Indice
1.
Introducción.
2. Precedentes.
Comercio.
3. Expansión de las
acuñaciones ibéricas.
4. Crisis y
desaparición.
5. Conclusión.
6. Bibliografía.
"Una revisión general sobre la moneda republicana
en la Península lleva a concluir que la amonedación
está íntimamente ligada a cuestiones socio-políticas
que no guardan relación directa con un mayor desarrollo
material de las ciudades acuñadoras, y si con tradiciones
político económicas"
Sobre la moneda de los Iberos. Mª Paz
García-Bellido.
En este trabajo vamos a realizar un recorrido por la historia de la
acuñación monetaria en la Cultura
Ibérica. En primer lugar vamos a analizar cuáles
son las causas de su aparición, que están
profundamente ligadas con la aparición de un comercio que
conlleva unas necesidades, en las que encaja perfectamente el uso
de la moneda. Seguidamente, veremos como se extiende este
proceso
monetario y como se llega a una generalización en casi la
totalidad de la Península; en este punto analizaremos
porque se favorece el impresionante crecimiento de las cecas
ibéricas. Por último analizaremos cuáles son
las causas que generan la desaparición de la moneda
ibérica, unas razones que están directamente
relacionadas con el proceso de romanización.
También quiero hacer mención que nos encontramos
ante un proceso que no fue de ningún modo uniforme en la
totalidad de la Península. Precisamente por esta
irregularidad es necesario hacer referencia a unas explicaciones
que en algunos momentos pueden parecer contradictorias, pero que
nos muestran las diversas interpretaciones, todas ellas
válidas, que nos puede proporcionar cualquier hecho
histórico.
Este periodo abarcaría desde el siglo V aC. hasta
el comienzo de la Segunda Guerra
Púnica y la primera intervención romana en la
Península en el 218 aC. Actualmente tenemos la seguridad a
través de nuevas informaciones arqueológicas, y
sobretodo por la interpretación de fuentes como
las inscripciones sobre plomo de Emporion (1) y de Pech Maho (2),
de la existencia de unas transacciones comerciales que no se
limitaban solamente al intercambio de productos
manufacturados y que nos proporcionan unas evidencias sobre una
posible circulación monetaria en el siglo V aC.
El primer factor a tener en cuenta es la presencia de unas
colonias foceas en el Mediterráneo occidental. La
razón fundamental del establecimiento de estas colonias
como Massalia y Emporion es una razón comercial. Este
pueblo provenía de Asia Menor, y su
expansión por el Mediterráneo se ha atribuido
principalmente por dos motivos: por un lado la pobreza de su
territorio que era incapaz de poder producir
suficientes alimentos para su
población; y por otro lado, el estar
sometidos al reino Lidio les generó una necesidad de
abastecerse con productos de lujo y exóticos que
sólo podían encontrar en sus expediciones
comerciales. Una de las claves de su fácil integración en los nuevos territorios fue
porque desde un inicio renunciaron a una política
expansionista y muy pronto los pueblos indígenas se dieron
cuenta de la oportunidad comercial que les reportaba el hecho de
tener una puerta abierta al Mediterráneo. Esto
comportó una tolerancia y una
aceptación por parte de un sector de la población
indígena respecto a los colonizadores. Tenemos el
testimonio de Livio (3) que nos explica la convivencia en
Emporion de dos comunidades, la griega y la indígena, que
viven separados por un muro y que están fuertemente
relacionados por razones comerciales. La presencia de foceos y
griegos se presentó especialmente en el noroeste
peninsular, mientras que en el Levante y en los territorios
más meridionales se documentan la existencia de colonias
fenicias y cartaginesas.
Las inscripciones sobre plomo de Pech Maho y de Emporion, nos
permiten adivinar como se desarrollaban estas relaciones
comerciales. En un primer lugar observamos la presencia de unos
testimonios de la transacción, que onomásticamente
pueden identificarse con habitantes indígenas (Basped,
Basiguerros, Bleuras, Golobiur, Cederrón). Esta es una
importantísima razón, de la que se deduce que estos
indígenas ya participaban desde el siglo V aC. de una
forma activa en las relaciones comerciales, y disponían de
una capacidad legal. Per hay que tener en cuenta que esto no es
un hecho generalizado, ya que toda la población
indígena no tenía la capacidad de poder participar
en estas transacciones. Sabemos que únicamente se trataba
de una élite de la población, la que se
aprovechó de estas relaciones para enriquecerse y
consolidar todavía más su poder. Estas
élites locales aprovecharon el excedente agrario,
sobretodo cerealístico, para en un primer momento realizar
un comercio basado en el intercambio por objetos de lujo con los
colonizadores, y paulatinamente hacerse con el control comercial
en su territorio. Estas élites locales utilizaban los
productos de lujo obtenidos como fruto de los intercambios con
sus excedentes agrarios, para crear una red de
redistribución que les proporcionaba unas relaciones de
poder que les servía para diferenciarse del resto de
población. Con la aparición de la moneda, se
siguieron manteniendo el intercambio de productos manufacturados,
pero dotó a estas relaciones comerciales de unas nuevas
características.
Pero la evidencia definitiva que nos pone sobre la pista respecto
a la utilización de moneda, la encontramos en la
inscripción de Pech Maho, con la aparición de los
términos octania y hectania que se han atribuido a
posibles fracciones monetales. Además, también
podemos observar como estas transacciones comerciales no
debían ser tan sencillas, ya que en la misma
inscripción de Pech Maho podemos ver como se hace
referencia de un pago al contado, y un resto del pago en
garantía. Como hemos indicado anteriormente, en un inicio
estas transacciones se realizaban a modo de intercambios, pero
pronto, por influencia de otras áreas, empieza a
utilizarse la moneda y propicia las primeras acuñaciones
en Emporion.
Es necesario aclarar, que no es la primera vez que el mundo
ibérico entra en contacto con un sistema monetal
que proviene de otras zonas del Mediterráneo. En la
participación militar de mercenarios ibéricos en la
batalla de Siracusa en el contexto de la Primera Guerra
Púnica, era habitual el pago con moneda de plata
procedente de Atenas, Sicilia o de la Magna Grecia. Estas
pequeñas acumulaciones de moneda llegaron de retorno a la
Península, y lo podemos constatar en numerosos hallazgos
aislados o en pequeños tesoros como los de Ampurias,
Rosas,
Montgó, Trarragona o Morella. Lo importante es que en
estos momentos a esta acumulación de moneda no le
confirieren un valor
económico, sino más bien de prestigio y de
diferenciación social.
En este escenario empiezan en la segunda mitad del siglo V aC. y
en mayor número en el siglo IV aC. las primeras
acuñaciones de monedas en Emporion y Rhode. Estas monedas
siempre son de plata y tienen una clara influencia de la moneda
procedente de Asia Menor, que se utilizaba en la vecina colonia
de Massalia. Son unas monedas anepígrafas, es decir, que
no contienen ninguna leyenda, lo cual dificulta reconocer cual
fue su centro emisor. Normalmente aparecen cabezas de divinidades
o animales.
También son monedas de poco valor que facilitan el pago en
las transacciones comerciales.
A finales del siglo IV aC y principios del
siglo III la potencia
económica de Emporion se encuentra en su máximo
esplendor y esto también se va a traducir en unos cambios
en las emisiones monetarias. En este momento es cuando aparecen
los conocidos drachmas de plata de Emporion y Rhode. Estos
drachmas son una moneda mucho más fuerte, que se
caracterizan por introducir en el anverso una leyenda en donde
aparece el nombre de los habitantes de la colonia, rasgo que
demuestra la intención de reivindicar una identidad y la
conciencia
política de estos habitantes. Muchos drachmas de Emporion
se han encontrado en tesoros ocultos a lo largo de la costa del
Levante Peninsular, lo que demuestra la gran importancia que
adquirió esta moneda para las transacciones comerciales en
el litoral Mediterráneo.
3. Expansión de las
acuñaciones ibéricas.
Este periodo puede limitarse cronológicamente
desde finales del siglo III aC. hasta la mitad del siglo I
aC.
Con el desembarco en el 218 aC. de las tropas comandadas por Gneo
Cornelio Escipión en Emporion, se considera el inicio de
la presencia romana en la Península. Esta acción
obedece a la respuesta por parte del Senado romano a la
acción militar de Aníbal, que el año
anterior había tomado Sagunto iniciando la Segunda Guerra
Púnica, y que había comenzado la marcha que le
conduciría hasta las puertas de la misma Roma.
La intervención romana en la Península va a ser
definitiva para el desarrollo y la expansión de la moneda
ibérica. Esto obedece a dos importantes causas: la primera
responde a la necesidad de un capital lo
suficientemente grande para hacer frente a los gastos que
ocasionan las campañas militares en Hispania. Se necesita
una gran cantidad de numerario para pagar a las legiones, a los
mercenarios y para proporcionar una manutención de un gran
contingente militar, sobretodo cuando hay que interrumpir la
campaña y establecerse en un territorio durante unos meses
para invernar.
La otra razón que va a provocar una fuerte aumento de
acuñación de moneda ibérica y de la
creación de nuevas cecas emisoras, se debe a la necesidad
de satisfacer a la fuerte presión
fiscal de la
ávida Roma. La intervención económica de
Roma es devastadora, sabemos que en el año 193 aC. cuando
el cónsul Catón termina su labor en Hispania,
regresa a Roma con un enorme botín: 1.400 libras de oro,
5.000 de plata, 123.000 denarios y 540.000 monedas de plata
ibéricas. Después de ser dividida Hispania en dos
provincias: la Ulterior y la Citerior, tenemos noticias en las
fuentes de los abusos cometidos por la
administración romana. Un texto de Livio
(4) nos informa cómo una embajada de pueblos
indígenas acude ante el Senado de Roma para denunciar
estos hechos.
Hay autores que defiende que Roma prefirió consolidar y
potenciar la acuñación de moneda en territorio
ibérico porque les resultaba más cómodo para
hacer frente a las necesidades económicas que les
producía sus campañas militares en la
Península. Pero seguramente existen otras razones que
están relacionadas con el objeto de consolidar unas
relaciones con la población indígena que más
tarde terminarían con unos fuertes lazos clientelares.
Roma permite a los integrantes de las élites de los
pueblos indígenas aliados, que acuñen moneda para
que consoliden su posición y que el territorio que ocupan
se convierta en un verdadero centro de poder. Todo esto
facilitará a Roma sus intenciones administrativas y
tributarias respecto a Hispania.
De esta manera y como consecuencia de todos estos factores se
multiplican los centros emisores y la variedad de tipos
monetarios. En el noroeste peninsular, estas cecas van a imitar
en un primer momento a los drachmas emporitanos en cuanto a su
tipología, pero se diferencian porque normalmente son
moneda en bronce y con unos valores
más pequeños que favorecen su circulación.
Así, además de la ceca de Untikesken en Ampuriae,
aparecen un gran número de talleres monetales alrededor de
importantes oppidum o en enclaves geográficos
estratégicos. Iltirta en Ilerda, Kesse en Tarraco, en
Dertosa, Ausesken en Auso. En época tardorepublicana hay
que añadir: Eso en Aeso, Baitolo en Baetulo, Ieso en Iesso
y Ilturo en Iluro. En el curso del río Ebro también
van a surgir innumerables cecas de las que podemos destacar la de
Caesaraugusta o Clunia Sulpicia; en la zona del Levante destaca
por su importancia la de Arse en Saguntum o Carthagonova; y en la
parte meridional de la Península sobresale
Cástulo.
La tipología de estas acuñaciones está
modificándose, en sus inicios aparecían unos
motivos autóctonos, que pueden referirse a la
fundación de la ciudad y siempre en transcripción
ibérica. Con motivo de la influencia de Roma, estas
inscripciones ibéricas se van sustituyendo por latinas y
empiezan a acuñarse metrología
puramente romana: denarios y ases. Un ejemplo que nos puede
ilustrar esta paso lo representa las acuñaciones de la
ceca de Iltirta.
A finales del siglo III aC., los ilergetes emitieron moneda de
bronce. En el anverso de las monedas aparecía una cabeza
de héroe y en el reverso el lobo, símbolo de la
ciudad, y la inscripción en alfabeto ibérico
ILTIRTA. A partir del año 195 aC., la figura del lobo fue
desplazada por la del jinete ibérico. Cuando Roma
consolidó su hegemonía en la Península,
impuso la presencia de un jinete en el reverso de los denarios y
de los ases ibéricos. En el siglo I aC., entre los
años 80 a 72 aC. el general romano Sertorio se
convirtió en un proscrito y encontró un lugar de
refugio en territorio ilergete en el que oponer resistencia al
poder del momento en Roma. Entonces, Iltirta volvió a
acuñar moneda con el lobo, símbolo de su
identidad.
En el ejemplo de Iltirta podemos observar como consecuencia de
las guerras
sertorianas, Iltirta vuelve a acuñaciones con
tipología ibérica. Este hecho responde a una
concesión de Sertorio que al refugiarse en esta zona en la
que poseía una importante red de apoyos clientelares,
le concede un protagonismo a los dirigentes indígenas como
un medio de instrumentación política hacia Roma.
Esta es la última vez que podemos encontrar monedas con
inscripciones ibéricas, a partir de entonces y sobretodo
con César todas las inscripciones serán
latinas.
4. Crisis y
desaparición.
El inicio de la crisis que llevará a la
desaparición de la acuñación de moneda en la
Península, la podemos datar en el año 45 aC. con la
batalla de Munda. Esta victoria de César contra los
pompeyanos representa la antesala al largo periodo de estabilidad
política y de profunda romanización que va a
suponer el periodo de Augusto.
Hispania esta dividida administrativamente en dos provincias
Citerior y Ulterior y sólo algunas zonas
periféricas como la cántabra y astur está
fuera de la dominación romana. Augusto en persona
acudirá a la Península en el 26 aC. para
protagonizar la última expedición militar
importante en Hispania y que le va a permitir ocupar toda el
territorio peninsular. Augusto permanecerá un tiempo en Tarraco
proporcionándole un status jurídico y social que la
convertirá en capital de la nueva administración territorial imperial: la
Tarraconense.
En esta situación sin campañas militares y con un
sistema administrativo que regula la tributación, ya no es
indispensable la emisión de tanta moneda ibérica.
Después de César se extinguen las
acuñaciones en leyenda ibérica y se cierran la
mayor parte de cecas. Con Augusto y el Imperio aparecen una
moneda con una nueva tipología en consonancia con el culto
imperial existente en estos momentos. Así en estas monedas
aparecerán miembros de la familia
imperial como Augusto y después Tiberio. Con Augusto la
acuñación en el noroeste peninsular se reduce a las
cecas más importantes: Dertosa, Tarraco, Emporiae,
Caesaragusta.
Todo este proceso desembocará primero con Tiberio, y
definitivamente con Calígula, con la desaparición
de todas las cecas ibéricas y con el final de toda
acuñación de moneda en Hispania.
En este trabajo hemos visto cuáles son las causas
del nacimiento y posterior evolución de la acuñación de
moneda en la Cultura Ibérica. El nacimiento de este
proceso hemos visto que está profundamente relacionado con
la aparición de un comercio, el cual está
evolucionando de sus parámetros iniciales y donde la
moneda será un elemento articulador en su progreso.
Después hemos reconocido que la intervención de
Roma será fundamental para la consiguiente
expansión de este proceso. Hay autores como Villaronga
cree que la causa de la aparición de estas
acuñaciones es el retraso con que llegaba la moneda desde
Roma, provocando la acuñación in situ para cubrir
las necesidades de la conquista. Sirve también para pagar
tributo a Roma y para que ésta remunere a los mercenarios
a su servicio. Los
responsables de las acuñaciones indígenas fueron
los romanos, que concedieron el privilegio a una serie de
ciudades o comunidades de los territorios sometidos. Sin embargo,
Roma se reservó el derecho de acuñar en metales nobles y
sólo algunas ciudades fueron autorizadas a emitir en
plata. Roma actúa de este modo por sus propios intereses,
y finalmente cuando estos motivos no tienen ninguna razón
de ser los suspenden inmediatamente.
Es curioso observar como el proceso de desarrollo de las
acuñaciones ibéricas va en detrimento del poder
político de las comunidades ibéricas. Este hecho
está motivado por la administración romana, que
apoya la emisión de gran numerario con unas
características latinas, para romper con la
tradición ibérica que conllevaba una conciencia de
identidad patriótica. Cuando Roma considera que el proceso
ha terminado y necesita organizar administrativamente las nuevas
provincias de Hispania, corta definitivamente la
acuñación de moneda ibérica, y vuelve a
reforzar el papel de la
comunidad,
pero en estos momentos ya ha perdido muchos de sus lazos
ibéricos y está profundamente romanizada.
No obstante junto a estas explicaciones existen otros puntos de
vista que son merecedores de nuestra atención. La autora Mª Paz
García-Bellido en su artículo Sobre la moneda de
los Iberos nos presenta una nueva perspectiva, fundamentada en la
imposibilidad de convertir la acuñación monetaria
en la sociedad
ibérica en un proceso homogéneo, y
fácilmente explicable con los argumentos
tradicionales.
El punto de partida de esta autora es que nos encontramos con un
proceso que abarca más de cuatrocientos años y que
ocurre en un vasto territorio diferenciado por razones
étnicas y culturales. Así desgrana una serie de
contradicciones que afectan los patrones más
característicos de las explicaciones hasta el momento
realizadas.
La autora no está de acuerdo con la generalización
de que la acuñación de moneda ibérica se
realiza en zonas de conflictos
militares. De esta manera tendríamos que encontrar
numerosas cecas en la zona del noroeste peninsular, como
consecuencia de las luchas contra cántabros o astures, y
en esta zona no tenemos noticia de ninguna
acuñación monetaria.
Otra divergencia que apunta, es la explicación por la cual
todas las cecas se encuentran cerca de un importante oppidum o de
una agrupación urbana floreciente o en expansión.
Nos muestra varios
ejemplos que están en contra de esta afirmación:
Palantia o Asturica en la Celtiberia no emiten nunca moneda y son
importantes centros urbanos. En la zona meridional encontramos
ciudades florecientes económicamente como Gades, Malaca o
Corduba que aunque acuñaron moneda nunca lo hicieron en
plata y esto no les restó una elevada potencialidad
económica.
Para Mª Paz García-Bellido el comercio no es el
elemento que hace indispensable la necesidad de creación
de una moneda. Ella piensa que en muchas latitudes de la
Península el intercambio era una forma socialmente
generalizada y aceptada. Los ejemplos de Gades, Sidón y
Tiro que conocían la moneda desde comienzos del siglo VI
aC. y que tardaron entre cien y doscientos años en
aceptarla, sin restarles en ningún momento protagonismo
económico, demuestran su teoría.
También hace referencia que cuando Calígula
suspende definitivamente las acuñaciones, el comercio y la
actividad económica en la Península no sufren un
retroceso, sino que un efecto contrario.
Haciendo referencia al texto introductorio, la autora está
en parte de acuerdo con el grado de responsabilidad romana en la expansión y
posteriormente abandono de la acuñación
ibérica. Considera que fue fruto de unas connotaciones
sociales y políticas por parte de los pueblos
indígenas, más que por un prestigio
económico. Seguramente el mantenimiento
de las cecas y de las emisiones monetarias fue muy costoso para
las poblaciones indígenas y no lo realizaron como un
servicio público sino irremediablemente para poder hacer
frente a las demandas tributarias de Roma.
Estas nuevas interpretaciones enriquecen la explicación
del proceso monetario en la Sociedad Ibérica, y sus
posteriores debates nos ayudarán todavía mejor a
entender este complejo proceso histórico.
Notas.
(1) La inscripción sobre plomo de Emporion datada en el
siglo V aC. nos aporta una información vital sobre las relaciones
comerciales que se efectuaban el litoral Mediterráneo de
la Península en época tan temprana. Aparece el
nombre de Basped, que se ha relacionado con un personaje
ibérico. También se atribuye el topónimo de
Saigantha con el de Sagunto. En esta edición de R.A.
Santiago, el signo (…) significa que no se ha conservado este
fragmento del texto original.
"(Recomendaría) tu presencia en Saígantha, pero si
(prefieres permanecer) (…) entre los emporitanos, y no hacerte
a la mar (…) no menos de 20, y vino no menos de 10. (El
cargamento) destinado a Saigantha lo tiene comprado Basped.
(…) (Un barco) adaptado para el cabotaje incluso hasta (…)
qué es lo que hay que hacer (…) y pide a Basped que se
encargue de remolcar (el cargamento) (…) si es que hay alguien
que lo haga hasta (…) el nuestro. Y, si hubiese dos, que los
envíe a los dos (…) pero que el responsable sea
él. Y si él por su parte quisiera (…) que vaya a
medias. Pero, si no está de acuerdo (…) que (…) y que
me comunique por carta por cuanto
(lo haría).
(…) lo más pronto que pueda (…). (Esas) son mis
instrucciones. Salud."
(2) La carta
comercial de Pech Maho II datada en el siglo IV aC. es un
instrumento fundamental para comprender la naturaleza de las
transacciones comerciales de esta época. Se habla de
garantías, de pagos en cuenta y lo que es más
importante aparecen unas unidades octania y hectania que son
atribuibles a monedas. El texto original es en griego y es
redactada por un personaje que se le adscribe un origen
también griego: Herón. No se sabe si el personaje
Kyprios es indígena, pero no cabe duda por la
onomástica que los testigos si son indígenas.
Anverso: "Kyprios compró una barca en Emporion.
Compró también aceite. A mí me
transfirió la mitad por el valor de dos octania y media.
Yo le di al contado dos hectania y media, y personalmente la
garantía dos días después. Esta
garantía la recibió en el río. El pagamiento
lo había hecho enviar al embarcadero. Son testimonios:
Basiguerros, Bleruas, Golobiur, Sedegon. Estos fueron testimonios
cuando entregué el avanzamiento. Pero cuando pagué
el total, dos octania y media los testimonios eran Anauras y
Nalbe…"
Reverso: "Herón de Ios".
(3) El texto de Livio describiendo la ciudad de Emporiae es
enormemente polémico, a nivel cronológico hay
autores que piensan que Livio esta describiendo la
situación de la ciudad en el momento de la llegada del
cónsul Catón en el año 197 aC.; mientras que
para otros autores la situación descrita se remonta a un
momento inicial de la relación entre los foceos y los
indígenas íberos. Aunque Livio no es
contemporáneo de los hechos que describe y existen
detalles para reforzar las dos opiniones, el fragmento es
especialmente interesante para ilustrarnos la relación
entre los indígenas con los colonos foceos y con los
propios romanos. Aparecen suficientes detalles para entender la
importancia del comercio en esta relación que fundamenta
la economía y
la potencialidad de la colonia.
"Ya entones Emporiae eran dos ciudades (duo oppida) separadas por
un muro. Una la habitaban los Griegos oriundos de Focea, de donde
eran también los masaliotas, la otra los Hispanos; pero la
ciudad griega, expuesta toda ella al mar, tenía un
perímetro de muralla que se extendía menos de 400
pasos. Las murallas de los Hispanos eran más lejos del mar
y tenía un perímetro de 3.000 pasos. El tercer tipo
de gente eran los colonos romanos añadidos por el divino
César después de haber vencido a los hijos de
Pompeyo. Ahora están todos unidos en un sólo cuerpo
cívico, después de haber sido admitidos primero los
hispanos y finalmente los griegos en la ciudadanía romana.
Quién entonces los viese expuestos al mar abierto por un
lado y por el otro a los Hispanos, pueblo tan feroz y belicoso,
que se preguntaría que les protegía. La
protección de su debilidad era la disciplina,
que el temor mantiene muy bien entre otros de más fuertes.
Tenía especialmente fortificada la parte del muro que daba
al interior, y habían abierto solamente una puerta en este
lado, que era vigilada permanentemente por alguno de los
magistrados. De noche la tercera parte de los ciudadanos
hacía guardia en las murallas y no sólo a causa de
la costumbre o de la ley, sino que
observaban las guardias y hacían las rondas con tanta
atención como si el enemigo estuviera en las puertas. No
recibían ningún hispano en la ciudad ni tampoco
ellos mismos salían de la ciudad a la aventura. La salida
al mar era abierta a todos. Nunca salían por la puerta que
daba a la ciudad de los hispanos sino era en grupo, casi la
tercera parte de los que habían hecho la guardia la noche
anterior. El motivo era este: los hispanos, desconocedores del
mar, se complacían en comerciar con ellos y querían
tanto comprar los productos extranjeros que eran traídos
por las naves, como vender los productos de sus campos. El
interés
de esta mutua utilidad
hacía que la ciudad hispana estuviera abierta a los
griegos"
Tito Livio, Ab Urbe Condita, XXXIV, 9.
(4) En este texto de Livio podemos observar como unos años
después de la revuelta de los pueblos indígenas, en
el año 171 aC., una embajada de pueblos hispanos de la
Ulterior y la Citerior van a Roma a quejarse de las extorsiones e
imposiciones de los gobernadores romanos. Todo y que desconocemos
que pueblos concretamente fueron , seguramente se trata de
pueblos aliados.
"A continuación fueron introducidos en el senado (de Roma)
los embajadores (legati) de varios pueblos (populorum) de las dos
Hispanias. Después de quejarse de la codicia y arrogancia
de los magistrados romanos se postraron de rodillas y pidieron al
senado que no permitiera que ellos, sus aliados (socios), fueran
espoliados y vejados de modo más ignominioso que los
enemigos (hostes). Se quejaban de diversas humillaciones, pero
saltaba a la vista que había habido extorsiones de
dinero, y se
encargo al pretor Lucio Canuleyo, al que había
correspondido Hispania en el sorteo, la misión de
asignar cinco "recuperadores" (arbitros) de rango senatorial
frente a cada uno de aquellos a quienes los Hispanos reclamaban
dinero, dándoles la posibilidad de elegir los abogados que
quisieran (…).
Circulaba el rumor de que los abogados no permitían
meterse con los nobles y poderosos, y el pretor Canuleyo hizo que
fueran a más las sospechas porque se desentendió de
aquel proceso y decidió llevar a cabo una leva marchando
de pronto a su provincia para evitar que fueran más los
atacados por los hispanos. Quedaron así enterrados los
hechos en el pasado; el senado, no obstante, adoptó
medidas para el futuro con relación a los hispanos, pues
estos consiguieron que los magistrados romanos no fijasen el
valor del trigo ni obligasen a los hispanos a vender las cuotas
del cinco por ciento (vicensimas) al precio que
ellos quisieran, y que no les fueran impuestos a sus
ciudades (oppida) los prefectos (praefecti) para recaudar dinero
(pecunia)".
Tito Livio, Ab Urbe Condita, XXXXIII, 1-2.
6. Bibliografía.
Cultura Ibérica. Hipertexto Multimedia.
Gracia Alonso, Francisco; Munilla Cabrillana, Gloria. CD-ROM UOC /
UB. Barcelona 2001.
Protohistoria: colonitzacions i iberització. Enric
Sanmartí-Grego. UOC. Barcelona 2000.
Història romana de Catalunya. Marc Mayer Olivé.
UOC. Barcelona 2000.
Sobre la moneda de los Iberos. Mª Paz García-Bellido.
REIb. 3, 1998, pág. 109-126.
Autor:
Albert Enseñat.