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El hotel de inmigrantes



     

     

    1. Resumen
    2. Monumento
      Histórico
    3. Un proyecto
      valioso
    4. Testimonios
      literarios
    5. Periodismo y otras
      fuentes

    Resumen: En este trabajo me
    refiero al proyecto de
    creación del Museo de la Inmigración, en el
    Antiguo Hotel de Inmigrantes de Puerto Madero, y presento
    testimonios tomados de libros,
    diarios y otras fuentes, a fin
    de demostrar la reiterada presencia de la institución en
    la literatura
    argentina (desde
    1880 hasta nuestros días), en el periodismo y
    en el recuerdo de quienes se hospedaron allí.

    En su conocido ensayo
    Cómo fue la Argentina 1516-1972 (Plus Ultra,
    1972), el historiador Exequiel César Ortega sostiene que
    "La inmigración jugó importante papel ya a
    mediados de esta etapa del ’80 al ’30. En ciudad y
    campaña, en oficios diversos que abarcaron la agricultura y
    la naciente industria; e
    incluso se dieron lugares como ejemplos de cuánto
    podía una colonización bien planeada…". Comenta
    qué sucedió con los inmigrantes llegados a nuestra
    tierra: "El
    medio nuestro los asimiló bien pronto y sus descendientes
    inmediatos se sintieron integrantes ‘de la
    tierra’. A menudo ascendieron de Status, integraron
    profesiones, comercio e
    industria; impulsaron los nuevos partidos
    políticos mayoritarios".

    El gobierno de esa
    época "En lo social favorecería cada vez más
    la inmigración, sobre todo la europea en general, perdidas
    bastante las esperanzas de la anglosajona y francesa en
    particular. Inmigración que cubriese las necesidades
    crecientes de mano de obra ciudadana y sobre todo rural, mediante
    la colonización y la ocupación de dependencia o el
    arrendamiento y la mediería".

    A criterio de Ortega, el régimen se caracterizaba
    por complementos que radicaban en los aspectos culturales; se
    refiere a la "Universalidad y amplitud de conocimientos y
    contenidos de cultura
    generales, universales; huida de la religiosidad excesiva;
    aspectos prácticos y utilitarios; enseñanza difundida de tipo
    enciclopedista-informativa, apta para todos, incluso sin chocar a
    los diferentes credos y formas de la
    inmigración".

    Hubo "paz, pan y trabajo" para quienes llegaron a la
    Argentina: "se dio una limitada o encauzada movilidad social, con
    grupos
    mayoritarios en condiciones de locación de servicios,
    incluyéndose la gran inmigración y descendientes
    inmediatos, salvo una minoría de entre ellos, que
    proporcionó estratos de clase media comercial, profesional
    y propietaria".

    En cuanto a la composición de la sociedad,
    señala: "La mayoría empero pertenecía a los
    grandes estratos derivados de niveles humildes
    ‘criollos’ (a los que pronto habrán de sumarse
    los provenientes de inmigraciones interiores provincianas), o
    derivados de inmigración creciente, de poco antes, los
    ‘hijos de gringos’, con ocupaciones manuales en su
    casi totalidad, salvo las excepciones ya aludidas de
    comerciantes, estancieros y profesionales, ‘hijos de
    gringos con plata’".

    -2- Muchos extranjeros, al llegar a
    nuestro país, se alojaron en los Hoteles de Inmigrantes. Estos fueron varios,
    a lo largo del tiempo. Para
    saber sobre ellos contamos, fundamentalmente, con dos libros, el
    de Jorge Ochoa de Eguileor y Edmundo Valdés, Donde
    durmieron nuestros abuelos. Los Hoteles de Inmigrantes de la
    Ciudad de Buenos Aires
    (Centro Internacional para la
    Conservación del Patrimonio
    Argentino) y el de Graciela Swiderski y Jorge Luis Farjat, Los
    antiguos Hoteles de Inmigrantes
    (Arte y Memoria
    Audiovisual, 2000).

    Monumento Histórico

    La revista
    Todo es Historia, que dirige Félix Luna,
    dedicó su número 398 (Septiembre de 2000) a los
    inmigrantes, en coincidencia con la muestra de Casa
    FOA en el Hotel de Puerto Madero. En dicha revista se recuerda
    que, en 1898, "se creó la Dirección Nacional de Inmigración,
    construyéndose y habilitándose el complejo edilicio
    formado por el definitivo Hotel de Inmigrantes, el Hospital, el
    desembarcadero y la infraestructura de lo que es hoy la
    Dirección Nacional de Migraciones". Esa Dirección,
    "con todas sus oficinas y dependencias anexas, funciona
    actualmente en el amplio complejo edilicio que
    simultáneamente con el Hotel de Inmigrantes, se
    construyera a comienzos de este siglo, más precisamente en
    la Av. Antártida Argentina 1355, en terrenos otrora
    ganados al río, donde, desde 1911 funcionan las oficinas
    dedicadas a la inmigración, espacios inertes,
    acompañantes inmóviles de toda la historia migratoria de la
    Argentina de los últimos 80 años".

    Magdalena Insausti es la autora del libro
    Argentina, un país de inmigrantes (Dirección
    Nacional de Migraciones, 1998). Escribió asimismo "Hotel
    de Inmigrantes Un proyecto colosal para la gran Argentina",
    incluido en esta entrega de la revista de Luna. Allí nos
    dice: "Como pocos lugares en nuestro país, el conjunto de
    edificios denominados Hotel de Inmigrantes, expresa el testimonio
    tangible de la historia
    argentina del siglo XX. Su construcción se relaciona con los avatares
    políticos de principios de
    siglo; la escrupulosa economía de la
    inmigración que se trasluce en la
    administración del Hotel; las estrategias
    migratorias que se cumplieron hasta en la revisión de los
    equipajes; las colonias en el interior y el traslado de los
    inmigrantes; la filosofía política que subyace
    en los escritos de Juan Alsina, Juan P. Ramos y otros. Los
    múltiples destinos del hotel se vinculan asimismo a las
    exigencias o paradojas de nuestra historia. Así, fue sede
    del Regimiento 1° de Infantería de Marina, oficinas de
    Y.P.F., hogar escuela de la
    Fundación Eva
    Perón, o escuela de inmigrantes".

    En el trabajo
    "Monumentos de la ciudad de Buenos Aires"
    también se proporciona información sobre el Hotel: "A fines del
    siglo XIX el progreso de la Argentina era acompañado por
    el crecimiento de la inmigración. El Estado
    requería respuestas prácticas para ordenar
    el

    impacto inmigratorio. La política de balance
    entre la asistencia social al inmigrante y los intereses y
    control del
    Estado, tuvo
    como emblema al ‘Hotel de Inmigrantes’, concebido
    como una unidad funcional, administrativa, social,
    económica que ordenaría y regularía la
    llegada y distribución de los
    inmigrantes".

    En ese mismo texto se
    recuerda la historia del complejo edilicio: "Las obras del Hotel
    se adjudicaron en 1905 a los constructores Udina y Mosca, de
    origen italiano. (…) En enero de 1911, el complejo fue
    inaugurado por el Presidente Sáenz Peña. El
    edificio del Hotel, replanteado por el arquitecto Juan Kronfuss,
    se terminó en 1912." Y albergó a miles de
    inmigrantes, hasta que "El declive de la inmigración desde
    principios de los ’50 señaló el fin de la
    historia del hotel".

    Un
    proyecto valioso

    En una nota referida al Hotel de Puerto Madero,
    publicada en la revista del diario La Nación en 1998, Laura S. Casanovas
    afirma que "se dio el nombre de Hotel de Inmigrantes al complejo
    edilicio que debía contribuir a un mejor control
    administrativo por parte del Estado, a otorgar asistencia
    social al inmigrante y a operar como ícono
    propagandístico en los folletos que se distribuían
    en el Viejo Continente". "El proyecto –agrega Casanovas-
    comprendía una serie de construcciones o pabellones
    dispuestos alrededor de una plaza central. A lo largo de la
    costa, el desembarcadero; sobre el frente, la dirección y
    oficinas de trabajo; a continuación, los lavaderos, y
    cerrando el perímetro, el edificio de los dormitorios y el
    comedor. Fue este último el que por sus diferencias con el
    resto, tanto por el diseño
    como por el volumen,
    adquirió con el tiempo el nombre del conjunto: Hotel de
    Inmigrantes, como se lo denomina en la actualidad".

    La autora nos habla de un día en este
    establecimiento, cuya construcción finalizó en
    1912: "La rutina estructuraba la vida del hotel. Las celadoras
    despertaban temprano en la mañana a los inmigrantes. Luego
    del desayuno, las mujeres lavaban la ropa en los lavaderos y
    cuidaban a los niños,
    mientras los hombres tramitaban su colocación en las
    oficinas de trabajo. El servicio de
    comedor se ordenaba en dos turnos de hasta mil personas cada uno.
    Los niños recibían a las tres de la tarde la
    merienda y a partir de las siete quedaban abiertos los
    dormitorios. Además, se enseñaba el uso de
    maquinarias agrícolas para los hombres, de labores
    domésticas para las mujeres".

    En El diario íntimo de un
    país
    (La Nación, 1999), Hugo E.
    Ratier se refiere a la institución, que albergaba y
    contenía a los recién llegados: "Para un campesino
    europeo –dice- el desembarco en esta Babel del Plata
    podía resultar traumático. La emigración
    significó un paso más en el irreversible camino de
    la urbanización, que se inicia en el puerto de salida.
    Allí

    establecen los primitivos lazos de solidaridad entre
    aquellos que van a emprender la aventura transatlántica.
    Como en el tiempo de los esclavos negros, haber llegado en el
    mismo barco creaba vínculos. Ya en tierra, el Estado
    argentino ofrecía alojamiento en el Hotel de Inmigrantes,
    salvo a aquellos que venían contratados por empresas. Luego
    vendría la inserción en el trabajo".

    La historiadora Nélida Boulgourdjian-Toufeksian
    afirma en Los armenios en Buenos Aires (Centro
    Armenio, 1997) que "El Hotel de Inmigrantes no estaba abierto a
    los pueblos asiáticos. Sin embargo, en la Lista de
    Pasajeros de 1923 se detectó que los armenios fueron
    interrogados acerca de su interés en
    ingresar en él y que un escaso número
    aceptó. Más allá de ser o no admitidos, la
    existencia de redes formales e informales
    facilitó la ubicación de los inmigrantes y
    limitó el ingreso en el Hotel de Inmigrantes".

    En su artículo, Casanovas nos da una buena
    noticia: "Afortunadamente, el proyecto de transformarlo en museo
    está en marcha. (…) El proyecto, que reviste una enorme
    trascendencia cultural, no es nuevo". Recuerda cómo
    surgió la idea: "Todo comenzó en 1983, cuando a
    instancias de las colectividades de inmigrantes de nuestro
    país, el Ministerio del Interior emitió una
    resolución por la cual encomendó a la
    Dirección Nacional de Migraciones realizar un estudio de
    factibilidad de creación de un museo, que reviviera
    las circunstancias del hecho histórico de la
    inmigración en la Argentina. Dos años
    después, una segunda resolución creó, en el
    ámbito de la Dirección Nacional de Migraciones, un
    área responsable del Museo, Archivo y
    Biblioteca de
    la Inmigración. En 1990, mediante un decreto, se
    declaró Monumento Histórico Nacional al edificio
    del ex Hotel de Inmigrantes y el año último (1997)
    el Ministerio del Interior desarrolló el programa Complejo
    Museo del Inmigrante, con dependencia funcional de la
    Dirección de Migraciones. Serán sede del museo el
    hotel y las dos plazoletas aledañas. Los edificios
    restantes continuarán funcionando como dependencias de la
    Dirección Nacional de Migraciones". Ese programa
    está dirigido por el ya mencionado profesor Jorge Ochoa de
    Eguileor y la arquitecta Graciela Seró Mantero.

    . Los nietos de quienes vivieron en este hotel sus
    primeros días americanos podrán conocer, al fin,
    las paredes entre las que se hablaba de tantos sueños e
    ilusiones.

    Testimonios literarios

    En algunos libros hemos encontrado testimonios acerca de
    la existencia de esta institución. Ellos, de diversa
    índole, nos hablan de la presencia del Hotel de
    Inmigrantes y de su importancia en la comunidad.

    Aparece en páginas de Antonio Argerich. A este
    escritor, acérrimo enemigo de la inmigración, que
    vivió entre 1855 y 1940, Luis Soler Cañás lo
    recuerda como "el olvidado

    precursor de la novela
    naturalista en la Argentina". Escribió
    ¿Inocentes o culpables? (Hyspamérica,
    1995), obra en la que plantea el dilema del determinismo y el
    libre albedrío. De ella se dijo que "no es más que
    una torpe historia de un inmigrante italiano, con la que se
    propone probar cuántos daños puede acarrear a la
    sociedad argentina la inmigración de gentes de razas
    inferiores".

    En esta novela, publicada
    por primera vez en 1884, alude al establecimiento que albergaba a
    los extranjeros que no tenían trabajo al desembarcar.
    Afirma Argerich: "Al salir del Hotel de los Inmigrantes se
    juntó con una manada de compañeros que
    seguían la vía pública por la mitad de la
    calle. Había hecho relación con estos sus paisanos
    y todos á la vez buscaban trabajo". Se refiere
    agresivamente a quienes de allí salían,
    asemejándolos a animales, recurso
    que también utiliza Cambaceres (En la
    sangre
    , Plus Ultra, 1980) al describir a los
    inmigrantes.

    Alberto Gerchunoff menciona el Hotel en su
    "Autobiografía", "escrita en París en 1914 y
    publicada por primera vez en 1952" (Milá, 2001). En ese
    texto recuerda que "Del Hotel de Inmigrantes, de Buenos Aires,
    nos llevaron a Moisés Ville en la provincia de Santa Fe.
    Es la primera de las colonias fundadas por el Barón
    Hirsch". Habían llegado al Hotel provenientes de Tulchin,
    Rusia, "Una ciudad sórdida y triste, sin alumbrado ni
    aceras, cuyo lujo arquitectónico se reducía al
    palacio semiderruído de los condes de Bazá y a un
    edificio llamado La Buena, sitio de paseos
    dominicales".

    Los personajes de La logia del umbral
    (Milá, 2001), de Ricardo Feierstein lo describen como un
    edificio "enorme, vetusto, dividido en muchas habitaciones. Con
    largas mesas y bancos
    laterales". Se refieren a los inmigrantes como "cientos y cientos
    de bocas hambrientas. (…) sin idioma, cansados, confundidos" y
    recuerdan que allí les dieron "pan y carne, en platos de
    lata. (…) Y algunos religiosos (…) no querían comer.
    Decían que la carne era treif, impura. Que no era
    para nosotros, judíos de fe". "Pero bien que
    extrañamos esos almuerzos cuando fuimos hacia el campo
    –agrega otro. Días y días casi sin masticar.
    Los niños enfermaban…"

    Un pionero holandés menciona en sus memorias al
    Hotel. Dice el diario Clarín del 2 de febrero de
    2002: "En mayo de 1889, el vapor Leerdam trajo a los primeros
    inmigrantes holandeses a la Argentina. En este barco
    llegó, a los 10 años, Diego Zijlstra, quien en su
    libro, Cual ovejas sin pastor, recuerda su llegada:
    ‘Desde el vapor hasta la costa tuvimos que navegar en
    lancha y carro unos diez kilómetros soplando un viento de
    invierno que nos penetraba hasta la médula de los huesos. Ya
    estábamos en la tercera semana de junio… Verano en el
    hemisferio Norte. Pero invierno aquí… Engarrotados de
    frío y medio hambrientos pisamos por fin tierra argentina.
    Desde Buenos Aires, y previo paso por el Hotel de Inmigrantes,
    un

    grupo llegó en tren hasta Tres Arroyos, mientras
    que otros se instalaron en Cascallares, en la llamada Colonia del
    Castillo‘ ".

    La rutina diaria de la institución es evocada en
    el relato Stéfano, de María Teresa Andruetto
    (Sudamericana, 2001). En esa obra, la autora narra: "El hotel
    está a pocos pasos de la dársena; tiene largos
    comedores y un sinfín de habitaciones. Les ha tocado un
    dormitorio oscuro y húmedo. En la puerta, un cartel dice:
    Se trata de un sacrificio que dura poco. (…) Los
    dormitorios de las mujeres están a la izquierda, pasando
    los patios. Por la tarde, después de comer y limpiar,
    después de averiguar en la Oficina de
    Trabajo el modo de conseguir algo, los hombres se encuentran con
    sus mujeres. Un momento nomás, para contarles si han
    conseguido algo. Después se entretienen jugando a la mura,
    a los dados o a las bochas".

    El angel del capitán. Biografía del
    capitán croata Miro Kovacic
    (Corregidor, 1996), es el
    título de uno de los libros de Chuny Anzorreguy. Al final
    del mismo, relata el narrador: "Fuimos a vivir al Hotel de
    Inmigrantes. Dejamos allí nuestros petates. Unos bolsos,
    un baúl…, y salimos a caminar. Como en Trieste. Pero la
    sensación era diferente. Caminábamos con alas en
    los pies".

    María del Carmen García es autora de los
    "cuentos de
    gringos" que se encuentran reunidos en el volumen titulado
    Cuentos de criollos y de gringos (Vinciguerra, 1996),
    publicado en colaboración con Fanny Fasola Castaño,
    quien escribió los cuentos de criollos. En uno de los
    textos allí reunidos, la autora presenta a unos asturianos
    que "Se acomodaron en una pieza de pensión en La Boca,
    paso obligado para todo humilde recién llegado,
    después del Hotel de Inmigrantes y antes de alcanzar el
    soñado terrenito propio".

    Patricio Pron, escritor santafesino, seleccionó
    para integrar una antología (De manos
    abiertas
    , Tu Llave, 1992) un cuento en el
    que menciona un hotel anterior al que conocemos. El protagonista
    de "La espera" "era porteño. Había nacido
    allá por 1908 en La Boca, en el Hotel de Inmigrantes, un
    día de lluvias frías. Sus padres, llegados hacia
    días de Cataluña, le habían transmitido casi
    sin saberlo esa sensación de ya no pertenecer a ninguna
    parte, ni a Cataluña ni a Buenos Aires". El edificio al
    que Pron se refiere ha sido adquirido recientemente por la
    Fundación Andreani para la construcción de su nueva
    sede.

    Periodismo y otras fuentes

    Historiadores, memoriosos y quienes estuvieron
    hospedados allí evocan dicha institución en el
    periodismo gráfico y en material de diversa índole.
    En el propio Hotel, un panel reproduce las palabras del polaco
    Pablo Novak, tomadas del audiovisual sobre la institución.
    Este hombre,

    llegado a la Argentina en 1949 recuerda los
    magníficos asados que se hacían al mediodía
    y agradece las que califica como sus primeras buenas comidas en
    toda la vida.

    En 1998, el Buenos Aires Herald llegó a
    sus primeros 122 años, y los conmemoró publicando
    "The Argentine Mosaic. Who we are and how we got here", un
    suplemento dedicado a la historia de las colectividades que
    habitan el país. En el trabajo referido a los irlandeses,
    Michael John Geraghty relata un lamentable suceso en el que se
    menciona el Hotel. En 1889 arribó el SS City of
    Dresden
    , con alrededor de dos mil pasajeros. "The episode
    was a total fiasco. When the ship docked, the Hotel de
    Inmigrantes was full and the parched, starving passengers were
    forced to sleep in the open".
    Estos inmigrantes fueron
    finalmente destinados a Naposta, cerca de Bahía Blanca,
    desde donde en 1891 quinientos veinte colonos regresaron a Buenos
    Aires, "broken in spirit, uterly destituted". Los adultos
    quedaron librados a su suerte; los niños fueron enviados
    al Irish Girl’s Orphanage y a la primera Fahy
    School
    .

    En el diario La Prensa, José Arias
    expresó en el mes de noviembre de 1998: "Quiero dejar
    aquí constancia del trato y de la atención que las autoridades tenían
    con los inmigrantes. Nos daban comidas sanas y abundantes; para
    dormir, camas limpias y cómodas; en mi caso han pasado
    sesenta y ocho años, yo entonces tenía trece, pero
    nunca podré olvidar mi paso por el Hotel de Inmigrantes. Y
    como si esto fuera poco las autoridades de inmigración le
    sacaban el pasaje a destino y se lo pagaban, y hasta lo
    acompañaban hasta las estaciones, por lo menos en mi
    caso".

    Días después, Marta B. de Pellegrini
    envía al matutino una carta motivada
    por el mensaje de Arias. En ella escribe: "Llegar a un lugar
    donde todo era desconocido, la tierra, el idioma, la gente,
    predisponía en nosotros a aumentar la incertidumbre, hasta
    que fuimos llevados al Hotel de Inmigrantes. Era una especie de
    oasis, donde nos agruparon según la nacionalidad y, ya con
    el ánimo calmado, empezamos a mirar la realidad de esta
    suerte de tierra prometida. Nos mantuvimos durante dos
    semanas en las que el hoy llamado ‘viejo hotel’
    sirvió de nexo entre lo trágico y conocido, que
    había quedado atrás, y lo nuevo y desconocido que
    teníamos por delante. No creo que haya en el mundo otro
    refugio semejante para recibir y albergar a los
    inmigrantes".

    En 1999, La Prensa editó un suplemento
    para celebrar su 130° aniversario. En él se recuerdan
    los hechos fundamentales que tuvieron lugar durante las
    décadas que van de 1869 al año mencionado. Entre
    estos hechos, se encuentra al arribo masivo de inmigrantes a
    nuestro país y su alojamiento en el Hotel. Así lo
    describe Sergio Limiroski en "Y entonces llegaron Ellos": "Luego
    de pisar tierra y registrar su apellido –por lo general mal
    escrito- en la aduana, aquellas
    familias, de rostros duros de hambre y cansancio, eran alojadas
    en un viejo edificio de Retiro, que en 1911 se transformó
    en Hotel de Inmigrantes. Muchos de estos niños de
    las

    familias, hoy convertidos en abuelos, recuerdan al viejo
    hotel –que funcionó hasta 1952- con aquellos largos
    tablones donde se comía, los tarros de metal con que se
    tomaba la leche, las
    camas marineras donde se dormía, mientras esperaban que
    sus padres consiguieran el trabajo que les permitiera
    quedarse".

    Susana Aguad, escritora, recordó al Hotel en
    octubre de 1999 en su texto "Al bajar del barco", publicado en el
    diario Clarín en la sección referida a las
    calles de Buenos Aires. En agosto de 2001 salió en la
    revista dominical de La Nación un anticipo del
    libro que la fotógrafa María Zorzon
    publicará sobre sus antepasados friulanos. En esta nota se
    narra un episodio vinculado al hotel, relatado por Juan Faccioli,
    uno de los "integrantes de aquella primera migración
    que dejaron testimonios escritos": "Según Faccioli, al
    llegar al Hotel de Inmigrantes se enteraron de que estaban
    destinados al Territorio Nacional del Chaco, donde les
    darían tierras que estaban habitadas por
    aborígenes: algunos huyeron del Hotel de Inmigrantes, pero
    luego de vagar sin conseguir trabajo ni comida volvieron y
    aceptaron llegar a Reconquista y, desde allí, a una
    colonia que se formaría del otro lado del arroyo El
    Rey".

    Juan Carlos Marina tenía diecinueve años
    cuando presenció, el 17 de diciembre de 1939, el
    hundimiento del Graf Spee, acorazado alemán
    "destinado a hundir buques que llevaban alimentos de
    acá para Europa", que se
    encontraba en el Río de la Plata. El 3 de marzo de 2002,
    Marina relató a El Tiempo de Azul, sus recuerdos de
    aquella jornada memorable; en su relato se refirió al
    Hotel de Inmigrantes: "a las ocho de la noche de ese día
    lo hundió el mismo comandante, la misma
    tripulación. Un capitán, que después
    vivió en La Falda, Córdoba, fue el encargado de
    ponerle tres cargas de dinamita. Sacaron la pólvora de los
    cartuchos de las balas, formaron tres paquetes explosivos y los
    pusieron uno en la popa, otro en las máquinas y
    otro en la proa. Después el comandante hizo bajar a toda
    la tripulación a los remolcadores y desde una lancha fue
    el que accionó la percusión de los explosivos.
    Todos se salvaron y fueron al Hotel de Inmigrantes de Buenos
    Aires".

    Es en ese establecimiento donde el comandante toma una
    trágica decisión: "de acuerdo a las órdenes
    de Hitler
    tenía que salir a presentar batalla. Pero eso era un
    suicidio. Fue
    tan impresionante que después de hundirlo, el comandante
    se pegó un tiro en el Hotel de Inmigrantes".

    Otras fuentes se suman a la literatura y el periodismo
    para evocar al Hotel. Por ejemplo, el folleto informativo del
    museo histórico Juan Szychowski, de la ciudad de
    Apóstoles, Misiones, que incluye una referencia a la
    institución. Hablando de un contingente de polacos que
    desembarcó en nuestro país, dice el autor: "Luego
    de permanecer algún tiempo en el legendario ‘Hotel
    de Inmigrantes’ arribaron al puerto de Posadas, y desde
    ahí marcharon a pie durante

    varios días hasta la recién fundada
    Colonia de Apóstoles, recorriendo los 80 km que los
    separaban de su destino tras los carros que transportaban sus
    pocas pertenencias".

    La transmisión oral tiene gran importancia en
    esta clase de evocaciones. En mi familia, como en
    tantas otras, el Hotel es recordado con gratitud. Uno de mis
    abuelos se hospedó en 1905 en el Hotel de Inmigrantes de
    La Boca. Su muerte
    temprana me privó de este testimonio que hubiera sido para
    mí el más preciado.

    Los testimonios que transcribo también son
    historia. Cuando el Hotel abre sus puertas a las nuevas
    generaciones, descendientes de aquellos que tuvieron tanto
    valor y tanta
    nostalgia, nos permiten conocer a la institución, cuya
    transformación en museo nos llena de orgullo, pues a
    muchos, nos habla de nuestra sangre, y a
    todos, de nuestro pasado como nación.

    (Este artículo fue publicado parcialmente en el
    diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, el 24
    de junio de 1999).

     

    Lic. María González
    Rouco

    María González Rouco, nieta de
    gallegos de Lugo y de La Coruña, es licenciada en Letras
    por la Universidad de
    Buenos Aires (1984) y periodista matriculada (1990). Ha publicado
    trabajos sobre la inmigración de ese origen en los diarios
    La Prensa, La Capital de Mar del Plata, La Nueva
    Provincia
    de Bahía Blanca y El Tiempo de Azul,
    entre otros.

     

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