el diez por ciento de su capacidad
memorial en almacenar los datos que provienen directamente de los
órganos visuales.
La indiscutible evidencia de que el cerebro humano tiene
una capacidad de acumulación de señales muy
superior a la cantidad de dendritas provenientes directamente de
las neuronas encefálicas nos obliga a buscar dicha
capacidad en otro lado.
En la segunda hipótesis se conjetura que se
generarían en las neuronas unas proteínas o
conjuntos de
nucleótidos que permitirían, por ejemplo usando
algún sistema de creación de cadenas o
aglomeraciones de estos elementos, acumular datos, de la misma
forma que las cadenas de ADN acumulan los comportamientos
genéticos.
En este caso, uno de los mayores inconvenientes
provendría de la presencia misma de estas proteínas
o de estos conjuntos. En efecto, siguiendo con nuestro ejemplo de
las imágenes visuales, y suponiendo que a cada
señal corresponde un único nucleótido, y que
una sola neurona recibe una sola señal a la vez, en un
poco menos de doce años a razón de dieciséis
horas de vigilia diaria se generaría una cantidad de pares
de nucleótidos superior a los que conforman el genoma
humano. Sin hablar de que las proteínas están
siempre constituidas por moléculas generalmente superiores
en tamaño a la que conforma un nucleótido. No
obstante, durante las múltiples investigaciones que se han
efectuadas, hasta el día de la redacción de esta obra nunca se ha
detectado semejante acumulación de nucleótidos o
proteínas. Además, la acumulación de estos
componentes biológicos podría generar algún
virus o
provocar una mutación que podría ser letal a la
neurona, hasta por el ser humano.
La tercera hipótesis supondría un
alargamiento o una modificación de las cadenas de ADN de
las neuronas, lo que implicaría una verdadera
mutación por parte de estas últimas. Por supuesto,
a pesar de los múltiples estudios ya realizados, nunca se
ha comprobado tal hecho, que también podría tener
consecuencias catastróficas para los
individuos.
Ninguna de estas teorías explica clara e
irrefutablemente los mecanismos de procesamiento de los datos
adquiridos. Tampoco la imposibilidad de reproducción por
parte de la mayoría de las neuronas cerebrales de los
seres humanos.
En efecto, luego del proceso de diferenciación,
sabemos que todas las células del feto, las neuronas
cerebrales incluidas, siguen multiplicándose. Pero, poco
después del nacimiento del bebé, excepto algunas
neuronas cerebrales situadas en zonas muy particulares que no
pierden sus facultades de multiplicarse, la mayoría de las
neuronas encefálicas dejan de reproducirse, y perduran
así hasta el fallecimiento del individuo, salvo algunas
que mueren en el transcurso de su existencia. Está
comprobado que, luego del nacimiento del bebé, gran parte
del aumento de tamaño de su encéfalo se produce
merced al crecimiento de las prolongaciones neuronales y el
aumento de las capas de mielina que rodean los apéndices
neuronales, por efecto del desarrollo de las células
gliales que no participan directamente, como ya fue comprobado,
de los diversos procesos intelectuales.
Al igual que el resto de las células humanas, las
neuronas nacieron a partir de una única célula, el
zigoto, como ya sabemos. Por eso, y por el hecho de que su
estructura y sus principales componentes sean parecidos al de las
otras células, todas tendrían que gozar del mismo
potencial reproductor.
De allí, podemos deducir que durante la
niñez del ser humano ocurre un fenómeno que inhibe
la facultad reproductora de la mayoría de las neuronas
cerebrales. Mientras que el conjunto de las otras células
continúa en gran parte teniéndola, sea directamente
como en el caso de las células musculares sea a
través de células madres como en el caso de las
hematies.
La razón de la pérdida de dicha capacidad,
por parte de la mayoría de éstas, tiene entonces
una única explicación: sus funciones particulares
le impide hacerlo.
Podemos entonces afirmar que ninguna de estas tres
hipótesis es válida, pues ninguna cumple, aunque
sea en forma mínima, con los requisitos necesarios que se
precisan para que ellas se adecuen a la realidad de los hechos
comprobables.
Se puede afirmar, en función de los conocimientos
de la biología moderna, que la memoria adquirida se
acumula en el cerebro. Además, como lo acabamos de ver en
el capítulo anterior, no puede encontrarse en otra parte
que en el núcleo de las neuronas. Como no tenemos ya
ninguna duda sobre el hecho de que la memoria genética se
encuentra inscripta en el genoma y que sabemos que las
capacidades de las neuronas se originaron en las capacidades de
las células primitivas, podemos entonces suponer que la
aparición de la memoria adquirida se posibilitó en
función de la evolución de las capacidades de las
células que fueron sus antecesoras. Es decir que el
asentamiento de la memoria adquirida se debe encontrar
también a nivel del genoma. Por ende, debe depender del
alineamiento de los nucleótidos y sobre todo de los
enlaces de hidrógeno que unen las dos cadenas que lo
conforman.
Por otra parte, está probado que sólo el
uno por ciento del genoma humano es necesario y participa, en la
formación de las proteínas esenciales a la
supervivencia y desarrollo del conjunto del ser. Dicho genoma se
compone de unos tres mil millones de pares de nucleótidos.
Lo que significa que alrededor de dos mil novecientos setenta
millones de pares de nucleótidos se encuentran capaces de
cumplir algún otro tipo de función.
Teniendo en cuenta que la memoria adquirida se acumule
en el ámbito de los enlaces entre los pares de
nucleótidos, la capacidad potencial de almacenamiento de
señales sería directamente relacionada con su
cantidad y la de las neuronas cerebrales. Lo que al multiplicarse
estas dos cantidades daría una cifra superior a los dos
coma noventa y siete millones de millones de millones de
señales distintas entre sí. Teniendo sólo en
cuenta la cantidad de pares de nucleótidos, pues la
cantidad real de enlaces es algo superior al doble de esta cifra.
En otras palabras, cerca de doscientos veintisiete seguido por
dieciséis ceros como cantidad total de señales.
Evidentemente ningún ser humano podría utilizar el
total de esta gigantesca capacidad de almacenamiento de datos.
Para dar una idea muy aproximativa de lo que representa esta
capacidad basta saber que teniendo en cuenta que si se asimila
cada enlace a una letra del alfabeto, un único cerebro
humano superaría en capacidad la suma de las letras de
todos los libros ya
impresos del mundo actual. Pero, por sus características,
la variabilidad de la energía que se puede almacenar en un
electrón es muchísimo más grande que la suma
de letras distintas de todos los alfabetos existentes.
Resulta evidente que no se puede alterar continuamente
el orden de los nucleótidos de las dobles cadenas de ADN,
sobre todo porque un hipotético reordenamiento
provocaría un verdadero caos genético, que
podría ser fatal a la célula, como lo vimos en el
capítulo anterior. En consecuencia, al no poder cambiarse
dicho orden, la acumulación de datos se tiene que hacer
sólo en función de los mismos enlaces de
hidrógeno, sin alterar su organización.
También sabemos que los datos provenientes de las
neuronas sensitivas llegan a las neuronas receptoras cerebrales
únicamente bajo la forma de impulsos energéticos,
que son esencialmente variables en DDP, intensidad y frecuencia,
con amplitudes que no pueden superar las capacidades de estas
neuronas.
El proceso de almacenamiento de datos a corto plazo en
las neuronas cerebrales se puede deducir sabiendo que cuando un
átomo de hidrógeno recibe determinada cantidad de
energía, su electrón la va almacenando, alterando a
veces su situación con respecto al núcleo,
emitiendo radiaciones electro-magnéticas, y que en las
condiciones adecuadas puede liberar dicha cantidad de
energía, es decir que puede volver a su posición
anterior con respecto al núcleo. Lo que significa que un
átomo puede cumplir un papel parecido al de una
batería. En función de lo que aprendimos en los
capítulos anteriores existe entonces una sola y
única forma posible de acumulación de los datos
adquiridos que permita luego su activación: en el
ámbito de los enlaces de hidrógenos que unen las
dos cadenas de ADN que conforman el genoma y más
precisamente gracias al almacenamiento de la energía
recibida, en los electrones de estos hidrógenos, merced a
la acción de enzimas especializadas. Además como
sabemos que esta energía recibida no puede sobrepasar el
nivel máximo de energía que puede recorrer una
neurona sin dañarla, es decir sin afectar gravemente a sus
componentes, entonces se vuelve obvio que no puede alcanzar el
nivel de energía que provocaría la
ionización de los hidrógenos de enlaces y
cortaría dichos enlaces separando así la doble
cadena que conforma el genoma.
Esta forma de almacenamiento de los datos aprendidos,
para que puedan luego ser leídos, supone que simplemente
se acrecentaron las capacidades de las primitivas enzimas
lectoras, confirmando así la teoría de que las
capacidades de los animales más evolucionados provienen
del desarrollo y de una verdadera ampliación de las
capacidades de los animales que los precedieron en la cadena
evolutiva, merced a pequeñas mutaciones que se fueron
acumulando a través del tiempo, y no de una
aparición brusca y espontánea de nuevas
facultades.
El proceso resulta entonces fácil de entender y,
aunque necesite probablemente un cierto tiempo de investigación en laboratorios, podrá
ser probado experimentalmente.
En efecto, cuando una neurona sensitiva capta una
señal, la envía bajo la forma de impulsos
energéticos hacia las neuronas receptoras del
encéfalo situadas, según los experimentos
efectuados hasta la fecha de redacción de esta obra, en el
tálamo. Ahí, luego de atravesar las sinapsis,
dichos impulsos penetran al interior de la neurona. Merced a la
porosidad de la membrana que recubre el núcleo,
éstos penetran a dentro de éste. Al igual que las
enzimas lectoras recorren el genoma de los protozoos, una enzima
recorre el genoma de la neurona pero en lugar de efectuar una
lectura va almacenando los impulsos energéticos en los
átomos de los hidrógenos de enlace. Los hace saltar
a veces de una orbita a otra, lo que es fácil de comprobar
con un aparato de medición de los campos
magnéticos. Estas enzimas se desplazan, en tiempo de
vigilia, en forma regular e ininterrumpida en un mismo cromosoma.
Pues, sino perturbaría aleatoriamente las frecuencias de
las señales, comprometiendo así gravemente una
posterior lectura de estos mismos datos. También dicha
regularidad permite recordarse los acontecimientos
situándolos en el tiempo de una forma cronológica,
dando así nacimiento a la noción de reloj
biológico. Además cualquier interrupción o
cambio en el
recorrido de las enzimas grabadoras provocaría
inevitablemente una perturbación en la recepción y
grabación de los datos que trastornaría
ineluctablemente la percepción del avance del tiempo por
parte del individuo concernido.
En consecuencia a las variaciones de intensidad, de DDP
y de frecuencia de los impulsos, algunos electrones reciben y
conservan más energía que otros o, a veces, no
reciben nada. Dichas enzimas van grabando todas las
señales recibidas prácticamente de la misma forma
que se graba una cinta magnética en un grabador. El hecho
de que un ser humano pueda recordar los momentos en los cuales
ocurre cada repetición de un mismo acontecimiento a lo
largo de un mismo estado de vigilia evidencia que los sucesos se
graban en forma cronológica, independientemente de sus
esencias y repeticiones.
Estas enzimas, al igual que todas las que están
relacionadas con el almacenamiento y la posterior
activación de lo que constituye las diferentes memorias de
lo adquirido, pueden ser de un solo tipo con distintas
proteínas y enzimas de apoyo. Se pueden identificar, entre
otras posibilidades, por medio del proceso de
microinyección y sus actividades merced, por ejemplo, al
uso de microelectrodos conectados a aparatos de medición
adecuados o merced a aparatos de medición de campos
electromagnéticos.
Podemos suponer que la velocidad, de lo que llamaremos
la "grabación" de los datos recibidos por las neuronas
receptoras en los hidrógenos de los enlaces, ronda
probablemente las cincuenta pares de nucleótidos por
segundo. En efecto, en el caso que dicha velocidad sea
ampliamente superior, la capacidad de almacenamiento de datos se
vería notablemente reducida. Por otro lado, esta velocidad
corresponde a la de las enzimas ya conocidas, como las
separadoras o las correctoras que participan de la mitosis. No
puede ser tampoco inferior, pues sabemos que la persistencia
retiniana se acerca a las veinticuatro imágenes por
segundo, lo que supone una velocidad de grabación por lo
menos igual o sino superiora a esta cifra.
En consecuencia a esta velocidad de grabación,
como la cantidad mínima de enlaces de hidrógeno es
de dos y su máximo de tres por nucleótidos, y que
además la cantidad de células fotosensibles
asociadas a cada neurona sensitiva es superior al centenar, lo
que supone una amplitud equivalente de variaciones de intensidad
de las señales luminosas mandada a través del
axón de las neuronas sensitivas de los órganos de
visión, eso implica una capacidad de distinción de
más de quince mil tonos diferentes.
Dicha velocidad implica y confirma que la
grabación de los datos no puede efectuarse en el genoma de
las mitocondrias pues, para el ser humano, éstas poseen
sólo unas dieciséis mil quinientos sesenta y nueve
pares de nucleótidos cada una, lo que sería
claramente insuficiente. En efecto, la cantidad de pares de
nucleótidos necesaria a la grabación continua de
las señales recibidas, para una velocidad de cincuenta
pares por segundo, a lo largo de dieciséis horas de
vigilia es de dos coma ochenta y ocho millones de pares. Hay que
tener en cuenta además que las señales que componen
los datos no se pueden acumular en más de un genoma en una
misma neurona porque su grabación se situaría
entonces en forma aleatoria, lo que por ende volvería su
ubicación, en el momento de su evocación
también aleatoria. En vista que los recuerdos a corto
plazo, se producen, cuando se manifiestan, con una velocidad
parecida entre sí y regular según los individuos,
se tiene entonces que descartar lo aleatorio con respecto a su
grabación y siguiente evocación.
Aunque la grabación de los datos se
efectúe fundamentalmente por medio de una clase particular
de enzima, como lo acabamos de ver, al igual que para el proceso
de la mitosis, ésta debe exigir el apoyo de otras clases
de enzima y de proteínas para poder concretarse. En el
proceso de la mitosis las enzimas separadoras necesitan de las
ADNhelicasas, de las ADNprimasas, etc., así que de las
proteínas iniciadoras, de unión, etc. Por supuesto
este proceso tiene muchos puntos en común con el de la
grabación, pues necesitan los dos de procesos de tipo
electro-químico para poder realizarse. Ésta
comprobado ya científicamente que la mitosis necesita de
un desplazamiento de energía en el ámbito de los
electrones de los hidrógenos de enlaces para poder
concretarse. Se puede además suponer, basándose en
las capacidades ya conocidas de varias de ellas, que algunas
otras enzimas y proteínas de apoyo participan de estos dos
tipos de procesos Y que, muy probablemente por sus
particularidades, las enzimas grabadoras sean de tipo
ADNhelicasas. Para agilizar la lectura de esta obra, el autor
seguirá hablando únicamente de la enzima
fundamental necesaria al proceso de grabación.
Evidentemente, como todos los procesos vitales,
éste es sujeto a pérdidas y distorsiones. Aunque
éstas sean mínimas y se hagan notar sobre todo al
envejecimiento de las células, igualmente, y como se puede
constatar, tienen un efecto innegable sobre las capacidades
intelectuales humanas. Por supuesto dependen de las
particularidades propias a cada individuo. Algunas personas
poseen una mejor memoria, es decir capacidad de
recordación que otras, como lo demuestra la evidencia de
los hechos.
La causa principal de la pérdida de
energía que afecta el transcurso de las señales
recibidas y transmitidas por las neuronas, es la resistencia que
presentan los apéndices neuronales y sobre todo las
sinapsis al pasaje del flujo de fotones. Sin contar que los
mecanismos de grabación y de lectura son sujetos a
pérdidas de este tipo, aunque sea por causa de los mismos
procesos electro-químicos inherentes al funcionamiento de
las enzimas. Es notable observar que dichos procesos generan
calor lo que es un indicio indiscutible de gasto de
energía. Entre los distintos orígenes de las
distorsiones que afectan las señales energéticas
están las que son generadas por las limitaciones mismas de
las células y neuronas sensitivas, además de las de
las neuronas cerebrales. También una de las fuentes de las
distorsiones que pueden afectar las señales reside en los
campos magnéticos creados por los desplazamientos de
energía. Pues, cada conductor recorrido por un flujo de
energía de tipo electromagnético produce un campo
de esta naturaleza. Cuando otro conductor, también
recorrido por la misma clase de flujo, se encuentra a una
distancia suficiente, recibe una cantidad de energía, de
orden magnética, proporcional a su intensidad e
inversamente proporcional a la distancia que los separa. Como lo
hemos visto ya, las neuronas y sus apéndices pueden
recibir y transmitir energía, emitiendo así un
campo
magnético, lo que distorsiona las señales que
recorren las otras neuronas y sus apéndices. En
consecuencia al muy bajo nivel de intensidad de estas
energías, los campos creados son muy débiles y no
perturban mayormente el funcionamiento cerebral, como lo
demuestra la realidad del hecho. La efectividad de los aparatos
modernos prueba que estos campos existen realmente.
Luego, en un momento determinado, en general para los
seres humanos durante el estado de sueño, otras enzimas
van desgrabando y emitiendo estos mismos impulsos que son luego
grabados, con el mismo proceso, en las neuronas que conforman las
memorias de largo plazo. Estudiaremos estos fenómenos en
los próximos capítulos.
Por supuesto el proceso de grabación es
acompañado por otros diversos procesos. En efecto, al
mismo tiempo que reciben impulsos energéticos por parte de
las neuronas sensitivas, las receptoras no sólo las
almacenan en sus genes en forma momentánea, pero
además les van transmitiendo a las interneuronas con las
cuales están directamente conectadas que a su vez las
mandan a las diferentes otras zonas cerebrales por el intermedio
de sus diversos apéndices, como lo comprueban los aparatos
de medición de campos electromagnéticos. Esta
división de la energía recibida al interior de las
neuronas receptoras, independientemente de ser una consecuencia
normal de las leyes de la física, se enraíza en el
hecho de que el citosol contiene mayormente una gran cantidad de
iones positivos de sodio y potasio libres. Eso lo vuelve entonces
conductor de por sí mismo e impide todo tipo de discriminación en el recorrido de la
energía circulante en su interior. En efecto ya sabemos,
merced a la vigencia de las leyes de la física, que en un
medio conductor la transmisión de un flujo de
energía es automática en la totalidad de la
extensión de dicho medio. Dicha división es
también necesaria por la sencilla razón que el
almacenamiento de los datos no puede implicar toda la
energía recibida; pues sino éstos no podrían
ser tratados luego
por el resto del encéfalo. Además está
comprobado que ahí las señales recibidas son
amplificadas gracias sobre todo a la acción de las
mitocondrias. Por eso es que se puede considerar que no
sólo las neuronas receptoras sino todas las neuronas en
general constituyen verdaderos generadores de
energía.
La energía circulante de las señales en
las neuronas es sujeta a varios factores. Lo que impide
mayormente su dispersión es que al contrario del citosol,
las membranas son, por ser constituidas sobre la base de lípidos,
altamente aislantes. Dejan pasar impulsos energéticos
sólo cuando sus poros permiten el intercambio de iones con
respecto al exterior del volumen englobado y, en el caso de la
membrana que recubre enteramente la neurona, a través de
los receptores sinápticos. Como los apéndices
neuronales prolongan naturalmente el protoplasma, ellos reciben
automáticamente una parte de la energía circulante,
y por ende la transmiten a las otras neuronas con las cuales
están conectadas.
La memoria humana no se encuentra ubicada en una
única zona del cerebro sino que es dividida y repartida en
diversas zonas cerebrales, como ya fue comprobado
científicamente. Para cada uno de los sentidos y
otros órganos humanos, existe una zona cerebral receptora
correspondiente. Ésta recibe y almacena los impulsos
mandados desde estos órganos. Al igual que las otras
células, la ubicación y función de las
neuronas que la integran resultan fundamentales. También
en cada genoma existe para cada órgano un gen o varios que
le corresponden. Éste o éstos están entonces
activados en función de sus actividades mientras que los
demás se encuentran desactivados.
Se supone, de una manera altamente probable, que en el
ser humano el uso de los tramos útiles de las cadenas de
ADN identificados con una función dada, poseen una cierta
plasticidad en su empleo. Es decir que según la usanza
pueden cubrir una porción más o menos larga de
estas cadenas. De ahí que sin cambiar en nada el genoma,
es muy probable que la utilización de los tramos dedicados
a un órgano particular pueda extenderse en perjuicio de
los tramos inactivos y de esta manera ampliar las capacidades
cerebrales rectoras de dicho órgano. Igualmente las zonas
cerebrales activas se deben extender al detrimento de las zonas
inactivas. Por esta razón, la carencia de uno o varios
sentidos, en un individuo, implica el acrecimiento y la
exacerbación de sus restantes facultades, sin que se
produzca algunos cambios notables en los órganos
sensitivos implicados, por supuesto.
El proceso de grabación y lectura continuas de
los enlaces de hidrógeno de los nucleótidos impide
la reproducción de las neuronas involucradas, por ver sus
hidrógenos de enlace permanentemente sometidos a cambios
energéticos y sobre todo por ser recorridos por enzimas,
que sin lugar a dudas perturban y obstaculizan la posibilidad de
acción de las enzimas separadoras que inician los procesos
de reproducción celular o mitosis.
Finalmente, en resumen a lo que se ha analizado en este
capítulo, se tiene que destacar que la teoría que
el autor ha llamado de enlaces implica que todos los elementos
que constituyen la memoria de lo aprendido por un ser humano se
almacenan en los electrones de los hidrógenos de los
enlaces que unen las dos cadenas de ADN que conforman el genoma
contenido en el núcleo de sus neuronas cerebrales. Y eso,
bajo una única forma de señales energéticas,
independientemente de su procedencia.
En el próximo capítulo el autor
expondrá el proceso de lectura de las memorias de corto
plazo es decir de la recordación.
7. Recuerdos y
selección de datos.
Resulta evidente que la mayor parte de los distintos
procesos mentales se sustentan sobre la posibilidad por parte del
encéfalo de evocar o recurrir a datos anteriormente
aprendidos. Este fenómeno, que el autor llama
recordación, está por supuesto ligado tanto a las
diferentes memorias de corto plazo como a las de largo plazo. En
efecto una persona se puede recordar tanto de lo recientemente
aprendido como de lo aprendido hace varios días, hasta a
veces años.
Merced a los estudios realizados, y en particular a los
efectuados sobre la base del uso de los aparatos de mediciones
actuales, sabemos que se producen intercambios de señales
entre las distintas zonas cerebrales. Éstos se producen en
función de la actividad electromagnética engendrada
por el fenómeno. Lo que implica que cuando una neurona
receptora recibe impulsos provenientes de una neurona sensitiva,
los amplifica y transmite inmediatamente por medio de sus
apéndices, a las interneuronas con las cuales está
conectada. A su vez, éstas los amplifican, como ya
sabemos, y los transmiten a las otras neuronas con las cuales
están conectadas. De allí surge el hecho de que un
único dato recibido por una sola zona de neuronas
receptoras, puede provocar la estimulación casi inmediata
de varias otras zonas cerebrales a la vez. Ahí, como lo
vamos a estudiar, es "comparado" con los datos que contienen
dichas otras zonas. En el caso que los datos correspondientes a
los impulsos recibidos ya estén registrados con
anterioridad, o no, pueden provocar una reacción adecuada
a su naturaleza.
Este fenómeno de comparación, o
recordación, en función de lo que vimos en los
capítulos anteriores, puede efectuarse únicamente
de tres maneras:
– La primera podría ser por medio de la
estimulación de una enzima lectora que recorriera los
genes implicados por el origen y naturaleza del dato y, al llegar
al sitio donde se encontrarían las señales que
componen el mismo, merced a una anterior grabación, las
reconocería activándolas de alguna
forma.
Las posibilidades de existencia de un mecanismo
generador de esta clase de reconocimiento presentan tantas
dificultades que no puede ser de ninguna manera tomada en cuenta.
La más evidente reside en el hecho de cómo
podría hacer una enzima para encontrar una señal
particular entre miles. Luego, sabiendo que las cadenas de ADN
poseen unos tres mil millones de pares de nucleótidos y
que la velocidad máxima de lectura de éstas, por
parte de una enzima especializada, en el caso de los protozoos,
ronda los quinientos pares por segundos, leyendo nada más
que la mitad del genoma, tardaría unos tres millones de
segundos, es decir más de un mes. Es notorio que esta
hipótesis no es válida. Para el ser humano la
evocación de un recuerdo puede ser extremadamente
rápida; a veces sólo toma unas fracciones de
segundos en hacerse consciente. Entonces, se tiene que descartar
irremediablemente esta primera opción.
– La segunda podría efectuarse por intermedio de
varias enzimas. Si así fuera, el problema que se
presentaría es que, para que dichas enzimas puedan
recorrer el conjunto del genoma en menos de un segundo a una
velocidad de quinientos pares de nucleótidos por segundo
su número debería superar los seis millones. Esto
significaría un proceso masivo de producción de
ellas, que sería fácilmente detectado y que,
también, provocaría un desgaste de energía y
de proteínas extremadamente importante, agotando
rápidamente los recursos de las
neuronas. Además, este número multiplicaría
la cantidad de posibles errores a un nivel prácticamente
insoportable. La rapidez y la eficacia, fáciles de
comprobar, de transmisión y lectura de los datos
contenidos en las distintas memorias implica un proceso de
recordación mucho más seguro y que
provoque menos desgaste en lo energético y lo
proteínico. Debemos, pues descartar esta segunda
posibilidad por su total ineficacia material de
realización.
– Finalmente, como sabemos que los impulsos
energéticos recorren los axones y dendritas a una
velocidad de aproximadamente unos cien metros por segundos,
podemos deducir, por la rapidez con la cual se puede efectuar,
que la estimulación de un dato en las diferentes memorias
está relacionada con esta forma de transmisión de
datos. Resulta entonces innegable que la serie de impulsos, que
componen un dato, recorre el genoma de las neuronas implicadas, y
en particular los genes activados, en forma de una corriente de
energía que estimula las partes donde ya están
inscriptos con anterioridad. Dicha estimulación se
manifiesta con este nuevo aporte de energía a la parte
involucrada. Este proceso se podría comparar con la
búsqueda y reconocimiento de una línea
telefónica, en el interior de una central
telefónica automática, por medio de un
número. Como los impulsos recibidos varían entre
sí en intensidad y amplitud, cada uno funciona como el
estimulador de un relais. Un mismo dato se activa
únicamente a la recepción de los impulsos que le
corresponden en forma precisa en el genoma de la neurona. Esta
activación se produce con la recepción de la serie
de fotones que constituyen cada señal en sí en los
átomos de hidrógeno de enlace, lo que, como ya
sabemos, es acompañado inmediatamente por una
emisión de radiaciones electro-magnética. Dicha
señal es casi inmediatamente detectada por una enzima
lectora, merced al campo electromagnético generado durante
dicha activación. Ésta entonces la lee de la misma
forma que lo hacen las enzimas lectoras en los protozoos y
transmite lo leído a las otras zonas cerebrales,
produciéndose así el fenómeno del
recuerdo.
De las tres posibilidades de realización del
fenómeno de la recordación, la única que no
presenta inconvenientes materialmente insuperables es esta
última. Además, por su perfecta adecuación a
la realidad de los hechos comprobables, como su rapidez y su
precisión, se la debe entonces admitir como la exposición
real del fenómeno. Se entiende como precisión el
hecho de que cuando es recordado, el dato se adecua a lo
anteriormente aprendido. En los siguientes capítulos,
donde estudiaremos los alcances de esta teoría y sobre
todo sus consecuencias, podremos verificar de una manera
irrefutable la exactitud de ésta.
Este mecanismo de recordación permite entender,
también, el origen de una particularidad muy interesante y
notable del encéfalo, que es la de la selectividad. En
efecto, cuando uno mira un paisaje o escucha una cacofonía
de ruidos diversos, enseguida distingue el detalle visual o el
sonido particular que ya conoce, aunque no lo esté
buscando a veces. Este hecho resulta fácil de comprender.
Cuando los impulsos visuales, o de otros sentidos, llegan al
encéfalo, éstos son inmediatamente transmitidos a
las distintas memorias relacionadas con los datos recibidos. Un
dato de origen auditivo es transmitido a las memorias de corto y
largo plazo, relacionadas con todo aquello que afecta al sentido
de la audición. Los que no fueron registrados
anteriormente no activan ninguna porción del genoma, y la
corriente de energía involucrada es simplemente absorbida
por los procesos biológicos naturales; favoreciendo
procesos de sintetización de proteínas, por
ejemplo. En el caso que ya esté registrado, es
instantáneamente activado, llevándose así a
cabo el proceso de recordación del dato y generando, a
veces, lo que se llama un reconocimiento
espontáneo.
Igualmente, cuando uno quiere ubicar un dato particular
en el medio de otros de misma índole, aunque
intrascendentes, el hecho de tenerlo en la conciencia implica que
éste se ha grabado en las memorias que corresponden a
dicha conciencia. Cuando esta persona entra en contacto, a
través de algún sentido u órgano, con el
conjunto de datos entre los cuales lo puede encontrar, al ser
percibido, este último es inmediatamente reconocido merced
a este proceso de selectividad que acabamos de ver, pues ya se
encontraba en las memorias de la zona del consciente. Más
adelante el autor estudiara más detenidamente esta zona
cerebral muy particular.
Para dar un ejemplo concreto del
fenómeno, se puede tomar el caso de alguien que busca un
objeto en un paisaje. El hecho de haber grabado previamente,
sobre la base de la recordación del mismo a partir de las
memorias de largo plazo relacionadas con lo visual, la imagen
mental de lo buscado en las memorias de la zona del consciente,
provoca al mirar dicho paisaje la estimulación casi
instantánea del tramo de la memoria contenida en las
neuronas intermedias de la zona de del consciente donde se acaba
de grabar y del de las memorias de largo plazo de orden visual
donde es identificado, estando ahí a veces asociado con
otros tipos de datos,
como lo vamos a ver más adelante. Ahí, es entonces
reconocido, y por ende ubicado.
En resumen, el fenómeno de recordación se
produce merced a la lectura por parte de una enzima particular de
las señales energéticas anteriormente inscriptas en
el genoma durante el aprendizaje.
Dicha lectura ocurre gracias al hecho de que las señales
grabadas correspondientes a las entrantes son activadas merced a
un aporte selectivo de energía, permitiendo así su
ubicación por la enzima lectora que empieza inmediatamente
su lectura, la cual genera la emisión de energía
correspondiente en función de sus propias capacidades.
Gracias a las particularidades de este proceso se produce el
fenómeno de la identificación de un elemento entre
diversos otros.
Ante todo, es necesario acordarse que la existencia de
la dicotomía entre la memoria de corto plazo y la de largo
plazo ya fue probada científicamente, aún en el
caso de las abejas.
Al percatarse que muchas especies animales, entre los
cuales se encuentran los seres humanos, no sólo poseen una
memoria de corto plazo de lo aprendido sino también una de
largo plazo, una de las primeras preguntas que se pueden plantear
es saber donde se encuentra asentada esta última en el
encéfalo. En efecto, a menudo se necesita determinar la
ubicación de lo buscado para profundizar un conocimiento
sobre él. Además, saber que algo existe es
importante, pero poder ubicarlo ofrece siempre una mayor seguridad cuanto
a la certeza de su existencia.
Para ubicar el asentamiento de las memorias de largo
plazo es necesario tener en cuenta varios factores relacionados
con su funcionamiento y sus propias
características.
La primera particularidad que caracteriza la memoria de
largo plazo es que luego de tomar contacto con un dato, uno se
puede acordar si lo conocía previamente o no y luego, y
sólo luego, lo puede procesar intelectualmente. Lo que
prueba irrefutablemente que la memoria de largo plazo se
encuentra situada entre las neuronas receptoras y las otras
neuronas de las demás zonas cerebrales. Uno debe tener en
cuenta que esta particularidad es absolutamente esencial para
determinar la ubicación de la memoria de largo plazo. En
realidad, las otras pruebas
constituyen nada más que confirmaciones de este
hecho.
Otro de los sucesos que prueban esta afirmación
es el hecho de que cualquiera sea la lesión cerebral no
mortal padecida por un individuo, si la zona encefálica
que corresponde a la recepción de los datos provenientes
de algún órgano no fue directamente afectada, este
individuo continua recordando lo que aprendió en otros
períodos de vigilia. Igualmente, puede seguir memorizando
lo nuevamente aprendido. Mientras que si fue dañada, se
pierde dicha capacidad de acordarse a largo plazo de lo aprendido
y de seguir aprendiendo, con respecto a este órgano.
También, es interesante notar que en este caso no se
pierden las memorias de corto y largo plazo de las otras clases
de memorias que no fueron afectadas por el daño recibido.
Lo que comprueba además, fehacientemente, que existen
varias zonas de memorias de corto y largo plazo.
Se debe siempre tener en cuenta, que dada la gran
rapidez de comparación de datos, es seguro que las
neuronas intermedias, por el simple hecho de estar directamente
conectadas con las neuronas receptoras, constituyen las memorias
de largo plazo. En efecto, aún teniendo en cuenta el hecho
de que la velocidad de transmisión sea grande y las
distancias cortas, es evidente que más reducidas sean
estas últimas más rápida será la
transmisión de los datos, y menor la pérdida o
distorsión de las señales. Aunque este hecho de por
sí sólo no constituye una prueba, sí
representa un indicio innegable de la verosimilitud de la
teoría.
Por estas razones, el autor deduce que las neuronas
intermedias, conectadas con las neuronas receptoras, que
constituyen de por sí las memorias de corto plazo, forman
el asentamiento de las memorias de largo plazo.
Para entender verdaderamente las peculiaridades del
funcionamiento de dichas memorias de largo plazo debemos en
primer lugar conocer algunas particularidades de las neuronas
intermedias.
Para eso tenemos que tener en cuenta que cada neurona
intermedia de las zonas receptoras recibe las señales
desde varios apéndices de la misma neurona receptora a la
cual está conectada, como lo verifican los estudios
realizados hasta el momento. Eso compensa el bajo nivel de
intensidad de la energía transmitida a través de
uno solo de éstos. Las investigaciones han comprobado,
también, que una neurona intermedia recibe no sólo
la energía que proviene directamente de una neurona
receptora pero, además, de otras neuronas intermedias que
se encuentran conectadas con esta misma neurona receptora. Dado
que las distancias en juego son
relativamente cortas y merced a la gran rapidez de
transmisión de las señales, las energías
transmitidas se suman sin inconvenientes, como lo prueba la
experiencia.
Puede ocurrir que una neurona intermedia, conectada a
una neurona receptora, reciba también energía de
otra receptora, por medio de algún apéndice que
provenga directa o indirectamente de esta última. En este
caso, se produce una distorsión de la señal que
proviene de la primera. Para un individuo en plena
posesión de las capacidades inherentes a la especie,
ésta nunca llega a ser importante justamente por la muy
baja energía que reciba a través de cada sinapsis.
Por recibir energía a través de una o algunas
sinapsis de dendritas de neuronas receptoras diferentes en medio
de centenares o de miles de otras la distorsión resultante
no influye notablemente sobre el total de la energía
recibida por parte de la neurona receptora que constituye su
principal fuente de energía. La experiencia confirma la
veracidad del hecho, de lo contrario la percepción de los
datos se vería profundamente perturbada. Es fácil
imaginarse que si las neuronas receptoras de una misma zona
cerebral estuvieran en estrecho contacto, las señales
particulares de cada una se sumarían y perderían
así su identidad; lo
que obstaculizaría toda posibilidad de
diferenciación de cada una en por parte de los seres
humanos. Por ejemplo, si las neuronas receptoras que corresponden
a la visión ocular estuvieran interconectadas, los
detalles de las imágenes captadas desaparecerían y
no se percibirían más que una sola tonalidad.
Contradiciendo, totalmente, de este modo la realidad de los
hechos.
Una neurona intermedia posee numerosas conexiones. Lo
cual implica que recibe una cantidad mayor de energía que
en el caso que poseería muy pocas, pues ya sabemos que la
cantidad de energía que puede transmitirle una dendrita es
limitada, pues una sola neurona transmite las señales
energéticas, a través de un gran número de
estos apéndices. Lo que a su vez implica que las
grabaciones y lecturas se tienen que efectuar con un potencial
energético adecuado, para tener una eficacia máxima
o suficiente.
El autor seguirá llamando zonas receptoras las
zonas cerebrales donde se reciben directamente las señales
provenientes de las neuronas sensitivas, aunque en estas mismas
zonas se encuentren, además de las neuronas receptoras
propiamente dicho, las neuronas intermedias que sirven de
asentamientos a las memorias de largo plazo, llamando a las
primeras neuronas receptoras de las zonas receptoras y a las
segundas neuronas intermedias de las zonas receptoras.
Debemos destacar que el fenómeno de la
recordación, en el ámbito de las memorias de largo
plazo, se produce tal como lo hemos estudiado en el
capítulo anterior.
Resulta muy importante saber que al igual que en las
neuronas receptoras, donde se encuentran almacenadas las memorias
de corto plazo, en las neuronas intermedias la energía
entrante se reparte entre el protoplasma donde se amplifica, los
apéndices y el núcleo, pues las leyes de la
física y las capacidades inherentes a las neuronas en
sí se verifican irrefutablemente en todas las neuronas
cualesquiera sean sus funciones. En el genoma de las neuronas
intermedias, que integra el núcleo, en el caso que ya se
encuentre inscripto la señal correspondiente a dicha
energía, las nuevas señales se le agregan
automáticamente. Lo cual significa un crecimiento de la
energía que compone la señal precedentemente
inscripta. En efecto, más se aprende o recuerda un dato en
un mismo estado de vigilia, más fácilmente
será evocado luego. La emisión del campo
electromagnético provoca automáticamente la
activación de la enzima lectora, tal cual lo hemos visto
anteriormente. Mientras el proceso de lectura de las
señales precedentemente inscriptas transcurre, a medida
que la enzima va recorriendo el tramo que las contiene,
ésta va emitiendo los impulsos energéticos
correspondientes. Esta energía emitida proviene con toda
seguridad de los procesos físico-químicos que se
producen en la neurona misma. Y no de las señales
inscriptas, sino el fenómeno podría borrar lo
anteriormente inscripto, o disminuir su nivel de energía
de una manera tal que podría volverla ilegible más
adelante, lo que contradice la realidad de los hechos. Pues, como
lo acabamos de ver más se percibe algo, es decir
más se aprende un dato, más fácilmente se lo
podrá evocar luego. Como la producción de
energía depende de las particularidades propias de las
neuronas y su relación con las características y
posibilidades de cada individuo, con toda seguridad ésto
constituye la razón principal del hecho que se encuentran
personas que gozan de una "mejor memoria" que otros.
Este hecho es posible de verificar, dado que el recuerdo
de largo plazo, cuando éste logra ser evocado, posee
siempre un nivel mínimo de intensidad que no corresponde a
veces realmente a la intensidad o a la lejanía en el
tiempo del aprendizaje. Lo que comprueba indiscutiblemente que la
intensidad de la evocación de un recuerdo no es totalmente
supeditada a la intensidad o a la lejanía del aprendizaje,
sino parcialmente. Depende sobre todo de la capacidad de las
neuronas de producir la energía suficiente para volverlo
en el ámbito consciente, durante la lectura del dato
aprendido. En efecto, y la realidad de los hechos lo comprueba,
la dificultad de recordación no corresponde directamente a
la claridad de la recordación en sí. La
energía producida por la lectura se agrega
automáticamente a la que recorre la neurona y participa
entonces de la que es emitida a través de sus
apéndices.
De aquí en adelante cada vez que el autor
citará la ocurrencia de que una información penetre en el "ámbito
consciente" designará el hecho de que esta
información penetre en la zona del consciente con una
energía suficiente para notarse o destacarse en dicho
ámbito, el cual es generado en base a la existencia misma
de dicha zona. Esta zona del consciente siendo una zona cerebral
constituida por neuronas que sirven de base a la
percepción de sí mismo, del contexto y del accionar
de los seres humanos.
Cuando la señal inscripta es leída en su
totalidad, es evidente que el proceso de lectura se interrumpe,
pues la enzima correspondiente cesa de ser activada por la
existencia de radiaciones electromagnéticas.
Una de las pruebas que confirman este proceso es el
fenómeno de la ilusión. Cuando un dato recibido se
corresponde notablemente con un dato precedentemente inscripto,
pero sin ser verdaderamente equivalente, aún así
puede ser activado. Causando, en el ámbito consciente, una
verdadera distorsión de la percepción de la
realidad. Por esta razón una persona puede a veces creer
ver u oír algo cuando en verdad vio u oyó otra
cosa.
Puede ocurrir que un hecho haya sido inscripto con un
muy bajo nivel de energía, o con un nivel de
distorsión muy elevado. O, que un dato entrante sea
excesivamente deformado por encontrarse en un contexto o una
circunstancia que lo perturba, con respecto al ya inscripto. En
estos casos, la lectura puede no ocurrir; se produce la "falta de
memoria". Sino, al suceder una lectura equivocada ocurre el
fenómeno de la ilusión. Una lectura errada o
fallida puede sobrevenir también porque el dato
anteriormente inscripto puede haber perdido gran parte de su
energía primitiva, debido a los movimientos de
energía que se producen naturalmente y constantemente en
el interior del núcleo. Dichos movimientos, con el
transcurso del tiempo, terminan por trabar la lectura de los
datos ya inscriptos. En parte por eso se producen las
pérdidas de memoria al envejecer el sujeto.
Este mismo fenómeno nos permite además
destacar el hecho de que los datos recibidos por las neuronas
intermedias, conectadas directamente con las neuronas receptoras,
no deben ser directamente transmitidos por las primeras a la zona
del consciente. Tienen seguramente que pasar por otras zonas
donde están procesados. Lo comprueba el hecho de que
existen cegueras y sorderas "sicológicas". También
este mismo fenómeno comprueba la existencia de una zona
cerebral particular, delimitada, correspondiente al consciente,
en la cual penetran los datos luego de su procesamiento por parte
de otras zonas cerebrales. El autor insiste, por considerarlo
como fundamental para la comprensión del funcionamiento
del cerebro humano, en hacer notar en el ámbito conciente
de un acontecimiento implica automáticamente su
reconocimiento, cuando fue anteriormente memorizado, lo que le
permite afirmar que no hay conexiones directas entre las neuronas
receptoras y la zona del consciente sino que todos los datos que
penetran en las neuronas receptoras deben pasar obligatoriamente
por las neuronas intermedias para ser mandadas luego a las otras
zonas cerebrales, donde están procesados para finalmente
llegar a la zona del consciente. Lo que significa que dicha zona
nunca recibe directamente los datos provenientes de las neuronas
situadas en las zonas receptoras y por ende de las neuronas
sensitivas.
Evidentemente, la lectura en las neuronas intermedias,
que corresponde al fenómeno del recuerdo, se tiene que
efectuar a la misma velocidad que la de la grabación en
las neuronas receptoras. De lo contrario se produciría una
verdadera distorsión de los datos, del mismo modo que si
se escucha un disco que gira a una velocidad diferente a la
normal el sonido emitido no corresponde al que tendría que
oírse. La velocidad de lectura obedece a las mismas
condiciones de espacio en el genoma y de precisión de
transmisión que las de la grabación. Cuando se
habla de precisión de grabación eso significa que,
más pares de nucleótidos están involucrados
en la grabación de un dato, más preciso resulta
ser. Evidentemente, a mayor cantidad de datos para definir un
hecho, mejor definición se obtiene; al igual que una
película fotográfica en la cual la precisión
de la imagen obtenida depende de la cantidad de puntos que la
integran y forman, a más puntos más
precisión. Si la señal energética
correspondiente a un punto luminoso en lugar de estar grabada y
leída a una velocidad de cincuenta pares de
nucleótidos por segundo lo sería a la velocidad de
quinientos pares por segundos, la gama de tonos percibida fuese
diez veces más elevada.
Cuando se analizan los fenómenos de lectura y
grabación, la primera pregunta que puede venir a la mente
del analista es si se pueden realizar conjuntamente en una misma
neurona. La respuesta evidente es que no, pues la lectura implica
una emisión de energía desde el núcleo,
mientras que la grabación, una absorción. La
simultaneidad de los dos fenómenos implicaría un
efecto de retroalimentación que pondría la
neurona concernida fuera de función. Al igual que en la
mitosis estos dos procesos se excluyen mutuamente. Como somos
capaces de recordar lo recién aprendido, en el mismo
período de vigilia, uno podría creer que el
aprendizaje y la recordación se efectúan
simultáneamente. Pero, debemos darnos cuenta de que aunque
el intervalo entre el aprendizaje y el recuerdo sea corto,
existe. Es lógico advertir que no se puede acordar de algo
en su totalidad cuando no se lo ha aprendido enteramente
todavía, se puede recordar sólo la parte aprendida
hasta entonces. Luego, es necesario querer hacerlo, es decir
empezar el proceso de recordación a corto plazo en la zona
del consciente.
Existen dos razones fundamentales que nos permiten creer
que durante el estado de vigilia no puede producirse la lectura
de un dato en las neuronas receptoras de datos, aunque su
grabación no sea simultánea.
La primera tiene que ver con el hecho de que los
primeros síntomas del envejecimiento son, a menudo, la
dificultad de acordarse de lo aprendido en el mismo estado de
vigilia. En el caso que pudiera ocurrir una lectura en estas
neuronas receptoras, el recuerdo sería rápido y
eficaz, pues aunque tendría que recorrer varias zonas
cerebrales, no necesitaría de un proceso particular como
lo vamos a ver más adelante, como ocurre en realidad en la
zona del consciente. También, su evocación
tendría la misma intensidad que la del aprendizaje en
sí mismo.
La segunda se basa en el hecho que aunque es posible
acordarse de algo que ocurrió en el mismo estado de
vigilia, mientras tanto, no se para por eso de memorizar lo que
acontece. Lo que sería imposible en el caso que una
lectura reemplace el proceso de grabación. Pues, al no
poderse producir los fenómenos de lectura y
grabación en forma simultánea en una misma neurona
la lectura remplazaría entonces la grabación en las
neuronas receptoras y, mientras tanto se efectúe este
proceso, no se registrarían los datos provenientes de las
neuronas sensitivas, lo que impediría absolutamente su
posterior recordación.
La sola y simple razón que nos permite entender
que es posible acordarse de algo ocurrido durante el mismo estado
de vigilia, es que además de ser grabados en las neuronas
receptoras lo es también en la zona del consciente, que
posee las capacidades requeridas por el proceso.
Uno de los problemas
más interesante de analizar con respecto a los
fenómenos relacionados con la transmisión de datos
entre neuronas que sean receptoras o intermedias de cualquier
zona cerebral, es saber si dichos datos, o una fracción de
ellos, pueden cambiar, o no, de recorrido o realizar varios
recorridos distintos que pueden ser diferentes cada vez en
función de sus contenidos en los caminos neuronales que
tendrían que transitar, en forma digamos mecánica,
es decir en base a una modificación de los contactos entre
las neuronas implicadas en estos tránsitos.
El autor parte del principio que todas las neuronas
cerebrales situadas en una misma zona, cumpliendo las mismas
funciones, poseen exactamente las mismas características,
y en particular los mismos genes activados y
desactivados.
Se podría creer que podrían existir
alternativas de recorridos a partir de una neurona y que
ésta podría mandar las señales recibidas en
forma selectiva hacia una sola o varias de las neuronas con las
cuales está en contacto en forma separada de otras con las
cuales está también en contacto, en función
de sus contenidos. En otras palabras que se podría
bloquear o diversificar en forma circunstancial o permanente la
transmisión de datos en algunas de sus sinapsis o en
algunas de sus dendritas y en otras no. Sin embargo este hecho
resulta ser imposible; en primer lugar eso supondría un
conocimiento previo de los datos que recibe lo que es absurdo,
pues la transmisión de los datos se efectúa a
medida que son recibidos por las neuronas. En segundo lugar por
la simple razón, como lo vimos anteriormente, que las
señales recibidas recorren el conjunto de la neurona,
núcleo, axón y dendritas incluidas, lo que le
impide formalmente mandar una señal, o parte de una, a una
neurona y a otra no, estando en contacto con las dos. Se
podría suponer también, que algunas de las neuronas
relacionadas con otra neurona u otras tienen una parte de su
genoma activada y que otras de las neuronas relacionadas con la
misma primera neurona tienen otra parte de su genoma activada, o
que simplemente algunas realicen procesamientos distintos de los
mismos datos recibidos que los de las demás que
están en contacto con la misma neurona emisora, lo que
implicaría entonces una diferenciación de
algún tipo entre ellas. Eso también resulta ser
imposible pues supondría una diferenciación a nivel
neuronal entre neuronas de una misma zona e igual función
que ya sabemos imposible. Además eso tendría un
carácter aleatorio y limitado a la cantidad de dendritas,
que contradice la eficacia del fenómeno de
transmisión de datos entre las distintas zonas cerebrales
como ya ha sido comprobado científicamente.
Por eso es que se puede afirmar que las señales
transmitidas simultáneamente por todos los
apéndices de una misma neurona son todas exactamente
iguales. En otras palabras, que una neurona manda las
señales recibidas a través de todos sus
apéndices y siempre a las mismas neuronas con las cuales
está en contacto, salvo por supuesto que se produzca
algún tipo de lesión o perturbación de
origen exterior al encéfalo.
Para confirmar esta imposibilidad de cambio de rumbo de
las señales en función de su contenido, merced a
alguna modificación de los contactos entre las neuronas,
es importante saber que aunque pueda activar o desactivar sus
sinapsis gracias a la producción de neurotransmisores lo
puede hacer únicamente en forma simultánea y
general es decir todas a la vez. Pues dicha producción se
efectúa al nivel neuronal y no al nivel de una dendrita o
varias en particular. Independientemente de saber como lo
acabamos de ver que una neurona no puede cortar sus contactos con
una, varias o todas las neuronas con las cuales está en
contacto, en función del contenido de un dato, porque eso
supondría un preconocimiento del contenido del dato, lo
que es absurdo, tampoco puede destruir sus propios
apéndices o parte de éstos sin destruirse
completamente pues este proceso necesita de la producción
de enzimas que recorren automáticamente el citosol en su
conjunto lo que hace que en consecuencia la destrucción es
total como se ha podido ya constatar científicamente.
Tampoco podrían restablecerse los contactos destruidos o
establecerse nuevos en forma rápida. El crecimiento de las
dendritas y axones requiere necesariamente de un tiempo muy
superior a la fracción de segunda que transcurre realmente
en un procesamiento de
datos en el ámbito cerebral. En efecto, se tiene que
saber que merced a su cono de crecimiento un apéndice
neuronal crece a una velocidad cercana al milímetro por
día, es decir que necesita cerca de seis minutos y
cincuenta segundos para recorrer un micrómetro, o
micrón, distancia inferior a la que separa a menudo dos
neuronas entre sí.
El posible cambio de recorrido en función del
contenido, de un dato se realiza en las zonas mismas de los
comportamientos en función de éstos mismos y no en
forma mecánica, como lo veremos más adelante.
Además, como puede existir una gran cantidad de posibles
actitudes alternativas ante una situación dada, es
evidente que la elección de una de éstas no se
efectúa en el ámbito de las conexiones
interneuronales cuya cantidad es siempre finita, sino en el
ámbito mismo de los comportamientos que pueden siempre
modificarse en función de un aprendizaje.
De lo estudiado en este capítulo se destaca que
las memorias de largo plazo se encuentran ubicadas en las
neuronas intermedias que ligan las neuronas receptoras en la zona
en la cual se encuentran con las neuronas receptoras de las otras
zonas con las cuales están en contacto.
En el siguiente capítulo vamos a analizar como se
forman los conceptos que permiten relacionar las cosas entre
sí.
Después de alrededor de un año de vida, un
bebé empieza a balbucear unas palabras, asociando sonidos
con hechos, objetos o abstracciones. Es decir, comienza a formar
y memorizar conceptos.
De aquí en adelante, el autor llamará
concepto la
relación y asociación entre dos o varios datos,
provenientes de zonas receptoras de diversa índole. Por
ejemplo, una palabra puede ser considerada como una
representación conceptual, es decir que la serie de
conceptos que la componen, es constituida por la serie de datos
de orden auditivo procedente de la zona receptora auditiva, que
constituye su representación auditiva, se asocia con otra
serie de datos proveniente de otra zona sensorial que sea visual
o táctil, gustativa u olfativa, o correspondiente a
algún órgano muscular u otro que forman a su vez
otro tipo de representación.
Vamos a analizar, en este capítulo, el proceso de
formación de conceptos, en el encéfalo humano, al
igual que algunas de sus consecuencias más directas sobre
el desarrollo del pensamiento.
Cuando un ser humano entra en contacto por primera vez,
a través de dos o varias clases de sus distintas neuronas
sensitivas con algo, empieza inmediatamente a formar conceptos
sobre él. Por lo tanto, se puede deducir que en el cerebro
humano se pone en funcionamiento un mecanismo de tipo
asociativo.
Por supuesto, para un ciego, los conceptos se forman
entre sus diferentes memorias excepto las visuales. Para
simplificar el texto, el autor se limitará al estudio de
los fenómenos mentales pertinentes a aquellos seres
humanos que se encuentran en plena posesión de todas las
capacidades inherentes a la especie. El autor no desmerece ni
discrimina, por supuesto, a los que carecen del uso de algunos de
los órganos naturales al género,
sencillamente no quiere ser fastidioso repitiendo los mismos
hechos con matices distintos.
A modo de reseña, es importante destacar que la
carencia de empleo de algún órgano, aunque puede
provocar la inhabilitación de las zonas cerebrales
correspondientes a dicho órgano, no altera el resto del
funcionamiento del encéfalo, ni tampoco al conjunto de su
organización en sí. Es conocido y comprobado que
cuando un individuo pierde momentáneamente el uso de
algún órgano, el reinicio de su empleo puede
exigirle algún tiempo de adaptación pero siempre
puede retornar a un funcionamiento normal y adecuado, si el
órgano en sí y la zona cerebral correspondiente
pudieron recuperar su anterior funcionalidad. Lo que comprueba
que, en primer lugar, la pérdida momentánea del uso
de un órgano sin que el encéfalo esté
afectado, no altera en sí el funcionamiento de este
último.
Ya hemos visto que al recibir las señales
energéticas provenientes de las diversas clases de
neuronas sensitivas, las neuronas receptoras que les son
asociadas las graban en forma cortoplacista, en sus propios genes
correspondientes a la clase de señales captadas.
Además, las transmiten inmediatamente, a medida que ocurre
su llegada, a las otras zonas cerebrales con las cuales
están relacionadas; pues ya sabemos que los procesos de
grabación y de transmisión se efectúan
simultáneamente. En particular, las transfieren a zonas
situadas en el neo cortex, cuyas funciones ya fueron reconocidas
y son habitualmente llamadas zonas de asociaciones. Por su parte,
el autor llamará dichas áreas, las zonas
conceptuales. Ya hemos visto también que las zonas
conceptuales no son directamente relacionadas con las neuronas
receptoras de las zonas receptoras sino con las neuronas
intermedias relacionadas con estas neuronas receptoras que a su
vez están relacionadas con las neuronas sensitivas. Lo
comprueba el hecho de que cuando se toma contacto con un dato,
anteriormente memorizado en asociación a su significado,
es decir unido a otros conocimientos, primero se lo reconoce y
luego se lo asocia con los datos que lo definen.
Merced, al hecho de que todos los impulsos captados por
los receptores, que estén vinculados con células
sensitivas para luego ser transmitidos a las neuronas sensitivas
o directamente con estas últimas, llegan al cerebro
presentándose de la misma forma, es decir, bajo el aspecto
de señales energéticas de tipo
electro-químico, tal como lo vimos en los capítulos
anteriores. Por ende se pueden entonces asociar las
señales de diversas procedencias que constituyen las
diversas representaciones sensoriales de un mismo acontecimiento
por ser de igual naturaleza.
Dicha asociación podría producirse
solamente de tres formas distintas. En primer lugar podría
fundarse en la sincronización de grabación de datos
provenientes de distintas zonas receptoras en dos o varios
grupos de
neuronas. En segundo lugar podría basarse en la
grabación coincidente de datos de diversa índole en
una misma neurona pero en genes distintos. Finalmente
podría establecerse en función de la
grabación conjunta, superpuesta y sincronizada en un mismo
tramo del genoma de una misma neurona, de las distintas clases de
señales, provenientes de las neuronas intermedias
asociadas con las neuronas receptoras situadas en las diversas
zonas receptoras, sumándose entre sí de esta
forma.
En la primera de estas tres hipótesis, respecto a
una sincronización de grabación de datos de
distintos orígenes en varios grupos de neuronas
pertenecientes a memorias distintas, este sincronismo no
ofrecería ningún misterio o imposibilidades de
realización. Al contrario, se podría decir que
resultaría ser absolutamente normal para los seres
humanos, pues los acontecimientos de sus existencias son captados
en forma simultánea por todos sus diversos órganos.
Sin embargo, esta forma de relacionarse entre sí datos de
diferentes procedencias implicaría, en el momento de la
evocación de una de estas distintas representaciones
mentales de un mismo acontecimiento, la lectura simultánea
de los datos correspondientes en las otras memorias. Aunque
podría imaginarse que las enzimas lectoras podrían
tener una especie de código
de reconocimiento, o alguna otra forma de comunicación que provocaría una
simultaneidad de lectura, existiría necesariamente un
desfase entre las lecturas de las diferentes memorias, ocasionado
luego de la evocación de uno de ellos por la necesaria
búsqueda de los otros datos correspondientes.
También, el hecho de que un dato esté grabado en un
grupo de neuronas, implica una cierta cantidad de señales
energéticas con características particulares, pero
el dato correspondiente en otro grupo de neuronas, tendría
obligatoriamente una evidente diversidad de contenido. En efecto,
los datos de diferentes orígenes sensoriales por estar
formados por señales de frecuencias, amplitudes e
intensidades específicas distintas una de las otras
presentarían un problema muy complejo de ubicación
y delimitación de cada uno. Sin contar las varias
posibilidades de errores de distinta índole provocadas por
la múltiples operaciones que
implicaría el proceso.
En la segunda hipótesis, se infiere que los datos
de diversas procedencias se grabarían en forma
simultánea en las mismas neuronas pero en genes distintos,
en función de sus diversas representaciones de tipo
sensorial. Los problemas de comunicación entre las
diferentes enzimas lectoras y su necesaria sincronización
de lectura en estos diferentes genes serían los mismos que
en la hipótesis precedente, con respecto a la lectura de
varias zonas del genoma de neuronas distintas. En efecto,
sería igualmente necesario ubicar los datos
correspondientes y existiría también un problema de
diversificación de señales muy complejo de
resolver; sin considerar tampoco las múltiples fuentes de
errores posibles que estos procesos podrían generar. La
posibilidad, casi perfecta a menudo, de formar e invocar
conceptos por parte de los seres humanos, implica un sistema de
grabación, de estimulación y de lectura
simultánea de los mismos que deja muy poco margen de error
posible.
La material imposibilidad de realización de las
dos primeras hipótesis implica obligatoriamente la validez
de la tercera. Ésta alega que la grabación de las
señales provenientes de los distintos órganos se
produce en forma simultánea y superpuesta en los mismos
genes activados destinados a este propósito de cada misma
neurona de una misma zona.
Entre los varios hechos que permiten sostener y
comprobar esta última hipótesis, se encuentra uno
que tiene una particular preponderancia. En efecto la absoluta
sincronización de lectura que genera la coincidencia de
grabación en un mismo tramo del genoma de una misma
neurona explica la inmediata y rigurosa evocación de datos
de diferentes orígenes sensoriales relacionados con un
mismo acontecimiento por parte de un ser humano adulto dotado de
las características propias de su especie. En efecto
cuando una persona escucha decir una palabra cuyo significado ya
conoce, al escucharla de nuevo relaciona inmediatamente dicha
palabra con dicho significado.
El proceso de formación de conceptos en las zonas
idóneas cerebrales se efectúa entonces en
función de diversas pautas. En primera instancia, las
zonas receptoras conceptuales, correspondientes a las distintas
clases de percepción, reciben al mismo instante los datos
provenientes de las neuronas intermedias relacionadas con las
neuronas receptoras de dos o más zonas receptoras. Dichos
datos, por una razón obvia de coincidencia de ocurrencia,
están relacionados entre sí por describir una misma
vivencia del sujeto. Ahí, en segunda instancia, se graban
en forma superpuesta sin que desaparezcan sus propias
características por sus grandes diferencias de
peculiaridades. Este modo de grabación se parece a la de
una orquesta en un disco. En una primera etapa, se graban los
diversos instrumentos separadamente en distintas cintas, luego se
las junta grabándolas en una sola. Como cada instrumento
produce sonidos con una gama de amplitudes y frecuencias
distintas, se superponen sin perder su singularidad. De
allí, que se puede reconocer el sonido de cada
instrumento, al escuchar la cinta final, en este caso en
función de la capacidad de selectividad humana.
No cabe duda, y la experiencia lo demuestra, que en el
encéfalo, todos los procesos de memorización de las
distintas clases de conceptos resulten idénticos entre
sí. Como las señales provenientes de las neuronas
sensitivas son sistemáticamente de orden
electro-químico, aunque puedan tener frecuencias y
amplitudes distintas entre sí, no pierden su propia
identidad a pesar de que se superpongan.
También los hechos demuestran que en el caso de
la captación de un dato de orden fónico y
simultáneamente de otro de tipo visual se forman conceptos
audio-visuales pues, escuchándose el sonido original se
evocará inmediatamente su representación visual, o
sino al ver el objeto a la cual correspondió en el momento
de su grabación se rememorará inmediatamente la
representación fónica que lo
acompañaba.
Igualmente, podemos afirmar, con un gran margen de
certeza, que los datos provenientes de cada órgano, que no
participa directamente del sistema neurovegetativo, se encuentran
archivado, con distintos predominios en por lo menos una zona
conceptual cerebral. En efecto durante los estados de vigilia
cualquier actitud requiere de la coordinación de la
actividad de dos o varios órganos tal como hemos definido
anteriormente el término y lo comprueba la realidad de los
hechos. El autor insiste en hacer notar, por su extrema
importancia para el entendimiento del funcionamiento del cerebro,
que en las zonas conceptuales, se reciben datos provenientes de
cualquier órgano, que no participa directamente del
sistema neurovegetativo, asociándolos con datos
provenientes de otros órganos y eso de tal manera que para
cualquier órgano corporal existe por lo menos una zona
conceptual que lo reciba. De aquí que pueden coordinarse
la actividad conjunta de varios órganos, como lo demuestra
la realidad de los hechos. Lo evidencia el hecho que la actividad
muscular consciente, requiere sistemáticamente del trabajo
de dos o varios grupos de músculos a la vez pues cada
músculo necesita de otro u otros para poder efectuar sus
funciones, el o los cuales pueden ser antagónicos o
complementarios.
Existe un curioso y muy raro trastorno mental llamado
sinestesia que se manifiesta por la aparente confusión de
las percepciones sensoriales. En efecto los seres humanos que lo
padecen al escuchar sonidos perciben colores o inversamente.
Pueden también relacionarse otros tipos de sensaciones que
los visuales y auditivos. En realidad, para el autor, no es que
sufren de una confusión de los sentidos sino que se
exterioriza en ellos en el ámbito consciente los conceptos
que unifican los sonidos con las imágenes visuales en
forma primaria. Es decir que no escuchan colores o ven sonidos
sino que se forman en sus mentes conceptos que asocian los
colores y los tonos musicales primarios y luego dichos conceptos
logran llegar a su ámbito conciente merced a la
evocación de uno de sus componentes. En verdad dicha
asociación no tiene nada fuera de lo común en
sí, sino que lo sorprendente es que se manifiesta en base
a la unión de colores y tonos básicos, seguramente
debido a un aprendizaje inhabitual. Esta sorprendente molestia
comprueba sin dejar lugar a duda la existencia de las zonas
conceptuales, pues es la única que explica la existencia y
la persistencia de esta clase de asociación, es decir la
dependencia de la recordación de un dato de una
procedencia dada con respecto a otro de otro origen
sensorial.
Se verifica además que las zonas receptoras de
los datos que provienen de las neuronas sensitivas que integran
los cinco sentidos humanos mandan señales a varias zonas
conceptuales distintas con predominancias diversas merced al
hecho que, como ya fue científicamente confirmado, las
personas que sufrieron una lesión cerebral no mortal en
una zona conceptual particular, no perdieron por eso la capacidad
de formar y recordar conceptos de otras clases o con diferentes
predominancias que incluyen los datos que formaban los conceptos
generados en la zona afectada por la lesión. Lo
interesante y notable de esta particularidad del encéfalo
humano, de tener diversas zonas conceptuales que reciben una o
varias clases de datos provenientes de las mismas zonas
receptoras de lo sensorial, aunque en cada una de estas zonas
conceptuales no se reciban exactamente las mismas clases de datos
en su totalidad y con las mismas preeminencias, proviene del
hecho de que cuando alguna de éstas se lesiona o
incapacita, las otras zonas conceptuales compensan esta carencia
y la gran mayoría de los conocimientos anteriormente
adquiridos no se pierde, como lo confirman las experiencias
científicas realizadas hasta la fecha de redacción
de esta obra. No debemos olvidar tampoco que los aprendizajes se
efectúan mayormente en base a los datos captados por
dichas zonas sensoriales, pues son las que permiten
principalmente el contacto con el medio ambiente de los
individuos. Aunque parte de los aprendizajes se realizan
también, en general en el ámbito consciente, en
base al propio funcionamiento cerebral, llamado comúnmente
pensamiento, es decir del uso de los sentidos en forma
indirecta.
Merced al hecho de que un ser humano pueda recordar un
concepto, como lo verifica la experiencia, relacionado con cada
zona sensorial donde los datos procedente de ésta tengan
preeminencia, significa que existe por lo menos una zona
conceptual para cada tipo de órgano sensorial donde los
datos generados en éste sean los dominantes.
Con respecto a los datos de tipo simbólico o
abstracto, como están sistemáticamente registrados
en la mente sobre la base de la forma de su aprendizaje,
éstos se encuentran entonces grabados en las zonas
memoriales que responden a las zonas cerebrales relacionadas con
dicha forma de aprendizaje. En el caso que se encuentren grabados
en forma conceptual con datos que esclarezcan su significado o
ayuden a su comprensión, su invocación implica la
estimulación automática de los conceptos que se les
relacionan, provocando así su inmediato
"entendimiento".
La existencia, probada, de memorias de corto plazo y de
otras de largo plazo que conciernen todas las clases de
conocimientos adquiridos implica no sólo esta clase de
dicotomía en las memorias de los datos pero también
en las de los conceptos. Lo evidencia el hecho de que cuando se
toma contacto con conceptos aprendidos en anteriores estados de
vigilia, como una palabra, en primer lugar uno se da cuenta si
los conocía de antes, y luego se los asocia con los
demás datos, en el caso de una palabra con la
representación adjunta. Eso implica a su vez la existencia
de neuronas que llamaremos neuronas conceptuales receptoras, pero
también de neuronas que llamaremos neuronas conceptuales
intermedias. Estas últimas, de la misma manera y por las
mismas razones que hay neuronas intermedias que participan de las
zonas receptoras, también integran las zonas conceptuales
donde se encuentran las neuronas conceptuales receptoras con
idénticas ubicación con respecto a ellas y
funciones similares, pues constituyen el asentamiento de las
memorias de largo plazo de los conceptos.
Por supuesto los conceptos que se forman en base a un
aprendizaje son siempre aprendidos, aunque estén formados
únicamente por la unión de datos de tipos
instintivos, pues la creación misma de estos conceptos
implica un aprendizaje.
Con respecto a este tipo de conceptos, el autor subraya
que no se tiene que confundir entre las señales
energéticas que producen la activación de las
neuronas que integran las diversas zonas de datos instintivos con
las señales energéticas producidas por dicha
activación. Las primeras constituyen nada más que
factores iniciadores mientras que las segundas son consecuencias
de dicha activación. Cuando el autor nombrará de
aquí en adelante los términos "dato instintivo", o
"instintivo" mencionará únicamente estas primeras
mientras que cuando citará los términos "dato
genético" o "genético" se referirá a la
activación en sí y a sus consecuencias.
Además, nombrará zonas de datos instintivos las
zonas constituidas por neuronas cuyos genes activados
corresponden a la expresión de alguna clase de dato
genético. Es decir que la recepción del dato
instintivo que le corresponda por parte de estas neuronas provoca
por parte de éstas la emisión de las señales
que corresponden a un dato genético. En función de
estas definiciones los datos, que integran los conceptos
aprendidos, que activan la lectura de los datos genéticos
en las neuronas idóneas son designados por el autor por la
calificación de datos instintivos.
Al igual que los datos, y por ser engendrados a partir
de la unión de éstos, cada concepto es constituido
por señales energéticas que son recibidas,
procesadas y transmitidas por un gran número de neuronas a
la vez, y en forma simultánea.
El mecanismo de recordación de los conceptos se
divide en varias etapas. Para su mejor entendimiento se tomara
como paradigma los
de orden visual. Considerando que cuando se lee en un diario una
palabra conocida con antelación, es decir anteriormente
grabada en las memorias conceptuales de largo plazo
idóneas, se producen estos varios procesos. Al principio,
después de pasar por las neuronas receptoras de las zonas
relacionadas con los órganos visuales, donde se graba, la
serie de datos penetra en las memorias de largo plazo
correspondientes estimulando los datos apropiados anteriormente
grabados, provocando así su lectura. Luego, las
señales energéticas así generadas ingresan
en las zonas conceptuales de orden visual. Seguidamente, pasan
por las neuronas receptoras de dichas zonas conceptuales, donde
se graban, y luego entran en las neuronas intermedias de dichas
zonas donde son leídas. Los conceptos ahí grabados,
luego de pasar por las zonas de los comportamientos son
transferidos a la zona del consciente, lo que permite en primer
lugar al lector recordarse inmediatamente haberlas leídas
anteriormente, merced a la recordación generada por la
lectura realizada en la zona receptora, y luego, en segundo
lugar, acordarse de su significado, merced a la
recordación de los conceptos relacionados con ella que se
hizo en base a la lectura de los conceptos precedentemente
grabados en las diferentes zonas conceptuales. Por eso, a la
lectura de una palabra ya conocido, en primera instancia el
lector la reconoce y luego se acuerda de su significado.
Evidentemente, el proceso es el mismo cualquiera sea el
órgano, o los órganos, receptores de
estimulación de origen interior o exterior, que
estén integrado por neuronas, o células sensitivas
y neuronas asociadas, que transmitan datos a las neuronas
receptoras cerebrales idóneas.
En resumen, los conceptos se forman merced a la suma en
forma superpuesta de las señales energéticas
provenientes de diversas zonas receptoras, gracias al hecho de
que dichas señales son del mismo orden
electro-químico. También hemos visto que las
señales provenientes de todos los órganos humanos
participan de, por lo menos, la formación de un tipo de
concepto y con respecto a los sentidos de la formación de
múltiples tipos de conceptos entre los cuales se encuentra
uno donde cada uno tenga preeminencia.
10.
Dominancia y principales consecuencias
de la existencia de los
conceptos.
Vamos a estudiar en este capítulo el
fenómeno de la dominancia en los conceptos, cuya
importancia fundamental podremos verificar más adelante.
Luego analizaremos algunas de las consecuencias directas de la
existencia de aquella.
La lectura de un concepto depende de la
activación de sus componentes, la cual depende por
supuesto de la intensidad de las señales
energéticas que las integran. Por ende, las que tienen
más predominancia energética son las que tienen
más posibilidades de ser más fácilmente
activadas que las otras, y también las que más
sobresalen en la lectura del concepto que integran. La
predominancia de una componente de un concepto sobre las otras
que lo componen depende fundamentalmente de la mayor intensidad
de las señales energéticas que lo componen en
comparación con la de las otras.
Dicha predominancia puede tener varios
orígenes.
Cuando de una zona receptora llega una cantidad mayor de
dendritas o axones a una zona conceptual, sea porque esta zona
contiene un número más elevado de neuronas, o
porque éstas tengan un número más elevado de
dendritas por neuronas, o por estas dos razones a la vez, la
posibilidad de formar conexiones por parte de la zona que provee
el más elevado número de dendritas y, o, de axones,
es más grande que la que provee una menor cantidad y por
ende la primera tiene una mayor posibilidad de preeminencia que
la segunda.
También, la posibilidad de conexiones
interneuronales depende de la distancia entre las neuronas;
más cercana se encuentra una neurona de otra más
posibilidades de formarse conexiones entre las dos existen en
consecuencia a las leyes de probabilidad. Por
ende, más cercana se encuentra una zona conceptual del
centro de confluencia de las terminaciones de los
apéndices provenientes de las neuronas intermedias de una
zona receptora que de las otras con las cuales está
conectada, más posibilidades de establecer conexiones
tiene la más próxima que las otras.
Otro motivo muy importante que justifica tal predominio
se encuentra en el hecho de que para una clase particular de
datos existe una cantidad superior de receptores asociados con
las neuronas sensitivas de un cierto tipo que para otra clase de
neuronas sensitivas; lo que implica automáticamente no
sólo una gama más amplia de variación de
frecuencia de las señales sino, además, una
posibilidad de mayor amplitud de energía de esta clase de
datos con respecto a las demás. En efecto, la intensidad
de las señales energéticas transmitidas por las
neuronas intermedias de las zonas receptoras corresponde a la
intensidad de la recepción, es decir a la de los
estímulos captados por las neuronas sensitivas con las
cuales están relacionadas. Dicha intensidad por depender
de factores exteriores al individuo se presenta entonces en forma
aleatoria.
Resulta evidente que la intensidad de las señales
energéticas juega un rol preponderante en la predominancia
de un tipo de señales con respecto a otros en las zonas
conceptuales donde se juntan, pues es esta misma la que determina
dicha preeminencia. Más intenso es un estímulo con
respecto a los otros, que se perciben en forma simultánea,
más se destacará sobre estos otros. Es decir
más intensa es la energía de la señal
generada en base a este estímulo particular, con respecto
a la de las otras, más predominará sobre los
conceptos que se formaran en base a ellos.
Se podría suponer que los genes activados
implicados podrían, merced a una especialización
particular, marcar o generar este predominio. Pero, el autor cita
esta suposición como una posibilidad muy poco probable
porque no considera que la activación de un gen en
especial pueda tener una influencia real sobre el nivel de
energía que pueda acumularse en sus hidrógenos de
enlace, simplemente porque la producción de energía
de una neurona es independiente de su genoma en sí, sino
de sus otras capacidades celulares, como las de las mitocondrias
o de su concentración iónica.
Por supuesto, la intensidad de la energía de las
señales que forman los conceptos tiene que ser
proporcional a la intensidad con la cual las neuronas de las
zonas receptoras las reciben y transmiten. En caso contrario, los
datos se verían distorsionados en sus esencias.
A partir del momento en que existe distintas clases de
cosas y que éstas se diferencien en base a una
medición, ésta genera necesariamente y
obligatoriamente, una escala de valor, la cual
implica la existencia de una preeminencia y de una inferioridad.
En consecuencia a esta indiscutible evidencia y en función
del hecho de que las componentes de un concepto tienen niveles de
energía que pueden ser variables y distintos, una de
dichas componentes, obligatoriamente, en algún momento
prevalece sobre las demás. Por tener niveles de
energía también variables, cada componente tiene la
posibilidad de ser dominante cuando su nivel propio de
energía supera el de las demás. Evidentemente
cuando dos componentes poseen niveles de energía
exactamente coincidentes ocupan el mismo rango en la escala de
valor determinada por la existencia de los diferentes niveles
energéticos de cada componente de un concepto en el
momento de su ocurrencia. En función de estos preceptos es
obligatorio admitir la existencia de la preeminencia de una
componente de un concepto sobre las demás cualquiera
sea.
Se puede considerar que la principal componente de un
concepto constituye, en el ámbito energético, la
portadora de las otras. De la misma manera que en las ondas
radio de alta
frecuencia hay una onda portadora.
Numerosos argumentos demuestran el fenómeno de la
preeminencia en el ámbito consciente de un concepto de una
clase de datos sobre los otros. Entre ellos se encuentra el hecho
de que el dato que más se destaca cuando uno se acuerda de
un concepto, resulta ser, sistemáticamente, el dominante.
También, si se trata de evocar un concepto, resulta
siempre más fácil hacerlo a partir de la
remembranza del mismo dato, que es invariablemente el
dominante.
La existencia misma de los conceptos implica que si se
estimula y lee, por medio de una enzima especial, una de las
componentes de éstos, se estimulará y leerá
el conjunto de las señales que los conforman. De
aquí que, cuando se mira un objeto conocido su nombre
venga en general inmediatamente a la memoria, y a veces algunas
de sus otras particularidades que fueron memorizados cuando se lo
identifico por primera vez o visto algunas otras veces. El autor
considera este hecho como fundamental para la comprensión
del funcionamiento del encéfalo. En efecto, y la realidad
del hecho lo comprueba, la lectura de uno de los constituyentes
de un concepto, que llamaremos iniciador, provoca la del concepto
en su totalidad, merced a la forma íntima de
asociación de datos que lo forman.
Debemos tomar en cuenta que, fundamentalmente, el factor
iniciador de la lectura de un concepto, puede ser un único
dato o una componente de otro concepto entrante. Por eso es que
la remembranza de una palabra que incluye el recuerdo de varias
clases de datos puede provocar a su vez la evocación de
otra, que también puede incluir el recuerdo
simultáneo de datos de distintos
órdenes.
Además, el factor iniciador de la lectura de un
concepto puede no ser su principal componente. Por esta
razón un hecho o un objeto anodino pueden a veces provocar
el recuerdo de un acontecimiento importante que lo
incluyó. Por supuesto cuando un concepto fue anteriormente
grabado con una componente dominante, o principal, su posterior
recordación hará que dicha componente quede como
tal. Es decir que aunque un concepto puede ser leído
merced a un factor iniciador que no es su principal componente,
al ser así recordado, su componente dominante
seguirá siendo el dominante de éste en el momento
de la lectura, merced a su nivel energético superior al de
los demás que lo integren. No hay que olvidarse que la
adición de energía que provoca la lectura se
produce en función del conjunto y no de la señal
que sirve de factor iniciador; hecho por el cual aunque el factor
iniciador no sea el dato dominante, este último
seguirá siendo el mismo independientemente de la cantidad
de veces que el concepto sea leído en función de
dicho factor iniciador no dominante. Por eso es que cuando una
persona conoce otra que puede ser el más gran amor de su
vida y en este mismo momento escucha una melodía anodina,
al escucharla de nuevo, quizás años después,
se acordará del encuentro, y aunque se siga recordando
numerosas veces este mismo acontecimiento escuchando la
melodía en cuestión, el factor dominante del
recuerdo seguirá siendo el encuentro en sí. Este
hecho, probado por la experiencia, es fundamental para el
control de la
energía emitida, como lo veremos más
adelante.
Debemos tener en cuenta que durante el estado de vigilia
la actividad de las zonas conceptuales es incesante. Incluido
cuando una de las zonas receptoras de datos parece estar
aparentemente inactiva. Como cuando se cierran los ojos, pues
igualmente se ve un contexto oscuro, lo que significa que se ve
algo. Ya hemos visto que durante dichos estados las zonas
receptoras de datos no paran nunca de mandar las señales
energéticas correspondientes a las zonas conceptuales.
Merced a que éstas no cesan de procesarlas, eso permite
entre otras cosas recordarse el significado de lo anteriormente
aprendido, es decir de asociar en el ámbito consciente
diversas clases de datos. Este hecho es fácil de comprobar
pues una interrupción del proceso de
conceptualización significaría la pérdida
total de la capacidad de relacionar los objetos y hechos entre
sí, así que el entendimiento del contexto y de los
acontecimientos captados por el individuo. Lo que se
notaría inmediatamente.
También se tiene que destacar, una vez
más, que la recepción de las señales
energéticas en las neuronas conceptuales implica su
automática transmisión a las demás neuronas,
con las cuales están relacionadas por medio de sus
apéndices neuronales, por la obligada circulación
de un flujo de energía en un medio conductor, tal cual lo
hemos visto anteriormente.
Asimismo, al igual que el autor no tomó en cuenta
la existencia de caminos neuronales de recorridos alternativos de
las señales a partir de un cambio en las conexiones
neuronales que seria provocado por el contenido de los datos que
las atraviesan, en las neuronas que integran las zonas
receptoras, tampoco considerará esta posibilidad con
respecto a las neuronas de las zonas conceptuales, y por las
mismas razones.
Uno de los resultados más interesante de la
existencia de las zonas conceptuales es la posibilidad de
concentrar la atención sobre un punto en particular de
dos órganos sensoriales del mismo tipo, que procede del
hecho de que los mamíferos poseen algunos órganos
sensoriales en dobles ejemplares, como los ojos o las orejas. Al
encontrarse en el encéfalo humano zonas receptoras propias
a cada uno de estos órganos naturalmente, en consecuencia,
se encuentran zonas con características conceptuales
particulares donde se asocian estas dobles recepciones de
datos.
Esta concentración se logra en función de
un aprendizaje, que ocurre en los primeros meses de vida, es
decir luego del nacimiento, del bebé. En el caso de la
vista, ésta se aprende, merced a un comportamiento
inicialmente instintivo, que permite controlar los
músculos directores de los movimientos oculares de tal
manera que estos últimos puedan tener un mismo punto
focal. Luego, aunque dicho control pueda parecer totalmente
genético, depende en realidad de un aprendizaje pues
ofrece ulteriormente la posibilidad al individuo de cambiar su
punto focal a voluntad. En el caso de la visión ocular
esta zona conceptual especial se ubica en la zona diecisiete de
Brodmann, es decir en la cisura calcarina situada en el extremo
de la zona occipital del encéfalo.
La teoría del autor respecto a la existencia de
las zonas conceptuales explica de una forma relativamente
sencilla una de las incógnitas más interesantes de
la paleontología moderna.
En efecto, se ha constatado sobre todo merced al estudio
de los restos del niño de Turkana, que pertenecía a
la especie del homo ergaster, bien anterior a la aparición
del homo sapiens sapiens, que éste poseía una zona
de Broca bien desarrollada pero un canal medular estrecho es
decir que poseía supuestamente un centro cerebral del
habla pero que no podía hablar por no poder controlar su
respiración en forma adecuada.
En forma similar se ha constatado que las especies de
australopitecos, poseían también dichas zonas de
Broca aunque con un grado menor de desarrollo, pero que su grado
de flexión basi-craneal correspondía a una alta
posición de su laringe, lo que le imposibilitaba
absolutamente el habla
Para entender esta aparente contradicción el Dr.
Walter propuso que dicha zona corresponde también al
control de los movimientos de la mano derecha pues se cree que
estos seres prehistóricos controlaban bien estos
movimientos por ser capaces de fabricar instrumentos primitivos,
lo que explicaría entonces el desarrollo de dicha zona
cerebral. También hubiera podido alegar que esta misma
zona controla el pie derecho que participa del caminar recto en
forma bípeda o el crecimiento del pelo en la parte derecha
del cuerpo. Además, se sabe que el chimpancé que
posee una capacidad craneal idéntica a la que
tenían los australopitecos y un manejo bastante preciso de
su mano derecha, carece aparentemente de zona de Broca. Aunque
esta explicación resulta bastante divertida no deja de ser
una incongruencia.
Para el autor, a la luz de sus teorías, las zonas
de Broca y de Wernicke corresponden a zonas conceptuales donde se
unen señales provenientes de las zonas sensitivas, con la
particularidad que los conceptos ahí creados caracterizan
los objetos, hechos o pensamientos de una forma muchísimo
más precisa que la de los otros animales y en particular
de los primates. Esta precisión se obtiene porque estos
homínidos, al igual que los homo sapiens sapiens
debían tener capacidades visuales totales mucho más
amplias que las de cualquier otra especie animal, la cual es
también, a nivel cerebral, directamente proporcional a la
cantidad de neuronas concernidas. En realidad estas zonas existen
en las otras especies de primates, de una manera tan
rudimentarias que son imperceptibles, pero su desarrollo en los
homínidos ha llegado a tal punto que forman verdaderas
protuberancias. En efecto, si bien para un chimpancé dos
objetos pueden ser parecidos, no dejan de ser dos objetos
distintos. Mientras que el ser humano es capaz de relacionarlos
entre sí catalogándolos es decir distinguiendo sus
semejanzas y sus diferencias de una forma muchísimo
más precisa que cualquier otra especie animal, porque
justamente sus capacidades visuales son muy superior a las de
éstos. Esta capacidad de distinción amplia basada
en la conceptualización de varias clases de datos de
origen sensoriales, y en particulares de los provenientes de las
zonas relacionadas con los órganos visuales implica
automáticamente un necesario gran desarrollo de las zonas
conceptuales que las permiten. Por eso es que un daño en
la zona de Wernicke impide el entendimiento de las palabras
escritas pues impide su diferenciación a nivel visual.
También un daño en la zona de Broca perturba la
diferenciación de los sonidos. En base a esta
teoría el autor afirma que los australopitecos
tenían unas capacidades visuales muy superiores a las de
los chimpancés actuales, lo que analizaremos más
adelante.
También, otra consecuencia notable, resultante de
la existencia de la formación de los conceptos, es el
hecho de que un concepto puede tener componentes que sean otros
conceptos a su vez. Resulta lógico darse cuenta de que si
existen distintas zonas conceptuales que reciben las
señales provenientes de dos o varias zonas receptoras
unificándolas, existen además otras zonas que
reciben las señales provenientes de estas zonas
conceptuales, unificándolas también. En otras
palabras, pueden formarse en la mente conceptos sobre la base de
otros conceptos. De aquí que se pueda definir una palabra
en función de otras que designen, cada una, relaciones
entre varias clases de percepciones, que pueden ser distintas y
particulares a cada una de ellas. Algunas de las facultades
mentales más notorias del ser humano, como el poder de
síntesis o de formar abstracciones, se
arraigan en esta capacidad. Sin olvidar que se pueden efectuar
ejercicios físicos complejos, que requieren la
participación de numerosos órganos en su
mayoría motores, merced a los conceptos que unen dichos
órganos. Resulta indiscutible que existen varias clases de
conceptos de conceptos, pues al igual que existen varias clases
de conceptos que unifican, como lo comprueba la realidad de los
hechos, dos o varias clases de datos distintos provenientes de
las zonas receptoras, existe necesariamente una
diversificación en los conceptos de conceptos.
La diversificación entre los conceptos de
conceptos tiene su raíz en la morfología cerebral
al igual que la diversificación de los simples conceptos.
Hemos visto que los conceptos se forman por la unión de
datos provenientes de zonas receptoras distintas entre sí
en una zona particular a cada uno. Eso ocurre porque estas zonas
conceptuales particulares se encuentran físicamente en la
confluencia de las terminaciones de los apéndices
neuronales provenientes de dos o varias zonas receptoras. Pero,
por una razón de orden morfológica y por su
número, que corresponde a la cantidad de órganos
corporales, no existe una zona intermedia que separe los centros
de confluencia de las terminaciones de los apéndices
neuronales que provienen de todas las zonas receptoras, como lo
demuestra la realidad de los hechos, sino varias zonas
intermedias entre los centros de confluencia de dichas
terminaciones de los apéndices neuronales que corresponden
a dos o algunas más zonas receptoras. De aquí la
diferenciación entre los conceptos y su
diversificación de preeminencias. Existen también
diferenciaciones de conceptos de conceptos, y preeminencias de
una de sus componentes con respecto a las demás, por las
mismas razones. El autor llamará los conceptos de
conceptos simplemente conceptos por ser en fin de cuenta
constituidos en base a la unión de datos, salvo en el caso
que se necesite diferenciarlos entre sí. Por supuesto los
datos generados en todos los órganos corporales participan
de la formación de conceptos, hasta del cerebro
mismo.
En resumen, La preeminencia de un dato sobre los
demás que conforman un concepto, deriva del hecho de que
éste posee el nivel energético más elevado,
en el momento donde se graba por la primera vez, en
comparación al de los otros. Esta particularidad implica
que cualesquiera sean el nivel energético y la naturaleza
del factor iniciador de la lectura de un concepto, el dato
dominante conserva siempre su preeminencia. Entre las
consecuencias más destacables de la existencia de las
zonas conceptuales se encuentra el hecho de la formación
de los puntos focales. Históricamente el desarrollo
particularmente importante de ciertas zonas conceptuales
permitió la aparición del habla en el ser humano.
También, además de existir zonas conceptuales que
unen datos existen igualmente zonas conceptuales que unen
conceptos.
11.
Constitución de los comportamientos.
Antes de examinar la constitución de los
comportamientos vamos a analizar el mecanismo de dos pautas
fundamentales del aprendizaje de cualquier elemento que sea un
dato, un concepto o un comportamiento. Estas pautas son: la
disociación del contexto por un lado y el significado por
otro. Luego veremos como se originan los comportamientos
aprendidos en el cerebro humano.
La primera de estas dos pautas atañe a la
comprensión de como se inicia un aprendizaje cualquiera
sea. Hay que darse cuenta de que existe un proceso muy importante
que es el de la disociación de algo de lo que lo rodea.
Sabemos que la repetición de la lectura de un mismo
elemento, en distintos contextos, provoca un aumento substancial
de la energía de las señales precedentemente
grabadas que lo constituyen. Lo que facilita notablemente sus
futuras recordaciones. Mientras que cada contexto por haber sido
grabado en una sola o muy pocas ocasiones es más
difícil, y a veces casi imposible, de evocar. Por ejemplo,
si una persona enseña a un niño una fotografía
que representa una vaca y le dice: "este cuadro representa una
vaca". Y, poco después ve una publicidad por la
televisión
donde se enseña una imagen de dicho animal,
designándola como una vaca. Luego, el niño ve este
mismo animal en una pradera y un campesino le dice: "este animal
es una vaca". El término "una vaca" asociado a la
visión del animal será el único dato
fácil de recordar. Mientras que los contextos de la
persona y el cuadro, el televisor o el campesino y la pradera
serán más difíciles de rememorar.
Este aprendizaje basado en repeticiones de un mismo
elemento que sea dato, concepto o comportamiento en distintos
ámbitos, tiene un efecto separador de éste con
respecto a los demás que constituían los diferentes
contextos que lo rodearon. Le permite la disociación de
los elementos aprendidos de sus contextos de aprendizaje. El
autor considera como muy importante hacer notar que este
fenómeno de la disociación es inherente no
sólo al aprendizaje de datos pero también de
conceptos y de comportamientos. Por ende cada elemento así
aprendido se vuelve una verdadera unidad
autónoma.
También, con respecto al proceso de la
disociación, es importante observar que se le agrega a
menudo otro fenómeno, que constituye la segunda pauta
más importante de los procesos de aprendizaje, que es el
significado; el cual se asienta simultáneamente sobre el
fenómeno de la disociación y el de la
asociación. Hay que considerar que el
conocimiento del significado no implica en absoluto el de su
comprensión en el ámbito consciente. Pues, el hecho
de asociar la palabra caminar con los movimientos musculares que
permiten esta forma de desplazamiento no implica la
comprensión absoluta del porqué ni del como se
realiza dicho comportamiento.
El aprendizaje del significado se asienta también
sobre la repetición del hecho. En efecto, durante su
aprendizaje del lenguaje
materno el bebé se basa, en forma instintiva, en la
repetición de la asociación de cada palabra con una
serie de palabras o datos que puede ser constituida por una o uno
sólo, para finalmente aprender su significado. A nivel
cerebral esta asociación consiste en realidad en formar
series de dos o más conceptos, que le permiten identificar
en el ámbito consciente el primero con el o los otros que
constituyen sus significados. Es decir, por ejemplo, en asociar
en forma unitaria la serie de señales energéticas
que constituye la palabra caminar con la serie de señales
energéticas que constituyen los datos generados por las
neuronas que rigen los diversos músculos que participan
del andar. Siendo, la serie así formada, considerada y
tratada como una unidad. Este tipo de asociación consiste
en unificar un dato de un tipo dado, con uno o varios otros, de
cualquier origen, que lo delimitan y lo definen en el plano
consciente. En este último ejemplo era una palabra que fue
asociada con movimientos.
Para un adulto, el aprendizaje en forma audio-visual de
un segundo idioma conlleva en sí mismo, en primer lugar,
el aprendizaje de la diferenciación de las palabras y
frases entre sí, como lo confirma la
experimentación. Luego, en segundo lugar, el necesario
entendimiento del significado de las palabras que conforman
el lenguaje
que se quiere adquirir, asentado en la asociación de cada
palabra del nuevo idioma con su significado es decir con la o las
palabras equivalentes de su idioma materno.
Ahora que hemos analizado dos del las pautas más
importantes del aprendizaje de cualquier tipo de elemento, vamos
a analizar la formación de los comportamientos.
En el estado de vigilia los conceptos se forman como ya
sabemos de una manera continua y sucesiva. Este mismo estado
implica sin lugar a duda el funcionamiento de los sentidos y del
resto de los órganos entre los cuales se encuentran los
músculos, que se quedan generalmente en reposo, aunque a
veces puedan realizarse movimientos esporádicos, durante
el estado de sueño, como lo vamos a ver más
adelante.
Por supuesto, al igual que existe la predominancia de un
tipo de dato sobre los otros, con los cuales se forma un concepto
dado, existe también la predominancia de un tipo de
concepto sobre los otros que participan de la formación de
los conceptos de conceptos.
En algunas zonas cerebrales bien definidas, conceptos
provenientes de diversas zonas conceptuales, donde se generan
permanentemente en los estados de vigilia, se suman
continuamente, y sucesivamente, en forma conceptual. Entre los
conceptos así creados se encuentran series de ellos que
determinan diferentes conductas del ser, no obligatoriamente en
el ámbito consciente como lo veremos más adelante.
Estas zonas particulares son, entonces, zonas generadoras de
comportamientos y por ende, el autor las llamara zonas de los
comportamientos aprendidos. A su vez, los conceptos que se
engendran en las zonas de los comportamientos aprendidos
serán llamados conceptos generales.
Estos conceptos generales pueden ser sólo de
orden aprendidos o mixtos por engendrarse a partir de los datos
instintivos que conciernen las zonas de datos instintivos y de
datos aprendidos provenientes de las zonas receptoras. Se
analizará en el capítulo siguiente el origen de la
relación existente entre los datos instintivos y los
genéticos.
Ahora, solamente tenemos que acordarnos que los
conceptos genéticos y los comportamientos genéticos
son directamente inscritos en el genoma y por ende no se forman
en base a datos, sino que existen como tales en forma innata.
Mientras que un concepto que se forma únicamente en base a
datos instintivos tiene que ser considerado como aprendido
simplemente porque fue creado en base a un aprendizaje, aunque el
autor por distinguirlo de las otras clases de conceptos lo llama
de orden instintivo. Para distinguir un concepto aprendido
compuesto únicamente por datos aprendido de otro integrado
por datos aprendidos e instintivos se llamará al segundo,
aunque sea igualmente aprendido, un concepto de orden
mixto.
También debemos acordarnos que las neuronas
receptoras reciben los datos de las neuronas sensitivas que los
produjeron en función de estímulos generados en
función del medio externo o del desarrollo interno al
individuo mismo. Cuando un individuo adopta una conducta
particular los distintos datos, que la engendran, reflejan cada
uno alguna faceta de esta conducta. Pues se producen no solamente
en función del actuar del individuo pero además,
obligatoriamente, en función de un contexto; que depende
de una situación relacionada con un momento, un lugar y un
estado del ser. En otras palabras cuando un comportamiento genera
una conducta por parte del individuo, esta conducta se realiza en
función del contexto en el cual se encuentra dicho
individuo. Es decir que todos los comportamientos aprendidos
humanos aunque sean puramente mentales se basan obligatoriamente
en aprendizajes lo que significa que a pesar de que los conceptos
generales que los conforman son engendrados en base a datos
instintivos y aprendidos, por estar relacionados con el medio
ambiente del ser y la condición de éste cuando se
generan, son únicamente de tipo aprendido o de orden
mixto.
En el ámbito consciente, los períodos
donde se forman las series de conceptos generales que no
constituyen comportamientos, equivalen a momentos de inactividad,
es decir de reposo. Una persona acostada sobre una cama mirando
una película por televisión se encuentra en estado
de reposo muscular y a menudo analítico, actitudes que
corresponden a la ausencia de dos clases de comportamientos
aprendidos distintas como lo vamos a ver más adelante. A
nivel neuronal para una o varias clases de comportamientos
aprendidos, a lo largo de estos períodos, los conceptos
generales generados en las zonas correspondientes poseen bajos
niveles de energía tales que prácticamente no se
manifiestan en el ámbito consciente. Mientras que, a
menudo, una o varias otras clases de comportamientos aprendidos
dominantes sí, se hacen notar en el mismo
ámbito.
Se tiene que destacar que por definición lo que
el autor llama reposo atañe solamente a los
comportamientos.
Aunque puede concernir una sola clase de comportamientos
siendo así parcial. Sino, se especifica como total cuando
concierne el conjunto de todas las clases de comportamientos. Se
tiene que destacar que el estado de reposo total duradero en el
estado de vigilia ocurre raramente en un ser humano pues implica
un verdadero cese de actividad a nivel muscular y mental, que
puede corresponder a algunas formas de catalepsia, como la que
alcanzan algunos yoguis.
En contra parte, el estado de reposo no se refiere a las
actividades neurovegetativas pues como lo vamos a ver más
adelante éstas no son engendradas en base a
comportamientos sino en base a datos genéticos. Lo que
significa que un individuo puede estar en estado de reposo
parcial o total mientras que su sistema neurovegetativo
está en pleno funcionamiento.
Los comportamientos aprendidos siendo, por
definición, series de actividades unitarias y coordinadas
entre sí, que participan de un único hecho, o
conducta, están constituidos como lo acabamos de ver por
series ordenadas de conceptos generales que representan cada uno
una actividad particular. Pueden ser de orden mixto es decir
compuestos por componentes instintivos y otros aprendidos, o
únicamente por aprendidos.
La capacidad de conceptualizar datos o conceptos de
origen aprendido con otros instintivos para formar conceptos y
luego comportamientos mixtos, es probada merced a que posibilita
el control, aunque a veces indirecto, de órganos que
naturalmente funcionan de una manera genética, es decir en
este caso imposible de controlar directamente en el ámbito
consciente. Este control se puede realizar gracias a la
activación del comportamiento aprendido incriminado por
medio de la activación de los datos o conceptos aprendidos
que lo integran. Tal es el caso de algunos músculos lisos
o de algunas glándulas. En efecto, el hecho de pensar en
comer un manjar, anteriormente probado, puede provocar la
secreción de los jugos gástricos, o en una pareja
amada acelerar el ritmo cardíaco. Al igual que pensar en
un hecho que causó el llanto puede estimular las
glándulas lacrimales. Lo que comprueba, además del
hecho de que pueden activar los datos energéticos
inscritos en los genomas idóneos de las neuronas
adecuadas, también, que tanto los datos instintivos como
los datos aprendidos son igualmente conformados por
señales energéticas.
Mientras que los comportamientos genéticos son
idénticos de un ser humano a otro, por estar inscriptos en
sus genes, es decir innatos, los comportamientos aprendidos y de
orden mixto, dependen de la historia y de las
capacidades de cada ser humano. Corresponden, entonces, a lo que
se denomina la
personalidad de los individuos. Rigen y combinan la actividad
simultánea y conjunta de parte o de todos los
órganos del ser. Entre ellos el encéfalo
mismo.
En función de la anterior definición se
tiene que aclarar que, en tanto que los conceptos unifican datos
de distintas orígenes de un modo unitario, es decir que
contengan dos o más datos pero con la particularidad de no
haya más de un dato que provenga de una misma zona de
datos aprendidos o que esté relacionado con una zona de
los datos instintivos, a la vez, sumándose en forma
conceptual. Mientras que cada concepto general puede ser
integrado, por un mismo dato, o un mismo tipo de dato incluido a
la vez en varios de los conceptos que lo integran con distintas
dominancias. Lo que implica que un concepto general puede ser
conformado por uno repetido varias veces o por varios datos
correspondiente a la misma clase de datos instintivos o
provenientes de una misma zona receptora, o sino correspondientes
a varias clases de datos instintivos y datos provenientes de
varias zonas receptoras, o con todas estas variantes a la
vez.
Cada tipo de comportamiento aprendido resulta ser
compuesto por una serie de conceptos generales que pueden
provenir de una sola o de varias zonas conceptuales. Aunque dicha
serie pueda ser integrada por un único concepto general,
por corresponder éste, de por sí sólo, a una
conducta del ser. Por supuesto cada concepto general integrante
de una serie puede ser distinto de los demás hasta puede
ser del tipo aprendido o de orden mixto, independientemente del
tipo de los demás.
Dicha serie puede también ser muy prolongada, por
ejemplo nadar implica una sucesión de movimientos
efectuados sin interrupción entre el momento que se
empieza y el momento que se acaba, lo cual puede durar un largo
plazo. Eso significa e implica que la lectura de cada concepto
general perteneciente a dicho comportamiento implica la lectura
del siguiente, hasta la lectura del último que lo
integra.
Este fenómeno tan importante ocurre porque parte
de los comportamientos aprendidos se graba como un todo, como una
unidad, merced al fenómeno de la disociación y los
demás que son compuestos por dos o varios comportamientos
sucesivos se relacionan en función de un aprendizaje
adecuado y la evocación del o de los conceptos iniciadores
implica la activación de la totalidad del comportamiento
así formado. Sin embargo, la realización o
activación de esta sucesión de conceptos generales
puede ser interrumpida en cualquier instante por un factor
exterior al comportamiento en curso, como lo comprueba la
experiencia.
Esta particularidad de los comportamientos aprendidos de
ser compuestos por una serie de conceptos generales que pueden
ser activados merced a la acción de un concepto o de una
serie de conceptos que le sirven de estímulos iniciadores
se enraíza en el origen mismo de los comportamientos.
Efectivamente vimos en el primer capítulo que los
comportamientos genéticos de los protozoos se iniciaban
merced a una estimulación de procedencia exterior o
interior al animal, y se desarrollaban merced a la lectura de un
tramo bien delimitado de un gen del animal. Eso es posible porque
forman un todo y que al empezarse una lectura del alineamiento,
la enzima lectora puede cubrir los límites mismos del
tramo del cromosoma contenido en el genoma, o del genoma mismo
cuando forma una unidad no fragmentada, donde se encuentra
grabado el esquema de comportamientos.
En el caso de los comportamientos genéticos
humanos dicha lectura está sometida a las mismas reglas
que las que rigen la de los animales que ocupan los eslabones
superiores de las cadenas evolutivas. Seguramente por una
razón de conservación de capacidades
benéficas a las especies que constituyeron la cadena
evolutiva que dio nacimiento a la especie. Tal como lo hemos
constatado anteriormente.
Con respecto a un comportamiento aprendido o de orden
mixto, debemos tener en cuenta, como lo confirma la realidad de
los hechos comprobables, que se graba de tal forma que responde a
tres maneras de activarse sus distintas partes, en forma
sucesiva.
Puede ser, o merced al fenómeno de la
disociación, en este caso gracias a un aprendizaje
adecuado del comportamiento como una unidad, se necesita
sólo un único elemento estimulador para iniciar y
propiciar su lectura completa ininterrumpidamente de las
señales energéticas que lo componen en los mismos
tramos de las mismas neuronas.
O, en partes separadas pero relacionadas entre
sí, porque el elemento estimulador iniciador es compuesto
de una serie de conceptos que activan en forma sucesiva las
distintas partes del comportamiento aprendido. Por ejemplo,
cuando una persona dice: "voy a comer y luego a dormir" estos dos
comportamientos aprendidos se cumplen entonces en forma sucesiva;
la primera parte del factor iniciado sirviendo de factor
iniciador de la primera parte del comportamiento aprendido total
y, luego de la conclusión de su lectura, la segunda parte
del factor iniciador sirviendo de factor iniciador de la segunda
parte del comportamiento aprendido total, lo que implica que cada
uno pueda estar ubicado en partes separadas en los genomas de las
neuronas donde se encuentran inscritos, por haber podido ser
aprendidas en forma separada. Hasta puede ocurrir que cada parte
se encuentre en grupos de neuronas distintos. Por ende el
comportamiento aprendido total puede ser compuesto por más
de dos partes, sino por tantas parte como contiene el factor
iniciador concernido que a su vez puede contener hasta un gran
número de partes.
O sino, merced a un aprendizaje adecuado que, en
función de un estimulo idóneo, une sus diferentes
partes sucesivamente de tal manera que formen un todo. Cuando un
hombre se viste a la mañana al ver un par de mocasines se
los calza mientras que si ve un par de zapatos con cordones no
sólo se los calza pero además anuda los cordones.
En el segundo caso el comportamiento aprendido total incluye al
primero sumándole un segundo. La diferencia entre la
realización del primero y la de éste más un
segundo, se origina en función del elemento iniciador.
Evidentemente, se necesita un aprendizaje previo de la
unión de los dos comportamientos aprendidos merced a la
aparición del factor iniciador particular a la
activación de los dos. A nivel neuronal, luego de lectura
del último concepto general del primer comportamiento
aprendido que acaba de ser leído se encuentra incluido en
él un dato o un concepto que al ser activado se convierte,
gracias a un aprendizaje anterior y en función del factor
iniciador, en el iniciador del primer concepto general del
segundo comportamiento aprendido que le sigue, que participa de
dicho comportamiento aprendido total. Generalmente, en
función de un aprendizaje anterior, el último
concepto general de este segundo comportamiento puede volverse
iniciador de un tercero, y así sucesivamente, etapas tras
etapas se desarrolla el comportamiento aprendido
global.
Se termina la ejecución de un comportamiento
cuando se acaba la activación del último concepto
que lo compone. Pero cuando un comportamiento es compuesto por la
repetición de una misma acción, entonces su inicio
se produce en función de un factor iniciador particular
que incluye el o los conceptos que determinan directamente o
indirectamente el final de dicho comportamiento. Se dice, por
ejemplo, "voy a hacer tres veces eso", lo que implica que las dos
primeras veces sirven de iniciadoras de la siguiente y la
última acaba como tal. O sino se dice o piensa "voy a ir
caminando hasta tal punto". Es decir que el hecho de recorrer
caminando una cierta distancia conlleva por supuesto a efectuar
pasos tras pasos, lo que implica que durante la caminata un paso
sea, a su finalización, el iniciador del siguiente, y la
toma de contacto con la meta de dicha
caminata constituye el estímulo que marca el final
del comportamiento.
Evidentemente, cada comportamiento aprendido puede estar
inscripto en distintos grupos de neuronas, además de que
cada uno de estos comportamientos puede también ser
formado por partes separadas, como en el caso
anterior.
Estas tres formas de activar comportamientos aprendidos
explican una particularidad interesante del funcionamiento del
cerebro humano. En efecto el aprendizaje de un nuevo
comportamiento requiere obligatoriamente del aprendizaje
simultáneo de un factor iniciador, que resulta ser en
muchos casos una o varias palabras. Dicho factor tiene que ser
específico y poseer el nivel energético adecuado.
Sino se produciría, sea la activación de un
comportamiento aprendido no deseado grabado con un nivel de
energía superior a el buscado, o sea un problema de
dispersión del la energía al activar un gran
número de comportamientos aprendidos a la vez y, en
consecuencia a la falta del nivel energético mínimo
necesario, no se produciría la activación de la
enzima lectora. El aprendizaje de un comportamiento aprendido
particularmente largo y complejo, que no sea compuesto por la
repetición de una única secuencia de movimientos de
poca duración por ejemplo, precisa pues del de un factor
iniciador particularmente largo y específico a su vez.
Sino, necesita de un encadenamiento previo en base a un
aprendizaje particular que implique que, además del de
cada parte del comportamiento, cada uno sea también
aprendido como factor iniciador de la siguiente parte hasta el
aprendizaje de la última parte.
Por eso es que la memorización de una poesía
muy larga requiere de un aprendizaje por etapas, es decir que se
aprenden un grupo de versos tras otro, aprendiendo también
a relacionarlos entre sí, para finalmente reagruparlos en
una sola recitación, en función del título.
De esta misma forma se estudia una pieza de baile clásico
es decir pasos por pasos, movimientos tras movimientos.
Igualmente, para aprender una larga lista de cifras se necesita
agruparlas en pequeños grupos aprendiendo
simultáneamente a relacionar cada grupo con el siguiente.
Por supuesto, en función de lo que ya sabemos, si se
relaciona cada grupo de cifras con una palabra clave que sirve de
factor iniciador, el aprendizaje resulta entonces más
cómodo. Pues como el uso de cifras es común al ser
humano moderno, los pequeños grupos de cifras por la
reiteración de su uso en distintas ocasiones pueden no ser
factores activadores suficientemente
específicos.
Otra particularidad notable, relacionada con la
existencia de los factores iniciadores de los comportamientos, se
enraíza en el hecho que pueden ser conceptos o serie de
ellos. En este caso la evocación de cualquiera de sus
componentes puede servirles de factor iniciador. De aquí
que los sinónimos de las palabras que sirven de factor
iniciador pueden, en función de un aprendizaje adecuado,
servir a su vez de factor iniciador del verdadero factor
iniciador, cuando participan de su definición o son a su
vez definidos por él. En estos casos el sinónimo
sirve de factor iniciador del o de la serie de conceptos que a su
vez sirve de factor iniciador del comportamiento concernido. Pues
aunque no se destaquen en el ámbito consciente igualmente
el hecho que una palabra participa de una definición
significa en realidad que integra el concepto o al ser a su vez
compuesto por una serie de conceptos integrar la serie de
éstos que constituye el significado de dicho factor. Del
mismo modo, cualquier otro tipo de componente del factor
iniciador puede activar el comportamiento correspondiente. Es
decir que, aunque este factor iniciador sea una palabra, un dato
visual que sirve a su definición, es decir que integra la
serie de conceptos que la constituye, puede servir de factor
iniciador.
Que sean aprendidos, genéticos o mixtos, los
comportamientos pueden constituir respuestas a estímulos
iniciadores exteriores o interiores al ser humano, y en
particular al desarrollo de los mismos procesos cerebrales. Con
respecto a los comportamientos aprendidos y de orden mixtos se
pueden dividir, a veces, en varias series de conceptos generales,
como lo acabamos de ver. Es digno de destacar que dichos
conceptos generales, o series de éstos, pueden haber sido
grabados a veces como un todo, o de a uno por uno en
épocas distintas o en una sola, o en forma de series
sucesivas, de iguales o desiguales cantidades de conceptos
generales, grabadas en uno sólo o en diferentes
momentos.
Resulta evidente, dado que un ser humano puede acordarse
a corto y largo plazo de la generación de sus
pensamientos, hechos y acciones, es decir de sus comportamientos
aprendidos y de orden mixto, que las zonas que los engendran
poseen la misma estructura que las zonas receptoras y
conceptuales de lo aprendido. Es decir que, cada zona de los
comportamientos aprendidos está conformada por neuronas
que llamaremos neuronas de comportamientos receptoras y otras que
les están directamente conectadas que llamaremos neuronas
de comportamientos intermedias. Éstas constituyen
respectivamente los asentamientos de las memorias de corto y
largo plazo de los comportamientos aprendidos.
En este capítulo vimos que los comportamientos
aprendidos pueden tener varios tipos de constituciones, algunos
proceden de un mero aprendizaje de datos que luego se suman para
formar conceptos los cuales a su vez se suman para formar
conceptos generales que se encadenen entre sí para formar
un comportamiento aprendido. Otros son integrados por conceptos
generales formados por la unión de conceptos que integran
datos instintivos con datos aprendidos formando así
conceptos de orden mixto. Por supuesto los comportamientos
aprendidos pueden ser integrados por conceptos generales de orden
mixto y de otros aprendidos, es decir que son compuestos
únicamente por datos aprendidos. Estos comportamientos
pueden ser activados por factores iniciadores en forma unitaria o
sucesiva en función de estos últimos.
En el siguiente capítulo vamos a ver que
numerosos comportamientos se originan en el reemplazo de unos
genéticos por otros aprendidos.
12. Reemplazo de comportamientos genéticos
por
comportamientos de orden
mixto.
La diferencia fundamental entre los comportamientos
aprendidos y los genéticos, es que estos últimos
por ser innatos, es decir por depender del alineamiento inmutable
de sus pares de nucleótidos, que componen su genoma, no
pueden ni ser modificados ni penetrar en la zona del consciente.
Lo que implica que no pueden notarse en el ámbito
consciente. Mientras que los aprendidos, como lo comprueba la
realidad de los hechos, independientemente de su
composición, sí ingresan en la zona del consciente.
Lo que significa que no sólo pueden destacarse en el
ámbito consciente sino que además pueden ser
activados en función de éste.
Hay que tener en cuenta que la composición de un
comportamiento aprendido no influye sobre su ingreso en la zona
del consciente, como lo demuestra el hecho de que un
comportamiento de orden mixto, como los de tipo emocional, llega
a la zona del consciente y en consecuencia puede notarse en el
ámbito consciente.
Los comportamientos aprendidos por su capacidad de
entrar en la zona del consciente responden a lo llamado
comúnmente voluntad. A pesar de que dicha voluntad pueda
expresarse sólo en forma inconsciente o constituir una
respuesta a una obligación o necesidad. La experiencia
demuestra que las conductas de los recién nacidos no
dependen de actos voluntarios de su parte, sino de actitudes
involuntarias, es decir genéticas. Al contrario, se puede
demostrar que las conductas adultas son voluntarias, aunque
muchas veces se pueda llegar a dudar de este hecho.
Es interesante verificar que la procedencia de muchos
comportamientos de orden mixtos humanos se origina en base al
reemplazo de comportamientos genéticos.
En efecto, ya se ha comprobado científicamente
que algunos elementos que sean datos, conceptos o comportamientos
genéticos pueden ser remplazados por elementos aprendidos
o mixtos equivalentes. Se ha realizado el experimento de sumergir
bebés en el agua pocos minutos después de su
nacimiento, y se ha constatado que éstos adoptaron
inmediatamente un comportamiento natatorio: movieron sus brazos y
piernas adecuadamente para poder flotar, mientras cerraban su
boca y contraían sus narices, bloqueando así su
respiración. Lo que implica que dicho comportamiento es en
este caso de orden puramente genético. Pues,
también se puede aprender a nadar. De hecho, los
movimientos musculares del bebé no corresponden a la
práctica del crol o de la braza.
Por el hecho de que un comportamiento genético
pueda ser reemplazado por uno aprendido, el autor deduce que
existen comportamientos genéticos que pueden ser
desechados, y a veces hasta superados por otros de tipo aprendido
o de orden mixto de tal forma que hasta lo aprendido o de orden
mixto puede remplazar lo totalmente genético.
La realidad de los hechos permite al autor deducir que
una zona primitivamente dedicada a lo genético puede
achicarse o desaparecer. En verdad, no es que las neuronas que
corresponden a dichas zonas son destruidas, lo que se
notaría inmediatamente en un estudio neurológico,
sino que son utilizadas para otro u otros propósitos. Por
ende, cuando una conducta de orden genética no se emplea y
se inscribe un aprendizaje en el total o en parte de la zona
cerebral involucrada, correspondiente a dicha zona, éste
imposibilita una posterior lectura de tipo genético de
ésta. Si se sumerge un ser humano en aguas cuya
profundidad supera su altura, que haya franqueado desde tiempo el
período neonatal es decir cuyo aprendizaje esté ya
avanzado y que nunca nado anteriormente, muy probablemente se
ahogará.
Este proceso de transformación de una zona
cerebral de ser una zona dedicada a lo genético en zona
dedicada a lo aprendido se entiende si uno se acuerda del origen
de la transformación de los fenómenos de la
grabación y de la consiguiente lectura que permitió
el aprendizaje.
Al inicio de su aparición, el primer aprendizaje
debe haberse producido merced a una ligera modificación
del proceso de lectura del alineamiento de los
nucleótidos. Seguramente, se tiene que haber producido
alguna primera vez el reemplazo de dicha lectura por una
grabación. Esta vez, y, en consecuencia en las siguientes
veces, pues el proceso se conservo hasta ahora como lo demuestra
la realidad de los hechos, las cargas energéticas
agregadas tienen necesariamente que haberse inscriptas en las
mismas zonas del genoma donde se encontraban las neuronas en las
cuales precedentemente se leían el alineamiento de los
nucleótidos.
Luego, la lectura de estas grabaciones no debe haber
necesitado tampoco una mutación importante para su
ocurrencia. Cuando uno se acuerda también que la lectura
de los alineamiento consiste en remarcar las diferencias de
energía que implica la existencia de las distintas clases
de enlaces que forman los átomos de hidrógenos con
los de oxígenos o de nitrógenos, el cambio de tipo
de lectura de una de alineamiento en otra de enlaces no parece
tan notable, pues en la lectura de los alineamientos lo que se
lee realmente son los enlaces.
Hecho que induce a creer que las enzimas que permiten
las dos clases de lectura son prácticamente
idénticas, o iguales pero en este último caso con
enzimas o proteínas de apoyo ligeramente distintas. En
efecto, como lo vimos anteriormente existen algunas diferencias
entre las dos clases de lecturas; como el hecho de que para la de
los enlaces se necesita de una emisión de radiaciones
electro-magnéticas para que se produzca, mientras que para
la otra no. Dicho cambio induce además a la
deducción de que la amplitud máxima de las
variaciones de la energía agregada supera notablemente la
de las variaciones de las energías relacionadas con los
enlaces en sí. Se entiende que la preeminencia de la
energía grabada durante un aprendizaje tiene que superar
la energía en juego en una lectura de alineamiento, sino
no se produciría dicha lectura de enlaces por falta del
nivel energético necesario para generar la
estimulación iniciadora de una lectura de este tipo; ya se
sabe que se necesita un mínimo de energía necesario
para engendrar la emisión de un campo
electro-magnético, como el que provoca la acción de
las enzimas lectoras. Veremos más adelante la crucial
importancia del nivel energético generado durante un
aprendizaje.
La ligera diferencia enzimática engendrada por el
cambio de una clase de lectura por otra se comprueba
también gracias al hecho de que si los genes adecuados de
las neuronas, involucradas primitivamente en los procesos de
lectura de tipo genético, son sometidos a los procesos de
aprendizaje, entonces no se pueden activar más las enzimas
lectoras de la alineación de nucleótidos, por ser
inhabilitadas por el proceso de memorización de lo
aprendido. Lo que muestra que este
cambio es definitivo. El elemento, es decir el dato, concepto o
comportamiento, genético entonces se "pierde". Aunque el
aprendizaje de un determinado tipo de comportamiento pueda ser de
misma índole que el o los comportamientos genéticos
sobre los cuales se graba, no es necesariamente igual, pues los
comportamientos natatorios no se borran con el aprendizaje de
actividades natatorias; una persona pierde su facultad natatoria
genética sin por eso haber aprendida a nadar, sino muy
probablemente por aprender otros tipos de actividades
físicas. En consecuencia resulta evidente que estas zonas
de los comportamientos aprendidos no son las mismas que las de
los comportamientos genéticos correspondientes.
También, existen algunas zonas cerebrales donde
las neuronas no pierden nunca sus facultades reproductoras. En
éstas, lo genético guarda vigencia a lo largo de la
vida. En efecto sabemos, y la evidencia de los hechos lo
comprueba, que la existencia y activaciones de las memorias
instintivas no impiden la reproducción de las
células involucradas. En consecuencia, al no haber
ningún factor que se les oponga, los procesos normales de
reproducción celular pueden seguir efectuándose en
estas zonas.
En los seres humanos, un comportamiento genético
cuando se realiza o aplica se transforma en aprendido por una
mera cuestión de reemplazo en función de un
aprendizaje.
Resulta fácil entender el mecanismo de esta clase
de aprendizaje merced a los conocimientos que adquirimos
precedentemente y de la constatación de sus resultados. En
efecto, si un individuo nace con un comportamiento
genético dado, y lo aplica porque las neuronas
involucradas pertenecientes a las zonas implicadas no
participaron de ningún tipo de aprendizaje, las
señales energéticas emitidas por las neuronas
sensitivas de todos los órganos comprometidos directamente
o indirectamente por este comportamiento, que pueden ser
sensoriales, motores u otros, se graban en las memorias, de corto
plazo de las zonas receptoras de los datos aprendidos. Luego de
atravesar las neuronas intermedias correspondientes, donde pueden
generar alguna lectura si la ocasión se presenta, las
señales energéticas resultantes son mandadas a las
zonas conceptuales idóneas de lo aprendido. Ahí no
sólo se unen a las demás señales que
provienen de las neuronas sensitivas que atañen a los
demás órganos pero también a las
señales energéticas que son las que activan la
lectura de tipo genético en las neuronas que forman las
zonas de los datos instintivos concernidos donde se encuentran
inscritos los datos genéticos que rigen los órganos
concernidos por el comportamiento en curso. Consecuentemente, los
conceptos así formados por contener los datos instintivos
iniciadores de estas lecturas serán llamados conceptos de
orden mixto por el autor. Luego, las señales resultantes
son mandadas a las neuronas intermedias de dichas zonas
conceptuales, que a su vez las envían a las zonas de los
comportamientos aprendidos correspondientes. Estos
últimos, por integrar datos instintivos, serán
llamados comportamientos de orden mixto, donde las series de
conceptos generales ahí creados son trasladados al
consciente.
Luego, en los estados de sueños siguientes, tal
como lo comprobaremos más adelante, las señales
contenidas en las memorias de corto plazo de los elementos
aprendidos que sean datos, conceptos o comportamientos, se graban
en las memorias de largo plazo correspondientes y, de esta
manera, suplantan y remplazan lo genético. Pues, la
activación de estos nuevos comportamientos provoca
automáticamente la activación de los datos
instintivos que participaron de su formación. Por esta
razón, y sólo por esta razón, se puede,
luego de dicho aprendizaje, modificar un comportamiento aprendido
que procede de uno de orden estrictamente genético es
decir directamente básicamente inmodificable. De
aquí que se remplaza el comportamiento absolutamente
genético de gateo del bebé por el del avance
erguido. En este caso el movimiento de sostén y de empuje
por parte de las piernas en el gateo se modifica en el
sostén y el empuje del avance bípedo. Aunque el
gateo en sí mismo por haberse transformado en
comportamiento aprendido merced al proceso de
transformación, tal cual lo acabamos de ver, se
conserva.
En función de este fenómeno, se puede
deducir, y los estudios realizados hasta la fecha lo comprueban,
que en el momento del nacimiento de un bebé,
prácticamente todas sus neuronas funcionan en forma
genética. Luego, merced al aprendizaje de datos, y de la
creación de nuevos conceptos y comportamientos, sus
neuronas van cambiando sus funciones, o más bien
especializándose, en memorias de corto y largo plazo de lo
aprendido. Finalmente, por transformarse sistemáticamente
en comportamientos aprendidos de orden mixto los comportamientos
estrictamente genético acaban por desaparecer
completamente en los primeros años de aprendizaje,
quedando únicamente los comportamientos aprendidos de
orden mixto en su lugar. Como lo confirma la realidad de los
hechos. En función de esta particularidad el autor
llamará simplemente comportamientos, los comportamientos
humanos aprendidos de orden mixto. Salvo en los casos que sean de
tipo genético o que se precise conocer si su
composición es únicamente de tipo aprendido o de
orden mixto, lo que notificará por una cuestión de
claridad del texto.
Aunque, se tiene que tomar en cuenta que los datos
genéticos que generan una actividad orgánica de
orden genética que no atañe al sistema
neurovegetativo como el parpadeo "involuntario", o lo emocional,
se conservan como tales y no pueden ser suplantados por cualquier
tipo de aprendizaje. La razón primordial de esta
permanencia reside en el hecho de que por un lado su importancia
para la supervivencia del ser es vital y no puede ser sujeta a
algún tipo de cambio
que sería automáticamente negativo. En efecto, el
hecho de cambiar lo que tiene una eficacia máxima implica
obligatoriamente una disminución de dicha eficacia, que
fue adquirida a lo largo de los milenios que tardo la especie en
aparecer y evolucionar. Por otro lado, estos datos
genéticos por ser activados y por actuar en forma
autónoma, es decir por ser engendrados en forma
independiente al resto de la actividad encefálica, no
pueden ser modificados directamente por ningún tipo de
aprendizaje. Lo que es comprobado por el hecho que sus
actividades se generan independientemente del ámbito
consciente, aunque sí pueden influir sobre la actividad
consciente. Lo comprueba el hecho que un individuo se siente
feliz o que la frecuencia de sus latidos cardíacos se
acelera, en forma automática en respuesta a un
estímulo de origen interna o externa a él, pero que
sí estos hechos influyen sobre sus actitudes. En el
siguiente capítulo analizaremos la existencia y la
actividad de estos datos, en profundidad, por su gran influencia
sobre la existencia de los seres humanos y su rol particular en
el funcionamiento del encéfalo.
Esta transformación de los comportamientos
genéticos en aprendidos permitió también al
autor deducir que las enzimas de lectura de lo genético y
de grabación de lo aprendido deben de ser casi
idénticas y que la diferencia entre las dos funciones es
producida por la activación de una o de algunas de estas
proteínas y enzimas de apoyo particulares a cada una. Su
cambio de función se realiza en forma automática
dado la nueva carga energética recibida y almacenada en
los hidrógenos de enlace. La constatación de sus
resultados lo comprueba.
En el ser humano, el aprendizaje de un comportamiento
que remplace uno genético hace que luego, aunque se
inscriba alguno del mismo tipo en la zona que corresponde a dicho
comportamiento genético, no se pierda la conducta que le
correspondía. Además permite su cambio,
modificación o inhibición ulterior que sino, en el
caso de su conservación y empleo, hubiera sido imposible
lograr. En efecto, se puede aprender a nadar de alguna forma y
luego de otra.
Obviamente, esta capacidad humana de remplazar los
comportamientos genéticos por otros aprendidos, permite a
los seres humanos efectuar la creación de un gran
número de nuevos comportamientos, debido a un aprendizaje
adecuado.
Por supuesto, al igual que los datos y los conceptos y
por las mismas razones, todas las distintas clases de
comportamientos se ubican en los genes activados adecuados a este
fin, y de la misma forma.
Entre las consecuencias más espectaculares del
reemplazo de comportamientos genéticos por comportamientos
aprendidos, se encuentra el hecho de que genero y propicio
la aparición del ser humano moderno, es decir del homo
sapiens sapiens, como tal.
En efecto, la aparición del avance en
posición erguida en los primeros homínidos se
explica muy fácilmente a la luz de los conocimientos que
aportan las teorías desarrolladas en esta obra.
Esta posición procede simplemente de una actitud
genética, ocasional en los prosimios, que se volvió
cada vez más permanente a medida que fueron evolucionando
las especies que precedieron los seres humanos. Paso de ser una
actitud totalmente genética, como lo es el simple
enderezamiento, a transformarse en aprendida como lo es este
movimiento particular de avance, el cual implica una forma de
activar los músculos en parte en forma instintiva, que
corresponde al erguimiento natural de los prosimios, y en parte
mixta; pues el avance responde a un movimiento instintivo aunque
el erguimiento durante dicho avance implica un cambio en la
formar de activarse de una parte de la masa muscular total del
individuo en función de un aprendizaje. El enderezamiento
durante el avance es aprendido pues implica una posición y
unos movimientos musculares, no natural en los primates, de los
músculos involucrados, lo cual por ende implica un
aprendizaje. En efecto se aprende a caminar. Evidentemente, los
procesos naturales de evolución de las especies acabaron
para adaptar totalmente el cuerpo de los homínidos a dicha
postura.
A titulo informativo el autor indica que dichos procesos
fueron propiciados por cuatro factores fundamentales que
derivaron de las dos condiciones esenciales de vida de los
ancestros de los australopitecos que dieron nacimientos a esta
especie, ahora conocidas merced a los estudios
arqueológicos modernos.
La primera condición depende de la
vegetación del lugar de nacimiento de esta especie. Ya se
sabe que los primeros homínidos aparecieron en
África en una zona que era semi boscosa es decir una zona
de pequeños grupos de árboles
separados por claros bastante amplios. El segundo dependió
del nicho ecológico que ocuparon. El cual
correspondió a la de carroñeros especializados en
comer la médula ósea de los cadáveres que se
encontraban en estos lugares.
El hecho de alimentarse de carroñas
favoreció el debilitamiento de las armas naturales
de los predadores y de los omnívoros es decir sobre todo
de los dientes fuertes, y en particular de los caninos bien
desarrollados de éstos, así que de las de garras
potentes tal como las poseen los felinos y algunos
omnívoros y herbívoros. Los primeros
homínidos no los necesitaban, pues no cazaban y masticaban
alimentos de consistencia mayormente blanda y muy probablemente
no los usaban en el comportamiento de cortejo. En
compensación, favoreció el erguimiento que amplia
la zona visual del ser y el desarrollo de su sentido de la vista
pues se necesita de una excelente vista para poder detectar de
lejos, en medio de la vegetación del lugar, un
cadáver y la llegada o la posición de los
predadores en la zona, que estas últimas atraían
indefectiblemente. También los obligo a desplazarse y
permanecer sobre el suelo donde se
encuentran mayormente las carroñas, tal como lo tienen que
hacer las hienas y otros carroñeros terrestres en nuestra
época y por las mismas razones.
La posición erguida apareció en estos
homínidos por varias razones pero principalmente porque
corresponde a la posición de vigilancia. Actitud que
adoptan muy seguidamente los perros de praderas norteamericanos y
las mangostas africanas, y a veces los prosimios y los simios,
por ser presos de numerosos predadores que los asechan con gran
frecuencia. Dicha posición es necesaria pues por estar a
menudo en contacto con cadáveres en África, se
está también siempre o en la cercanía de
predadores o continuamente amenazado por la posible
aparición de algunos. Esta posición no favorece en
absoluto la carrera pedestre pues a igual peso un mamífero
carnívoro o herbívoro cuadrúpedo corren
mucho más rápido que cualquier bípedo, no
hay que olvidarse que los canguros australianos no corren sino
que saltan. Por eso es que los monos de la familia de
los cercopitécidos, que viven mayormente en praderas y
sabanas, los perros de praderas y las mangostas adoptan la
actitud de cuadrúpedos cuando corren.
El segundo factor está relacionado con la
vegetación ambiental pues al tener que enfrentarse con
predadores esencialmente terrestres los primeros homínidos
debieron a menudo refugiarse en los árboles. Hecho por el
cual la forma de las manos y de los brazos humanos o simiescos es
mucho más adecuada que la de las patas delanteras de los
perros de praderas y de las de las mangostas, aunque
ocasionalmente éstas últimas también trepan
a los árboles. En consecuencia a dicha habilidad y a la
necesidad de trepar a los árboles sus muñecas
debieron de adoptar una forma que no propicia su uso para correr,
como lo demuestra la morfología de las manos y los
problemas que ésta genera en los desplazamientos terrestre
en forma cuadrúpeda de los gorilas. Por supuesto este
factor tampoco es decisivo de por sí mismo, pues las
panteras trepan muy bien a los árboles.
El tercer factor es mucho más significativo pues
por comer médulas óseas estos homínidos
tenían que romper los huesos que los
contenían. Para eso necesitaban de manos que debían
presentar dos condiciones esenciales. La primera era de poseer
una fuerza y una
habilidad suficientes como para agarra los huesos y romperlos
sobre una piedra de tamaño propicio al hecho, o sino de
agarrar piedras y romperlos. Por ende dicha habilidad propiciaba
más el desarrollo de la forma de manos simiesca que la
forma de patas delanteras de tipo corredoras. La segunda era que
esta necesidad de tener piedras adecuadas cercanas implicaba que
a menudo debían transportar o el hueso o la piedra. Esta
necesidad de transportar implicaba que, cuando lo hacían,
no podían usar sus miembros superiores para el
desplazamiento y consecuentemente tenían que avanzar en
posición erguida.
El cuarto factor proviene de que la frecuente
obligación de adoptar la posición erguida merced a
los tres primeros factores, provocó que las hembras de
estas especies vieron sus caderas transformarse y en consecuencia
reducirse su canal de parto. Hecho
por el cual sus bebés nacieron cada vez más en
forma prematura. En consecuencia dichos bebé no
tenían la fuerza de prensión de los bebés de
los otros primates, que a penas nacen pueden aferrarse a sus
madres con tanta fuerza que pueden aguantar los movimientos de
éstas. Para preservar a sus crías, las madres
homínidas tuvieron que sostenerlas en sus brazos, muy a
menudo. Lo que favoreció también la adopción
de la posición erguida. Mientras tanto, en consecuencia,
los machos, por los problemas de movilidad de sus hembras que no
podían correr con una rapidez similar, estando en los
últimos momentos de sus embarazos o con un bebé en
brazo, que sin estos sobrepesos, se veían en la
obligación de traerles a menudo alimentos. Lo que, en
vista del tipo de éstos, se podían transportar casi
nada más que con las manos, obligándolos
también a caminar en forma erguida. Es decir que las
primeras necesidades de quedarse erguido generaron luego en
sí mismas la obligación de quedarse erguido, es
decir que se fomento una especie de retroalimentación de
un hecho que acentuó cada vez más la tendencia en
adoptar la posición bípeda.
Sólo, y sólo la conjunción de,
estos cuatro factores, propició la aparición de la
posición erguida en los homínidos. Pues, los tres
primeros de por sí solos en forma separada no son
determinantes, pero por la repetición del comportamiento
que asegura el erguimiento, éste se volvió uno de
los comportamiento principal y determinante de la
especie.
Luego, merced a la posición bípeda que
libero el uso de las manos y la debilidad física humana
con respecto a las fieras, así que los cambios de
condiciones de vida, los obligo a desarrollar sus capacidades
intelectuales.
En resumen hemos visto que todos los comportamientos
estrictamente genéticos humanos son reemplazados en los
primeros años de aprendizaje por comportamientos de orden
mixto. También vimos que dicho reemplazo favoreció
la aparición del ser humano moderno.
Es importante no confundir los actos reflejos con los
comportamientos de tipo condicionado. Estos últimos, por
ser aprendidos no pueden nunca ser considerados como de origen
instintivo. Aunque, en función de su repetición,
terminan por formar respuestas automáticas a factores
iniciadores dados.
Además, como ya fue comprobado, los actos
reflejos, por ser producidos por reacciones genéticas a
estímulos particulares, a menudo exteriores al individuo,
y engendrarse en la médula espinal, no pueden ser
considerados como productos de alguna actividad cerebral. Por
ende, no pueden ser tampoco sometidos a un proceso mental, pues
actúan en forma directa sobre los órganos, sin
pasar por el cerebro. Por eso, también, debemos distinguir
el reflejo de los otros tipos de comportamientos genéticos
que sí se originan en el cerebro.
Al contrario de los comportamientos genéticos de
otra índole que no sean los que rigen el sistema
neurovegetativo, cualquiera sea la actividad mental en curso, los
reflejos siguen actuando sin alterarse. Por ejemplo, la
lesión directa de un nervio, que puede ser producida por
un golpe o un pinchazo, provoca una reacción muscular
inmediata, involuntaria, imparable y
automática.
Los reflejos generan actividades de orden
genético que se pueden asimilar a las actividades
mecánicas de los protozoos por su automatismo. Aunque su
origen sean muy distintas. En efecto mientras que los reflejos
humanos necesitan de la lectura de los alineamientos de los
nucleótidos para poder hacerse efectivos, los movimientos
mecánicos de los animales unicelulares se engendran en los
orgánulos mismos que los producen es decir
independientemente de cualquier tipo de lectura del
genoma.
Por el hecho de que los reflejos no participan de las
actividades cerebrales el autor no los tomará en cuenta de
aquí en adelante cuando citará lo relacionado con
los datos instintivos. A pesar de que sí pertenecen a lo
genético, aunque no conciernen lo cerebral. Se
dedicará únicamente al estudio de los datos
instintivos que dependen para su expresión de la actividad
encefálica.
Por depender del alineamiento de los nucleótidos,
al igual que los comportamientos de los protozoos, los datos
así inscritos son llamados por el autor datos
genéticos. En consecuencia a su forma de
activación, las zonas cerebrales donde se engendran, son
llamadas zonas de los datos instintivos. Evidentemente, los datos
genéticos son innatos es decir que no son frutos de un
aprendizaje.
Por regir un único órgano, es decir por
corresponder a una sola y única actividad dichos datos
genéticos, que rigen el sistema neurovegetativo, nunca
pueden ser considerados como conceptos o comportamientos, sino
simplemente como datos.
También por generar un solo tipo de actividad y
además por poder participar de la formación de
conceptos, y éstos a su vez de comportamientos, los datos
instintivos pueden ser considerados como verdaderos datos. Por
eso pueden, y la realidad de los hechos lo demuestra, ser
asimilados a datos provenientes de las zonas receptoras y, salvo
los que atañen al sistema neurovegetativo, ser igualmente
sometidos a los mismos procesamientos que los aprendidos. Es
decir, que pueden integrar conceptos compuestos únicamente
por datos instintivos o sumarse a otros de orden aprendido, es
decir formar conceptos de orden instintivo o mixto. Dichos
conceptos pueden a su vez integrar conceptos generales que pueden
participar de la formación de comportamientos.
El autor hace recordar, una vez más, que los
datos genéticos de cualquier clase que sean, para poder
concretarse, dependen de la lectura, por parte de una enzima
especializada, de la alineación de los nucleótidos
de los genes idóneos que integran el genoma de las
neuronas que pertenecen a las zonas donde se hacen efectivos, y
no de las cargas energéticas aportadas por una enzima al
electrón de los hidrógenos de enlace entre las dos
cadenas que lo conforman. En consecuencia, por ser innatos e
inmutables, son atemporales; es decir que no implican la
existencia de memorias de corto y largo plazo, lo que significa
que las neuronas, de cada zona, que los engendran son todas de un
mismo tipo y ejercen las mismas funciones en cada una de estas
zonas.
La intensidad de la energía que constituye estas
señales es uniforme, por resultar de una lectura de tipo
genética, es decir que depende únicamente de las
características de las neuronas. Aunque, en el caso de los
datos, que no participan del sistema neurovegetativo, que
provocan estas lecturas, éstos pueden integrar conceptos
constituidos por señales provenientes de otras zonas
cerebrales de energía variable.
Acabamos de ver que los datos genéticos para
poder concretarse dependen de la lectura de los alineamientos de
los nucleótidos que conforman los genes activados, que
corresponden a la zona cerebral implicada. Evidentemente para
poder efectuarse dicha lectura el dato genético inscrito
tiene que ser activado por el dato instintivo adecuado que le
sirve de factor iniciador.
Los datos instintivos por ser compuestos por
señales energéticas, al igual que todos los otros
elementos que sean datos, conceptos o comportamientos de
cualquier orden generados o transmitidos por las diferentes
clases de neuronas sensitivas y cerebrales humanas, no
sólo pueden sumarse en forma conceptual sino
también a otros de procedencia aprendida. En consecuencia,
al unirse de esta manera, pueden formar conceptos de orden mixto,
los cuales al integrar a su vez conceptos generales constituyen
comportamientos de orden mixto. Lo que permite al hombre realizar
numerosas clases de actividades, a menudo comunes, como el
caminar por ejemplo. Es notable constatar que muchos de los
comportamientos humanos son de orden mixto, sobre todo los que
tienen un gran predominio de actividades musculares, como
caminar, nadar, andar en bicicleta, etcétera, y los que
integran actividades relacionadas con lo emocional como el cuidar
a la progenie.
Los datos genéticos poseen, además, la
particularidad de que su lectura puede efectuarse sin
interrupción aparente, independientemente de las
dimensiones del tramo del genoma donde se encuentran inscritos.
Hasta, en el caso de los datos que rigen el sistema
neurovegetativo, para la mayoría de éstos, sin
interrupciones notables a lo largo de la existencia del
individuo. En el caso de los datos genéticos que
conciernen lo emocional y de los que gobiernan los órganos
que no corresponden a dicho sistema pero sí pertenecen a
lo genético, la duración de su lectura depende del
tiempo de su activación por los datos instintivos que les
sirven de factores iniciadores.
La falta de interrupción aparente de dicha
lectura a lo largo de su duración proviene en realidad del
hecho de que la activación por parte de un dato instintivo
no se produce en base a una sola neurona sino en un conjunto de
ellas. En cada neurona, al acabarse la lectura del tramo que
integra las señales que lo componen, si el factor
iniciador de dicha lectura sigue activándola se reactiva
inmediatamente la enzima que reempieza la lectura desde su
principio. Como dicha lectura se efectúa en una zona muy
particular y por ser provocada por factores iniciadores que son
conceptos que también son integrados por datos aprendidos
es decir que conciernen muchas neuronas a la vez, por una
cuestión de mera probabilidad, activan un gran
número de neuronas de las zonas de los datos instintivos.
Lo que implica que dicha lectura por realizarse en base a la
lectura de cada genoma de las diferentes neuronas, activados por
señales energéticas recibidas en forma irregulares
por ser frutos de un aprendizaje, basado en la recepción
de las señales irregulares que componen los datos
aprendidos, son entonces también irregulares en sus
lecturas. Lo que a su vez provoca, en el ámbito
consciente, al adicionarse el conjunto, una impresión de
continuidad. Es decir que, al adicionarse las variaciones, el
conjunto puede dar a veces una impresión de
fluctuación incesante, pero no presentar interrupciones
notables a lo largo de su activación, tal como lo confirma
la realidad de los hechos.
Igualmente, por depender de una lectura en base a
conceptos mixtos que además de contener los datos
instintivos idóneos, para provocar dicha lectura de los
datos genéticos adecuados, están también
integrados por datos aprendidos. En consecuencia, la intensidad
de las señales que los componen, por ser compuestos por
datos aprendidos, es indefectiblemente variable, y por ende no
provoca una lectura continua y de un nivel energético
uniforme en todas las neuronas a la vez de la zona de lo
instintivo concernida correspondiente a la activación en
curso. Sino que la provoca sólo en las en los cuales los
tramos idóneos son activadas por una señal
energética adecuada, lo que en vista de las
fluctuación del nivel energético de las
señales que componen los datos aprendidos es
extremadamente variable. Lo que significa que la intensidad total
del dato genético leído puede fluctuar
marcadamente.
Para seguir conociendo más explícitamente
los datos de orden instintivos se tiene que considerar que
existen tres tipos de zonas de datos instintivos; las de los que
se relacionan con lo neurovegetativo, las que atañen a lo
emocional y las que conciernen lo instintivo orgánico no
relacionado con el sistema neurovegetativo. Los tipos de datos
generados en estas dos últimas zonas por integrar
conceptos de orden mixto son procesados en la zona del consciente
luego de su formación. Mientras que, los datos que
conciernen el sistema neurovegetativo, se relacionan directamente
y únicamente con los órganos que rigen, como el
corazón, los riñones, los
intestinos, etc.
En el tipo de zonas que rigen lo neurovegetativo los
datos son leídos de una manera automática, en su
mayoría son regulados en respuesta a señales que
provienen de neuronas sensitivas especiales que están
relacionadas con los órganos implicados, como por ejemplo
las que controlan la respiración pulmonar, que
actúan como estímulos iniciadores.
También, con respecto a las zonas cerebrales que
conciernen el sistema neurovegetativo, éstas generan datos
que son necesariamente inscriptos directamente en el genoma, por
ser innatos, lo que significa que pertenecen a la
categoría de los datos genéticos. Como lo vimos
anteriormente, es importante saber que nunca pueden dejar de
concretarse es decir de ser leídos. La interrupción
de dicha lectura causaría graves consecuencias sobre el
organismo, fáciles de detectar en el ámbito
consciente; como por ejemplo el cese del funcionamiento del
corazón, de los riñones o del hígado. Por
ende, al no constatar dichas interrupciones es lógico
darse cuenta que las neuronas que integran dichas zonas mandan
continuamente señales energéticas que rigen y
controlan este tipo de actividades orgánicas.
En algunas zonas cerebrales que generan datos
genéticos, las neuronas que las constituyen pueden cumplir
un papel parecido al de las células glandulares y, en
respuesta a los estímulos adecuados recibidos, pueden
producir hormonas que
penetran en el torrente sanguíneo, como la serotonina.
Este fenómeno no presenta nada extraño pues muchas
células de otras clases producen también enzimas o
proteínas a la recepción de estímulos
idóneos. Dichos estímulos pueden ser de orden
químicos o electro-químicos. En el caso bien
preciso de las neuronas cerebrales, dichos estímulos
pueden ser simplemente señales energéticas
determinadas que activan la enzima lectora, la cual genera las
señales que activan la producción de las
proteínas o enzimas que corresponden a su función
particular, de la misma manera que los estímulos
energéticos, como los eléctricos, impulsan la
actividad de los filamentos, la producción de
proteínas o de enzimas en los protozoos. Las disfunciones
de este tipo de neuronas pueden provocar graves consecuencias
neurológicas o corporales, y engendrar o participar de
diversas clases de enfermedades mentales o
corporales, como el exceso de producción de
dopaminérgicos con respecto a la esquizofrenia,
así que anomalías funcionales del
encéfalo.
Por ser inscritos en el genoma los datos
genéticos de tipo emocional y orgánico son
inmutables y su lectura, cuando se produce, es invariable. Lo que
significa que, para cada una de esta clase de datos, existe una
zona particular y delimitada donde únicamente el o los
genes que lo contienen están activados. En efecto, por
tener la capacidad de integrar en forma unitaria cualquier tipo
de concepto, tienen que ser también unitarios.
Además, como su lectura es automática, luego de la
recepción del factor iniciador, y que existen datos que
tienen efectos antagónicos, por ejemplo los que generan la
sensación en el ámbito consciente de pena o de
felicidad o que conciernen músculos de funciones opuestas,
que pueden a veces ser leídos en forma simultánea,
como la felicidad y el interés,
eso implica que dicha lectura tiene que efectuarse en neuronas
distintas. Pues no se pueden leer en forma automática a
veces dos o más tramos de un mismo genoma,
simultáneamente, como lo vimos anteriormente.
Del hecho de que pueden aparecer algunas
anomalías emocionales en algunos individuos con respecto a
un tipo de emoción particular, que por otra parte pueden
reaccionar normalmente con respecto a otro tipo de
emoción, se deduce igualmente que existen zonas de datos
instintivos diferentes para cada tipo de dato de índole
emocional. Al igual que en el caso de los datos instintivos
orgánicos. Por eso, se encuentran personas que no sienten,
o sienten muy pocas, emociones al
matar otra personas pero que aman a los perros.
El número de las zonas instintivas que no
atañen a lo neurovegetativo representa la suma de los
datos que rigen la expresión de cada emoción y de
los que rigen los distintos órganos corporales que
dependen de ellos.
Entre las emociones se encuentran la felicidad, la pena,
el interés, la sensación de territorio o propiedad,
etc. Por tener una duración variable la
estimulación de los datos genéticos, que no rigen
el sistema neurovegetativo, depende entonces de factores
iniciadores que los activan durante un lapso variable. Lo cual es
de fácil comprensión, pues son activados por un
concepto o por una serie de conceptos de cantidad variable en
función de los comportamientos vigentes.
Esta activación se produce siempre en
función de una situación o de una conducta, lo cual
implica obligatoriamente la intervención de conceptos o
comportamientos; pues, no se mueve un solo músculo sino un
conjunto de éstos, se siente pena o alegría por una
situación, que puede ser generada por una persona, un
objeto o un pensamiento, etc. La activación de dichos
datos genéticos por parte de conceptos o comportamientos,
implica que éstos últimos se comportan como datos.
Por supuesto lo hacen en función de las componentes que
los integran; que son las que actúan realmente como
factores iniciadores. Ya sabemos que en el caso de los datos
genéticos no importa la composición de los
conceptos o comportamientos estimuladores iniciadores, sino
únicamente si poseen, o no la componente iniciadora
adecuada, es decir el dato instintivo idóneo.
Por el hecho de poder ser activados por conceptos y
comportamientos, engendrados por situaciones o conductas resulta
entonces evidente que las zonas de los datos instintivos, que no
conciernen el sistema neurovegetativo, los reciben de las zonas
de los comportamientos. Lo que implica que son los conceptos, que
pueden formar comportamientos, que provienen de dichas zonas y
únicamente ellos los que los activan. El autor considera
este hecho como una de las pautas fundamentales del
funcionamiento cerebral.
De aquí surge otra de las diferencias
fundamentales que distinguen los datos instintivos de los
aprendidos. En efecto, las zonas receptoras nunca reciben
directamente señales provenientes de las zonas de los
comportamientos, pues las señales emitidas por estas zonas
receptoras van desde éstas hasta las zonas conceptuales y
de ahí hasta las zonas de los comportamientos, pero nunca
efectúan el recorrido inverso ni existen conexiones
directas entre las zonas receptoras y las de los comportamientos.
Pues, si se produjera eso se perjudicaría desastrosamente
la recepción de los datos que llegan desde las neuronas
sensitivas. En efecto el individuo nunca podría distinguir
entre los datos provenientes de sus sentidos y los activados por
sus conductas. El autor analizará más adelante el
fenómeno de la remembranza de los datos aprendidos en
forma particular.
Dichas zonas de datos instintivos no pueden recibir
series de comportamientos activadores directamente de la zona del
consciente por la sencilla razón de que, en este caso, eso
implicaría un control directo de esta zona sobre los
datos, lo que no es el caso como lo comprueba la realidad de los
hechos. No se ríe de un chiste sino que se ríe de
entenderlo. Lo que indica un procesamiento que no
ocurriría en el caso que la zona del consciente
esté directamente relacionada con las zonas de los datos
instintivos.
Como particularidad notable de las zonas de los datos
instintivos es importante destacar que las señales
energéticas engendradas en función de la
activación de los datos genéticos, provocada por la
acción de los datos instintivos, nunca son enviadas a las
zonas conceptuales ni a las zonas de los comportamientos sino
únicamente a los órganos que rigen. Lo que implican
que los datos genéticos no participan jamás de la
formación de conceptos sino los datos instintivos que los
activan. Hecho por el cual los datos genéticos nunca
penetran en la zona del consciente aunque sí los datos
instintivos, por integrar conceptos y comportamientos de orden
mixto.
Cada uno de los tipos de datos genéticos, merced,
como lo vimos anteriormente, al hecho de que sólo el gen
correspondiente donde se encuentra inscripto esté activado
en las neuronas de las zonas que le corresponden, puede entonces
ser leído únicamente ante la aparición del
dato instintivo que le atañe.
También para poder actuar, a veces en forma
conjunta, existen necesariamente zonas conceptuales, dedicadas
únicamente a conceptualizar datos instintivos, es decir
donde se forman los conceptos de orden instintivo, aunque
también como ya sabemos existen otras donde se suman en
forma conceptual datos instintivos con otros aprendidos. Si bien
los datos genéticos son absolutamente innatos, los
conceptos y comportamientos que integran los datos instintivos
por ser aprendidos son variables en sus expresiones. La realidad
del hecho lo comprueba en forma inequívoca. Cada individuo
se comporta emocionalmente en forma personal y
particular delante de los acontecimientos que provocan dichas
reacciones. Por haber sidos creados en función de un
aprendizaje los conceptos y comportamientos integrados por datos
instintivos son entonces aprendidos, aunque cuando son formados
únicamente por datos instintivos el autor los llama
entonces de orden instintivo, en lugar de conceptos o
comportamientos instintivos. Al ser aprendidos los conceptos y
comportamientos de orden instintivo se asemejan a las zonas de
conceptos y comportamientos aprendidos es decir que sus memorias
se dividen en memorias de corto y largo plazo. Por eso el caminar
requiere de la activación en base a datos genéticos
de los músculos implicados en el hecho, pero el hecho en
sí necesita de un aprendizaje.
Hemos visto que todos los comportamientos
genéticos son reemplazados en los primeros años de
aprendizajes por comportamientos de orden mixto. Eso significa
con respecto a la zona donde se forman estos comportamientos, que
aunque, como ya sabemos, los conceptos generales que los
conforman integren datos instintivos, contienen igualmente y
necesariamente datos aprendidos, pues cada actitud considerada
comúnmente como de orden "instintiva" depende de un
contexto, lo que implica que dicha zona en realidad es dedicada a
lo mixto y a lo aprendido con una predominancia mixta, por
situarse en el centro de confluencia de las terminaciones de los
apéndices neuronales provenientes de las zonas
conceptuales de lo aprendido y de los conceptos de orden mixto y
por corresponder a las descripciones de sus
características, realizadas en base a los experimentos
modernos, dicha zona se sitúa seguramente en el sistema
límbico cerebral. El autor llama esta zona particular la
zona de los comportamientos emocionales.
Aunque todos los comportamientos genéticos
humanos, son reemplazados por comportamientos de orden mixtos en
los primeros años de vida de los individuos, no pasa lo
mismo con los datos instintivos que rigen las actividades
orgánicas y en particular las motoras. Es notable
considerar que además de los datos motores los datos
orgánicos conciernen también algunas
glándulas, como las lagrimales. La realidad de los hechos
muestra que si bien una persona puede mover sus miembros a
voluntad en realidad no puede hacer lo mismo con cada uno de sus
músculos. En efecto, el hecho de mover voluntariamente una
parte de su cuerpo indica que ésta depende de
comportamientos aprendidos. Pero el hecho de no poder mover cada
músculo en forma individual y voluntaria indica que no
existe un verdadero control de éstos, lo que implica que
dependen únicamente de los datos instintivos que los
rigen. Cualquier individuo puede lograr mover un músculo
en particular a voluntad pero únicamente merced a la
activación de todo un conjunto de músculos. Por el
hecho de que los comportamientos aprendidos son mandados
sistemáticamente a la zona del consciente, como lo vamos a
verificar más adelante, su aprendizaje implica su control.
Lo que significa que pueden activarse a voluntad, y en
consecuencia que se pueden generar los conceptos que los componen
también a voluntad, pero en forma de un todo, es decir que
no se pueden descomponer dichos conceptos en sus distintas
componentes. De aquí que aunque se puedan crear conceptos
nuevos y en función de esto activar los datos que los
componen, no se puede descomponerlos. En consecuencia si bien se
pueden activar los conceptos aprendidos que rigen los datos
genéticos motores no se pueden activar estos
últimos separadamente, justamente por ser de tipo
genético y no responder de por sí a la zona del
consciente.
En el tipo de zonas que no atañen directamente al
sistema neurovegetativo, los datos genéticos pueden ser
leídos en las neuronas que pertenecen a las zonas
correspondientes a sus roles particulares, merced a su
activación por parte de un concepto o un comportamiento
idóneo, como lo acabamos de ver. Estos dos elementos
pueden ser activados a su vez en función de los datos
aprendidos integrantes de conceptos o comportamientos de otra
índole, que también los integran, que se vuelven
así iniciadores. Tal como lo vamos a analizar más
detalladamente más adelante. En efecto, una persona puede
reaccionar instintivamente delante de la visión de
algo.
Los datos instintivos que no rigen el sistema
neurovegetativo, al igual que los conceptos de mismo
índole, actúan en forma de ideas no verbales, es
decir sin "pensarlas". Lo que significa que se traducen en el
ámbito consciente por sentimientos, emociones o acciones
sin relacionarse con el pensamiento expresado en función
de símbolos de origen fónicos es decir de palabras
expresadas en forma oral o no. Aunque si, puedan ser descritas
mediante expresiones de este tipo. Se siente temor a pesar de que
dicho temor sea sólo una emoción que no necesita de
alguna expresión verbal para existir, independientemente
de que se pueda expresar o describir oralmente. También se
puede realizar una actividad motora sin necesitar
acompañarla con pensamientos de tipo verbales.
Esta particularidad proviene del hecho de que son las
señales energéticas que componen los conceptos
activadores de los datos genéticos las que penetran en la
zona del consciente y no las señales energéticas
generadas por la lectura de dichos datos, que como ya sabemos
nunca penetran directamente en la zona del consciente. La
activación por parte de los datos instintivos de las
señales inscritas por un lado en las zonas de los datos
emocionales impulsa la producción de las hormonas que
generan las sensaciones y actividades corporales relacionadas en
el ámbito consciente con las emociones y por otro en las
distintas zonas de los datos motores las señales
energéticas que accionan los diferente órganos que
controlan.
Evidentemente los estímulos captados por las
neuronas sensitivas y los datos que éstas generan a
continuación y en consecuencia directa o indirecta a los
efectos producidos por la estimulación de los datos
genéticos a nivel corporal, pueden ser perfectamente
captados en el ámbito consciente, luego de su
recepción en las zonas receptoras y sus siguientes
distintos procesamientos. Por ejemplo, aunque los movimientos de
las vísceras que participan del sistema digestivo
sean inconscientes, las sensaciones que genera la
absorción de alimentos y el placer que puede provocar su
digestión pueden llegar al ámbito
consciente.
Con respecto a los datos instintivos orgánicos
debemos considerar como primordiales los que conciernen la
comunicación, por su influencia sobre la conducta humana.
Mientras que la audio-verbal y la audio-visual son
prácticamente totalmente aprendidas, en lo que concierne
la olfativa es en parte de origen totalmente genética como
lo demuestra la producción y captación de las
feromonas. Merced a esta particularidad, se efectúa en
forma inconsciente y sus consecuencias se traducen por la
activación de comportamientos cuya partes instintivas
corresponden a la emoción llamada
atracción.
Las zonas de los datos instintivos motores y de los
conceptos de orden estrictamente instintivos motores se
encuentran ubicadas en el cerebelo. Mientras que las zonas de
conceptos mixtos relacionados con lo motor se
encuentran ubicadas en el neo cortex. Según las
investigaciones científicas realizadas en vista de
situarlas.
Las neuronas que forman las zonas de datos instintivos
tienen activados únicamente los genes que corresponden a
sus funciones. Por esta razón, reaccionan sólo a
las señales que las conciernen. Esta selectividad, que
depende fundamentalmente de la ubicación de las neuronas,
resulta absolutamente necesaria, como lo comprobamos en los
capítulos anteriores; pues si no existiera, si no fueran
recibidos en forma selectiva, ocurriría evidentemente un
verdadero caos energético a nivel orgánico. Se
trastornaría definitivamente la actividad del
sujeto.
En efecto, si no existiera dicha especialización
en las neuronas motoras, las señales pertenecientes a un
mismo comportamiento al ser transmitidas a una zona
correspondiente a un órgano con la cual estén
conectadas que no sea específicamente el único
involucrado, recibiría entonces el conjunto de las
señales incluidas en los conceptos generales transmitidos,
lo que provocaría no sólo un verdadero caos
energético en el ámbito neuronal pero sobre todo
una total disfunción a nivel muscular.
Pues, al recibir las señales provenientes de una
zona de los comportamientos, destinadas a activar el
comportamiento específico correspondiente al caminar, las
señales dedicadas a activar los músculos de los
brazos podría ser transmitidas también a los
músculos de las piernas, los cuales conjuntamente
podrían ser activados por otra serie de señales
pertenecientes en forma conceptual al mismo concepto general que
las primeras, éstos podrían también llegar a
las piernas del individuo pero con otros efectos a nivel
muscular, lo que provocaría entonces movimientos
desordenados de dichos miembros. Por lo tanto, aunque las
señales que constituyen las respuestas sean de tipo
conceptuales, activan únicamente en cada neurona motor las
respuestas musculares que corresponden a los genes activados en
ésta cuyo alineamiento de nucleótidos corresponde
al concepto idóneo que integra el concepto general
recibido, el cual funciona por esta razón como concepto
iniciador. Dichas neuronas motoras funcionan entonces como
filtros para "aceptar" sólo la parte del todo que las
concierne, "descartando" así el resto de las
señales que integran los mismos conceptos a los cuales
pertenecen. Como muy raramente las actividades de orden muscular
conciernen un solo órgano a la vez, cuando no
atañan al sistema neurovegetativo, son entonces regidas
por conceptos y comportamientos.
En conclusión, aunque el ser humano posee un gran
control sobre sus órganos motores ellos son siempre
controlados por datos genéticos inscritos en neuronas que
se encuentran en zonas de datos instintivos. Lo que permite sus
movimientos en base a lo mixto es que los datos instintivos se
encuentran integrando conceptos y comportamientos de orden mixto
merced a aprendizajes adecuados.
También, los datos genéticos que rigen el
sistema neurovegetativo son activados en forma autónoma e
independientemente del ámbito consciente. Mientras que los
otros, que rigen lo orgánico o emocional, son activados
por datos instintivos que pueden unirse en forma conceptual para
formar conceptos de orden instintivo o mixto e ingresar en la
zona del consciente. Los datos genéticos son activados
únicamente por conceptos o series de éstos
provenientes de las zonas de los comportamientos.
Philippe L.E. Panchout
Hecho el depósito que marca la ley
11.723
ISBN 98743-5929-3