- Teatro y
sociedad - Historia del
teatro - Teatro
Español - Siglo XX
- La escena española
actual - Testimonios
- Breve
conclusión
1)Teatro y
sociedad
El propósito principal de esta escrito es hacer
un breve recorrido por la historia del teatro,
así como hacer especial énfasis en la
repercusión que la representación teatral tiene en
la sociedad. Hago
una pequeña pausa en lo descuidado que está la
actividad teatral y el poco merito que se les atribuye a las
personas que hacen teatro, no como un entretenimiento sino como
una forma de vida.
Como hipótesis este trabajo se plantea conocer
las repercusiones (en caso de que existan) que la práctica
teatral tiene sobre las sociedades.
Se analizaran no solo sociedades actuales, sino haciendo
un breve recuento a través de la historia teatral, con el
propósito de percibir un avance o retroceso tanto en el
pensamiento
cultural de las sociedades, así como la sociedad de
nuestros días. El método que
se utilizará para plasmar información acerca de nuestra actualidad,
fue con una serie de entrevista,
con la intención de recolectar testimonios de personas
involucradas con la práctica teatral (escritores, actores,
espectadores, estudiantes y críticos).
Además de hablar de las repercusiones que
la
televisión como medio de comunicación masiva tiene en las sociedades
y el no menos despreciable retroceso cultural que nos
atañe en nuestros días, por las producciones
baratas que la gente encargada de hacer tele, cada vez apoyan
más. Fomentando una cultura barata
y dejando cada vez más de lado la verdadera
apreciación de lo artístico.
Tratar con la historia no escrita del teatro implica
remontarnos a la historia misma de la humanidad ya que, en su
esencia, ese conglomerado de acciones
humanas que los antiguos griegos codificaron como teatro, no
pertenece a ninguna raza, período o cultura en particular.
Antes bien, es una forma de lenguaje por
medio del cual, originalmente, el mundo fenoménico es
imitado y celebrado. Esta forma de lenguaje, que subyace
inequívocamente en lo más profundo del rito, ha
sido un patrimonio
común a todos los hombres -si bien con diferencias de
grado- desde que el hombre
existe. El brujo que imita un ciervo, en una escena pintada sobre
la pared de la caverna, y el actor de Broadway que imita a Sir
Winston Churchill, tal como aparece en una cartelera de Broadway,
tiene un lazo común a pesar de los veinte mil años
que lo separan.
Necesariamente, una historia completa del teatro
abarcaría varios volúmenes y exigiría la
amplia colaboración de expertos en una serie de materias
como la literatura, la historia y la
arqueología, la sicología, la sociología, la antropología y la religión, entre
otras. El propósito de este trabajo, por ende, es
solamente el de presentar el mundo del teatro en una
visión panorámica, mostrando, de un modo
confesamente somero, la forma en que el teatro -uno de los
índices más sensibles del desarrollo
cultural del hombre– altera
constantemente sus formas, se desarrolla, entra en crisis y
redescubre sus fuentes.
Orígenes del teatro occidental
Teatro griego. La historia del teatro en occidente tiene
sus raíces en Atenas, entre los siglos VI y V A. C.
Allí, en un pequeño hoyo de forma cóncava
-que los protegió de los fríos vientos del Monte
Parnaso y del calor del sol
matinal- los atenienses celebraban los ritos en honor Dionisio;
estas primitivas ceremonias rituales irían luego
evolucionando hacia el teatro, constituyendo uno de los grandes
logros culturales de los griegos. Lo cierto es que este nuevo
arte estuvo
tan estrechamente asociado a la civilización griega que
cada una de las ciudades y colonias más importantes
contó con un teatro, cuya calidad edilicia
era una señal de la impoTeatro Romano
Los romanos, grandes admiradores de los griegos,
establecieron sus propios "juegos
oficiales" desde el año 364 a. C. Pero la
significación cultural que, por así decirlo,
presidio la evolución del teatro ateniense no tuvo
lugar en Roma. Por el
contrario, los romanos vieron en el teatro un aspecto
pragmático y político que no habría
comprendido los atenienses. Para los romanos el teatro era un
lugar de reunión conveniente para el entrenamiento y
la ostentación. En consecuencia, las primitivas estructuras de
madera
modeladas en el siglo V a. C. por los griegos fueron pronto
reemplazados por edificios de piedra, grandes e imponentes,
erigidos como monumentos a la República. Los romanos
también hicieron uso de escenografías pintadas en
forma realista; en verdad el tratado escenográfico
más antiguo que existe fue escrito por el romano Vitruvio
al rededor del año 100 a. C. Estos amplios y nuevos
edificios teatrales eran lugares excelentes para reunir al pueblo
y autoridades romanas pronto advirtieron sus posibilidades
políticas, decretando que todas las
ciudades del Imperio debían incluir un teatro en su
proyecto
urbanístico. Con la creación de estas cadenas de
teatro, los actores romanos vieron asegurada una buena manera de
ganarse la vida si decidían hacer giras por las provincias
y en efecto muchos lo hicieron.
Orígenes. El teatro medieval. El teatro español,
como el europeo, surge vinculado al culto religioso. La misa,
celebración litúrgica central en la religión
cristiana, es en sí misma un ‘drama’, una
representación de la muerte y
resurrección de Cristo. Serán los clérigos
los que, en su afán didáctico por explicar los
misterios de la fe a los fieles mayoritariamente incultos y
analfabetos, creen los primeros diálogos teatrales: los
tropos, con los que escenificaban algunos episodios relevantes de
la Biblia. Estas representaciones, que tenían lugar dentro
de las iglesias, en el coro o parte central de la nave, se fueron
haciendo más largas y espectaculares dando lugar a un tipo
de teatro religioso que fue el teatro medieval por excelencia.
Poco a poco se fueron añadiendo elementos profanos y
cómicos a este tipo de representaciones que, por razones
de decoro, terminaron por abandonar las iglesias y comenzaron a
realizarse en lugares públicos: en los pórticos y
atrios de las iglesias, plazas, calles y cementerios.
En España se
conservan muy pocos documentos
escritos y menos obras teatrales de estos siglos. La muestra
más antigua de teatro castellano es el
Auto de los Reyes Magos de finales del siglo XII, escrito
en romance y probablemente de origen franco. Pero puede decirse
que hasta el siglo XV no empezó a cultivarse como tal el
género,
con Juan del Encina, Lucas Fernández y Jorge Manrique, si
se exceptúan los juegos juglarescos populares.
Siglo XVI
Los parámetros medievales seguirán siendo
la clave del teatro español hasta que, en el siglo XVI, se
inicia el camino de la modernización que culminará
en la creación de un género: la comedia nueva del
siglo XVII. El siglo XVI es, por tanto, un momento de
búsqueda y convivencia de varias tendencias: la
dramaturgia religiosa (Gil Vicente), el clasicismo (Juan de la
Cueva), los italianizantes (Juan del Encina, Bartolomé
Torres Naharro) y la tradición nacionalista (Juan de la
Cueva). La obra dramática más importante de este
período es La Celestina de Fernando de Rojas. En realidad
es una comedia humanista, hecha más para la lectura y
reflexión que para la escena. Se trata de una obra
excepcional, magnífico retrato de la época y
modelo de la
literatura galante posterior. Es, sin embargo, una obra de tan
complicada estructura
dramática (alrededor de 20 actos) que no fue representada
en su época y que sigue teniendo enormes dificultades para
su puesta en escena.
Siglo de oro
El siglo XVII es el siglo de oro del teatro en
España. Es un momento en el que las circunstancias
sociales y políticas determinan una situación
excepcional: la representación pública se convierte
en el eje de la moral y la
estética. Las ‘apariencias’ son
fundamentales. El mundo es un gran teatro y el teatro es el arte
más adecuado para representar la vida. Se crean las
primeras salas teatrales llamadas corrales de comedias, que eran
gestionadas por las Hermandades, verdaderos precedentes del
empresario teatral moderno. Van a proliferar los autores, las
obras y las compañías. El teatro deja de ser un
acontecimiento restringido para convertirse en un producto
competitivo, sujeto a las leyes de la
oferta y la
demanda. Un
interesante debate
teórico acompaña el nacimiento y desarrollo de esta
forma nueva de entender el teatro. Dos autores de la época
nos sirven para ilustrar el sentido y la evolución de este
debate y del arte teatral: Cervantes y Lope de Vega.
La Ilustración
El siglo XVIII estuvo marcado en España, por
primera vez, por la intervención del Estado en la
orientación teatral del país. Bajo el influjo de
las ideas de la
Ilustración, se creó un movimiento de
reforma de los teatros de Madrid, encabezado por Leandro
Fernández de Moratín. El cometido principal de este
movimiento era recomendar una serie de obras y prohibir otras,
bajo la premisa de fomentar exclusivamente ideas que amparasen la
verdad y la virtud, apoyando las representaciones que supusieran
enseñanza moral o
adoctrinamiento cultural. Entre las obras prohibidas figuraban
algunas del siglo de oro, pero sobre todo se censuraba a aquellos
autores contemporáneos que insistían en la
fórmula del siglo anterior. Es preciso señalar que,
pese a la censura ejercida, los objetivos de
la reforma tenían tintes que hoy llamaríamos
progresistas. El estado de
la comedia española era francamente deplorable, cumplida
cuenta de ello dio Moratín en La comedia nueva o el
café
(1792), contundente ataque contra los excesos del posbarroquismo.
Entre las propuestas de la reforma estaba la obligación de
hacer repartos de papeles fundados en las aptitudes de los
intérpretes, la dignificación del poeta y la
valoración de la figura del director. Sin embargo, y pese
a los bienintencionados programas
ilustrados, las que triunfaron en el siglo XVIII fueron las
llamadas comedias de teatro y las comedias de magia. En ambas,
los recursos
tramoyísticos tenían un protagonismo casi absoluto.
Había encantos, duendes, diablos, enanos que se
convertían en gigantes. Los lugares de la acción
competían en exotismo. Por más que el género
fue objeto de la ironía y el desprecio de los
neoclásicos, que veían en él todas las
exageraciones de un posbarroquismo mal asimilado, el
público respaldaba con entusiasmo este tipo de
comedias.
El movimiento romántico
El romanticismo
español no pasa de ser un movimiento arrebatado, con
apenas quince años de presencia en el teatro. Sin duda la
guerra de la
Independencia
y el posterior absolutismo de
Fernando VII retrasaron la aparición de un movimiento que,
como es sabido, tenía tintes altamente revolucionarios. No
obstante, podemos decir que los románticos
españoles coinciden, en sus grandes directrices, con los
alemanes y franceses: afán de transgresión, que
explica las frecuentes mezclas de lo
trágico y lo cómico, el verso y la prosa, tan
denostadas por los neoclásicos; abandono de las tres
unidades; especial atención a temáticas que giran en
torno al amor, un amor
imposible y platónico con el telón de fondo de la
historia y la leyenda y abundantes referencias a los abusos e
injusticias del poder; unos
héroes misteriosos, cercanos al mito, abocados
a muertes trágicas pero siempre fieles a su motivo amoroso
o heroico. En este sentido, el héroe romántico por
excelencia es el protagonista del Don Juan Tenorio de Zorrilla.
En su romántica versión del mito, Zorrilla dota a
la leyenda de unos inusitados niveles de teatralidad y, sobre
todo, muestra a un personaje capaz de redimir con el amor su
condición de burlador, obteniendo así el
consiguiente perdón divino que dos siglos antes le negara
Tirso de Molina.
En cuanto a las formas de representación, hay que
destacar que es en este período —y las ideas de
Larra, que dedicó muchos de sus artículos a los
problemas que
acosaban al teatro, influyeron en este sentido— cuando los
actores se plantean por primera vez la necesidad de renovar las
técnicas de interpretación. "Es
preciso que el actor" —apunta Larra— "tenga casi el
mismo talento y la misma inspiración que el poeta, es
decir que sea artista". La inauguración, en 1830, del Real
Conservatorio de Música, fue el primer
paso hacia la consolidación de los estudios de
interpretación.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX no se produce
en España la renovación del arte dramático
que sucede en otros países gracias a la obra de directores
y autores como Stanislavski, Gordon Craig, Appia, Chéjov o
Pirandello. Aquí el teatro es, sobre todo, un
entretenimiento para el público burgués que acude
con asiduidad a las representaciones. Las compañías
teatrales formadas por las grandes actrices y actores del
momento, que son además empresarios, están
dedicadas a complacer los gustos de este público
conservador y convencional. Los casos de Gabriel Martínez
Sierra o de la compañía de Margarita Xirgu,
dispuestos a jugarse el dinero y el
prestigio en el descubrimiento de nuevos autores y en
innovaciones estéticas, son excepcionales. También
resultan excepcionales las aportaciones de Adrià Gual,
creador del Teatre Intim que realizaba una programación de corte europeo. Lo corriente
fue el éxito
de aquellos autores que como José Echegaray, Premio Nobel
de Literatura en 1904, complacían las expectativas del
público teatral burgués. Benito Pérez
Galdós, otro autor de reconocido prestigio, es un caso
diferente. Galdós se atrevió a crear unos
personajes femeninos que, como la protagonista de su drama
Electra (1901), se enfrentan al fanatismo y al oscurantismo. Las
obras de Jacinto Benavente señalan el final del tono
melodramático, grandilocuente y declamatorio en el teatro.
Benavente inicia con Los intereses creados (1907) o La malquerida
(1913) el realismo
moderno.
Con la vuelta de la democracia se
produjo una renovación del teatro oficial. Directores,
hombres y mujeres de teatro hasta entonces vetados —Miguel
Narros, Nuria Espert— y otros nombres nuevos, como
Lluís Pascual, acceden a la dirección de los teatros nacionales,
centrando sus programaciones en los grandes dramaturgos
clásicos y contemporáneos y recuperando a los
autores españoles del 98 y principios de
siglo, como Lorca o Valle-Inclán.
El énfasis en la revitalización de textos
considerados clásicos se ha asociado a una crisis de
producción de textos dramáticos
originales. Sin embargo, los grupos
independientes van perdiendo vigor y presencia en la escena
española. Tan sólo unos pocos han subsistido y han
podido mantener una continuidad: Els Joglars, dirigido por Albert
Boadella, cuyos montajes siempre polémicos y provocadores
cuentan con el apoyo incondicional del público;
Comediants, que reivindica un teatro festivo, de grandes
máscaras, de gigantes y cabezudos, un teatro que entronca
con el folclore y las fiestas populares, un teatro de espacios
abiertos; o La Fura dels Baus, grupo que se
autodefine como "organización delictiva dentro del panorama
actual del arte", y en cuyos montajes se subvierten todos los
supuestos de la representación teatral, empezando por el
espacio del público, constantemente violentado por la
acción. En consonancia con las tendencias internacionales,
estos grupos tienen una visión del teatro como
espectáculo total, no exclusivamente textual, incluyendo
en sus montajes otras formas de expresión artística
como la fotografía, el vídeo, la pintura o la
arquitectura.
A través de la recopilación de testimonios
logré darme cuenta de algo fundamental, el gran
desinterés que atañe ala sociedad,
Desinterés que es causa de la pobre promoción de la practica teatral. Es una
parte muy pequeña de la sociedad la que se interesa
verdaderamente por el teatro y sorprendentemente ésta
pequeña parte de la sociedad esta íntimamente
ligada con el teatro, ya sea por que son actores, estudiantes,
directores, promotores, etc. Es decir que el teatro tiene muy
poca influencia social.
Sin embargo los pocos espectadores teatrales, hablaron
acerca de una enseñanza o beneficios personales que el
teatro a logrado dejar en ellos, de esto se puede rescatar que el
teatro en efecto es un gran medio de comunicación y tiene
el privilegio de interactuar directamente con su espectador, pero
padece la mala fortuna de no ser promovido y realmente
valorado.
Dentro del teatro existen diversas corrientes y
polémicas, por lo cual no entre teatreros logran ponerse
de acuerdo, ejemplo de ello es la diversidad de opiniones que la
televisión
el principal medio de comunicación masiva tiene, pues hay
quien opina que la televisión es un buen medio de control de las
masas, sin pasar por alto una fuerte crítica por como se
ha manejado. Otros opinan que es tan solo una aparatejo capaz de
estupidizar y empobrecerlas (culturalmente hablando) a las
personas que gusta de ella. El teatro comercial no esta salvo de
variadas opiniones, pues se le reprocha preocuparse por lucrar
con las representaciones teatrales, sin dejar ninguna
aportación social.
La mejor postura sin duda es la de aquellos optimistas
que piensan que estamos en plena revolución
teatral, y no solo en México
sino a nivel mundial pues cada vez más escritores,
productores y actores de renombre opinan públicamente
acerca de su inconformidad, y esto junto con una verdadera
cultura teatral fomentada desde siempre ayudara a la plana
recuperación del teatro.
Desafortunadamente la hipótesis
planteada al principio de ésta investigación no logró afirmarse
pues siendo realistas el movimiento teatral poco preocupa a las
grandes mayorías. Sin embargo se deja entre abierta la
afirmación de que el teatro como medio de
información masiva es una muy buena opción.
Además de retomar lo carente que esta en principio
México de buenos proyectos
teatrales, a los cuales tengan acceso todo tipo de
personas.
Triste es darnos cuenta de que el teatro como muchas
otras cosas que deberían de ser de dominio publico
se encuentra monopolizado y el poco financiamiento
que tiene la actividad teatral es administrada por unos cuentos,
quienes tiene como prioridad sacar a luz proyectos
personales para satisfacer al mismo circulo teatral del cual ya
somos victimas.
Heredia Barajas Yannin Selene.