Indice
1.
Introducción
2.
Clasificación
3. Síntomas
4. Complicaciones de las
fracturas
5. Cómo actuar en
casa
6. Sistemas de
inmovilización
7.
Rehabilitación
Las fracturas son soluciones de
continuidad que se originan en los huesos, a
consecuencia de golpes, fuerzas o tracciones cuyas intensidades
superen la elasticidad del
hueso.
En una persona sana,
siempre son provocadas por algún tipo de traumatismo, pero
existen otras fracturas, denominadas patológicas, que se
presentan en personas con alguna enfermedad de base sin que se
produzca un traumatismo fuerte.
Es el caso de algunas enfermedades
orgánicas y del debilitamiento óseo propio de la
vejez.
Existen varios tipos de fractura, que se pueden
clasificar atendiendo a los siguientes factores: estado de la
piel,
localización de la fractura en el propio hueso, trazo de
la fractura, tipo de desviación de los fragmentos y
mecanismo de acción del agente traumático.
Según el estado de
la piel
- Fracturas cerradas. Son aquellas en las que la
fractura no comunica con el exterior, ya que la piel no ha
sido dañada. - Fracturas abiertas. Son aquellas en las que se puede
observar el hueso fracturado a simple vista, es decir, existe
una herida que deja los fragmentos óseos al descubierto.
Unas veces, el propio traumatismo lesiona la piel y los
tejidos
subyacentes antes de llegar al hueso; otras, el hueso
fracturado actúa desde dentro, desgarrando los tejidos y la
piel de modo que la fractura queda en contacto con el
exterior.
Según su localización
Los huesos largos se
pueden dividir anatómicamente en tres partes principales:
la diáfisis, las epífisis y las
metáfisis.
La diáfisis es la parte más extensa del hueso, que
corresponde a su zona media.
Las epífisis son los dos extremos, más gruesos, en
los que se encuentran las superficies articulares del hueso. En
ellas se insertan gran cantidad de ligamentos y tendones, que
refuerzan la articulación.
Las metáfisis son unas pequeñas zonas rectangulares
comprendidas entre las epífisis y la diáfisis.
Sobre ellas se encuentra el cartílago de crecimiento de
los niños.
Así, las fracturas pueden ser, según su
localización:
- Epifisarias (localizadas en las epífisis). Si
afectan a la superficie articular, se denominan fracturas
articulares y, si aquélla no se ve afectada por el trazo
de fractura, se denominan extraarticulares.
Cuando la fractura epifisaria se produce en un
niño e involucra al cartílago de crecimiento,
recibe el nombre de epifisiólisis.
- Diafisarias (localizadas en la diáfisis).
Pueden afectar a los tercios superior, medio o
inferior. - Metafisarias (localizadas en la metáfisis).
Pueden afectar a las metáfisis superior o inferior del
hueso.
Según el trazo de la fractura
- Transversales: la línea de fractura es
perpendicular al eje longitudinal del hueso. - Oblicuas: la línea de fractura forma un
ángulo mayor o menor de 90 grados con el eje
longitudinal del hueso. - Longitudinales: la línea de fractura sigue el
eje longitudinal del hueso. - En «ala de mariposa»: existen dos
líneas de fractura oblicuas, que forman ángulo
entre si y delimitan un fragmento de forma
triangular. - Conminutas: hay múltiples líneas de
fractura, con formación de numerosos fragmentos
óseos.
En los niños,
debido a la gran elasticidad de
sus huesos, se producen dos tipos especiales de
fractura:
- Incurvación diafisaria: no se evidencia
ninguna fractura lineal, ya que lo que se ha producido es un
aplastamiento de las pequeñas trabéculas
óseas que conforman el hueso, dando como resultado una
incurvación de la diálisis del mismo. - En «tallo verde»: el hueso está
incurvado y en su parte convexa se observa una línea de
fractura que no llega a afectar todo el espesor del
hueso.
Según la desviación de los
fragmentos
- Anguladas: los dos fragmentos en que ha quedado
dividido el hueso a causa de la fractura forman un
ángulo. - Con desplazamiento lateral: las dos superficies
correspondientes a la línea de fractura no quedan
confrontadas entre si, por haberse desplazado lateralmente uno
o los dos fragmentos. - Acabalgadas: uno de los fragmentos queda situado
sobre el otro, con lo cual se produce un acortamiento del hueso
afectado. - Engranadas; uno de los fragmentos ha quedado
empotrado en el otro.
Según el mecanismo de
producción
- Traumatismo directo. La fractura se produce en el
punto sobre el cual ha actuado el agente traumático. Por
ejemplo: fractura de cúbito por un golpe fuerte en el
brazo. - Traumatismo indirecto. La fractura se produce a
distancia del lugar donde ha actuado el agente
traumático. Por ejemplo: fractura del codo por una
caída sobre las palmas de las manos. - Contracción muscular brusca. En deportistas y
personas con un gran desarrollo
muscular se pueden producir fracturas por arrancamiento
óseo al contraerse brusca y fuertemente un
músculo determinado. También se han observado
fracturas de este tipo en pacientes sometidos a
electroshok.
Aunque cada fractura tiene unas características especiales, que dependen
del mecanismo de producción, la localización y
el estado
general previo del paciente, existe un conjunto de
síntomas común a todas las fracturas, que conviene
conocer para advertirlas cuando se producen y acudir a un centro
hospitalario con prontitud. Estos síntomas generales
son:
- Dolor. Es el síntoma capital.
Suele localizarse sobre el punto de fractura. Aumenta de forma
notable al menor intento de movilizar el miembro afectado y al
ejercer presión,
aunque sea muy leve, sobre la zona. - Impotencia funcional. Es la incapacidad de llevar a
cabo las actividades en las que normalmente interviene el
hueso, a consecuencia tanto de la propia fractura como del
dolor que ésta origina. - Deformidad. La deformación del miembro
afectado depende del tipo de fractura. Algunas fracturas
producen deformidades características cuya observación basta a los expertos para
saber qué hueso está fracturado y por
dónde. - Hematoma. Se produce por la lesión de los
vasos que irrigan el hueso y de los tejidos
adyacentes. - Fiebre. En muchas ocasiones, sobre todo en fracturas
importantes y en personas jóvenes, aparece fiebre
después de una fractura sin que exista infección
alguna. También puede aparecer fiebre pasados unos
días, pero ésta es debida, si no hay
infección, a la reabsorción normal del
hematoma.
4. Complicaciones de las
fracturas
- Formación de un callo óseo (proceso
normal de consolidación de una fractura) excesivamente
grande, que puede comprimir las estructuras
vecinas, causando molestias más o menos
importantes. - Lesiones de los vasos sanguíneos, que pueden
dar lugar a trombosis arteriales, espasmos vasculares y a la
rotura del vaso, con la consiguiente hemorragia. Este tipo de
lesiones puede provocar también gangrena seca, debida a
la falta de irrigación del miembro afectado. - Estiramientos, compresiones y roturas nerviosas, que
se pondrán de manifiesto con trastornos de la
sensibilidad y alteraciones de la motilidad y la fuerza
musculares. - Cuando la fractura ha sido articular, puede dejar
como secuelas: artritis, artrosis y rigidez posterior de la
articulación. - Las fracturas que afectan al cartílago de
crecimiento en los niños pueden ocasionar la
detención del crecimiento del hueso
fracturado. - Infección de la zona fracturada, cuando en
ella se ha producido herida.
- Antes de actuar sobre la propia fractura, hay que
atender a la respiración y al ritmo cardiaco. Si el
accidentado no respira, es inútil intentar solucionar la
fractura. - Si es preciso, se realizará masaje cardiaco y
respiración artificial boca a
boca. - Si el accidentado respira pero está
inconsciente, hay que procurar mantener libres sus vías
respiratorias- Para ello se pondrá de lado la cabeza del
paciente, con el fin de que no pueda aspirar ninguna
secreción o vómito, en
caso de que se produzca. Luego se debe tirar de la lengua hacia
fuera, para evitar que se obstruya la glotis. - Una vez controlada la respiración, puede
prestarse atención a la fractura. Ante todo, no se
debe movilizar el foco de fractura, porque podrían
desplazarse los fragmentos óseos y hacer más
difíciles la reducción y la consolidación.
Además, la movilización produce un intenso
dolor. - No se debe intentar quitar la ropa al accidentado.
Esta maniobra debe ser llevada a cabo por personal
especializado. - La inmovilización se puede realizar de
distintos modos, según la zona que se haya fracturado y
el material de que se disponga. - Una vez inmovilizada la fractura, se
trasladará al accidentado al centro hospitalario
más cercano. - Cuando se sospeche que puede haber fractura de la
columna vertebral, la conducta
más prudente es no tocar al paciente, cubrirle con
alguna prenda de abrigo para que no se enfríe y llamar a
una ambulancia para que sea trasladado con rapidez a
algún centro hospitalario.
6. Sistemas de
inmovilización
Los sistemas
más comunes son el cabestrillo y el entablillado, ambos de
fácil ejecución.
Cabestrillo
Se puede utilizar para inmovilizar cualquier tipo de fractura de
los miembros superiores.
- Mover la mano del miembro afectado hacia el hombro
contrario, doblando el codo y procurando que el brazo quede
pegado al cuerpo. - Doblar en triángulo un pañuelo grande y
pasarlo con mucho cuidado por debajo del antebrazo del
paciente. - Llevar la punta del pañuelo que se encuentra
más próxima al cuerpo del accidentado hasta la
nuca. - Llevar el otro extremo del pañuelo
también hasta la nuca, para anudarlo con el anterior,
pasándolo por delante del cuello.
Cuando no se dispone de un pañuelo cuadrado, se
puede improvisar un cabestrillo con un cinturón, una venda
corriente o cualquier trapo alargado, del siguiente
modo:
- Rodear con el útil que se haya elegido la
muñeca del brazo herido, con una sola vuelta. Si es una
venda o similar, se puede doblar en dos, rodear la
muñeca y pasar los dos extremos a la vez por dentro del
doblez. Luego se hace correr la venda o el paño hasta
que quede ajustado a la muñeca, sin producir
compresión. - Atar los dos extremos largos pasándolos por
detrás del cuello. - Es conveniente que la mano quede lo más
elevada posible, para reducir las posibilidades de
movilización.
Entablillado o férula
Se utiliza para inmovilizar cualquier fractura producida en un
hueso largo, ya sea de las extremidades superiores o
inferiores.
- Proveerse de tablas o pequeños troncos lisos.
Pueden ser útiles otros materiales,
como telas gruesas enrolladas, periódicos,
etcétera. - Si se dispone de tablas, colocarlas a los lados de
las zonas fracturadas; si se utilizan periódicos, formar
una especie de canal, dentro del cual debe quedar el miembro
afectado. - Luego, con vendas, pañuelos, corbatas o
cualquier pedazo de tela, se va sujetando el entablillado o la
férula, de modo que el individuo no pueda mover la zona
fracturada. - Si la fractura es en la pierna, deben inmovilizarse
la rodilla y el tobillo. - Si es en el antebrazo, se inmovilizarán la
muñeca y el codo. - Si es en el brazo, se deben inmovilizar el hombro y
el codo. El hombro puede inmovilizarse vendando el brazo contra
el cuerpo del sujeto, con cuidado de no causar
compresión sobre la fractura. - Si no se puede obtener ningún material
más o menos rígido, la inmovilización de
las piernas se puede efectuar vendándolas juntas. Las
ataduras se colocarán en los tobillos, las rodillas, los
muslos y por encima y debajo de la zona de fractura, siempre
que ésta no se localice en uno de estos
puntos.
Se debe lograr que las articulaciones no
incluidas en la inmovilización sigan funcionando para
evitar una rigidez posterior. Ello se consigue con movilizaciones
activas, nunca pasivas ni con masajes. Una vez retirada la
inmovilización, se debe procurar la recuperación
funcional de los músculos, que generalmente, debido al
tiempo de
inactividad, estarán hipotróficos. Se
indicarán ejercicios propios en cada caso.
Autor:
Pengris Giménez
elizabeth barboza