Se llama veneno a cualquier sustancia que produce
enfermedad, lesión tisular, o que interrumpe los procesos
vitales naturales al entrar en contacto con el organismo. La
mayoría de los venenos tomados en cantidades suficientes
son mortales. Una sustancia venenosa puede ser de origen mineral,
vegetal o animal, y puede asumir la forma de un sólido, un
líquido o un gas. Dependiendo
del tipo de veneno ejercerá su acción sobre la
superficie corporal o, de forma más grave, sobre los
órganos internos o el sistema
nervioso.
Tipos de venenos
En los seres humanos los venenos se suelen clasificar
según sus efectos en corrosivos, irritantes, o
narcóticos; estos últimos
también se conocen como venenos sistémicos o
nerviosos.
Los venenos corrosivos incluyen los ácidos o
álcalis fuertes, que producen destrucción tisular
externa o interna, es decir, abrasan la piel o la
mucosa gástrica. Los vómitos se
desencadenan de inmediato y están mezclados con sangre. Los
venenos habituales, llamados agentes corrosivos, incluyen el
ácido clorhídrico, el ácido
carbónico, el bicloruro de mercurio y el amoniaco.
Los irritantes, como el arsénico, el mercurio, el yodo y
los laxantes, actúan directamente sobre la membrana mucosa
provocando irritación o inflamación
gastrointestinal acompañada de dolor y vómitos. Los
venenos corrosivos diluidos también tienen estos efectos.
Los irritantes incluyen venenos acumulativos, aquellas sustancias
que se absorben poco a poco sin provocar lesión aparente
hasta que de forma repentina producen su efecto.
Los venenos narcóticos actúan sobre el sistema nervioso
central o sobre órganos como el corazón,
el hígado, los pulmones o los riñones hasta que
afectan los sistemas
respiratorio y circulatorio. Estos venenos pueden producir coma,
convulsiones, o delirio. Los venenos narcóticos incluyen
alcohol, opio
y sus derivados, belladona, trementina, cianuro potásico,
cloroformo y estricnina. En esta categoría también
se incluye uno de los venenos más peligrosos que se
conocen, la toxina botulínica, una potente toxina
bacteriana causa de intoxicación alimentaria aguda
(botulismo).
El envenenamiento de la sangre, también de naturaleza
bacteriana, se produce cuando un microorganismo virulento invade
la circulación sanguínea a través de una
herida o una infección. Los síntomas incluyen
escalofríos, fiebre, postración, y con frecuencia,
infecciones o abscesos secundarios en varios órganos. La
mayoría de los venenos gaseosos también afectan a
la sangre. Debido a que estos gases
restringen la capacidad del organismo de absorber oxígeno, suelen incluirse en la
categoría de los asfixiantes, grupo al que
pertenece el conocido monóxido de carbono. Sin
embargo, hay también venenos gaseosos corrosivos o
irritantes.
Cerca del 50% de todos los casos de envenenamiento humano en el
mundo occidental se deben a fármacos o productos
domésticos habituales como aspirinas, barbitúricos,
insecticidas, y cosméticos. Debido a que los
barbitúricos son accesibles con facilidad, los efectos
tóxicos que derivan de su mal uso no son infrecuentes. El
envenenamiento agudo puede deberse a una sobredosis o una
interacción con otros fármacos, en especial el
alcohol. La víctima de un envenenamiento agudo por
barbitúricos experimenta agitación y
náuseas, o entra en un sueño profundo marcado por
una respiración cada vez más superficial
cuyo posible fin es el coma y el fallo cardiaco. El
envenenamiento crónico por barbitúricos, causado
por el uso prolongado de estos fármacos, se caracteriza
por irritación gastrointestinal, pérdida de apetito
y anemia. En estados avanzados de envenenamiento crónico
por barbitúricos la víctima sufre confusión
mental.
Tratamiento
Son diversos los tratamientos para contrarrestar el efecto de un
veneno. En la mayoría de los casos se aconseja la
dilución, es decir, la ingestión de grandes
cantidades de agua o
leche. En
otros se recomienda utilizar un emético, una sustancia que
induce el vómito y libera
al estómago de ciertos venenos. Los eméticos
actúan a nivel local, como por ejemplo, sobre los nervios
gástricos, o a nivel sistémico, sobre el centro del
vómito del cerebro. Los
remedios domésticos consisten en una cucharada de sal
disuelta en agua caliente o dos cucharadas de mostaza disueltas
en medio litro de agua. Los eméticos no se deben
administrar a personas que han ingerido un veneno corrosivo. A
diferencia de un emético, un antídoto es un remedio
que contrarresta químicamente el efecto de un veneno,
aunque de modo indirecto pueda provocar el vómito. Un
antídoto puede actuar contra un veneno
neutralizándolo, convirtiéndolo en insoluble,
absorbiéndolo, aislándolo, o produciendo un efecto
fisiológico general opuesto. En cualquier envenenamiento
es imprescindible iniciar el tratamiento de forma
inmediata.
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