Indice
1.
Prólogo
2.
Introducción
3. La "apertura" de la
ciencia
4. Nuestra secuencia de desarrollo
conceptual
5. La nueva teología:
¡la potencia de la realidad!
1. Prólogo
En este pequeño ensayo
pretendemos modestamente establecer unas pautas para la construcción de una teología que
pretendemos novedosa, aunque su aparición pueda parecer
contracorriente.
Novedad, porque partiendo de textos tan antiguos como relevantes,
cual la obra cumbre de Friedrich Nietzsche,
"Así habló Zaratustra", acaba negando, tras la
exposición de ciertas ideas
filosóficas, lo que se afirmaba en la obra de Nietzsche:
la muerte de
Dios.
Con relación a la oportunidad del ensayo, nos
alegra comprobar el cariz más positivo que empieza a
abrirse en la opinión
pública acerca de estos temas, que ha llegado hasta el
mismo frontispicio de la ciencia,
prueba de ello es la obra del astrofísico Hubert Reeves,
"Malicorne", cuya referencia ocupa el primer capítulo del
presente ensayo: "La apertura de la ciencia".
El grueso de las ideas filosóficas que enmarcan o forman
la base de esta nueva teología aparece en el
capítulo II, que tiene la particularidad de estar escrito
en la secuencia justa en que se concibió.
Por último, el capítulo III de la breve obra invita
a la colaboración, tanto de las diversas culturas y
religiones, como
de los filósofos en la completa elaboración
de la teología. Es un capítulo que finaliza con
ciertos tintes poéticos.
Esperamos que estas escasas palabras del texto sirvan
de acicate al lector en la búsqueda de nuevas actitudes,
nuevos caminos, nuevos anhelos, en fin en ese gusto por lo
inédito, lo sustancialmente misterioso pero atractivo en
lo que se esconde lo más genuinamente humano, que fecunda
y da sentido a toda nuestra existencia.
"Está sonando el viento. ¡ Extiende tus
alas!"
"Existen todavía mil senderos que
están sin
explorar: mil formas de salud y mil islas de
la vida que siguen escondidas. El hombre
y
la tierra del
hombre
continúan para mí sin
agotar y sin descubrir. ¡ Estad alertas y escuchad,
solitarios! Del futuro llegan vientos con un
silencioso batir de alas, una buena nueva anda
buscando oídos lo bastante sensibles para que
perciban. Los que hoy vivís en soledad, apartados
de todo, seréis un pueblo en el futuro; de los
que os habéis elegido a vosotros mismos ha de
surgir un día un pueblo elegido, y de él
surgirá
el superhombre. En verdad os digo que la tierra
será un día un lugar de curación, y que ya
hoy
la envuelve un nuevo aroma salutífero y una
nueva esperanza."
(Friedrich Nietzsche: "Así habló
Zaratustra". Discursos de
Zaratustra. Primera Parte. Las mil metas y la única
meta.)
Creación "a partir" de la Nada significa una metamorfosis
hacia una Nada evolucionada. Un simple proceso o
transformación va de la Nada al Ser, así que desde
este punto de vista aparecen identificados. Por ello son tan
incomprensibles para nuestra inteligencia
Dios como la propia Nada, consecuencia de esa verdadera
identificación "sustancial". La imaginación en su
infinitud se introduce en los arrabales de Dios. La simplicidad
tan extraordinariamente "básica" de la Nada, de aquella
forma, es lo mismo que la infinitud inabarcable de nuestra
imaginación.
El misterio de la Creación desde la Nada (la
anulación absoluta), se despeja en cierto modo si "el
proceso" se
aborda el revés: ¡la infinitud de opuestos
complementarios (la infinitud de las "formas" de los seres) se
"autoanulan" en dirección a su origen, La Nada! Para ello,
simplemente se cambian las infinitas perspectivas (subjetivas) de
cada ser, por una única (cualquiera desde la que se vean
dichos seres como un "conjunto" – es como si dicho
"conjunto" pudiera ser desplazado de un "punto a otro" cuando,
por el contrario, las múltiples perspectivas significan
una "radicación", una fijación de los seres en algo
inamovible y único, que corresponde a la "perspectiva
subjetiva" de cada uno de los seres, puesto que cualesquiera
desplazamientos o movimientos podrían como máximo
"conservar" o "reubicar" algún ser pero no todo el
conjunto).
La "radicación" de cada ser sobre sí mismo implica
la inmovilidad, el fijamiento, su "conservación" , la
"invariancia" del mismo sobre cualquier circunstancia
espaciotemporal, o sea, su "salida del universo
físico". Entonces el ser, por esa perspectiva "subjetiva",
ya es "algo" que no puede anularse por un "movimiento" en
el universo:
¡se conserva por sí mismo! Por el contrario, en la
perspectiva objetiva, sistema de
coordenadas (universo), cierto
"movimiento"
hace posible ese proceso de transformación de los
elementos (opuestos complementarios) en la anulación
total: la Nada.
Esa Nada, anulación de opuestos complementarios, no es el
cero matemático conocido, que a nuestro entendimiento no
es germen de nada, sino algo así como un "punto" con
"potencialidades infinitas". Y es que dicha Nada se
representaría mejor como un infinito menos un infinito,
que es una "indeterminación", por lo que una de las
"soluciones" es
cero (por eso le llamamos Nada), pero que "pudiera" poseer
cualquier otro valor. Esa
Nada es más bien un "formidable caos", la
"indeterminación absoluta". El "proceso de
Creación" es una transformación de esa "absoluta
indeterminación" en una "infinitud de determinaciones"
(cada uno de los infinitos seres).
Así, vemos que son absolutamente "admirables" tanto el
cenit de la Creación, Dios, como la arcilla base de la
misma, "el caos de la Nada". Ambos encierran en sí: el
segundo una "infinita potencialidad"; el primero una "infinita"
realidad. Son como una gigantesca dualidad: Potencia (Nada) y
acto (Dios).
Ahora bien, ese proceso de Creación está construido
sobre la libertad de
los seres, el "esfuerzo" de cada uno de ellos en su
autocreación y los lazos "amorosos" que sostienen todo el
"conjunto". Y ponemos comillas en "conjunto" por sus características "sui géneris", pues
todos y cada uno de los elementos se "autosostienen": no puede
faltar ninguno (ni su propia "perspectiva subjetiva") para que
dicho "conjunto" (Cuerpo Místico) siga siendo
tal.
3. La "apertura" de la
ciencia
(Ideas básicas de Hubert Reeves de su obra:
"Malicorne. Reflexiones de un observador de la naturaleza.")
Según Piaget (1960)
la "escala de los
conocimientos" de Augusto Comte
habría de ser reemplazada por la "serpiente de las
ciencias" que
representa el hecho de que las diversas disciplinas
científicas se apoyan unas en otras – la psicología en la
bioquímica, que descansa sobre la química, la que a su
vez se apoya en la física y ésta
en la matemáticas y la lógica–
como una serpiente que se muerde la cola, o sea, una especie de
cadena cerrada donde cada una de las ciencias es un
eslabón.
Este círculo de las ciencias indica los límites
del método
científico, pues éstas se apoyan unas sobre otras,
funcionando como un "medio cerrado". Por eso Reeves se pregunta:
¿Cómo, por tanto, podrían pretender agotar
la realidad y hacer inútil cualquier otro enfoque del
mundo?
Hubert nos dice, hablando acerca del psicoanálisis, que en vez de comprender
cómo nace el pensamiento
racional, es mejor preguntarse dónde nace, lo que nos
sumerge en las aguas del "inconsciente", donde se encuentra "la
fuente común de la lógica
y de la poesía…"
Según él, Freud encuentra
bajo la conciencia los
instintos primordiales de la vida animal (agresividad, sexualidad,
etc.) "Lo dicho encuentra su fuente en lo no dicho".
Detrás de la actividad humana se entrevé la
realidad del deseo, un deseo imposible de saciar y que
está inscrito en la raíz de las emociones, en lo
más profundo del ser.
En resumen, la aportación fundamental del psicoanálisis es la carga afectiva que va
asociada con las operaciones
mentales. (Las entidades fundamentales del psiquismo se
identifican con elementos activos
impregnados de emotividad).
Reeves nos recuerda la frase de Wilhelm Reich: "No tenemos un
cuerpo, somos un cuerpo"(*). Por ello nos recuerda la necesidad
de "reconciliarnos" con nuestro cuerpo, dada la primacía
del cuerpo real.
En su opinión, el inicio de la actividad mental en el
niño es la propia "realidad" en su "dimensión de
terror". Así nos dice que para Winnicott, el
acontecimiento fundamental de nuestra existencia es el "encuentro
con la realidad". Ese encuentro de la realidad exterior con la
interior se hace en un "territorio medianero entre yo y el
mundo". Y en dicha área intermedia la palabra clave es el
"juego". Cree
que el psicoanálisis nos ha llevado a buscar el origen del
pensamiento
humano fuera del pensamiento mismo.
La belleza como experiencia del mundo, implica tanto la realidad
exterior como a aquel que la percibe, y se cimenta en ese
territorio intermedio del psicoanalista.
Para Reeves, el discurso
científico hace una utilización "fría" del
lenguaje,
mientras que el poeta desvía los conceptos de su papel, con lo
que aparecen "emociones
desconocidas", una nueva experiencia del mundo. "La poesía
es un sendero diferente hacia el magna oscuro de la
realidad".
Considera Reeves que para obtener una visión global, para
abarcar la totalidad de las facetas de un tema, el lenguaje
poético es "mucho más eficaz". Nos traslada
palabras de Michèle Lalonde: "La realidad no puede ser
reflejada por la palabra… [ es]
indiferente al Logos".
Para Reeves (**), el caos así como la nada también
escapan a toda inteligibilidad. Cree que la sola racionalidad es
insuficiente para transmitirnos la sustancia.
Así mismo reitera las palabras de Wittgenstein: "El universo es el
conjunto de lo que ocurre".
Reeves cuenta que el "momento presente" (***) ha planteado serios
problemas a
los científicos, mas hoy se está en condiciones de
apreciar la importancia del "momento", con su imprevisibilidad,
con su sustancial libertad.
A ello han contribuido singularmente la teoría
del caos, el descubrimiento de la expansión del universo,
la informática y el desarrollo de
las computadoras
ultrarrápidas. Y es que la parcial indeterminación
de los acontecimientos es el campo de juego de la
naturaleza,
donde se crea lo inédito, donde se encuentra la
libertad.
Para Reeves hay un concepto
fundamental en todo esto: "el horizonte predictivo". Y lo define
como: "la duración temporal más allá de la
cual, en un contexto dado, no es posible prever nada ni afirmar
nada".
Es importante el concepto puesto
que en cada ámbito de la ciencia es
posible introducir un determinado "horizonte predictivo", a
partir del cual se extienden los espacios de libertad, que
permiten la elaboración de un conjunto de "posibles".
Cuando un posible se convierte en realidad, aparece otro nuevo
conjunto de los mismos, como aplicación de las leyes
físicas que en ningún modo son del todo
"deterministas".
Por todo ello, el universo sería como "la paleta de un
pintor imaginativo que se afana continuamente en producir efectos
inéditos".
Reeves nos dice que ahora se comprende mejor los roles de la
expansión del universo y los horizontes predictivos en el
desarrollo de
la "complejidad". Las esperanzas de libertad que suponen los
horizontes predictivos serían destruidas por los
equilibrios que reinan en un mundo estático, mas el
enfriamiento cósmico, al engendrar situaciones de
desequilibrio, sí pueden conducir a algo nuevo. Y es que
la reversibilidad del tiempo de la
física es
tan solo una aproximación, válida únicamente
para períodos cortos.
Reeves sigue diciéndonos que cada "hoy" se compone de
acontecimientos nuevos que están marcados por el pasado,
pero que no están "determinados" (en su totalidad) por
éste.
Para que aparezca una "propiedad
emergente" (****) se requiere un elemento crucial cual es un
"espacio de libertad", en donde azar y necesidad "puedan
encontrarse y fertilizarse".
Vuelve a reescribir las palabras del biólogo Jean Dausset:
"La naturaleza no habla; es el ser humano el que habla". (El
hombre
"otorga una voz a la naturaleza").
En opinión de Reeves, al "inventarse" la estrategia de la
inteligencia,
la naturaleza ha puesto fuera de servicio la
competencia y
la lucha por la supervivencia, puesto que "el ser humano puede
desobedecer las órdenes genéticas".
Reeves nos dice que la ciencia no es
una creencia. Precisamente la enseñanza de las ciencias conlleva inculcar
en el alumno el espíritu crítico, marcado por el
escepticismo y el rigor.
Así como la ciencia no es una creencia religiosa, Dios
tampoco es una hipótesis científica. La ciencia no
tiene interés
por el problema de los "valores",
puesto que carece de juicios morales (bien y mal). En fin, la
preocupación de la ciencia es la adquisición de los
conocimientos como tales, con indiferencia de su "significado"
para nosotros. La religión, por el
contrario, es el "terreno de la interpretación de la
realidad en relación con nosotros" (situación y
comportamiento).
Cada religión (*****) posee una "historia santa" que los no
creyentes denominan "mitología". Esta historia santa es el marco
en el que la vida adquiere su sentido, y del que emergen la
sabiduría y moral
específicas de cada religión.
Ciertos datos de la
ciencia alteran la manera de ver el universo y la
situación en el mismo del ser humano. Así surgen
unas "visiones del mundo" que son susceptibles de influir tanto
en la filosofía como en la "moral" de cada
época, con ello en el llamado "espíritu de las
leyes".
Según Reeves, otra causa de conflicto
entre ciencia y religión, es la confianza excesiva en el
"poder del
pensamiento conceptual como norma del universo". (Habría
una "verdad absoluta" expresable en conceptos claros, nada
ambiguos).
La actividad religiosa es una reconstrucción del mundo,
como la ciencia y el arte, y ofrece la
posibilidad (aún con su variedad) de integrar en un marco
coherente todos los acontecimientos de la vida, con lo que se
palía en parte la "angustia de la muerte". Al
mismo tiempo, es
totalmente inepta para describir cómo está hecho el
mundo. La "sabiduría" de cada religión (no ciencia,
ni filosofía) se refiere a facetas diferentes del
misterioso universo (aspectos ocultos de la realidad), y utiliza
un lenguaje
"simbólico" que le es propio en el que las palabras no son
"vectores de
información precisa" (ciencia), ni fuentes de
emociones (poesía), sino símbolos que vinculan con
un mundo desconocido.
Para Reeves, Dios en la actualidad se sitúa en el "nivel
de las preguntas y no en el de las certezas", en un "viaje
interior en cada uno de nosotros".
Nos dice Reeves que contrariamente al llamado "vacío
físico", la nada (******) metafísica
"se considera como verdaderamente vacío". No implica
tiempo, ni espacio, ni siquiera el previo reino de las leyes de
la física. "La nada no es nada…"
Reeves cita a Sartre: "No es
el ser quien surge del fondo de la nada, es la nada la que es
pensada – en tanto que es pensada- sobre el fondo del
ser".
Notas:
(*) Se relaciona con la página 11
(**) " 22
(***) " 7
(****) " 31
(*****) " 29
(******) " 21
4. Nuestra secuencia de desarrollo
conceptual
- Sobre la verdadera sustancia del ser
La "anatomía del ser" nos enseña que
su representación es como una especie de
círculo en el que el centro está "ocupado" por
el ser más íntimo y la circunferencia exterior
la "frontera" del ser. Frontera que "pertenece" al ser, pero
que no es su "verdadera" naturaleza, puesto que realmente
esta frontera o envoltura sigue siendo, aún,
espaciotemporal al estar definida por el "presente" (***) de
cada "fase" del universo (bipolaridad del ser). Esta
bipolaridad nos da la clave para comprender, en cierta
manera, cómo se constituye el ser. (Nos referimos al
verdadero ser (atemporal) – el situado en el centro del
círculo, "fuera del espaciotiempo").
Esa "partícula de la Nada" que es el ser en "sus
inicios" empieza su "autoconstrucción", o
"autocreación real", "mirando a través de la
ventana". (Esta "ventana" es lo más parecido a la
"frontera" anterior, circunferencia).
La "captación" del exterior, del universo, información "reciclada", adherida a la
"estructura" del individuo, hace posible
la "representación" del exterior en la misma estructura
del mismo (cerebro,
etc.) Pero sabemos que la construcción de nuestro ser más
íntimo necesita, a su vez, debido a la bipolaridad del
mismo, una "nueva representación" de la
representación anterior (reflexión). La primera
representación significa una salida hacia el exterior
(el mundo) y una "vuelta" hacia el interior para "incorporar"
a nuestra estructura esa "información", lo que supone
en sí la "representación". De igual forma el
ser "atemporal" (del centro del círculo) "sale" de ese
centro hacia la representación "impresa" en nuestra
estructura (asimilable a nuestro cuerpo material) y debe
"volver" después hacia el "centro", con lo que en
dicho ser aparece la nueva representación (de la
representación anterior). Mas esta nueva
representación posee caracteres novedosos, referidos a
su carácter atemporal o de fuera del
espaciotiempo. Decimos que la primera representación
es aún material (como la estructura, la forma, la
mente el
conocimiento, etc.), puesto que se define,
todavía, en el espaciotiempo, al corresponder a puros
"acontecimientos" o sucesos, quizás de una "clase
distinta" a la pura materia
inercial. Desde este punto de vista, las "emociones
momentáneas", las que permanecen mientras "actuamos" y
que "modifican" esa frontera exterior del ser (la ventana),
según la intensidad y cualidad de las mismas y la
"información disponible", pueden considerarse en
cierto modo aún "materiales". La primera representación,
pues, es como una sublimación de la "materia
pura" en otra clase de materia (emociones momentáneas,
entendimiento, etc.). La segunda representación
"sublima" también la anterior, añadiendo una
nueva "rotación a la tuerca", transformándola
en "algo" ya sin características espaciotemporales, o
sea, que estrictamente ya no es materia de ningún tipo
(las dimensiones del universo son consustanciales con la
materia: no puede existir la última sin las otras, y
al revés); ¡es otra "sustancia" muy distinta la
que compone la verdadera naturaleza del ser! (Lo que queda
después de la pérdida de la "envoltura
exterior" – circunferencia -, frontera anterior, con la
"muerte" de
nuestro cuerpo material).
La "partícula de la Nada", pues, se "autocrea" o se
"autoconstruye" "adornándose" más y más
de esta "sustancia" (sublimación de la
sublimación del mundo). Ese "engrosamiento" paulatino
de la naturaleza del ser es la evolución personal y de
especie que hace posible el universo, "la impronta del
tiempo"
La Creación, la autocreación de los seres, es
monopolio
exclusivo del tiempo, del proceso, de la vida (que
conocemos). Aquella frontera (ventana) que rodea al verdadero
ser, es la "envoltura" imprescindible para el crecimiento del
ser, para su autocreación. La "materia", pues, es la
"matriz del
ser"; gracias a ella el ser (la misma Nada) puede
"remontarla", superarla, pudiendo escapar de ella:
haciéndose a "sí-mismo".
El tiempo marca la
"etapa de construcción o creación del ser". (El
tiempo que "dura la vida" de cada individuo). A su
óbito, el ser de cada individuo queda totalmente
"configurado": ¡el ser ya es! (como "siempre"
será). La importancia del tiempo como el "medio
indispensable" para la Creación queda plenamente
justificada.
La "relación" entre los seres, ya sin la "envoltura"
externa, sólo puede ser de "corazón a corazón": del ser puro como tal, al
otro ser puro ( que, entonces, son exactamente lo que
"parecen" –no tienen "parapeto", frontera, envoltura
tras la que "esconderse"). El ser ya no "mira" (a
través de la ventana, pues no la hay): el ser "ve" (no
hay dirección hacia fuera o hacia adentro).
El ser "siente" a los otros seres (no hay dirección,
ni tiempo en el que "encasillarlos").
Pero el ser lo es cuando "asume su naturaleza", para lo cual
debe reconocerse previamente en el exterior; la
representación ha de corresponder al reconocimiento
del sí-mismo en el exterior. La representación,
pues, de esa representación del sí-mismo
procedente del exterior constituye la "verdadera naturaleza
del ser". Y eso constituye la "asunción del
sí-mismo", la aceptación de tal. Es , pues, una
representación asumida, que lo es simplemente por el
"mecanismo preciso" para ello, que es la "salida" desde el
centro a la búsqueda de la representación de
uno mismo. Esa búsqueda es en sí mismo, una
"asunción" en el siguiente movimiento hacia nuestro
interior (sólo "se trae" lo que se "acepta", lo que se
"asume").
En el capítulo de las emociones, solamente las que
"embargan" al ser en su mayor intimidad del sí-mismo,
son las que "entran" en su naturaleza.
Las "cualidades" del ser más íntimo, de acuerdo
con la exposición anterior, deben ser:
"estructura" sin forma (la forma es pura materia) dentro de
su simpleza y unicidad; capacidad "determinada" (prefijada
según su naturaleza) para el gozo (captación de
"ciertas" sensibilidades); felicidad por la asunción
del propio ser (lo único que en realidad ansía
el ser); pérdida del sentido del tiempo ("siempre es",
sin altibajos; sólo vive en el Presente continuo que
no precisa para nada del tiempo, del que es hijo el cansancio
o aburrimiento – en un mundo en que hay altibajos,
procesos,
la impasibilidad equivale a una "muerte) y comunión
con el Cuerpo Místico – formando el Ser
múltiple de la Criatura Suprema – aunque
conservando su "personalidad", su individualidad.
La "estructura" del ser guarda las "semejanzas" de la
"estructura material" del individuo, si bien sublimada (sin
dimensiones espaciotemporales). Es tan íntima la
relación entre ambas estructuras que "se identificarían"
sino fuera por la "voluntad del ser" que "reside" en la
primera "estructura" y la atemporalidad de la misma que hace
acceder al ser a la eternidad (no como duración
infinita, sino como intemporalidad).Continuando con la búsqueda de la posible
"sustancia" donde reside el ser (inmaterial), con capacidad
de sentir (percibir la sensación), recabamos en el
concepto de "la partícula de la Nada",
expresión utilizada de forma práctica para
establecer el "origen" del ser o ente. Al final, caemos en la
cuenta de que la Nada no es esa especie de espacio en el que
cada punto (de dimensiones insignificantes, es decir,
tendentes a cero) se identificaría con esa
partícula de la Nada.
La solución pasa por la asignación a esa
partícula de la Nada de una variabilidad
extraordinaria; no es, por así decirlo, "constante en
sus dimensiones", como podrían ser los puntos del
espacio. Y es que la partícula de la Nada no puede
definirse desde el exterior, cual ocurre con un punto del
espacio, por lo que es "el mismo" para cualquier observador
(objetividad pura). "Quien" define la partícula de la
Nada, por el contrario, es aquí la "pura
subjetividad", el propio ser, el pre-ser o pre-sujeto, para
ser exactos. En realidad no hay partícula de la Nada
sin sujeto (pre-sujeto) que la defina. Es este último
quien "aglutina" o quien "extrae" una "parte de la Nada",
configurándose así ésta como
partícula de la Nada. Esa subjetividad evidente del
pre-ser da la medida de la suma variabilidad de cada
partícula de la Nada. Y es esa partícula de la
Nada, indisolublemente unida al pre-ser o pre-sujeto, la que
posee la "potencia"
de sentir (la que puede captar los opuestos complementarios
agrado-desagrado). Es, pues, innecesaria la suposición
de una especie de "sustancia" ( a imagen de la
materia-energía y el espaciotiempo) que
"formaría el ser" y que tendría en sí la
"potencia" del sentimiento. A no ser que
identificáramos a esa hipotética sustancia con
la Nada, exactamente la partícula de la Nada.
La pura Nada se configura, pues, en sus componentes o partes,
como la verdadera esencia del ente o ser , ahora bien, en
cuanto "aparece" en ella la subjetividad del pre-ser o
pre-sujeto. Y nuevamente, hablando con propiedad,
no es la mera Nada (en conjunto, en su forma de caos total,
sopa de la suma borrosidad de los opuestos complementarios
imaginables, cuyo resultado es la "pura anulación", la
Nada) la esencia del ser, sino en concreto
la partícula de la Nada (definida como lo hemos hecho
anteriormente), que ya si posee la subjetividad del pre-ser o
del pre-sujeto. Así que, a la aparición de esas
partículas de la Nada es cuando acaece la
"incrustación" de los complementarios agrado-desagrado
en aquellos, lo que significa la aparición del sujeto
y el desarrollo del ser. Por consiguiente, en este sentido la
mera Nada (en forma de partículas) posee la "potencia"
del sentimiento, desde el mismo instante que la Nada
dejó de ser el caos primordial original. Y esto es
así porque la Nada en ese caos primigenio era
indiferenciada, no tenía forma, ni estructuras, ni cualquier cosa que significara
la más mínima "información".
La aparición de la información, que
suponía las primeras estructuras (formas), hace
posible la aparición paralela de las primeras
partículas de la Nada, con su significado de
pre-sujetos o pre-seres. Es decir, la información, la
aparición de la objetividad (entendimiento,
inteligencia, etc.), es paralela y está
indisolublemente unida a la aparición de la
subjetividad en dichos pre-sujetos o pre-seres. Pero la
esencia misma del ser, en su objetividad, en su sensibilidad,
no radica en sustancia alguna; es una propiedad primaria que
hunde sus raíces en la misma Nada, cuando no
había información, ni entendimiento, algo
incomprensible para la mente, puesto que la esencia se
remonta al "mismo origen", y por ello es anterior al mismo
entendimiento: ¡y esa es la esencia misma de nuestro
ser, de nuestra vida!
Sólo nos queda decir que después de lo
expresado, la Nada en ninguna forma es un ser, debido a su
ausencia total de información, que no posibilita
subjetividad alguna (imprescindible para que pueda ser
considerada ser o sujeto). De esto mismo se deduce que la
máxima subjetividad del Ser Supremo configura o hace
posible la formidable potencia de su ente: ¡es el
sujeto por antonomasia!…Pero, esas extraordinarias
cualidades de dicho Ser Supremo ya se hallaban pre-existentes
en la Nada del caos original (aunque aotoanuladas entre
sí – "sopa" de opuestos complementarios). No
obstante, la evolución hacia la subjetividad
máxima, a todos los efectos se muestra cual
una sorprendente Creación: ¡ la del mismo Dios!
(*)
Resumiendo: Nuestro mismo cuerpo es información,
estructura, por ello "adornado" de la posibilidad paralela de
la aparición de una "subjetividad" que será,
andando el tiempo, nosotros mismos."Detrás de tus pensamientos y de tus
sentimientos,
hermano, hay un amo poderoso, un sabio desconocido
que se llama sí mismo. Habita tu cuerpo; es tu
cuerpo.
Hay en tu cuerpo más razón que en tu más
profunda sabiduría"
"El propio sí mismo, como creador, se creó el
aprecio
y el desprecio, el placer y el dolor. El cuerpo como
creador, se creó el espíritu como brazo de su
voluntad."(Nietzsche: " Así habló Zaratustra".
Discursos
de Zaratustra. Primera Parte. Los que desprecian el
cuerpo)
Los complementarios agrado-desagrado (en su forma mucho
más evolucionada que supone el bagaje de sentimientos
posibles de la criatura humana) pueden ya aparecer en nuestro
cuerpo, y con ello nuestra pre-individualidad, el germen de
nuestro yo… No hay sustancia etérea que configure
nuestro espíritu; la Nada, en su aspecto corporal
(cuerpo) está "esencialmente" dotada de la posibilidad
de sentir (algo que se remonta al mismo caos primordial del
principio de todos los tiempos). Y lo que acabamos de decir
para el hombre,
es del todo semejante para los animales, los
seres animados y hasta la misma materia inerte… Si queremos
expresarlo en otras palabras: La "vida" (considerada en el
sentido más amplio posible) es una propiedad
más de la materia (una "propiedad emergente" asociada
a la complejidad).- La "partícula de la Nada"
- La "composición" del Cuerpo
Místico
Hay un paralelismo entre complejidad, el bagaje de
sensaciones-sentimientos y el grado de libertad, por lo que por
la ley
complejidad-conciencia, en
sentido general, todos los "elementos" anteriores se incrementan
con el tiempo. Ahora bien, el grado de libertad con sus
tendencias "a favor" y "en contra" abre un abanico de
posibilidades o formas de acción que "influyen" de forma
especial sobre la construcción de la naturaleza del ser
(porque la "acción" interviene decisivamente en la propia
construcción del ser).
Todo lo anterior, especialmente lo último, aconseja
cambiar el esquema del Cuerpo Místico propuesto en obras
anteriores, puesto que la estructura piramidal no tiene en cuenta
el factor añadido significativo reflejado por el grado de
libertad. También sería conveniente fijarse en el
hecho de que la "economía" de la
naturaleza ( la idea de que la naturaleza cuando "produce" algo
es por una razón bien fundada) aconseja un paralelismo
entre el grado de libertad y las "sensaciones-sentimientos"
percibidos en el interior del ser, lo que podría
expresarse como: "El ejercicio de una libertad mayor requiere la
posesión de una intensidad mayor de la
sensación-sentimiento".
La última aseveración encierra en sí el
reconocimiento de un cierto componente de "automatismo" en los
seres de complejidad
inferior, dada la "baja intensidad" de sus
sensaciones-sentimientos (por el paralelismo anterior, baja
libertad de acción).
Tendríamos que hacer un nuevo esquema o
representación de dicho Cuerpo Místico basado en
una bidimensionalidad, es decir algo así como una
superficie. Una de las dimensiones de dicha superficie
sería la complejidad (con sus "magnitudes" paralelas,
grado de libertad y bagaje sensaciones-sentimientos), la otra el
"movimiento" (la acción) hacia (en pos de ) la Criatura
Suprema, que podría ser también de alejamiento, lo
que se interpretaría como un "movimiento hacia adentro"
– una especie de distancia negativa que produciría
un área negativa. La representación general del
Cuerpo Místico sería un círculo de radio infinito
que "encerraría" dentro a todos los demás
seres.
La Criatura Suprema identificada a su vez con el Cuerpo
Místico, es la unión o globalización del conjunto de todos los
seres.
El movimiento o acción está referido a la Criatura
Suprema, por lo que no es equivalente o identificable con el
grado de libertad. Mas, ello no debe tomarse con carácter
absoluto, pues seguramente el no poseer en el bagaje de
sensaciones-sentimientos la "captación" del Ser Supremo
(como posible "propiedad emergente" debida al incremento de la
complejidad), haría al ser correspondiente "indiferente" a
la presencia de dicho Ser Supremo.
En resumen, lo que acabamos de expresar significaría que
la "dimensión" complejidad de los seres componentes del
Cuerpo Místico debería tener una "magnitud"
mínima. Aunque siempre quedaría la posibilidad de
que la Criatura Suprema, o ciertos seres con un adecuado "nivel",
pudieran "elevar" o "incorporar" a su naturaleza otros seres con
dimensiones de complejidad inferiores a la mínima, si
hubiese cierta especial configuración (o semejanza) entre
la naturaleza de unos y otros seres (los de nivel inferior y
superior), o estuviesen unidos entre sí por lazos
distintos (otras vías) como podrían ser los del
amor. La
criatura humana, por ejemplo, (y otras de "nivel" superior)
podría "elevar" a esas criaturas de complejidad menor a
otro nivel (la posibilidad de la contemplación de Dios por
ese "amor" que le
"ancla" a la criatura humana). Y podría ser así a
semejanza de la misma Criatura Suprema, que realiza una
elevación del nivel de nuestra naturaleza humana (por
Amor) hasta llegar a confundirnos (hacernos) con la propia
Criatura Suprema.
"Soy Zaratustra, el ateo; y cuezo en mi puchero
el azar: sólo cuando el azar está ya cocido, lo
acepto y lo convierto en mi sustento."
(Nietzsche: "Así habló Zaratustra".
Discursos de Zaratustra. Tercera Parte. La virtud que
empequeñece.)
El Amor
sería la "catapulta" del ser poco complejo (la misma Nada)
en una especie de "Noosfera" con el ser humano. A su vez,
el Amor
"eleva" a los seres anteriores hasta la presencia del mismo Amor,
hacia una identificación denominada Cuerpo
Místico.
El Amor, pues, es la argamasa del propio Dios; es la potencia que
pone "una dirección" en la Nada, que crea al propio
Dios.
El esquema anterior del símil de la superficie
(círculo) es una simple guía para nuestro
entendimiento, además bastante vaga, pero que permite una
cierta intuición de algo que nos sobrepasa desde todos
los sentidos,
puesto que es la pura inteligencia de Dios.
Por consiguiente, haciendo un somero análisis de lo que se ha ido estableciendo
hasta ahora, hay como tres niveles en la evolución de los
seres, estratificación en referencia a la Criatura
Suprema. Uno más elevado que sería el de la propia
Criatura Suprema, dotada de su propia dinámica y colocada en la misma
cúspide del Cuerpo Místico (como el símil de
la cabeza en el cuerpo
humano); esta "estructura" no contiene ninguna "parte o
inercia de la Nada" (ya es "otra cosa", cual su opuesto). Hay
otro nivel, "el más bajo", que es una "forma de la Nada"
(la más "apegada" a la Nada), y que necesita de otra
estructura, al menos, para poder "salir
de ese estadio", "pegándose o uniéndose" de alguna
forma a la misma, para la "captación de la vía" que
pueda unirle al "cordón umbilical" que conduce a lo
más alto del Cuerpo Místico. Por último, el
tercer estadio o estrato es el de la criatura humana y similares,
que va a caballo entre la Nada y Dios.
3. "¡Yo os muestro al superhombre! El
superhombre
es el sentido de la tierra. Que
vuestra voluntad
diga: ¡Que el superhombre sea el sentido de la
tierra!"
- "El hombre es
una cuerda tendida entre el animal
y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo."
…"La grandeza del hombre radica en que es un puente
y no una meta"….
… "Yo amo a quien quiere vivir para conocer y quiere
conocer para que alguna vez aparezca el superhombre;
y, de este modo, quiere su propio ocaso"…
…"Ha llegado la hora de que el hombre se trace su
propia meta."
- "Quiero enseñar a los hombres el sentido de
su
existencia, que no es otro que el superhombre
el rayo que surge de ese oscuro nubarrón a
que llamamos hombre."
(Nietzsche: "Así habló Zaratustra".
Discurso
preliminar de Zaratustra.)
La característica principal de este estadio es, pues, su
labor de interconexión entre la Nada y Dios (esos dos
"mundos" llamados a grosso modo: materia y Espíritu). Y es
que las criaturas que habitan ese estadio se mueven entre los dos
"polos" anteriores. La "naturaleza" de las mismas (una vez
"desarrollada" completamente al final de sus vidas) se "coloca"
en "subniveles" muy variables
dentro del Cuerpo Místico, pero con la particularidad de
que "todas ellas" están conectadas, por sí mismas,
a través de aquel "cordón umbilical" al primer
estadio de la Criatura Suprema.
- La evolución quebrada
Es preciso no pensar en "temporal" sobre el tema
metafísico que nos preocupa. Hay que desterrar de una
vez por
todas estos planteamientos. Y es que todo da vueltas
alrededor de la cuestión del azar. No es que "por
azar" acaezca algo y "seguidamente ya se produce" el proceso
subsiguiente que origina tal o cual efecto. De esta forma
queda construida una especie de cadena que, con los
planteamientos acerca de la "intrusión" del futuro en
el presente y el pasado, crea un círculo vicioso (la
paradoja del huevo y la gallina).
Lo que sucede ciertamente es que "acontece algo por azar",
pero ese algo es ya "toda la historia", toda la
película. La "historia" o "secuencia" de
acontecimientos "puede acaecer o no". Si es no, nada sucede:
la Nada permanece en su estado
caótico y desordenado. Pero si se produce el cambio
(por azar) no "sólo es de algo", de un suceso puntual:
¡lo es de la secuencia completa, de todo el
fenómeno!… Y el fenómeno comprende,
también, la influencia del futuro (la Criatura
Suprema) sobre el inicio… Y es así, porque todas las
"secuencias" del proceso o la "historia" son insustituibles y
únicas en sí como los eslabones de una cadena,
en donde la falta de uno solo de ellos la hace desaparecer,
"evanescerse". ¡El cambio en
la Nada caótica produjo de inmediato eso tan
infinitamente intrincado y maravilloso que es Dios!..
¿Qué es, pues, la historia evolutiva que
observamos?.. ¡Es simplemente nuestra "visión"
del "proceso" de la historia!: ¡La visión de un
ser temporal!.. Si no estuviéramos montados a caballo
de la dimensión tiempo, sólo
observaríamos un magnífico Cuerpo
Místico en el que cada ser ocuparía su lugar
definido por su estado
evolutivo (complejidad), junto al grado de "voluntad" (y
esfuerzo) en referencia a la cima de dicho Cuerpo
Místico (Dios).
El error de apreciación que se observa en alguna de
nuestras obras anteriores habría que achacarlo a la
preponderancia que dimos a la pura evolución, en esa
suerte de camino o progresión hacia la complejidad.
Ese espejismo fue el resultado de nuestro estudio sobre la
fase o estrato inferior del Cuerpo Místico, el de los
niveles (complejidad estructural) inferiores al del ser
humano. Y es que en este estadio la preponderancia de la
evolución es de una nitidez casi absoluta. Mas, este
hilo conductor queda resquebrajado claramente al llegar a la
criatura humana, donde el Norte de la Criatura Suprema
aparece en todo su esplendor: ¡El hombre ya no puede
ser indiferente a su llamada, debe elegir entre esa
visión celestial y él mismo, la Nada que habita
en nuestro propio interior y que extiende sus
tentáculos sobre todo lo que nos rodea! La
evolución, entonces, "rompe" su clara línea
hacia la complejidad, puesto que nacen otras "vías"
que la "distraen": ¡es simplemente la aparición
de otra fase u otro tipo de "estructura" en el Cuerpo
Místico!.. De cualquier forma, la "argamasa" de todo
el Cuerpo Místico de "arriba abajo", de "lado a lado",
sigue siendo el Amor.
Dijimos que el estadio más elevado era el de la
"sustancia divina", producto
exquisito del alambique de los dos estadios anteriores. La
Nada quedó atrás, entre los posos exprimidos al
máximo. ¡El Cuerpo Místico "rezuma" Amor
y se sublima en el cenit, sublime cima en el orden de
criaturas que comprende!
De la Nada salió Dios; se creó Dios sin
más. Sólo hubo dos etapas: la Nada
caótica e indiferenciada y el Dios infinito, uno y
múltiple, el Supremo orden. Una da lugar al Otro (a
esto se ha denominado siempre su Creación): Pudo
haberse creado o no, pero su formidable presencia indica la
primera posibilidad: ¡una vez que sucedió, el
resultado es la magnificencia observada!.. ¿Hijo del
azar tal vez?.. Quizás, pero de un azar supremo, que
abarca en "bloque" la totalidad del tiempo.
El ser no es hijo de la materia. Es más bien hijo de
la Nada, puesto que la materia es la "decantación
objetiva de la Nada", y el "espíritu" del ser es la
decantación de la Nada en pura subjetividad,
interioridad, que "produce" el sentimiento. De la Nada, pues,
procede información (materia) y sentimiento
(representación), que son los verdaderos modeladores
del ser.
Simplificando mucho, y "como frase lapidaria", digamos que
estaríamos ante un "materialismo
sin materia", seres "construidos" simplemente de pura Nada.
(Ahora bien, sabemos que esa Nada es un "caldo" de la
más abigarrada secuencia de opuestos complementarios,
germen de todo lo que se pueda imaginar en una "forma de
estructura" caótica que supone la más completa
anulación).
En la Nada caótica "no hay tiempo". En "su
transformación", Dios, tampoco; en su Cuerpo
Místico, pues, el tiempo no ha lugar. Por
consiguiente, esta última está constituida por
seres con una "naturaleza plena", es decir, completamente
configurada (fuera ya de la vida conocida que es dominio del
tiempo).
El "instante" que separa la Nada de Dios, lo constituye la
dimensión temporal completa, pues en él debe
"agotarse" el tiempo. Ese "instante" para Dios, es la casi
eternidad que apreciamos los seres vivos componentes de la
larga historia de la evolución (o evoluciones).
¡La primera "imagen" es el
caos más absoluto; la segunda el formidable orden del
Cuerpo Místico, la Nada "sumamente organizada" que es
el propio Dios! Es como si sólo hubiesen dos
"cuasiestados": La Nada caótica y el Supremo orden. El
"instante" del Azar excelso que los separa, es el dominio de
todo el proceso, el movimiento, la evolución con sus
seres como "hijos todos ellos del tiempo".
La apariencia es de un baile entre una Nada caótica y
una organizada. Las maravillas de la segunda son el simple
resultado de una "dirección única" implantada
en la primera, que de esta forma rebela los tesoros que en
realidad encerraba. Un símil material podría
ser el mismo láser,
cuya formidable fuerza
radica en el "acompasamiento" de sus ondas con
la consiguiente potenciación máxima, todo lo
contrario que acontece en la composición de ondas
totalmente desfasadas con la anulación resultante, que
puede llegar a ser total.
Así que detrás, o en el interior de todo ser
vivo no anida otro tipo de materia o sustancia distinta de la
del cuerpo. No existe tal; no se encuentra nada: ¡el
único que encuentra, mejor, "siente", es dicho ser
vivo!.. Es "algo que se lleva" pero que no se ve, y menos
desde el exterior (observador extraño) ¡No hay
"sustancia", su lugar lo ocupa la sensación y el
sentimiento! La materia es puro dominio del tiempo; este
último es consustancial con ella. Fuera del tiempo
(muerte del ser vivo) sólo puede conservarse, pues,
"lo otro", lo no material.. ¡El alambique material
decanta su bien más precioso, la naturaleza del ser!..
que es, pues, una amalgama de sensaciones y sentimientos,
desprovistas ya de toda "alusión temporal".
El alambique material, por consiguiente, destila el ser a
partir de la materia
prima Nada. El resultado es una Nada "orientada", que es
un ser surgido, si puede expresarse así, por
"autocreación"."Amad al prójimo como a vosotros mismos;
tenéis que amaros a vosotros mismos;"(Nietzsche: "Así habló Zaratustra".
Discursos de Zaratustra. Tercera Parte. La virtud que
empequeñece.)
Básicamente, el mismo Dios "surge" (se crea) de forma
similar.
La Nada original (caótica), en el tiempo se transforma
en objetividad (materia) y subjetividad (sentimiento).
"Después del tiempo", la materia, sustancial con
aquel, se extingue como el mismo; sólo queda la Nada
orientada, sesgada, que es el ser, el puro sentimiento.
Si analizamos más en profundidad los estadios
más bajo (3º) y el intermedio (2º), en
principio parecen tener la misma estructura, en el sentido de
que la naturaleza del ser se "constituye" a lo largo de las
"elecciones" entre esa lucha de intereses que representan las
distintas tendencias (o instintos) que operan en el interior
de cada ser vivo; las distintas "elecciones" "construyen" la
naturaleza del ser. Así que, sólo es el tipo de
tendencias que "tiran" del ser las que definen esos 2º y
3º estadios. Nos explicaremos.
En el tercer estadio, el más básico, son los
puros instintos, en la acepción más
común, los que imperan en el ser vivo. Estos instintos
tienen como denominador común el que "velan" por la
conservación de la vida (física) del individuo.
Hay distintas elecciones y tendencias, pero todas inciden
positivamente y casi exclusivamente en la conservación
de dicho individuo (al menos de los genes propios
–recordemos en este punto la polémica del "gen
egoísta").
El segundo estadio, el intermedio, se caracteriza por la
aparición de un segundo factor. Además de los
consabidos instintos anteriores, aparece una nueva tendencia
cuyo enfoque no es ya la "conservación del individuo",
pues, simplemente es ajena a ello: ¡son las alas que
remontan el espíritu del ser vivo, elevándole
sobre su condición animal!.. Pero, por ello, puede ser
su triunfo o su desgracia. Triunfo, por la posibilidad de
alcanzar nuevas metas que superen su nivel (en pos del Ser
Supremo), y desgracia ante el posible fracaso en dicha
misión
(la "necesidad" está dentro, y el "corazón
está inquieto mientras no se sacia esta sed").
Es preciso cierto "entendimiento"
(información-complejidad) para llegar a alcanzar, a
sentir, la llamada de la "divina luz". Es
necesario, pues, un período (tercer estadio) de
"transformación" de esa Nada (sus partículas
constituyentes), hasta el logro del nivel necesario
mínimo. A partir del mismo, se abre el dominio del
segundo estadio, el de la criatura humana (y similares), el
de la indefinición suma, el del debate
esencial entre el ser y la Nada.
Con este estadio aparece la "orientación de la Nada".
Esta última se "estira", cada vez con más
fuerza, en
dirección al polo norte divino del Ser Supremo. La
complejidad-individualidad progresiva, con sus crecientes
grados de libertad, puede elegir orientarla con más o
menos fuerza en el sentido anterior. Pero esa
orientación hacia el polo norte divino sólo se
hace "consciente" a partir del hombre, por eso la "libertad
en su pos" sólo puede ser "autoasumida" en ese nivel,
en un proceso de "reflexión". En niveles inferiores
ese impulso u orientación es "inconsciente" (al menos
para cada ser individual); es por ello por lo que la criatura
humana debe "colaborar" con el Ser Supremo "empujando" a esos
seres inferiores a ocupar el "puesto" que les corresponde en
el Cuerpo Místico completo. La vía es la
potenciación de la argamasa de dicho Cuerpo: el
Amor.
El Amor hacia abajo (los niveles inferiores) es
automáticamente correspondido de abajo a arriba; eso
supone la aparición de una fuerza de cohesión
extraordinaria que une entre sí las diversas "piezas"
del puzzle Cuerpo Místico. Así, dicho Amor de
arriba abajo en cada nivel es similar al que proviene de la
misma cúspide (Dios) hacia nosotros mismos. El
"desamor" se refleja, así mismo por sus efectos de
abajo a arriba. ("Aquello que hacéis sobre mis
criaturas me lo hacéis a mí")
"Los tentáculos de Dios, pues, se extienden hasta el
mismo origen, pero sólo es a partir del hombre en que
se ven reforzados (o no) por la voluntad consciente de otras
criaturas". En este sentido el hombre es colaborador de Dios:
¡sus verdaderos hijos! (También el mismo Dios, a
su vez, es heredero del hombre –Ver el "Parto de
Dios", obra del autor).
"Crear: he ahí lo que alivia el dolor y aligera
la vida; pero para llegar a crear es preciso
atravesar crisis muy
dolorosas y sufrir
numerosas transformaciones".
"Para que el creador pueda convertirse en el
niño que vuelve a nacer, ha de querer ser
también la parturienta y sufrir sus dolores.
En verdad os digo que yo he tenido que
abrirme paso a través de cien almas, de cien
cunas, de cien dolores de parto".(Nietzsche: "Así habló Zaratustra".
Discursos de Zaratustra. Segunda Parte. En las islas
afortunadas).
Y es que existe un continuo "trasiego" en todos los sentidos,
de abajo a arriba y de arriba abajo. También en cada
nivel. ¿Y trasiego de qué?.. De muchos
sentimientos y emociones, pero fundamentalmente Amor:
¡El Amor es la esencia de la vida!.. Amor hacia
sí mismo; Amor hacia los demás. ¡El Amor
sustenta al ser!
Por Amor la Nada "se orienta". Por Amor la Nada se hace ser.
La Nada amorosa es Ser. El ser sin Amor desciende a la Nada.
El ser en el tiempo es la vida. El Amor en el tiempo es
sentir. "El Amor es el ser". "La vida es sentir". El Amor sin
tiempo (eterno) es el propio ser.
¡ Alimenta el Amor, crearás vida!Para nuestros propósitos sustituiremos los
conceptos "necesario y suficiente" por "potencia y probabilidad". "Potencia" sería la
capacidad para "poder ser" algo. Y la "probabilidad"
propuesta son las "condiciones favorables" para que ese
"algo" suceda. Pues bien, los opuestos complementarios son un
índice de que la Nada tiene la potencia en sí
(con la ayuda del "azar") para dirigirse hacia el Ser. La
"probabilidad" la proporciona el Ser Supremo en ese "efecto
de retroalimentación" (acción del
futuro sobre el pasado), expuesto frecuentemente en obras
anteriores.
Otra cuestión importante, que exponemos en este
momento para que "no quede en el tintero", se refiere a
aquellas fases del "antes del tiempo" y el "después
del tiempo". Ambos son conceptos extraños muy ajenos a
nosotros (criaturas del tiempo) y a la misma vida. A nuestros
ojos son una especie de intuición referida a los
límites en ambos "extremos del mismo
tiempo". Y es que, en dicha intuición, el "antes del
tiempo" nos parece "casi inexistente", en la línea
donde la Nada y el mismo Ser Supremo se confunden (lo mismo
ocurre con el "después del tiempo": ¡el universo
y el Ser Supremo parecen confundirse!).
El tiempo, para nosotros, lo llena todo, lo es todo. Ni
nuestra propia inteligencia puede pensar de forma distinta.
Ahora bien, eso no impide que puedan "existir o existan" esas
posibilidades del "antes y el después" del tiempo. Al
referirnos al Ser Supremo y a la misma Nada todas aquellas
barreras "caen", puesto que sus "dimensiones" son
desconocidas, y con ello desaparece el mismo límite de
la dimensión tiempo.
La imagen final en cuanto a la Nada y la Criatura Suprema,
volvemos a insistir, parece la imagen clásica del Tao,
donde Caos y Dios se confunden en aquellos "momentos
originales". La interrelación entre Nada y Dios del
origen es tan sustancial que los "tentáculos" de ambos
parecen confundirse. Ya en el mismo "origen" la
"actuación" de Dios es clave, en esa especie de
"autocreación", sin embargo, del mismo modo sin esa
Nada "previa", "arcilla a modelar", ni el mismo Dios hubiera
aparecido. (En este sentido esa Nada es como el mismo
progenitor, Padre, del propio Dios).
Y llamamos "potencia" de la Nada a la capacidad de que "pueda
existir" en su seno, por principio, los opuestos
complementarios, que son en sí la base "necesaria"
para todo el desarrollo posterior de los seres, la vida y el
mismo Ser Supremo.
Complementarios son "elementos" que juntos forman "algo". Ese
"algo" es la Nada (el cero absoluto) en los opuestos
complementarios, que además poseen la particularidad
de que cada uno de ellos es el opuesto del otro, lo que
significa una total identidad
entre ellos, excepto en el signo. En principio, dichos
opuestos complementarios abarcarían todo lo imaginable
e inimaginable (todo en la máxima extensión del
término), así que hasta la misma Criatura
Suprema. Ahora bien, su "improbabilidad es enorme", por ello
es ahí donde se adivina el "poder" de Dios (esa es la
particularidad de la "actuación" de todos los seres,
el llamado "efecto retroactivo" del futuro sobre el pasado),
en ese "efecto de dirección" en la probabilidad, en la
"dirección unilateral" de la misma evolución
(general) en pos del norte de la Criatura Suprema.
Y es que los opuestos complementarios que aparecen
(¿por azar?) se "entremezclan" para crear los diversos
seres. En dicho proceso, a parte de ese hipotético
azar, tiene mucho que ver ese "tirón" del Ser
Supremo.
La Nada es el cero absoluto, que es a la vez la "sopa
infinita" (******) de opuestos complementarios.
Podríamos decir que la evolución dirigida desde
el Ser Supremo encuentra la forma de "retorcer" los opuestos
para que no sean "tan opuestos", en el sentido de que no
conduzcan obligatoriamente a la anulación inicial (el
cero absoluto), sino a los diversos seres, lo cual es posible
por el "cambio de referencias": se pasa de una visión
única (externa – observador) a múltiples
visiones (las de cada que ser que "radica" el mundo sobre
sí). Lo opuesto se "alambica" en el ser; el ser, pues,
es un "compuesto de opuestos" cuya "unicidad" la hace posible
el ser, y ésta es su propia característica y
definición.
La misma esencia del ser, por consiguiente, es su bipolaridad
(composición de opuestos, entre los que se dibuja el
ser). Por esencia, el ser es la fórmula necesaria para
que los opuestos, de otra forma la misma Nada, sean ya
"algo", el ser. No hay que buscar, pues, en el hombre una
profunda paradoja en su esencia (debate
existencialista entre el ser y la Nada); es sólo
consecuencia de la "composición" de la "sustancia" de
todos los seres.
La Nada del caos original o primordial "se confunde" con los
orígenes del mismo Dios. Pero ese "cambio o salto"
(¿por azar?) de la Nada al tiempo (o algo similar)
produce un "estiramiento" de esa Nada desde el caos
intemporal a toda la "escala del
tiempo". Es como si "partículas de la Nada" se
depositaran sobre los "puntos" de la escala del tiempo. Cada
"punto" indicaría el nacimiento o la aparición
a la vida o en el universo de un ser determinado, que "nace"
(igual que Dios) de la propia Nada (eso sí,
"trasladada" en el tiempo a ese preciso instante). Así
que cada ser, a una escala finita, reproduce lo mismo que el
ser más grande de todos ellos: la Criatura Suprema.
Esta última es "sustancia del infinito", por lo que su
origen está en ese infinito inicial del tiempo (desde
nuestra "posición", lo que le hace a nuestros ojos
"eterna") que se confunde con la Nada de su caos primordial,
y "acaba" en otro infinito del tiempo (en el cual se ha
acabado el tiempo –el "después del tiempo"). A
escala finita todo ser tiene, también, un nacimiento a
partir de esa "partícula de la Nada", posee una
duración limitada (finita) y acaba (muere
físicamente) en esa especie de "salto" fuera del
tiempo que representa la muerte
de dicho ser.
Todo lo físico (la materia conocida y la posible "no
conocida") posee o está encuadrado en ciertas
coordenadas que se reducen a un sistema
con una cierta referencia única para todos los
"elementos" que lo conforman. Es la propia definición
de la "objetividad de la llamada realidad". Ahora bien, la
subjetividad que anida en la interioridad de cada ser, en
modo alguno es única para todos ellos; todo lo
contrario, cada uno de ellos tiene su propia subjetividad, su
propio sistema de referencia (es lo que queremos significar
con la expresión "centrar el mundo", que no es
más que un propio y único "punto de vista",
diferent
para cada ser, aunque estuvieran todos estos seres situados
dentro de las mismas coordenadas espaciotemporales).
Aquella multitud de referencias distintas produce el
"milagro" de la superación de la "oposición de
los complementarios", de forma que su unión (unicidad)
no sea equivalente a la Nada, sino todo lo contrario a ella:
el ser. Un ser "compuesto" por complementarios opuestos a los
complementarios de otro ser, puede tener con el último
una "relación" que no se "autodestruye" (lo que
ocurriría si dichos seres estuvieran definidos sobre
un mismo "sistema de referencia" – objetividad). Esa
relación se establece desde lo más
"íntimo" de cada ser, y esa relación tiene un
nombre: Amor. Ese tipo de argamasa universal, el Amor, es
capaz de entretejer entre todos los seres una malla o un
tejido al que llamamos Cuerpo Místico (de Dios), y que
significa la "imposición" (no desde fuera, como parece
implicar la palabra, sino desde el interior de cada ser) de
"cierto orden", "polaridad", en dicho tejido: la Nada
caótica se ha transformado en una "cierta nada
orientada", que ya no es la Nada sino el Ser. Esta nada
orientada (el Ser) ya no es, por supuesto, aquella nulidad
absoluta (la infinidad de opuestos complementarios
"autoanulados"), sino la infinitud del "infinitésimo"
transformado en "infinito" de todas las maravillas
inimaginables que es en sí el Cuerpo Místico de
Dios, ya no "autoanulados entre sí".
El misterio de todo el proceso radica en nuestra
incomprensión del Ser y hasta de la misma Nada. Y es
que nuestra inteligencia, nuestro entendimiento, es de un
orden inferior a estas categorías: Ser y Nada.
Así que nuestro entendimiento es incapaz de abarcar
(quizás sólo puede intuirlos) conceptos como
Ser, Nada o eternidad. (Tal vez por ello en algunas religiones la
Nada es considerada al nivel del mismo Dios, puesto que
aparece como una fuerza superior a nosotros mismos, al
escapar del poder de nuestra mente).
De cualquier forma, ya dijimos que la Nada (**) aparece
adornada, además, con los "tentáculos de Dios".
No es extraño, pues, que no podamos "entender" en todo
su significado esa Nada: ¡sería tal vez llegar a
comprender al mismo Dios!
Conviene, antes de finalizar este apartado, aclarar
algún aspecto de Dios que apareció en una de
nuestras obras anteriores: "El parto de Dios". Uno de dichos
aspectos tiene relación con la visión que
tienen los seres humanos de esa "convergencia" entre el
"final del universo" (eternidad) y el mismo Dios, que junto a
la posible sucesión continua de ciclos de universo en
los que creación y destrucción son una
constante, hacen la ilusión de un Dios que muere y
vuelve a renacer de sus cenizas (teología
hindú) cual ave fénix. Esa ilusión se
desvanece ante la impasibilidad del Ser: ¡Dios es el
que es!- La Nada y los opuestos complementarios
- El debate del hombre: Nada y Dios
Si tanto asombro nos causa uno como el otro de ambos
"polos", después de todo no sería tan mala nuestra
posición, a caballo de uno y otro. Ahora bien, a parte de
ese asombro, sí hay una diferencia sustancial entre ambos:
la "individualidad".
El ser lucha por "abrir" una perspectiva propia; amplía
esa brecha frente al mundo. Y para ello, su esfuerzo, "dolor de
parto", le hace "merecer" la naturaleza de su ser.
La ampliación, la "apertura" de la naturaleza del ser
hacia el polo "Dios", produce en él un sentimiento de
"agrado" mayor, felicidad. Ese sentimiento de felicidad se
incrementa en la "aproximación" a Dios, por eso es tan
importante para el ser esta "lucha" por alcanzar niveles de
"apertura" superiores.
Como ya expresamos en apartados anteriores, el "quiebro en la
evolución" significa un "cambio sustancial" en la "forma"
o la "estructura" del "crecimiento lineal" de la ley complejidad –
sensación a partir del nivel de complejidad del ser
humano. Dicha ley, por consiguiente, necesita de una
rectificación que viene aconsejada por un efecto de
retroalimentación o "retroacción".
Esa retroacción significa la aparición de un cierto
"dilema" entre sentimientos con "tendencias internas" (aunque
"diversos" para cada ser) y otros con tendencias "externas" que,
por primera vez, ejercen un "tirón" hacia algo fuera de la
propia naturaleza del ser. El "esfuerzo" con relación a
esa nueva tendencia "origina" una sensación de agrado,
felicidad, respecto a un nuevo sentimiento que "conecta" con el
"polo" Dios. La "acción" continuada en esa
dirección (comportamiento
favorable), por ese efecto de retroacción (lo que
también se da en el caso general), hace aumentar (hasta
cierto límite) la complejidad en el sentido de un
afianzamiento en la naturaleza del ser de la tendencia hacia el
Ser Supremo. De aquella forma, la naturaleza del ser se va
transformando en "mayor receptora" de esa
sensación-sentimiento, felicidad, percibida en su
"comunión" con dicho Ser.
Así que, entonces, a partir del nivel humano, parece
abrirse una "dicotomía" en la misma complejidad: por un
lado, complejidad alrededor de la propia naturaleza del ser
(evolución "animal" del hombre), y por otro, complejidad
"en torno" al Ser
Supremo (evolución "más espiritual" del mismo).
Pero la naturaleza más sublime del ser humano (como hijo
de Dios) acompaña a esta última tendencia,
así que la evolución de la complejidad en un
sentido distinto, realmente produce un retroceso en la verdadera
naturaleza del hombre (en esas características humanas). Y
es que, a partir del ser humano todo "aumento" de complejidad
"obligatoriamente" debe pasar por esa nueva vía abierta
("acercamiento" al Ser Supremo, sobre la base de que la
evolución hacia Dios del hombre – Dios como "hijo
nuestro"- indica una clara "evolución" en este
sentido).
O sea, habrían dos tendencias o atractores: uno sobre
sí mismo (sentimiento "egoísta" animal), y otro en
pos de Dios. El hombre es libre (igual que todo ser sobre las
distintas "tendencias" o instintos) para "elegir" uno u otro,
pero la primera opción supone una "disminución de
complejidad" (capacidad para sentimientos cada vez más
"excelsos"), es decir, un retroceso en su evolución "como
hombre" (la evolución
del hombre es ya más "mental" que
biológica).
Las "tendencias" (instintos) en el animal son "neutras" en
sentido individual; tan sólo son importantes para la
especie. Nos referimos a las "acciones" o
toma de
decisiones respecto a las mismas. Mas, en el hombre no hay
"neutralidad" individual, al hacer su aparición por
primera vez tanto atractores "externos como internos".
A decir verdad, lo último requiere de cierto análisis, ya que puede juzgarse como
"atractores externos" aquellos instintos o "tendencias del
futuro" (en lo que tanto hemos ido haciendo hincapié con
anterioridad) que, por cierto, aparecen en cualquier ser, con
indiferencia de su grado de complejidad.
Diríamos mejor que lo que origina ese "quiebro" en la
evolución no es tanto la aparición de atractores
externos e internos, sino el que esos atractores externos sean
"entendidos" en relación con conceptos en los que priva
fundamentalmente la "eternidad", como principal atributo del polo
"Criatura Suprema".
El acontecimiento es el mismo que el general de la
retroacción del futuro; la diferencia estriba en el "grado
de complejidad" capaz de hacer entender, "sentir", la eternidad y
la inmortalidad como "catapulta" para acceder, intuir o empezar a
comprender y amar a la Criatura Suprema. Ese "conocimiento"
es un hecho singular para el ser en el que tiene lugar (el ser
humano). A partir de ahí, ese "encuentro de Dios", el
hombre no puede ser indiferente, y ello se le presenta como una
necesaria elección, no entre dos posibilidades
"equiparables", sino, por el contrario, con matices tan
diferentes que una de ellas es considerada de un nivel muy
superior (la que se le aplica el calificativo de espiritual) a la
otra. Desde ese momento, se identifica como humano aquello que va
"paralelo" a esa vía. La otra opción se intuye
conduce a una regresión en nuestro linaje,
acercándonos a nuestros antecesores, el lugar de donde
partimos, que en el límite correspondería con la
misma Nada, lo que supone un indudable retroceso en nuestra
"individualidad".
Aquellas serían a grandes rasgos las dos tendencias, que
realmente se diferencian "tan solo" en una "creencia" (por ello
una "querencia"); mas "creer es poder": una
transformación.
"El querer os hará libres: ésa es la verdadera
doctrina sobre la voluntad y la libertad y la
libertad que os enseña Zaratustra".
(Nietzsche: "Así habló Zaratustra".
Discursos de Zaratustra. Segunda Parte. En las islas
afortunadas.)
"Yo os enseño que el querer hace libres, pues
querer es crear. Y sólo habéis de aprender
para crear".
(Nietzsche: "Así habló Zaratustra".
Discursos de Zaratustra. Tercera Parte. Las viejas y las nuevas
tablas.)
Parece como si en la Nada se produjese una "inmersión" de
las individualidades hasta su desaparición. El camino
hacia el otro polo, es el camino hacia una redoblada
individualidad; en el límite la Suprema individualidad
sería Dios. Así que esos seres "integrados" en el
Cuerpo Místico, cuanto más cercanos al polo Dios,
más "individualidad" tendrían; es decir, la
"unicidad del Cuerpo Místico" es una "comunión" de
seres, de individualidades, no una anulación de las
mismas. La "unicidad" se entendería como una unión
de "elementos fuertemente entrelazados por el Amor", que
sería la poderosa argamasa (nos recuerda, en un
símil material, a los "gluones" de dentro del
núcleo atómico); o sea, unicidad dentro de la
multiplicidad. No "inmersión" dentro de la Criatura
Suprema, sino "elementos constituyentes" o "indisociables" (he
ahí la unicidad) del propio Cuerpo Místico al que
llamamos Dios.
Dios no sería el Ser Supremo "separado" (aunque
infinitamente superior) de todos los demás, sino que Dios
es un superconcepto formado por el conjunto indisoluble de todos
los seres, eso sí, "sesgado" en pos del crecimiento de la
individualidad. Esa individualidad se "siente" desde dentro de
cada ser, pero a la vez cada ser se siente único, siente
aquella unicidad respecto a los demás seres. La argamasa,
Amor, es sentida con diferente "potencia" por cada ser, en
función
de su naturaleza (grado de individualidad). Mayor individualidad,
mayor "cohesión". La individualidad de la Criatura Suprema
es tan fuerte que siente a los demás seres como Sí
mismo, en una especie de identificación con su propio
Cuerpo ( Místico). Por consiguiente, cada
"partícula de Dios" (cada componente de la Nada) es el
mismo Dios (contemplada desde la Criatura Suprema), pero a su vez
tiene "vida propia", su propia individualidad representada por su
subjetividad: ¡Yo soy yo (multiplicidad), pero formo parte
del mismo Dios (unicidad)!
Ahora si puede percibirse esa mal llamada "inmersión" de
la individualidad del ser en Dios como perdiéndose en
Él… Pero, es una mala interpretación de lo que
sucede con el propio Dios como Ser "individual". La "unicidad"
del Cuerpo Místico exige que en el Ser Dios se
identifiquen (no se parezcan o se acerquen, sino que se igualen
hasta la identificación) el "sentimiento de pertenencia" a
su individualidad subjetiva, con el mismo sentimiento
(identificación) del "conjunto Dios" (representado por la
totalidad del Cuerpo Místico). Esa "identificación"
puede entonces considerarse (de modo impropio) como una
pérdida de la propia individualidad, para "adoptar" la
individualidad de Dios, "su" individualidad, apareciendo
así como única, cuando es una superposición
de dos idénticas, de imposible diferenciación.
Claro está, que si queremos ver una
"diferenciación" entre las mismas, juzgando esta
diferenciación como índice de "conservación
de individualidad", la propia identificación
significará diferenciación nula, o sea, bajo esas
premisas, "equivaldría a una pérdida de la propia
individualidad".
Por consiguiente, si por alguna especie de éxtasis
llegamos a identificarnos con Dios, no hemos perdido nuestra
individualidad (lo que parecen creer muchos místicos). Lo
que realmente sucede es que ¡nos hemos hecho Dios! (Al
menos en esos instantes – identificación). Que es
casi lo contrario de la aseveración de aquellos
místicos, puesto que, en realidad: ¡nos hemos
apoderado (identificación) de Dios! ¡Y es que nos
hemos transformado en el mismo Dios! (Y que sepamos, Dios no
pierde su personalidad,
su individualidad).
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