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En esta monografía
me ocupo de las ideas que Pio Baroja, escritor español de
la generación del 98, manifiesta acerca de la novela, las
cuales constituyen una original estética que tuvo
influencia en autores de renombre.
El 28 de diciembre de 1872 nacía en el
País Vasco don Pío Baroja y Nessi, considerado por
la crítica –junto con Unamuno y Machado- uno de "los
tres grandes" de la Generación de 1898. Romero Tobar
sostiene que "queda fuera de debate la
identificación de Baroja con la atmósfera intelectual
y artística vigente en España
durante el cruce de los dos siglos" y da las razones en las que
sustenta esta aseveración: "Dejando ahora de lado las
relaciones de amistades y enemistades literarias y los datos conocidos
de sus contactos con la bohemia de Madrid, la obra del primer
Baroja sirve los síntomas indiscutibles del clima intelectual
de entresiglos: conocimiento
de las reflexiones regeneracionistas sobre los males de la patria
(…) fuerte impronta de las filosofías individualistas
del postidealismo alemán (…), interés
por las ciencias de la
naturaleza,
acercamiento a los movimientos anarquistas, gravitación de
la España negra en los viajes por los
campos y los poblachones del interior de ambas Mesetas, adopción
de formas artísticas de la literatura simbolista
(cultivo del poema en prosa, veladuras en la matización
emocional, conmovedor claroscuro de relatos y estampas con fuerte
contenido de denuncia social)".
Mary Lee Bretz afirma que "se ha hablado mucho del
antihistoricismo de Baroja e incluso se ha visto este
antihistoricismo como un rasgo característico de la generación del
98". Al respecto, recordamos lo que escribió Eugenio
Matus: "Baroja piensa que la novela debe
basarse en los sucesos actuales, o por lo menos en sucesos que
estén todavía cercanos al autor. Como escritor
realista, no ve la posibilidad de captar la realidad de hace
quinientos años".
Su obra, de una riqueza y variedad inconfundibles, ha
abierto caminos a quienes la admiraron; escritores de la talla de
Camilo José Cela y Ernest Hemingway, entre otros, se
reconocen deudores del gran novelista español.
Tanto sus contemporáneos como los críticos
actuales analizaron la estética barojiana. Resulta
sorprendente comprobar que un novelista distinguido con el lauro
académico tenga convicciones tan poco ortodoxas en lo que
a arte se
refiere. El advenimiento de Baroja a la literatura ha sido fruto
de una determinada situación; el mismo autor
manifestó haberse volcado a la creación porque la
vida le había negado experiencias fascinantes: "Soy un
hombre curioso
y que se aburre desde la más tierna infancia. Si
hubiera sido un hombre rico y hubiera podido pasar la vida
alegremente, creo que no hubiera escrito".
Eugenio Matus, crítico hispanoamericano, sostiene
que la literatura es, para Baroja, "un remedio contra el mal de
vivir". Su afirmación se basa en el hecho de que la
creación permite al artista soñar otros mundos y
protagonizar sucesos que en su propia vida le son ajenos. El
arte, ocupación a la que llega por circunstancias
fortuitas, tiene para Baroja connotaciones lúdicras; el
novelista destaca el aspecto de la literatura como juego, por su
carácter desinteresado.
En la década del 20, Pío Baroja y
José Ortega y Gasset sostuvieron una encendida
polémica acerca de las características y destino de
la novela. Fruto de estos debates fueron el volumen Ideas
sobre la novela (1925), de Ortega, y numerosos trabajos sobre el
tema publicados por el cuentista vasco. La teoría
de la novela de Baroja se encuentra diseminada a lo largo de
numerosos prólogos –entre los que recordamos los de
Páginas escogidas y La nave de los locos-, en algunos de
los Pequeños ensayos, y en
el discurso de
ingreso a la Real Academia Española. En ellos, Baroja
expone su concepción artística de un género que
–a criterio de Ortega y Gasset- estaba destinado a
desaparecer.
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