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Historia del teatro




Enviado por yopitirijina



    1. Teatro y
      sociedad
    2. Historia del
      teatro
    3. Teatro
      Español
    4. Siglo XX
    5. La escena española
      actual
    6. Testimonios
    7. Breve
      conclusión

    1)Teatro y
    sociedad

    El propósito principal de esta escrito es hacer
    un breve recorrido por la historia del teatro,
    así como hacer especial énfasis en la
    repercusión que la representación teatral tiene en
    la sociedad. Hago
    una pequeña pausa en lo descuidado que está la
    actividad teatral y el poco merito que se les atribuye a las
    personas que hacen teatro, no como un entretenimiento sino como
    una forma de vida.

    Como hipótesis este trabajo se plantea conocer
    las repercusiones (en caso de que existan) que la práctica
    teatral tiene sobre las sociedades.

    Se analizaran no solo sociedades actuales, sino haciendo
    un breve recuento a través de la historia teatral, con el
    propósito de percibir un avance o retroceso tanto en el
    pensamiento
    cultural de las sociedades, así como la sociedad de
    nuestros días. El método que
    se utilizará para plasmar información acerca de nuestra actualidad,
    fue con una serie de entrevista,
    con la intención de recolectar testimonios de personas
    involucradas con la práctica teatral (escritores, actores,
    espectadores, estudiantes y críticos).

    Además de hablar de las repercusiones que
    la
    televisión como medio de comunicación masiva tiene en las sociedades
    y el no menos despreciable retroceso cultural que nos
    atañe en nuestros días, por las producciones
    baratas que la gente encargada de hacer tele, cada vez apoyan
    más. Fomentando una cultura barata
    y dejando cada vez más de lado la verdadera
    apreciación de lo artístico.

    2)Historia del
    teatro

    Tratar con la historia no escrita del teatro implica
    remontarnos a la historia misma de la humanidad ya que, en su
    esencia, ese conglomerado de acciones
    humanas que los antiguos griegos codificaron como teatro, no
    pertenece a ninguna raza, período o cultura en particular.
    Antes bien, es una forma de lenguaje por
    medio del cual, originalmente, el mundo fenoménico es
    imitado y celebrado. Esta forma de lenguaje, que subyace
    inequívocamente en lo más profundo del rito, ha
    sido un patrimonio
    común a todos los hombres -si bien con diferencias de
    grado- desde que el hombre
    existe. El brujo que imita un ciervo, en una escena pintada sobre
    la pared de la caverna, y el actor de Broadway que imita a Sir
    Winston Churchill, tal como aparece en una cartelera de Broadway,
    tiene un lazo común a pesar de los veinte mil años
    que lo separan.

    Necesariamente, una historia completa del teatro
    abarcaría varios volúmenes y exigiría la
    amplia colaboración de expertos en una serie de materias
    como la literatura, la historia y la
    arqueología, la sicología, la sociología, la antropología y la religión, entre
    otras. El propósito de este trabajo, por ende, es
    solamente el de presentar el mundo del teatro en una
    visión panorámica, mostrando, de un modo
    confesamente somero, la forma en que el teatro -uno de los
    índices más sensibles del desarrollo
    cultural del hombre– altera
    constantemente sus formas, se desarrolla, entra en crisis y
    redescubre sus fuentes.

    Orígenes del teatro occidental

    Teatro griego. La historia del teatro en occidente tiene
    sus raíces en Atenas, entre los siglos VI y V A. C.
    Allí, en un pequeño hoyo de forma cóncava
    -que los protegió de los fríos vientos del Monte
    Parnaso y del calor del sol
    matinal- los atenienses celebraban los ritos en honor Dionisio;
    estas primitivas ceremonias rituales irían luego
    evolucionando hacia el teatro, constituyendo uno de los grandes
    logros culturales de los griegos. Lo cierto es que este nuevo
    arte estuvo
    tan estrechamente asociado a la civilización griega que
    cada una de las ciudades y colonias más importantes
    contó con un teatro, cuya calidad edilicia
    era una señal de la impoTeatro Romano

    Los romanos, grandes admiradores de los griegos,
    establecieron sus propios "juegos
    oficiales" desde el año 364 a. C. Pero la
    significación cultural que, por así decirlo,
    presidio la evolución del teatro ateniense no tuvo
    lugar en Roma. Por el
    contrario, los romanos vieron en el teatro un aspecto
    pragmático y político que no habría
    comprendido los atenienses. Para los romanos el teatro era un
    lugar de reunión conveniente para el entrenamiento y
    la ostentación. En consecuencia, las primitivas estructuras de
    madera
    modeladas en el siglo V a. C. por los griegos fueron pronto
    reemplazados por edificios de piedra, grandes e imponentes,
    erigidos como monumentos a la República. Los romanos
    también hicieron uso de escenografías pintadas en
    forma realista; en verdad el tratado escenográfico
    más antiguo que existe fue escrito por el romano Vitruvio
    al rededor del año 100 a. C. Estos amplios y nuevos
    edificios teatrales eran lugares excelentes para reunir al pueblo
    y autoridades romanas pronto advirtieron sus posibilidades
    políticas, decretando que todas las
    ciudades del Imperio debían incluir un teatro en su
    proyecto
    urbanístico. Con la creación de estas cadenas de
    teatro, los actores romanos vieron asegurada una buena manera de
    ganarse la vida si decidían hacer giras por las provincias
    y en efecto muchos lo hicieron.

    Teatro
    Español

    Orígenes. El teatro medieval. El teatro español,
    como el europeo, surge vinculado al culto religioso. La misa,
    celebración litúrgica central en la religión
    cristiana, es en sí misma un ‘drama’, una
    representación de la muerte y
    resurrección de Cristo. Serán los clérigos
    los que, en su afán didáctico por explicar los
    misterios de la fe a los fieles mayoritariamente incultos y
    analfabetos, creen los primeros diálogos teatrales: los
    tropos, con los que escenificaban algunos episodios relevantes de
    la Biblia. Estas representaciones, que tenían lugar dentro
    de las iglesias, en el coro o parte central de la nave, se fueron
    haciendo más largas y espectaculares dando lugar a un tipo
    de teatro religioso que fue el teatro medieval por excelencia.
    Poco a poco se fueron añadiendo elementos profanos y
    cómicos a este tipo de representaciones que, por razones
    de decoro, terminaron por abandonar las iglesias y comenzaron a
    realizarse en lugares públicos: en los pórticos y
    atrios de las iglesias, plazas, calles y cementerios.

    En España se
    conservan muy pocos documentos
    escritos y menos obras teatrales de estos siglos. La muestra
    más antigua de teatro castellano es el
    Auto de los Reyes Magos de finales del siglo XII, escrito
    en romance y probablemente de origen franco. Pero puede decirse
    que hasta el siglo XV no empezó a cultivarse como tal el
    género,
    con Juan del Encina, Lucas Fernández y Jorge Manrique, si
    se exceptúan los juegos juglarescos populares.

    Siglo XVI

    Los parámetros medievales seguirán siendo
    la clave del teatro español hasta que, en el siglo XVI, se
    inicia el camino de la modernización que culminará
    en la creación de un género: la comedia nueva del
    siglo XVII. El siglo XVI es, por tanto, un momento de
    búsqueda y convivencia de varias tendencias: la
    dramaturgia religiosa (Gil Vicente), el clasicismo (Juan de la
    Cueva), los italianizantes (Juan del Encina, Bartolomé
    Torres Naharro) y la tradición nacionalista (Juan de la
    Cueva). La obra dramática más importante de este
    período es La Celestina de Fernando de Rojas. En realidad
    es una comedia humanista, hecha más para la lectura y
    reflexión que para la escena. Se trata de una obra
    excepcional, magnífico retrato de la época y
    modelo de la
    literatura galante posterior. Es, sin embargo, una obra de tan
    complicada estructura
    dramática (alrededor de 20 actos) que no fue representada
    en su época y que sigue teniendo enormes dificultades para
    su puesta en escena.

    Siglo de oro

    El siglo XVII es el siglo de oro del teatro en
    España. Es un momento en el que las circunstancias
    sociales y políticas determinan una situación
    excepcional: la representación pública se convierte
    en el eje de la moral y la
    estética. Las ‘apariencias’ son
    fundamentales. El mundo es un gran teatro y el teatro es el arte
    más adecuado para representar la vida. Se crean las
    primeras salas teatrales llamadas corrales de comedias, que eran
    gestionadas por las Hermandades, verdaderos precedentes del
    empresario teatral moderno. Van a proliferar los autores, las
    obras y las compañías. El teatro deja de ser un
    acontecimiento restringido para convertirse en un producto
    competitivo, sujeto a las leyes de la
    oferta y la
    demanda. Un
    interesante debate
    teórico acompaña el nacimiento y desarrollo de esta
    forma nueva de entender el teatro. Dos autores de la época
    nos sirven para ilustrar el sentido y la evolución de este
    debate y del arte teatral: Cervantes y Lope de Vega.

    La Ilustración

    El siglo XVIII estuvo marcado en España, por
    primera vez, por la intervención del Estado en la
    orientación teatral del país. Bajo el influjo de
    las ideas de la
    Ilustración, se creó un movimiento de
    reforma de los teatros de Madrid, encabezado por Leandro
    Fernández de Moratín. El cometido principal de este
    movimiento era recomendar una serie de obras y prohibir otras,
    bajo la premisa de fomentar exclusivamente ideas que amparasen la
    verdad y la virtud, apoyando las representaciones que supusieran
    enseñanza moral o
    adoctrinamiento cultural. Entre las obras prohibidas figuraban
    algunas del siglo de oro, pero sobre todo se censuraba a aquellos
    autores contemporáneos que insistían en la
    fórmula del siglo anterior. Es preciso señalar que,
    pese a la censura ejercida, los objetivos de
    la reforma tenían tintes que hoy llamaríamos
    progresistas. El estado de
    la comedia española era francamente deplorable, cumplida
    cuenta de ello dio Moratín en La comedia nueva o el
    café
    (1792), contundente ataque contra los excesos del posbarroquismo.
    Entre las propuestas de la reforma estaba la obligación de
    hacer repartos de papeles fundados en las aptitudes de los
    intérpretes, la dignificación del poeta y la
    valoración de la figura del director. Sin embargo, y pese
    a los bienintencionados programas
    ilustrados, las que triunfaron en el siglo XVIII fueron las
    llamadas comedias de teatro y las comedias de magia. En ambas,
    los recursos
    tramoyísticos tenían un protagonismo casi absoluto.
    Había encantos, duendes, diablos, enanos que se
    convertían en gigantes. Los lugares de la acción
    competían en exotismo. Por más que el género
    fue objeto de la ironía y el desprecio de los
    neoclásicos, que veían en él todas las
    exageraciones de un posbarroquismo mal asimilado, el
    público respaldaba con entusiasmo este tipo de
    comedias.

    El movimiento romántico

    El romanticismo
    español no pasa de ser un movimiento arrebatado, con
    apenas quince años de presencia en el teatro. Sin duda la
    guerra de la
    Independencia
    y el posterior absolutismo de
    Fernando VII retrasaron la aparición de un movimiento que,
    como es sabido, tenía tintes altamente revolucionarios. No
    obstante, podemos decir que los románticos
    españoles coinciden, en sus grandes directrices, con los
    alemanes y franceses: afán de transgresión, que
    explica las frecuentes mezclas de lo
    trágico y lo cómico, el verso y la prosa, tan
    denostadas por los neoclásicos; abandono de las tres
    unidades; especial atención a temáticas que giran en
    torno al amor, un amor
    imposible y platónico con el telón de fondo de la
    historia y la leyenda y abundantes referencias a los abusos e
    injusticias del poder; unos
    héroes misteriosos, cercanos al mito, abocados
    a muertes trágicas pero siempre fieles a su motivo amoroso
    o heroico. En este sentido, el héroe romántico por
    excelencia es el protagonista del Don Juan Tenorio de Zorrilla.
    En su romántica versión del mito, Zorrilla dota a
    la leyenda de unos inusitados niveles de teatralidad y, sobre
    todo, muestra a un personaje capaz de redimir con el amor su
    condición de burlador, obteniendo así el
    consiguiente perdón divino que dos siglos antes le negara
    Tirso de Molina.

    En cuanto a las formas de representación, hay que
    destacar que es en este período —y las ideas de
    Larra, que dedicó muchos de sus artículos a los
    problemas que
    acosaban al teatro, influyeron en este sentido— cuando los
    actores se plantean por primera vez la necesidad de renovar las
    técnicas de interpretación. "Es
    preciso que el actor" —apunta Larra— "tenga casi el
    mismo talento y la misma inspiración que el poeta, es
    decir que sea artista". La inauguración, en 1830, del Real
    Conservatorio de Música, fue el primer
    paso hacia la consolidación de los estudios de
    interpretación.

    Siglo
    XX

    A finales del siglo XIX y comienzos del XX no se produce
    en España la renovación del arte dramático
    que sucede en otros países gracias a la obra de directores
    y autores como Stanislavski, Gordon Craig, Appia, Chéjov o
    Pirandello. Aquí el teatro es, sobre todo, un
    entretenimiento para el público burgués que acude
    con asiduidad a las representaciones. Las compañías
    teatrales formadas por las grandes actrices y actores del
    momento, que son además empresarios, están
    dedicadas a complacer los gustos de este público
    conservador y convencional. Los casos de Gabriel Martínez
    Sierra o de la compañía de Margarita Xirgu,
    dispuestos a jugarse el dinero y el
    prestigio en el descubrimiento de nuevos autores y en
    innovaciones estéticas, son excepcionales. También
    resultan excepcionales las aportaciones de Adrià Gual,
    creador del Teatre Intim que realizaba una programación de corte europeo. Lo corriente
    fue el éxito
    de aquellos autores que como José Echegaray, Premio Nobel
    de Literatura en 1904, complacían las expectativas del
    público teatral burgués. Benito Pérez
    Galdós, otro autor de reconocido prestigio, es un caso
    diferente. Galdós se atrevió a crear unos
    personajes femeninos que, como la protagonista de su drama
    Electra (1901), se enfrentan al fanatismo y al oscurantismo. Las
    obras de Jacinto Benavente señalan el final del tono
    melodramático, grandilocuente y declamatorio en el teatro.
    Benavente inicia con Los intereses creados (1907) o La malquerida
    (1913) el realismo
    moderno.

    La escena
    española actual

    Con la vuelta de la democracia se
    produjo una renovación del teatro oficial. Directores,
    hombres y mujeres de teatro hasta entonces vetados —Miguel
    Narros, Nuria Espert— y otros nombres nuevos, como
    Lluís Pascual, acceden a la dirección de los teatros nacionales,
    centrando sus programaciones en los grandes dramaturgos
    clásicos y contemporáneos y recuperando a los
    autores españoles del 98 y principios de
    siglo, como Lorca o Valle-Inclán.

    El énfasis en la revitalización de textos
    considerados clásicos se ha asociado a una crisis de
    producción de textos dramáticos
    originales. Sin embargo, los grupos
    independientes van perdiendo vigor y presencia en la escena
    española. Tan sólo unos pocos han subsistido y han
    podido mantener una continuidad: Els Joglars, dirigido por Albert
    Boadella, cuyos montajes siempre polémicos y provocadores
    cuentan con el apoyo incondicional del público;
    Comediants, que reivindica un teatro festivo, de grandes
    máscaras, de gigantes y cabezudos, un teatro que entronca
    con el folclore y las fiestas populares, un teatro de espacios
    abiertos; o La Fura dels Baus, grupo que se
    autodefine como "organización delictiva dentro del panorama
    actual del arte", y en cuyos montajes se subvierten todos los
    supuestos de la representación teatral, empezando por el
    espacio del público, constantemente violentado por la
    acción. En consonancia con las tendencias internacionales,
    estos grupos tienen una visión del teatro como
    espectáculo total, no exclusivamente textual, incluyendo
    en sus montajes otras formas de expresión artística
    como la fotografía, el vídeo, la pintura o la
    arquitectura.

    4)Testimonios

    A través de la recopilación de testimonios
    logré darme cuenta de algo fundamental, el gran
    desinterés que atañe ala sociedad,
    Desinterés que es causa de la pobre promoción de la practica teatral. Es una
    parte muy pequeña de la sociedad la que se interesa
    verdaderamente por el teatro y sorprendentemente ésta
    pequeña parte de la sociedad esta íntimamente
    ligada con el teatro, ya sea por que son actores, estudiantes,
    directores, promotores, etc. Es decir que el teatro tiene muy
    poca influencia social.

    Sin embargo los pocos espectadores teatrales, hablaron
    acerca de una enseñanza o beneficios personales que el
    teatro a logrado dejar en ellos, de esto se puede rescatar que el
    teatro en efecto es un gran medio de comunicación y tiene
    el privilegio de interactuar directamente con su espectador, pero
    padece la mala fortuna de no ser promovido y realmente
    valorado.

    Dentro del teatro existen diversas corrientes y
    polémicas, por lo cual no entre teatreros logran ponerse
    de acuerdo, ejemplo de ello es la diversidad de opiniones que la
    televisión
    el principal medio de comunicación masiva tiene, pues hay
    quien opina que la televisión es un buen medio de control de las
    masas, sin pasar por alto una fuerte crítica por como se
    ha manejado. Otros opinan que es tan solo una aparatejo capaz de
    estupidizar y empobrecerlas (culturalmente hablando) a las
    personas que gusta de ella. El teatro comercial no esta salvo de
    variadas opiniones, pues se le reprocha preocuparse por lucrar
    con las representaciones teatrales, sin dejar ninguna
    aportación social.

    La mejor postura sin duda es la de aquellos optimistas
    que piensan que estamos en plena revolución
    teatral, y no solo en México
    sino a nivel mundial pues cada vez más escritores,
    productores y actores de renombre opinan públicamente
    acerca de su inconformidad, y esto junto con una verdadera
    cultura teatral fomentada desde siempre ayudara a la plana
    recuperación del teatro.

    5) Breve
    conclusión

    Desafortunadamente la hipótesis
    planteada al principio de ésta investigación no logró afirmarse
    pues siendo realistas el movimiento teatral poco preocupa a las
    grandes mayorías. Sin embargo se deja entre abierta la
    afirmación de que el teatro como medio de
    información masiva es una muy buena opción.
    Además de retomar lo carente que esta en principio
    México de buenos proyectos
    teatrales, a los cuales tengan acceso todo tipo de
    personas.

    Triste es darnos cuenta de que el teatro como muchas
    otras cosas que deberían de ser de dominio publico
    se encuentra monopolizado y el poco financiamiento
    que tiene la actividad teatral es administrada por unos cuentos,
    quienes tiene como prioridad sacar a luz proyectos
    personales para satisfacer al mismo circulo teatral del cual ya
    somos victimas.

     

     

    Heredia Barajas Yannin Selene.

     

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