(Tras las huellas del martiano
mayor)
Tema: Actualidad del pensamiento de
Juan Marinello.
- Asunción creadora de
la "selva" del Maestro. - Cultura, política e
identidad nacional. - Razón utópica y
realidad trascendente.
Martí, escritor americano, la obra cumbre de
Marinello, según José A. Portuondo, consagra a su
autor como el martiano mayor. Al hombre de
profundo pensamiento y sensibilidad, que con miraje de hondura y
alto vuelo revelador, descubre en la "selva" del Maestro una
trinchera de ideas para todos los tiempos. "Frente a las magnas
tareas presentes cobra suprema actualidad aquella estampa en que
Martí dibuja al escritor cabal que ha de nacerle a sus
pueblos: "Así digno y libre, independiente y sabio,
conocedor de los demás y de sí mismo, a la par
instruido de inspirado, así ha de ser el que en nuestros
días quiera robar una estrella más al cielo para
dejarla en la tierra
perpetuamente unida a su nombre". Admitamos la sentencia, de
lindo romanticismo
martiense, y fijemos los ojos en los fundamentos de su mandato.
Sigámoslo en su advertencia dialéctica que ordenaba
seguir los rumores del tiempo, superando
los rumores vencidos".1
I.
Asunción creadora de la "selva" del
Maestro.
No resulta fácil asumir creadoramente a un
creador de la estatura de José Martí. Marinello
lo hizo sin proponérselo. Sencillamente siguió a
Martí con devoción infinita y misión
consagrada. Penetró tanto en él y conoció
tan a fondo su método y
su estilo que muchas autoridades martianas reconocen
similitudes en ambos discursos.
Ya en 1941, – escribe Cintio Vitier – en plena
posesión de sus criterios y de su estilo, pudo
ofrecernos el ensayo
rector -se refiere a "Españolidad literaria de
José Martí- de una nueva estimativa de
Martí como escritor revolucionario. Aquellas
páginas definen los rumbos que van a guiar la
indagación martiana de Marinello hasta los
últimos años de su vida".2
Con inusitada fuerza
conceptual e interpretativa, Juan Marinello indaga en las
fuentes
nutrientes martianas, consciente, además, que cuando las
influencias son sentidas, dejan de serlas3, se
integran al discurso
creativo totalizador con tono propio y raíces
firmes.
Muchos estudiosos de la obra martiana consideran la
producción intelectual de Juan Marinello
en torno a
José Martí como una excelente contribución
fecundante, no sólo por la profundidad creadora con que
desentraña las esencias del Maestro, sino además
por la fuerza estilística perneada de agudeza, belleza y
originalidad personal. Su
discurso interpretativo martiano –todo "una voluntad de
estilo" mediado por un ímpetu de alto vuelo
sintetizador- capta de forma inusitada en cuerpo y alma el
espíritu del Maestro.
Hay en Marinello un modo peculiar de asumir a
Martí, a partir de un método –aportado por
la propia "selva martiana"-, cuyos resultados dan realidad a
una visión inédita del Maestro como totalidad
trascendente. Método que, en tanto expresión del
todo en lo que tiene de esencial –el hombre,
la subjetividad humana y su actividad objetivada en la cultura–
garantiza una interpretación unitaria del ser
existencial martiano y su obra. Con ello, Marinello logra una
exposición orgánica y coherente
del pensamiento del Apóstol, así como determinar
su axiología como totalidad de
creación humana que hace del oficio y la misión
del hombre un eterno ejercicio de acción humana,
materializada en una obra revolucionaria y latinoamericanista
que hurga en el ser de Nuestra América, en función
de su identidad
propia y su inserción en la modernidad
con independencia auténtica y soberanía legitimadora.
La asimilación profunda de la rica
tradición del pensamiento humanista cubano,
latinoamericano y universal, vinculada estrechamente con la
dialéctica marxista y leninista que ha asumido
creadoramente, le abre caminos insospechados a Juan Marinello
en la búsqueda martiana. Su enfoque –síntesis
concreta de la articulación dialéctica del
marxismo con
lo mejor y más avanzado de nuestra tradición- se
traduce en un método que en pos de la totalidad, no
pierde de vista las múltiples mediaciones en que deviene
el objeto investigado.
Un método que parte del hombre en sus
circunstancias y contextos socioculturales e históricos
para determinar cauces interpretativos reales sin a priorismos.
Sencillamente, es el hombre (Martí) como sujeto que
piensa, siente, actúa y se comunica con el entorno
histórico-cultural en que se despliega su pensamiento y
su praxis.
Coincidiendo con el Maestro, Marinello se dirige al
hombre, en tanto esencia cultural y espíritu del pueblo.
"Pero, no queriendo Martí el oficio de escritor enfatiza
Marinello – sino el de hombre, como dice alguna vez llega
a ser el más rico, el más original, el más
entero de los escritores hispánicos de América.
Lección definitiva para los que todavía ponen en
duda, que la grandeza del artista viene de sus íntimas
potencias de hombre, y que estas tendrán tanta fuerza
cuando se hayan asimilado la sed de un pueblo y el querer de
una época4 ".
Un sentido histórico – cultural, a manera
de vía de acceso, nuclea el método de Marinello
en la aprehensión de las esencias martianas. Devela sus
grandes atributos como escritor, pero ínsitos, en las
"íntimas potencias del hombre", como él
solía llamar, siguiendo al Maestro. Por eso, "la vida
fue para Martí corriente tumultuosa, rica y cambiante,
contradicción y ascensión"5, en
función de la percepción del hombre y del cumplimiento
del deber.
En Martí, Marinello, descubre todo un cosmos de
humanidad y al mismo tiempo un modelo a
seguir, en cuanto a valores se
refiere. Martí cree en el hombre y cultiva humanidad. Su
vida es en sí misma una obra cultural al servicio del
porvenir, una "real utopía que en tanto tal, anticipa,
modela y preludia una sociedad
fundada en la moral".
En Martí – escribe Marinello – el escritor
es, como el héroe, un obrero del porvenir, un
espíritu sediento de convivencia ennoblecedora. Su prosa
y su verso son instrumentos políticos en el más
estricto y ambicioso sentido. Su literatura,
como su acción, son desvelo cubano y trabajo por un
tiempo nuevo; por ello, para los cubanos su obra sobrepasa la
vigilancia profesoral y la consideración placentera del
hombre de sensibilidad"6
Marinello penetra en el humanismo
martiano y en el sistema
axiológico que le sirve de sostén. Comprende que
en el Maestro "(..) lo que comienza por anotación
crítica termina siempre por entendimiento
trascedente"7, que "un hombre de esta calidad (..) al
mismo tiempo (..) abre las más duras preguntas
filosóficas"8. Por eso, cuando miramos "el
camino de su literatura que parecía alejamiento,
desembocamos en el asombro de una vida sin semejanza. Y una
vida de esta categoría es mucho más que una vida;
es un hecho moral
(…). De ahí – enfatiza Marinello –
que leer un artículo o un poema de Martí, y a
veces un solo verso y una sola línea, sea una responsabilidad de meditación en el
hombre y en su mensaje"9.
En la aprehensión martiana de Marinello, en
plena sintonía con el discurso del Maestro, el hombre
ocupa un lugar central. Es que partir del hombre y su
actividad, concretada en la cultura constituye en esencia el
núcleo estructurador del método
marinelliano.
Esta estrategia
metodológica no es casual. Sigue la lógica especial del objeto especial, pues
"(…) desde su primer día vigente – se
refiere a Martí – aquel en que se reveló a
su conciencia
el mundo empedernido y el mundo ansioso, hasta el día en
que dejó la tierra por
el camino que había elegido, fue su preocupación
primera el hombre y su destino10". Pero el hombre
concreto,
real, hacedor de historia. El hombre que
vincula indisolublemente el oficio y la misión
comprometida con las grandes masas, con el pueblo. Por eso "hay
que entenderlo como un conjunto de anticipaciones fecundas que
marcan nuevas posibilidades de
ascensión11".
Anticipaciones fecundas, fundadas en un pensamiento
donde los momentos ético, estético y
político, se presuponen hasta integrarse en una
totalidad unitaria, pues "las grandes páginas
revolucionarias – y no hay mayor que José
Martí en la escala cubana
– han de estimarse en el conjunto eficaz, en la medida
real de sus servicios,
en el balance estricto de su rendimiento
patriótico"12.
Marinello, por las exigencias propias de su
método, descubre a Martí como totalidad
trascendente. Es difícil encontrar una arista del
pensamiento martiano que no haya sido objeto del discernimiento
de Marinello. El ideario integral martiano, su
antiimperialismo, latinoamericanismo, anticlericalismo,
antirracismo, en la intelección de Marinello, totalizan
una vocación martiana, nacida de una cultura militante
que afirma la identidad humana y cree en la utilidad de la
virtud y el perfeccionamiento del hombre.
Marinello descubre en Martí, al hombre de todos
los tiempos, al guía espiritual que rechaza la guerra y la
violencia y
la promueve y proclama para el bien común. Al hombre que
ha convertido la patria en agonía y deber, en pos de una
república con todos y para el bien de todos, donde su
ley primera sea
el culto a la dignidad plena del hombre.
Por eso, su revelación martiana le permite
afirmar: "el impulso creador de Martí no se murió
en él porque es una resonancia y una continuidad, porque
puso su voz en la impaciencia noble de los hombres y,
apasionadamente, en el destino de sus pueblos. Por largo tiempo
todavía, mientras subsistan las realidades primordiales
que contempló, su advertencia será oportuna y
fecunda. Y después, cuando hayan sido cambiados por
otros mejores, todavía tendrá vigencia su
lección de preguntar al hombre americano – con
virtud artística – cuál es su pesadumbre y hacia
dónde apunta su esperanza"13.
Pero la asimilación creadora de la "selva" del
Maestro por Marinello, no se reduce a la comprensión y
descubrimiento de un método que reproduce a Martí
como totalidad trascedente. Además, son cauces
hermenéuticos de implicación heurística
que encuentran concreción en la exposición
unitaria de la relación cultura – política e identidad
nacional.
II.
Cultura, política e identidad
nacional.
Los años comprendidos en la década de
los años 30 del siglo XX cubano están impregnados
de nuevas calidades definidoras y modos existenciales de hacer
cultura, arte,
política, en función o no de la identidad
nacional, su desarrollo y
preservación. Son años complejos y
difíciles, en los cuales los sectores intelectuales
cubanos, conscientemente, tienen que tomar posiciones: o miran
la realidad nacional de frente, con ojos militantes, o la
evaden, para regodearse en su producción abstracta, lo
que es más "cómodo", o, sencillamente glorifican
el status quo existente, para alinearse así a la
reacción en contra del ideal nacional y en defensa de
intereses de clases muy definidos.
Son años inciertos, ha fracasado la Revolución del Treinta, hay confusiones
ideológicas, pero la herencia
acumulada de la "década crítica" que le
precedió, así como el despertar de la conciencia
nacional, si bien inmerso todo en confusiones e indefiniciones,
marcará su huella indeleble a la posteridad. "Sus
gérmenes formadores –refiere Marinello a su
llamada "década crítica" (1920-1930)- poseen
raíces muy profundas, de las que suben las grandes
floraciones que hemos contemplado después. No es casual
que en estos diez años – ni antes ni
después- hayan ocurrido hechos como estos: La Revista de
Avance, Venezuela
Libre, América Libre y la radicalización de
Social. Añádase la aparición, en este
lapso de tiempo, del primer Manifiesto Antiimperialista, Y, ya
con significación excepcional –continúa
Marinello- la fundación de la Confederación
Nacional Obrera de Cuba y el
Partido Comunista, primer partido leninista de nuestra
historia."14
La década de los años 30, como todo
tiempo histórico, tiene sus premisas. Hay una cosecha,
una memoria,
avalada por acontecimientos trascendentales que ella sucede, e
incluso toda una tradición anterior sintetizada en
Martí que, aunque en parte desconocida o desvirtuada en
la república neocolonial, existen. El antimperialismo de
Mella y Martínez Villena ha trascendido e impulsado
nuevas directrices socioculturales y políticas. La nueva conciencia nacional,
protagonizada por la juventud,
exige nuevos enfoques y discernimientos del pensamiento
revolucionario del Apóstol y de la realidad
nacional.
En todo este proceso de
lucha y búsqueda nacionales no está ausente la
figura de Juan Marinello. Joven de fina inteligencia
y dotes excepcionales, cuyas cualidades pone en función
de la cultura nacional y la realización plena de la
liberación de su patria. Como poeta, como escritor
lírico, se inicia con originalidad creadora, con su
estilo nuevo e innovador. "Liberación" (1927),
según Regino Boti"… unce definitivamente a Cuba a
la nueva poesía, (…) haciendo del canto
algo cogitativo, trémulo, espacial, sujeto al suelo por
invencibles atavismos, pero con las alas potentes ansiosas de
vuelo y eternidad (…) Sólo el hombre que se
siente muy firme sobre sus talones puede elevar su canto hasta
las más puras
abstracciones…"15
Sin embargo, su excelsa sensibilidad humana, sus
convicciones ideopolíticas, forjadas en el combate en
que se dirimía el destino de la nación cubana, lo alejan de su
poesía intimista y las abstracciones, sin que con ello
renuncie a su vocación poética que
impregnó toda su producción
intelectual.
El ensayo,
género literario en que encuentran cauces
expresivos por excelencia, los fundadores de La Revista de
Avance y otros destacados intelectuales, constituirá el
arma de combate en el quehacer político-social,
crítico-literario y, en fin, cultural-revolucionario de
Juan Marinello. Su tesis, "que
el ensayo pone y el tratado dispone", en un creador de su
naturaleza,
lo conduce a elegir el primero, como medio más propicio
para el despliegue de sus energías e inquietudes
político-sociales y culturales.16
Como toda obra humana, creadora, la ensayística
de Marinello, experimenta un proceso de evolución, en cuanto a
profundización y enriquecimiento se refiere, en la
medida en que profundiza en la realidad, amplía su
horizonte cultural y acumula experiencia. La década de
los años 20 fue su prueba de fuego, y emerge junto a
Mella, Martínez Villena y otros destacados
jóvenes revolucionarios, como figura de alto calibre
político, revolucionario y hombre de la cultura, con
pleno reconocimiento en su medio intelectual y en los predios
de la crítica literaria más exigente. Sus dotes
como escritor, la originalidad de estilo, su espíritu
innovador, que en muchos casos llevan el signo martiano y unido
a su vasta cultura, que no soslaya lo popular y el dominio
profundo de la lengua, ya a
partir de los años 30, hacen de "los ensayos de
Marinello (…) apotegmas que la lógica de su
entusiasmo enlaza alrededor de hombres e
ideas."17
En la ensayística marinelliana de la
década de los años 30, ocupan su atención temas diversos en torno a la
cultura, el arte y la política; sin embargo, su
núcleo central gira en torno a la figura de José
Martí – y coincidimos con los críticos y
exégetas del intelectual cubano- que esta
asunción al Maestro resultó determinante en su
madurez como escritor y elemento catalizador en su
creación fundadora como hombre de pensamiento y
acción, que al igual que el Apóstol, hizo de su
oficio y misión una unidad indisoluble. Misión y
oficio, como dos momentos de un todo único
–revelado y altamente valorado por Marinello en
Martí- preside y pervade en toda su dimensión su
ensayística. Pero la influencia martiana y
también marxista no se reducen a esta
determinación, sino que, tanto con ello, le aportan un
método de aprehensión de la realidad, que en
Martí supera y sintetiza la rica tradición del
pensamiento cubano y lo más valioso del legado
universal: el enfoque sociocultural-antropológico, que
vincula sentimiento y razón como parámetros
cualificadotes de humanidad, y hace del hombre y su devenir un
proceso-resultado de la cultura, en tanto encarnación
del ser esencial humano y medida de su desarrollo,
ascensión y trascendencia.
En esta dirección, y ya en un momento de su
evolución intelectual que expresa los signos de madurez
como escritor, y en posesión de un método que
arranca del hombre en su realidad dramática y en sus
múltiples mediaciones, los temas cultura,
política e identidad nacional, traducen y trasuntan una
obra creadora puesta al servicio de la transformación de
la realidad nacional y en función del pueblo.
En los ensayos publicados en la Revista de Avance
emergen múltiples asuntos que compendian la unidad
orgánica entre cultura y política, como
expresión humana que debe realizar el bien del hombre.
En "El poeta José Martí" (1929), escribe
Marinello: "y para él –refiere a Martí- no
tiene significado la vida que no se vierte en la de los
demás y había dicho que" el deber de un hombre
está allí donde es más útil, -el
poeta queda forzado, fatalmente, a proyectar su obra en bien
del mundo…"18
En los marcos de la relación
cultura-política e identidad nacional, vista como un
todo, dimanante del hombre y transida de humanidad, discurre en
otros problemas
capitales como la relación e interconexión entre
lo universal y lo singular propio, lo autóctono y lo
foráneo, los elementos integradores de la identidad
nacional, el lugar de la cultura afrocubana, el mestizaje, la
relación entre el ser americano y el deber-ser, en nexo
estrecho con las inquietudes cubana y americana, la conciencia
de nuestro ser y los sentimientos en la proyección
social, el lugar y papel del
artista del hombre humanista que hace de la cultura, la
política, el arte, etc., un programa
fundador de lo nacional con vocación universal, un
servicio al sumo bien del pueblo y la humanidad.
El ensayo "Sobre la inquietud cubana" (1929) es una
meditación americana en sí misma, con defensa de
la identidad de nuestro ser existencial y una protesta a
continuar siendo fieles copiadores de la cultura europea y
presa fácil del imperialismo
norteamericano. Sin embargo, la protesta no se queda en
sí misma, lleva un mensaje, un llamado a la
acción. "La inquietud de hoy es esencialmente
–trágicamente- política en su sentido
más amplio y lejano. La tragedia no sólo
está en la inquietud, sino en los caminos para
realizarla"19. Hay una toma de conciencia de los
problemas reales que afectan a nuestro pueblo. "La pugna entre
las viejas construcciones y el nuevo sentido", pues"…
están divorciados de modo radical…la
personalidad –dignidad nacional- con el bienestar de
sus pobladores."20 Al mismo tiempo, hay "una
realidad jurídica –la Enmienda Platt- y una
realidad histórica –la absorción
económica- constituyen al gobierno de
Cuba en guardián de los intereses
norteamericanos."21
Al igual que en "Juventud y vejez"
(1928), donde defiende la libertad, el
derecho al futuro, ante la opresión que invade a la
nación, aquí el optimismo revolucionario se
impone, pues "no vemos, -enfatiza Marinello- sin embargo, esta
tragedia americana como seguro
naufragio de los valores
espirituales"22. Ese optimismo real, de raíz
nacional martiana se cimenta en su cosmovisión humanista
que ubica al hombre como centro del acontecer sociocultural y
político y cree en las virtualidades que potencian y
sirven de sustrato a su humanidad. Se pone de manifiesto,
además, cuando asume la personalidad
del pensador marxista peruano. "En Mariátegui
–señala Marinello en el ensayo "El amauta
José Carlos Mariátegui", publicado con motivo de
su deceso, junio de 1930- la obra intelectual no puede ser cosa
inseparable de su presencia, porque él estaba en su obra
y su presencia empieza ahora. Por venir de su aliento de hombre
su palabra nació con piernas incansables. Como toda
palabra transida de humanidad y codiciosa de porvenir
será la suya viva y
reciente…"23
El hombre, concebido como presencia, proyecto y
síntesis de la cultura que encuentra modos de
realización en el arte, la política y en todo su
quehacer social permea el método marinelliano. De
aquí dimana su intelección de la cultura como ser
esencial humano, enraizada en el pasado y siempre mirando al
porvenir. Por eso, la política en su criterio resulta
una determinación de la cultura, un todo, consustancial
a una unidad superior, el hombre, como hacedor de historia,
comprometido con la realidad y las exigencias de su
época. Por eso jerarquiza en todo alto nivel la divisa
esencial de Mariátegui: "No soy un espectador
indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre
con una filiación y una fe."24 Fe, que en la
comprensión de Marinello significa"…ser parte
encendida del drama del mundo…,25 ser hombre
dramático en un coro de hombre trágicos, afirmar
mientras todos dudaban"…"hundir las manos con dolor de
creación en carne angustiosa."26 En
sí, fe es hombre con ideales, cultura militante
comprometida, política militante.
En la ensayística de Marinello la cultura, en
tanto producción humana, es tal, en la medida que
"traduzca adecuadamente la inquietud política concibe a
esta siguiendo al Amauta como "la trama misma de la historia" y
"el anhelo social"27 que es en primera instancia el
afianzamiento de la identidad nacional, con vocación de
universalidad.
La política como "trama misma de la historia",
en Marinello implica, más que todo, vía de
acción social y humana y, por tanto,
determinación y núcleo de la cultura. En esta
lógica conceptual, y consecuente con su
concepción de lo político, como "forzoso servicio
en las banderas del hombre"28,se pregunta: "cuando
lo político es la corriente vital, ¿puede algo
quedar a sus márgenes?"29 Problema este
extraordinariamente controvertido y polémico, pero en el
discurso de Marinello y el método con que piensa la
realidad humana, aporta múltiples claves interpretativas
que dan fe y cuenta de su razón, o al menos de los
fundamentos lógicos que avalan su criterio.
En primer lugar, no se puede olvidar su
concepción de lo político, como hecho cultural,
como fenómeno humano, inmanente e inserto en la cultura,
como una de sus determinaciones esenciales.
En segundo lugar, no es posible soslayar el sentido
auroreal, preludiante, proyectual que impregna la
ensayística de Marinello. Ese constante transcurrir
–aprehendido de Martí- del ser al deber-ser que
penetra la obra de Marinello constituye un impulso, para el
cual "la afirmación cumplida es menos fértil que
la leal sugerencia.30" Perder de vista esto, es
condenarse a no entender el estilo ni el mensaje de la
ensayística marinelliana; es cerrar las vías de
acceso a su "propia selva", no seguir su ritmo y quedar fuera
de su sintonía.
La asunción de los temas cultura,
política e identidad nacional no se reduce solo a los
trabajos publicados en la Revista de Avance; todo lo contrario.
Si ciertamente son recurrentes y a veces reiterativos en los
ensayos de los años 30 y de las décadas
sucesivas, también es indudable que alcanzan un nivel
superior de profundización.
El ensayista descubre nuevos vínculos y
condicionamientos en correspondencia con nuevos tiempos
históricos, experiencias acumuladas y una
profundización mayor en el pensamiento martiano y el
marxismo creador.
La obra ensayística de Marinello en la
década de los años 30 es vasta, profusa y muy
rica en cuanto a temática de crítica literaria se
refiere31. Escrita en condiciones difíciles
ante el acoso policíaco, la persecución, la
cárcel y el destierro, varios ensayos fueron escritos en
la cárcel o en la clandestinidad. Sin embargo, "el
pensamiento se desarrolla en libre y prolongada espiral
alrededor de una idea matriz, y va
amplificándose y transformándose con prodigalidad
asombrosa32."
En el contenido de los ensayos de este período,
reflejando la realidad de la época, está presente
la angustia cubana y americana –ciertamente, como
señala Angel Augier- pero siempre abriendo brechas de
discernimiento y planteando propuestas para superar el
callejón sin salida que otros vaticinaban y consideraban
cerrado, y sin alguna vía de acceso.
A los problemas de la cultura contemporánea,
incluidas por supuesto la de Nuestra América y la
cubana, dedica atención especial en su
ensayística. La relación entre lo universal y lo
particular es un tema recurrente, así como el imperativo
de afianzar, preservar y desarrollar lo propio, para encontrar
nuestro ser esencial e insertarnos en la cultura universal con
derecho soberano y ser contemporáneo, en tanto hombre
emancipado, libre, virtuoso y digno que sabe labrar el futuro
como sujeto, asido a la tradición, con memoria
histórica y personalidad colectiva.
En los marcos de esta búsqueda constante del
ser esencial que sirve de sustrato a la cubanidad, los temas
cultura, política e identidad nacional y sus
interconexiones y mediaciones continúan
desarrollándose. De una forma u otra y con expresiones
disímiles, como su método se funda en el hombre y
su despliegue procesal en la cultura, por exigencia
lógica, su discurso transita tales determinaciones. Se
trata, además, de un ensayista de vasta cultura, fina
sensibilidad y comprometido con la realidad nacional. Por eso
en él, "una simple alusión –señala
Angel Augier- marca una vasta
extensión cultural, y el concepto de
cultura, en él, no excluye jamás la veta
inagotable de lo popular33".
"Negrismo y mulatismo" desarrolla un trabajo profundo
relacionado con el componente negro en la cultura cubana,
así como la identidad mestiza que caracteriza a nuestra
nación. En la poesía de Guillén descubre
"la cultura de raíz", y con ello, "un hecho americano
del más amplio significado", porque ella –la
poesía- es parte de nuestra carne porque
encontramos… nuestro ayer, nuestro presente y nuestro
mañana34.
En dirección al tema martiano
–predominante en la ensayística de esta etapa, y
en las subsiguientes también- los temas objeto de
análisis adquieren un relieve
inusitado, y no es casual, pues en Martí encuentra lo
que busca en toda su integridad. Martí piensa la
realidad a partir del hombre y su actividad que se encarna en
la cultura. "Por eso –enfatiza Marinello- el artista no
es en él hombre distinto del político, del
meditador, del Apóstol. El arte no puede ser para
Martí sino ejercicio de humanidad. Su prosa y su verso
son los cauces de una energía bienhechora. Su
pensamiento es siempre un intento de exaltar lo mejor del
hombre.35"
Ejercicio de humanidad que en la obra martiana deviene
pivote central en la revelación del ser existencial de
nuestra América, de su identidad en tanto tal,
así como la revelación de la esencia rapaz del
coloso del Norte en acechanza perenne y en relación de
antítesis con los propósitos genuinos de nuestros
pueblos. En esta obra fundadora de Martí, donde cultura,
política e identidad constituyen un todo único
indisoluble, la ensayística marinelliana penetra, y
extrae sus fundamentos orientadores, tanto en la
concepción del problema como en la aprehensión
del método capaz, de pensar el objeto y reproducirlo
creadoramente en su totalidad trascedente.
En esta dirección de reflexión y
discernimiento del problema, el ensayo "Americanismo y
cubanismo literarios" resulta conclusivo. Ante la pregunta:
¿Muestra lo
político el quilate irreductible de un grupo humano
o sólo una esquina ocasional del criterio colectivo?,
Marinello responde, apoyándose en la historia: "Los
mejores observadores del 19 atisbaron el alma criolla de la
conmoción que produjo el ansia de independencia
política. La revolución contra España
fue, innegablemente, oportunidad de sublimación de muy
significantes aristas espirituales del
criollo36
En la ensayística marinelliana de la
década de los años 30, además de dar
respuesta a una etapa convulsa de nuestra historia, pone de
manifiesto el talento excepcional del autor, así como la
originalidad creadora y la belleza expresiva que caracterizan
todo un método todo un estilo para revelar en su esencia
la unidad, cultura, política e identidad nacional en su
síntesis. Además, ínsitamente, la
ensayística del creador y político cubano
está mediada por una idea central que imprime
sustancialidad y coherencia al discurso: que no hay identidad
nacional auténtica, más que enraizada en la
cultura del pasado, en los combates del presente y en la tarea
común de los que construyen el porvenir. Se trata,
más que todo, de un programa cultural, diseminado en su
rica y variada ensayística, cuyo ideal de racionalidad,
fundado en el hombre, sus necesidades, intereses, fines y
medios,
hurga en la modernidad de Cuba y Nuestra América para
hacer de la cultura y la política la autoconciencia
auténtica de la liberación, y de la praxis, su
instrumento de realización efectiva.
Si bien en la producción de Marinello el
problema cultura, política e identidad nacional,
inmanente a su concepción del hombre, ya se integra como
cuerpo teórico coherente de su discurso en la
década de los años 30, cuya expresión la
integran los ensayos recogidos en su libro
Literatura Hispanoamericana, Hombres, Meditaciones, en toda la
obra posterior continúa su desarrollo y
sistematización.
Sin embargo, en Martí, escritor americano
–su obra capital-,
Meditación americana, "Sobre el Modernismo,
Polémica y definición", "Conversación con
nuestros pintores abstractos", "Lenin y la creación
artística", "Literatura y Revolución", y "El
escritor Aníbal Ponce", entre otros, la
intelección dialéctica en torno a la
relación cultura-política-identidad nacional, en
tanto totalidad orgánica que dimana de una teoría y un método en su plena
madurez, resulta más reveladora y profunda. Se
desentraña y amplía nuevas aristas del problema,
se devela otros nexos esenciales, determinaciones y
condicionamientos que dan cuenta de los nuevos avances de la
teoría y el método que alumbra su discurso. La
profundización en el pensamiento y la obra de
Martí, sustanciada además por su
penetración marxista y en la cultura americana y
universal, imprimen nuevos horizontes al camino
recorrido.
En Martí, escritor americano
–Martí y el Modernismo- en la medida que se ve
impelido de establecer relaciones entre el Modernismo y
Martí, el intelectual cubano desarrolla conceptos e
ideas capitales en torno a la dialéctica, cultura,
política e identidad nacional, en tanto exige al creador
lealtad americana y compromiso con su tiempo.
Lealtad y compromiso social que en la
cosmovisión marinelliana implica no convertir el arte,
la literatura y la cultura en general en una empresa
política, codificada en un discurso
propagandístico unidimensional y pobre en contenido. El
concepto es otro y más profundo porque es consecuente
con la búsqueda del hombre en sus humanas, cuya obra
debe fundarse, como en Martí, en el mejoramiento del
hombre, como "….traducción eficaz del clamor
colectivo37 en el camino americano… en la
búsqueda… de lo propio y el ansia de información reciente y
universal."38
Hay mediaciones esenciales que Marinello revela, para
conceptuar y concebir la política como
determinación cultural, al servicio de la identidad
nacional o regional. Mediaciones que encuentra o deduce de su
propia concepción, de la "…total
identificación entre el escritor y el
hombre"39 que, como en Martí "… lo
romántico se enriquece, se supera… por el choque
con la realidad"40. Es en el obrar humano, su
actividad, que imbuido por motivos nobles despierta
sensibilidad y con ello comportamientos políticos. "Lo
sorprendente, lo impar de su caso –por supuesto, se
refiere a Martí- está en que la queja del
artista, sensible de la piel a la
entraña, y el entusiasmo del líder, erguido hasta el fanatismo, se
marinan y asocian a lo largo de toda su existencia; a veces en
el mismo cuerpo de un escrito."41
De esta concepción marinelliana, de identificar
al creador con el hombre –entiéndase bien el
concepto hombre y sus connotaciones, que asimila de
Martí- es fácil comprender las transiciones
dialécticas que median la relación
cultura-política. Es que la cultura, en tanto tal,
sintetiza, compendia e integra en sí la condición
humana, dirigida a la realidad social en su naturaleza
contradictoria, lo que de por sí, deviene
política, al saberse y sentirse el hombre al mismo
tiempo sujeto, agente activo del movimiento
social. Es como si cultura y política, en la dinamicidad
del proceso social tomaran cuerpo en el hombre, sensible a los
latidos de la realidad. De ahí que la política
verdaderamente humana no resulte un aditamento más del
devenir humano, sino un modo en que la propia cultura humana se
expresa en términos de acción real en bien del
progreso del propio hombre y la sociedad. Sobre esta base
encuentra Marinello las claves explicatorias del
desinterés que anima a los grandes hombres, el
fundamento de los ideales que la cultura humanista sedimenta,
la satisfacción plena e incondicional en la que el
hombre es capaz de asumir el deber patrio hasta inmolarse por
una causa política que considera fuente nutricia de
ascensión humana. Su faro y guía es Martí,
como hombre, que puede ser extensible a la más simple
cultura, pero con calidad de hombre.42 "Nuestro
héroe ha evocado largamente la guerra y la muerte.
Quiere servir a la guerra con sus máximas calidades; por
ello sube a lo más su asistencia práctica,
política, instrumental; por ello produce una literatura
en que la utilidad engendra la belleza…Goza de una dicha
no pensada porque la suma de quebrantos y tormentos ha
confluido en la gozosa ocasión de ofrendarlo todo. Si
para él el deber se identifica con el sacrificio, ahora
el mayor deber ha de confundirse con el sacrificio pleno, el de
la propia vida.
Esto explica y brinda fundamentos sólidos, en
los marcos de la dilaléctica, cultura, política,
identidad nacional, a la misión martiana de concebir la
patria como agonía y deber, y la de todo hombre
comprometido –sin condición alguna- con los
problemas cruciales que palpitan en la realidad social de su
tiempo, en pos del futuro.
En el devenir cultura, política, identidad
nacional, Marinello descubre todo un universo de
vínculos necesarios para comprender el proceso mismo de
dicha unidad. En primer lugar –lo reiteramos- la
identidad que establece entre el creador y el hombre; en
segundo lugar, el vínculo que revela entre el hombre y
la cultura, donde esta última define el ser humano en su
esencialidad; determinación que en sí misma la
cualifica –a la altura- como modo de proyección
del hombre en su actividad transformadora y en el cambio de
las circunstancias sociales para realizar sus fines. Esto
significa, al mismo tiempo, la mediación de motivos de
naturaleza ético-moral, implícitos en la
relación cultura-política, que impulsan a la
primera (cultura) a concretarse en posiciones, normas y
acciones
sociales (política) en correspondencia con su
concepción del mundo, las necesidades sociales y el
ideal que dirige su actuación en la sociedad. Por eso
"Martí encuentra en la manigua no la
justificación de su concepto vital."43
Concepto vital, que en la intelección marinelliana
expresa la hombría misma, encarnada en una cultura de
raigambre transformador, impulsada por la conciencia de deber
patrio, por la responsabilidad personal y por lo que ha hecho
razón de su existencia: la emancipación de su
pueblo oprimido. De ahí que su "asistencia
práctica, política, instrumental" en el
Apóstol la sienta como "llegada a su naturaleza plena",
y "la utilidad engendre belleza".
La mediación ético-moral en la
transición cultura-política –que tanto
reitera y valora Marinello, en su exégesis martiana o de
otra personalidad- tiene una importancia capital. Abre
vías de acceso a la comprensión de la literatura,
el arte, etc., y todo el quehacer humano creador, no encerrado
en sí mismo, en su expresión elitista y
esotérica, como arte por el arte, como cultura por la
cultura, en tanto tales, sino en su utilidad social, al
servicio del desarrollo de lo propio y de la defensa y
preservación de la identidad nacional. En tercer lugar,
en el movimiento dialéctico cultura, política,
identidad nacional, el intelectual cubano, a la medición ética,
en calidad de sustrato subyacente, vincula además el
momento estético, en unidad indisoluble, como elemento
que estimula la actividad humana, no sólo por el deber y
los imperativos de naturaleza moral sino que, conjuntamente con
ello, implica ejercicio de acción colectiva social, de
compromiso político, en fin, de imbricación
orgánica de misión y oficio, como hecho
cotidiano, fundado en una cultura de la razón y los
sentimientos. En cuarto lugar, en la articulación
cultura, política, identidad nacional, si bien se
asienta en el
conocimiento del hombre, Marinello jerarquiza la
mediación axiológica en alto grado, consciente
que los valores
humanos, en múltiples formas de expresarse, son
momentos catalizadores de creación humana y generadores
de medios necesarios para convertir en praxis las posibilidades
de excelencia y creación que se llevan dentro del
hombre, cuando los desvelos sociales –ideales
políticos en primera instancia- se convierten en
convicciones.44
La unidad cultura, identidad nacional en Marinello
–en general siempre tomando a Martí como modelo de
hombre- significa la cultura como servicio al pueblo,
sustentada en un espíritu animador de igualdad
social, virtud y dignidad nacional. Es, al mismo tiempo,
cultivar lo endógeno con miraje universal de futuro
Consciente, además, de la tesis martiana de que "nada es
el hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su
pueblo", Marinello, exige a la cultura, al escritor oír
la voz del pueblo, unirse estrechamente a la realidad y ser
consecuente con la necesidad histórica, pues "nunca la
realidad ofreció al artista –y esto resulta muy
actual-(…) tan clara ocasión de
grandeza"45 como la de ser hijo de su pueblo y de su
tiempo. "Todo estará en que nuestro escritor –que
en Marinello y Martí es ante todo el hombre- conjugue un
difícil equilibrio
de espontaneidad e intención, de ímpetu y
conciencia. Sin acudir al razonamiento adoctrinador (…)
por vías de la legitimidad, (…) no explicando
sino evidenciando (…) debe ofrecernos toda la vida por
las veredas más específicas y
sensibles."46 . Decir y hacer que como en
"Martí se mueve dentro de un entendimiento profundamente
humano… que traspasa lo puramente literario y
sólo puede lograrlo una transformación social que
sitúe a los hombres en una verdadera y radical
igualdad."47
En "Sobre el Modernismo. Polémica y
definición", el discernimiento de la relación
cultura, política e identidad nacional, en tanto
sistema, no hace más que profundizar las tesis
anteriores en cuanto a la "capital razón de ser hombre
de entraña política, lo que determina,
interpretar el hecho cultural… con hondo sentido
histórico"48, al igual que en
"Conversación con nuestros pintores abstractos", donde
con calidad del oficio, prueba con solidez argumental y
coherencia lógica" que…cuando se sustrae al
hombre de la tarea que los hechos configuran su presente y su
futuro dejan de contar."49
No se trata de una intención destructiva o una
aversión a la pintura
abstracta, en defensa de la figurativa, sino de un llamado al
clamor del pueblo, ávido de riqueza espiritual
ennoblecedora que encauce su camino liberador.50
Ante este mandato del hombre, del pueblo –fuente nutricia
de todo creador- no hay tarea más importante que dar
respuestas a la necesidad nacional, que es hacer de la cultura
un baluarte político de la nación. Son
alternativas ante las cuales se define más que la
expresión cultural, en tanto tal, la humanidad del
hombre y su destino y razón de ser, en su toma de
partido por el bien común. Por supuesto, Marinello
está consciente como marxista de que "el caso nacional,
entendido como un proceso en marcha, adquiere sentido,
sustancia, realidad, en virtud de la lucha que lo anima, y las
clases que impulsan esa lucha tiñen todo el proceso con
su acción y presencia."51La conciencia obrera
rectorando el proceso más humano del hombre, porque
sintetiza el interés
nacional, exige de la cultura determinaciones políticas
que dan acceso a la empresa
portadora del progreso, no definiciones políticas en
términos doctrinarios, sino captar creadoramente las
señales de la realidad nacional, y con ello contribuir
al programa de educación popular, que en fin de cuentas
conduce a una toma de conciencia en las masas.
Establecer al mismo tiempo una comunicación entre la obra del creador y
el pueblo, que se derivan de ella. Esto, sencillamente, en la
concepción de Marinello es poner la cultura al servicio
de la nación, de sus intereses cardinales, en manos del
sujeto que protagoniza su bregar hacia el progreso y la
verdadera ruta humana.52
En la obra marinelliana –antropocéntrica,
humanista en esencia- la relación cultura,
política, identidad nacional (o regional
latinoamericana) está presente de formas
disímiles. Es cierto que no es la intención
central del ensayista entrar en disquisiciones teóricas
en torno a definiciones y estructuras.
Más le preocupa –y esto es muy importante- su
relación y condicionamiento en la praxis misma. No se
trata de carencia de carga teórica en el discurso, ni
presencia empirista en el método sino de un
estilo,53 donde la imagen y el
concepto actúan en acción recíproca,
sustentada en el aliento de un artista de la palabra y
militante de la historia y la cultura y la política con
raíces propias y sentido universal.
Con criterios científicos –asumimos su
propio decir- sobre el desarrollo de las fuerzas sociales,
Marinello, sin detenerse mucho de modo especial en las
determinaciones conceptuales, logra síntesis
insuperables en torno al objeto que investigamos. En "Lenin y
la creación artística" hay ideas,
síntesis, conceptos íntegros e imágenes
reveladoras. "La observancia del dictamen
leninista,54 vía hacia el futuro, está
afirmada, enriquecida, -escribe Marinello- en nuestro caso por
la presencia cálida y cercana de Martí. Si el
mandato de Lenin es el deber en marcha, el ejemplo de
Martí es el impulso histórico que llena de
sustancia y sentido la tarea
ínminente."55
No le es difícil a Marinello establecer
coincidencia entre Lenin y Martí, respecto a la cultura
y sus determinaciones, a pesar de sus circunstancias y tiempos
históricos específicos, pues el deber en marcha,
la tarea presente, en el caso cubano, está sustanciado
por el impulso histórico martiano. Ambos se complementan
y en síntesis superior expresan la cultura en su
dimensión humana, donde el sujeto "…entienden su
misión como encargo de un gran pueblo en un gran momento
de la historia humana."56
En Lenin, Marinello encuentra con espíritu
martiano,57 nuevas determinaciones en la
relación cultura, política, identidad nacional.
Las relaciones clasistas, ínsitas en la cultura misma,
como expresión de su devenir en la política
–mediación que Martí en su madurez ya
empezó a avizorar- con Lenin encuentran su
expresión sistemática y su desarrollo en los
marcos de su teoría del hombre y la sociedad, con "una
nueva dimensión dialéctica de la cultura".
Concepción que, sin negar los valores universales de la
cultura, muestra su carácter
heterogéneo de acuerdo con intereses de clases, lo que
posibilita comprender en las nuevas realidades" en qué
medida trabaja una expresión de cultura por mantener las
viejas estructuras opresoras, en qué grado actúa
para derribarlas, dando paso a una convivencia en que la tarea
intelectual se produzca sin trabas ni contradicciones,
cumpliendo sus objetivos
inseparables y legítimos."58
Marinello valora en alto grado la existencia de una
teoría de la cultura y una política cultural
leninista, cuyo espíritu fundante, por su resonancia
humana, encarna el ser del pueblo y con ello, un programa,
"…por la que la igualdad perseguida será el
basamento de apropiación humana59 y
posibilidades reales de acceso a la cultura, por una
política inteligente afincada en lo propio, pero con
vocación de universalidad y trascendencia e identidad
propias.
En su intelección "sólo con esta
conciencia unificadora entre libertad y cultura –libertad
para la cultura, cultura para la libertad-, puede emprenderse
una ruta ascendente, sin contradicciones ni
retrocesos".60 Sin contradicciones, no en el sentido
metafísico, sino a partir de crear las condiciones
necesarias por medio de la subversión de la realidad y
su transformación para que el hombre se realice como tal
y florezcan sus potencialidades creadoras en toda
amplitud.
Un entendimiento dialéctico profundo en torno a
la cultura, la política y la identidad nacional revela
el intelectual cubano. Es significativo el lugar que asigna a
los cambios sociales, que si en sí mismos son
expresión de una cultura revolucionaria, acontecimientos
suyos, también la moldean a los tiempos y espacios
históricos. Los cambios sociales –hechos
históricos culturales en esencia- manifiestan el propio
devenir de la cultura en sus determinaciones, incluyendo la
política y sus cauces de dirección humana cuando
captan las necesidades y los intereses del pueblo.
Cuando la cultura refleja en su síntesis el ser
nacional –según Marinello- coincide con el
progreso y sirve de fuente inagotable de enriquecimiento de la
identidad nacional. De lo contrario, se repliega en los
intereses de los sujetos que representan el poder
dominante, en detrimento del verdadero propósito del
pueblo y de su creación libre, pues"…mientras
subsiste la enajenación del trabajo humano (…)
carece la cultura de la radical libertad en que toma cuerpo su
mejor magnitud." "El renaciente –escribe Marinello,
refiriéndose al libro Humanismo burgués y
humanismo proletario, de Aníbal Ponce- sueña con
el hombre en plenitud, y el intelectual del XIX con la
élite de espíritus liberados y abstractos; pero
los dos acuden en definitiva –hijos de su clase– a
proclamar "la supremacía del hombre que piensa sobre el
hombre que vive", con lo que, al obedecer a quienes los
sustentan, restan fecundidad a sus
creaciones."61
Realización humana, realización social y
nacional en la comprensión de la cultura y la
política de Juan Marinello se determinan,
autocondicionan y presuponen recíprocamente. Hay una
idea matriz que atraviesa su discurso, la idea del cambio de
las circunstancias, como prerrequisito dinamizador de la
historia y la cultura y como premisa misma del desarrollo del
hombre y la sociedad, dimanante del hecho de la imposibilidad
–en una sociedad dividida en clases- del abordaje de la
dinámica cultural, soslayando las
contradicciones que le son inherentes y a partir de presupuestos
metodológicos homogeneizantes.
Hay que establecer diferencias específicas,
porque la sociedad fundada en las contradicciones de clases
imprime su sello distintivo a la cultura. Evadir este problema
es simplemente actuar con entidades abstractas, cuyos
resultados a lo más que llegan es a postular una
antropología, conciliadora de polos
antitéticos. La asimilación creadora del
marxismo-leninismo le aporta a Marinello los medios
teórico-metodológicos para la comprensión
científica del movimiento social, incluyendo la cultura
y su determinación política en relación
con el destino de la nación.
El espíritu martiano que anima toda su obra,
que "(…) enseñó para siempre que la
singularidad, la originalidad sorprendente de la obra viene de
la lealtad a las grandes causas contemporáneas y de
traducir en cada instante la voluntad libertadora de los
pueblos"62 se completa con un método que
exige discernir especificidades concretas en las estructuras
sociales de la nación. Comprender que se requiere de
definiciones revolucionarias para revelar en los marcos de la
cultura nacional lo progresivo y lo regresivo y lo que
verdaderamente se encarna como hecho cultural en la
línea del desarrollo de la nación cubana, pues
"…a las viejas servidumbres y a las injusticias
mantenidas –prejuicio social, supeditación de
la mujer,
educación insuficiente y deformadora, monocultivo,
miseria campesina y desempleo
creciente-, ha venido a sumarse, como una gran fuerza
unificadora de lo regresivo, el dominio
imperialista,"63
En tales circunstancias, defender la cultura nacional
es alinearse a la clase que lleva en sí "la voluntad
emancipadora, la misión creadora y fidelidad a su claro
humanismo", es decir, la clase proletaria como portadora del
progreso. Con esto, Marinello demuestra a los creadores
cuál es la entraña de la encrucijada y los medios
para salir de ella. Salvar su misión creadora es hacer
de su creación y su obra un ejercicio revelador
constante de la realidad nacional y, con ello, un quehacer
comprometido con los que sufren la opresión y al mismo
tiempo preludian el porvenir de la nación y su
identidad.
El reconocimiento de la heterogeneidad social, emanado
de las diferencias clasistas, aporta al discurso de Marinello
nuevos fundamentos en el entendimiento de la relación
cultura, política e identidad nacional. Lo provee de
medios necesarios para develar la compleja trama social en que
se desenvuelve la sociedad cubana prerrevolucionaria,
así como encaminar con sentido político la
actividad y obra creadoras de la intelectualidad cubana.
Posteriormente al triunfo de la revolución, en un nuevo
momento del devenir cubano, cuando el ideario martiano-marxista
empieza a encarnarse en la cultura con nuevos mirajes y a
partir de otras premisas, con el pueblo como sujeto, la obra de
Marinello, continuó su línea ascendente en la
revelación del problema.
Nuevamente, en su discurso, los temas, cultura,
política e identidad nacional, además de ser
ideas centrales de su obra, aparecen como núcleos
conceptuales, en su interconexión recíproca y en
constante espíritu superador perneado de urgencia y
vuelo teórico-práctico por su resonancia capital
y significación, en un pueblo que encuentra, al fin, el
rumbo humano de realización social y las vías
sociales de objetivación humana, pues "honremos a
nuestro héroe elocuente haciendo a todos los hombres
dueños de sus destinos, sin privilegios y humillaciones,
y construimos el mundo que él no pudo, en que la equidad
visible de la naturaleza es un espejo de la existencia
humana."64
Marinello, más que todo, exige al artista, al
creador, en fin, al hombre labrar el presente y hacer el
futuro, imbricado con la realidad nacional. Exige a la cultura
–para que adquiera su status real- hacerse militante,
captar la situación nacional con pupila política.
Con ello, se integra al ser nacional, y defiende la identidad
cubana.
En este sentido, no hay posición cultural,
política o estética, etc, -en fin cultura nacional-
sin raíces y propósitos. Es decir, no hay
identidad nacional, al margen de una cultura humana,
comprometida con el contexto social en que transcurre el
destino del hombre, del pueblo.
Al mismo tiempo, cuando la identidad nacional se
enraiza en el pueblo, como conciencia histórica y
personalidad colectiva, se convierte en fuerza vital,
razón suficiente y sensibilidad cotidiana que incentiva
y moviliza con sus valores la creación individual y
social de las grandes masas, "que al integrar lo nacional como
voluntad, dinamismo y cambio (…) ostentan la marca de su
ímpetu y la señal de su triunfo".65
Triunfo que en sí mismo es rescate, reafirmación
de lo propio y expresión cualitativa de la identidad
nacional en desarrollo y progreso.
III.
Razón utópica y realidad
trascendente.
Tanto su oficio -gran escritor ensayista- como su
misión humanista y patriótica determinan en
Marinello un discurso y una praxis, perneados de razón
utópica. Una gran utopía cuando se engendran
sobre la base de necesidades e intereses auténticos es
capaz de trascender la realidad y realizar el ser esencial del
hombre y de los pueblos66
El numen utópico es inmanente al pensamiento de
los hombres que se consagran al deber67. Marinello
lo aprehendió de Martí y fue consecuente con
él hasta sus últimos días.
En Marinello, razón utópica y realidad
trascendente compendian una unidad orgánica mediada por
la praxis creadora. El hombre como sujeto histórico
–cultural, proyecta lo por venir con arreglo a sus
necesidades e intereses. Por eso exigen mirar el presente con
ojos humanos y comunicarse con el pasado "con sed de futuro",
para realizar la obra humana con "raíces y
propósitos".
Valora con entusiasmo las grandes ideas e ideales que
encauzan las cultura, ya sea de índole literaria,
artística, ética o política. En
Mariátegui encuentra al hombre artista y político
soñador que hurga en la realidad para transformala.
Sobre él dirá: " La luz vertical
aparecida en el pecho del hombre dramático taladra
gozosamente su representación trascendente de las cosas.
Todo late en ella hacia un fin propio. En el hombre
–humanidad no puede existir la tragedia. Esta nace del
choque entre el anhelar y la fatalidad negadora del deseo. En
la fe enérgica no tiene parte la posibilidad
negativa"68
Destaca Marinello, la razón proyectual del
hombre en la lucha por lograr lo que quiere. Ideales que hechos
conciencia y traducidos en fe, poseen una fuerza indetenible.
"Tener una fe es ser parte encendida del drama del mundo.
Salvarse o perderse en el mundo. Cuando la fe se ausenta la
comedia llega (…)" 69
La tesis marinelliana de concebir al hombre como
posibilidad infinita de excelencia y creación, siguiendo
a Martí, en sí misma lleva el sello de la
razón utópica que orienta su discurso. Un
discurso de alto vuelo cogitativo y belleza estilística
que no evade el drama humano. Todo lo contrario, es
consustancial a él; se afirma y actúa en pos del
cambio de las circunstancia por la ascensión del
hombre.
Su programa de resistencia y
de lucha sin soslayar lo inmediato se orienta a la mediatez,
como profundo veedor que mira hacia el futuro. No se para la
teoría de la práctica. Sabe que la teoría
alumbra caminos y la praxis cambia, corrige y comprueba. Por
eso el sedimento utópico de su pensar impulsa los vuelos
de alturas sin perderse en el horizonte. La praxis misma
comporta terrenalidad del pensamiento y adecuación a
fines, Se trata de una filosofía de la praxis o de la
subjetividad en constante diálogo con la realidad para aprehenderla
humanamente en bien de la sociedad.
Marinello fue un gran soñador. ¿Pero
quién que es, no sueña?. El intelectual
orgánico soñó mucho, dio riendas sueltas a
su imaginación creadora y vio realizado lo que muchos
consideraban quimeras de la razón. Fue como
Martí, como Mariátegui, y como Marx y Lenin un
hombre de alma política, un hombre "de filiación
y fe" , inconcebible sin la potencia
utópica que se esfuerza por transitar del ser al deber
– ser. Por eso, ante la pregunta : ¿El momento de
mayor emoción política?, Marinello responde sin
vacilación: bueno, me parece, creo que no hay duda, que
el momento de mayor emoción, dentro de mi vida
política –que ha sido en gran parte toda mi vida-
fue, sin duda, el instante en que Fidel proclama socialista a
nuestra Revolución.
Muy explicable –continúa Marinello,
respondiendo a Báez-porque, en verdad, esa
declaración supone la realización del objetivo al
que ha dado uno todo su esfuerzo. Es cierto, no se puede negar
que es así. Es el momento de mayor emoción porque
hemos estado toda
la vida soñando y creyendo que no era tan cercana esa
solución por la que se trabajaba.
Cuando se declara socialista nuestra
Revolución, fue, como tú recuerdas, en los
días de Playa Girón. Es una cosa muy grande para
uno, es la realización de un objetivo perseguido durante
toda una vida"70
Con sencillez expresiva, el grande utopista realista,
confiesa de modo diáfano la realización de su
gran utopía. Su utopía ha devenido realidad
trascendente y fuente de nuevas utopías para la
resistencia y la lucha, para continuar la obra y enriquecerla
con nuevas experiencias y nuevas aprehensiones generadas en la
praxis creadora de una revolución que proriza por sobre
todas las cosas la cultura del ser, pues "jamás el
recuerdo de Martí –enfatiza Marinello, apuntando a
la obra de la revolución ha iluminado una perspectiva
tan unida a sus sueños magnos. Bajo su bandera inmortal
marcha su pueblo hacia la creación de una convivencia
justa, feliz y creadora en que van a cuajar los sacrificios y
los heroísmos de una decisión revolucionaria que
sobrepasa el siglo"71
En la revolución triunfante, vio Marinello la
realización práctica de la utopía martiana
y marxista que creadoramente asumió. En ella vio
"(…) la construcción de un mundo que dará
al hombre medidas insospechadas de su poder"72
.
En los momentos actuales: tiempos de batallas de
ideas, Marinello continúa construyendo utopías
realistas en su pueblo, sobre la base de prácticas
creadoras que no separan el oficio de la misión,
la ciencia
de la conciencia y la razón de los
sentimientos.
El revelador martiano hizo mucho, sigue haciendo, y
aún tiene mucho que hacer. Su obra y pensamiento
continúan trascendiendo.
Rigoberto Pupo