- El hombre ante los problemas y
límites de la Ciencia. - Las limitaciones del
método analítico, la memoria humana y el
tiempo - El Sistema humano: las manos,
el rostro y la cabeza. - Sociedad familiar, civil y la
economía - La
ética - Las virtudes
sociales - El lenguaje y la
cultura - La Inteligencia y la
Inmortalidad del hombre - La Religión y la
Libertad - Opinión
Personal
El hombre ante
los problemas y
límites
de la
Ciencia.
El hombre sen encuentra hoy en una situación muy
problemática. Aunque no sea éste un rasgo por
completo nuevo, pues el hombre
siempre ha tenido que afrontar problemas, quizás la
situación actual sea extremadamente difícil, por
ser mayor la cantidad y la interconexión de los problemas
que salen al paso. No cabe duda de que se han desencadenado
muchas amenazas que en cualquier momento pueden transformarse en
catástrofes. El hombre es por tanto un suscitador de
problemas; pero es también mejor solucionador de
ellos.
La inteligencia
humana, en la práctica se caracteriza por ser capaz de
fijación de propiedades, de un modo abstracto y no
particular: la inteligencia puede acudir a un mismo remedio
aunque cambien las circunstancias. La capacidad abstractiva es
asimismo susceptible de crecimiento. El hombre se embarca de un
modo de resolver asuntos y eso mismo le ciega para percibir que
son soluciones
inhábiles, ya en crisis. Crisis
significa que ciertos postulados se han agotado, y que ciertos
modos de afrontar la vida ya no responden a las nuevas
cuestiones.
La idea de progreso surge del propósito de no
cultivar el saber en círculos apartados, sino hacer de que
penetre en la sociedad hasta el
punto en que la dinámica social sea promovida por
él. Esta idea se basa, en la confianza en la ciencia
moderna.
Por otra parte, el hombre es un ser que se puede
enfermar, la historia de las enfermedades humanas es muy
larga. Insisto en que las enfermedades humanas son distintas de
las de los animales, no
tanto por los agentes patógenos, como por el modo en que
el hombre las afronta; el hombre programa el modo
de salir de la enfermedad, inventa un arte o una
técnica para curarla, la invención del arte
médico no es casualidad, es más antiguo que la
ciencia moderna.
Las
limitaciones del método
analítico, la memoria
humana y el tiempo
Los problemas hay que resolverlos. Si un problema
no se resuelve es que está mal planteado. Además a
veces, un problema permite y requiere más de una
solución. Al quedar perplejo ante un problema sin saber
como resolverlo, se olvida que la verdadera dificultad de ese
problema consiste en que ofrece una visión parcial del
asunto. Decir que el hombre tiene que ver con problemas
más que el animal es decir poco. El tratamiento
analítico de asuntos humano es, por lo menos, arriesgado:
provoca más problemas que los que resuelve. El
método analítico termina en la ceguera, incapacita
para ver las cosas del mundo global.
Es claro que en el hombre todo es relevante y que la
verdad del hombre no es un resultado, un mosaico de piezas, no es
artificial. El hombre es unitario a priori. El estudio
analítico del ser humano y de su dinamismo no es el
más apropiado. Si nos empeñamos en aplicarlo, la
cantidad de efectos secundarios que surgen, escapan a cualquier
control. El
hombre no es una máquina, por tanto, la antropología no puede plantearse
analíticamente. Para alcanzar la verdad del ser humano es
preciso atenerse a su complejidad. Sin duda, cabe estudiar
analíticamente al hombre (en otro caso por ejemplo no
habría medicina), pero
así no considera realmente su plenitud (el hígado
enfocado analíticamente, separado del cuerpo, no es
hígado vivo). Lo característico de la verdad del hombre es
su integridad dinámica. El hombre es una unidad que no se
reconstituye partiendo de su análisis. Las diferencias en el hombre son
internas, tanto si lo consideramos como somática como
anímica y espiritualmente. Un punto no tiene ni puede
tener intimidad antes que composición. Los postmodernos
dicen que el hombre es desde afuera. Pero con ello niegan la
evidencia, porque es evidente que el hombre es desde dentro.
Tenemos pruebas de la
interioridad humana que ni Derrida puede negar: los sentimientos
no son exterioridades. No pueden tener una idea clara y distinta
del sentimiento, porque es bastante confuso desde el punto de
vista analítico. La antropología tiene que
plantearse el problema de la unidad, que es a la vez el problema
de lo radical, pero no analíticamente. Si no lo hace no
hay tal antropología.
Por otro lado, el hombre no es sólo un ser
espacial ( bien entendido que el espacio humano no es
únicamente el espacio euclídeo). El hombre tiene
que ver también con el tiempo. La
descripción del hombre como solucionador de
problemas muestra mejor su
alcance desde la perspectiva temporal. Es claro que si el hombre
no fuera temporal no tendría problemas, pero
también es claro que el momento en que atendemos a la
índole temporal del ser humano, el modo analítico
de resolver problemas es muy precario. El carácter
temporal del hombre obliga a plantear la pregunta:
¿nuestra vida tiene que ver con el tiempo de tal manera
que carezca de sentido sostener que podemos reducir ese tiempo?,
¿Cómo saber si mañana será como hoy?,
parece que el tiempo tiene una inflexibilidad tal, que
sólo lo poseemos a través del mismo transcurrir.
La muerte no
es un problema ni una oportunidad, sino algo más
importante. La muerte es la
alternativa por excelencia. Según esto el hombre puede no
solamente descubrir oportunidades, sino encontrar alternativas.
Las oportunidades deben distinguirse de las alternativas. Con
esto también tiene que ver la nostalgia que es un
sentimiento cercano a la tristeza y es un intento por revivir el
pasado, de volver a una situación perdida mejor que la
actual requerida por ella.
El Sistema humano:
las manos, el rostro y la cabeza.
Proyectarse hacia el futuro contiene alguna
inseguridad.
Pero sólo en esta línea el hombre aprende.
Según la postura de Platón, el
verdadero aprendizaje no es
posible: el hombre sólo puede recordar, rescatar algo de
una existencia más alta que es previa. Por tanto el hombre
sería capaz de ir a más tan sólo de regreso.
El futuro del tiempo tiene sentido para el hombre: el hombre
puede conocer lo que nunca se ha conocido, o reconocer sin
memoria. La
aporía del Menón es falsa, porque el hombre conoce
la verdad cuando la encuentra por primera vez; en rigor, debe
acontecer así, porque en otro caso sería imposible
determinar en ella: la profundización en la verdad es
siempre nueva, inventiva. El nivel más elemental de la
inventiva es la oportunidad.
El hombre hace con las manos. Con esto basta para
advertir que el cuerpo no es un estorbo: el ser con manos no es
un alma encerrada en una tumba, la mano es instrumento y a la
vez, el origen de la misma noción de instrumento. El
rostro y la mano constituyen un sistema; Si las manos son
simbólicas, el rostro es expresivo. La expresividad y lo
simbólico son dos elementos sistemáticos en
estrecha relación. Sin símbolo el gesto se
inmovilizaría en rito inexpresivo, cercano a la jeta del
animal. De ahí la caricatura.
Sociedad
familiar, civil y la economía
Aristóteles dice que el hombre es
naturalmente social porque habla. El lenguaje se
corresponde con la sociabilidad humana, el diálogo,
no el lenguaje
privado, marca la
existencia social del lenguaje. Hoy se insiste en que la sociedad
y la comunicabilidad son nociones correlativas; incluso dice que
el único cambio social
que puede preverse en el futuro es la sociedad informática. El dinero es
algo así como saber a qué atenerse en las
transacciones. El dinero es una
cosa poco necesaria en la economía de los
pueblos atrasados, porque en ellos son pocas las cosas que pueden
intercambiar.
Los conectivos de la sociedad civil.
La sociedad pone a relieve rasgos
peculiares. La familia es
un sistema lo suficientemente consistente, aunque pueda ser
erosionada por la sociedad civil, porque se basa en unos
radicales muy fuertes, innatos. Pero la sociedad civil suele
entrar en situaciones de franca contradicción consigo
misma. En ella tienen lugar procesos
contraproducentes. Es lo que se llama efecto boomerang y efecto
perverso. Con todo, también la sociedad civil es natural
al hombre. La prueba es que sus contradicciones funcionales no
las han aniquilado. Son patentes tales contradicciones. Juan
Pablo II enfatizados ejemplos de efecto boomerang, la deuda
internacional y el consumismo.
La Ética no sustituye ni a la economía ni
a la medicina ni a ninguna otra cosa, pero sin la ética es
imposible aspirar a hacer consistente todo esto contando con el
ser humano, que es libre. El hombre es un ser ético porque
es un ser libre. Por ser temporal el hombre tiende. El hombre
mira a objetivos y no
se conforma con lo que ya tiene va por más. La
ética s el modo de reforzar al máximo las
tendencias humanas. Ser ético es ser más y eso en
el tiempo significa también tender a
más.
Aristóteles dice que el fin de la sociedad
es el vivir bien. L vivir bien no es el bienestar, sino la vida
cumplida. Es claro que sin normas el fin de
la vida social no se alcanza. La ética está
vinculada a la perfección del hombre que ha de lograr,
pues no le es dada enteramente de antemano. Por eso el hombre es
libre con sentido; la libertad no es
un absurdo. Algunos preferirían no ser libres, porque
sienten la libertad como una carga, o les asustan las
responsabilidades. Pero sin la libertad el hombre no puede
mejorar. De la alternativa propia de la libertad se desprende que
el hombre es un sistema abierto.
La ética es inseparable del perfeccionamiento
humano y se basa en la tesis de que
cualesquiera que sean los avatares ligados con la edad, el hombre
siempre puede crecer. Las tendencias remiten a la naturaleza y la
naturaleza es principio potencial de operaciones.
Cuanto mejor sea el hombre más poderosas serán sus
tendencias. El hombre se perfecciona en varios sentidos, el
crecimiento humano no es unívoco y su consideración
no se agota desde una sola perspectiva. La virtud consiste en el
fortalecimiento de las tendencias humanas, sería
equivocado considerar las virtudes cada una por su lado. La
tendencia a obedecer de la que habla Tomás de Aquino queda
radicada en la ética. La característica de un
sistema abierto es que las relaciones entre sus elementos son
cada vez más intensas e integradas. Los psiquiatras llaman
a esto proceso de
maduración, lo cual es inherente al perfeccionamiento
humano; la vida ética es una vida normada de acuerdo con
el ser más, no con e ser ya.
El hombre no es un sistema cerrado que termine en una
situación de equilibrio, o
aspire a ella, para reaccionar sólo cuando esta
situación se altera. El desarrollo
humano es armónico y sistemático.
Los héroes y los líderes, la
tendencia a la fama; el hombre pretende el honor, la fama, ser
conocido y estimado.
La tendencia al honor es virtuosa si el hombre no se
conforma con ningún honor conseguido, es decir, si es
irrestricta. Si no es irrestricta entonces es un vicio: puede ser
hipocresía, vana gloria o vanidad. La envidia destruye la
aspiración del honor. También es claro que el
honor, la fama se pueden formular con palabras menos
clásicas. Por ejemplo líder,
hoy se habla mucho de líderes. El que realmente merece
consideración como mejor, merece dirigir. Sin embargo la
noción de líder debe entenderse en sentido
institucional par no perder su pleno significado. Por tanto es
preferible hablar de liderazgo.
Así se pone de relieve la dimensión social a esa
tendencia, que es uno de sus frutos. El quiere honor para mandar
y nada más, suele fallar, porque se eleva sobre otros
deprimiéndolos. La inconsistencia del líder muestra
que es una alternativa negativa. El liderazgo, en cambio, es un
sistema abierto: aquella organización en la que sus miembros
actúan mejor que en cualquier otra.
La piedad. La tendencia al honor, va acompañada
junto con otra que en definitiva se refiere a lo mismo aunque
desde otro punto de vista. Es lo que los clásicos llaman
piedad. La piedad es contrapunto del honor. Es la
veneración al propio origen, al autor de uno mismo; este
contrapunto elimina la confusión del honor con la soberbia
(también la piedad se entiende mal cuando se confunde con
la compasión). Piedad se debe a Dios, a los padres y a la
patria. Esta tendencia muy fuerte en otras épocas,
quizá hoy se distorsiona o se debilita. Si se pierde el
hombre orbita en sí mismo sin saber quién es, y se
aturde.
La persona tiende a
que cuenten con ella, a ser útil, a servir para algo "yo
no cuento con
usted porque es un inútil: lo mejor es que no se mueva,
que no haga nada, que desaparezca de mi vista" eso es la
indiferencia, ya que "no hay peor desprecio que no hacer
aprecio".
El hombre es social porque habla; el hombre puede
progresar, colaborar y ser ético porque habla. No hay otro
animal que sepa hablar. El lenguaje ofrece resistencia a la
iniciativa inventiva de cada uno. Si no fuera así, si el
valor de las
palabras dependiera de la libertad individual, no nos
entenderíamos. El lenguaje es inflexible, aunque sea
convencional. El lenguaje es una buena vía para advertir
la distinción natural- espíritu. El lenguaje apunta
al espíritu.
Cultura viene de colere, palabra de origen
agrícola; cultivar es algo más que imitar:
ocuparse, cuidar de, fomentar, sacar adelante. La cultura es el
mundo humano, creado por él, es una continuación de
la naturaleza. Ese carácter corresponde antes que nada al
lenguaje, este es el sentido positivo de lo convencional: la
apertura.
La cultura, aunque sea imprescindible para el ser
humano, es un mundo relativo, pálidamente real, un mundo
de sentido que puede adquirir muchas variantes. Por eso el
espíritu objetivo no es
una categoría homogénea. La peculiaridad de la
cultura es pensada de distintos modos por los filósofos que han intentado hacerse cargo
de ella. Los primeros fueron los sofistas. El hombre es un
configurador; de acuerdo con las configuraciones producidas
también se cultiva a sí mismo.
La
Inteligencia y la Inmortalidad del hombre
La filosofía es una actividad humana muy
especial y, por otra parte rara, el hombre la ejerce pocas veces
y a ella se dedican de modo preferente muy pocos seres humanos.
Además la filosofía siempre ha estado muy
localizada geográfica y culturalmente. La filosofía
es una actividad especial, más alta que otras aunque
también esas otras son importantes. Cuando la teoría
se recaba independientemente de la práctica, cuando la
deja a un lado y se destaca ella sola, nace la
filosofía.
La filosofía es un gran paso adelante porque
también en el hombre hay algo extemporal. Es lo que los
griegos llamaron nous, lo mental. Si el mundo es una mole, el
hombre es una mente; la superación de lo efímero en
el hombre es una victoria sobre la muerte. Esto es una ventaja.
San
Agustín comentaba que no es una ventaja total, no
basta con eso, pero es un gran avance. Si el hombre no es
efímero se ha encontrado una dimensión suya de
dignidad muy alta.
La distinción potencia-acto
aplicada por Aristóteles en los dos términos de la
relación: el entender en potencia y el entender en acto;
el poder ser
entendida de la cosa y el ser entendida en acto.
Filosóficamente la existencia de la inmortalidad del alma,
su carácter no efímero, su no sucumbir al tiempo,
sólo se puede probar si existe el acto de entender. Los
caracteres del alma se desprenden de sus actos. Uno de los cuales
del alma, el nous, en cuanto que se constituye nuestro, es
precisamente inmortal. Pero eso no lo demostramos a no ser en los
actos cognoscitivos que se ejercen. La prueba filosófica
de la inmortalidad del alma es la misma noción de la
teoría.
Con respecto a la muerte es un hecho que no sabemos que
es exactamente, quizá porque no siendo una idea general,
tampoco tiene una esencia positiva. La muerte tiene muchas
dimensiones; aparece de distintas maneras, bastante diversas: esa
misma diversidad de enfoques concuerda con que la muerte carezca
de sentido unitario, es decir con su no comparecer al pensar y al
ser innegable, la muerte es enigmática. La muerte es el
acontecimiento biológico terminal. La muerte del hombre no
es exactamente la mía, yo puedo hablar de muertos estando
vivos. Tener en cuenta la muerte en tanto que pertenece a la
vida, o en tanto que acontecimiento futuro, es la manera
subjetivo-biográfica de considerar la muerte.
La Religión y la
Libertad
Somos mortales porque tenemos un cuerpo de carne
y hueso. La verdad es que mi cuerpo es de carne y hueso en tanto
que u unión con el alma no es suficientemente intensa;
entonces el alma transita y el cuerpo no. El cuerpo es un cauce
de la libertad, en especial de su expresividad, como soy de carne
y hueso, mi alma hace posible mi existencia en este
mundo.
La libertad es lo más alto del ser humano. La
cuestión de la libertad ha de comparecer al tratar de
nuestro carácter mortal. La cuestión es
ésta: ¿hasta que punto somos libres?. La libertad
está en el origen de nuestro inteligir. Ejercer el nous
comporta que somos libres. Preguntar hasta que punto somos libres
es preguntar hasta que punto somos. Si la libertad es
radicalmente inseparable del ser humano, el alcance de la
libertad es el alcance de nuestra propia realidad.
Las dudas sobre nuestra libertad se deben a que las
consideramos en orden a las coyunturas mínimas o tratando
con cosas de poca importancia. Para ejercer la libertad de manera
más radical es menester que la realidad también sea
importante. Si la libertad llega a su fondo que es nuestro propio
ser, coincide con él, y no se limita a aparecer delante:
no disponemos de ella sino que la somos.
Por otra parte, la religiosidad humana ha adoptado
muchas formas, algunas de ellas francamente insuficientes por no
decir aberrantes. La religiosidad ha estado presente desde la
época más primitiva del hombre.
El hombre es un tema inmenso y todas las ciencias
tienen que ver con el hombre. La libertad a priori no es
arbitrariedad. Con todo, lo cierto es que por lo común uno
se encuentra el encargo a lo largo de la vida, por lo que con la
libertad tiene que ver otro enorme asunto humano: el encuentro.,
lo que se encuentra, si es que se encuentra, es la verdad. Es
evidente que en todo ser humano el acontecimiento de la verdad es
de la misma manera; por lo tanto, tampoco en cualquier momento se
puede proponer a todos la verdad de la misma manera; por tanto,
tampoco se puede proponer a todos la verdad de la misma manera ,
pues, si se les propone, no por eso la encuentran.
Seguramente la verdad más radical que el hombre
puede encontrar en esta vida, es la verdad personal. Pero
insisto que no es el único acontecimiento inicial de la
verdad. "La verdad os hará libres" dice el Evangelio. La
verdad siempre encomienda.
El tema del hombre es un hecho muy complejo
precisamente por lo completo que es el hombre no sólo por
lo que ya es, sino también por lo que puede llegar a ser.
El hombre es tema de todas las ciencias y evidentemente es el ser
dominante sobre la tierra que
configura, modifica, transforma y conserva la realidad que le ha
sido dada.
El estudio del hombre requiere un análisis con
una visión muy amplia ya que de no ser así se
pueden dejar a un lado rasgos importantes del hombre para caer en
reduccionismos o en el otro lado absolutizar o dar más
valor a hechos que no lo tienen, así que no sólo es
difícil su estudio sino que también es
delicado.
El hombre, definido por Boeccio como sustancia
individual de naturaleza racional, es una descripción
general y última del hombre. En este libro se trata
de incluir aspectos que también son parte del hombre y de
su naturaleza y que no se pueden dejar a un lado, como lo es la
sociabilidad, la familia, la
cultura, el lenguaje, el dinero, etc. Aunque creo que
faltó hacer un poco de más énfasis en la
parte emotiva del hombre ya que aunque si se menciona y se
abarca. Sería importante darle un sentido como actualmente
se vive en el ser y no tanto en el deber ser.
Es obvio que no se puede abarcar en un libro todo lo que
es el hombre, sin embargo, este libro logra integrar elementos de
suma importancia para el estudio del hombre. En algunas partes le
falta algunas notas aclaratorias al autor ya que cambia con
facilidad de un sentido amplio a un sentido estricto lo que
complica el verdadero sentido e interpretación que da a
las afirmaciones.
POLO Leonardo., "¿Quién es el hombre?, un
espíritu en el mundo"., Editorial Rialp., Madrid, España,
1991., pp. 254.
Información elaborada por:
Iván Escalona Moreno