Indice
1.
Objeto de Estudio
2. Definición del
Problema
3. Hipótesis del
Trabajo
4. Felipe II
5. Conclusiones
6. Fuentes
La Transición del Poder entre
Carlos I de España y V
de Alemania y
Felipe II; comparación de poderes y circunstancias entre
ambos reinos.
"Se plantea aquí la cuestión de saber si vale
más ser temido que amado.
Se responde que sería menester ser uno y otro
justamente".
…pero como es difícil ser uno y otro al mismo tiempo, el
partido más seguro
es ser temido primero que amado".
Tomando como base el estudio de algunos sucesos de sus reinos,
pretendo establecer una imagen
comparativa entre los dos Reyes, entendiendo que no se
encontraban en las mismas circunstancias.
Carlos hace su entrada triunfal en Amberes como Señor de
los Países Bajos, fue nombrado Gobernador de los
Países Bajos en 1514. El señor de Chièvres,
seguro de su ascendencia sobre Carlos se había deshecho,
con el consentimiento de Maximiliano I, del gobierno de
Margarita de Austria. Se reconoció su mayoría de
edad, y el 5 de enero de 1515, en la gran sala del Palacio de
Bruselas, en el mismo lugar donde 40 años más tarde
abdicaría, fue nombrado, por los Estados Generales,
Señor de los Países Bajos. Durante aquel acto, se
dirigió a sus súbditos con las siguientes
palabras:
"…Sed buenos y leales súbditos
y yo seré para vosotros un buen príncipe"
Mas tarde, "fue aclamado, en Bruselas, Rey de España, como
Carlos I, pero faltaba lo más necesario, ser reconocido
por los reinos de España. Por estas tierras no todos
estaban conformes con la sucesión. Unos querían que
reinara Juana La Loca, a pesar de sus desvaríos, y otros
pensaban que el sucesor debía ser el infante Fernando,
hermano menor de Carlos que había nacido en Alcalá
de Henares (1502), se había educado en España y
contaba con su pequeña Corte en Aranda de Duero. Debido a
esta situación, el viaje a sus reinos españoles se
retrasó hasta el 8 de septiembre de 1517. Por error de los
pilotos, la escuadra arribó en Villaviciosa y no en Laredo
donde era esperado por una nutrida comitiva. Aquello de que el
nuevo rey desembarcara alejado del lugar donde le esperaban sus
súbditos fue interpretado como un mal presagio.
La corte flamenca que viajó con Carlos no fue del agrado
de la nobleza, ni del pueblo. Los extranjeros coparon todos los
puestos relevantes de la corte y comenzó el expolio del
tesoro nacional. Desaparecían los doblones de oro del rey
Fernando, hecho que era saludado con la resignada coplilla":
Doblones de oro del Rey Fernando
Salveos Dios
ducado de a dos.
Que Monsieur de Chièvres
no topó con vos.
Al finalizar su reinado, el emperador se dio cuenta de la
inutilidad de los esfuerzos de su vida. Había extendido
sus dominios –mucho en América
y algo en Europa-, pero la
situación de su monarquía había empeorado: sus
enemigos, cada vez mas fuertes y poderosos, le habían
puesto en serios aprietos y no cejaban en sus ataques; la
coalición de fuerzas y pueblos contra la hegemonía
española aumentaba por momentos.
No es de extrañar, pues, que al transferir el mando a su
hijo, en un melancólico día otoñal (25 de
octubre de 1556), lo hiciera con marcados tonos patéticos
que acentuaron el dramatismo de la despedida. Sabia muy bien cuan
agobiador era el fardo que trasladaba de sus hombros a los de
Felipe; y no dejo este de recordárselo al contestar a su
discurso de
abdicación : "Me entregáis una carga muy pesada",
le dijo resignada pero amargamente en el exordio.
Con Felipe II, España alcanzara casi todo lo que deseaba.
El nuevo monarca residiría permanentemente en ella y
tendrá mas en cuenta los intereses peninsulares. El
imperio en cuanto titulo, es decir, el nominal, había
pasado a otras manos, a la rama de los Habsburgos; pero el
imperio virtual, el de los dominios y los recursos,
seguía en las mismas manos, en la rama española. De
manera que a Felipe no le quedaría otro remedio que
continuar defendiendo sus diversos Estados europeos, o sea, que
practicar la misma política que su
padre. Y a España no le quedaría tampoco otro
remedio que continuar soportando el enorme peso que esa defensa
implicaba.
Sin embargo, la
personalidad de Felipe II fue casi todo opuesta a la de su
padre, el Emperador; y si a este, por las características de su personalidad,
podría denominársele el Rey Caballero, a
aquél, por las de la suya, cabria denominársele el
Rey Burgués. Felipe II poseyó una enorme voluntad,
pero su inteligencia
fue mediana y tarda; y como su imaginación peco de pobre,
poco pudo brillar en un mundo como el español en
que abundaba la gente ingeniosa, despierta e imaginativa.
Al comprender a Felipe de cerca se le descubren cualidades mas
alemanas que españolas. Frente al Emperador, pleno de
inteligencia y de viveza, su hijo tiene que aparecérsenos
como un hombre gris, a
quien solo la acerada voluntad y el escrupuloso celo en el
cumplimiento del deber, hicieron desempeñar con dignidad
su papel de
gobernante.
Estado de la Cuestión
Es difícil aventurarse ha realizar tremenda
comparación sin una noción panorámica, no
solo apreciándola y calificándola con sucesos
importantes como economía, guerras y
problemas
internos; considero que se deben tomar en cuenta factores mas
humanistas para no perderse en el mar de información que se puede encontrar.
Con Carlos I, la monarquía estará asistida por
cinco Consejos: El Consejo Real, el de Estado, el de
Hacienda, el de la Inquisición y el de las Indias. Los
Austria mayores siguieron la norma de hacer muy suyo el Consejo
Real que actuaba como tribunal supremo de justicia. Los
consejeros era 16, en su mayoría letrados profesionales.
La nobleza solo tenía una representación
testimonial. Hecho, este último, al que Carlos
concedía importancia.
En 1529, se crearon los consejos de la Guerra y de
las Ordenes que tenía atribuciones sobre las
órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. Todo
aquel entramado de instituciones,
en organización polisinoidal, se mostró
muy eficaz durante los gobiernos de Carlos I y de Felipe II.
La base sobre la que se sustentaba la diplomacia de los Austria
eran los enlaces matrimoniales entre miembros de las distintas
dinastías. Carlos I mantuvo embajadas en Londres, Lisboa,
París, Viena, Roma, Venecia y
Génova. Como diplomáticos destacaron Nicolás
Perrenot Granvela, embajador en París con Francisco I;
Simón Renard, en la Inglaterra de
María Tudor; Diego Hurtado de Mendoza, en Venecia; Lope de
Soria, en Génova; Requesens, en Roma.
El endeudamiento de la Corona, a la muerte del
emperador, fue uno de los más graves problemas de la
España del siglo XVI y siguientes. Fue la causa de las dos
suspensiones de pagos durante el reinado de Felipe II, que
continuó manteniendo gastos de guerra
insoportables para la economía del reino y que supusieron
unas penosas condiciones de vida y la ruina para gran parte de la
población. Al final de su reinado, Felipe
II era odiado en toda Europa, aunque el triste y severo monarca
había logrado ser tolerado y, en cierta forma, admirado
por su pueblo, se decía "…si el rey no muere, el reino
muere".
Muy otra sería España de haber sabido canalizar las
ingentes riquezas obtenidas de América hacia inversiones
más productivas que la guerra y la defensa de la religión
católica, prescindiendo de aspirar a "salvar a los que
deseaban condenarse" separados de la religión de oficial.
Mucho nos debe Roma, pero mucho más todos los que se
enriquecieron a costa de nuestras ansias imperiales. Todo aquello
sirvió para crear una casta de aristócratas, cuyos
apellidos aún suenan en el siglo XXI a rancias "glorias"
del pasado, y de altos funcionarios que no estuvieron dispuestos
a imitar los modelos
industriales emergentes en el resto de Europa, sino, por el
contrario, a encerrarse en sus dominios como los antiguos
señores feudales, aislándose de la realidad que iba
implantándose en otras naciones.
Problema
La forma en que Carlos V mantuvo sometido al imperio
Español y el inmenso poder que tuvo en sus manos
materialmente desestabilizaron la economía, las constantes
luchas por defenderse o atacar pusieron a España en una
crisis interna
de la cual le fue casi imposible salir; por el contrario al ser
tan rígido Felipe II en cuestiones reales y con su
aferrado deber de catolicismo terminaron por transformar
España.
La creación de diversas instituciones, y la entrada de
nuevos conocimientos hicieron del reinado de Felipe II, un
concepto
diferente al de su padre el Emperador en la cuestión
humanista.
Periodización
Carlos I de España nació en Gante (Bélgica),
el 24 de febrero de 1500; se educo en Flandes bajo la tutela de
su tía Margarita, a quien su padre el emperador
Maximiliano habia nombrado gobernadora de los Países
Bajos, al morir su abuelo materno Fernando el Católico
(1516), consiguió de Cisneros el ser declarado rey, y en
septiembre de este año se embarco a España y llego
a Tazones(Asturias).
Por su estancia en los Países Bajos, recibo una educación diferente a
la que abría podido recibir en España teniendo
Carlos I que pasar algunos problemas para tomar el poder. A la
muerte de su
abuelo paterno Maximiliano I, fue elegido (1519) emperador,
correspondiéndole como tal el nombre de Carlos V.
El rey Felipe II (1556-98) hijo de Carlos I y de Isabel de
Portugal, nació en Valladolid, su padre se preocupo de su
educación política y diplomática y le inicio
en los secretos del arte de gobernar,
dándole como asesores al cardenal Tavera y al secretario
imperial Francisco de los Cobos; le entrego durante sus
prolongadas ausencias, la regencia del reino y después le
hizo visitar sus Estados de Flandes, Italia y
Alemania.
Carlos V, llegó al momento cumbre de su
poderío sobre Europa. Así quedaba concluida la
tercera etapa de su obra imperial. La primera había
consistido en la pacificación de sus reinos
españoles y en vincularse a la tierra que
era el nervio y apoyo de su política. De flamenco
pasó a ser español. En la segunda, consolidó
su poder en Italia y contuvo la expansión del poder turco.
Y en la tercera, se volcó en los siempre
problemáticos estados del norte de Europa y
consiguió la reducción de la "herejía". Las
tres etapas se vieron aderezadas con los permanentes
enfrentamientos con el rey francés, su cuñado.
Carlos había cumplido 47 años y su salud, hecha un asco, se
deterioraba día a día de forma irremisible.
Afirma Pfandl que Felipe II, "con toda su vinculación
arcaica, con todo su rigorismo religioso, fue uno de los
representantes mas lucidos del tipo de hombre racional en todo el
siglo XVI". Afirmación cierta en lo que tiene de esencial;
es decir, en la caracterización de Felipe como ser y
espíritu racionalista, como persona que vive
y se alimenta de la razón, que en ella se recrea, y que
con ella guía sus actos y concibe y construye su propio
mundo. Aunque no fuera mas que por las inclinaciones y
preferencias de este monarca, su racionalismo
quedaría bien probado. Para él, como individuo, lo
primero era la observación y el discurso: se acercaba a
las cosas, principalmente a las naturales, para pensar sobre
ellas.
Carlos I (V del Sacro Imperio
Romano)
Carlos I (V del Sacro Imperio
Romano) (1500-1558), rey de España
(1516-1556) y, como Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico (1519-1558), una de las principales figuras de
la edad moderna,
llevó a cabo el último intento por mantener la
unidad europea en torno al cristianismo
católico.
De su abuelo paterno, el emperador Maximiliano I, heredó
los territorios centroeuropeos de Austria y los derechos al Sacro Imperio;
de su abuela paterna, María de Borgoña, los
Países Bajos; de su abuelo materno, Fernando II el
Católico, la Corona de Aragón, además de
Sicilia y Nápoles; y de su abuela materna, Isabel I la
Católica, la Corona de Castilla, Canarias y todo el Nuevo
Mundo descubierto y por descubrir.
Vivió y se educó durante los
primeros años en la corte flamenca.
En 1515 se hizo cargo del gobierno de los Países Bajos,
que debido a su inexperiencia dejó en manos de Guillermo
de Croÿ, señor de Chièvres, y a la muerte de
su abuelo Fernando en 1516, se convirtió en rey de
España al recibir las coronas de Castilla y de
Aragón.
En 1519 logró su máxima
aspiración de convertirse en emperador, título al
que deseaba dar un contenido positivo, sustituyendo el simple
vínculo jurídico por un ideal común, al que
bajo su dirección cada componente del Sacro Imperio
aportaría su propia originalidad. Carlos I (quien, como
emperador pasó a ser conocido como Carlos V), sin embargo,
a lo largo de su vida, tuvo que plegarse a las necesidades y a
las circunstancias, algunas imprevistas: de una primera etapa de
cruzada, el programa se fue
reduciendo hasta cristalizar en la preocupación
dinástica, si es que ésta no actuó de forma
prioritaria desde el primer momento. Por otra parte, aunque
hubiera poseído una idea imperial, nunca contó con
un auténtico imperio.
Fue rey de reinos y dominios que carecían de unas
instituciones y organismos administrativos comunes; en cada
territorio subsistían fuerzas centrífugas
irreconciliables con intereses comunes, que, dentro de lo
posible, fueron respetadas por el monarca.
El fracaso definitivo de la política de Carlos V
llegó de la nueva situación creada en los
territorios alemanes con la aparición del protestantismo,
que, además de conectar con las inquietudes espirituales,
aglutinó intereses económicos y políticos
opuestos a los programas
imperiales, reformistas y centralizadores, y dividió el
Sacro Imperio en dos grupos
antagónicos: por un lado, el de los católicos, y
por otro, el de los partidarios de la Reforma.
Las guerras con Francia llenan
una época que, empezaba en el reinado anterior, no
terminara verdaderamente hasta ya bien iniciada la decadencia
española, que daría el triunfo a la
monarquía de los Borbones. Sin embargo, los reinados de
Carlos I y Felipe II serán los verdaderos puntos
álgidos del predominio español en esta lucha entre
los dos países.
La lucha entre Carlos V y Francisco I significa la
oposición francesa ala vieja idea de la monarquía
universal que los Habsburgo estaban a punto de realizar. Los dos
eran jóvenes, ambiciosos e gloria; ambos heredaban dos
Estados rivales con intereses opuestos, las tierras de Italia y
el reino de Navarra; los dos habían pretendido el imperio
de Alemania, y además aspiraban a la hegemonía de
Europa. La consecuencia fue una guerra que duro tanto como la
vida de ambos monarcas. Hubo treguas y paces que con los
numerosos y brillantes hechos de armas llenan
muchas paginas de la historia de nombre y fechas
y cubrieron muchos campos de tumbas.
Tenazmente se defiende el equilibrio
aprovechando las discordias religiosas de Alemania, las
vacilaciones y enemistades de los papas o la enemiga de los
turcos. Carlos V no logro vencer definitivamente a su rival y su
ocaso es de derrota.
La reforma es, en verdad el caballo de batalla del emperador.
Hacia tiempo que muchos espíritus religiosos deseaban
una
reforma del clero, que en parte no se comportaba conforme
exigía la doctrina de Jesucristo. Las altas dignidades
eclesiásticas gozaban de grandes rentas y muchos
habían escalado los puestos merced a los abusos de
escandaloso nepotismo: los humildes clerigos, en cambio,
sostenianse difícilmente y no eran precisamente modelos de
cultura.
Urgía, pues, una reforma, o restauración, a las
antiguas virtudes, a las prístinas formas. Algunos
concluios y papas habían intentado sin fruto llegar a la
ansiada renovación.
Pretendiendo hacerla también un fraile agustino y profesor
de la Universidad de
Witemberg, Martín Lutero, figura considerable de la
Historia por su vitalidad y por la trascendencia de su obra
heresiarca, que abrió una brecha profunda en el cuerpo
antes compacto de la catolicidad. Lutero, seguidor de Wycleff y
de Huss, consiguió establecer una nueva iglesia. El
motivo ocasional lo produjo una disputa del fraile. León X
encomendó a los dominicos la predicación de una
bula, lo que disgusto a los agustinos que tenían la
costumbre de predicarla.
Carlos V quiso atajar el cisma y convoco a Lutero a la Dieta de
Worms (1521), donde expuso ante el césar sus doctrinas. Ni
Lutero convenció a Carlos, ni este al reformador, contra
el cual dicto el emperador proscripción condenatoria
(1521) y quema de sus escritos.
Lutero temiendo por su vida, se refugio en un castillo de
Federico de Sajonia, que simpatizaba con sus ideas, donde
permaneció dos años, dedicándose a traducir
al alemán la Biblia, para poner la palabra divina
–decía él- al alcance de todos y redactando
escritos contra la misa rezada, la confesión auricular,
etc.
Carlos V reunió las dietas de Spira (1526-1529), y como
los reformadores protestaron contra los acuerdos tomados, se les
llamo protestantes. En la Dieta de Augsburgo, el discípulo
de Lutero, Melachthon, presento la confesión o credo de
los protestantes que se conoce con el nombre de "Confesión
de Augsburgo" y una vez oída, el emperador la rechazo y
fulmino la proscripción imperial contra ellos. Las
diferencias se ahogaron y los principios
protestantes formaron la Liga de Smalkalda (1531) para defenderse
de los católicos.
Carlos V, fue un hombre de su siglo, intransigente en materia
religiosa: a los moriscos les planteo el dilema de bautizarse o
la ruina y la muerte. Con los protestantes no fue menos
intolerable, llegando con el interim a querer solucionar sin el
Papa la cuestión religiosa. Con respecto a la
política interior él mato la independencia
de las Cortes y municipios, esquilmó nuestra hacienda,
implanto robustamente el absolutismo y
si llevo victoriosas las banderas por los campos de batalla de
Europa, consumió la sangre y el dinero de
España a orillas del Elba, del Danubio y del Mosa. Las
preocupaciones de su política internacional le impidieron
realizar una obra fecunda en su país, que quedo
empobrecido, aunque en esa época alcanzo una
situación de predominio en el mundo; pero su excesiva
intervención en los asuntos de Europa y por su engranaje
en la política de la Casa de Austria, se descentro de sus
verdaderos objetivos.
Felipe
II (1527-1598), rey de España
(1556-1598), llegó a gobernar sobre el vastísimo
conjunto de territorios integrado por las coronas de Castilla y
Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado,
los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado,
Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán,
Túnez), Portugal y su Imperio afroasiático, toda la
América descubierta y Filipinas. Sin duda, la unidad
territorial más amplia de la edad moderna puesta bajo un
mismo cetro.
Las continuas ausencias centroeuropeas de su padre, en
sus funciones
imperiales y de defensa de la unidad religiosa, le procuraron una
temprana labor de regencia desde 1543, año en que contrajo
su primer matrimonio con su
prima María de Portugal, hija del rey portugués
Juan III. En julio de 1545 falleció María de
Portugal tras dar a luz al
primogénito, Carlos de Austria. En 1554, Felipe II
volvió a casarse, esta vez con la reina de Inglaterra,
María I Tudor.
Después de viajar por Italia y los
Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los
estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y
navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la corte,
establecida en Madrid de forma oficial en 1561, con gran
actividad y celo. Dos años más tarde, dio comienzo
la obra arquitectónica que habría de ser
considerada el emblema de su dilatado reinado, el monasterio de
San Lorenzo de El Escorial, palacio y templo a la vez, erigido en
las cercanías de la capital del
reino.
En el interior de la península
Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno.
La monarquía personal de
Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de
consejos y de secretarios reales, así como en una poderosa
administración centralizada. Pese a todo su
poder, las bancarrotas, las dificultades hacendísticas y
los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias
creó el nuevo impuesto de
"millones" que gravaba los alimentos
básicos) fueron característicos durante todo su
reinado. Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue
frecuente.
Políticamente, dicho tribunal fue utilizado para acabar
con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta
castellana. Así, el mantenimiento
de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la
acción de gobierno de Felipe II, que con todo rigor
se valió de los autos de fe,
como los celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la
Contrarreforma católica.
Internacionalmente, para mantener y proteger su Imperio,
estuvo inmerso continuamente en todos los conflictos
europeos. Por esa razón, se multiplicaron las
capitulaciones matrimoniales y contrajo sucesivas nupcias con las
ya mencionadas María de Portugal y María I
Tudor, así como con la francesa Isabel de Valois (1559) y
su propia sobrina Ana de Austria (1570), hija del emperador
Maximiliano II y madre de quien habría de ser su
sucesor, Felipe III, nacido en 1578.
Durante el reinado de Felipe II, los conflictos externos se
sucedieron en varios frentes. El Rey actuó en todos ellos
teniendo presentes siempre criterios políticos y
religiosos.
Heredero de la guerra contra Francia, a pesar de
la Tregua de Vaucelles (1556) y nada más comenzar su
reinado, ambas casas reales (la francesa Valois y la
española Habsburgo) iniciaron su lucha por el control de
Nápoles y el Milanesado.
La incorporación de Portugal, se realiza durante el
reinado de Felipe II y es uno de los hechos que más
importancia pudieron y debieron tener en su historia. Felipe II
acaricio durante toda su vida la anexión de Portugal, que
realizaba la unidad ibérica dedicando a este anhelo toda
su diplomacia y poniendo en ello una esperanza sin vacilaciones y
una laudable perseverancia.
A la muerte del rey Don Sebastián de Portugal, llamado el
Africano, en la batalla de Alcazarquivir, se abrió la
sucesión portuguesa, heredando el trono el anciano
cardenal Enrique, cuando contaba con 67 años. Dada su
edad, los pretendientes a la corona preparábanse para
hacer valer sus derechos. Estos aspirantes era: el rey de
España, que, conforme al sentir de los principales
jurisconsultos de la época, era, como nieto legitimo del
rey Don Manuel I, el que tenia mejor derecho.
Reconocido Felipe II en las cortes de Thomas (1581) procuro
halagar a la nobleza y evitar rozamientos con el pueblo, que no
vio con gusto la incorporación. Nunca, en verdad, el
pueblo portugués había sentido gran estima por
Castilla, sobre todo a raíz de las guerras sostenidas por
Don Juan para alentar las aspiraciones de la Beltraneja. Sin
embargo, la fuerza
desplegada por Felipe II basto para anexionarse la
metrópoli y las posesiones portuguesas con lo que el vasto
imperio portugués vino a incrementar el ya inmenso
poderío español.
Felipe II procuro borrar todo lo que representaba
autonomía en los distintos Estados de sus dominios,
robustecer su autoridad real
y todos sus actos de gobierno, frutos del absolutismo mas
completo. Las cortes quedaron reducidas a reuniones de
procuradores, en cuya elección intervenía el rey,
que no las convocaba mas que para votar los subsidios y nuevos
impuestos, que
fueron mermando los privilegios de las Municipalidades. Las
ciudades llegaron a no tener interés en
nombrar procuradores, ya que solo iban a las cortes algunos.
Durante su reinado alcanzan gran desarrollo la
literatura y las
artes, pero en el orden material decayó la agricultura,
por estar cada vez mas recargada de tributos y ser
cada día mayores los abusos del Consejo de la Mesta; las
artes mecanicas fueron a menos, el comercio se
perjudicaba grandemente con las guerras y los absurdos
monopolios. Los brazos, antes aplicados a las fuentes de
riqueza, se emplearon en campañas o fueron a
América en busca de fortuna.
Existe en la trascisión de poderes algo que marco
los dos imperios, la idea de gobernar Europa y el Catolicismo tan
marcado en ambos.
Este ultimo, consecuencia de muchas guerras y persecuciones, mas
marcada creo yo en Felipe II, ya que en nada como en lo tocante a
la religión fue tan escindido el soberano español
por su doble condición de individuo particular y
gobernante. Si separamos al unto del otro, y examinamos de que el
primero –fiel común- destaca en la grey por la
sumisión a los pastores y la rígida observancia de
los preceptos, mientras que el segundo –la cabeza de
reinos- se revuelve contra pastores y preceptos, procurando
plegarlos a sus intereses: cuando de estos se trataba, cuando los
reales dominios podían experimentar algún
daño o correr algún peligro, la mansa y obediente
oveja se trocaba en agresiva e indomable fiera.
Caos contrario el de su padre Carlos V, quien tenían
fuertemente marcado el catolicismo pero lo enfocaba en
conquistar, su
gran anhelo siempre fue ser el Emperador de Europa y el
más grande católico. Carlos V, emperador, la faz
apagada, cansado del gesto y pocas ganas de trotar por el mundo;
esta es la sensación que causa este hombre sentado, cuando
toda su vida fue moverse y guerrear…
…El
Conocimiento de la Humanidad,
le pertenece al Mundo
Milo Shuazz
Historia de España; J. Terrero
España y Nueva España en la Época de Felipe
II; José Miranda
Felipe II Rey de España y Monarca del Universo
Historia
Universal En Sus Momentos Cruciales; Volumen II;
George Weidenfeld y Nicolson. Ltc, 1970
Autor:
Mario Amieva Olguin
Primer Semestre: Lic. Ciencias de la
Información Documental
Facultad de Humanidades
Universidad Autónoma del Estado de México
(UAEM)