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SUEÑOS Y MUERTE EN ANALISIS EXISTENCIAL




Enviado por gerpas



    1. Los
      sueños.
    2. La muerte.
    3. Bibliografía
      Consultada.

    Los
    sueños.

    El sueño es un lenguaje, una
    forma de expresión comunicativa de una serie de
    situaciones, de vivencias, de experiencias propias de un
    sujeto.

    En la antigüedad se pensaba que el sueño era
    un mensaje de los dioses el cual había de ser interpretado
    en cuanto que designio divino. Heráclito de Efeso por su
    parte consideraba que aquellos seres que están en vela
    tenían un mundo distinto pero compartible, mientras que
    los que duermen, cada uno de ellos se dirigiría a un mundo
    propio y cuando soñamos no estaríamos en
    relación con el todo.

    En la Grecia
    helénica el sueño era sinónimo de locura.
    Homero, por
    ejemplo, planteaba que los sueños son demonios (no en el
    sentido bíblico de nuestra cultura
    judeo-cristiana, sino en el sentido de dioses menores). Estos
    mensajes de los dioses eran interpretados por los
    oráculos.

    Posteriormente en el Imperio Romano
    comienza a aparecer una cierta crítica al sentido
    teológico de los sueños. En este sentido, por
    ejemplo Petronio planteaba que no es lo sagrado ni el despotismo
    de los dioses lo que envía los sueños sino que
    el hombre se
    los crea para sí. Posidonio por su parte decía que
    los sueños son una fuerza
    explicable y natural aunque secreta y llena de misterios.
    Lucrecio afirmaba que las vivencias oníricas son
    dependientes de los sucesos de la vida diaria; los temores, los
    deseos y los impulsos sexuales.

    Pero el hablar del sueño y de los sueños
    implica como necesaria contrapartida tener que hablar del
    estado de
    vigilia. El sueño sólo el sujeto soñante lo
    ve; es él quien se deleita y/o se tortura con lo que
    está "viviendo". Las imágenes,
    los sentimientos le pertenecen en forma exclusiva y singular.
    Cuando soñamos cortamos los vínculos sensoriales
    con el resto del mundo y nos aislamos en nuestro propio "mundo".
    Cuando soñamos ignoramos que lo estamos haciendo y en ese
    sentido podríamos decir que somos ignorantes de nuestro
    soñar. Por el contrario, en el estado
    vigil somos plenamente conscientes de lo que estamos llevando a
    cabo mientras que durante el transcurso del proceso
    onírico no somos dueños de la conciencia, de lo
    que soñamos, de lo que fantaseamos, a diferencia de una
    fantasía dirigida ocurrida durante y en el estado
    vigil.

    La forma en que fisiológicamente ha de
    manifestarse el sueño es un hecho que depende de la edad y
    de correlaciones neurofisiológicas propias de cada
    persona. A
    ello se sumaría la inexistencia de una
    interpretación consensual y universalmente válida
    acerca del significado del simbolismo onírico.

    Entonces tendríamos que mientras dormimos,
    mientras soñamos, ese soñar implicaría y
    abarcaría la totalidad de nuestra existencia y sólo
    tendríamos conciencia de
    él al despertar. Mientras soñamos somos el
    sueño y no existe posibilidad alguna de relacionarme con
    los otros.

    En el estado vigil
    somos conscientes y reconocemos nuestro ayer, nuestro presente y
    nuestro mañana, pero al soñar no existe otra
    posibilidad que el sueño. En el sueño el mundo deja
    de existir pues soy el mundo, soy omnipotencia impotente, soy
    intemporalidad temporal, es de alguna manera la
    realización que no llegará a concretarse del ser en
    sí. En nuestra existencia vigil consciente el hoy se
    conecta con el pasado y nos prepara para el futuro. En los
    sueños ello no ocurre e incluso no podemos hablar de
    sueños repetido porque dicha relación repetitiva
    sólo es pasible de ser llevada a cabo durante y en el
    estado de conciencia vigil; mientras dura el estado
    onírico dicho proceso
    involucra la totalidad de nuestro ser, por ende,
    independientemente del número de veces que un determinado
    sueño se repita, nunca perderá su "carga"
    emocional.

    Es al despertar cuando se da el enlace entre la
    existencia real en cuanto hace a nuestro ser en el mundo y lo
    soñado. Nunca rememoramos un sueño tal como tuvo
    lugar mientras lo soñábamos, siempre
    existirá algo que le es propio y exclusivo a ese proceso
    onírico, mientras que en el estado vigil lo podemos
    rememorar hasta en sus más pequeños detalles e
    inclusive, y mejor dicho, lo habremos de re-elaborar en el
    presente vivido (elaboración secundaria), puesto que
    habrán elementos y/o partes constitutivas de nuestro ser
    en el mundo onírico que no nos "permitimos" recordar en
    tanto que implicaría el enfrentarnos y tomar conciencia de
    aquello que nos "atormenta" y que sólo en y a
    través de nuestra omnipotencia e impotencia
    oníricas nos permitimos enfrentar.

    Dice Freud en "La
    interpretación de los sueños" que al dormir se deja
    de lado el interés
    por el mundo. Pero en base a lo que hemos venido exponiendo, en
    verdad se es el mundo; no se deja de lado el interés
    por, sino que se es el mundo, se es el "ser ahí". Al
    dormir re-creamos el mundo. Tanto nos sumergimos en él que
    nos constituimos en el mundo y lo re-creamos en base a nuestros
    "intereses". Cada elemento constitutivo del sueño es parte
    nuestra (y ello surge durante el proceso
    psicoterapéutico).

    La
    muerte.

    Es poco lo que conocemos de la prehistoria de la
    humanidad, pero lo poco que conocemos lo sabemos a través
    de las tumbas y ello porque los cuerpos están
    acompañados por una serie de objetos que le iban a servir
    al muerto de ayuda en el más allá, de sustento en
    la otra vida; que le iban a acompañar en su
    tránsito hacia la otra vida. Y esto de alguna manera es
    algo que se repite en todas las culturas, llegando inclusive a
    manifestarse en nuestros días. Esta concepción de
    una vida en el más allá se repetiría como
    una constante a lo largo de toda la historia de la
    humanidad.

    Con la evolución de las culturas el concepto de
    muerte se va
    intelectualizando. El concepto de
    eternidad, de trascender la muerte, de
    un no aceptar la muerte
    física es
    una constante de todas las culturas, de todas las épocas y
    que nos influye en nuestra cotidianeidad. Los muertos siguen
    formando parte de nuestra vida activa en cuanto los recordamos.
    La conservación de las tumbas, de los cuerpos, de las
    figuras de los seres que ya no están con nosotros siguen
    marcando la presencia de alguien que no está, pero que se
    encuentra presente.

    Este trascender la muerte tendría como polo
    contrario a la eternidad. Y aquí se daría una
    crisis
    existencial en tanto somos conscientes de nuestra no-eternidad.
    Como diría Plotino, los animales son
    mortales y no son conscientes de ello; los dioses son inmortales
    y son conscientes de ello, pero el pobre hombre, a
    mitad de camino entre ambos, es mortal y es consciente de ello y
    en ello radicaría su angustia existencial
    básica.

    Hay dos opciones: o nos morimos (dejar de ser), o no nos
    morimos (llegar a ser), y ambas opciones son realmente
    desesperantes, ambas nos provocan una angustia, una dificultad
    existencial que es y se siente como universal. En este sentido
    podríamos decir que la vida de todo ser está
    signada por dos absurdos: el haber nacido y el tener que morir. Y
    en el medio se daría la existencia.

    Lo que en realidad vivimos es la muerte del otro.
    Vivimos un hecho externo a nosotros mismos; vivimos la falta de
    ese interlocutor, pero no la muerte en sí de ese
    interlocutor; vamos a vivir las consecuencias que va a tener para
    nosotros la no existencia del otro, pero no vamos a experienciar
    su muerte.

    El "en sí" sigue existiendo porque es eterno, lo
    que se frena es el "para sí" que es la forma en que uno
    vive.

    No se puede tener experiencia de la muerte porque ella
    es la negación de la vida.

    Dice Heidegger: "Uno sabe de la muerte cierta y sin
    embargo no es cierto propiamente de ella… A la certidumbre va
    unida la indeterminación de su cuando".

    Por otra parte dice Sartre que
    aceptar morir por vejez es
    aceptar que la vida sea una empresa
    limitada. Vamos a vivir nuestra vida en función de
    cumplir nuestros objetivos a
    esa fecha y por ello decimos que es una empresa limitada.
    Pero el problema radicaría en que nos podemos morir en
    cualquier momento, entonces ese objetivo que
    es limitado sería además fallido, porque puede
    terminar en cualquier momento.

    Ese objetivo lo
    más probable es que sea fallido. A punto tal que
    clínicamente es usual la muerte de muchas personas al poco
    tiempo de su
    jubilación y ello porque dejamos de hacer una tarea,
    "fallamos" en la realización de esa tarea y no sabemos
    cuando va a fallar, no podemos programar ese "cuando".

    La muerte es una pérdida para los sobrevivientes.
    La pérdida que "vive" el muerto es una pérdida a la
    que no podemos llegar a conocer y porque vivir es "ser en el
    mundo", no podemos conocer aquello que se encuentra siendo fuera
    del mundo.

    El ser es pero nosotros vamos a dejar de ser, lo que
    además de ser una contradicción es un generador de
    angustia y esa angustia la sentimos porque estamos siendo; somos
    un "ser en el mundo" que tiene la capacidad de sentir, que pone
    en duda su ser en sí mismo. Y la defensa que tenemos para
    ello sería una actitud de
    indiferencia.

    En este sentido Sartre plantea
    que uno puede esperar una muerte particular pero no "la" muerte.
    La muerte como tal nunca la podemos enfrentar porque nunca la
    conocemos, sólo conocemos formas de muerte.

    Como dice este filósofo francés: "La
    muerte no es mi posibilidad de realizar más presencias en
    el mundo, sino una nihilización siempre posible de mis
    posibles, que está fuera de mis posibilidades".

    Vivimos planteando posibles de posibilidades posibles
    (valga la redundancia) que puedan ocurrir, por lo tanto la muerte
    anula desde cualquier punto de vista, le sustrae trascendencia,
    le quita posibilidad de existencia, niega todas las realidades,
    le quita valores
    concretos al ser una posibilidad que va a anular mis futuros
    posibles.

    Como dice Sartre: "Nuestra vida no es sino una larga
    espera". Todas esas esperas comportan una referencia a un
    término último al que se lo espera, pero del que no
    se espera nada, porque después de la muerte lo que hay es
    nada.

    Cada uno de nosotros forma parte de la
    comprobación del "para sí" (ser en el mundo), que
    le hacen los otros. Por lo tanto todos aquellos que ayudaron a
    nuestra comprobación de "ser en el mundo" forman nuestro
    pasado. Como somos nuestro pasado y nuestro pasado permanece en
    nosotros, esos seres permanecen en nosotros.

    Perdemos existencia personal, pero
    pasamos a integrar la existencia colectiva. Mi muerte, al pasar a
    integrar el mundo, pasa a formar parte de una existencia
    colectiva; compromete a otros de la misma forma que mi vida
    compromete a otros.

    Nuestra existencia personal se carga
    de todas las existencias pasadas que inciden de alguna forma en
    nuestra existencia, pero la no existencia también implica
    una forma de incidir en nuestra vida.

    La memoria de ese
    ser persiste en los otros. Y al respecto decía Sartre que
    la irreversibilidad de la temporalidad es el carácter
    propio de una libertad que
    se temporaliza. La vida de cada uno de nosotros es única e
    irrepetible. No se va a dar ni se dio otra existencia
    idéntica a la que nosotros estamos desarrollando. Y va a
    llegar un momento en que se va a terminar. Por lo tanto, cada
    acto de mi existencia es un acto que compromete a otros. Y si no
    fuera finita no tendría ese compromiso, pues
    tendría todo el tiempo del mundo
    para reparar mis actos. Al no tener dicho tiempo y al correr el
    riesgo
    constante de que mi tarea sea una tarea fallida, debo estar
    permanentemente optando entre distintas posibilidades que
    comprometen al otro y a mí como causante de ese compromiso
    con el otro.

    La única posibilidad entonces de ser libres es
    siendo finitos.

    Bibliografía
    Consultada.

    M. Heidegger – "El ser y el tiempo"

    M. Heidegger – "¿Qué es la metafísica?

    M. Heidegger – "El concepto de tiempo"

    M. Heidegger – "El eterno retorno de lo mismo y la
    voluntad de poder"

    M. Heidegger – "La cosa"

    M. Heidegger – "Construir, habitar, pensar"

    M. Heidegger – "¿Qué significa
    pensar?"

    J. P. Sartre – "El ser y la nada"

    J. P. Sartre – "El existencialismo es un humanismo"

    J. P. Sartre – "La naúsea"

    J. P. Sartre – "A puertas cerradas"

     

     

     

    Lic. Germán H. PASTORINI

    Licenciado en Psicología

     

     

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