Indice
1.
Introducción
2. La educación de la sexualidad
en la edad preescolar.
3. Principios de la
educación de la sexualidad en la edad
preescolar.
4. Bibliografía
El inicio del tercer milenio se ha caracterizado por una
revolución
científico-técnica sin precedentes en la historia, que tiene lugar en
condiciones de globalización del capital bajo
el predominio de políticas
económicas neoliberales; las cuales traen por consecuencia
la agudización de problemas
sociales y ambientales, como son el desarrollo
desigual, la pobreza
crítica, el desempleo, la
marginalización, el incremento de la violencia, la
carrera armamentista, y la degradación de los ecosistemas,
entre otros.
En este contexto cobra una gran importancia el proceso de
formación de las nuevas generaciones. Lo que seamos
capaces de hacer en el presente, a fin de preparar a los
más jóvenes para la vida, determinará el
futuro de la humanidad.
Lograr un desarrollo armónico y multifacético en
las generaciones venideras es el propósito de nuestra
sociedad, y
uno de los problemas
más complejos que enfrenta. Este desarrollo pleno e
integral no puede concebirse sin la sexualidad, que es fuente de
felicidad y realización plena si es bien educada.
Desde las últimas décadas se impone cada vez
más un enfoque personológico de la sexualidad
humana entre los especialistas de este campo. La sexualidad es
comprendida como una expresión vital de la
personalidad, como una de sus dimensiones, como una parte
indivisible del ser humano o un elemento constitutivo de su
propia naturaleza (L. M.
Aller Atucha 1991, M. Granero 1994, H. F. Segú 1994).
Sin embargo, a pesar de declarar esto, son pocos los que han
logrado ofrecer una explicación teórica coherente
acerca de cómo integrar la sexualidad en la estructura
compleja de la personalidad y
cómo ésta participa en su funcionamiento. Se
limitan a exponer que la sexualidad es una expresión de la
individualidad de la personalidad que mediatiza a todo el ser
humano.
Entre los/as autores/as que han logrado conformar una propuesta
teórica explicativa de este complejo problema, se
encuentran algunos/as investigadores/as cubanos/as, que desde
posiciones de partida de la escuela
Histórico Cultural han abordado el tema; entre ellos/as
podemos citar a B. Castellanos, A. González y F.
González Rey.
Aunque estas concepciones explican la sexualidad en su compleja
integración con la personalidad,
consideramos necesario integrar estas posiciones teóricas
a fin de tener una visión más dinámica de la sexualidad, concebirla como
una configuración psicológica de la
personalidad.
El hecho de asumir la sexualidad como configuración
subjetiva de la personalidad lleva a plantearse que en cada etapa
del desarrollo personológico se van a establecer
relaciones peculiares entre sexualidad y personalidad. Esto
fundamenta la afirmación de que no puede ser entendida la
sexualidad en las diferentes etapas de la vida sin analizar el
desarrollo de las características personológicas en
esta etapa; de hecho, la sexualidad no tiene el mismo sentido
para el sujeto a lo largo de todo su desarrollo como
personalidad. (F. González, 1995)
Se reconoce en este enfoque sobre la sexualidad su naturaleza
subjetiva y social, además del importante papel que
juega la afectividad, tanto por su intensidad como por su
profunda significación.
Analizar la sexualidad desde esta óptica
impone una reconceptualización de la misma, por tanto se
define como una configuración psicológica de la
personalidad, la cual se conforma y desarrolla a partir de la
interacción sistémica de premisas biológicas
y sociales que en ella intervienen, expresando de forma
personalizada las vivencias afectivas, las actitudes, los
conocimientos y modos de actuación que el individuo
interioriza activamente a partir de la cultura de la
sexualidad construida en el contexto sociohistórico en el
que vive y se desarrolla.
Se entiende como cultura de la sexualidad a todo el legado que se
ha ido construyendo de generación en generación
acerca de los modos de actuación de uno u otro sexo, los valores,
los conocimientos, concepciones y visiones que se interiorizan a
partir de la interacción de los individuos entre sí
como seres sexuados y con el contexto socioeconómico en el
que viven y se
desarrollan.
Las configuraciones psicológicas se constituyen como
expresión de una lógica
donde lo interno y lo externo se integran y dan lugar a un nuevo
proceso; lo interno se externaliza permanentemente y viceversa,
tomando una vital importancia el sentido psicológico de su
sistema de
relaciones. La dinámica se expresa en la
interacción constante entre lo intrasubjetivo y lo
intersubjetivo.
Por esto se puede afirmar que la sexualidad se va configurando a
partir de la interacción del sujeto con otras personas,
que actúan como mediadores entre el individuo y la cultura
de la sexualidad. Es así como la conducta, los
valores, los
sentimientos con relación a la sexualidad que se han ido
acumulando de generación en generación en lo que
llamamos cultura de la sexualidad, van desde lo social, externo e
intersubjetivo hacia lo interno individual e intrasubjetivo.
En la configuración psicológica de la sexualidad
sus componentes psicológicos, identidad de
género,
rol de género y orientación sexoerótica,
interactúan constantemente entre sí y con otros
elementos y estados dinámicos relacionados con la vida del
ser humano, matizando las funciones de la
sexualidad (reproducción, placer erótico y
comunicación) que se van a expresar en cada
una de sus dimensiones en función
del sentido psicológico que estos elementos tengan para el
sujeto. De la misma forma, a partir del sistema de relaciones del
sujeto, estos componentes se implican en configuraciones
diferentes, de ahí el carácter
dinámico de la configuración de la sexualidad.
Por ello se puede afirmar que la sexualidad es vivida y
experimentada en cada sujeto a partir de su yo íntimo, de
su forma de sentir, de su óptica de vivir; de ahí
su diversidad. No por esto deja de trascender hacia una
interacción donde, mediatizada por la cultura de la
sexualidad y sin olvidar los límites
individuales, se produce el encuentro con el otro en una
relación abierta de comunicación posibilitadora del
crecimiento de ambos, lo que influye al mismo tiempo en el
desarrollo de la sociedad.
Esta concepción de la sexualidad permite analizar con
mayor claridad el papel mediador del adulto y de los otros
niños y
niñas en el proceso educativo, a partir del sentido
subjetivo que adquiere para el educando la
comunicación, la interactividad y las condiciones en
que estas se desarrollan; se resalta el papel del ser humano en
la construcción de su sexualidad, y se expresa
la unidad de lo afectivo y lo cognitivo en el proceso educativo de la sexualidad.
2. La educación de la
sexualidad en la edad preescolar.
Estudiar el desarrollo de la sexualidad en la etapa
inicial de la vida del ser humano, impone un análisis del desarrollo de la personalidad,
por cuanto la sexualidad constituye una configuración
subjetiva de esta.
La construcción y evolución de la sexualidad infantil se ha
expresado en las diferentes perspectivas teóricas desde
las cuales ha sido estudiado el desarrollo psíquico
humano. Y, aunque estos estudios no siempre fueron acertados,
sí permitieron describir las regularidades del desarrollo
psicosexual en la etapa preescolar.
Ahora bien ¿Cómo educar la sexualidad de los
niños y las niñas de edad preescolar?
La educación es un fenómeno social que está
dirigido a la preparación del ser humano como ser social,
donde este se apropia de forma personalizada de la cultura
construida por las generaciones que lo antecedieron y así
se capacita, se desarrolla y se prepara para insertarse
exitosamente en su espacio y su tiempo. Una esfera importante en
esa preparación lo constituye la sexualidad. Educar la
sexualidad es una necesidad de los seres humanos; obviarla
sería negar una importante esfera de la vida que, aunque
no constituye el centro exclusivo del desarrollo de la
personalidad, sí es una de sus configuraciones que
proporciona la realización plena y la felicidad.
La educación de la sexualidad en la edad preescolar, no ha
estado alejado
de las tendencias que ha tenido el proceso educativo de la
sexualidad en Cuba y
también en América
Latina, teniendo presente que aquí los tabúes y
prejuicios son mayores porque, a pesar que en todos los documentos
oficiales se hable de una educación de la sexualidad desde
las edades más tempranas y muchos señalen desde el
nacimiento mismo, esto no se ha concretado en la práctica
pues ha estado por mucho tiempo (y aún lo está)
arraigada, la concepción de equivalencia entre sexo y
sexualidad. La familia y
muchos/as educadores/as le otorgan una connotación
erótica a las conductas asumidas por niños y
niñas que están relacionadas con la sexualidad.
La educación de la sexualidad Alternativa y Participativa
plantea como postulado esencial el respeto a la
individualidad del ser humano y sus vivencias, sin separarlo del
contexto. Esta posición propicia el desarrollo de la
libertad
responsable, ofrece opciones de vida y prepara al sujeto para que
pueda, responsablemente, tomar la decisión de qué
camino seguir, constituye un proceso dinámico que
posibilita la amplia participación del sujeto, rescata el
humanismo
marxista sin hiperbolizar lo social en detrimento de lo personal. Estos
elementos han sido enriquecidos, por nosotros, con los postulados
de la escuela histórico cultural, partiendo de que
aquí ha sido muy pobremente trabajada la esfera
psicosexual.
Se parte de que la educación
sexual es un proceso integral que prepara al ser humano para
la vida y le permite aprender a ser un ser sexuado, no preso de
sus genitales, según los cuales deberá actuar
fielmente so pena de ser condenados por la sociedad como exigen
otros modelos, sino
a personalizar la sexualidad, a desarrollar su masculinidad o
femineidad, libre de estereotipos, prejuicios; esto implica que
deberán apropiarse de nuevos valores, actitudes más
flexibles, conocimientos profundos acerca de lo sexual y la
sexualidad, habilidades y recursos
personológicos que les prepare paren el encuentro con su
sexualidad y la de los demás, para desarrollar una
sexualidad plena, responsable, sustentada en el principio de
garantizar el protagonismo humano, en armonía con su yo y,
a su vez, con su entorno, asumiendo responsablemente cada uno de
sus actos.
La educación de la sexualidad forma parte del proceso de
educación de la personalidad y en él
desempeñan un papel primordial la actividad y la
comunicación. La concepción que el sujeto tiene
acerca de sí mismo como ser sexuado, las valoraciones
sobre el otro sexo y sus relaciones, se van formando desde los
primeros momentos de la vida, donde la familia como
primer grupo de
socialización juega un papel primordial, a
partir de la interactividad y la comunicación que
despliegan.
La edad preescolar tiene una particular importancia en la
configuración de la sexualidad; es precisamente
allí donde se sientan las bases para el desarrollo
posterior y donde comienza a formarse el núcleo
psicológico de esta, la identidad de género en
relación sistémica con el rol y la
orientación sexoerótica, estrechamente vinculado
con el proceso de formación y desarrollo de la identidad
del sujeto como ser humano.
La identidad de género tiene su período sensitivo
en la edad preescolar mayor (3 a 5años), sin embargo su
proceso de formación comienza mucho antes, cuando el
niño o la niña inician el reconocimiento de su
cuerpo en el primer año de vida, iniciándose un
proceso de autopercepción.
Durante el segundo año de vida el hecho de alcanzar una
mayor independencia
del adulto, (a partir de la marcha) y tener la posibilidad de
relacionarse más libremente con el mundo que lo rodea,
comienzan a descubrir las relaciones entre los objetos, asimilan
las funciones de estos, son capaces de identificar a partir de
rasgos externos. En esa misma medida comienzan a reconocerse a
sí mismos por su aspecto externo; en este proceso es capaz
de identificarse como masculino o femenino por los genitales que
porta, siempre que haya una adecuada orientación por parte
de los adultos, que no recalquen esta condición a partir
de otros atributos.
El reconocimiento de sí mismos como seres humanos sexuados
se logra totalmente hacia finales del tercer año de vida,
cuando comprenden que son ellos los que realizan las acciones,
sobre todo, porque son capaces de prescindir del adulto.
Aquí comienzan a compararse con los adultos a querer ser
iguales a ellos, a realizar las mismas acciones a identificarse
con los roles que realizan los adultos con su mismo sexo, a
imitarlos, "soy como mamá, hago lo que hace
mamá".
El hecho de distinguirse entre las demás personas, como un
ser sexuado además, propicia la aparición de
sentimientos de orgullo por su sexo, en la medida que
adecuadamente orientados por los adultos, asimilan las funciones
de mamá y papá en los procesos de
reproducción, embarazo,
parto y
lactancia, así como en las relaciones familiares, esto los
lleva a imitar las conductas asumidas por los adultos cercanos a
ellos, en el juego de
roles, buscando la aprobación del adulto, lo que tiene una
gran significación para la formación de estos
sentimientos de orgullo
Todo este proceso de formación y desarrollo de la
identidad de género y el rol de género debe ser
adecuadamente orientado por la familia y los/as educadores/as. Es
este precisamente un elemento distintivo de la educación
de la sexualidad en la edad preescolar, el papel mediador del
adulto.
En esta edad es el adulto quien organiza y dirige la vida de los
infantes, de ellos dependen y comienzan a aprender, son los
adultos, y en específico el marco familiar, los que
proporcionan el primer modelo de
hombre o
mujer, de lo
masculino y lo femenino, de los que el niño o la
niña se apropian. La interactividad y la
comunicación en el medio familiar tienen una gran
significación en la configuración
psicológica de la sexualidad en los primeros momentos de
la vida, lo que no quiere decir que este se pierda en
períodos posteriores, pero si es necesario resaltar que en
este momento su papel es vital; sobre todo si tenemos en cuenta
que la afectividad es un determinante esencial en la
configuración de la sexualidad, tiene en ella una profunda
significación.
Los niños y las niñas desde sus primeros
años de la vida van a ir formándose una
valoración de los sexos y sus relaciones lo que les
permitirá, a partir de la cultura de la sexualidad que sus
padres y madres le transmiten en su comportamiento
cotidiano como pareja y para con ellos y ellas, ir formando su
identidad y su rol de género.
Con respecto a esto L. S. Vigotsky
plantea: "El niño comienza a aplicar con relación a
sí mismo, aquellas formas de actuación que en forma
habitual los adultos utilizan en relación con él, y
esto resulta ser clave para el hecho del dominio sobre su
propio comportamiento" (Vigotsky , 1987:137)
La comunicación y la interactividad no sólo tienen
una marcada significación en el marco familiar, sino en
todas las formas de relaciones que establecen los infantes, lo
que constituye un pilar importante para el trabajo
educativo, sobre todo por el papel que desempeña en este
período de la vida en la construcción de la
identidad de género, configuración subjetiva que
constituye el núcleo psicológico de la sexualidad,
y en la que juegan un rol importante el sentido subjetivo que
para el niño o la niña adquiera su padre y su madre
asunto este que depende mucho, precisamente, de la
comunicación y la interactividad que entre ellos y ellas
se despliegue.
Es también vital, en este complejo proceso de
construcción de la identidad genérica, sus
relaciones de comunicación flexibles, no sexistas,
personalizadas, con los niños y las niñas y con los
otros adultos que están a su alrededor. Fomentar desde
esta temprana edad la necesidad de interacción y
comunicación equitativa con los otros, estimula la
formación de cualidades que le garantizarán un
mayor éxito
en la vida futura, de pareja, familia y en sus relaciones
personales en general, como son: ser comprensivo/a, sentir desde
la perspectiva del otro, ser flexible, respetar los
límites ajenos, la espontaneidad y la autenticidad en la
comunicación. Es por ello que una de las funciones
más importantes de los/as educadores/as para educar una
sexualidad sana, libre y responsable, es el desarrollo de la
capacidad comunicativa.
La configuración psicológica de la sexualidad, al
igual que el resto de las configuraciones que conforman la
personalidad, se construyen a nivel psicológico pero al
mismo tiempo expresan el contenido de las actividades y
relaciones sociales en las que se ve involucrado el sujeto.
De ahí que se defina a la educación de la
sexualidad como el proceso que conduce la formación y
desarrollo de la sexualidad como configuración
psicológica de la personalidad, promoviendo la
apropiación activa por parte del ser humano de la cultura
de la sexualidad construida en un contexto histórico
– social determinado.
Este proceso debe partir del desarrollo alcanzado por los
niños y las niñas, estimulando el tránsito
hacia niveles superiores en correspondencia con un determinado
modelo deseable de la sexualidad, de ahí su
carácter clasista. En el caso de Cuba, atendiendo a las
aspiraciones de su proyecto social,
el modelo deseable se perfila en una sexualidad autónoma
(libre, plena y responsable), sobre la base de la
formación de la masculinidad y la femineidad sustentada en
la equidad entre los sexos.
Todo ello permite plantear que la educación de la
sexualidad en la edad preescolar tiene como elementos
característicos: el papel mediador del adulto, la
significación de la comunicación y la
interactividad no solo en el marco familiar, sino en todas las
formas de relaciones que establecen los infantes y el inicio de
la configuración de la identidad de género en
relación sistémica con el rol.
Partiendo de esta concepción, y teniendo en cuenta los
puntos de vista aquí expuestos acerca de la sexualidad y
su educación en la edad preescolar, conociendo las
características del proceso educativo en esta etapa de la
vida y tomando como punto de partida los principios de la
educación de la sexualidad alternativa y participativa que
proponen B. Castellanos y A. González, (1996, 1997) se
sugieren los siguientes principios:
3. Principios de la
educación de la sexualidad en la edad
preescolar.
- Carácter socializador y
personalizado:
El ser humano es, en esencia, social. La relación
que se establece entre el ser humano y la sociedad, en esta
etapa, se produce a partir de la apropiación por parte de
los niños y niñas en su relación con los
adultos (intersubjetivo), de la cultura de la que la humanidad ha
ido acumulando, convirtiéndola de esta manera en algo suyo
matizado por sus vivencias personales (intrasubjetivo) donde
juega un papel primordial la familia y sobre todo las figuras de
apego (que en este caso suele ser la madre). Con respecto a esto,
F. González Rey, al referirse a esta relación
plantea: "Esta comunicación con la madre se manifiesta
básicamente por canales sensoriales, a través del
tono muscular de esta, la suavidad de sus palabras, su
temperamento, el ritmo de movimientos y muchos otro indicadores
que expresan el estado
emocional materno…" (González Rey, 1995: 125).
Es por ello que tiene vital importancia en la educación de
la sexualidad de los niños y las niñas el proceso
interactivo y comunicativo con el adulto, ya sea en el marco
familiar o en el círculo infantil, aspecto que la
educadora debe tener claro al asumir su rol en la dirección del proceso educativo, y al
orientar a la familia.
Desde el primer año de vida los procesos y cualidades
psíquicas se van formando bajo la influencia de las
condiciones de vida, la enseñanza y la educación.
En ese proceso interactivo los niños y las niñas
comienzan a configurar la identidad y el rol de género en
una relación sistémica; la autoconciencia,
autovaloración y la autopercepción que tienen los
infantes de su pertenencia sexual les proporciona un sentimiento
de pertenencia en virtud del significado que este le atribuya.
Todo esto se produce en un proceso de interiorización de
la cultura de la sexualidad la cual es transmitida por los
adultos, y estará mediada por su óptica personal a
partir de sus vivencias de cómo experimenta lo masculino y
lo femenino.
Se trata de convertir al sujeto en un ente activo dentro del
proceso, donde el niño y la niña construyan su
identidad sobre la base de modelos flexibles que posibiliten un
crecimiento individual, facilitando que esta cobre un
sentido para el sujeto hasta que tenga una significación
personal, un compromiso afectivo cognitivo y conductual.
De aquí que el/la educador/a juegue un papel primordial en
la educación de la sexualidad de los niños y las
niñas de esta edad. Ellas, por un período largo de
tiempo, asumen un rol afectivo-educativo, con un mayor nivel de
preparación en el orden pedagógico y
psicológico, que la familia, por lo que deben orientar
acertadamente a esta, logrando su estrecha vinculación,
tanto en el trabajo como en el círculo infantil y las
vías no formales. La familia constituye un modelo de
aprendizaje
social de los infantes, es fundamentalmente en su seno donde se
reproducen los sentimientos, códigos, modelos y patrones
de conducta, donde se interiorizan los primeros elementos de esa
cultura de la sexualidad que irá asumiendo a lo largo de
toda su vida en función de su óptica
individual.
- Carácter Humanista.
En el perfeccionamiento de la educación
preescolar se plantea como principio que el niño
constituye el centro del proceso docente educativo y esto
significa que debe convertirse en sujeto del proceso. Es
primordial en esta etapa respetar la individualidad del infante,
propiciar el desarrollo de su independencia y creatividad,
aprovechar al máximo sus potencialidades así se
posibilitará sentar las bases para la
autodeterminación y el desarrollo pleno de su sexualidad,
no imponer ni dirigir autoritariamente la conducta de los
niños y las niñas lo cual exige la
utilización de modelos educativos flexibles que
amplíen la zona de desarrollo próximo,
dándole la posibilidad al sujeto de desarrollar sus
potencialidades, para tributar a la formación de las bases
de una sexualidad sana libre de tabúes y estereotipos.
Para todo ello se deberán utilizar métodos
educativos no directivos.
- Carácter desarrollador.
En este principio, es necesario partir de, qué se
entiende por desarrollo. El desarrollo es un proceso
dialéctico complejo, que se caracteriza – como
señalara L. S. Vigotsky – "por una periodicidad
múltiple, por una desproporción en el desarrollo de
las distintas funciones, por la
metamorfosis o transformaciones cualitativas de unas formas a
otras, por el complicado entrecruzamiento de los procesos de
evolución, por la entrelazada relación entre los
factores internos y los externos y por el intrincado proceso de
superación de las dificultades y de la adaptación"
(Vigotsky, 1987: 151)
Es imprescindible, además, tener presente la
relación existente entre educación y desarrollo.
Según las concepciones de la escuela Histórico
Cultural, la educación va delante y conduce el desarrollo
psíquico, como planteara L. S. Vigotsky: "…el proceso
evolutivo va a remolque del proceso de aprendizaje; esta
secuencia es lo que se convierte en la zona de desarrollo
próximo." (Vigotsky, 1988: 44)
La educación en sentido general y la educación de
la sexualidad, en lo particular en el contexto del círculo
infantil, es desarrolladora cuando parte del desarrollo actual y
potencial de los niños y las niñas, en virtud de ir
formando en ellos su autonomía a través de
situaciones pedagógicas que los/as estimulen a alcanzar
niveles superiores en el proceso de
autotransformación.
De ahí que este proceso deba sustentarse en las
particularidades psicológicas de la edad y en las
individuales inherentes a cada niño y niña a partir
de que se asume a la sexualidad como una configuración
psicológica de esta, así como las
características de los grupos
etáreos y el entorno en que estos se desarrollan. Este
proceso debe desarrollarse de forma tal que se logre preparar a
los niños y las niñas para los cambios y
transformaciones posteriores, debe crear las bases
psicológicas que le permita a los infantes enfrentarse en
el futuro a los problemas de forma independiente y flexible.
El hecho de asumir la sexualidad como una configuración
psicológica de la personalidad exige que su proceso de
educación sea un proceso desarrollador, el cual debe dar
la posibilidad de construir las bases iniciales de la identidad
de género, garantizando la unidad de lo
afectivo-valorativo y lo cognitivo; para ir desarrollando
progresivamente la independencia, que le permita transformar
creadoramente su propia persona y su
medio. En tal sentido debe garantizar que los niños y las
niñas se apropien activa y creadoramente de la cultura de
la sexualidad, para lo cual es necesario aprovechar las zonas de
desarrollo próximo.
De acuerdo con el marco conceptual que propone la autora de este
trabajo, el proceso de educación de la sexualidad, para
que sea desarrollador, debe caracterizarse por:
- Tomar como base las necesidades educativas actuales y
potenciales, y estructurarse a partir de las vivencias del
sujeto. - Una alta calidad en el
espacio interactivo y comunicativo. - Ser activo e implicar al sujeto.
- Tomar en consideración el sistema de
influencias educativas del contexto familiar, comunitario y
social en sentido general. - Motivar la autonomía, la
autorrealización y la creatividad.
Es importante además que los/las educadores/as no
olviden que las influencias educativas no tienen valor fuera
del sentido que el individuo le atribuye a partir de su
subjetividad, por tanto el proceso de desarrollo de la
personalidad en sentido general, y de su sexualidad en lo
particular como configuración psicológica de esta,
tiene sus determinantes dentro del propio sujeto
psicológico y en su espacio interactivo.
- Vinculación con la vida
La vinculación de la educación con la vida
es un principio universal de la pedagogía, no se concibe un sistema
educativo alejado del contexto en que se desarrolla el sujeto,
ajeno a los fenómenos reales que acontecen a su alrededor;
pero desdichadamente la sexualidad ha sido la
configuración de la personalidad que con más falsos
conceptos se ha educado y en específico, en la edad
preescolar esta ha sido obviada por mucho tiempo. Por esto es
imprescindible puntualizar que la educación de la
sexualidad debe desarrollarse a la par que las demás
dimensiones de la vida, logrando un aprendizaje
significativo.
"El aprendizaje
significativo es aquel que potencia el
establecimiento de relaciones: relaciones entre aprendizajes,
relaciones entre los nuevos contenidos y el mundo afectivo y
motivacional de los estudiantes, relaciones entre los conceptos
ya adquiridos y los nuevos conceptos que se forman, relaciones
entre el
conocimiento y la vida, entre la teoría
y la práctica. A partir de esta relación
significativa, el contenido de los nuevos aprendizajes cobra un
verdadero valor para la persona,relacionando lo nuevo con la
experiencia cotidiana, y a su vez con lo afectivo-motivacional
del sujeto, sin falsos conceptos ni omisiones." (Castellanos,
2000: 31)
El hecho de que el aprendizaje sea significativo tiene mayores
posibilidades de formar parte del sistema de convicciones del
sujeto.
Es importante tener en cuenta que, en la educación de los
niños y las niñas preescolares, tiene vital
relevancia lo vivencial; como ya se ha reiterado, el desarrollo
cognitivo está muy vinculado a lo concreto
sensible.
Este principio exige además que el proceso de
educación no se hipertrofie en ninguna, de sus
múltiples direcciones, integrándose todos los
factores que en él intervienen; solo así se
garantiza el vínculo con la vida. No obstante la familia y
la institución infantil son las que dejan una huella
más profunda por la sistematicidad con que actúan y
los vínculos afectivos que le son
característicos.
- Carácter sistémico y
sistematizado.
El proceso educativo en sentido general es un sistema en
el que intervienen un gran número de factores sociales. La
educación de la sexualidad no escapa a este principio, la
intervención de todas las instituciones
y organismos que influyen en este proceso garantizan la calidad y
la permanencia de los valores que se pretenden formar, por lo
tanto este sistema de influencias debe ser sistémico,
sistemático y permanente. La sexualidad se educa desde
antes del nacimiento del ser humano; la preparación que
tenga la pareja para recibir a su bebé tiene un importante
papel en la educación sexual posterior de los niños
y las niñas. Ya se ha planteado en reiteradas ocasiones
que en esta etapa de la vida las vivencias emocionales son
relevantes para el sujeto, de ahí la significación
de que el/la niño/a sea deseado.
La sexualidad como configuración psicológica de la
personalidad se comienza a desarrollar desde el mismo momento del
nacimiento y continúa su evolución hasta la tercera
edad, de ahí la necesidad de la sistematicidad en su
educación.
A modo de conclusión debe quedar claro que la sexualidad
exige ser estudiada desde un análisis integrador y
holístico de la personalidad, porque constituye una
manifestación vital de esta, una de sus configuraciones
psicológicas que se conforma y desarrolla a partir de la
interacción sistémica de premisas biológicas
y sociales que en ella intervienen, expresando de forma
personalizada las vivencias afectivas, las actitudes, los
conocimientos y modos de actuación que el individuo
construye o se apropia activamente a partir de la cultura de la
sexualidad construida en el contexto sociohistórico en el
que vive y se desarrolla.
Aunque la sexualidad es una configuración
psicológica de la personalidad y por tanto constituye un
proceso muy bien diferenciado en cada individuo, se presentan
regularidades en cada etapa de la vida que deben ser del dominio
de los/as educadores/as.
Han existido diferentes concepciones acerca de la
educación de la sexualidad donde la educación de la
sexualidad infantil se ha visto rodeada de falsos criterios
acerca de sus manifestaciones, su desarrollo, su existencia y
educación. De todas estas concepciones, la que ha logrado
construir un marco
teórico que no existe en otros autores cubanos es la
desarrollada por B. Castellanos y A. González; sin embargo
se le señalan como aspectos no desarrollados en ella la
sistematización del papel de la mediación en el
desarrollo, aspecto trascendente en la etapa preescolar y el
papel de los/as educadores/as teniendo en cuenta el desarrollo
potencial.
Precisamente estas limitaciones nos llevaron a replantearnos la
educación de la sexualidad infantil sobre nuevas bases,
una educación de la sexualidad alternativa, participativa
y desarrolladora con un enfoque humanista crítico,
contextualizado a la edad preescolar; la cual ponemos a la
consideración de los lectores de este artículo.
La educación de la sexualidad en la edad preescolar es un
proceso que conduce la formación y desarrollo de la
sexualidad como configuración psicológica de la
personalidad promoviendo la apropiación activa por parte
del ser humano de la cultura de la sexualidad, construida en un
contexto histórico – social determinado. De
ahí que se señalen como sus elementos distintivos
en la edad preescolar: el papel mediador del adulto, el papel de
la comunicación y la interactividad no solo en el marco
familiar, sino en todas las formas de relaciones que establecen
los infantes y el inicio de la configuración de la
identidad de género en su relación sistémica
con el rol, como núcleo psicológico de la
sexualidad.
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Habana.
Autor:
Profesora Titular
Arely Beatriz Azcuy Morales.
Doctora en Ciencias
Pedagógicas.