- El self como órgano de
contacto y en relación con la
identidad. - Contacto y evitación
del contacto. - Punto ciego y
diferenciación. - Autoapoyo y apoyo
ambiental. - Resistencia.
- La neurosis como
evitación del contacto. - "Carácter".
- Mecanismos
defensivos. - Relación
terapéutica. - Bibliografía
consultada.
El self como
órgano de contacto y en relación con la
identidad.
El self es el órgano de contacto por excelencia,
mientras que la identidad es
algo que crece, que se desarrolla, que es capaz de transformarse,
pero que también es capaz de rigidizarse, de estancarse,
de entumecerse. La identidad es
la totalidad de la persona, es
aquello con lo cual nos identificamos, lo que sentimos que
somos.
Cuando la identidad no es flexible y variable, cuando es
rígida, estamos frente a una identidad neurótica,
frente a una gestalt fija,
frente a un comportamiento
previsible. En este caso el self está al servicio de la
neurosis y por lo
tanto no permite realizar ni realiza contactos nuevos.
El self no es la identidad aunque guarda con respecto a
esta una relación muy profunda. Un self rígido por
ejemplo, impide una identidad variable, mientras que un self
dinámico permite el desarrollo de
una identidad flexible. O sea, que si mi self no varía,
siempre habrá de mantener la misma distancia y esto llega
a suceder en personas que han carecido de afecto y de contacto
físico durante su primera infancia, lo
cual hace que se sientan confusas, molestas, temerosas,
invadidas, afectadas en su estructura de
identidad cuando otro se les acerca o intenta contactarlos
físicamente; temen el rechazo de y por el otro. En el
fondo quieren establecer contacto pero sienten temor y se aislan
como defensa.
Lo que nos permite el cambio y el
crecimiento es que el self trascienda los límites de
nuestra identidad. Ambos se han de condicionar mutuamente. El
self es el que posibilita que mi identidad crezca a través
del establecimiento de contactos nuevos.
Lo que se encuentra en la base de la génesis de
una estructura
neurótica es la reiteración de una situación
que es siempre la misma (por ejemplo que a un niño siempre
le griten o le peguen, o que sea sobreprotegido o
sobremimado).
Cuando trabajamos con personas que tienen dificultad
para distinguir entre su self y su identidad y los conducimos a
establecer contacto con algo, en la medida en que no son capaces
de digerir y asimilar, rechazan el contacto incrementando
así sus resistencias y
sus defensas.
El trabajo terapéutico estaría entonces
dirigido a buscar flexibilizar al self más que a cambiar
la forma de ser, al menos en principio. No debemos intentar
cuestionar o amenazar la identidad de dicha persona porque
ella no tiene la menor posibilidad de defenderse, de eliminar la
angustia. Por ello trabajamos con la periferia,
conduciéndola a realizar contactos poco a poco, en forma
gradual.
Y así vamos trabajando en, con y sobre el self
tocando en un mínimo la identidad de la persona, de manera
que contacte con algo tolerable para su identidad. Dependiendo de
la situación en particular y del momento de la misma es
que la estrategia
terapéutica será más o menos flexible y
amplia.
Recordemos entonces que el contacto es igual a
experienciar que es igual a lo nuevo y en la medida en que no
puedo hacer contacto conmigo mismo, me impido el contacto con lo
otro.
La separación entre self e identidad es algo
variable a lo largo del transcurrir de la vida. Cuando llegamos a
tener clara conciencia de
nuestra identidad, podemos asumir el riesgo de una
nueva experiencia. Toda situación nueva implica un
riesgo y en
ese momento nos experimentamos como solos y separados. Para
experimentar el riesgo nos tenemos que poder aferrar
a algo. Si no sentimos confianza en nosotros mismos no podemos
arriesgarnos puesto que no tenemos la base de apoyo que nos
permita dar el salto hacia lo desconocido. Y esto es algo que
nadie puede hacer por nosotros.
Contacto y
evitación del contacto.
La diferenciación entre yo y no-yo se lleva a
cabo a través de la experiencia y ella se da a
través del contacto. Crecemos mediante el entrar en
contacto con lo nuevo, a través de la
experimentación y asimilación de lo que es
diferente, de lo que es desconocido. El contacto ocurre en el
aquí y ahora, en el momento presente.
En el comportamiento
neurótico no hacemos contacto sino que repetimos y tocamos
siempre lo mismo. Hay una evitación del contacto, una
actitud
fóbica frente al contacto. No nos relacionamos con lo
nuevo a los efectos de permanecer "idénticos", sin
cambio alguno
en nuestra persona.
En la situación terapéutica de una forma o
de otra esta persona que concurre a consulta intenta en una forma
inconsciente el introducirnos en su gestalt fija,
en su estructura caracterológica.
Debemos hacer énfasis en lo que se ve y en lo que
no se ve. Y esto que no se ve es lo que constituye el "punto
ciego". El "punto ciego" se mantiene a través de una
deflección del estímulo, pues dicho estímulo
toca una necesidad cuya falta me provoca angustia y ansiedad y
ello es motivo para y de tener una coraza que haría que
ese estímulo rebote y no me afecte.
La diferenciación no es tan sólo una
diferenciación interpersonal sino también una
diferenciación intrapsíquica, como sería por
ejemplo el diferenciarnos de nuestros introyectos. El
diferenciarme externamente implica el discriminarnos con respecto
a lo que no somos. El diferenciarme interiormente sería
discriminarme con respecto a y con lo que no soy yo a nivel
interno, al interior de mi propio organismo y/o
psiquismo.
Mi identidad entonces es todo aquello con lo cual yo me
identifico, ya sea que esté dentro o fuera de
mi.
Por otra parte lo que introyecto limita mi espacio vital
intra y extrapsíquico y es por ello que para crecer
debemos diferenciarnos de esos introyectos, es decir, debemos
regurgitarlos, masticarlos, digerirlos y asimilarlos de manera de
integrarlos a nuestro organismo.
En la persona neurótica aunque haya una
comprensión racional de que sus temores son
fantasía, hay una experiencia que refuerza ese temor, por
lo cual no lo puede asimilar en forma racional, sino que ha de
re-vivirlo, re-vivenciar esa situación en el aquí y
ahora, en el momento presente. Ha de enfrentarla en forma
experiencial de manera tal de salvar la barrera y asimilar la
situación estancada como lo que fue, como una experiencia
más que integra su historia de vida, como algo
que sucedió en el pasado y que ahora es "fondo" y ya no
"figura", algo que ocurrió en un presente que ya es pasado
y que por ende se constituye en algo irrepetible como lo es toda
experiencia que sucede en el aquí y ahora.
El pasaje del apoyo ambiental al autoapoyo implica el
proceso del
pasaje de lo "enfermo" a lo "sano".
En nuestra infancia
buscamos movilizar los recursos del
medio ambiente
para el logro de nuestras necesidades. En dicho caso, el desarrollo
emocional implicaría establecer un equilibrio
entre el afecto y la frustración. Frustración en
cuanto a hacer que el niño lo logre por sí mismo.
Es así que entre el afecto y la frustración es como
se llega a desarrollar el arte de criar un
niño.
Se necesita de la frustración para poder crecer y
ello implica el establecimiento de límites,
de negar cosas. Implica el frustrar la manipulación
mediante la cual obligamos a otro(s) a que nos de(n) lo que
necesitamos, cambiándola así por la
obligación de desarrollar su propio potencial para lograr
lo que necesita.
Y esa frustración también es necesaria en
todo proceso
terapéutico. La persona que llega a consulta lo hace con
su "carácter"
(frustraciones, acting, etc.); entonces si entramos en el
juego que la
persona trae y nos convierte en uno más de sus
introyectos, no va a ocurrir nada y permaneceremos estancados. Es
decir, que hasta que no frustremos esa manipulación no va
a haber contacto, ergo, no va a haber crecimiento,
maduración.
El crecimiento implica el pasar de la
movilización del apoyo ambiental al autoapoyo.
El autoapoyo es poder reconocer mis necesidades y
satisfacerlas. El hecho de buscar satisfacerlas implica la
sensación de poder que se vivencia como centrada en uno
mismo.
Cuando nos arriesgamos estamos posibilitándonos
el crecimiento. Al desarrollar nuestro apoyo empezamos a
elegirnos a nosotros mismos como seres en situación de
relación. Cuando una persona logra desarrollar ese centro
de autoapoyo en sí misma, entonces podemos decir que el
proceso terapéutico ha concluido.
El proceso de crecer sólo puede estar basado en
la experiencia del presente; nunca puede ser un "verticalazo" del
terapeuta.
La persona sana se autoelige a sí misma y toma
sus propios riesgos.
La neurosis es una forma de ser y de estar en el
mundo y no una enfermedad. La neurosis es en
cierto sentido la mejor identidad que una persona pudo lograr en
el proceso de su vida. En ese sentido es nuestra mayor riqueza y
nuestra mayor pobreza. Es
nuestra mayor riqueza en tanto que configura nuestra historia de supervivencia y
es en ese sentido todo lo que tenemos. Es así que una
persona no tiene una neurosis sino que se es un neurótico.
Y al mismo tiempo se
constituye en nuestra mayor pobreza en cuanto
es nuestra mayor limitación, nuestra mayor tristeza,
angustia; es el no encontrarnos con los demás y el no
encontrarnos sinceramente con nosotros mismos.
Pero para bien y/o para mal, nuestra neurosis es
nuestra identidad.
Cualquier cambio entonces amenaza la estructura de
nuestra identidad, la que fue creada para defendernos del mundo.
Y es por este motivo que nadie en su sano juicio quiere cambiar.
A la experiencia de cambio llegamos dolorosamente. Es muy
difícil nacer nuevamente, porque para poder re-nacer hay
que primeramente morir. Tiene que perecer una forma de ser para
que pueda nacer una nueva.
La resistencia es
una defensa "lógica"
de mi identidad. La neurosis es algo que se instala
progresivamente, con excepción de las situaciones
traumáticas. La permanente repetición de una
conducta es lo
que genera la neurosis.
El gran daño que encontramos en el núcleo
de la neurosis es el daño a uno mismo. La persona sana es
dueña de su propia existencia. Ningún proceso
psicoterapéutico puede darle a una persona lo que esta no
tiene; si puede ayudarla a descubrir lo que yace oculto en cuanto
que potencialidad en sí misma.
La aparición de una conducta
repetitiva en consecuencia implicaría que no ha habido un
cambio en la estructura. El lograr un "insight" racional a lo
único que ayuda es al reforzamiento de los mecanismos
defensivos que le sirven al individuo para autojustificarse. Para
que exista cambio hay que movilizar toda la
estructura.
En general cuando hablamos de resistencia todos
pensamos en una fuerza que se
opone a nuestro deseo consciente de cambio, o sea, que se
visualiza a la misma como un obstáculo a vencer. Esto se
constituye en una falsa oposición entre una persona que
quiere cambiar y un obstáculo. Ambas están
dialécticamente interrelacionadas; la una refuerza a la
otra y esto se daría a través de la resistencia.
Sería como el principio de acción y reacción
trasladado de la Física Clásica
a la Psicología.
La resistencia es así considerada como el
interjuego, la interrelación entre la fuerza para el
cambio y la fuerza igual y contraria para el no cambio (quiero
cambiar, pero no quiero cambiar). El tema no está en tomar
una parte sino en tomar ambas y hacer que surjan como
evidentes.
Cuando decimos y experimentamos un "no puedo", en verdad
lo que hay es un "no quiero" del cual no me hago responsable, que
no se me hace consciente. En el "no quiero" ya existe un
compromiso activo el que no necesariamente tiene que ser
consciente, es decir, que el hacer evidente el "no quiero" no
implica hacer consciente las causas por las cuales no quiero.
Esto busca integrar una parte de mi identidad con la cual yo me
encontraba previamente en conflicto y
que por ende estaba alienada de mi personalidad.
Ello conduce a que la persona se ponga en contacto con su
núcleo problemático, el cual será resuelto
en el transcurso del proceso terapéutico. Habría un
"porqué" que se encontraría implícito en el
proceso de experimentar el "no quiero".
Una interpretación no puede superponerse a la
relación con la persona en situación de consulta.
La interpretación es válida sólo si puede
ser relacionada a través de un proceso experiencial, lo
que implica no considerar la interpretación como una
conclusión sino como un instrumento.
Todo dependería de en que momento se haga la
interpretación y de cómo se haga. Una
racionalización mal hecha tendería a reforzar los
mecanismos defensivos, a constituirse en una justificación
para nuestros actos.
Durante el proceso terapéutico, la
relación que establecemos con la persona que acude a
consulta es el vehículo primordial mediante y a
través del cual se logra el encuentro existencial que
permite el crecimiento más que la metodología terapéutica en
sí, es decir, que lo que más influye son las
cualidades personales de un profesional.
Buscamos hacer contacto con la parte alienada del
"self".
Es decir, que si bien las resistencias
son inconscientes, ello no significa que no nos pertenezcan. Y
todo ello puede hacer cambiar la experiencia de mi "no puedo" a
un "no quiero", lo que implica responsabilizarme de mis
proyecciones y ello significa re-identificarme con mis partes
negadas.
En el "no quiero" es donde se encuentra radicada la
energía vital. Es así que en la situación
psicoterapéutica buscamos brindar un soporte para esa
parte, para que la pueda experienciar. No puede haber cambio
alguno sin una experiencia, porque fue a raíz de una
experiencia que se produjo la alienación. Y la resistencia
son ambas fuerzas: el quiero y el no quiero. Cuando entro en
contacto con una polaridad hay una traslación de
energía hacia la otra polaridad. El no querer es una
actividad potente y el no poder es una actividad
impotente.
La neurosis como
evitación del contacto.
Siempre repetimos la misma situación, siempre
hacemos contacto con lo mismo y esta gestalt fija es la condena
de las neurosis.
Nos encontramos estancos en y sobre un punto sobre el
que giramos sin posibilidad de experimentar nada nuevo. Hay una
evitación del contacto que no es selectiva, que es
inconsciente. En este sentido la neurosis sería una
actitud
fóbica en cuanto que evitación del
contacto.
El proceso terapéutico consistiría
así en el establecimiento de un buen contacto. Si pasa a
integrarse como parte constitutiva del argumento de nuestra vida
entonces no hay contacto, no hay cambio. Durante la
relación terapéutica continuamente la persona en
consulta nos busca atraer a su "terreno" para así
incorporarlo a lo conocido; actividad esta que se realiza en
forma inconsciente, pues es la forma como el paciente ha
articulado el mundo para poder sobrevivir.
En este sentido no cumplimos con las expectativas del
consultante sino que por el contrario nos diferenciamos del rol
que nos quiere imponer y de ahí que se configure una
situación totalmente nueva.
Las defensas siempre se mantienen como una
evitación del contacto consigo mismo a los efectos de
evitar el dolor de esa experiencia subjetiva. Podemos hacer
contacto: con nosotros mismos (nivel intrapsíquico), con
el otro (nivel interpersonal); y/o con el medio (nivel
ambiental).
El ser en el mundo del neurótico hace que este se
sienta como en una cárcel. Hay una falta de contacto con
lo nuevo, razón por la cual no crece y tiene la
sensación de estar condenado a que todo sea por siempre
igual, sin cambio, rutinario. La neurosis es su identidad; no es
su única manera de ser en el mundo, pero es vivenciada
como si lo fuera. Hay una intencionalidad no consciente de
mantenernos igual, dentro de ciertos límites; de no perder
nuestra identidad.
El tomar contacto con el cuerpo nos permite hacernos
sujetos de nuestra experiencia y no objetos; permite el abrir y
cerrar dinámicos. Sentimos, pensamos y actuamos de una
misma manera, en un armonioso fluir con las diferentes
experiencias de y en la vida. Este sería el prototipo de
la persona que denominamos "normal".
Tener un "carácter"
sería tener un comportamiento predecible. El
carácter sería una serie de comportamientos
aprendidos los que en su conjunto conformarían una
estructura sobre la base de una serie de respuestas que fueron
previamente introyectadas. Todos conformamos un carácter,
pero lo sano es que esa estructura sea flexible, variable,
dinámica.
La persona neurótica sería aquella que
confunde la rutina con la
personalidad, es decir, que confundiría el
carácter con su propia persona y de esa manera, no se
defiende sino que vive defendida.
Un carácter rígido y definido impide el
crecimiento y de esta manera no hay contacto con lo
nuevo.
Para poder sostener la neurosis debo evitar el contacto
con lo nuevo; no puedo absorber experiencias nuevas. De esta
manera no hay contacto con lo nuevo y me identifico con mi
neurosis. Y mientras más rígido sea ese
carácter, más limitado me encuentro; mayor es mi
imposibilidad de entrar en contacto con lo nuevo.
La evitación del contacto que hace al y el
neurótico es inconsciente, aunque hay una intencionalidad
y es el descubrimiento de dicha intencionalidad el primer paso de
todo proceso terapéutico.
Podemos no darnos cuenta del propósito
implícito en lo que hacemos y es por ello que debemos ver
el cómo lo hacemos, pues sobre la base de ese cómo
es como vamos a descubrir la intención, el
propósito. Cómo lo hacemos hoy, en el aquí y
ahora es lo que hay que frustrar para descubrir lo que
está implícito pero es inconsciente. Se busca
así transformar un problema interpersonal en un problema
intrapsíquico, en un problema que radica en uno
mismo.
Y al descubrir que nosotros somos quienes generamos las
situaciones que vivimos, haciéndolas encajar en nuestro
argumento de vida, es que abrimos una abertura en el muro de
nuestro carácter.
Todos los mecanismos de defensa son formas de evitar el
contacto que permiten ver el cómo un individuo en
particular se impide el contacto con el mundo interno y/o
externo. Cuando hacemos contacto lo hacemos con lo exterior y con
lo interior. La experiencia la asimilamos desde nuestro
interior.
Es a través del contacto como discrimino lo que
soy de lo que no soy y ello implica un equilibrio
permanente y dinámico con el medio, lo que implica que mi
identidad se va a encontrar inmersa en un proceso de
transformación continua.
En la neurosis intentamos desesperadamente permanecer
con nuestra personalidad
intacta, inalterable, incambiada. Ello conduce a un intercambio
con el medio que es insuficiente, lo cual provoca una
sensación de estancamiento, de no fluir.
El carácter neurótico evita el contacto y
por ende evita la transformación, el desarrollo y el
crecimiento.
El contacto en si no es controlable. Cuando ocurre es
espontáneo. Sólo podemos acceder a entrar en
contacto y es por ello que el mismo es vivido como algo
riesgoso.
El neurótico buscaría vivir siempre en una
relación "como sí".
La proyección es una gestalt visible y
detectable en el cómo, en tanto que implica un
comportamiento, implica algo activo y no racional, el cual
además se encuentra cargado de sentimientos y actitudes.
Reprimimos nuestros sentimientos y emociones con la
totalidad de nuestra persona y no tan sólo con una parte
de ella.
Por ello en el transcurso de la consulta buscamos
abordar el fenómeno por más seguros que
podamos estar de lo que dicho fenómeno signifique.
Buscamos que el individuo se re-experimente a sí
mismo.
Cuando recuperamos el sentimiento lo dirigimos hacia el
hecho original que lo causa. En el proceso de consulta siempre
devolvemos la proyección. Tratamos de lograr una
diferenciación de la proyección de manera tal de
que la persona se responsabilice por y de sus propias
proyecciones, lo cual implica que como profesionales simplemente
digamos: "yo soy yo".
Y así es entonces que cuando la persona que acude
a consulta entra en contacto con algo, pues que descubre algo y
así desaparece una fantasía que ha repetido a lo
largo de su vida, buscando reconstruir constantemente el mundo
como el quiere que sea.
Cuando la persona confiesa su temor a entrar en
contacto, lo invitamos a realizar un experimento
vivencial.
Cuando hay contacto hay una movilización de
energía. El organismo es un instrumento sensorial que nos
permite el percatarnos de cambios en nosotros mismos y en el
medio ambiente
circundante.
En sí mismos los mecanismos defensivos son
neutros, no son ni buenos ni malos, todo depende de cómo
sean usados. Como ya manifestamos, lo malo no es defenderse sino
el vivir defendidos. El arte por ejemplo,
implica una proyección lo que de ninguna manera se puede
considerar como patológico; lo patológico
sería el vivir proyectando partes no asimiladas de uno
mismo.
Estos mecanismos defensivos para la Terapia Gestalt
son:
- Introyección: La
introyección y la proyección están
inseparablemente unidas, relacionadas. Si no digerimos lo que
contactamos queda como un objeto extraño a nosotros
mismos, de manera que al no des-estructurarlo no lo podemos
asimilar.
Es así como comenzamos a llenarnos de
introyectos, quedando cada vez menos espacio para la propia
personalidad.
Introyectar significaría así el
"tragarnos" experiencias sin ser integradas a la totalidad de
nuestro ser. Y esto luego va a generar toda una serie de conflictos. El
conflicto se
daría así entre los deberías introyectados y
mi propia personalidad.
La imposición de una idea o de una conducta
generaría de esta manera una fuerza igual y contraria lo
que anularía ambas fuerzas y provocaría un
estancamiento.
El conflicto se resolvería sacando a la luz de la
conciencia
ambas partes .
Este mecanismo en sí mismo, como sucede con todos
los mecanismos defensivos no es patológico. Por ejemplo,
en la infancia las introyecciones son imprescindibles, pero
cuando uno alcanza la capacidad de discriminar, entonces llega el
momento de asimilar lo que sirve y eliminar lo que no.
Cuando una persona usa básicamente este
mecanismo, nos hemos de encontrar entonces con personas con
problemas de
obesidad, de
drogadicción, de alcoholismo.
Son casos en donde la persona tiende a tragarse al medio ambiente
y no lo digiere. Busca establecer "relaciones" con todo el mundo,
pero no las asimila, sino que se las traga. Busca continuamente
marcos de referencia así como el establecimiento de
vínculos de dependencia y también justificaciones a
su modo de ser.
Cuando estamos llenos de otras personas, ideas, cosas,
sentimientos y emociones lo que
sentimos es un enorme vacío y es ese vacío algo que
yo no estoy ocupando y por ello, compulsivamente, con la
esperanza de algún día sentirme satisfecho sigo
introyectando cosas, sin darme cuenta que ese espacio sólo
puede ser llenado por mí mismo.
Cuando rompemos algún introyecto, necesariamente
cambiamos porque contactamos con la realidad de y en una forma
nueva, diferente a la rutinaria. Así cada paso es una
conquista sobre nuestro propio ser, no sólo sobre la
autoridad
introyectada sino también sobre nuestra propia autoridad.
Todo lo que no digerimos no forma parte de nosotros. El
juicio crítico no es algo tan sólo racional sino
que es algo pasional, siendo esta una de las formas más
importantes para la des-estructuración de los
introyectos.
- Proyección: La proyección
sería una alienación de una parte de mi self que
atenta contra mi identidad. Proyectamos lo que previamente
hemos introyectado y que no aceptamos como propio. Al poner
dichas partes alienadas en el ambiente,
las proyecto. Por
ejemplo, en las fobias proyectamos en la cosa, hecho, lugar o
lo que sea, nuestras partes alienadas, como forma de manejar
nuestras ansiedades y angustias. Este mecanismo es
además la base de la paranoia donde la persona proyecta
su agresividad sintiéndose así agredido por los
otros.
La proyección es el mecanismo por el cual ponemos
una parte de aquello que me pertenece en el ambiente. La
alienamos de nuestra persona, la desposeemos.
Pero la proyección también tiene aspectos
positivos como en el arte o cuando hacemos proyectos de
futuro. El problema se instituye y se constituye cuando la misma
se hace automática, rígida e
inconsciente.
En la proyección evitamos estar en contacto con
nosotros mismos y con los demás, así como con una
serie de situaciones.
- Retroflección: Existen dos tipos
de retroflección:
- Hacernos a nosotros mismos lo que nos gustaría
hacerle a los demás o al ambiente (proceso de culpa,
depresión y de desvalorización y
empobrecimiento de mi persona); y - Hacernos a nosotros mismos lo que nos gustaría
que los demás nos hicieran (la persona se siente
autosuficiente, se aisla, no confía en nadie y se
autodesvaloriza). La energía se vuelca hacia uno
mismo.
- Deflección: Aquí lo que
hacemos es rebotar todo; no interesa nada. Cualquier cosa que
provenga del medio, la devolvemos al medio de manera tal que no
nos toque, que no nos penetre, de manera tal de preservar
intacto nuestro mundo interno.
Este mecanismo se ve en el caso de personas muy ansiosas
las que en vez de vivenciar la experiencia del momento presente,
están en otra cosa. Es el mecanismo por excelencia para la
evitación del momento presente. En su aspecto positivo la
vemos funcionar cuando "eliminamos" ruidos molestos o cosas que
nos interesan, o nos defendemos de situaciones
agresivas.
- Confluencia: Los límites del
contacto que permiten la identidad se rompen y entonces me
con-fundo con el ambiente perdiendo así mi
identidad.
Aquí el contacto se evita en cuanto se pierde en
la medida en que no sé quien soy; no tengo una
posición personal ante
nada. El "beneficio" patológico estaría dado en
cuanto que pierdo mi propio sentido de mi mismo y en consecuencia
no tengo que responsabilizarme de mi mismo. En la confluencia me
pierdo en el otro, siendo ésta una de las formas
más fáciles de evitar el crecimiento.
Lo positivo estaría dado en y por el sentimiento
de comunidad, de
formar parte de algo mayor que uno mismo y de esa manera llegar a
sentirse continentado (caso por ejemplo de la relación del
niño con su madre).
La relación que establecemos con una persona en
el ámbito de la consulta implica un verdadero encuentro
existencial; una relación afectiva sólida y
sólo puede haber encuentro entre dos cosas diferentes y es
por ello que buscamos diferenciarnos de lo que no soy yo, siendo
lo que somos.
El manejo de la transferencia implica entonces el
aceptar lo que la persona en consulta pone en nosotros que es
verdadero, que no es fantasía ya que no todo lo que esa
persona dice es proyección. Y a partir de esa
constatación en una situación real, a partir de ese
contacto es que puede comenzar a establecerse la relación
terapéutica. Por tanto, el contacto y como tal la
relación terapéutica implican ambas un intercambio
de energía.
Como terapeutas también podemos actuar en tanto
que modelos al
mostrarle a la persona que hay otros seres que han pasado por
situaciones similares y que lograron traspasar la "gran
barrera".
En la relación terapéutica no tenemos
reglas ni fórmulas predeterminadas sino que siempre
habremos de basarnos -en nuestra praxis– en nuestro propio darnos
cuenta, en y a través de ser lo más plenamente
conscientes de nosotros mismos que podamos.
De esta manera la diferenciación se
llevaría a cabo en un marco de relación o encuadre
que estaría en continuo desarrollo. Y esta tendría
como fin el permitir establecer contacto. Nos diferenciamos
cuando es pertinente diferenciarnos y esto necesita muchas veces
de una retroalimentación con y a través del
otro, de lo contrario entraríamos en confluencia, que
implicaría el presuponer que lo que yo comunico es lo que
la otra persona entendió.
En una estrategia
terapéutica parte del proceso de cambio es la
frustración del "acting". No puede haber cambio si no
dejamos de hacer lo que hemos venido haciendo en forma rutinaria
para evitar el contacto; no puede haber cambio si no dejamos de
hacer lo que siempre hemos hecho para sostener nuestro
"carácter".
La neurosis no se soluciona en forma espontánea
sino a través de acciones
concretas. En el proceso terapéutico vamos hasta el
límite, al borde entre lo que soy yo y lo que es no-yo y
de ahí en más es responsabilidad nuestra el dar el paso hacia lo
desconocido, y es en ese momento, en el impasse ?momento de mayor
miedo para la persona- en donde y cuando nos podemos desenganchar
de lo viejo, de lo perimido y lanzarnos hacia lo nuevo, hacia el
establecer contacto. Y es por ello que en toda relación
que se precie de terapéutica buscamos generar un clima de apoyo,
una relación afectiva que permita ese cambio, que sustente
ese salto existencial hacia lo desconocido.
Castanedo, C.: "Terapia de gestalt – Enfoque del
aquí y ahora" – Ed. Texto –
México –
1983
Fagan, J. – Shepherd, J. L: "Teoría
y técnica de la psicoterapia guestáltica" –
Amorrortu Editores – Argentina –
1978
Johanson, G. – Kurtz, R.: "Psicoterapia en el
espíritu del Tao-te-king" – Ed. Cuatro Vientos S. A. –
Chile –
1987
Perls, F.: "Sueños y Existencia" – Ed. Cuatro
Vientos S. A. – Chile –
1987
Perls, F.: "El enfoque guestáltico – Testimonios
de terapia" – Ed. Cuatro Vientos S. A. – Chile – 1987
Stevens, B.: "No empujes el río (porque fluye
solo)" – Ed. Cuatro Vientos S. A. – Chile – 1986
Stevens, J.(Comp.): "Esto es guestalt" – Ed. Cuatro
Vientos S. A. – Chile – 1987
Welwood, J. (Comp): "Psicoterapia y salud en Oriente/Occidente"
– Ed. Kairós S.A. – España –
1990
Lic. Germán H. PASTORINI
Licenciado en Psicología